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Resumen: A través de diversas publicaciones que hicieron referencia a las fuerzas armadas
y que circularon entre 1917-1924, usando como herramientas teórico-metodológicas los
conceptos de masculinidad hegemónica y modernización militar del patriarcado, el texto
muestra como la fuerza física y las armas fueron las cualidades que utilizaron los militares
mexicanos para exhibir su hombría, destacando el “escándalo” y “los abusos de autoridad”
como prácticas que consolidaron un orden de género y un modelo de masculinidad
hegemónica militar. El artículo devela como la instalación de un nuevo Estado
posrevolucionario emprendió la transformación de este orden de género, en un primer
momento se hizo a través de medidas represivas, con la instalación de una policía militar o
la implementación de toques de queda, que a partir de 1922 se complementó con iniciativas
educativas y legislativas, buscando implementar otras prácticas de género, pero bajo los
mismos preceptos patriarcales.
Scandalous men at gun control. Mexican army practices and gender order during the period
1917 – 1924.
Summary: This article goes through publications in the journal Excélsior, referring the arm
forces and other text about military instruction and morale which circulated between 1917
and 1924. The concepts of hegemonic masculinity and modernizing military patriarchy were
used as theoretical tools of analysis. This text shows how the physical force and guns were
qualities used by the Mexican military personnel to exhibit manliness, stressing “scandal”
and “authority abuses”. Those practices consolidated a gender order and a hegemonic
military model of masculinity. The article shows how the establishment of a new post
revolutionary State undertook the transformation of this gender order, carried out, firstly, by
repressive measures, with the installation of a military police, the implementation of curfews
or the establishment of a special task force. In addition, from 1922 some initiatives in
education and military legislation were carried out, aiming to implement other gender
practices, but under the same patriarchal precepts.
Resumo: Por meio das publicações que fizeram referência às forças armadas no jornal
Excelsior e outros textos sobre instrução e moral militar que circularam entre 1917-1924,
utilizando como ferramentas teórico-metodológicas os conceitos de masculinidade
hegemônica e modernização militar do patriarcado, o texto mostra como força física e armas
eram as qualidades que os militares mexicanos usavam para exibir sua masculinidade,
destacando o "escândalo" e o "abuso de autoridade" como práticas que consolidavam uma
ordem de gênero e um modelo de masculinidade militar hegemônica. . O artigo revela como
a instalação de um novo estado pós-revolucionário empreendeu a transformação dessa ordem
de gênero, inicialmente através de medidas repressivas, com a instalação de uma polícia
militar ou a implementação de toques de recolher, que a partir de de 1922 foi complementado
por iniciativas educacionais e legislativas, buscando implementar outras práticas de gênero,
mas sob os mesmos preceitos patriarcais.
Introducción
Ser militar después de la Revolución implicaba no sólo cumplir con los cánones masculinos 1
de la época, sino que estuvieron supeditaos al modelo de masculinidad hegemónica militar,
1 Para tener un panorama más amplio sobre los estudios históricos que han ahondado en lo que significó hacerse
varón en México para esta temporalidad se puede consultar el texto: Víctor Macías-González, “Apuntes sobre
la historiografía de la masculinidad y sus usos para los estudios históricos en México”. Navegando, año 5, no.
7 (2017), 64-65, donde se hace un recorrido por las diferentes corrientes historiográficas que han ahondado
que se reflejaba en prácticas como el escándalo y los abusos de autoridad, configurando una
imagen institucional que tenía poca acogida dentro de la sociedad mexicana.
El 10 de octubre de 1918 una nota del diario el Excélsior señaló la moralización del ejército
nacional que llevaba a cabo la Secretaría de Guerra y Marina. Este proyecto se ejecutaba a
través de medidas represivas, como la instalación de una policía militar, un grupo de hombres
que patrullaban en la noche y se encargarían de reprimir todas aquellas prácticas que
resultaran escandalosas o que irrumpieran con las normativas militares. De acuerdo con el
artículo estaba arrojando “buenos resultados”,
La policía especial militar que hace poco fue organizada por disposición del jefe
de la Guarnición de la Plaza, general Francisco L. Urquizo, ha principiado a dar
buenos resultados y a contribuir eficazmente para la moralización del ejército.
En los días que tiene de estar funcionando ya se ha conseguido casi evitar que los
militares asistan a cafés cantantes, casas de lenocinio y otros lugares donde antes
acostumbraban pasar largas horas y donde con frecuencia ocurrirán hechos
escandalosos. Igualmente se ha conseguido hacer que la oficialidad respete el
uniforme, y que mostrándose como verdaderos militares, no cometan actos que
la Ordenanza General del Ejército prohíbe en forma terminante. Los agentes de
la policía especial que son también oficiales del Ejército, tienen instrucciones de
vigilar continuamente los lugares donde acostumbraban concurrir algunos
militares escandalosos 2.
El proyecto modernizador de las fuerzas armadas buscó transformar esas prácticas con el fin
de constituir un ejército conformado por hombres disciplinados, bien vestidos, subordinados
a las leyes militares y, sobre todo, que fueran obedientes a sus superiores3. En este artículo
analizó cuales fueron las prácticas de género 4 de los hombres en el ejército nacional, que
sobre este tópico, destacando como los medios de comunicación configuraron unas representaciones masculinas
que han naturalizado la heterosexualidad y lo que suscribió para los hombres con orientaciones e identidades
de género no hegemónicas
2 Excélsior, octubre 10 1918
3 Martha Beatriz Loyo Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército Mexicano
En la búsqueda de fuentes de información para mostrar cuáles fueron las prácticas de género
en el Ejército Mexicano durante su proceso de modernización llegué al análisis del periódico
el Excélsior. Al estudiar las publicaciones me enfrenté a varios retos, entre ellos, fue
encontrarme una gran variedad de artículos que parecían “ciegos al género”, donde las notas
informativas se limitaban a hacer alusión a asuntos como: el presupuesto de la Secretaría de
Guerra y Marina, los proyectos de renovación político-administrativa de las fuerzas armadas
o diferentes iniciativas para la reducción de las tropas.9Las denuncias realizadas a militares
contribuyeron a armar un bosquejo sobre, cuáles fueron las prácticas y políticas de género de
aquellas identidades y prácticas de género que puedan escapar a ese binario en el acaecer histórico. Joan Scott,
“El género: una categoría útil para el análisis histórico”. en El género: la construcción cultural de la diferencia
sexual, ed. Marta Lamas (México: PUEG, 1996), 265-302
5Excélsior, abril 18 de 1917
6 Thomas Rath “Modernizing Military Patriarchy: Gender and State-Building in Postrevolutionary Mexico,
1920–1960”, Journal of Social History,3 no. 52 (2019):807–830. (https://doi.org/10.1093/jsh/shx118).
7 R. W. Connell: Masculinidades,(México: PUEG, 2003), 109
8Guillermo Nuñez Noriega, “Los estudios de género de los hombres y las masculinidades: ¿qué son y qué
estudian?”, Culturales, v. 4, no. 1 (2016): 27.
9Algunos ejemplos de este tipo de publicaciones son: un artículo del 22 febrero de 1920 que titulaba: “El
proyecto para crear el gran Estado Mayor del Ejército no ha sido aún estudiado. Es inadecuado para nuestro
país, y de realizarse resultaría muy gravoso al gobierno”; el de diciembre 29 de ese mismo año que señalaba:
“Se estableció la 1ª. reserva del ejército. A ella pertenecen desde ayer todos los jefes y oficiales que se
consideran como excedentes”; o la minuta del 15 de enero de 1924 que decía: “El ejército ha sido aumentado,
en el transcurso de un mes el número de plazas llega a setenta mil”
la Secretaría de Guerra y Marina. Sin lugar a duda, “el escándalo” parece ser la palabra que
se utilizó para describir una gran variedad de prácticas de género en la Ciudad de México,
que no sólo estuvieron relacionadas con militares, como lo señalan Martha Santillán
Esqueda10 y Diego Pulido Esteva11, pero fueron acusaciones recurrentes en su contra durante
la primera mitad del siglo XX. Un ejemplo fue la noticia que llegó del estado de Michoacán
el 11 de diciembre de 1919 al periódico el Excélsior, que rotulaba: “resulta insoportable la
conducta de algunos militares. En estado de ebriedad, un insolente militar armó escándalo
magno en un cabaret, disparó su revólver sobre las pupilas porque la de su preferencia estaba
con otro”12.
La noción “escándalo” se usó para señalar algunas prácticas de género, que estuvieron
relacionadas con experiencias nocturnas, donde el consumo de licor, prostitución y las
confrontaciones por vías de hecho fueron una constante. Es así, como el artículo reseña, lo
que acontecía con los militares en Michoacán:
Los escándalos que a diario se registran, provocados por algunos militares que,
sin ningún miramiento al uniforme que llevan hacen uso de él para intimidar a
los pacíficos vecinos, tienen justamente alarmada a la sociedad. Anoche, en una
casa de mala nota, que se titula, cabaret, se presentó de una manera intempestiva,
un señor militar armado de dos enormes pistolas, y diciendo que él había estado
en muchos combates y que por lo tanto era muy hombre. Así recorrió varios
departamentos de la casa, hasta llegar al salón principal, donde encontró a una de
las pupilas, a la que dispensa sus atenciones, compartiendo amigablemente con
algunos parroquianos. Ver esto, y montarse en cólera, todo fue uno, y haciendo
uso de las armas que portaba, comenzó a hacer disparos contra el grupo. Ante la
agresión intempestiva de este individuo, algunos de los presentes, trataron de
reducir al orden al escandaloso, sin haberlo logrado. Afortunadamente, debido al
10 Martha Santillán Esqueda, “Violencia, subjetividad masculina y justicia en la Ciudad de México (1931-
1941)”, Secuencia 104, e1614 (2019): 1-31 (doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1614)
11 Diego Pulido Esteva, “El 'cantinismo': culturas del alcohol en la Ciudad de México a principios del siglo
XX”, Historias, núm. 96-97, (2017): 82-94
12 Excélsior, diciembre 11 1919
estado completo de embriaguez en que se encontraba el oficial, no pudo hacer
blanco en ninguna persona.13
Los varones que vivieron los primero años del México posrevolucionario ostentaron su
hombría, entendida según las aportaciones que hace historiador inglés John Tosh, quien hace
una lectura de las relaciones de género en la Inglaterra del siglo XIX, como "la importante
verdad de que los muchachos no se convierten en hombres por el mero hecho de madurar,
sino por adquirir diversas cualidades y destrezas varoniles como parte de un proceso
consciente"14 a través del uso de la fuerza física en diferentes lugares, como la cantina15,
asociada con prácticas como el consumo, licor y prostitución; para el caso de los varones que
pertenecieron a las fuerzas armadas fue relevante la exposición de su desempeño militar y el
uso de las armas como una manera de exponer su masculinidad.
El ejército junto con la policía estuvo a cargo del control de la fuerza gubernamental, y del
mantenimiento en el poder a los vencedores de la Revolución 16 y hacer cumplir las
normativas dispuestas por el gobierno. Pero más allá del uso de ese poder en un marco
institucional, este también estuvo cifrado en la demostración de sus masculinidades. Por
medio de las armas hicieron “valer” su palabra o se impusieron ante los demás militares o
Según la prensa, el detonante de todas aquellas prácticas fue el consumo de alcohol, que de
acuerdo con las apreciaciones de Pulido Esteva, permitió que los hombres se desinhibieran y
demostraran su hombría a través de ciertas prácticas, como la resolución de conflictos por
medio de la violencia, que se había constituido en un ritual de iniciación masculina18. Pero
cuál era la intención de aquellas confrontaciones, que en el caso de los militares conllevó la
utilización de las armas. Los periódicos sugieren que fueron “disgustos que nunca faltan
entre ebrios”, pero más allá de esto, a lo que aluden estas publicaciones, es a unos
aprendizajes culturales masculinos que ciñeron en el enfrentamiento una forma de tramitar
discrepancias entre hombres, que los diarios del momento “naturalizaban” y veían como un
asunto cotidiano19.
En otra de las acusaciones que publicó el Excélsior contra un miembro del ejército, se señala
como un capitán de aviación causó un gran escándalo al impartirle órdenes a un chofer que
no pudo acatarlas, por lo cual el aviador lo amedrentó:
Los escándalos de militares no solo estuvieron vinculados con prácticas nocturnas, sino que,
como en el caso del capitán de aviación Alfonso Virgen, el escándalo hizo alusión a hechos
que estuvieron relacionados con abusos de autoridad, donde la característica principal fue el
empleo de la instrucción militar para tramitar los conflictos, imponer su palabra o generar
algún tipo de prebenda económica, en la imperiosa necesidad de hacer alarde de un modelo
de masculinidad que atemorizó a la población civil y algunos militares, donde los artefactos
bélicos se consolidaron como un elemento de poder masculino.
El historiador Enrique Plasencia de la Parra arguye que la infantería fue más proclive a este
tipo de prácticas 24. En este artículo no se puede alimentar este argumento, pues las
Una comisión de vecinos del pueblo de Milpa Alta se presentó ayer ante el señor
Gobernador del Distrito para quejarse de los atropellos y crímenes que está
cometiendo en esa población el teniente coronel Margarito Ruiz, jefe de las armas
de dicha población. [...] Este militar, decían trata de atacar nuestro pueblo como
periodo histórico. Su libro también subraya que durante el proceso de modernización del ejército, se impulsó la
creación y transformación de algunos de sus servicios, como el de intendencia o la justicia militar, o el
emprendimiento de diferentes proyectos educativos.
25 Un ejemplo de lo anterior es el artículo publicado en el Excélsior el 12 julio de 1918 que rotulaba: “Un magno
escándalo hubo en la candelaria, figurando en el soldados, mercaderes y pueblo. Los soldados que en número
de 100, habían salido en busca de víveres, cometieron atropellos; protestaron los mercaderes con indignación y
los vecinos secundaron su actitud, entablándose enseguida una lucha a puñetazos, pedradas, etc. etc.” en la cual
no se hizo alusión a que fuerza o servicio pertenecían estos militares.
26Rath, “Modernizing Patriarchy”, 823.
27 Connell, Masculinidades, 118-122.
si fuera un rebelde, ha puesto sus soldados en dispositivo de combate y nos
amenaza con entrar a saco al pueblo si nos quejamos [...] Dicen los quejosos que
el teniente coronel Ruíz es un hombre terrible, que se ha convertido en señor de
vidas y haciendas en toda la región. Que para saciar sus instintos no se detiene
ante nada, y que últimamente se comprobó que tres cadáveres encontrados
abandonados en las cercanías de Xochimilco y de San Pedro Actopan eran de
otras tantas víctimas causadas por la furia criminal de este militar […] Las
autoridades ordenaron la aprehensión de Ruíz, quien se dejó conducir a la cárcel,
y a los pocos momentos se presentaron dos soldados que dijeron iban a servir de
centinelas de vista para que el reo no se escapara. Efectivamente se situaron en
el lugar adecuado; pero al día siguiente ellos mismos, los centinelas de vista,
habían puesto en libertad al teniente coronel Ruíz, quien dijo respondería de los
delitos que se le imputaban; pero libre. Desde entonces las burlas a las
autoridades y a los vecinos son diarias. Ruiz, en insolente actitud, se sonríe de
todo, y cuando se le dice algo, asegura que no le harán nada 28.
En las corporaciones, muchas veces no le cae uno bien a los jefes de ellas por no
simpatizar con sus ideas o por cualquier motivo que no sea del agrado de ellos, y
desde el momento es hostilizado el subalterno, máxime cuando hay el grupo de
los adictos o privilegiados del jefe, los que vulgarmente se les llama “los
sicerones, serviles, o rastreros”; pues dichos elementos se prestan hasta para lo
más degradante, con más razón para perjudicar al oficial que el jefe le designe;
[…] pues por la presión del mismo jefe o por ser dichos elementos
incondicionales para todo lo que él quiera hacer de aquel que se proponga a
perjudicar y si este se queja, siempre es el que sale perjudicado es uno. Nuestra
Ordenanza nos previene y de allí que siempre se encuentra uno cohibido de elevar
uno sus quejas"32
Se podría afirmar que esta estructura sostenía relaciones de cacicazgo y complicidad, asunto
que intentaron abolir las autoridades militares, con el fin de evitar este tipo de abusos anclada
a la propuesta de otro modelo de masculinidad, que sobretodo se cimentara en hombres
disciplinados, obedientes y que en lo posible no generaran relaciones de familiaridad con sus
subalternos. La legislación militar prohibió a los castrenses quejarse de sus jefes, con una
clara política de establecer un orden de género yuxtapuesto al sistema de jerarquías
impulsado por la Secretaría de Guerra y Marina.
31Según información proporcionada por el Fideicomiso de los Archivos de Plutarco Elías Calles y Fernando
Torreblanca –FAPECFT- la jerarquía militar estaba dividida en cuatros rangos: los generales que estaban
compuestos de: generales de división, de brigada, y brigadieres; los jefes que estaban conformados por:
coroneles, tenientes coroneles y mayores; los oficiales a los cuales pertenecían: los capitanes primeros y
segundos, los tenientes y subtenientes y; en el último rango la tropa compuesta por: los sargentos primeros y
segundos, cabos y soldados.
32Archivo Joaquín Amaro –AJA/ 0303 Correspondencia con oficiales y tropa. Exp. 2 Inv. 230 Leg. 5/43. [Sin
fecha]
La consolidación de un modelo de masculinidad hegemónico: la dominación de las
mujeres.
Segato subraya que la violencia ejercida por varones es necesaria entenderla como un
“mandato” masculino, que está vinculado con la reproducción de un orden de género 37. El
13 de agosto de 1917 el general Manuel García Vigil fue asesinado por el capitán Díaz, según
la minuta del Excélsior la causante de aquella muerte, había sido “una mujerzuela de las
muchas que concurren a exhibir sus impudicias”, donde se sostiene que después de las cinco
Los […] señores recorrían el salón viendo a las parejas especialmente a las
mujeres. Estuvieron una vez en la cantina donde tomaron un vaso de cerveza y
regresaron al salón para dar lugar a la primera parte de la tragedia que no parecía
llegara a tener las consecuencias que desgraciadamente tuvo [...] Una cara bonita
estragada por el vicio pasa cerca del general García Vigil y sus acompañantes.
Dirige algunas miradas al militar y este solicita de alguno de sus amigos ser
presentado. La presentación se efectuó, se cambian unas cuantas palabras y no
habían hecho más, cuando surgió entre los danzantes un hombre con sweater gris,
pantalón militar y sombrero tejano, que en completo estado de ebriedad y
sumamente enojado le dijo a la muchacha: “si te vas con cualquiera de esos verás
lo que les pasa” señalando a los mencionados señores, García Vigil, que
realmente y en honor de la verdad es un hombre sereno y no afecto a los
escándalos, y le dijo: “no provoque amigo, que nosotros con nadie nos metemos”.
Algún otro llama la atención del capitán, diciéndole que estaba tratando con un
general a lo que el aludido contestó que nada le importaba. Entonces el general
García Vigil le dice: “cuidado amigo, que yo también tengo con que
defenderme”. El capitán se aleja diciendo “bueno, ya verán'" 38
Finalmente, las investigaciones de Martha Santillán Esqueda, quien analiza algunos procesos
judiciales por violencia de género, delibera que para el México posrevolucionario si bien no
se celebraban estos hechos, tampoco se establecieron políticas para su extirpación, resaltando
que el proceso de modernización se realizó bajo un paradigma patriarcal, que se adaptó a las
nuevas realidades que siguieron situando los procesos de subjetivación masculina bajo el
precepto de la violencia39. Agregando a esto que las autoridades militares nunca se
pronunciaron en contra de la violencia que los castrenses ejercieron contra las mujeres, en lo
que se podría denominar un “pacto masculino” patriarcal.
39 Martha Santillán Esqueda, “Violencia, subjetividad masculina y justicia en la Ciudad de México (1931-
1941)”, 16-17 (doi: https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i104.1614)
40 Bernardo García Martínez, “El Desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX”, en
Historia económica de México, coord.. Enrique Semo (México: UNAM, 2004), 95
41 Excélsior, enero 10 1919
Además de la instalación de una policía militar, el ejército de la Ciudad de México decretó
un toque de queda en 1919, con la intención de aumentar el paquete de medidas que venía
implementado,
La Secretaría de Guerra y Marina ha enviado una circular a todos los jefes con
mando de fuerzas que se encuentran en la Ciudad de México, ordenándoles que
por ningún concepto se permitirá, por la noche, la salida de los soldados, como
no sea llevando éstos una justificación de que se les ha dado permiso especial
para ello. Esto obedece al hecho de que frecuentemente se habla de que los
soldados se constituyen en autores de asaltos y robos, cosa que se ha comprobado
en muchos casos. Con la medida dictada, en primer lugar se evitará la ocasión de
que los soldados se dediquen a actos reprochables, y que si los rateros o asaltantes
se disfrazan de militares para cometer sus fechorías, puedan ser castigados con
la severidad que requiere el delito de una suplantación semejante 42
Pero cuál era la necesidad de instaurar políticas de carácter coercitivo, los Juanes, como se
nombró coloquialmente a los militares, parecían incontrolables a la luz de la prensa, resultado
de ello, que una de los primeros recursos para modificar sus prácticas fuera el uso de la
violencia. En el año de 1920 un artículo sobre la posible desaparición de este departamento,
hacía alusión al poco reconocimiento que tenía la policía civil entre los militares:
En forma que apenas es creíble por lo cruel, dos celosos guardianes del orden
público que ayer en la madrugada se dedicaban a cumplir con su deber vigilando
las líneas telefónica y telegráfica por el rumbo de la calzada del niño perdido,
para evitar los robos de alambre que se han repetido en los últimos días, fueron
acribillados a tiros por un grupo de soldados armados que, en estado de ebriedad
se presentaron a pretender obligar a los gendarmes que abandonaran sus puestos
[...] los soldados dirigieron los balazos a los pies y a las piernas de los gendarmes
para reírse de los gestos de terror de los desventurados guardianes [...] Los
gendarmes fueron interrogados por los soldados para que dijeran que hacían allí
a aquellas horas, y como dijeran que vigilaban las líneas aéreas, se disgustó el
sargento quien dio orden que los fusilaran, con el pretexto de que tenían que
habérselas con los rateros disfrazado de gendarmes. Alguno de los soldados, que
todos se hallaban ebrios, sugirió la idea de que no se matara a aquellos inocentes,
que era mejor hacerlos sufrir como por ejemplo se les hiciera “danzar al son de
las balas” siendo recibida la idea con carcajadas y risotadas44
Reducir estas prácticas a través del uso de la violencia puso en estado de alerta a aquel modelo
de masculinidad hegemónica que había dejado la Revolución, transformarlo a través de
medidas represivas provocó en algunos casos su exacerbación, que se expuso en hechos,
como la ridiculización de otros hombres con el fin de demostrar una superioridad masculina
y militar.
Aunque la policía militar seguía funcionando 45, para el año de 1923 se creó una nueva entidad
con propósitos muy similares que se denominó “cuerpo de servicios especiales”, en la
presentación del proyecto se señalaba una clara diferencia con las iniciativas anteriores,
Otra de las medidas tomadas durante ese mismo año, fue el arresto por ocho días a los
militares que portando el uniforme asistieran a cantinas y armaran escándalos, que dejaban
en entredicho el “decoro del elemento militar”, sumando a esto la publicación de sus nombres
en las plazas militares con el fin de someterlos al escarnio público, que para el 2 de abril de
1923 fueron: Capitán 1o. Octavio Ceballos, de la corporación de Sueltos; capitán 2do.
Eduardo Campos, comisionado en la sección 3a. del departamento de Caballería; teniente
Francisco Ruíz, del 31o. Batallón de línea; teniente Isaac Jáuregui, de la Escuela práctico-
militar; y sargento 1o. Fabián Suárez, comisionado en la vigilancia de la prisión militar”47
Durante el periodo que comprende este artículo se intentaron instaurar una gran variedad de
regulaciones para transformar las prácticas de género de los elementos que pertenecían a las
fuerzas armadas, debido a la inestabilidad política y militar del país estas se fueron
modificando, pero la intención era la misma. Tenían dos objetivos: por una parte, se buscaba
que los “abusos de autoridad” que cometían estos militares se redujeran y que éstos no
significaran un peligro para la integridad de la población; y al mismo tiempo, se quería
instaurar otra imagen institucional de aquellos caballeros, que no se asociará con militares
cercanos “a vicios integrados al juego, a la embriaguez, a la disolución escandalosa”, que
evitarán la “asistencia a lugares de mala fama” y obviarán “las compañías y las amistades
íntimas con personas mal conceptuadas de poca delicadeza en el manejo de caudales” 48, que
se basaban en el artículo 632 de la ordenanza general del ejército que estaba en vigor desde
el porfiriato49.
1917-1931, 137.
Según los aportes de John Tosh la consolidación de una masculinidad hegemónica como
estructura de género tiene implicaciones relevantes sobre las fuerzas armadas en tres
sentidos: se espera que los gobiernos tengan un control efectivo sobre ellos salvaguardados
en una relación de confianza, el Estado debe asegurar su formación con las capacidades y
valores propicios, añadiendo que debe existir una amplia aceptación de su quehacer en la
sociedad50.
En el año de 1917 estas premisas estaban lejos de cumplirse, si bien había culminado la
primera etapa de la Revolución, sobre los hombres que conformaban las fuerzas armadas
recaía una muy mala imagen. Como se mencionó en el apartado anterior las primeras medidas
que se tomaron para transformar el cuerpo armado fueron de carácter represivo. De manera
más paulatina y un poco más tardía fueron acompañadas con políticas educativas que
buscaron formar moralmente a los miembros de las fuerzas armadas.
A partir de 1922 se empiezan a publicar una serie de manuales, cuestionarios que preparan a
los militares para las evaluaciones de ascensos y documentos que difunden las disposiciones
de la ordenanza general del ejército, que irán incrementando a lo largo de la década. Estas
publicaciones buscaban la moralización del ejército y no estaban muy lejos de los propósitos
que pretendían las políticas represivas anteriormente descritas, pero las formas de ejecución
eran distintas.
Durante los años 1922 y 1923 se publicaron dos manuales escritos por el profesor de una de
las escuelas práctico militar, Pedro A. Ferreiro. Su intención era hacer más comprensible las
leyes militares para los oficiales y suboficiales del ejército que quisieran ascender. En ellos
se pueden apreciar lo que pudieron ser las bases de la campaña de moralización impulsada
por Joaquín Amaro a partir de 1925, que como lo propone Thomas Rath, no buscó generar
estadios de igualdad de género, sino que emprendió la modernización de las fuerzas armadas
bajo un paradigma patriarcal51.
50 John Tosh, “Hegemonic masculinity and the history of gender”, en Masculinities in politics and war,
gendering modern history, editado por Stefan Dudink, Karen Hagemann and John Tosh (Oxford: Manchester
University Press, 2004), 49
51 Thomas Rath “Modernizing Military Patriarchy” 827. (https://doi.org/10.1093/jsh/shx118).
La legislación y los textos sobre moral militar apuntaban a la consolidación de algunas
características, que más que transformar el modelo de masculinidad existente, buscó reforzar
el aprendizaje de determinados atributos, con la finalidad de evitar las prácticas que habían
consolidado un modelo de masculinidad hegemónico militar. Los manuales insistieron en la
subordinación y la obediencia como dos características indispensables de todo soldado:
52 Pedro A. Ferreiro, Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército, documentación
(México: sin información, 1922), 38
53Pedro A Ferreiro, Cuestionario para los exámenes de ordenanza que presentarán los ciudadanos jefes y
oficiales alumnos de la escuela práctico militar, en el presente año, formado por el profesor comandante Pedro
A. Ferreira (Guadalajara: sin información, 1923), 5
54 Pedro A. Ferreiro, Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército, documentación
(México: sin información, 1922), 42
De una manera que parecería contradictoria, la legislación militar también incentivó a los
superiores a que se hicieran respetar, y actuar en los casos que fuere necesario, con la
intención de contener su don de mando y cohesionar al grupo de varones que tenían a su
cargo. Según los planteamientos de Plasencia de la Parra para transformar las prácticas de
cacicazgo y complicidad en el caso de los generales, se pretendió hacer una “rotación
constante” por el país, aunque el mismo acentúa que esto no fue posible en todos los casos 55.
La configuración de este orden de género también contempló que los mismos militares
velaran porque se cumpliera eficazmente con las disposiciones, alentado a que:
Como se expuso en la sección anterior contrarrestar este orden de género a través de estas
políticas estuvo lejos de cumplirse, pues los generales que tendieron a hacer este tipo de
prácticas se salvaguardaron en la complicidad de otros militares para exhibir su autoridad
como forma de una demostración de hombría.
Con esta expulsión se pretendía configurar un orden de género que marcara una clara y
desigual diferencia entre mujeres y hombres, donde estas ocuparon el último lugar en el
peldaño, en una política de género que asoció disciplina militar con varones.58 Aunque las
legislaciones dan pie a interpretar que algunas de ellas siguieron en las fuerzas armadas como
asimiladas 59, en oficios que se asociaron al sistema de cuidados o que no tuvieron mayor
remuneración ni prestigio en el ejército, como lo señala la circular número 26 de 1923, que
pedía a los diversos departamentos de la Secretaría de Guerra y Marina,
señala que “asimilada/o” fue la acepción que utilizaron formalmente las fuerzas armadas hasta 1924 para
denominar al personal que trabajaba en la Secretaría de Guerra y Marina que no eran militares.
60 Secretaría de Guerra y Marina, Recopilación de reglamentos y circulares expedidos durante el año de 1923
(México: talleres gráficos de la nación, 1926), 71-72 [El subrayado es mío]
subalternos y la potestad del uso de la violencia en los casos que se pusiera en entredicho su
“don de mando”; a los oficiales y a la tropa de una manera marcadamente ambivalente, se les
pidió que tuvieran carácter, obedecieran, pero al mismo tiempo se hicieran respetar; por
último, la configuración de este modelo con la intención de “disciplinar” y “moralizar” a las
fuerzas armadas, intentaron alejar de manera formal a las mujeres y las que estuvieron dentro
de la institución ocuparon posiciones poco relevantes, enviándole un mensaje a la sociedad
mexicana del momento, que presuponía que el lugar de las mujeres en un buen ejército estaba
en labores de cuidado, como la enfermería, en algunos oficios que requerían los talleres de
la Intendencia Militar, y en sus casas, a la espera de sus esposos, y velaran porque en lo
posible estos no llegaran borrachos.
A finales de 1924 Joaquín Amaro fue nombrado secretario de guerra y marina. Éste será
quien emprenda una campaña de moralización del ejército más ofensiva, que fuera de retomar
algunas de las disposiciones emprendidas en los gobiernos anteriores, vinculó las políticas
de género de una manera más amplia a una reestructuración de las leyes militares, la
profesionalización del ejército, y la introducción de algunas prácticas deportivas, que se
incentivaron por medio de una amplia difusión de las revistas del ejército y el nacimiento de
algunas, como la revista militar deportiva61
Conclusiones
61Martha Beatriz Loyo Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército Mexicano
1917-1931, 130-145.
62 Tosh , “Hegemonic masculinity and the history of gender”, 51
Con la imperante necesidad de modernizar el ejército bajo un paraguas patriarcal, la
Secretaría de Guerra y Marina optó por empezar a implementar una serie de medidas de
carácter coercitivo, como la instalación de una policía militar, la implementación de toques
de queda, que más que reprender aquellas prácticas, lo que hicieron en algunos casos fue
exacerbarlas, pues pusieron a prueba la violencia como medio para cohibirlas, donde fueron
recurrentes las confrontaciones entre militares y policías. A partir de 1922 la Secretaría de
Guerra y Marina promovió un proyecto de moralización que se sustentó en la difusión de las
normativas militares, empezando a divulgar de una manera más amplia los deberes y virtudes
que todos los miembros de las fuerzas armadas debían tener, suscitando un orden de género
yuxtapuesto a las jerarquías militares, donde a la tropa y a los oficiales se les pidió
subordinación y obediencia, mientras se esperaba que los jefes y generales no generaran lazos
de familiaridad con sus subordinados, se hicieran respetar e introdujeran disciplina sobre el
cuerpo armado.
Ferreiro A., Pedro. Cuestionarios, leyes penales militares, ordenanza general del ejército,
documentación. México: sin información, 1922.
Ferreiro A., Pedro. Cuestionario para los exámenes de ordenanza que presentarán los
ciudadanos jefes y oficiales alumnos de la escuela práctico militar, en el presente año,
formado por el profesor comandante Pedro A. Ferreira. Guadalajara: sin información, 1923.
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información, 1918.
Fuentes secundarias
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en las fuerzas armadas”. En Sucede que me canso de ser hombre… relatos y reflexiones sobre
hombres y masculinidades en México, compilado por Ana Amuchástegui e Ivonne Szasz,
622-626. México: El Colegio de México, 2007.
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México: UNAM, 2004.
Pulido Esteva Diego, “El 'cantinismo': culturas del alcohol en la Ciudad de México a
principios del siglo XX”, Historias, núm. 96-97, (2017): 82-94.
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construcción cultural de la diferencia sexual, editado por Marta Lamas, 265-302. México:
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Segato, Rita Laura. La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
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Tosh John, “¿Cómo deben trabajar los historiadores el tema de la masculinidad? Reflexiones
sobre la Gran Bretaña del siglo diecinueve”, History Workshop, 38, (1994): 179-202
Tosh John, “Hegemonic masculinity and the history of gender”. En Masculinities in politics
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