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CAPÍTULO 7

LOS NIÑOS VIENEN DE PARÍS (CON ESCALA EN LONDRES)

El Caso Dick de Melanie Klein

La escuela inglesa de psicoanálisis tuvo desde su origen un perfil muy


autónomo, en especial desde el punto de vista teórico. De buena relación
política con Freud, los primeros representantes de esta incipiente escuela en la
década de 1920, realizan un impulso muy fuerte desde lo teórico y práctico con
la llegada de una inmigrante, una outsider en todo sentido como lo es Melanie
Klein. Las innovaciones que ella propondrá darán un impulso inédito a la joven
disciplina, un empujón casi tan fuerte como el inaugural de Freud. Podemos
decir con Kristeva, que Melanie es la madre del psicoanálisis.

En todos estos sentidos, además de en lo referido a las tradiciones y


rivalidades europeas, Gran Bretaña es, en todo, una isla, y en el psicoanálisis
también. Así es como también se expresa en el lenguaje común. La ampliación
del campo práctico del psicoanálisis a los niños y a los psicóticos, también liga
al psicoanálisis inglés (más tarde también al francés) a esos pacientes que
también se encontraban aislados.

En este sentido, las islas que significan los niños graves, son también en
principio un elemento importante dentro de la naciente escuela kleiniana. Allí,
en el paradigmático “caso Dick” de Melanie Klein, y su estudio posterior por
otros autores, está la discusión de si incluir o no los autismos entre estos casos
graves a considerar tratables. Y si bien en el momento en que Melanie Klein
analiza a Dick no está instalado aún el término o concepto de autismo (había
sido introducido por Bleuler pero lo conceptualizará Leo Kanner 16 años
después del caso Dick), una discusión posterior a la intervención y teorización
de Klein es si Dick era un niño autista. La audacia de Klein para considerar
tratable por el psicoanálisis a este niño tan particular, más allá de las
consideraciones teóricas o diagnósticas, hace de ella una excepción. En
especial desde este punto de vista de incluir en el psicoanálisis los casos de
niños graves, es donde la obra de Melanie Klein representa una isla. Y que el
psicoanálisis inglés es también de algún modo una isla, y el continente es
Francia, está expresado en que Lacan cita muchísimas veces a Klein en los
seminarios (para el tema que nos ocupa, el 1, pero también el 6 y otros), y en la
obra de Klein Lacan no está citado ni una vez (no así en la de Winnicott). De
ahí también el carácter autónomo del psicoanálisis inglés.

Dick, como sabemos, es un niño de 4 años (ubiquémonos en 1929, es


importante decirlo porque aún estaba en camino de establecerse un dispositivo
específico para el psicoanálisis de niños). Melanie Klein no es la primera pero
sí una de las primeras en disponer un dispositivo específico para ver a los
niños en una sesión. Recordemos que Freud había atendido a un niño en un
psicoanálisis, el famoso caso Juanito con las particularidades conocidas; lo
hace a través del padre del niño, indicándole a éste tomar notas de las
conductas y dichos diarios del pequeño y a través de este material el propio
Freud interpretar o indicar algunas cuestiones. Sólo lo ve al niño una vez en su
consulta, junto al padre, no hay juguetes, no hay juegos, sólo unas palabras del
Profesor al niño; palabras que no podemos dejar de valorar desde el punto de
vista de su efecto simbólico y simbolizante (quizás también él le enchufa al niño
el mito edípico, podríamos decir parafraseando lo que Lacan dijo de Klein con
Dick).

En ese sentido Melanie Klein sí es la primera en suponer que se puede


analizar a un niño de la misma manera que analizaba Freud: con las
herramientas y postulados de la trasferencia, la sexualidad infantil, el
inconsciente y la asociación libre. Haciendo en esta última una modificación
técnica, que explicamos dentro de unas líneas. Melanie Klein consideraba,
frente a la posición de Anna Freud, otra pionera, que el niño tiene todas las de
la ley para ser analizado. Se desprende así de una posición pedagógica del
análisis del niño, postulado que sostenía Anna Freud, para quien el niño debía
ser en primer término, reeducado.

La modificación técnica de la asociación libre es la llamada Técnica del


juego. Como señalaran varios autores franceses, como Eric Laurent, Jean
Laplanche o Marie Claude Thomas, esto es mucho más que una técnica. Es
una posición ética frente a los niños: estos son sujetos de análisis, de
transferencia. Así lo entiende Laplanche: “(…) esta cuestión va más allá de un
puro problema de técnica (…) es que el juego en el análisis pasa a ser otra
cosa que el juego observado objetivamente; se convierte en el equivalente de
un discurso (…) de simbolización: en el análisis, el juego pasa a dirigirse al
analista”. (En “¿Hay que quemar a Melanie Klein?” www.revistaalter.com ,p.3)

Esta “técnica” incluye disponer en el consultorio unos juguetes sencillos;


por ejemplo, material para dibujar, masa, autitos, muñecos de figuras humanas,
animalitos, y poco más. Esta indicación es muy precisa, y sostenible hoy en día
(más allá de que podemos – según los estilos personales del analista de niñes
– incluir materiales de juego que el niño o niña trae o que surgen en sesión). Se
sostiene este material sencillo dado que en principio propicia la mayor
proyección del mundo interno del niño, ya que es un material inespecífico, no
pre armado. Quizás la excepción (que funda una nueva regla: la de atender
niños graves) la hace Klein en su técnica habitual. Como dice ella misma, en
este caso modifica su técnica: interpreta de otra manera – que veremos – y
espera al niño en una de las primeras sesiones con los trencitos dispuestos, ya
que sabía de este único interés de Dick por los trenes.

En este contexto, Klein recibe a un chico de 4 años, bastante grave, del


cual hoy podríamos discutir si se trata de una psicosis infantil o un autismo.
Describe la primera sesión mostrando a Dick como un niño que no era
agresivo, pero sí alguien completamente aislado que aparece, en ese primer
contacto, sin lenguaje, sin ningún tipo de afectividad, sin ningún tipo de
emocionalidad y sin aparente contacto con los otros humanos.

Klein dice que en esa primera sesión ella es para él un mueble más, ya
que el niño presentaba una total indiferencia hacia todo lo que lo rodeaba. Y
empezando por el final, podríamos decir – esquematizando un poco – que al
cabo de menos de un año sale de allí un niño “neurotizado”. Así, tenemos una
cura de un autismo o niño grave, hace 90 años, como un hito a tener en cuenta
para el tratamiento de chicos graves.

Esto produjo muchas preguntas en la historia posterior del psicoanálisis


acerca de cómo aparece un niño con estas características – psicotizado o
autistizado – y sale neurotizado menos de un año después (reiteramos,
esquematizando un poco… pero quizás no tanto). Esta es la pregunta que
también se hace luego Lacan: cómo tenemos un niño diferente un tiempo
después, qué es lo que hizo Klein.

Melanie Klein, si bien era una analista aparentemente muy estricta, que
seguía preceptos ortodoxos, en este caso y en su escritura posterior, declara
haber modificado su técnica. Ella esperaba la aparición de material simbólico
para realizar sus interpretaciones, al menos así describía ella su procedimiento
habitual. Pero aquí dice haber hecho lo contrario: comienza a interpretar desde
la primera sesión. Al decir de Lacan, le enchufa el simbolismo con total
brutalidad. Siguiendo los postulados acerca del interés prioritario y excluyente
del niño por el interior del cuerpo de la madre, con el consecuente sadismo
primitivo que en la fantasía lo penetra y explora para apropiarse de sus
contenidos. Este sadismo primitivo será la base de la curiosidad por el mundo
de los objetos, por el mundo exterior, y será el insumo que – desplazado de lo
real del cuerpo matero e ingresado el sujeto en lo simbólico – permitirá la
exploración de la realidad y del mundo y los futuros rendimientos emocionales
e intelectuales, el aprendizaje y la relación con los otros.

Klein supone en Dick estas constelaciones, y así lo sigue por sus


primeros desplazamientos físicos dentro del consultorio, dando sentido a todos
los movimientos del pequeño. Acompaña esto con palabras, describiendo e
interpretando lo que para ella sucedía cuando, por ejemplo, Dick se encierra en
un ropero y ella le dice “Dick está entrando en mamita oscura”. Esto no es sólo
una interpretación – salvaje o no; acertada o no – sino una manera de entender
lo que es un niño y sus posibilidades de simbolizar, a través del eje de la
transferencia.

Recordemos que una de las principales diferencias entre el psicoanálisis


de Klein y la noción analítico–pedagógica de Anna Freud, consistía en la
concepción de la transferencia. Para Anna Freud, en una posición que rescata
una versión canónica y algo limitada de la transferencia en Freud, la misma es
la reedición de los impulsos vividos en la primera infancia hacia los padres y
revividos en la relación con el analista.

En cambio, Melanie Klein entendía que el niño o niña, por vivir una
realidad desdoblada, ya puede establecer transferencia con el analista a una
edad muy temprana, por ejemplo, a los dos años de edad. En efecto, Klein
distinguía la madre externa de la interna, siendo esta última la introyección que
hace el niño de una figura fantaseada, por lo cual, a una madre muy dura o
estricta, puede corresponder una figura interna con otros matices, y viceversa,
ya que el procesamiento interior por la fantasía hace que no se pueda decir
aquí que “madre hay una sola”. Por lo menos hay dos: interna y externa.
Secundariamente se podrá decir lo mismo del padre, y aquí encontramos un
interesante puente con el desarrollo de Lacan acerca de la madre y el padre
real, simbólico e imaginario. Concepciones a nuestro juicio convergentes y que
nos permiten una amplitud para el trabajo con niños, que nos despega de
cuáles son las figuras externas (reales o imaginarias) que están presentes en la
vida del niño y nos da la posibilidad de constatar el plano simbólico de estas
figuras y sus efectos. Así es como en una familia uniparental (por ejemplo, una
madre que vive sola con su niña) puede haber efectos de entrada en lo
simbólico sin la necesidad de que haya allí un señor que rellene el álbum de
figuritas del Edipo. Como por ejemplo se creía hace años cuando el “hijo de
padres separados” era de por sí portador de un diagnóstico, porque en la casa
no vivía un padre. Y como constatamos a la inversa, en casos de niños graves,
los personajes de la foto pueden estar todos: madre, padre, hermanos, y aún
así algo no se anudó en lo simbólico. Puede hacerse extensivo esto a cualquier
formación nueva que va tomando la institución familia (uniparental, con padres
del mismo sexo, etc. Donde esto, según nuestra experiencia, lejos de ser el
motivo de consulta es un dato biográfico más).

Volvamos al inaugural caso Dick.

Se producen algunos movimientos en las primeras sesiones, en las que


Dick puede reconocer a Klein y empezar a establecer una relación; lo cual en sí
mismo tiene un efecto simbolizante y terapéutico. En ese espacio, se producen
esas míticas frases, que toman a través de la historia un sentido poético, como
la que quedará para siempre en la historia del psicoanálisis y sobre la cual se
han hecho tantos debates y conjeturas. En efecto, Dick, en su desinterés por el
mundo, tenía, no obstante, cierto interés por los trenes, y al tomar dos trencitos
de juguete de la caja de juegos dispuesta por Klein, y hacerlos andar y chocar
entre sí, Melanie enuncia la histórica frase: “Tren pequeño Dick, tren grande
papá”. Frase que emociona por su simpleza, su valor y significación que
excede las paredes de ese consultorio de la Europa de 1929. Si entendemos
que el comienzo de un orden simbólico está dado por la distinción de al menos
dos lugares, allí tenemos una primera organización, o intento de ordenamiento
de un mundo simbólico. Donde un tren no es sólo una cosa, así como en el
Fort Da Freud nos enseñó que no se trataba sólo de un niño arrojando
antojadizamente un objeto.

La distinción de la propia Klein como un sujeto, y por lo tanto de Dick


como otro sujeto, también está dada en otra de las míticas frases pronunciadas
en esos primeros momentos, cuando Dick dice: “Poor Mrs. Klein” (“Pobre
señora Klein”) habilitando en la cadena simbólica la dimensión del sadismo, la
agresividad, la culpa y la reparación; dimensiones luego tan caras al universo
kleiniano.

En la biografía de Melanie Klein escrita por Phillys Grosskurth (Melanie


Klein, su mundo y su obra, 1986/1990) se entrevista a Dick ya adulto. La
primera impresión es que se trata obviamente de un hombre neurótico, y lo que
señala la autora es que Dick, contrariamente a lo que se podría esperar, es
muy dicharachero. Tiene algunos recuerdos del tratamiento realizado con Klein;
no tiene memoria de algunos de los históricos dichos o actos de su analista,
pero sí de algunos detalles que no quedaron inmortalizados en ningún texto,
como por ejemplo que Klein le decía que la vida es triste o lo consolaba
abrazándolo. Sobre algunas de las interpretaciones que ella le hizo, y que
figuran en sus textos, Dick afirma que hoy en día, si la volviera a ver le diría:
“Melanie, te has pasado”.

Las mejoras y los avatares de este tratamiento están sintetizadas en el


canónico texto de Klein sobre la formación de símbolos que referiremos a
continuación. Klein vuelve a ver a Dick cuando éste era adolescente, pero de
esto no hay tantas referencias. Cabe señalar que la propia Klein quizás no
quiso abundar en detalles biográficos del paciente, ya que se supone que era
hijo de una pareja de analistas colegas de ella. De allí la sola y escueta
referencia a la “falta de afecto de la madre” y a un episodio de inanición en los
primeros meses del niño, pero no mucho más.
“La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo”, de
1930: punto de partida y de articulación

Este desarrollo de Klein, que está expresado en este mítico y aún hoy
asombroso caso Dick (también incluido en “Contribuciones al psicoanálisis.
Obras Completas”, 1947), conlleva ya en su título una dimensión que lo hace
fundamental y articulable con desarrollos posteriores del psicoanálisis, en
especial con los lacanianos.

Véase sino este desarrollo en el que Klein parece indicar dónde se sitúa
lo no simbolizable: tiene su origen en el exceso de sadismo que despierta
angustia y moviliza los mecanismos de defensa más primitivos del yo. Lo
describe de manera clínica, a partir de sus observaciones derivadas de los
análisis que ella condujo. Con ese fundamento, desarrolla que la primera
defensa impuesta por el yo está en relación con dos fuentes de peligro: el
propio sadismo del sujeto y el objeto que es atacado. Estas son para Klein
defensas muy intensas, ya que luchan a su vez contra fuerzas muy violentas.
La defensa, en correlación con el grado de sadismo, es de carácter violento y
difiere fundamentalmente del ulterior mecanismo de represión. Se trata de
defensas más primitivas, como la escisión, la expulsión y la identificación
proyectiva más primaria y violenta, que hacen a la posición esquizoparanoide y
que están presentes de manera moderada en la depresiva junto a la aparición
de nuevas defensas. Ya que cabe aquí recordar que las posiciones implican
ansiedades y defensas propias de cada una.

En relación con el sadismo del sujeto, la defensa implica expulsión,


mientras que en relación con el objeto atacado implica destrucción. Lo explica
así Klein en el texto referido: el sadismo se convierte en una fuente de peligro
porque ofrece ocasión para la liberación de angustia, y “De este modo, el
íntegro yo no desarrollado se encuentra ante una tarea que, en esta etapa, está
totalmente fuera de su alcance” (p. 210). Esto es, la tarea de dominar la
angustia más intensa, propia de los estados donde el simbolismo no ha
alcanzado aún una constitución.

Luego Klein, en el mismo desarrollo, explora y teoriza sobre un aspecto


central: los comienzos del simbolismo. Así lo explica: la identificación,
precursora del simbolismo, surge de las tentativas del niño por reencontrar en
todos los objetos sus propios órganos y las funciones de éstos. Dice Klein:

“(…) junto al interés libidinoso, es la angustia que surge en la fase


descrita la que pone en marcha el mecanismo de identificación. Como el
niño desea destruir los órganos (pene – vagina – pecho) que
representan los objetos, comienza a temer a estos últimos. Esta angustia
contribuye a que equipare dichos órganos con otras cosas; debido a esa
equiparación éstas a su vez, se convierten en objetos de angustia. Y así
el niño se siente constantemente impulsado a hacer nuevas ecuaciones
que constituyen la base de su interés en los nuevos objetos, y del
simbolismo.” (p. 210)

El simbolismo es el fundamento de la fantasía y sobre él se construye


también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad. El objeto
del sadismo en su punto culminante – y el impulso epistemofílico que surge
junto con él – es el cuerpo materno con sus contenidos fantaseados. Por lo
tanto, para Klein, a medida que el yo va evolucionando, se establece “a partir
de esa realidad irreal, una verdadera relación con la realidad” (p. 211). Es decir
que la realidad, la construcción de un mundo simbólico, se produce a partir del
insumo y la fuerza del sadismo, y los desplazamientos que se van realizando
desde los primeros objetos de interés libidinal (los situados o fantaseados en el
interior del cuerpo materno, y este continente en sí mismo). Esos
desplazamientos originan la formación de símbolos que darán la dimensión de
sujeto al humano.

De todos modos, este proceso, en perspectiva kleiniana, no es unívoco


ni directo; no es evolutivo: la constitución del sujeto requiere de ciertas
operaciones psíquicas, no sólo del paso del tiempo o del crecimiento biológico
de un yo inicial. Para Klein, depende también de las vicisitudes defensivas
frente al sadismo. En efecto, una excesiva y prematura defensa del yo contra el
sadismo impide el establecimiento de la relación con la realidad y el desarrollo
de la vida de fantasía. Lo explica así en este texto mencionado:

“La posesión y exploración sadística del cuerpo materno y del mundo


exterior (el cuerpo de la madre por extensión), quedan detenidas y esto
produce la suspensión más o menos completa de la relación simbólica
con cosas y objetos que representan el cuerpo de la madre y, por ende,
del contacto del sujeto con su ambiente y con la realidad en general.
Este retraimiento forma la base de la falta de afecto y angustia, que es
uno de los síntomas de la demencia precoz.” (p. 221).

Es decir, la defensa excesiva contra el sadismo, dificulta la


simbolización, que nunca es sin resto. En esta perspectiva, el futuro de la
simbolización del sujeto depende del monto de ansiedad, del monto y violencia
del sadismo (es decir de coordenadas del mundo interno), y también de los
recursos que el sujeto singular puede poner en juego para la construcción de
las defensas. En especial, en su éxito para transitar, constituir y superar la
posición depresiva infantil.

La lectura lacaniana del Caso Dick

Además del desarrollo que el propio Lacan realiza sobre este caso en el
Seminario 1, pueden pensarse distintas articulaciones de total vigencia para el
psicoanálisis de niños y niñas en la actualidad.

Gabriela Duguech, investigadora de la Facultad de Psicología de la


Universidad Nacional de Tucumán, señala que el interés de retomar el caso
Dick desde su comentario por Jacques Lacan, radica en lo que nos enseña
sobre la incidencia de la estructura en el desarrollo, a la luz de los tres registros
imaginario, simbólico y real. Así es como, con la herramienta de los tres
registros puede leerse este caso desde la perspectiva de la intervención y el
deseo del analista, ya que esto da lugar a la aparición de evoluciones en la
constitución psíquica y por tanto en la relación con el mundo y sus semejantes,
impensadas e imposibles antes de que se ponga en marcha el análisis de este
niño grave con Melanie Klein. El lugar que podemos darle al deseo del analista
es fundamental; es lo que permite la lectura articulada de autores disímiles
como Lacan y Klein. Al iniciar estas investigaciones nos alentaba la posibilidad
de homogeneizar estas perspectivas, estandarizarlas de algún modo. Viene
aquí al auxilio una ética del psicoanálisis, del caso por caso, más allá de las
escuelas; resumida en la expresión de Mariana Dopazo: “lo que las estandariza
es el deseo del analista” (2013, comunicación personal).

En este sentido, el valor histórico y actual del caso Dick justifica explorar
los comentarios posteriores que se hicieron por parte de los mismos kleinianos
hasta su revalorización por parte de Lacan.

Sabemos que la trayectoria de Melanie Klein está marcada por sus


transferencias con Abraham y Ferenczi. Su contacto con Freud es teórico y de
una influencia enorme por parte del padre del psicoanálisis. No hay un contacto
personal (coinciden solamente en un congreso), a pesar de que muchos años
antes de su muerte Freud ya tenía conocimiento del papel de Klein en el
psicoanálisis inglés. Incluso tiene una sola cita en su obra donde destaca un
aporte de Klein que sin dudas abre muchísimos caminos. En efecto, en “El
malestar en la cultura” (1929-1930/1981), Freud destaca el aporte de Klein
acerca del superyó, cuando ésta indica que la severidad del mismo no es
función de la severidad de los padres externos, ya que muchas veces niños y
niñas con una autoexigencia muy marcada crecieron con padres muy
permisivos y a la inversa. Sin dudas, una típica observación kleiniana, que
desdobla los padres externos de los padres interiorizados, y da un papel
fundamental a éstos últimos, inaugurando una realidad simbólica en el niño. Así
como el par envidia y gratitud, más tarde, dará cuenta de que nuestra realidad
es simbólica.

Klein fue paciente y también alumna de Ferenczi, y de esa influencia


aparece la idea de que en el fundamento del simbolismo se encuentra la
identificación: el esfuerzo que hacen los niños por representar y representarse
constituye su principal trabajo. Y este trabajo es el de descubrir en cada objeto
del mundo exterior sus propios órganos y su función, esto si las cosas salen
bien y puede realizarse ese fundamental desplazamiento.

Una figura que resulta trascedente en esta historia es Ernest Jones, en


cuanto a la posición que Klein va tomando en el universo inglés (sabemos que
no es inglesa y que en principio es una inmigrante en Gran Bretaña, aunque ya
psicoanalista con recorrido). Jones es uno de los principales promotores
políticos del desembarco de Klein en Inglaterra, pero desde el punto de vista
teórico hay diferencias entre ellos, y quizás podríamos decir, el vuelo creativo
clínico y teórico propio que tiene Melanie, la distancia y aventaja respecto de
Jones.

Ernest Jones entendía que el principio de placer es el impulsor del


simbolismo, que hace que interior y exterior se identifiquen entre sí por la
similitud de placer que proporcionan. Para Klein, por el contrario, es la angustia
la que pone en marcha el mecanismo de identificación y por tanto el
simbolismo. Nos dice Julia Kristeva en “El genio femenino”: “Junto al sadismo
originario habría una protosimbolización inefable la cual inhibida
defensivamente podría obstruir el acceso a la actividad imaginaria: Dick no
juega, no llama. La analista le supone fantasías sádicas concernientes al
interior del cuerpo de la madre que constituyen la relación fundamental con el
mundo exterior y la realidad. Si estas fantasías llegan a manifestarse en el
juego y el lenguaje, establecen una realidad fantasmática con el exterior, una
“realidad irreal” y solo en un segundo momento, “una relación auténtica con la
realidad””. (Kristeva 2001:181.Citado en Duguech).

Sabemos que Klein presenta a Dick como un niño de 4 años que, por la
pobreza de vocabulario y desarrollo intelectual, estaba al nivel de un niño de 15
a 18 meses. Carecía de afectos y era indiferente a la presencia o ausencia de
la madre o la niñera. Rara vez manifestaba angustia, no jugaba, no
manifestaba intereses y no tenía contacto con su medio, articulaba sonidos
ininteligibles y repetía constantemente ruidos.
Al respecto continúa Duguech (en su texto “El caso Dick y los tres
registros de Jacques Lacan”):

“Klein advierte que Dick no sólo no era capaz de hacerse inteligible sino
que tampoco lo deseaba. La madre advertía a veces una actitud
fuertemente negativa que se expresaba en que hacía todo lo contrario a
lo que se esperaba de él. Por ejemplo, si la madre lograba hacerle
repetir ciertas palabras, con frecuencia Dick las alteraba completamente,
aunque otras las pronunciaba perfectamente pero repitiéndolas de forma
incesante y mecánica hasta hartar a todos. A diferencia del niño
neurótico cuya oposición, rebeldía u obediencia (incluso acompañada de
excesiva angustia) tienen referencia a personas o a cosas implicadas, en
Dick la obediencia o rebeldía no indicaban comprensión o afecto alguno,
tampoco posibilidad ni deseo de ser consolado y mimado. Su torpeza
física era también notable”.

Klein en su texto sobre la formación de símbolos, señala que Dick tiene


una diferencia con niños neuróticos graves. Este niño que tuvo una lactancia
infructuosa, que estuvo a punto de morir de inanición, desde bebé sufrió
trastornos digestivos e intestinales. Su desarrollo quedó afectado porque si
bien recibió toda clase de cuidados, nunca se le prodigó verdadero amor; su
madre desde el principio estaba excesivamente angustiada y a partir del año
pensaba que su hijo era anormal, lo que pudo afectar su actitud hacia él. Klein
extiende esta falta de afecto al padre y a la primera niñera. Si bien esto cambió
cuando a partir de los dos años tuvo una nueva niñera y pasó una larga
temporada con su abuela ambas afectuosas, no hubo grades cambios en su
desarrollo. El obstáculo fundamental que encuentra Klein para establecer
contacto es que “en Dick el simbolismo no se había desarrollado, no existía en
su mente ninguna relación afectiva o simbólica con las cosas de su ambiente.
Ninguno de los actos casuales relacionados con ellos estaba coloreado por la
fantasía, siendo imposible considerar dichos actos como representaciones
simbólicas” (Klein, 1964: 214). Según Klein, no hay una incapacidad de
expresión verbal, es mucho más que eso, ya que Dick no tiene ninguna otra
expresión propia de los niños (juego, dibujo, etc.).

La lectura de Lacan en el Seminario 1

Recordemos que Lacan pone la clase en la que trabaja el caso Dick bajo
el eje del análisis del discurso y el análisis del yo. Define al yo del sujeto, como
maestro en errores, sede de la ilusión, lugar de una pasión que le es propia, el
desconocimiento. Propone el texto de Klein “La importancia de la formación de
símbolos en el desarrollo del yo”, para constatar el punto de vista opuesto a
Anna Freud para quien en un análisis de niños todo debe ser conducido desde
una posición moderada y educativa del yo.

Nos dice la ya citada autora Duguech:

“Klein que está más cercana al descubrimiento de Freud, le enchufa al


pequeño Dick, le suelta la verbalización brutal del mito edípico y esto va
a tener efectos en este niño cuya profunda indiferencia, apatía,
ausencia, muy distinta a la de los neuróticos, muestra que su ego no
está formado y la realidad no está simbolizada. Está en la realidad en su
estado puro inconstituído, en lo indiferenciado. Dick vive en un mundo no
humano. (Lacan, 1985: 112). La constitución de un mundo humano
implica que los objetos se multiplican se desarrollan con una riqueza que
constituye su originalidad. Esto sucede por un proceso de expulsión
ligado al instinto de destrucción. (Lacan, 1985:113) Lacan sigue a Klein
en estos procesos (…) proporcionan su marco a ese real infinitamente
más complejo que es el real humano. Dick no puede lograr ni siquiera
este tipo de identificación que sería ya un esbozo de simbolización”.

En efecto, Dick está en una realidad demasiado real, o sólo real.


Concreta, sin matiz, sin imaginario ni simbólico. De allí las discusiones
posteriores de autores que han polemizado sobre la naturaleza de este
histórico caso. ¿Falta la anudación de los tres registros o pueden distinguirse?
La realidad concreta e indiferenciada de Dick comienza a matizarse o a
dividirse a partir de las intervenciones de Klein. Ella interpreta, pero a la vez,
incluye brutalmente a Dick en un mundo humano y simbólico, donde los objetos
pueden representar otra cosa, no son sólo cosas. Mientras Dick vive en un
mundo donde no hay yo ni otro, la introducción de las puertas y los trenes
comienza a dibujar un mundo compresible, habitable, simbolizable. El intervalo
entre las dos puertas, la división de los dos trenes, es para Lacan el mundo
propiamente humano: lo nombrado. En este sentido Klein le habla a un sujeto
que, aunque en un primer momento no responde desde lo simbólico, empieza a
habitar el mundo de una realidad posible de ser simbolizada. Continúa
Duguech, sobre Dick:

“En el caso de Dick los tres registros están perceptibles, aflorantes. En lo


simbólico, el lenguaje, algo sucede porque Klein le habla. En lo
imaginario son esos juegos de proyecciones, introyecciones, expulsiones
en que el sujeto que ha proyectado su sadismo lo ve retornar de los
objetos y se ve bloqueado por un temor ansioso. El problema reside en
la articulación de lo simbólico y lo imaginario en la constitución de lo real
(Lacan, 185: 120). Lo real humano no es algo dado, sino que se
constituye a partir de los otros dos registros articulados veremos cómo.
Respecto a Klein, valora la experiencia de una terapeuta pero señala su
teoría del yo incompleta y la confusión de registros. Lacan se pregunta
¿cómo es posible que el yo cuyo desarrollo prematuro (empatía
prematura según Klein) traba el desarrollo, al desarrollarse abra las
puertas de la realidad? Evidentemente no es desde el yo que estas
puertas se abren para el sujeto como lo demuestra a partir de la propia
experiencia de Klein.”

Lacan y Dick
En el Seminario 1, Lacan señala algunas conclusiones acerca de este
niño grave. Sobre los tres registros señala que lo imaginario no se enlaza a lo
real (no se da el juego) y aunque hay un esbozo de imaginarización del mundo
externo, esto aún no está constituido. Para Lacan, en Dick no pueden
conjugarse lo real y lo imaginario, dada la pobreza del mundo imaginario del
niño; no está posibilitada la transposición imaginaria a través del juego, que
hace del ser humano el único entre los animales que posee un número casi
infinito de objetos a su disposición. Por otro lado, en cuanto a lo simbólico: no
se enlaza a lo imaginario, este niño que pronuncia vocablos no dirige ningún
llamado. Esto para Lacan resume la experiencia con Dick. Si bien ya tiene un
sistema de lenguaje que le permite por ejemplo un juego de oposición
negativista (recordemos que contraría los pedidos de su madre) no hay en Dick
un llamado humano que se daría en el interior de un sistema ya adquirido de
lenguaje e implicaría un desarrollo más rico, ulterior, que Dick no ha realizado,
porque para él el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra (Lacan).

Como señala la autora que estamos tomando, el lenguaje y la palabra no


son lo mismo. Dick es dueño hasta cierto punto del lenguaje, pero no habla. El
sujeto está ahí y no responde. El llamado hablado, humano, implica una
respuesta. Para Lacan, Dick no responde porque la palabra no le ha llegado. A
partir del antológico “Dick tren pequeñito, tren grande papá tren” (Lacan,
185:136), el niño progresa rápidamente, por la introducción (para Lacan brutal)
de la simbolización del mito edípico. Hay desde allí un llamado hablado, ya que
Dick se angustia y llama a Melanie, con un llamado verbalizado que implica una
primera respuesta.

Dice Klein en su texto: “La actitud hacia la madre y niñera se torna


afectuosa y normal, desea su presencia, quiere que le presten atención y se
entristece cuando lo dejan. También con su padre muestra indicios cada vez
más claros de actitud edípica normal” (Klein, 1964: 217)

Comienzan a darse las equivalencias kleinianas de los objetos que se


sustituyen unos a otros, desplegando así el niño su mundo. Klein describe
además una serie de efectos simbólicos: que el niño pueda angustiarse ante la
partida de la niñera y recibir con placer su retorno, preguntar por ella en su
ausencia, interesarse por las palabras tranquilizadoras, recordarlas y repetirlas
correctamente, interesarse por los juguetes; que aparezcan tendencias
agresivas, enriquecimiento de vocabulario, interés creciente por las cosas y sus
nombres, y el deseo de hacerse inteligible. Es decir, el niño logra simbolizar la
realidad que lo rodea a partir del núcleo palpitante de simbolismo que le da
Klein (Lacan, 1985: 137). Hay una diferencia de concepción: para Klein se trató
de abrir las puertas del inconsciente; para Lacan esto prueba que es a partir de
un discurso (el de Klein) que el inconsciente comienza a existir para Dick. Este
caso es para Lacan la comprobación de su axioma “el inconsciente es el
discurso del otro”. El caso Dick demostraría cómo es posible que un sujeto que
dispone de los elementos del lenguaje, “que tiene posibilidades de
desplazamientos imaginarios no estuviese en lo real” (Lacan, 1985:140). En
este sentido concluye Duguech:

(…) lo decisivo, es la introducción de lo simbólico en el acto de la


palabra. (...) Queda para seguir investigando la idea kleiniana de un
protosimbolismo que implica considerar grados de simbolismo que sus
discípulos siguieron investigando contemporáneamente a Lacan. Por
ejemplo el anclaje de la capacidad simbólica en la experiencia corporal y
fantasmática precoz desarrollado por Susan Isaacs o las elaboraciones
de Paula Heimann (…) Lacan no negaría (…) “esbozos de
simbolización”, sino que el niño accedería a la simbolización
propiamente dicha a través del discurso del Otro que encarna la analista,
antes del cual el mundo de Dick como lo subraya Lacan no es un mundo
humano porque los tres registros no se pueden anudar.”

Aportes de Eric Laurent y Julia Kristeva

Otro autor actual, el francés Eric Laurent, señala que la importancia del
caso Dick publicado en 1930 - primer ejemplo de la literatura psicoanalítica del
tratamiento de un niño psicótico - es la posibilidad de estudiar un dispositivo
experimental de disyunción entre lo simbólico y lo real donde la acción sobre lo
simbólico acarrea una verdadera generación del yo y de lo imaginario. Lacan,
según Laurent, insiste en la producción de lo imaginario a partir de lo simbólico
en una época en que se insistía en poner a punto lo imaginario para insertar al
sujeto a lo simbólico (Laurent, 1993).

Eric Laurent destaca a Lacan entre los primeros psicoanalistas franceses


en introducir a Klein y presentar sus resultados de manera sistemática en
Francia desde 1948 (con “La agresividad en psicoanálisis”, y “La psiquiatría
inglesa y la guerra”, texto éste último que retomaremos en relación a Bion).
Desde que anuncia el retorno a Freud con su fórmula “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje”, toma en su primer seminario “Los escritos
técnicos de Freud” el estudio del caso Dick y genera un nuevo modo de leer a
Klein, de poder hojearla, de poder respirar en la densidad de lo que ella
describe. Laurent dice que Lacan se pregunta cómo se las hubiera arreglado
Anna Freud con este niño grave. Observa, como él dice, lo que Melanie sabía
de la cosa freudiana: contrariamente a lo que se cree, “ella no operaba con lo
imaginario sino con lo simbólico, como todo el mundo, imaginarizándolo”
(Laurent, 1993). Veamos esta convergencia, recordada por Laurent (citado en
Marie Claude Thomas, 2008):

“Finalmente tenemos aquí un nuevo modo de leer a Melanie Klein, de


poderla hojear. Quiero decir con esto distinguir las hojas del real, del
simbólico y del imaginario en su obra. Podemos distinguir el imaginario
de la posición depresiva, de la relación mortífera del sujeto con el
simbólico y del real de la excitación maníaca en lo que hace retorno de
esta mortificación. Igualmente el imaginario de la posición esquizo-
paranoide, en tanto que es la relación normal con el cuerpo fragmentado
(el núcleo “histérico” de las neurosis da testimonio de ello), debe ser
distinguido de los efectos simbólicos inducidos por la forclusión del
nombre del padre en la psicosis y de los pasajes en el real que implica.
Melanie Klein habría podido conocer estos tres resultados desde 1953 y
se tiene la sensación de que tal fue el caso.” (pp. 63-64).
Es así como algunos autores (Foucault 1954, citado en Marie-Claude
Thomas, 2008; Laplanche, 1991), ponen el foco en las divergencias o los
caminos contrarios que observan en las concepciones lacaniana y kleiniana,
ellos mismos u otros exploran las convergencias. Por ejemplo, el aporte de
Jean Laplanche: expresa altamente el espíritu de nuestro trabajo, ya que
considera a Klein la mayor creadora después de Freud. Y que, como éste,
reconoce el carácter extraño, extranjero, hostil, angustiante, de nuestro mundo
interno.

También Julia Kristeva propone que lo esencial del caso Dick es “seguir
los fulgores de la observación kleiniana que registra el estado y el desarrollo
del niño pero también la génesis del simbolismo” (citado en Duguech). Kristeva
acentúa la audacia, así como los límites, de los desarrollos kleinianos respecto
a una experiencia pulsional anterior a la subjetividad. Para Lacan Dick está
sumergido en lo real y Klein lo introduce en lo simbólico. Las posiciones
esquizoparanoide y depresiva, si bien no están formuladas así en la
presentación que Klein hace del caso, pueden rastrearse aquí, al igual que los
registros simbólico, imaginario y real. Es la lectura que nos permite esta
articulación y los autores comentados.

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