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En este sentido, las islas que significan los niños graves, son también en
principio un elemento importante dentro de la naciente escuela kleiniana. Allí,
en el paradigmático “caso Dick” de Melanie Klein, y su estudio posterior por
otros autores, está la discusión de si incluir o no los autismos entre estos casos
graves a considerar tratables. Y si bien en el momento en que Melanie Klein
analiza a Dick no está instalado aún el término o concepto de autismo (había
sido introducido por Bleuler pero lo conceptualizará Leo Kanner 16 años
después del caso Dick), una discusión posterior a la intervención y teorización
de Klein es si Dick era un niño autista. La audacia de Klein para considerar
tratable por el psicoanálisis a este niño tan particular, más allá de las
consideraciones teóricas o diagnósticas, hace de ella una excepción. En
especial desde este punto de vista de incluir en el psicoanálisis los casos de
niños graves, es donde la obra de Melanie Klein representa una isla. Y que el
psicoanálisis inglés es también de algún modo una isla, y el continente es
Francia, está expresado en que Lacan cita muchísimas veces a Klein en los
seminarios (para el tema que nos ocupa, el 1, pero también el 6 y otros), y en la
obra de Klein Lacan no está citado ni una vez (no así en la de Winnicott). De
ahí también el carácter autónomo del psicoanálisis inglés.
Klein dice que en esa primera sesión ella es para él un mueble más, ya
que el niño presentaba una total indiferencia hacia todo lo que lo rodeaba. Y
empezando por el final, podríamos decir – esquematizando un poco – que al
cabo de menos de un año sale de allí un niño “neurotizado”. Así, tenemos una
cura de un autismo o niño grave, hace 90 años, como un hito a tener en cuenta
para el tratamiento de chicos graves.
Melanie Klein, si bien era una analista aparentemente muy estricta, que
seguía preceptos ortodoxos, en este caso y en su escritura posterior, declara
haber modificado su técnica. Ella esperaba la aparición de material simbólico
para realizar sus interpretaciones, al menos así describía ella su procedimiento
habitual. Pero aquí dice haber hecho lo contrario: comienza a interpretar desde
la primera sesión. Al decir de Lacan, le enchufa el simbolismo con total
brutalidad. Siguiendo los postulados acerca del interés prioritario y excluyente
del niño por el interior del cuerpo de la madre, con el consecuente sadismo
primitivo que en la fantasía lo penetra y explora para apropiarse de sus
contenidos. Este sadismo primitivo será la base de la curiosidad por el mundo
de los objetos, por el mundo exterior, y será el insumo que – desplazado de lo
real del cuerpo matero e ingresado el sujeto en lo simbólico – permitirá la
exploración de la realidad y del mundo y los futuros rendimientos emocionales
e intelectuales, el aprendizaje y la relación con los otros.
En cambio, Melanie Klein entendía que el niño o niña, por vivir una
realidad desdoblada, ya puede establecer transferencia con el analista a una
edad muy temprana, por ejemplo, a los dos años de edad. En efecto, Klein
distinguía la madre externa de la interna, siendo esta última la introyección que
hace el niño de una figura fantaseada, por lo cual, a una madre muy dura o
estricta, puede corresponder una figura interna con otros matices, y viceversa,
ya que el procesamiento interior por la fantasía hace que no se pueda decir
aquí que “madre hay una sola”. Por lo menos hay dos: interna y externa.
Secundariamente se podrá decir lo mismo del padre, y aquí encontramos un
interesante puente con el desarrollo de Lacan acerca de la madre y el padre
real, simbólico e imaginario. Concepciones a nuestro juicio convergentes y que
nos permiten una amplitud para el trabajo con niños, que nos despega de
cuáles son las figuras externas (reales o imaginarias) que están presentes en la
vida del niño y nos da la posibilidad de constatar el plano simbólico de estas
figuras y sus efectos. Así es como en una familia uniparental (por ejemplo, una
madre que vive sola con su niña) puede haber efectos de entrada en lo
simbólico sin la necesidad de que haya allí un señor que rellene el álbum de
figuritas del Edipo. Como por ejemplo se creía hace años cuando el “hijo de
padres separados” era de por sí portador de un diagnóstico, porque en la casa
no vivía un padre. Y como constatamos a la inversa, en casos de niños graves,
los personajes de la foto pueden estar todos: madre, padre, hermanos, y aún
así algo no se anudó en lo simbólico. Puede hacerse extensivo esto a cualquier
formación nueva que va tomando la institución familia (uniparental, con padres
del mismo sexo, etc. Donde esto, según nuestra experiencia, lejos de ser el
motivo de consulta es un dato biográfico más).
Este desarrollo de Klein, que está expresado en este mítico y aún hoy
asombroso caso Dick (también incluido en “Contribuciones al psicoanálisis.
Obras Completas”, 1947), conlleva ya en su título una dimensión que lo hace
fundamental y articulable con desarrollos posteriores del psicoanálisis, en
especial con los lacanianos.
Véase sino este desarrollo en el que Klein parece indicar dónde se sitúa
lo no simbolizable: tiene su origen en el exceso de sadismo que despierta
angustia y moviliza los mecanismos de defensa más primitivos del yo. Lo
describe de manera clínica, a partir de sus observaciones derivadas de los
análisis que ella condujo. Con ese fundamento, desarrolla que la primera
defensa impuesta por el yo está en relación con dos fuentes de peligro: el
propio sadismo del sujeto y el objeto que es atacado. Estas son para Klein
defensas muy intensas, ya que luchan a su vez contra fuerzas muy violentas.
La defensa, en correlación con el grado de sadismo, es de carácter violento y
difiere fundamentalmente del ulterior mecanismo de represión. Se trata de
defensas más primitivas, como la escisión, la expulsión y la identificación
proyectiva más primaria y violenta, que hacen a la posición esquizoparanoide y
que están presentes de manera moderada en la depresiva junto a la aparición
de nuevas defensas. Ya que cabe aquí recordar que las posiciones implican
ansiedades y defensas propias de cada una.
Además del desarrollo que el propio Lacan realiza sobre este caso en el
Seminario 1, pueden pensarse distintas articulaciones de total vigencia para el
psicoanálisis de niños y niñas en la actualidad.
En este sentido, el valor histórico y actual del caso Dick justifica explorar
los comentarios posteriores que se hicieron por parte de los mismos kleinianos
hasta su revalorización por parte de Lacan.
Sabemos que Klein presenta a Dick como un niño de 4 años que, por la
pobreza de vocabulario y desarrollo intelectual, estaba al nivel de un niño de 15
a 18 meses. Carecía de afectos y era indiferente a la presencia o ausencia de
la madre o la niñera. Rara vez manifestaba angustia, no jugaba, no
manifestaba intereses y no tenía contacto con su medio, articulaba sonidos
ininteligibles y repetía constantemente ruidos.
Al respecto continúa Duguech (en su texto “El caso Dick y los tres
registros de Jacques Lacan”):
“Klein advierte que Dick no sólo no era capaz de hacerse inteligible sino
que tampoco lo deseaba. La madre advertía a veces una actitud
fuertemente negativa que se expresaba en que hacía todo lo contrario a
lo que se esperaba de él. Por ejemplo, si la madre lograba hacerle
repetir ciertas palabras, con frecuencia Dick las alteraba completamente,
aunque otras las pronunciaba perfectamente pero repitiéndolas de forma
incesante y mecánica hasta hartar a todos. A diferencia del niño
neurótico cuya oposición, rebeldía u obediencia (incluso acompañada de
excesiva angustia) tienen referencia a personas o a cosas implicadas, en
Dick la obediencia o rebeldía no indicaban comprensión o afecto alguno,
tampoco posibilidad ni deseo de ser consolado y mimado. Su torpeza
física era también notable”.
Recordemos que Lacan pone la clase en la que trabaja el caso Dick bajo
el eje del análisis del discurso y el análisis del yo. Define al yo del sujeto, como
maestro en errores, sede de la ilusión, lugar de una pasión que le es propia, el
desconocimiento. Propone el texto de Klein “La importancia de la formación de
símbolos en el desarrollo del yo”, para constatar el punto de vista opuesto a
Anna Freud para quien en un análisis de niños todo debe ser conducido desde
una posición moderada y educativa del yo.
Lacan y Dick
En el Seminario 1, Lacan señala algunas conclusiones acerca de este
niño grave. Sobre los tres registros señala que lo imaginario no se enlaza a lo
real (no se da el juego) y aunque hay un esbozo de imaginarización del mundo
externo, esto aún no está constituido. Para Lacan, en Dick no pueden
conjugarse lo real y lo imaginario, dada la pobreza del mundo imaginario del
niño; no está posibilitada la transposición imaginaria a través del juego, que
hace del ser humano el único entre los animales que posee un número casi
infinito de objetos a su disposición. Por otro lado, en cuanto a lo simbólico: no
se enlaza a lo imaginario, este niño que pronuncia vocablos no dirige ningún
llamado. Esto para Lacan resume la experiencia con Dick. Si bien ya tiene un
sistema de lenguaje que le permite por ejemplo un juego de oposición
negativista (recordemos que contraría los pedidos de su madre) no hay en Dick
un llamado humano que se daría en el interior de un sistema ya adquirido de
lenguaje e implicaría un desarrollo más rico, ulterior, que Dick no ha realizado,
porque para él el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra (Lacan).
Otro autor actual, el francés Eric Laurent, señala que la importancia del
caso Dick publicado en 1930 - primer ejemplo de la literatura psicoanalítica del
tratamiento de un niño psicótico - es la posibilidad de estudiar un dispositivo
experimental de disyunción entre lo simbólico y lo real donde la acción sobre lo
simbólico acarrea una verdadera generación del yo y de lo imaginario. Lacan,
según Laurent, insiste en la producción de lo imaginario a partir de lo simbólico
en una época en que se insistía en poner a punto lo imaginario para insertar al
sujeto a lo simbólico (Laurent, 1993).
También Julia Kristeva propone que lo esencial del caso Dick es “seguir
los fulgores de la observación kleiniana que registra el estado y el desarrollo
del niño pero también la génesis del simbolismo” (citado en Duguech). Kristeva
acentúa la audacia, así como los límites, de los desarrollos kleinianos respecto
a una experiencia pulsional anterior a la subjetividad. Para Lacan Dick está
sumergido en lo real y Klein lo introduce en lo simbólico. Las posiciones
esquizoparanoide y depresiva, si bien no están formuladas así en la
presentación que Klein hace del caso, pueden rastrearse aquí, al igual que los
registros simbólico, imaginario y real. Es la lectura que nos permite esta
articulación y los autores comentados.