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La Filosofía Medieval como medio para una Justificación Epistémica

Universidad Autónoma de San Luis Potosí

Eduardo Armando Oviedo Gallegos

Historia de la filosofía en la alta edad media

Prof.: Jorge Manuel González Hernández

La filosofía medieval, al desarrollarse por medio de una estructura ontológica, que parte de

principios fundamentales para legitimarse, obtiene un valor epistemológico legítimo, y

equivalente a las disciplinas científicas contemporánea, que nos permite obtener certeza en

nuestro conocimiento. Para abordar esta cuestión nos enfocaremos en los aportes

epistemológicos que hizo Severino Boecio a la filosofía medieval, si bien, no se puede

lograr una visión total de la filosofía desarrollada en la edad media partiendo solo de los

textos de Boecio, contiene en sí, siendo él el precursor e iniciador de esta filosofía, la

noción sustancial que nos interesa para este ensayo, a saber, que existen términos y reglas

comunes, que todos tenemos que aceptar, si queremos estar acompañados de la ciencia de

lo cierto.

Tanto la filosofía desarrollada en la edad media como la epistemología

contemporánea, al buscar representar la manera en la que pensamos y obtenemos

conocimiento, poseen un carácter ontológico que las encausa a un determinado fin, a saber,

una justificación. Se pretende mostrar que las formas en las que se significaba el mundo en

la edad media tienen un carácter equivalente al pensamiento epistemológico

contemporáneo, si bien, es grande la distancia entre las dos, poseen ambas, un mismo nivel

ontológico que les facilita medios para obtener un conocimiento que pueda legitimarse. Lo
anterior, no supone una desvinculación cronológica ni una distinción entre la

epistemología desarrollada en la edad media con la desarrollada en la época moderna, sino

mostrar que el pensamiento filosófico medieval es una forma legítima de aproximarnos a

un conocimiento valido.

Al tratar de representar la manera en la que pensamos y obtenemos conocimiento,

el esfuerzo realizado advierte una valoración epistémica, en el sentido que al buscar las

formas en que entendemos al mundo, discurrimos en torno a una justificación. Ahora bien,

si se busca que el conocimiento adquirido obtenga el valor para poder ser considerado

como valido, es necesario una perspectiva ontológica que pueda legitimarlo. Así pues el

pensamiento filosófico medieval desarrolló un robusto sistema epistemológico y conceptual

que posee un carácter ontológico equidistante a las disciplinas científicas de las distintas

áreas del conocimiento.

En su comentario a la isagoge de Porfirio, Boecio, infiere que cuando géneros y

especies son pensados, se reúne una similitud de los individuos en los que los universales

existen, a partir de los hombres individuales y disímiles entre sí, se reúne una similitud de

la humanidad; esta similitud pensada en el ánimo y observada verazmente, se convierte en

especie; y, a su vez, una similitud considerada entre las diversas especies, similitud que no

puede existir sino en las mismas especies o en sus individuos, produce el género. Estos

pues existen en los singulares, pero se entienden universales; y no otra cosa debe pensarse

que es la especie si no un pensamiento reunido de la similitud sustancial de individuos

disimiles en número; y la del género, un pensamiento reunido de similitud de especies. Mas

cuando esta sensibilidad está en los individuos, es sensible, cuando está en los universales

es conceptual (Boecio 2010). La similitud expuesta por Boecio en su comentario a la

isagoge vislumbra la noción principal, si bien, no aprueba del todo que los universales no se
encuentren en sí mismos abstraídos de la materia, al seguir a Aristóteles, se observa el

principio fundamental de la justificación, a saber, los universales.

Boecio, en su libro la consolación de la filosofía, arguye, que el mundo no puede

estar regido por el vaivén de la fortuna sino por una ordenación divina, y que el afán de los

mortales se despliega por distintos caminos, pero tiende hacia un solo fin; la felicidad. Es el

sumo bien que abarca dentro de sí a todos los bienes; si le faltase algo, ya no sería el sumo

bien, al quedar fuera de él algo que se podría desear. Es evidente, pues, que la felicidad es

un estado perfecto por la reunión de todos los bienes (Boethius y Masa 1984).

Al abordar Boecio la ordenacion divina, no solo deja entrever que todo tiene una

causa sino tambien que todo parte de un principio fundamental y se aproxima a un fin, que

es propiamente el mismo principio de donde parte. Así pues, Boecio, arguye que el sumo

bien existe y es la fuente de todos los demas, pues todo lo que se dice imperfecto se

constituye imperfecto por inferioridad respecto de los perfecto, así que, si en un orden o

genero cualquiera de cosas aparece algo como imperfecto, en ese orden tiene que haber

tambien algo que sea perfecto. Por lo tanto, podemos admitir que hay un principio

fundamental que no depende de ningun otra causa, si no que es por si mismo.

Boecio, aduce que la cosas no empiezan por las cosas menguadas o incompletas,

sino que iniciando su proceso con las cosas completas y acabadas, viene a caer poco a poco

en lo ínfimo y degradado, en este sentido, observa, que nada en absoluto puede ser por

naturaleza superior a su principio y por tanto, el principio de todas las cosas es tambien en

su ser mismo el sumo bien. Pues de no ser así, no podría ser el primero de todos los seres,

ya que se daría algo superior que poseyera el bien perfecto, y que apareceria como

anterior a Él: siempre todas las cosas perfectas has sido antes que las imperfectas. Así
que, para que no se vea envualta la razon en un proceso indefinido, hay que reconocer que

Dios, el ser supremo, contiene en sí el bien sumo y perfecto (Boethius y Masa 1984).

Ya que los hombres llegan a ser felices por la consecucion de la felicidad, y siendo

la felicidad la divinidad misma, es claro que llegan a ser felices consiguiendo la divinidad.

Mas así como se es justo por la adquisicion de la justicia, y sabio por la de la sabiduría, de

igual modo el que consigue la divinidad se hace dios. Por lo tanto, todo hombre feliz es

dios. Pero Dios por naturaleza sólo hay uno; por participacion, en cambio, nada impide

que haya muchisimos (Boethius y Masa 1984). En lo anterior, se contempla un punto

sustancial; al participar de Dios asemejandonos a Él nos aseguramos una verdad, pues al ser

Dios el sumo bien y ser participe nosotros de Él, se observa algo que siempre ha sido, es y

sera, a saber, el universal; Observado el universal, es licito decir que nos justificamos en un

principio fundamental infalibre que es por si mismo y del cual depende toda realidad

verosimil. Así pues, Boecio, hace la distincion entre la providencia y el destino, exponiendo

que la providencia es esa divina razon en sí misma, que reside en el ser mismo y lo dispone

de todo, mientras que el destino es la disposicion inmanente de a las cosas mudables. Ahora

bien, hay cosas que, asumidas directamente por la providencia, quedan fuera de la trama del

destino; son las que proximas a la dividad, se mantienen inmutablemente fijas, superando la

susecion mudable del destino. En este sentido, se infiere que manteniendose inmutables,

son propias de una verdad infalible.

Ya observaba, Boecio, que como suele hacerse en las matematicas y en las demas

ciencias, a proposito de los universales, existen terminos y reglas que son preliminares para

todo lo que despues viene, y llama concepto comun a aquellas proposiciones que todos

aceptan al oírlas. Así pues, razona, que no hay ciencia sino de lo cierto; y si los sucesos de
realizacion incierta se preven como ciertos, entonces se tiene la cofusión propia de la

opinion, y no la verdad que acompaña a la ciencia.

Expuesto lo anterior, podemos contemplar que existen principios fundamentales de

los cuales parten todas las ciencias, sin necesidad de recurrir a las ciencias modernas,

unicamente observando el principio del cual parte Boecio, es decir, Dios; y si no queremos

admitir una regresión al infinito, que sería absurdo, debemos admitir la existencia de un

ser perfecto y supremo que es Dios. Dios y las sustancias intelectibles superiores gozan de

un conocimiento tan perfecto que su juicio es infalible. El mundo de los cuerpos

naturales se ofrecía para Boecio como un conjunto de participaciones de las ideas divinas,

ordenadas por la providencia. Por ser formas puras, las ideas no pueden unirse a la

materia; pero de esas formas inmateriales han surgido otras que están en la materia y

forman los cuerpos (Grondin 2006).

Haciendo la distinción entre las partes de la ciencia especulativa, Boecio, divide la

filosofía en tres partes: la física, que considera las realidades de la materia y no

abstraídas de la materia; la matemática, que considera las realidades mentalmente

separada de la materia; y la teología, que refiere también a los seres extraídos de la

materia, no por el entendimiento, sino en sí mismas, esto es, ontológicamente (Cresta

2016). Pues todo ser proviene de la forma. Así, la estatua se dice que es la efigie de un

animal, no por el bronce, que es la materia, sino por la forma que en él está impresa; y el

bronce mismo no se llama por la tierra, que es su materia, sino por la figura que tiene el

mismo bronce; y la tierra misma no se denomina por la materia informe, sino por la

sequedad y gravedad, que son formas. Así que nada se dice por la materia, sino por la

propia forma. Ahora bien, la sustancia divina es una forma sin materia y, por lo mismo, es

un algo y lo que es… Así, constando el hombre de cuerpo y alma, es el cuerpo y alma, no o
el cuerpo o el alma. En la parte, pues, no está lo que es. En cambio lo que no consta de

esto y de esto otro, sino que es tan solo esto, eso es real y verdaderamente lo que es, y es lo

más bello y potente, ya que no se funda en nada (Boethius y Masa 1984).

Existiendo principios fundamentales de los cuales parten todas las ciencias y nos

permiten asegurarnos una justificación infalible es necesario argumentar a favor de una

pluralidad de mundos, tanto en el plano epistémico como en el ontológico. Ello conducirá

a una realidad fenoménica estratificada donde una multiplicidad de teorías científicas es

necesaria para dar cuenta satisfactoria de los distintos niveles de complejidad que

presenta el universo (Labarca y Lastiri 2006).

Si bien, no es menester, del presente ensayo, diferenciar la epistemología

desarrollada en la edad media de la epistemología contemporánea, cabe mencionar lo

expuesto por Jonathan Dancy en su libro introducción a la epistemología contemporánea

para dar cuenta de que, las formas básicas y fundamentales que nos ayudan a obtener un

conocimiento infalible son equidistantes; por lo que expone que una creencia infalible,

estaría justificada, sin derivar su justificación de ninguna relación con otras creencias; no

necesitaría ningún tipo de apoyo externo, dado que parece obvio el carácter impecable de

cualquier creencia cuyas posibilidades de ser falsas son nulas. Por lo tanto, si hay

creencias infalibles, no debemos preocuparnos por una regresión amenazante de

justificaciones. La infalibilidad de la base detendrá tal regresión (Dancy y Celma 1993).

Concediendo que existen principios fundamentales de los cuales parten todas las

ciencias, y que son estas nociones básicas las que nos permiten obtener un conocimiento

legítimo, se sigue que tanto la filosofía medieval como resto las ciencias poseen un carácter

ontológico equidistante capaz de afrontar distintos campos del conocimiento. Así pues,

podemos concluir que es licito otorgar el mismo carácter epistémico y ontológico a la


filosofía desarrollada en la edad media, siendo necesaria para verificar infaliblemente los

conocimientos de su campo.

Bibliografía

Boecio, Severino. 2010. “Segundo comentario a la ‘Isagoge’ de Porfirio”. A. Tursi (selec.),

La cuestión de los universales en la Edad Media. Selección de textos de Porfirio,

Boecio y Pedro Abelardo. Buenos Aires: Ediciones Winograd.

Boethius, y Pablo Masa. 1984. La consolación de la filosofía. Sarpe.

Cresta, Gerald. 2016. “Boecio: conocimiento intelectible y fundamento divino. Notas sobre

el amor al bien como estructura metafísica de los entes.” Cuadernos de teología-

Universidad Católica del Norte (En línea) 8(2):60–82.

Dancy, Jonathan, y José Luis Prades Celma. 1993. Introducción a la epistemología

contemporánea. Tecnos Madrid.

Grondin, Jean. 2006. Introducción a la metafísica. Herder.

Labarca, Martín, y Mariano Lastiri. 2006. “Estructuralismo e internalismo: hacia un

pluralismo ontológico y epistemológico”.

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