Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Departamento de Lenguaje
Miss Cecilia Troncoso C
Miss Maggiolli Espinoza
C O M PR E N S IO N LE C T O R A
Nivel CUARTO AÑO MEDIO Unidad 1 comparando lecturas literarias
Fecha Duración 90 MINUTOS
Objetivo/s COMPRENSIÓN LECTORA DE TEXTOS NARRATIVOS
Estudiante Curso
Hervé Joncour permaneció como huésped de Hara Kei por cuatro días. Era como vivir en la
corte de un rey. Todo el lugar existía para ese hombre, y casi no había gesto en esas colinas
que no fuera cumplido en su defensa y para su placer. La vida bullía en voz baja, se movía
con una lentitud astuta, como un animal perseguido en su cueva. El mundo parecía estar a
siglos de distancia.
Hervé Joncour tenía una casa para él y cinco siervos que lo seguían a todas partes. Comía
solo, a la sombra de un árbol coloreado de flores que no había visto nunca. Dos veces al día,
le servían con cierta solemnidad el té. Por la noche, lo acompañaban a la sala más grande
de la casa, donde el piso era de piedra y donde consumaba el rito del baño. Tres mujeres,
ancianas, el rostro cubierto por una especie de mascarilla blanca, hacían escurrir el agua
por su cuerpo y lo secaban con paños de seda, tibios. Tenían manos leñosas, pero
ligerísimas.
En la mañana del segundo día, Hervé Joncour vio llegar al pueblo un blanco: lo
acompañaban dos carros llenos de grandes cajas de madera. Era un inglés. No había ido a
comprar. Había ido a vender.
Extraído desde Seda, obra de Alessandro Baricco (Anagrama, 2014)
1.- ¿Qué tipo de narrador es el de la oración ennegrecida?
“Hervé Joncour tenía una casa para él y cinco siervos que lo seguían a todas partes. Comía
solo, a la sombra de un árbol coloreado de flores que no había visto nunca”.
A) Omnisciente
B) Testigo
C) Protagonista
D) Objetivo
“Hervé Joncour permaneció como huésped de Hara Kei por cuatro días”.
A) Prisionero.
B) Esclavo.
C) Alojado.
D) Trabajador.
3.- ¿Qué palabra puede ser sinónimo de SIERVOS en la siguiente oración?
“Hervé Joncour tenía una casa para él y cinco siervos que lo seguían a todas partes.”.
A) Esclavos.
B) Aprendices.
C) Cocineros.
D) Espadachines.
4.- ¿Qué palabra puede reemplazar a SOLEMNIDAD según el sentido del texto?
A )Formalidad.
B) Gratitud.
C) Ironía.
D) Felicidad.
TEXTO 1
A las nueve menos cinco entré en el edificio de la calle Esmeralda. Detrás de un mostrador,
un encargado de seguridad me chistó y me preguntó dónde iba.
—Un segundito.
Buscó una planilla. Yo veía que mucha gente entraba sin que los frenaran, quizá porque los
conocían, o porque tenían una actitud distinta de la mía; entraban rápido, ensimismados,
como quien no tiene ganas de pasar por ahí, pero debe hacerlo por lo menos dos veces al
día. El guardia me tomó los datos y me dio un carné con un broche para colgarme de la
solapa, que decía «visita».
—No, no. Vengo a trabajar acá. Hoy empiezo una suplencia en Rossi & Peterson —le dije,
devolviéndole el carnet.
Subí en ascensor con otra gente, todos callados, respirando la mezcla de colonias y
perfumes recién puestos. En el noveno, bajé y me topé con la recepcionista.
—A nadie. Soy Diego Galer. Vengo a hacer una suplencia de la correctora Eugenia Fiol…
—¡Ah! Sí, se fue de vacaciones.
—Sí.
Caminé por los pasillos todavía vacíos. Era temprano. Busqué el escritorio que me había
indicado Eugenia hacía una semana, cuando habíamos tenido la entrevista con su jefa.
Había que subir una escalera, rodear una zona de oficinas de vidrio y entrar en una división
donde había seis escritorios; el de Eugenia era uno de los dos del fondo. No había llegado
nadie. Colgué mi impermeable del perchero y me senté. Todo estaba en silencio, como en
las bibliotecas donde yo estaba acostumbrado a estudiar en esa época. Miré los diccionarios
de Eugenia, los lápices y bolígrafos, y me quedé esperando. Era el primer día de trabajo
pago de toda mi vida.
Por fin, me animé a prender la computadora. Pasaron por el pasillo dos chicas que me
miraron extrañadas, me dijeron «buen día» y en seguida, detrás de los paneles separadores,
se oyeron unas risitas.
Siguió llegando gente. Primero llegó Antonio, un hombre de unos cincuenta y cinco años,
de bigote, un poco encorvado y friolento, a quien Eugenia me había presentado el día de la
entrevista.
—Buen día.
—¿Pablo te llamabas?
—Diego —repitió él y prendió su computadora. Hablamos del clima, del frío que empezaba
a hacer en Buenos Aires, de cómo estaría Eugenia tomando sol en Brasil. Después llegó
Gustavo, que tendría un poco menos de treinta años, petiso, ancho, con una barba rojiza
de gladiador romano. Me saludó y se abrazó con Antonio. Empezaron a hablar de San
Lorenzo, que le había ganado a River el día anterior. Comentaron el partido, se
entusiasmaron y decidieron irse juntos donde un tal «Fueguito», que al parecer era de River.
Yo me volví a quedar solo. Se oía claramente la conversación de las chicas de al lado, como
si los paneles separadores fueran las rejillas de un confesionario: «Che, me voy a tener que
cortar las uñas cortas, ayer me ataqué y me corté esta, la tenía rota acá y acá, ¿ves?».
Se suponía que mi trabajo consistía en corregir todos los textos que se redactaban en esa
agencia de publicidad y asegurarme, según las palabras de la jefa de Eugenia, de que
salieran impecables. Pero hasta ahora no me habían traído ni una página. Miré los
programas de la computadora, como para simular que estaba haciendo algo.
Entonces, entró un tipo alto y flaco, con un casco de moto puesto, gritó «Buenas» muy
fuerte, pero no para que lo oyera yo, sino para que todo el piso supiera que él había llegado.
Se sentó en el escritorio que estaba a mi derecha, contra la pared, dijo «Ignition» y prendió
su computadora, que empezó a emitir un zumbido eléctrico que sonaba cada vez más
fuerte, como una turbina. Se dejó el casco puesto. Yo casi no me animaba a mirarlo. Cuando
el sonido creció, me di cuenta de que tenía dos bafles conectados a su equipo, uno de los
cuales estaba casi al lado de mi silla. Era una computadora más grande que la mía, con más
aparatos y más cables. De repente empezó a sonar un motor y ruido de gomas quemando
caucho. Mi vecino de escritorio estaba reclinado en la silla, con las manos extendidas hacia
el teclado como si sostuviera el volante de un auto Fórmula 1. Era un juego en el que
manejaba un auto asesino por una ciudad futurística.
Serrano no contestó. Siguió jugando un rato. Después se sacó el casco y apagó ese ruido,
pero puso música al mismo volumen. Se sacó la campera de cuero y, antes de colgarla del
perchero, dijo: «Mi perchero», y tiró mi impermeable al suelo. Yo lo miré: tenía pelo castaño
oscuro, un poco largo y enmarañado como un personaje de dibujo animado japonés.
Levanté mi impermeable y lo puse en el respaldo de mi silla.
Miré alrededor. Pensé en mis estudios, en todo lo que me habían dicho los profesores sobre
el trabajo y cómo triunfar en él. Repasé las lecciones, la excelencia de la que me hablaban.
Ninguno de mis veintidós años previos me había preparado para esto. Respiré hondo. Era
hora de aprender. O de olvidar, pues. Pensé en la independencia que obtendría a cambio
de esto y ese pensamiento me trajo de nuevo al escritorio donde estaba. Abrí la
computadora y planté las manos sobre el teclado, esperando la cascada de textos para
corregir, moviendo los hombros al ritmo de la música de Serrano.
Pedro Mairal, “La suplencia”. En Breves amores eternos. Buenos Aires: Planeta (2019), pp.
248-252 (fragmento adaptado).
5.- ¿Cuál de los siguientes personajes del fragmento intenta llamar la atención?
A) Diego
B) Serrano
C) Gustavo
D) Antonio
E) Fueguito
Como:
A) rutinaria y rigurosa.
B) absorbente y difícil.
C) exigente y metódica.
D) aburrida y monótona.
E) compleja y desagradable.
10.- De acuerdo con el párrafo treinta, ¿por qué el protagonista decide ignorar la burla de
su compañero de trabajo? Porque:
12.- En el párrafo veintiuno, la expresión “como si los paneles separadores fueran las rejillas
de un confesionario” alude a que:
Conocí a Enric Marco en junio de 2009, cuatro años después de que se convirtiera en el gran
impostor. Cuando lo conocí, acababa de publicar mi décimo libro, pero no era un buen
momento. Ni yo mismo entendía por qué. Un día mi mujer me puso un ultimátum: o yo iba
donde un psicoanalista o ella pedía el divorcio. Visité entonces al psicoanalista que ella me
recomendó. Mentiría si dijera que aquellas sesiones no sirvieron para nada: intentó guiarme
hasta dos conclusiones. La primera era que la culpa de mis desdichas la tenía mi madre; la
segunda conclusión era que mi vida era una farsa y yo un farsante, que había elegido la
literatura para llevar una existencia libre, feliz y auténtica y llevaba una existencia falsa,
esclava e infeliz, que yo iba de novelista, pero en realidad no era más que un impostor. Esta
última conclusión acabó pareciéndome más verosímil que la primera. Fue ella la que hizo
que me acordara de Marco.
Aquí debo retroceder unos años, justo hasta el momento en que estalló el caso Marco. En
ese tiempo devoré todo lo que se escribió sobre Marco y, cuando supe que algunas
personas cercanas a mí lo conocían o le habían prestado atención, los invité a comer a mi
casa para hablar de él.
—Oye, ¿por qué has organizado esta comida? ¿Por qué te interesas por Marco? ¿No estarás
pensando en escribir sobre él?
Los tres bruscos interrogantes me pillaron desprevenido, y no supe qué contestar; la propia
Anna Maria me rescató del silencio.
—Mira, Javier —me advirtió, muy seria—. Lo que hay que hacer con Marco es olvidarlo. Es
el peor castigo para ese monumento a la vanidad. —En seguida sonrió y añadió—:
Cambiemos de tema.
Eso decía la carta. Era exactamente lo contrario de lo que yo pensaba. Yo pensaba que
nuestra primera obligación es entender. Entender, por supuesto, no significa disculpar o,
como decía ella, justificar; mejor dicho: significa lo contrario. El pensamiento y el arte,
pensaba yo, intentan explorar lo que somos, revelando nuestra infinita, ambigua y
contradictoria variedad. ¿Entender es justificar? ¿No es más bien nuestra obligación? ¿No
es indispensable tratar de entender toda la confusa diversidad de lo real, desde lo más noble
hasta lo más abyecto?
Estas preguntas me rondaban todavía una semana después, en una cena de amigos en la
que me llamaron impostor. A diferencia de la comida de mi casa, aquella reunión no se
había organizado para hablar de Marco, pero acabamos hablando de él porque nuestro
anfitrión acababa de publicar un artículo en el que saludaba con ironía el genial talento de
impostor de Marco y le daba la bienvenida al gremio de los fabuladores. Durante un buen
rato estuvimos hablando y yo aproveché para contar lo que había averiguado sobre el
asunto.
—¡Pero Javier! —exclamó el anfitrión, bruscamente agitado—. ¿No te das cuenta? ¡Marco
es un personaje tuyo! ¡Tienes que escribir sobre él!
—Es como si todos tuviésemos algo de Marco —me oí decir—. Como si todos fuésemos un
poco impostores.
Me callé y, quizá porque nadie supo cómo interpretar mi afirmación, se hizo un silencio
demasiado largo. Al terminar aquella cena pasé horas pensando en eso. Me preguntaba si,
dado que entender es casi justificar, alguien tenía derecho a intentar entender a Enric
Marco y justificar así su mentira y alimentar su vanidad. Era imposible contar la historia de
Marco sin mentir. Entonces, ¿para qué contarla? ¿Para qué intentar escribir un libro que no
se podía escribir?
Aquella noche decidí no escribir este libro. Y al decidirlo noté que me quitaba un peso de
encima.
Javier Cercas, El impostor. Barcelona: Literatura Random House (2014), pp. 6-13
(fragmento adaptado).
A) Blanca
B) Marco
C) Xavier
D) Javier
14.- La historia de la visita de Javier al psicoanalista, ¿qué función cumple en relación con el
texto?
16.- ¿Cuál es el propósito de la mujer al escribir una carta al director del periódico El País
sobre Marco?
A) Al protagonista
B) Al psicoanalista
C) A la esposa del protagonista
D) A la autora de la carta al director
18.- ¿Cuál de las siguientes frases, si se eliminara del texto, cambiaría más la forma de
percibir a Javier?
A) “Un día mi mujer me puso un ultimátum: o yo iba donde un psicoanalista o ella pedía
el divorcio”.
B) “En ese tiempo devoré todo lo que se escribió sobre Marco (…)”.
C) “Yo pensaba que nuestra primera obligación es entender”.
D) “Estas preguntas me rondaban todavía una semana después, en una cena de amigos
en la que me llamaron impostor”.
20.- ¿Qué frase del narrador reduce la credibilidad del texto ante los lectores?
A) escribir un libro.
B) exponer su idea.
Seda (Fragmento)
En esos tiempos Japón estaba, en efecto, al otro lado del mundo. Era una isla hecha de islas
y por doscientos años había vivido completamente separada del resto de la humanidad,
rechazando cualquier contacto con el continente y prohibiendo el acceso de cualquier
extranjero. La costa china distaba casi doscientas millas, pero un decreto imperial había
conseguido volverla aún más lejana, prohibiendo en toda la isla la construcción de barcos
con más de un mástil. Según una lógica a su modo iluminada, la ley no prohibía salir del
país: pero condenaba a muerte a los que intentaban volver. Los mercaderes chinos,
holandeses e ingleses habían tratado repetidamente de romper aquel absurdo aislamiento,
pero sólo habían conseguido establecer una frágil y peligrosa red de contrabando. Habían
ganado poco dinero, muchos problemas y algunas leyendas, fáciles de vender en el puerto
por la tarde. Donde ellos habían fallado, encontraron éxito, gracias a la fuerza de las armas,
los norteamericanos. En julio de 1853 el comodoro Matthew C. Perry entró en la bahía de
Yokohama con una moderna flota de naves a vapor, y les dio un ultimátum a los japoneses
en el cual se "auguraba" la apertura de la isla a los extranjeros.
Los japoneses nunca habían visto un barco capaz de afrontar el mar a contraviento. Cuando,
siete meses después, Perry volvió para recibir la respuesta a su ultimátum, el gobierno
militar de la isla se plegó a firmar un acuerdo en el cual se pactaba la apertura a los
extranjeros de dos puertos en el norte del país, y el inicio de algunas primeras, mesuradas,
relaciones comerciales. El mar en torno a esta isla -declaró el comodoro con cierta
solemnidad- es desde hoy menos profundo.
“Los japoneses nunca habían visto un barco capaz de afrontar el mar a contraviento”.
A) Escapar
B) Conquistar
C) Unir
D) Enfrentar
A) Escasas
B) Pocas
C) Variadas
D) Moderadas
25.- ¿Qué palabra puede reemplazar a DECRETO según el sentido del texto?
“La costa china distaba casi doscientas millas, pero un decreto imperial había conseguido
volverla aún más lejana”.
A) Decisión
B) Causa
C) Libro
D) Samurái
A) Irracional
B) Sensato
C) Divertido
D) Oportuno
27.- ¿Qué palabra puede reemplazar a RED según el sentido del texto?
“Pero sólo habían conseguido establecer una frágil y peligrosa red de contrabando”.
A) Malla
B) Internet
C) Organización
D) Tejido
28.- ¿Qué palabra puede reemplazar a SOLEMNIDAD en la siguiente oración?
“El mar en torno a esta isla -declaró el comodoro con cierta solemnidad- es desde hoy
menos profundo”.
A) Depresión
B) Alegría
C) Majestuosidad
D) Rabia