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La filosofía medieval, al desarrollarse por medio de una estructura ontológica, que parte de
equivalente a las disciplinas científicas contemporánea, que nos permite obtener certeza en
nuestro conocimiento. Para abordar esta cuestión nos enfocaremos en los aportes
lograr una visión total de la filosofía desarrollada en la edad media partiendo solo de los
noción sustancial que nos interesa para este ensayo, a saber, que existen términos y reglas
comunes, que todos tenemos que aceptar, si queremos estar acompañados de la ciencia de
lo cierto.
conocimiento, poseen un carácter ontológico que las encausa a un determinado fin, a saber,
una justificación. Se pretende mostrar que las formas en las que se significaba el mundo en
contemporáneo, si bien, es grande la distancia entre las dos, poseen ambas, un mismo nivel
ontológico que les facilita medios para obtener un conocimiento que pueda legitimarse. Lo
anterior, no supone una desvinculación cronológica ni una distinción entre la
un conocimiento valido.
el esfuerzo realizado advierte una valoración epistémica, en el sentido que al buscar las
formas en que entendemos al mundo, discurrimos en torno a una justificación. Ahora bien,
si se busca que el conocimiento adquirido obtenga el valor para poder ser considerado
como valido, es necesario una perspectiva ontológica que pueda legitimarlo. Así pues el
que posee un carácter ontológico equidistante a las disciplinas científicas de las distintas
especies son pensados, se reúne una similitud de los individuos en los que los universales
existen, a partir de los hombres individuales y disímiles entre sí, se reúne una similitud de
especie; y, a su vez, una similitud considerada entre las diversas especies, similitud que no
puede existir sino en las mismas especies o en sus individuos, produce el género. Estos
pues existen en los singulares, pero se entienden universales; y no otra cosa debe pensarse
cuando esta sensibilidad está en los individuos, es sensible, cuando está en los universales
isagoge vislumbra la noción principal, si bien, no aprueba del todo que los universales no se
encuentren en sí mismos abstraídos de la materia, al seguir a Aristóteles, se observa el
estar regido por el vaivén de la fortuna sino por una ordenación divina, y que el afán de los
mortales se despliega por distintos caminos, pero tiende hacia un solo fin; la felicidad. Es el
sumo bien que abarca dentro de sí a todos los bienes; si le faltase algo, ya no sería el sumo
bien, al quedar fuera de él algo que se podría desear. Es evidente, pues, que la felicidad es
un estado perfecto por la reunión de todos los bienes (Boethius y Masa 1984).
Al abordar Boecio la ordenacion divina, no solo deja entrever que todo tiene una
causa sino tambien que todo parte de un principio fundamental y se aproxima a un fin, que
es propiamente el mismo principio de donde parte. Así pues, Boecio, arguye que el sumo
bien existe y es la fuente de todos los demas, pues todo lo que se dice imperfecto se
constituye imperfecto por inferioridad respecto de los perfecto, así que, si en un orden o
genero cualquiera de cosas aparece algo como imperfecto, en ese orden tiene que haber
tambien algo que sea perfecto. Por lo tanto, podemos admitir que hay un principio
Boecio, aduce que la cosas no empiezan por las cosas menguadas o incompletas,
sino que iniciando su proceso con las cosas completas y acabadas, viene a caer poco a poco
en lo ínfimo y degradado, en este sentido, observa, que nada en absoluto puede ser por
naturaleza superior a su principio y por tanto, el principio de todas las cosas es tambien en
su ser mismo el sumo bien. Pues de no ser así, no podría ser el primero de todos los seres,
ya que se daría algo superior que poseyera el bien perfecto, y que apareceria como
anterior a Él: siempre todas las cosas perfectas has sido antes que las imperfectas. Así
que, para que no se vea envualta la razon en un proceso indefinido, hay que reconocer que
Dios, el ser supremo, contiene en sí el bien sumo y perfecto (Boethius y Masa 1984).
Ya que los hombres llegan a ser felices por la consecucion de la felicidad, y siendo
la felicidad la divinidad misma, es claro que llegan a ser felices consiguiendo la divinidad.
Mas así como se es justo por la adquisicion de la justicia, y sabio por la de la sabiduría, de
igual modo el que consigue la divinidad se hace dios. Por lo tanto, todo hombre feliz es
dios. Pero Dios por naturaleza sólo hay uno; por participacion, en cambio, nada impide
sustancial; al participar de Dios asemejandonos a Él nos aseguramos una verdad, pues al ser
Dios el sumo bien y ser participe nosotros de Él, se observa algo que siempre ha sido, es y
sera, a saber, el universal; Observado el universal, es licito decir que nos justificamos en un
principio fundamental infalibre que es por si mismo y del cual depende toda realidad
verosimil. Así pues, Boecio, hace la distincion entre la providencia y el destino, exponiendo
que la providencia es esa divina razon en sí misma, que reside en el ser mismo y lo dispone
de todo, mientras que el destino es la disposicion inmanente de a las cosas mudables. Ahora
bien, hay cosas que, asumidas directamente por la providencia, quedan fuera de la trama del
destino; son las que proximas a la dividad, se mantienen inmutablemente fijas, superando la
susecion mudable del destino. En este sentido, se infiere que manteniendose inmutables,
Ya observaba, Boecio, que como suele hacerse en las matematicas y en las demas
ciencias, a proposito de los universales, existen terminos y reglas que son preliminares para
todo lo que despues viene, y llama concepto comun a aquellas proposiciones que todos
aceptan al oírlas. Así pues, razona, que no hay ciencia sino de lo cierto; y si los sucesos de
realizacion incierta se preven como ciertos, entonces se tiene la cofusión propia de la
los cuales parten todas las ciencias, sin necesidad de recurrir a las ciencias modernas,
unicamente observando el principio del cual parte Boecio, es decir, Dios; y si no queremos
admitir una regresión al infinito, que sería absurdo, debemos admitir la existencia de un
ser perfecto y supremo que es Dios. Dios y las sustancias intelectibles superiores gozan de
naturales se ofrecía para Boecio como un conjunto de participaciones de las ideas divinas,
ordenadas por la providencia. Por ser formas puras, las ideas no pueden unirse a la
materia; pero de esas formas inmateriales han surgido otras que están en la materia y
2016). Pues todo ser proviene de la forma. Así, la estatua se dice que es la efigie de un
animal, no por el bronce, que es la materia, sino por la forma que en él está impresa; y el
bronce mismo no se llama por la tierra, que es su materia, sino por la figura que tiene el
mismo bronce; y la tierra misma no se denomina por la materia informe, sino por la
sequedad y gravedad, que son formas. Así que nada se dice por la materia, sino por la
propia forma. Ahora bien, la sustancia divina es una forma sin materia y, por lo mismo, es
un algo y lo que es… Así, constando el hombre de cuerpo y alma, es el cuerpo y alma, no o
el cuerpo o el alma. En la parte, pues, no está lo que es. En cambio lo que no consta de
esto y de esto otro, sino que es tan solo esto, eso es real y verdaderamente lo que es, y es lo
Existiendo principios fundamentales de los cuales parten todas las ciencias y nos
necesaria para dar cuenta satisfactoria de los distintos niveles de complejidad que
para dar cuenta de que, las formas básicas y fundamentales que nos ayudan a obtener un
conocimiento infalible son equidistantes; por lo que expone que una creencia infalible,
estaría justificada, sin derivar su justificación de ninguna relación con otras creencias; no
necesitaría ningún tipo de apoyo externo, dado que parece obvio el carácter impecable de
cualquier creencia cuyas posibilidades de ser falsas son nulas. Por lo tanto, si hay
Concediendo que existen principios fundamentales de los cuales parten todas las
ciencias, y que son estas nociones básicas las que nos permiten obtener un conocimiento
legítimo, se sigue que tanto la filosofía medieval como resto las ciencias poseen un carácter
ontológico equidistante capaz de afrontar distintos campos del conocimiento. Así pues,
conocimientos de su campo.
Bibliografía
Cresta, Gerald. 2016. “Boecio: conocimiento intelectible y fundamento divino. Notas sobre