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Economías de la Inteligencia

Para llegar a ser una "economía del conocimiento" primero hay que ser inteligentes

Por Pablo Valenti (Ingeniero, doctor en gestión de la tecnología. Uruguay)

Hoy es aceptado por todos que la base del desarrollo se debe a economías que centraron
su crecimiento en el conocimiento, esto ya no se discute, pero es preciso que hagamos
algunas aclaraciones al respecto sobre el significado que realmente tiene el conocimiento,
particularmente en los países en vías de desarrollo y para no caer en interpretaciones
equivocadas o parciales sobre el fenómeno al cual estamos asistiendo.
Las diferencias que el mundo moderno ha logrado generar entre las actuales economías
del conocimiento (los países industrializados) y los países en vías de desarrollo son tales
que a veces nos perdemos en los caminos del desarrollo, comenzamos por un camino
equivocado o arrancamos de un punto demasiado avanzado para nuestras posibilidades.
Es como si las economías desarrolladas estuvieran tan adelantadas que no se logra ver
claramente cual es el mejor camino para alcanzarlos. ¿Pero por dóndecomenzaron?.
Estas economías para poder generar conocimiento ( tecnologías, innovaciones, productos
y servicios nuevos ) necesitaron contar con cierta "inteligencia", la inteligencia precede a
cualquier conocimiento. Lo que quiero destacar es que los países que hoy promueven la
economía del conocimiento han resuelto, previamente, la "economía de la inteligencia".
Si nos orientamos por un modelo en el cual el desarrollo se basa exclusivamente en los
conocimientos, pero en una equivocada interpretación del "conocimiento", es decir: en la
simple tecnología, su difusión, adopción y adaptación seguiremos eternamente en
el subdesarrollo. Como sabemos los conocimientos, entendidos de esta forma, se pueden
transferir, exportar pero lo que siempre conservan los países más industrializados es la
inteligencia y la inteligencia está en las personas que saben hacer las cosas bien para
generar esos conocimientos, eso no se exporta.
Ya de por sí el término ampliamente difundido de "Sociedad de la Información" es poco
confiable para los países en vías de desarrollo. ¿Por qué? Porque se supone que
disponer de información no es garantía suficiente para el desarrollo si no somos
capaces de saber que hacer con ella. Debido a esa constatación se ha introducido
recientemente el concepto de Sociedad del Conocimiento o Economía del Conocimiento,
ciertamente mejor, pero cuidado, sigue encerrando riesgos en cuanto a su interpretación
para los países en vías de desarrollo.
América Latina se debe un profundo debate que le permita establecer que entiende por
una Sociedad de la Información para la región. Así como los europeos resolvieron adoptar
el término "Sociedad de la Información" para explicar el proceso de cambio
que vivimos y establecieron una definición muy propia, la región debería comenzar por
hacer ese esfuerzo, definir antes que nada, si los términos que hoy disponemos se
adaptan a nuestra realidad, si nos representan y si no es así cual sería el que mejor se
ajusta a nuestras exigencias y punto de partida, en definitiva analizar ¿qué entendemos
por una Sociedad de la Información, o el nombre que escojamos, para la realidad
latinoamericana?.
Para dar respuesta a esta interrogante es preciso comenzar por estudiar, analizar y
debatir cual es la situación de la cual parte nuestra región. Nos queda la sensación que
tanto el término "Sociedad de la Información" como "Economía del Conocimiento" están
fuertemente influenciados por las realidades y situaciones de partida de los países que le
dieron forma.
Estados Unidos antes que una economía del conocimiento fue y es una economía de la
inteligencia, al igual que Finlandia, Japón, Alemania y Suecia. El conocimiento está en los
avances tecnológicos, productos e innovaciones que invaden el mundo porque lo más
importante que tienen es la inteligencia de sus académicos, de sus empresarios
emprendedores, de sus trabajadores calificados y de gerentes públicos bien formados. La
base de las economías de la inteligencia está en haber sabido integrar, administrar y
poner a trabajar de forma conjunta a la inteligencia de todas estas personas.
Obviamente los países en vías de desarrollo disponen de gente muy bien formada pero el
problema está en la cantidad de recursos disponibles y en el mal uso de estas escasas
capacidades.
Cuidado entonces porque en una mal entendida economía del conocimiento son variables
críticas la cantidad de PC cada 1000 habitantes, la tasa de penetración de Internet, la tasa
de telefonía inalámbrica, la tasa de telefonía básica o la cantidad de Host
cada 10.000 habitantes, mientras que en "economías inteligentes" además de estas
variables sigue siendo fundamental, yo diría determinante, quien investiga, quien es mano
de obra calificada, quien genera desde lo público la inteligencia, quien la estimula y quien
invierte y produce con inteligencia.
La tecnología es, sin duda, un factor fundamental del desarrollo, pero en una verdadera
estrategia de desarrollo es preciso saber que hay detrás de la tecnología e innovaciones,
detrás de estas existen hombres y mujeres inteligentes, cada uno en su función
específica que supieron integrar sus saberes para producir riqueza bajo la forma de
conocimientos.
Para entender mejor lo que quiero señalar hagamos una analogía, supongamos que Juan
es un ciudadano de un país en vías de desarrollo y que John es un ciudadano de un país
industrializado. A Juan le decimos que para que crezca, se desarrolle y tenga más
conocimiento debe leer todos estos libros, que cuanto más libros lea logrará ser más
grande y fuerte, esto es sin duda muy cierto. Pero mientras John sigue leyendo él también
todos esos libros además de eso es quien los escribe, es capaz de escribir los libros que
Juan lee. Es evidente que nuestras economías necesitan de más lectores (más
conocimiento) pero al mismo tiempo necesitan también de más escritores. Esta es en
definitiva, a mi entender, la diferencia saliente entre una promoción de la economía del
conocimiento y una economía de la inteligencia.
Es como aquel falso dilema del desarrollo entre darle el pescado o enseñarle a pescar,
¿qué tal si en lugar de optar entre estas dos cosas le enseñamos a hacer la caña?,
porque de no ser así, lo que terminará pasando es que sabrá pescar pero la caña de
pescar siempre dirá Made in USA o Made in Italy y en este caso con un bonito diseño.
Que no es otra cosa que decir que la inteligencia seguirá viniendo de esos países y es lo
que no se exporta.
Los peligros de la mecanización del conocimiento ¿Por qué las economías de los países
en vías de desarrollo no se desarrollan? En parte es debido a que las políticas y prácticas
que aplican estos países dependen de modelos demasiado rígidos, pre-establecidos,
donde existe poco margen para modelos alternativos, modelos de desarrollo económico
que se han vuelto
extremadamente mecanizados. Las recetas y modelos están de moda, y eso no favorece
el surgir de economías de la inteligencia, no se ven grandes innovaciones en materia de
modelos de desarrollo. Si realmente no existen alternativas entonces deberíamos darle la
razón a Francis Fukuyama en su libro El fin de la historia, aceptar y resignarnos a que
efectivamente se acabo la historia y que, por ende, el modelo a seguir es el modelo
reinante. Me resisto a pensar que el cuento terminó aquí.
Si hacemos el símil de comparar una nación con una gran empresa tradicional, es como si
a esta empresa muy estructurada, muy rígida, lenta en sus movimientos, muy
mecanizada, formada en el modelo Fordista, le pidiéramos que pase a ser innovadora,
moderna, que logre centrar su estrategia de crecimiento en el conocimiento de su gente,
de sus técnicos, trabajadores, dirigentes, clientes. Todos intuimos que primero deberá
dejar de ser tan rígida y mecanizada porque eso anula las capacidades individuales, no
las deja desarrollar, no hace florecer un verdadero sentido de cambio, no la hace
innovadora, no permite que los individuos que son parte de la empresa, en este caso la
empresa país, se sientan parte del cambio.
En los últimos años el desarrollo económico estuvo centrado en la creencia que el capital
es el motor del desarrollo, el modelo reinante. Pero hoy la evidencia empírica y el sentido
común nos enseñan que en realidad no es tan así. Abundan los ejemplos de países que
por aplicar esta concepción del desarrollo económico han desarrollado desastres
económicos y por lo tanto desastres sociales, ver Asia, ver Sudamérica, ver Africa, ver
donde sigue el subdesarrollo. Mientras tanto en aquellos países donde se ha aplicado
inteligencia local, y esta luego se ha convertido en conocimientos económicamente útiles
y con una importante dosis de audacia los resultados fueron bien diferentes, ver países
industrializados, ver Finlandia, ver Irlanda, ver Nueva Zelanda, ver algunos países del
este asiático.
Para ser una economía inteligente en la era digital, menos mecanizada y menos
seguidora de las modas, habría que tener siempre en mente una serie de factores que
son componentes básicas para el desarrollo de la economía del conocimiento:
Primero. Antes que nada valorar los individuos más que cualquier otra cosa, las
economías inteligentes, y aunque parezca difícil de asumirlo, invierten las prioridades
establecidas, se concentran en el recurso más importante que disponen hoy en día, la
inteligencia de su gente y si esta no les alcanza la incorporan de otros lugares, para ello
invierten dinero, invierten fuerte porque esto no lo resuelve exclusivamente el mercado.
Segundo. Planificar y definir una estrategia que antes que nada no sea tan rígida y no
deje espacios al potencial de los ciudadanos. Una vez más se invierte el sentido, un
modelo de desarrollo hacia una economía de la inteligencia se construye de abajo hacia
arriba, los dirigentes políticos, quienes definen las estrategias, deben crear canales de
participación para escuchar e integrar diferentes alternativas de desarrollo. Una economía
inteligente deberá permitir espacios para que los individuos desarrollen sus ideas. En
otras palabras una estrategia en tal sentido tiene que asumir nuevos riesgos, buscando
ideas nuevas que, incluso, estén en lugares nuevos.

Tercero. Una economía inteligente antes que nada se organiza para aprender. Este es,
en definitiva, la componente central de cualquier estrategia hacia una economía de la
inteligencia y que permite asegurar un desarrollo competitivo basado en la
tecnología. Me estoy refiriendo a desarrollar capacidades para aprender (saber fabricar la
caña de pescar) y, a partir de ello, estar en condiciones de adaptar y crear (saber pescar).
Para llegar a ser una economía de la inteligencia cada país debe identificar su propio
modelo de aprendizaje, un aprendizaje que no se limita exclusivamente a las
Universidades o a los profesionales; este modelo deberá considerar a los empresarios,
trabajadores, consumidores, gobernantes y en definitiva a la sociedad en su conjunto.

Cuarto. La formación del recurso humano sigue siendo el factor crítico de cualquier
estrategia de desarrollo. Los responsables de edificar estas economías inteligentes
deberán definir, antes que nada, que importancia le atribuyen a la formación de los
recursos humanos. Para decirlo un poco en broma pero bastante en serio, si se ha
invertido en la formación de profesionales, trabajadores, gerentes públicos no los dejemos
ir, como sea retengámoslos, son nuestro principal capital para el crecimiento, de la misma
forma si se ha invertido en la formación de profesionales, trabajadores, gerentes públicos
seguramente habrá que invertir mucho más, si no se tienen los recursos necesarios
sigamos achicando el Estado pero para invertir en estas áreas y no en otras.
Exportadores de inteligencia - importadores de conocimiento La brecha digital se sigue
ensanchando pero no por la menor cantidad de computadoras conectadas a Internet en
los países en vías de desarrollo, sino por la menor cantidad de personas que piensan
sobre que hacer con Internet y sus aplicaciones.
Lo que los países en vías de desarrollo están perdiendo frente a los países más
industrializados es su inteligencia. Esto a su vez agravado por el periodo de crisis que nos
toca vivir, lo que primero se va es la inteligencia porque lo que las economías
desarrolladas necesitan y de lo que se nutren es de inteligencia. No estoy diciendo nada
nuevo, todos somos conscientes de que la riqueza y oportunidades están en la gente, en
la gente que produce saber, lo que sí me parece nuevo e importante de destacar es que a
pesar de esta constatación tan obvia nos seguimos centrando en estrategias y variables
que están muy alejadas del ser humano, del factor individuo, como si el discurso y el
diagnóstico no se relacionaran con las medidas que finalmente se adoptan. Mientras
nuestros jóvenes se alejan también se alejan nuestras posibilidades de algún día ser más
desarrollados. No quisiera terminar este artículo con un mensaje tan dramático y aunque
la realidad es verdaderamente dramática, lo único bueno es pensar que las personas que
siguen emigrando de nuestros países, esa inteligencia que se ha ido, se fue a aprender
más cosas, a extraer experiencias y estoy seguro que si somos capaces, entre todos, de
crear nuevas oportunidades, esas mismas personas regresarán, pero sabiendo más, ellos
serán los que nos puedan transferir más inteligencia, adaptar las formas de hacer las
cosas bien, de otra manera, cosas nuevas, organizarse mejor, producir mejor, saber más
de esos mercados, poder incorporar todo aquello que ha hecho que esos países
dispongan de economías exitosas y desarrolladas.
Las posibilidades de desarrollo de nuestros países dependen, además de la necesidad de
invertir más en el saber de nuestra gente, en que logremos re importar la inteligencia. Un
lindo desafío para los gobernantes de nuestros países, cuando se escriba la nueva
historia del desarrollo (y no el fin de la Historia) podremos decir que en realidad se trató
de una medida estratégica para incorporar la inteligencia de los modelos desarrollados,
algo que como ya vimos no se exporta. Visto de esta forma el Uruguay está llenando el
mundo de gente bien formada para que aprendan más cosas de un mundo que se nos
adelantó demasiado, un mundo moderno que se desarrolla de forma diferente, y a partir
de esas nuevas inteligencias poder edificar así un nuevo futuro, es la única esperanza
que nos queda.
Quiero creer que es posible un nuevo Uruguay mucho más desarrollado y en el cual,
necesariamente, haya un lugar para todos.

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