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S. Anne Gardner
Sinopsis
Créditos
Renuncias
Prólogo……….……………………………………………………. 7
Capítulo 1 ……..………………………………………………….. 9
Capítulo 2 ……..………………………………………………….. 21
Capítulo 3 ……..………………………………………………….. 26
Capítulo 4 ……..………………………………………………….. 30
Capítulo 5 ……..………………………………………………….. 45
Capítulo 6 ……..………………………………………………….. 56
Capítulo 7 ……..………………………………………………….. 65
3
Capítulo 8 ……..………………………………………………….. 83
Capítulo 9 ……..………………………………………………….. 93
Capítulo 10 ……..……….……………………………………….. 109
Capítulo 11 ……..….…………………………………………….. 129
Capítulo 12 ……………………………………………………….. 142
Capítulo 13 ……..……..………………………………………….. 160
Capítulo 14 ……..…..…………………………………………….. 175
Capítulo 15 ……..…..…………………………………………….. 190
Capítulo 16 ……..…..…………………………………………….. 198
Capítulo 17 ……..……………………..………………………….. 214
Epílogo……..…………………………………….…………………. 218
Biografía de la Autora ….……………..………………………… 221
Laura y Mark Cole son una pareja que llevan diez años casados.
Los últimos tres dedicados en exclusiva a su empresa de publicidad, lo
que ha supuesto que su relación se haya resentido. Para reflotar su
matrimonio deciden ir de crucero. Allí conocen al matrimonio Karl Von
Steiben, Peter y Charlotte cuya relación no es la ideal.
5
NOTA: Esta historia contiene situaciones adultas, violencia y relaciones
entre personas del mismo sexo. Por favor, deberían saber que existe en
esta historia una escena sexual entre un hombre y una mujer. Por favor,
entiendan que esto era necesario para la trama. Todos los personajes
encontrados en esta historia son creación de S. Anne Gardner y son
exclusivamente de su propiedad.
1
La cita la autora ha tomado del libro “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens.
necesidad. Mi necesidad de ella abarca todo. Siento este gran dolor en
mi pecho cuando ella no está conmigo. Incluso ahora en este momento.
Me limito simplemente a dejar de existir. Sólo mi necesidad de su vida
dentro de mí. En algún punto del camino me detuve. Es así de simple. Sólo
me paré. Y en un momento, lo que sea que queda de mí se detendrá. Y
ya no estaré. Es preciso escoger. Entonces o ahora ya no importa. Ella
sube las escaleras y estoy cansada y quiero dormir y no puedo. Esta
pistola en mi mano se siente pesada.
8
Era un hermoso día. Mark y yo estábamos por fin en las vacaciones
que nos habíamos prometido al menos hace tres años cuando habíamos
empezado el negocio.
En los últimos diez años nos habíamos casado, tuvimos dos hijos y
tuvimos una asociación exitosa y lucrativa. Algunas personas dirían que
lo teníamos todo; y nos pareció. Pero cuando cumplí treinta y cinco años 9
lloré todo el día y no pude entender por qué. Me sentí abrumada por esa
sensación de soledad que me había asustado. Todo lo que quería y
necesitaba en ese momento iba a celebrarse.
—¿Feliz, cariño? —Él preguntó y parecía que iba a decir algo más,
pero decidió no hacerlo—. Siento que hayamos tardado tanto Laura,
pero te prometo que solo tú y yo en este viaje, solo tú y yo.
Entré en su abrazo. Saludé de nuevo a los niños esta vez con una
gran sonrisa en mi cara. Y mientras miraba a mi padre saludándome
distinguí las palabras —se feliz. —Asentí, le mandé un beso y me despedí.
Papá siempre me había conocido mejor que yo misma.
—Bien, —contesté.
Era difícil sentir lástima por alguien con todas esas cosas. Sin
embargo, de alguna manera, sentí que había algo triste en ella. De
alguna manera, algo en sus ojos parecía brillar por su ausencia. Un vacío 14
que vi en ese breve momento en que se quedó mirándome.
Quería que él supiera todo esto sin necesidad de que tuviera que
decírselo. Es por eso me sentí herida y traicionada en ese momento. Y
nada de lo que pudo haber dicho sobre por qué él se marchaba habría
hecho ninguna diferencia.
Esa noche fui a cenar sola. Por supuesto, todos preguntaron dónde
estaba Mark y les expliqué que había sido llamado por un negocio
urgente pero que él se uniría a mí más tarde. Todos aceptaron esta
explicación, a excepción de Charlotte Von Steiben. Lo noté en sus ojos.
La habitual conversación ligera continuó y me uní. La atrapé mirándome.
Nunca dijo nada, pero lo sabía. De hecho, no dijo nada durante la cena.
No habló con nadie. Al igual que yo, también estaba sola. Hacia el final
de la noche actuando como si no pasara nada era más de lo que yo
podía soportar. Les dije a todos que tenía un dolor de cabeza y dejé el
comedor. Fui a dar un paseo en cubierta.
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La vida tenía una forma divertida de arreglar las cosas, pensé. Una
vez más había ganado. Estaba en camino. Corrí de vuelta al barco para
empacar mis cosas y le telegrafié a Mark que estaría en casa esa noche.
Me encontré a Charlotte y el capitán Burton en el barco y
estábamos en nuestro camino dentro de la hora. Habíamos estado en el
mar durante unas horas y desde el principio nos habíamos acomodado
en un silencio cómodo. Yo miraba hacia el horizonte y Charlotte seguía
fumando un cigarrillo tras otro. Supongo que también tenía cosas en que
pensar.
Ella me enfurecía sin cesar. Había poco que podría haber dicho, ya
que sabía que tenía razón. No sé qué me puso más enfadada la
presunción de su declaración, que parecía que me conocía tan bien, o
el hecho de que había olvidado dejarme decidir por mí cuenta. Decidí
que no merecía la pena discutir. Pronto llegaríamos a nuestro destino y
ya no tendría que tratar con esta mujer insufrible. Era insoportable. Si
tuviera que pasar un largo período de tiempo con ella, estaba segura de
que se pondría feo. Como era, la encontré insufrible e imposible de ser
civilizada. Y, si no salimos de este barco pronto, estoy segura de que me
conduciría al asesinato con sus comentarios sarcásticos y sin tacto.
Caminé hacia el otro lado del barco para poner tanta distancia
como fuera posible entre nosotras. Al cabo de un cuarto de hora, el mar
cambió completamente. Antes, había estado tranquilo. Ahora,
estábamos en medio de una tormenta muy fuerte, que pareció salir de la
nada. El barco parecía subir y caer con lo que parecían ser olas de seis
metros. Era como si estuviéramos montando una montaña rusa.
¡Charlie! ¡Tenía que llevar agua a Charlie! Busqué algo para poder
llevarla. Encontré algunos cocos secos y golpeé uno contra una roca
hasta que se quebró. Lo llené de agua y volví hasta Charlie.
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Durante los primeros días la primera orden del día fue la
supervivencia. Había encontrado el agua y en cuanto a la comida,
bueno, había un montón de frutas. Charlie comenzó también a sentirse
mejor. Lo que no podíamos entender era por qué todavía estábamos
varadas. Esto no sucedía hoy en día. La gente ya no se quedaba varada,
por amor de Dios. Estos eran los años 90 no la década de 1890. Había
aviones de búsqueda y un guardacostas. Sin duda, tenían que estarnos
buscando.
—¡Dios mío! ¿Qué te has hecho? —Su voz era cálida y tierna ahora,
con preocupación.
Ese incidente había cambiado todo entre nosotras. Creo que nos
dimos cuenta de que solo nos teníamos la una a la otra y empezamos
realmente disfrutar de la mutua compañía.
Tan pronto como fui capaz de caminar de nuevo empezamos a
explorar la isla y encontramos lo que parecía un viejo muelle
abandonado. La buena noticia acerca de eso fue que había redes, una
lona y, gracias a Dios, algunas ollas que podríamos usar para cocinar.
Después de dos meses de comer sólo fruta, encontrar las ollas fue
como encontrar oro. Estábamos encantadas. Por supuesto, el hecho de
que ninguna de nosotros había intentado nunca realmente atrapar un
pez no impidió la emoción en cuanto a las posibilidades.
Cerré los ojos y cuando los abrí y miré, sentí deseo. La realidad me
golpeó como una tonelada de ladrillos.
Tenía los trapos de lo que eran los restos de nuestra ropa en estos
días en sus manos. Ellos apenas cubrían nuestros cuerpos ya.
Dos días más tarde dio sus frutos. Ahora teníamos pescado añadido
a nuestra dieta. También encontré un lecho de langostas cerca de uno
de los arrecifes y en ocasiones tuve la suerte de poder conseguir algunas.
—¿Por qué? ¿Dime por qué? —Me gritaba—. ¿Sólo dime porque?
—Pidió una y otra vez. Traté de liberarme de ella—. Laura, te necesito, —
gritó. Me liberé.
Comencé a nadar hacia la orilla una vez más. Podía escuchar sus
sollozos de nuevo. Y me detuve. Me volví para mirarla.
Era unos 4 o 6 centímetros más alta que yo. Tenerla tan cerca, mis
ojos estaban mirando directamente a los suyos. Sus ojos parecían estar
mirándome directamente, me sostenía en el sitio. Me sentí como si
estuviera en un torbellino, siendo arrastrada hacia un vacío, del que no
tenía ninguna esperanza de escapar, no es que yo quisiera.
Cerré los ojos y sentí sus labios tocando ligeramente los míos,
lentamente provocando para abrir mi boca. Experimenté una oleada de
emociones que nunca había conocido antes. Podía sentir sus manos en
mi espalda acercándome a ella y un gemido escapó de mí. Mis brazos
subieron y la presioné más cerca de mí. Quería tan desesperadamente
fundirme con ella.
Nos besamos por lo que pareció una eternidad. Cada beso era
más apasionado que la anterior. Sentí sus manos subiendo y bajando por
mi cuerpo.
¿Todavía la quiero?
Estaba actuando como una loca. Sabía que tenía miedo por
nosotras. Su agarre era cada vez más doloroso. —Charlie, suéltame. ¡Me
haces daño Charlie!
Seguí caminando. Y ella gritó. —No puedo hacer esto. ¡No quiero
esto! —No lo entendí. Me di la vuelta para mirarla. Parecía realmente
molesta—. No quiero preocuparme por ti, —continuó—. No puedo darme
el lujo que me importes. —Se puso a caminar.
Un día me enfadé con ella. —Nunca quieres decirme algo sobre ti.
—Dije.
Ella se enojó muy rápidamente —Te he dicho todo sobre mí. ¿Qué
diablos quieres? —Estaba furiosa.
Todavía no había hablado una palabra con él. Creo que descubrió
por qué estaba actuando de manera extraña e hizo un esfuerzo, por
alguna razón, para iniciar una conversación. Y debo confesar que no fue
fácil. Sólo le pregunté una cosa. —¿Cuándo puedes llevarnos de regreso?
—Lo miraba con ansiedad.
—Charlie, tengo que llamar a Mark, —le dije. Por su reacción sabía
que era exactamente lo que no quería oír. Se volvió de espaldas a mí, así
no podía ver su rostro o su reacción—. Charlie, tengo que decirles a mis
padres que estoy viva. Por favor, trata de entenderme, por favor. Tengo
que hacer frente a esto Charlie, —le dije.
—Sé que estás molesta por Mark. No sé cómo manejar esto Charlie.
Te amo. No quiero hacerte daño. —Respiré profundamente—. Ni siquiera
puedo imaginar estar sin ti por un momento. —La sentí inclinándose en mí
y acariciando mi mano delante de ella—. Sé paciente Charlie, por favor
no estés dolida. —Besé su cuello y se volvió en mis brazos. Sus labios se
encontraron con los míos.
Llamé a Mark en la tarde. Me había olvidado cómo me encantaba
escuchar su voz hasta que la oí de nuevo. Estaba llorando y traté de
consolarlo. Me contó un poco acerca de los niños y que les diría de
inmediato. Me encontraría en Miami y volaríamos a casa juntos. Estuvimos
hablado y hablado. De repente me di cuenta que lo había echado de
menos. Nos habíamos conocido en la escuela secundaria, fuimos a la
misma universidad, nos casamos y tuvimos dos hijos. ¿Cómo pude haber
olvidarme de todo eso? Lo había amado una vez. En cierto momento fue
todo lo que había querido.
—No, no. —Me acerqué a ella y sonreí cuando la llevé a mis brazos.
—Vamos a dar un paseo por la playa, —dije. Ella sonrió y salimos a pasear.
Mis ojos se encontraron con los suyos. Tomó uno de los anillos y lo
puso en mi dedo y me dio el otro para ponérselo. —Quería algo que me
conecte a ti mientras estás lejos de mí. Cuando piense que no puedo
soportarlo más, estar lejos de ti, miraré hacia abajo en mi anillo y pensaré
que estás mirando el tuyo en ese mismo momento, y hará que extrañarte
sea más soportable. —Me sentí abrumada con tanta ternura—. Laura, no
estés demasiado tiempo. Te echaré de menos cada instante, —agregó.
Llegamos a Miami el día siguiente a las 5:00 pm. A medida que los
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pasajeros estaban empezando a bajar del avión Charlie alargó la mano
hacia mi mano y le di un ligero apretón para tranquilizarla. Me incliné y le
di un beso en la mejilla cerca de la boca y ambas comenzamos a
caminar hacia las puertas de salida.
Podía ver a Charlie hablando con dos hombres desde del cristal y 65
ahora estaba caminando rápidamente hacia nosotros. Tenía que
controlar esto. Me aparté de Mark, le di una sonrisa, y di la vuelta y hablé
antes que llegara. —Mark, esta es Charlotte Von Steiben, mi amiga, —y
extendió su mano a modo de saludo. Charlie la tomó con una sonrisa,
pero la conocía—. Mark, si no hubiera sido por Charlotte seguramente me
hubiera muerto o me hubiera vuelto loca.
—Mark, dijiste que tenías fotos de Josh y Ashley quiero verlas. Por
favor, Mark. No puedo esperar para ver cómo se ven ahora. 67
Sonrió y se acercó a su maletín y sacó un sobre. Se acercó a mí y
me lo entregó. Saqué las fotos. Y mirándome estaban las caras de mis
hijos. Dios mio, que habían crecido tanto. No sé cuánto tiempo los estuve
mirando, cada foto me dio una historia. Me di cuenta de su pelo, lo que
estaban haciendo. Había una foto con un cachorro. Miré a Mark y le
pregunté: —¿Cómo se llama el cachorro?
Debería haber sido tan honesta como él, pero fui cobarde. No
sabía cómo él iba a manejar mi relación con Charlie o cómo iba a
reaccionar. ¿Afectaría su decisión de dejarme ver a mis hijos si le hablara
de ella? No estaba segura. Hubiera sido bastante difícil si tuviera que
dejarlo por otro hombre. Sin embargo, esto no era una situación normal.
No estaba segura de cómo Mark manejaría enterarse de que su esposa
se había convertido en el amante de otra mujer. Me dije, que no podía
correr el riesgo de perder a mis hijos. Habían sido tan pequeños cuando
los había visto por última vez. Ahora, casi sería una extraña para ellos. Si
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eligiera pelear conmigo por ellos podría ganar. Estaba atrapada en una
red de la que no sabía cómo salir.
Abrí los ojos otra vez. Me di cuenta que no podía hacer esto, así
que lo rechacé. —No, Mark. Estoy tan confundida, no puedo, —dije
mientras mis manos lo estaban empujando lejos de mí. 70
Bajó la cabeza, y luego se volvió hacia mí y salió de la ducha. Me
llené de tal deseo que podría haber encontrado placer con él como lo
había hecho antes. Sin embargo, él no era el que yo quería. No podía
usarlo de esa manera.
Mi madre le había dicho a Mark que quería que fuera con mis hijos,
que ella ya había tenido su milagro y que mis hijos necesitaban el suyo.
Tenía que llamarla cuando los hubiera visto y vendría a verme.
Necesitaba ser fuerte para ella y no lo era. ¿Cómo podía ser fuerte para
ella cuando ni siquiera podía ser fuerte por mí misma? Ella me necesitaría
y yo necesitaba a mi padre. Por primera vez en mi vida, me di cuenta de
cuánto lo necesitaba. Él había estado allí cuando di mi primer paso y fue
quien me atrapó antes de cada caída de mi vida. Mi madre y yo siempre
habíamos visto las cosas en una forma diferente. Papá siempre había
estado allí para suavizar las cosas entre nosotras. Ahora tendríamos que
hacerlo funcionar por nuestra cuenta. Y, no sabía si podría.
Dije hola. Quería abrazarlos tanto, pero tuve que tomarlo con
calma. Entramos en la casa, en lo que solía ser mi sala de estar. Había
algunos cambios y nuevas fotografías junto con las anteriores. Fotos de
mis hijos, Mark y Sarah.
Quería decir que sí; quería dormir bajo el mismo techo con ellos,
hacerles el desayuno, ponerlos en el autobús escolar. Las lágrimas
empezaron a rodar por mi cara.
—No llores mamá, —dijo Ashley y corrió a mis brazos.
—No, mi regreso significa que ahora tienes una mamá que también
te ama.
Una vez que llegué allí, hablé con mamá de nuevo para
asegurarme de que realmente estaba bien. Me sentí cansada. Me
acosté un rato y me quedé dormida.
Esa fue la primera vez que sentí miedo de ella y di un paso atrás. Se
dio cuenta de inmediato y me alcanzó. Me sostuvo por los brazos y me 78
apoyó en la pared. Sólo me quedé mirando. Bruscamente, me empujó
contra la pared y su cara estaba cerca de la mía. Sus ojos estaban en
blanco. Podía sentir su aliento en mi cara. Fui a tocar su cara y ella
rápidamente tomó mis manos y las clavó contra la pared por encima de
mí. Me estaba asustando. Sus labios rozaron los míos.
—Charlie, no más regalos. Ni más ropa. Solo te quiero a ti. ¡Te quiero!
No tiene que hacer esto. —Terminé diciendo.
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Esa noche llamé a mis hijos. Quería empezar de nuevo una relación
permanente con ellos haciendo contacto todos los días con ellos. Les dije
que iba a recogerlos por la mañana y haríamos un montón de cosas
especiales. También les dije que les echaba de menos y que los amaba.
Sonreí y caminé hacia ella. —No tenías que haber hecho eso
Charlie, pero realmente estoy emocionada que lo hayas hecho. —Me
incliné y la besé suavemente en los labios y luego me acerqué a la
ventana.
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Todos desayunamos juntos y tenía planeado ir a explorar parte de
la ciudad. Fue increíble para mí cómo se veían las cosas con los ojos de
esas dos preciosas personitas. Todo parecía tan maravilloso para ellos. El
parque, las calles y sentarse en un banco a darle de comer a las palomas
parecía tan importante.
Le dije que tenía que verlo dentro de unos días y que teníamos que
tratar de hacer arreglos más permanentes.
—Pero madre, ahora las cosas son diferentes... —No pude terminar
la frase.
Cerré los ojos y las lágrimas rodando por mi mejilla. —No llores Laura,
sé que todavía te ama. —Ella no entendía. No lo entendería. Y no se le
dije. Sentí cuando Charlie salió de la habitación. No vino a mi cama esa
noche y no la busque. Cuando desperté, me encontré con una nota en
la almohada junto a la mía. Simplemente dijo: Nos veremos para la cena.
C.
Charlie no vino a cenar a casa. No era propio de ella irse así. Fui la
única que parecía perfeccionar ese arte en estos días. Ella solo actuaba
así cuando estaba muy molesta.
Charlie no dijo nada y luego hablé. —No fue así madre, fui yo quien
se insinuó.
Trazó mi hombro con los dedos y se burló de mi cara con sus labios,
sin hacer la conexión. Podía sentir el calor de su aliento en mi piel y sentí
que me fundía en su cuerpo. Me besó en la boca y se burló de mí con la
promesa de más. Su boca se deslizaba por mi cuello y pude sentir mi
sangre arder. De repente mi blusa estaba en el suelo y sus manos
acariciaban mis pechos. Empecé a desabrochar su blusa. Tenía ganas
de sentir mi piel junto a la suya. Sus besos bajaron por mi estómago y me
desabrochó los pantalones y me ayudó a salir de ellos.
Cuando empezó a ponerse de pie, sus manos acariciaban mis
muslos hacia arriba. Estaba ardiendo de deseo por ella. Se quitó el resto
de la ropa y poco a poco me acercó a la cama. Y cuando me acosté
sobre ella, sentí la frescura de los pétalos de rosa en las sábanas. Me
consumía de amor por ella. Se puso encima de mí y me amó con tanta
delicadeza que me invadieron lágrimas que se entremezclan más
adelante con un placer abrumador.
—No deberías sentirte mal por mí. Nunca te sientas culpable por mi
culpa, —dijo muy seria. Me miró a los ojos otra vez. Sus ojos estaban
serenos e ilegibles—. Siempre te amaré y nunca dejaré de amarte. —
Vaciló por un momento— ¡Quiero que me perdones! —Dijo muy en serio.
Parecía contener el aliento por mi respuesta.
Lyle nos invitó a subir a su nuevo yate, al que llamó Christabel. —Es
el barco más hermoso que he tenido. “Debajo de la lámpara, la dama
hizo una reverencia, y lentamente giró sus ojos alrededor, el dibujo en su
aliento en voz alta, como uno que se estremeció, se desató... El cinto de
debajo su pecho: su túnica de seda, y su chaleco interior, cayeron a sus
pies, y a plena vista, ... ¡He aquí! Su pecho y la mitad de su costado… Un
espectáculo para soñar, no para ¡contar! ¡Oh, protégela! ¡Protege a la
dulce Christabel!”, —recitó. Me quedé mirando con asombro. Charlie solo
parecía furiosa—. Ese era un poema de Samuel Taylor Coleridge. —Él
sonrió. Iba a ponerla en el agua al día siguiente y estaba insistiendo en
que fuéramos a la Christabel en su viaje virginal.
Tenía que encontrarme con Mark para hablar sobre los niños al día
siguiente. Parecía que Charlie estaba deseando ir, pero habló antes que
yo. —¡Sácala el jueves e iremos contigo! —Lo estaba mirando y estaba
esperando una respuesta.
Lo miré y estaba muy feliz por él. Había trabajado tan duro para
construir el negocio. —Mark, estoy muy contenta. Parece que lo estás
haciendo muy bien.
Todo había ido mal. No se suponía que fuera así. Salí de la oficina
rápidamente y cuando iba por el pasillo público oí a la recepcionista
decir. —Adiós, señora Cole.
—Lyle es una parte de la vida que solía tener, quiero una vida
nueva y diferente contigo.
—Claro que estás, —dijo y apartó la mirada otra vez antes de 112
continuar—. Aquí, a salvo de las miradas indiscretas, te alejaste cuando
pensabas que Lyle estaba mirando.
—Lo siento... lo siento... yo… ¡te quiero tanto! Ahora que estamos
de vuelta, tengo miedo de perderte, que ya no me necesites más. —Su
voz se llenó de tanta tristeza.
—No. —le acaricié la cara—. Soy la que lo siente, Charlie, vamos
a ir a bailar esta noche como querías.
—Charlie...
—Charlie, lo siento...
—Charlie...
Mis ojos se abrieron cuando sentí un tirón de mis manos. Podía ver
a Charlie por encima de mí quitándome las esposas. Una vez que mis
manos estuvieron libres mi cuerpo se acurrucó en una posición fetal y mi
cuerpo comenzó a temblar con mis sollozos de nuevo. Estaba sufriendo.
Me dolía tanto.
Traté de levantarme y mis rodillas cedieron. Me caí al suelo. Ella
estaba allí junto a mí, ayudándome a levantarme. La alejé de mí, sin decir
una palabra. Lo intenté de nuevo, y otra vez me caí al suelo. Comencé a
llorar incontrolablemente por el dolor y la frustración. Dios mío, ¿cómo
había llegado a esto?
—Mamá, ¿te sientes mejor? Charlie nos dijo que estabas enferma.
—Dijo Ashley.
—Voy a estar bien. ¡Me alegro de veos! —Dije con alegría. Miré a
Josh—. Los extrañé mucho a ambos. —Le di una gran sonrisa a Charlie y
sonrió de vuelta, salió de la habitación cerrando la puerta detrás de ella.
122
Pasamos el fin de semana en el apartamento. Vimos películas,
jugábamos a juegos y hablábamos y bromeábamos mucho. Fue
maravilloso. Charlie se enamoró de los niños y de mí. Fue perfecto. Me
sentí feliz otra vez. Fue Charlie quien llevó a los niños el domingo por la
noche.
—¿Cómo qué?
—¡Aléjate de ella!
No respondió.
—Te conozco. No hay nada que hubieras podido hacer que 125
pueda ser tan horrible, —le dije.
—Son de Mark.
126
—¿Qué dice la tarjeta?
Sabía que esto iba a enfadarla, pero negarlo sería peor. Miré la
tarjeta y la leí. —Con todo el amor y la magia de los viejos tiempos. Amor,
Mark.
128
Las próximas semanas pasaron sin incidentes. Los niños venían los
fines de semana. Incluso había quedado con mi madre y habíamos
empezado a vernos aproximadamente una vez a la semana en algún
restaurante de la ciudad. Hablamos de los niños, Mark, y de venir a
visitarme. Ella nunca mencionó a Charlie y yo tampoco. Ahí estaba mi
vida y mi vida con Charlie.
—¿Saber qué?
—Bueno, está bien, —respondió—. ¿Dónde van a ir con los niños? 131
—Pensé que podríamos ir a Disney en Orlando, —respondí.
No sabía qué decirle. ¿Cómo podría decirle? Así que no dije nada.
—No has hecho eso por mucho tiempo, —le dije. Me dio una
sonrisa y me sostuvo cerca de ella. De repente, el cielo se llenó de fuegos
artificiales. Fue hermoso.
—¡Oh mami que sería estupendo! Todos juntos. Tú, papá, Josh y
yo, —insistió Ashley.
135
Llamé a Mark tan pronto como regresamos. —Mark, soy Laura... sí,
acabamos de llegar. —Charlie se servía una bebida y los niños se habían
ido a sus habitaciones—. Todos pasamos un tiempo maravilloso... puedo
quedármelos un par de días más la próxima semana... sí, por supuesto...
entiendo... les diré... sí... los recogeré el sábado por la mañana y los llevaré
de vuelta a el martes por la noche, si eso está bien... no, es solo que
habíamos hecho algunos planes para llevarlos a Los Hamptons... con
Charlie... Mark, no puedo... no... está bien, gracias, los recogeré a las diez
de la mañana... gracias, adiós. —Colgué el teléfono y estaba frente a
Charlie, excepto que Charlie todavía no estaba frente a mí. Sabía que
podía verme desde el reflejo en el espejo frente a ella— ¿Charlie? —
Esperé una respuesta.
—Si no fuera por mí, jamás hubieras estado con una mujer. ¿Lo
lamentas yo...? —no pude terminar la pregunta.
—Vale, ¿dónde?
—Vamos a ir a Grecia.
Dondequiera que miraba estaba más hermoso que antes. Mis ojos
se llenaron de lágrimas cuando me di la vuelta para mirarla. —Gracias
Mike, — le dijo y él se alejó. Me llevó detrás de una pared y cuando nos
encontrábamos escondidas de miradas indiscretas me besó
apasionadamente. Sus labios eran cálidos y tiernos. La quería tanto que 139
las palabras eran insuficientes.
Pasamos unos pocos días magníficos todos juntos, explorando las 140
dunas en Montauk. Vimos el famoso Faro de Montauk Point aislado contra
el mar y rodeado de masas de cornejo rosado. La tarde antes de irnos
llevamos a los niños pasear a caballo durante más de una hora en un
hermoso rancho llamado Deep Hollow. Charlie prometió que la próxima
vez iríamos todos a navegar y hacer un millón de cosas. La querían.
¿Cómo no iban amarla? era el flautista de Hamelin
—No, quiero algo más que eso. Realmente quiero pasar el resto
de mi vida contigo. Por toda la eternidad. —Estaba siendo muy grave.
Escuché con atención. Se quitó el anillo que era igual que el que me
había dado de su mano derecha y lo puso en su mano izquierda. Me miró
a los ojos y de nuevo dijo. —Por toda la eternidad. —Sus ojos me
interrogaron a pesar de su boca no expresó una palabra.
—No seas un vejestorio, vamos a ir, —insistió. Quería ver una nueva
película que acababa de estrenarse.
Los siguientes días hicimos más o menos las mismas cosas que
antes, pero ambas sabíamos que detrás de nuestras mentes, el almuerzo
del viernes era lo que realmente esperábamos.
—Claro, —añadió.
2
The Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Cuando llegó el intermedio simplemente me alegré de ser capaz
de moverme. Salimos al pasillo y decidimos que los cócteles de champán
eran apropiados. Charlie esperó por nuestras bebidas mientras que fui al
tocador. Arreglé mi maquillaje y salí para encontrar a Charlie de nuevo.
Sólo había dado unos pasos cuando vi Lyle caminando con una bella
pelirroja. Él estaba bloqueando mi camino así que no tenía otra
alternativa que reconocer su presencia.
—¿Estás sola?
—¿Qué hay que entender? Esa perra me dejó. Ella había puesto
sus ojos en una mujer de la publicidad. Es por eso por lo que se fue a ese
infortunado viaje. Probablemente no sabe la suerte que ella y su marido
tuvieron, —terminó diciendo.
—Por favor, sabía sobre el juego que los dos jugaban. No iba a
caer en eso mismo, —ella me estaba mirando ahora—. Ellos le tendían
una trampa a la pobre mujer y cuando Charlotte se cansaba se la dejaba
a Lyle, al encantador Lyle que la montaría y la consolaría. —Se estará
riendo ahora.
Josh fue el que preguntó por ella. —¿Dónde está Charlie? ¿Está
viniendo más tarde? —Preguntó, mirándome.
3
Un surrey es una bicicleta de cuatro ruedas.
—Vamos a ir lento, ¿de acuerdo? No hay presión, sólo un
momento a la vez. —Tomó mi mano y se la llevó a los labios—. Te traeré
de vuelta no importa el tiempo que haga falta.
154
Miró hacia donde los niños estaban jugando. —Sí, tienes razón. Lo
último que quiero es que ellos sufran como cuando pensaron que habías
muerto. —Me miró—. Voy a esperar. Trata de no tardar mucho tiempo. Es
un milagro que tengamos otra oportunidad, no me culpes si quiero
empezar tan pronto como sea posible.
—¿Qué mamá?
159
Dos semanas más tarde todavía todo seguía siendo lo mismo.
Mark había llamado todos los días. Los niños me decían todas las cosas
que estaban haciendo en el campamento. Ojalá se hubieran quedado
conmigo. Con ellos aquí no tendría tiempo para pensar o sentir este dolor
que no me deja en paz.
—Oh, por favor. ¡Basta ya, detente! —Le grité—. ¡No quiero jugar
más a este juego enfermizo tuyo! —Le grité—. ¡Te odio¡¡Te odio!
Me volví a mirarla.
Ella cayó a la arena. —No creí que pudieras amarme si sabías todo
163
lo horrible de mi pasado, de mi vida antes de conocerte.
—¡Oh Dios mío, oh Dios mío! —Dije una y otra vez. Estaba
sosteniendo su muñeca tratando de poner presión de su herida. Empecé
a sacarla hacia la calle. Estaba llorando y no paraba de decir que quería
morir.
Cuando llegamos a la calle, detuve un automóvil. Y cuando el
hombre vio lo que estaba sucediendo, nos llevó a la sala de
emergencias. Me senté con ella en el asiento trasero de ese auto.
—No, —le dije una y otra vez—. No. —Y lo decía en serio. No quería
que muriera. Ella me había hecho daño, tanto daño, pero no podía
soportar la idea de su muerte.
—Está muy débil. Usted no debería estar aquí, pero ella no quiere
tranquilizarse. No deja de preguntar por usted y el médico pensó que
mejor es llevarla dentro, —dijo.
Entré y de inmediato la vi en la cama del hospital. Tenía los ojos
cerrados y estaba tan pálida. Se veía pequeña e indefensa y Dios, tan
blanca. Caminé lentamente a ella. Mi mano rozó la mejilla y sus ojos se
abrieron. Ella iba a hablar, pero le puse un dedo en los labios. No eran
necesarias las palabras. Sus ojos suplicaban. Mi mano se extendió por la
de ella y le acaricie la frente. Se quedó mirándome y las lágrimas rodaron
por mi cara de nuevo.
—No, shhhh, —le dije. Mis labios suavemente tocaron los suyos—.
No, no lo hare. —Su mano se aferró a la mía—. Ahora descansa. El médico
quiere que descanses, —insistí.
Apreté su mano y puse la cara muy cerca de la suya. —Estoy aquí, 166
estoy aquí, —le susurré.
—¿Te quedarás?
—Sí.
Dos horas más tarde y todavía no había noticias, así que fui a
buscar a la enfermera. —¿Enfermera? Por favor, ¿hay alguna novedad?
¿Va a estar bien?
Sentí el peso del mundo sobre mis hombros y los ojos cerrados
mientras corría mis dedos por mi pelo.
—Shhhhh, descansa.
—Sí.
—Sí. —Repetí.
—¿Quiere un café? —Oí una voz suave preguntar. Miré hacia 170
arriba y vi que era la enfermera. —Soy Anne. Ha estado aquí durante
horas, ¿por qué no se va a descansar un poco?
—La vida siempre fue un juego para ella, pero la semana pasada
pude ver que era diferente. Quería morir. Pensé que podría perderla.
Luego abrió los ojos y comenzó a llorar. Como una niña, se aferró a mí.
Ella jamás me mostro nada más que desdén. Le había fallado cuando
era niña, pero la semana pasada mi hija me necesitó y se aferró a mí en
busca de apoyo. Fue entonces cuando me contó todo lo que había
sucedido entre las dos. —Él ahora me estaba mirando—. Ella lloró y lloró y
nada la consolaba.
—Sí, —le dije mientras las lágrimas rodaban por mi rostro. Nos
sentamos juntos, el padre de Charlie y yo. Los dos estábamos atados a 172
ella, él por sangre y yo por una cuerda invisible.
La miré a los ojos y ella vio el dolor en ellos. Extendió su mano hacia
mí y la tomé mientras estaba sentada a su lado en la cama.
174
Estaba cálida e ingrávida, pero me sentía segura y amada. Pude
sentir los brazos a mí alrededor. Mi cuerpo respondió y buscó labios que
sabía que me llenarían de calidez y ternura. Y en la oscuridad encontré
paz y unos labios que besar. Mis ojos se abrieron y la cara que vi a través
de los velos del manto de la oscuridad se hizo evidente. Una gran sonrisa
me dio la bienvenida. Por fin era patente. Era Mark.
—Me siento un poco mareada, pero sí, creo que me siento mejor.
—Respondí.
Ella miró hacia el piso y cuando levantó la vista, pude ver que
estaba preocupada. —Oh, señorita, estoy tan contenta de que haya
vuelto. Fue terrible cuando se fue. Se volvió loca, destrozó cosas, lloraba
incontrolablemente y luego se quedaba en la oscuridad y bebía
demasiado. Ese día la encontré... ¡Dios mío, pensé que estaba muerta!
Estaba completamente blanca y no se movía. —Roxanne respiró hondo
y dijo—. Intentó suicidarse de nuevo, ¿no es así?
180
A la mañana siguiente, Mark llamo. Estaba ansioso de que
habláramos. Estuve de acuerdo en encontrarme con él para el almuerzo.
—¿Qué le sucede?
Me miró con ojos llenos de lágrimas. —Sí, vamos. Vamos ya, —dijo
con ansiedad.
—¿Por qué no? Siempre hay que dar flores a la persona que amas.
—La besé suavemente en los labios.
—No, —repetí.
—Te quieren Laura. Quiero tenerte conmigo para siempre. Quiero 189
que seamos una familia.
La miré por un largo tiempo. —También quiero eso. —Ella abrió los
brazos y entré en su abrazo.
Las siguientes dos semanas pasaron demasiado rápido. Al final de
las dos semanas, tomé los niños de vuelta y los dejé con ama de llaves de
Mark. Odiaba estar separada de ellos. Antes de regresar a casa llamé a
Mark. Acordamos concertar otra cita la semana siguiente. En el vuelo de
regreso pensé mucho acerca de mi situación. Esto tenía que terminar.
—Soy el dinero.
—Sí, lo hago.
—Oh, por cierto, vamos a tener una fiesta la próxima semana, — 191
me informó.
—¿Una fiesta?
Empecé a caminar hacia la casa. Ella debe haberme visto subir 194
desde la playa. Estaba de pie en los escalones de la terraza cuando me
acercaba. Pasé junto a ella y subí directamente al piso de arriba. Pude
oírla viniendo tras de mí. Entré en nuestra habitación y me puse de pie
junto a la ventana que daba a la piscina. La escuché cerrar la puerta
detrás de ella.
Seguí paseando y ella seguía sin decir nada. —Dime algo. ¿Por
qué todo tiene que ser tan complicado contigo? Sólo ámame. Eso es
todo lo que quiero, de verdad. —Me detuve a mirarla. Ella me miraba y
estaba molesta.
—No, gracias Thomas, eso es todo. Por favor, vaya y presente los
documentos, —dijo terminando la llamada. Ahora se volvió hacia mí. Esta
conversación había entrado en una dirección completamente diferente
de lo que había planeado. En efecto había encontrado una forma de
decirme que me amaba de verdad. Como de costumbre, a su propia
manera. —Te ves confundida, —dijo sonriendo.
—Charlie…
Ella estuvo a mi lado toda la noche. Casi podía escuchar todas las
conversaciones y especulaciones sobre nosotras. Pero, eso ya no
importaba. Quería que mi vida estuviera con ella. De vez en cuando
sentía su mano acariciar mi espalda y sabía por qué era. Era territorial.
Quería mostrarles que era suya y agradecí el contacto.
—¿De verdad crees que puedes ganar en esto? —Oí que Charlie
le preguntó.
—No te metas en esto, —le dijo—. ¡Esto es culpa tuya! Antes ella
no era así, —gruñó.
Me deje caer en la silla. —Sí, —fue lo único que dije, en voz muy
baja.
—¡No te creo! —Lo miré a los ojos mientras continuaba—. ¿Por qué
dormiste conmigo? Hicimos el amor. Pensé que íbamos a... ¡no importa lo
que pensé!
—¡Cállate!
205
Comencé a correr hacia la puerta. Me alcanzó y me empujó
apoyándome contra ella. La magnitud de su furia me había pillado
completamente desprevenida. Solo quería escapar. Me giró para
enfrentarla.
—¿Qué no hice por ti? —Exigió—. ¿Qué no hice por ti? ¡Te amaba,
maldita sea! —Agarró la parte delantera de mi vestido y lo rompió. Siguió
quitándome la ropa.
—¿Por qué?
—No tires todo por la borda. Todavía podemos ser felices. Puedo
explicarlo.
Charles regresó con una bolsa. Me inyectó algo y sentí que el dolor
punzante desaparecía gradualmente y lentamente me alejé flotando.
Estaba mirando a Charlie, y todo se oscureció.
Estaba cansada. Cerré los ojos y deseé despertar en otro lugar, ser
otra persona. No podía vivir seguir viviendo así. Tenía que escapar. Tenía
211
que terminar esto. Quería morir. Todo había terminado.
No sé cuánto tiempo pasó. Todo lo que sabía era que entraba y
salía de la conciencia. Atormentada por las pesadillas de Charlie, una
vez me desperté con un grito.
Los siguientes días los pasé aturdida. Los niños vinieron. Ellos vivirían
aquí ahora. Charlie llenó sus días con juguetes e historias. Se encargaba
de todo.
Lo miré por un largo tiempo. Las lágrimas rodaban por mis mejillas.
No dije nada. El detective fue muy amable. Tomó la fotografía de mis
manos y expresó su solidaridad o pesar, y se fue. Él había confundido mis
lágrimas por las de dolor por mi marido.
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EPÍLOGO: SEIS MESES MÁS TARDE
La primera vez que la vi en esa fiesta, supe que tenía que ser mía.
Lo planeé todo. Fue tan fácil. El dinero, en forma de la llamada Cuenta
Weatherbee, el crucero; el único evento imprevisto fue el naufragio. Eso
sólo fue pura suerte.
Invité a Mark a la fiesta para que pudiera vernos juntas. Él era tan
predecible. Nunca hubiera esperado que ella actuara de la forma en
que lo hizo esa noche. Estaba tan despreocupada y nunca me apartó
cuando la acaricié o besé frente a todos. Por primera vez, creí que
realmente la tenía. Y por un momento, debo confesar, pensé que pude
haber ido demasiado lejos esa noche.
Cuando descubrí que había estado con él, supe que ella había
cometido un error. Un error que tuve que ayudarla a ver. No fue fácil, pero
finalmente la hice darse cuenta de que no debería pelear conmigo.
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Tenía que ser fuerte y hacerle ver que ella era mía. Que siempre sería mía.