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Louisa Reynolds
“Queremos ver cómo hacemos para contar con las condiciones que nos permitan
atraer las inversiones a Guatemala y que no se vayan, como ya está sucediendo, a
otros países como Haití, Nicaragua, El Salvador y Honduras”, asegura la
Viceministra de Competitividad, Claudia del Águila.
Sus palabras hacen eco al temor que expresaba Patricia Figueroa, directora
ejecutiva de la Cámara de Industria Textil, Confección y Zonas Francas
(CAMTEX) de El Salvador, en agosto de 2011, quien aseguraba que urgía que el
gobierno de su país adoptara una legislación más competitiva que la de los países
vecinos, hacia los cuales estaban corriendo las inversiones .
Cinco meses antes, Daniel Facussé, presidente de la Asociación Hondureña de
Maquiladores (AHM) hacía una advertencia similar: “Nicaragua tiene el salario
más bajo en Centroamérica, es la mitad del salario de Honduras; las maquilas
hondureñas pagan el salario más alto en toda la región. Dieciséis empresas que se
han ido de Honduras hacia Nicaragua y sabemos que la última se fue hace dos
meses después del último incremento al salario mínimo”.
“Las inversiones se irán si no mejoramos la competitividad” pareciera ser el
cuco que les quita el sueño a empresarios y gobiernos en toda la región. El
reciente caso de la maquila surcoreana Sae A Trading, que decidió salir de
Guatemala e instalarse en el nuevo Parque Industrial Caracol, en el noreste de
Haití, pareciera reavivar estos temores.
Construida con un capital de US$224 millones provenientes del Departamento de
Estado norteamericano y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Caracol
es una zona franca que promete contribuir a la reconstrucción Haití, donde un
terremoto de 7,0 grados de magnitud, ocurrido en enero de 2010, sumió al país –
de por sí el más pobre del hemisferio occidental– en la miseria.
Los empresarios haitianos aseguran que Caracol se convertirá en un hub (un
centro) de manufactura generará 20 mil empleos, fortalecerá la región y
contribuirá a la descentralización de Haití; algunos incluso hablan con nostalgia
del régimen de François Duvalier (1957-86), período durante el cual se impulsó
la maquila en ese país, el cual aspiraba a convertirse en “el Taiwán del Caribe”.
Así como Guatemala y el resto de Centroamérica, al recibir a las maquilas
coreanas que en su país habían llenado la cuota de la Organización Mundial del
Comercio, despegarían como los tigres asiáticos. Lo que estos discursos no
mencionan, señala un reportaje publicado por The New York Times el 5 de julio,
es el hecho de que Sae A Trading, empresa que confecciona prendas de vestir
para marcas estadounidenses como Walmart y Gap, y facturó US$1.1 millardos
en 2011, fue señalada en Guatemala de violar el derecho a la organización
sindical de sus trabajadores.
La Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones
Industriales (A.F.L –C.I.O, por sus siglas en inglés), la cual ha apoyado las
demandas de los trabajadores guatemaltecos de Sae A Trading, acusan a la
maquila de proferir amenazas de muerte contra los trabajadores que deseaban
sindicalizarse, ofrecerles coimas e incluso de participar en la violación de una
operaria. Tras una larga disputa con los trabajadores guatemaltecos, Haití le
brindó a la empresa la oportunidad de empezar desde cero en un país donde el
salario mínimo diario es de US$3.75 (aumentará a US$5 a partir de octubre). En
Guatemala, el salario mínimo diario es de Q68 (US$8.7).
Entonces, ¿qué se debe inferir cuando la Viceministra Del Águila habla de
impedir que las maquilas abandonen a Guatemala por Haití? ¿Reducir
nuevamente los salarios del sector maquila por debajo del salario mínimo no
agrícola? ¿Hacerse de la vista gorda cuando una maquila viola los derechos
laborales? “Eso le corresponde al Ministerio de Trabajo, no es competencia
nuestra”, fue la respuesta que dio Del Águila cuando se le preguntó acerca del
caso de Sae-A Trading.
Para Ricardo Barrientos, analista del Instituto Centroamericano de Estudios
Fiscales (ICEFI), casos como el de Sae-A Trading, son ejemplos de un modelo
de una “competitividad espuria”. “Bajar los impuestos y los salarios ha sido el
pinche y mediocre paradigma para ser competitivo. El peor caso que he visto fue
con el terremoto de Haití. ¿Qué hacen en Haití? Las maquilas bajan los salarios.
¿Cuál es la propuesta de Guatemala y Honduras? Tenemos que bajar los
salarios”, afirma el economista, que fue viceministro de Transparencia en el
Ministerio de Finanzas durante la anterior administración.
Nuevos tiempos, viejos paradigmas
Conceder incentivos fiscales con el propósito de estimular industrias o sectores
particulares, no es algo nuevo, sino que se remonta a los años 60, cuando se
produjo en el istmo una “guerra de incentivos” para impulsar las industrias
nacientes dirigidas a sustituir las importaciones extranjeras, asegura el estudio
“Incentivos fiscales y su relación con la inversión extranjera en Guatemala y
Nicaragua”, del ICEFI. Fue en este contexto que se aprobó en Guatemala, en
1973, la ley que dio vida a la Zona Libre de Industria y Comercio (ZOLIC), en el
Puerto de Santo Tomás de Castilla.
En la década de los 90, estas políticas cobraron un auge mayor en la región
cuando se crearon incentivos tributarios indirectos y las moratorias fiscales
(exenciones del pago de impuestos por un período determinado, el incentivo
fiscal utilizado con mayor frecuencia en los países en desarrollo). En 1989 se
aprobó la Ley de Zonas Francas, y la Ley de Fomento y Desarrollo a la Actividad
Exportadora y de Maquila (Decreto 29-89), que siguen vigentes hasta hoy.
Carlos Sacalxot, presidente de la Asociación de Aduanas de Guatemala (AAG),
explica que las zonas francas se crearon con el objetivo de atraer capital nacional
o extranjero, descentralizar la actividad industrial, aprovechar la ubicación
geográfica del país, generar empleo y reducir la pobreza; objetivos similares a los
que formulan los empresarios que impulsan la creación de Caracol en Haití.
Las zonas francas son áreas geográficas donde se importan materias primas e
insumos sin pagar impuestos arancelarios y se reexportan productos nuevos y
finales. Se dividen en dos partes:
1) La entidad administradora: empresas privadas dedicadas al arrendamiento
de espacios, que no están autorizadas para importar materias primas y
únicamente pueden importar los insumos necesarios para construir los edificios
donde se ubicarán los inquilinos o “usuarios” sin pagar el Impuesto al Valor
Agregado (IVA). También se les exonera el pago del Impuesto Sobre la Renta
(ISR) durante 12 años y el Impuesto Único Sobre Bienes Inmuebles (IUSI)
durante cinco años.
2) Los usuarios: empresas autorizadas por el Ministerio de Economía
(MINECO) para instalarse dentro de la zona franca. Hay usuarios industriales (no
afectos a los impuestos de importación y exentos del pago de ISR durante 12
años), comerciales (no afectos a los impuestos de importación y exentos del pago
de ISR durante cinco años) y de servicios (no afecto a los impuestos de
importación y exentos del pago de ISR durante 12 años).
El MINECO actualmente reporta la existencia de 18 zonas francas en Guatemala:
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