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El turbo es un sistema de sobrealimentación de los propulsores que pasó de la industria
aeronáutica al automóvil en la década de los setenta. Existen otras alternativas al turbo.
Sigue leyendo para conocerlas.
La potencia que es capaz de generar un motor depende básicamente de la cantidad
de oxígeno que es capaz de hacer reaccionar con el combustible, por lo que cuanto
más aire es capaz de «bombear» una mecánica, más fuerza tiene. Hay dos formas de
conseguir que en un motor entre mucho aire: aumentando el volumen interno para que
quepa la mayor cantidad posible o comprimir el aire para que sea capaz de entrar mucho
en una cilindrada pequeña. Esta última alternativa es lo que se conoce como
«sobrealimentación» y se consigue comprimiendo el aire antes de meterlo en los
cilindros. Para ello se emplean diferentes dispositivos, siendo el más utilizado el turbo.
En las mecánicas diésel, que trabajan con un exceso de aire por definición, el turbo se
emplea de forma generalizada desde hace muchas décadas, de hecho, no existe ningún
modelo en el mercado actualmente que incorpore una motorización diésel
atmosférica (sin turbo). Sin embargo, en los motores de gasolina o de gas no ha sido muy
frecuente el uso de la sobrealimentación, quedando reservada a modelos de altas
prestaciones o marcas como Saab, que siempre apostó por motores pequeños pero de
alto rendimiento, lo que ahora se llama «downsizing«.
12 fotos El Mercedes SSK competía en los años veinte con motores sobreali
A medida que los aviones iban alcanzando cotas más altas se fueron encontrando con un
serio problema técnico y es que los motores perdían mucha potencia al bajar la densidad
del aire. A medida que subimos de altitud, el aire contiene menos oxígeno, lo que reduce
la capacidad del motor para quemar combustible. En los años 30, se funda la
compañía Garret Air Research que patenta un dispositivo al que llama «Corrector de
altura«. Este invento es muy sencillo (como casi todas las ideas geniales) y permitía
aprovechar la salida de los gases de escape del motor de los aviones para meter a presión
el aire en la admisión. No importa la presión atmosférica, si es baja, el «corrector de
altura» gira más deprisa hasta alcanzar la presión para la que está diseñado, de forma que
a los cilindros del motor siempre le entra aire a la misma presión y, por lo tanto, con la
misma densidad de oxígeno.
El corrector de altura, que ahora conocemos como turbo, tardó varias décadas en poder
ser utilizado en los motores de gasolina de los automóviles de calle. El problema estaba en
cómo controlar la presión y la potencia del coche. En un avión es fácil porque el motor
trabaja más tiempo a la máxima carga y las transiciones bruscas de potencia no suponen
un problema demasiado grave, pero en un turismo puede ser peligroso que llegue todo el
par de golpe y de manera incontrolada.
Aunque a los europeos nos encanta decir que el primer coche en equipar este invento fue
el BMW 2002 Turbo presentado en el Salón de Frankfurt de 1973 (que rendía 170 CV), lo
cierto es que el primer automóvil fabricado en serie con un motor turboalimentado fue
el Oldsmobile JetFire Rocket presentado en 1962. Gracias a la sobrealimentación su
motor de 6 cilindros bóxer refrigerado por aire pasaba de 140 a 180 CV, lo que significa un
aumento de rendimiento de casi el 30%.
Sin embargo, ambos modelos tuvieron poco éxito y eran delicados e incómodos de
conducir, con una respuesta al acelerador brusca y serios problemas de fiabilidad. Quien
de verdad abrió la veda para este tipo de mecánicas fue el Saab 99 Turbo presentado
en 1978. Fue el primer automóvil en ganar una carrera del Mundial de Rallys con un
motor turbocomprimido, sentando las bases de cómo serían los motores de la categoría
reina del Mundial desde entonces.
12 fotos El Saab 99 Turbo fue el primer coche con ganar un rally del mundial.
El nombre correcto para este artilugio es «turbocompresor» ya que en realidad se trata
de un compresor que es accionado por una turbina. El turbo es una máquina que consta
de dos molinillos (turbinas) unidos a un mismo eje. Uno de los lados del eje está en
contacto con los gases de escape que, al salir calientes y a cierta presión del motor, hacen
girar la turbina del mismo modo que un molino de viento de juguete cuando soplamos
sobre sus aspas. La turbina del otro lado del eje está en el canal del aire que entra al
motor y al girar solidaria con la que está del lado del escape, empuja el aire de admisión
generando una presión.
Como al aumentar la presión del aire de admisión también aumentamos la energía de los
gases de escape, sería peligroso para el motor porque cada vez generaría más presión de
forma ilimitada hasta saltar por los aires. Para que esto no ocurra se instala una válvula de
descarga que no es más que un grifo que echa a la atmósfera parte de la presión en el
escape y es lo que se conoce como «tarado del turbo». Además de esta válvula, en
el colector de admisión se monta otra que abre de golpe para bajar instantáneamente la
presión en el colector de admisión (ésa que se oye como un resoplido cuando soltamos el
acelerador), pues desde que abre la del escape hasta que el turbo dejase de comprimir
transcurriría un tiempo.
Del mismo modo que se calienta la bomba de inflar las ruedas de la bici, el aire de
admisión se calienta al pasar por el turbo debido a que el turbo está caliente (el lado que
está en contacto con los gases de escape supera los 1.000 ºC) y a que un gas al
comprimirse se calienta. Como el aire caliente tiene menos densidad de oxígeno y
además provocaría autodetonaciones, antes de mezclarlo con el combustible y meterlo
en los cilindros se enfría en un radiador que se llama intercooler.
Tipos de turbocompresores
Si por el contrario contamos con un turbo pequeño, coge presión rápidamente aunque
haya pocos gases en el escape. Su ventaja es que sería capaz de comprimir aire con el
motor a pocas revoluciones y con un turbo-lag muy pequeño, pero no podría mantener la
presión en el colector de admisión cuando el motor necesitase mucho caudal de aire (no
generaría potencia en la parte alta de revoluciones).
Otra opción es montar un turbo pequeño que sea capaz de generar la presión necesaria a
pocas revoluciones (y de forma casi instantánea) y otro turbo más grande a continuación
para proporcionar presión y caudal en la zona alta del cuentavueltas. En éste no importa
el retraso de respuesta porque ya tendría al turbo pequeño cubriendo parte de la presión.
Este tipo de disposición se conoce como turbo en serie o en cascada y es que más auge
está teniendo actualmente.
Cuidados, averías y mitos sobre del turbo
En los VGT el problema está en las mecánicas diésel, pues la carbonilla que generan acaba
agarrotando el mecanismo que acciona las aletas interiores.
El mito más extendido es que el turbo entra por revoluciones y que al reducir el coche en
vez de retener se acelera. Esto es falso. El turbo necesita que haya presión en los gases de
escape para poder comprimir. Al levantar el pie del acelerador, aunque el motor gire a
8.000 rpm, los gases de escape salen sin fuerza suficiente como para hacer girar la turbina.
Lo que sí sucede es que hay un régimen mínimo de revoluciones a las que se consigue que
haya energía en el escape como para accionar la turbina, por debajo de esas rpm, aunque
pisemos el acelerador a fondo no hay turbo.