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De acuerdo con una visión muy generalizada, el obrar humano se define solo por
referencia a sus intenciones. Esto quiere decir que sólo se puede considerar
acción si existe la intención de obrar así, ya que de lo contrario sería una mera
respuesta reactiva. Sin embargo, la mayoría de los actos no presentan esa
característica. Muchos filósofos y sociólogos se han esforzado en entender la
naturaliza de la actividad intencional. Para la teoría de la estructuración el interés
no se encuentra en la intención de la acción, sino en las consecuencias no
buscadas de la acción. Giddens considera que una definición más precisa de
obrar es aquella que no resalte las intenciones sino su capacidad de hacer las
cosas (lo que implica poder). Se define obrar como los sucesos de los que un
individuo es el autor y los cuales no habrían tenido lugar si el agente no hubiera
intervenido. También está el caso de ‘hacer algo sin intención’, que es perseguir
un objetivo específico y en el camino hacer que ocurran otras cosas
independientemente de que el objetivo inicial se haya cumplido. Es necesario,
pues, distinguir entre lo que el agente hace y lo que es buscado.