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¡ D I G O Y O !

Las historias las escriben los hechos. Son los sucesos los que
alimentan una historia. Las vivencias del diario vivir son los ingredientes para
que se pueda escribir una historia. Sea cual sea el suceso es tema para una
historia. Puede ser de carácter bélico, un accidente de un vehículo
motorizado, un suceso de salud, un acontecer conmemorativo, un caso de un
acontecer familiar, en fin, los temas son muy diversos para alimentar y crear
una historia. En el caso de este cuento sucede igual. La temática es la misma
de cualquier otra historia, pero lo que la hace diferente es el hecho es que
esta historia está contada por un perro. Sí, no se sorprenda. Nada más y nada
menos que un representante del mundo perruno es el que tiene el privilegio de
contar esta historia. Han de saber que los cuentos tienen mucho de verdad y
también mucho de fantasía. Si, lo que se están preguntando es verdad. El
perrito que escribe esta historia es de verdad, existe en la realidad y como
tal deben de entender su relato como la vivencia de su diario existir. Este cuento,
en su parte más prolongada, la relata, como narrador principal, Steven, el
perro y personaje central del cuento. Otra parte, la menor, la relata como
invitado el personaje que llega a producir, con su presencia, toda la historia
contada por Steven, el perro es el que narra este cuento. Por favor, entérense de
la memorable reseña.

En mi vida de perro jamás pensé que viviría esta experiencia


inimaginable, para un perro, digo yo. Mi vida perruna, transcurría en la más
apacible y monótona existencia. El hogar de los Maxwell estaba constituido
por cuatro personas. Mamá Carol, el niño Mibsam, la niña Mickaela y el
pequeño Benjamín. Había sido adoptado por ellos como una pequeña
mascota. Lo de pequeño debe haber sido por ser más manuable,
transportable y manejable, digo yo. Solo lo supongo porque nadie me
preguntó nada ni pidieron la más mínima opinión. Democráticos total. Con
respecto al nombre que me impusieron, solo les pediré, con absoluto
respeto, no les está permitido sorprenderse ni esbozar sonrisa alguna que
haga sentir menoscabo. Me pusieron “Steven“. Me da la impresión que
abrieron el diario del día, buscaron el santo del día, apuntó su dedo, no sé si
el joven Mibsam o la niña Mikcaela, y quedé como bautizado. Lo que si me
queda claro que, cualquiera de los dos que apuntara su largo dedo al diario,
no se dio cuenta que lo hacía en el gringo “ New Yord Times” y no en la
rasca La Cuarta y de ahí mi nombre yanqui, humildemente, digo yo. No sé
cómo y de qué modo me habrán calificado ellos, pero yo los he calificado, a
ellos, como perro que soy, digo yo. El joven Mibsam, es taco de goma; no
mete bulla, más tranquilo que una postal, algo así como timorato por lo
que, se lo doy firmado, nunca sería miembro de una rasca y ordinaria barra de
club deportivo. La niña Mickaela es el reverso de la medalla; todo lo sabe,
reclamadora , centro de mesa, bonita eso sí, muy bonita, tengo que
reconocerlo, a la señora madre Carol, se lo doy firmado, le van salir adornos
de color verde en su cabellera, algún día, se lo aseguro, digo yo. Del niño
Benjamín, tan chiquito él, es como tormenta del desierto, polvareda de
presencia en la casa, está en todas, hiperkinético, todo pasa por él,
consentido de mamá y los demás, fila no más. Es el yoyo de casa. El reflejo
perfecto del quehacer de la señora Carol, que tiene una lucha constante con
la vida para sacar adelante a sus hijos ya que, el llamado padre del año,,
aparece menos que el cometa “ Halley “; de dinero ni soñar, es más fácil
ver a Piñera y al cura Hasbún en la fiesta de los abrazos de los comunistas,
por lo que me han contado, digo yo. Había otro personaje en casa, pero por
la seguridad de tener techo, no voy a referirme al tema. Nunca tan breva,
digo yo. A veces se recibía visitas en casa, por lo común, familiares de la
doña. La cuñada, las sobrinas y uno que otro conocido. Para estos menesteres,
siempre se aprovisionaban de un buen dulce y las infaltables “ chelas “, algo
así como una sacra religión. Que gente más devota. Nunca me tiraron ni un
trocito, respetable, digo yo, tenía que hacerme de migajas que caían al suelo.
Nadie se preocupó de mis derechos perrunos. Donde está la democracia, digo,
yo. Pero tampoco es para ponerle mucho. Los chicos me querían y me
respetaban, cuando se acordaban eso sí. Ahí era cuando, vengativamente,
me subía por el chorro; me dejaba querer, me gustaba que me apapacharan y
en forma, errónea, me hacía pipí y uno que otro presente dejaba en el interior,
en el living. Sentía los epítetos dedicados a mí ser con mensajes a mis
parientes que nunca conocí. Una mano juvenil, de largos dedos, me tomaba
por detrás del cuello y en el aire, cual ebrio sacado de un bar rasca y picante,
me expulsaba fuera de mi bien ganado espacio. No era muy justo, digo yo.
Cuidaba, cual celoso guardián, los bienes de mis protegidos. Nunca un
felino arañador y peludo se atrevió a merodear por mis dominios. Jamás un
roedor, de ningún tamaño ni ferocidad, incursionó con nefastas
pretensiones en la morada de mis protegidos. Así ha sido el constante riesgo
de mi existencia por la vida de mis benefactores. zapatillas por doquier, ropas
de todos, calcetines del pequeñín, calzones de la estirada Mickaela,
camisas del poste para teléfono, Mibsam. A la pieza de la doña no entraba
porque, en verdad, me deprimía ver todo ordenadamente revuelto. Era
injusto que por un pipí y un ligero recuerdo, dejado con todo cariño, me
sacaran volando del interior de mi bien ganado espacio, digo yo. Al
montón de grasa, al portero de disco gay, al matón de bar rasca le gustaba
sacarme a patadas. No le caía bien al joven. El amor era reciproco. Lo
quería, pero lo quería ver lejos, más allá de la raya del mar. Y me decía yo
mismo, cuando hablaba conmigo, digo yo; si lo pincho a lo mejor se
desinfla; o mejor tomar un curso de karate o hacerme ninja pero
recapacitaba y me decía. No “Steven“, no seas violento, no lo hagas, te
acriminaras y eso no va con tu status, con tu manera de ser. En una pared,
cosa rara, vi escrito una frase que recordé en ese momento: El odio nada
engendra, solo el amor es fecundo. No entendía nada. No lo odiaba pero
tampoco iba amar al breva, nunca tan huemul, digo yo. Así, mi perruna
vida donde los Maxwell, transcurría con los bemoles que les he contado,
amén de otras cositas que no son del caso comentar, por ahora. No debo
dejar de mencionar la diaria y dura lucha de la doña por el constante prever
de alimentos para los suyos. Ah, de mi vida sexual, jamás hablo públicamente
porque es de carácter privado aunque debo decir que no conozco a un
espécimen de mi pedigrí, que me remueva el organismo de la cabeza a la
cola y me deje como la doña mirando para la carnicería, por ahora, digo yo. El
diario transcurrir de los moradores era de lo más simple y todos tenían sus
propias obligaciones. Mibsam y la niña Mickaela iban a diario al colegio.
Ambos estudiaban la enseñanza básica, lejos de la casa en donde vivían. Al
pequeño Benjamín lo llevaba la doña al jardín infantil cerca de su lugar de
trabajo. La señora Carol trabajaba de secretaria. Esa era mi apacible vida de
perro casero en la morada de los Maxwell. Algunos días movidos, otros más
calmos, en el fondo, pero bien al fondo, son gente muy querendona, buena
gente, y que han tenido la fortuna y el beneficio de conocer mis dotes de gran
perro sabueso, algo así como hombre de negro, Harry el sucio o casi un 007
perruno, con la humildad de siempre, digo yo. Tal vez mi profunda, aguda,
penetrante y analítica mirada, producto de mis cautivantes ojos orientales,
color turquesa al estilo Jackie Chan, los tenga anonadados o quizás sean mis
ineludibles y embrujadoras cualidades las que los tengan algo así como muy
deslumbrados, condiciones que felizmente, venían con este monín, digo yo.
Los niños están de vacaciones por lo que tengo que hacerme de
paciencia y soportar el ajetreo que hay en casa, claro está que nunca son tan
fanáticos y asoman, su estructura ósea, a medio día, algo así como a las
12:00 has. de la madrugada, para ellos, digo yo. Es ahí cuando me hablo a
mí mismo y me digo; Steven, calma tu ímpetu laborioso y detén tú quehacer
que han llegado refuerzos a suplir tu abnegada labor diaria. Obediente
conmigo mismo me retiro a mi merecido descanso en un rincón del prolongado
pasillo que da a la calle. Comprensivo total, digo yo. En la lejanía de mi
retozar, escucho los imperativos llamados de la doña: -¡ Mibsam, el comedor
pues !. Cuando oigo aquello me pregunto: ¿ Tendrá descendencia boliviana la
doña ? digo yo. - ¡ Micka, echa la ropa a la lavadora y después te bañas!.
Me quedé un buen rato esperando la otra orden, pero nada de nada. El monín
es jarrón chino, está de adorno el perla. Estoy que lo mando a recoger sus
juguetes que los tiene todo esparramado en el living room. Si, living room
cabrito, no te olvides que soy de corte inglés, Steven, a mucha honra. Siempre
me he preguntado que si soy de corte inglés, ¿por qué no soy un picho perruno
bilingüe? Digo yo. A lo mejor fui un gol demedia cancha y me estoy quebrando
más que loza china. Sospechosa la cuestión. Digno de averiguar el tema. Lo
haré al más puro estilo inglés, como mi coterráneo Sherlock Holmes. Conmigo
no se juega, pues. ¡ Cáspita ¡ se me está pegando el boli. Reacciona
Steven, se lógico. ¿ No seré un lord, caballero o a lo menos un mister? digo yo.
Tranquilo Steven, me digo a mí mismo y reacciono. Me invaden los
pensamientos altruistas y, calmo y sereno, vuelvo a mí mismo y me relajo.
Que no se dé cuenta la doña y me mande a la punta del cerro dragón, sin
retorno. Hay mucho ajetreo en la casa, se extrema la limpieza y el orden de
las cosas. ¿Habrá carrete ? Pero, ya me enteraré. Con la agudeza de mis
oídos y mis otros sentidos en alerta máxima, todo lo sé. Aquí no se mueve una
hoja sin que yo lo sepa, digo yo. ¿ En que parte escuché eso ? Calma Steven,
tienes más rollos que una botella de Orange Crush. Bien loco, te estás
centrando. No digas fanta si eres inglés. Entre tanto ajetreo, la doña le
comentaba a los muchachos en qué lugar iban a colocar el árbol de pascua
cuando lo armaran. No entendía nada. No tenía idea que era un árbol ni
menos eso de pascua. Qué vida perruna más inculta me estaban dando en esta
casa si yo, que soy un perro, no tenía idea que era un árbol, menos de pascua.
Llegué a creer que era un trago nuevo del que hablaba la doña y que pascua
era una torta o algo parecido. Estaba más perdido que pensión de alimento.
Oh, Steven, asomó el filósofo que llevas dentro, digo yo. Estaba en esos
pensamientos cuando una voz ronca, como de tenor o vocero de micro, me
sacó de mi estado catatónico, casi absorto, en lo profundo, digo yo. El pequeño
Benjamín hacía su aparición en la escena del cuadro familiar. Cuando todo el
aseo y el orden estaba terminado y lo único que debió de realizar, fue el
tremendo esfuerzo de encender la T.V. y acomodar su enorme mole de
músculos en el sillón, cómplice de sus desvaríos por todas las aventuras de sus
monitos animados en la caja embrutecedora a colores. La voz de la doña me
sacó de mi concentración mental cuando le ordenó a la Micka; Micka,
dale la comida al perro. Eureka, reflauta, recorcholis, dije para mis adentro.
Será alguna fecha de connotación perruna. Me esperaba un filete miñón, un
trutro en salsa verde o un osobuco con papas doradas. Nada. Que decepción
más grande. La misma comida de siempre. Pura comida chatarra gusto a
trapo. Si sigo así para comer carne voy a tener que morderme la lengua. Qué
vida de perro la mía. Ojalá se mejore el rancho. Paciencia Steven, vendrán
tiempos mejores, digo yo. Preparativos y comentarios de todo tipo, ideas
dadas como reguero de ingeniosos y nadie me decía nada. Seré perruno
pero lo copuchento lo tengo en la sangre. No es posible que el encargado de la
seguridad de la “home” no esté al tanto de lo que pasa. Es inaudito. Me
puede dar un soponcio y tendré que recurrir a un losartán. Calma perrín, me
consuelo a mí mismo, el festejado es el último en enterarse. ¿ Será el día del
perro guardián ? Me haré el indiferente. Hoy amanecieron más comunicativos
los señores. Me hicieron cariño, me apapacharon y me engrupieron para
bañarme. ¿ No será mucho ? Se hizo la noche y la mesa estaba como para
sacarle una foto. Era bien tarde, empezaron a sacar unas cajas y las abrieron
sacando cosas de adentro y se reían contentos hasta que la doña les hablo en
chileno: Esto se debe a su abuelo, él les mandó los regalos. Seguro que el
abuelo es el viejo de pelo y barba blanca que dicen viene una vez al año.
Estaba que ladraba diciendo: ¿ y para el monín no mandó nada ? Hoy sí que
fue un día especial. El casino estuvo de miedo. Había carne y pollo como
para una perrera, digo yo. Retiro todo lo dicho en mis desvaríos perrunos. Era
una bromita doña, no agarre papa y retire todos los manjares a este honesto
sirviente, digo yo. Pasó la tormenta. Que astuto eres monín. ¿ Quién dijo
chupamedias ? Ha sido un día de lo más que hay. Me retiraré a mis aposentos
reales al merecido descanso, eso sí, con un ojo cerrado y el otro en vigilia.
Atento siempre. Haré mi última ronda y chao pescado. Digo yo. Ahora sé lo
que es la Pascua o Navidad como la llaman. Pero parece que sigue porque
hoy llegaron las niñas, las sobrinas, y trajeron regalos a los niños. Me llamó
la atención que hablaban de una fiesta para unos días más. Hablaban de
una fiesta de fin de año. ¿ Se terminará la vida ? Eso de “fin” me pone
nervioso. Tan mal que hablan los humanos, poco claros en su léxico. Les
contaré cuando escuché la palabra “ perro pa la ropa”. No lo podía creer.
Había perros para la ropa, digo yo. Tan mensos que son. Si hasta yo que soy
perro sabía que se llaman “ ganchos para la ropa ”. Tal vez porque sea un
perro con pedigrí inglés y tenga cursos en Manpawer. Es importante la
educación para no andar hablando cabezas de pescados. He escuchado varias,
digo yo. Mamá, voy a subir p” arriba. Ni modo que suba para abajo. ¿ Mamá,
porque el perro mueve la cola ? La preguntita. Porque la cola no puede
mover al perro. Unas ganas de decirle: soy perro y no huemul niños.
Escúchenme y dense un baño de cultura. Van a engordar los brevas
esperando que hable porque los perros no hablamos. ¿ Será cierto ? A lo mejor
soy un perro especial con un alto nivel intelectual, filosófico y licenciado en
idiomas, digo yo. Sin duda alguna de que soy especial, eminentemente
especial, por lo que debo procurar que aprendan de mi léxico atiborrado de
términos de la más alta connotación educativa para fines de hacerlos jóvenes
con un elevado nivel de conversación para con sus semejantes los que deben de
quedar total y absolutamente deslumbrados, digo yo. ¿ Cómo estuve ? Al
igual que el otro día, la casa relucía de orden y limpieza con la mesa adornada
como para agasajar a niños ricos o viejos cuicos, aunque para ser justos, a
esta casa, no venían viejos cuicos. Aunque ahora que recuerdo, el otro día
vino una viejita muy mona, más viejita que mona y aunque estuvo muy
poco rato, cuando se fue, la doña quedó pensativa y la noté muy preocupada.
Estaba claro que no había sido una visita muy de su gusto, pero, se las
arregló lo más bien, no necesito de mis cualidades de intérprete ya que la
viejita hablaba incoherencias y cabezas de productos del mar. ¿ Cacharon el
léxico de lo más que hay ? Si, mis congéneres y ciudadanos cultos, noto que
algo han asimilado y aprendido. Eres único Steven, grande. Una noche se
vistieron de los más elegante, todos, y hablaban de ir, después de la
comida, a ver los fuegos artificiales al techo de la home. Quedé sorprendido.
No los invitarían los felinos que moran en los techos. Lo consideraría de
alta traición relacionarse con esos incultos, ordinarios y hambrientos felinos
que son más hediondos que calzoncillo de chofer de micro, digo yo. Estaba
en mis meditaciones cuando un estruendo, como si fuera bomba, se sintió
tan potente y ruidosa que me alteró y pensé; Cresta. Cuando iba por la mitad
del pasillo corriendo, recordé, para mí; P’a donde vas desubicado, si eres
perro. Los gritos de los niños me sacaron de mi estado. Feliz Año nuevo,
feliz año para todos. Que el año nuevo sea bueno para todos. Rato después,
bajaron todos del techo, y se acordaron de este perrín. Me abrazaron y me
apapacharon, me decían cosas que no entendía pero las muestras de cariño,
me lo decían todo. Estaba contento. Aparecieron las chelas y todos
brindaban. Entre tanto brindis ya estaban hablando que la próxima semana
harían un carrete por el cumpleaños de la doña. Eso significaba que todos se
reunirían en casa para los festejos del cumpleaños de la doña. Los días pasaban
volando y la fecha se hacía próxima y justo era fin de semana. Se llenará la
casa de visita, aunque siempre vienen los mismos, digo yo.

Estaba plácidamente dormitando en mis aposentos cuando el


celular de la doña me volvió a este perro mundo. En seguida salió como si
afuera estuvieran pagando el bono de invierno. Pasó rauda por mi lado en
dirección a la puerta de calle. Al rato volvió con una señora mayor, menudita
ella, y un caballero de pelo blanco como la nieve que con una mano arrastraba
una maleta de viaje. La señora portaba una bolsa de mano, a modo de cartera.
La doña estaba muy emocionada. Hizo levantar a los niños para que vinieran a
saludar a su abuelo Eduardo. El caballero era el papá de la doña. Y yo que llegué
a pensar que era el viejito del pelo blanco que dicen viene una vez al año, digo
yo. A lo mejor ahora me toca regalo. Los muchachos estaban como
adormilados. No era su costumbre madrugar a las 09:00 de la mañana. Los
abrazos se repitieron y por consiguiente debieron servirse desayuno, los niños, a
esa hora de la madrugada. Mibsam fue enviado a comprar el pan más rápido
que correo del zar. La doña se notaba nerviosa. Pensaba para mis adentros,
como es que tanto tiempo no se hayan visto padre e hija. Una cosa me quedó
clara. El caballero adoraba a la doña. Ella eran sus ojos, digo yo. Una cosa
si es cierta: “ El amor no es algo que se vive en la cabeza, sino en el corazón “. La
señora que venía con el caballero era muy callada, pero muy dama. Había sido
profesora de educación de niños. Se llenó la mesa para el desayuno ya que
todos los habitantes de la morada estaban peinaditos y muy caballeritos
tomando el desayuno, junto a los abuelos. La doña se parecía mucho al papá
pero la señora no. Como no me percaté antes. Que menso eres Steven, si la
señora es la pareja del caballero. Bueno cada oveja con su pareja. Eso sí, hacen
bonita pareja. Él se ve un señor muy educado, algo así como muy culto. Su
forma de hablar y su léxico son muy poco escuchados por estos lares. Es
agradable escucharlo, digo yo. Al abuelo lo ubicaron en la esquina de la mesa y
a su lado izquierdo a la señora. La doña a la derecha de su padre; a su lado ubicó
a Benjamín y al lado de este se ubicó la pareja de la doña. Al lado de la señora se
sentó Mickaela y en la esquina, frente al abuelo, Mibsam, el hombre de la
casa. Impresionaba ver a los niños tan compuestos ellos, tan educaditos, casi
finos, como de peluche, digo yo. Las preguntas del abuelo, a la doña, se vinieron
como desbocada avalancha. Él abuelo quería saber todo de lo que la
prolongada ausencia no le había permitido enterarse. Amigos del abuelo que ya
habían partido al descanso eterno. Un compadre de él había fallecido. Algunas
no las pude comprender porque no soy historiador, soy un perro no más. No se
irán a ofender por los comentarios. Estaban hablando del siglo pasado, ni
soñaba ser polvo aún, digo yo. Buen rato después decidieron lo que harían. Se
programaron ir al terminal agropecuario para compras de mercaderías para la
casa. Eso sí, el señor era de esos que lo que acordaba se hacía. Sin dobleces.
Partieron los tres; el abuelo, la señora y la doña. Todas las bolsas que
tuvieran fueron solicitadas. Rato después, la doña, llamó a Mibsam para que
acudiera a ayudar a traer mercadería. Después llegaron ellos con el resto
comprado y acomodaron todo donde se pudo. La señora se dispuso a cocinar el
almuerzo, mientras el abuelo reparaba una falla en el baño de la casa. El
silencioso no cortaba el flujo de agua que lo llenaba, ( capta el léxico que estoy
usando ), por lo que el agua corría sin parar. Entraba al baño y lo miraba en
silencio como reparaba la falla. Faltaban unas reparaciones por lo que tuvo que
ir a la ferretería a comprar lo necesario. Al rato volvió con todo por lo que
reanudó la operación de reparación. Estuvo toda la mañana trabajando hasta
que lo dejó como corresponde. En realidad, el baño, pasaba mojado por que se
salía el agua por atrás y la doña no tenía, digo yo, quien lo reparara sin tener
que estar pagando. Llamó a la doña y le explicó todo lo que había reparado
cambiando todo por material nuevo. Hizo funcionar varias veces el silencioso
para demostrar que funcionaba correctamente y no tenía fuga de agua. Me dio
una clase magistral de lo que es un dueño de casa cuando le dijo a la doña:
¡ Hija, hombre que no sabe colocar un clavo en la casa no sirve para marido !
Que lección de vida aprendí ese día. Dos cosas me colmaron de dicha. Mucho
saber de hacer cosas y filosofar con tanta sabiduría. El abuelo por algo había
recorrido un camino que los de casa recién estaban por empezar. Me impresionó
fue que al finalizar los trabajos todo quedó limpio y ordenado por lo que el baño
relucía de orden y limpieza. Nadie nunca me pidió que arreglara la falla del
baño. Habría sido papa para mí. No me tienen confianza, digo yo. Me encantaba
echarme en el suelo y escucharlo hablar. Un día, sentó a los dos mayores,
Mibsam y Mickaela y les hizo leer, en voz alta, un escrito que había traído. El
niño titubeó bastante al leerlo y como que no le quedaba claro el contenido.
Luego hizo leer a la Mickaela la que, muy suelta de cuerpo lo leyó y lo explico, a
su manera, lo que entendió. El abuelo le hizo una indicación a los dos; ¡ Los
abuelos que cuentan la vida, con sus victorias y derrotas, son de verdad; los
que cuentan la vida con su verdad no son honestos ni consigo mismo ! Les voy a
contar un hecho que refleja la verdad de Uds., mis nietos. Mibsam, tú le tienes
un miedo escénico a tu padre y yo entiendo por qué y te lo voy a contar. Volver a
ver a mi hija y verlos a Uds., era un sueño para mí. No irme de este mundo
sin conocerlos como son. Tú has vivido, desde que estabas en las entrañas de tu
madre, en gestación, la brutal violencia de tu mal llamado padre, porque
golpeaba a tu madre estando embarazada de ti. De ahí son tus miedos y pánicos
frente a él. Eso hacía con tu madre tu padre. Escucha hijo, muchos temores
nacen de los miedos y pánicos vividos. Necesitas una asistencia sicológica
urgente. No pienses que tienes problemas en tu mente, no es eso. Son miedos
razonables, pero no justos, y tienes que sacarlos de tu vida, por eso que
debes tratarte sicológicamente. Tu madre también debiera de tratarse con un
sicólogo, ojalá el mismo que los trate a Uds. dos. Fuerte el escuchar tal
narrativa, digo yo. Estaba como anonadado. Hablaban con los niños como si se
conocieran de toda la vida. La Mickaela dio su versión del escrito que leyó.
Ella tenía bien claro quién era su padre. Cuando pensé que terminaba la
beneficiosa conversación, el abuelo le pidió a los niños lo siguiente: Que en
una sola palabra calificaran , según ellos, quien era su padre según su
opinión: Mickaela lo calificó como un irresponsable. Mibsam,
sorprendentemente para nosotros, fue más allá. Preguntó si él podría hablar
con franqueza y dijo: Un sinvergüenza. A veces el abuelo, volteaba su cabeza
y miraba donde yo estaba, tal vez, pidiendo un consejo, digo yo. Parece que
leía la mente porque, después de estar mirándome fijamente a los ojos,
retomaba la enriquecedora conversación con sus nietos, los que escuchaban
con mucho respeto a su abuelo. Ahí me enteré que el padre los vendría a buscar
hoy por la tarde. El abuelo pidió a los niños que él iba a salir para hablar con él y
que ellos salieran después. Cuando volvió el abuelo le contó a la doña lo que
había tratado con el joven. Lo gracioso fue lo que contaron los niños al volver
del corto paseo con el papi del año. Cuando el abuelo se entró y ellos se subieron
a la camioneta les dijo: ¡Ya me vino a pedir plata el viejito este ! Por esa actitud
es que los niños tienen esa impresión del cara dura de padre que tienen.
No era una charla o una clase donde los alumnos solo escuchan; era un
diálogo basado en una enseñanza de vida de quien era el padre de su señora
madre. Una visita imprevista pero plagada de sabias palabras que harán que
los niños respeten y valoren todo los esfuerzos de su señora madre para con
ellos. Carentes del apoyo que debieran recibir de su padre, solo han sabido de
desilusiones de su parte. digo yo. Ellos estaban en la etapa de aprendizaje,
tanto académica como de la vida; se educarían para ser mejores personas. Esto
que hoy han aprendido les servirá para toda la vida. No lo olvidaran nunca y
siempre recordarán al abuelo que para ellos fue como un libro abierto, digo yo.
Por la noche llegaron las sobrinas con la señora madre. La doña salió a
recibirlas y le preguntaron cómo estaba. La doña, mientras caminaban por el
pasillo, les decía que estaba muy bien y muy contenta porque había recibido el
mejor regalo de su vida. Mi papá está acá, les dijo, muy contenta. Vino por mi
cumpleaños y a conocer a sus nietos. Me pude percatar de la sorpresa en la
señora Mónica y las niñas, sobre todo en la mayor de ellas. Cuando ingresaron
al solar en la antesala de la casa, el abuelo, se levantó y, con una sonrisa que
denotaba gran alegría, saludó a la señora y a sus hijas. La sonrisa se borró en el
rostro del abuelo. Como que había recibido una gran decepción. Tal vez fue la
frialdad con que fue saludado o creyó estar en presencia de gente extraña. Se
sentó mudo de asombro. Eran dos de sus tres nietas. La noche siguió su curso
y todos se retiraron a sus casas. Por la mañana, y mientras todos aún dormían,
el abuelo se levantó a ducharse. Luego lo hizo la señora y salieron a comprar el
pan para el desayuno. Retornaron poco después y prepararon la mesa para
todos. Como a las 10:00 horas estaban todos en la mesa tomando desayuno.
Salieron antes del mediodía. Quedé en mis dominios en completa soledad, digo
yo. Alrededor de la hora de onces retornaron a casa. Venían todos bien
contentos, por lo que pude apreciar, digo yo. Dispusieron la mesa para tal
efecto. Mibsam fue a comprar el pan. La señora sirvió el té a todos y hablaba el
abuelo de todo lo había encontrado cambiado en lo que observó. Cuando
terminaron de servirse las onces, escuché al abuelo pedirle a la Mickaela que
lavara las tazas. Esta reaccionó tan mal aludiendo que el Mibsam no hacía nada.
La respuesta del abuelo fue instantánea y le dijo; Mickaela, después le diré a su
hermano lo que él hará, pero para eso Ud. primero tiene que hacer lo que le
pedí, él después las secará y guardará donde corresponda. Una reprimenda al
más puro estilo educativo. No adelantarse a los hechos cuando nos piden
realizar una labor, sobre todo si el pedido viene de alguien que tiene autoridad
para hacerlo, digo yo. La doña se puso a reír por lo sucedido y después se instaló
a confeccionar adornos en unas copas para un enlace matrimonial que le
habían pedido. Así transcurrió este día familiar después de lo cual, todos se
retiraron al merecido descanso. Haré otra ronda y chao pescado. Amaneció el
día y ya el calor se estaba dejando notar. Luego de las duchas acostumbradas,
el abuelo y la señora, salieron a comprar el pan para el desayuno. Los niños aún
estaban en brazos del tal Morfeo, digo yo. La doña y el abuelo hicieron sobre
mesa conversando de lo que a ella le acontecía. A mí me llamaba la atención que
él nunca le preguntaba por sus hermanos, los que también son sus hijos, digo yo.
Siempre el tema era sobre ella y sus hijos o lo que a ellos les sucediera. Algo
así como los que somos somos y los demás palomos. Una cosa si era cierta. El
abuelo tenía las cosas claras. Él simplemente, vino a ver a su hija, después de
más de una década, y a conocer a sus nietos, digo yo. Pero como soy un
empedernido copuchento y “ no se mueve una hoja sin que yo lo sepa “ un día
escuché a la doña que le decía, por cuernófono a su mamá, que no viniera
porque ella tenía visitas en su casa. Todos los días se veía a la doña estar feliz de
tener a su padre en su casa. En la casa estaban realizando reparaciones, por
parte del dueño, lo cual trajo algunos inconvenientes de comodidad para los
abuelos, pero se veían todo terreno por lo que no fue tan traumático aunque si
algo incómodo, digo yo. El polvo ni los escombros fueron impedimento para
sentirse feliz con su hija y nietos. Un día, después de tomar desayuno, el abuelo y
la señora salieron al terminal por compras personales. Compraron herramientas
ya que él confeccionaba muebles en su casa. Ah, me olvidaba de decirles que
vivían en La Serena que fue donde él la conoció a ella. Ella era profesora en una
escuela rural y él le llevaba flores y le escribía versos. Es escritor, poeta y
cuentista el abuelo. Eso se lo escuché a la señora que le comentaba a la doña
como fue que ella se conoció a su padre. Que romántico, digo yo. De lo más que
hay, pos ñato. Ese día, tuvieron que trasladar el dormitorio de la doña, donde
dormían los abuelos, a la pieza de los niños porque, los maestros, sacarían el
techo de la cocina y del dormitorio de la doña para instalar los tableros y poder
hacer la loza de cemento. La casa se parecía Berlín después de ser bombardeada
por los aviones de los aliados durante la segunda guerra mundial. Me permito el
paseo por la historia para ilustrarlos con mis conocimientos sobre hechos de
carácter bélico, digo yo. Una cosa es clara. El otro día el abuelo andaba con las
neuronas como los simios, o sea, con los monos, porque me tomo del cuello y
me sacó del interior de la casa diciéndome: ¡ Ud. mi amigo, por ahora se va a
quedar afuera por meón ! Protesté desairado: que pasa somos amigos o no
somos amigos. Me voy a mostrar indiferente por algunos días. Lo haré pensar la
situación. Al parecer, entendió mi malestar, porque al día siguiente, me tocó la
cabeza como diciendo que todo estaba superado. Hoy día, el menú estaba de
miedo. Cocinó la señora chanchito al jugo con arroz graneado. De postre sandía
de Paine. Estaba de miedo. Otra cosa el guiso. Aquí entre nosotros, y que no
salga de américa del sur, se nota la mano de la señora en la cocina. Se maneja.
Ellos se sirvieron mate, con los niños, después de almuerzo. El rostro del abuelo
ya estaba recuperado. Hombre de mundo, muy viajado. La doña se veía feliz.
Hay algo que me he preguntado mucho. Los otros dos hijos, si sabían que su
padre estaba en casa de su hermana; ¿ Por qué no lo vinieron a ver ? A él nunca
le oí preguntarle a la doña por ellos. Película más que clara. Los seres humanos
viven con tantos rollos que, muchas veces, me congratulo de ser un perro,
pequeño de tamaño pero grande de corazón. ¿Cómo estuve? Es importante la
cultura mis boys. Me importa que el conocimiento llegue a la plebe. Sereno
Steven, por una pequeña cagada se te expulsó fuera de la home, el abuelo no
habla de política, ni de deportes ni de religión. Quedó saturado. Ojalá no se vaya
tan pronto y pueda disfrutar de sus nietos y nietas, porque no se dan cuenta de
lo que se pierden en sabiduría. La verdad de cualquier historia, solo se conocerá,
si se escucha a todos los involucrados. El conocimiento parcial, de cualquier
historia, solo nos lleva a formarnos una opinión, muchas veces, errada, solo por
el hecho de no saber toda la historia. Me sucede con la señora compañera del
abuelo. Me cocinó el otro día algo que me dejó comprometido de agradecido.
Me enteré que no tienen mascota, ni perro, ni gato, ni acuario. Según la señora,
el abuelo escribe mucho, lo que le ayuda bastante a mantener su mente creando
cuentos, poemas o, por lo general, escribiendo algún libro. Me consta por haber
escuchado lo que les hizo leer a los niños cuando llegó. Todo el conocimiento por
una vida ya vivida, pero entregándola con amor a los suyos, como guía de vida,
digo yo. En la mañana, después del desayuno, el abuelo y su compañera,
salieron a recorrer la ciudad. Por lo que contó, al regresar a casa, estuvieron en
el balneario de Cavancha y luego en el centro de la ciudad. Habían pasado los
días sin darnos cuenta. Parecía que ayer era sábado, cuando llegaron, y ya es
sábado otra vez. Mañana domingo, por la tarde, regresan a su casa. Aquí
dejarán un gran vacío en esta casa. Su presencia marcó muchas cosas porque la
doña sabe que ella no está sola. Cuenta con su señor padre. Los niños tienen un
abuelo de verdad. Yo lo extrañaré, a pesar de todo, por los conocimientos que
intercambiamos como seres pensantes, digo yo. Bastaba una simple mirada y
nos entendíamos a la perfección. Grande Steven. Desde hoy serás un ser
renovado. digo yo. ¿ Lo volveremos a ver ? La esperanza es lo último que se
pierde, hermano. Buena la que agarré. Me puse predicador. El desayuno del día
domingo fue especial. La tensión se destacaba en el aire. Como ya se hacía
costumbre, el abuelo cortó el hielo pidiendo a los niños que no desistieran de
tratarse sicológicamente. Con el tiempo entenderían el beneficio que les traería
para vivir una adultez sin trancas de la vida, digo yo. Como ya se había hecho
costumbre, la señora preparó el almuerzo, mientras la doña hizo el aseo de la
morada, dentro de lo se podía por las reparaciones que se estaban efectuando
en la casa. Una cosa me llamó la atención. En los días que estuvo el abuelo no se
volvió a ver al joven que me quitó mi lugar en la cama de la doña por casa. Tal
vez le tocó trabajar afuera esa semana. Mientras almorzaban, la doña le
comunicó a su padre que todos los irían a dejar al terminal. La conversación
relajada fue lo más destacado, para lo cual, el tema principal fue lo grato de
haberse visto después de tantos años. Con el abuelo, nos despedimos a nuestra
manera. Lo miraba atentamente como diciéndole que viajara tranquilo, que
todos en casa quedaban bajo mi manto protector, digo yo. Después de retirada
la mesa y lavado la loza, los niños, vestidos como maniquí de tienda, muy monos
ellos, pidieron el radio taxi para irse al terminal. Cuando iban saliendo de casa, el
abuelo giró sobre sí mismo y mirándome a los ojos fijamente, me hizo saber que
todos los que él tanto amaba, quedaban bajo mi brazo protector. Parado sobre
mí mismo, estoico, firme como roble y atento a cualquier orden, lo miré
atentamente y le espeté con voz de mando: firme mi comandante, y se perdió en
lontananza. Adiós y hasta siempre, amigo, digo yo.

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