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Daniel Cisneros
El Financiero, Jueves, 14 de abril de 2011
-A partir del flujo de las ideas. Pues al comparar lo que se hacía antes en
México con aquello de los países industrializados notábamos una gran
distancia, la cual hoy en día se ha acortado. Ahora la información es
instantánea y los centros neurálgicos que generaban las ideas se han
diversificado. Hay una interrelación muy rica que se debe, desde luego, a la
globalidad.
-Ya hay programas computacionales que permiten manejar con gran precisión
la geometría, un elemento fundamental en la arquitectura. Con esto se
posibilita el diseño de modelos virtuales en poco tiempo y se experimentan
formas más complejas. Por otro lado, se han mejorado mucho los
procedimientos constructivos y la calidad de los materiales. Por ejemplo,
existen aceros con menor peso y mayor resistencia para lograr claros mayores.
Y, con la nanotecnología, se estudia la posibilidad de darle un mayor potencial
a estos materiales.
En los últimos años la zona donde se ubica el conjunto ha sufrido una sensible
transformación urbana, dando alojamiento a importantes centros comerciales y
edificios de vivienda y oficinas, con altos índices de densidad construida. El
aforo vehicular se ha incrementado notablemente y una vez que hayan sido
terminados y ocupados todos los edificios que se construyen y ofrecen en los
alrededores, este mismo aforo aumentará drásticamente.
Dentro del conjunto, que cuenta también con edificios altos, el Museo Soumaya
ocupa estratégicamente la esquina surponiente, dramatizando su presencia
formalmente, misma que lo convertirá en breve en referencia urbana para los
lugareños y visitantes de esa zona capital.
El edificio del museo, diseñado por Fernando Romero, que cuenta con 17 mil
metros cuadrados de construcción, de los cuales seis mil están destinados a
las áreas de exhibición, en seis niveles, está resuelto a partir de criterios
formalistas orgánicos, resultando exteriormente una forma expresiva,
curvilínea, regordeta, un tanto falto de gracia.
En la parte superior se dispone de una sala amplia, alta, constituida por una
planta totalmente libre, sin apoyos intermedios, delimitada en la parte superior
por la cubierta de azotea, resuelta mediante un atractivo, aunque algo pesado,
enjambre de componentes metálicos. Es el único espacio que recibe luz natural
a lo largo de todo el recorrido. Es otro espacio interesante en el que, sin
embargo, faltó de nueva cuenta un adecuado, ordenado, jerárquico y
cuidadoso diseño museográfico. Un numeroso y desigual grupo de esculturas
ocupan el lugar.
Se antoja deseable que otras zonas del museo hubieran contado con algunas
aberturas que permitieran la entrada de luz natural para poder asomarse al
exterior, darse un respiro y descansar brevemente. El recorrido total, continuo,
con base en rampas un tanto pronunciadas en su pendiente, resulta cansado,
sobre todo para las personas mayores. A la cafetería del museo, en la planta
de acceso, en un semisótano, también le hace falta luz natural y alguna zona
jardinada para hacer más atractivo visitarla.