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Juanes escandalosos al control de las armas.

Prácticas y orden de género en el Ejército


Mexicano 1917-1924.

Autor: Daniel Arias Osorio.

Resumen: A través de diversas publicaciones que hicieron referencia a las fuerzas armadas
y que circularon entre 1917-1924, usando como herramientas teórico-metodológicas los
conceptos de masculinidad hegemónica y modernización militar del patriarcado, el texto
muestra como la fuerza física y las armas fueron las cualidades que utilizaron los militares
mexicanos para exhibir su hombría, destacando el “escándalo” y “los abusos de autoridad”
como prácticas que consolidaron un orden de género y un modelo de masculinidad
hegemónica militar. El artículo devela como la instalación de un nuevo Estado
posrevolucionario emprendió la transformación de este orden de género, en un primer
momento se hizo a través de medidas represivas, con la instalación de una policía militar o
la implementación de toques de queda, que a partir de 1922 se complementó con iniciativas
educativas y legislativas, buscando implementar otras prácticas de género, pero bajo los
mismos preceptos patriarcales.

Palabras claves: masculinidades hegemónicas; masculinidades cómplices; modernización


militar de patriarcado; abusos de autoridad; orden de género.

Scandalous men at gun control. Mexican army practices and gender order during the period
1917 – 1924.

Summary: This article goes through publications in the journal Excélsior, referring the arm
forces and other text about military instruction and morale which circulated between 1917
and 1924. The concepts of hegemonic masculinity and modernizing military patriarchy were
used as theoretical tools of analysis. This text shows how the physical force and guns were
qualities used by the Mexican military personnel to exhibit manliness, stressing “scandal”
and “authority abuses”. Those practices consolidated a gender order and a hegemonic
military model of masculinity. The article shows how the establishment of a new post
revolutionary State undertook the transformation of this gender order, carried out, firstly, by
repressive measures, with the installation of a military police, the implementation of curfews
or the establishment of a special task force. In addition, from 1922 some initiatives in
education and military legislation were carried out, aiming to implement other gender
practices, but under the same patriarchal precepts.

Keywords: Hegemonic masculinities, complicit masculinities, military modernization of


patriarchy, authority abuses, gender order.

Juanes escandaloso ao controle de armas. Práticas e ordem de gênero no exército mexicano


1917-1924

Resumo: Por meio das publicações que fizeram referência às forças armadas no jornal
Excelsior e outros textos sobre instrução e moral militar que circularam entre 1917-1924,
utilizando como ferramentas teórico-metodológicas os conceitos de masculinidade
hegemônica e modernização militar do patriarcado, o texto mostra como força física e armas
eram as qualidades que os militares mexicanos usavam para exibir sua masculinidade,
destacando o "escândalo" e o "abuso de autoridade" como práticas que consolidavam uma
ordem de gênero e um modelo de masculinidade militar hegemônica. . O artigo revela como
a instalação de um novo estado pós-revolucionário empreendeu a transformação dessa ordem
de gênero, inicialmente através de medidas repressivas, com a instalação de uma polícia
militar ou a implementação de toques de recolher, que a partir de de 1922 foi complementado
por iniciativas educacionais e legislativas, buscando implementar outras práticas de gênero,
mas sob os mesmos preceitos patriarcais.

Palavras-chave: masculinidades hegemônicas; masculinidades cúmplices; modernização


militar do patriarcado; abuso de autoridade; ordem de gênero.

Introducción

Ser militar después de la Revolución implicaba no sólo cumplir con los cánones masculinos 1
de la época, sino que estuvieron supeditaos al modelo de masculinidad hegemónica militar,

1 Para tener un panorama más amplio sobre los estudios históricos que han ahondado en lo que significó hacerse
varón en México para esta temporalidad se puede consultar el texto: Víctor Macías-González, “Apuntes sobre
la historiografía de la masculinidad y sus usos para los estudios históricos en México”. Navegando, año 5, no.
7 (2017), 64-65, donde se hace un recorrido por las diferentes corrientes historiográficas que han ahondado
que se reflejaba en prácticas como el escándalo y los abusos de autoridad, configurando una
imagen institucional que tenía poca acogida dentro de la sociedad mexicana.

El 10 de octubre de 1918 una nota del diario el Excélsior señaló la moralización del ejército
nacional que llevaba a cabo la Secretaría de Guerra y Marina. Este proyecto se ejecutaba a
través de medidas represivas, como la instalación de una policía militar, un grupo de hombres
que patrullaban en la noche y se encargarían de reprimir todas aquellas prácticas que
resultaran escandalosas o que irrumpieran con las normativas militares. De acuerdo con el
artículo estaba arrojando “buenos resultados”,

La policía especial militar que hace poco fue organizada por disposición del jefe
de la Guarnición de la Plaza, general Francisco L. Urquizo, ha principiado a dar
buenos resultados y a contribuir eficazmente para la moralización del ejército.
En los días que tiene de estar funcionando ya se ha conseguido casi evitar que los
militares asistan a cafés cantantes, casas de lenocinio y otros lugares donde antes
acostumbraban pasar largas horas y donde con frecuencia ocurrirán hechos
escandalosos. Igualmente se ha conseguido hacer que la oficialidad respete el
uniforme, y que mostrándose como verdaderos militares, no cometan actos que
la Ordenanza General del Ejército prohíbe en forma terminante. Los agentes de
la policía especial que son también oficiales del Ejército, tienen instrucciones de
vigilar continuamente los lugares donde acostumbraban concurrir algunos
militares escandalosos 2.

El proyecto modernizador de las fuerzas armadas buscó transformar esas prácticas con el fin
de constituir un ejército conformado por hombres disciplinados, bien vestidos, subordinados
a las leyes militares y, sobre todo, que fueran obedientes a sus superiores3. En este artículo
analizó cuales fueron las prácticas de género 4 de los hombres en el ejército nacional, que

sobre este tópico, destacando como los medios de comunicación configuraron unas representaciones masculinas
que han naturalizado la heterosexualidad y lo que suscribió para los hombres con orientaciones e identidades
de género no hegemónicas
2 Excélsior, octubre 10 1918
3 Martha Beatriz Loyo Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército Mexicano

1917-1931 (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 65.


4 Comprender que el género es una construcción social que se basa en la interpretación de unas diferencias
sexuales, que lejos de ser naturales hacen parte de unas configuraciones que han marcado relaciones de
desigualdad entre hombres y mujeres, también nos recuerda que hacen parte de una cimentación histórica, que
se ha ido transformando y ha demarcado unas representaciones específicas para hombres, mujeres y todas
instauró Venustiano Carranza el 1 de mayo de 1917 5, y que convirtió al ejército
constitucionalista, facción victoriosa de la Revolución, en el nuevo ejército mexicano,
disolviendo al antiguo ejército federal. Reseñando en un segundo momento las primeras
medidas que se tomaron para transfigurarlo, en un proyecto que el historiador inglés Thomas
Rath ha nombrado “modernización militar del patriarcado” 6.

Para realizar este análisis parto de las apreciaciones conceptuales de la socióloga R. W.


Connell, quien propone que tanto las masculinidades como las feminidades, son lugares en
las relaciones de género que se definen y ocupan en un determinado momento histórico 7.
Asimismo, me nutro de las aportaciones de Guillermo Núñez Noriega, quien sostiene que
hacer investigaciones sobre hombres y masculinidades, es indagar sobre “la manera en que
el sistema sexo género opera en los sujetos definidos sobre su nacimiento como varones y
que tienen una expectativa de comportamiento masculino”8.

Las fuentes de información

En la búsqueda de fuentes de información para mostrar cuáles fueron las prácticas de género
en el Ejército Mexicano durante su proceso de modernización llegué al análisis del periódico
el Excélsior. Al estudiar las publicaciones me enfrenté a varios retos, entre ellos, fue
encontrarme una gran variedad de artículos que parecían “ciegos al género”, donde las notas
informativas se limitaban a hacer alusión a asuntos como: el presupuesto de la Secretaría de
Guerra y Marina, los proyectos de renovación político-administrativa de las fuerzas armadas
o diferentes iniciativas para la reducción de las tropas.9Las denuncias realizadas a militares
contribuyeron a armar un bosquejo sobre, cuáles fueron las prácticas y políticas de género de

aquellas identidades y prácticas de género que puedan escapar a ese binario en el acaecer histórico. Joan Scott,
“El género: una categoría útil para el análisis histórico”. en El género: la construcción cultural de la diferencia
sexual, ed. Marta Lamas (México: PUEG, 1996), 265-302
5Excélsior, abril 18 de 1917
6 Thomas Rath “Modernizing Military Patriarchy: Gender and State-Building in Postrevolutionary Mexico,
1920–1960”, Journal of Social History,3 no. 52 (2019):807–830. (https://doi.org/10.1093/jsh/shx118).
7 R. W. Connell: Masculinidades,(México: PUEG, 2003), 109
8Guillermo Nuñez Noriega, “Los estudios de género de los hombres y las masculinidades: ¿qué son y qué
estudian?”, Culturales, v. 4, no. 1 (2016): 27.
9Algunos ejemplos de este tipo de publicaciones son: un artículo del 22 febrero de 1920 que titulaba: “El
proyecto para crear el gran Estado Mayor del Ejército no ha sido aún estudiado. Es inadecuado para nuestro
país, y de realizarse resultaría muy gravoso al gobierno”; el de diciembre 29 de ese mismo año que señalaba:
“Se estableció la 1ª. reserva del ejército. A ella pertenecen desde ayer todos los jefes y oficiales que se
consideran como excedentes”; o la minuta del 15 de enero de 1924 que decía: “El ejército ha sido aumentado,
en el transcurso de un mes el número de plazas llega a setenta mil”
la Secretaría de Guerra y Marina. Sin lugar a duda, “el escándalo” parece ser la palabra que
se utilizó para describir una gran variedad de prácticas de género en la Ciudad de México,
que no sólo estuvieron relacionadas con militares, como lo señalan Martha Santillán
Esqueda10 y Diego Pulido Esteva11, pero fueron acusaciones recurrentes en su contra durante
la primera mitad del siglo XX. Un ejemplo fue la noticia que llegó del estado de Michoacán
el 11 de diciembre de 1919 al periódico el Excélsior, que rotulaba: “resulta insoportable la
conducta de algunos militares. En estado de ebriedad, un insolente militar armó escándalo
magno en un cabaret, disparó su revólver sobre las pupilas porque la de su preferencia estaba
con otro”12.

La noción “escándalo” se usó para señalar algunas prácticas de género, que estuvieron
relacionadas con experiencias nocturnas, donde el consumo de licor, prostitución y las
confrontaciones por vías de hecho fueron una constante. Es así, como el artículo reseña, lo
que acontecía con los militares en Michoacán:

Los escándalos que a diario se registran, provocados por algunos militares que,
sin ningún miramiento al uniforme que llevan hacen uso de él para intimidar a
los pacíficos vecinos, tienen justamente alarmada a la sociedad. Anoche, en una
casa de mala nota, que se titula, cabaret, se presentó de una manera intempestiva,
un señor militar armado de dos enormes pistolas, y diciendo que él había estado
en muchos combates y que por lo tanto era muy hombre. Así recorrió varios
departamentos de la casa, hasta llegar al salón principal, donde encontró a una de
las pupilas, a la que dispensa sus atenciones, compartiendo amigablemente con
algunos parroquianos. Ver esto, y montarse en cólera, todo fue uno, y haciendo
uso de las armas que portaba, comenzó a hacer disparos contra el grupo. Ante la
agresión intempestiva de este individuo, algunos de los presentes, trataron de
reducir al orden al escandaloso, sin haberlo logrado. Afortunadamente, debido al

10 Martha Santillán Esqueda, “Violencia, subjetividad masculina y justicia en la Ciudad de México (1931-
1941)”, Secuencia 104, e1614 (2019): 1-31 (doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1614)
11 Diego Pulido Esteva, “El 'cantinismo': culturas del alcohol en la Ciudad de México a principios del siglo
XX”, Historias, núm. 96-97, (2017): 82-94
12 Excélsior, diciembre 11 1919
estado completo de embriaguez en que se encontraba el oficial, no pudo hacer
blanco en ninguna persona.13

Los varones que vivieron los primero años del México posrevolucionario ostentaron su
hombría, entendida según las aportaciones que hace historiador inglés John Tosh, quien hace
una lectura de las relaciones de género en la Inglaterra del siglo XIX, como "la importante
verdad de que los muchachos no se convierten en hombres por el mero hecho de madurar,
sino por adquirir diversas cualidades y destrezas varoniles como parte de un proceso
consciente"14 a través del uso de la fuerza física en diferentes lugares, como la cantina15,
asociada con prácticas como el consumo, licor y prostitución; para el caso de los varones que
pertenecieron a las fuerzas armadas fue relevante la exposición de su desempeño militar y el
uso de las armas como una manera de exponer su masculinidad.

El uso de la fuerza como una demostración de masculinidad.

El ejército junto con la policía estuvo a cargo del control de la fuerza gubernamental, y del
mantenimiento en el poder a los vencedores de la Revolución 16 y hacer cumplir las
normativas dispuestas por el gobierno. Pero más allá del uso de ese poder en un marco
institucional, este también estuvo cifrado en la demostración de sus masculinidades. Por
medio de las armas hicieron “valer” su palabra o se impusieron ante los demás militares o

13 Excélsior, diciembre 11 1919


14 John Tosh, “¿Cómo deben trabajar los historiadores el tema de la masculinidad? Reflexiones sobre la Gran
Bretaña del siglo diecinueve”, History Workshop, 38, (1994): 180.
15 Pulido Esteva, “El 'cantinismo'”: 91
16El periodo histórico en el que se inscribe este artículo, está signado por la continua disputa sobre el control
político del país entre militares, marcado por hechos como el asesinato del presidente general Venustiano
Carranza en 1920, o la rebelión delahuertista a finales de 1923, que buscó derrocar al presidente general Álvaro
Obregón. Un manifiesto escrito por un militar del antiguo ejército federal en 1918, el general Félix Díaz, a pesar
de que reconocía la “mala fama” del antiguo ejército, manifestaba su descontento por todas las transformaciones
que estaban acaeciendo en las fuerzas armadas, señalando las prácticas más representativas de estos “hombres”,
que según él hacían de este un mal ejército. Esto nos muestra que la configuración de un modelo de
masculinidad hegemónica militar fue un proceso discontinuo, que produjo conflictos y que se definió desde
muchos lugares: “El Ejército Federal, heroico y glorioso, a pesar de las enormes aberraciones de muchos de sus
miembros, sostén y garantía de los intereses individuales, del honor, de la libertad de sus habitantes, así como
el defensor de nuestra soberanía interior y de nuestra independencia exterior, fue disuelto porque el país,
extraviado con las embriagadoras ideas de la revolución, exigió imperiosamente su extinción, [..] Ese valiente
y patriótico Ejercito, que en unión de todos los elementos sanos del país, es el llamado a la inmensa labor de la
reconstrucción nacional, ha sido reemplazado por presidiarios, salteadores de caminos y asesinos, que ahora
ejercen su criminalidad no a la sombra del gobierno carrancista, sino en el nombre de él y con su apoyo
incondicional, para el exclusivo provecho particular de cada uno de los ejecutantes” Félix Díaz, Manifiesto
que dirigen al pueblo mexicano el C. General Félix Díaz, jefe del ejército reorganizador nacional y demás
compañeros de tropas (México D.F., sin información, 1918): 4 [El subrayado es mío]
civiles. En uno de los escándalos reseñados por el Excélsior, se narraba como la cruz roja
había terminado siendo víctima de un enfrentamiento entre dos capitanes del ejército, donde:

Como decimos antes, el suceso en que perdió la vida el chofer Sebastián


Martínez, que ese fue el nombre de la víctima, se debió a que momentos antes se
había registrado un verdadero combate entre los soldados que ocupaban varios
carros de la estación de Nonoalco, y cual causa principal fue la de encontrarse en
estado de ebriedad [...] Hechas las averiguaciones se aclaró que dos grupos de
soldados encabezados por dos capitanes, entre ellos el citado López, por
disgustos que nunca faltan entre ebrios, se habían entregado a un descomunal
combate [...] Reducidos al orden los escandalosos, fueron aprehendidos el capitán
López y varios oficiales, cuyos nombres no nos fueron proporcionados." 17

Según la prensa, el detonante de todas aquellas prácticas fue el consumo de alcohol, que de
acuerdo con las apreciaciones de Pulido Esteva, permitió que los hombres se desinhibieran y
demostraran su hombría a través de ciertas prácticas, como la resolución de conflictos por
medio de la violencia, que se había constituido en un ritual de iniciación masculina18. Pero
cuál era la intención de aquellas confrontaciones, que en el caso de los militares conllevó la
utilización de las armas. Los periódicos sugieren que fueron “disgustos que nunca faltan
entre ebrios”, pero más allá de esto, a lo que aluden estas publicaciones, es a unos
aprendizajes culturales masculinos que ciñeron en el enfrentamiento una forma de tramitar
discrepancias entre hombres, que los diarios del momento “naturalizaban” y veían como un
asunto cotidiano19.

17Excélsior, mayo 13 1918


18 Pulido Esteva, “El 'cantinismo'”: 82-94
19 Pablo Picato en el libro: Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México 1930-1931(México D.F.:
Publicaciones de la casa Chata, 2010): 131, sugiere que en el uso de la violencia se realizó con la finalidad de
defender el honor, entendiendo por este “el valor de una persona para sí misma, pero también a los ojos de la
sociedad”. Este artículo no desconoce que las confrontaciones que sucedieron durante esta temporalidad se
efectuaron en defensa del honor como parte de un habitus social. Pero este texto toma como herramienta teórico
conceptual la propuesta de Connell sobre masculinidades hegemónicas y cómplices, y el concepto de
modernización militar del patriarcado de Thomas Rath, para proponer una explicación que revela, como el fin
de la Revolución signó la transformación de un modelo de masculinidad hegemónica militar que tenía sus raíces
en el antiguo ejército federal, el cual buscaron transformar los militares que estuvieron a cargo de la
modernización del ejército, en un primer momento a través de medidas coercitivas pero bajo la misma lógica
patriarcal, como se irá demostrando en el desarrollo del texto.
Las prácticas de género más recurrentes fueron el uso de la fuerza física y las armas, con la
finalidad de soslayar un ejercicio masculino que usufructuaron los miliares para imponer y
validar su palabra ante sus compañeros y la población civil, empleando las destrezas que
aprendieron de la educación militar para realizar tal cometido. Tales destrezas no sólo
estuvieron relacionadas con la vida nocturna, en abril de 1918 un vigilante sorprendió a dos
militares, que golpeaban a un chofer por no pagar el importe de un viaje:

Un rondín de los alumnos de la escuela de Agricultura sorprendió a dos militares


en los momentos en que uno de ellos golpeaba furiosamente a un chofer, dándole
pistolazos en la cabeza [...] Habían ocupado un coche y no pagan lo que
importaba el alquiler. El chofer exigía una nota escrita para comprobar la deuda
y la contestación fue darle una golpiza brutal, labor que personalmente
desempeño el teniente coronel Guillermo Pérez López20

El ímpetu y el uso de los instrumentos militares sirvió para exhibir un modelo de


masculinidad, que si bien pudo personificar una “carga”21 para los varones que pertenecieron
al ejército mexicano, también significó un lugar de privilegio dentro de la sociedad mexicana,
pues algunos hicieron del adiestramiento militar una herramienta para amedrentar a la
población, y en ocasiones, demarcar algunas concesiones, como en el caso de estos dos
militares, en un proceso que tal como lo señala Connell, subordinó y marginó a los demás
hombres y mujeres 22, recalcando que algunas de estas prebendas se obtuvieron por medio de
la violencia, y la única forma de atenuarlas fue su mismo uso, demarcando una clara ventaja
para los militares.

En otra de las acusaciones que publicó el Excélsior contra un miembro del ejército, se señala
como un capitán de aviación causó un gran escándalo al impartirle órdenes a un chofer que
no pudo acatarlas, por lo cual el aviador lo amedrentó:

20 Excélsior, abril 09 1918


21 Diversas investigaciones sobre masculinidades sostienen que hacerse hombre implica un complejo ejercicio
que resulta violento y que ha tendido a perjudicar las condiciones emocionales y de salud de los hombres. Para
el caso de las fuerzas armadas mexicanas la investigación de Juan Guillermo Figueroa, “Algunas reflexiones
bore la sexualidad y la salud de los varones en las fuerzas armadas”, en Sucede que me canso de ser hombre…
relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México, comps. Ana Amuchástegui e Ivonne Szasz
(México: El Colegio de México, 2007), 622-626, muestra como el modelo de masculinidad imperante ha puesto
en riesgo la salud sexual de los militares mexicanos y la integridad de las mujeres.
22 Connell, Masculinidades, 118-122.
La 8a. Demarcación de policía tuvo conocimiento de un hecho ocurrido ayer en
la tarde en el Bosque de Chapultepec, y del que resultaron víctimas el chofer
Feliciano Zamudio y su ayudante Ramón Méndez. Estos manejaban un
automóvil y se hallaban en el sitio, cuando se aproximó un capitán de aviación,
llamado Alfonso Virgen, ocupando el coche en compañía de dos señoritas.
Dieron orden de trasladarse a Chapultepec, y en el camino el capitán pretendió
coger el volante, ofreciendo un saquito de monedas de oro en garantía de
cualquier desperfecto que le ocasionara; pero Zamudio no aceptó y llegaron al
Bosque, entrando por la Gran Avenida. Al llegar a la rampa que sube para el
Molino del Rey, el auto se paró por falta de gasolina, y así se lo hicieron saber al
capitán, diciéndole que el ayudante iba a comprar la necesaria para llegar hasta
donde hubiera un expendio; pero Virgen entró en cólera y dijo que para los
choferes a los que se les acaba la gasolina, el traía una pistola, y sacándola del
cinto, amagó a Zamudio, acabando por guardar el arma de fuego y desenvainar
la espada, con la que dio una tunda formidable de cintarazos al chofer
[...]Zamudio presenta numerosas contusiones producidas por los cintarazos que
le aplicó el militar, pretendiendo quizá por ese medio sacarle gasolina de donde
no la había23

Los escándalos de militares no solo estuvieron vinculados con prácticas nocturnas, sino que,
como en el caso del capitán de aviación Alfonso Virgen, el escándalo hizo alusión a hechos
que estuvieron relacionados con abusos de autoridad, donde la característica principal fue el
empleo de la instrucción militar para tramitar los conflictos, imponer su palabra o generar
algún tipo de prebenda económica, en la imperiosa necesidad de hacer alarde de un modelo
de masculinidad que atemorizó a la población civil y algunos militares, donde los artefactos
bélicos se consolidaron como un elemento de poder masculino.

El historiador Enrique Plasencia de la Parra arguye que la infantería fue más proclive a este
tipo de prácticas 24. En este artículo no se puede alimentar este argumento, pues las

23Excélsior, noviembre 24 1919


24Enrique Plasencia de la Parra, Historia y organización de las fuerzas armadas en México, 1917-1937(México:
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2010): 28-139, muestra
el acontecer histórico de las principales fuerzas y servicios por los cuales estuvo compuesto el ejército
mexicano, señalando que la caballería, la infantería, la artillería fueron las armas que más sobresalieron en este
publicaciones en muchas ocasiones no hicieron referencia a la fuerza o servicio al que
pertenecían los militares escandalosos25; lo que sí se puede argüir es que estas prácticas
solidificaron un modelo de masculinidad que la Secretaría de Guerra y Marina pretendió
cambiar durante el proceso de modernización del ejército mexicano que se consolidará en la
década de 1950.26

La jerarquía militar, entre masculinidades cómplices y hegemónicas.

La socióloga R. W. Connell, retoma diversas propuestas teóricas, como la categoría


hegemonía de Gramsci, y las nociones de subordinación, complicidad y marginación, a partir
de las cuales construye un modelo jerárquico de relacionamiento masculino, compuesto de
cuatro posiciones (masculinidades hegemónicas, cómplices, subordinadas y marginadas).
Masculinidades hegemónicas, hace alusión a aquel lugar de mayor jerarquía, donde los
varones logran mantener un dominio sobre las mujeres que los rodean, sus subalternos y
pares; estos últimos cumplen la función de avalarlos, situando este lugar, como
masculinidades cómplices 27. Esta estructura puede ser útil para leer como la Revolución dejó
un modelo de masculinidad hegemónica militar, que se expresó a través de prácticas como
el “escándalo” y los “abusos de autoridad”, que estuvo cimentando por un cuerpo de militares
que ostentaron el poder y otro que contribuyó a que estos se mantuvieran en dichas
posiciones. La población civil se quejó constantemente de este modelo de masculinidad, pues
bajo este esquema de autoridad algunos castrenses cometieron abusos, como los del teniente
coronel M. Ruiz en el pueblo de Milpa Alta:

Una comisión de vecinos del pueblo de Milpa Alta se presentó ayer ante el señor
Gobernador del Distrito para quejarse de los atropellos y crímenes que está
cometiendo en esa población el teniente coronel Margarito Ruiz, jefe de las armas
de dicha población. [...] Este militar, decían trata de atacar nuestro pueblo como

periodo histórico. Su libro también subraya que durante el proceso de modernización del ejército, se impulsó la
creación y transformación de algunos de sus servicios, como el de intendencia o la justicia militar, o el
emprendimiento de diferentes proyectos educativos.
25 Un ejemplo de lo anterior es el artículo publicado en el Excélsior el 12 julio de 1918 que rotulaba: “Un magno
escándalo hubo en la candelaria, figurando en el soldados, mercaderes y pueblo. Los soldados que en número
de 100, habían salido en busca de víveres, cometieron atropellos; protestaron los mercaderes con indignación y
los vecinos secundaron su actitud, entablándose enseguida una lucha a puñetazos, pedradas, etc. etc.” en la cual
no se hizo alusión a que fuerza o servicio pertenecían estos militares.
26Rath, “Modernizing Patriarchy”, 823.
27 Connell, Masculinidades, 118-122.
si fuera un rebelde, ha puesto sus soldados en dispositivo de combate y nos
amenaza con entrar a saco al pueblo si nos quejamos [...] Dicen los quejosos que
el teniente coronel Ruíz es un hombre terrible, que se ha convertido en señor de
vidas y haciendas en toda la región. Que para saciar sus instintos no se detiene
ante nada, y que últimamente se comprobó que tres cadáveres encontrados
abandonados en las cercanías de Xochimilco y de San Pedro Actopan eran de
otras tantas víctimas causadas por la furia criminal de este militar […] Las
autoridades ordenaron la aprehensión de Ruíz, quien se dejó conducir a la cárcel,
y a los pocos momentos se presentaron dos soldados que dijeron iban a servir de
centinelas de vista para que el reo no se escapara. Efectivamente se situaron en
el lugar adecuado; pero al día siguiente ellos mismos, los centinelas de vista,
habían puesto en libertad al teniente coronel Ruíz, quien dijo respondería de los
delitos que se le imputaban; pero libre. Desde entonces las burlas a las
autoridades y a los vecinos son diarias. Ruiz, en insolente actitud, se sonríe de
todo, y cuando se le dice algo, asegura que no le harán nada 28.

Connell sostiene que la sobrevivencia del patriarcado ha radicado en una solidaridad


masculina que se ha encargado de conservarlo 29. El comportamiento de los centinelas hacía
el teniente coronel Ruíz podrían contribuir a solventar esta afirmación, pues su actuación
avaló la existencia de un modelo de masculinidad, que se expresó en los abusos de autoridad
hacia la población civil y algunos militares bajo un paradigma patriarcal. Esta situación
también habla de las dificultades que tuvo la ejecución del proyecto modernizador del
ejército, pues si bien se querían suprimir este tipo de acontecimientos, erradicarlos fue
complejo, ya que, dentro de las mismas fuerzas armadas, las alianzas masculinas protegieron
este estándar de masculinidad y se resistieron a su transformación.

Según los postulados de Connell la consolidación de un modelo de masculinidad hegemónica


implica la subordinación y marginación de otros hombres, ya fuere por su orientación sexual,
clase económica, etnia30, o la jerarquía militar, que constituyó otra variable más dentro de la
reafirmación de la hombría para los castrenses. A pesar que se alejan de la temporalidad, la

28 Excélsior, febrero 20 1920


29 Connell, Masculinidades,120
30 Connell, Masculinidades, 116-121.
correspondencia con Joaquín Amaro, secretario de guerra y marina entre 1924-1931 es rica
en manifestar, como este modelo de masculinidad causó repercusiones entre los oficiales y
la tropa, mostrando como algunos jefes o generales31, en alianza con los “sicerones”,
“serviles” o “rastreros” marginaron otros militares. El soldado de infantería José Bonilla le
escribe una carta al general Amaro, expresando que ha sido objeto de abusos por parte de sus
jefes y compañeros:

En las corporaciones, muchas veces no le cae uno bien a los jefes de ellas por no
simpatizar con sus ideas o por cualquier motivo que no sea del agrado de ellos, y
desde el momento es hostilizado el subalterno, máxime cuando hay el grupo de
los adictos o privilegiados del jefe, los que vulgarmente se les llama “los
sicerones, serviles, o rastreros”; pues dichos elementos se prestan hasta para lo
más degradante, con más razón para perjudicar al oficial que el jefe le designe;
[…] pues por la presión del mismo jefe o por ser dichos elementos
incondicionales para todo lo que él quiera hacer de aquel que se proponga a
perjudicar y si este se queja, siempre es el que sale perjudicado es uno. Nuestra
Ordenanza nos previene y de allí que siempre se encuentra uno cohibido de elevar
uno sus quejas"32

Se podría afirmar que esta estructura sostenía relaciones de cacicazgo y complicidad, asunto
que intentaron abolir las autoridades militares, con el fin de evitar este tipo de abusos anclada
a la propuesta de otro modelo de masculinidad, que sobretodo se cimentara en hombres
disciplinados, obedientes y que en lo posible no generaran relaciones de familiaridad con sus
subalternos. La legislación militar prohibió a los castrenses quejarse de sus jefes, con una
clara política de establecer un orden de género yuxtapuesto al sistema de jerarquías
impulsado por la Secretaría de Guerra y Marina.

31Según información proporcionada por el Fideicomiso de los Archivos de Plutarco Elías Calles y Fernando
Torreblanca –FAPECFT- la jerarquía militar estaba dividida en cuatros rangos: los generales que estaban
compuestos de: generales de división, de brigada, y brigadieres; los jefes que estaban conformados por:
coroneles, tenientes coroneles y mayores; los oficiales a los cuales pertenecían: los capitanes primeros y
segundos, los tenientes y subtenientes y; en el último rango la tropa compuesta por: los sargentos primeros y
segundos, cabos y soldados.
32Archivo Joaquín Amaro –AJA/ 0303 Correspondencia con oficiales y tropa. Exp. 2 Inv. 230 Leg. 5/43. [Sin
fecha]
La consolidación de un modelo de masculinidad hegemónico: la dominación de las
mujeres.

La historiografía latinoamericana no se ha preocupado por dar respuesta al lugar que han


ocupado en un primer momento los hombres, y más específicamente los militares en los
ejercicios de violencia contra las mujeres. La propuesta teórica de Connell se sustenta en que
parte de la configuración de esas masculinidades hegemónicas se basan en una “dominación
de las mujeres”33. Tal vez unas de las expresiones más sobresalientes de este ejercicio se
pueden rastrear en los casos de violencia de género.

El 27 de junio de 1918 el Excélsior daba cuenta de un feminicidio perpetrado por un militar,


“si no por amor, por fuerza…!!! Una bella señora de la Colonia Roma, fue durante años
perseguida por un capitán que, atormentado por los celos, resolvió desfigurarla a pistoletazos
y cumplió su palabra”34. El artículo narra como el capitán Lojero acosó durante dos años a
esta mujer, quien estando casada con Luis Plasencia nunca le comentó esta situación a su
esposo por temor a represalias, señalando que el militar finalmente decidió “ajusticiarla por
celos”35. El sistema patriarcal permitió que este tipo de acontecimientos se dieran como parte
de una demostración de hombría, con la intención de marcar los cuerpos de las mujeres como
un jurisdicción masculina, como lo señala Segato, en el análisis que hace de los feminicidios
en Ciudad Juárez36. La vida de las mujeres fue un territorio en disputa, donde la fuerza bélica
constituyo una herramienta para expresar ese poder y demarcar la vida de las mujeres como
una propiedad ante los demás hombres y sustentarla en la vida cotidiana de ellas.

Segato subraya que la violencia ejercida por varones es necesaria entenderla como un
“mandato” masculino, que está vinculado con la reproducción de un orden de género 37. El
13 de agosto de 1917 el general Manuel García Vigil fue asesinado por el capitán Díaz, según
la minuta del Excélsior la causante de aquella muerte, había sido “una mujerzuela de las
muchas que concurren a exhibir sus impudicias”, donde se sostiene que después de las cinco

33 Connell, Masculinidades, 116-121.


34 Excélsior, junio 27 1918
35 Excélsior, junio 27 1918
36 Rita Laura Segato La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. (Buenos Aires:
Tinta Limón, 2013), 20
37 Rita Laura Segato, La guerra contra las mujeres (Madrid: Traficantes de sueños, 2016), 13
de la madrugada un grupo de militares se encontraba bailando en la academia metropolitana,
donde:

Los […] señores recorrían el salón viendo a las parejas especialmente a las
mujeres. Estuvieron una vez en la cantina donde tomaron un vaso de cerveza y
regresaron al salón para dar lugar a la primera parte de la tragedia que no parecía
llegara a tener las consecuencias que desgraciadamente tuvo [...] Una cara bonita
estragada por el vicio pasa cerca del general García Vigil y sus acompañantes.
Dirige algunas miradas al militar y este solicita de alguno de sus amigos ser
presentado. La presentación se efectuó, se cambian unas cuantas palabras y no
habían hecho más, cuando surgió entre los danzantes un hombre con sweater gris,
pantalón militar y sombrero tejano, que en completo estado de ebriedad y
sumamente enojado le dijo a la muchacha: “si te vas con cualquiera de esos verás
lo que les pasa” señalando a los mencionados señores, García Vigil, que
realmente y en honor de la verdad es un hombre sereno y no afecto a los
escándalos, y le dijo: “no provoque amigo, que nosotros con nadie nos metemos”.
Algún otro llama la atención del capitán, diciéndole que estaba tratando con un
general a lo que el aludido contestó que nada le importaba. Entonces el general
García Vigil le dice: “cuidado amigo, que yo también tengo con que
defenderme”. El capitán se aleja diciendo “bueno, ya verán'" 38

La prensa culpabilizó a las mujeres de los enfrentamientos masculinos, en la potestad de


sostener un régimen patriarcal que legitimó determinadas expresiones y prácticas de género
haciendo juicios moralizadores que, bajo adjetivos, como “mujerzuelas” o “una cara bonita
estragada por el vicio”, delineó un régimen de género. Las prácticas de género militares,
denotan que, si bien los periódicos señalaron y juzgaron estas mujeres, la asistencia a cantinas
y el consumo de prostitución circunscribieron unas demostraciones de hombría y un puntapié
para la cimentación de un modelo de masculinidad hegemónica que, bajo una doble moral,
condenó a las mujeres que asistieron a estos lugares, pero fueron espacios concurridos por
militares durante gran parte del siglo XX.

38 Excélsior, agosto 13 1917


Sostener esta estructura patriarcal estuvo cifrado por unos ejercicios de violencia, que a partir
de estos testimonios se podría argüir actuaron en dos frentes. Por una parte, en una práctica
de dominación, donde las mujeres no tuvieron la posibilidad de elegir sobre sus vínculos
sexo-afectivos, y siempre estuvieron a merced de la selección de los hombres, enfrentándose
a agresiones ejercidas en los espacios públicos y privados cuando su elección no fue
correspondida, o en las violencias moralizadoras que los militares ejercieron sobre ellas; la
violencia también sirvió para defender el “honor militar”, los castrenses se enfrentaron entre
sí y con algunos hombres, con la intención de demarcar la vida de una mujer como un objeto
suyo.

Finalmente, las investigaciones de Martha Santillán Esqueda, quien analiza algunos procesos
judiciales por violencia de género, delibera que para el México posrevolucionario si bien no
se celebraban estos hechos, tampoco se establecieron políticas para su extirpación, resaltando
que el proceso de modernización se realizó bajo un paradigma patriarcal, que se adaptó a las
nuevas realidades que siguieron situando los procesos de subjetivación masculina bajo el
precepto de la violencia39. Agregando a esto que las autoridades militares nunca se
pronunciaron en contra de la violencia que los castrenses ejercieron contra las mujeres, en lo
que se podría denominar un “pacto masculino” patriarcal.

La transformación de un modelo de masculinidad hegemónica: ser militar, ¿en quién


reconozco autoridad?

El investigador Bernardo García Martínez señala que el funcionamiento espacial de México


tiene sus raíces en la época colonial, donde el valle de México operó como un radar hacia el
resto del país 40, esta dinámica cobró el mismo sentido para las políticas de género de la
Secretaría de Guerra y Marina. Fue así, como la prensa para finales de 1919 señalaba el éxito
de la policía militar en el antiguo Distrito Federal y su expansión a la República, agregando
que los nuevos cuerpos policiales se conformarían con los excedentes de las fuerzas armadas
que hubieran tenido una conducta intachable41.

39 Martha Santillán Esqueda, “Violencia, subjetividad masculina y justicia en la Ciudad de México (1931-
1941)”, 16-17 (doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1614)
40 Bernardo García Martínez, “El Desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX”, en
Historia económica de México, coord.. Enrique Semo (México: UNAM, 2004), 95
41 Excélsior, enero 10 1919
Además de la instalación de una policía militar, el ejército de la Ciudad de México decretó
un toque de queda en 1919, con la intención de aumentar el paquete de medidas que venía
implementado,

La Secretaría de Guerra y Marina ha enviado una circular a todos los jefes con
mando de fuerzas que se encuentran en la Ciudad de México, ordenándoles que
por ningún concepto se permitirá, por la noche, la salida de los soldados, como
no sea llevando éstos una justificación de que se les ha dado permiso especial
para ello. Esto obedece al hecho de que frecuentemente se habla de que los
soldados se constituyen en autores de asaltos y robos, cosa que se ha comprobado
en muchos casos. Con la medida dictada, en primer lugar se evitará la ocasión de
que los soldados se dediquen a actos reprochables, y que si los rateros o asaltantes
se disfrazan de militares para cometer sus fechorías, puedan ser castigados con
la severidad que requiere el delito de una suplantación semejante 42

Pero cuál era la necesidad de instaurar políticas de carácter coercitivo, los Juanes, como se
nombró coloquialmente a los militares, parecían incontrolables a la luz de la prensa, resultado
de ello, que una de los primeros recursos para modificar sus prácticas fuera el uso de la
violencia. En el año de 1920 un artículo sobre la posible desaparición de este departamento,
hacía alusión al poco reconocimiento que tenía la policía civil entre los militares:

… los señores militares tienden a desconocer y a pisotear, a saber, que todos,


ellos lo mismo que nosotros, debemos respeto y obediencia a la policía civil en
los asuntos de su resorte, y que, fuera de lo que atañe al servicio militar, tan
subordinados a esta policía deben mostrarse los militares como los civiles
mismos43

En la exaltación de ese modelo de masculinidad hegemónica, los militares no reconocieron


en la policía civil, un ente que los pudiera cohesionar y lograra reprimir las prácticas que la
Secretaría de Guerra y Marina quería erradicar. En la época sucedió todo lo contrario, a partir
de las publicaciones del Excélsior se puede apreciar, que cuando los policías civiles
intentaron intervenir sobre los militares, estos tendieron a retarlos, y en algunas ocasiones

42 Excélsior, octubre 31 1919


43 Excélsior, julio 02 1920
marginarlos, el 19 de octubre de 1918 el Excélsior hacía alusión a uno de estos abusos, donde
se acuñaba: “Salvaje crimen cometido por soldados. Dos gendarmes que vigilaban por el
niño perdido las líneas aéreas, fueron acribillados a balazos. El sargento que mandaba
autorizó que se hiciera bailar a los gendarmes al son de las balas”, puntualizando:

En forma que apenas es creíble por lo cruel, dos celosos guardianes del orden
público que ayer en la madrugada se dedicaban a cumplir con su deber vigilando
las líneas telefónica y telegráfica por el rumbo de la calzada del niño perdido,
para evitar los robos de alambre que se han repetido en los últimos días, fueron
acribillados a tiros por un grupo de soldados armados que, en estado de ebriedad
se presentaron a pretender obligar a los gendarmes que abandonaran sus puestos
[...] los soldados dirigieron los balazos a los pies y a las piernas de los gendarmes
para reírse de los gestos de terror de los desventurados guardianes [...] Los
gendarmes fueron interrogados por los soldados para que dijeran que hacían allí
a aquellas horas, y como dijeran que vigilaban las líneas aéreas, se disgustó el
sargento quien dio orden que los fusilaran, con el pretexto de que tenían que
habérselas con los rateros disfrazado de gendarmes. Alguno de los soldados, que
todos se hallaban ebrios, sugirió la idea de que no se matara a aquellos inocentes,
que era mejor hacerlos sufrir como por ejemplo se les hiciera “danzar al son de
las balas” siendo recibida la idea con carcajadas y risotadas44

Reducir estas prácticas a través del uso de la violencia puso en estado de alerta a aquel modelo
de masculinidad hegemónica que había dejado la Revolución, transformarlo a través de
medidas represivas provocó en algunos casos su exacerbación, que se expuso en hechos,
como la ridiculización de otros hombres con el fin de demostrar una superioridad masculina
y militar.

Aunque la policía militar seguía funcionando 45, para el año de 1923 se creó una nueva entidad
con propósitos muy similares que se denominó “cuerpo de servicios especiales”, en la
presentación del proyecto se señalaba una clara diferencia con las iniciativas anteriores,

44Excélsior octubre 19 1918


publicada el 8 de abril de 1923 titulada: “sigue moralizándose al elemento militar”,
45 Prueba de esto es la noticia

que hacía alusión a esta dependencia.


destacando que este cuerpo militar estaba creado por miembros de mayor jerarquía, que iban
de “mayor arriba y de honradez y cultura reconocidas”, pero que al igual que la policía militar
estarían encargados de vigilar los actos de los miembros de la Secretaría de Guerra y Marina
y reprender aquellos que pusieran en deshonra las fuerzas armadas.46

Otra de las medidas tomadas durante ese mismo año, fue el arresto por ocho días a los
militares que portando el uniforme asistieran a cantinas y armaran escándalos, que dejaban
en entredicho el “decoro del elemento militar”, sumando a esto la publicación de sus nombres
en las plazas militares con el fin de someterlos al escarnio público, que para el 2 de abril de
1923 fueron: Capitán 1o. Octavio Ceballos, de la corporación de Sueltos; capitán 2do.
Eduardo Campos, comisionado en la sección 3a. del departamento de Caballería; teniente
Francisco Ruíz, del 31o. Batallón de línea; teniente Isaac Jáuregui, de la Escuela práctico-
militar; y sargento 1o. Fabián Suárez, comisionado en la vigilancia de la prisión militar”47

Durante el periodo que comprende este artículo se intentaron instaurar una gran variedad de
regulaciones para transformar las prácticas de género de los elementos que pertenecían a las
fuerzas armadas, debido a la inestabilidad política y militar del país estas se fueron
modificando, pero la intención era la misma. Tenían dos objetivos: por una parte, se buscaba
que los “abusos de autoridad” que cometían estos militares se redujeran y que éstos no
significaran un peligro para la integridad de la población; y al mismo tiempo, se quería
instaurar otra imagen institucional de aquellos caballeros, que no se asociará con militares
cercanos “a vicios integrados al juego, a la embriaguez, a la disolución escandalosa”, que
evitarán la “asistencia a lugares de mala fama” y obviarán “las compañías y las amistades
íntimas con personas mal conceptuadas de poca delicadeza en el manejo de caudales” 48, que
se basaban en el artículo 632 de la ordenanza general del ejército que estaba en vigor desde
el porfiriato49.

Modernización militar del patriarcado: la instalación de un orden de género a partir de


la educación y la reglamentación militar.

46 Excélsior, julio 31 1920


47 Excélsior, abril 02 1923
48 Excélsior, julio 19 1918
49 Martha Beatriz Loyo Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército Mexicano

1917-1931, 137.
Según los aportes de John Tosh la consolidación de una masculinidad hegemónica como
estructura de género tiene implicaciones relevantes sobre las fuerzas armadas en tres
sentidos: se espera que los gobiernos tengan un control efectivo sobre ellos salvaguardados
en una relación de confianza, el Estado debe asegurar su formación con las capacidades y
valores propicios, añadiendo que debe existir una amplia aceptación de su quehacer en la
sociedad50.

En el año de 1917 estas premisas estaban lejos de cumplirse, si bien había culminado la
primera etapa de la Revolución, sobre los hombres que conformaban las fuerzas armadas
recaía una muy mala imagen. Como se mencionó en el apartado anterior las primeras medidas
que se tomaron para transformar el cuerpo armado fueron de carácter represivo. De manera
más paulatina y un poco más tardía fueron acompañadas con políticas educativas que
buscaron formar moralmente a los miembros de las fuerzas armadas.

A partir de 1922 se empiezan a publicar una serie de manuales, cuestionarios que preparan a
los militares para las evaluaciones de ascensos y documentos que difunden las disposiciones
de la ordenanza general del ejército, que irán incrementando a lo largo de la década. Estas
publicaciones buscaban la moralización del ejército y no estaban muy lejos de los propósitos
que pretendían las políticas represivas anteriormente descritas, pero las formas de ejecución
eran distintas.

Durante los años 1922 y 1923 se publicaron dos manuales escritos por el profesor de una de
las escuelas práctico militar, Pedro A. Ferreiro. Su intención era hacer más comprensible las
leyes militares para los oficiales y suboficiales del ejército que quisieran ascender. En ellos
se pueden apreciar lo que pudieron ser las bases de la campaña de moralización impulsada
por Joaquín Amaro a partir de 1925, que como lo propone Thomas Rath, no buscó generar
estadios de igualdad de género, sino que emprendió la modernización de las fuerzas armadas
bajo un paradigma patriarcal51.

50 John Tosh, “Hegemonic masculinity and the history of gender”, en Masculinities in politics and war,
gendering modern history, editado por Stefan Dudink, Karen Hagemann and John Tosh (Oxford: Manchester
University Press, 2004), 49
51 Thomas Rath “Modernizing Military Patriarchy” 827. (https://doi.org/10.1093/jsh/shx118).
La legislación y los textos sobre moral militar apuntaban a la consolidación de algunas
características, que más que transformar el modelo de masculinidad existente, buscó reforzar
el aprendizaje de determinados atributos, con la finalidad de evitar las prácticas que habían
consolidado un modelo de masculinidad hegemónico militar. Los manuales insistieron en la
subordinación y la obediencia como dos características indispensables de todo soldado:

“Obligaciones de un soldado. ¿El soldado que ingrese a un escuadrón a donde se


destina? A una escuadra, se le enseña a vestir con propiedad, y cuidar de sus
armas; enterándosele de que debe ser subordinado y obediente a las órdenes de
sus superiores […] Demostraciones de respecto. ¿Qué deber tiene el militar con
sus superiores? Guardarles respeto y atención y saludarlos siempre que los
encuentre. ¿Qué deber tiene el superior con sus inferiores? Tratarlo con
consideración y contestar el saludo que le hagan 52.

Las políticas de género de la Secretaría de Guerra se enfocaron en configurar un modelo de


relacionamiento jerárquico, de los jefes y generales se esperaba que no forjaran relaciones de
familiaridad con sus subordinados53, no se sobrepasaran con sus subalternos, aunque se
pretendía que se hicieran respetar,

“¿Qué obligaciones son comunes desde el cabo hasta el General de División


inclusive? Tendrán especial cuidado de no excederse ni en una palabra mal
sonante cuando reprendan a sus inferiores para no dar motivo a la
insubordinación, pues deben tener siempre presente su educación y dignidad, sin
rebajarse jamás hasta hacerse acreedores a un severo castigo por su abuso de
autoridad. No se considerarán delictuosos los actos del superior que tengan por
objeto tener obediencia a sus órdenes, repeler una agresión o sostener la
disciplina; pero la calificación se hará por la autoridad competente 54.

52 Pedro A. Ferreiro, Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército, documentación
(México: sin información, 1922), 38
53Pedro A Ferreiro, Cuestionario para los exámenes de ordenanza que presentarán los ciudadanos jefes y
oficiales alumnos de la escuela práctico militar, en el presente año, formado por el profesor comandante Pedro
A. Ferreira (Guadalajara: sin información, 1923), 5
54 Pedro A. Ferreiro, Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército, documentación
(México: sin información, 1922), 42
De una manera que parecería contradictoria, la legislación militar también incentivó a los
superiores a que se hicieran respetar, y actuar en los casos que fuere necesario, con la
intención de contener su don de mando y cohesionar al grupo de varones que tenían a su
cargo. Según los planteamientos de Plasencia de la Parra para transformar las prácticas de
cacicazgo y complicidad en el caso de los generales, se pretendió hacer una “rotación
constante” por el país, aunque el mismo acentúa que esto no fue posible en todos los casos 55.
La configuración de este orden de género también contempló que los mismos militares
velaran porque se cumpliera eficazmente con las disposiciones, alentado a que:

Todo militar en servicio, en disponibilidad o retirado, tiene el deber de reprender


a cualquier inferior en los lugares públicos o habitaciones particulares, y aun
entregarlo a una guardia en calidad de detenido. Si el que tomase esta providencia
fuere Sargento o Cabo, consignará allí mismo, por escrito, el motivo que hubiere
dado lugar a ella; pero siendo oficial, comunicará lo ocurrido directamente a la
autoridad militar respectiva, cuando sea de igual o mayor categoría que ella, o
dará parte en caso contrario al Mayor de la plaza o al jefe de Estado Mayor según
corresponda.56

Como se expuso en la sección anterior contrarrestar este orden de género a través de estas
políticas estuvo lejos de cumplirse, pues los generales que tendieron a hacer este tipo de
prácticas se salvaguardaron en la complicidad de otros militares para exhibir su autoridad
como forma de una demostración de hombría.

El proyecto de modernización de las fuerzas militares también contempló la expulsión de las


mujeres de la Secretaría de Guerra y Marina, pues en la configuración de un nuevo orden de
género basado en las graduaciones militares las mujeres debían estar fuera de la institución,
pues a los ojos de aquellos modernizadores, su presencia infundía indisciplina en el cuerpo
armado y daba una mala imagen del ejército, el Excélsior hacía alusión que para el año de
1917 fueron más de doscientas mujeres las que se expulsaron de las sumisiones armadas,

55Enrique Plasencia de la Parra, Historia y organización de las fuerzas armadas en México, 85


56Pedro A Ferreiro, Cuestionario para los exámenes de ordenanza que presentarán los ciudadanos jefes y
oficiales alumnos de la escuela práctico militar, en el presente año, formado por el profesor comandante
Pedro A. Ferreira (Guadalajara: sin información, 1923), 34-35
Todas las señoritas empleadas de la Secretaría de Guerra y Marina y sus
dependencias cesaron el día de ayer, por disposición del Sr. Sub-Secretario de
Guerra y Marina. A fin de que las empleadas que con motivo de esta disposición
quedaron sin empleo, recibirán el menor daño posible, se les obsequió con un
mes de sueldo. Parece que el acuerdo de separación de dichas empleadas se tomó
teniendo en cuenta la conveniencia de que todos los puestos de la mencionada
Secretaría y sus dependencias fueran ocupados por varones, a fin de poder hacer
más estricta la disciplina y lograr el mejor cumplimiento de sus obligaciones 57

Con esta expulsión se pretendía configurar un orden de género que marcara una clara y
desigual diferencia entre mujeres y hombres, donde estas ocuparon el último lugar en el
peldaño, en una política de género que asoció disciplina militar con varones.58 Aunque las
legislaciones dan pie a interpretar que algunas de ellas siguieron en las fuerzas armadas como
asimiladas 59, en oficios que se asociaron al sistema de cuidados o que no tuvieron mayor
remuneración ni prestigio en el ejército, como lo señala la circular número 26 de 1923, que
pedía a los diversos departamentos de la Secretaría de Guerra y Marina,

que ninguna señora o señorita; en ninguna de las dependencias de esta Secretaría


de Guerra, a excepción hecha de las obreras que trabajan en los talleres, y de
las enfermeras, podrán desempeñar su empleo, cesando con fecha 1.° de junio;
en el concepto de que todo el mes de junio deberá pagárseles, por decenas
vencidas 60.

La Secretaría de Guerra a través de la legislación y educación militar intentó configurar una


estructura de género que se basó en tres asuntos: por una parte, otorgó a los militares de
mayor jerarquía la posibilidad de exhibir su hombría por medio del dominio de sus

57 Excélsior, junio 01 1917


58 Esta iniciativa se sostuvo durante esta temporalidad hasta el año de 1938. Según el libro editado por la
Secretaría de Defensa Nacional, La mujer militar en México (México: Secretaría de Defensa Nacional, 2012),
17, las mujeres pudieron ingresar de manera formal a las fuerzas armadas a partir de un decreto impartido el 19
de septiembre de 1938, que creó un Cuerpo de Oficinistas del Ejército.
59Enrique Plasencia de la Parra, Historia y organización de las fuerzas armadas en México, 1917-1937, 24-25,

señala que “asimilada/o” fue la acepción que utilizaron formalmente las fuerzas armadas hasta 1924 para
denominar al personal que trabajaba en la Secretaría de Guerra y Marina que no eran militares.
60 Secretaría de Guerra y Marina, Recopilación de reglamentos y circulares expedidos durante el año de 1923
(México: talleres gráficos de la nación, 1926), 71-72 [El subrayado es mío]
subalternos y la potestad del uso de la violencia en los casos que se pusiera en entredicho su
“don de mando”; a los oficiales y a la tropa de una manera marcadamente ambivalente, se les
pidió que tuvieran carácter, obedecieran, pero al mismo tiempo se hicieran respetar; por
último, la configuración de este modelo con la intención de “disciplinar” y “moralizar” a las
fuerzas armadas, intentaron alejar de manera formal a las mujeres y las que estuvieron dentro
de la institución ocuparon posiciones poco relevantes, enviándole un mensaje a la sociedad
mexicana del momento, que presuponía que el lugar de las mujeres en un buen ejército estaba
en labores de cuidado, como la enfermería, en algunos oficios que requerían los talleres de
la Intendencia Militar, y en sus casas, a la espera de sus esposos, y velaran porque en lo
posible estos no llegaran borrachos.

A finales de 1924 Joaquín Amaro fue nombrado secretario de guerra y marina. Éste será
quien emprenda una campaña de moralización del ejército más ofensiva, que fuera de retomar
algunas de las disposiciones emprendidas en los gobiernos anteriores, vinculó las políticas
de género de una manera más amplia a una reestructuración de las leyes militares, la
profesionalización del ejército, y la introducción de algunas prácticas deportivas, que se
incentivaron por medio de una amplia difusión de las revistas del ejército y el nacimiento de
algunas, como la revista militar deportiva61

Conclusiones

El concepto de masculinidad hegemónica como herramienta teórico-metodológica me


permitió entrever las prácticas de género de los militares que pertenecieron a las fuerzas
armadas, en el marco de la configuración de un nuevo Estado que impulsó el fin de la
Revolución mexicana en 1917. A partir de las publicaciones en la prensa se puede percibir
que los militares expusieron su hombría en prácticas como el escándalo y los abusos de
autoridad, configurando un orden de género jerárquico y desigual, que se mantuvo a flote en
la marginación de la población civil y de otros militares. Estas prácticas constituyeron lo que
John Tosh ha denominado una “desacreditación del patriarcado”62.

61Martha Beatriz Loyo Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército Mexicano
1917-1931, 130-145.
62 Tosh , “Hegemonic masculinity and the history of gender”, 51
Con la imperante necesidad de modernizar el ejército bajo un paraguas patriarcal, la
Secretaría de Guerra y Marina optó por empezar a implementar una serie de medidas de
carácter coercitivo, como la instalación de una policía militar, la implementación de toques
de queda, que más que reprender aquellas prácticas, lo que hicieron en algunos casos fue
exacerbarlas, pues pusieron a prueba la violencia como medio para cohibirlas, donde fueron
recurrentes las confrontaciones entre militares y policías. A partir de 1922 la Secretaría de
Guerra y Marina promovió un proyecto de moralización que se sustentó en la difusión de las
normativas militares, empezando a divulgar de una manera más amplia los deberes y virtudes
que todos los miembros de las fuerzas armadas debían tener, suscitando un orden de género
yuxtapuesto a las jerarquías militares, donde a la tropa y a los oficiales se les pidió
subordinación y obediencia, mientras se esperaba que los jefes y generales no generaran lazos
de familiaridad con sus subordinados, se hicieran respetar e introdujeran disciplina sobre el
cuerpo armado.

La noción de modernización militar del patriarcado, me posibilitó entrever cómo la


configuración de un nuevo ejército se hizo bajo políticas que sustentaron una diferencia
desigual entre hombres y mujeres, donde se vinculó disciplina militar con el hecho ser
hombre y cumplir determinados atributos. En la última escala de este peldaño estuvieron las
mujeres, quienes fueron expulsadas de la Secretaría de Guerra y Marina, pues el proyecto
modernizador del ejército, asoció su presencia con un foco de indisciplina, con la finalidad
de solidificar una imagen que la sociedad civil relacionara con un cuerpo de hombres
disciplinados, obedientes y de carácter, en el cual no tenían cabida, pues el proyecto
modernizador asoció “disciplina militar” con “varones”. Las normativas dan pie para
subrayar que ellas estuvieron presentes en oficios como la enfermería y en los talleres
militares, lugares que históricamente se han asociado a lo femenino y están vinculados con
el sistema de cuidados. Finalmente, la prensa da pie a argumentar que la violencia de género
fue ejecutada recurrentemente por militares, frente a la cual hubo un silencio generalizado
por parte de las autoridades militares, en lo que se podría denominar un “pacto masculino”.

En cuanto a dinámicas geográficas, es importante señalar, que el valle de México fue el


laboratorio espacial sobre el cual se tomaron este tipo de medidas, para después expandirlas
al territorio nacional.
Fuentes primarias

Periódico El Excélsior 1917-1924

Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca –FAPECFT- Archivo


Joaquín Amaro –AJA.

Ferreiro A., Pedro. Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército,
documentación. México: sin información, 1922.

Ferreiro A., Pedro. Cuestionario para los exámenes de ordenanza que presentarán los
ciudadanos jefes y oficiales alumnos de la escuela práctico militar, en el presente año,
formado por el profesor comandante Pedro A. Ferreira. Guadalajara: sin información, 1923.

Díaz, Félix. Manifiesto que dirigen al pueblo mexicano el C. General Félix Díaz, jefe del
ejército reorganizador nacional y demás compañeros de tropas. México D.F.: sin
información, 1918.

Secretaría de Guerra y Marina. Recopilación de reglamentos y circulares expedidos durante


el año de 1923. México: talleres gráficos de la nación, 1926.

Fuentes secundarias

Connell, R. W. Masculinidades, México: PUEG, 2003.

Figueroa, Juan Guillermo. “Algunas reflexiones bore la sexualidad y la salud de los varones
en las fuerzas armadas”. En Sucede que me canso de ser hombre… relatos y reflexiones sobre
hombres y masculinidades en México, compilado por Ana Amuchástegui e Ivonne Szasz,
622-626. México: El Colegio de México, 2007.

García Martínez, Bernardo. “El Desarrollo regional y la organización del espacio, siglos
XVI al XX”, en Historia económica de México, coordinado por Enrique Semo 11-107.
México: UNAM, 2004.

Loyo Camacho, Martha Beatriz. Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del


Ejército Mexicano 1917-1931. México: Fondo de Cultura Económica, 2003.

Macías-González Víctor, “Apuntes sobre la historiografía de la masculinidad y sus usos para


los estudios históricos en México”. Navegando, año 5, no. 7(2017): 64-65
Noriega, Guillermo Nuñez .“Los estudios de género de los hombres y las masculinidades:
¿qué son y qué estudian?”. Culturales, v. 4, no. 1 (2016): 9-31.

Plasencia de la Parra, Enrique. Historia y organización de las fuerzas armadas en México,


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