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A LAS
CIENCIAS ESOTÉRICAS
Sergio Fritz
Primera Parte
(Alquimia, Simbolismo
Constructivo y Geografía Sagrada)
© Sergio Fritz Roa
© Por los textos, 2003. Y 2012 y ahora 2020 por la edición electrónica.
Ninguna parte del presente libro, sea un artículo, capítulo, página, párrafo, etc. puede
ser usada sin permiso escrito previo del autor.
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INTROITUS
A cada artículo hemos dado una pequeña nota que ayuda a situar el
contexto histórico y editorial en que se desarrolla el material literario, como
además a presentar ciertas ideas que nos han parecido de especial utilidad
para desentrañar un determinado aspecto del escrito que prologa.
EL AUTOR
Santiago de Chile, Octubre de 2002
Alquimia
NOTA SOBRE
"CRITERIOS ORIENTADORES ALQUÍMICOS"
Este pequeño trabajo fue escrito el año 2001, y sirvió como apunte para una pequeña
disertación sobre Alquimia Cristiana por mí expuesta, y que se realizó ante un número
calificado de amistades.
Creo que pese a su extensión poco notable, el presente estudio permite adentrarse en
esta Ciencia, cuya revelación no nos es dada mientras no logremos ciertas cualidades.
Entre ellas: Fe, Humildad, Estudio y Práctica.
CRITERIOS ORIENTADORES ALQUÍMICOS
2.- Alquimista es quien sigue los preceptos del Padre, descubriendo en la Biblia y los
demás textos sacros, en los Tratados de los Sabios, y en la continua observación de la
Naturaleza, refugiándose en la Shakti, la Virgen portadora de bienaventuranzas para los
que adoran su pureza inmaculada.
3.- Las herramientas del Artista son: la Intuición, el Estudio, la Oración y el Laboratorio.
4.- El Sabio emplea metales vivos, no muertos, a los cuales les extrae el espíritu, es
decir su maravillosa virtud.
5.- La Obra está basada en la Trinidad. Así son tres los momentos claves en que se
divide la creación de la Piedra, y que se indican por tres colores sucesivos: rojo, blanco y
rojo. Tres también son las materias empleadas en su ardua confección: Sal, Azufre y
Mercurio. Tal concordancia con las enseñanzas cristianas no es casual, y guarda plena
armonía con el misterio trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Para los Alquimistas el proceso genésico no ha finalizado. He allí un gran Misterio de
Dios. La evolución de la materia (alma corporeizada) hacia el periodo de Rubificación
es el desenlace necesario de toda labor hermética.
Aquí reside ese Secreto de los Secretos tan cuidado por los Sabios de todos los
tiempos. Pues quien comprende y hace carne la Verdad anterior, posee las Llaves del
Reino (*1)
*
Es conveniente indicar que aun en este sombrío eón, muchos son quienes hablan del
Oro de los Filósofos... Pero, ¿quién ha visto su incesante fulgor?
Detengámonos un momento siquiera... No vaya ser que la Verdad por simple que
es pase frente a nuestros ojos sin que nosotros percibamos su destello crepuscular.
Pues Cristo nació en un humilde pesebre (conjunción del término castellano PEZ,
que para los Alquimistas es tan importante + el griego EBRIUS, exaltado; o sea, el lugar
donde habita ese pez mercurial exaltado, que es el motivo central de la Alquimia o tema
de los Sabios), o mejor aun: en una gruta (sede mineral). Y ascendió al reino de su
Padre. ¡El conoció del Azufre para hacerse Oro! Es entonces Rebis (dos cosas): Rey y
Sacerdote.
¿Quién es capaz de tallar esa materia oscura y tosca que se representa en esa
Biblia del Hermetismo titulada Las Moradas Filosofales, y que su autor, el Adepto
Fulcanelli, llama GNOMO (del griego NOMEN, nombre; y de NUMEN, voluntad, pero
también inspiración divina, término más cercano a la interpretación que exige el caso)?
¡No os confundáis! No necesitáis más Tratado que la Biblia y la Tabla Esmeraldina. Y
menos aun requieres: basta la continua Oración y observación de la Naturaleza sublime.
A través de ellas se te dará la Clave; luego podrás tomar un texto de algún Sabio, y
recién allí sabrás cómo practicar el solve et coagula; ¡pero no antes!
Pues una Joya, en forma de frase, nos fue revelada por un gran Hermano: fácil
es entrar, mas difícil es salir.
NOTAS:
(1)= Recordemos que quien cuida las Llaves del Cielo es San PEDRO; y que Pedro en latín es
PETRUS, piedra. ¡San Pedro sería el Guardián de la Piedra Filosofal! El pilar de la Santa Iglesia
Católica es, en un sentido hermético y que desconoce la actual jerarquía eclesiástica, la Piedra
Bruta que ha de trabajar el Artista. La Piedra que es base de la creación espiritual.
El día 30 de Julio de 2001 nació este escrito, que toma algunas frases de grandes
Artistas para desarrollar la comprensión de sus pensamientos.
EL JARDÍN HERMÉTICO
Roguemos a Dios que esta Verdad pueda ser asimilada por nuestros Hermanos, a
quienes dedicamos nuestros humildes escritos.
1.- "Existe la realización mística, la cual actúa en espíritu y en alma; pero existe la
realización hermética, que actúa en espíritu, en alma y en cuerpo". (Louis Cattiaux)
2.-"Esta es la reina de las Ciencias que supera a todas las demás" (Michael Maier)
b).- Es una Ciencia. O sea, un cuerpo sólido con leyes e intuiciones propias. Posee un
lenguaje propio y reconocible.
Sin embargo, no debe olvidarse que el Arte Real es superior a todas sus
ramificaciones, ya que de ella derivan, y, por tanto las trasciende en cuanto a su
naturaleza omniabarcante. Además, la Alquimia las supera porque sólo a ella llega
directamente la Luz que posteriormente, y sólo de manera fragmentada, reciben las
ramas de esta Ciencia Madre.
3.- "Debemos observar inviolablemente las leyes divinas inscriptas en nuestros
corazones" (San Alberto Magno)
Zeus, lo explica la bella mitología griega - tan mal interpretada por los psicólogos
y por algunos teólogos cristianos -, se ha comunicado a los demás Dioses y a nosotros,
los mortales, a través de Hermes, Dios Viajero por esencia, el Gran Mensajero.
En ese lugar sacro - el corazón - guardadas están las leyes que Dios nos ha
dado.
Por eso es verdad que quien oye a su corazón escucha la voz del Altísimo.
4.- "Esta ciencia no puede aprenderse más que por revelación divina" (Batsdorff)
Nada bueno puede hacerse sin la ayuda de Dios. El Donum Dei es otorgado a
unos pocos para beneficio de muchos; base o pilar del hermetismo, del valor del secreto.
Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos...
No basta con tener una colección impresionante de tratados alquimistas para ser
un verdadero Adepto, ni realizar durante toda la vida experimentos en el laboratorio, sino
se es capaz de escuchar a esa suprema voz, que puede no existir, y ser sólo
engreimiento.
Si no has sido llamado...¿para qué gastas tu dinero en algo que puede traer más
peligros y reveses que felicidad? La vía es difícil. Es el camino de espinas, el dejar de
lado muchas cosas para obtener sólo una.
¿Te sientes llamado realmente a dar inicio a un largo peregrinar, cuyo objeto y
medios desconoces?
¡Oh, realeza divina que te escondes a los ojos de los impuros; pero que, sin
embargo, siempre estás allí, tan cerca pero a la vez tan lejos, en el centro mismo de
nuestro corazón!
Entre los elementos que emplean los Alquimistas en su labor de metalogénesis, se halla
el Fuego Secreto. Su misión es actuar como substancia vivificante.
Mucho se ha discutido acerca de cuál sería este Fuego. Dom Antoine Joseph Pernety
nos señala en su Dictionnaire Mytho-hermétique 50 acepciones de esta palabra.
Hemos recogido diversas ideas dadas por los Sabios, las que ayudarán a entender la
naturaleza de esta materia ígnea.
Este texto fue escrito el 14 de septiembre de 2001 y revisado el día 4 de noviembre del
mismo año.
EL FUEGO SECRETO
La Gran Obra exige del Fuego Secreto, el cual es además uno de los mayores tesoros
de los Filósofos.
"Sin él, sin ese fuego escondido bajo una forma salina, la materia preparada no
podría ser forzada ni cumplir sus funciones de madre, y nuestra labor quedaría para
siempre como quimérica y vana" (Las Moradas Filosofales, Plaza y Janés, Quinta
edición, España, 1977. p. 154).
En relación a este tema, el Maestro indica que una de las críticas posibles a la
química es su formulismo, que la lleva a cometer simplificaciones. Por ejemplo, cuando
se dice que el agua (H2O) es el derivado de la unión de dos elementos - el hidrógeno y
el oxígeno -, se omite al fuego, quien en último término permite la unión del H y del O.
Incluso más, Fulcanelli reta a cualquiera a mezclar ambos elementos químicos... a fin
de obtener de ello agua. El resultado implicará le más rotundo fracaso, profetiza el
Filósofo. Pues sin el fuego nada es posible...
"Notre feu est minéral et égal; il est continuel; el ne s´éleve point en vapéurs `a
moins qu´on ne l´ excite trop, il participe du soufre; il se prende d` ailleurs que de la
matière; il dissout tout, détruit, congèle, calcine; et ce feu, avec un feu doux, achève l
´ouvre" (fragmento extraído del Dictionnaire Mytho-Hermétique de Dom Antoine-
Joseph Pernety, 1787)
Cuando escribíamos este artículo (Marzo de 2000), nos encontrábamos bastante lejos
de comprender lo que es Alquimia, lo cual se debía a la aceptación de manera casi total
de uno de los mayores exponentes de los últimos tiempos del esoterismo . Por cierto,
nos referimos a René Guénon. Lamentablemente no percibíamos en aquella época que
Guénon jamás practicó la Alquimia, y que por el contrario guardaba cierto recelo frente a
las enseñanzas de los hermetistas.
Para el francés la cuestión era muy sencilla: la Alquimia no era más que una ciencia de
carácter cosmológica, cuya iniciación correspondía a los Misterios Menores de la
antigüedad. Es decir algo así como un "esoterismo menor". Por otra parte su visión de la
Alquimia se refería a una cuestión netamente "interior", que dejaba de lado la operatoria
imprescindible del Laboratorio.
Fue Eugène Canseliet quien puso el punto final sobre esta desviación peligrosísima, que
- ¡cosa curiosa de los antagonismos o extremos! - une dos pensamientos disímiles: el
de Guénon con el de las escuelas neo-espiritualistas, por ejemplo la New-Age (quien
nos satura con su "alquimia interior", "alquimia del Grial", "alquimia del alma", y otras
aberraciones carentes de destino y sentido).
Se ha mantenido este texto sin modificación alguna, aun cuando como hemos indicado
en los primeros párrafos, nuestra visión actual sobre Alquimia, pasa necesariamente por
el "trabajo operativo", como algunos llaman, y no se queda sólo en el fácil terreno de la
especulación.
De todas maneras, es cierto que la Alquimia dignifica a la mujer. Ella es quien tiene los
secretos de la Naturaleza. ¿Cómo iba a ser de otra forma?
"Solo un hombre no podrá alcanzar esa meta: debe tener una compañera".
(Gustav Meyrink)
La obra de autores tan importantes como Titus Burckhardt, René Guénon, Fulcanelli,
Julius Evola y Mircea Eliade, ha servido, entre otras no menos fundamentales
cuestiones, para desentrañar lo que fue realmente la Obra Alquímica. Ellos han
demostrado que la Alquimia fue más que un mero antecedente de la química y
muchísimo más que la búsqueda de la transformación del oro.
Podemos decir que la Alquimia es ante todo la ciencia tradicional que busca lograr
la transformación de la naturaleza y del hombre, a través de procesos cuya semántica se
caracteriza por la utilización de conceptos y símbolos ante todo metalúrgicos.
Hemos dicho en primer término que es una ciencia tradicional. En efecto, tanto los
símbolos como significaciones esenciales de la Alquimia corresponden a un saber no
meramente intelectual. Es más, como saber tradicional su fuente no es siquiera humana.
Además, es conocimiento que se transmite, es decir forma un todo ininterrumpido e
inalterado; pues, como toda verdad, no puede sufrir alteración.
Su máximo objetivo es la transformación de la naturaleza y del hombre. Famosa
es aquella sentencia de los hermetistas (nombre como también se conoce a los
alquimistas) según la cual el hombre ha de ayudar a través de la Opus Alchymicum a la
Naturaleza. Tal labor implica en primer lugar, un aspecto cognitivo o pasivo (conocer los
métodos cómo actúa la Naturaleza), y en segundo lugar un aspecto creativo o activo
(influir en la realidad).
Ahora bien, para la Alquimia tanto lo femenino como la mujer son esenciales. Y
reduciendo aún más, podemos decir con precisión: la mujer es esencial (pues ella ya
incluye el elemento femenino).
Evola señala con relación a este asunto que "la Mujer de los Filósofos (símbolo de
la fuerza de vida) en cierto momento dejó de ser <<conocida>>: entonces la mujer
terrestre fue utilizada como un medio para alcanzarla de nuevo, gracias al vértigo y al
éxtasis que el eros puede producir entre los seres de los dos sexos" Esta "captura" de lo
femenino es justamente uno de los mayores logros realizados por la ciencia (ciencia
tradicional) hermética, la cual valorizó a la mujer de forma tan elocuente como lo hicieron
en su tiempo los Fieles de Amor, sociedad esotérica a la que perteneció entre otros
Dante, quien, según algunos, la habría presidido al renunciar Guido Cavalcanti
La forma de expresarse esta importancia es, en principio, a través del papel de
intermediaria: Ella es quien permite al hermetista acceder a la Naturaleza (la que es
femenina); ella le otorga al iniciado la llave. Pero también posee un papel de
suministradora: ella entrega al alquimista las herramientas. Además cumple una función
purificadora: al entregar al alquimista los instrumentos, los purifica, los limpia e impregna
con su infinita bondad. Ella es también la sacerdotisa con la cual se realizan las bodas
alquimistas, se consuma el matrimonio místico, asunto que trataremos con mayores
detalles en el próximo capítulo.
Ya hemos visto que la mujer ocupa no sólo un papel en la Opus Alchymicum sino
muchos. Analicemos ahora con mayor amplitud el paso final, aquel que le permite al
iniciado ser más de lo que era en su etapa profana. Veamos el sentido oculto del
matrimonio químico.
Un tema que debemos tratar aquí, aunque lo hagamos sólo de forma breve y sin entrar
en mayores detalles, puesto que es material que abarcaría un texto íntegro, es el que
constituye uno de los mayores arcanos del cristianismo: es decir, la Virgen Negra.
En primer lugar es preciso indicar que éste es, como todo verdadero símbolo, algo
universal. No es privativo de un país o lugar determinado. Ni siquiera es propio del
Cristianismo, pues hallamos a esta deidad en el Egipto faraónico, y en la India milenaria
a través de Kali. Tampoco es signo que denota un exclusivismo racial.
Los asuntos que deben estudiarse de este símbolo, son, al menos, los que
siguen:
a) El significado de lo virginal;
V.-CONCLUSIÓN
No hemos pretendido agotar un tema tan primordial como el que aquí hemos tratado.
Seríamos ingenuos si quisiéramos hacerlo. Nuestra intención, en verdad, es mucho más
sencilla; pero implica una tarea no menos valiosa.
Dos años después del escrito anterior, escribimos este trabajo que creemos será de
agradecer por los seguidores de Canseliet. Es cierto, es un tributo al alquimista francés,
autor que en el terreno alquímico constituye autoridad. Pero, si uno se fija también lo es
de Guénon, aunque por cierto, en su justa medida.
Podemos decir que las críticas a un autor, pueden clasificarse de internas y externas, y,
por otra parte, de fundadas e infundadas.
Críticas fundadas las hay, por supuesto, pues errar es humano, y Guénon era
muy humano, más allá de su lenguaje frío e impersonal. Entre ellas está la que ahora
abordaremos, y la cual en su momento hizo Ananda Coomaraswamy, seguido por
Marco Pallis, para quienes los juicios de Guénon sobre el Buddhismo eran más bien
débiles e incorrectos. Además está la corrección severa y determinante que le han hecho
autores católicos como Jean Borella y Jean Hani, cuestión que sería bueno tratar
próximamente.
Respecto a la primera distinción - es decir, entre críticas internas y críticas
externas- fácil es deducir que definimos por internas las manifestadas dentro de la
escuela guénoniana. Allí encontramos los juicios efectuados por los citados Pallis, Hani,
Borella y Coomaraswamy, y, en cierta forma, por autores que se han nutrido de las
fuentes guénonianas para después crecer por sí mismos con cierta notoriedad, como lo
son Julius Evola y Frithjof Schuon.
Aquí vamos a tratar una - o, en verdad, varias acusaciones - del todo sólida hecha
por un autor no guénoniano ni guénonizante, tan conocido como el autor de la muy
certera Crisis del mundo moderno, y poseedor de una cultura envidiable (aunque
reducida al espectro occidental).
Nos referimos a Eugène Canseliet, discípulo del misterioso Fulcanelli y uno de
los renovadores de la Alquimia durante el siglo XX.
Leamos lo que el discípulo de Fulcanelli dice: "Si, con Gaston Bachelard, se está
sumamente alejado de la alquimia real, se permanece a la misma distancia astronómica,
con René Guénon, quien no vio nunca la antigua ciencia de Hermes, sino a través del
deformante espejo de su híbrida obsesión hinduista y próximo oriental" (La Alquimia
explicada sobre sus textos clásicos, op. cit., p.70).
Católico tradicional; anglófobo; hombre para el cual latín y griego no son simples
elementos decorativos, propios de burgueses cultos, sino, por el contrario, sustentos
sólidos del Espíritu; amante del viejo Canto Gregoriano; y contrario a las modas
orientalistas como la cremación ( la cual ha ido suplantando la sacra inhumación.
¡incluso en los ambientes supuestamente católicos!); Canseliet no podía comprender
cómo un francés, originalmente cristiano, y estudioso de la Tradición, como lo fuera
René Guénon, se hiciera musulmán y olvidara su Fe y cultura de un día para otro...
Para Canseliet, y parece diferenciarse en esto a su Maestro Fulcanelli - más
tolerante; quizás, más pagano- , no hay en la actualidad otra Tradición que la Cristiana
y Católica; la cual si bien incorpora algunos elementos tomados de Oriente, como
podrían ser ciertas ideas y ritos egipcios - pues como decía San Agustín, el Cristianismo
es anterior a Cristo- éstos, un buen estudioso del esoterismo lo descubrirá sin
sonrojarse, en nada contradicen los Evangelios, y por el contrario sirven como Claves a
la interpretación de esta religión.
Luego la dura mano del alquimista de Savignies cae contra la clásica distinción
guénoniana de las dos iniciaciones: la sacerdotal (más perfecta, según RG) y la heroi ca
(la de los Kshatriyas). La primera se quiere de Oriente, la segunda de Occidente. Esto
para Canseliet no es correcto. Tal distingo es inevitablemente peligroso, pues degenera
en conceptualizaciones en las que no cabe matices. El alquimista no es ni lo uno ni lo
otro: ni sacerdote ni rey. ¡Es ambas cosas! Además: ¿por qué buscar en Oriente lo que
se encuentra aquí, en Occidente, a través de la Alquimia, Ciencia o Arte seguido por
cristianos como Santo Tomás, Basilio Valentín, Alberto Magno, Nicolás Flamel, Dom
Pernety, Raimundo Lulio, y poseedora de un conocimiento más valioso que las
especulaciones extremo-orientales?, nos parece decir el ferviente impulsor del
resurgimiento de la Alquimia en el pasado siglo.
Guénon y Evola, nos señala Canseliet, se han acercado a la Alquimia sólo desde un
punto de vista libresco, literario y especulativo; pero jamás han pisado el templo del
Artista, que es su Laboratorio, y menos aun contemplado las etapas que se hacen
explícitas con el cambio de los colores en el matraz, y que los Filósofos llaman
"Regímenes". Tales autores - sentencia el amigo del surrealista Breton - difícilmente
podrían haber entendido lo que realmente es Alquimia, y conocer sus efectos tan
verídicos.
En efecto, si la Alquimia sólo fuera mental o espiritual, ¿por qué los alquimistas
crearon matraces, laboratorios, crisoles? ¿Por qué los tratados de los Sabios nos hablan
de la estibina, el antimonio, el cinabrio, a los cuales ocultan con nombres alegóricos o
simplemente sin escondite alguno? ¿Y por qué las condiciones exigidas como ciertos
pesos, ciertas medidas, o ciertos días en los cuales se ha de trabajar? Por último: ¿Cuál
es el operar de esa alquimia interna, que parece ser la defendida por Guénon y Evola,
y...¡oh, contradicción!, también por los ocultistas y best-selleristas de los últimos años?
Pero que no se nos mal interprete: no estamos arguyendo que la Alquimia nada
tenga que ver con procesos mentales o con algo espiritual. ¡Todo lo contrario! Somos
enfáticos en decir que el Arte de los Filósofos no hace distinción y requiere tanto de
oración como de laboratorio. Lo dicen los Sabios; a nosotros, más humildes en
nuestros propósitos, basta con mostrar este enunciado a quienes tengan alma sincera
y deseen conocer la Verdad respecto a la Ciencia de Hermes.
Pero continuemos.
Otra crítica hecha por Canseliet, es el rechazo de Guénon hacia "la Cábala, en
único provecho de la Kábbala". Nos explicamos. Para los seguidores de Fulcanelli
existe un lenguaje providencial, que es el conocido como "lengua de los pájaros"
(Guénon también habla de este tema; quizás Canseliet no lo supo. Recordemos el
breve y sólido artículo del metafísico francés que devino musulmán, denominado
precisamente "El lenguaje de los pájaros", y que los lectores castellanos podemos
encontrar en ese maravilloso libro Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, que
publicara la Editorial Universitaria de Buenos Aires en los años 80). La Cábala, o Gaya
Ciencia, es la interpretación de dicho lenguaje oculto y velado para la mayoría. Nos
permite entender esotéricamente las cosas. ¡Pocos son los que han recibido el Don que
implica poseer tan glorioso conocimiento! Entre ellos, Fulcanelli, y su predecesor,
Grasset d´Orcet, el célebre criptógrafo que habría rescatado esta "lengua perdida" para
los tiempos modernos.
Escritores como Jonathan Swift, Miguel de Cervantes, Rabelais o Bergerac,
dominaban la Gaya Ciencia, de lo cual dan prueba sus escritos.
Una acotación, obvia pero necesaria: Esta Cábala no debe confundirse con la
Kábbala, la cual es propia de los judíos, y por tanto no universal.
Aquí reside una de las fallas de la arquitectura guénoniana. ¿Por qué negar el
valor del Hermetismo? ¿Por qué relegarlo a la esfera de las ciencias cosmológicas,
cuando Alquimia es ante todo una ciencia integral?
El Hermetismo - que por cierto, nada tiene que ver con esa triste creación de
aquel chileno que huyó de su nombre real para cubrirlo con el "mejor" de John Baines
(sí, ¡un caso de esa anglofilia que a Canseliet tanto disgustaba!) -, es un saber que
incluye herramientas (símbolos, rituales, experiencias, energías) y ciertamente una
Doctrina, que representa uno de los esoterismos aun vivos, más nutrido y dotado de
fuentes simbólicas insospechadas. (El Mutus Liber, siendo "sólo" un conjunto de
imágenes, ya es materia suficiente para dedicar toda la vida a su estudio).
Quien quiera entender lo que verídicamente es el Hermetismo que lea, lea y relea
la Tabla Esmeraldina - tan breve como perfecta - o que se apoye de la magistral obra
de uno de los más serios candidatos a ser Fulcanelli: el estudioso del viejo Egipto,
Schwaller de Lubicz, de quien en próximos estudios hablaremos, cuya obra The
Temple of Man, otorga pautas sobre este importante asunto, que es del todo serio, y que
por lo mismo no puede guardar relación con las imposturas cimentadas por la New-Age.
Simbolismo
Constructivo
NOTA SOBRE
"SIMBOLISMO ZODIACAL EN PÓRTICOS Y PORTADAS MEDIOEVALES"
Desentrañar su universo ha sido una de las motivaciones que guiaron el texto que a
continuación leerán.
SIMBOLISMO ZODIACAL EN PÓRTICOS Y PORTADAS MEDIOEVALES
Curiosa puede ser para muchos la presencia de grabados representativos de los signos
del zodiaco en las portadas y pórticos de iglesias o monasterios románicos y góticos,
dada la supuesta raíz "pagana" de los primeros.
Así las cosas, el Cristianismo no tendría por qué ser en principio opuesto al
espíritu que subyace en el símbolo zodiacal; claro está, siempre que entendamos a qué
se refiere éste. Digamos por mientras que deben dejarse de lado ciertos prejuicios
modernos, ya sean aquellos que consideran a la astrología como algo falaz, tanto como
los que se encuentran impregnados de ese defecto temible que es la superstición, y que
nos impide tomar conocimiento real del simbolismo tradicional.
El zodiaco es ante todo una disposición de caracteres o energías divinas que
atienden al movimiento estelar (entendido como la respiración de Brahma o pulso
cósmico), y que influye en todo lo viviente. Además podemos concebirlo como una
segmentación o división del año. En ambas visiones que no son contradictorias, sino
complementarias, hay que destacar el hecho que el zodiaco es una ordenación, una
manifestación divina que implica selección y jerarquía a las cosas, y que por ello el
hombre (microcosmos) ha de conocer e imitar. Por esto no ha de provocarnos asombro
que para el mundo antiguo la ciudad sea una imagen del esquema zodiacal (*1), lo cual
tiene sentido dada la búsqueda de armonía que caracteriza a los hombres tradicionales,
armonía que significa concordancia entre las dos caras de la Realidad: la macrocósmica
(en este caso, indicada por el zodiaco) y la microcósmica (representada por la ciudad).
Esta adecuación de la estructura de la polis a la estructura del cosmos también se hace
patente en las iglesias cristianas, las que, como todo templo, pretenden ser vivas
imágenes del universo - como del hombre, lo cual en el fondo es lo mismo -.
La unión de Nuestro Señor a la de los doce signos zodiacales indica por otra parte
que El es el Año y los doce signos los meses, queriendo decir con ello que el cristiano
no ha de olvidar que quien rige su existencia en este plano vital es Jesús, el cual ha de
alabarse día a día. Por lo demás este y no otro es el sentido del año litúrgico cristiano.
La suma de ambas cifras - cuatro y tres - nos da el número siete, día en que
Dios creó al hombre. Multiplicando el tres y el cuatro, surge el doce. Tal cifra es la de los
Apóstoles, quienes acompañan a Cristo en la difusión del Logos. También, y como ya
hemos señalado, son los doce meses del Año (Jesús) y además las doce horas del día
(*2). Cada Apóstol representa una virtud zodiacal, es decir una fuerza y una energía
cósmica que no es más que una manifestación parcial de Dios. Esta simbología está
bella e implícitamente descripta a través de las esculturas que se encuentran en la
portada del monasterio de Santa María de Ripoll, en España, y que muestran los
distintos trabajos agrícolas que han de desarrollarse los meses del año.
Por otra parte debe tenerse en cuenta que doce eran las tribus de Israel,
implicación simbólica que ha de vincularse con la cosmológica de los doce signos
zodiacales y con la mesiánica de los doce Apóstoles. Estas doce tribus, señala Jean
Hani (*3) - tomando prestada la información otorgada por el Pseudo Jonatán - se
distribuían en cuatro grupos de tres (la misma unión numeral que hemos indicado más
arriba). Cada uno de éstos tenía un símbolo que le identificaba. Los estandartes eran: el
León, el Hombre, el Toro y el Águila. ¡Es decir, los mismos animales que componen el
Tetramorfos cristiano! Los cuatro Santos son entonces los soportes del Logos, el
sustento humano más espiritual de la Iglesia, y que manifiestan en sí las cuatro virtudes
cardinales de la Divina Comedia: Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza.
Digamos para terminar que los planetas seguirán su andar en el cielo; cada cual
en el derrotero que se les ha trazado. Pero siempre sometidos a la Voluntad de Dios.
El actuar consciente y libre sólo existirá cuando nos entreguemos con amor a El.
Pues las estrellas y el cielo se mueven por la fuerza del Amor, que es Dios. Este
mensaje tan sencillo pero profundo es lo que nos quisieron legar esos colosos de la
humanidad que fueron los constructores de catedrales, y que gracias a la noble piedra
perdurarán hasta el fin de los tiempos.
NOTAS
(*1)= René Guénon. "El zodiaco y los puntos cardinales", en Símbolos fundamentales
de la ciencia sagrada, EUDEBA, Buenos Aires, 1988, p. 88.
(*2)= Jean Daniélou. Los símbolos cristianos primitivos. Ediciones Ega, Bilbao, 1993.
Ver el capítulo VIII (pp. 105-114).
(*3)= Jean Hani. El simbolismo del templo cristiano, José J. de Olañeta, Editor,
Barcelona, 1997, p. 81 y 82.
Geografía Sagrada
NOTA SOBRE
"EL MITO DE LOS CENTROS ESPIRITUALES OCULTOS Y EN ESPECIAL DE LA
CIUDAD DE LOS CÉSARES"
Este trabajo fue publicado en el número 3 (Marzo de 2000) de nuestra revista Bajo los
Hielos.
Toda Tradición conoce la existencia de ciudades o lugares que de una u otra forma
permanecen perdidos u ocultos para los ojos de los profanos. Así es como en nuestro
continente han tomado expresión a través de mitos como El Dorado, Cíbola, Trapalanda,
y la Ciudad de los Césares, por sólo mencionar algunos ejemplos.
Esto que aparece como un hecho conocido por todo tipo de personas (para
quienes, sin embargo, sólo se trataría de “leyendas”, y no de mitos, como en verdad han
de entenderse) y que por tanto podemos presenciar como un hecho respecto del cual
existe cierto consenso en cuanto a su existencia en forma paralela al mundo ordinario,
sin embargo, parece no conocer de una interpretación respecto del porqué de aquéllo.
Es decir, si bien el conocimiento profano admite las “leyendas” que hablan acerca de
este tipo de lugares, no da en cambio respuesta que esclarezca su origen y finalidades.
El conocimiento tradicional puede ayudarnos a revelar algunos aspectos de este
enigma.
La Ciudad de los Césares es por antonomasia el lugar sagrado del Cono Sur. El
mito lo podemos hallar tanto en Argentina como en Chile, siendo en cuanto a lo esencial
el mismo, variando sólo los matices, como por ejemplo el de su ubicación.
Los mitos referidos a estas ciudades también nos dicen lo que puede entenderse
como una especie de conclusión profética: que ellas serán vistas el Día del Juicio Final
(en el concepto cristiano) o lo que es su más cercano sinónimo cuando el Kali-Yuga
termine.
“La conclusión a sacar de estas consideraciones es que hay tantas <<Tierras Santas>>
particulares cono formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los
centros espirituales que corresponden respectivamente a esas diferentes formas; pero,
si el mismo simbolismo se aplica uniformemente a todas esas <<Tierras Santas>>, es
que esos centros espirituales tienen todos una constitución análoga, y a menudo hasta
en los detalles más precisos, porque son otras tantas imágenes de un mismo centro
único y supremo, que es verdadera y únicamente el <<Centro del Mundo>> pero del que
toman sus atributos, participando de su naturaleza por una comunicación directa en la
cual reside la ortodoxia tradicional, y representándolo efectivamente de una forma más o
menos exterior para tiempos y lugares determinados”.
(René Guénon) (1)
Lo sagrado no sólo penetra al hombre con su Verdad; sino que lo hace con todo lo
existente. Tal cualidad es propia de la inmanencia divina. Y así es como existen lugares
que a la vez que son receptáculos de Luz, son también verdaderos chakras (2) de la
Tierra; es decir emisores de una energía superior que alimenta nuestro mundo.
El Oriente conoce de ciudades sacras como Jerusalem, Lhasa y La Meca. El
Occidente: Santiago de Compostela, Montsegur y Vaticano, por solo mencionar algunos
ejemplos. Estos son “centros espirituales visibles”, y, por tanto, accesibles a cualquiera.
Y, sin embargo, sabemos de otros centros, de cualidad semejante pero más profunda a
la de los anteriores lugares, que se han hecho “invisibles” para la gran mayoría de los
mortales, dado el acelerado proceso de involución de nuestra humanidad (3). El caso de
Aggharta es célebre. En América parece haber varios: Las Siete Ciudades de Cíbola
(México), Eldorado (países del Caribe y Perú), el Pueblo de Mbororé (Brasil) y la Ciudad
de los Césares (Chile y Argentina).
*
EL MITO
La leyenda enseña que la Ciudad de los Césares (también conocida como Ciudad
Encantada, Enlil y Ciudad Errante) es un poblado que se encuentra en algún lugar del
sur de Chile o Argentina, en una región maravillosa denominada Trapalanda, siendo sus
casas de oro, sus calles tan anchas como las de las urbes españolas, y, sus habitantes,
hombres blancos que conocen la inmortalidad. Dicha fortaleza se hará visible a la
totalidad de las personas el día del Juicio Final.
Según una versión recogida por Oreste Plath, la Ciudad se encontraría próxima al
lago Ranco, en el sur de Chile, agregando el eminente folklorista que sus edificios "son
de plata y oro, con jardines y árboles frutales, y es regida por las más sabias leyes. En
ella se encuentran todas las delicias y felicidades posibles" (4). Tales características
pueden hacernos rememorar un lugar como el Edén, o quizá la Jerusalem Celeste. De
todas formas, tal como dice René Guénon en las frases citadas al inicio del actual
ensayo, estos misteriosos centros aunque varíen unos de otros en cuanto a ciertas
particularidades - dadas obviamente por los factores tiempo y lugar - poseen las mismas
notas centrales.
Es curioso el nombre Ciudad de los Césares, pues aunque los historiadores nos
digan que tal denominación se debe al hecho que el jefe del grupo español que partió
en 1529 desde el Río de la Plata y cuyo objetivo aparente consistía en hallar riquezas en
el cono sur americano era Francisco César - de donde sus catorce compañeros
devienen con los años en "césares" -, no puede dejar de llamar la atención la raíz
románica del vocablo empleado. El término "césares" hace alusión a un distintivo
nobiliario y por tanto jerárquico, un título de honor conocido en la Roma Imperial.
Una lectura esotérica del mito nos permitirá ver en los acompañantes de
Francisco César a caballeros de una Orden, guardianes de los más grandes secretos de
su ciudadela. El mismo Francisco César se nos presenta como el líder espiritual de tal
núcleo tradicional. La historia indica que habrían partido desde el Río de la Plata,
finalizando la expedición en un lugar en que hay oro en abundancia, donde se harán
inmortales... Las vinculaciones alquímicas de esta leyenda son notorias: se describe
una Vía Húmeda (lo cual es demostrable dada la referencia a un río, el "Río de la Plata")
donde la materia prima es la plata (la Luna de la que nos hablan los Hijos de Hermes)
(5) - el segundo metal más perfecto para los antiguos - y cuyo fin es el Oro de los
Sabios, del cual se extrae la Medicina Universal, de la que emanan, como enseña
Fulcanelli, tres medicinas. Una de ellas, la inmortalidad.
Pero es concebible que la leyenda de los Césares sea más antigua que el viaje de
Francisco César. Y quizá no tenga tiempo, siendo entonces "atemporal". Es factible;
pues lo que es perenne no conoce origen ni fin.
*
LOS HOMBRES
Los hombres de la Ciudad son inmortales. Viven bajo leyes que son prueba de
una justicia "no humana", o al menos no moderna; lo que debemos entender como
normas y reglas dictadas en conformidad a principios superiores, en concordancia con
los planes de Dios.
"Sus habitantes son altos, rubios y con barba larga. Hablan una lengua extraña,
aunque en algunas versiones es el español. Se dedican al ocio, y no tienen
enfermedades. O son inmortales o solo mueren de viejos. Algunos dicen que son
exactamente los mismos que fundaron la ciudad, ya que no nace ni muere nadie en la
Ciudad Encantada. Tienen indios a su servicio, y algunos custodian el camino que lleva a
ella" (9).
Hay quienes han querido ver en los habitantes de la Ciudad a Templarios que
huyeron de la persecución a su Orden. "Algunos historiadores contemporáneos
especulan que los pobladores de la mítica "Ciudad de los Césares" podrían haber sido
caballeros celtas, de la misteriosa Orden del Temple, debido a varios hallazgos
arqueológicos, que exportaron a Europa sobre todo la plata que extraían de precarias
minas de América" (10). La hipótesis es atractiva. Hemos tenido la suerte de conversar
con uno de sus mayores difusores actuales, el argentino Flugerto Martí, quien tomando
por base las lecturas del Parzival (del poeta medioeval Wolfram von Eschenbach) y las
de Jacques de Mahieu, como recopilando las leyendas locales ha descubierto en la
Patagonia una serie de materiales pétreos de rica simbología, que no parece española,
sino que céltica o templaria.
Como bien apunta Francisco Fonck (11), el ciclo del Grial se trasladó a
Sudamérica... Pero esto será materia de otro trabajo... Por mientras hagamos presente
una tal inquietud, y refirámonos a uno de los símbolos más ligados a la Ciudad Errante o
Enlil: el Oro.
*
EL METAL MÁS PRECIOSO
"Tan sólo la iluminación divina les proporcionará la solución del oscuro problema;
¿dónde y cómo obtener ese oro misterioso, cuerpo desconocido susceptible de animar
y fecundar el agua, primer elemento de la naturaleza metálica?"
(Fulcanelli) (12)
*
UNA CIUDAD QUE DUERME
Llama la atención el anuncio que esta ciudad será vista por todos el día del Juicio Final
(14), cuando un ángel lo indique a través del canto triunfal de una trompeta. Esta
poderosa idea se encuentra en otras formas tradicionales. Así, en el hinduismo
"encontramos el tema de Mahakacypa, que duerme en una montaña, pero que
despertará al son de las caracolas, cuando de nuevo se manifieste el principio,
aparecido ya en la encarnación de Buda" (15). Un símbolo semejante es el que narran
los mapuches - pueblo indígena que habitó y habita aun la zona austral de Chile -,
quienes creen que uno de sus ancestros había recibido una Pifulka (instrumento
musical de viento), la cual se escuchará al fin de nuestro ciclo. Cuando ello ocurra, la
montaña Threng-Threng se elevará de las aguas del diluvio. Sólo siete sobrevivirán. El
investigador Dick Edgar Ibarra Grasso, luego de referirse a este mito, señala: "La
trompeta mágica, que anuncia el fin del Mundo, estaba igualmente entre los incas, según
lo relata más de un cronista" (16).
En Europa encontramos el mito que nos habla del rey Arturo, quien no ha muerto
y que por el contrario duerme. Tal hecho se debería a la necesidad de recuperar fuerzas,
por lo que el sumo dignatario debe emprender un viaje hacia un centro tradicional
calificado. Entre Arturo, los habitantes de la Ciudad de los Césares y los Thuatha - raza
de origen celestial que habría poblado Irlanda- hay una vinculación que es un sello
hermético; sólo debemos penetrar los símbolos: "En cuanto a los propios thuata, según
algunos textos, habrían abandonado el país, asumiendo una forma invisible como
habitantes de maravillosos palacios <<subterráneos>> o de cavernas montañosas
inaccesibles a los hombres, entre los cuales no volvieron a manifestarse, salvo casos
excepcionales" (17).
René Guénon nuevamente nos dará una luz: "En el periodo actual de nuestro
ciclo terrestre, es decir, en el Kali-Yuga, esta <<Tierra Santa>> defendida por
<<guardianes>> que la ocultan a miradas profanas asegurando, sin embargo, ciertas
relaciones exteriores, en efecto, es invisible, inaccesible, pero sólo para quienes no
poseen las cualidades requeridas para entrar allí" (19). ¿Es posible ser más explícitos?
Aunque para muchos Enlil sea invisible, no por esto queda probada su
inexistencia; sino que, incluso, lo contrario. Pues, ¿no parece extraño que en la medida
que el tiempo avanza, son menos los que dicen haberla visto? Esto solo puede
entenderse por la desconexión del hombre moderno de su Centro, es decir de Dios.
Una versión del mito de la Ciudad de los Césares señala que ésta puede verse
los Viernes Santo, con lo cual se ha querido acentuar la divinidad de dicho lugar. Pierre
Ponsoye en su excelente texto El Islam y el Grial, se refiere a un hecho de importancia
primera para esta meditación: "Se recordará que este misterio es evocado bajo las
especies de Piedra, venida del Cielo a la Tierra, lugar de las teofanías, cuyo vínculo con
su Origen y cuyas virtudes operativas son mantenidos y renovados una vez al año, el
Viernes Santo..." (20). Quedan manifiestas dos cosas que son aplicables plenamente a
Enlil: Primero, el origen celestial de un tal lugar; y segundo, la concordancia de aquélla
con los ciclos cósmicos. Y esto es lógico, pues la ciudad tradicional es un símbolo del
universo, que refleja, a través de su disposición espacial como de su arquitectura, las
virtudes y ordenación del cosmos. Según Jean Hani, cumple además una labor ritual.
Este autor luego de realizar de manera amplia la descripción de ciertos ornamentos y la
hermenéutica aplicable, indica: " Nos hemos extendido un poco en estas realizaciones
arquitectónicas porque son símbolos muy característicos y gráficos de la concepción
tradicional de la realeza y de su función. Agreguemos enseguida que no son un símbolo
<<gratuito>>, por decirlo de algún modo, ni meramente de valor sugestivo; hay que
insistir en este punto, pues los hombres de hoy están demasiado inclinados a no ver en
los símbolos más que imágenes de valor sugestivo o <<procedimientos artísticos>>,
idea totalmente ajena a las culturas tradicionales y a la realidad de las cosas. Las
ciudades y palacios simbólicos que hemos evocado tenían valor ritual, y constituían
verdaderamente ritos petrificados que autentificaban la función regia" (21).
Para terminar, digamos que la mágica ciudad austral sólo es perceptible a los
puros (khátaros), aquellos cuya conducta es fiel al Padre.
NOTAS.
(1) Los guardianes de Tierra Santa. En “Esoterismo cristiano. Dante - El Grial - Los
Templarios”, Ediciones Obelisco, Buenos Aires, 1993, p. 39.
(2) No por azar hemos asimilado a estos lugares energéticos con los chakras; pues esta
palabra significa “rueda”, y efectivamente tales sitios irradian hacia todas direcciones su
influencia espiritual. Como es lógico, según el principio hermético de analogía (identidad
macrocosmo - microcosmo) en el cuerpo humano también existen chakras, cada uno
dotado de una función y cualidad específicas.
(3) Son los centros espirituales ocultos a los que hicimos referencia en un trabajo
anterior, publicado en la revista Bajo los Hielos, y que se encuentra actualmente en
Internet: http://www.angelfire.com/zine/BLH/BLH7.html
(4) Geografía del mito y leyenda chilenos, Editorial Nascimiento, Santiago de Chile, 2ª
edición, 1983, p. 306.
(5) El alquimista que ocultó su identidad civil bajo el seudónimo Fulcanelli, dice en Las
moradas filosofales (Plaza & Janes, S.A. Editores, Barcelona, 5ª. edición, 1977, p. 117):
"Se puede así partiendo de un metal próximo al oro - con preferencia la plata-, producir
una pequeña cantidad del metal precioso"; para luego describir con todo detalle lo que
llama "proceso arquímico", y que es lo que en la jerga alquímica se conoce como un
"particular", o sea un procedimiento que no utilizando las reglas del Arte, puede, sin
embargo, producir efectos semejantes, pero no iguales, al obtenido por el primero.
Mientras el Gran Arte nos conduce al Oro Filosofal, la "Arquimia" (no Alquimia), nos lleva
al oro vulgar.
(6) Véase el libro de René Guénon, El Rey del Mundo (Luis Cárcamo, Editor, Madrid,
1987), que arroja importantes datos sobre este asunto. También el capítulo "El
simbolismo polar. El Señor de Paz y Justicia" del libro de Julius Evola, Rebelión contra el
mundo moderno (Ediciones Heracles, Buenos Aires, 1994)
(10) Jorge Castañeda. La Ciudad de los Césares. En Río Negro On Line. Sábado 27 de
abril de 2002. En: http://www.rionegro.com.ar/arch200204/c27g04.html
(11) Ver Viajes de Fray Francisco Menéndez a la Cordillera, y Viajes de Fray Francisco
Menéndez a Nahuelhuapi. Valparaíso, 1896 y 1900, respectivamente.
(13) La Ciudad de los Césares entre el mito y la historia. En revista "Ciudad de los
Césares", N° 18, Santiago de Chile, 1991, p. 14.
(15) Julius Evola, El misterio del Grial, Plaza y Janés, Barcelona, 1975, p. 61.
(16) Dick Edgar Ibarra Grasso, Cosmogonía y mitología indígena americana, Editorial
Kier, Buenos Aires, 1980, p. 260.
(18) El autor es H.P.Lovecraft, y la cita está tomada de su excelente relato The Call of
Cthulhu. Los amantes del simbolismo podrán extraer material de estudio de las obras de
este norteamericano que ha sido comparado con el genio de Edgar Allan Poe.
(19) René Guénon, El Rey del Mundo, Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987, p. 116.
(20) Pierre Ponsoye, El Islam y el Grial, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca,
1998, p. 59. (Las cursivas en el texto citado son nuestras).
(21) Jean Hani, La realeza sagrada, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca,
1998, p. 60.
NOTA SOBRE
"LA ANTÁRTICA Y EL MITO LOVECRAFTIANO"
De los trabajos que hemos escrito el que más suele llamar la atención a nuestros
lectores es precisamente éste. Y a tal punto que determinó que fuera el motivo de la
portada del número 47 (Octubre-Diciembre de 1997) de la excelente revista chilena
Ciudad de los Césares. Posteriormente sería publicada en España en la publicación de
literatura fantástica Lhork.
El mismo Miguel Serrano nos dijo a modo de confidencia que La Antártica era el mejor
documento que había leído en mucho tiempo.
La idea rectora del trabajo fue interpretar el simbolismo de los colores en relación con un
lugar que aun permanece desconocido, en gran parte, por el hombre, como lo es la
Antártica. Lo curioso es que durante su ejecución las "coincidencias" fueron muchas y
nos llevaron a relacionar a tres autores (Poe, Lovecraft y Serrano) que jamás se
conocieron, debido a los parámetros epocales y geográficos en que radicaron sus
existencias. Pero eso no fue todo, sino que descubrimos un hilo conductor referente a
Quien Habita en los Hielos... ¿O sería mejor decir el Rey de este mundo?
LA ANTÁRTICA Y EL MITO LOVECRAFTIANO
Exordio
La Antártica es uno de aquellos sitios de nuestro planeta que tardó más para convertirse
en otro objeto de la codicia del hombre. Sus misterios y peligros ejercieron su influjo
poderoso sobre intrépidos aventureros del pasado, pero sus hechizos han superado los
océanos del tiempo e invadido el alma de algunos modernas exploradores que no
trepidan en aceptar el reto que les arroja el Continente Helado. Estos personajes han
debido enfrentarse con misterios de vieja data, han utilizado inusuales herramientas de
exploración para penetrar en su Verdad, avíos tales como la Literatura y el universo
mágico de los sueños. Ellos han traspasado, incluso, los umbrales de la conciencia
ordinaria para acceder a un estado de superconciencia. Y todo esto, para desenterrar
obscuros arcanos y arrojar luz sobre un lugar físico y espiritual tan distinto a cualquier
otro que nos parece una región no-terrestre.
¿Quiénes son estos aventureros? Son tres magos que traen sus hechizos desde
su antigua tierra, son poetas y narradores a quienes conoceremos por sus nombres
actuales: Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft y Miguel Serrano(1). Tres genios
literarios, tres soñadores de sueños imposibles, tres colosos que han narrado otra vez
los mitos de antaño. Tres buscadores del Grial en la Antártica. Entre ellos, el más
importante para este trabajo en particular es, por supuesto, H. P. Lovecraft. Él será el hilo
conductor de nuestra aventura, la cual ha comprometido el espíritu de quien ha realizado
este ensayo e implicará el de todos nuestros lectores.
Lovecraft será quien señalará, con su antorcha, el camino y nos alertará de los
terrores que, agazapados, acechan al viajero.
El tema de la novela, grosso modo, consiste en un largo viaje por mar que
culmina en los blancos hielos del extremo sur. Allí los viajeros se encuentran con
aborígenes negros, un pueblo desconocido para el hombre blanco, cuya condición
provocará en éstos una compleja confusión de sentimientos opuestos, donde la
atracción y la repulsión se entremezclan. Las últimas páginas son una carrera suicida
que parece no llevar a otra parte que al terror de lo vago, a un remolino demencial cuyo
término no se halla en ningún centro ni en ningún vértice. Las respuestas son demasiado
tímidas, casi ingenuas; los misterios están por descifrarse, pero jamás se logra
desvelarlos; pues, al final de Narración de Arthur Gordon Pym, Poe comienza otra
historia, otro relato. Una historia que, por supuesto, jamás escribirá...
No cabe duda que la esencia del misterio de la Narración de Arthur Gordon Pym
reside en lo siguiente: el blanco como fuente de terror. He aquí el elemento que hace de
esta obra algo más que una simple novela. Mucho más, sin duda, pues nos obliga a
realizar una interpretación metaliteraria, esotérica. Veremos, entonces, el significado del
blanco en el código de Poe y en su novela. Pero antes debemos conocer el significado
de este no-color conforme a la hermenéutica tradicional (René Guénon) y a la
interpretación de un compañero de oficio de Poe: Herman Melville.
De la atenta lectura de los ensayos del tradicionalista francés, René Guénon (3)
hemos deducido tres afirmaciones:
Primero: Existe una confrontación entre blanco y negro. La explicación más frecuente
que se da al respecto, nos dice René Guénon, tiene directa relación con la luz y las
tinieblas, el día y la noche; es decir, la confrontación entre los opuestos
complementarios.
Segundo: La oposición no es absoluta, ya que blanco y negro tienen en el mismo
origen. No habría dualismo, «pues si tales dualidades existen real y verdaderamente en
su orden, sus términos no dejan por eso de desviarse de la unidad de un mismo
principio» (4). Esto adquiere claridad cuando pensamos en el símbolo de YING-YANG.
En éste, aunque los colores parecen enfrentarse, notamos que dentro de cada zona de
dominio de un color se halla presente el color contrario.
«Lo que me anonadaba sobre todas las cosas era la blancura de la ballena» (5)
Curiosa puede parecernos esta cita de Melville, mas sólo si nos detenemos aquí y no
continuamos con la lectura de este capítulo. El autor mencionará a muchas otras bestias
de blanco: el oso polar, el tiburón blanco, el albatros, cuyo no-color hará que la sangre
se enfríe sólo con su presencia. Así, el narrador seguirá este mismo sendero, para
intentar responder al enigma. Con nuevas preguntas irá abriendo el camino hacia la
solución del misterio: ¿Cómo es posible que este color que representa la espiritualidad,
«el propio velo de la deidad cristiana», según Melville, sea a la vez un signo de lo más
terrible? ¿No se deberá este horror a causa de lo indefinido, el cual se manifiesta a
través de blanco? ¿No será que el blanco, que implica la ausencia del color, nos asalta
de improviso tocando las más íntimas fibras de nuestro ser?
El blanco, podemos concluir de la lectura de la obra de H. Melville, al significar lo
indefinido, y quizás también lo dual, que no son sinónimos, representa, en definitiva, lo
misterioso por antonomasia. Y de allí viene el miedo que el blanco provoca en nosotros,
pues no hallamos indefensos ante un velo misterioso que oculta otros misterios.
Pero, ¿cómo hacer coherentes las ideas raciales de Poe con la arquitectura de su
novela? Por cierto no es difícil: el viaje de la Jane Guy (embarcación que rescata a Pym
y sus compañeros del naufragio de su anterior nave, el Grampus) representa el esotérico
camino hacia lo blanco, símbolo de la pureza. Cuanto más al sur se adentran los
navegantes, el blanco impone con más fuerza su presencia y su misterio. Cuanto más
próximo a la Antártica - recordemos su otro nombre: el continente blanco -, Pym se halla
más próximo al símbolo aristocrático por excelencia.
Poe pensaba, sin duda, de la misma forma: recordemos su bella frase: «Toda
certidumbre está en mis sueños» (11).
Un último dato en cuanto a Poe y su posición frente a los negros. Se especula
que su gusto por la narrativa del miedo nace con las historia que escuchaba de los
esclavos en la cocina de su casa cuando era un niño: «Y esos temores le habían
inculcado los negros y negras esclavos de su tutor, en los relatos de aparecidos que
constantemente tenían en la boca, y que el niño Edgar iba a escuchar en la cocina» (12).
Incluso, Hervey Allen, cuya opinión es citada por Ferrari, asegura que la influencia
narrativa de los negros sobre Poe es aún mayor. pues la musicalidad de su composición
literaria - los ritmos, complicados y llenos de matices - es, en cierta forma, una imitación
de los cánticos de los esclavos".
Siguiendo muy de cerca al genial Poe, tras el misterio que aquí nos interesa,
hallamos la persona de otro mago, el chileno Miguel Serrano.
El Mito Antártico adquiere fuerza incontenible en la literatura del poeta, escritor y viajero
Miguel Serrano, creador de textos mágicos como Ni por Mar ni por Tierra; La Serpiente
del Paraíso; Quién Llama en los Hielos; El Círculo Hermético; Elella, Libro del Amor
Mágico; Nietzsche y la Danza de Siva; y Las Visitas de la Reina de Saba, con prólogo
de C. G. Jung.
Dicen relación con la Antártica dos de sus más interesantes trabajos: La Antártica
y otros Mitos (Santiago de Chile, 1948) y Quien llama en los Hielos (Santiago de Chile,
1957).
Serrano, quien fue uno de los primeros chilenos en conocer la región antártica, da
cuenta de la relación entre ese lugar y la locura (18). Y señalamos, por nuestra parte,
que el título de la inolvidable novela de Lovecraft, En las Montañas de la Locura, no se
debe a un capricho o a una ocurrencia ingeniosa para llamar la atención de algunos
lectores afiebrados.
Serrano dirá que la única vía para comprender esta realidad súrica, o mejor, para
salvarse de la locura que allí acecha, es el Sueño (19), y el mundo de los sueños es un
elemento clásico de la narrativa de H. P. Lovecraft.
He aquí un párrafo de belleza terrible: «Yo he visto a ese ser, a ese Ángel negro:
ahí, en su recinto del Polo Sur. Es en una inmensa cavidad oscura donde reside...
Espacios enormes, sin límites, livianos y deprimentes a la vez, que se extienden, con
seguridad, por el interior psíquico de la tierra, debajo de los hielos eternos. Y así se
mueve el Zinoc... Asciende o desciende, hasta el extremo de esa cavidad y, desde ahí,
se arroja a una velocidad vertiginosa en demanda de su otro extremo, de su final
inalcanzable. Toda la eternidad lo ha pasado en este esfuerzo, cayendo de cabeza,
tratando de alcanzar el lugar antipódico del que ha sido proscrito en el comienzo mismo
de la creación. El norte es su sueño, su anhelar profundo y su mayor sufrimiento.»(21).
Lovecraft, por su parte, en su novela escribirá algo revelador: «Se fundaron nuevas
ciudades terrestres, las más importantes de ellas en el Antártico, ya que aquella región,
escenario de su llegada, era sagrada. A partir de entonces, el Antártico fue como antes el
centro de la civilización de los Antiguos, y todas las ciudades construidas allí por la
prole de Cthulhu fueron destruidas» (22). Más adelante, el narrador de la novela de
Lovecraft indicará que los mapas encontrados en la vieja ciudad polar muestran que las
ciudades de los Antiguos en la época pliocénica se hallaban en su totalidad, por debajo
del paralelo 50 de latitud sur." Estas referencias de ambos autores son fundamentales,
porque nos indican la oposición simbólica entre Polo Norte (o la mítica Hiperbórea) y
Polo Sur, sede de los Antiguos. Esta oposición no responde solamente a una diferencia
de carácter geográfico, sino que, ante todo, a diferencias espirituales. En efecto, el Polo
Norte es el polo positivo - en términos cristianos, el Bien- y el Polo Sur - desde la misma
perspectiva, el Mal -. Sin embargo, estos opuestos, conforme a los principios de la
filosofía maniquea, se complementan. Ambos polos mantienen el Orden en la Tierra,
regulan el buen funcionamiento energético de nuestro mundo. La única posible
diferencia dice relación con el tipo de energía que irradian dichos lugares, pues en
verdad son centros energéticos. Este conocimiento que se expresa a través de la
literatura moderna (Lovecraft y Serrano), que diferencia los centros volitivos terrestres,
concuerda punto por punto con el pensamiento antiguo o tradicional que enseñaron los
maestros indoeuropeos, para quienes las palabras que nombran a los distintos lugares
sagrados son: Cielo, Tierra o Mundo, Medio (24) e Infierno (25). El Cielo, para ellos, es la
morada de los héroes, aquellos que vivieron la vida tal como se debe, y corresponde a
Hiperbórea o nuestro Polo Norte; la Tierra es el lugar habitado o terreno de expediciones
y viajes, ellos la identificaban con Asia y Europa. El Infierno, que era el lar de los
demonios - los Antiguos y los Shoggoths- parece no haber sido descripto y ubicado con
tanto detalle y precisión por los antiguos sabios indoeuropeos. Este Infierno es para
nosotros el Polo Sur.
El Polo Sur - que es el sexo del mundo- es la guarida de los Antiguos. Y aunque
hayan ocupado también otros territorios, volverán allí a construir sus ciudades. René
Guénon, en una crítica a la interpretación de Eliphas Levi sobre el Infierno de Dante,
dice: «Esto es cierto en un sentido, puesto que el monte del Purgatorio se formó, en el
hemisferio austral, con los materiales arrojados del seno de la tierra cuando la caída de
Lucifer cavó el abismo.» (39). ¿Podemos afirmar, entonces, que el monte del Purgatorio
era la Meseta de Leng de la que nos habla el Necronomicón?
Esta intuición de Lovecraft para reconocer al Polo Sur como Puerta y Guarida de
los Antiguos, puede probar lo que muchos piensan sobre él: era un iniciado en el
esoterismo. Sin embargo, creemos que su despertar no lo bebería a las generosas
fuentes de alguna hermandad secreta, si no a su poderosa intuición que fue haciéndose
lúcida a través de sus lecturas y a la justa interpretación de los mensajes que le llegaban
del mundo de sus sueños.
La segunda clave, revela que el viaje externo realizado por los hombres del
Arkham y el Miskatonic (los barcos que transportan a los exploradores de la Antártica) es
también un viaje interior. En efecto, ellos deben enfrentarse con los Cinco Elementos
para llegar al Centro del Laberinto. Esta lucha nos recuerda la inmortal Divina Comedia,
de Dante. Ambos textos describen muy bien las etapas del camino iniciático. Difieren,
eso sí, en que en los expedicionarios de la Universidad del Miskatonic no resuelven el
enigma de la Esfinge y se precipitan en el Infierno, para sufrir para siempre en su
pestilencia.
El viaje hacia el Centro del Sur, el Polo Sur, es la senda conductora al Centro del
Mundo Inconsciente. De allí su dificultad: verse arrastrado en las turbulentas aguas de
los sueños, de los miedos y de los traumas. Esta turbadora realidad ha quedado
representada en las páginas finales de la novela, escenas que transcurren en
vertiginosos laberintos bajo tierra, sitios donde serán descubiertos el narrador y el joven
Danforth por un Shoggoth, el cual viene a significar al Minotauro, el guardián del
Laberinto.
El Laberinto requiere de especial atención, porque ocupa un lugar de preferencia
en la narrativa lovecraftiana, verbigracia: En los Muros de Eryx;, Encerrado con los
Faraones; La Bestia de la Gruta; Las Ratas de las Paredes; Horror en Red Hook. En
todos estos relatos siempre hallaremos una imagen del Laberinto y sus moradores. Es
probable que el mayor número de semejanzas entre los relatos de Lovecraft puedan ser
halladas en la novela antártica y en La Bestia de la Gruta. En ambos relatos el Laberinto tiene la
forma de una caverna (40) o si se quiere, una profunda hendidura en la tierra. Por lo general se
asocia a la caverna como la morada de nuestros primitivos antepasados, pero además posee
otro significado más justo: es el recinto donde se realiza la iniciación. «... La caverna debe formar
un todo completo y contener en sí misma la representación del ciclo tanto como de la tierra.»
(41). Es el lugar de la muerte y de la resurrección.
Los Antiguos, como su nombre lo indica, son la representación viva del mundo
pasado, en el principio del tiempo, son la imagen de aquello que halla en lo más
recóndito de nuestra mente. Los Shoggoths son la degeneración de lo antiguo, lo
imperfecto o que se halla sometido a un proceso de cambio constante. El Blanco -la gran
llave del misterio antártico- es lo intocable, lo virginal y prohibido. El Viento corresponde
a aquello que es intangible, pero que sin embargo existe, los murmullos de los otros. El
grito ¡Tekeli-li! es lo terrible que se dice y repite, una y otra vez. Las titánicas
construcciones pétreas, es aquello que aunque no tiene objetivo ocupa un lugar en la
mente; es un estorbo, una inútil ruina que debemos dejar de lado. Y el nefando
Necronomicón es el lugar donde todos estos elementos toman la forma terrible de la
leyenda, que se perpetúa más allá de los eones y de las generaciones, llevando consigo
el mensajes de los antepasados.
Los textos que hemos revisado están relacionados - sin duda- por un mismo tema y por
un escenario único. Hemos comprobado que el pensamiento de estos tres autores,
coincide merced a una causalidad interna que no es fácil de descifrar, pero que
responde a un sincronismo universal y a las fuentes únicas de cuyas aguas ellos han
bebido.
Una vez concluido este viaje a la Antártica creemos que es conveniente sentarnos
en compañía del aristócrata Edgar Allan Poe, de rostro lívido y frente amplia, y del gran
Miguel Serrano, un adepto del Amor Mágico. Junto a ellos está cómodamente sentado
uno los hombres más lúcidos del siglo, Howard Phillips Lovecraft. Si nos acercamos y
compartimos su conversación, podremos oír maravillosas historias de gigantes blancos,
del Hohue y de los Antiguos. Y si agudizamos más el oído oiremos todos un fino susurro,
un bisbiseo que proviene, sin lugar a dudas, de los fríos mares antárticos.
NOTAS:
1.- Podríamos haber incluido en esta revisión al escritor Jules Verne y su novela La Esfinge de
los Hielos, pretendida continuación de Narración de Arthur Gordon Pym. Sin embargo, esta obra
no es en casi nada fiel a Poe, y tampoco contiene aquel ingrediente esotérico que nos ha
permitido unir a los autores de este estudio.
2.- Poe, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. 6a. edición, Alianza Editorial. Madrid.
1986 p. 210.
3.- Para el estudio sobre el significado del Blanco he utilizado el texto de René Guénon
Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba. Buenos Aires. 1988. 419 pp. Se ha
consultado especialmente el capítulo titulado El blanco y el negro, pp. 264-266.
4.- Guénon, René. Op. cit. p. 265.
5.- Melville, Herman. Moby Dick o la Ballena Asesina. España. Ramón Sopena, 1974. P. 159.
6.- Poe, Edgar Allan, Op. cit. p. 210.
7.- Ver prólogo de Julio Cortázar para el texto de Poe que estamos revisando, especialmente las
páginas 11 y 12.
8.- Poe, Edgar Allan. Op. cit. p. 12. El pensamiento racista de Poe está asociado con una
posición muy crítica contra la democracia. «Odiaba a la Turba y despreciaba la democracia»
señala Ferrari y Baudelaire, en el prólogo de Nuevas Narraciones Extraordinarias, de E.A. Poe
(Editorial Juventud, España), citarán un pensamiento que revela la filosofía política de Poe: «El
pueblo no tiene nada que ver con las leyes, si no es obedecerlas» .
9.- Ver los diarios chilenos de 1955, especialmente La Tercera de la Hora del 19 de junio de
1955 y del 4 de febrero de 1968.
10.- Revista Planeta N º 1. Argentina. Septiembre/Octubre. 1964.p. 89.
11.- Baudelaire. Op. cit. p. 58.
12.- Ferrari, Santiago. E.A. Poe, Genio Narrador. Editorial Poseidón. Argentina. 1946. p. 16.
13.- Ferrari, Santiago. Op. cit., p. 16.
14.- Ciudad de los Césares. N º 18. Ver el artículo Manú: Por el Hombre que Vendrá, de Erwin
Robertson.
15.- Serrano, Miguel. La Antártica y otros Mitos. Imprenta El Esfuerzo. Santiago de Chile, 1948.
p. 28.
16.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 28.
17.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 25.
18.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
19.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
20.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
21.- Citado por Marco Paredes en El Mito en la obra de H. P. Lovecraft, pp. 26-29 de la revista
Entreguerras N º 9. Santiago. Primavera de 1994.
22.- Lovecraft. H. P. En las Montañas de la Locura en Obras Escogidas de Lovecraft. 1a.
selección. Ediciones Acervo. España. 1956. p. 195.
23.- Lovecraft, H. P. Op. cit. p. 198.
24.- Recuérdese la Tierra Media de Tolkien. ¿Coincidencia? Imposible, pues el esoterismo
enseña que las coincidencias no existen.
25.- Ver el artículo de Jean Haudry Lingüística y Tradición Indo-Europea, publicado en la revista
española Hespérides.
26.- Serrano, Miguel. Quien llama en los Hielos en Trilogía de la búsqueda en el Mundo Exterior,
p. 201.
27.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 204.
28.- Poe, Edgar Allan. Op. cit. Prólogo de Julio Cortázar, p. 11.
29.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 264.
30.- Lovecraft, H. P. Hongos de Yuggoth. p. 47.
31.- Sprague de Camp, H.P. Lovecraft. Una Biografía. Valdemar Editores. España. 1992. p. 293.
32.- Lovecraft, H. P. En las montañas di la Locura. p. 196.
33.- Lovecraft, H. P. Op. cit. p. 125.
34.- Ver Mundo Desconocido. España. Abril de 1981, p. 133. Artículo de Ángela Carter, Lovecraft
y su Paisaje, incluido en el monográfico sobre el Necronomicón.
35.- Lovecraft, H. P. En Las montañas de la Locura. p. 124.
36.- Lovecraft, H. P. Op. Cit. p. 152..
37.- Lovecraft, H. P. Op. Cit. p. 125.
38.- Ciudad de los Césares N º 13. Ver la entrevista a Miguel Serrano intitulada: El Peregrino de
la Gran Ansia. p. 12.
39.- Guénon, René. El Esoterismo de Dante. Editorial Dédalo. Buenos Aires. 1976.
40.- Guénon, René. Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba. Buenos Aires,
1988. pp.173-180.
41.- Guénon, René. Op. cit. p.176.