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APUNTES DE CLASES PARA LA ASIGNATURA

FUNDAMENTOS DEL DERECHO PROCESAL


Segunda parte

PROFESOR
GONZALO CORTEZ MATCOVICH

Barrio Universitario, Concepción, segundo semestre 2014


Fundamentos del Derecho Procesal
Prof. Gonzalo Cortez Matcovich
Universidad de Concepción
2014

CAPÍTULO II. ACCIÓN, JURISDICCIÓN Y PROCESO

1.- Integración de los conceptos de acción, jurisdicción y proceso

No es posible iniciar, con utilidad, el juicio descriptivo y exegético del


Derecho Procesal, sino partiendo de tres nociones fundamentales, de orden
sistemático, que no están definidas, sino presupuestas por las leyes positivas:
jurisdicción, acción y proceso (Calamandrei).

Aunque en el Derecho Procesal moderno ya es un comúnmente aceptado


que el concepto fundamental de la disciplina es la jurisdicción, no hay inconveniente
en considerar la noción de proceso como punto inicial para esclarecer el concepto
de la ciencia pues profundizando en la esencia del proceso también llegaremos a
determinar los otros pilares básicos de la asignatura.

De todos los procesos regulados por el derecho únicamente son objeto


del derecho procesal aquellos a través de los cuales actúa la jurisdicción.

A su vez, la jurisdicción puede ser vista desde un doble ángulo: orgánico


y funcional. En el primer sentido, la jurisdicción se nos presenta como un conjunto
de órganos (tribunales) a quienes el ordenamiento les atribuye potestad
jurisdiccional y funcionalmente, como actividad atribuido a dichos órganos y que
reviste una serie de notas singulares, que la distinguen de otras actividades estatales.

Como al derecho procesal únicamente le conciernen aquellos procesos a


través de los cuales se desarrolla la actividad jurisdiccional, se produce un
desplazamiento del objeto fundamental de esta ciencia: del derecho procesal como

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derecho del proceso, se pasa al derecho jurisdiccional entendido como el derecho


de la actividad jurisdiccional.

Sin embargo, para contemplar el cuadro completo del objeto de la


disciplina, hay que plantear que en el proceso no sólo actúan los tribunales sino que
también las partes. La teoría de la acción tiende a destacar los derechos de las partes
en un doble sentido: por un lado en relación con el derecho a la jurisdicción y, por
otro, respecto de su participación en la actividad jurisdiccional. El proceso no es
sólo el instrumento del poder judicial, lo es también de los ciudadanos.

En el proceso pues tienen su encuentro la jurisdicción y la acción,


formando lo que Podetti denominó “trilogía estructural de la ciencia del proceso”.

2.- La Jurisdicción como función de los tribunales

La jurisdicción debe ser estudiada analizando tanto el elemento orgánico


como el funcional, es decir, como órganos a quienes el ordenamiento les atribuye
potestad jurisdiccional y como la actividad o función que le corresponde desarrollar
a dichos órganos.

En este capítulo se aborda la jurisdicción como función.

Decía Calamandrei que cualquier persona, aún aquella que esté


absolutamente desprovista de la más elemental noción de derecho procesal está en
condiciones de advertir que los jueces cuando son llamados a resolver un litigio,
desarrollan una cierta actividad típica, dotada de sus características propias y fines
especiales que la diferencian de todos los otros tipos de actividades ejercidas por
otros profesionales y por otros funcionarios públicos.

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Efectivamente, los órganos jurisdiccionales (Tribunales) monopolizan, por


disposición constitucional, una cierta actividad, que es designada por el art. 76 CPR
como "La facultad de conocer las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo
juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales que establece la ley".

La configuración constitucional supone, no obstante, una cualificación


incompleta, meramente externa de lo que la Constitución atribuye en exclusiva a los
órganos jurisdiccionales y porque designa esta actividad como una simple facultad, es
decir, una mera atribución discrecional, en circunstancias que el propio texto
constitucional, en el inciso inmediatamente siguiente, establece lo que se conoce
como regla de inexcusabilidad, prescribiendo que “Reclamada su intervención en forma
legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su autoridad, ni aun por falta
de ley que resuelva la contienda o asunto sometidos a su decisión”.

Descartado entonces que se trate de una verdadera facultad, se ha planteado


que se trataría de una prerrogativa o poder de determinados órganos públicos,
noción que también resulta insuficiente porque la jurisdicción sería más bien un
poder-deber. Junto a la facultad de juzgar, el juez tiene el deber administrativo de
resolver. Couture planteaba en este punto que el concepto de poder debe ser
sustituido por el concepto de función.

La jurisdicción viene caracterizada por ser una potestad y por tener atribuida
la función de conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado. El término potestad hace
referencia a una categoría individualizada de poder que deriva de la soberanía del
Estado y se caracteriza por designar una situación de superioridad –autoridad– de
una persona o entidad sobre otra que queda sujeta a aquélla. En el caso de la

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jurisdicción, esta superioridad se manifiesta en la relación del juez (autoridad)


respecto de las partes, que se manifiesta a lo largo de todo el proceso.

La jurisdicción es ante todo una función pública atribuida a unos órganos


públicos específicos que a estos efectos se denominan órganos jurisdiccionales o,
más propiamente, órganos de la jurisdicción.

La Constitución Política, en el art. 19 Nº 3 inc. 6º alude a “toda sentencia de


un órgano que ejerza jurisdicción”, disposición que debe entenderse relacionándola
con lo previsto en el referido art. 76 CPR, que se refiere también, pero en otro
lenguaje, tanto a los órganos, como al contenido de la función.

3.- Función o finalidad de la jurisdicción1:

Las teorías sobre la función de la jurisdicción son numerosas. Las más


conocidas son las siguientes:

a) La tutela del derecho subjetivo: Para los defensores de esta teoría,


función de la jurisdicción es la protección de los derechos subjetivos de los
particulares, es decir, a la reintegración del derecho amenazado o violado. Esta tesis
ha sido criticada por representar una tautología ya que la noción de derecho
subjetivo involucra un interés jurídicamente protegido, que se volvería a tutelar por
la jurisdicción. Además, quedarían excluidos otros intereses merecedores de tutela
jurídica, diferentes de los derechos subjetivos.

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Para la debida comprensión de este capítulo, es preciso tener en cuenta las siguientes nociones previas: Derecho
objetivo: Conjunto de normas que limitan, restringen y uniforman las conductas de las personas (derecho “positivo”
o “vigente”). Derecho subjetivo: En sentido amplio: es la facultad o poder de hacer, poseer o exigir algo de otro
conforme a la norma jurídica, es decir, las facultades que el derecho objetivo le reconoce a las personas, para que
exijan de sus congéneres un comportamiento determinado.

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b) La actuación y tutela del derecho objetivo: Más extendida, aunque con


diversos matices, es la noción de que la función de la jurisdicción consiste en la
actuación y tutela del derecho objetivo. Lo que se pide ante los tribunales no es
tanto una protección de una situación subjetiva particular sino la actuación de la ley
(del Derecho en sentido objetivo), vale decir, la aplicación de la norma al caso
concreto.

La crítica que se hace a esta orientación es que la actuación del Derecho


objetivo no es sólo característica de la jurisdicción, sino propia también de la
Administración y que incluso los particulares realizan tal actuación.

c) La resolución de controversias: Una tesis generalmente aceptada es que


la función de la jurisdicción consiste en la resolución coactiva de una controversia.
Carnelutti planteaba, partiendo de su concepto de litis, como conflicto
intersubjetivo de intereses, que la finalidad del proceso era la justa composición de
la litis, es decir, la resolución de controversias. Esta tesis podría entenderse como
una variante de la anterior, el sentido de que la función de resolver controversias en
la medida que dicha función no ha de realizarse de cualquier modo, sino con arreglo
a normas jurídicas (derecho objetivo).

La tesis de la jurisdicción como actividad tendiente a la resolución de


conflictos representa una visión parcial del problema, porque si bien la inmensa
mayoría de los procesos civiles involucran una controversia, no siempre la función
jurisdiccional implica componer una controversia ni tal idea es predicable respecto
del proceso penal e incluso hay actuación de la jurisdicción en casos en que no
existe tal controversia.

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De todas las formas doctrinales de explicar la función de la jurisdicción,


como tutela del derecho subjetivo, como tutela del derecho objetivo o como forma
de resolver conflictos, la más adecuada es la que la concibe como una actuación del
derecho objetivo respecto de casos concretos sometidos a un tribunal (Ortells).

Sin embargo, como se señaló, este criterio presenta un inconveniente ya que


no sólo a los tribunales les corresponde la función de aplicar el derecho objetivo. La
distinción entre la potestad jurisdiccional y ciertas potestades de carácter
administrativas se encuentra en que la aplicación del derecho objetivo mediante la
potestad jurisdiccional tiene carácter de definitivo e irrevocable, es decir, con el
valor de cosa juzgada.

El criterio de la cosa juzgada es el único que nos permite diferenciar si nos


encontramos ante un acto administrativo o jurisdiccional. El acto administrativo
carece de eficacia para producir cosa juzgada y se haya esencialmente expuesto a ser
revisado y en su caso dejado sin efecto.

Así vistas las cosas, la jurisdicción es la potestad de actuar el derecho de


modo definitivo e irrevocable, potestad que, además, por mandato constitucional es
exclusiva de los órganos jurisdiccionales.

Para el prof. Colombo, "La jurisdicción es el poder deber que tienen los
tribunales para conocer y resolver, por medio del proceso y con efecto de cosa
juzgada, los conflictos de intereses de relevancia jurídica que se promuevan en el
orden temporal, dentro del territorio de la República y en cuya solución les
corresponda intervenir".

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La tesis de la irrevocabilidad como característica de la jurisdicción es


bastante aceptada hoy en día tanto en el derecho comparado como en Chile. De
hecho en las definiciones más habituales de jurisdicción se combina la teoría de la
resolución de la litis con los efectos de cosa juzgada. Pero esta teoría no es exacta ni
completa. No es exacta porque el fenómeno procesal admite excepciones al efecto
de la irrevocabilidad, como ocurre con la acción de revisión, que permite a la C.
Suprema revisar una sentencia que ha adquirido la calidad de firme, si algún
afectado hace valer algunas de las causales de revisión que la ley reconoce. En
materia civil se encuentra más restringida esta revisión, ya que existe un plazo de un
año para hacerla valer desde que la sentencia judicial se encuentra ejecutoriada. Se
podrá rebatir que en estos casos no hay cosa juzgada porque se dictó una sentencia
injusta, con base en errores o medios de prueba falsos. Si es así, habría que
reformular la noción y decir que las sentencias judiciales producen el efecto de cosa
juzgada bajo condición que dichas sentencias sean justas, verdaderas o no
fraudulentas, lo que en parte, cabe admitir, viene a relativizar el efecto de cosa
juzgada de los tribunales de justicia. (Bordalí).

4.- Función de la jurisdicción en el derecho chileno

Un análisis de diversas disposiciones constitucionales y legales del


ordenamiento jurídico chileno, permite afirmar que la función de los tribunales es:

1.- Tutelar los derechos subjetivos fundamentales (art. 5º CPR, 20 y 21 CPR, y 3º


COT)

2.- Tutelar los derechos subjetivos legales (art. 19 Nº 3 inc. 1º CPR)

3.- Defender la Constitución (art. 92 y ss. CPR)

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4.- Solucionar conflictos jurídicos (art. 76 CPR y 1º COT)

5.- Conocer y resolver los actos judiciales no contenciosos (art. 2º COT)

6.- Crear derecho en el caso concreto (art. 170 Nº 5 CPC)

7.- Otras (art. 3º COT).

5.- Características de la Jurisdicción

1.- Su Origen Constitucional (art. 76 CPR): La jurisdicción constituye una


emanación de la soberanía, la que reside en la Nación toda, quien delega su ejercicio
en las autoridades establecidas por la Constitución y las leyes de la República (art. 5º
CPR).

2.- Es una función pública: El Estado ejerce la soberanía, por delegación


de todos los habitantes de la Nación.

Para el ejercicio de la soberanía existen tres vías que reciben el nombre de


funciones: la función legislativa, la administrativa y la judicial, que responden a la
antigua concepción de la separación de poderes de Montesquieu.

3.- Presenta unidad conceptual: Ello significa que es una sola y, como tal,
no acepta clasificaciones. La jurisdicción tiene un carácter único e indivisible. Sólo
hay una jurisdicción.

La jurisdicción es una y es la misma cualquiera sea el tribunal que la ejercite y


el proceso de que se valga para ello. Pero tiene, además, carácter totalizador, en el
sentido que cuando el órgano dotado de potestad jurisdiccional la ejercita, lo hace
como un todo sin posibilidad de fragmentación. De este modo, cuando en el

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lenguaje corriente que utilizan los operadores jurídicos, así como la propia ley, se
habla de jurisdicción civil, penal, laboral, etcétera, en realidad se incurre en una
impropiedad, ya que la jurisdicción no admite clasificaciones. En estos casos,
aparece más apropiado hablar de tribunales civiles, penales, laborales, etcétera, y no
así de distintas “jurisdicciones”.

Lo que puede distribuirse entre los tribunales es el ámbito, la materia, el


territorio o la actividad sobre la que se ejerce la potestad jurisdiccional. Surge así la
noción de competencia. La competencia no es la parte de la jurisdicción que se
confiere a un órgano, ni la medida de Jurisdicción que se le atribuye; es el ámbito
sobre el que se ejerce la potestad jurisdiccional. Es posible que la ley disponga que
un tribunal conozca solo de materias civiles y otro sólo de materias penales; o que la
ley disponga que la potestad jurisdiccional se ejerza en todo el territorio chileno, y la
de otro en una determinada zona del territorio, como puede ser una comuna.

4.- Su ejercicio es privativo de los tribunales de justicia: La nota de


exclusividad de la jurisdicción, principio político fundamental y criterio distintivo
básico, es recogida por el artículo 76 CPR: “la facultad de conocer de las causas
civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece
exclusivamente a los tribunales establecidos por ley [...]”. La misma idea repite el
artículo 1º COT.

La exclusividad de la Jurisdicción puede ser referida en un sentido positivo y


en uno negativo. En un sentido positivo, la exclusividad viene a significar que el
Estado asume la jurisdicción en régimen de monopolio, para conferir su ejercicio,
también con carácter exclusivo, a los jueces y tribunales determinados por la ley.
Nadie más que el Estado puede crear órganos jurisdiccionales. Por otra parte, viene

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a significar un monopolio judicial, esto es, sólo los tribunales creados por ley están
investidos de la potestad jurisdiccional. Monopolio estatal, es decir, sólo el Estado
tiene la potestad jurisdiccional; y monopolio judicial, es decir, sólo los tribunales
creados por ley tienen la potestad jurisdiccional.

En un sentido negativo, la exclusividad impone a los órganos jurisdiccionales


la prohibición de desarrollar otra actividad que no sea la jurisdiccional. Esto se
deriva en el derecho chileno de la norma general del artículo 7º Constitución
Política de la República. Pero además, el artículo 4º del COT establece
expresamente: “es prohibido al Poder Judicial [esto es a la potestad jurisdiccional]
mezclarse en las atribuciones de otros poderes públicos y en general ejercer otras
funciones que las determinadas en los artículos precedentes”.

5.- Independencia: Nota esencial de la jurisdicción es la independencia. Si


los jueces han de ser imparciales en el desarrollo de la función jurisdiccional, dicha
imparcialidad se asegura con jueces independientes que aplican el derecho objetivo.

La independencia es quizás la nota más importante y característica de la


jurisdicción, sin cuya presencia no podrían denominarse propiamente tribunales a
los órganos que ejercieran funciones juzgadoras.

Las exigencias propias de la independencia judicial pueden ser delimitadas en


un doble sentido: i) no injerencia del legislativo y, sobre todo, del ejecutivo en la
potestad jurisdiccional, ni tampoco intromisión de los tribunales superiores, y ii) la
sumisión única y exclusivamente al imperio de la ley, como premisa de la
independencia.

i) No intromisión en la Jurisdicción

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El principio de separación de poderes conlleva la necesidad de que cada


ámbito constitucionalmente establecido se limite al cumplimiento de las funciones
asignadas. El mayor peligro para la independencia judicial procede del ejecutivo.

El texto constitucional chileno se encarga de reconocer la independencia del


siguiente modo: “ni el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso
alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse causas pendientes, revisar los
fundamentos o contenido de sus resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos”
(art. 76 CPR). A su vez, el Código Orgánico de Tribunales se encarga de señalar la
independencia jurisdiccional del siguiente modo: “el poder judicial es independiente
de toda otra autoridad en el ejercicio de sus funciones” (art. 12 COT).

Por otra parte, en el ejercicio de la función jurisdiccional, el juez no está


sometido a ningún otro tribunal, ni siquiera a los de superior rango jerárquico, y
éstos no podrán corregir la aplicación o interpretación del ordenamiento jurídico,
salvo los casos en que la ley lo permita, por medio de los recursos procesales que
esa misma ley establezca. Sobre este punto, el art. 8º COT dispone: “ningún tribunal
puede avocarse el conocimiento de causas o negocios pendientes ante otro tribunal,
a menos que la ley le confiera expresamente esta facultad”.

ii) Sumisión única y exclusivamente al imperio de la ley

El sometimiento de la jurisdicción al imperio de la ley impide cualquier


arbitrariedad en la función judicial: la independencia encuentra perfecto correlato en
la sumisión exclusiva al ordenamiento jurídico. En la sumisión al derecho objetivo
radica en última instancia la independencia y prestigio de la potestad jurisdiccional.

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Tal principio debe interpretarse en un sentido positivo, en cuanto vinculación


a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico. Pero también, ha de tenerse
en cuenta su proyección negativa, como desvinculación de cualquier norma
contraria a la legalidad vigente, especialmente en relación con aquellas normas
procedentes de otros poderes o instituciones, que no responden al ejercicio de su
función. Los órganos jurisdiccionales no estarán obligados en este sentido a la
aplicación de normas contrarias a la Constitución o a la ley (los artículos 6º y 7º
CPR obligarían a los tribunales a ello).

6.- Imparcialidad: Una característica de la jurisdicción es la imparcialidad.


La esencia misma de la potestad jurisdiccional impone que quien ejerce la función
jurisdiccional no puede ser al mismo tiempo parte en el conflicto. En toda actuación
del derecho por parte de la jurisdicción siempre han de existir dos partes
enfrentadas entre sí que acuden a un tercero imparcial que es el tribunal.

Hay que considerar que la aplicación de la ley comporta necesariamente un


juzgar, en el sentido de decir el derecho. No obstante, hay que agregar que tanto la
Administración cuando aplica la ley, así como los tribunales, juzgan. Sin embargo, el
juicio de la Administración opera de diversa manera al de la jurisdicción. La
Administración juzga su propia actividad, mientras que la jurisdicción juzga una
actividad ajena y una voluntad de la ley que concierne a otros.

7.- Es indelegable (o improrrogable): Como la soberanía radica en la


nación, que delega su ejercicio en las autoridades establecidas por la constitución y
las leyes, se trata de materias de Derecho Público y de orden público, en las cuales
sólo puede hacerse aquello que está expresamente permitido. Prorrogar la
jurisdicción significaría transferir ser juez a otro, no ya la posibilidad de juzgar sino

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su calidad de tal, lo que no puede hacerse, de ahí que nunca nadie haya discutido
esta característica.

8.- Es irrenunciable: Para comprender esta característica, puede afirmarse


que se es juez porque se tiene jurisdicción y se tiene jurisdicción porque se es juez.

En consecuencia, renunciar a la jurisdicción importaría renunciar a ser juez,


para abstenerse de juzgar un caso concreto. Ello no es posible e importaría incurrir
en el delito de denegación de administrar justicia. Esta característica tiene su
aplicación práctica en la regla de la inexcusabilidad.

9.- La territorialidad: El ejercicio de la jurisdicción está ligado a la idea de


territorio del Estado, toda vez que la jurisdicción es atributo de la soberanía, su
ejercicio sólo es posible y dentro de los límites del territorio nacional.

Se encuentra consagrado en distintas disposiciones legales en nuestro país.


Así, entre otros, los arts. 14 CC, 5 COT y art. 77 CPR, sin perjuicio de algunas
excepciones, como las situaciones previstas en el art. 6 COT.

10.- Está amparada por el Imperio: Hemos dicho que se llama imperio la
facultad de los tribunales para hacer ejecutar lo juzgado y para lograr este
cumplimiento, agregamos que podía requerirse directamente el auxilio de la fuerza
pública (arts. 1º, 11º COT y 76 inc. 3 CPR).

11.- Es de ejercicio eventual: La jurisdicción se pone en movimiento


solamente cuando la función legislativa resulta insuficiente para mantener la
vigencia real del derecho. Es decir, si la ley es cumplida naturalmente por todos, no
se requiere de la actividad jurisdiccional, por lo que se ejercicio dependerá de la

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eventual violación de una ley o de un derecho. Como lo dice Redenti, la jurisdicción


se manifiesta sólo después de transgresiones ya verificadas.

12.- Jurisdicción y cosa juzgada: La jurisdicción produce un efecto


jurídico que no se encuentra en otra actividad del Estado, este efecto que le es
inherente se denomina cosa juzgada. La sentencia que pronuncia un tribunal de
justicia produce el efecto de verdad indiscutible e inamovible, una vez que ella se
encuentra firme o ejecutoriada. Este efecto denominado cosa juzgada, permite al
vencido evitar que de nuevo se le enjuicie, lo que logra a través de la llamada
excepción de cosa juzgada.

6.- La jurisdicción en nuestro ordenamiento

Si bien es efectivo que en nuestro ordenamiento no existe una definición ni


un título especial dedicado a la jurisdicción, no lo es menos que proporciona los
elementos necesarios para que la doctrina construya un concepto de jurisdicción y
precise sus caracteres en nuestro derecho positivo.

Desde luego, la noción de función jurisdiccional aparece expresamente


consagrada en la Constitución Política de la República.

En primer término, la norma que condensa la noción de jurisdicción en la


Constitución en la del art. 76 inc. 1º CPR: “la facultad de conocer de las causas
civiles y criminales, de resolverlas, y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece
exclusivamente a los tribunales establecidos en la ley.”

El ejercicio de la función jurisdiccional se radica en los tribunales que


establece la ley, en consecuencia, es la función la que caracteriza al órgano y no el
órgano a la función. Al efecto, establece el artículo 19 N°3 inc. 5 CPR que “nadie
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puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señale la ley
y que se halle establecido con anterioridad por ésta”, principio que aparece reiterado
en el artículo 76 inc. 1 CPR. El precepto excluye al Presidente de la República y al
Congreso como sujetos que pueden ejercer la función jurisdiccional al preceptuar
“que ni el Presidente de la República ni el Congreso Nacional pueden, en caso
alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse causas pendientes, revisar los
fundamentos o contenido de sus resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos.”

En segundo lugar, se refiere a ella el art. 19 N° 3 inc. 6 que “toda sentencia


de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente
tramitado” y dicha función pública es una emanación de la soberanía de
conformidad a lo establecido en los artículos 5, 6 y 7 CPR.

Para dar forma y hacer operantes los principios contenidos en las citadas
disposiciones, el artículo 77 dispone que una "Ley Orgánica Constitucional determinará la
organización y atribuciones de los tribunales que fueren necesarios para la cumplida y pronta
administración de justicia en todo el territorio de la República".

La referida ley es el actual Código Orgánico de Tribunales y su legislación


complementaria. El COT en su art. 1º señala que "la facultad de conocer las causas civiles
y criminales, de juzgarlas y de hacer ejecutar lo juzgado pertenece exclusivamente a los tribunales
que establece la ley". Finalmente, en cuanto al contenido de la función jurisdiccional, el
art. 76 CPR se refiere a la facultad de conocer, resolver y hacer ejecutar lo juzgado
en las causas civiles y criminales.

En los incisos 3 y 4 del artículo 76 CPR se desarrolla expresamente la


facultad denominada de imperio que poseen los tribunales para hacer cumplir sus
resoluciones al señalar que “para hacer ejecutar sus resoluciones y practicar o hacer practicar

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los actos de instrucción que determine la ley, los tribunales ordinarios de justicia y los especiales que
integran el Poder Judicial podrán impartir órdenes directas a la fuerza pública o ejercer los medios
de acción conducentes de que dispusieren. Los demás tribunales (los especiales que no integran el
Poder Judicial y los tribunales arbitrales) lo harán en la forma que determine la ley.”

En cuanto a la conducta que debe asumirse por quien recibe la orden


judicial, el inciso final nos señala que “la autoridad requerida deberá cumplir sin más
trámite el mandato judicial y no podrá calificar su fundamento u oportunidad, ni la justicia o
legalidad de la resolución que se trata de ejecutar.”

El art. 76 CPR establece, que la función jurisdiccional recae sobre causas


civiles y criminales. La disposición emplea la expresión causa, que, en general es
sinónima de controversia jurídica actual entre partes sometida a un tribunal de
justicia.

Debe considerarse que en el derecho continental de principios del XIX los


tribunales sólo conocían del contencioso civil y criminal, no existiendo un
contencioso jurisdiccional administrativo ni constitucional. Con el correr del
tiempo, la jurisdicción comenzó a conocer de cuestiones administrativas y
constitucionales. Esa misma evolución se ha dado en el derecho chileno, la que sin
embargo no se refleja en la fórmula que utiliza hasta el día de hoy el artículo 76
CPR.

De este modo, la cláusula del artículo 76 CPR debe ser entendida como una
disposición general de jurisdicción que recae en todo tribunal de justicia establecido
por ley. Los tribunales de justicia están llamados a conocer de todo asunto jurídico
que la ley les encomiende.

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La mayor apertura de la fórmula empleada por nuestra Constitución se


produce por el lado del concepto causas civiles. Habitualmente se entiende por
causas civiles todas aquellas que no son criminales, cualquiera sea el tribunal que las
conozca. Por lo tanto, se podría decir que el concepto de causas civiles incluye
aquellas estrictamente civiles referidas a conflictos entre privados y regidas por
códigos y leyes de derecho privado (Código Civil, Código de Comercio, otros
códigos y leyes especiales) así como aquellas civiles en un sentido amplio donde se
pueden incluir todas las que no caen en una definición estricta de causa civil ni
tampoco criminal, pudiendo incluirse las laborales, tributarias, de minería,
administrativas, etc.

Aclarado el punto anterior, se debe determinar en qué consiste la función de


conocer y resolver esas causas judiciales. Es común entender los conceptos de
conocer y resolver las causas civiles y criminales como sinónimos de resolver
conflictos jurídicos. La propia jurisdicción, como hemos visto, es definida
comúnmente como el poder-deber que tienen los tribunales para conocer y resolver
por medio del proceso y con efectos de cosa juzgada los conflictos de intereses de
relevancia jurídica que se promueven en el orden temporal, dentro del territorio de
la República y en cuya solución les corresponde intervenir (Colombo).

Sin embargo, como ha quedado dicho a propósito de la finalidad de la


jurisdicción, esta concepción de la función judicial no es completamente exacta,
pues la doctrina hace tiempo que pone atención en que hay actuaciones
jurisdiccionales que no presuponen un conflicto de intereses o al menos se discute
la existencia del mismo.

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De este modo parece aconsejable no interpretar las actividades de conocer y


resolver referidas necesariamente a un conflicto de intereses. Los tribunales de
justicia, cuando conocen y resuelven asuntos, en muchos casos subyace ahí un
conflicto intersubjetivo, pero ello no siempre es así.

En cuanto al contenido de la función jurisdiccional el art. 76 lo extiende al


conocimiento, a la resolución y al cumplimiento de lo juzgado, tanto de las causas
civiles como criminales.

7.- Los denominados "Momentos" de la Jurisdicción:

Siguiendo la terminología de Calamandrei, la doctrina nacional emplea el


término "momentos" de la jurisdicción para referirse a las fases o etapas de su
desarrollo.

Los momentos jurisdiccionales representan el desenvolvimiento del


ejercicio de la función jurisdiccional. El momento más trascendente es el del
juzgamiento, fase en que el tribunal resuelve el conflicto y pone fin a la
incertidumbre, mediante una sentencia que, oportunamente, adquirirá los efectos de
verdad jurídica indiscutible e inamovible propios de la cosa juzgada.

Pero el tribunal no puede estar en condiciones de resolver sin conocer el


conflicto sometido a su decisión, sin escuchar a las partes y recibir sus pruebas. Por
eso es que la fase de juzgamiento va siempre precedida por la del conocimiento que,
por su importancia, no sólo tiene reconocimiento doctrinario sino constitucional y
legal.

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Pero al litigante no sólo le interesa la solución definitiva de su pretensión


sino que aspira a verla traducida a la realidad, en otras palabras, a obtener el
cumplimiento de lo resuelto. De ahí que exista un tercer momento que lógicamente
es posterior al juzgamiento.

En suma, estos "momentos", también conocidos como poderes (Bacre) o


elementos (Alsina) de la jurisdicción son los siguientes:

1) Conocimiento (notio).

2) Juzgamiento (iudicium).

3) Ejecución (excecutio).

1) La fase del conocimiento o notio: En esta primera fase se produce es


traspaso del conflicto al proceso, abriéndose la instancia que, por definición,
comprende las materias de hecho y de derecho sometidas a la decisión del tribunal.
De las disposiciones legales y constitucionales que regulan la jurisdicción puede
concluirse que en el proceso chileno existe un periodo previo a la decisión, que es el
del conocimiento y que comprende dos etapas: la discusión y la prueba. (así, entre
otros, art. 76 CPR, arts. 1º y 108 COT).

De ahí la exigencia legal de que todo proceso se inicie por la fase


jurisdiccional del conocimiento que comprende los periodos de iniciación,
discusión, prueba y discusión de la prueba.

La facultad jurisdiccional de conocer, está informada por dos principios:

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a) La legalidad del procedimiento, que significa que los jueces deben


tramitar los procesos de acuerdo a las normas preestablecidas de procedimiento. La
infracción a las normas de procedimiento provoca la nulidad del proceso.

b) Forma inquisitiva o contradictoria del proceso, que fijan la posición


del tribunal en esta etapa. En un procedimiento basado en la forma inquisitiva
corresponde al juez no sólo iniciar el procedo sino también llevarlo adelante. El
proceso con forma contradictoria se caracteriza por la dualidad de sujetos
procesales en posiciones opuestas y por la posición fundamentalmente expectante
del juez que contempla, más o menos pasivamente, la pugna entre aquellos.

2) La fase de juzgamiento o iudicium: En este poder se resume la


actividad jurisdiccional, porque es la facultad más relevante y que caracteriza la
misión del Juez. Se trata de la fase de dictar sentencia poniendo término al litigio
con carácter definitivo, es decir, con efecto de cosa juzgada. Dentro del lenguaje
empleado por nuestro legislador equivale a la función de resolver o juzgar (arts. 1º
COT y 76 CPR).

Esta fase implica reflexión, estudio y análisis del material de hecho y de


derecho necesario para adoptar una decisión, análisis que se manifiesta o exterioriza
en el acto o declaración de voluntad denominado sentencia.

En nuestro ordenamiento esta labor de análisis y raciocinio de la situación


fáctica y jurídica, se desarrolla en las consideraciones de hecho y de derecho, que
constituye el antecedente directo e inmediato de la parte decisoria o resolutiva de la
sentencia.

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El juez no puede dejar de resolver una contienda por insuficiencia,


oscuridad o silencio de la ley. El siempre debe fallar, aplicando la ley si es clara,
interpretándola si es oscura e integrándola si ésta falta.

En la sentencia el juez no puede aplicar el principio de "non liquet", no fallar


el asunto, que equivale a decir "no queda claro", cuyos orígenes se remontan a los
tiempos del jurado en Roma (arts. 76 CPR y 10 COT).

El juez al fallar no puede hacerlo fuera de los límites fijados por las partes
en la demanda y en la contestación. Si el juez falla más allá de estos límites
propuestos en la demanda y su contestación, incurre en un vicio susceptible de
anular el fallo que ha dictado, denominado "ultrapetita". En la sentencia se puede
incurrir en el vicio de omitir la resolución sobre puntos litigiosos, en cuyo caso el
vicio recibe el nombre de "citrapetita". Asimismo, el juez al fallar puede decidir
sobre una cosa distinta de la pedida por las partes, en cuyo caso incurre en el vicio
de "extrapetita".

3) La fase de ejecución o executio: Corresponde al contenido de las


expresiones “hacer ejecutar lo juzgado”. En la etapa de ejecución, la reflexión cede paso
al obrar. Su existencia está subordinada al contenido de la sentencia en cuanto opera
si ésta es de condena, es decir, impone un deber de prestación y normalmente
requiere de coerción, es decir, del auxilio de la fuerza pública.

La expresión contenida en el precepto constitucional –“hacer ejecutar lo


juzgado”– confiere al legislador un margen de movimiento más amplio y permite
justificar un régimen legal de ejecución en el que se encomiende a un órgano
distinto del tribunal la realización directa de los actos materiales de ejecución. En
efecto, la potestad jurisdiccional de hacer ejecutar lo juzgado, en cuanto ámbito
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constitucionalmente reservado a los tribunales de justicia, no tiene por qué abarcar


más allá de la orden de ejecución y la garantía del cumplimiento efectivo de lo en
ella dispuesto. Ciertamente la ley puede circunscribir el procedimiento de ejecución
en la potestad jurisdiccional; pero no a resultas de un imperativo constitucional.

Como el tribunal carece de fuerza pública propia, ha de recurrir al órgano


administrativo correspondiente para que le suministre la suya. La facultad que
tienen los jueces para usar la fuerza para hacer ejecutar lo juzgado, recibe el nombre
de imperio y para cumplir la sentencia, los tribunales pueden requerir directamente el
auxilio de la fuerza pública (arts. 11 COT y 76 inc. 3º y 4º CPR).

Las autoridades requeridas por los tribunales para el cumplimiento de sus


resoluciones, deben prestar su auxilio sin que le corresponda calificar el fundamento
con que se lo pide, ni la legalidad o justicia de la resolución que se trata de ejecutar.
Si la autoridad se niega a proporcionar este auxilio que se le solicita, comete delito
de retardo o denegación de justicia (art. 224 Nº3 CP).

8.- Límites de la Jurisdicción

La jurisdicción, aunque unitaria por su naturaleza, se ejerce dentro de ciertos


límites en el tiempo y en el espacio. Por consiguiente, se habla de los límites de la
jurisdicción atendiendo al tiempo por el cual la poseen sus titulares y al ámbito
espacial dentro del cual ellos la ejercen.

Límites de la jurisdicción en el tiempo

La regla general está constituida por la existencia de los "jueces perpetuos",


puesto que de acuerdo a lo previsto en el art. 77 CPR "Los jueces permanecerán en sus
cargos durante su buen comportamiento". La excepción la constituyen los jueces árbitros,
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que son los únicos jueces en Chile que ejercen jurisdicción sólo temporalmente, ya
que normalmente duran dos años en el ejercicio de sus funciones. También
constituye un límite temporal la disposición del inc. 2º del art. 77 CPR en cuanto
señala que los "jueces cesarán en sus funciones al cumplir 75 años de edad".

Límites de la jurisdicción en el espacio

El límite relativo al espacio puede ser de orden externo, que comprende los
límites de las jurisdicciones extranjeras de otros Estados y las atribuciones, por otro
lado, de los otros poderes del mismo Estado e interno, en cuyo campo encontramos
la competencia.

Por límites externos se entiende todo elemento que permite demarcar, en


función de potestades extrañas a ella, su zona de vigencia y aplicación en el espacio.

Consiguientemente, son límites externos tanto el punto hasta donde se


extiende la soberanía de un Estado –cuando entra en contacto con la de otros
Estados– conocida como límite territorial, así como la actividad de otros órganos
del propio Estado, llamada límite funcional.

a) Si miramos este límite externo, desde el punto de vista de la


jurisdicción de otros Estados, podemos decir que los límites externos de la
jurisdicción chilena quedan fijados, por las jurisdicciones de los demás Estados, ya
que siendo la jurisdicción emanación de la soberanía ésta no puede extenderse fuera
de los límites territoriales del país (art. 5 inc. 1º COT; art. 6 COT y art. 3 C.J.M).

Dicha regla reconoce como excepción las siguientes:

• Las inmunidades de jurisdicción.

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• Cumplimiento de resoluciones extranjeras en chile.

• La práctica de diligencias efectuadas a petición de tribunales chilenos en el


exterior. (Exhorto diplomático).

• Excepciones del art. 6º del COT. (Donde prima el criterio de la


nacionalidad).

Inmunidad de Jurisdicción. Se refiere a los casos en que no es posible que


se ejerza por parte de nuestros tribunales el ejercicio de la función jurisdiccional
respecto de determinadas personas.

1º.- Los Estados Extranjeros. Los Estados Extranjeros no pueden ser


juzgados como sujetos de derecho por nuestros tribunales de acuerdo con las
normas consuetudinarias del derecho internacional y al principio de la igualdad
soberana de los diversos Estados consagrada en la Carta de las Naciones Unidas.
(art. 2.1.)

Este principio se encuentra expresamente reconocido en nuestro derecho en


los artículos 333 y 334 del Código de Derecho Internacional Privado y ha sido
reconocido expresamente por nuestra Corte Suprema.

2°.- Los Jefes de Estado Extranjeros. Los Jefes de Estado Extranjeros gozan
de inmunidad de jurisdicción de conformidad a los artículos 333 y 334 del Código
de Derecho Internacional Privado.

3°.- Los agentes diplomáticos. Los agentes diplomáticos gozan de inmunidad


de jurisdicción de conformidad a lo previsto en el art. 31 de la Convención de Viena
sobre Relaciones Diplomáticas, pudiendo renunciarse a ella por el Estado
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acreditante de conformidad a lo previsto en el art. 32 de esa Convención. El art. 37


hace extensiva la inmunidad a los miembros de la familia de un agente
diplomático.-

4°.- Los Cónsules. Los cónsules y empleados Consulares gozan de inmunidad


de jurisdicción de conformidad al art. 43 de la Convención de Viena sobre
Relaciones Consulares, y pueden renunciar a ella de conformidad a lo previsto en el
art.45 de esa Convención.

5°.- Misiones Especiales y Organizaciones Internacionales. Los artículos 31 y


41 de la Convención sobre Misiones Especiales regulan la inmunidad de jurisdicción
y la renuncia a ella respecto de las Misiones Especiales.

9.- Los conflictos de jurisdicción. Los casos en los cuales nos podemos
encontrar ante un conflicto de jurisdicción se presentan en relación con los límites
externos de ella, esto es, porque existe un tribunal nacional que se atribuye
facultades para los efectos de resolver un determinado conflicto frente a un tribunal
extranjero u otra autoridad política o administrativa del Estado.

De acuerdo con ello, nos podemos encontrar ante dos casos de conflictos de
jurisdicción:

a) Conflictos de jurisdicción internacional. Cuando se discute de los límites


de poderes que puede tener un tribunal chileno frente a un tribunal extranjero o
viceversa, para los efectos de conocer y resolver un determinado conflicto.

En tal caso, se deberán aplicar para resolver dicha controversia las normas
contempladas en los tratados internacionales y de derecho internacional privado, las
cuales se contemplan en el Código de Derecho Internacional Privado.
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b) Conflictos de jurisdicción o de atribuciones nacionales.

De conformidad a lo establecido en los artículos 5, 6, 7 CPR los órganos del


Estado deben actuar dentro de su competencia y no pueden atribuirse facultades
que no se les han conferido ni aún a pretexto de concurrir circunstancias
extraordinarias.

De acuerdo con ello, nos encontramos ante un conflicto entre los tribunales
ordinarios o especiales cuando ellos se atribuyen una función que se sostiene
corresponder a otro poder del Estado.

Según nuestro ordenamiento jurídico, los órganos encargados de resolver


estos conflictos de atribuciones difieren según la mayor o menor jerarquía del
tribunal que interviene en el conflicto.

Conforme a las reglas que se contienen en nuestro ordenamiento jurídico, el


conflicto de jurisdicción deberá ser resuelto:

- Por el Senado, si el conflicto se suscita entre las autoridades políticas o


administrativas y los tribunales superiores de justicia, entendiendo por tales a la
Corte Suprema y la Corte de Apelaciones (art. 53 N° 3 CPR).

- Por el tribunal Constitucional, si el conflicto se suscita entre las autoridades


políticas o administrativas y los tribunales inferiores de justicia (art. 93 N° 12 CPR).

b) Los Límites externos también derivan de los propios poderes de otro


Poder del Estado (Ejecutivo o Legislativo).

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Aparece de los art. 76 y 7 CPR; arts. 1, 2, 3 y 4 COT y art. 222 C.P., que la
jurisdicción de los tribunales chilenos está limitada por el ejercicio que de sus
propias atribuciones pueden hacer otros poderes del estado.

Límites Internos de la jurisdicción

Son aquellos que miran a ella misma, prescindiendo de las jurisdicciones


de otros Estados o de las funciones de otros Poderes del mismo Estado. Surge así la
idea de "competencia" que determina la órbita dentro de la cual cada juez o tribunal
ejerce su actividad jurisdiccional, definida en el art. 108 COT y que es objeto de
estudio en el curso siguiente.

10.- Dentro del concepto de Jurisdicción, conviene examinar un punto que se


refiere a la diferencia que existe o puede existir entre el acto de jurisdicción, el acto
administrativo y el acto legislativo.

Si en un Estado ideal se dieran las circunstancias que hicieren posible,


determinar la naturaleza de los actos que emanan de cada uno de los tres poderes,
no habría problema en precisar la naturaleza de los actos que cada uno de ellos;
pero como no estamos en un Estado utópico, esa trilogía no tiene un modo
definido y claro.

Existen zonas que los tratadistas llaman "zonas grises" que son difíciles de
clasificar en algunos de estos tres poderes. Especialmente se dan estas dificultades
cuando el distingo se refiere al carácter jurisdiccional o administrativo de algunos
actos jurídicos.

La doctrina tradicionalmente se basa en tres criterios fundamentales:

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a) Criterio Orgánico, conforme al cual todo aquello que emana del poder
legislativo será legislación, será administración aquello que proviene del ejecutivo y
será jurisdicción toda aquella actividad desplegada por el poder judicial.

Como hemos visto, este criterio no es exacto porque es frecuente que se


atribuya una determinada función a un órgano que por su naturaleza no está
destinado a cumplir.

b) Criterio Formal, en cuya virtud se atribuye determinada naturaleza


jurídica a ciertos actos en razón del carácter que tales actos aparentan exteriormente.

Criticable posición si se tiene en cuenta que puede incurrir en errores al


calificar un acto por estas formalidades externas.

c) Finalmente, el criterio sustancial se basa en los efectos del acto, con


prescindencia del órgano del cual emana así como de las formas que pueda revestir.

Podemos agregar dos criterios:

d) Uno que atiende al interés comprometido en una u otra actividad estatal.


En efecto, es esencial que la actividad del juez sea ajena al interés debatido en el
proceso; la inversa ocurre con la actividad administrativa porque las autoridades que
la realizan defienden los intereses unilaterales del Estado.

e) Y otro criterio que señala que la característica distintiva del acto


jurisdiccional es la Cosa Juzgada, este efecto de irrevocabilidad perpetua del acto
es ajena a otros quehaceres del Estado.

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Trascendencia del distingo: La distinción entre acto administrativo,


legislativo y administrativo no es una cuestión meramente doctrinaria. Tiene
importantes repercusiones: a) son diversos los presupuestos, requisitos y
condiciones que afectan a cada uno de ellos, b) distintos los efectos que se derivan
de la falta de alguno de ellos, c) los medios para reclamar del actos no son los
mismos, así como los órganos ante los cuales pueden reclamar y los plazos.

11.- Clasificación de la jurisdicción

La Jurisdicción considerada desde un punto de vista general se presenta


como una función cuyo contenido es único. Es decir, conceptualmente la
jurisdicción es una y esa unidad emana de su naturaleza. La jurisdicción no está
dividida, ni puede clasificarse.

Sin embargo, considerada más en particular es susceptible de distinciones y


especificaciones, por ello es más propio hablar de manifestaciones de la
Jurisdicción, que de clases de Jurisdicción.

Esta clasificación o distinción se hace atendiendo a la naturaleza del acto o


del asunto en que se ejerce ella, es decir, se clasifica considerando su contenido; así
hablamos de una Jurisdicción según las distintas ramas del Derecho. Tenemos una
Jurisdicción civil, penal, administrativa, laboral, militar, minera, constitucional.

Si nos limitamos únicamente a la jurisdicción civil, su ejercicio comprende


las siguientes facultades o atribuciones:

1.- Jurisdicción Contenciosa. (art. 76 CPR y art. 1º COT).

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2.- Jurisdicción no contenciosa, voluntaria o graciosa u honoraria (art. 2


COT).

3.- Jurisdicción conservadora, disciplinaria y económica (art. 3 COT).

4.- jurisdicción ético profesional. (DL 3.621, de 7-feb.-1981).

1.- Jurisdicción Contenciosa (arts. 76 CPR y 1º COT)

Se denomina jurisdicción contenciosa a la jurisdicción propiamente dicha,


que deriva de los arts. 76 CPR y 1º COT y se caracteriza porque presupone un
conflicto, una controversia, que es dirimida por el tribunal. En los términos de las
referidas disposiciones la jurisdicción contenciosa supone la existencia de una
causa, que es sinónimo de juicio, pleito, litigio.

Elementos de una causa:

a.- Existencia de una controversia de orden jurídico. Se requiere de la


existencia de una "controversia de orden jurídico". Quedan excluidos por
consiguiente todos aquellos de carácter ideológicos, religiosos, éticos o morales.

En la redacción anterior del art. 5º COT se señalaba que a los tribunales que
menciona les corresponde el conocimiento "de todos los asuntos judiciales que se
promuevan en el orden temporal dentro del territorio de la república...". La expresión
"temporal", se contrapone al orden espiritual.

Con la reforma de la ley 19.665 se suprimió la referencia al orden temporal


porque la distinción entre la jurisdicción temporal y la espiritual, si bien se justificó
en un momento histórico determinado, hoy está superada y no sirve para atribuir

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competencia los tribunales. En cualquier caso, es claro que a la jurisdicción no le


concierne el conocimiento de causas eclesiásticas o puramente espirituales, cuyo
conocimiento les corresponde a los jueces eclesiásticos, con arreglo al derecho
canónico.

b.- La controversia jurídica debe ser actual. La controversia será "actual"


cuando versa sobre aspectos concretos y en la que exista un Derecho
comprometido y no meras expectativas. Los jueces no pueden hacer declaraciones
abstractas o de mera consulta. Los órganos jurisdiccionales no están llamados a
conocer y juzgar discusiones meramente doctrinales o de orden académico, sino que
es menester que haya un derecho comprometido.

c.- La controversia jurídica actual debe ser entre partes. El litigo debe
suscitarse "entre partes" que tengan intereses contrapuestos, puesto que si estos son
armónicos no hay litigio. Luego, para que exista esta controversia deben existir a lo
menos dos partes. Cada parte puede ser una o más personas y la persona que
compone a cada parte puede ser natural o jurídica.

Desde el punto de vista procesal, aquella parte que acciona, que pretende,
recibe el nombre de demandante o actor. Y aquella contra la cual se dirige la acción
recibe el nombre de demandado o reo. Hay que tener en cuenta de que para que
exista una causa no es necesario que las partes comparezcan efectivamente ante el
tribunal, puede seguirse ese juicio en ausencia de una de ellas, en cuyo caso se dice
que el juicio se sigue en rebeldía, pero este hecho no significa que vaya a existir una
sola parte, siempre serán dos partes.

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d.- La controversia actual entre partes, debe ser conocida por un tribunal
de justicia, que la va a resolver. El "tribunal" no puede faltar y puede ser ordinario,
especial o arbitral.

2.- Jurisdicción no contenciosa o voluntaria (art. 2º COT)

La intervención de los tribunales no responde siempre a la existencia de un


conflicto jurídico entre partes.

En primer lugar, es perfectamente posible que el tribunal esté llamado a


intervenir de manera independiente a si concurre o no la controversia, como
ocurriría en un juicio sobre divorcio en que ambos cónyuges estén de acuerdo.

Pero, por otro lado, hay ocasiones en que el legislador impone la


intervención de los tribunales cuando se trata de aplicar determinadas disposiciones
legales en casos en que ni siquiera existe una controversia real o aparente. En estos
casos, se pretende garantizar la correcta aplicación de dichas normas en razón de las
garantías inherentes al ejercicio de la labor de los tribunales.

Típico ejemplo de este último supuesto es la jurisdicción voluntaria,


designada así, desde Roma (Marciano, Digesto), por contraposición a la
contenciosa.

No la define nuestro COT, sino que el libro IV CPC en su art. 817. El art. 2
COT se refiere a los asuntos judiciales no contenciosos.

En la actualidad, predomina la idea que la denominada jurisdicción


voluntaria no es jurisdicción ni es voluntaria.

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En primer lugar, hay que recordar que la actuación jurisdiccional exige la


pretensión de una parte, acto por el cual pide o reclama algo frente al oponente. En
la llamada jurisdicción voluntaria, justamente falta la controversia, la oposición y,
por lo tanto, la pretensión, de modo que en estos casos no hay ejercicio de función
jurisdiccional.-

En segundo término, la expresión voluntaria es inadecuada porque en


muchos casos la intervención de los jueces se halla impuesta por la ley.

Los jueces que intervienen en actos de jurisdicción no contenciosa no


ejercen jurisdicción porque no hacen aplicación del Derecho de manera irrevocable.
Por lo mismo, no hay proceso porque no hay oposición ni produce cosa juzgada la
resolución que pronuncian.

De hecho, en estos actos no hay partes en sentido estricto, sólo hay un


peticionario y tampoco hay controversia, porque si esta apareciere el acto se
transforma en contencioso.

Los actos judiciales no contenciosos están establecidos por el legislador con


distintas finalidades:

a) Destinados a proteger los derechos de los incapaces.

b) Destinados a servir de solemnidad a ciertos actos jurídicos

c) Destinados a la comprobación del cumplimiento de los requisitos que la


ley impone para determinados actos.

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El código de Procedimiento Civil chileno, adecuadamente la denomina


"actos judiciales no contenciosos" y de acuerdo al art. 817 CPC se entiende por actos
judiciales no contenciosos, "aquellos que según la ley requieran de la intervención del juez y en
que no se promueve contienda alguna entre partes".

Los requisitos para estar en presencia de un acto judicial no contencioso


son:

a) La ley requiere expresamente la intervención del juez y

b) Que no se promueva contienda alguna entre partes.

En una gestión voluntaria no se habla de demandante sino de interesado,


empero, un acto judicial voluntario puede devenir en contencioso, si es que se
formula oposición por legítimo contradictor.

Diferencias entre la jurisdicción voluntaria y la jurisdicción


contenciosa

1.- Existencia de Conflicto: En la jurisdicción contenciosa, existe un


conflicto, una contienda actual, una controversia entre partes, es decir, una causa.

2.- Obligatoriedad de conocimiento y fallo: En la jurisdicción


contenciosa los tribunales están obligados a conocer y fallar todos los asuntos que
las partes le someten a su conocimiento y no pueden excusarse de ejercer su
autoridad, ni aun por falta de ley que resuelva la contienda sometida a su decisión
(art. 10 COT).

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En la jurisdicción voluntaria los jueces intervienen en el conocimiento de un


asunto, en la medida en que una ley expresa requiera su intervención.

3.- Apreciación de la prueba: En la jurisdicción contenciosa los tribunales


para apreciar la prueba no gozan de libertad, pues en su apreciación están
constreñidos por lo que señala el legislador.

En la jurisdicción voluntaria los tribunales aprecian prudencialmente las


pruebas rendidas por el interesado, cualquiera que sea la índole de esas pruebas.

4.- Competencia: En la jurisdicción contenciosa para determinar el


tribunal que debe conocer de un asunto, es menester examinar la posible existencia
del fuero, como factor o elemento determinante de la competencia del tribunal.

En la jurisdicción voluntaria por expresa decisión del legislador este


elemento no se considera (art. 133 COT y art 827 CPC).

5.- Forma de la Sentencia: En cuanto a la forma que deben revestir las


sentencias que se dictan en unas y otras. Las emitidas en la jurisdicción contenciosa
deben sujetarse al art. 170 CPC y al A.A. de 1920.

Las de la jurisdicción voluntaria se ciñen por el art. 826 CPC.

6.- Cosa Juzgada: Las sentencias dictadas en la jurisdicción contenciosa,


una vez firmes producen el efecto de cosa juzgada. En cambio, en la jurisdicción
voluntaria, las determinadas en ella pronunciadas no producen el efecto de cosa
juzgada (art. 821 CPC).

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3.- Facultades económicas, conservadoras y disciplinarias (art. 3º


COT)

3.1.- Facultades conservadoras:

La jurisdicción conservadora es la facultad que tienen los tribunales de


justicia de velar por que todos los poderes públicos actúen entro de la órbita de sus
atribuciones y en especial de velar por que las garantías individuales consagradas en
constitución sean respetadas.

El origen de esta denominación se remonta al legislador de 1875 que dictó


la Ley de Organizaciones y Atribuciones de los tribunales, el que tomó esta
denominación de la entonces existente Comisión Conservadora, establecida por la
Constitución de 1833, cuya función esencial, en receso del Parlamento, era velar por
la observancia de las Garantías Individuales.

Se comprenden dentro de estas facultades conservadoras, las siguientes:

a) El Recurso de Amparo o Habeas Corpus.

b) La acción constitucional de protección.

c) El recurso de reclamación de expulsión de extranjeros.

d) El recurso de reclamación por pérdida de nacionalidad.

e) La asistencia jurídica gratuita.

3.2.- Facultades disciplinarias:

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Las facultades disciplinarias de los tribunales de justicia les permiten


aplicar determinas sanciones o de adoptar medidas, con el objeto de velar por la
corrección de los debates judiciales y por el correcto desempeño funcionario y
personal de los miembros del Poder Judicial.

Su finalidad no es otra que mantener la disciplina del Poder Judicial, desde


un doble ángulo:

a) Vigilando y sancionando, en su caso, la conducta ministerial de los jueces.

b) Vigilando y sancionando la conducta de las partes y de los profesionales


que comparecen ante los tribunales.

Se llama conducta ministerial aquella que debe observar un juez en el


desempeño de sus funciones jurisdiccionales.

Las facultades disciplinarias se hacen efectivas ya sea de oficio o bien a


petición de parte. Cuando es el afectado el que reclama por el abuso que
compromete la responsabilidad disciplinaria del juez, se habla de Recurso de Queja
o Queja propiamente tal.

De acuerdo al artículo 82 CPR la Corte Suprema tiene la superintendencia


directiva, correccional y económica de todos los tribunales de la nación.

Las Cortes de Apelaciones tienen también las atribuciones necesarias para


ejercer la disciplina judicial dentro de su respectivo territorio jurisdiccional e igual
atribución le corresponde a los jueces de letras dentro de su respectivo territorio
(art. 535 y ss. COT).

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En el ejercicio de esta facultad los tribunales según su jerarquía y naturaleza


de la cuestión objeto de la corrección pueden aplicar las siguientes medidas
disciplinarias:

a) Hacer uso de la destitución, facultad privativa de la Corte Suprema (art.


80 CPR).

b) Puede aplicarse en este ejercicio el Traslado, según el artículo 80 inc. 4º


CPR, que lo ordena el Presidente de la República con acuerdo o a propuesta de la
CS puede aplicar estas medidas a los funcionarios del orden judicial.

c) Aplicación de multas, cuyo monto el legislador regula.

d) Arrestos y apremios, medidas pueden ser aplicadas tanto por la Corte


Suprema como por las Cortes de Apelaciones, incluso por los Jueces de Letras.

3.3.- Facultades económicas:

Estas facultades son aquellas que permiten o autorizan a los tribunales a


adoptar ciertas medidas de orden general, que redundan en beneficio de la buena
administración de justicia. Desde un punto de vista técnico jurídico, no comportan
una función propiamente jurisdiccional. De ahí que el COT alude a ellas, señalando
que los tribunales tienen "además" estas facultades.

Pertenecen a esta clase de facultades las diversas órdenes y disposiciones


dictan los jueces para que sean cumplidas por sus subalternos y las circulares u
oficios emanados de los tribunales superiores, entre los que cobran especial interés
los autos acordados.

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Forman también parte de estas facultades la intervención que les


corresponde a los tribunales en el nombramiento e instalación de los distintos
funcionarios judiciales; la concesión de permisos y licencias y la que ejercen de
conformidad al artículo 5º CC que prescribe: "La Corte Suprema de Justicia y las Cortes
de Alzada, en el mes de marzo de cada año, darán cuenta al Presidente de la República de las
dudas y dificultades que les hayan ocurrido en la inteligencia y aplicación de las leyes, y de los vacíos
que noten en ellas".

4.- Jurisdicción ético profesional ( D.L. 3.621 de 7 feb de 1981)

El DL 3621 de 7 de febrero de 1981, suprimió diversas normas que


conferían atribuciones a los Colegios Profesionales, reduciendo el carácter de éstos
al de simples asociaciones gremiales. Entre dichas atribuciones dejadas sin efecto, se
contaban las facultades de conocer y resolver los conflictos que se promovían entre
profesionales o entre éstos y sus clientes, como consecuencia del ejercicio de la
profesión así como para velar por el cumplimiento de la ética profesional.

Esta Facultad fue suprimida y sustituida, estableciéndose en el artículo 4º


del citado DL que "Toda persona que fuere afectada por un acto desdoroso,
abusivo, o contrario a la ética, cometido por un profesional en el ejercicio de su
profesión, podrá recurrir a los tribunales de justicia en demanda de la aplicación de
(las) sanciones contenidas en la Ley Orgánica del colegio respectivo". Estas normas,
para el caso de los abogados son las contenidas en el Código de Ética Profesional
(Sentencia de la Corte Suprema, de 4 de octubre de 1999).

Este reclamo se considera como un asunto Contencioso y su


conocimiento y fallo se somete a los trámites del procedimiento sumario. Se trata de
una forma de hacer efectiva la responsabilidad profesional, a que dan lugar los actos
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desdorosos, abusivos o contrarios a la ética que comete el profesional y que se


ejerce en la forma y por el procedimiento establecido en el Decreto Ley Nº 3.621,
cuyo objeto es la aplicación de las sanciones que contemplan para estos actos la Ley
Orgánica del Colegio respectivo o las normas de ética vigentes, al tenor del citado
cuerpo legal.

Antes de la vigencia del Decreto Ley Nº 3.621, las facultades estaban


asignadas al respectivo Colegio, quien las hacía efectiva sobre sus miembros, puesto
que la inscripción en este Colegio era obligatoria.

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