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Presentación coloquio.

Lo físico y lo metafísico son conceptos que ordenan mi trabajo.. (y realmente, esto


captó mi foco de atención a partir de los cursos del profesor carlos y víctor, así que fue algo
que apareció como una apuesta contingente al principio y después me pille con que se volvió
necesaria) así que bueno, de partida sostengo simplemente a lo físico como lo sensible y a lo
metafísico como lo suprasensible. Siguiendo a Descartes, formulo a lo sensible más
precisamente como certeza, y a lo suprasensible como creencia, con la pretensión de exponer
una co-dependencia entre estos dos términos, vale decir, lo suprasensible, en tanto, marco que
permite dar crédito a lo sensible, como lo que se sustrae a la experiencia sensible ya
presupuestada, pero que permite dar su consistencia. Entonces, tenemos a la certeza por un
lado y su fondo que le da consistencia por el otro (la creencia). Esta dualidad, si la adoptamos
en su acepción de esencia y apariencia, podemos formularla en su conjunción como aparecer.
Si queremos entregarle un nombre, con Alain Badiou, podemos titular a esta co-dependencia
con el nombre de Pensamiento trascendente: la suposición de un lugar trascendente (la
metafísica) como un inalcanzable que excede pero que dota de sentido a los sentidos (lo
físico). Ahora bien, debemos recalcar que hay algo de este pensamiento, que es necesario, en
la medida en que requerimos de esta pretensión de realidad para que la realidad no se vea
desdibujada... Bueno, con Žižek, podemos vincular a la metafísica, como este ocultamiento
trascendente, formulando que este encubrimiento de preconcebir la realidad-sensible, no
oculta nada, o bien, no oculta nada más que la constitutiva y necesaria pretensión de tener
algo que ocultar (bajo el título de suprasensible). ¿Qué quiere decir esto? Aquí cito: Si tras el
velo de los fenómenos no hay nada, es a través de la mediación de esta "nada" como el sujeto
se constituye en el acto”. Es un gesto existencial -con el nombre de metafísica- que media las
coordenadas y su forma de aparecer performando la efectiva ficción de un fondo
trascendente. Esto es lo que Žižek llama Ideología: la mediación de la nada como efectividad
del aparecer, (cuestión que, como paréntesis, también vinculo con Nancy y su texto de la
deconstrucción del cristianismo, pero que en esta instancia no abordaré por cuestión de
tiempo). Bueno entonces, propongo siguiendo a Zizek, que hay ideología, o podemos decir:
este gesto existencial metafísico, se puede seguir sosteniendo hasta el día de hoy, pero, ha
tenido un desplazamiento importante. Antes, se sostuvo a la metafísica como lo Uno (Dios, [o
en el caso de la filosofía], sujeto, verdad, alma, etc), pero, con Nietzsche y su diagnóstico del
fin de la metafísica, diremos que más que el fin de la metafísica, hay un desplazamiento. Este
desplazamiento es el paso de la creencia en lo Uno a la creencia en lo múltiple, o diremos en
múltiples pertinentes (cuestión que podemos ubicar con mayor precisión con el paso de la
filosofía apoyada en categorías metafísicas, a el actual transversal apoyo en la lengua
distendida en múltiples marcos de referencia). Otra forma de pensar esta cuestión, que la
presento porque guiará lo que sigue de la tesis, puede sintetizarse con pensar el pasaje de los
cuerpos garantizados en lo Uno a los cuerpos garantizados en lenguas. Por lo que, con la
superación de lo Uno, siguiendo a Badiou podemos afirmar que hoy: no hay más que cuerpos
y lenguas. Y estas lenguas contienen, si vemos más de cerca, a la certeza desde el saber y a la
creencia desde el sentido, esto es: hoy no hay más que cuerpos definidos y acarreados por
saberes y sentidos (conceptos que atraviesan la lengua en su contenido y forma). Sin ahondar
mucho más, propondremos a esta metafísica como una metafísica de los saberes y los
sentidos pertinentes, contra categorías cobijadas en lo Uno, pero donde no hay nada más que
esta multiplicidad pertinente. Ahora bien, ¿por qué es pertinente? porque supone la
sistematicidad de su propio sentido de referencia. Nuevamente aquí encontramos un segundo
título, que está presente en la filosofía de Badiou, y que se remite a esta forma de
desplazamiento: el Pensamiento constructivista-nominalista: Un pensamiento situado, ya no
en lo trascendente, sino que bajo la jurisdicción de la lengua. Este segundo pensamiento es,
también fundamental, en la medida en que supera, como hemos dicho, al dogmatismo de lo
Uno, y bajo sistematizaciones filosóficas muy rigurosas. Empero, sostenemos junto a Badiou,
que es insuficiente, en tanto no ha rompido con la marcha del mundo, o citando a Badiou:
“hay en ella algo demasiado adaptado al mundo tal cual es, algo que refleja exageradamente
la fisionomía del mundo mismo”.

Para formular una propuesta que nos lleve más allá del pensamiento trascendente: que
de los múltiples cuerpos (lo físico) garantizados en lo Uno (lo metafísico) y más allá del
pensamiento constructivista-nominalista: que podemos resumir en los múltiples cuerpos y su
multiplicidad pertinente (la lengua). Siguiendo a Lacan, (Que Badiou, por lo demás, lo
declara como su maestro) trazaremos las consecuencias del psicoanálisis en los cuerpos y las
lenguas. Donde, respecto al cuerpo se trabajan las consecuencias del concepto de sexualidad
<<en>> el cuerpo (que me adelanto con formular que siguiendo a nietzsche rompe con el
concepto de Uno pero a su vez expone una ficción en el cuerpo remitida al problema del dos)
y luego trabajamos las consecuencias del psicoanálisis en la lengua, tras sus dos facetas que
hemos esbozado con la certeza y la creencia: esto es, el saber y el sentido. (donde, también
me adelanto, allí se trabajará el problema de del agujero en el saber y del sentido horadado
[Conceptos clave dentro del psicoanálisis]) y bueno, hablo en futuro, porque hay bastante
trabajo desarrollado en estos puntos, pero hay algunas lagunas y es una parte de la tesis que
aún está en proceso. En resumen, en esta parte de la tésis se lee a los dos primeros
pensamientos prescritos en la plenitud (es decir cobijados en la no interrupción del saber y el
sentido) y se propone a contraparte un pensamiento en falta, o lo que para el psicoanálisis se
conceptualiza como deseo.

Retomando, en sintonía con mi estado actual de la tesis, haré una escansión, un corte,
en dirección a la propuesta presente en lo que sigue de este trabajo, y que por lo demás, me
parece que es una parte ya casi terminada y que me intriga bastante. Siendo fiel a la filosofía
de Badiou, retomaremos el diagnóstico: no hay más que cuerpos y lenguas. Esta es una
propuesta metafísica, es decir, una lectura del devenir efectivo de lo que hay, o diremos con
zizek, una propuesta ideológica en tanto mediación de la nada como efectividad del aparecer.
Badiou llama a este diagnóstico: materialismo democrático, nos dice con mayor precisión: no
hay más que cuerpos (cuerpos sufrientes o gozantes [dirá badiou]) y lenguas (lenguas
autoritarias y contractuales). Aquí los cuerpos sufrientes son garantizados por lenguas
autoritarias, y los cuerpos gozantes por lenguas contractuales. Las lenguas autoritarias
podemos localizarlas como esta especie de vuelta al pasado de lo Uno dogmático, presente en
pensamientos conservadores, en los neofascismos, etc, Mientras las lenguas contractuales son
las que, por lo menos, por parte de la filosofía actual, se preocupan de permitir y explorar los
cuerpos, exponiendo los cuerpos marginados, permitiendo que el cuerpo no sea restringido
por la lengua o por los injustos tratamientos autoritarios. Podemos decir: en el mejor de los
casos, los cuerpos aquí remiten a su potencialidad, y las lenguas remiten a una comunicación
y transmisión minuciosa de los cuerpos que con sus ejercicios críticos, deconstructivos,
genealógicos, etc, descubren y sostienen pertinencias claves para el pensamiento. Badiou,
verá un importante ejercicio aquí, pero como hemos afirmado, sostiene que no es suficiente,
que es necesario dar un paso más. Y este paso debe ser no sin la caída de lo Uno. Por este
motivo “no hay más que cuerpos y lenguas”, y este no hay más remite a la necesaria
superación de lo Uno, empero no podemos dejar que se lleve consigo conceptos que veremos
que para Badiou, son fundamentales: como Verdad, sujeto, infinitud, la Idea, lo eterno, etc.
Hay en Badiou una concepción de la verdad diferenciada de lo Uno, (como hemos dicho, es
fiel a Nietzsche en aquella superación) pero también diferenciada del saber y del sentido (o
en definitiva, diferenciada del juicio aristotélico, remitido a la adecuación al juicio). Badiou
ofrece, más allá del materialismo democrático, lo que llama “dialéctica materialista”, nos
dice: Sí, efectivamente, “no hay más que cuerpos y lenguas, pero hay verdades, sino que
verdades.” ¿Y a qué remite este tercer término?, es sólo un término que hace replantear los
dos primeros, que intenta releer a la filosofía proponiendo una orientación transversal, a partir
del problema del acontecimiento, que por tiempo no podemos desarrollar aquí. pero que abre
a un término que permite reformular a los cuerpos y lenguas creando cierta orientación que
conceptualizar materialistamente al desvío respecto a lo que el mundo tal cual propone, como
una ruptura en el cuerpo, un agujero en el saber, un sentido horadado que permite novedades
fundamentales. Como un adelanto al acontecimiento, podemos decir que este, para Badiou,
no es, el acontecimiento no es, pero adviene. Podemos decir: mientras en el materialismo
democrático el cuerpo se dirigía a sus potencialidades y la lengua a su comunicación, en esta
dialéctica materialista más allá de la potencialidad de los cuerpos, se propone la conversión
de los cuerpos, Otro cuerpo, y no la comunicación del lenguaje, sino que la fundación, el acto
instituyente de las lenguas.

Este tercer término, sosteniendo lo desarrollado, es elevar a la altura de la efectividad


ideológica, <<una discontinuidad>>, allí donde anteriormente los cuerpos y lenguas dejaban
prosperar una continuidad congelada. Ahora bien, nos es necesario desarrollar esto un poco
más. Cada uno de los conceptos a consecuencia del acontecimiento tienen elaboraciones
diferentes dentro de la filosofía de Badiou (la Verdad, el sujeto, la infinitud, la Idea, etc),
Pero, todos estos se sostienen a partir del de un concepto que los atraviesa, lo que Badiou
llama: un punto fijo. Para responder a esta problemática, debemos volver al problema de la
asunción del lenguaje y la superación de la metafísica.
Badiou afirma la superación de lo Uno, pero no asume a la mera asunción del
lenguaje. Es un filósofo, que se declara, clásico, casi a contracorriente de muchos, y para más
remate sostiene a Platón, a descartes (filósofos que hoy se proponen superados), y una noción
no-Una del sujeto de verdad, etc. Algo raro de ver hoy. Intentaremos fundamentar y defender
esta apuesta. Su filosofía, afirma Badiou, es una filosofía no de la lengua, sino “de las cosas”.
¿Y a que refiere esto? nada más que a una apuesta de no condenar el pensamiento a la lengua,
es decir, se fundamenta precisamente en no dejar atrapar a los sentidos con su sentido de
referencia y abrir espacio a la posibilidad de que un punto no coincida entre el saber y su
sentido de referencia. Se marca distancia entre la lengua y la apuesta de las cosas para
permitir la posibilidad de su no coincidencia. En este sentido, la apuesta por las cosas, creo
yo, aparece como una hipótesis, ¿una hipótesis de qué? La hipótesis de que es posible un
pensamiento no coincidente con lo que hay. Badiou, para sostener la posibilidad de esta no
coincidencia, plantea dos apoyos incondicionales: (1) el concepto lacaniano de matema, vale
decir, la “idea de la transmisibilidad universal” presente en el psicoanálisis Lacaniano
entendida como una conceptualización que transversalmente atraviese: “las comunidades
lingüísticas y la heterogeneidad de los juegos de lenguaje, sin privilegiar ninguno de ellos,
admitiendo la pluralidad de sus ejercicios, pero sin recorrer él mismo esa multiplicidad o
establecerse en ella.”, es decir, universalidades en tanto sean conceptualizaciones entregadas
para todos (para que deje de ser el capital, aquel exclusivo y nocivo “para todos”, que
realmente es para algunos). Y por último, Badiou sostiene la necesidad de un punto fijo, que
llama verdad, como concepto que garantiza el acontecimiento, curiosamente como una
diferencia radical, una singularidad, pero efectiva para todos, una singularidad a la altura del
matema.
Finalmente, esta no coincidencia, la proponemos como apuesta (aún con una
necesidad de una revisión), como la separatividad de las formas, a saber, la posibilidad de
permitir una distancia a las formas preestablecidas para que no se prescriba nada ante el
pensamiento, o bien, se prescriba la falta (cuestión que puede angustiar pero también tocar
con descubrimientos que merecen el nombre de felicidad, o eso es lo que propongo junto a
Badiou). Contra la prescripción en lo pleno, en tanto Ideología garante que quizás nos ha
seguido desde el neolítico hasta hoy: diremos siguiendo a Paul Celan: en las inconsistencias
apoyarse. Y esta falta, para el psicoanálisis es el deseo, pero para Badiou, es un Vacío, la
propuesta de un vacío eterno: un pensamiento prescrito en el vacío independizado del tiempo
histórico, por lo que, en fin, se vuelve eterno. Es la propuesta de un vacío que da espacio a
Platón, Descartes, Nietzsche, o cualquier nombre de problema filosófico, para que pueda ser
eternamente contemporáneo, para pueda estar vigente en cualquier momento del tiempo sin
que el tiempo tape su vigencia con contextualidad. O por citar a Badiou: lo que hace que
seamos contemporáneos de los griegos, y que el largo tiempo que nos separa de ellos sea
interno a nuestro tiempo, es que podamos relacionarnos con la eternidad, y que nuestra
relación racional con los griegos se sitúe justamente a propósito de lo que es eterno. Es un
punto discontinuo transversal al tiempo que le permite un eterno presente. Por este motivo no
es una eternidad cronológicamente eterna: la eternidad aquí tiene que ver, ni más ni menos
que con el sostenimiento del presente. Un presente que interrumpa al pasado. Ya que, por el
contrario, en la prescripción plena de pertinencias, no es posible que hayan formas separables
ya que el pensamiento está suturado en la lengua, no admite la eternidad, impone una
no-distancia una no separatividad de las formas que los deja demasiado adaptado “al mundo
tal cual es, (...) exageradamente [adaptado]a la fisionomía del mundo mismo”. Proponemos
más allá del pensamiento exclusivamente volcado en pertinencias, que hay también Verdades.
Sintetizando, en resumen, las pertinencias obturan la posibilidad de la eternidad en la
jurisdicción inmediata a la lengua, y por otra parte, el Uno también es otra forma de
jurisdicción inmediata, en tanto obtura la posibilidad de lo eterno, ya que lo eterno, se
entiende como algo después de la muerte, es decir, impotente, una promesa sin presente. Con
lo Uno, en su acepción de Dios, la posibilidad de un desvío a las coordenadas prescritas es
imposibilitada por el dogmatismo de Dios, nosotros proponemos, por el contrario, que Dios
está muerto, pero que su muerte curiosamente abrió a la eternidad, pero ¿a la eternidad de
qué?: de la responsabilidad total en nuestros actos a la altura de lo que ordena al mundo.
Contra la eternidad después de la muerte o la negación de la eternidad postmetafísica,
proponemos, muy por el contrario: la eternidad está presente.
Esta cuestión tiene consecuencias claves, Badiou sostiene que la filosofía “debe
autodeterminarse de tal suerte que sea ella la que juzgue su historia, y no su historia la que
juzgue a ella”. La historia ha absorbido al pensamiento condenándolo al torrente de la época
y sus crímenes, y en consecuencia, a tropezado en estos mismos crímenes históricos y
políticos de este siglo, y de todos los siglos. No podemos dejar que el saber y el sentido (la
crítica, las sanciones históricas, la identidad, o cualquier garantía de lo que es) prescriban al
pensamiento. Estas son fundamentales para el pensamiento, ¡si!, son fundamentales, pero no
podemos dejar que consuman al pensamiento obturando la posibilidad de novedades
fundamentales. El asunto no es negar al saber o al sentido, (y sus diferentes lecturas) sino que
sostener no-sólo al saber, no-sólo al sentido. Hay saberes insabidos (no garantizados en una
unidad de sentido), hay poder distanciado del poder (desinteresado del poder por sí mismo),
hay identificaciones pasajeras (distanciadas de cualquier intento de identitarismo estático),
etc.. En pocas palabras, la metafísica de la plenitud, es precisamente no permitir más que lo
posible, cerrando el espacio a la posibilidad de lo imposible. Por este motivo, es interesante
cuando Nietzsche afirma en una de sus últimas notas a Brandes, “Después que me has
descubierto no fue complicado encontrarme: la dificultad es ahora perderme”. Vale decir,
vemos un sostenimiento de Nietzsche doblemente intempestivo: en primer lugar, está el
Nietzsche que enuncia el fin de la metafísica (de lo Uno), pero, sumamos en segundo lugar, al
Nietzsche que invita a perder su propio diagnóstico de la época, a dar un paso adelante, a dar
espacio al pensamiento para liberarse de aquel fin, para darle fin a aquel fin , y así, encumbrar
un nuevo rumbo no condenado por el fin, el cierre de lo nuevo.
Por tiempo, terminaremos esta presentación con un último punto. Finalmente, nos
encontramos con el concepto de Platón: Idea. Con lo que hemos desarrollado podemos
formular que las verdades (acontecimientos) están del lado de la Idea, pero también está la
prescripción en la falta, en el Vacío, como un <<dar espacio>> a las verdades. Por lo que, el
punto fijo en tanto punto incondicional, pareciese no ser Un sólo punto, sino que Dos. Badiou
se pregunta al final de su librito: la metafísica de la felicidad real ¿hay además del sujeto de
las verdades, un sujeto filosófico? Y si lo hubiera, nosotros sugerimos, ¿Sería esta
prescripción en la falta un sujeto filosófico? Badiou, para esbozar una respuesta a esta
pregunta, nos propone el concepto platónico de Idea de Bien. Dentro de su libro Metafísica
de la felicidad real, afirma que Platón experimentó una dificultad “para definir la Idea del
Bien”, tanto así que en un momento Platón mismo, en su República, sintomáticamente
explicita desde los relatos de Sócrates: “¡Ya me han preguntado demasiado sobre eso!”. La
respuesta que nos propone Badiou a esta duda es que: “¡La Idea del Bien no es una Idea! (...)
Consiste en demostrar que existe un principio de inteligibilidad que no es reductible a la Idea
misma”. Es un concepto que se sitúa “más allá de la idea (de las verdades) como principio
regional de la acción o de la creación”, es lo real propio de la filosofía, lo real ubicado como
“principio regional” de afirmar, de dar paso a las verdades. Diremos entonces que el punto
fijo, no es el Uno, sino que es el Dos de la unión entre el vacío (sujeto filosófico) y las
múltiples verdades (que es el sujeto de las verdades), Este Dos permite un <<dar espacio>>
que fija la no prescripción en lo Uno como un vaciamiento lo suficientemente alto para dar
paso al flujo libre de verdades, de transformaciones radicales. Hay varias consecuencias que
elaboro en la tesis a propósito de esto, que no podré plasmar aquí, pero podemos apostar una
nueva forma de relación física y metafísica, donde está la física de la conversión de los
cuerpos, la física de las múltiples verdades y la metafísica de la prescripción al Vacío como
aperturidad al presente, es decir: frente a lo Uno y lo múltiple (presente en la metafísica
tradicional), lo múltiple pertinente y lo múltiple (la proliferación de múltiples de múltiples de
la metafísica de la lengua) Badiou propone al Vacío y múltiples Verdades. Ahondemos en
esta pregunta. ¿Qué vacío? Es cierta acepción de vacío ubicada tras un “pensamiento
consistente” de un “centro ausente” que discierne acontecimientos inéditos posibilitando abrir
una localización que permita captar novedades fundamentales. Es el punto fijo, un punto de
sostenimiento, de una incondicionalidad allí donde las leyes del mundo habrían localizado a
lo eterno como un significante inexistente, a saber, donde para la lengua, invadida de
escepticismo, cualquier cosa que hubiera sido a la altura de la época no sería más que un
balbuceo metafísico.
Para Badiou, ¿Qué es la filosofía? Partamos con que la filosofía <no> es un
acontecimiento, badiou propone condiciones de la filosofía (que son los acontecimiento
artísticos, amorosos, políticos o científicos) La filosofía debe, si, estar atenta a los
acontecimientos, estar a la altura de permitir sostener su orientación. Badiou localiza en la
filosofía: la construcción de un concepto de verdad -de anunciar el “hay” de las verdades, y
no sólo el hay de lo ya prescrito- y la composibilidad (concepto creado por Badiou) entendida
como un lugar de coexistencia de registros heterogéneos de verdad. Estas dos operaciones
deben ser contemporáneas, es decir, absueltas de estar subrogadas a la prescripción de la
época. Por otra parte, esta es, nos dice Badiou, una función de discernimiento y unificación
de verdades: “El discernimiento desemboca en una concepción crítica, diferenciación entre lo
verdadero y lo no verdadero; la unificación, en los diferentes usos de las categorías de
totalidad y de sistema.”. Ahora bien, ¿esta unificación recae en lo Uno? diremos con lacan
que es es un sistema no-todo: una formulación de cierta forma de totalidad con “un punto de
detención, que de ningún modo es el Uno -el Uno sería forzosamente un átomo-, sino el
vacío”.
Aquí proponemos finalmente una apuesta que desarrollar: hay también tres formas de
Dos, tres operaciones filosóficas. La primera de estas operaciones es el Dos del diagnóstico
de la época: No hay más que cuerpos y lenguas (materialismo democrático), sino que
verdades (dialéctica materialista) -que en su retroactividad divide desde dentro a los cuerpos
y lenguas-. La segunda es el Dos de la construcción de un concepto de verdad: el dos de la
composibilidad y del “hay” verdades, es decir, funda la fundación, asume a al acontecimiento
como fundación -la orientación de verdades- pero a su vez funda su posibilidad -la Idea de
bien que orienta sus condiciones como espacio de composibilidad-. Y por último, la tercera es
el Dos de la experiencia existencial relativa a la verdadera vida: el dos de que todo efecto de
verdad -singular universal-, toda obra de una verdad, invita/erotiza a otra singularidad
universal, permitiendo tejer múltiples verdades, acarreando sus consecuencias a una altura
que posibilite sostener la transformación de lo que hay, sostener el sí de la verdadera
contradicción.

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