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No exagero si digo que La Milker Band tiene algunas de las mejores letras del
panorama rock en español. La banda zamorana ha pasado inadvertida para muchos
desde que en 2020 sacaran su primer álbum, “Paloma y Escorpión”. Sin embargo,
quienes nos cruzamos con sus canciones hace ya dos años seguimos escuchándolas con
la atención que merecen unas líricas alimentadas a base del más sublime sincretismo.
Waits, Joyce, Dylan, Baudelaire, Calasso, Buckowski, Márquez, Borges, Camarón,
Chavela, Calamaro, Kerouac, Robe, Lorca, Sabina: mezclen debidamente todos los
ingredientes en una coctelera y obtendrán el exquisito licor del que estoy hablando.
Todos los que crecimos escuchando la música de grupos como Extremoduro o Marea de
algún modo nos sentimos un poco huérfanos desde hace tiempo. La música de La
Milker Band cura la añoranza de esa primera década de siglo, pero proponiendo nuevos
sonidos que pueden reconocerse como propios.
“La Torre de Babel” nos da la bienvenida al disco, según dice la letra, “remontando el
temporal”, como si el conflicto que motiva la narrativa de las canciones viniese ya de
lejos. Los múltiples idiomas musicales de las variadas influencias de la banda concurren
aquí como en el Génesis, para dar lugar a 6 minutos y medio de un rock pesado que
agitaría los cimientos de la mismísima torre bíblica. La voz extremadamente rasgada,
casi ronca, de Álvaro de Lera nos describe a gritos un mundo asolado por los crueles
castigos de unos dioses que se limitan a observar para regocijarse. Hacia el final, Sergio
Portales reproduce con su guitarra en forma de solo los gemidos y lamentos de ese
mundo despiadado.
“En el Quinto Cielo” (candidata a hit del disco) nos sigue guiando a través de un paisaje
desolador en el que “la gente honesta sólo son inadaptados sociales”. La intensidad va
aumentando progresivamente, comenzando con voz y acústica para terminar con un
acompañamiento de eléctrica y percusión (esta última a cargo del multinstrumentista
Jaime Álvarez) que inevitablemente nos hará saltar mientras “brindamos por sobrevivir
en el Quinto Cielo”. Cuando la escuches no dejará de sonar después en tu cabeza.
Las cuerdas frotadas hacen su dulce aparición en una canción titulada “Caóticamente
ordenado”, cuya letra esconde algunos oxímoron indelebles; no descartemos que “la
vigilia de Morfeo” pueda tener que ver en el intento de ordenación del caos que
gobierna el imaginario del disco. Mientras tanto, el grupo nos recuerda con Baudelaire
que “la mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía”.
A pesar de su reticencia general a las entrevistas, el vocalista y líder del grupo Álvaro de
Lera nos concede unas palabras:
La Milker Band lleva ya algunos años haciendo música de una forma más caótica que
ordenada. ¿Cómo surgió la idea de grabar el disco y ponerle orden al caos?
La decisión de meternos a grabar un disco tan indómito como “Paloma y Escorpión” es
algo difícil de explicar, dado que no intervino la premeditación; la planificación, el
orden ni el concierto. Salió de dónde salen los impulsos más viscerales: de la caja de los
truenos.
De repente me encontré con una jauría de canciones compuestas y nos metimos a grabar
algunas de ellas.
Las canciones del grupo recogen la estela de Extremoduro, Marea o Sabina. ¿Qué
papel juega la nostalgia en vuestro grupo y en ti en particular como compositor?
No conozco el material de Extremoduro y Marea (seguro que está debuti). En Joaquín
Sabina siempre he visto el jarimari más bello jamás contado. Dentro de la figura del que
cuenta, del cronista ¿Hay alguien que pueda discutirle un verso? Como quien viaja a
lomos de Mariano José de Larra y Dylan. Marcó el camino. Respetos.