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Ayotzinapa: otro crimen de Estado

Román Munguía Huato

Esto es el país de las fosas


Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras

Ayotzinapa. David Huerta

Esa noche parecía que sería muy apacible para los estudiantes de la Escuela
Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. La escuela está situada en el
poblado de Tixtla de Guerrero –a 17 kilómetros de Chilpancingo, capital del estado
de Guerrero. Por la tarde los jóvenes habían ido a la ciudad de Iguala para
secuestrar autobuses y viajar a la Ciudad de México para participar, como cada
año, en la marcha de protesta por la masacre del 2 de octubre de 1968.

Pero la noche en Iguala se tornaría en un infierno dantesco para los jóvenes


activistas. El terror empezaría con otra masacre nunca imaginada por los
estudiantes. Esa noche fueron blanco de cinco ataques armados perpetrados por
la policía municipal de Iguala, los policías federales, en complicidad con los grupos
paramilitares de narcos (Guerreros Unidos) y de militares del 27 y 41 batallones de
infantería de esa ciudad. El primer ataque armado contra los normalistas
empezaría cerca de las 21:30 horas. Los policías municipales de Iguala y Cocula
portaban fusiles automáticos R-15 o G36 de calibre .223 y pistolas calibre 9 mm, al
igual que los federales, mientras que los militares del 27 Batallón de Infantería
portaba el rifle de asalto G3

La noche espantosa terminaría con la desaparición de 43 normalistas de entre 17


y 21 años, aunque ya había varios muertos por metralla de los policías y los
narcos. Después de las balaceras, hacia las tres y media de la madrugada volvía
una aparente tranquilidad, pero era una tranquilidad siniestra de un silencio
terrorífico. La sangre fresca seguía regada por algunas calles en esa noche de
Iguala, era el 26 de septiembre de 2014. Lo cierto es que todos los elementos de
la seguridad pública dejaron que la violencia masacrara a los estudiantes; todo ello
con la vigilancia activa del Ejército Mexicano, el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (CISEN), ahora Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la
Policía Federal (PF), hoy integrada a la Guardia Nacional.

Tiempo después se conocería la versión oficial de los hechos criminales, la


“verdad histórica” de Jesús Murillo Karam, procurador general de la República. Tal
versión sostiene que la mayoría de los cuerpos de los estudiantes ya acribillados,
fueron incinerados en el basurero de Cocula por órdenes de los jefes de Guerreros
Unidos. Murillo Karam hoy está en prisión preventiva para ser juzgado por los
delitos de desaparición forzada, obstrucción de la procuración de justicia y tortura.
A lo largo de la investigación del caso han fallecido o han sido asesinadas 26
personas más. Con la detención de Karam, la Fiscalía General anunció 83
órdenes de captura, que incluyen a 20 mandos del Ejército y altos cargos de la
Marina, del Centro Nacional de Inteligencia, de la Policía Federal, y de otras
dependencias federales, pero no se menciona a la cúpula del poder de entonces.

Después de casi ocho años de ocurrida la matanza, la nueva versión oficial


sostiene que hay indicios de que los 43 estudiantes desaparecidos ya no están
vivos por lo que constituye un crimen de Estado. A tal conclusión llegó el Informe
de la presidencia de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso
Ayotzinapa presentado el 18 de agosto por Alejandro Encinas. Pero este Informe
tampoco da indicios de dónde yacen los cuerpos de los desaparecidos ni va al
fondo del asunto con los altos responsables políticos. Este gobierno ha demorado
casi cuatro años en su investigación, aunque ya reconoce gran parte de la verdad
de los hechos.

La historia de la violenta y criminal represión contra los normalistas de Ayotzinapa


es más larga, pues en la mañana del 12 de diciembre de 2011, siendo gobernador
Ángel Aguirre Rivero, hubo una masacre cuando cerca de 300 normalistas
bloquearon la autopista México-Acapulco a la altura de la caseta de Palo Blanco:
al punto llegaron 61 policías federales, 73 de Seguridad Pública estatal y 34
ministeriales: en total, 168 efectivos contra los estudiantes. La federal llevaba 59
armas, la ministerial 26 y la preventiva estatal seis. Los federales lanzaron una
granada de gas lacrimógeno y simultáneamente inició un incendio del lado en el
que estaban los normalistas. Los federales empezaron a disparar, secundados por
los policías locales, asesinando a Gabriel Echeverría y Jorge Alexis Herrera. Tres
personas más resultaron heridas.

Los bloqueos de la autopista eran parte de las movilizaciones estudiantiles para


exigir al gobierno estatal el aumento del presupuesto para mejoras a la escuela.
Estas demandas legítimas causaban mucha irritación a las autoridades
gubernamentales y porque entorpecían la circulación de vehículos y con ello las
afectaciones económicas. Además, la escuela estaba en la mira del gobierno
federal para su desaparición por razones políticas, pues algunos de sus alumnos
forman parte de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México
(FECSM), de larga data y que mantiene una postura de lucha por la defensa de la
formación de maestros rurales. Lucio Cabañas, fue un guerrillero que estudió en la
normal rural de Ayotzinapa y fundó el Partido de los Pobres. “Si algunas
universidades llegan a ser un dolor de cabeza para los gobiernos locales, la
Escuela Normal Rural de Ayotzinapa ha sido como una migraña en la cabeza de
los poderes políticos. Antes lo fue sobre todo para los gobernantes del PRI .”
https://latiraniainvisible.com/2014/08/30/ayotzinapa-desde-siempre/

Esta cuestión política hace considerar que la lucha estudiantil de esta escuela
normal rural era ya intolerable para el gobierno federal y los grupos oligárquicos
guerrerenses, dentro de los cuales forman parte las poderosas organizaciones del
narcotráfico local como los Guerreros Unidos, asociados a las también poderosas
empresas mineras de la región: “En el corredor de Iguala, Cocula y la Tierra
Caliente las firmas mineras pagan cuotas al crimen organizado para asegurar la
extracción de oro”. https://www.jornada.com.mx/2022/08/26/opinion/020a2pol

Si el Estado autoritario ya había masacrado una rebelión estudiantil y popular en


1968, cuyas demandas en forma pacífica eran meramente democráticas, y tres
años después haría lo mismo con el Halconazo ¿Por qué no habría de hacerlo con
unos pobres estudiantes de origen campesino e indígena?

El ominoso historial de los crímenes de Estado y/o lesa humanidad en México es


muy largo y en casi todas las masacres han intervenido las tropas militares, a
veces disfrazadas de civiles, y cuerpos policiales. “Los crímenes de Estado son
aquellos delitos cometidos por los agentes estatales, o por particulares (como los
grupos paramilitares) que actúan en complicidad o por tolerancia (omisión) del
Estado. Algunos de estos crímenes son el asesinato, el exterminio, la esclavitud,
la desaparición forzada, el desplazamiento forzado, la deportación o las
persecuciones contra cualquier población civil por motivos sociales, políticos,
económicos, raciales, religiosos o culturales.” Todos sabemos que la “guerra
sucia” desatada en Guerrero en los años 60–70 contra la población civil; el 2 de
octubre del 68; el Halconazo del 71; Aguas Blancas (1995); Acteal (Chiapas,
1997); San Salvador Atenco (2006); Tlatlaya (Estado de México, 2014);
Ayotzinapa (2014); Nochistlán (Oaxaca, 2016); etcétera, entre otras masacres,
han sido crímenes cometidos por el Estado.

¿Hasta dónde perseguirá la mano de la justicia a los responsables de la Noche de


Iguala? Enrique Peña Nieto, siendo gobernador del Estado de México fue
responsable de la violenta represión en San Salvador Atenco, Estado de México,
siendo presidente Vicente Fox. En la Noche de Iguala el presidente era Peña Nieto
y el secretario de la Sedena era el general Salvador Cienfuegos.

Durante casi ocho años los padres, madres y familiares de los 43 de Ayotzinapa
han dado muestras de fortaleza moral para resistir la tragedia exigiendo la
aparición de los estudiantes y justicia. “No les mueve la venganza, sino la
esperanza”. Esa entereza de su lucha ha sido compartida con la solidaridad de
miles de mexicanos.

En teoría se supone que el Estado debe proteger la vida de los ciudadanos, pero
en la realidad esencialmente se dedica a proteger al capital y a quienes lo
encarnan. En muchas ocasiones, como aparato represivo, es el artero asesino de
la población civil. El Estado, en su forma más descarnada, es un instrumento
político muy violento y criminal, un monstruo Leviatán que ataca, especialmente, a
su enemigo de clase, la población trabajadora insurrecta...

¡Solidaridad total con los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa! ¡Justicia


y Verdad para los estudiantes de Ayotzinapa!

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