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UNIVERSIDAD DE CARABOBO

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD


ESCUELA DE MEDICINA SEDE CARABOBO
DEPARTAMENTO CLINICO INTEGRAL DEL SUR
SERVICIO COMUNITARIO
MEDICINA INTERNA

Fortalecer en las actividades de cuidados al binomio


cuidador-paciente adulto de los servicios de medicina
interna

Morantes, Roxana C.I: 25.971.581


Pérez, Yenifer. C.I: 26.781.345
Peroza, Nahiangelys. C.I: 25.521.636
Pianerosi, Oriana. C.I: 26.581.203
Piñero, Alexandra. C.I:25.091.750
Poggioli, Ignacio. C.I: 25.754.781
Sánchez, Williver. C.I: 26.233.457
Sánchez, Domingo. C.I: 25.960.617
A lo largo de la vida todos los seres humanos atravesamos situaciones en las que
necesitamos ser cuidados por otras personas, y la vejez cuando es vivida con dependencia es un
ejemplo de ello. Al hablar del cuidador, nos referimos a aquella persona sobre quien recaen las
principales responsabilidades en cuanto al cuidado y a la toma de decisiones que afecten al
enfermo y a su cuidado. Las interacciones de un miembro de la familia que ayuda a otro de
manera regular a realizar actividades que son necesarias para llevar a cabo una vida
independiente son lo que llamamos cuidados informales en contrapartida a los cuidados
formales.
El rol de cuidador suele llevarse a cabo bajo la realización de ciertas actividades, entre las
que se encuentran con mayor frecuencia, preparar y dar medicación (60%), realizar trámites y
coordinar la atención sanitaria (80%), trasladar al anciano y/o enfermo a las consultas médicas
(90%), ayudarlo a movilizarse en el hogar (70%), ayudarlo a bañarse (55%), ayudarle a usar el
inodoro (50%), o ayudarlo a comer (30%). En la mayoría de los casos cuidar a una persona
cercana o familiar puede ser de las experiencias más dignas y merecedoras de reconocimiento
por parte de la sociedad. Es una actividad que normalmente no está prevista y para la cual no se
está preparado, planteando la necesidad de profundizar sobre la relación entre la persona
dependiente y el cuidador, ya que no siempre la tarea de cuidar tiene como motivación el afecto
y en muchas ocasiones es asumida como una obligación para el cuidador.
Estas son actividades que pueden generar consecuencias de salud en el cuidador, por lo
que parecería necesario prever sistemas de “respiro” para evitar la sobrecarga. El término
sobrecarga se relaciona con un estado subjetivo de incomodidad o molestia originada por la
demanda excesiva de cuidados o de la claudicación emocional del cuidador ante la situación. La
misma predispone a problemas de salud física, así como también a situaciones de maltrato, tales
como la negligencia. En cuanto a la sobrecarga de los cuidadores, se identifican diversas
complicaciones que pueden surgir en forma y tiempo variables, a saber: un 70% de los
cuidadores presentan problemas de salud mental, un 50% de salud física y un 50% ven afectadas
sus finanzas a causa de este rol.
“Esta carga es percibida de diferentes maneras por los distintos cuidadores, habiendo
quienes vivencien como extremadamente estresantes algunas de las tareas, para otros los
problemas conductuales sean lo más difícil de sobrellevar, e incluso existan cuidadores para los
que la experiencia de cuidado sea vivida como emocionalmente satisfactoria.” (Thompson y
Gallagher, 1996). Es así como no existe una única manera de afrontar la responsabilidad de
cuidar de otro. Lo que persiste es una interiorización del mandato social de la ética del cuidado,
del cuidado como deber. Surge la queja, pero la tarea se asume sin opción.
El estudio de los cuidados informales se ha analizado desde diversas perspectivas entre
las que se destacan el análisis de las dinámicas familiares y el de la psicología sistémica. El
primer enfoque otorga especial importancia a la historia de las relaciones entre los sujetos
involucrados en la relación de cuidado, en el entendido que esta relación es la manifestación de
un trayecto familiar en el que se han sucedido distintos avatares que han llevado a asignar roles,
configurar estilos de comunicación de ese sistema familiar. Se habla de la existencia o no de un
contrato y los beneficios que podrán ser para ambos o para una sola de las partes.
La segunda perspectiva de análisis de la relación entre la persona dependiente y su
familia es la sistémica, que define a la familia como un sistema que se organiza como un todo y
no como la suma de sus integrantes. De este modo, las reacciones familiares frente al
envejecimiento, la dependencia o la muerte formarán parte de mecanismos para mantener el
equilibro del sistema familiar que se ve alterado por el cambio. Desde este punto de vista es
importante que se tenga en cuenta cuando se planifica una intervención, que ésta debe ser
siempre con el paciente y con su familia también, ya que la desatención de la demanda familiar
(por más que el paciente esté siendo atendido) se trasladará a la familia toda.
Además de la recuperación de la autonomía del enfermo, el apoyo social es una de las
variables que intervienen en la calidad de vida del binomio cuidador familiar y persona
dependiente, al conferir libertad al familiar para que retome su plano de vida. En el caso de que
el cuidador manifieste sentimientos de reclusión, consecuencia de la falta de apoyo, las
intervenciones deben ser dirigidas a buscar apoyo social, como una estrategia para preservar la
salud del cuidador y el proceso de rehabilitación del enfermo.
Por estas razones es imprescindible que el binomio cuidador familiar y persona
dependiente tengan acceso a las Políticas Públicas de Salud que promuevan programas de
evaluación y de intervenciones implementadas, continuadamente, por equipos de salud. Se trata
de un papel que genera sobrecarga en aquellos que cuidan de pacientes que no presentan un
cuadro favorable de recuperación de la autonomía y principalmente, desprovistos de apoyo social
efectivo.
La experiencia del cuidador familiar al no contar con apoyo, percibiendo que está
perdiendo la salud, mediante la insatisfacción que produce el llevar una vida reclusa, de
sufrimientos y sin vislumbrar la posibilidad de retomar a su plano de vida, principalmente,
cuando el proceso de retomada de la autonomía, tanto de la persona victimada por la
enfermedad, como de la suya, se configuran como interdependientes y condicionados al nivel de
rehabilitación alcanzado por el enfermo.
De igual forma para el cuidador, asumir la atención de personas con enfermedades
crónicas en el hogar provoca sentimientos de soledad, sobrecarga emocional, depresión,
exclusión, restricción de libertad personal y de su tiempo de ocio y descanso, así como un
impacto fisiológico, que se refleja en aumento de la tensión arterial y problemas
cardiovasculares, gastrointestinales, cefalea alteraciones osteomusculares. Entonces, el cuidador
pasa a sentirse preso en su papel, y frente a la inseguridad de alejarse del enfermo, pasa a
convivir con todas estas pérdidas personales. Por otro lado, notamos la preservación de la salud
del cuidador familiar, en aquellas experiencias donde se siente amparado al contar con apoyo y
en condiciones favorables para continuar con su plano de vida, mediante la libertad restablecida.
La dedicación relacionada con largas horas de cuidado por tiempo prolongado, ha llevado
a autores como Ubeda (2013) Córdoba (2011) Melo (2007), a describir el “síndrome del
cuidador” o “fenómeno de la tensión en los cuidadores familiares” como un conjunto de
manifestaciones físicas (cefaleas, insomnio, alteraciones del sueño, dolores osteo-articulares),
psíquicas (estrés, ansiedad, irritabilidad, temor a la enfermedad, sentimientos de culpa por no
atender convenientemente al enfermo), alteraciones sociales (aislamiento, abandono, soledad,
pérdida del tiempo libre), problemas laborales y familiares (absentismo, bajo rendimiento,
pérdida del puesto de trabajo) con un incremento de la tensión familiar, discusiones frecuentes
que desembocan en conflictos conyugales, además de problemas económicos, tanto por la
pérdida de ingresos como por el aumento de los gastos.
Por lo tanto, en aquellas situaciones en que el cuidador no vislumbra la recuperación de la
autonomía del enfermo, la falta de conocimiento, habilidades, apoyo y dominio de la situación,
generan sobrecarga en los cuidados a realizar, necesidades no satisfechas relacionadas con
organización del tiempo, información sobre el proceso que afecta al familiar, comunicación
efectiva, apoyo emocional, físico, económico, asesoramiento para cuidar de sí mismo, toma de
decisiones, delegar funciones y planificar el futuro, con el fin de recuperar la normalidad de la
vida durante el trascurso de la enfermedad y tras el fallecimiento del familiar. Es entonces
cuando el apoyo social se revela como el segundo factor que contribuirá a la preservación de la
salud física y mental del cuidador, protegiéndolo de las consecuentes exposiciones a
sentimientos de desamparo y de reclusión impuestos por el papel y que repercuten negativamente
en el proceso de rehabilitación del enfermo.
Es necesario entonces que el equipo de salud evalué la experiencia del binomio cuidador
familiar y paciente dependiente para comprender como el cuidador define su papel, si define la
experiencia como: no contando con apoyo y, consecuentemente, sintiéndose preso al papel, las
intervenciones deben ser dirigidas a buscar apoyo social, como estrategia de preservar la salud
del cuidador y el proceso de rehabilitación del enfermo.
Recapitulando, debemos de ver al cuidador familiar como un ser humano, que requiere
ser cuidado holísticamente, al demandar acompañamiento, apoyo y preparación para el manejo
de las distintas etapas de la enfermedad, tránsitos de su vida y anticipación de crisis, así como
detección de prácticas de auto-cuidado, que permitan de mantener la calidad de vida de la diada.
Al determinar el familiar que actúa como cuidador principal debemos entonces proceder a
evaluar la existencia o no del denominado “cansancio del cuidador principal” o la posibilidad de
padecerlo. Una vez confirmado ese diagnóstico, el personal de salud se plantea una serie de
objetivos para conseguir el bienestar del cuidador principal y del paciente que es, al fin y al cabo,
nuestro mayor interés.
Uno de los primeros aspectos que hemos observado y que nos han llamado la atención es
que, en muchas ocasiones, el cuidador principal también está enfermo y necesita tratamiento. Por
ejemplo, personas con EPOC que venían a acompañar a su cónyuge. Son personas que están
bastante desvalidas y que mejoran mucho anímicamente cuando alguien del equipo se interesa
por ellos, como bien hemos venido explicando.
A partir de aquí, se debe poner en marcha un protocolo de apoyo para el cuidador en el
que se establecen tanto actuaciones de carácter psicológico, como acciones destinadas a mejorar
en lo posible su calidad de vida, estas pueden ser el intentar conciliar las citas médicas y los
tratamientos de ambos para que no tengan que acudir tantas veces al centro de salud. Si lo que
tiene es una sobrecarga de trabajo y vemos que tiene un síndrome socio sanitario, que le puede
llevar a sufrir un cuadro de estrés o ansiedad por su papel como cuidador, nos ponemos en
contacto con los servicios sociales para que le presten ayuda, bien mediante un apoyo en casa o
mediante teleasistencia.
Para brindar cuidado satisfactorio, el cuidador requiere no solo seguridad, destreza y
habilidad técnica al realizar actividades, sino también una capacitación que le permita ejercer
tareas de cuidado y autocuidado que generen en él y su familiar confort y comodidad; (sesiones
informativas acerca de la enfermedad, recursos para el cuidado, aprendizaje de habilidades de
cuidado, además de grupos de apoyo en los que se proporcionaba soporte social y emocional).
Ningún cuidador posee un manual de instrucciones sobre cómo debe ser el cuidado, por lo que se
hacen necesario estructurar y realizar intervenciones individuales y grupales con: apoyo formal,
social, psicológico y educativo en grupos de ayuda mutua que promuevan asumir el cuidado con
apoyo, conocimiento, autonomía del binomio cuidador familiar-persona dependiente y está
específicamente relacionada a la libertad del cuidador de retomar el plan de vida.
La forma de afrontar el proceso y de asumir el rol, depende de múltiples factores: contar
con apoyos familiares y/o profesionales o haber recibido suficiente información y formación. e la
formación de los cuidadores principales, puede ser abordada desde la entrega de una guía, que
informe los principales riesgos que conlleva la dedicación al cuidado de personas con
enfermedad crónica discapacitante, así como el uso de estrategias educativas, enfocadas a
instrucciones relacionadas con los cuidados, programas de entrenamiento en habilidades
específicas y adquisición de conocimientos sobre qué es el cuidado, qué consecuencias tiene y
qué necesidades tienen los cuidadores.
En conclusión, Las intervenciones más eficaces para capacitar cuidadores, son aquellas
que combinan el aprendizaje de habilidades para “cuidarse mejor” con habilidades para “cuidar
mejor”, a la vez que se proporciona educación sobre la enfermedad y sobre cómo puede influir el
contexto físico y social sobre la dependencia del familiar.
Este tipo de actuaciones permiten que el bienestar de paciente y cuidador mejore porque
ambos se sienten bien asesorados por nosotros y su calidad de vida mejora en la medida de lo
posible porque queremos que sean pacientes felices, a la par que bien atendidos.
IMPORTANCIA DEL DESCANSO, HORAS DE SUEÑO Y SOLIDARIDAD DE LA
FAMILIA PARA EL PACIENTE ADULTO Y PARA EL CUIDADOR
El sueño y el descanso son necesidades básicas e imprescindibles de la persona por las
importantes funciones reparadoras que ejercen en el organismo, contribuyendo a la salud física y
psicológica del mismo.
El ser humano sano tiene la necesidad fisiológica de dormir, pues es imprescindible
recuperar la energía perdida en la realización de las actividades diarias, para poder mantener la
salud. Para las personas que padecen un proceso de enfermedad la necesidad descanso y sueño
aumenta, pues la situación patológica implica un gasto extra de energía.
Para entender un poco mejor, es importante conocer las fases del sueño. Tenemos el
sueño de movimientos oculares rápidos, o sueño REM (Rapid Eye Movement) y sueño no REM.
El sueño REM, también conocido como "sueño onírico", es la fase activa o paradójica del sueño,
en la que el cerebro permanece activo. El NREM, también llamado sueño de onda lenta está
dividido en cuatro etapas en las que este se va haciendo progresivamente más profundo. Las
etapas se presentan según un patrón o ciclo repetido de NREM seguido de REM, y cada uno de
ellos dura aproximadamente 90 minutos repitiéndose estos de 4 a 6 veces durante un período de
descanso de 7 a 8 horas, lo cual es condición indispensable para que el sueño pueda ser reparador
y restaure la energía. Si una persona se despierta en alguna fase de estos ciclos, el descanso se
interrumpe y cuando comienza a conciliar el sueño de nuevo tiene que hacerlo desde la primera
fase NREM. Además, cuantas más veces se despierte en la noche, tendrá más posibilidades de
que el descanso no sea reparador.

El simple hecho de tener la enfermedad, con las preocupaciones que conlleva, en muchas
ocasiones influye sobre el patrón descanso-sueño, alterándolo.
Además, gracias a los estudios hemos podido determinar que las alteraciones del sueño en
pacientes hospitalizados son bastante frecuentes, en muchas ocasiones debido al proceso
patológico que está viviendo la persona, pero en muchos otros casos no tiene nada que ver con su
enfermedad, sino que se le atribuye a los factores del medio como lo son la temperatura, el ruido,
la iluminación, la cama, falta de intimidad, hasta el uso de pijama puede molestar si
habitualmente en el domicilio habitual este no se utiliza, incluso otros factores influyen como lo
son las interrupciones del personal de enfermería, el compañero de habitación y el acompañante
o familiar.
Las alteraciones y la mala calidad del sueño afectan el desarrollo psicosocial y el
funcionamiento físico del paciente, por lo que van a interferir en la recuperación óptima del
paciente.
Por lo tanto, el personal de salud y los familiares deben reconocer la necesidad del
descanso de los pacientes, dado que la base de un estado óptimo de salud comienza por un buen
descanso. Y conseguir, con ello, minimizar los efectos negativos del ingreso hospitalario que ya
se mencionaron.
Podemos concluir que lo ideal para cubrir la necesidad diaria, es que se duerma de 7 a 8
horas diarias para encontrarse en óptimas condiciones físicas y mentales. Además, es importante
añadir a lo anterior, que los pacientes necesitan reposo, lo que implica tener calma, relajación sin
estrés emocional y estar libre de ansiedad, lo cual ayuda a disminuir los episodios de irritabilidad
y los problemas para la conciliación del sueño.
En relación al cuidador, es importante tener en cuenta que está asumiendo un
compromiso de cuidar al paciente adulto, pero también consigo mismo. Esto quiere decir que una
parte de su tiempo se dedican al cuidado del paciente, pero resaltando que no debe olvidarse de sí
mismo. Y es aquí donde entra el papel del resto de la familia, incluso amigos, y vecinos, donde
deben apoyar al cuidador, preocupándose de que mantengan una alimentación balanceada, que
tenga un cuidador de relevo para que pueda tener tiempo para sus necesidades básicas, higiene,
descanso y horas de sueño. Así mismo, el cuidador debe buscar el apoyo siempre que lo necesite.
Es importante que el cuidador se cuide para cuidar, sin olvidarse de sus propias
necesidades físicas, emocionales o afectivas y de su proyecto de vida personal y familiar.
ACOMPAÑAMIENTO AL BINOMIO CUIDADOR-PACIENTE PARA REFORZAR EL
CONOCIMIENTO Y PROPORCIONAR SU BIENESTAR
¿Soy un cuidador?
Si estás ayudando a tu cónyuge, familiar, amigo o vecino en algunas de sus actividades de
la vida diaria, entonces eres un cuidador. Los cuidadores son un elemento clave del sistema de
atención a largo plazo y brindan asistencia y apoyo a quienes necesitan una ayuda.
¿Qué hace un cuidador?
 Ayuda con la higiene y el cuidado personal
 Ayuda a organizar y coordinar los servicios relacionados con el cuidado
 Ayuda con la actividad social de la persona a la que cuida
 Ayuda a moverse dentro y fuera de casa
 Ayuda a tomar medicamentos y a usar dispositivos relacionados con el tratamiento
 Ayuda con las actividades del hogar
¿Qué tipo de cuidados necesita la persona a la que cuida?
Cada persona es diferente, y está rodeada de sus propias circunstancias y con una
disponibilidad de recursos muy diferentes en cada caso. No son las mismas las necesidades de
una persona que dependa de medidas de soporte vital, y donde el cuidador “tiene que
convertirse” en un experto en el manejo de aparatos, que las necesidades de una persona que, a
pesar de su limitación, tenga cierta independencia.
La mejor planificación de los cuidados se basa en un conocimiento adecuado de las
necesidades reales de la persona a la que cuida, y de la optimización de los recursos disponibles
para atender esas necesidades. En ocasiones, por un sentimiento de responsabilidad excesiva por
parte del cuidador o por dificultad para solicitar ayuda, se generan planes de cuidados no
realistas que suponen no solo un riesgo para unos cuidados óptimos, sino que además, suponen
uno de los principales factores de riesgo del “agotamiento” del cuidador.
Es importante recordar que ninguna persona puede atender a otra persona las 24 horas del
día, los 7 días de la semana. Mientras que, en algunos casos, se hace necesaria la participación de
terceras personas que proporcionen cuidados y den respiro al cuidador principal, en otras
ocasiones, las estrategias de autocuidado son el mejor factor de protección ante la sobrecarga que
implican los cuidados continuos.
Habilidades facilitadoras al cuidador
La comunicación es esencial
Una comunicación adecuada entre el cuidador y paciente ayuda a reducir el sufrimiento de
las familias y contribuye claramente a su bienestar global, ya que la comunicación juega un papel
fundamental en la calidad de vida de los pacientes y familiares. Para desarrollar unas habilidades
de comunicación adecuadas, se debe practicar lo siguiente:
• Escuchar activamente
• Evitar intervenciones paternalistas y/o autoritarias, como: “tienes que”, “anímate”,
“no te preocupes”, “no llores”, “has esto”
• Empatizar
• Evaluar el grado de información que se le debe dar al paciente
Hay que tener en cuenta que la comunicación es una herramienta terapéutica esencial que da
acceso al estado de autonomía, al consentimiento informado, a la confianza mutua, a la
información y a la seguridad que el paciente necesita. También permite la coordinación efectiva
entre el equipo terapéutico, el paciente y la familia.
Se recomienda realizar preguntas abiertas del como:
• ¿Cómo te encuentras?
• Utilizar un diálogo empático y reconocer la emoción del paciente
• Preguntar sin dar nada por supuesto
• Escuchar antes de hablar
• Respetar mecanismos de negación o no querer hablar de un tema
• No insistir en que se anime constantemente
• Facilitar la expresión emocional
• Poner límites
¿Cómo mejorar la relación cuidador-paciente?
1- La dignidad y el respeto deben ser recíprocos y la empatía por parte del cuidador,
primordial.
2- El cuidador debe pedir ayuda a otras personas y buscar apoyo en los profesionales,
familiares y amigos.
3- El cuidador debe ser capaz de sobrellevar los cambios de humor de la persona
dependiente, darle lo que necesita para que se sienta a gusto, seguro, entretenido,
activo y cómodo. A su vez, también debe tener la fuerza y determinación necesaria
para poner límites, en caso de ser necesario.
4- El cuidador debe intentar ser realista pero positivo con el paciente.
5- El cuidador debe mantener facetas de su propia vida que no incluyan a la persona que
cuida, tal como lo haría si este estuviera sano
6- Cuando el cuidado recae sobre varios miembros de la familia, es importante una
comunicación fluida y que involucre, desde el punto de vista instrumental, emocional
y económico, a todos los responsables de los cuidados
7- Incentivar al paciente a que haga todo lo que pueda por sí mismo, para que este se
sienta los más independiente posible
8- Fomentar que el paciente tenga el mayor número de responsabilidades posibles dentro
de sus posibilidades.
9- Ser paciente y mantener la calma
RELACIÓN ENTRE EL CUIDADOR - PERSONAL DE SALUD - PACIENTE
Cuando el cuidador acompaña al paciente a la visita médica se establece una relación
triangular (médico-paciente-cuidador), que debe centrarse en el paciente.
Las intervenciones tienen que basarse en un enfoque centrado en el paciente, en el que el
personal de salud valore y comprenda las preocupaciones del cuidador principal sus creencias y
sus valores y respete conjuntamente con su familia la decisión y /o elección del paciente.
Siempre que se elabore un objetivo con el paciente, la familia tiene que aceptarlo y el
personal de salud ha de:

1. No excluir al paciente de la conversación, aunque tenga dificultades de comprensión


y/o expresión.
2. Darle tiempo para que pueda contestar las preguntas del médico y expresar sus
necesidades.
3. Dar apoyo al cuidador principal para que no se sienta culpable.
4. Enviar mensajes que animen a los cuidadores.
5. Enseñar estrategias en las actividades de la vida diaria, para que puedan sentirse más
cerca.
6. Dar la información en sentido positivo.
7. Utilizar un lenguaje adaptado, evitando el uso de jerga profesional para que el
cuidador entienda y el paciente también.
8. Escuchar activamente tanto al paciente como al cuidador.
9. Valorar y tratar de comprender las necesidades del cuidador principal y validar sus
emociones.
10. Procurar tener estrategias para escucharle y formular preguntas que le puedan ayudar
a comprender al paciente como persona
11. El cuidador o cuidadora debe transmitir mayor seguridad y confianza en lo que hace
para que este se sienta a gusto, cuidado y protegido. Para que esto sea posible es
necesario que el cuidador cuente con formación profesional y experiencia laboral
demostrable que le dé el personal de salud.
12. Es muy importante que el cuidador establezca una relación con la persona
dependiente basada en la confianza y el respeto mutuo. De esta forma podrán
construir una relación sólida que será beneficiosa para ambos, especialmente para el
usuario a cuidar.
13. Es muy importante que el personal de salud le muestre confianza al cuidador para que
este establezca una relación con la persona dependiente basada en la confianza y el
respeto mutuo. De esta forma podrán construir una relación sólida que será
beneficiosa para ambos, especialmente para el usuario a cuidar.
14. El personal de salud debe ser el Apoyo del cuidador para que este pueda convertirse
en el pilar principal de ayudar durante el día a día para la persona que requieren de
sus servicios de cuidados.
15. El médico debería reconocer el valor de los familiares cuidadores como fuente de
continuidad considerando las historia médica y psicosocial del paciente y facilitar la transición
intelectual y emocional en la etapa final de una enfermedad crónica grave.
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