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Ética aplicada
Abril de 2022
Versión 12
Los proyectos han estado presentes en la sociedad humana desde ya hace muchos
milenios. Ha habido diversas formas de gestión de proyectos que permitieron diseñar y
desarrollar grandes emprendimientos desde los albores de civilización. Muchos de esos
proyectos han generado resultados que han quedado plasmadas en enormes obras de
arquitectura e ingeniería. Solo basta recordar algunos hitos relevantes: en el año 2570
AC, la Gran Pirámide Guiza; en el año 208 AC, la Gran Muralla China y más
recientemente en el año 1915 DC el Canal de Panamá y así podríamos seguir
mencionando grandes proyectos. Los beneficios que han aportado ciertas formas de
organización y administración han sido reconocidos y sistematizados. La aplicación de
aproximaciones profesionales a proyectos ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.
Los cambios en las formas de administración y gestión se han ido replanteando,
acompasando los cambios en las exigencias endógenas y exógenas a los proyectos, que
han determinado procesos de adaptación gradual y también cambios drásticos.
Precisamente consideramos que las ultimas décadas hay mostrado señales de un cambio
de paradigma de la mano de contextos más frágiles y ansiosos en un mundo que opera
más interconectado, desarrollando procesos de globalización crecientes.
Las organizaciones han acudido insistentemente a los proyectos para desarrollar sus
cometidos, cada vez con mayores exigencias de resultados. Los desafíos que plantea el
inicio del siglo XXI, están replanteado las formas de administración de las
organizaciones. Los proyectos se están convirtiendo cada vez más en una herramienta
de primera línea para ayudar a conseguir objetivos cada vez más exigentes. “Un entorno
mundial caracterizado por la crisis en términos económicos, sociales y ambientales,
grandes necesidades por satisfacer, adelantos científicos y tecnológicos, mercados
abiertos y productos con ciclos de vida más cortos, obliga a las organizaciones a
implementar estrategias que les permitan mantenerse competitivas globalmente. Bajo
estas condiciones, la gestión de proyectos ofrece una serie de ventajas competitivas a las
organizaciones y juega un papel fundamental en el desarrollo de todos países. Buscando
tales beneficios, es evidente el crecimiento significativo en la adopción de disciplinas de
gestión de proyectos en diferentes sectores e industrias.” (Castro Silva, 2015: 45).
Hugo Fernando Castro Silva tomando múltiples referencias de estudios previos plantea
que los proyectos son considerados como uno de los principales medios a través de los
cuáles se puede cambiar el mundo. Sostiene que en la actualidad se acepta que la
práctica de la gestión de proyectos y la ejecución de proyectos es relevante para todos
los niveles de la sociedad, llegándose a afirmar que la sociedad civil se ha proyectizado.
Pero esta gestión de proyectos no otorga una “carta blanca” a los administradores para
habilitar cualquier abordaje para lograr los resultados programados. Aparecen, en forma
continua y creciente, ciertos desafíos vinculados con el deber ser, que ponen a la ética
en el centro de los debates en relación con las mejores prácticas para desarrollar los
proyectos.
¿Por qué ponemos a la ética como uno de los marcos de referencia de nuestras
consideraciones con los proyectos, junto con la complejidad y el conocimiento? Es que
consideramos que no sólo importa conseguir buenos resultados, sino que hay que tener
presente la forma en que los alcanzamos. “Si bien es cierto que la gestión de las
expectativas de los stakeholders del proyecto implica la implementación de tácticas
políticas, éstas no deben verse desde una óptica negativa enfocadas a la manipulación o
al engaño sino al contrario, sin más bien es necesario tener en mente que tales tácticas
deben enmarcarse en la ética y la moral, empleándose para procurar el apoyo y
beneficio de las personas, promover una comunicación trasparente y construir confianza
hacia las actividades y entregables del proyecto por parte de todas las partes interesadas
del proyecto.” (Castro Silva, 2015: 45).
En esta instancia queremos dar una visión más amplia de los desafíos éticos, en relación
con los ámbitos de aplicación de la ética. La ética también ha hecho importantes
contribuciones en relación con cuestiones descriptivas de ciertos valores y principios
orientadores. Concordamos que la ética puede aportar a entender aspectos que tienen
que ver teóricamente con lo que es bueno o malo, lo placentero y lo doloroso o lo
agradable y lo desagradable. La ética puede ayudar a explicar ciertas relaciones
funcionales y sus causas a nivel de las relaciones humanas individuales y colectivas. No
dudamos además que la teoría ética ha aportado para resolver problemas morales. Sobre
todo la ética puede ayudado a las personas a juzgar determinados actos humanos. La
ética como disciplina aplicada nos ha ayudado a realizar juicios de valor sobre
cuestiones controversiales. Se plantean desafíos vinculados con la obediencia y la
deferencia; el conocimiento o la ignorancia o la complejidad y la simplicidad, que son
un poco más “terrenales”. (Edel, 1968) Aparecen en todos estos procesos, ciertas
asunciones fácticas subyacentes, que es necesario dilucidar.
La ética está relacionada con ciertas reglas orientadoras generales respecto de las
decisiones de las personas. Un conjunto de reglas que buscan dar un sentido a esas
Según Hugo Fernando Castro Silva (2015: 46 ) “En general y de forma muy resumida,
la ética se puede apreciar desde cuatro perspectivas. La primera, trata de los valores y
de lo que es importante en la vida. La segunda, de las virtudes y los vicios de cómo las
personas eligen lo que es bueno para sus vidas. La tercera, de las reglas que determinan
una mala conducta y la cuarta perspectiva trata de la autonomía, de los derechos y de
las obligaciones.” Por nuestra parte, el enfoque de investigación que hemos adoptado
tiene que ver con la búsqueda de valores que operen como faros de referencia para las
formas de proceder por parte de los agentes decisores en las organizaciones y con la
determinación de algunas reglas que orienten a los agentes en la toma de las mejores
decisiones. El conjunto de valores y reglas asumen muchas formas de expresión.
Comenzaremos por una de ellas: los paradigmas.
Uno de los aspectos de partida que consideramos relevante son los paradigmas. Esto es
la forma en que nos paramos ante la realidad. Se trata de un conjunto valores y reglas
que en su conjunto, proporcionan modelos para analizar determinados problemas y
tratar de resolverlos. Incluso generan determinados patrones de éxito. Esos paradigmas
son como los vehículos todoterreno para avanzar en caminos arenosos o fangosos.
Mientras esos equipos nos ayudan a trasladarnos, pasan desapercibidos, pero cuando
nos dificultan avanzar, se transforman en un verdadero dolor de cabeza. Hay por cierto
caminos para los cuales un ajuste en el motor del todoterreno, nos saca del atolladero.
Eventualmente en caminos más abruptos podríamos llegar necesitar un todoterreno
nuevo. Eso constituiría un ajuste más o menos grande en el paradigma vigente. Pero si
el pantano por delante es demasiado para el mejor todoterreno, con los dos cambios
proyectados, seguiremos empantanados allí es cuando se comienza a cambiar un
paradigma por otro. Esto en nuestro ejemplo, podría requerir cambiar el todoterreno por
un helicóptero. No es un equipo mejor es algo nuevo. Diferente. Cambia la naturaleza
de los problemas y sus soluciones. En esta instancia de replanteo de paradigmas
cambiamos algunos valores y reglas, por otros diferentes. Por eso con tantos proyectos
empantanados, nos ocuparemos de sustituir los abordajes que podrían estar en
entredicho, saliendo a la búsqueda de nuevos enfoques para enfrentar los problemas.
En esta parte de la investigación, queremos dar una vuelta de tuerca adicional respecto
de la aplicación de la ética para ayudarnos a encarar problemas perversos y en general
situaciones dilemáticas. Ante tales desafíos derivados de la complejidad de los desafíos
potenciados por la Incertidumbre respecto del futuro, la artillería de problemas y
soluciones provenientes de nuestra experiencia pasada no parece ser aplicable. No es
aplicable por otra parte porque los desafíos dilemáticos, por la propia definición de sí
mismos no son “solucionables”. Los “problemas perversos” propios de los desafíos de
administrar sistemas complejos y situaciones caóticas Plantean conflictos sobre
prioridades de valores que no quedan nunca cerrados. Desde luego estos dilemas pueden
complicar las valoraciones de determinadas apreciaciones, relacionadas con las
decisiones de administración y de gestión. Por este lado, es que reivindicamos la
necesidad de manejar ciertas orientaciones éticas en el terreno de la administración,
trascendiendo a lo estrictamente normativo de cuño administrativista.1
Pero más allá de la abstracción con la que vayamos a analizar lo que las organizaciones
deberían hacer, considerando ciertos marcos normativos del deber ser, serán las
personas las que tomarán las decisiones. Serán los sujetos los que deberán asumir una
actuación, con las diversas valoraciones que correspondan, respecto de sus acciones.
Entre esas valoraciones estarán los aspectos éticos orientadores o condicionantes de su
conducta. Según Marcos Serer Figueroa (2013: 33) en Gestionando éticamente
proyectos: “Se trata de la persona individual, porque es ella la que inexorablemente
acaba por ser la protagonista principal de los actos que pueden, o no, ser reprobables.
De hecho, son sus manifestaciones, modeladas en buena parte por sus propias creencias,
inquietudes o expectativas, las que pueden llevar a actuar de una u otra forma a la
organización (sociedad, país, proyecto, empresa…) a la que pertenece y en la que
actúa.” Desde luego que: “la existencia, en las organizaciones, de actitudes, por la vía de
expresiones públicas, acerca de los planteamientos éticos de sus operaciones ayuda
evidentemente a un comportamiento explícitamente ético de las personas que integran
dichas organizaciones, pero no aseguran este comportamiento, ni mucho menos. En
algunos casos resulta incluso abiertamente contradictorio y, en la mayoría de ellos, un
objetivo teórico a cumplir.”
1
Ver como referencia los aportes de Soto Pineda y Cárdenas Marroquín del año 2007, sobre ética en las
organizaciones.
Ante todos los planteos que hemos desarrollado precedentemente: ¿Qué podemos decir
respecto de la necesidad de un abordaje ético de la gestión de proyectos? Por lo pronto
concordamos con Hugo Fernando Castro Silva (2015: 58) respecto de que “las
organizaciones de proyectos, deberían incluir claramente la ética y valores corporativos
dentro del sistema de gobernanza de la gestión de proyectos. Así mismo, adicionar
dentro de su Estructura Detallada de Riesgos una categoría desglosada de riesgos
éticos.” De la misma manera: “Los directores de proyectos deben ser líderes éticos, con
alto sentido de la moral, sus actuaciones deben reflejar las políticas de la organización y
enfocadas a provocar confianza entre su equipo de proyectos y con todos los grupos de
interés. El gerente de proyecto se convierte en un guardia de la fe en la disciplina en la
sociedad.” Pero estos desafíos no serán sencillos de abordar en la práctica cotidiana de
los proyectos, sometidos a enormes presiones para obtener los mejores resultados.
Todo paradigma cambia la visión del mundo. Debe tenerse presente que los paradigmas
condicionan la manera de ver la realidad desde una posición diferente de la que en el
momento prevalece y está asociada con el paradigma vigente. Fijan de alguna manera,
las coordenadas para situar las propuestas. “Los paradigmas constituyen un conjunto
compartido de suposiciones. El paradigma es la manera cómo percibimos el mundo;
agua para el pez.” Adam Smith, citado por Joel Barker (1996: 24). Esto es, un
contexto desde el que apreciar las demás cosas, de una manera que por supuesto no es
neutra. Está asociada explícita o implícitamente, con determinados valores o creencias
conscientemente percibidos. La sustitución un paradigma por otro altera la forma de
comprender el mundo material que nos rodea. Por ejemplo, la sustitución del paradigma
aristotélico por el paradigma mecanicista generó una forma muy distinta de percibir la
realidad. “Mientras el paradigma o programa aristotélico se orientaba hacia la búsqueda
de la sustancia, de la naturaleza verdadera de las cosas, el programa mecanicista se
orienta hacia la búsqueda del funcionamiento de la naturaleza. Esto significa un
rompimiento epistemológico, un salto cuántico en la concepción del mundo, un cambio
entre el “pensamiento sustancial” aristotélico y el “pensamiento funcional” que
caracteriza el paradigma mecanicista” (Ortiz, 1991: 9).
Muchas veces los cambios tienen que ver con cosas más terrenales, como por ejemplo la
seguridad en el trabajo y hasta la propia supervivencia. Eso dependerá de cada caso. En
términos más prácticos, William Bridges citado por David Osborne y Peter Plastrik
(1998: 329) utiliza “la analogía de la trapecista, que suelta un trapecio con la confianza
de que podrá agarrarse a otro. A menos que pueda ver claramente el otro trapecio, no
soltará el que tiene agarrado, ya que no puede permanecer mucho tiempo suspendida en
el aire.” Sin embargo, no siempre se pueden generar certezas a partir de la observación
de sincrónica los hechos para tomar las decisiones más apropiadas, como en el caso de
la referida trapecista. La realidad es tan cambiante como los esfuerzos humanos por
comprenderla y los paradigmas circunstancialmente dominantes. En ese proceso de
transformación de la realidad llega un momento en que un determinado paradigma
originalmente apropiado para interpretarla no contribuye a solucionar determinados
problemas. El desarrollo en los ciclos evolutivos normales hace posible que se puedan
aportar pequeños ajustes en el paradigma vigente. En caso contrario, se va a generar un
cambio radical. Particularmente ciertas tecnologías emergentes pueden impactar a
diverso nivel sobre el ciclo evolutivo de una sociedad en su conjunto, generando un
cambio radical en las “reglas de juego”.
Hay entonces períodos de estabilidad en los que los valores y las reglas prevalecientes
funcionan adecuadamente para solucionar los problemas existentes en la sociedad y
generar las condiciones para una existencia satisfactoria. Generalmente muchos cambios
operan en el interior de un ciclo normalizado que - en condiciones de estabilidad – de
desarrolla consistentemente y sin contratiempos, porque los paradigmas establecen
marcos razonables para las actividades de la sociedad y de esta manera, se buscan y
encuentran prácticas adecuadas para desarrollarlos, utilizando las tecnologías existentes
como soporte. Los sistemas cuando están estabilizados operan mediante procesos de
mejora y refinamientos en general sin provocar rupturas. Se generan de esta manera,
ajustes más o menos predecibles y continuos, para mejorar la eficiencia de cada sistema,
“mejora continua”. Eso es “hacer las cosas bien” en el mejor encuadre aceptado por las
circunstancias. Pero por cierto, este circuito virtuoso de influencias para mantener el
estatus vigente no siempre tiene un flujo continuo y predecible en el que las prácticas y
las tecnologías refuerzan necesariamente los paradigmas preexistentes y se sigue
haciendo lo mismo que se hacía antes.
Precisamente citando a Khun, David Osborn y Peter Plastrik (1998: 328), ponen el eje
de las oportunidades de transformación en las “anomalías” que son: “Los problemas que
el antiguo paradigma no puede resolver, los aspectos de la realidad que no puede
explicar, los hechos cuya veracidad no puede admitir. Cuando estas anomalías se
acumulan, las personas empiezan a perder fe en su antiguo paradigma. Algunas se
sienten tan incómodas que se dan por vencidas. Sin embargo, en un momento dado
alguien articula un nuevo paradigma y la gente decide dar el salto. Un salto no exento
de decisiones traumáticas y también de conflictos. Ante las evidencias planteadas por
esas “anomalías” se empiezan a generar, nuevas formas “revolucionarias” de encarar los
problemas todavía no resueltos. Es lo que David Jun (1971) en su análisis de la
estructura de las revoluciones científicas, denominó soluciones “ejemplares” que
comienzan a delinear nuevos patrones o modelos de resolución. De esta manera se
siembran semillas de nuevos cambios, algunas de las cuales seguramente germinarán y
darán paso a nuevas reglas de juego y patrones de funcionamiento, sustituyendo los
constructos legados que hasta muy poco antes, no se cuestionaban.
respecto de ciertos cambios programados, son sin duda interesantes pero no entran
dentro del foco de nuestra aproximación, en esta instancia. Además agregamos que un
cambio de paradigma puede desarrollarse sin la existencia de un proceso de cambio
voluntario, en una organización. Lo cierto es en todos los caos en que se genera
(voluntaria o involuntariamente) un cambio de paradigma en cualquier organización, las
transformaciones emergentes en definitiva, generan un replanteo de cuestiones como las
estructuras, los procesos y sobre todo, las conductas de los agentes.
Sin que sea sencillo predecir cuándo se generará una ruptura (a menos que sea
intencionalmente provocada), en determinado momento los sistemas de acción
existentes, no ofrecen respuestas adecuadas. Se comienzan a generar esas anomalías, no
siempre percibidas claramente al comienzo. Pero para que existan formas
revolucionarias sustentables que cuestionen los constructos legados, tienen que haber
revolucionarios que las sostengan. Estos procesos de replanteo paradigmáticos no
surgen de la nada. No se trata de ideas conceptuales que espontáneamente aparecen sin
ningún respaldo en la organización existente. Por diferentes vías, no siempre
predecibles, se generan determinados liderazgos que cuestionan el statu quo vigente
comenzando a crear nuevos constructos sociales que eventualmente desplazarán a los
pre-existentes. (Crozier y Friedberg, 1990: 307).
También importa como valor la idea de que potencialmente existen soluciones ideales
de referencia. Muchas veces la acumulación sistemática de nuevas soluciones
“ejemplares” que agregan valor a procesos o productos que utilizan procesos legados
desde hacía mucho tiempo, termina por derribar los viejos paradigmas que dominaban
la escena y logran generar otros nuevos que los sustituyen o complementan, que a su
vez, pueden crear nuevas formas de actividad. Por ejemplo, a partir del desarrollo de
Internet, se plantearon soluciones de elearning, teletrabajo y juegos electrónicos que
están cambiando la realidad preexistente sobre la enseñanza, el trabajo o el
esparcimiento, hacia fines del siglo XX. Específicamente, la aparición de un medio
global de comunicación e intercambio de información como Internet, asociada con la
posibilidad de realizar transacciones comerciales electrónicas, replanteó (tal vez deba
2
La aparición de la industria frigorífica uruguaya hacia fines del siglo XIX, asociada con la
conservación de la carne por enfriado, replanteó las posibilidades comerciales del Uruguay como país
exportador de alimentos para Europa. Este cambio desarticuló la vieja cadena de agentes (clientes,
proveedores y hasta competidores) que operaban en el contexto anterior (carne salada) y generó
oportunidades de cambio enormes. Aparecieron nuevos clientes en el extranjero y también nuevos
competidores. Incluso cambió el perfil de algunos proveedores locales, a los que se requirió más calidad
en los productos exportables.
decirse revitalizó) las posibilidades de Uruguay como país exportador. Este cambio
desarticuló la vieja cadena de agentes (clientes, proveedores y hasta competidores) que
operaban en el contexto real anterior y generó oportunidades de cambio para agentes
virtuales, operando en un contexto ampliado a escala global, donde la ubicación
geográfica de los agentes emisores o receptores no sea tan determinante.
Sin embargo, esos primeros pasos de replanteo casi siempre requieren todavía tiempos
de maduración y desarrollo, no siempre armoniosos. En los comienzos del cambio de
paradigma muchas veces carecemos de la tecnología o los implementos que nos
permitirán resolver eficientemente algunos problemas (Barker, 1996). Simplemente la
fuerza de los cuestionamientos opera como disparador de búsqueda de nuevas
concepciones que generen un desbloqueo. Así por ejemplo, la era de la información y el
conocimiento replantean viejos esquemas de la era industrial, sin que en todos los casos
quede claro qué permanece y qué se sustituye en cada contexto político, económico y
social específico. Ya hacia fines del siglo XX - retomando el caso de la irrupción de
Internet en los negocios, la educación y el entretenimiento - también se genera un
cambio paradigmático. Se están produciendo procesos de “desmaterialización” - de la
sociedad, de los que habla Tomás Maldonado (1994: 14), ante los cuales los agentes
deben aprender a manejar otros objetos, no todos presentes en el mundo material en que
fueron originalmente formados como personas y como trabajadores.
Barba Álvarez (2007: 12) sostiene que: “Todas estas características se han desarrollado
a partir de la década de los setenta a través de las nuevas propuestas de la
administración, entre las que destacan la calidad total, la cultura corporativa, la
reingeniería de procesos, el aprendizaje organizacional y las organizaciones
postmodernas. Con la revisión teórica de estas propuestas, se espera obtener como
resultado la explicación de los cambios paradigmáticos (a partir del análisis
comparativo entre los paradigmas clásicos y los nuevos) y así contribuir al estudio del
cambio organizacional en México.” Aportes conceptuales que, siendo de tipo general,
igualmente podrían capitalizarse también en el Uruguay. Según Barba Álvarez (2007:
12) - en la misma línea de Juan Castells (2004) - “Los cambios en los paradigmas de la
administración se dan en el marco de la sociedad mundial, misma que asiste a un
aumento explosivo de interconexiones, interacciones e interdependencias entre Estado y
sociedad. Los procesos que se desarrollan en el marco de la mundialización se expresan
en los espacios económicos, socioculturales y políticos, y es en este contexto en el que
han tenido lugar la tercera revolución industrial, la consolidación del proceso de
globalización y la formación de los bloques comerciales.”
Más allá de las conjeturas de cara al siglo XXI, lo cierto es que, en un determinado
momento algunas innovaciones, muchas veces asociadas con cambios productivos o
tecnológicos relevantes, abren ventanas de oportunidad para operar “en gran escala” y
“a costes prácticos” como planteaba Peter Senge (1992: 14). El desarrollo del
mejoramiento genético del ganado vacuno y ovino o el uso de Internet en los negocios
han sido dos ventanas de oportunidad significativas en los últimos años, para provocar
rupturas en los modelos exitosos precedentes. Según Barker, en el proceso de encontrar
la solución a nuevos problemas, cada paradigma descubrirá también en el futuro,
problemas que no puede resolver, y esos problemas insolutos proporcionarán el
elemento catalizador requerido para provocar a su vez, otro cambio paradigmático
(1996: 56) que alterará las condiciones de relación social, económica o cultural
preexistentes. Se repiten los ciclos de innovación y desarrollo, sobre bases diferentes
cada vez, reafirmando la idea de avances innovadores por procesos de ensayo y error, a
veces traumáticos.
Todo ello está comenzando a crear, con un dinamismo inusitado hasta fines del anterior
milenio, fuertes cambios en la forma de vida de los distintos agentes políticos, sociales
y económicos de la sociedad moderna que cada vez pueden permanecer menos al
margen de opciones para generar nuevos alimentos transgénicos, comercialmente más
A su vez, no solamente hay que tener presentes los cambios que generan determinados
procesos de innovación de punta relacionados con la genética o con Internet, por citar
dos ejemplos previamente mencionados. Este tipo de desarrollos, impulsados de manera
des-contextualizada, no constituye la única manera de ver las transformaciones
innovadoras en la sociedad moderna. También es importante considerar los procesos de
integración de esas innovaciones en cada comunidad para no generar desequilibrios en
la sociedad. Yuderquis Padillas Sánchez y Jesús René Pino Alonso (2006: 1) plantean
que “la gestión económica, como parte de la actividad humana en las localidades
requiere de la diversificación, como diversas son las actividades a través de las cuales
de desarrolla y realiza el hombre mismo. La polarización de los “desarrollos
territoriales” con frecuencia provoca deformaciones estructurales, manejando con
prioridad la asignación de recursos en una dirección y privando recursos en otros puntos
de la gestión económica en la sociedad, que genera condiciones para disparidades
espaciales en los niveles de desarrollo.”
no resueltos” que se saben ciertos pero que los modelos existentes no pueden explicar, y
que generan controversias en terrenos cuyo impacto político, social o económico no se
puede soslayar. Precisamente estas anomalías acumuladas, han llevado a que muchas
personas empiecen a perder la fe en la permanencia de un Estado benefactor que genera
soluciones por sus propios medios para los problemas como la producción, el empleo, la
salud o la educación.
¿Cómo podemos posicionarnos ante la realidad estudiada? Ante los desafíos propios de
cada investigación que emprendamos, es importante analizar y adoptar un marco de
referencia conceptual - incluso llegado el caso, sabiendo y aceptando sus limitaciones -
para interpretar los procesos de cambio que se están desarrollando en general en las
instituciones nacionales y particularmente las relacionadas con los casos de estudio
específico (Empresas públicas industriales y comerciales y sus colaterales). La teoría de
Kuhn - relacionada con los cambios paradigmáticos en la ciencia - aporta un soporte
conceptual para interpretar esos cambios en las organizaciones. Se procurará capitalizar
ese soporte conceptual en el marco de esta investigación, considerando tanto aspectos
macro como micro de los procesos de cambio innovadores en las organizaciones.
La definición planteada por Rubén lo Vuolo (2001: 14), es mucho más interesante, a los
efectos del enfoque que le daremos en este estudio. “Se trata de modelos interpretativos
que por un tiempo proveen soluciones prácticas a ciertos problemas, pero cuya
consistencia y autoridad responden fundamentalmente a convenciones y a una
comunidad de intereses.” Convenciones y comunidades, con sus respectivas cargas de
valores y creencias a cuestas. La importancia de los paradigmas - en tanto que nos
condicionan la manera de percibir la realidad - es entonces muy grande. Más cuando se
trata de generar cambios que generan rupturas que transforman la forma en que se
perciben los resultados y en definitiva, alteran los patrones de comportamiento de los
agentes. De allí la relevancia de la pregunta de Rigoberto Lanz: “¿Es posible “pensar sin
paradigmas”? ¿Es posible “vivir sin paradigmas”? Tal vez este tipo de interrogación
pueda parecer un tanto retórica pues la respuesta automática debería ser “No”. No, si se
entiende paradigma como lo quiere el amigo Edgar Morin: “Todo supuesto respecto de
la vida misma”. Si paradigmas son los supuestos con los cuales pensamos, hablamos y
nos comunicamos; si el lenguaje mismo ya es un supuesto, entonces, obviamente no se
puede ni vivir, ni pensar sin paradigmas.” (Lanz, 2005: 1).
Los paradigmas determinan hasta nuestros propios patrones de éxito. Los paradigmas
prevalecientes - considerados de manera genérica - son esencialmente un conjunto de
visiones específicas sobre la realidad que establecen ciertos límites ante una situación e
indican, cómo comportarse para tener éxito en el entorno de esos límites. Un éxito en
principio profesional que se mide por la capacidad para resolver determinados
problemas precisamente, en las situaciones enmarcadas en el paradigma, pero que se
extiende a otros ámbitos de actividad. Se crean entonces de manera muy fuerte y
arraigada - a veces incluso no explícitamente declarada - conjuntos de “resultados
esperados” para una formación profesional exitosa, un trabajo adecuado o hasta para el
empleo del tiempo libre, que de alguna manera reafirman los paradigmas prevalecientes
respecto a lo qué se hace y la forma que pueda ser hecho (transformado reglas de juego
familiares, laborales o de cualquier otro tipo). Es lo que los administradores de
proyectos están experimentando ante los entornos BANI.
¿Qué implican estos cambios cualitativos que estamos experimentando? Con saltos
cualitativos muy importantes y cercanos en el tiempo, cada vez es más relevante saber
cuándo puede aparecer un nuevo paradigma, porque se pueden generar procesos de
anticipación que permiten capitalizar mejor las nuevas oportunidades que se generan.
Vale más que nunca para anticiparse la pregunta planteada por Joel Barker: “¿En mi
especialidad o campo de experiencia, cuáles son los problemas que mis socios desean
solucionar y de los que no tenemos la menor idea de cómo hacerlo?” (1996: 58). Esos
problemas no resueltos harán cada vez más presión sobre nuestra visión de la realidad y
nuestras prácticas3. Una presión que actualmente estamos experimentando ante
proyectos que no alcanzan los resultados originalmente esperados.
En la línea del primer ejemplo, cada vez se generan procesos más extraños y
controversiales (fundamentalmente social y éticamente hablando) para manejar por
ejemplo la producción de alimentos o el tratamiento de determinadas enfermedades.
Desafíos que cuestionan lo que sabemos y la forma en que actuamos. De la mano del
segundo ejemplo, se reafirman durísimos procesos de “darwinismo digital” que
operaran de manera acelerada y muchas veces impredecible, dificultado las
posibilidades de supervivir “en la asesina economía de la Web” (Schwarz, 2000).No
menos traumáticos son los replanteos que se están vislumbrando, en la administración y
gestión de proyectos. Sin embargo, los paradigmas no deben ser considerados
especialmente como manifestaciones puntuales que operan exclusivamente en el nivel
de casos aislados.
En muchos casos son la punta de un iceberg que hay que saber apreciar en toda su
dimensión. También resultan paradigmáticas nuestras propias visiones de los sistemas
sociales y económicos generales (tanto a nivel macro, meso o micro), en la medida en
que parten de definiciones sobre los valores que convalidan o rechazan y generan
patrones de interpretación y de acción - controversiales - que pueden ser considerados a
3
El estudio prospectivo sistemático de determinados escenarios puede ofrecer ciertos indicios para
ordenar las ideas y desarrollar habilidades de anticipación para encarar posibles resoluciones de
determinados problemas, actuando como pioneros de paradigma. Es importante realizar prospectiva
tecnológica con una visión amplia de los compromisos hacia el futuro, dejando libre la inspiración y
utilizando preferentemente lo que Jorge Beinstein (1994: 204) llama “imaginación libre” o bien “intuición
orientadora”, pero sin olvidarse de los compromisos éticos.
su vez, exitosos o fracasados. En los países desarrollados se han sacudido hasta las
raíces los sistemas de innovación, a medida que la sociedad del conocimiento fue
ocupando lugares que antes eran dominados por la sociedad industrial. La gente que
administra el conocimiento muchas veces pasó a ocupar el lugar de la gente que maneja
el capital, sin tiempo para que los modelos de administración de negocios se adaptaran
ante tamaños desafíos. La brutal crisis de las “.com”, es un ejemplo de que el nuevo
paradigma de evaluación de la sustentabilidad de determinados proyectos estaba todavía
inmaduro.
Los valores tienen un significado mucho más preciso cuando hablamos de cuestiones
económicas. Pero desde luego que hay valores que no son materiales. Eduardo Soto
Pineda y José Antonio Cárdenas Marroquín (2007) consideran que el término valor
tiene una connotación de nivel de calidad de vida humana, con un matiz ético-moral,
como el conjunto de aquello que conforma la axiología (del griego axioma, que
originalmente es dignidad), que se ha considerado como el fundamento de lo que debe
ser el hombre. En esa línea de pensamiento sostienen que “la axiología se ocupa
justamente de aquello que por su alto valor y valer es susceptible de mantenerse y
enaltecerse, y se considera como el fundamento de algo que no necesita ser demostrado
por ser evidente y reconocido por todos. Por lo general, esto último no se acepta en la
actualidad, ya que es cada vez más predominante la concepción y los planteamientos
que asumen los valores como relativos.” (Soto Pineda y Cárdenas Marroquín, 2007: 8)
Los valores según los referidos autores, tienen características que hacen difícil su
valoración. Son de significados polivalentes y no fácilmente mesurables, además de
adoptar variaciones entre pares polares.
Según Novak (1982:. 109): “Los valores de la sociedad evolucionan a medida que lo
hacen los conceptos de la misma sociedad, como pone de manifiesto el interés mundial,
cada vez mayor, por el control de la natalidad y los valores, asociados con ese problema,
que se relacionan con la liberación de la mujer y el control de la población.” A su vez,
el estudio de valores se complica aún más, porque en general se fijan posiciones de
partida al respecto, porque los valores - analizados en el marco de las actividades
humanas - no son neutros. Y por lo tanto, el abordaje de la problemática de los valores
en el terreno de las mejores prácticas se encara a partir de fundamentos teóricos iniciales
muchas veces apriorísticos. Por ejemplo, ciertos valores muy importantes en el terreno
de la educación como, el ideal de desarrollo humano al que se debería apuntar en la
enseñanza o la necesidad de desarrollar un pensamiento socio crítico de la realidad,
condicionan en gran medida los objetivos, contenidos y prácticas de todo el sistema
educativo que contribuye a sostenerlo. Es un asunto de valores lo que lleva a que por
ejemplo, en occidente asumamos que es necesario jerarquizar aspectos materiales
relacionados con la ciencia, por encima de aspectos inmateriales afines con el desarrollo
artístico. Como si asumiéramos que social y culturalmente operaran en compartimentos
estancos sin interacción posible y conveniente entre ellos.
Cuando estamos a favor o en contra de algo, son nuestros propios valores los que nos
orientan, en ese tipo de definiciones. Lo que somos, es de alguna manera la
acumulación de nuestras opciones respecto de lo que consideramos relevante. Estamos a
favor o en contra de la pena de muerte. Estamos de acuerdo o rechazamos la
legalización de la venta de marihuana. Tomamos opciones favor o en contra de la pena
de muerte? ¿Llegamos sistemáticamente en hora a nuestras citas o nos retrasamos? Algo
similar ocurre respecto de nuestras preferencias. ¿Qué opciones políticas partidarias
tenemos a nivel nacional o provincial? ¿Nos sentimos más identificados con una visión
liberal o planificada de la economía? ¿Preferimos pescar o leer un libro lo domingos de
mañana? Disfrutamos más contemplando un cuadro o configurando una computadora.
Si supiéramos una cantidad suficiente de estas definiciones conoceríamos mucho mejor
a la persona que las toma. ¿Habrá otra forma más simple de estar bien informado? Una
alternativa posible para adquirir parte de ese conocimiento es saber cuáles son los
principales valores y creencias de esas personas. Más allá de los ejemplos, los valores
son en definitiva lo que nos identifica. Como contrapartida, nuestras indefiniciones o
nuestras indiferencias nos vuelven más borrosos.
Si algo es igualmente poderoso para orientar las acciones de los hombres, tanto si
existe o no existe en la realidad, son nuestras referencias para entender la realidad y
tomar decisiones. Si estamos convencidos de ello, entonces para poder entender esa
realidad que viven los agentes, seguramente además de la necesidad de conocer
ciertos hechos; hay que conocer prioridades respecto de determinados valores y
además ciertas heurísticas de acción - que estudiaremos en el siguiente punto -
considerando el entorno ampliado de cada emprendimiento, para poder describir e
interpretar la realidad social desde donde se construyeron determinados significados.
Lo que en realidad construye la identidad de las organizaciones no son
excesivamente las estructuras y los procesos, sino la gente haciendo uso de ellos. Eso
recuerda la referencia de Gombrich (1991: 14), respecto que los estudios se hacen
sobre lo que la gente hace a partir de sus particulares visiones del mundo sustentadas
en sus propios valores. Consecuentemente para entender ciertas aceptaciones o
rechazos en las decisiones de la vida laboral de los agentes, hay que profundizar en
los valores que los sustentan y de manera más instrumental, en las creencias que los
movilizan.
¿De qué forma podremos saber lo que las personas piensan y sienten, en términos de
lo que consideran más trascendente? Una posible respuesta es conociendo sus
valores. El tránsito de lo que cada uno prevé en el futuro a partir de lo predecible y lo
que considera posible hacer, está cargado de valores esenciales e instrumentales.
“Los desarrollos personales parten del orden preexistente que genera una “zona de lo
que es predecible”, a partir de la que se deben generar “espacios de posibilidad” en
donde conviven las amenazas de bloqueo y oportunidades de mejorar. El gran
desafío ante esta tarea es que la mayoría de las veces, el tránsito entre la “zona de lo
que es predecible” y el desarrollo de los “espacios de posibilidad” está lleno de
controversias que hay que saber y querer enfrentar. Precisamente por ello es por lo
que ya mencionamos que los proyectos en la vida de las personas no consisten en
aspectos racionales como las metas proyectadas y los medios materiales para
alcanzarlas. Además de lo racional está lo emocional. En especial aquello que nos
permite ser más flexibles en términos de opciones y sobre todo más proactivos en
términos de los deseos para hacer algo para mejorar nuestro futuro. (Goleman 1996)”
(Cita del libro Coaching en acción de Carlos Petrella del año 2016)
Consecuentemente, comprender estos aspectos axiológicos es una tarea
estrechamente relacionada con los valores de cada persona y de los grupos afines.
El que conoce los valores de una persona, puede comprenderla mejor. Incluso
llegado el caso, también podrá anticipar parte de sus acciones, con cierto nivel de
certeza. Sobre estas bases, el trabajo de investigación que realizamos ha puesto
especial atención en la necesidad de comprensión de la jerarquía de valores con que
se maneja cada persona. Obviamente eso podría generalizarse para un grupo de
personas o para el colectivo de una organización, con cierto cuidados adicionales
para interpretar bien algunas señales. Así es que podemos comprender algunas
constantes ambientales inherentes al proceso de desarrollo de las empresas públicas,
desde la óptica de los propios agentes involucrados actuando individual o
colectivamente en asuntos de gobierno o de gestión, o n cualquier otro asunto. Lo
que piensan los protagonistas, sigue siendo relevante para comprender el mundo que
las propias personas crean en el proceso de intercambio social. Esto opera generando
un significado construido socialmente en torno a cualquier actividad política,
económica o social operando más allá del accionar de los agentes directamente
involucrados. Cada persona o colectivo de personas genera sus propios significados a
partir de su interacción con la realidad con la que convive. Esos significados no
tienen por qué ser objetivos, pero séanlos o no, son igualmente poderosos, para
justificar sus acciones.
Los comportamientos de los referidos agentes no surgen de la nada. Son generados a
partir de formas de pensar y actuar que tienen su trayectoria previa. Pensando en ello,
sobre la base de lo que planteamos en términos de los valores, en el punto anterior;
podemos formular una pregunta que estimamos que es muy pertinente. ¿Cómo
podemos desentrañar lo que las personas deciden respecto de aspectos importantes
de su trabajo en términos de lo que cada uno considera más relevante? La respuesta
más simple y profunda es entender la estructura jerárquica de los valores que
fundamentan sus prioridades en la vida y las creencias que orientan sus decisiones y
sobre todo, sus acciones. Este será un aspecto que analizaremos seguidamente en este
punto. Por ello el tema de las creencias es igualmente relevante. Ahora bien: ¿qué
son las creencias? Pongamos un ejemplo. Si la vida es un valor fundamental. ¿Cuál
serían las creencias asociadas que orientarían hacia el respeto de ese valor? Una
creencia podría ser simplemente: no matarás. Pongamos otro ejemplo. Si la
propiedad privada es un valor de referencia, entonces “no robar” pasaría a ser una
creencia a que socialmente tenemos interiorizar y que procuramos defender. Si
valoramos el trabajo como un valor importante, entonces el cumplimiento en el
trabajo puede ser una creencia relevante. A partir de esos tres ejemplos, las creencias
son entonces aquellas formas de pensar que nos ayudan a transformar nuestros
valores de referencia en acciones consistentes, tanto en términos lógicos (que no
siempre son los más relevantes) o emocionalmente que sabemos que también
cuentan.
Si vamos a las definiciones formales, una creencia es un estado de conciencia en el
que una persona o un conjunto de personas, suponen verdadero el conocimiento o la
experiencia que tienen acerca de un suceso o de un objeto. Se trata de que existen
Reconocemos que una organización está definida, de alguna manera, por ciertas
estructuras y procesos relevantes. Estructuras y procesos constituyentes del
desarrollo de determinadas actividades sustantivas. Los proyectos como
organizaciones efímeras, también tienen sus estructuras y procesos característicos.
Pero son las personas interactuando las que, en definitiva, modelan el
funcionamiento de las organizaciones. Es modelado tiene que ver con ciertos
acuerdos sobre lo considerado relevante en términos de procesos y resultados. Nos
referimos a aquello que forma la esencia de una forma de ser y de actuar. En esa
esencia están presentes los valores y creencias compartidos por los agentes. También
ciertos modelos mentales. Pero desde luego que esa presencia no implica
necesariamente uniformidades. Nuestros estudios de casos nos han mostrado de las
organizaciones son heterogéneas en cuanto a valores y creencias y que incluso
existen distintos niveles (capas) que tienen diferentes valores o creencias incluso
algunos que son circunstancialmente muy distantes. Los modelos mentales son más
difíciles de descifrar. Pero hay un conjunto de valores, creencias y modelos mentales
que tienen efectos aglutinantes. Sobre todo aquellos que marcan el propósito de una
organización y las formas de actuar relevantes. Además incluyen aspectos
instrumentales relevantes como la forma de resolver circunstanciales controversias.
es una tarea harto difícil, que requiere importante dosis de liderazgo por parte de los
agentes que conducen determinados procesos transformadores. Pero esto no es el
foco de nuestro trabajo, así que simplemente planteamos el desafío pero no
exploraremos propuestas al respecto, que de todas manera sabemos que requerían
enfoques situacionales, que no siempre se pueden generalizar.
El gran desafío en el marco de esta investigación - para encarar sistemáticamente el
tema de los valores, las creencias, los modelos mentales o los paradigmas - reside en
la opción tomada respecto de considerar que los juicios que se plantean en
documentos de referencia o en entrevistas por parte de los actores considerados, van
a ser analizados tomando en consideración a la razón y también a las emociones
expuestas por cada referente. Sobre estas bases, los relevamientos que se generen en
el estudio de campo y la posterior interpretación de resultados no quedarán
exclusivamente en el terreno de las afirmaciones fácticas y se extenderán a las
percepciones y auto percepciones identificadas y consideradas en su más amplia
acepción. Por lo tanto, habrá que aceptar como consecuencia de estas decisiones
metodológicas, que muchas veces los hallazgos que se expongan tendrán
componentes subjetivos y posiblemente las controversias planteadas, permanecerán
abiertas. Lo que por cierto, no es considerado una debilidad del proyecto de
investigación.
En toda organización, los desafíos relevantes en los que entran en conflicto ciertos
valores y creencias forman parte de la agenda de los directivos, los gerentes y los
empleados. Tanto cuando analizamos la posición de la organización, consideramos
un nuevo producto o evaluamos un conflicto laboral, es necesario establecer
prioridades sobre determinados valores. Por ello es por lo que resulta tan importante
saber trabajar con valores y desarrollar juicios adecuados ante situaciones muchas
veces dilemáticas. Surge entonces la necesidad y la conveniencia de proponer un
enfoque axiológico de los procesos de continuidad y cambio en las organizaciones.
Se han tomado como referencia de partida aportes relacionados tanto con aspectos
axiológicos internos de las organizaciones, como relacionados con su entorno.
Hay otras vertientes desafiantes para generar procesos de administración y gestión
que son muy importantes. Nos referimos a ciertas estructuras de poder y
procedimientos que son consecuencia del marco normativo que regula cada
actividad. Al respecto sería importante analizar las relaciones entre los sistemas
legales y normativos y sus respectivas interacciones con los valores y creencias. La
cultura de alguna manera articula muchas de estas relaciones entre los agentes de una
manera que es difícil de comprender. Dando un paso más aparecen los
procedimientos de operación como acuerdos formales o informales que son los que
definen cómo se van a hacer las cosas. Pero todo esto requiere un estudio que en sí
mismo, trasciende al enfoque general que proponemos en esta instancia de
aproximación.
La economía analítica puede ofrecer respuestas respecto del comportamiento de los
agentes (Winch, 1975). Pero ese no es el abordaje propuesto. Se considera que un
enfoque fundamentalmente axiológico es una alternativa válida para la comprensión
de los procesos de transformación institucional que requieren la generación de
capacidades colectivas diferentes (Gore, 2003). De esta manera, se pueden
considerar opciones que abarquen aspectos más comprensivos para el mejor
entendimiento de los procesos de conservación y de cambio que trasciendan a los
aspectos tradicionales de la evaluación institucional, como por ejemplo las mejoras
4
Ver los aportes del libro Empresas que perduran de Jim Collins y Jerry Porras, que expone lo que hacen
ciertas compañías visionarias, cuando construyen ciertas capacidades especiales para poder perdurar en el
tiempo, a pesar de convivir con ámbitos VUCA.
buenos y correctos por sí mismos y por ninguna otra cosa, como por ejemplo: “la
beneficencia”. Esto puede servir de orientación en muchos casos cuando los entornos
cambiantes propios de realidades VUCA-TUNA-BANI, generen cierta
desorientación. Los valores potencian el desarrollo humano. Un punto clave es cómo
se produce la aproximación a los valores y las creencias en contexto y circunstancias
de desarrollo de una organización. Julio César Labaké (2007: 134) plantea una
propuesta orientadora. Todos los valores siguiendo al autor: “Son objeto de
descubrimiento, no de invención.” Consecuentemente: “los valores (encontrados y
aceptados) liberan al ser humano”. (Labaké, 2007: 135) Esta búsqueda es apasionante.
Hace unos años nos preguntamos si: ¿Habrá algún secreto oculto en las empresas que
sobreviven que permita diferenciarlas de aquellas que fracasan en términos de sus
valores y creencias fundamentales? Algunos autores sostienen que determinados
valores y creencias caracterizan a las empresas que perduran. James Collins y Jerry
Porras (1995) sostienen que las empresas que perduran mantienen un fuerte “control
ideológico” pero a la vez conservan “autonomía operacional”. Sobre estas bases esas
compañías que los autores llaman “visionarias”, preservan el núcleo (“ideología
central”) que las distingue y a la vez, estimulan el progreso. Ahora renovamos la
pregunta reorientado el tema de interés que ha cambiado un poco. La pregunta sería:
¿Habrá algún secreto oculto en los proyectos que logran resultados considerados
satisfactorios n que permita diferenciarlos de aquellos proyectos que fracasan?
Trascendiendo a la consideración de una taxonomía u otra - que hemos citado
simplemente como marco de referencia - importa definir con qué tipo de enfoque se
realiza el abordaje de la problemática de los valores y las creencias. En nuestro caso
un enfoque pensado para un mundo BANI con la idea de actuar éticamente ante los
riesgos emergentes de estos contextos. Ante los habíamos hecho para un mundo
VUCA, pero ahora el desafío es mucho mayor, por la ruptura que BANI implica con
los abordajes legados. Por nuestra parte, estamos además considerando de manera
preferente la problemática de los valores que sustentan a los proyectos como
organizaciones efímeras, con una visión sistémica, contemplando la integración de
dimensiones personales, grupales y organizacionales para establecer el marco de
referencia que luego servirá para encarar el estudio de un proyecto específico.
Muchos otros aspectos dependerán de condiciones endógenas o exógenas singulares.
Desde luego que no desconocemos la necesidad de contar con un marco general de
referencia están los “valores morales”, que exigen la realización de actos que son
buenos y correctos por sí mismos y por ninguna otra cosa. Estos valores generales
sobrevuelan (activamente) como los imperativos kantianos, cualquier modelo de
referencia axiológico que circunstancialmente debamos construir. Coincidimos que
estos valores básicos efectivamente pueden servir de orientación general en muchos
casos en los cuales queremos considerar ciertos efectos generales de nuestras
actuaciones. Específicamente reivindicamos el valor de la beneficencia como
referencia de partida y la búsqueda de la felicidad como bien personal y colectivo
sobre el que se construye una sociedad políticamente liberal y democrática. Pero
algunos de estos valores pueden ser puestos en cuestión en sociedades no liberales, ni
democráticas.
Pero nuestro enfoque axiológico orientador de la acción en torno de los riesgos no
apunta este tipo de aportes generales, que desde luego entendemos que cada sociedad
occidental debería considerar como marcos orientadores determinantes y sin grandes
condicionamientos sobre el deber ser de las actuaciones fundamentales en cada
5
Ver el aporte de Alan Lawton e Iliana Páez del año 2015, respecto de: Developing a
Framework for Ethical Leadership.
Desde luego que los desafíos siguen siendo muy difíciles de encarar. Recordemos
que Abraham Maslow (1991: 133) expone las dificultades que ha encontrado en el
abordaje sistemático del tema valores, considerando desde su definición conceptual
hasta su interpretación fáctica. “El término valores se define de muchos modos y
significa distintas cosas para distintas personas.” Y luego agrega: “De hecho, es tan
confuso semánticamente, que estoy convencido de que pronto renunciaremos a este
término comodín en favor de definiciones más precisas y operacionales a cada uno de
los significados ligados6.” No creo que se pueda renunciar a su abordaje, pero si
podemos definir un encuadre para encarar la investigación, que no apunte a los valores
en sí mismos, sino a la forma en que estos son articulados en un framework y un
modelo apropiado para desarrollar proyectos de cara al futuro.
Lo complejo y lo simple son dos polos entre los que debemos movernos buscando
respuestas. Aparece entonces inicialmente el desarrollo del par funcional
Complejidad y Simplicidad. Tenemos presente que administrar, como un desafío en
sí mismo, tiene sus complejidades. Los desafíos de administrar las organizaciones
(incluyendo entre ellas a organizaciones efímeras como los proyectos) pueden ser
vistos en su real complejidad cuando se comprende que las mismas no son sólo
estructuras y procesos, sino gente, con sus comportamientos individuales, grupales y
corporativos asociados. En definitiva, las organizaciones operan como ámbitos de
socialización, que no se pueden compartimentar y encapsular, sin aceptar grandes
simplificaciones en la realidad de cada sistema de interacciones humanas.
También surgen graduaciones de nuestro nivel de conocimiento de la realidad.
Concretamente lo conocido y lo desconocido operan como dos polos entre los que
debemos movernos buscando respuestas. Tenemos presente que administrar, plantea
desafíos sobre aprender y desaprender. Los desafíos de administrar las
organizaciones (incluyendo entre ellas a organizaciones efímeras como los
proyectos) pueden ser vistos como formas de poner a prueba nuestro entendimiento
de los comportamientos individuales, grupales y corporativos asociados con
realmente lo conocido, lo desconocido por incierto, lo que desconocemos que
desconocemos y además aquello que siendo conocido preferiríamos ignorar. Las
organizaciones operan como ámbitos de desconcierto sobre todo cuando muestran
como ciertas fuerzas fuera del control de los administradores, operan de manera
decisiva incidiendo sobre el futuro de los proyectos.
Aparecen otras cuestiones también relevantes como el par Innovación y Precaución.
Específicamente, las explosiones transformadoras generadas por innovaciones
rupturistas no ocurren de manera predecible. La interpretación económica
schumpeteriana pone en tela de juicio la teoría clásica del crecimiento armónico por
acumulación de capital y progreso tecnológico. Los cambios en las organizaciones en
general y en especial en los proyectos, ocurren de forma discontinua y brusca en la
6
Maslow plantea un conjunto de observaciones, hipótesis y cuestiones referentes a las distintas facetas de
la definición de valores. La aproximación de Maslow propone pasar del mundo de la semántica al de la
naturaleza, para clarificar las ideas. Sobre estas bases plantea alternativas para que las personas encaren
las decisiones más acertadas en situaciones dilemáticas. Y la sugerencia sería que: “el mejor modo que
una persona tiene de averiguar lo que debe hacer, es descubrir quién y por qué es, porque el camino hacia
decisiones éticas y de valor, hacia elecciones más acertadas, hacia lo que debe ser, pasa por “lo que es”,
por el descubrimiento de hechos, de la verdad, realidad y naturaleza de la propia persona.”
“El gestor se encuentra cada vez más inmerso en proyectos que concitan una
variedad múltiple de tecnologías y personas y de geografías diferentes de las que
habitualmente puede haber trabajado. Y en ese entorno su actuación profesional e
individual se torna más compleja por tener que asumir culturas diferentes,
metodologías diferentes y objetivos con medidas diferentes. Su identidad humana se
ve zarandeada por otras identidades de las que con dificultad puede formar parte
como grupo, lo que le impide ser arropado en circunstancias difíciles o simplemente
compartir mensajes en la medida en que podría estar acostumbrado. Este aislamiento
hace que la socialización de las inquietudes propias, los anhelos y las opiniones,
consensuen unas actitudes habituales dejando visibles percepciones de estereotipos y
prejuicios sobre terceros que generan propuestas que manifiestan diferencias con
esas otras personas con las que se debe gestionar un proyecto único en el que todos
deben interactuar. Esa visibilización de las diferencias puede provocar una
subjetivación de los valores que ha de practicar un gestor y, como consecuencia, una
probable lesión de la ética en sus relaciones con el resto de actores.” (Serer Figueroa,
2013: 38)
Además complicando las cosas, los trabajos en equipo generan derivaciones que
pueden ser contraproducentes. Las relaciones grupales generan coberturas grupales
(group thinking). “Cada uno de los equipos suele estar autoprotegido por un
corporativismo adivinable ya que, entre otras cosas, cada uno quiere conseguir unos
objetivos que en muchos casos son contrapuestos con los de otro equipo. Y ese es el
Las conductas generan efectos de muy diverso tipo. Las conductas que catalogamos
como éticas, no son la excepción. Particularmente las acciones no éticas pueden
operar generando efectos multiplicadores. Una conducta no ética es peor: “porque
actúa más rápidamente que el contagio de la ética y es más fácil de asumir cuando no
hay consecuencias penales para quien se manifiesta en ese sentido. La falta de ética
de una persona, continuadamente ejercida, puede repercutir negativamente en dos
frentes: a) contagiando a otras personas y b) transformándose en conductas de peor
calificación, como es el caso de la prevaricación o la corrupción.” Específicamente:
“el efecto mariposa aparece más visible: el no ético se transforma en un corrupto en
cuanto tiene la ocasión y el corrupto necesita corromper para serlo. Así, nos podemos
encontrar con organizaciones, proyectos, empresas, partidos políticos, familias,
países… en donde se ha empezado con faltas de ética de “baja intensidad”. (…) “y se
ha terminado por generar un cuerpo de doctrina que, siempre que la pretensión sea
conseguir objetivos que se consideran superiores, certifica la falta de ética como
norma habitual. Esta situación da paso a la posibilidad de que aparezcan, incluso,
conductas que en muchos casos devienen en delictivas.” (Serer Figueroa, 2013: 43)
Cada organización, además de una misión, una visión y un propósito adecuadamente
establecidos y conocidos debería tener un marco de trabajo del tipo paraguas para
orientar a sus integrantes en sus principales compromisos y responsabilidades, que
no sólo contemplen aspectos generales del quehacer de los directores y subalternos,
sino también específicos que orienten sobre qué hacer y no hacer. Los proyectos
tienen a su vez singularidades. Para atender esas singularidades, además de los
compromisos generales con la organización permanente, los administradores de
proyectos deberían generar un marco de referencia restringido del deber ser del
proyecto y también marcos específicos para la actuación de los diferentes equipos de
trabajo del proyecto. Pero nuestro trabajo de investigación no entrará en aspectos que
deberán desarrollarse con un enfoque situacional. Nos limitaremos a desarrollar
algunas recomendaciones generales que se expondrán como aportes hacia el final de
este trabajo.7
7
Los lectores interesados en los detalles de abordaje de los proyectos en términos éticos pueden consultar
la bibliografía de referencia y en especial la propuesta de Ivon Aponza Rijas y Leonardo Alfredo Realpe
Redbolledo del año 2015: Marco de referencia en la ética profesional aplicado a los valores y principios
del PMI para la adecuada ejecución de una gerencia de proyectos.
6 Bibliografía de referencia
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