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PARTE 2
Los legitimados para ejercer la acción de responsabilidad pueden ser titulares por derecho propio
(como el mismo perjudicado) o por derecho derivado, como sucede con los que adquieren por
sucesión la facultad de reclamar la indemnización. A su vez, los titulares por derecho propio
pueden ser víctimas directas del daño o perjudicados indirectos que sufren un perjuicio que
directamente ha recaído en otra persona (son las llamadas víctimas por repercusión).
VÍCTIMAS DIRECTAS
POR DERECHO PROPIO
VÍCTIMAS INDIRECTAS
Si se trata de daños causados a las cosas (bienes patrimoniales), pueden interponer la acción para
hacer valer la responsabilidad:
También son legitimados los que sufren una lesión directa en intereses o derechos no susceptibles
de avaluación pecuniaria. Sea que concurra o no con un daño material o patrimonial, los afectados
en los bienes extrapatrimoniales pueden demandar para pedir reparación del daño moral, en sus
diversas categorías: el dolor o daño psíquico, el daño corporal o biológico, el daño a derechos de la
personalidad, etc.
TITULARES POR DERECHO PROPIO
LESIONADOS INDIRECTOS: Los lesionados indirectos son aquellos que reciben un daño, no
directamente a su persona o bienes, sino por sufrir ellos las consecuencias de un daño causado a
una persona con la cual tienen alguna relación.
A su vez los lesionados indirectos pueden reclamar daño patrimonial o daño moral.
Las víctimas de daño patrimonial pueden ser personas que han experimentado un perjuicio en su
patrimonio, al verse privadas de todo o parte del auxilio pecuniario o de los beneficios que el
físicamente ofendido les proporcionaba. Se comprende aquí las personas que tenían derecho a
reclamar alimentos de la víctima directa (siendo discutible si sólo basta el título si no estaba fijada
la concreta prestación alimenticia por sentencia o por cumplimiento espontáneo del alimentante);
las personas que, sin tener derecho a alimentos, vivían a expensas del ofendido, etc.
TITULARES POR DERECHO PROPIO
LESIONADOS INDIRECTOS:
Con más cautela se mira a los actores que invocan un daño por repercusión de carácter
extrapatrimonial. En principio, todas aquellas personas que por la muerte o lesión de la víctima
directa sufran un perjuicio moral estarán habilitadas para solicitar su reparación. No obstante,
como un criterio amplio sobre la materia podría multiplicar las demandas indemnizatorias y
hacer inoperante el sistema, se buscan límites que den racionalidad a las pretensiones.
Algunos sostienen la necesidad de articular una especie de prelación entre los posibles afectados
por rebote, llamando en primer lugar al cónyuge y a los hijos, luego a los parientes de grado más
próximo. Pero sin ocupar un orden fijo de prelación, lo cierto es que frente a las demandas de
familiares más próximos (cónyuge e hijos o familiares que conviven con la víctima) se tiende a
presumir con más facilidad la existencia del daño, mientras que para otros parientes así como para
personas que sólo tienen lazos de afecto con el ofendido (novios, conviviente, amigos, etc.) se
exige la presentación de pruebas más contundentes.
La acción de las víctimas por repercusión es autónoma e independiente de la acción
de la víctima principal así como de otros ofendidos indirectos. En ocasiones, las
víctimas por repercusión ostentan, a la vez, la condición de representantes legales o
herederos del ofendido directo.
En tales casos, debe aclararse cuál es el título por el que demandan: si como víctimas
de daño propio, si como representantes o herederos, o en ambas calidades.
TITULARES POR DERECHO DERIVADO
Pueden interponer la acción los sucesores a título universal, esto es, los herederos de los
legitimados por derecho propio. El Código Civil sólo lo señala expresamente respecto del daño en
las cosas: “Puede pedir esta indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha
sufrido el daño, o su heredero” (art. 2315).
¿Pueden los herederos exigir la indemnización del daño moral de la víctima directa?
- Muerte instantánea
- Muerte no instantánea
LEGITIMACIÓN PASIVA
Según el art. 2316, la persona obligada a la indemnización “es el que hizo el daño”. Se
trata propiamente del autor del hecho dañoso.
En caso de existir pluralidad de autores, hay solidaridad entre ellos; según el art. 2317,
si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas
será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
cuasidelito (art. 2317 inc. 1º).
Por excepción, no hay solidaridad en los casos de daños causados por ruina del edificio
(art. 2323) y por una cosa que cae o se arroja (art. 2328).
TRIBUNAL COMPETENTE Y PROCEDIMIENTO
Cuando el hecho del que surge la responsabilidad es constitutivo de delito, se permite que se
ejerza la acción civil en el mismo proceso penal; lo que resulta obligatorio si la acción civil tiene
por objeto la mera restitución de la cosa (art. 5º CPP; art. 59 NCPP).
La acción civil puede ser también de conocimiento de los jueces de policía local si ella se deriva de
faltas o infracciones que son de su competencia o de accidentes del Tránsito (art. 14, Ley 15.231).
Se aplican las reglas del procedimiento respectivo (cfr. art. 9º, Ley 18.297).
LA REPARACIÓN
PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL DEL DAÑO
El principio general es que la reparación debe ser completa: debe indemnizarse todo el
daño que sea consecuencia directa del hecho ilícito. Este es el principio de la
reparación integral del daño.
1. El perjuicio patrimonial, y
2. Los perjuicios no patrimoniales (daño moral).
Tradicionalmente se sostiene que en sede de responsabilidad extracontractual se deben
indemnizar tanto los perjuicios previstos como los imprevistos: aquí, al revés, no se aplicaría el art.
1558, ya que, según dice Alessandri, todos los perjuicios son imprevistos. Es efectivo que deben
indemnizarse todos los perjuicios, aunque no hayan sido previstos por el actor, pero debe
considerarse que uno de los factores que permiten construir el vínculo de causalidad es la
previsibilidad objetiva de los daños resultados del hecho ilícito. De manera que lesiones que eran
absolutamente imprevisibles según la experiencia general y tomando en cuenta el modelo de un
hombre prudente colocado en las mismas circunstancias no serán reparables, ya que no pueden
imputarse al hecho del actor (por defecto de causalidad).
REDUCCIÓN DE LA INDEMNIZACIÓN
El art. 2331 señala que las imputaciones injuriosas contra el honor o el crédito de una persona no
dan derecho para demandar una indemnización pecuniaria, a menos de probarse daño emergente
o lucro cesante, que pueda apreciarse en dinero. Es decir, para las conductas lesivas de la honra de
las personas se limita la extensión de la reparación, que deberá circunscribirse al daño
patrimonial. Se excluye la indemnización del daño moral.
La reciente doctrina tiende a calificar de injustificada esta limitación: “A nuestro entender –escribe
Diez– el art. 2331 del Código Civil es una norma eminentemente injusta, que resiente los
cimientos de la responsabilidad civil extracontractual, al imponer a una persona la obligación de
soportar gratuitamente ciertas consecuencias nocivas de un hecho ilícito que la afectó, por cuanto
en muchos casos la única posibilidad de resarcimiento que tiene la víctima de un atentado al
honor o crédito es la indemnización pecuniaria del daño moral sufrido, lo que precisamente le
impide el legislador”.
POR CONCURRENCIA DE CULPA DE LA VÍCTIMA
La doctrina comparada ha puesto de relieve que el perjudicado no está exento también de deberes
una vez ocasionado el daño y en el tiempo en que se despliega su desarrollo. Una conducta suya
de mero espectador, en previsión de cuantiosas indemnizaciones, sería contraria al principio de
buena fe. Por eso, se señala que la víctima debiera actuar, en la medida en que no le represente
una exigencia desproporcionada o lo exponga a nuevos peligros, para moderar, paliar o extinguir
las consecuencias dañosas de la conducta nociva. Los daños que resulten de la falta de este deber
no se comprenderán en la indemnización.
POR COMPENSACIÓN DEL LUCRO OBTENIDO POR LA VÍCTIMA
No es imposible de concebir que la víctima pueda obtener, además de los perjuicios, una causa de
ganancia. Por ejemplo, si la víctima vende los materiales que dejó la ruina del edificio derrumbado
o si se aprovechó del guano que depositaron los animales que pisotearon el terreno del
perjudicado. Vulneraría el principio del enriquecimiento sin causa si no se descontaran estos
lucros de la indemnización que debe el autor. Se habla así de la necesidad de compensar el lucro
con el daño (compensatio lucri cum damno) o de la no subsistencia del daño resarcible en el
monto del lucro.
EL DAÑO MORAL
EL DAÑO MORAL
No hay duda que las personas naturales pueden padecer daño moral. ¿Pueden hacerlo
las personas jurídicas? Hay que distinguir la definición de daño moral que adopte el
tribunal:
Cuando hablamos de daño moral de las personas jurídicas pareciera que estamos hablando del
lucro cesante. Por ejemplo, si una persona jurídica está demandando daño moral, fundándose en
que el daño a su imagen le ha provocado la pérdida de la clientela… pareciera ser que lo que está
demandando es lucro cesante.
Para resolver esto, la doctrina invita a distinguir entre la clase de persona jurídica:
- Persona jurídica con fines de lucro: una imputación que le menoscabe el crédito y la
confianza de sus clientes le produce daño, pero es de naturaleza patrimonial, una especie de
lucro cesante.
- Persona jurídica sin fines de lucro: si un atentado afecta su prestigio y la posibilidad de
perseguir sus fines como entidad puede ser calificado como daño moral.
La cuestión está en distinguir el tipo de interés lesionado: si se trata de un interés pecuniario, hay
daño patrimonial. Si es un interés extrapatrimonial, habrá daño moral.
EXTENSIÓN DEL DAÑO MORAL
DAÑO EMOCIONAL: PRETIUM DOLORIS
EL DAÑO CORPORAL
EL DAÑO ESTÉTICO
WRONGFUL BIRTH
DAÑO MORAL - EL DAÑO EMOCIONAL
Con independencia del dolor psíquico que ha producido a la víctima, habrá daño
moral si se lesiona en forma directa e ilegítima un derecho de la personalidad, como la
honra, la intimidad, la imagen, el derecho de autor, etc.
En este sentido, una persona en estado de coma, o una persona jurídica, tiene derecho
a reclamar la indemnización del daño inflingido.
DAÑO MORAL - EL DAÑO CORPORAL
Algunos autores, como Elorriaga, también proponen la autonomía de este rubro del
daño moral.
La ICA de Temuco ha fallado que las quemaduras sufridas por la víctima provocaron
“un fuerte impacto psíquico y emocional, deprimiendo y acomplejándolo moralmente,
lo que es natural y fácilmente comprensible en un menor adulto de su edad que sufre
depresión espiritual al observar su rostro dañado tan seriamente en su estética facial.”
DAÑO MORAL - WRONGFUL BIRTH
En Estados Unidos y en Europa se ha fallado que “el hecho de que un niño haya nacido
es constitutivo de daño indemnizable en favor de los padres que deben acogerlo o
incluso del mismo niño que llega a la vida con alguna limitación física.”
En esta materia no queda más que entregar la decisión al libre arbitrio del juez, el que deberá
determinar la indemnización que proceda por daño moral buscando cumplir con la justicia y la
igualdad. No obstante, se hace necesario que las sentencias condenatorias fundamenten
claramente la existencia y acreditación de los perjuicios, así como la categoría precisa a la que
ellos pertenecen en el caso bajo litigio (daño corporal, sufrimiento psicológico, lesión a un
derecho de la personalidad, etc.). Las indemnizaciones por daño moral “en globo”, absolutamente
subjetivas y variables por entender el daño moral sólo como el dolor psicológico, y prescindiendo
de la necesaria prueba del respectivo daño, conspiran en nuestra jurisprudencia.
EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
RENUNCIA
**Desistimiento de la demanda.
TRANSACCIÓN
Existe una norma general que regula el plazo y la forma de computarlo: “Las acciones que
concede este título por daño o dolo prescriben en cuatro años contados desde la perpetración del
acto” (art. 2332).
Nos parece que, más que de responsabilidad objetiva, aquí ya hemos entrado en el
campo del derecho público y de la Seguridad Social. Se trata de indemnizaciones que
son propiamente previsionales. Pero con una diferencia, su finalidad no es solo
asistencial sino también de reparación. Hay una mezcla híbrida entre previsión social y
seguro obligatorio de responsabilidad.
Los mismos afectados, vale decir, la víctima y las demás personas a quienes el accidente o
enfermedad cause daño, “podrán reclamar al empleador o terceros responsables del accidente,
también las otras indemnizaciones a que tengan derecho, con arreglo a las prescripciones del
derecho común, incluso el daño moral” (art. 69, letra b, Ley Nº 16.744).
Como hemos considerado que las prestaciones o beneficios del seguro tienen finalidad
reparatoria, debemos entender que esta norma permite a la víctima o los demás afectados el
reclamar del responsable, comprobando dolo o culpa, la parte del daño que no hubiere sido
cubierta por las indemnizaciones legales. De lo contrario, estaríamos frente a un cúmulo de
indemnizaciones, que no tendría justificación. De esta forma, los accidentes laborales son
cubiertos en primera instancia por un seguro obligatorio, que es un mecanismo de seguridad
social, aunque con fines indemnizatorios, pero es complementado por la responsabilidad civil por
culpa como régimen supletorio.
La Corte de Apelaciones de Concepción ha declarado que “el artículo 69 [de la Ley
16.744] establece la plena compatibilidad entre las prestaciones que establece la Ley
16.744 y las indemnizaciones que pueden reclamarse del empleador culpable del
accidente [del trabajo]... Luego, el empresario puede ser responsabilizado de un acto u
omisión imputable a su culpa o dolo que provoca un accidente de trabajo, se encuentra
obligado a indemnizar a pesar y más allá de las obligaciones de la Ley 16.744” (C. Sup.,
17 de marzo de 1997, RDJ, t. XCIV, sec. 3ª, p. 26, que rechaza el recurso de casación).
Se discute cuál sería el “derecho común” aplicable a estas acciones. Algunos sostienen que debe
distinguirse entre la acción deducida por el mismo trabajador afectado, que se regiría por la
responsabilidad contractual, y la de los parientes y demás terceros afectados, que tendría
naturaleza extracontractual.
Si se demanda por responsabilidad contractual, los juzgados del trabajo serían competentes para
conocer y determinar las indemnizaciones, incluidas las que corresponden al daño moral: “el art.
420 del Código del Trabajo establece que los juzgados del trabajo conocerán de las acciones
relativas a la responsabilidad contractual del empleador derivada de accidentes del trabajo y
enfermedades profesionales ... incluida la indemnización del daño moral (por aplicación del art. 69
de la Ley 16.744)” (C. Stgo., 23 de septiembre de 1997, G.J. Nº 207, p. 187).
RESPONSABILIDAD MÉDICA
NATURALEZA
También se estima que hay responsabilidad contractual cuando el paciente contrata con un
hospital, Isapre o centro médico y éstos le asignan un médico, o cuando el médico tratante del
paciente contrata su atención en un hospital o cuando el médico tratante pide exámenes del
paciente a laboratorios elegidos por él. La figura de la estipulación en favor de otro (art. 1449) y la
aceptación tácita del tercero beneficiado (paciente) permitirían construir la responsabilidad del
médico bajo la forma contractual.
La responsabilidad del médico sería netamente extracontractual cuando el profesional
en ejercicio de sus funciones causa daño a un tercero, como lo serían las víctimas por
repercusión que sufren daño por la muerte o menoscabo físico del paciente. También lo
sería cuando ejerce su profesión por mera benevolencia y sin que haya intención de
celebrar un contrato. La voluntad de celebrar un contrato supone que haya existido
consentimiento por parte del paciente o de sus representantes legales, aunque sea
tácitamente (por ejemplo, si la víctima acude a un servicio de urgencia).
Ahora bien, en la actuación del médico puede volver a plantearse el problema del cúmulo de
responsabilidades.
Es claro que hay diferencias relevantes entre estimar si la acción del paciente es por
responsabilidad contractual o extracontractual, en términos de cláusulas de exención de
responsabilidad, de determinación de los perjuicios, de plazos de prescripción, etc. La cuestión
más relevante, sin embargo, es el problema de la carga de la prueba sobre la negligencia médica.
En el régimen de la responsabilidad extracontractual, la negligencia debe ser probada por la
víctima. En la responsabilidad contractual puede pensarse en aplicar la norma del art. 1547 y
estimar que la culpa se estima producida por el incumplimiento médico, debiendo el profesional
demostrar que procedió de acuerdo a las reglas de su arte. Para evitar esta conclusión se ha forjado
en la doctrina francesa la distinción entre obligaciones de medio y de resultado. De esta manera, el
médico sólo se obligaría a poner los medios terapéuticos aconsejados pero no garantizaría la salud
o recuperación del enfermo.
A nuestro juicio, el art. 1546 al relativizar el deber contractual a la naturaleza de la obligación
asumida permite concluir que ciertas obligaciones médicas son de actuación; es decir, de actuar
diligentemente conforme a los conocimientos y habilidades de su profesión. Pero ello no significa
que aquí no se aplique la regla del art. 1547, sino únicamente que debe probarse el
incumplimiento mediante la acreditación de la negligencia. La sola falta del resultado esperado: la
salud recuperada, no basta para estimar incumplido el contrato.
No siempre las obligaciones médicas son de actuación o de medios. Así, por ejemplo, las
intervenciones de cirugía plástica pueden ser concebidas como resultado en cuanto el médico ha
prometido lograr una determinada reparación estética. Lo mismo puede predicarse de la
hemoterapia, la radiología, la anatomopatología y los análisis bioquímicos, en que lo contratado es
un determinado resultado o fin.
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
Las facetas en las que puede actuar el Estado y los órganos que lo integran son variadas. Para
efectos de la responsabilidad se suelen contemplar los campos de la actividad legislativa (daños
causados por la aprobación de una norma legal o de un tratado), de la actividad judicial (daños
causados por resoluciones o actuaciones judiciales consideradas indebidas o ilícitas) y, finalmente,
de la actividad de gobierno o por actos de la administración.
Importancia especial reviste la responsabilidad que debe atribuirse a las municipalidades como
personas jurídicas de derecho público por los actos administrativos desarrollados dentro de la
comuna.
RESPONSABILIDAD POR LA ACTIVIDAD LEGISLATIVA
En nuestra Constitución existe un caso en el que se regula una forma de este tipo de
responsabilidad: el del Nº 7 letra i) del art. 19, que señala que una vez dictado
sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria, el que hubiese sido sometido a
proceso o condenado por resolución que la Corte Suprema declare injustificadamente
errónea o arbitraria, tendrá derecho a ser indemnizado por el Estado de los perjuicios
patrimoniales o morales que haya sufrido.
RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN
MAL ESTADO DE VÍAS PÚBLICAS O MALA SEÑALIZACIÓN
Según el art. 174, inc. 5º de la Ley 18.290, de 1984, Ley de Tránsito, “La Municipalidad respectiva o
el Fisco, en su caso, serán responsables civilmente de los daños que se causaren con ocasión de un
accidente que sea consecuencia del mal estado de las vías públicas o de su señalización”. La
demanda deberá interponerse ante el juez de letras en lo civil y se tramita de acuerdo con las
normas del juicio sumario (art. 174, inc. 5º Ley Nº 18.290).
La norma parece establecer una responsabilidad sin culpa, ya que no permite la alegación de una
supuesta falta de negligencia en el mal estado de las vías públicas o de su señalización. Aunque se
ha sostenido que la base del precepto estriba en una presunción de falta de la administración. Así
lo ha entendido la jurisprudencia.
FALTA DE SERVICIO
La Ley Nº 18.575, Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del
Estado señala que el Estado será responsable por los daños que causen los órganos de la
Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las responsabilidades que
pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado (art. 4º). Se trata de una
responsabilidad orgánica, cuyo criterio de imputación es la “falta de servicio”, según lo dispone el
art. 42 de la misma ley: “Los órganos de la Administración serán responsables del daño que causen
por falta de servicio”, lo que no obsta al derecho de repetición del Estado en contra del
funcionario que incurre en falta personal (art. 42, inc. 2º).
El mismo criterio de responsabilidad por falta de servicio contiene la Ley Nº 18.695, Ley Orgánica
Constitucional de Municipalidades, que dispone que “Las municipalidades incurrirán en
responsabilidad por los daños que causen, la que procederá principalmente por falta de servicio.
No obstante, las municipalidades tendrán derecho a repetir en contra del funcionario que hubiere
incurrido en falta personal” (art. 141).
Contra la opinión que ve aquí una consagración de una suerte de responsabilidad objetiva
absoluta, se esgrime que la falta de servicio es una fórmula que concreta la responsabilidad
subjetiva de la Administración. La falta de servicio no es más que la culpa del servicio, ya que
implica probar un mal funcionamiento del servicio o el no funcionamiento del mismo. Pero la
subjetividad de este concepto es controvertida, y hay quienes prefieren hablar de responsabilidad
pública objetiva, o al menos de responsabilidad objetivada.