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RESEÑA DEL DISCO “PALOMA Y ESCORPIÓN” DE LA MILKER BAND

Miguel Antón Moreno

No exagero si digo que La Milker Band tiene algunas de las mejores letras del
panorama rock en español. La banda zamorana ha pasado inadvertida para muchos
desde que en 2020 sacaran su primer álbum, “Paloma y Escorpión”. Sin embargo,
quienes nos cruzamos con sus canciones hace ya dos años seguimos escuchándolas con
la atención que merecen unas líricas alimentadas a base del más sublime sincretismo.
Waits, Joyce, Dylan, Baudelaire, Calasso, Buckowski, Márquez, Borges, Camarón,
Chavela, Calamaro, Kerouac, Robe, Lorca, Sabina: mezclen debidamente todos los
ingredientes en una coctelera y obtendrán el exquisito licor del que estoy hablando.

Todos los que crecimos escuchando la música de grupos como Extremoduro o Marea de
algún modo nos sentimos un poco huérfanos desde hace tiempo. La música de La
Milker Band cura la añoranza de esa primera década de siglo, pero proponiendo nuevos
sonidos que pueden reconocerse como propios.

“La Torre de Babel” nos da la bienvenida al disco, según dice la letra, “remontando el
temporal”, como si el conflicto que motiva la narrativa de las canciones viniese ya de
lejos. Los múltiples idiomas musicales de las variadas influencias de la banda concurren
aquí como en el Génesis, para dar lugar a 6 minutos y medio de un rock pesado que
agitaría los cimientos de la mismísima torre bíblica. La voz extremadamente rasgada,
casi ronca, de Álvaro de Lera nos describe a gritos un mundo asolado por los crueles
castigos de unos dioses que se limitan a observar para regocijarse. Hacia el final, Sergio
Portales reproduce con su guitarra en forma de solo los gemidos y lamentos de ese
mundo despiadado.

“En el Quinto Cielo” (candidata a hit del disco) nos sigue guiando a través de un paisaje
desolador en el que “la gente honesta sólo son inadaptados sociales”. La intensidad va
aumentando progresivamente, comenzando con voz y acústica para terminar con un
acompañamiento de eléctrica y percusión (esta última a cargo del multinstrumentista
Jaime Álvarez) que inevitablemente nos hará saltar mientras “brindamos por sobrevivir
en el Quinto Cielo”. Cuando la escuches no dejará de sonar después en tu cabeza.

Las cuerdas frotadas hacen su dulce aparición en una canción titulada “Caóticamente
ordenado”, cuya letra esconde algunos oxímoron indelebles; no descartemos que “la
vigilia de Morfeo” pueda tener que ver en el intento de ordenación del caos que
gobierna el imaginario del disco. Mientras tanto, el grupo nos recuerda con Baudelaire
que “la mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía”.

El corolario, “Enlutan los lunares”, llega de la mano de la maestría a la guitarra clásica


de Sergio Portales. Disonancias y tensiones sin resolver nos recuerdan por momentos al
sonido de la guitarra de Leo Brower o incluso al piano de algunas piezas oscuras de
Lennie Tristano (busquen su Réquiem). El silencio juega un papel importante en esta
canción, generando atmósferas de vacío que se entrelazan con súbitas sacudidas, y que a
su vez preceden a misteriosos e inquietantes punteos. Después de un arpegio melodioso
llega el timbre roto del vocalista para echar la vista atrás hacia el panorama bélico de la
España del pasado siglo y dejarnos una última imagen: curar con lágrimas la muerte.

A pesar de su reticencia general a las entrevistas, el vocalista y líder del grupo Álvaro de
Lera nos concede unas palabras:

La Milker Band lleva ya algunos años haciendo música de una forma más caótica que
ordenada. ¿Cómo surgió la idea de grabar el disco y ponerle orden al caos?
La decisión de meternos a grabar un disco tan indómito como “Paloma y Escorpión” es
algo difícil de explicar, dado que no intervino la premeditación; la planificación, el
orden ni el concierto. Salió de dónde salen los impulsos más viscerales: de la caja de los
truenos.
De repente me encontré con una jauría de canciones compuestas y nos metimos a grabar
algunas de ellas.

No parece que “Paloma y escorpión” sea un trabajo conceptual en sentido estricto,


pero por otra parte cualquier obra de arte parte de un concepto. ¿Cuál dirías que es la
idea nuclear de este álbum?
El amor (en cualquiera de sus formas).

En la reseña he mencionado algunas de las influencias más reconocibles en vuestro


sonido y en vuestras líricas. ¿Cuáles me he dejado por el camino que puedan ser
decisivas? ¿Alguna actual? Además de músicos y literatos ¿hay otros artistas de los
que se nutra La Milker Band?
Alguno… Chagall, Gil de Biedma, Pollock, Nina Simone, Kafka, Ella Fitzgerald,
Robert Johnson, Amy o Niño de Elche son artistas que comparten, al menos, un
denominador común: escupen las tripas ¡Benditos sean!

Las canciones del grupo recogen la estela de Extremoduro, Marea o Sabina. ¿Qué
papel juega la nostalgia en vuestro grupo y en ti en particular como compositor?
No conozco el material de Extremoduro y Marea (seguro que está debuti). En Joaquín
Sabina siempre he visto el jarimari más bello jamás contado. Dentro de la figura del que
cuenta, del cronista ¿Hay alguien que pueda discutirle un verso? Como quien viaja a
lomos de Mariano José de Larra y Dylan. Marcó el camino. Respetos.

Para terminar: ¿podremos escuchar pronto nuevas canciones de La Milker Band o


verlos en directo?
En honor a la verdad diré que tengo berreteadas treinta o cuarenta canciones que no sé si
se llevan bien entre ellas, tampoco si las vamos a grabar. Lo de ver a La Milker en
directo es un misterio que supera al de la santísima Trinidad. No somos una banda al
uso. Hacemos cosas que nos interesan por uno u otro motivo (entre ellos no está la
plata). Estoy convencido de que acabaremos muriéndonos de hambre.

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