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La nueva arquitectura de Gustavo López Padilla

Daniel Cisneros
El Financiero, Jueves, 14 de abril de 2011

* Un gobierno con poca obra de calidad.

En Nueva arquitectura mexicana (Editorial Designio), Gustavo López Padilla


reflexiona sobre el estado de la arquitectura mexicana de los últimos 20 años,
pasando por el racionalismo y el minimalismo hasta llegar al high tech y el
posmodernismo. Aunque, claro, sin soslayar los fenómenos que han influido en
tan diversas tendencias arquitectónicas, como la globalización, la
sustentabilidad, las nuevas tecnologías, la sobrepoblación y el predominio de la
industria privada sobre la gubernamental.

-Desde hace muchos años me ha interesado la arquitectura mexicana


contemporánea. Por eso la pretensión de este libro es acercar las ideas a la
gente para, así, realizar análisis comparativos y argumentar bien las razones
que le dan sentido a un proyecto arquitectónico -afirma el arquitecto Gustavo
López Padilla, el autor de Arquitectura mexicana contemporánea, coautor
también de Ciudad de México arquitectura 1921- 1970. Además, es profesor en
la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Instalados en su despacho de la colonia Roma, López Padilla abre la


conversación citando las principales tendencias arquitectónicas
experimentadas durante los últimos años en el país y sus representantes:

-En la arquitectura racionalista tenemos el conjunto corporativo Arcos Bosques,


de Teodoro González de León y Francisco Serrano. Del minimalismo, que se
acerca a lo abstracto, está el Hotel Habita, de Bernardo Gómez Pimienta y
Enrique Norten. En el high tech, donde se hacen muy expresivas las
condiciones estructurales y el manejo de materiales aparentes, contamos con
la Torre de Ingeniería de la UNAM diseñada por Luis Sánchez Renero,
Fernando Mota, Álvaro Díaz y yo. La Escuela de Graduados, de Ricardo
Legorreta, nos da cuenta del estilo de la fuente de la tradición. En los diseños
orgánicos figura La Casa Tiburón, de Javier Senosiain, quien presenta formas
zoomórficas. Por último, El Hotel Marquís, de Salomón Gorshtein y José
Fábregas, nos ilustra muy bien el posmodernismo que se acerca a los
lenguajes relacionados con la historia.

-En su texto menciona el cambio generacional en esta disciplina.

-Sí, porque hay un grupo de jóvenes talentosos que ha dado muestras de


seriedad profesional como Juan Mauricio Rocha, Michel Rojkind, Javier
Sánchez, Abraham Metta y Jaime Varón. Ellos nos permiten advertir el tránsito
hacia un nuevo periodo caracterizado por la disponibilidad de técnicas
constructivas y materiales muy diversos.

-¿Cómo se manifiesta la globalización en la arquitectura?

-A partir del flujo de las ideas. Pues al comparar lo que se hacía antes en
México con aquello de los países industrializados notábamos una gran
distancia, la cual hoy en día se ha acortado. Ahora la información es
instantánea y los centros neurálgicos que generaban las ideas se han
diversificado. Hay una interrelación muy rica que se debe, desde luego, a la
globalidad.

-¿De qué forma el fenómeno de la sustentabilidad se deja ver en las nuevas


tendencias?

-En que se ha vuelto indispensable practicar una arquitectura amigable con el


medio ambiente. Por ejemplo, hay un desarrollo turístico en un club de playa
ubicado en Quintana Roo que es un proyecto de Mario Lazo, el cual respeta el
entorno utilizando materiales del lugar, aprovechando el agua y reciclando.

-¿Y qué nos puede decir sobre las nuevas tecnologías?

-Ya hay programas computacionales que permiten manejar con gran precisión
la geometría, un elemento fundamental en la arquitectura. Con esto se
posibilita el diseño de modelos virtuales en poco tiempo y se experimentan
formas más complejas. Por otro lado, se han mejorado mucho los
procedimientos constructivos y la calidad de los materiales. Por ejemplo,
existen aceros con menor peso y mayor resistencia para lograr claros mayores.
Y, con la nanotecnología, se estudia la posibilidad de darle un mayor potencial
a estos materiales.

-¿El incremento poblacional ha influido en la planificación de diseños para


vivienda?
-Por supuesto, porque la demanda de vivienda se ha convertido en un
elemento de presión que requiere respuestas dinámicas y visión de futuro. En
ese sentido, no todas las casas han estado bien planeadas, pues a muchas les
han faltado espacios públicos, educativos, comerciales o, simplemente,
transporte. Por eso varias personas han abandonado su lugar de residencia.

-¿La cultura de un país se refleja a través de sus construcciones?

-Claro, ya que al recorrer los diferentes periodos históricos uno se da cuenta de


que la arquitectura es la expresión construida de los valores de la vida. Por
ejemplo, en las ciudades griegas el orden espacial y de composición proyecta
tanto su sociedad como su filosofía. Y, por el contrario, las ciudades de hoy en
día manifiestan la visión dinámica, compleja, fragmentaria y conflictiva del
tiempo que vivimos.

Como reflexión final, López Padilla asegura que existe un predominio de la


arquitectura impulsada por la iniciativa privada sobre la gubernamental.

-En la época de Salinas, con el neoliberalismo rabioso, el Estado se repliega y


la iniciativa privada ocupa esos vacíos. Y ahora vemos que no sólo el gobierno
hace pocas obras, sino que son contadas las de calidad y trascendencia.

Mi visión del Soumaya


Ensayo de Gustavo López Padilla
El financiero, Jueves, 14 de abril de 2011

* A manera de esculturas urbanas.

La aparición de un nuevo centro cultural que signifique el encuentro de la


gente, las familias, los amigos, con las expresiones más elevadas del arte y el
espíritu, siempre será motivo de celebración. El pasado 29 de marzo fueron
abiertas las puertas de una nueva sede del Museo Soumaya, que aloja la
colección Carlos Slim. El museo forma parte del conjunto Plaza Carso, que
ocupa una amplia cabecera de manzana, delimitada por Lago Zurich, Miguel de
Cervantes Saavedra y Presa Falcón, en la Delegación Miguel Hidalgo, al
norponiente de la Ciudad de México.

En los últimos años la zona donde se ubica el conjunto ha sufrido una sensible
transformación urbana, dando alojamiento a importantes centros comerciales y
edificios de vivienda y oficinas, con altos índices de densidad construida. El
aforo vehicular se ha incrementado notablemente y una vez que hayan sido
terminados y ocupados todos los edificios que se construyen y ofrecen en los
alrededores, este mismo aforo aumentará drásticamente.

Dentro del conjunto, que cuenta también con edificios altos, el Museo Soumaya
ocupa estratégicamente la esquina surponiente, dramatizando su presencia
formalmente, misma que lo convertirá en breve en referencia urbana para los
lugareños y visitantes de esa zona capital.

En términos conceptuales, compositivos, urbanos y arquitectónicos, los


edificios que constituyen Plaza Carso representan una propuesta bastante
limitada, esquemática y pobre, sobre todo en la disposición de conjunto de los
edificios que acompañan al museo, que fueron concebidos a partir de criterios
en los que importa fundamentalmente su máximo rendimiento comercial. Cajas
altas, de planta libre, con pieles de cristal de piso a techo, semejantes en sus
cuatro orientaciones a manera de fachadas insípidas, con solución de detalles
absolutamente convencionales. Construcción del siglo XXI, realizada a imagen
de los edificios comerciales de los años cincuenta del siglo pasado. El espacio
libre entre edificios es mínimo, con diseños fríos y esquemáticos.

El edificio del museo, diseñado por Fernando Romero, que cuenta con 17 mil
metros cuadrados de construcción, de los cuales seis mil están destinados a
las áreas de exhibición, en seis niveles, está resuelto a partir de criterios
formalistas orgánicos, resultando exteriormente una forma expresiva,
curvilínea, regordeta, un tanto falto de gracia.

Complementan el programa: auditorio, biblioteca, aula digital, área infantil,


cafetería y zona de estacionamiento. Como detalle significativo, es notable la
falta de jerarquía y presencia de la entrada principal. No corresponde con la
fuerza de las escaleras que la preceden, ni con la masa y escala del volumen
total del museo, al que sirve como acceso.

La naturaleza geométrica y formal del lenguaje empleado en la solución del


Museo Soumaya requiere de espacios amplios a su alrededor para potenciar
los valores compositivos buscados. En este sentido, la relación volumétrico
espacial en los laterales y la parte posterior del museo respecto de las calles
que lo limitan y los edificios que lo acompañan, es muy estrecha. Se aprecia
difícil lograr, en lo que resta de la terminación de los espacios exteriores a la
obra, las áreas verdes que se muestran en las imágenes previas del proyecto,
más o menos amplias y continuas respecto de las superficies curvas que
definen la base del edificio. En los laterales y la parte posterior, paredes
verticales a manera de un basamento, le restan prestancia al volumen total.
Ya en los interiores, la planta baja de acceso que vestibula y organiza la
distribución del museo es interesante, resuelta en buena parte a doble altura,
de medidas generosas, alojando con prestancia unas cuantas piezas de la
colección, de las más significativas, como la escultura de El pensador de
Auguste Rodin. La continuidad de la geometría orgánica en paredes, escaleras
y rampas, las calidades de luz y la escala del espacio, son atractivas y están
adecuadamente resueltas en términos de diseño arquitectónico. Las salas
intermedias son espacios eficientes, plantas libres apoyadas sobre elementos
puntuales de columnas y el núcleo de servicios, contando con alturas
razonables. El planteamiento de solución del museo, en términos de
organización del espacio, se resuelve como una variación del Museo
Guggenheim, en Nueva York, diseñado por Frank Lloyd Wright en 1946. En
estas mismas salas, las propuestas de diseño propiamente museográficas
resultan esquemáticas y un tanto abrumadoras, dada la cantidad de piezas
expuestas. Falta orden, jerarquía y variedad en la disposición y modalidades de
exposición de las piezas, debiendo valorar los diferentes componentes de la
propia colección. Estos niveles muestran una limitación expositiva, ya que las
superficies inclinadas periféricas, de las paredes que definen el volumen
general, requieren de soluciones especiales.

En la parte superior se dispone de una sala amplia, alta, constituida por una
planta totalmente libre, sin apoyos intermedios, delimitada en la parte superior
por la cubierta de azotea, resuelta mediante un atractivo, aunque algo pesado,
enjambre de componentes metálicos. Es el único espacio que recibe luz natural
a lo largo de todo el recorrido. Es otro espacio interesante en el que, sin
embargo, faltó de nueva cuenta un adecuado, ordenado, jerárquico y
cuidadoso diseño museográfico. Un numeroso y desigual grupo de esculturas
ocupan el lugar.

Se antoja deseable que otras zonas del museo hubieran contado con algunas
aberturas que permitieran la entrada de luz natural para poder asomarse al
exterior, darse un respiro y descansar brevemente. El recorrido total, continuo,
con base en rampas un tanto pronunciadas en su pendiente, resulta cansado,
sobre todo para las personas mayores. A la cafetería del museo, en la planta
de acceso, en un semisótano, también le hace falta luz natural y alguna zona
jardinada para hacer más atractivo visitarla.

Ahora es usual que el diseño de nuevos museos se enfrente tratando de lograr


formas sugerentes, imágenes fácilmente asimilables, identificables, a manera
de esculturas urbanas, que en su interior pueden alojar distintas expresiones
del arte.

El Soumaya transita por este camino...

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