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La carencia de lazo social producto de la brecha entre los principios de propiedad, igualdad y

libertad en confrontación con la realidad efectiva fue leída o comprendida como ―enfermedad
social‖, una enfermedad a su vez física y moral. Los remedios debían ser también de esos dos
tipos: físicos y morales. La población y el individuo pasan a ser considerados problemas a conocer,
diagnosticar y curar en sus probables enfermedades físicas y/o morales.

Para ello se trata de saber cuáles son, por un lado a nivel poblacional, los índices de mortalidad,
morbilidad, nacimientos de hijos ilegítimos, delitos, prostitución, locura, huelgas, levantamientos y
todo aquello que pueda significar un riesgo para al buen orden que conduce al progreso; o dicho
de otro modo, para que los flujos del mercado de los productos industriales, intercambiados por
materias primas provenientes de países periféricos, se desenvuelvan libres de obstáculos.

Así el conocimiento y el tratamiento de enfermedades sociales tomará un doble rumbo:


totalizante e individualizante. La idea de riesgo es adjudicada a grupos y la de peligrosidad a
individuos

Se difunden así lo que Michel Foucault ha denominado dos tecnologías (“tecnología” alude aquí a
un conjunto de procedimientos que tienen como fin moldear las conductas de individuos y
poblaciones.) de intervención sobre las poblaciones y los individuos:

Biopolítica: Es una tecnología de gobierno de las poblaciones que fundamentalmente toma como
objeto o blanco a la vida. Ella, a través de la estadística establece tasas de natalidad, mortalidad,
morbilidad, delincuencia y la construcción de esos datos es analizada en función de lograr un
cuerpo de la población sano. Su fin es y fue controlar los procesos de la vida, dejarlos actuar, pero
dentro de los márgenes deseables y óptimos, que no son otros que los que conservan el orden
social tal como está establecido o con las modificaciones necesarias que nada cambien.

Anatomopolítica: Toma como blanco a los cuerpos individuales considerados desviados o


anormales (aquel sujeto que cae fuera de la media normal esperable para la población y que al
hacerlo pone en peligro a los demás o a sí mismo), con el objetivo de moldearlos de acuerdo a las
normas emanadas de la Biopolítica. Esta modelación se realiza en instituciones disciplinarias como
la familia, la iglesia, la escuela; y a quienes se requiere desde esta perspectiva “resocializar”‖, en el
manicomio, la cárcel o el reformatorio, cuando la familia o la escuela hayan fallado en su función
de normalización.

En síntesis, la imposición de la higiene física y moral desde el momento del nacimiento,


desplegada en diversas instituciones (escuela, familia, hospital, Iglesia), se tornó un elemento
central a la hora de construir lazos sociales y evitar conflictividad política.

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