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Curso fundamentación de la Fe Cristiana

Apologética básica.
Ministerio Apologética, Fe y Razón
Prefacio

1-Qué es la apologética cristiana y porque es importante.

Desde luego la apologética no es el evangelio, pero puede preparar el terreno para la


predicación del mismo. La apologética como defensa de la fe cristiana constituye una suerte
de disciplina pre-evangelizadora capaz de alisar el camino hacia la creencia en Jesús como
Hijo de Dios y Salvador del mundo. Muchos creyentes se sienten inseguros cuando están en
presencia de personas escépticas. Solamente están a gusto entre cristianos que profesan su
misma fe y valores. Esto se debe, en parte, a su poca preparación doctrinal o teológica.
Tienen fe, pero no saben dar razones de la misma porque carecen de argumentos lógicos y
de la capacidad de expresarlos claramente. Esta deficiencia es la que viene a suplir la
apologética.

En las sociedades modernas abundan los mitos y las suposiciones falsas acerca de la Biblia y
el cristianismo. Algunos creen que Jesús nunca existió. Otros piensan que la idea de Dios es
irracional y que los milagros no pueden darse en un universo sometido a leyes
inquebrantables como las de la física y la química. Los hay también que opinan que no
existen evidencias en favor de la resurrección de Jesús; que la Biblia no es fiable puesto que
supuestamente fue escrita cientos de años después de que muriera el Maestro; que los
libros apócrifos (no incluidos en el canon bíblico) tienen la misma relevancia que los demás;
que todas las religiones, en el fondo, vienen a decir lo mismo; que el cristianismo no es
racional y, en fin, que si Dios existiera no habría maldad en el mundo. Pues bien, la
apologética ofrece respuestas coherentes a todas estas creencias erróneas.

La palabra griega apología, de donde proviene apologética, aparece unas 17 veces en el


Nuevo Testamento, tanto en forma de sustantivo como de verbo, y siempre suele traducirse
como defensa de la fe cristiana. Aunque en la Biblia no hay una teoría concreta sobre la
apología, esta idea de defender razonadamente la fe resulta evidente en pasajes como Fil.
1:7,16 y 1P. 3:15. Ya en el siglo II, a los seguidores de Cristo que argumentaban a favor de
su fe se les empezó a llamar apologistas, debido sobre todo a los títulos que ponían a sus
escritos2. Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XVIII que la apologética empezó a
considerarse como una disciplina teológica diferenciada. En la actualidad, los apologistas
cristianos tratan temas muy diversos relacionados con el cristianismo, no solo de carácter
teológico o religioso sino también culturales, filosóficos, éticos, históricos y científicos.

Es evidente que la fe cristiana, como todo aquello que pertenece al ámbito del espíritu, no
puede ser probada mediante la razón positiva o la ciencia experimental. Sin embargo, esto
no significa que tales realidades trascendentes sean contrarias a la razón humana. El
cristianismo puede ser comparado con las demás religiones y sometido a un escrutinio
racional o intelectual. Profesar la fe cristiana no es algo que dependa inevitablemente del
lugar de nacimiento, la educación recibida, la tradición cultural o los sentimientos de cada
cual. Ciertamente, buena parte de la religiosidad popular, con todo su folklore y
manifestaciones culturales, puede depender de tales cosas. Sin embargo, el cristianismo de
Cristo es algo diferente porque interpela a cada persona y la invita a tomar una decisión
reflexiva individual. No importa la procedencia geográfica, étnica, cultural, sentimental, etc.,
la decisión de hacerse o no cristiano depende, por supuesto, de lo emotivo, pero sobre todo
de la capacidad racional de cada ser humano. La fe que caracteriza la verdadera profesión
cristiana es siempre el producto de la investigación personal, así como de la voluntad de
creer y de la razón. Únicamente se llega a confiar en algo cuando existen auténticas razones
para hacerlo.

De manera que la apologética cristiana ofrece evidencias y argumentos a favor del


cristianismo y, a la vez, procura responder a todas aquellas objeciones contra la fe,
formuladas desde el increencia, poniendo de manifiesto la falacia racional que subyace
detrás de muchas ideas ateas.

Algunos teólogos protestantes, como el suizo Karl Barth (1886-1968) entre otros,
manifestaron cierta hostilidad hacia la apologética, asegurando que esta no sería el negocio
propio del teólogo. Él creía que intentar hacer atractivo el mensaje cristiano al mundo
resulta peligroso porque el apologeta lleva siempre las de perder3. El creyente que sale
buscando al enemigo no creyente, pero “portando una bandera blanca” e intentando
mediar con justicia entre la creencia y la incredulidad, desde una posición éticamente más
elevada, está condenado al fracaso y, por tanto, a que el cristianismo salga perjudicado.
¿Cómo llegó a esta conclusión? Quizás porque se centró sobre todo en los sentimientos y
reacciones típicamente humanas que despierta toda defensa ideológica.

Es verdad que, en ocasiones, al ser cuestionados sobre asuntos teológicos, los creyentes
suelen percibir al interlocutor como una amenaza para la seguridad de las propias creencias.
Casi de forma refleja, se tiende a contraatacar no solo las ideas sino también a la persona
que las defiende. Y esta actitud, que evidentemente no es cristiana, puede llegar a parecerse
mucho a la conocida lógica bélica de suponer que la mejor defensa es un buen ataque. Así
nacieron todas las guerras de religión y las inquisiciones de quienes pretendían erradicar las
herejías, o los errores doctrinales, quemando a los disidentes religiosos en el supuesto fuego
justiciero de tantas hogueras, a lo largo de la historia. Ahora bien, ¿debe la defensa de la fe
provocar persecución, ataques, descalificación personal de los oponentes o auténticas
peleas dialécticas? ¿Era esta la voluntad del Señor Jesucristo? ¿Acaso no habló, más bien,
de la necesidad cristiana de “poner la otra mejilla”?

Karl Barth argumentaba que la mejor apologética cristiana es simplemente una declaración
transparente de la fe porque cuando se comparte clara y eficazmente la pureza del
Evangelio, ocurren cosas en los corazones de las personas. Al manifestarse verdaderamente
el Espíritu de Dios, las personas se dan cuenta de ello y reaccionan al respecto. La defensa
de la esperanza cristiana no debe amedrentarnos, ni provocarnos temor, ni turbar nuestro
ánimo, porque es una empresa del Señor. Esto significa que debemos llevarla a cabo
santificando a Dios en nuestros corazones. Y santificar a Dios pasa también por respetar al
ser humano.
Otros teólogos protestantes de la misma época, como Emil Brunner (1889-1966), no
opinaban lo mismo que Barth con respeto a la relevancia de la apologética. Según Brunner,
la tarea principal de dicha disciplina no era racionalizar la fe sino poner de manifiesto la
falsedad de la comprensión que la razón tiene de sí misma. Así pues, la apologética sería
siempre necesaria ya que defiende la fe cristiana de las interpretaciones erróneas que
genera el uso pecaminoso de la razón humana4.

El Señor Jesús dijo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien
a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen (Mt. 5:44). La
apologética que no se hace con mansedumbre, con reverencia y respeto hacia nuestro
interlocutor, no es apologética cristiana. Como escribió el apóstol Pedro (1 P. 3:14-15): Por
tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor
en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros. Es evidente que la razón no podrá jamás sustituir a la fe. El misterio de lo milagroso
siempre seguirá siendo un misterio para la razón humana. No obstante, la fe cristiana se
fundamenta en evidencias lógicas y asequibles a la mente del hombre. La apologética se
ocupa precisamente de estas últimas.

Los grandes apologistas del Nuevo Testamento

No cabe la menor duda de que el mejor apologista del N.T. fue el Señor Jesucristo, quien
supo defender su identidad y responder con sabiduría a las insinuaciones negativas de sus
opositores hebreos. El evangelista Juan recoge algunas de estas conversaciones
apologéticas. Por ejemplo, a los judíos que procuraban matarle, Jesús les dijo: Vosotros
hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de
fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo:

Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amareis; porque yo de Dios he salido, y he


venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi
lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y
los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo
habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis
(Jn. 8: 41-45).

Jesús defiende aquí su identidad como Hijo de Dios ante las insinuaciones malévolas de los
judíos que creían que su nacimiento había sido ilegítimo. Su argumento apela a la conciencia
humana: “¡Las acusaciones que lanzáis contra mí carecen de base, y vosotros lo sabéis; si no
sois capaces de reconocer mis palabras es porque sois extraños a Dios!”.

Más tarde, cuando el sumo sacerdote judío Anás le interroga, Jesús responde:

¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí,
ellos saben lo que yo he dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que
estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le
respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?
Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote (Jn. 18:21-24).

Jesús presentó defensa ante sus opositores con una extraordinaria mansedumbre.
El apóstol Pablo, después del Señor Jesús, es el apologista cristiano por excelencia. A los
cristianos de Corinto, les describe su ministerio con estas palabras:

Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Co. 10: 3-5).

Pablo practicó una apologética externa con los escépticos de la fe cristiana y otra
apologética interna contra las falsas doctrinas generadas en el seno de la Iglesia. A los
filósofos griegos epicúreos, que no creían en Dios y pensaban que el mundo se había
formado por una agrupación casual de átomos, les habló de la milagrosa resurrección de
Jesucristo.

El evangelista Lucas escribe en el libro de los Hechos de los Apóstoles:

Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él (Pablo); y unos decían:
¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses;
porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección (Hch. 17:18).

Los filósofos estoicos estaban también presentes en el discurso apologético que Pablo dio
en la colina de Marte (Areópago) (Hch. 17:16-34). Estos creían que Dios era la “Razón
universal” y les daban una interpretación simbólica a las mitologías tradicionales. Por eso
Pablo usó algunas de sus creencias y su simbología, como el altar “AL DIOS NO CONOCIDO”,
para ofrecerles un contenido cristiano. El apóstol de los gentiles se enfrentó también a los
errores doctrinales de los cristianos judaizantes, así como a los de los cristianos helenistas.
Más adelante veremos cómo denunció asimismo el gnosticismo.

El apóstol Pedro, aunque no tuvo acceso a una educación tan selecta como Pablo, fue
también un buen apologista. Él escribió precisamente estas palabras que ya han sido citadas:
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar
defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros (1 P. 3:15). Los cristianos tenemos que saber lo que creemos y por qué
lo creemos. Debemos defender nuestra fe con cortesía y no por medio de ninguna
beligerancia arrogante.

El apóstol Judas practicó también la apologética. En su epístola dice:

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me
ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha
sido una vez dada a los santos (Jud. 1:3).

¿Ante quién había que contender ardientemente por la fe? El v. 4 nos lo aclara:

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido
destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia
de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Jud. 1:4).

Se refiere a ciertos miembros de la iglesia que apelaban a la gracia infinita de Dios para
continuar pecando y llevando vidas licenciosas o de relajación moral, creyendo así que
seguían siendo salvos. Sin embargo, Judas les dice que, aunque los cristianos no están bajo
la Ley dada a Moisés, sí son llamados a cumplir la ley del amor. Tal como también Pablo
escribió:

Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y


cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Ro.
13:9-10).

Esta manera libertina y equivocada de pensar de algunos miembros de la iglesia primitiva


(conocida como antinomismo) generalmente se asocia al gnosticismo y, en la actualidad,
sigue presente todavía en movimientos como la Nueva Era.

Otro gran apologista del Nuevo Testamento fue el judío Apolos:

Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente,
poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de
espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque
solamente conocía el bautismo de Juan (Hch. 18:24-25).

En el versículo 28 puede leerse:

Porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las
Escrituras que Jesús era el Cristo.

Sin duda, Apolos era un judío helenista, es decir, un hombre abierto a las corrientes
culturales del mundo grecorromano y que, precisamente por eso, tenía interés en ir a Grecia
a extender el conocimiento del Evangelio.

¿Por qué es importante la apologética?

Algunas personas desprecian la importancia de la apologética como una disciplina teórica.


“Nadie viene a Cristo a través de argumentos”, te dirán. “La gente no está interesada en lo
que es verdad, sino en lo que funciona para ellos. No quieren respuestas intelectuales;
quieren ver el cristianismo vivido”. Creo que la actitud expresada en estas declaraciones es
tan miope como errónea. Permítanme explicar tres roles vitales que la disciplina de la
apologética juega hoy en día.

Moldea la cultura.

Los cristianos deben ver más allá de su contacto evangelístico inmediato para comprender
una visión más amplia del pensamiento y la cultura occidentales. En general, la cultura
occidental es profundamente postcristiana. Es el producto de la Ilustración, que introdujo
en la cultura europea la levadura del secularismo que hasta ahora ha impregnado a toda la
sociedad occidental. El sello distintivo de la Ilustración era el “pensamiento libre”, es decir,
la búsqueda del conocimiento por medio de la razón humana sin restricciones. Aunque de
ninguna manera es inevitable que tal búsqueda conduzca a conclusiones no cristianas y
aunque la mayoría de los pensadores de la Ilustración originales fueron teístas, el impacto
abrumador de la mentalidad de la Ilustración es que los intelectuales occidentales no
consideran que el conocimiento teológico sea posible. La teología no es una fuente de
conocimiento genuino y, por lo tanto, no es una ciencia (en alemán, una Wissenschaft). La
razón y la religión están en desacuerdo entre sí. Las liberaciones de las ciencias físicas solas
se toman como guías autoritativas para nuestra comprensión del mundo, y la suposición
confiada es que la imagen del mundo que emerge de las ciencias genuinas es una imagen
totalmente naturalista. La persona que sigue la búsqueda inflexible de la razón hacia su fin
será atea o, en el mejor de los casos, agnóstica.

¿Por qué son importantes estas consideraciones de la cultura? Son importantes


simplemente porque el evangelio nunca se escucha de forma aislada. Siempre se escucha
en el contexto del medio cultural en el que uno vive. Una persona criada en un medio
cultural en el que el cristianismo todavía se ve como una opción intelectualmente viable
mostrará una apertura al evangelio, apertura que una persona secularizada no tendrá. Para
la persona secular es igual decirle que crea en hadas o duendes como en Jesucristo. O, para
dar una ilustración más realista, es como si un devoto del movimiento Hare Krishna nos
contactara en la calle y nos invitara a creer en Krishna. Tal invitación nos parece extraña,
monstruosa e incluso divertida. Pero para una persona en las calles de Delhi, tal invitación
sería, supongo, bastante razonable y sería motivo de reflexión. Me temo que los evangélicos
parecen casi tan extraños para las personas en las calles de Bonn, Estocolmo o París como
los devotos de Krishna.

En su artículo “Cristianismo y Cultura”, en vísperas de la Controversia Fundamentalista, el


gran teólogo de Princeton J. Gresham Machen advirtió solemnemente:

Las ideas falsas son los mayores obstáculos para la recepción del Evangelio. Podemos
predicar con todo el fervor de un reformador y aun así tener éxito solo en ganar un rezagado
aquí y allá, si permitimos que todo el pensamiento colectivo de la nación sea controlado por
ideas que evitan que el cristianismo sea considerado como algo más que un delirio
inofensivo.

La apologética es, por lo tanto, vital para fomentar un medio cultural en el que el evangelio
se pueda escuchar como una opción viable para las personas pensantes. En la mayoría de
los casos, no habrá argumentos o pruebas que lleven a un buscador a la fe en Cristo –esa es
la verdad a medias que ven los detractores de la apologética–, pero será la apologética la
que, haciendo del evangelio una opción creíble para buscadores, les da, por así decirlo, el
permiso intelectual para creer. Por lo tanto, es de vital importancia que preservemos un
medio cultural en el que el evangelio se escuche como una opción de vida para las personas
pensantes, y la apologética estará en el centro del debate para ayudar a lograr ese resultado.

Fortalece a los creyentes.

La apologética no solo es vital para dar forma a nuestra cultura, sino que también juega un
papel vital en la vida de las personas individuales. Una de esas funciones será fortalecer a
los creyentes. La adoración cristiana contemporánea tiende a enfocarse en fomentar la
intimidad emocional con Dios. Si bien esto es algo bueno, las emociones llevarán a una
persona solo hasta un momento, y luego va a necesitar algo más sustancial. La apologética
puede ayudar a proporcionar algo de esa sustancia.

Muchos cristianos no comparten su fe con los incrédulos simplemente por miedo. Temen
que los no cristianos les hagan una pregunta o planteen una objeción que no puedan
responder. Y entonces eligen permanecer en silencio y esconder su luz debajo de un bushel,
en desobediencia al mandato de Cristo. La capacitación apologética es un tremendo impulso
para la evangelización, ya que nada inspira más confianza y audacia que saber que uno tiene
buenas razones para lo que uno cree y buenas respuestas a las preguntas y objeciones
típicas que el incrédulo puede plantear. Un buen entrenamiento en apologética es una de
las claves del evangelismo. De esta y muchas otras maneras, la apologética ayuda a edificar
el cuerpo de Cristo al fortalecer a los creyentes individuales.

Evangeliza a los incrédulos.

Francamente, no puedo evitar sospechar que aquellos que consideran la apologética como
inútil en el evangelismo simplemente no hacen suficiente evangelismo. Sospecho que en
algún momento trataron de usar argumentos apologéticos y descubrieron que el incrédulo
seguía sin estar convencido. Luego sacan una conclusión general de que la apologética es
ineficaz en el evangelismo.

Ahora, hasta cierto punto, esas personas son solo víctimas de falsas expectativas. Cuando
usted reflexiona que solo una minoría de personas que escuchan el evangelio lo aceptará y
que solo una minoría de aquellos que lo aceptan lo hacen por razones intelectuales, no
debería sorprendernos que el número de personas con quienes la apologética es efectiva
sea relativamente pequeña. Por la naturaleza misma del caso, debemos esperar que la
mayoría de los incrédulos no estén convencidos por nuestros argumentos apologéticos, así
como la mayoría permanece inmóvil por la predicación de la cruz.

Bueno, entonces, ¿para qué molestarse con esa minoría de una minoría con la que la
apologética es efectiva? Primero, porque cada persona es preciosa para Dios, una persona
por la cual Cristo murió. Al igual que un misionero llamado para llegar a algún grupo de
personas ocultas de la civilización, el apologeta cristiano tiene la carga de llegar a esa
minoría de personas que responderán a argumentos y pruebas racionales.

Pero, y aquí el caso difiere significativamente del caso del grupo de personas ocultas, este
grupo de personas, aunque es relativamente pequeño, tiene una gran influencia. Una de
estas personas, por ejemplo, fue C. S. Lewis. ¡Piensa en el impacto que sigue teniendo la
conversión de un hombre! Encuentro que las personas que más resuenan con mi trabajo de
apologética tienden a ser ingenieros, personas en medicina y abogados. Estas personas se
encuentran entre las más influyentes de las que moldean nuestra cultura hoy en día.
Entonces, llegar a esta minoría de personas producirá una gran cosecha para el reino de
Dios.

En cualquier caso, la conclusión general de que la apologética es ineficaz en el evangelismo


es apresurada. Lee Strobel me comentó recientemente que ha perdido la cuenta del número
de personas que han venido a Cristo a través de sus libros El Caso de Cristo y El Caso de la
Fe. Oradores como Josh McDowell, Antonio Cruz y otros más han llevado a miles a Cristo a
través de la evangelización orientada apologéticamente. Tampoco, si puedo hablar
personalmente, ha sido mi experiencia que la apologética sea ineficaz en el evangelismo.
Continuamente estamos encantados de ver a las personas entregando sus vidas a Cristo a
través de presentaciones del evangelio orientadas apologéticamente. Después de una
charla sobre los argumentos a favor de la existencia de Dios o la evidencia de la resurrección
de Jesús o una defensa del particularismo cristiano, a veces concluyo con una oración de
compromiso para entregar la vida a Cristo, y las tarjetas de comentarios indican que los
estudiantes se han registrado a tal compromiso ¡Incluso he visto a estudiantes venir a Cristo
solo por escuchar una defensa del argumento cosmológico kalām!

2-Metodos Apologéticos

Existen distintos de tipos de metodología para fundamentar la fe cristiana. En esta sesión


abordaremos los más destacados.

Apologética Clásica

La apologética clásica ha sido conocida como el método de dos pasos. El primer paso, es
demostrar la existencia de Dios mediante las pruebas teístas tradicionales (los diversos
argumentos cosmológicos, los argumentos del diseño, los ontológicos, etc.).

Este método se apoya en la posibilidad de la teología natural —la habilidad que tiene el
razonamiento para demostrar la existencia de Dios. Este primer paso no demuestra que el
cristianismo sea cierto, sino el monoteísmo.

El Segundo paso es demostrar la veracidad del cristianismo al presentar, por ejemplo, (aunque
no necesariamente de esta manera exacta), que los milagros son posibles, la Biblia es confiable,
Jesús afirmó y demostró que Él era Dios, etc. Se conoce como el método “clásico” porque ha
sido el método clásico y tradicional utilizado a través de los tiempos. Entre algunos defensores
se encuentran Agustín, Anselmo, Tomás de Aquino, William Paley, integrantes de la Universidad
de Princeton tales como B. B. Warfield, Norman Geisler y R. C. Sproul (entre muchos otros).
Algunos libros clásicos de apologética son: “Christian Apologetics” (La Apologética Cristiana) de
Norman Geisler y No tengo suficiente fe para ser ateo de Frank Turek y Norman Geisler.

Apologética Evidencial

Los apologistas evidénciales van directamente a las evidencias para demostrar que el
cristianismo es verdadero a partir de campos como la historia y la arqueología. Para ellos, esto
evita los argumentos y las objeciones filosóficas difíciles. La gente, comúnmente, es más
propensa a entender la historia y cosas por el estilo. La idea es; si podemos demostrar que la
Biblia es confiable y que Jesús fue resucitado de entre los muertos, entonces una persona
razonable se convencerá de que el cristianismo es verdadero. Eso incluiría la existencia de Dios.

Entre los defensores de esta perspectiva se encuentran Joseph Butler, Josh McDowell, Gary
Habermas y Michael Licona, entre otros. Algunas de las obras de la apologética evidencial
son The Case for the Resurrection of Jesus (La defensa de la resurrección de Jesús) de Gary
Habermas y Michael Licona, y Nueva Evidencia que demanda un veredicto de Josh McDowell.

Apologética Presuposicional

La apologética presuposicional, sus seguidores rechazan la idea de que podemos razonar en


cuanto a la existencia de Dios. Los apologistas presuposicionalistas argumentan que debemos
presuponer la verdad del cristianismo y demostrar que todas las demás cosmovisiones (y
religiones) son falsas.
Los presuposicionalistas llegan al punto de concluir que uno no puede razonar del todo (ni dar
cuenta de su capacidad para razonar) sin que el cristianismo sea verdadero desde un inicio. Ellos
afirman que debemos argumentar de manera trascendental, al demostrar que la racionalidad
que en sí presupone la veracidad del cristianismo y que cualquier cosmovisión ajena a él,
fracasa. El conocido presuposicionalista Greg Bahnsen dijo en su debate con R. C. Sproul que él
no podía saber que su auto estuviera en el estacionamiento de la playa, sin presuponer la
existencia del Dios Trino.

Los que apoyan este método alegan que debemos defender el cristianismo en base a la
imposibilidad de lo contrario. En otras palabras, debido a que se ha comprobado que las demás
cosmovisiones y religiones son falsas, el cristianismo debe ser verdadero. Los defensores de este
método son Cornelius Van Til, Greg Bahnsen, Gordon Clark, John Frame y K. Scott Oliphant.

Algunas obras de la apologética presuposicional son “Christian Apologetics” (La apologética


cristiana) de Cornelius Van Til y “Presuppositional Apologetics: Stated and Defended” (La
apologética presuposicional: afirmada y defendida) de Greg Bahnsen.

Caso Apologético Acumulativo

Algunos apologistas afirman que debemos tomar lo mejor de todos estos métodos y utilizar el
enfoque del caso apologético acumulativo. Es decir, debemos tomar los mejores argumentos de
cada método y usarlos enfocándonos en la idea principal. Paul Feinberg toma esta postura
en “Five Views on Apologetics” (Cinco perspectivas de la apologética). Este es un buen libro para
buscar más información sobre esta perspectiva.

El método que utilizaremos en este curso.

Con este breve resumen, uno puede preguntarse, ¿qué método es mejor?, o ¿por qué no utilizar
el caso apologético acumulativo o tomamos lo bueno de cada modelo?

En primer lugar, la Biblia dice que podemos conocer acerca de Dios por medio de la naturaleza.

Pablo, en Romanos 1:19-20 dice:

“1:18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los
hombres que detienen con injusticia la verdad; 1:19 porque lo que de Dios se conoce les es
manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 1:20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio
de las cosas hechas”
Por lo tanto, no solo podemos conocer que Dios existe por medio de la naturaleza, sino que
también podemos tener una idea de cómo es Él. Si Dios puede darse a conocer por medio de la
naturaleza, entonces existe la posibilidad de que tal conocimiento se pueda usar en forma de un
argumento lógico. La única pregunta que nos queda es, “¿Estos argumentos son sólidos?”
Bueno, esa ya es otra pregunta, pero al menos, desde el punto de vista bíblico, parecen ser
posibles. Por lo tanto, resulta difícil ver cómo alguien puede alegar que la Biblia no enseña la
teología natural.

Primero, parece que muchos de los argumentos teístas son sólidos desde un punto de vista
racional. Por ejemplo, si el universo es un ser contingente y no puede dar razón de su propia
existencia, y una causa que produce un efecto no puede continuar hasta el infinito, entonces
parece que, en algún punto, debemos llegar a una causa que no sea contingente, sino necesaria.
Tal causa debe ser Dios.

Segundo, la apologética clásica comienza un paso antes de argumentar a favor de Dios; comienza
por conocer la realidad y la naturaleza de la verdad absoluta. En una era de relativismo,
debemos responder objeciones tales como: “Bueno, eso puede ser verdad para ti, pero no para
mí”. Además, la apologética clásica trata con asuntos filosóficos básicos de la metafísica (la
naturaleza de la realidad) y la epistemología (cómo conocemos la realidad) de una manera más
sólida e intencionada que en los otros métodos.

Tercero, la apologética clásica utiliza las evidencias a favor del cristianismo en un contexto teísta.
Como lo afirma Norman Geisler:
“No puede haber actos de Dios a menos que haya un Dios que pueda actuar”.

Además, como ha dicho C. S. Lewis, si Dios existe, entonces no podemos rechazar la posibilidad
de los milagros. Establecer la existencia de Dios, antes de pasar a los milagros, nos ayuda a que
estos datos tengan más sentido. También, los milagros son señales de algo. No fueron solamente
maravillas; ellos demostraban o señalaban hacia algo.

Por ejemplo, los milagros que Jesús realizó demostraron quien él dijo ser. Como lo dijo
Nicodemo, solamente alguien que tuviera el poder de Dios tenía la capacidad de hacer las obras
que él hizo. Finalmente, por muy tonto que pudiera sonar, alguien podría afirmar que los
eventos como el de la resurrección pudo haber sido llevado a cabo de una forma sobrehumana,
como por los extraterrestres. Sé que es ridículo, pero es una objeción que se debe vencer si no
se ha establecido la existencia de Dios. En resumen, las evidencias en favor de la Biblia y el
cristianismo están allí, pero cobran más sentido y son más poderosas después de haberlas
colocado en un contexto teísta.

Entonces, ¿por qué no tomar lo mejor de todos los métodos y utilizar el enfoque del caso
apologético acumulativo? Porque lo mejor de cada método ya es propio del modelo clásico.

El modelo clásico es más exhaustivo en comparación con los demás, coloca los milagros y las
evidencias en un contexto teísta y evita otros problemas. De este modo, la apologética clásica
es el modelo más sólido y el más completo.

3-La Apologética Mayor

Examinaremos muchos argumentos en apoyo de la fe cristiana. Argumentaremos que podemos


saber que el cristianismo es verdadero debido al testimonio de autenticidad del Espíritu Santo
de Dios y que podemos demostrar que es verdadero por medio de argumentación y evidencia
racionales.

Pero también examinaremos la evidencia de una solución cristiana a esta situación: evidencia
de que existe un Creador personal del universo y que la oferta de vida eterna de Jesucristo a los
que creen en él es genuina, siendo confirmada por su resurrección de entre los muertos.

Pero ahora queremos compartir con ustedes lo que creo que es la apología más efectiva y
práctica para la fe cristiana que conozco. Esta apologética te ayudará a ganar más personas para
Cristo que todos los otros argumentos en tu arsenal apologético juntos.

Esta apologética mayor y más grande implica dos relaciones:


Tu relación con Dios y tu relación con los demás.

Estas dos relaciones son distinguidas por Jesús en su enseñanza sobre el deber del hombre:

“y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran
mandamiento de la ley? Y Él le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante
a éste: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley
y los profetas” (Mateo 22:35-40).

El primer mandamiento rige nuestra relación con Dios, el segundo es nuestra relación con
nuestro prójimo.

Examinemos cada una de estas relaciones a su vez.

Primero, nuestra relación con Dios. Esto se rige por el gran mandamiento:

Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán
sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes
en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás
como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de
tu casa y en tus puertas. (Dt. 6:4-9)

Nota la importancia dada a este mandamiento: amar a Dios debe ser nuestra preocupación en
la vida. A veces tenemos la idea de que nuestro principal deber en la vida es servir a Dios, tal vez
siendo un gran apologeta, y olvidamos, como J. I. Packer nos recuerda, que nuestro principal
objetivo debe ser aprender a conocer a Dios:

Podemos y debemos entender las prioridades de nuestra vida. De las publicaciones cristianas
actuales, usted podría pensar que el tema más importante para cualquier… cristiano en el mundo
de hoy es... el testimonio social, o diálogo con otros cristianos y otras religiones, o refutar este o
aquel “–ismo”, o desarrollar una filosofía y cultura cristianas, o lo que sea. Pero nuestra línea de
estudio hace que la concentración actual en estas cosas parezca una conspiración gigantesca de
mala dirección. Por supuesto, no es eso; los problemas en sí mismos son reales y deben abordarse
en su lugar. Pero es trágico que, al prestarles atención, tantos en nuestros días parecen haberse
distraído de lo que era, es y siempre será la verdadera prioridad para cada ser humano, eso es,
aprender a conocer a Dios en Cristo.

En nuestra relación con Dios debemos darle su derecho legal, es decir, todo lo que tenemos y
somos. El cristiano debe estar totalmente dedicado a Dios (Romanos 12:1- 2) y lleno del Espíritu
Santo (Efesios 5:18). Por su parte, Dios nos da, debido a que estamos en Cristo, el perdón de los
pecados (Efesios 1:7), la vida eterna (Romanos 6:23), la adopción como hijos (Gálatas 4:5), y la
disponibilidad ilimitada de ayuda y poder (Efesios 1:18-19).

¡Piensa cuánto significa eso! Además, nos da experiencia, a medida que somos llenos del
Espíritu, el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22-23). Cuando esta relación está intacta, el
producto en nuestras vidas será rectitud (Romanos 6:16), y el subproducto de la rectitud es la
felicidad.
La felicidad es una cosa difícil de alcanzar y nunca se encontrará cuando se la persigue
directamente; pero se produce cuando perseguimos el conocimiento de Dios y cuando su justicia
se nos es dada.

La otra relación es nuestra relación con nuestro prójimo. Esto está gobernado por el segundo
gran mandamiento, como Pablo explica:

“Porque esto: No cometerás adulterio, no mataras, no hurtaras, no codiciaras, y cualquier otro


mandamiento, en estas palabras se resume: Amaras a tu prójimo como a ti mismo” (Romanos
13:9).

¿Por qué el amor es el gran mandamiento? Simplemente porque todos los demás
mandamientos son el resultado del amor en la práctica (Romanos 13:10). Cuando amamos a los
demás, simplemente demostramos que hemos entendido el amor de Dios por nosotros y que
está siendo forjado en nuestras vidas hacia los demás.

Como dice Juan:

“Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).

¿Qué implica el amor?

Para empezar, significa que posee las características del amor descrito en 1 Corintios 13.
¿Podemos decir:

“Soy paciente y amable; no soy celoso ni jactancioso, arrogante ni rudo; no soy egoísta, irritable
o rencoroso; no me contento en el error, sino que me regocijo en lo recto; ¿yo soporto todas las
cosas, creo todas las cosas, espero todas las cosas, soporto todas las cosas”?

Además, el amor implicará tener un corazón de siervo, la voluntad de apoyar a los demás y servir
y cuidar sus intereses tanto como los nuestros (Gálatas 5:13b-14, Filipenses 2:3). Ciertamente,
el mismo Jesús es nuestro modelo supremo aquí: ¡piensa en cómo se inclinó para lavar los pies
sucios de sus discípulos!

¿Cuál será el resultado cuando estas dos relaciones sean fuertes y cercanas? Habrá una unidad
y calidez entre los cristianos. Habrá un amor que impregna el cuerpo de Cristo;

como Pablo lo describe,

“sino que, hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la
cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión
que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce
el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (Efesios 4:15-16).

¿Y cuál será el resultado de esta unidad a través del amor? Jesús mismo nos da la respuesta en
su oración por la iglesia:

“para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en
nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste… yo en ellos, y tú en mí, para que sean
perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal
como me has amado a mí” (Juan 17:21-23).

Según Jesús, nuestro amor es una señal para todas las personas de que somos sus discípulos
(Juan 13:35); pero aún más que eso, nuestro amor y unidad son una prueba viviente para el
mundo de que Dios el Padre ha enviado a su Hijo Jesucristo y que el Padre ama a las personas,
así como él ama a Jesús. Cuando las personas vean esto – nuestro amor mutuo y nuestra unidad
a través del amor–, a su vez se sentirán atraídos por Cristo y responderán a la oferta de salvación
del Evangelio. La mayoría de las veces, es quién eres en lugar de lo que dices, lo que un incrédulo
observara.

Porque la apologética mayor es, Tu Vida y Testimonio.!!

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