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INTRODUCCIÓN

A LAS
CIENCIAS ESOTÉRICAS

Sergio Fritz

Primera Parte
(Alquimia, Simbolismo
Constructivo y Geografía Sagrada)
© Sergio Fritz Roa
© Por los textos, 2003. Y 2012 y ahora 2020 por la edición electrónica.

Ninguna parte del presente libro, sea un artículo, capítulo, página, párrafo, etc. puede
ser usada sin permiso escrito previo del autor.

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A los buscadores del Fuego Secreto

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INTROITUS
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He aquí reunida parte de nuestro trabajo, la cual puede encontrarse


dispersa especialmente en tres revistas: Ciudad de los Césares, Bajo los
Hielos y L´Idea, Il Giornale di Pensiero. Las dos primeras publicaciones
chilenas; la última, italiana.

Los textos que a continuación se presentan a nuestros lectores, han


sido editados en las citadas revistas, salvo algunos inéditos que hemos
deseado presentar en esta oportunidad, y que permitirán introducir a los
sinceros buscadores a la dimensión esotérica del ser y del actuar, aunque
sólo sea para mostrarles desde lejos el camino que conduce a la Patria
Espiritual, una que no está en los mapas.

A cada artículo hemos dado una pequeña nota que ayuda a situar el
contexto histórico y editorial en que se desarrolla el material literario, como
además a presentar ciertas ideas que nos han parecido de especial utilidad
para desentrañar un determinado aspecto del escrito que prologa.

El segundo volumen deberá contener los siguientes contenidos:,


Magia, Cábala (fonética) y Arte Sacro.

EL AUTOR
Santiago de Chile, Octubre de 2002
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Alquimia
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NOTA SOBRE
"CRITERIOS ORIENTADORES ALQUÍMICOS"

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Este pequeño trabajo fue escrito el año 2001, y sirvió como apunte para una pequeña
disertación sobre Alquimia Cristiana por mí expuesta, y que se realizó ante un número
calificado de amistades.

Creo que pese a su extensión poco notable, el presente estudio permite adentrarse en
esta Ciencia, cuya revelación no nos es dada mientras no logremos ciertas cualidades.
Entre ellas: Fe, Humildad, Estudio y Práctica.
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CRITERIOS ORIENTADORES ALQUÍMICOS

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1.- Alquimia se descompone en AL (ALLAH, Dios) y KIMIA (QUÍMICA). Es decir, nuestro


Arte es la Ciencia de Dios. Pero KIMIA alude también a lo negro, lo cual denota su origen
egipcio, tierra a la cual el Hermetismo debe mucho. Este color, el negro, dice relación
con la primera etapa en la Obra: la nigredo, estadio de oscuridad necesaria, tinieblas,
Caos, de donde surgen los elementos, y que es descripto en el Génesis bíblico.

2.- Alquimista es quien sigue los preceptos del Padre, descubriendo en la Biblia y los
demás textos sacros, en los Tratados de los Sabios, y en la continua observación de la
Naturaleza, refugiándose en la Shakti, la Virgen portadora de bienaventuranzas para los
que adoran su pureza inmaculada.

3.- Las herramientas del Artista son: la Intuición, el Estudio, la Oración y el Laboratorio.

4.- El Sabio emplea metales vivos, no muertos, a los cuales les extrae el espíritu, es
decir su maravillosa virtud.

5.- La Obra está basada en la Trinidad. Así son tres los momentos claves en que se
divide la creación de la Piedra, y que se indican por tres colores sucesivos: rojo, blanco y
rojo. Tres también son las materias empleadas en su ardua confección: Sal, Azufre y
Mercurio. Tal concordancia con las enseñanzas cristianas no es casual, y guarda plena
armonía con el misterio trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

6.- El fin último de la Alquimia no es la obtención de la Piedra Filosofal, sino que la


participación del Artista en el proceso genitivo del cosmos junto al Padre. He aquí la
revelación: hacer del hombre un ser en verdad semejante a Dios, alguien que ha vuelto
al estado adámico de la Edad de Oro, época en que el Vellocino áureo todavía no era
sacrificado por amor a los hombres, y donde se conocía el perdido lenguaje de los
pájaros.
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NOTA SOBRE
"EL SÉPTIMO DÍA"

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Para los Alquimistas el proceso genésico no ha finalizado. He allí un gran Misterio de
Dios. La evolución de la materia (alma corporeizada) hacia el periodo de Rubificación
es el desenlace necesario de toda labor hermética.

Este artículo fue escrito el día 27 de Noviembre de 2001.


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EL SÉPTIMO DÍA

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El séptimo día de la Creación no ha terminado; pues Dios en su inmenso amor y


compasión no cesa de generar el Verbo.

En tal labor de infinita germinación, el Alquimista se presenta como un


colaborador celestial. Su trabajo intenta ser armonía que crea universos, sinfonía que
lanzada en todas direcciones busca perfeccionar los reinos externo e interno de la
Naturaleza.

Aquí reside ese Secreto de los Secretos tan cuidado por los Sabios de todos los
tiempos. Pues quien comprende y hace carne la Verdad anterior, posee las Llaves del
Reino (*1)
*
Es conveniente indicar que aun en este sombrío eón, muchos son quienes hablan del
Oro de los Filósofos... Pero, ¿quién ha visto su incesante fulgor?

Detengámonos un momento siquiera... No vaya ser que la Verdad por simple que
es pase frente a nuestros ojos sin que nosotros percibamos su destello crepuscular.

El Oro...¡ese astro mineral!...no es el oro vulgar. Lo dicen y repiten hasta el


cansancio los hijos de Hermes. Entonces, ¿para qué gastar nuestra vida y dinero por
conseguir algo equivocado? He aquí la encrucijada que la Alquimia nos invita a descifrar.
¿Qué Mercurio, qué Oro, qué Azufre? Antes de empezar a experimentar como seres
descontrolados, tomemos el Espejo y preguntemos: ¿qué estoy persiguiendo? Sí,
Hermanos, ¡no vaya a ser que la Esfinge sea más astuta que nosotros, pretendidos
Hijos de Mercurio! (*2)
Lo decimos con toda certeza: el Oro de los Filósofos es el Pan del cual tanto se
habla en la Biblia, es el Maná que bajó del cielo - como ese rocío que trata el Mutus
Liber-, respecto del cual se han abierto las más increíbles polémicas acerca de cuál
sería su identidad. Este Pan es: Virtud, Alimento Celestial y Don de Dios. Por ello no
se puede comprar, ni transar en las Bolsas de Comercio, aunque Mercurio sea el patrón
de este... Esta bendición se toma por asalto o por meditación, o ambas. No hay otra
forma.
*
Llegará un día que la Luz triunfará, y las tinieblas se harán Luz.
Para que aquel prodigioso futuro se acerque, está nuestra Ciencia. Quien haga
del Azufre un Mercurio y del Mercurio un Rey Radiante, será un Sacerdote de nuestro
Templo, que es, por cierto, el de Salomón (SAL+AMÓN).

Pues Cristo nació en un humilde pesebre (conjunción del término castellano PEZ,
que para los Alquimistas es tan importante + el griego EBRIUS, exaltado; o sea, el lugar
donde habita ese pez mercurial exaltado, que es el motivo central de la Alquimia o tema
de los Sabios), o mejor aun: en una gruta (sede mineral). Y ascendió al reino de su
Padre. ¡El conoció del Azufre para hacerse Oro! Es entonces Rebis (dos cosas): Rey y
Sacerdote.

¿Quién de nosotros podría hacer lo mismo?

¿Quién es capaz de tallar esa materia oscura y tosca que se representa en esa
Biblia del Hermetismo titulada Las Moradas Filosofales, y que su autor, el Adepto
Fulcanelli, llama GNOMO (del griego NOMEN, nombre; y de NUMEN, voluntad, pero
también inspiración divina, término más cercano a la interpretación que exige el caso)?
¡No os confundáis! No necesitáis más Tratado que la Biblia y la Tabla Esmeraldina. Y
menos aun requieres: basta la continua Oración y observación de la Naturaleza sublime.
A través de ellas se te dará la Clave; luego podrás tomar un texto de algún Sabio, y
recién allí sabrás cómo practicar el solve et coagula; ¡pero no antes!

Quien no entre al Oratorio, de nada le servirá practicar en el Laboratorio. Pues si


no se recibe el Don Divino, del cual en otro trabajo hicimos un breve estudio (ver "El
jardín Hermético"), fácil es perderse en el Laberinto del Minotauro, sin tener ningún Hilo
de Ariadna para regresar.

Pues una Joya, en forma de frase, nos fue revelada por un gran Hermano: fácil
es entrar, mas difícil es salir.

Grabad estas palabras en vuestro corazón, agradeciéndole siempre al Creador,


la caridad que implica estar vivo, y el haber tenido acceso a lo que es la Ciencia Divina.

NOTAS:

(1)= Recordemos que quien cuida las Llaves del Cielo es San PEDRO; y que Pedro en latín es
PETRUS, piedra. ¡San Pedro sería el Guardián de la Piedra Filosofal! El pilar de la Santa Iglesia
Católica es, en un sentido hermético y que desconoce la actual jerarquía eclesiástica, la Piedra
Bruta que ha de trabajar el Artista. La Piedra que es base de la creación espiritual.

(2)= Hermes o Mercurio ciertamente no es cualquier Dios. Su astucia lo llevó a inventar el


comercio... lo cual debiera hacernos pensar en algo muy importante respecto a esa cualidad hoy
perdida, llamada "ingenio", de la cual debe echar mano el Filósofo y que muy bien es descripta
por los grandes escritores del Siglo de Oro Español, como por genios hermetistas entre los que
sobresalen Rabelais o Swift, para quienes el término Virtud nada tiene que ver con moral, como
mal creen los modernos. Es el Truco rabelaisiano que tanto repiten Fulcanelli y Canseliet. Es
en términos cristianos tomar el Cielo por asalto.
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NOTA SOBRE
"EL JARDÍN HERMÉTICO"

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La Gran Obra no sólo es un fenómeno externo al operador. También ocurre en su


interior. La tranquilidad que da la sabiduría es lo que llamamos Jardín Hermético.

El día 30 de Julio de 2001 nació este escrito, que toma algunas frases de grandes
Artistas para desarrollar la comprensión de sus pensamientos.
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EL JARDÍN HERMÉTICO

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La sabiduría hermética proporciona al Adepto una Luz única que permanecerá en él


para florecer bella y noble. Esto es lo que llamamos Jardín Hermético, el más caro bien
que puede cobijar un hombre.

Para comprender mejor esta idea, analizaremos cinco sentencias de distintos


Sabios que ha conocido nuestro mundo, palabras que tienen la virtud de guiar el
entendimiento a través de la intuición.

Roguemos a Dios que esta Verdad pueda ser asimilada por nuestros Hermanos, a
quienes dedicamos nuestros humildes escritos.

1.- "Existe la realización mística, la cual actúa en espíritu y en alma; pero existe la
realización hermética, que actúa en espíritu, en alma y en cuerpo". (Louis Cattiaux)

En efecto, la realización hermética es superior a la mística, por cuanto actúa en


todo el Ser: cuerpo, espíritu y alma. El misticismo es un estadio noble; pero no perfecto.
La realización hermética comprende a cabalidad al hombre. Por algo se ha dicho que es
una resurrección. Quien ha recibido el Don de Dios, ha muerto para nacer distinto.

Cattiaux señalaba que tal realización es la de Cristo, y que el misticismo lo


hallamos en los santos y los yoguis.

2.-"Esta es la reina de las Ciencias que supera a todas las demás" (Michael Maier)

La Alquimia es la reina de las Ciencias. Esto significa:


a).- Que su naturaleza es femenina. O sea, generosa en sus atributos, bella en su
realidad externa e interna, pura y virginal, y mistérica por esencia.

b).- Es una Ciencia. O sea, un cuerpo sólido con leyes e intuiciones propias. Posee un
lenguaje propio y reconocible.

c).- Es la Madre Universal de todo conocimiento de orden natural y espiritual. Tal


carácter se presenta en las ramificaciones a que ha dado lugar: espagiria, crisopeya,
química, física, por ejemplo. Además ha influido notablemente en lo que es la medicina y
en la física.

Sin embargo, no debe olvidarse que el Arte Real es superior a todas sus
ramificaciones, ya que de ella derivan, y, por tanto las trasciende en cuanto a su
naturaleza omniabarcante. Además, la Alquimia las supera porque sólo a ella llega
directamente la Luz que posteriormente, y sólo de manera fragmentada, reciben las
ramas de esta Ciencia Madre.
3.- "Debemos observar inviolablemente las leyes divinas inscriptas en nuestros
corazones" (San Alberto Magno)

El corazón dice relación con Jesús. Es la pureza manifiesta y acogedora. Es el


centro de radiación de una voluntad firme y autónoma, que duerme esperando el
amanecer.

Dios se ha comunicado a los hombres a través de su Hijo. Dios llega entonces al


entendimiento humano mediante el corazón, lugar impoluto, siempre calmo. Esta es la
vía que percibe ese rayo divino único y magistral que nos alimenta.

Zeus, lo explica la bella mitología griega - tan mal interpretada por los psicólogos
y por algunos teólogos cristianos -, se ha comunicado a los demás Dioses y a nosotros,
los mortales, a través de Hermes, Dios Viajero por esencia, el Gran Mensajero.

En ese lugar sacro - el corazón - guardadas están las leyes que Dios nos ha
dado.

Por eso es verdad que quien oye a su corazón escucha la voz del Altísimo.

4.- "Esta ciencia no puede aprenderse más que por revelación divina" (Batsdorff)

Nada bueno puede hacerse sin la ayuda de Dios. El Donum Dei es otorgado a
unos pocos para beneficio de muchos; base o pilar del hermetismo, del valor del secreto.
Muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos...

Esto quiere significar que Dios es generoso en su invitación; pero el hombre es


poco receptivo a su Voz, lo cual se explica por ese apego nefasto a los deseos
incontrolados, al egocentrismo, al materialismo.

No basta con tener una colección impresionante de tratados alquimistas para ser
un verdadero Adepto, ni realizar durante toda la vida experimentos en el laboratorio, sino
se es capaz de escuchar a esa suprema voz, que puede no existir, y ser sólo
engreimiento.

Si no has sido llamado...¿para qué gastas tu dinero en algo que puede traer más
peligros y reveses que felicidad? La vía es difícil. Es el camino de espinas, el dejar de
lado muchas cosas para obtener sólo una.

¿Te sientes llamado realmente a dar inicio a un largo peregrinar, cuyo objeto y
medios desconoces?

5.-"Tan sólo la iluminación divina les proporcionará la solución del oscuro


problema; ¿dónde y cómo obtener ese oro misterioso?" (Fulcanelli)

Esta es una reiteración de la idea anterior.


Sí, la solución la da Dios, quien abre las Puertas al Palacio Cerrado del Rey,
donde el Rey es Dios y el Palacio el Templo de Salomón, que se abre de par en par al
Adepto, mostrando la claridad de su simbología, la vitalidad de sus esculturas, el fuego
inmortal que siempre lo alumbra.

La Piedra Filosofal germinará cuando el Adepto cumpla las condiciones


espirituales y físicas necesarias, para lo cual se debe orar y trabajar en el laboratorio sin
cesar.

¡Oh, realeza divina que te escondes a los ojos de los impuros; pero que, sin
embargo, siempre estás allí, tan cerca pero a la vez tan lejos, en el centro mismo de
nuestro corazón!

¡Alabado sea Dios!


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NOTA SOBRE
"EL FUEGO SECRETO"

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Entre los elementos que emplean los Alquimistas en su labor de metalogénesis, se halla
el Fuego Secreto. Su misión es actuar como substancia vivificante.

Mucho se ha discutido acerca de cuál sería este Fuego. Dom Antoine Joseph Pernety
nos señala en su Dictionnaire Mytho-hermétique 50 acepciones de esta palabra.

Hemos recogido diversas ideas dadas por los Sabios, las que ayudarán a entender la
naturaleza de esta materia ígnea.

Este texto fue escrito el 14 de septiembre de 2001 y revisado el día 4 de noviembre del
mismo año.
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EL FUEGO SECRETO

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La Gran Obra exige del Fuego Secreto, el cual es además uno de los mayores tesoros
de los Filósofos.

Intentaremos mostrar en el presente artículo lo que han dicho algunos de los


Maestros acerca de este elemento ígneo que tiene la virtud de vivificar el proceso
alquímico.

Empecemos con nuestro autor predilecto, Fulcanelli, quien señala:

"Sin él, sin ese fuego escondido bajo una forma salina, la materia preparada no
podría ser forzada ni cumplir sus funciones de madre, y nuestra labor quedaría para
siempre como quimérica y vana" (Las Moradas Filosofales, Plaza y Janés, Quinta
edición, España, 1977. p. 154).

Según este Sabio, la naturaleza de este fuego es de carácter metálica y "de


origen sulfuroso" (Las Moradas Filosofales, ibid., p. 366).

Su símbolo es el fuego verde, el Apolo naciente. También es la Salamandra, ser


elemental que habita en el fuego.

En relación a este tema, el Maestro indica que una de las críticas posibles a la
química es su formulismo, que la lleva a cometer simplificaciones. Por ejemplo, cuando
se dice que el agua (H2O) es el derivado de la unión de dos elementos - el hidrógeno y
el oxígeno -, se omite al fuego, quien en último término permite la unión del H y del O.
Incluso más, Fulcanelli reta a cualquiera a mezclar ambos elementos químicos... a fin
de obtener de ello agua. El resultado implicará le más rotundo fracaso, profetiza el
Filósofo. Pues sin el fuego nada es posible...

La precedente es sólo una de las tantas maneras expresivas de la acción ígnea.


Pero debe quedar en claro que el fuego común, vulgar, no es el fuego secreto o de los
filósofos. Quien no comprenda aquello, vagará eternamente en las sombras. Los sabios
lo repiten una y otra vez.

Eugène Canseliet, discípulo de Fulcanelli, en la introducción a la Tercera Edición


de Las Moradas Filosofales, dice abiertamente que en este libro se otorga la Clave
cuando se nos habla del Fuego, del cual Canseliet arguye que éste nada tiene que ver
con el de los sopladores:
"El filósofo o alquimista y el soplador o espagirista utilizan un fuego muy diferente;
éste elemental y producido por los combustibles ordinarios, y aquél, filosófico, y nacido
de la inagotable fuente celeste"

Pontanus dice al respecto:

"Notre feu est minéral et égal; il est continuel; el ne s´éleve point en vapéurs `a
moins qu´on ne l´ excite trop, il participe du soufre; il se prende d` ailleurs que de la
matière; il dissout tout, détruit, congèle, calcine; et ce feu, avec un feu doux, achève l
´ouvre" (fragmento extraído del Dictionnaire Mytho-Hermétique de Dom Antoine-
Joseph Pernety, 1787)

El Trevisano se referiría, según Pernety, en los mismos términos que Pontanus,


lo cual ratifica la universalidad del mensaje hermetista, y que muchos no quieren o no
pueden vislumbrar, dado que las palabras empleadas por los Sabios a veces son
distintas, pero su ESPÍRITU es el mismo. De allí la hermosa frase: "La letra mata, el
espíritu vivifica". Pero también, en nuestro juicio, el célebre Artefio se expresa de
manera casi textual a Pontanus. En El libro secreto señala:

"Nuestro fuego es mineral, igual y continuo; no produce humos a menos de ser


demasiado excitado; participa del azufre, tomando otras cosas de diferente naturaleza".

El Fuego aunque es Uno, puede descomponerse o ramificarse en varios. Es lo


que ocurre con el misterio de la Trinidad, aunque en el caso del Fuego alquimista se
suele hablar de Cinco Fuegos. También los Filósofos nos hablan de fuego de primer,
segundo, tercer y cuarto grado. Otros fuegos que se conocen son, por ejemplo, el de
llama, el interno, el natural (que sería el de los rayos solares), el vivificador. Por su parte
Artefio dice que hay Tres Fuegos. Pero no nos explayamos tanto, y retornemos al
Fuego Secreto, fuente de energía, manantial del que el Artista extrae el movimiento.

Si el Fuego Secreto es la sustancia que da vida, gran razón tienen aquellos


de nuestros Hermanos que dicen que esta serpiente calorífica se hallaría en la Sal.
De allí que debamos saber a qué sal nos referimos, cuestión que la dejamos al
estudio de nuestros lectores.

Tan desconcertante en cuanto a su identidad como Fulcanelli, lo es Kamala


Jnana, seudónimo de otro francés del siglo XX. Su obra es de gran interés, ya que al
teóricamente se presenta menos oscura que la del primero. Pero simpleza teórica no
significa facilidad práctica.

Este autor asimila Fuego Secreto a Quinto Fuego, el cual define en su


Dictionnaire de Philosophie Alchimique como "fuego secreto energético que conduce a
todo el magisterio". Deben relacionarse ambos conceptos con el del Agente Primordial,
que Kamala Jnana aprecia como la "sal" de los filósofos, capaz de realizar toda la Obra,
siempre que sea bien manejada por el Artista
¿De dónde proviene este Fuego? Indudablemente de Dios, pero puede hallarse
en algunas materias con más facilidad que en otras. Aquí reside el arcano. Descubrir
cuáles son esas materias de donde podemos extraer el Fuego Secreto es la labor del
Hijo de Hermes, quien al obtener un buen resultado podrá contemplar la fuente de toda
Luz, aquella que es velada para la mayoría. Por ello el conocimiento alquimista no es
un mero saber, sino que la Joya que coronará al verdadero Artista.
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NOTA SOBRE
"MUJER Y ALQUIMIA"

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Cuando escribíamos este artículo (Marzo de 2000), nos encontrábamos bastante lejos
de comprender lo que es Alquimia, lo cual se debía a la aceptación de manera casi total
de uno de los mayores exponentes de los últimos tiempos del esoterismo . Por cierto,
nos referimos a René Guénon. Lamentablemente no percibíamos en aquella época que
Guénon jamás practicó la Alquimia, y que por el contrario guardaba cierto recelo frente a
las enseñanzas de los hermetistas.

Para el francés la cuestión era muy sencilla: la Alquimia no era más que una ciencia de
carácter cosmológica, cuya iniciación correspondía a los Misterios Menores de la
antigüedad. Es decir algo así como un "esoterismo menor". Por otra parte su visión de la
Alquimia se refería a una cuestión netamente "interior", que dejaba de lado la operatoria
imprescindible del Laboratorio.

Fue Eugène Canseliet quien puso el punto final sobre esta desviación peligrosísima, que
- ¡cosa curiosa de los antagonismos o extremos! - une dos pensamientos disímiles: el
de Guénon con el de las escuelas neo-espiritualistas, por ejemplo la New-Age (quien
nos satura con su "alquimia interior", "alquimia del Grial", "alquimia del alma", y otras
aberraciones carentes de destino y sentido).

Las "acusaciones" del discípulo de Fulcanelli a Guénon se encuentran en un trabajo que


se incluye en próximas páginas. Así, el lector podrá conocer con detención este debate.

Se ha mantenido este texto sin modificación alguna, aun cuando como hemos indicado
en los primeros párrafos, nuestra visión actual sobre Alquimia, pasa necesariamente por
el "trabajo operativo", como algunos llaman, y no se queda sólo en el fácil terreno de la
especulación.

De todas maneras, es cierto que la Alquimia dignifica a la mujer. Ella es quien tiene los
secretos de la Naturaleza. ¿Cómo iba a ser de otra forma?

Publicado originalmente en revista Ciudad De Los Césares (N° 58, Septiembre -


Noviembre de 2000, Santiago, Chile). Luego sería traducido al italiano e incluido en la
revista tradicional L ´Idea. Il Giornale di Pensiero.
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MUJER Y ALQUIMIA

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"Solo un hombre no podrá alcanzar esa meta: debe tener una compañera".
(Gustav Meyrink)

La obra de autores tan importantes como Titus Burckhardt, René Guénon, Fulcanelli,
Julius Evola y Mircea Eliade, ha servido, entre otras no menos fundamentales
cuestiones, para desentrañar lo que fue realmente la Obra Alquímica. Ellos han
demostrado que la Alquimia fue más que un mero antecedente de la química y
muchísimo más que la búsqueda de la transformación del oro.

Podemos decir que la Alquimia es ante todo la ciencia tradicional que busca lograr
la transformación de la naturaleza y del hombre, a través de procesos cuya semántica se
caracteriza por la utilización de conceptos y símbolos ante todo metalúrgicos.

En esta obra de imitar y transformar la naturaleza, los alquimistas descubrieron lo


fundamental del Alma Femenina para la realización del ser, y cómo el Amor nos conduce
a la tierra de la perfección. Así, por ejemplo, en sus grabados será motivo frecuente la
utilización de mujeres que ayudan al alquimista - en especial entregándole los elementos
del Ars Regia- en la realización de la Opus Alchymicum; pero también podemos apreciar
a través de sus textos el gran misterio que significa el Matrimonio Químico, y cuyo fin es
la creación del Rebis, símbolo alquimista que se ha de identificar con el andrógino.
Pero no nos adelantemos. Tratemos con mayor profundidad algunas ideas
esenciales.

I.- LO QUE ES ALQUIMIA

Ya hemos dado un concepto mínimo de lo que ha de entenderse por Alquimia.


Adentrémonos en él.

Hemos dicho en primer término que es una ciencia tradicional. En efecto, tanto los
símbolos como significaciones esenciales de la Alquimia corresponden a un saber no
meramente intelectual. Es más, como saber tradicional su fuente no es siquiera humana.
Además, es conocimiento que se transmite, es decir forma un todo ininterrumpido e
inalterado; pues, como toda verdad, no puede sufrir alteración.
Su máximo objetivo es la transformación de la naturaleza y del hombre. Famosa
es aquella sentencia de los hermetistas (nombre como también se conoce a los
alquimistas) según la cual el hombre ha de ayudar a través de la Opus Alchymicum a la
Naturaleza. Tal labor implica en primer lugar, un aspecto cognitivo o pasivo (conocer los
métodos cómo actúa la Naturaleza), y en segundo lugar un aspecto creativo o activo
(influir en la realidad).

La Alquimia es una serie de pasos tendientes a la finalidad antes señalada. Es


decir, no es una labor sencilla, sino que por el contrario, es ardua y lenta. El
cumplimiento de ciertos pasos obligatorios demuestra además su carácter de ciencia
tradicional; o sea búsqueda espiritual seria, no profana.

Podemos decir que la simbología es por antonomasia el lenguaje tradicional. Sin


embargo, en la Alquimia lo es más aún, puesto que la forma de expresión de los
hermetistas es intencionalmente difícil. Se quiere que sólo seres dotados de mucha
voluntad (materia bruta) sean capaces de acercarse a los significados más profundos de
este arcano saber. Es una ciencia que posee códigos propios y generales. O sea, posee
conceptos que hallamos preponderantemente en ella, como también otros que son
frecuentes en toda Tradición. Respecto de los primeros podemos mencionar ante todo
los términos "metálicos": oro, piedra filosofal, azufre. Respecto de los segundos, sirva
con nombrar por vía ejemplar la cruz, el sello de Salomón, el andrógino, entre otros.

II.- SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA MUJER EN EL TRABAJO ALQUIMISTA

La obra alquimista, como todo camino espiritual, no es posible sin la presencia de lo


femenino. Obviamente lo femenino no tiene por qué implicar la necesidad de una mujer.
Así, hay muchos caminos que no requieren de su presencia física. Pero lo que sí es
insustituible es la cualidad femenina o energía femenina (la cual se halla, aunque sea de
todos sabido, también en el ser masculino, a través de aspectos tales como la
emotividad, la devoción, el gusto por el arte). Podemos decir entonces que la mujer es la
especie y lo femenino el género.

Ahora bien, para la Alquimia tanto lo femenino como la mujer son esenciales. Y
reduciendo aún más, podemos decir con precisión: la mujer es esencial (pues ella ya
incluye el elemento femenino).

Evola señala con relación a este asunto que "la Mujer de los Filósofos (símbolo de
la fuerza de vida) en cierto momento dejó de ser <<conocida>>: entonces la mujer
terrestre fue utilizada como un medio para alcanzarla de nuevo, gracias al vértigo y al
éxtasis que el eros puede producir entre los seres de los dos sexos" Esta "captura" de lo
femenino es justamente uno de los mayores logros realizados por la ciencia (ciencia
tradicional) hermética, la cual valorizó a la mujer de forma tan elocuente como lo hicieron
en su tiempo los Fieles de Amor, sociedad esotérica a la que perteneció entre otros
Dante, quien, según algunos, la habría presidido al renunciar Guido Cavalcanti
La forma de expresarse esta importancia es, en principio, a través del papel de
intermediaria: Ella es quien permite al hermetista acceder a la Naturaleza (la que es
femenina); ella le otorga al iniciado la llave. Pero también posee un papel de
suministradora: ella entrega al alquimista las herramientas. Además cumple una función
purificadora: al entregar al alquimista los instrumentos, los purifica, los limpia e impregna
con su infinita bondad. Ella es también la sacerdotisa con la cual se realizan las bodas
alquimistas, se consuma el matrimonio místico, asunto que trataremos con mayores
detalles en el próximo capítulo.

Su amor, entonces, se manifiesta en todos los pasos que ha de dar el iniciado en


la Opus Magnum. Ella lo inicia. Ella lo acompaña. Ella le permite cerrar el ciclo,
completar en sí mismo el símbolo de Ouroburos.

III.- EL MATRIMONIO QUÍMICO O LA GÉNESIS DEL ANDRÓGINO

Ya hemos visto que la mujer ocupa no sólo un papel en la Opus Alchymicum sino
muchos. Analicemos ahora con mayor amplitud el paso final, aquel que le permite al
iniciado ser más de lo que era en su etapa profana. Veamos el sentido oculto del
matrimonio químico.

La unión, o mejor, el acercamiento de dos fuerzas puede generar una tercera.


Decimos puede, ya que también es posible que las dos existentes se neutralicen o se
extingan en el momento del enfrentamiento. Si no ocurre esto, se crea una tercera
fuerza. Si trasladamos lo señalado a un terreno plenamente metafísico, y las fuerzas
comparecientes son mujer y hombre y ha de darse un resultado positivo (es decir, no
negativo, que no se trate de la anulación de los contrarios), este ha de ser el andrógino.
El tercer principio. El logro de la unidad primigenia. La concreción del momento anterior
a la Caída. Es el retorno al Paraíso. Es la mujer que alcanza la plenitud. Es, también, el
hombre pleno.

Esta realidad dual -hombre-mujer- es indicada por el Corpus Hermeticum de la


siguiente manera: "Percibiendo en el agua la propia forma, concibió el deseo por ella y
quiso poseerla. El acto acompañó al deseo y la forma irracional fue concebida. La
naturaleza se adueñó de su amante, lo circundó y ellos se unieron en un mutuo amor. He
aquí como es que, solo entre todos los seres que viven sobre la tierra, el hombre es
dual, mortal en el cuerpo, inmortal en la esencia... Superior al sueño él es dominado por
el sueño". Aquí se expresa la importancia del concepto amor (a (sin)-mors (muerte)= sin
muerte), el que no dice relación únicamente, como suele entenderse hoy, con un cierto
grado de emotividad.

En cuanto a símbolos se refiere en los tratados alquimistas, así como en sus


copiosos grabados, la mujer es representada por el mercurio, y el hombre por el azufre.
Ellos han de realizar el matrimonio químico, es decir la muerte que nos permite la
resurrección. Tal es la importancia de este acto supremo -donde se unen los opuestos
complementarios, los principios universales de masculino y femenino- que Titus
Burckhardt dirá: "El casamiento del azufre y el mercurio, el Sol y la Luna, el rey y la reina
es el símbolo principal de la alquimia". Tales palabras no carecen de razón, ni son
tampoco exageradas. Pues, si hemos sido capaces de darnos a entender, ha podido
captarse que si algo es la Alquimia es antes que cualquier otra cosa, la reunión de las
fuerzas naturales, a objeto de lograr un ser nuevo; lo cual sólo ha de lograrse a través de
la confrontación que ha de llevar a la muerte de un estado, para luego realizar el misterio
de la resurrección. Así ya no se es más el que se era, pues ahora hay en uno nuevos
elementos y, lo que es primordial, una nueva conciencia. Así, "los dos principios -el Sol y
la Luna, el Rey y la Reina- se unen en el baño mercurial y mueren (ésta es la nigredo);
su alma les abandona para volver más tarde y dar nacimiento al filius philosophorum, el
ser andrógino (Rebis) que anuncia la inminente obtención de la Piedra Filosofal". Sí,
luego de la muerte, es necesaria la resurrección.

IV.- LA VIRGEN NEGRA EN UN SENTIDO ALQUIMISTA

Un tema que debemos tratar aquí, aunque lo hagamos sólo de forma breve y sin entrar
en mayores detalles, puesto que es material que abarcaría un texto íntegro, es el que
constituye uno de los mayores arcanos del cristianismo: es decir, la Virgen Negra.

En primer lugar es preciso indicar que éste es, como todo verdadero símbolo, algo
universal. No es privativo de un país o lugar determinado. Ni siquiera es propio del
Cristianismo, pues hallamos a esta deidad en el Egipto faraónico, y en la India milenaria
a través de Kali. Tampoco es signo que denota un exclusivismo racial.

Los asuntos que deben estudiarse de este símbolo, son, al menos, los que
siguen:

a) El significado de lo virginal;

b) El negro como etapa de la Obra Alquimista;

c) El aspecto femenino de la deidad; y

d) La Virgen María como madre de Jesús.

Respecto del primer punto hemos de decir que representa lo no expuesto, lo no


visible, la Naturaleza no tocada. En pocas palabras: la pureza y el misterio.

El segundo punto nos habla de las etapas de la Obra, y en especial de la nigredo.


Digamos entonces algo básico acerca de los mencionados momentos, los cuales
pueden resumirse en tres, pero que incluyen a su vez diversos matices los que aquí no
hemos de tratar dado el espacio del presente trabajo. El primero es el de la nigredo (que
se identifica con el color negro), es decir el período en que aún la materia está en bruto;
no se ha realizado en ella ningún paso purificador. La Virgen Negra sería entonces la
Naturaleza "bruta", aquella que no ha sido horadada; es por tanto la poseedora de todas
las riquezas y arcanos. Luego está el albedo (que debe relacionarse con el blanco), la
etapa de limpieza, de depuración, la luz. Finalmente, sigue la rubedo (es decir el rojo), la
etapa de "solidez espiritual" si se nos permite utilizar tal término, el fuego, la supremacía.
Aquí el hermetista ya ha logrado despojarse de todo lo nefasto para concluir la obra,
transformándose por completo. La Virgen Negra nos indica de esta manera el primer
paso de la Obra, donde la naturaleza existe como tal, sin ninguna depuración, ni
agregación. Según Fulcanelli - quien es posiblemente el último verdadero alquimista-
representa "la tierra primitiva, la que el artista debe elegir como sujeto de su gran obra.
Es la materia prima en estado mineral, tal como sale de las capas metalíferas,
profundamente enterrada bajo la masa rocosa".

Podemos señalar la importancia de la numerología en los procesos antes


descriptos. El uno (primer paso: nigredo) es el Hombre. El segundo (albedo) representa
a la Mujer. El tercero (rubedo) al Andrógino, Hombre Íntegro (indicado por la sabiduría
germánica por la runa Hagal), Ser Pleno. Estos pasos los describe Julius Evola de la
siguiente manera: "La Unidad es el comienzo; el Dos es el número femenino de la Tierra;
el Tres es masculino en cuanto representa la Unidad, no en sí, sino con la Tierra
(1+2=3)".

Las etapas mencionadas se hallan en la monumental obra de Dante, es decir La


Divina Comedia; y que en palabras de Mario Antonioletti, pueden resumirse así: El
primer paso es el "descenso a los Infiernos" (para nosotros, nigredo); el segundo
(albedo) es aquel en el que el iniciado ya no posee el desequilibrio anterior, pero que de
todas formas no es suficiente para lograr su plena autonomía espiritual; el tercer paso
(rubedo) es el del silencio de las esferas planetarias, la Paz .

El aspecto femenino de la deidad (que es llamado Shakti por los hindúes) es la


concreción de la dualidad existente en todas las cosas llevada al modelo divino. La
Virgen, qué duda hay, es el aspecto femenino de Dios. La pureza divina.

Y también existe un aspecto que ha de indicarse respecto del misterio de la


Virgen Negra: el de ser la Virgen María la madre de Jesús. Ella nos ha dado a Su hijo, lo
que es igual a decir que la Naturaleza (la Virgen) nos ha otorgado lo más puro de su ser
(Jesús), que es también lo más preciado.

V.-CONCLUSIÓN

No hemos pretendido agotar un tema tan primordial como el que aquí hemos tratado.
Seríamos ingenuos si quisiéramos hacerlo. Nuestra intención, en verdad, es mucho más
sencilla; pero implica una tarea no menos valiosa.

Lo que deseamos al entregar estos cortos capítulos, es señalar desde una


perspectiva tradicional aquello esencial que quiere decirnos sobre la mujer (o el principio
femenino) la simbología alquimista, y como según los alquimistas ella puede ayudar al
estudioso de la Vía del Espíritu a develar el aspecto femenino de Dios. La comprensión
de tal Verdad nos acercará cada vez más a Su Luz.
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NOTA SOBRE
"LAS ACUSACIONES DE EUGÈNE CANSELIET A RENÉ GUÉNON"

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Dos años después del escrito anterior, escribimos este trabajo que creemos será de
agradecer por los seguidores de Canseliet. Es cierto, es un tributo al alquimista francés,
autor que en el terreno alquímico constituye autoridad. Pero, si uno se fija también lo es
de Guénon, aunque por cierto, en su justa medida.

Las Acusaciones son de Enero de 2002.


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LAS ACUSACIONES DE EUGÈNE CANSELIET A RENÉ GUÉNON

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(E. Canseliet, alquimista cristiano y heredero de la obra de Fulcanelli)

Podemos decir que las críticas a un autor, pueden clasificarse de internas y externas, y,
por otra parte, de fundadas e infundadas.

Respecto a la última categoría digamos que la mayoría de las críticas hechas al


corpus guénoniano, si se las estudia con detención, no tienen mayor solidez. La
coherencia interna de la idea de Tradición como la fortaleza de sus acusaciones al
mundo moderno parecen tener asideros sólidos, por lo cual parte de los "enemigos" de
Guénon han debido recurrir al siempre poco filosófico argumento ad hominem; y así,
para cuestionar la obra del metafísico francés, han atacado sus ambivalencias, v.g.,
como la de ser masón y escribir en una publicación que ya desde su nombre es
antagónica a tal esoterismo. Ciertamente nos estamos refiriendo a La Francia
Antimasónica.

Críticas fundadas las hay, por supuesto, pues errar es humano, y Guénon era
muy humano, más allá de su lenguaje frío e impersonal. Entre ellas está la que ahora
abordaremos, y la cual en su momento hizo Ananda Coomaraswamy, seguido por
Marco Pallis, para quienes los juicios de Guénon sobre el Buddhismo eran más bien
débiles e incorrectos. Además está la corrección severa y determinante que le han hecho
autores católicos como Jean Borella y Jean Hani, cuestión que sería bueno tratar
próximamente.
Respecto a la primera distinción - es decir, entre críticas internas y críticas
externas- fácil es deducir que definimos por internas las manifestadas dentro de la
escuela guénoniana. Allí encontramos los juicios efectuados por los citados Pallis, Hani,
Borella y Coomaraswamy, y, en cierta forma, por autores que se han nutrido de las
fuentes guénonianas para después crecer por sí mismos con cierta notoriedad, como lo
son Julius Evola y Frithjof Schuon.

Las externas provienen de una pléyade de personalidades tan distintas, que no


pretendemos aquí abarcar, pero que van desde católicos tradicionalistas, neo-
derechistas, paganos, hasta teosofistas, izquierdistas, psicologistas (como Ken Wilber,
quien, sin embargo, hace suyos varios palnteamientos de RG) o New-Age.

Aquí vamos a tratar una - o, en verdad, varias acusaciones - del todo sólida hecha
por un autor no guénoniano ni guénonizante, tan conocido como el autor de la muy
certera Crisis del mundo moderno, y poseedor de una cultura envidiable (aunque
reducida al espectro occidental).
Nos referimos a Eugène Canseliet, discípulo del misterioso Fulcanelli y uno de
los renovadores de la Alquimia durante el siglo XX.

Eugène Canseliet (1899-1982), amigo de André Breton, Anatole France, Paul Le


Cour, y en su momento de los guénonianos hermanos Chacornac, hará de su vida un
Magisterio dedicado por entero al Arte Real o Alquimia. Si bien es cierto que su nombre
siempre aparece ligado al de su Maestro, Fulcanelli, Canseliet tiene la cualidad de
brillar por su propia luz. Libros como L´Alchimie et son livre Muet; Deux Logis
Alchimiques en marge de la science et de l´Historie; y el fundamental L´Alchimie
expliquée sur ses textes classiques (trad.cast: La Alquimia explicada sobre sus textos
clásicos, Luis Cárcamo editor, Madrid. 1981), son obras que demuestran el gran saber
en torno al Hermetismo alquimista que manejaba su emisor, como a la vez son
recipientes del fino gusto literario, profundamente antiguo y despierto, de Eugène
Canseliet.

En el último de los citados textos, encontramos un Capítulo Tercero, intitulado


"Solicitaciones engañosas o insensatas", con unas interesantes reflexiones en torno a lo
que precisamente no es Alquimia. En pocas - pero profundas - palabras, se cuestiona a
Gaston Bachelard, René Guénon, Julius Evola y Carl Gustav Jung.

Leamos lo que el discípulo de Fulcanelli dice: "Si, con Gaston Bachelard, se está
sumamente alejado de la alquimia real, se permanece a la misma distancia astronómica,
con René Guénon, quien no vio nunca la antigua ciencia de Hermes, sino a través del
deformante espejo de su híbrida obsesión hinduista y próximo oriental" (La Alquimia
explicada sobre sus textos clásicos, op. cit., p.70).

Católico tradicional; anglófobo; hombre para el cual latín y griego no son simples
elementos decorativos, propios de burgueses cultos, sino, por el contrario, sustentos
sólidos del Espíritu; amante del viejo Canto Gregoriano; y contrario a las modas
orientalistas como la cremación ( la cual ha ido suplantando la sacra inhumación.
¡incluso en los ambientes supuestamente católicos!); Canseliet no podía comprender
cómo un francés, originalmente cristiano, y estudioso de la Tradición, como lo fuera
René Guénon, se hiciera musulmán y olvidara su Fe y cultura de un día para otro...
Para Canseliet, y parece diferenciarse en esto a su Maestro Fulcanelli - más
tolerante; quizás, más pagano- , no hay en la actualidad otra Tradición que la Cristiana
y Católica; la cual si bien incorpora algunos elementos tomados de Oriente, como
podrían ser ciertas ideas y ritos egipcios - pues como decía San Agustín, el Cristianismo
es anterior a Cristo- éstos, un buen estudioso del esoterismo lo descubrirá sin
sonrojarse, en nada contradicen los Evangelios, y por el contrario sirven como Claves a
la interpretación de esta religión.

Luego la dura mano del alquimista de Savignies cae contra la clásica distinción
guénoniana de las dos iniciaciones: la sacerdotal (más perfecta, según RG) y la heroi ca
(la de los Kshatriyas). La primera se quiere de Oriente, la segunda de Occidente. Esto
para Canseliet no es correcto. Tal distingo es inevitablemente peligroso, pues degenera
en conceptualizaciones en las que no cabe matices. El alquimista no es ni lo uno ni lo
otro: ni sacerdote ni rey. ¡Es ambas cosas! Además: ¿por qué buscar en Oriente lo que
se encuentra aquí, en Occidente, a través de la Alquimia, Ciencia o Arte seguido por
cristianos como Santo Tomás, Basilio Valentín, Alberto Magno, Nicolás Flamel, Dom
Pernety, Raimundo Lulio, y poseedora de un conocimiento más valioso que las
especulaciones extremo-orientales?, nos parece decir el ferviente impulsor del
resurgimiento de la Alquimia en el pasado siglo.

Ésta es la crítica que también alcanza a Julius Evola y su Tradición Hermética.

Guénon y Evola, nos señala Canseliet, se han acercado a la Alquimia sólo desde un
punto de vista libresco, literario y especulativo; pero jamás han pisado el templo del
Artista, que es su Laboratorio, y menos aun contemplado las etapas que se hacen
explícitas con el cambio de los colores en el matraz, y que los Filósofos llaman
"Regímenes". Tales autores - sentencia el amigo del surrealista Breton - difícilmente
podrían haber entendido lo que realmente es Alquimia, y conocer sus efectos tan
verídicos.

(René Guénon, ya convertido al Islam, viviendo en El Cairo)


Interroga Canseliet: "Más ¿quién pues podría bien comprender, por la lectura sin
parcialidad ni partido tomado, que un tratado clásico de alquimia no apunta, de lejos o de
cerca, al laboratorio y sus positivas experiencias?" (La Alquimia explicada sobre sus
textos clásicos, op. cit., p.71).

En efecto, si la Alquimia sólo fuera mental o espiritual, ¿por qué los alquimistas
crearon matraces, laboratorios, crisoles? ¿Por qué los tratados de los Sabios nos hablan
de la estibina, el antimonio, el cinabrio, a los cuales ocultan con nombres alegóricos o
simplemente sin escondite alguno? ¿Y por qué las condiciones exigidas como ciertos
pesos, ciertas medidas, o ciertos días en los cuales se ha de trabajar? Por último: ¿Cuál
es el operar de esa alquimia interna, que parece ser la defendida por Guénon y Evola,
y...¡oh, contradicción!, también por los ocultistas y best-selleristas de los últimos años?

Quien quiera verificar la fortaleza de los fundamentos de Canseliet, que revise


uno de los más clásicos tratados de Alquimia: El compuesto de los compuestos, de
Alberto Magno, del cual hay edición castellana en Siete Textos de Alquimia (Anónimo,
Editorial Kier, Buenos Aires, 1978), y ¡busque donde se encuentra ese operar
especulativo!

Pero que no se nos mal interprete: no estamos arguyendo que la Alquimia nada
tenga que ver con procesos mentales o con algo espiritual. ¡Todo lo contrario! Somos
enfáticos en decir que el Arte de los Filósofos no hace distinción y requiere tanto de
oración como de laboratorio. Lo dicen los Sabios; a nosotros, más humildes en
nuestros propósitos, basta con mostrar este enunciado a quienes tengan alma sincera
y deseen conocer la Verdad respecto a la Ciencia de Hermes.
Pero continuemos.

Otra crítica hecha por Canseliet, es el rechazo de Guénon hacia "la Cábala, en
único provecho de la Kábbala". Nos explicamos. Para los seguidores de Fulcanelli
existe un lenguaje providencial, que es el conocido como "lengua de los pájaros"
(Guénon también habla de este tema; quizás Canseliet no lo supo. Recordemos el
breve y sólido artículo del metafísico francés que devino musulmán, denominado
precisamente "El lenguaje de los pájaros", y que los lectores castellanos podemos
encontrar en ese maravilloso libro Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, que
publicara la Editorial Universitaria de Buenos Aires en los años 80). La Cábala, o Gaya
Ciencia, es la interpretación de dicho lenguaje oculto y velado para la mayoría. Nos
permite entender esotéricamente las cosas. ¡Pocos son los que han recibido el Don que
implica poseer tan glorioso conocimiento! Entre ellos, Fulcanelli, y su predecesor,
Grasset d´Orcet, el célebre criptógrafo que habría rescatado esta "lengua perdida" para
los tiempos modernos.
Escritores como Jonathan Swift, Miguel de Cervantes, Rabelais o Bergerac,
dominaban la Gaya Ciencia, de lo cual dan prueba sus escritos.

Una acotación, obvia pero necesaria: Esta Cábala no debe confundirse con la
Kábbala, la cual es propia de los judíos, y por tanto no universal.

Sin embargo, la crítica de Canseliet a Guénon que maneja mayores


fundamentos es otra: el desprecio de Guénon por el Hermetismo, al cual no lo reconoce
como una "doctrina tradicional completa", lo que parece llevarlo a deducir que "el
hermetismo, que fue la vida misma de la humanidad occidental, no hubiese sido nunca
la tradición de ella".

Aquí reside una de las fallas de la arquitectura guénoniana. ¿Por qué negar el
valor del Hermetismo? ¿Por qué relegarlo a la esfera de las ciencias cosmológicas,
cuando Alquimia es ante todo una ciencia integral?

Tal ataque de Guénon hacia el Hermetismo, muy semejante a su desprecio por el


misticismo cristiano, demuestra su mala comprensión frente a conocimientos y
experiencias que le eran ajenas, dada su rigidez mental, y que sin embargo tuvo la
osadía de tratar.

El Hermetismo - que por cierto, nada tiene que ver con esa triste creación de
aquel chileno que huyó de su nombre real para cubrirlo con el "mejor" de John Baines
(sí, ¡un caso de esa anglofilia que a Canseliet tanto disgustaba!) -, es un saber que
incluye herramientas (símbolos, rituales, experiencias, energías) y ciertamente una
Doctrina, que representa uno de los esoterismos aun vivos, más nutrido y dotado de
fuentes simbólicas insospechadas. (El Mutus Liber, siendo "sólo" un conjunto de
imágenes, ya es materia suficiente para dedicar toda la vida a su estudio).
Quien quiera entender lo que verídicamente es el Hermetismo que lea, lea y relea
la Tabla Esmeraldina - tan breve como perfecta - o que se apoye de la magistral obra
de uno de los más serios candidatos a ser Fulcanelli: el estudioso del viejo Egipto,
Schwaller de Lubicz, de quien en próximos estudios hablaremos, cuya obra The
Temple of Man, otorga pautas sobre este importante asunto, que es del todo serio, y que
por lo mismo no puede guardar relación con las imposturas cimentadas por la New-Age.

Ni tampoco con los juicios, en este caso particular, poco consistentes de la


escuela de Guénon...
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Simbolismo
Constructivo
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NOTA SOBRE
"SIMBOLISMO ZODIACAL EN PÓRTICOS Y PORTADAS MEDIOEVALES"

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En octubre de 2001 y a petición de la revista italiana L´Idea. Il giornale di Pensiero,


dimos origen a este artículo que trata acerca de uno de los temas que más nos atrae: el
Arte Sacro, y en especial el simbolismo que en él mora.

Sabido es que las catedrales medioevales constituyen verdaderos libros cargados de


una simbología maravillosa, que debemos a sus constructores, cristianos
alquimistas.

Desentrañar su universo ha sido una de las motivaciones que guiaron el texto que a
continuación leerán.
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SIMBOLISMO ZODIACAL EN PÓRTICOS Y PORTADAS MEDIOEVALES

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"Cuando la forma del Gran Misterio se manifiesta, se perpetúa, con su raíz, en la


eternidad"
("De Signatura Rerum", Jakob Böhme)

Curiosa puede ser para muchos la presencia de grabados representativos de los signos
del zodiaco en las portadas y pórticos de iglesias o monasterios románicos y góticos,
dada la supuesta raíz "pagana" de los primeros.

Pero, tales observadores desconocen un hecho fundamental. A saber: que la


Tradición es Una, aun cuando puedan haber muchas tradiciones particulares, y que por
lo mismo existen ciertos conceptos y valores que trascienden a las religiones
particulares. Un buen ejemplo, es el zodiaco.

Así las cosas, el Cristianismo no tendría por qué ser en principio opuesto al
espíritu que subyace en el símbolo zodiacal; claro está, siempre que entendamos a qué
se refiere éste. Digamos por mientras que deben dejarse de lado ciertos prejuicios
modernos, ya sean aquellos que consideran a la astrología como algo falaz, tanto como
los que se encuentran impregnados de ese defecto temible que es la superstición, y que
nos impide tomar conocimiento real del simbolismo tradicional.
El zodiaco es ante todo una disposición de caracteres o energías divinas que
atienden al movimiento estelar (entendido como la respiración de Brahma o pulso
cósmico), y que influye en todo lo viviente. Además podemos concebirlo como una
segmentación o división del año. En ambas visiones que no son contradictorias, sino
complementarias, hay que destacar el hecho que el zodiaco es una ordenación, una
manifestación divina que implica selección y jerarquía a las cosas, y que por ello el
hombre (microcosmos) ha de conocer e imitar. Por esto no ha de provocarnos asombro
que para el mundo antiguo la ciudad sea una imagen del esquema zodiacal (*1), lo cual
tiene sentido dada la búsqueda de armonía que caracteriza a los hombres tradicionales,
armonía que significa concordancia entre las dos caras de la Realidad: la macrocósmica
(en este caso, indicada por el zodiaco) y la microcósmica (representada por la ciudad).
Esta adecuación de la estructura de la polis a la estructura del cosmos también se hace
patente en las iglesias cristianas, las que, como todo templo, pretenden ser vivas
imágenes del universo - como del hombre, lo cual en el fondo es lo mismo -.

De esta manera la presencia zodiacal en las construcciones catedralicias no es


azarosa, y menos aun extravagante, sino que, por el contrario, se encuentra llena de
sentido al realzar la idea que el templo cristiano es una fiel representación del cosmos, y
muy especialmente de la Jerusalén celestial. Pero es cierto que podemos indicar
respecto a este tema, algo tan importante como lo anterior, aunque sea sólo para utilidad
de los estudiosos del Arte Real o Alquimia: que en pórticos como los de las Catedrales
de Magdalena de Vezelay y de San Lázaro de Autun, donde la figura de un Cristo en
Majestad es acompañado por el zodiaco, se grafica la estación o periodo del año
propicio para iniciar la Obra, lo que es igual a decir la etapa propicia de la composición
de la Piedra Filosofal.

La unión de Nuestro Señor a la de los doce signos zodiacales indica por otra parte
que El es el Año y los doce signos los meses, queriendo decir con ello que el cristiano
no ha de olvidar que quien rige su existencia en este plano vital es Jesús, el cual ha de
alabarse día a día. Por lo demás este y no otro es el sentido del año litúrgico cristiano.

Y ya que hemos enunciado el número doce, analicémoslo ahora con la


profundidad necesaria para dar a entender lo esencial de su simbolismo. En el caso del
Cristianismo tal cifra es básica. La cábala numérica (recordemos que hay además una
cábala fonética, la cual desea interpretar esa célebre Lengua de los Pájaros), nos
enseña que es la expresión unitiva de la maravillosa tríada y el cuaternario.

Sabido es que el tres se encuentra infinidad de veces en la Biblia. Recordemos,


por ejemplo, que tres fueron los Reyes Magos, que tres fueron las Marías que ocuparon
un papel en la vida del Salvador, que El vivió treinta y tres años, que Nuestro Señor
resucitó al tercer día, y que Pedro lo negó tres veces. Además, ¡y cómo olvidarlo!, es la
cifra de la Santísima Trinidad, misterio fundamental de la teología cristiana. Y el cuatro
está signado en la cruz, en el Tetramorfos, en los cuatro Evangelios. Arquitectónicamente
es tan importante como el indicado número tres. En efecto, el templo en la antigüedad -
como en el Medioevo- solía ser construido tomando por base el cuatro (los puntos
cardinales) o el tres. Desde un punto de vista alquimista debemos decir que cuatro son
las materias - fuego, aire, tierra y agua- y tres los elementos que han de extraerse de la
substancia mineral: Azufre, Mercurio y Sal.

La suma de ambas cifras - cuatro y tres - nos da el número siete, día en que
Dios creó al hombre. Multiplicando el tres y el cuatro, surge el doce. Tal cifra es la de los
Apóstoles, quienes acompañan a Cristo en la difusión del Logos. También, y como ya
hemos señalado, son los doce meses del Año (Jesús) y además las doce horas del día
(*2). Cada Apóstol representa una virtud zodiacal, es decir una fuerza y una energía
cósmica que no es más que una manifestación parcial de Dios. Esta simbología está
bella e implícitamente descripta a través de las esculturas que se encuentran en la
portada del monasterio de Santa María de Ripoll, en España, y que muestran los
distintos trabajos agrícolas que han de desarrollarse los meses del año.

Por otra parte debe tenerse en cuenta que doce eran las tribus de Israel,
implicación simbólica que ha de vincularse con la cosmológica de los doce signos
zodiacales y con la mesiánica de los doce Apóstoles. Estas doce tribus, señala Jean
Hani (*3) - tomando prestada la información otorgada por el Pseudo Jonatán - se
distribuían en cuatro grupos de tres (la misma unión numeral que hemos indicado más
arriba). Cada uno de éstos tenía un símbolo que le identificaba. Los estandartes eran: el
León, el Hombre, el Toro y el Águila. ¡Es decir, los mismos animales que componen el
Tetramorfos cristiano! Los cuatro Santos son entonces los soportes del Logos, el
sustento humano más espiritual de la Iglesia, y que manifiestan en sí las cuatro virtudes
cardinales de la Divina Comedia: Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza.

Una simbología zodiacal particular que puede hallarse en algunas puertas de


templos medioevales, como la de San Sermín de Toulouse, es la de dos mujeres que se
encuentran una al lado de la otra, con un animal sobre sus faldas: en una de ellas está
sentado el carnero, en la otra el león. Uno de los pies de cada mujer se apoya en una
concha, símbolo hermético analizado por sabios como Fulcanelli, e interpretado como el
recipiente del mercurio, lo que equivale a decir la materia más propicia para engendrar
al Hijo de los Sabios. Habrá que rememorar que el Apóstol Santiago es representado
con una concha amarrada en su cuello, y que la peregrinación a Santiago de
Compostela, aun se caracteriza, entre otras cosas, porque aquellos que la emprenden
se acompañan de tal elemento. Olivier Beigbeder (*4) indica que la concha es un
símbolo celeste, lo que explica, en nuestro juicio, la unión de aquélla con las mujeres
portadoras de Leo (el león) y Aries (el carnero).Es interesante hacer notar que en la
imagen aquí estudiada tales animales están de frente, en formación de ataque, cuadro
reiterado ad infinitum en los dibujos de los Filósofos, ya sea a través de la pareja del
León Verde y el León Rojo, o del Águila y el León, o la compuesta por el Dragón Celeste
y el Dragón Terrestre. En todas estas oposiciones hay algo que se nos quiere expresar, y
es que en el "juego cósmico" se requiere de la lucha entre dos principios: el pasivo y el
activo. El primero es representado en nuestra portada medioeval por el carnero o
cordero (el signo zodiacal conocido como Aries); el segundo, por el león (Leo). Tal
oposición es real desde un aspecto, pero no debe creerse que son principios
contradictorios en su "esencia más íntima". Efectivamente, ambos animales nos
muestran dos aspectos de la Manifestación Divina: el pasivo y el activo; pero que en
última instancia son partes del Uno. Aplicando esta terminología a un lenguaje cristiano,
diremos que el cordero es el Cristo del Sacrificio, la substancia o cualidad que es el
alimento ritual de la Misa. Y que el León, es el Cristo posterior a Su Muerte, es el Cristo
resucitado, aquel que se manifiesta a los Apóstoles transfigurado. Es el Sol Invictus,
cuyo emblema es Leo, astro eterno que brilla en los corazones de sus hijos. El cordero
es el color blanco de los alquimistas, el león es el rojo que sella la Gran Obra.
Sin embargo, nuestra exposición estaría incompleta sino dijéramos algo, aunque
sea breve, acerca de otro aspecto zodiacal representado en las iglesias de la Edad
Media. Tal tema es el de los dos Juan -Juan Bautista y Juan autor del Apocalipsis o
Revelación- y que ha sido suficientemente estudiado por René Guénon, por lo cual sólo
haremos algunas acotaciones.

Resumiendo, casi todas las portadas medioevales poseen las esculturas o


grabados de los dos Juan, lo cual es natural dado su simbolismo cosmológico.
Representan al solsticio, indicando la fase ascendente del Sol (Cristo) y su descenso. Se
encuentran a la entrada del templo, en las portadas, las que no olvidemos son
receptáculos de imágenes que revelan lo que hemos llamado ordenación cósmica. La
palabra Juan inmediatamente trae a la mente la de Jano o Janus, el dios con dos
rostros, y tal analogía tiene asidero, ya que presenta un cuerpo con dos
manifestaciones. Y el misterio juánico, del cual tanto se habla pero poco se comprende,
no es otra cosa que eso: entender cómo una misma energía tiene dos polaridades.

Digamos para terminar que los planetas seguirán su andar en el cielo; cada cual
en el derrotero que se les ha trazado. Pero siempre sometidos a la Voluntad de Dios.

En esto el hombre no es la excepción, por más que el moderno se pretenda


dueño de sí y de sus actos.

El actuar consciente y libre sólo existirá cuando nos entreguemos con amor a El.
Pues las estrellas y el cielo se mueven por la fuerza del Amor, que es Dios. Este
mensaje tan sencillo pero profundo es lo que nos quisieron legar esos colosos de la
humanidad que fueron los constructores de catedrales, y que gracias a la noble piedra
perdurarán hasta el fin de los tiempos.

NOTAS

(*1)= René Guénon. "El zodiaco y los puntos cardinales", en Símbolos fundamentales
de la ciencia sagrada, EUDEBA, Buenos Aires, 1988, p. 88.

(*2)= Jean Daniélou. Los símbolos cristianos primitivos. Ediciones Ega, Bilbao, 1993.
Ver el capítulo VIII (pp. 105-114).

(*3)= Jean Hani. El simbolismo del templo cristiano, José J. de Olañeta, Editor,
Barcelona, 1997, p. 81 y 82.

(*4)= El análisis de esta imagen se encuentra en su libro La simbología, Oikos-Tau


Ediciones, Barcelona, 1971.
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Geografía Sagrada
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NOTA SOBRE
"EL MITO DE LOS CENTROS ESPIRITUALES OCULTOS Y EN ESPECIAL DE LA
CIUDAD DE LOS CÉSARES"

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Este trabajo fue publicado en el número 3 (Marzo de 2000) de nuestra revista Bajo los
Hielos.

Es la primera aproximación al mito de la Ciudad de los Césares. Una segunda revisión


del tema la haremos el año 2002, a través del breve ensayo "Un Centro Tradicional
en América del Sur", que también hemos incluido en este libro.
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EL MITO DE LOS CENTROS ESPIRITUALES OCULTOS Y EN ESPECIAL DE LA
CIUDAD DE LOS CÉSARES

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“Ya, ciertamente, el espíritu tradicional se repliega en alguna medida sobre sí mismo y


los centros donde se conserva íntegramente se hacen cada vez más cerrados y
difícilmente accesibles”.
(René Guénon. “La crisis del mundo moderno”)

Toda Tradición conoce la existencia de ciudades o lugares que de una u otra forma
permanecen perdidos u ocultos para los ojos de los profanos. Así es como en nuestro
continente han tomado expresión a través de mitos como El Dorado, Cíbola, Trapalanda,
y la Ciudad de los Césares, por sólo mencionar algunos ejemplos.

Esto que aparece como un hecho conocido por todo tipo de personas (para
quienes, sin embargo, sólo se trataría de “leyendas”, y no de mitos, como en verdad han
de entenderse) y que por tanto podemos presenciar como un hecho respecto del cual
existe cierto consenso en cuanto a su existencia en forma paralela al mundo ordinario,
sin embargo, parece no conocer de una interpretación respecto del porqué de aquéllo.
Es decir, si bien el conocimiento profano admite las “leyendas” que hablan acerca de
este tipo de lugares, no da en cambio respuesta que esclarezca su origen y finalidades.
El conocimiento tradicional puede ayudarnos a revelar algunos aspectos de este
enigma.

En primer lugar, hemos de decir que la referencia a lugares como Agartha, El


Dorado y otros que poseen las mismas características, se ha de entender como la
referencia a puntos de la Tierra que poseen la virtud de ser sagrados. Y esto sea porque
resguarden en su interior algo de caracteres divinos (por ejemplo, servir como protección
de un símbolo o ser portadores de la Verdad), o porque son en sí mismos lugares
fundamentales cósmicamente. De una u otra forma siempre implican un centro
tradicional, lo que es lo mismo que decir sacro.

Otra característica que hemos de expresar respecto de estos sitios, es el hecho


de estar ocultos o prohibidos al mundo exterior. Esto es tan importante como la primera
indicación. Si son secretos es porque son receptores de una enseñanza y energía del
todo límpida, que nada tiene que ver con las tinieblas del mundo foráneo. Esta
peculiaridad está agravada en los tiempos modernos, pues nos hallamos en la Edad
Oscura o Kali-Yuga, donde se provoca una inversión de los valores tradicionales, y la
ignorancia y desviación son las leyes que rigen el planeta. Hechos significativos de esta
temible edad lo han de constituir, por sólo mencionar algunos: la apertura del Japón
tradicional al Occidente capitalista, la revolución bolchevique en Rusia, y la invasión
china al Tíbet , hecho último que significó la destrucción de templos y el ocultamiento de
los documentos más relevantes del budismo tibetano y que ha significado la apertura de
esa tradición al mundo moderno, el cual lo ha mezclado en forma vergonzosa a través
de una publicidad y una moda sustentada por “importantes” actores del cine. Lo sagrado
es manchado por la modernidad; sin embargo, la Verdad no sufrirá los embates del mal,
pues justamente se refugia en centros que en la actualidad son subterráneos o
submarinos.

La manifestación de lo sagrado en dichos sitios es señalada por las “leyendas”,


las cuales nos indican que allí habría construcciones gigantescas, elaboradas con el
áureo mineral; que son habitadas por hombres que poseen conocimientos vedados para
quienes moran en nuestras ciudades; y demás datos semejantes, todos los cuales
hacen evidente que no se trata de lugares comunes, y por tanto ajenos a la oscuridad
actual.

La Ciudad de los Césares es por antonomasia el lugar sagrado del Cono Sur. El
mito lo podemos hallar tanto en Argentina como en Chile, siendo en cuanto a lo esencial
el mismo, variando sólo los matices, como por ejemplo el de su ubicación.

Uno de los aspectos importantes de la Ciudad de los Césares es además de la


obvia referencia imperial que hallamos en su nombre que viene a ser la contrapartida del
Norte, o sea la Hyperbórea. Así, la Ciudad de los Césares ha de corresponder a la
entrada al Sur del mundo. Es, por tanto, su corazón y centro. De aquí que no sólo sea un
lugar sagrado, sino uno de los fundamentales, ya que por ella se entra al sexo del
mundo, el primer chakra, punto necesario para ascender y lograr la unidad con el todo
celestial. Quienes protegen la Ciudad, protegen la vida misma de este mundo.

En último término hemos de resaltar el elemento inmortalidad que caracterizaría a


sus habitantes. Esto acentúa su carácter o conexión directa con lo que es divino;
otorgándoles a aquellos seres, una condición propia de otra humanidad; o, mejor aún, no
humana. La inmortalidad es, además, un rasgo de conocimiento tradicional; pues éste
no muere, sino que es eterno. Lo que se guarda en la Ciudad es la Gnosis, la Tradición
Primigenia y Unánime.

De estas consideraciones podemos concluir que si la Ciudad de los Césares


existe - lo cual, por si un lector poco atento no ha captado todavía, afirmamos con plena
seguridad- tal ubicación no ha de hallarse jamás en sitios que no sean subterráneos o
submarinos (y esto, ya lo dijimos basándonos en René Guénon, porque dado que la
presente época es el Kali-Yuga, el conocimiento para que realmente esté protegido ha
de alejarse ya no únicamente de los grandes centros urbanos o “civilizados”, sino que
además ha de huir hacia abajo, lo cual representa además el movimiento de descenso
espiritual que domina la hora actual). Lugares como el monte Melimoyu o la Antártica,
serían aquellos que resguardan la Ciudad.

Los mitos referidos a estas ciudades también nos dicen lo que puede entenderse
como una especie de conclusión profética: que ellas serán vistas el Día del Juicio Final
(en el concepto cristiano) o lo que es su más cercano sinónimo cuando el Kali-Yuga
termine.

Entonces se dará paso a una edad de verdadera Luz.


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NOTA SOBRE

"UN CENTRO TRADICIONAL

EN AMÉRICA DEL SUR "

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Escrito en Junio de 2002, es un intento de ahondar en los misterios de un mito austral


que contiene claras referencias tradicionales: hombres de vida eterna, construcciones
de oro, aparición definitiva el Día del Juicio Final, entre otras.
Publicado en la revista Ciudad de los Césares y en L´Idea. Il giornale di pensiero.

Es hermoso estudiar el mundo y leyenda populares, que aun contienen vetas de


sabiduría únicas.
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UN CENTRO TRADICIONAL
EN AMÉRICA DEL SUR

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“La conclusión a sacar de estas consideraciones es que hay tantas <<Tierras Santas>>
particulares cono formas tradicionales regulares existen, puesto que representan los
centros espirituales que corresponden respectivamente a esas diferentes formas; pero,
si el mismo simbolismo se aplica uniformemente a todas esas <<Tierras Santas>>, es
que esos centros espirituales tienen todos una constitución análoga, y a menudo hasta
en los detalles más precisos, porque son otras tantas imágenes de un mismo centro
único y supremo, que es verdadera y únicamente el <<Centro del Mundo>> pero del que
toman sus atributos, participando de su naturaleza por una comunicación directa en la
cual reside la ortodoxia tradicional, y representándolo efectivamente de una forma más o
menos exterior para tiempos y lugares determinados”.
(René Guénon) (1)

Lo sagrado no sólo penetra al hombre con su Verdad; sino que lo hace con todo lo
existente. Tal cualidad es propia de la inmanencia divina. Y así es como existen lugares
que a la vez que son receptáculos de Luz, son también verdaderos chakras (2) de la
Tierra; es decir emisores de una energía superior que alimenta nuestro mundo.
El Oriente conoce de ciudades sacras como Jerusalem, Lhasa y La Meca. El
Occidente: Santiago de Compostela, Montsegur y Vaticano, por solo mencionar algunos
ejemplos. Estos son “centros espirituales visibles”, y, por tanto, accesibles a cualquiera.
Y, sin embargo, sabemos de otros centros, de cualidad semejante pero más profunda a
la de los anteriores lugares, que se han hecho “invisibles” para la gran mayoría de los
mortales, dado el acelerado proceso de involución de nuestra humanidad (3). El caso de
Aggharta es célebre. En América parece haber varios: Las Siete Ciudades de Cíbola
(México), Eldorado (países del Caribe y Perú), el Pueblo de Mbororé (Brasil) y la Ciudad
de los Césares (Chile y Argentina).

El presente ensayo trata exclusivamente este último refugio de Paz.

*
EL MITO

La leyenda enseña que la Ciudad de los Césares (también conocida como Ciudad
Encantada, Enlil y Ciudad Errante) es un poblado que se encuentra en algún lugar del
sur de Chile o Argentina, en una región maravillosa denominada Trapalanda, siendo sus
casas de oro, sus calles tan anchas como las de las urbes españolas, y, sus habitantes,
hombres blancos que conocen la inmortalidad. Dicha fortaleza se hará visible a la
totalidad de las personas el día del Juicio Final.

Según una versión recogida por Oreste Plath, la Ciudad se encontraría próxima al
lago Ranco, en el sur de Chile, agregando el eminente folklorista que sus edificios "son
de plata y oro, con jardines y árboles frutales, y es regida por las más sabias leyes. En
ella se encuentran todas las delicias y felicidades posibles" (4). Tales características
pueden hacernos rememorar un lugar como el Edén, o quizá la Jerusalem Celeste. De
todas formas, tal como dice René Guénon en las frases citadas al inicio del actual
ensayo, estos misteriosos centros aunque varíen unos de otros en cuanto a ciertas
particularidades - dadas obviamente por los factores tiempo y lugar - poseen las mismas
notas centrales.

Es curioso el nombre Ciudad de los Césares, pues aunque los historiadores nos
digan que tal denominación se debe al hecho que el jefe del grupo español que partió
en 1529 desde el Río de la Plata y cuyo objetivo aparente consistía en hallar riquezas en
el cono sur americano era Francisco César - de donde sus catorce compañeros
devienen con los años en "césares" -, no puede dejar de llamar la atención la raíz
románica del vocablo empleado. El término "césares" hace alusión a un distintivo
nobiliario y por tanto jerárquico, un título de honor conocido en la Roma Imperial.

Una lectura esotérica del mito nos permitirá ver en los acompañantes de
Francisco César a caballeros de una Orden, guardianes de los más grandes secretos de
su ciudadela. El mismo Francisco César se nos presenta como el líder espiritual de tal
núcleo tradicional. La historia indica que habrían partido desde el Río de la Plata,
finalizando la expedición en un lugar en que hay oro en abundancia, donde se harán
inmortales... Las vinculaciones alquímicas de esta leyenda son notorias: se describe
una Vía Húmeda (lo cual es demostrable dada la referencia a un río, el "Río de la Plata")
donde la materia prima es la plata (la Luna de la que nos hablan los Hijos de Hermes)
(5) - el segundo metal más perfecto para los antiguos - y cuyo fin es el Oro de los
Sabios, del cual se extrae la Medicina Universal, de la que emanan, como enseña
Fulcanelli, tres medicinas. Una de ellas, la inmortalidad.

Pero es concebible que la leyenda de los Césares sea más antigua que el viaje de
Francisco César. Y quizá no tenga tiempo, siendo entonces "atemporal". Es factible;
pues lo que es perenne no conoce origen ni fin.

*
LOS HOMBRES

Los habitantes de la Ciudad son blancos, y más específicamente, rubios. En varias


versiones de la leyenda, el jefe es denominado "Rey Blanco", a quien podríamos ver
como símbolo austral del Rey del Mundo (6) . "Por su parte el jesuita José Quiroga,
escribía el 11 de agosto de 1746 al Gobernador y capitán General de Buenos Aires,
"sobre el descubrimiento de las Tierras Patagónicas en lo que toca a los Césares",
citando el caso de una cautiva que, llevada a las lejanas regiones del Sudoeste,
encontró unas casas con gentes blancas y rubias que le parecieron españoles, pero que
no la entendieron cuando les habló castellano" (7).

El hecho que los habitantes de la Ciudad sean blancos no significa


necesariamente que sean españoles. Ya lo dice la prisionera, quien habló en castellano
con los moradores de la áurea ciudad, y a quien no entendieron. ¿Eran entonces
holandeses o ingleses? No hay argumentos suficientes para creerlo. Además, los relatos
de los aborígenes americanos suelen mencionar que su religión había sido dada por un
hombre blanco, portador de la Cruz... lo que habría ocurrido cientos de años antes de la
llegada de Colón. Viracoha, Quetzacoatl, Pay Zumé, Thunupa, son algunos de los
nombres con que se conoció en el continente americano a este apóstol (8).

Los hombres de la Ciudad son inmortales. Viven bajo leyes que son prueba de
una justicia "no humana", o al menos no moderna; lo que debemos entender como
normas y reglas dictadas en conformidad a principios superiores, en concordancia con
los planes de Dios.

"Sus habitantes son altos, rubios y con barba larga. Hablan una lengua extraña,
aunque en algunas versiones es el español. Se dedican al ocio, y no tienen
enfermedades. O son inmortales o solo mueren de viejos. Algunos dicen que son
exactamente los mismos que fundaron la ciudad, ya que no nace ni muere nadie en la
Ciudad Encantada. Tienen indios a su servicio, y algunos custodian el camino que lleva a
ella" (9).

Hay quienes han querido ver en los habitantes de la Ciudad a Templarios que
huyeron de la persecución a su Orden. "Algunos historiadores contemporáneos
especulan que los pobladores de la mítica "Ciudad de los Césares" podrían haber sido
caballeros celtas, de la misteriosa Orden del Temple, debido a varios hallazgos
arqueológicos, que exportaron a Europa sobre todo la plata que extraían de precarias
minas de América" (10). La hipótesis es atractiva. Hemos tenido la suerte de conversar
con uno de sus mayores difusores actuales, el argentino Flugerto Martí, quien tomando
por base las lecturas del Parzival (del poeta medioeval Wolfram von Eschenbach) y las
de Jacques de Mahieu, como recopilando las leyendas locales ha descubierto en la
Patagonia una serie de materiales pétreos de rica simbología, que no parece española,
sino que céltica o templaria.

Como bien apunta Francisco Fonck (11), el ciclo del Grial se trasladó a
Sudamérica... Pero esto será materia de otro trabajo... Por mientras hagamos presente
una tal inquietud, y refirámonos a uno de los símbolos más ligados a la Ciudad Errante o
Enlil: el Oro.

*
EL METAL MÁS PRECIOSO

"Tan sólo la iluminación divina les proporcionará la solución del oscuro problema;
¿dónde y cómo obtener ese oro misterioso, cuerpo desconocido susceptible de animar
y fecundar el agua, primer elemento de la naturaleza metálica?"

(Fulcanelli) (12)

Entre las muchas interpretaciones que han intentado desentrañar el misterio de la


Ciudad de los Césares, ciertamente la dada por Hieromnemon es la más acertada, ya
que tiene por sustento los principios y simbología tradicionales: "El oro y la plata son
símbolos regios; su abundancia no es expresión de una riqueza material vulgar, sino de
una cualidad regia; el nombre mismo de la Ciudad alude también a ésta. Todo el
cuadro de sobreabundancia de bienes reproduce, por supuesto, las condiciones de la
Edad de Oro" (13). La nobleza del áureo metal es una realidad para todas las
comunidades tradicionales. Incluso en nuestros días, se lo relaciona con la grandeza,
aun cuando el fundamento de dicho sentir sea del todo opuesto al antiguo. En efecto,
mientras los pueblos teocráticos ven en dicho metal la sustancia perfecta por
antonomasia, muestra nítida de belleza y luz - y por tanto una de las mejores ofrendas a
lo Divino -, la sociedad de consumo lo valorizan por su relativa escasez y permanencia.
El que hoy es únicamente elemento de lujo, otrora fue un receptáculo del Sol.

La leyenda ha querido resaltar la existencia de muros y objetos cotidianos de oro


en la Ciudad a fin que se haga manifiesto y no haya duda posible acerca del carácter
real de dicho lugar. Por otra parte, este metal al representar lo luminoso, lo puro, lo
radiante, se opone a la oscuridad espiritual en que vivimos. Así la Ciudad de los Césares
deviene en el prototipo de todo centro tradicional; es decir, un lugar donde irradia el rayo
de Dios.

*
UNA CIUDAD QUE DUERME

Llama la atención el anuncio que esta ciudad será vista por todos el día del Juicio Final
(14), cuando un ángel lo indique a través del canto triunfal de una trompeta. Esta
poderosa idea se encuentra en otras formas tradicionales. Así, en el hinduismo
"encontramos el tema de Mahakacypa, que duerme en una montaña, pero que
despertará al son de las caracolas, cuando de nuevo se manifieste el principio,
aparecido ya en la encarnación de Buda" (15). Un símbolo semejante es el que narran
los mapuches - pueblo indígena que habitó y habita aun la zona austral de Chile -,
quienes creen que uno de sus ancestros había recibido una Pifulka (instrumento
musical de viento), la cual se escuchará al fin de nuestro ciclo. Cuando ello ocurra, la
montaña Threng-Threng se elevará de las aguas del diluvio. Sólo siete sobrevivirán. El
investigador Dick Edgar Ibarra Grasso, luego de referirse a este mito, señala: "La
trompeta mágica, que anuncia el fin del Mundo, estaba igualmente entre los incas, según
lo relata más de un cronista" (16).

En Europa encontramos el mito que nos habla del rey Arturo, quien no ha muerto
y que por el contrario duerme. Tal hecho se debería a la necesidad de recuperar fuerzas,
por lo que el sumo dignatario debe emprender un viaje hacia un centro tradicional
calificado. Entre Arturo, los habitantes de la Ciudad de los Césares y los Thuatha - raza
de origen celestial que habría poblado Irlanda- hay una vinculación que es un sello
hermético; sólo debemos penetrar los símbolos: "En cuanto a los propios thuata, según
algunos textos, habrían abandonado el país, asumiendo una forma invisible como
habitantes de maravillosos palacios <<subterráneos>> o de cavernas montañosas
inaccesibles a los hombres, entre los cuales no volvieron a manifestarse, salvo casos
excepcionales" (17).

Aunque en las situaciones referidas evocan personas y no lugares, debe indicarse


que la comparación no pierde validez, ya que lo ocurrido en el macrocosmo ocurre en el
microcosmo, y viceversa. Además en ambos casos rige el mismo principio orientador: el
estado de ensueño. La Ciudad de los Césares al tener existencia, conoce del sueño, en
el cual permanecerá hasta que llegue la hora del anuncio del despertar. Mientras tanto
se encuentra y encontrará en aquel estadio que un escritor norteamericano supo muy
bien manifestar, indicando con gravedad "que no está muerto lo que eternamente puede
yacer y que con extraños eones, incluso la muerte puede fenecer" (18).

René Guénon nuevamente nos dará una luz: "En el periodo actual de nuestro
ciclo terrestre, es decir, en el Kali-Yuga, esta <<Tierra Santa>> defendida por
<<guardianes>> que la ocultan a miradas profanas asegurando, sin embargo, ciertas
relaciones exteriores, en efecto, es invisible, inaccesible, pero sólo para quienes no
poseen las cualidades requeridas para entrar allí" (19). ¿Es posible ser más explícitos?

Aunque para muchos Enlil sea invisible, no por esto queda probada su
inexistencia; sino que, incluso, lo contrario. Pues, ¿no parece extraño que en la medida
que el tiempo avanza, son menos los que dicen haberla visto? Esto solo puede
entenderse por la desconexión del hombre moderno de su Centro, es decir de Dios.
Una versión del mito de la Ciudad de los Césares señala que ésta puede verse
los Viernes Santo, con lo cual se ha querido acentuar la divinidad de dicho lugar. Pierre
Ponsoye en su excelente texto El Islam y el Grial, se refiere a un hecho de importancia
primera para esta meditación: "Se recordará que este misterio es evocado bajo las
especies de Piedra, venida del Cielo a la Tierra, lugar de las teofanías, cuyo vínculo con
su Origen y cuyas virtudes operativas son mantenidos y renovados una vez al año, el
Viernes Santo..." (20). Quedan manifiestas dos cosas que son aplicables plenamente a
Enlil: Primero, el origen celestial de un tal lugar; y segundo, la concordancia de aquélla
con los ciclos cósmicos. Y esto es lógico, pues la ciudad tradicional es un símbolo del
universo, que refleja, a través de su disposición espacial como de su arquitectura, las
virtudes y ordenación del cosmos. Según Jean Hani, cumple además una labor ritual.
Este autor luego de realizar de manera amplia la descripción de ciertos ornamentos y la
hermenéutica aplicable, indica: " Nos hemos extendido un poco en estas realizaciones
arquitectónicas porque son símbolos muy característicos y gráficos de la concepción
tradicional de la realeza y de su función. Agreguemos enseguida que no son un símbolo
<<gratuito>>, por decirlo de algún modo, ni meramente de valor sugestivo; hay que
insistir en este punto, pues los hombres de hoy están demasiado inclinados a no ver en
los símbolos más que imágenes de valor sugestivo o <<procedimientos artísticos>>,
idea totalmente ajena a las culturas tradicionales y a la realidad de las cosas. Las
ciudades y palacios simbólicos que hemos evocado tenían valor ritual, y constituían
verdaderamente ritos petrificados que autentificaban la función regia" (21).

Para terminar, digamos que la mágica ciudad austral sólo es perceptible a los
puros (khátaros), aquellos cuya conducta es fiel al Padre.

¿Estaremos capacitados de recibir Su invitación y recorrer las calles y vislumbrar


las casas de oro y muebles de plata, de la Ciudad de los Césares?

NOTAS.
(1) Los guardianes de Tierra Santa. En “Esoterismo cristiano. Dante - El Grial - Los
Templarios”, Ediciones Obelisco, Buenos Aires, 1993, p. 39.

(2) No por azar hemos asimilado a estos lugares energéticos con los chakras; pues esta
palabra significa “rueda”, y efectivamente tales sitios irradian hacia todas direcciones su
influencia espiritual. Como es lógico, según el principio hermético de analogía (identidad
macrocosmo - microcosmo) en el cuerpo humano también existen chakras, cada uno
dotado de una función y cualidad específicas.

(3) Son los centros espirituales ocultos a los que hicimos referencia en un trabajo
anterior, publicado en la revista Bajo los Hielos, y que se encuentra actualmente en
Internet: http://www.angelfire.com/zine/BLH/BLH7.html

(4) Geografía del mito y leyenda chilenos, Editorial Nascimiento, Santiago de Chile, 2ª
edición, 1983, p. 306.

(5) El alquimista que ocultó su identidad civil bajo el seudónimo Fulcanelli, dice en Las
moradas filosofales (Plaza & Janes, S.A. Editores, Barcelona, 5ª. edición, 1977, p. 117):
"Se puede así partiendo de un metal próximo al oro - con preferencia la plata-, producir
una pequeña cantidad del metal precioso"; para luego describir con todo detalle lo que
llama "proceso arquímico", y que es lo que en la jerga alquímica se conoce como un
"particular", o sea un procedimiento que no utilizando las reglas del Arte, puede, sin
embargo, producir efectos semejantes, pero no iguales, al obtenido por el primero.
Mientras el Gran Arte nos conduce al Oro Filosofal, la "Arquimia" (no Alquimia), nos lleva
al oro vulgar.

(6) Véase el libro de René Guénon, El Rey del Mundo (Luis Cárcamo, Editor, Madrid,
1987), que arroja importantes datos sobre este asunto. También el capítulo "El
simbolismo polar. El Señor de Paz y Justicia" del libro de Julius Evola, Rebelión contra el
mundo moderno (Ediciones Heracles, Buenos Aires, 1994)

(7) Citado en La Ciudad de los Césares. El espejismo de los Andes Australes, en


Paradigmas N° 6. Colección dirigida por Gustavo Frías, P.Y.E.S.A. Publicidad y
Ediciones S.A, Santiago de Chile, 1986.

(8) La presencia de hombres blancos en América antes de la llegada de Cristóbal Colón


ha sido estudiada por el francés Jacques de Mahieu - con quien discrepamos su
anticristianismo, pero al que reconocemos su esmerada labor de investigación -, autor
de numerosas obras, entre las que destacamos: El gran viaje del Dios Sol (Librería
Hachette S.A., Buenos Aires, 1976), La agonía del Dios Sol (Librería Hachette S.A,
Buenos Aires, 1977) y Colón llegó después (Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona,
1988). Es de utilidad el libro del chileno Oscar Fonck Sieveking - quien, se nos ha dicho,
descendería de uno de los últimos buscadores de la Ciudad de los Césares, Francisco
Fonck -: Vikingos y berberiscos (Editora Nacional Gabriela Mistral, Santiago de Chile,
1978).

(9) Martín A. Cagliani. La ciudad encantada de la Patagonia. En:


http://webs.sinectis.com.ar/mcagliani/laciudad.htm

(10) Jorge Castañeda. La Ciudad de los Césares. En Río Negro On Line. Sábado 27 de
abril de 2002. En: http://www.rionegro.com.ar/arch200204/c27g04.html

(11) Ver Viajes de Fray Francisco Menéndez a la Cordillera, y Viajes de Fray Francisco
Menéndez a Nahuelhuapi. Valparaíso, 1896 y 1900, respectivamente.

(12) Fulcanelli, Op. cit., p. 244.

(13) La Ciudad de los Césares entre el mito y la historia. En revista "Ciudad de los
Césares", N° 18, Santiago de Chile, 1991, p. 14.

(14) He aquí otra característica de la Ciudad, y que se vincula a un pensamiento


escatológico muy cristiano. Sin duda, el día del Juicio Final será el del regreso del
Salvador en "gloria y majestad". Mircea Eliade indica: "Para los cristianos el Fin del
Mundo procederá a la segunda venida de Cristo y al Juicio Final" (Mito y realidad,
Editorial Guadarrama, Barcelona, 3ª. edición, 1978, p. 71). Aclaremos que este "fin del
mundo" no es sino el término de un ciclo, y no la efectiva destrucción de nuestro mundo,
lo cual parecería desprenderse de una inadecuada lectura del texto citado.

(15) Julius Evola, El misterio del Grial, Plaza y Janés, Barcelona, 1975, p. 61.
(16) Dick Edgar Ibarra Grasso, Cosmogonía y mitología indígena americana, Editorial
Kier, Buenos Aires, 1980, p. 260.

(17) Julius Evola, Op. cit., p. 46.

(18) El autor es H.P.Lovecraft, y la cita está tomada de su excelente relato The Call of
Cthulhu. Los amantes del simbolismo podrán extraer material de estudio de las obras de
este norteamericano que ha sido comparado con el genio de Edgar Allan Poe.

(19) René Guénon, El Rey del Mundo, Luis Cárcamo, Editor, Madrid, 1987, p. 116.

(20) Pierre Ponsoye, El Islam y el Grial, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca,
1998, p. 59. (Las cursivas en el texto citado son nuestras).

(21) Jean Hani, La realeza sagrada, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca,
1998, p. 60.
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NOTA SOBRE
"LA ANTÁRTICA Y EL MITO LOVECRAFTIANO"

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De los trabajos que hemos escrito el que más suele llamar la atención a nuestros
lectores es precisamente éste. Y a tal punto que determinó que fuera el motivo de la
portada del número 47 (Octubre-Diciembre de 1997) de la excelente revista chilena
Ciudad de los Césares. Posteriormente sería publicada en España en la publicación de
literatura fantástica Lhork.

El mismo Miguel Serrano nos dijo a modo de confidencia que La Antártica era el mejor
documento que había leído en mucho tiempo.

La idea rectora del trabajo fue interpretar el simbolismo de los colores en relación con un
lugar que aun permanece desconocido, en gran parte, por el hombre, como lo es la
Antártica. Lo curioso es que durante su ejecución las "coincidencias" fueron muchas y
nos llevaron a relacionar a tres autores (Poe, Lovecraft y Serrano) que jamás se
conocieron, debido a los parámetros epocales y geográficos en que radicaron sus
existencias. Pero eso no fue todo, sino que descubrimos un hilo conductor referente a
Quien Habita en los Hielos... ¿O sería mejor decir el Rey de este mundo?
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LA ANTÁRTICA Y EL MITO LOVECRAFTIANO

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Exordio

La Antártica es uno de aquellos sitios de nuestro planeta que tardó más para convertirse
en otro objeto de la codicia del hombre. Sus misterios y peligros ejercieron su influjo
poderoso sobre intrépidos aventureros del pasado, pero sus hechizos han superado los
océanos del tiempo e invadido el alma de algunos modernas exploradores que no
trepidan en aceptar el reto que les arroja el Continente Helado. Estos personajes han
debido enfrentarse con misterios de vieja data, han utilizado inusuales herramientas de
exploración para penetrar en su Verdad, avíos tales como la Literatura y el universo
mágico de los sueños. Ellos han traspasado, incluso, los umbrales de la conciencia
ordinaria para acceder a un estado de superconciencia. Y todo esto, para desenterrar
obscuros arcanos y arrojar luz sobre un lugar físico y espiritual tan distinto a cualquier
otro que nos parece una región no-terrestre.

¿Quiénes son estos aventureros? Son tres magos que traen sus hechizos desde
su antigua tierra, son poetas y narradores a quienes conoceremos por sus nombres
actuales: Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft y Miguel Serrano(1). Tres genios
literarios, tres soñadores de sueños imposibles, tres colosos que han narrado otra vez
los mitos de antaño. Tres buscadores del Grial en la Antártica. Entre ellos, el más
importante para este trabajo en particular es, por supuesto, H. P. Lovecraft. Él será el hilo
conductor de nuestra aventura, la cual ha comprometido el espíritu de quien ha realizado
este ensayo e implicará el de todos nuestros lectores.

Lovecraft será quien señalará, con su antorcha, el camino y nos alertará de los
terrores que, agazapados, acechan al viajero.

Edgar Allan Poe

Las Aventuras de Arthur Gordon Pym o, en traducción de Julio Cortázar, Narración de


Arthur Gordon Pym, es una novela que carece de aquella grandeza de la pluma de Poe
que hallamos en sus cuentos inolvidables como La caída de la Casa Usher, Ligeia y
Manuscrito hallado en una Botella. No obstante, no carece de ese elemento que
distingue tanto su obra: el misterio. Sin embargo, éste, curiosamente, no se hallará sino
hasta el desenlace de esta narración, la cual suele ser calificada, por algunos críticos,
como lenta y floja. En efecto, mientras que la mayor parte del desarrollo de la Narración
de Arthur Gordon Pym - tal vez dos tercios de la novela- carece de vitalidad y emoción,
la última fracción se nos muestra como un giro increíble que rompe con la monotonía del
relato, para transformarse en un océano de misterio, así como misteriosas son las aguas
antárticas. Este hecho ha conmovido a los estudiosos de la obra de Poe y ha promovido
un largo debate donde no se logra aún formular una respuesta.

El tema de la novela, grosso modo, consiste en un largo viaje por mar que
culmina en los blancos hielos del extremo sur. Allí los viajeros se encuentran con
aborígenes negros, un pueblo desconocido para el hombre blanco, cuya condición
provocará en éstos una compleja confusión de sentimientos opuestos, donde la
atracción y la repulsión se entremezclan. Las últimas páginas son una carrera suicida
que parece no llevar a otra parte que al terror de lo vago, a un remolino demencial cuyo
término no se halla en ningún centro ni en ningún vértice. Las respuestas son demasiado
tímidas, casi ingenuas; los misterios están por descifrarse, pero jamás se logra
desvelarlos; pues, al final de Narración de Arthur Gordon Pym, Poe comienza otra
historia, otro relato. Una historia que, por supuesto, jamás escribirá...

Pero en este mar de dudas y de nieblas indefinidas, hay un misterio que, en el


desenlace, se descifra. A saber; Poe nos señala aquello que provoca terror en los
negros: temían al blanco, la ausencia de todo color que llenaba toda aquella región y al
desesperado grito de Tekeli-Li, pues es el presagio nefando de su pronta manifestación.
Mas, el misterio pronto volverá a cubrirnos con su manto: Una terrible visión, la última
imagen de la novela, será la emersión de un gigante blanco «cuyas proporciones eran
mucho más grandes que las de cualquier habitante de la tierra»(2), visión aterradora que
fulmina al negro Nu-Nu. ¿Quién es este ser? ¿Cuál es el origen misterioso de Nu-Nu y
los otros aborígenes? ¿Cuál es la alegoría que se oculta en el miedo a lo blanco? ¿Qué
nos quiso decir Edgar Allan Poe con todo esto?

Las interrogantes galopan velozmente, como malditas estrellas fugaces. Una


lectura profunda de la Narración de Arthur Gordon Pym, centrada en aquellos signos con
mayor denotación, tal vez nos señale la senda correcta. Una lectura que asuma el
análisis comparativo como una de sus más imperativas reglas. Este es el camino que
hemos decidido hacer nuestro en este ensayo y, por supuesto, en este apartado sobre
Poe y su extraña novela.

No cabe duda que la esencia del misterio de la Narración de Arthur Gordon Pym
reside en lo siguiente: el blanco como fuente de terror. He aquí el elemento que hace de
esta obra algo más que una simple novela. Mucho más, sin duda, pues nos obliga a
realizar una interpretación metaliteraria, esotérica. Veremos, entonces, el significado del
blanco en el código de Poe y en su novela. Pero antes debemos conocer el significado
de este no-color conforme a la hermenéutica tradicional (René Guénon) y a la
interpretación de un compañero de oficio de Poe: Herman Melville.

De la atenta lectura de los ensayos del tradicionalista francés, René Guénon (3)
hemos deducido tres afirmaciones:

Primero: Existe una confrontación entre blanco y negro. La explicación más frecuente
que se da al respecto, nos dice René Guénon, tiene directa relación con la luz y las
tinieblas, el día y la noche; es decir, la confrontación entre los opuestos
complementarios.
Segundo: La oposición no es absoluta, ya que blanco y negro tienen en el mismo
origen. No habría dualismo, «pues si tales dualidades existen real y verdaderamente en
su orden, sus términos no dejan por eso de desviarse de la unidad de un mismo
principio» (4). Esto adquiere claridad cuando pensamos en el símbolo de YING-YANG.
En éste, aunque los colores parecen enfrentarse, notamos que dentro de cada zona de
dominio de un color se halla presente el color contrario.

Tercero: Negro y Blanco son expresiones de lo No Manifestado y de lo Manifestado,


respectivamente. Sin embargo, esta regla tiene excepciones y, a veces, nos
encontramos en la situación inversa; o sea, donde el negro corresponde a lo
Manifestado y el blanco a lo No Manifestado. La Antártica, según nuestro Juicio, sería
uno de estos casos excepcionales. El blanco polar es lo No Manifestado, el velo que
esconde el Secreto.

En relación al prosista Herman Melville, norteamericano como Poe y Lovecraft,


debemos considerar su obra Moby Dick la Ballena Blanca como una de las novelas
occidentales más simbólicas y misteriosas de cuantas se han escrito. Su capítulo "La
blancura de la Ballena" nos ayudará a comprobar nuestra hipótesis y a resolver el
carácter esotérico del blanco, asunto de vital importancia para este artículo. Este
capítulo es una suma de pensamientos en relación al blanco de aquella ballena y a las
emociones que éste provoca. El principio sobre el cual se sustenta Melville es el mismo
sobre el que se basan las ideas de Poe y Lovecraft; a saber, el miedo humano hacia el
blanco.

«Lo que me anonadaba sobre todas las cosas era la blancura de la ballena» (5)
Curiosa puede parecernos esta cita de Melville, mas sólo si nos detenemos aquí y no
continuamos con la lectura de este capítulo. El autor mencionará a muchas otras bestias
de blanco: el oso polar, el tiburón blanco, el albatros, cuyo no-color hará que la sangre
se enfríe sólo con su presencia. Así, el narrador seguirá este mismo sendero, para
intentar responder al enigma. Con nuevas preguntas irá abriendo el camino hacia la
solución del misterio: ¿Cómo es posible que este color que representa la espiritualidad,
«el propio velo de la deidad cristiana», según Melville, sea a la vez un signo de lo más
terrible? ¿No se deberá este horror a causa de lo indefinido, el cual se manifiesta a
través de blanco? ¿No será que el blanco, que implica la ausencia del color, nos asalta
de improviso tocando las más íntimas fibras de nuestro ser?
El blanco, podemos concluir de la lectura de la obra de H. Melville, al significar lo
indefinido, y quizás también lo dual, que no son sinónimos, representa, en definitiva, lo
misterioso por antonomasia. Y de allí viene el miedo que el blanco provoca en nosotros,
pues no hallamos indefensos ante un velo misterioso que oculta otros misterios.

Volviendo a la obra de Poe, recordaremos que el blanco causa el miedo de los


habitantes de Tsalal, isla cercana a la Antártica, ocupada por indígenas de piel negra. No
importa si se trata de un simple pañuelo blanco o de un inofensivo polvillo blanco, lo que
sea, la reacción de horror de los negros no tardaba en llegar.
En la página final de la tragedia de Pym leemos: «Muchos pájaros gigantescos,
de una blancura fantasmal, volaban continuamente viniendo de más allá del velo blanco,
y su grito, mientras se perdían de vista, era el eterno Tekeli-li!»(6). Este acontecimiento
causará la muerte de Nu-Nu, el habitante de Tsalal, el prisionero de Pym. El terrible
Tekeli-li! de las aves, es imitado por los indios cada vez que se hallan ante la presencia
del blanco o cuando están muy próximos a su poderosa influencia. Los pájaros serán los
mensajeros de Dios: recordemos la importancia de éstos en el relato bíblico de Noé.
Ellos anunciarán el último terror para los negros: vendrá figurado en Gigante Blanco.

En síntesis, el blanco antártico en la novela de Edgar Allan Poe es un símbolo de


terror y, por consiguiente, de misterio. Pero ¿qué significado podría tener el blanco en el
ámbito del código moral y social del propio autor? Sidney Kaplan y Julio Cortázar, creen
tener una respuesta: La lucha entre lo blanco y lo negro que se representa en Narración
de Arthur Gordon Pym, es una manifestación del pensamiento racista de Poe (7) «Poe
no disimuló jamás sus opiniones en favor de la esclavitud» (8), dirá el argentino.

Pero, ¿cómo hacer coherentes las ideas raciales de Poe con la arquitectura de su
novela? Por cierto no es difícil: el viaje de la Jane Guy (embarcación que rescata a Pym
y sus compañeros del naufragio de su anterior nave, el Grampus) representa el esotérico
camino hacia lo blanco, símbolo de la pureza. Cuanto más al sur se adentran los
navegantes, el blanco impone con más fuerza su presencia y su misterio. Cuanto más
próximo a la Antártica - recordemos su otro nombre: el continente blanco -, Pym se halla
más próximo al símbolo aristocrático por excelencia.

Sin embargo, este viaje iniciático no está exento de peligros y dificultades. La


carnicería en la que son victimados los hombres de la Jane Guy a manos de los
furibundos negros, son sólo algunas de las peligrosas pruebas que debe pasar el
peregrino que va por esta senda solitaria.

Como signo de cercanía a lo sacro y desde la perspectiva racista de Poe,


seguimos analizando esta aproximación hacia el extremo último del Continente Blanco. A
medida que el viajero se aproxima al Centro del Polo, va experimentado un aumento
gradual de la temperatura-, o sea, en la medida que nos encontramos más próximos al
centro del centro, las fuerzas hostiles de la naturaleza van perdiendo el poder de su
influencia. Y aunque este dato anotado por Poe en su relato pueda hoy parecer de
escaso valor científico, lo cierto es que no estaba lejos de la experiencia que puede ser
constatada por los sentidos de algún viajero antártico. Como ejemplo. citamos el curioso
fenómeno de los "Oasis de la Antártica" donde el agua alcanza una temperatura
comparativamente más elevada que el resto de las aguas antárticas(9). ¿Conocía este
fenómeno Edgar Allan Poe? Si pudiera respondernos, tal vez lo haría de la misma forma
que H. P. Lovecraft cuando le preguntaron si había viajado alguna vez a París: «Sí, en
mis sueños» (10).

Poe pensaba, sin duda, de la misma forma: recordemos su bella frase: «Toda
certidumbre está en mis sueños» (11).
Un último dato en cuanto a Poe y su posición frente a los negros. Se especula
que su gusto por la narrativa del miedo nace con las historia que escuchaba de los
esclavos en la cocina de su casa cuando era un niño: «Y esos temores le habían
inculcado los negros y negras esclavos de su tutor, en los relatos de aparecidos que
constantemente tenían en la boca, y que el niño Edgar iba a escuchar en la cocina» (12).
Incluso, Hervey Allen, cuya opinión es citada por Ferrari, asegura que la influencia
narrativa de los negros sobre Poe es aún mayor. pues la musicalidad de su composición
literaria - los ritmos, complicados y llenos de matices - es, en cierta forma, una imitación
de los cánticos de los esclavos".

Sea o no cierto, es importante considerar estas opiniones como hipótesis, las


cuales pueden ayudarnos a arrojar luces en el caso Poe.

Siguiendo muy de cerca al genial Poe, tras el misterio que aquí nos interesa,
hallamos la persona de otro mago, el chileno Miguel Serrano.

Miguel Serrano o Los Gigantes

El Mito Antártico adquiere fuerza incontenible en la literatura del poeta, escritor y viajero
Miguel Serrano, creador de textos mágicos como Ni por Mar ni por Tierra; La Serpiente
del Paraíso; Quién Llama en los Hielos; El Círculo Hermético; Elella, Libro del Amor
Mágico; Nietzsche y la Danza de Siva; y Las Visitas de la Reina de Saba, con prólogo
de C. G. Jung.

Dicen relación con la Antártica dos de sus más interesantes trabajos: La Antártica
y otros Mitos (Santiago de Chile, 1948) y Quien llama en los Hielos (Santiago de Chile,
1957).

El primero de ellos es la transcripción de una serie de conferencias dictadas en


Chile por el autor y ex-diplomático. Su portada es reveladora: un dibujo de un gigante
bicorne alado emergiendo de las blancas nieves y portando un tridente. Desde el
comienzo, Serrano hace gala del sincronismo que mantiene con Poe.
El tema de estas conferencias es el Mito en relación con la Antártica, y nos damos
cuenta que el título del texto, como dice Erwin Robertson, señala que «la Antártica es un
mito» (14) Serrano relacionará numerosas leyendas en referencia al tema que nos
ocupa: los bellos relatos de los onas (antiguos habitantes de La Tierra del Fuego), la
leyenda de la Virgen de los Hielos, el continente Lemuria, el gigante de Poe y, aún, la
atrevida idea que Adolf Hitler mora en el frío Antártico. Y aunque a simple vista parezca
no existir relación alguna entre cada una de éstas; la hay, puesto que todas estas
leyendas se refieren a los misteriosos moradores de la Antártica. He aquí otro punto
donde confluye el pensamiento de estos tres autores. Serrano conoce el relato de Poe y
señala en relación al Gigante Blanco: «Es que Poe conocía la leyenda de los sélcnam
sobre los Jon que habitan la Isla Blanca» (15). «¿0 sabía también del Prisionero de la
Antártica, que vive en su fondo negro, y que seguramente por esto mismo se ve
blanco?» (16).
Para entender quiénes eran los Jon y a qué se refiere Serrano cuando habla de
Isla Blanca, se recomienda leer la página 25 de La Antártica y Otros Mitos, donde
explica que los antiguos onas (los sélcnam eran sólo una tribu ona) creían en la
existencia de los Jon: humanos de casta aristocrática dotados de facultades
sobrenaturales y poseedores de los Misterios. «Fueron los Jon, magos sélcnam de la
Tierra del Fuego, los que conservaron los secretos enseñados por Quenós y los que aun
se inmortalizan embalsamándose dentro de los hielos del sur, para resucitar renovados
en el más lejano futuro. Dicen también los sélcnam, que es en el Sur, allá, en esa "Isla
Blanca que está en el Cielo" donde moran los espíritus de sus antepasados, haciendo
una vida libre de preocupaciones.» (17).

¿Serán estos espíritus ancestrales Los Antiguos, mencionados por Lovecraft?


¿Será la Antártica aquella Isla Blanca de la que hablaban las viejas leyendas onas?

Serrano, quien fue uno de los primeros chilenos en conocer la región antártica, da
cuenta de la relación entre ese lugar y la locura (18). Y señalamos, por nuestra parte,
que el título de la inolvidable novela de Lovecraft, En las Montañas de la Locura, no se
debe a un capricho o a una ocurrencia ingeniosa para llamar la atención de algunos
lectores afiebrados.

Serrano dirá que la única vía para comprender esta realidad súrica, o mejor, para
salvarse de la locura que allí acecha, es el Sueño (19), y el mundo de los sueños es un
elemento clásico de la narrativa de H. P. Lovecraft.

La inquietante posibilidad de que exista una entidad no-humana en la Antártica,


se registra también en la páginas del texto del autor chileno. El sincronismo entre estos
dos escritores nos deja asombrados, sobre todo porque Miguel Serrano desconocía la
obra de Lovecraft cuando escribió La Antártica y otros Mitos. Citemos, entonces, a
Serrano, quien con su arte nos recuerda a los viejos alquimistas: «Sin embargo, en ese
continente del reposo y de la muerte alguien vive. Un prisionero se agita, teniendo por
medio habitable el fuego ardiente y eterno» (20). Esta idea de Serrano se plasma
también en otro texto del mismo autor: Quien llama en los Hielos.

He aquí un párrafo de belleza terrible: «Yo he visto a ese ser, a ese Ángel negro:
ahí, en su recinto del Polo Sur. Es en una inmensa cavidad oscura donde reside...
Espacios enormes, sin límites, livianos y deprimentes a la vez, que se extienden, con
seguridad, por el interior psíquico de la tierra, debajo de los hielos eternos. Y así se
mueve el Zinoc... Asciende o desciende, hasta el extremo de esa cavidad y, desde ahí,
se arroja a una velocidad vertiginosa en demanda de su otro extremo, de su final
inalcanzable. Toda la eternidad lo ha pasado en este esfuerzo, cayendo de cabeza,
tratando de alcanzar el lugar antipódico del que ha sido proscrito en el comienzo mismo
de la creación. El norte es su sueño, su anhelar profundo y su mayor sufrimiento.»(21).
Lovecraft, por su parte, en su novela escribirá algo revelador: «Se fundaron nuevas
ciudades terrestres, las más importantes de ellas en el Antártico, ya que aquella región,
escenario de su llegada, era sagrada. A partir de entonces, el Antártico fue como antes el
centro de la civilización de los Antiguos, y todas las ciudades construidas allí por la
prole de Cthulhu fueron destruidas» (22). Más adelante, el narrador de la novela de
Lovecraft indicará que los mapas encontrados en la vieja ciudad polar muestran que las
ciudades de los Antiguos en la época pliocénica se hallaban en su totalidad, por debajo
del paralelo 50 de latitud sur." Estas referencias de ambos autores son fundamentales,
porque nos indican la oposición simbólica entre Polo Norte (o la mítica Hiperbórea) y
Polo Sur, sede de los Antiguos. Esta oposición no responde solamente a una diferencia
de carácter geográfico, sino que, ante todo, a diferencias espirituales. En efecto, el Polo
Norte es el polo positivo - en términos cristianos, el Bien- y el Polo Sur - desde la misma
perspectiva, el Mal -. Sin embargo, estos opuestos, conforme a los principios de la
filosofía maniquea, se complementan. Ambos polos mantienen el Orden en la Tierra,
regulan el buen funcionamiento energético de nuestro mundo. La única posible
diferencia dice relación con el tipo de energía que irradian dichos lugares, pues en
verdad son centros energéticos. Este conocimiento que se expresa a través de la
literatura moderna (Lovecraft y Serrano), que diferencia los centros volitivos terrestres,
concuerda punto por punto con el pensamiento antiguo o tradicional que enseñaron los
maestros indoeuropeos, para quienes las palabras que nombran a los distintos lugares
sagrados son: Cielo, Tierra o Mundo, Medio (24) e Infierno (25). El Cielo, para ellos, es la
morada de los héroes, aquellos que vivieron la vida tal como se debe, y corresponde a
Hiperbórea o nuestro Polo Norte; la Tierra es el lugar habitado o terreno de expediciones
y viajes, ellos la identificaban con Asia y Europa. El Infierno, que era el lar de los
demonios - los Antiguos y los Shoggoths- parece no haber sido descripto y ubicado con
tanto detalle y precisión por los antiguos sabios indoeuropeos. Este Infierno es para
nosotros el Polo Sur.

En "Quien llama en los Hielos", Serrano relata un sueño, en el cual un misterioso


ser le dice: «La inmortalidad se logra entre los hielos -me respondió- y se consigue
helándose. No soy nadie, ni nada puedo hacer ahora. Tu gran combate será con el Ángel
de Sombras.»(26) Serrano destaca sobre todo los mitos onas en sus conferencias sobre
los Mitos de la Antártica, para proporcionarnos una clave para descifrar los escondidos
arcanos: «Fue Quenós quien empezó a crear la tierra, de arriba abajo. Pero antes, con
arcilla blanca modeló a los Hohuen, seres gigantescos y transparentes como ángeles.
Apenas creados, los Hohuen comenzaron a luchar entre ellos. Sin embargo, no podían
morir.»(27) He aquí los mismos rasgos arquetípicos de los Antiguos lovecraftianos: gran
tamaño, poderosos, belicosos, no-humanos e inmortales. La mitología ona señala que
los Hohuen (nuestros Antiguos) fueron creados con hielo. Esto, en verdad, señala su
origen geográfico: la Antártica.
Para finalizar, la novela de Miguel Serrano aporta un dato que es, quizás, el hilo
que nos permite unir a los tres autores; a saber: la relación del blanco con el continente
helado. El color en este caso no sólo es expresión de los hielos, sino de aspectos
inmateriales y filosóficos. Cortázar, como ya fue escrito, siguiendo en esto a Sidney
Kaplan, verá en estos principios el fundamento del racismo de Poe: «La oposición del
negro como signo negativo y del blanco como una fuerza que lucha con él y en último
término.» (28). Y a propósito de racismo, debemos señalar aquí un hecho que no deja
de intrigarnos: Poe y Lovecraft sustentaron una filosofía racista, y Miguel Serrano,
sustenta hoy esta misma filosofía. Recuerde el lector que no hay casualidad, sino
causalidad misteriosa.
Pero citaremos al propio Serrano respecto la vinculación entre los colores y la
Antártica: «Existe además una relación entre el color y el polo. Los pájaros negros
tienden a desaparecer de estos mares y les es muy difícil alcanzar las latitudes extremas
de la Antártica. En cambio, las aves de plumaje blanco soportan el frío mucho mejor.»
(29). Curioso, Lovecraft también nos habla de este otro vínculo entre pájaros y color. En
su bello poema Antarktos, leernos:

En lo hondo de mi sueño el gran pájaro susurraba extrañamente


Hablándome del cono negro de los desiertos polares,
Que se alza lúgubre y solitario sobre el casquete glaciar.
Azotado y desfigurado por los eones de frenéticas tormentas.
Allí no palpita ninguna forma de vida
terrestre: Sólo pálidas auroras y soles
mortecinos
Brillan sobre ese peñón horadado, cuyo origen primitivo
Intentan adivinar a oscuras los Ancianos.
Si los hombres lo vieran, se preguntarían simplemente
Que raro capricho de la Naturaleza contemplan:
Pero el pájaro me ha hablado de partes más vastas
Que meditan ocultas bajo la espesa mortaja de
hielo.
¡Dios ayude al soñador cuyas locas visiones le
muestren Esos ojos muertos engastados en abismos de
cristal'

Y ya que hemos mencionado a Lovecraft, ha llegado el momento de adentrarnos


en sus símbolos y sus mitos (30).

Howard Phillips Lovecraft o El Trovador de Leng


El recluso de Providence, el maestro del horror y genio de la literatura fantástica de este
siglo, escribirá en el ano 1931 una de sus pocas novelas que se constituirá en un pilar
fundamental de su opus. Nos referirnos a En las Montañas de la Locura.

Escribirla y publicarla fue todo un sufrimiento para nuestro autor. La razón: él


detestaba transcribir a máquina sus narraciones, pero este era un requisito obligatorio
para que cualquier cuento o novela fuera considerado para su publicación en revistas
para aficionados tales como la legendaria Weird Tales, Lovecraft dirá, refiriéndose al
Director de la mencionada revista: «¡Maldito sea Wright, por rechazarme el cuento que
casi me mata al mecanografiarlo!» (31). Esta fue una experiencia muy dura y
desagradable para Lovecraft. Sin embargo, el destino no quiso que su novela pasara
inadvertida, y decidió que al final debería ser publicada.

En síntesis, En las Montañas de la Locura trata de las aventuras de una


expedición científica a la Antártica, pero, el protagonista, antes de iniciar su relato,
insistente en advertir a los posibles lectores que aquel continente no debe ser horadado
por mano alguna, no vaya a ocurrir que se despierten horrores que no deben ser
liberados.
El horror que no debe ser perturbado es la raza de los Antiguos y sus esclavos,
los Shoggoths. En la mitología lovecraftiana, los Antiguos son horribles deidades que
bajaron desde el cielo y que hicieron de la Antártica su primera base. Estos gigantes de
cabeza en forma de estrella crearon al hombre y también a los Shoggoths, torpes
bestias de carga, sumisas en un comienzo, pero que más tarde fueron capaces de
conducir una rebelión en contra de sus señores. Es difícil sustraerse a la tentación de
comparar esta emancipación con el combate bíblico entre Dios y sus Ángeles fieles
contra el Primer Rebelde, Lucifer o Prometeo. Los Antiguos se defenderán de esta
amenaza por medio de un arma tan devastadora como la bomba atómica. «Los Antiguos
utilizaron unas curiosas armas de perturbación molecular y atómica contra los entes
rebeldes, y al final abrazaron una completa victoria» (32). Conviene recordar que sólo en
1945 caerá una bomba atómica sobre Hiroshima y otra en Nagasaki. Este carácter
profético de la obra lovecraftiana es otro de sus inquietantes aspectos.

La narración hace turbadoras referencias a un libro espantoso de saber prohibido:


El Necronomicón, del árabe demente Abdul Alhazred. Este obscuro texto es un elemento
clave en la narrativa de Lovecraft, es la fuente de su cosmogonía y de su teología. El
Necronomicón habría sido consultado por algunos de los miembros de la expedición
antártica, especialmente por Danforth, que era un estudioso y «un gran lector de temas
extraños que había hablado mucho de Poe»(33), además él era uno de los pocos
infortunados que había tenido el valor para examinar en forma exhaustiva el condenado
libro. Danforth, se referirá en repetidas ocasiones al Necronomicón y hará tímidas
referencias sobre la posibilidad de que la oscura Meseta de Leng, aquella tenebrosa
región, cuya ubicación ni el mismísimo Alhazred fue capaz de precisar, en verdad sea un
antiguo nombre para señalar la Antártica.

Más que la narración en sí misma, la atmósfera de terror de la novela está dada


por el paisaje y por el ambiente urdidos por la pluma de Lovecraft. En efecto, él será
siempre fiel a un principio suyo según el cual lo más importante en la literatura de terror
no es tanto la trama, si no el ambiente o la atmósfera que crea el escritor y los
sentimientos y sensaciones nefandos que experimenta el lector. Angela Carter, en un
excelente estudio lovecraftiano, señalará al respecto: «La Antártica de Lovecraft es el
más terrible de todos sus paisajes. Este desolado reino del hielo y muerte, el lugar de
donde le llegaba «la niebla y la muerte» al viejo Marinero es, al mismo tiempo, una
versión realzada de la Antártica real, y una visión de la aborrecible meseta de Leng, el
techo del mundo.» (34).

Lovecraft, con la pluma de un escritor que es ante todo un observador atento y un


psicólogo, ha creado de forma singular uno de los ambientes más inhóspitos y más
hostiles a la Tierra. Cada elemento del continente súrico es una daga, un pasaje sin
salida hacia la Muerte. Algunos de estos elementos están representados por el Viento, la
Soledad, la Lejanía, las Leyendas, el Hielo, el Olor y, por supuesto, los habitantes de ese
yermo, que ocultos en la blancura no están muertos, si no que esperan ser despertados
de su sueño conjurado. Y como ejemplo del uso magistral de estos elementos, citaremos
algunas líneas de la novela que hacen ilusión al sonido del viento: «El terrible viento
antártico soplaba a intermitencias, y su cadencia tenía para mí un vago sonido
musical,semejante al eco de unos caramillos silvestres, que por algún motivo ignorado
me parecía inquietante e incluso amenazador.» (35).

El título de la novela se refiere particularmente a la gigantesca cordillera donde se


hallan las colosales ruinas de las ciudades de los Antiguos, una región de alturas
imposibles de alcanzar por la mente y los sentidos de un hombre normal y donde lo
asombroso es la regla. Adentrarse en aquellos lugares significa penetrar en el
subconsciente; eterno océano cósmico de arquetipos: «Era como si aquellos chapiteles
de pesadilla constituyeran el umbral que daba paso a prohibidas esferas de ensueño, a
complejos abismos de tiempo, espacio y ultradimensionalidad remotos» (36).

La arquitectura lovecraftiana es un concepto desafiante y atrevido que tiende a


llevar los sentidos a su máximo nivel de resistencia; justo hasta el punto en que la
tensión es casi insoportable y terminarán por precipitarse en la obscuridad de un vacío
sin sensaciones. Este rasgo tan personal de su estilo narrativo, lo hallamos en varios de
sus más sobresalientes relatos; a saber: El llamado de Cthulhu,; La Ciudad sin Nombre;
y Las Sueños en la Casa de la Bruja. En todos éstos, lo titánico y lo grandioso es la
esencia del contenido narrativo. Ante esos edificios formidables y esas esculturas
anormales e inquietantes, el hombre debe comprender que no es más que un pequeño
átomo, una criatura insignificante que cree conocer los secretos de la inmensidad del
espacio interestelar y la de vida, cuando en realidad no pasa de ser un ignorante, un
zafio, que flota en un ancho mar de conceptos irrelevantes, creados para hacer más
llevadera su existencia.

Aquellos exploradores de la fría Antártica, sentirán esta ominosa sensación de


insignificancia, y entre aquellos que poseen un nivel más alto de comprensión, como es
el caso de Danforth, enloquecerán. Al final serán ahogados por la terrible inmensidad y
la devastadora opresión de la soledad en las turbulentas aguas de la locura.

Otro elemento de horror es el misterioso grito que ya habíamos mencionado en el


apartado dedicado a Edgar Allan Poe. Sí, el temible ¡Tekeli-li! Las palabras de Poe se
transforman por medio de la magia de Lovecraft en el pájaro que avisa la muerte, el
misterio cargado de amenazas. Pues es el encuentro con el horror más terrible, es la voz
misma de los Shoggoths. Danforth que conocía la obra de Poe, dirá «que estaba
interesado debido al escenario antártico de la única novela larga de Poe: la
desconcertante y enigmática Arthur Gordon Pym» (37). Como vemos, otra vez la
literatura de Poe es el punto de partida de autores posteriores, como Serrano y
Lovecraft. En efecto, Poe es la Llave.

Señalados algunos aspectos primordiales de la novela de Lovecraft, revisaremos


a continuación de manera detenida las claves del misterio de la Antártica que se
encuentran en ésta.

La primera clave, que nos ayudará en la comprensión de aspectos un tanto


obscuros en las obras de los otros dos autores, es aquella que señala a la Antártica
como el lugar donde hicieron su entrada los Antiguos. El Polo Sur es la Puerta. Desde
allí las huestes luciferinas ascenderán hacia el Polo Norte, hacia la mítica Hiperbórea, en
un camino de representación de la ascesis esotérica por los distintos chakras corporales
y que es la vía de toma del poder divino, precisamente lo que el Demiurgo castigó.
Serrano en una entrevista dijo: «La Tierra es un astro, un ser vivo, que está aquí, que
tiene sus distintos órganos, y la parte correspondiente al sur del mundo, y al Polo,
corresponde a los órganos sexuales» (38). Estos datos nos permiten entender porqué el
cristianismo ha sido tan reticente al poder sexual y a la energía que de él deriva. Esto se
debe, como vimos recién, a la relación existente entre energía sexual y Lucifer. Sin
embargo, una alquimia espiritual ha de facultarnos el trascender el plano de la energía
sexual pura (el orgón de Wilhelm Reich) para transformarla en energía del Espíritu,
aquello que nos llevará a ese estado de plenitud.

El Polo Sur - que es el sexo del mundo- es la guarida de los Antiguos. Y aunque
hayan ocupado también otros territorios, volverán allí a construir sus ciudades. René
Guénon, en una crítica a la interpretación de Eliphas Levi sobre el Infierno de Dante,
dice: «Esto es cierto en un sentido, puesto que el monte del Purgatorio se formó, en el
hemisferio austral, con los materiales arrojados del seno de la tierra cuando la caída de
Lucifer cavó el abismo.» (39). ¿Podemos afirmar, entonces, que el monte del Purgatorio
era la Meseta de Leng de la que nos habla el Necronomicón?

Esta intuición de Lovecraft para reconocer al Polo Sur como Puerta y Guarida de
los Antiguos, puede probar lo que muchos piensan sobre él: era un iniciado en el
esoterismo. Sin embargo, creemos que su despertar no lo bebería a las generosas
fuentes de alguna hermandad secreta, si no a su poderosa intuición que fue haciéndose
lúcida a través de sus lecturas y a la justa interpretación de los mensajes que le llegaban
del mundo de sus sueños.

La segunda clave, revela que el viaje externo realizado por los hombres del
Arkham y el Miskatonic (los barcos que transportan a los exploradores de la Antártica) es
también un viaje interior. En efecto, ellos deben enfrentarse con los Cinco Elementos
para llegar al Centro del Laberinto. Esta lucha nos recuerda la inmortal Divina Comedia,
de Dante. Ambos textos describen muy bien las etapas del camino iniciático. Difieren,
eso sí, en que en los expedicionarios de la Universidad del Miskatonic no resuelven el
enigma de la Esfinge y se precipitan en el Infierno, para sufrir para siempre en su
pestilencia.

El viaje hacia el Centro del Sur, el Polo Sur, es la senda conductora al Centro del
Mundo Inconsciente. De allí su dificultad: verse arrastrado en las turbulentas aguas de
los sueños, de los miedos y de los traumas. Esta turbadora realidad ha quedado
representada en las páginas finales de la novela, escenas que transcurren en
vertiginosos laberintos bajo tierra, sitios donde serán descubiertos el narrador y el joven
Danforth por un Shoggoth, el cual viene a significar al Minotauro, el guardián del
Laberinto.
El Laberinto requiere de especial atención, porque ocupa un lugar de preferencia
en la narrativa lovecraftiana, verbigracia: En los Muros de Eryx;, Encerrado con los
Faraones; La Bestia de la Gruta; Las Ratas de las Paredes; Horror en Red Hook. En
todos estos relatos siempre hallaremos una imagen del Laberinto y sus moradores. Es
probable que el mayor número de semejanzas entre los relatos de Lovecraft puedan ser
halladas en la novela antártica y en La Bestia de la Gruta. En ambos relatos el Laberinto tiene la
forma de una caverna (40) o si se quiere, una profunda hendidura en la tierra. Por lo general se
asocia a la caverna como la morada de nuestros primitivos antepasados, pero además posee
otro significado más justo: es el recinto donde se realiza la iniciación. «... La caverna debe formar
un todo completo y contener en sí misma la representación del ciclo tanto como de la tierra.»
(41). Es el lugar de la muerte y de la resurrección.

Con respecto al Laberinto, un principio fundamental es la selección: No cualquiera


debe entrar allí. Es una de las pruebas finales, aquella que mide las destrezas
adquiridas en el largo camino de la ascesis gnóstica. Es la última partida de ajedrez, en
la cual uno se enfrenta con un enemigo que sigue nuestro avance y que nos conoce. Es
el enfrentamiento contra el más terrible de nosotros: El Monstruo.

Los Antiguos, como su nombre lo indica, son la representación viva del mundo
pasado, en el principio del tiempo, son la imagen de aquello que halla en lo más
recóndito de nuestra mente. Los Shoggoths son la degeneración de lo antiguo, lo
imperfecto o que se halla sometido a un proceso de cambio constante. El Blanco -la gran
llave del misterio antártico- es lo intocable, lo virginal y prohibido. El Viento corresponde
a aquello que es intangible, pero que sin embargo existe, los murmullos de los otros. El
grito ¡Tekeli-li! es lo terrible que se dice y repite, una y otra vez. Las titánicas
construcciones pétreas, es aquello que aunque no tiene objetivo ocupa un lugar en la
mente; es un estorbo, una inútil ruina que debemos dejar de lado. Y el nefando
Necronomicón es el lugar donde todos estos elementos toman la forma terrible de la
leyenda, que se perpetúa más allá de los eones y de las generaciones, llevando consigo
el mensajes de los antepasados.

Desde esta perspectiva, se puede decir que el narrador prohibe, en términos de


una advertencia, la explotación y explotación de la Antártica para señalar, en realidad,
que nadie debe atravesar el mundo de lo inconsciente sino está preparado, pues podría
no regresar.

La interpretación que hemos hecho podrá semejarse al psicoanálisis a los ojos de


algunos. Pero no es así, por cuanto toda técnica psicológica está limitada por un visión
y, un pensamiento parcelados y muy distantes de todo origen o fuente primera; por
tanto, nada más alejado de un esfuerzo por lograr una visión tradicional, que se
caracteriza por el totalitarismo, o sea, que intenta ubicarse fuera de todo punto de vista:
en el centro mismo del Centro. Entonces se trata de entender el sentido oculto de esta
novela desde la interpretación tradicional de René Guénon y de Evola, pues sólo una
filosofía tradicional nos permite hacer una comparación esotérica de obra de Lovecraft
respecto a la obra de otros autores. Algunos de ellos poseedores de un sólido
conocimiento de la Tradición y otros ignorantes de esta misma Filosofía: no hace falta
más que leerlos para darse cuenta quienes son los unos, y quienes, los otros.
El encuentro de tres Gigantes

Los textos que hemos revisado están relacionados - sin duda- por un mismo tema y por
un escenario único. Hemos comprobado que el pensamiento de estos tres autores,
coincide merced a una causalidad interna que no es fácil de descifrar, pero que
responde a un sincronismo universal y a las fuentes únicas de cuyas aguas ellos han
bebido.

Una vez concluido este viaje a la Antártica creemos que es conveniente sentarnos
en compañía del aristócrata Edgar Allan Poe, de rostro lívido y frente amplia, y del gran
Miguel Serrano, un adepto del Amor Mágico. Junto a ellos está cómodamente sentado
uno los hombres más lúcidos del siglo, Howard Phillips Lovecraft. Si nos acercamos y
compartimos su conversación, podremos oír maravillosas historias de gigantes blancos,
del Hohue y de los Antiguos. Y si agudizamos más el oído oiremos todos un fino susurro,
un bisbiseo que proviene, sin lugar a dudas, de los fríos mares antárticos.

NOTAS:
1.- Podríamos haber incluido en esta revisión al escritor Jules Verne y su novela La Esfinge de
los Hielos, pretendida continuación de Narración de Arthur Gordon Pym. Sin embargo, esta obra
no es en casi nada fiel a Poe, y tampoco contiene aquel ingrediente esotérico que nos ha
permitido unir a los autores de este estudio.
2.- Poe, Edgar Allan. Narración de Arthur Gordon Pym. 6a. edición, Alianza Editorial. Madrid.
1986 p. 210.
3.- Para el estudio sobre el significado del Blanco he utilizado el texto de René Guénon
Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba. Buenos Aires. 1988. 419 pp. Se ha
consultado especialmente el capítulo titulado El blanco y el negro, pp. 264-266.
4.- Guénon, René. Op. cit. p. 265.
5.- Melville, Herman. Moby Dick o la Ballena Asesina. España. Ramón Sopena, 1974. P. 159.
6.- Poe, Edgar Allan, Op. cit. p. 210.
7.- Ver prólogo de Julio Cortázar para el texto de Poe que estamos revisando, especialmente las
páginas 11 y 12.
8.- Poe, Edgar Allan. Op. cit. p. 12. El pensamiento racista de Poe está asociado con una
posición muy crítica contra la democracia. «Odiaba a la Turba y despreciaba la democracia»
señala Ferrari y Baudelaire, en el prólogo de Nuevas Narraciones Extraordinarias, de E.A. Poe
(Editorial Juventud, España), citarán un pensamiento que revela la filosofía política de Poe: «El
pueblo no tiene nada que ver con las leyes, si no es obedecerlas» .
9.- Ver los diarios chilenos de 1955, especialmente La Tercera de la Hora del 19 de junio de
1955 y del 4 de febrero de 1968.
10.- Revista Planeta N º 1. Argentina. Septiembre/Octubre. 1964.p. 89.
11.- Baudelaire. Op. cit. p. 58.
12.- Ferrari, Santiago. E.A. Poe, Genio Narrador. Editorial Poseidón. Argentina. 1946. p. 16.
13.- Ferrari, Santiago. Op. cit., p. 16.
14.- Ciudad de los Césares. N º 18. Ver el artículo Manú: Por el Hombre que Vendrá, de Erwin
Robertson.
15.- Serrano, Miguel. La Antártica y otros Mitos. Imprenta El Esfuerzo. Santiago de Chile, 1948.
p. 28.
16.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 28.
17.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 25.
18.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
19.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
20.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 20.
21.- Citado por Marco Paredes en El Mito en la obra de H. P. Lovecraft, pp. 26-29 de la revista
Entreguerras N º 9. Santiago. Primavera de 1994.
22.- Lovecraft. H. P. En las Montañas de la Locura en Obras Escogidas de Lovecraft. 1a.
selección. Ediciones Acervo. España. 1956. p. 195.
23.- Lovecraft, H. P. Op. cit. p. 198.
24.- Recuérdese la Tierra Media de Tolkien. ¿Coincidencia? Imposible, pues el esoterismo
enseña que las coincidencias no existen.
25.- Ver el artículo de Jean Haudry Lingüística y Tradición Indo-Europea, publicado en la revista
española Hespérides.
26.- Serrano, Miguel. Quien llama en los Hielos en Trilogía de la búsqueda en el Mundo Exterior,
p. 201.
27.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 204.
28.- Poe, Edgar Allan. Op. cit. Prólogo de Julio Cortázar, p. 11.
29.- Serrano, Miguel. Op. cit. p. 264.
30.- Lovecraft, H. P. Hongos de Yuggoth. p. 47.
31.- Sprague de Camp, H.P. Lovecraft. Una Biografía. Valdemar Editores. España. 1992. p. 293.
32.- Lovecraft, H. P. En las montañas di la Locura. p. 196.
33.- Lovecraft, H. P. Op. cit. p. 125.
34.- Ver Mundo Desconocido. España. Abril de 1981, p. 133. Artículo de Ángela Carter, Lovecraft
y su Paisaje, incluido en el monográfico sobre el Necronomicón.
35.- Lovecraft, H. P. En Las montañas de la Locura. p. 124.
36.- Lovecraft, H. P. Op. Cit. p. 152..
37.- Lovecraft, H. P. Op. Cit. p. 125.
38.- Ciudad de los Césares N º 13. Ver la entrevista a Miguel Serrano intitulada: El Peregrino de
la Gran Ansia. p. 12.
39.- Guénon, René. El Esoterismo de Dante. Editorial Dédalo. Buenos Aires. 1976.
40.- Guénon, René. Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Eudeba. Buenos Aires,
1988. pp.173-180.
41.- Guénon, René. Op. cit. p.176.

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