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9.

CONCLUSIONES

COMENTARIOS PRELIMINARES

Como recordábamos en la introducción, la cantidad de datos disponibles


para estudiar el período Pospalacial y la ERA ha aumentado de manera es-
pectacular en los últimos años. Los nuevos datos nos desvelan un trasfondo
mucho más completo, incluso de gran parte del pei:íodo «oscuro», del que te-
níamos antes de 1970. Pero no facilitan necesariamente lo que Snodgrass
consideraba la «tarea urgente» de explicar por qué durante tanto tiempo las
gentes de Grecia demostraron tan poca ambición desde el punto de vista ma-
terial, cuando hasta no hacía mucho habían sustentado grandes culturas.y
más tarde lo volverían a hacer ([1971], 2000: XXXII). En este capitulo de
conclusiones, en lo que no deja de ser una respuesta personal al material y a
los problemas que plantea, abordaré la posibilidad de ofrecer una explica-
ción y de conocer cómo se inició el desarrollo sostenible que sacó a Grecia de
la Edad Oscura. .1
Lo cual equivale a asumir que ese período de recesión es un fenómeno J i
real que hay que explicar. Papadopoulos es el que con más vehemencia re-
chaza el concepto de «edad oscura» (1993: 194-197, y 1996n: 254-255; véase
asimismo Muhly, 2003), pero cuando critica determinadoa puntos de los on-¡
foques de autores como Snodgrass, Morris y 'Whitley, parece pasnr por alto lo
principal. Con la excepción del heroon de Le:fkandi, durante los siglos que
abarca este libro no existe prácticamente ningún indioio d ·que se dcdicáran
esfuerzos y recursos excepcionales a nada, s •n11 cilificio11 monumentales,
tumbas, lugares rituales comunales o trabnjo11 ortosnm1 I 11 (en la lista de en- _J
terramientos opulentos fechables a mcdiodos dol siglo Xl citados en Muhly,
2003: 23 dominan los yacimientos do Chipre, qnc no está en el Egeo). La ex- ¡
plicación más plausible es que la o:rgrrnizaci6n social no estaba suficiente-.
Si?84 1!.J.Ecmo CONCLUSIONES !285

m ente desarrollada para una gran m,pviliiari6n de recursos. Creo que es im- mann demostraron la posibilidad de que detrás de la leyenda hubiera una
posible explicar este periodo rf'Jourritmdo •implemente e la socorrida idea 'd e realidad, y durante muchos años la tendencia dominante he sido la de ínter- ~

'-
1 que se habían establecido 1i1tema1 polltl<io1 y oconómicos menos centraliza-
dos. Representa una realidad qun ningun11 llamada a la «tradición griega»
pretar el mundo de los poemas homéricos como un mundo esencialmente
II;J.icénico. Pero en los .últimos años la opinión ha cambiado mucho, y ahora
puede obviar. varios autores consideran que los poemas reflejan un escenario básicamente
La «tradición gringo "ªcm todo 11111\ expresión poco fiable. Co~o afirma de la ERA (por ej. Bennet, 1997: 511-514; Morris, l., 1997: 536-539), y que, o
Whitley en 1u rn1p1ui1ta a P11pndopoulos, no es sólo que «simplemente no una vez eliminado el elemento fabuloso y el barniz de esplendor «her9ico»,
habla una visión 1rn°•1(a unificada d"l pasado» (cursivas en el original) (JMA presentan una imagen realista de la vida en la ERA, iricluso hasta el perio-
6 l t 993l 226). 1)e h11oho, la evidencia indica que los griegos no preservaron do de su composición (que ahora se sitúa a finales del siglo VIII o principios
práotioamentn nhll{llllll información fiel sobre su pasado. Y no sólo no con- del siglo VII).
•ervaron una rm1moria fidedigna de la importancia de las grandes civiliza- Creo que este enfoque es radicalmente erróneo. No hay duda de gue los 1/
uione1 de la1 l1laa del Rgeo, Creta incluida, sino que esa memoria, basada p~~refle.i~.rM.gos de la s.o.ciedad en y para la que fueron compuestos, I[
fundamtmtalmnnte en mitos heroicos, leyendas de fundación y similares, pero no hay que olvidar que son relatos épico;:y-rapoesía épica, por defini-
daba una imprl'!1i6n totalmente falsa. Es preciso insistir en que la descrip- ción, no trata cosas prácticas ni mundanas. Se centra necesariamente en per- )
dón dn la «antigua Grecia» que Tucídides extrapola basándose en la tradi- sonajes heroicos y en sus proezas, situándolos en un ambiente de intenso aire l
ciión grin¡n. (1.1 13) es manifiestamente errónea por lo que se refiere a la sobrenatural a fin de que el elemento fabuloso no sea un mero «golpe de
Rdad del Bronce, y también lo es su insistencia en la constante inestabilidad efecto», sino que forme parte integrante de la historia. Aunque aparente-
y el movimiento de la población, y en algunos aspectos cabría calificarla de mente se ocupe de cuestiones mundanas, la épica no puede ser una guia fia-
exagerada, aun en el caso de se crea aplicable únicamente al período Pospa- ble para ·conocer la realidad. Por ejemplo, las abundantes descripciones de q
lacial y fases posteriores. carácter bélico de la flíada mezclan ideas convencionales sobre el duelo con o
Por lo tanto, el recurso a la tradición no puede ser un contraargumento lo que parece ser más una batalla entre grupos organizados, que se inter-
válido frente al testimonio de la arqueología. Aunque la población estuviera cambian a voluntad, y las armas y corazas que llevan los h éroes son una
ten diseminada que resultara arqueológicamente inencontrable fuera de los mezcla de ítems que nunca se utilizaron juntos ni simultáneamente, si es
,_ grandes centros, que es lo' que insinúa Papadopoulos cuando habla de «un que son realistas. Los poemas también mencionan con frecuencia ítems y .
cambio del carácter de la ocupación y de las estrategias de subsistencia en materiales preciosos, pero nada dicen del comercio que había perm itido ad-
,... Grecia a finales del siglo :icir y en el siglo XI» (1996a: 254), esto no invalida la quirir estos materiales y los metales más corrientes, como el hierro y el bron-
tesis básica de una ausencia casi total de rasgos mínimamente destacables en ce. En cambio, sería absurdo deducir de ese silencio que en la ERA no hubo J
el registro arq~eológico durante varios siglos. Papadopoulos no ofrece una comercio; sencillamente, a los poetas épicos les preocupaban muy poco los
explicación clara al respecto, pero es inconcebible que, si en esa época hubo asuntos comerciales.
comunidades políticas con un nivel de organización similar a las· de la época La épica comparte además con los cuentos populares elementos narrati-
arcaica, dejaran tan pocas huellas. Por esta razón, entre otras, la idea de que vos artificiosos, y eso afecta a todas las referencias a la estructura social. El
la historia de la polis de Atenas pudo empezar en la Edad del Bronce (Papa- que Telémaco se presente en la Odisea sin apoyos efectivos responde a una
1lopoulos, 2003: ~15) parece depender en exceso d~ la evidencia de continui- exigencia de la trama, no es el reflejo de aquella sociedad (cf. van Wees,
dad do la ocupación. De acuerdo con el punto de vista adoptado en este libro, 1992: 291): El aislamiento de Telémaco sería prácticamente imposible en
In lllunndn ll.d11d Oscura fue un fenómeno real, como lo fue el Colapso que una sociedad basada en el parentesco como la griega del período histórico; ni
\ t•rtió llll rondicioncs de su inicio. siquiera tiene arrendatarios que lo sustenten, como sin duda tendrie cual-
m e rror do 1\1cldides, que entonces no podía saber que cometía, fue tra- quier aristócrata de la ERA o de la época arcaica. Hay también un conflicto
Lllr In• 1'111k111f11011tOH1!0 información de que disponía, los poemas homéricos evidente entre la idea de un gobierno de reyes y la de una asamblea de ciu-
y otroM111111( ri11l1111 t rndi ionnles, como fuentes fiables de las que poder extra- dadanos dominada por las élites, como la que se d.escri be cri ln Odisea I, con
pn'l nr i11for11111rión histó rica. L as ciencias sociales modernas han adoptado reglas de procedimiento y controlada por un bernl<lo que ·p ureoo .mós un fun - 1

mucl1118 voc111 !'"' 111i111110 nfociu , desde que los descubrimientos de Schlie- cionario público que un rep.rescnton te d J r •y. l .o Rugor -.ricia de que el poe- 1

t
286 ELEGEO CONCLUSIONES 287

ta habría podido mezclar elemen~os de distintas sociedades contemporáneas nes del Egeo se sabe tan poco que es perfectamente posible que se descubran
(Whitley, 1991a: 344) parece un recurso desesperado: ¿por qué el poeta baria más yacimientos como Lefkandi, por ejemplo en Jonia, que nos obliguen a
algo así? Parece mucho más verosímil pensar que los «reyes», como los ca- cuestionar muchas de nuestras ideas preconcebidas. Además, hay que reco-
rros, tenían que sobrevivir, porque el público sabía que ten1an que estar en el nocer que, pese a la importancia y evidencia manifiestas de contactos de
relato, pero en todo caso es evidente que el poeta no tenia claro c6mo fun-
cionaban (véase más adelante sobre carros). ·
....
f
Lefkandi con Próximo Oriente, éstos sólo afectan a uno de los muchos pro-
cesos que se estaban desarrollando en el período. Morgan (1990) llama la
En general, el comentario de Morris, «la épica no era una especie de atención sobre otro proceso, el desarrollo de determinados enclaves como
mala historia sino una creaci6n poética, lo que algunos griegos del siglo VIII centro ritual de toda una región, especialmente Olimpia y más tarde Delfos;
creían que tenía que haber sido el mundo heroico» (Morris, I., 1997: 558), re- pero ni Atenas ni Lefk.andi llegaron nunca a ser, ni a controlar, Un centro ri-
presenta sin duda el mejor enfoque que cabe adoptar. Quizás es pertinente tual.
citar una referencia homérica a algún rasgo concreto -cuanto más prosaico Lo que sí parece improbable es que un nuevo hallazgo desautorice com-
sea y cuanto más integrada esté la referencia en el trasfondo hist6rico, y no pletamente las impresiones generales que se han acumulado hasta ahora.
esté pensada para llamar la atención, tanto mejor- y deducir alguna pauta Como dice Snodgrass del heroon de Lefk.andi, que «pese a que amplía enor-
de conducta mínimamente consistente. Pero es arriesgado dar por supuesto memente el elenco de las aspiraciones de las prácticas de construcción de su
que los poemas homéricos presentan una imagen fiable, y hasta exhaustiva, tiempo ... no altera esencialmente el repertorio de esas prácticas» ((1971],
de una sociedad histórica (van Wees, 1992 se muestra firmemente favorable, IWOO: XXIX). Existe en la actualidad evidencia suficiente de un amplio es-
pero incluso él acepta que algunos elementos del relato son imaginarios). pectro de yacimientos en todo el Egeo para pensar que tenemos un registro
Por lo tanto, el material arqueológico se ha de considerar la única fuente· donde poder situar toda la evidencia evolutiva. No es probable que se descu-
fiable de evideucilt. de la que extraer conclusiones relativas al período pero, bran estructuras o tumbas más sofisticadas que las del heroon. Como afirma
tal como se desprende de los capitulos precedentes, su interpretaci6ncon1 e- Snodgrass, el heroon tiene que representar sin duda «la cima misma de la
va muchos probleniaa. Si bien es posible presentar un esbozo general de la pirámide social», aunque debe admitirse que hace una generación no se ha-
evolución histórica en el Egeo durante el Tercer Período Palacial, resulta bría creído posible la existencia de tal excelencia:
prácticamente impo1ible hacerlo para periodos posteriores. Ni siquiera se
tiene la certeza de que se hayan identificado todos los yacimientos más im-
portantes del Pospalacial y de la EHA, algo que sí se podría decir razonable- EL COLAPSO Y SUS SECUELAS
mente del Tercer Período Palacial. El registro arqueológico aún puede ocul-
tar grandes sorpresas, como indican, por ejemplo, los extraordinarios Insinuábamos en el capítulo 2 que el Colapso no tuvo por qué ser el resulta-
hallazgos de la necrópolis de Elateia. do inevitable del carácter de la sociedad palacial egea, ya que hay indicios
Atenas fue indudablemente un centro importante en la EHA, pero la an- plausibles de que el mundo egeo estaba experimentando dificultades econó-
tigua tendencia de muchos estudios generales a concentrarse en ella ha te- micas y, por ende, sociales en el siglo XIII. Si se acepta, como allí decíamos,
nido un efecto distorsionador aún no totalmente erradicado. La historia an- que el Colapso pudo ser sobre todo el resultado de una desintegración inter-
tigua de otros enclaves igualmente importantes del período arcaico, como na de la sociedad egea, probablemente espoleada por el deterioro de las con-
Esparta y Mileto, todavía es bastante oscura, y el rol de Creta, que las fuen- diciones en Próximo Oriente, entonces se puede interpretar que aquella so-
tes históricas griegas anteriores al periodo helenístico apenas mencionan, se ciedad ya no era capaz, o ya no estaba en situación, de hacer frente a un111
ha subvalorado .totalmente. En cambio, hay como mínimo un yacimiento de condiciones desfavorables.
considerable importancia a lo largo de casi todo el periodo y cuyo nombre Es preciso insistir en el carácter drástico del Colapso. Los dato• ar1¡11ool6
antiguo ni siquiera se puede identificar con certeza. Pero aunque L efkandi gicos que evidencian destrucción y desintegraci6n nos dice n que lo 1¡1111 01111
mantuvo fructíferos contactos con Próximo Oriente mucho antes que Ate- rrió fue mucho más catastr6fico que un mero declive de 108 pnlnd o8 o 1¡t11 111
nas, y seguramente por esa razón fue la más rica y preeminente d.e las dos simple obsolescencia de un sistema basado en el control pnl1111i11 l cli;l 0111111 r
durante bastante tiempo, seria un gran error sustituir simplemente Atenas cio (Sherratt, 2001). La idea de Rutter de que «el 1111111<10 "K"º h11<rb 011p1111r
por Lefkandi como eje principal de los estudios generales. De·muchas regio- bastante bien el colapso palacial de ca. 1200 n. .» (199~: 70) 1xpr1 !ill 111111 vl
~88 El.EGRO CONCLUSIONEs gag

si6n demasiado optimista. Porque~lo cierto ee que tuvo que ser 'una expe- posición de las familias dominantes, o de las personas con un estatus regio,
riencia enormemente traumitica para lu poblaciones egeas, en la medida era -mucho más frágil que la postulada para el Tercer Periodo Palacial. Esta
en que marc6 el fin de la eet.abilidad básica que habie caracterizado gran fragilidad se habría traducido en la búsqueda de símbolos de estatus que se
parte del Bronce reci1mte, un periodo besado en le continuidad de los asen- detecta en el periodo Pospalacial, entre otros, recurrir y r ememorar el pasa-
tamientos más allé de 101 r.ambioe en los centros y sistemas administrativos do, o dotarse de lo más nuevo y exótico, sobre todo si reflejaba conexiones
y de los vaivenes de la• oomunidndcs politices (Creta ya habla conocido con regiones remotas.
grandes trutorno1 con el colapso de la civilización minoica). Tras el Colapso Los efectos de aquella nueva inestabilidad seguramente fueron peores en
se instal6 la ine1tahilidad, que persistiría durante mucho tiempo, y no creo las regiones antaño controladas por las sociedades palaciale.s, pero fenóme-
exagerado decir que considero-le inestabilidad como una de las causas fun- nos similares se observan en todo el Egeo, salvo en Creta, donde el abando-
damentale1, 1i no la principal, de la depresión y atraso relativos de la «edad no de antiguas ciudades se equilibra con la fundación de muchas nuevas,
oscura». aunque ninguna demasiado grande. Esto demuestra el profundo efecto que
Ea muy po1ible que el Colapso estuviera ligado de algún modo a la cre- tuvo el Colapso. P ero se han de rechazar, por exageradas, las teorías que l o
ciente a¡itaci6n en Pr6ximo Oriente. Pero alli, pese al colapso o a la pérdida explican en términos de amenazas constantes y de saqueos de los grandes
de influencia de los grandes estados, la civilización urbana no se derrumbó. centros por parte de hordas armadas (como las reconstrucciones de Drews y
F.n cambio, aunque muchas partes del Egeo conocieron un cierto grado de Nowick:i), o de tribus invasoras que habrían asolado la Gr~cia continental Y
recuperaci6n tras el Colapso, como refleja sobre todo la red de asentamien- desalojado masivamente a las poblaciones refugiadas, o las que defienden el
to• que 1egulan implicados en sistemas de intercambio más allá del Egeo, las advenimjento de unas condiciones de sequía tan severas que habrían· provo-
sociedades palaciales y los sistemas de intercambio en los que habian parti- cado la despoblación de regiones enteras (véase Desborough, 1972: 331 con
cipado habian desaparecido. Puede que algunos centros trataran de restau- comentarios sobre la teoría de una prolongada sequía de Rhys Carpenter).
rar el viejo estilo, como se ha sugerido para el caso de Tirinto, pero no exis- En efecto, en algunas provincias continentales, sobre todo en la Grecia
ten indicios similares en regiones tan importantes como Mesenia, Beocia y central, y en mm:has islas, cuesta identificar señales de agitación grave, Y no
la Creta central, y la impresión general es que en todas parte la organización habría que subestimar el grado de recuperación de algunas regiones donde
social y politice volvió a formas más simples. se certifican grandes destrucciones, como en la Argólida. Pero la impresión
En las regiones dominantes esta organización no habría recuperado es- general es la de un daño irreparable de todo un modo de vida basado en pau-
tructuras sociales directamente heredadas del pasado. En el mejor de los ca- tas de conducta largamente establecidas. Esta impresión se refuerza cuando
sos, serian parecidas, por ejemplo, a los primeros principados micénicos, con se observa el progresivo abandono de muchos lugares de h abitación, no sólo
le importante diferencia de que la relativamente abundante evidencia fune- de granjas y pequeñas aldeas, sino de grandes centros antiguos. Cuando la
raria del período Pospalacial en gran parte del Egeo no indica que hubiera población parece tan dispuesta a abandonar sus raíces seculares significa que
una clase dominante claramente definida capaz de mostrar su preeminencia algo realmente grave está afectando a la mentalidad general.
mediante tumbas elaboradas y ricos ajuares funerarios. Salvo excepciones, Como decíamos en el capítulo 4, la evidencia arqueológica no permite
estos difuntos, provistos de bienes impresionantes, como espadas del Tipo II demostrar una dispersión de la población a través del paisaje hacia lugares
y otras armas, vasos metálicos, ricos objetos de joyería, sellos e ítems exóti- tan pequeños que normalmente escapan a la detección. D ecíamos que la
cos foráneos, y que podían distinguirse aún más mediante el rito de la inci- ausencia de tipos diagnósticos comunes dificulta la identificación de yaci-
neración, se depositaban junto a enterramientos mucho menos ostentosos y mientos de la EHA. Pero tras las intensas prospecciones realizadas en mu-
a menudo en las mismas tumbas. Puede que sea cierto que los enterramien- chas partes de Beocia y de Laconia debería haber algún indicio de la exis-
tos masculinos más importantes eran «príncipes guerreros» (Muhly, 2003: t encia de al menos algún villorio o alquería, pero hasta el momento no se ha
24-26), o incluso «héroes retornados» que habían permanecido algún tiem- detectado ninguno. Recordemos asimismo que los numerosos yacimientos de
po en Pr6ximo Oriente (Catling, 1995), pero escasean fuera de ciertas regio- Creta no son tan pequeños como para pasar desaper cibidos en una prospec-
nes, como Acaya, y el estatus que aparentemente representan no parece he- ción. Lo más probable es que la poblaci6n so conccntrnrn e n ciertos sitios,
r edado. Esto sugiere una jerarquía social mucho más próxima a la que se quizá también en determinadas region R, imnginnmos c¡uc con un hinter -
nsocia a épocas más tardías, cuando el estatus era algo mucho más fluido y la land despoblado y s6lo parcialme nte c:x plot1ulo. Tnrnbión parece indudable
290 ELEGEO CONCLUSIONES 291

un descenso de la población absoh1ta en el Egeo. Aunque ese descenso no empresa mucho m ás arriesgada que en épocas anteriores y, por lo tanto, ha-
fuera tán drástico como pretendían algunos estudios, de todos modos tuvo bría contribuido menos a la prosperidad general.
que ser sustancial, ya que únicamente en Creta se ha identificado un núme- Es difícil articular los procesos observables en términos cronológicos pr e- ·
ro realmente considerable de yacimientos. Es posible que a lo largo del pe- cisos, porque la evidencia ú til para establecer la cronología relativa de las
ríodo una parte de la población de las provincias continentales más afectada distintas partes del Egeo es muy escasa. A pesar de todo, es posible percibir
por el Colapso se desplazaia a Creta, y también a las Cícladas, a Chipre y lue- un declive general a lo largo de todo el período, y no .únicamente en la evi-
go a la costa de Anatolia. La evidencia de crecimiento y declive relativa- dencia d e contactos e inter cambios de ultramar sino también en la ocupa-
mente rápidos de algunos yacimientos apunta a una considerable movilidad cíón y en la explotación de la tierra. Algunos asentamientos de cierta i m-
de la población, movilidad que h abría contribuido indirectamente a provo- portancia que sobrevivieron hasta el período Pospalacial, como Korak:u y
car el declive en cifras absolutas. Midea, ya se habían abandonado al final de este periodo y permanecieron
Así que la inestabilidad parece ser la tónica del período Pospalacial. Esto, desocupados durante toda la EHA y m uchos hasta m ás tarde incluso. Otros
y otras evidencias, cuestionan la idea de Snodgrass ([1971], 2000: XXVI, cf. 1e convirtieron en sombras de sí mismos, como Micenas y Tirinto. La mejor
385) de un sustrato de continuidad «griego», que según este autor explicaría nxplioación de este continuo declive parece ser la constante movilidad de la
las semejanzas culturales que él identifica entre el HM y la EHA. Estos po- población. Una de las causas d e esa dispersión podría ser un aumento de las
sibles paralelos entre ambos períodos podrían reflejar la prevalencia de tipos incuniones armadas por tierra y por mar, y en esta actividad las comunida-
de sociedad similares, pero sería un error creer que representan un continuo de1 podlan ser agresores y victimas según el momento. Es improbable que
en el que se habría impuesto una estructura micénica esencialmente ajena. fuera un fenómeno lo suficientemente grave como para borrar del mapa
Algunos elementos micénicos de esta conexión que Snodgrass menciona, Hantamicntos enteros; por ejemplo en Koukounaries, en Paros, que tiene
como el uso de tumbas de cámara y las murallas «ciclópeas», no son rasgoa toda 111 apariencia de haber sido asaltado e incenciado por fuerzas enemigas,
exóticos sino elementos indígenas de la Grecia continental, aunque su ori hay evide ncia rle ocupación ininterrumpida en los alred edores. Pero la ame-
gen último fuera foráneo. Pero hay también una importante diferencia de naza con1t1111te de gentes armadas, quizá busc~do ganado y alimentos, y
carácter entre ambos períodos. Aunque empobrecido desde el punto de vilta dl1pue1ta1 Incluso a atacar la granja más pequei'ia, pudo empujar a-la pobla-
material, el periodo del HM da la impresión de estabilidad, ya que muchoa cl6n a r111¡rup11rse en asentamientos mayores que, si no completamente nu-
enclaves importantes, distribuidos de forma bastante uniforme por la Grecia ole1do1, al m e nos estuvieran compuestos de segmentos situados a poca dis-
continental, estuvieron ocupados durante gran parte o todo el periodo. El ea- \anola uno1 de otros capaces, por t anto, de ayudarse mutuamente en caso de
tudio de la cerámica también ha identificado evidencia de un importante criaia.
grado de intercambio en muchas regiones d e la ve rtiente egea. En cambio,
fuera de Creta hay muy pocos yacimientos pospalaciale1 y de la EHA identi
ficables, y la evidencia de intercambio, aunque muy real, 1e conce ntra e n un LA VUKLTA UK l .A RSTA BILIDAD
puñado de centros importantes. (Para otras crlticaa de eata teorla con eape
cial referencia a la popularidad d el enterramiento individual, véHe el capl Par11ce claro que en torno al período de transición del Pospalacial a la EHA
tulo 6, p. 219.) •e re1tablaoi6 all(t~n tipo de equilibrio, aunque en ningún yacimiento se ob-
Es importante recordar la continuidad de la evidencia d e vutos contao 1crva una lhu1a dlvi1orift cla ra entre estas fases. En Tirinto, Asine, Kalapodi,
tos ultramarinos en el período Pospalacial, y destacar los estilos decorativo• Mitrou y mucho• y1111iniicmtoM cretenses, especialmen te Kavousi, los edificios
elaborados y variados que aparecen en algunas de las m ejores piezas cerámi· que se puccl~n R101·i11r ni rnntcrial del PGA o su equivalente se encuentran
cas, que podría ser indicio, aunque no el más significativo, d e la relativa con- directamente cncirnu o lntimamcnte asociados a elementos anteriores. Se
fianza y prosperidad de las comunidades que las produjeron. P ero tampoco detecta todavla nlgún Jnovimicnto de población, a juzgar por la evidencia de
h abria que exagerar la importancia de estos fenómenos, ya que a finales d el fundación d e nuevos ascutomicntos, y más concretamente por la cerámica
Pospalacial ya habían desaparecido o casi en muchas partes del Egeo. Ade- PG descubierta en lugares de lo costa anat6lica y en las islas del Egeo orien -
más, sea cual sea el grado de evidencia de contactos y de r iqueza, parece ra- t al (véase Cook, 1975: 785-786; Lemos, 2002: 211-212 sintetiza la nueva e
zonable pensar que el comercio de larga distancia se había-convertido en una importante evidencia d e toda esta región), y por los hallazgos de Torone Y
292 ELEGEO CONCLUSIONES 293

Mende. Estos últimos parecen represe.ptar lugares de habitación vinculados la tradición del enterrii.miento múltiple en tumbas de cámara labradas en la
al sur que tuvieron que establecerse a principios de la EHA, si· no antes (Le- roca, y Kalapodi, un gran yacimiento ritual fundado en el período Pospala-
mos, 2002: 207). No están claros los motivos de ese movimiento continuo cial si no antes, seguía siendo un centro ritual importante. En Tesalia y en ..J
cuando en el continente y en las islas había espacio más que suficiente, pero Mesenia, en cierto modo regiones periféricas, también se siguieron constru-
es posible que quienes fundaron nuevos asentamientos buscaran, como los yendo y utilizando para enterramientos múltiples tumbas de piedra descen-
colonizadores posteriores, mejores oportunidades, lejos de las limitaciones dientes del tlwlos del Bronce. En Creta se aprecian indicios aún más claros de
í sociales de sus comunidades de origen. En lineas generales la impresión es la continuidad con el Bronce, visibles tanto en los usos funerarios como en la
de una vuelta a la estabilidad. A partir de ese momento, los asentamientos supervivencia de símbolos y prácticas rituales (algunas muy antiguas), de los
identificados que habian sobrevivido hasta entonces no se vuelven práctica- planos de las casas y los santuarios, e incluso de algunas formas cerámicas
m ente a abandonar, salvo en Creta, pero puede que la población cretense especiales, como la jarra de estribo. ' .
simplemente abandonara lugares remotos para instalarse en enclaves mejor En efecto, en Creta es posible identificar una auténtica cultura regional
b.. situados (Wallace, 2000: 91; cf. Watrous, 1980: 282-283 sobre Lasithi). con rasgos locales propios, aunque entre los distintos distritos cretenses no se
r Podria decirse que los primeros.años de la EHA fueron los de un «nuevo detecte ni una ruptura arqueológica ni grandes ·diferencias regionales que
comienzo». En muchos centros se crearon nuevas· necrópolis, como en Ate- puedan relacionarse con la supuesta intrusión de los «dorios» y con la divi-
nas, Lefk:andi y .Knossos, que seguirían en uso durante períodos muy prolon- sión de la isla entre distintas gentes mencionada en el famoso texto d e la
gados, si no continuamente, hasta la época histórica. Lo cual sugiere una :re- Odisea (19.175-177). En el norte del Egeo, en Thasos, en Macedonia y en ·
organización de los asentamientos, y de ello habría evidencia en Atenas, la Cálcide hay culturas «nativas» sólidaix:iente establecidas con sus propias
detectable, por ejemplo, en el desarrollo del Kerameikós como barrio de al- tradiciones individuales de artefactos, cerámicas, joyería y usos funerarios.
fareros. En este periodo se crearon asimismo nuevos santuarios en Olimpia e P ero en el re~to del Egeo la evidencia material de los yacimientos de la EHA
L Isthmia, seguramente para uso colectivo de varias comunidades. Morris de- presenta un alto grado de semejanza en cuanto al tipo de artefactos, de vi-
fiende la emergencia de un nuevo sistema ritual, «imponiendo orden en el vienda y de tumba preferidos, y también en los ritliales y bienes que se con-
.caos de la época submicénica», dominado o quizás incluso monopolizado por sideran más idóneos para enterrar a los muertos; incluso las diferencias ob-
una élite que se autorrepresentaba en sus enterramientos como interna- servables en los estilos locales de la cerámica fina son mínimas.
mente igualitaria, homogénea e introvertida, sin referencia alguna al pasa- La transición del Pospalacial a la EHA es un momento propicio para tra-
do ni al mundo exterior (1997: 542-543, y 1999, cap. 6). tar de saber cuántos rasgos del Bronce sobrevivieron, aparte de algunos ras-
Pero esta tesis plantea muchas dificultades, entre otras, el hecho de que gos básicos como la lengua griega y las prácticas agrícolas y artesanales más
presente la necrópolis del Kerameikós como típica. En ella parece haber, habituales.
efectivamente, unas reglas precisas sobre el modo de representar a una per- Mucha gente de las viejas generaciones, especialmente la del período
sona difunta en el ritual funerario, aunque existen variaciones: los enterra- Pospalacial, se habría reconocido en gran parte de la nueva cultura material.
mientos infantiles PG estarian prácticamente excluidos del Kerameikós, Uno de los cambios más llamativos habria sido el uso cr eciente del hierro
pero no del Ágora. Pero estas evidentes diferencias respecto a la práctica an- para fabricar armas, herramientas e ítems funcionales, como arreos para la
terior no son tan fáciles de identificar en los enterramientos PG de Lefk:an- caballería, y también objetos de joyería, sobre todo agujas y anillos. Pero este
di o de Argos. En términos generales, la ausencia de ítems relacionados con avance no supuso la introducción de tipos nuevos sino la continuación y ela-
el mundo exterior, sobre todo con Próximo Oriente, no es necesariamente un boración de tipos antiguos.
fenómeno nuevo, dado que en enterramientos anteriores es mucho más fre- Al parecer el carro sobrevivió (los caballos enterrados en el heroon de I,.ef-
cuente que su presencia. En cualquier caso, los objetos de hierro, hechos con kandi lo avalarían), así como las técnicas necesarias para fabricar todas las
una tecnología venida de fuera, podrlan interpretarse precisamente como piezas del carro, en especial las ruedas radiales, y entrenar a los caballos a ti-
una publicitación de esos vinculos. rar de ellos. Esta supervivencia puede parecer paradój.ica, ya que estas técni-
Varias provincias continentales hao deparado asimismo evidencia que cas tuvieron que ser muy especializadas y, por lo tan to, repres ntan una ex-
parece reflejar un notable grado de continuidad con el pasado. Aunque pre- cepción a la ausencia de datos sobre la sup rviv ncio d stas t écnicas basta la
domina el enterramiento individual, en la Fócide y en la Lócride continúa EHA. Pero no es fácil r ebatir .los orgumcntOR de Crouw 1 (1992: 29-30, 52-
CONCLUSIONES 295

54), y merece la pena recordar que el 't:arro ya había sobrevivido al colapso de res como Tandy ( 1997), pero lamentablemente él y otros trabajan con un
la civilización palacial para figurar de modo preeminente en la cerámica pin- modeló de «sociedad de la Edad Oscura» muy cuestionable. Para empezar, .
tada del período Pospalacial. Y lo mismo podría decirse de la supervivencia todavía no sabemos con certeza si las comunidades del Egeo estaban todas 1
de la galera de remos (Wedde, 1999; en una crátera PG de Dirmil hay una re- organizadas de la misma manera. En el capítulo 4 ya se ha puesto en tela de
presentación, que aquí no citamos - véase Lemos, 2002: 51 ), aunque es me- juicio la distinción que hace Whitley entre asentamientos estables y asenta-
nos sorprendente, dada la evidencia de continuidad, aunque a escala mucho mientos inestables, pero sí es perfectamente posible que hubiera distintas
más limitada, de la actividad marítima en el Egeo y entre el Egeo y Oriente clases de líderes, unos con una posición mucho menos segura -porque de-
Próximo, que sin duda no implicó solamente barcos no griegos. pendían de sus cualidades personales- que aquellos cuya .p osición se apoya-
Pero mientras que las galeras tenían múltiples usos prácticos, parece que ba en las sanciones de la tradición y en unos derechos.hereditarios. Y las di- :-1
los carros se utilizan ahora fundamentalmente en procesiones ceremoniales, ferencias en los usos funerarios entre diferentes comunidades, sobre todo
funerales y para las carreras; casi nunca aparecen en las escenas de guerra de entre la preferencia por los enterramientos individuales y la opción en favor
los vasos geométricos (Crouwel, 1992: 57). De acuerdo con la imagen que nos de las tumbas claramente construidas con vistas a su reutilización, indican
transmite la flíada, el carro sólo servía para desplazar guerreros hiperarmadoa que también el orden social de estas comunidades pudo ser diferente. Estas
a través del campo de batalla, especialmente en el lado griego (Crouwel, 1992: variaciones podrían estar detrás de las notables diferencias que se detectan
54-55). Pero su supuesta capacidad para moverse con facilidad y rapidez., para en la estructura social en el momento en que las comunidades griegas en_-
atacar o escapar en medio de lo que a veces se presenta como una densa melil, tran, por así decir, en la historia en la época arcaica.
es irreal, aunque el uso que hacen.los británicos de los carros que describe Ju· Es indudable que en todas partes tuvo que haber algún tipo de división
lio Cesar (De Bello Galli.co 4.33) podría ser un posible paralelo. entre gobernantes y gobernados. Es posible que algunas comunidades pe-
Como ya se ha mencionado, muchos asentamientos sobrevivieron a la queñ~s fueran del tipo que Fried define como igualitarias, es decir, sin «m e-
transición a la ERA, pero ¿hubo continuidad sólo en la ocupación o también dios para fijar o limitar el número de personas capaces de ejercer el poder»
en la tenencia de la tierra? Small (1998) dice que durante la transición el con (1967: 33). Pero d e acuerdo con 1a evidencia más bien escasa de los lugares ~ lj cJ
trol de la tierra permaneció en manos de los linajes, pero esta idea parece •u de habitación y del material algo más copioso de las necrópolis, lo más pro-
bestimar el grado de conmoción asociado al Colapso y al periodo Po1palaoial. bable es que, como regla general, cada comunidad contara con un cierto nú-
Tal vez fuera así en la Creta pospalacial, una vez establecido el nuevo pat.rón mero de familias prominentes, y que cada una de ellas tuviera su propio
de asentamiento y la pertinente reordenación de la propiedad de la tierra y de círculo de seguidores y subordinados. De alguna forma la estratificación so-
la estructura social, pero es mucho menos plausible en el E¡eo, donde parece cial que se supone para el Tercer Período Palacial, basada en una amplia cla-
abandonarse gran parte de la tierra, aunque tal vez. algunaa familiu o linaj111 se de personas dependientes o subordinadas, podría haberse mantenido has-
conservaron sus posesiones en algunos de los principale1 a1entamient.01. ta el período Pospalacial. Según el modelo de Morris analizado en el capitulo
í En general, imagino que un habitante de un aaentamiento del Bronce 2, la clase subordinada estaría formada por los kakoi, sin derecho a los ritos
que se viera transportado mágicamente a uno de la EHA no •e habrla 1enti funerarios formales que se percibeñ-fá.ci!!:nente en el registro arqueológico y
do completamente fuera de lugar. Pero habrla visto pocos 1igno1 dn pro1pn que se reservaban para los agathoi. Estos ~rían dividido a su vez entre
ridad, y si hubiera podido interrogar a la gente de la EllA, habria advertido una «aristocracia» y el resto, que podía incluir también familiares pobres y
que el orden social era bastante distinto del de su época, y que las comuni arrendatarios libres de la élite. Esta división en el seno de los agathoi·se ve-
L dades no hundían necesariamente sus raíces en el pasado. ría reflejada en la Odisea, entre las familias que producían los basileis y cor-
tejan a Penélope, y aquellos otros «ciudadanos» de Ítaca que asisten a la
asamblea pero a los que se presenta básicamente como espectadores de la ac-
EL MUNDO DE LA EDAD DEL HIERRO ANTIGUO ción. Es muy probable que en la ERA existieran diferencias de este tipo,· ya 1
que en la sociedad griega arcaica parece darse una distinción parecida entre
La forma que adoptaron las estructuras sociales es una cuestión de vital im- «aristócratas», «ciudadanos» libres y una clase subordinada cuyos miembros
o portancia, ya que tuvo que tener enormes consecuencias para la organización no eran realmente libres, aunque, a diferencia de los esclavos, podian formar
L económica y la movilización de recursos en la ERA. Lo han percibido auto- sus propias comunidades. d
296 ELEGEO CONCLUSIONES 297

Es muy posible que en este tipo de-comunidades algunos individuos, de- él había sido la base de la organización política anterior, es decir, una oligar-
bido a sus logros personales y a su carisma, alcanzaran una posición pareci- quía relativamente laxa, encaja mucho mejor con toda la evidencia disponi-
da a la de un rey. Pero si hemos de juzgar por la evidencia de la necrópolis de ble que la idea de unos reyes o jefes únicos, y de ello se detectan indicios en
Toumba, este máximo rango normalmente duraba lo que la vida del propio los textos literarios y otros escritos relativos al periodo arcaico antiguo, entre
.')
personaje: la necrópolis contiene todo un elenco de enterramientos fechados otros los primeros poemas, fragmentos de códigos de leyes y tradiciones
entre mediados del siglo X y mediados del siglo IX cuyos ajaares funerarios como las que se consagran en laAthenaionPoliteia (La Constitución de Ate-
van desde muy ricos hasta muy pobres, lo que sugiere que los que parecen nas) en su día atribuida a Aristóteles.
asociarse deliberadamente al heroon correspondían seguramente a un clan Desde el punto de vista arqueológico, también armonizaría mejor con la
l.. y no a una dinastía de «jefes» sucesivos. Quizás en algunas ocasiones la posi- evidencia, ya que con la sola excepción del heroon de Lefkandi, no se han
ción se·heredaba y se establecia una especie de dinastía, lo que podría expli- hallado elementos·que se puedan asociar a una figura monárquica. A falta de
car la familiaridad que muestran los poemas homéricos hacia la idea de un excavaciones mucho más extensas, es preferible no relacionar de antemano
monarca. Pero la posible :relación entre estos «reyes» y los caudillos de los la prese~cia de grandes estructuras como las Unidades IV-1 y IV-5 de Ni-
principados del Bronce no deja de ser mera especulación. choria con la singular vivienda «del dirigente» de la comunidad. Los ente-
En esta cuestión contamos con una teoría perfectamente establecida en rramientos, la fuente de la información relativamente abundante que posee-
muchos análisis de la sociedad de la ERA, la teoría sobre el origen del basi- mos, sugieren más bien la existencia de una élite en la que no parece
leus, un vocablo que se utiliza en la Grecia clásica para denotar lo que noso- distinguirse ningún personaje sobresaliente, como seria lo lógico si se trata~
tros llamaríamos rey, pero en Homero y en Hesíodo, nuestras fuentes litera- ra de un rey. En distintas necrópolis, o en distintas tumbas de la misma ne-
o
rias más antiguas, se aplica a una clase-élite que incluye, pero no se limita, a crópolis, se pueden encontrar ricos enterramientos contemporáneos con un
í dirigentes de tipo monárquico. La teoría viene a decir, en esencia, que cuan- estatus aparentemente similar, a juzgar por sÚs ajuares funerarios y otros
do se vinieron abajo las grandes comunidades políticas surgieron figuras an- elementos funerarios; lo vemos en Atenas, en Lefkandi, en Knossos e inclu-
tes subordinadas de la sociedad micénica, en su mayoría líderes locales, que so en Argos, cuyas tradiciones sobre la existencia de un basileus tienen más
· se convirtieron en dirigentes efectivos de su comunidad (cf. Bennet, 1997: base que en la mayoría de centros.
5~H-522; pero no todos están convencidos de que el pa2-si-re-u de los textos No sabemos si las comunidades se asociaban en agrupaciones mayores,
del Lineal B ostentara este tipo de posición). Estos son los personajes que se- porque por ahora la sola evi.dencia arqueológica no permite dar una res-
gún Mazarakis Ainian controlaban la religión pública y utilizaban sus pro- puesta. El que en época posterior algunas comunidades reconocieran super-
L pias casas para administrar los ritos (1997: cap. V), y que algunos autores asi- tenencia a un ethnos, como por ejemplo, los jonios, los beocios, los focenses y
milan a los «reyes» que Tucídides identifica como gobernantes con derechos los arcadios, tal vez con un centro de culto común, o que al menos formaran
y privilegios establecidos en el pasado (I.13). una anfictionía o confederación con un centro de culto así, no es algo que de-
En la época histórica había reyes en Esparta, y también en Macedonia y rive necesariamente de aquellos tiempos todavía prehistóricos. Hay amplia
Épiro, al norte. Se cree que la monarquía de Esparta se estableció en la épo- evidencia de que aquellas agrupaciones o confederaciones se desarrollaron y
ca de la «invasión doria», y se heredaba como suelen hacerlo los monarcas manipularon mucho más tarde, en la época arcaica o incluso en la época clá-
convencionales, pero Esparta presentaba la singularidad de tener una mo- sica (como propone Hall, 1997). El uso de un estilo cerámico común por par- J
narquía dual. Las tradiciones que aportan algo más de detalle apuntan a la te de extensas regiones no es necesariamente relevante para la organización
existencia de figuras «monárquicas» en el resto del Peloponeso al filo de la política, sobre todo porque una inspección más minuciosa suele detectar im-
época histórica. Pero como demostraba Drews en su análisis crítico (1983: portantes variaciones estilísticas locales. Pero la idea de Morgan de que
cap. II), las tradiciones relativas a los reyes de la era «posheroica">> son muy Olimpia, Isthmia y Kalapodi se convirtieron en centros de culto comunes de
escasas, y suelen referirse exclusivamente al supuesto fundador de una polis las comunidades de alrededor parece razonable, aunque cnhe r ecorrlar que
y a su hijo, y muchas referencias encajan m ejor con la idea de basileus utili- las comunidades usuarias de Olimpia y de Isthmin p rm1111oc:ioro11 pollticn-
zada en Homero y Hesíodo. La teoría de Drews de que los basileis de tipo mente separadas y ni siquiera compartían el nornbr del etltnos. Lo rnós pro-
monárquico sólo se establecieron como efectivos jefes de e~tado al final de la bable es que las comunidades mayorcH form11r1111 c11tid11llos politicns inde-
r ERA plantea problemas que no son relevantes aquí. En cambio, lo que según pendien tes, aunque las mós gr1111<lcH pwlirro n t ·11cr v{1stngos colat •ra les y .J
298 ELEGEO CONCLUSIONES 299

comunidades satélite, y que este patró:o fuera una contribución fundamental menos en los momentos más deprimidos, tuvo que continuar o r~anudarse
de la EHA a la Grecia posterior, sustituyendo a los principados del Tercer alguna .forma de intercambio, por débil que fuera, capaz de vincular el Egeo
L Período Palacial, en general mucho mayores. con el mundo exterior. Además, no todas las comunidades _tenían acceso al
r La referencia a los centros de culto introduce la cuestión de si es posible hierro, de modo que tenían que adquirirlo. En algunos casos puede que los 1
detectar evidencia sobre la religión pública de las comunidades, y la res- metales no se obtuvieran directamente a través de mercaderes locales o fo- c:O

puesta es lamentablemente «muy poca», salvo en Creta, donde hast~ el siglo ráneos, sino del intercambio con otras comunidades, ya que algunas (por ej.,
J
XI, e incluso el siglo X, se siguieron utilizando edificios, objetos y símbolos Lefkandi) tenían más contactos con el mundo exterior que otras. Sobre los
religiosos que parecen derivar directamente de las tradiciones del Bronce re- contactos intercomunidades, a la evidencia que proporciona la distribución
L- .
ciente, y también algunos lugares rituales del Bronce reciente. En Olimpia, ele los metales y de la tecnología del hierro, se añade la de la extensión de los
Isthmia y Kalapodi la evidencia sugiere la celebración de banquetes rituali- ll8tilos cerámicos, particularmente el PG ateniense, que se imitó en las re-
zados, seguramente después del sacrificio, de una manera que podría refle- giones vecinas de la Grecia continental (noreste del Peloponeso, Beocia, Eu-
jar una tradición heredada, o desarrollada, de lo que ahora se ha identificado hon) y hoste en la Jonia central a través del Egeo.
en algunos yacimientos micénicos (capítulo 8, p. 266), pero sería impruden- 'lbdo1 estos elementos prueban la existencia de un grado de contacto ma-
i te añadir algo más cuando la evidencia es tan escasa. Es posible que los diri- yor d1il que indican las for:\llas de las importaciones foráneas claramente
gentes de la comunidad organizaran y presidieran los ritos en nombre de Ja ldnntificnbles, ya sean vasos u otros ítems. Estas pautas inferidas de contac-
comunidad, pero es muy improbable que los monopolizaran y organizaran t.o• pudieron ser la vía de difusión de rasgos intangibles como creencias;
l. en sus propias casas. pr•c•til'ltl religiosas y la celebración de determinadas fiestas que dieron nom-
Es de suponer, en principio, que la economía de las comunidades se ba16 brn a 101 m~•oR¡ algunos eran lo suficientemente singulares como para ca-
en un sistema agrario mixto, pero no es posible ir más allá. Como declamoa ra1•tnrlzar a mb tarde grupos enteros, como los jonios y los dorios. Pero, pese
en el capítulo 4, nada avala la hipótesis básica de la interpretación de Tandy 1 qun a vncn111n dn por hecho, no se puede demostrar que esos nombres co-
sobre la economía del final de la EHA (1997: 101-111, cf. 89), importada de mune1 dn mn1n1 y fi estas reflejen un.as unidades originales con profundas
· modelos de jefatura antropológicos, según la cual las personas o fami1iu do ralottl hl1t6rira1 nn el pasado remoto visto desde la época arcaica. Cuando en
minantes controlaban unas redes de redistribución basadas en la ob1igación lle1lodo (l,r11 trabajos y los dlas 505) encontramos el nombre de mes ate-
social que sentían sus seguidores y subordinados de enviarles ganado y pro nlenH J.cmalon, formado a la manera típicamente «jónica», aunque no apa-
duetos, y en la obligación q~e sentían las familias dominante• de redl1tribuir HIDI n nln1una fuente posterior relacionada con los calendarios de las co-
L
esos bienes. Es muy posible que esas preeminente• familiaa tuvieran impor· munldad111 baociu, es mejor no basarse en este tipo de premisas, porque no
tantes recursos procedentes de 1u1 propia. tierraa, y que contaran con mh d l•n qu la manipulación activa de estos rasgos en la época histórica ex-
tierra de la que podían trabajar junto con 1u1 1uordinado1 m•• alle1ado1, a1I pr•H 11r1111rwia1 sobre el pasado de una comunidad y sus vínculos con otras
que es posible que la arrendaran. Y en virtud de 1u 111tatu1, habrlan podido oomunldadn1.
incluso vindicar la «posesión» de gran parte de la tierra y, en con1ecu11ncla, ltn rn111mnn, poco se puede decir con seguridad sobre la estructura social
reclamar el pago de algún tipo de diezmo o impucato a quicnc1 la cultivaran. da la1 r.omunid11dc11 de la EIIA o sobre los vinculos sociales y políticos entre
Esto podía ocurrir sobre todo cuando, debido a un aumento de la poblar.ión, nllH, nn 11amhio algo 11 ae sabe sobre su economía y sus contactos con el ex-
se abrían al cultivo tierras que habían estado en barbecho (vén111 Gallant, tnrlor, n1pn1!lalrnn11tn 11ohrc el intercambio de bienes y materiales. En este
1982: 122-124, aunque su análisis plantea problemas). Pero todo esto a• pu 1n11tld11, r111111ta r11lovn11u ln estrecha r elación durante los siglos XI y X entre
r ramente especulativo. Lo único que se puede decir con certeza es que olgu ol grn1lo ''"''' poior111l de riquczn que se manifiesta en los ajuares funerarios y
o nas familias eran capaces de reunir suficientes excedentes para intercam- 111 nvi1l11111"i11 di c·u11t11ctu11 con Pr6icimo Oriente. Lefkandi es el ejemplo más
biarlos de alguna forma por bienes necesarios, como metales comunes u ohvio 111 11111 rrnxo, aunque K1101111os también ha deparado evidencia en ese
objetos de lujo como el oro o bienes exóticos de Próximo Oriente, todos ellos nii11mo 8l'11ticlo. Poro hny qu nrlmit,ir que esto se aplica sobre todo al sur del
L utilizables como símbolos de estatus y de prestigio. Egco, ya qiio las turnbns el · Elatein, Vergina y Thasos, siendo ricas en bron-
r Es preciso insistir en que la necesidad de metales por parte de una comu- ce y hierro, no contico n evidoncin de vínculos con Próximo Oriente.
nidad significaba que la autosuficiencia_era imposible, y que por lo tanto, al En el capítulo 7 h emos tratado de forma inclusiva la cuestión de si, en el
300 ELEGEo CONCLUSIONES 301

fructífero nexo entre Lefkandi y Próximo Oriente, los lideres fueron eubeos como lo había sido antes para los eubeos. Pero también es posible que las
o fenicios. Y deciamos que, según Coldstream, el motor principal pudo ser la. condiciones más estables del Egeo, y su consiguiente contribución al áeci-
necesidad de materias primas por parte de los griegos, pero la evidencia de miento y a la prosperidad de la población, propiciara los intercambios con
una «relación especial» entre Eubea (¿principalmente Lefkandi?) y Fenicia ·Próximo Oriente en general. Existen efectivamente muchos indicios de que
L (¿principalmente Tiro?) apuntarla en la dirección contraria. Los extraordi- los vínculos de intercambio de larga distancia jugaron un papel decisivo en
.J
narios honores de que fue objeto la pareja enterrada en el heroon de Lef- la recuperación del Egeo.
Es muy posible que el aumento de la población y .de la prosperidad im- -,
kandi podrían incluso sugerir que el «hóroe» fue instrumental en la forja de
esos lazos. La base del vinculo del lado d e L efkandi pudo ser su gran conoci- pulsara un mayor grado de organización en muchas comUJ+idades y el desa-
miento del norte del Egeo, sugerido por la distribución de ciertos tipos de ce- rrollo de una jerarquía más estable. Tumbas como las ricas incineraciones fe-
rámica (capitulo 7, pp. 247-248). Ese conocimiento habría permitido a los meninas de mediados del siglo IX de Atenas sugl.eren la presencia de una
eubeos adquirir en el norte materiales valiosos, entre otros metales, que lue- aristocracia definible, que empezaba progresivamente a proclamar su esta-
go pudieron transferir a los chipriotas y a los fenicios que acudían al Egeo y tus superior mediante ritos y ajuares funerarios más elaborados y con vasos
a Lefk:andi, o llevarlos personalmente a Próximo Oriente. Pero, como tantas pintados mayores. Pero no es fácil identificar fenómenos similares fuera de
otras veces, todo esto es muy especulativo. Atenas, no sólo por la escasez de evidencia -las necrópolis de Lefkandi dejan
En el siglo x, la cerámica PG ática se propagó por todo el Egeo, pero cabe de utilizarse en torno al año 825- sino también por su flagrante ausencia allí
preguntarse si se debió o no a una iniciativa ática. El hecho de que algunas donde se supone que debiera estar, como en las regiones dominante~ del Pe- ·
de las cerámicas PG áticas más finas procedan de las tumbas de Lefkandi po- loponeso. .
dría indicar que fueron adquiridas en Ática y distribuidas por barcos euboi- A finales del siglo IX los rasgos considerados típicos de la Edad Oscura ya
cos. Considerada en su conjunto, la evidencia sugiere que en el siglo X barcos habían desaparecido, y en el siglo VI1I se observan diversos fenómenos que
con base en Eubea y en Próximo Oriente aseguraban el intercambio dentro sugieren la emergencia de una conciencia «griega» común. La tendencia ob-
y fuera del Egeo, pero también sugiere que en este aspecto Eubea fue un servada en todas las regiones a producir cerámica firia con estilo y formas de-
caso excepcional. En términos generales, cuando en las comunidades egeas rivados -y a veces imitaciones casi idénticas- de una sola fuente, la cerámi-
aparece evidencia de contactos ultramarinos de esta época, lo más probable ca de Atenas, habla de un mundo mucho más cohesionado que antes, y su
es que reflejen sobre todo la visita de gentes de fuera, no la actividad de sus ausencia en la Macedonia interior podría indicar que esta región no se esta-
J
propios ciudadanos. Pero tratar de dilucidar si, como apunta Morris, el ethos ba convirtiendo en parte del mundo griego, algo que sí se detecta en otras co-
L dominante era o no introvertido y aislacionista ya es otra cuestión. La am- munidades costeras, como Torone. Pero mucho más relevantes son los rasgos .,
plia distribución de la PG ática y euboica podría apuntar en dirección opues- que se identifican en el ámbito de los ritos religiosos, como la extensa pro-
ta, y no hay que olvidar que nuestro conocimiento de muchas partes de la re- ducción y el uso de ofrendas votivas muy similares, especialmente las más
gión egea durante el siglo X es extremadamente fragmentaria. caras, los trípodes y estatuillas de bronce, y el seguimiento de un estilo par-
ticular de sacrificio, mientras se construían más santuarios para albergar la
imagen o el símbolo de la deidad y seguramente también las ofrendas más
J
Los INICIOS DE UN DESARROLLO SOSTENIDO valiosas (rasgos asimismo ausentes de la Macedonia interior). La capacidad
de algunos centros religiosos, especialmente Olimpia y Delfos, para atraer
El dominio de Lefkandi se prolongó durante el siglo IX, detectable en la in- ofrendas venidas de distintas partes de Grecia es otro signo de que el mundo
fluencia de la cerámica de estilo euboico en el norte del Egeo y de las Cicla- egeo estaba empezando a reconocer un interés común por ciertos centro~ re-
das, y en la presencia de una cantidad destacable en Chipre y Fenicia, lo que ligiosos.
1
hablaría de la persistencia de aqueUa «r elación especial» antes mencionada. Pero en términos de ritos funerarios aún persistían divergencias impor-
Pero otras regiones también empezaban a ocupar un lugar destacado. Ate- tantes entre las distintas regiones d e Grecia, y l as ricBs ofr ndos de las tum-
nas, sobre todo, comienza ahora a mostrar evidencia de valiosos contactos ex- bas del siglo vm de Argos y de Knossos demu st-ro11 que la opción de las éli-
ternos. Cabe preguntarse, de nuevo, si lo que atrajo a las gentes de Próximo t es de invertir en ofrendas religiosas en lngnr el • hacerlo en funerales
Oriente fue el (probable) control de Atenas de las minas de plata de Laurion, familiar es no fue e n absolnto univcrsnl. Lo que sngi erc que también pudie-
o ¡i
30g ELEGEO CONCLUSIONES 303

ron persistir importantes diferencias d.e estructura social entre las comuni- producción regular de excedentes, y sin ellos era imposible asegurar una
L dades. Tampoco los artefactos son siempre los mismos tipos, aunque en ge~ prosperidad duradera. La inestabilidad también habría tenido un efecto in-
J
neral todos pertenezcan a las mismas clases. Por ejemplo, en todas las regio- hibidor del intercambio de larga distancia con Oriente Próximo, auténtico
nes se producen agujas largas y fíbulas como principales items de joyeria motor de la gran prosperidad -de la Edad del Bronce reciente. Pero no es fá- .,
para el vestido, y en varios centros del continente (aunque no en Eubea) y en cil demostrar que la continuidad o reanudación de estos vínculos fue un es-
Creta aparecen tipos especiales de estatuillas, como el caballo, el varón er- timulo absolutamente esencial para salir de la «oscuridad». Porque la evi-
guido (originalmente un guerrero, normalmente un auriga) y la mujer ergui - donz i de estos vinculas se limita a unos pocos yacimientos de los siglos XI, x
y JX no sabemos cómo llegó a otros centros la prosperidad que en teoría re-
J
da, mientras que los trípodes parecen ser los ítems más elaborados y segura-
mente más valorados universalmente, lo que coincide con las refercnoiaa pro cntan, aunque, en el caso concreto de Atenas, es muy posible que su
homéricas. En las zonas más remotas de la región egea el repertorio ea máa pro1pcridad se basara en sus vínculos con Lefkandi.
lilnitado, los tipos son menos elaborados, y los metales preoio101 muy axcep Una gran parte se debió seguramente a un progreso interno sólido aun-
cionales, a .juzgar por lo que se ha conservado. Pero la prodi¡alidad t1n el u10 qu? r~oderado e n aquellas regiones qu;,icomo _apuntan algunos autores ..J
del metal habria asombrado a las poblaciones de caa1 mi1ma1 regionea de (D1okm1on, l 994a: !297), pe.recen tener una capacidad natural pata en con- -1

tan sólo unas pocas generaciones antes. dicione• rt1lativamcnte razonables, desarrollar sociedades sofisticadas y rela-
r Estos fenómenos demuestran que el periodo de e11ca11ez de recureos habla tivamente rica•. No conocemos el mecanismo exacto, pero seguramente tie-
o
L- tocado a su fin y que los estándares del artesanado egeo estaban mejorando ne que ver con la capacidad para producir un volumen suficiente de bienes
considerablemente. En realidad DO es muy relevante saber si las nuevas téc- pare el intercambio y/o el mercado, y si DO se controla una materia prima
nicas que se observan concretamente en la metalurgia del siglo vm se deben valiosa como los metales, la otra única fuente de riqueza posible son los pro-
a artesanos inmigrantes de Oriente Próximo o a artesanos nativos que de al- ductos de la tierra y cuanto se puede realizar con ellos. El desplazamiento de
gún modo las hablan aprendido, porque en uno y otro caso fueron artesanos la atención a diferentes regiones y difer entes pautas de interconexión a re-
«griegos» con base en el Egeo quienes las aplicaron, continuaron y mejora- sultas del colapso de las civilizaciones del Bronce pudo fomentar la libera-
. rqn. En efecto, a partir de ese momento las técnicas para trabajar el metal no ción de energías y tener efectos beneficiosos en última instancia. En este
dejan de mejorar, pese a que los hallazgos más notables presentan una distri- sentido nos parece relevante el comentario de Snodgrass sobre la im portan-
bución muy localizada, como los «escudos» de bronce y los soportes calados de cia de estudiar más y mejor los aspectos positivos de las opciones adoptadas
Creta y las diademas de oro de Atenas y Eretria. Llama la atención el hecho por la población egea ([1971], gooo: XXXII). Pero regiones que antes de la
de que muchos de los ítems más elaborados sean adornos personales y proce- EHA iban por delante, como Beocia y las zonas más fértiles del Peloponeso,
dan de tumbas de élite, lo que nos recuerda lo mucho que los intereses y de- parecen ahora rezagadas. Ello podría reflejar hasta qué punto" la nueva pros-
L seos de la élite debieron de contribuir a impulsar el desarrollo de esta zona. peridad se debió a las acciones y decisiones de algunos miembros particular-
Pero los ítems más elaborados en cuanto al tamaño y a la cantidad de metal mente audaces de las élites locales, originalmente chipriotas y fenicios más
incorporado, los trípodes y los soportes, se utilizaban casi exc1usivamente en que griegos, que aprovechando la ocasión más favorable establecieron con-
el ámbito ritual, y en este sentido representan el inicio de la tradición griega tactos de larga distancia, porque detrás de todos estos procesos que evidencia
de invertir en la religión pública, algo que también se detecta en la tenden- la arqueología siempre están las decisiones de los individuos. Creemos que
cia del siglo vm a construir edificios religiosos mayores o más monumentales. su éxito habría fomentado exploraciones más generales y, con el tiempo, le
apertura de conexiones más extensas. Normalmente la arqueología os inca-
paz de recuperar la historia a estos n iveles, aunque los ocupantes del horoon
COMENTARIOS FINALES de Lefkandi podrían pertenecer a esta clase de individuos, pero lo más pro-
bable es que detrás del sorprendente dominio de Lefkandi, por jcmplo, hu-
r ¿Es posible explicar por qué la «edad oscura» duró tanto tiempo? La dismi- biera algunas circunstancias especiales, como antes habla ocurrido con Mi-
nución de la población y la desestructuración de la organización social, re- cenas, ya que ni uno ni otro centro contaban con ventajas naturales visibles.
flejo probable de la inestabilidad fundamental a la que nos hemos referido a Respuestas de esta índole pueden parecer tr emendament ·spccu1ativas y
o lo largo de este libro, no eran precisamente las mejores condiciones para una anticuadas, pero quizá son las mejores disponibles.
304 ELEO&O CONCLUSIONES 305

Siguiendo a Snodgraaa, Cold1trti11q1 y Mnrrl•, •n poclrla todavla decir que siglo VIII y fases posteriores, en camb.io su papel en los asuntos de Gr ecia du-
el ritmo de desarrollo 1c empeió rnalmnntn ft 11m1ltir11r oo el siglo VIII. Pero rante la época arcaica y en la época clásica fue muy limitado.
Wbitley seguramente tiene ruón 0111U1dñ 11hi111 ti! restablecimiento de la es- Si consideramos la transición de la Edad del Bronce reciente a la Edad
tabilidad mucho antes, dado q11t1 ni proo<iao y11 11c detecta claramente en la del Hierro antiguo en su conjunto, da la impresión de que, pese a las men-
mayorla de las regione• a finale1 dnl 11iglo x, uunque más tarde se .pudieron cionadas continuidades que se constatan en la evidencia, lo que más destaca
fundar nuevos a1ant1111innto1. Pero e n 11111 época hay m enos evidencia que en son los cambios observados en los principales rasgos arqueológicos. Se podría
el siglo VIII de internonnxionn1 c ntrn las comunidades del Egeo, y aún menos hallar una analogía en la tradición contenida en los poemas homéricos. Aun-
entre el Egeo y e l m11nd<1 oxttirior. Cuundo sepamos más cosas quizá podre- que esta tradición tiene sus raíces últimas en el B~once reciente, segúra-
mos identificar 101 inicio• de un desarrollo realmente importante en una mente conoció tantas transformaciones que su forma definitiva es una mez-
vasta área del Kirao 11nt11a dol ai'lo 800, p ero con la evidencia actualmente dis- colanza final que conservaba muy poco del Bronce genuino. Además, es muy
ponible e1ta ni una t.11reo c11ai imposible. probable que a lo largo de la EHA las comunidades del Egeo ya empezaran

¿Ka poaible d etecta r ya en la ERA las grandes líneas de lo que seria la a crear nuevas identidades e instituciones sociales, y que lo siguieran ha-
Grecia arc1aica y clásica que nos es tan familiar? Es evidente que hay muchos ciendo en la época arcaica. En el curso de ese proceso se desarrollaron mu-
ele m e nto• que ion familiares. Por ejemplo, ya empezaban a ser frecuen tes chos de los elementos que nosotros consideramos típicamente griegos y que
Iaa práctica• religiosas y rituales que luego resultarían familiares para los no existían en el Bronce reciente. Puede decirse, pues, que la EHA conoció 1
L griego• de épocas posteriores. También hay buenas razones para creer que la avances detectables hacia lo que sería la Grecia posterior, pero aún estaban o
forrn11 concreta de duelo ritual femenino por los difuntos que aparece en re- por llegar muchos otros avances importantes. J
prese ntaciones iconográficas a partir d el siglo VIII hunde sus raíces en el Por último, m erece la pena r ecordar de nuevo el problema principal de la
Bronce reciente, y también es posible que determinado tipo de carrera de ca- interpretación de la ERA, la falta de información, una carencia que quizá
rros, seguramente r eservado para ocasiones rituales, como fiestas y funera· nunca se pueda colmar del todo. Confiamos en obtener más evidencia de r e- j

les, derivara del Bronce r eciente (Rystedt, 1999). A juzgar por los poemas giones que luego serían muy importantes en la época arcaica, como Laconia,
homéricos, en el siglo VIII ya empezaban a reconocerse en muchas regiones en la Grecia continental, o como las islas y las costas del Egeo oriental, pero
los dioses en cuyo honor se celebraban muchos ritos, y ya se habían consoli- es preciso admitir que en estas regiones y en general en toda Grecia tuvo que
dado los lugares de culto más famosos y prestigiosos. Pero la costumbre de haber más gente de la que la eviden cia y las prospecciones nos m uestran, al
dedicar a los dioses templos de culto hechos de piedra sólo se consolidó en m enos tanta como la de la época arcaica. Esto revela más que nada las limi- -,
unos pocos yacimientos en torno al año 700, y la escultura de la piedra sur- taciones de la evidencia arqueológica, nuestra única fuente de información
gió aún más tarde. La escritura alfabética, inicialmente incorporada sola- fiable sobre este período. Así que hay muchas posibilidades de que la EHA
mente para uso personal, y sobre todo para dedicar ofrendas religiosas, esta- egeo permanezca siempre tras un velo de misterio. 1
ba todavía en sus inicios, en opinión de la mayoría.
r El orden social habría sido durante mucho tiempo muy parecido a lo que
Re considera típico de la época arcaica, pero muchas cosas estaban aún por BIBLIOGRAFÍA
l. venir. En lugar de r eclinarse para comer como harían los varones de la élite
de la época ar caica, los h éroes homéricos se sentaban en sillas, y en lugar de Wbitley (2001: cap. 5) es un estudio reciente y valioso del período, con co-
pcscaclo, el manjar típico de la época clásica, por lo menos en Atenas y en mentarios útiles sobre la estructura social y su relación con el mundo homé-
otros grnnclos ciudades, ingerían carne asada o rustida (Murray, 1993: 81; rico (89-90, 97-98). .
David1011, 1997: cap. l). En efecto, todo el estilo simposio íntimamente aso- La cuestión del componente específicamente de la EHA de los poemas
ciado 11 111 élitti griogn refleja claras influencias de Próximo Oriente de fecha homéricos y su importancia se analiza con más detalle en D ickinsoo ( 1986),
r más tar1l1n (cupltulo 7, p. 238). Además, puede que el «centro de gravedad» Morris (1986) y Sherratt (1990); cf. asimismo Morris, I. (1997: 557-559), y
de Grecia no r·stuviern lloodc estarla más tarde, cuando ya dominaban los Van Wees (1992), con comentarios interesantes sobre la consistencia y grado
pod ros ele lo n !Jiu co11ti 11 ntol. La evidencia arqueológica de Creta de- de realismo de la visión homérica de la sociedad.
mucstrn .lo r.iquczn y 1 coN111 opol itisrno de sus comunidades durante todo el

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