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Colonia”
“La universidad es un crisol, ahora el crisol de todas las clases sociales, pero también
de todas las ideas, ahí está n todas las ideas”, afirma el autor de La Universidad de
México, 1551–2001
Milenio. 24/09/2022
José Juan de Á vila
Con medio siglo de ejercer el periodismo, Humberto Musacchio quiso repasar las
transformaciones de la Universidad en México, desde su origen novohispano hasta
poco después de la ú ltima huelga en la UNAM, con la certeza de que han sido sus
estudiantes quienes se han adelantado a los cambios sociales y que los rectores que
enfrentan al poder pú blico, como Javier Barros Sierra, “no se dan en macetas”.
“Uno no se imagina que los rectores fueran estudiantes en activo, porque se suponía
que los profesores no debían distraerse, estaban preparando el conocimiento.
Entonces, la norma era que los estudiantes se hicieran cargo de la rectoría, hubo muy
pocos estudiantes en la rectoría, pero los hubo.
“Hay muchos puntos de parentesco entre la UNAM y la Real y Pontificia, cuyos bienes
pasaron primero a la Nacional: sus rituales, los anillos de graduació n, carreras como
Derecho; incluso otros má s discutibles, por ejemplo, la rebeldía estudiantil, que no es
cosa nueva, viene desde la Colonia, en el libro doy cuenta de varios brotes”, dice
Musacchio, y recuerda que en el periodo en que no hubo universidad, de Maximiliano
a Porfirio Díaz, fueron estudiantes quienes má s se opusieron al dictador.
“La universidad fue elitista durante toda la Colonia y hasta varios añ os del siglo XX,
porque los estudios universitarios no eran baratos cuando se inició la vida de la
Universidad Nacional; sin embargo, empezó a hacerse má s plural la composició n de la
institució n, ingresaban muchachos que no necesariamente eran de las familias
adineradas, y admitir gente de diversos sectores sociales dio un cambio de calidad a la
universidad. Pero la Nacional era una universidad creada en el Porfiriato, no hay que
olvidarlo, y era elitista por razones obvias, sobre todo sus profesores y rectores.
“El gran rector de las primeras décadas de la universidad es José Vasconcelos (1920-
21), indudablemente, por mucho, sus realizaciones en favor de la universidad son
maravillosas. Y, ademá s, tuvo una virtud: cuando llega como rector, pronuncia un
discurso en el que habla muy despectivamente de la universidad que le estaban
entregando, pero expone su voluntad de levantarla. Y una de las primeras medidas
que adopta es pedirle a los estudiantes que vayan a alfabetizar al campo y a las
barriadas: él transforma también la composició n social de la comunidad
universitaria”, expone.
Refiere que la universidad se vuelve popular a partir de los añ os 50 del siglo pasado,
con jó venes que no procedían de familias pudientes; en cambio, las élites mandaron a
sus hijos a instituciones privadas.
—No conozco a nadie egresado de la UNAM que no sienta orgullo de haber pasado por
sus aulas. Sin embargo, cuando llegan a tener cierto nivel socioeconó mico, prefieren
enviar a sus hijos e hijas a universidades privadas. ¿A qué atribuye esto?
—Si es así ¿dó nde quedó la autonomía universitaria para, en este caso, enfrentar al
neoliberalismo, a las políticas gubernamentales?
Porque los Barros Sierra no se dan en maceta. Javier Barros Sierra (1966-70), con
mucha dignidad y con toda correcció n, enfrentó a un gobierno asesino como fue el de
(Gustavo) Díaz Ordaz, pero esos rectores no se dan en maceta. La mayoría de los
rectores tienen mucho miedo de que les quiten presupuesto, de que les hagan una
campañ a como a Ignacio Chá vez (1961-66) para echarlo del cargo. Ademá s ¿por qué
tendrían esas autoridades que oponerse a la política oficial si eso les permite
enriquecerse? No es justo que un director de facultad, por ejemplo, una vez que
termina con su cargo siga cobrando durante toda la vida su sueldo de director, y con
los rectores sucede lo mismo. ¿A honras de qué?, digo yo. ¿Cuá l es la razó n para que
tengan tantos privilegios los miembros de esa élite universitaria? Esos no se van a
oponer al gobierno. Está n muy contentos con la situació n que tienen.
—En ese recorrido por la historia de la universidad que usted hace siempre está la
política.
Sí, la universidad es un crisol, ahora el crisol de todas las clases sociales, pero también
de todas las ideas, ahí está n todas las ideas. Para mí sería inexplicable que fuera una
universidad apolítica, donde los estudiantes, los profesores, no se interesaran por la
vida pú blica, por lo que ocurre en el mundo, tenemos una comunidad muy actuante,
muy atenta a lo que ocurre en México y en el extranjero, por esa razó n, porque ahí hay
de todo. Y es una bendició n de que así sea.
—Pero también hay riesgo de que grupos extremistas, de derecha o izquierda, tomen
la UNAM.
Siempre ha sido así, no hay que espantarse de eso. Si en la universidad está n todas las
ideas, y está n los que piensan en un sentido u otro, no tiene nada de extraordinario
que ocupen los puestos de direcció n; por ejemplo, en los añ os 30 y mitad de los 40 la
derecha má s feroz, fascista, se atrincheró en la UNAM, se encerró . Hubo un rector
abiertamente pro nazi (Rodulfo Brito Foucher,42-44).
Pablo Gonzá lez Casnova (70-72), que se identifica como una gente de izquierda, fue un
rector al que echaron porque no fue capaz de apoyarse en el sindicato ni en los
estudiantes. No hay que olvidar que se opuso ferozmente a la existencia de los
sindicatos, y ahí cavó su tumba porque, sin apoyo de las bases, ló gicamente no se iba a
sostener. Siempre ha habido gente con una ideología o con otra, Y, por supuesto, los
priistas se apoderaron de la universidad desde la mitad de los añ os 40 y ahí han
estado y ahí siguen, porque no creo que el actual rector sea de izquierda o de un grupo
de ultraderecha”.
—¿Cree que la universidad ha ido aparejada con los cambios sociales en México?
Má s bien los estudiantes se adelantan a los cambios en la sociedad, por una razó n,
porque los jó venes son el sector má s sensible ante la situació n social. Si tú observas,
hay muchos movimientos que no necesariamente se expresan como representantes de
sectores sociales ni mucho menos. Ahorita la desazó n, la inquietud que hay en los
centros de educació n superior —UNAM, IPN, normales, sobre todo—, ¿qué expresan?
Que se ha deteriorado la vida de las mayorías con la pandemia y con los bajísimos
salarios, la inflació n. Esos muchachos resienten esa situació n en sus hogares, en sus
barrios, son capaces de expresar esa inquietud, esa desazó n, y se adelantan a lo que va
a ocurrir en la sociedad. En el plano social, los estudiantes son una suerte de
termó metro de lo que está ocurriendo en la sociedad, y lo que no perciben ciertas
clases sociales subalternas, lo perciben los estudiantes.
—Se dice que la universidad es la conciencia crítica del país, pero cuando se critica a la
universidad las autoridades toman esa crítica como un ataque.
Las autoridades siempre van a considerar que la crítica hacia su actuació n es una
crítica a la institució n, pues no es así, porque las autoridades no tienen la verdad
absoluta, menos en una institució n plural donde confluyen todas las ideas,
absolutamente todas.
—¿Qué opina de la crítica del presidente Andrés Manuel Ló pez Obrador a la UNAM en
enero pasado por no volver a clases este añ o y la respuesta de la institució n
destacando su autonomía?
La UNAM es autó noma y ella decide cuá ndo hace una cosa u otra, tiene razó n. El poder
pú blico no tiene por qué meterse en ese tipo de decisiones de los propios
universitarios, el poder pú blico está para sostener la educació n, no para impulsarla
hacia un sentido u otro, esa ha sido la lucha permanente de los universitarios:
manejarse con una relativa autonomía del gobierno federal.
—¿Por qué su libro se quedó en el 2001, hasta poco después de la ú ltima huelga?
Porque no tengo perspectiva para ver lo má s reciente. Necesitamos tiempo para ver y
evaluar los hechos histó ricos.
Que está en un momento de crisis. Hay algo má s que me preocupa. Habría que
preguntarnos si los planes y programas de estudio de hoy responden a las
necesidades sociales. Y preguntarnos también si las universidades —no solo la UNAM
— está n preparando adecuadamente a sus estudiantes para que puedan servir
debidamente a la sociedad. Yo tengo mis dudas.
—Con el detalle que presenta en el libro sobre la Real y Pontificia ésta me recordó un
poco a universidades privadas de la actualidad, controladas por alguna orden
religiosa.
Y hay que tener mucho cuidado para que eso no le pase a la UNAM. A las autoridades
universitarias, incluso a las privadas, les da mucho miedo entrarle a los cambios,
porque estos deben hacerse con estudiantes y profesores, no los puede determinar
solo la autoridad. Barros Sierra lo hizo. Vio el ejemplo de Ifigenia Martínez cuando fue
directora de Economía, de crear una comisió n mixta para actualizar los planes y
programas de estudio con estudiantes y profesores y promovió que se formaran en
toda la UNAM comisiones mixtas, y se actualizaron los planes y programas, pero eso
fue hace má s de medio siglo, ha habido algunos cambios pero no ha habido una
renovació n total en todas las escuelas y todas las instancias universitarias, si no lo
hacen, si no se renueva el conocimiento que se transmite en la universidad, va a haber
serios problemas. Les da mucho miedo a las autoridades”.
—Es muy crítico a la Universidad. ¿Por qué escribir un libro sobre su historia?
—No puedo evitar hacerle a usted esta pregunta: ¿Qué suerte corrió el Musacchio
Ilustrado? Usted es el ú nico mexicano que ha dado nombre a un diccionario, el
Diccionario enciclopédico de México (reeditado hasta 2006 como Milenios de México).
Yo soy nada má s que un periodista, y del montó n. Y cuando salí de La Jornada, ocurrió
el temblor de 1985, y me dijo un editor, Andrés Leó n, en ese tiempo el director de
Océano, que por qué no escribía un libro sobre el temblor. Yo necesitaba dinero, tenía
a mi mujer con un embarazo de alto riesgo, no tenía empleo, ella tampoco. Y dije: “Por
supuesto”. “Nomá s que lo necesito en 15 días, porque si se enfría el asunto, no puedo
vender el libro”, me contestó Leó n. “Có mo no”, dije yo. Los periodistas somos
redactores muy rá pidos, recabamos informació n, ver qué es lo importante y qué no y
redactar. Es una fortuna que el periodismo nos forme para eso. Hice en 15 días el
libro. Y Leó n tenía una red de mil 500 vendedores que recorrían el país vendiendo
casa por casa en abonos. Y me dijo: “Me piden mucho la Enciclopedia de México, pero
los derechos los tiene la Britá nica. ¿Por qué no te haces una obra similar?” “Ah, có mo
no”, le dije. “Cuá nto tiempo necesitas?”. “Seis meses y una computadora”. Me tardé
cuatro añ os. Pero lo hice. Eso es lo que nos da el periodismo. Soy feliz haciendo esas
cosas, me propongo un libro y lo hago contra viento y marea. El diccionario me dio
una visió n general del país, de su historia y personajes, y eso me ha permitido
meterme en otros temas y profundizar en ellos.