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Dogmatismo.

El dogmatismo es una doctrina filosófica. Esta se caracteriza por la defensa de


que hay verdades absolutas y que el ser humano está capacitado para conocerlas.

El dogmatismo se opone frontalmente al escepticismo. El escepticismo está


caracterizado por la duda constante, a causa de que el ser humano está
incapacitado para obtener el conocimiento absoluto y verdadero sobre las cosas.

El dogmatismo, en cambio, se mueve por certezas, defiende que en algunas


ramas del conocimiento hay verdades que son incuestionables y se ubican en el
centro, derivándose de ellas el resto de conocimiento.

El dogmatismo es propio de la fe. Las religiones, debido a su naturaleza, se hayan


en posesión de multitud de dogmas, que son las que rigen el resto de la religión e
incluso de la vida privada.

Por ejemplo, la Iglesia católica tiene reconocidos 44 dogmas, estos se establecen


como la piedra angular sobre la que giran el resto de postulados de la Iglesia.

Origen del dogmatismo.

El dogmatismo, como doctrina filosófica, lo encontramos en la Antigua Grecia, y


además es considerada como la posición filosófica más antigua que se conoce.
Surgió entre los siglos VI y VII a. C. y no tenía entonces el significado que hoy le
atribuimos.
Positivismo.

El positivismo es una corriente filosófica derivada del empirismo, así como de las


ideas del pensador francés Augusto Comte (1798-1857) y sus discípulos, quienes
sostenían que el único saber válido es el que proviene de la aplicación del método
científico.

Esta corriente tuvo una gran influencia en la cultura occidental durante todo


el siglo XIX y la mayor parte del XX. Sus principios todavía siguen vigentes en
algunos ámbitos.

La divulgación del pensamiento positivista en toda Europa se produjo en el


contexto de los profundos cambios que se sucedieron a partir de la Revolución
Francesa y la Revolución industrial, cuando se dio un movimiento de confianza
generalizada en el poder de la razón humana para conocer el mundo y
transformarlo.

La acelerada industrialización, especialmente a partir de la Segunda revolución


industrial cuando mayor cantidad de población comenzó a disfrutar de los avances
de la industria, se comprendió como la culminación del dominio humano sobre las
fuerzas de la naturaleza y dio lugar a un extraordinario optimismo de cara al futuro.
Si bien los principios del positivismo son anteriores, fue Augusto Comte quien lo
sistematizó en un curso que se publicó con el nombre de Curso de filosofía
positivista.
Empirista de Lock.

La sustancia

Según Locke, la sustancia es “un no sabemos exactamente qué”, que la mente


elabora. La sustancia es un soporte incognoscible pero capaz de hacer aparecer
en la mente las ideas simples. En otras palabras, la sustancia sería una idea
compleja formada por la suma de varias ideas simples.

Por ejemplo: si cogemos una rosa, lo que hacemos es percibir su forma, su color,
la fragancia que desprende, pero no podemos explicar cómo todos estos
elementos simples mantienen una cohesión entre sí. El por qué se fijan las
diversas cualidades o accidentes (como en el ejemplo de la rosa) es algo
que Locke no supo o no pudo explicar.

El lenguaje

El lenguaje no es una imagen del mundo real sino una construcción que se hace
arbitrariamente. Existe una inadecuación entre el lenguaje y el pensamiento, es
decir, cuando hablamos de la “sustancia”, exactamente no sabemos qué estamos
diciendo realmente. Al igual que conocemos ideas y no las cosas, las palabras son
signos que se refieren a las ideas y no a las cosas.

Los universales no dejan de ser ideas abstractas que representan no la esencia


real de las cosas sino la esencia “nominal”: los universales no designan aquello
abstracto y común de las diversas cosas, sino los nombres que damos al conjunto
de rasgos comunes que pertenecen a las cosas individuales. Las esencias
nominales son abstracciones o retales de ideas más complejas. Por ejemplo,
cuando decimos “hombre”, hablamos de personas concretas y no del conjunto de
hombres abstractos.
El “yo”

El “yo” es la conciencia. Es dinámica y depende de la experiencia. Se puede


explicar también así: “no puedo pensar en mi identidad, en mi yo, sin pensar en
mis experiencias”. Cada elemento de nuestra experiencia, cada idea de la cual
somos conscientes, certifica nuestra propia existencia como sujetos de esta
experiencia.

Dios

Locke prueba la existencia de Dios con un argumento cosmológico. Locke dice


que la existencia de Dios se obtiene de forma inmediata por nuestra propia
existencia. Una persona conoce intuitivamente y con certeza que nada o todo no
puede haber salido de la “nada” y, eso mismo, “es una demostración evidente que
desde la eternidad debe haber existido alguna cosa”. Aquello primero que hubo,
tenía el poder de producir todos los poderes de todas las cosas, por lo tanto, el
más poderoso y el más sabio, tiene que ser Dios.

De esa manera «evidente», John Locke demostraba la existencia de Dios.


Empirista de Hume

No existen los conocimientos innatos

Los seres humanos llegamos a la vida sin saberes previos ni esquemas de


pensamiento que delimiten cómo debemos concebir la realidad. Todo lo que
llegaremos a saber será gracias a la exposición a las experiencias.

De esta manera, David Hume negaba el dogma racionalista de que hay verdades
que existen por sí mismas y a las que podríamos tener acceso en cualquier
contexto posible, tan solo mediante la razón.

Existen dos tipos de contenidos mentales

Hume distingue entre las impresiones, que son esos pensamientos que se
fundamenta en cosas que hemos experimentado a través de los sentidos, y las
ideas, que son copias de las anteriores y su naturaleza es más ambigua y
abstracta al no tener los límites ni los detalles de algo que se corresponde con una
sensación originada por ojos, oídos, etc. Lo malo de las ideas es que, a pesar de
corresponderse exactamente con la verdad, nos dicen muy poco o nada acerca de
cómo es la realidad, y a la práctica lo que importa es conocer el ambiente en el
que vivimos: la naturaleza.

Hay dos tipos de enunciados

A la hora de explicar la realidad, Hume distingue entre los enunciados


demostrativos y los probables. Los demostrativos, como su nombre indica, son
aquellos cuya validez puede ser demostrada evaluando su estructura lógica. Por
ejemplo, decir que la suma de dos unidades equivale al número dos es un
enunciado demostrativo. Eso implica que su verdad o falsedad es evidente en sí
misma, sin necesidad de investigar acerca de otras cosas que no estén
contenidas en el enunciado o que no formen parte del marco semántico en el que
se encuadra ese enunciado. Los probables, en cambio se refieren a lo que ocurre
en un tiempo y en un espacio determinados, y por consiguiente no se puede saber
con total seguridad si son ciertos en el momento en el que se enuncian. Por
ejemplo: "mañana lloverá".

Necesitamos los enunciados probables

A pesar de que no nos podamos fiar totalmente de su validez, necesitamos


respaldarnos con enunciados probables para vivir, es decir, confiar más en unas
creencias y menos en otras. De no ser así estaríamos dudando de todo y no
haríamos nada. Así pues, ¿en qué se fundamentan nuestros hábitos y nuestra
manera de vivir siguiendo unas creencias sólidas? Para Hume, los principios por
los que nos guiamos son valiosos porque es probable que reflejen algo cierto, no
porque se correspondan exactamente con la realidad.

Las limitaciones del pensamiento inductivo

Para Hume, nuestras vidas se caracterizan por estar asentadas sobre la creencia
de que conocemos ciertas características invariables acerca de la naturaleza y
todo lo que no rodea. Estas creencias nacen a partir de la exposición a varias
experiencias similares.

Por ejemplo, hemos aprendido que al abrir el grifo pueden pasar dos cosas: o cae
líquido o no cae. Sin embargo, no puede ocurrir que salga líquido pero, en vez de
caer, el chorro se proyecte hacia arriba, en dirección al cielo. Esto último parece
evidente, pero, teniendo en cuenta las premisas anteriores... ¿qué justifica que
vaya a seguir ocurriendo siempre del mismo modo? Para Hume, no hay nada que
lo justifique. De la ocurrencia de muchas experiencias similares en el pasado, no
se deriva lógicamente que siempre vaya a pasar eso.
El Derecho natural de los individuos.

Se llama derecho natural a una doctrina de tipo ético y jurídico que defiende la


existencia de ciertos derechos propios y particulares de la condición humana, es
decir, ciertos derechos fundamentados en la naturaleza misma del ser humano y
que por lo tanto resultarían inalienables. Al mismo tiempo, el derecho natural es
considerado una de las fuentes del derecho, junto a la costumbre
(consuetudinario) y al derecho escrito (positivo), ya que sus postulados nacen
junto con el ser humano, y por ende son la base de los Derechos Humanos
Universales como los entendemos hoy en día.

El derecho natural tiene antecedentes antiguos, en las exploraciones filosóficas de


la Grecia clásica, en especial de Platón y Aristóteles; pero sus primeras
formaciones provienen de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro
español, y fueron luego tomadas y reformuladas por teóricos del calibre de
Thomas Hobbes, John Locke, Jean-Jacques Rousseau en sus escritos. La
transición entre las vertientes antiguas y el iusnaturalismo moderno lo constituye la
obra del holandés Hugo Grocio (1538-1645). Incluso doctrinas religiosas como la
cristiana tienen puntos en común con el iusnaturalismo, en el sentido de que
admiten en los seres humanos “una ley escrita en sus corazones”, que en este
caso habría sido dictaminada por Dios directamente. En todo caso, se trata
de leyes enteramente humanas y previas a cualquier forma
de organización judicial o régimen político.

Características del derecho natural

A diferencia del derecho positivo, que está escrito, el derecho natural emana de la
condición humana misma, por lo que no requiere de estar asentado en soporte
alguno, pues tampoco establece diferencias entre los individuos a los que
ampara. No hay distinción posible en la aplicación o defensa de los derechos
naturales, sin importar condiciones como etnia, nacionalidad, religión, orientación
sexual, etc.
Racionalismo.

El racionalismo es un movimiento filosófico que promueve a la razón como


principal facultad de conocimiento. Surgió en la Edad Moderna, específicamente
en la Europa de los siglos XVII y XVIII, y se lo suele considerar como el
movimiento contrario al empirismo, para el que la sensibilidad primaba por sobre la
razón.

El racionalismo defiende la idea de que el conocimiento humano proviene de la


razón y de nuestra capacidad para razonar. Esto constituyó en sí mismo un
cambio de pensamiento sustancial respecto a la Edad Media, tiempo en el que la
fe religiosa cumplía ese rol.

Empirismo.

El empirismo es una teoría filosófica que enfatiza el papel de la experiencia y


la evidencia, especialmente la percepción sensorial, en la formación de ideas y
adquisición de conocimiento, sobre la noción de ideas innatas o tradición.1 Para el
empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento, no solo
en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido. Se parte del  mundo
sensible para formar los conceptos y estos encuentran en lo sensible su
justificación y su limitación.

El término «empirismo» proviene del griego έμπειρία, cuya traducción


al latín es experientia, de donde deriva la palabra experiencia.
Ética y Moral

Ética
La palabra ética viene del griego ethos que significa 'forma de ser' o 'carácter'.

La ética estudia los principios que deben regir la conducta humana al tratar de
explicar las reglas morales de manera racional, fundamentada, científica y teórica.

Se puede decir que la ética es, en este sentido, una teorización de la moral, que
incluso ayuda a definir criterios propios sobre lo que ocurre a nuestro alrededor.

Aunque normalmente la ética respalda o justifica las prácticas morales, otras


veces parece entrar en contradicción con estas.

Moral
La palabra moral deriva de la palabra latina morālis, que significa 'relativo a las
costumbres'. Por lo tanto, la moral se define como expresiones del

comportamiento basadas en los valores y tradiciones de una sociedad.

En otras palabras, la moral es el conjunto de reglas que se aplican en la vida


cotidiana y todos los ciudadanos las utilizan continuamente.

Estas normas guían a cada individuo, orientando sus acciones y sus juicios sobre
lo que es correcto o incorrecto, es decir, bueno o malo dentro de una escala de
valores compartida por el grupo social.

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