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En este DVD seleccionamos cuatro contenidos urgentes, especialmente para las mujeres.
El polémico tema del ABORTO, el más desconocido del ABORTO MASCULINO, el
desafío del DIVORCIO y esa lacra social que es la VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES.
Si tienes dudas sobre lo que dice Jesucristo en los programas, aquí te dejamos los textos
completos de los libretos (en los videos hemos tenido que recortarlos) y toda una
información bíblica, teológica, hsitórica y cultural que te ayudará a comprender mejor los
temas tratados.
Van las mejores energías para ti. ¡Y espera pronto otros videos!
¿ABORTO?
RAQUEL En una de las verdes colinas que rodean Nazaret, continuamos con
Jesucristo, quien gentilmente nos viene concediendo declaraciones exclusivas que captan
el interés de nuestros oyentes, y muy especialmente, y valga la expresión, la de nuestras
oyentas.
JESÚS Es que las mujeres siempre tienen los oídos más abiertos para el Reino de
Dios, Raquel.
RAQUEL ¿Nunca?
JESÚS ¿Y qué iba yo a decir del embarazo o del aborto? Los hombres no nos
embarazamos. ¿Qué sabemos nosotros de esas cosas?
JESÚS En Nazaret, eran las parteras las que sabían. Ellas asistían a las mujeres
cuando les llegaba su hora. Y también sabían cómo terminar un mal embarazo…
JESÚS Bueno… El de una mujer enferma y sin fuerzas. O el de una mujer pobre y
con un racimo de hijos También había muchachas que quedaban preñadas por hombres.
Abusadores. En las aldeas del norte, los soldados romanos forzaban a las mujeres, hasta
a las niñas. Un buen embarazo siempre era una bendición de Dios. Pero ante un mal
embarazo, había que pensar qué hacer.
JESÚS No. Ni a los sacerdotes, que vivían en Jerusalén, ni a los rabinos, que
estaban más cerca en las sinagogas. Como te digo, los hombres no nos metíamos en
eso. ¿Cómo nos íbamos a meter, si no sabíamos nada? Las parteras decidían.
JESÚS Usaban yerbas. No había medicinas como las que me dicen que hay ahora.
Las yerbas eran remedios para todas las dolencias. Las parteras conocían el hinojo, la
ruda silvestre, el ajenjo. Conocían la medida para cada padecimiento. Con yerbas
abortaban las mujeres. Aquellas parteras eran sabias. Algunas entraron en nuestro
movimiento.
JESÚS ¿Por qué pecado, Raquel? Las parteras le rezaban a Dios cuando asistían a
las mujeres en los partos y lo alababan cuando la criatura nacía sana. También le rezaban
cuando ayudaban a terminar un mal embarazo. Y le agradecían si todo salía bien. Ellas
pedían a Dios que guiara sus manos. Eran mujeres de mucha fe.
RAQUEL ¿Escucha los teléfonos, Jesucristo?... Todo lo que usted nos ha dicho resulta
en extremo novedoso y hasta escandaloso… Oiga cuántas llamadas… Ya se armó la
polémica… Desde ahora hasta nuestra próxima entrevista, los teléfonos no pararán de
sonar. Recuerden que también trasmitimos por Internet… www.emisoras.latinas.net
¿Seguiremos hablando del aborto, Jesucristo?
Algunos de los textos bíblicos que mencionan son: Isaías 49,1; Salmo 139,13-
15; Jeremías 1,4-5. Estos tres textos y algún otro similar se refieren al destino
de los grandes hombres de Israel: el rey David, los profetas Isaías y Jeremías,
“desde antes de nacer”, “desde el vientre” y “desde las entrañas” de sus
madres. Los grupos opuestos a la interrupción del embarazo deducen de estas
expresiones simbólicas y metafóricas un principio “científico”: que la vida
humana comienza en la “concepción”, en el mismo instante en que óvulo y
espermatozoide se fusionan. Deducen que Jeremías ya era Jeremías en el
vientre de su madre y que Isaías ya era quien iba a ser en el momento de la
fecundación. También sacan de contexto el texto, igualmente simbólico, de
Isaías 66,9, referido al nacimiento de todo el pueblo de Israel.
Agustín de Hipona (siglo IV) y Tomás de Aquino (siglo XIII), los dos teólogos
más influyentes en la historia de la teología católica, hablaron de esto sin
conocimiento científico, especulando. Decía Agustín: Según la ley cristiana, el
aborto no se considera homicidio en fase temprana porque aún no se puede
decir que haya un alma viva en un cuerpo que carece de sensación. Tomás
opinaba que el alma no se recibía en el primer momento, sino más tarde. Y era
de los que fijaba la “infusión del alma” en 40 días si iba a ser niño y más tarde,
a los 80, si sería niña. Para Tomás de Aquino, la mujer era un “hombre fallido”.
Sólo desde hace más o menos siglo y medio ―tras la proclamación del dogma
de la inmaculada concepción de María― el Vaticano ha ido imponiendo en la
iglesia católica la idea de que el alma existe desde el mismo instante de la
fecundación o fusión óvulo-espermatozoide, momento al que llaman
“concepción”, un término que no emplea nunca la ciencia ni la ginecología. Esta
idea ha sido asumida también por diversas iglesias evangélicas. En las iglesias
protestantes históricas ―que tienen como principio fundamental la libertad de
conciencia por sobre la interpretación dogmática― hay posiciones mucho más
flexibles sobre el aborto.
En el Islam hay diversas corrientes, que van desde la prohibición estricta del
aborto hasta el permiso incondicional. La idea más común y aceptada es que el
feto comienza a tener “alma” a los 120 días de la gestación, y por eso el aborto
se permite generalmente antes de ese plazo. La madre, su salud y su vida son
priorizadas siempre, aun en las corrientes más estrictas.
La mayor severidad
Las posiciones católicas oficiales resultan las más rígidas en el tema del
aborto. Porque el Vaticano no sólo se opone al aborto. También se opone a la
anticoncepción. Coloca así a las mujeres en un callejón sin salida. Aun cuando
se sabe que la planificación familiar, con los diversos métodos anticonceptivos,
es la mejor prevención del aborto, porque evita los embarazos no deseados, la
doctrina católica vaticana se opone al control de la natalidad con métodos
“artificiales” y sólo acepta el método “del ritmo” ―que resulta ineficaz y
complicado―, rechazando incluso el condón y la “píldora del día siguiente”.
http://radialistas.net/article/53-aborto/
¿ABORTO MASCULINO?
RAQUEL Aquí, en Nazaret, reiniciamos nuestra entrevista con Jesucristo sobre el
delicado tema del aborto. Vayamos a preguntas directas, precisas. Empecemos
definiendo su posición: ¿usted, Jesucristo, está a favor del aborto?
JESÚS Raquel, Dios nos regaló dos tesoros: la vida y la libertad. Somos libres para
decidir nuestras vidas.
JESÚS ¿Querrá alguna mujer eliminar el fruto de sus entrañas? ¿Se alegrará por
abortar? Yo pienso que si una mujer decide hacerlo será por una razón muy grave.
JESÚS Escucha, Raquel. Dios quiere que tengamos vida, pero vida en abundancia.
JESÚS Es que vivir no es sólo venir a este mundo y respirar el aire. Vivir es poder
crecer en una familia que te quiere, alimentarse bien, estar sano, poder estudiar…
RAQUEL Esa vida en abundancia de la que usted habla es lo que hoy llamamos
calidad de vida.
JESÚS Eso, Raquel. Pero, dime tú, ¿qué vida le espera a un niño que va a nacer
malogrado? ¿Y a los hijos que quedarán huérfanos si la madre va a morir en el parto? Y
una niña forzada, ¿es justo que ella traiga al mundo el fruto de esa violencia? Cuando el
rey David abusó de Betsabé, Dios no permitió que naciera el hijo de aquel crimen.
RAQUEL Pues algunos sacerdotes enseñan que una mujer tiene que traer al mundo
todos los hijos que Dios le mande.
JESÚS Pero ¿esos hijos vienen de Dios o del capricho de un hombre ruin?
RAQUEL Vengan de donde vengan, esos sacerdotes insisten en que la mujer tiene la
obligación de darlos a luz.
JESÚS Claro, como ellos no se embarazan, hablan sin compasión. Hablan de lo que
no saben.
RAQUEL Entonces, una mujer que por razones graves decide abortar, ¿no está
condenada y excomulgada?
JESÚS Créeme, Raquel. Dios no la juzgará. ¿Y sabes por qué? Porque Dios es madre.
¿Conoces alguna madre que no entienda a otra madre en una situación tan difícil?
RAQUEL Insisto. Diciendo eso, ¿no está usted desconociendo el quinto mandamiento
que ordena no matar?
JESÚS No es lo mismo cortar un árbol que dejar de regar una semilla. Dios no nos
manda convertir toda semilla en árbol.
RAQUEL Pues todavía en algunos países, las mujeres que abortan son penalizadas,
van a la cárcel, acusadas de asesinas.
JESÚS Hipócritas. Son ellos los que matan cuando hacen guerras, cuando oprimen
a los pobres… Si tanto defienden la vida, ¿por qué no castigan a los hombres cuando
abortan?
JESÚS Me refiero a los hombres que no cuidan la vida. En mi tiempo, y en todos los
tiempos, han sido muchísimas, como las arenas del mar, las mujeres que se han visto
obligadas a criar a sus hijos y a sus hijas, solas, sin apoyo de ningún hombre. ¿Dónde
estaban los padres de esas criaturas? Engendraron hijos y no les dieron el nombre ni el
pan.
JESÚS En verdad te digo, el hombre que embaraza a una mujer y la abandona, está
cometiendo aborto. Los hombres que fuerzan a las mujeres, los que se desentienden de
sus hijos… esos son los que ofenden a Dios, esos son los que abortan. De eso no hablé
en mi tiempo. De eso hablo ahora, ya que me das la oportunidad.
Ante el dilema del aborto se pretende dividir a las personas entre los Pro-Vida y
las Pro-Aborto. Los Pro-Vida afirman que todo aborto es un crimen. Y que
abortar es matar. Y pretenden hacer creer que hay grupos de mujeres, las
feministas, que pertenecen a “la cultura de la muerte” y por eso promueven la
práctica masiva, y hasta festiva, del aborto. Al colocar el dilema entre vida y
muerte contribuyen a culpabilizar y a atemorizar a las mujeres. Pero, cualquier
mujer, ante un embarazo no deseado, riesgoso o de resultado incierto, está
siempre ante un dilema, que es entre vida y vida.
¿Qué vida le espera a quien está por nacer si nace con una enfermedad
congénita? ¿Y si los padres tienen ya muchos hijos y no tienen recursos para
darle ni lo más básico? ¿Qué riesgo corre la vida de una mujer embarazada por
razones de su enfermedad crónica, de sus problemas de salud? ¿En qué
riesgo emocional encuentra a esa mujer ese embarazo no previsto, no
deseado, y qué significa ese riesgo emocional para el resto de su vida? ¿Qué
oportunidades de vida ―estudios, trabajo, relaciones― se le truncan a esa
adolescente embarazada? ¿Qué origen violento y de abuso tiene la vida que
inicia en el vientre de esa niña, de esa muchacha? ¿Qué significará el origen
violento de ese embarazo forzado para el futuro de esa nueva vida?
¿Debe morir para “no matar” una mujer que padece una grave enfermedad,
que queda embarazada y que sanaría con una operación en la que se perdería
el feto? ¿Debe dejar huérfanos a sus otros hijos? ¿Es matar no dar vida a un
feto que tiene una enfermedad incurable, con la que tendrá que sobrevivir
dolorosamente toda su vida? ¿Debe venir a la vida para sufrir y para hacer
sufrir a quienes lo cuiden? ¿Es matar no dar vida a un feto que tiene una grave
malformación cerebral en una familia pobre que no podrá atenderlo, en una
familia donde ese niño será una carga insoportable para sus padres y
hermanos? ¿Es matar no dar vida a un feto con una enfermedad incurable si su
padre y su madre tienen miedo a lo que esa dolencia condicionará para
siempre sus propias vidas?
Por tratarse siempre de un dilema entre vida y vida, por estar en juego la vida y
la libertad, cada caso de embarazo no deseado y cada decisión sobre
interrumpirlo o no, está siempre rodeado de preguntas vitales, de respuestas
no fáciles. Lo más cristiano es respetar las respuestas que cada mujer, en
conciencia y responsablemente, da a su propio caso. Ninguna mujer, aun
cuando defienda la interrupción de su embarazo, debe ser etiquetada como
pro-abortista o debe ser juzgada o condenada.
Así como la Biblia fue escrita en su totalidad por hombres, la doctrina de las
iglesias cristianas también ha sido pensada y elaborada siempre por hombres.
Éste es un dato que nos permite “sospechar” de los criterios teológicos que
juzgan el aborto como un crimen y que culpan y condenan a las mujeres que
interrumpen embarazos no deseados o riesgosos para su vida o su salud.
Como en las iglesias cristianas siempre han mandado y decidido los hombres
―sacerdotes y pastores―, se han promovido siempre ideas masculinas y
machistas en todo lo referido a la sexualidad, la maternidad y la natalidad.
Esto ha oscurecido los puntos de vista de las mujeres, que son los que más se
deben considerar y valorar cuando se trata de decidir la interrupción de un
embarazo. Acompañar a la mujer a reflexionar y a decidir. Lo mejor es que esa
reflexión y esa decisión sea acompañada por el hombre que engendró la nueva
vida, pero con frecuencia esto no ocurre. Acompañarla a reflexionar y a decidir,
eso es lo que haría Jesús. No la juzgaría y nunca la condenaría, sea cual sea
la decisión que tome.
Son varias las películas que abordan el tema del aborto y que facilitan un
debate sobre un tema tan polémico y vital. Destacamos tres. “Si las paredes
hablaran” (If these walls could talk), de las directoras Cher y Nancy Sacova
(Estados Unidos 1996), que narra la historia de tres mujeres de diferentes
ambientes sociales que se ven en la necesidad de abortar en 1952, 1974 y
1996 en Estados Unidos.
“El secreto de Vera Drake”, del director Mike Leigh (Francia-Gran Bretaña
2006). Esta historia se desarrolla en Londres en 1950. La naturalidad con que
Vera practica abortos (“yo ayudo a las muchachas”, así lo define ella) durante
veinte años, cuando en Inglaterra estaba prohibido hacerlo, y la solidaridad y
generosidad de la vida de esta mujer común, pobre y alegre, le da al film una
singular dimensión cristiana.
“El crimen del padre Amaro”, del director Carlos Carrera (México, 2002),
basada en la novela del portugués Eça de Queiroz, muestra una de las formas
más ocultas del aborto masculino: el de sacerdotes que embarazan a
muchachas y mujeres y las fuerzan a abortar para no asumir su
responsabilidad ni perder su estatus y fama.
Algunos argumentan que con legislaciones más flexibles sobre el aborto habría
una “carnicería”. Tras este pensamiento se esconde la idea de que las mujeres
son seres irresponsables, y que si interrumpen su embarazo es porque son
malas madres. La realidad diaria desmiente esta idea: son mayoría las mujeres
que sacan adelante a sus hijos e hijas, con una enorme generosidad, esfuerzos
y responsabilidad, mientras los padres de esas hijas y de esos hijos los
“abortaron” en la práctica: no reconociéndolos, abandonándolos y
despreocupándose totalmente de su suerte.
Siempre se habla de las mujeres que abortan, de las leyes que las condenan,
del pecado que cometen. Es hora ya de hablar del aborto masculino. En
América Latina, uno de cada tres hogares tiene al frente a una mujer sola, la
mayoría abandonada por hombres irresponsables. En América Latina faltan
padres. Lo demuestra el número creciente de madres solteras. En la mayoría
de países, una de cada tres madres es “soltera”.
http://radialistas.net/article/54-aborto-masculino/
RAQUEL Veamos ésta… Varios oyentes quieren saber si sus apóstoles estaban o no
estaban casados…
JESÚS Que yo recuerde, todos estaban casados, todos tenían mujer y tenían hijos.
No sé si algunos se habrían casado más de una vez. Los hombres se casaban muy
jóvenes y si enviudaban se volvían a casar.
RAQUEL Entonces, ¿usted fue el que cambió esa ley, prohibió el divorcio y estableció
que el matrimonio es indisoluble, para toda la vida? Usted dijo: “hasta que la muerte los
separe”.
JESÚS No, te equivocas. Lo que yo dije fue: “Lo que Dios ha unido que no lo separe
el varón”. Yo no estaba contra el divorcio, yo estaba contra eso que el otro día tú
llamaste…
RAQUEL ¿Machismo?
JESÚS Eso. En mi tiempo los hombres eran… eran un imperio. Repudiaban a sus
mujeres por cualquier motivo. Si la mujer les quemaba las lentejas, si salía a la calle sin
su permiso, si hablaba con el vecino, se divorciaban. Y una mujer repudiada, sola, sufría
mucho, le costaba ganarse el pan, la apartaban. Yo no estaba contra el divorcio, ¡yo
estaba contra el machismo!
RAQUEL Entonces, ¿usted estaría de acuerdo en que si una pareja tiene conflictos,
conflictos graves se entiende, esa pareja se puede divorciar?
JESÚS Por supuesto que no. Entre los dos deben conversar y entre los dos decidir.
Si ven que no pueden, que ya no son felices, mejor que se separen.
RAQUEL ¿Y los hijos? ¿No es terrible para los hijos quedarse sin padre o sin madre
porque decidieron divorciarse?
JESÚS Sí, es terrible. Pero yo creo que sería peor ver pleitos, odio y malos ejemplos
en la casa, ¿no te parece?
RAQUEL Y… y una mujer que recibe golpes, maltratos, ¿qué debe hacer? ¿Poner la
otra mejilla? ¿Rezar para que el hombre cambie? ¿Aguantar para salvar su matrimonio?
JESÚS No, salvarse ella. Esa mujer debe salir, irse, y no volver la vista atrás.
RAQUEL Le confieso, Jesucristo, que siento un gran alivio. Como algo personal, le
diré que yo tuve un marido… insoportable, maltratador. Tuve que separarme. Creo que
muchas de nuestras oyentes también se sentirán aliviadas.
JESÚS Y por eso entenderán lo que digo. No te imaginas lo que le costó entender
todo esto a Santiago y a Juan y a Andrés… Y Pedro, el peor de todos… ¡por algo lo llamé
así, Piedra!... Terco, aferrado a sus ideas, un gran machista.
RAQUEL ¿Será por eso que el Papa de Roma, que dice ser el heredero de Pedro, es
tan duro de mente con las mujeres? ¿Qué piensan ustedes, amigos y, sobre todo, amigas
de Emisoras Latinas? Nuestros teléfonos quedan abiertos. También estamos en
www.emisoraslatinas.net. Soy Raquel Pérez, desde Nazaret.
La Santa Sede afirma que las “causas rotales” son gratuitas en un 85% de los
casos, siempre que se verifique “la indigencia” de las partes. Resulta difícil de
creer que un indigente llegue hasta tan alto tribunal. Se calcula que el costo
promedio de una anulación es de 2 mil 500 euros para el abogado, 260 euros
para el fiscal, más otros gastos. Los procesos duran unos dos años. El objetivo
principal de quienes solicitan la nulidad es poder volver a casarse en una
ceremonia católica, siempre un rito más vistoso y reconocido socialmente.
Durante el año 2006 la Rota romana emitió 172 sentencias definitivas referidas
a causas de nulidad matrimonial: 96 de nulidad y 76 en favor del vínculo. En
febrero de 2007 se informaba de 1 mil 679 casos pendientes de sentencia en
ese Tribunal.
http://radialistas.net/article/50-hasta-que-la-muerte-los-separe/
JESÚS Aunque esto está muy cambiado, me parece que fue por aquí por donde
arrastraron a aquella pobre mujer…
RAQUEL Sí, un relato más propio de una crónica roja sensacionalista que de un texto
evangélico…
JESÚS No, te digo escándalo en otro sentido. Las leyes religiosas de mi país
castigaban el adulterio con la muerte. Y los hombres medían esas leyes con dos varas
distintas.
JESÚS Decían que el hombre sólo cometía adulterio si engañaba a su mujer con
una mujer casada. Pero si la engañaba con una soltera, una viuda, una divorciada, con
una prostituta o una esclava, no cometía adulterio. Y nadie lo castigaba. A la mujer la
medían con otra vara: con cualquier hombre que lo hiciera, era adúltera.
JESÚS Sí, a pedradas. Y como el adulterio era un delito público, toda la comunidad
salía a tirar piedras.
RAQUEL Una ley salvaje… En algunos países islámicos aún está vigente…
JESÚS Se cometían grandes injusticias. Habladurías y calumnias terminaban en la
muerte de mujeres inocentes. Muchos de los que tiraban las piedras eran hombres que se
habían pasado la vida engañando a sus mujeres. ¡Injustos que salían a hacer justicia! ¡Y
en nombre de Dios!
RAQUEL ¿Quiénes? ¿Los viejos que se quedaron con las ganas de tirar las piedras?
JESÚS No, Pedro, Santiago, Juan, los del movimiento. Estaban muy molestos
conmigo, me reclamaron. Tropezaron con la verdadera piedra de escándalo, y esa piedra
eran las leyes de mi pueblo que hacían tanto daño a las mujeres.
RAQUEL ¿Y, díganos, fue ése el primer caso que usted conoció de una mujer a punto
de ser apedreada?
JESÚS No. Las lapidaciones de mujeres eran frecuentes… Yo había visto eso otras
veces… ¿Puedo pedirte un favor, Raquel?
JESÚS Yo también pequé, Raquel. Yo ofendí a Dios. A pesar de saber desde niño
que esto pasaba, a pesar de haber conocido de cerca esta crueldad, nunca hice nada
para detenerla. Pero aquel día, ante aquella mujer, Dios me abrió los ojos. Aquel día
entendí que las leyes y las tradiciones que ofenden a las mujeres ofenden a Dios. Que la
violencia contra las mujeres es violencia contra Dios.
RAQUEL Gracias, Maestro, en nombre de todas las mujeres que nos escuchan.
Desde Jerusalén, cerca de la que fue llamada Puerta del Ángulo, Raquel Pérez, Emisoras
Latinas.
La violencia contra las mujeres tiene sus más profundas raíces en las religiones
patriarcales. El judaísmo de tiempos de Jesús era una religión plenamente
patriarcal. Las actitudes de Jesús con las mujeres resultaron escandalosas.
Etimológicamente, “escándalo” es “la piedra con la que se tropieza”.
A pesar de los “tropiezos”, las enseñanzas de Jesús, basadas en la equidad
entre los seres humanos y, por tanto, en la equidad entre hombres y mujeres,
no pudieron ser suprimidas totalmente. Y aunque en sus escritos Pablo refleja
su formación judía tradicional, también tiene expresiones que, sin duda,
provocaron un gran impacto en su medio y en su tiempo. La más conocida y
citada de las frases paulinas favorables a la equidad de género es: En Cristo
ya no hay judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o mujer, porque
todos son uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3,26-28). Particularmente relevante en
esta frase es que el judío Pablo está rechazando con ella, explícitamente, la
plegaria que diariamente pronunciaban los judíos: Bendito seas, Señor por
hacerme judío y no gentil, por hacerme libre y no esclavo, por hacerme varón y
no mujer.
La ley era la del embudo: en el caso de la mujer bastaba que tuviera relaciones
con cualquier hombre. Tradicionalmente, la mujer sospechosa de adulterio era
sometida a una prueba pública: la hacían tomar aguas amargas. Si le
hinchaban el vientre se determinaba que había sido adúltera. Si no sentía
malestar, todo quedaba en falsa sospecha (Números 5,11-31). Esta prueba la
realizaba diariamente un sacerdote en la Puerta de Nicanor en el Templo de
Jerusalén. El hombre no era sometido a este humillante rito.
Más bien, en esa Carta, entre otras cosas, Ratzinger dice de la mujer: Es ella
la que, aun en las historias mas desesperadas posee una capacidad única de
resistir las adversidades, de hacer la vida todavía posible incluso en
situaciones extremas, de conservar un tenaz sentido del futuro y, por último, de
recordar con las lágrimas el precio de dar vida humana.
Esta cita refuerza una cualidad asignada socialmente a las mujeres: soportar el
sufrimiento a costa de su propia vida, aguantar sin desesperarse. De ideas así
se deriva que las mujeres soporten en silencio la violencia contra ellas. En vez
de denunciar deben sobrellevar, en vez de liberarse deben tener paciencia.
Ideas religiosas providencialistas (todo lo que sucede es voluntad de Dios) y
creencias religiosas que enseñan el sacrificio y la abnegación como meritorios
ante Dios (Jesús nos salvó sufriendo), provocan que las mujeres interioricen
como valor el sufrir sumisamente y con paciencia la violencia que padecen,
porque es “la cruz que les tocó cargar” y porque así “ganan el cielo”.
El abismo entre las actitudes de Jesús hacia las mujeres y las posiciones de las
iglesias que dicen representarlo es inmenso. Razón tiene la teóloga feminista y
religiosa católica Elizabeth A. Johnson cuando en su libro “La que es: el
misterio de Dios en el discurso teológico feminista” (Herder, 2002) dice: El
meollo del problema no está en que Jesús fuera un hombre, sino en que la
mayoría de los hombres no son como Jesús, pues su identidad y sus
relaciones están definidas desde los privilegios que les da la cultura patriarcal.
Razón tiene también Mercedes Navarro Puerto, otra religiosa católica y teóloga
feminista al reflexionar así: ¿Por qué preguntan: Qué les pasa a las mujeres
que tienen tantos conflictos con su religión, en vez de preguntar: Qué les pasa
a las religiones que sus mujeres se sienten tan incómodas en ellas y muchas
se van marchando continua y lentamente?
Como todos los seres humanos, Jesús fue hijo de su tiempo. Y su tiempo y su
país estuvieron sumergidos en una cultura y en unas costumbres patriarcales,
profundamente discriminadoras de las mujeres. Una de las mayores
originalidades de Jesús fue rebelarse contra esa cultura, expresando esa
rebelión en el trato y acogida que dio a las mujeres y en su rechazo a las leyes
que las humillaban y las subordinaban a los hombres. El relato de la adúltera
es una prueba de su rebeldía. En ese relato no vemos la reacción de un
administrador de la religión que, creyéndose superior, y por eso perdonador,
actúa benevolentemente con una pecadora. Es, más bien, la postura de un
laico que viola una ley religiosa, rechazando a quienes siguen esas leyes con
doble moral e hipocresía.
http://radialistas.net/article/39-violencia-contra-las-mujeres/