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Introducción

¿El amor, la sexualidad humana y el matrimonio son tan superficiales como lo vivimos en el
siglo XXI o es algo mucho más grande?

¿No es verdad que las personas están llenas de deseos, anisias, anhelos por alcanzar algo? Y
más importante: ¿hay algo que realmente pueda saciarlos? Porque vivimos en este tiempo,
de forma creciente, una cultura harta de sexo, pero hambrienta de un amor que perdure.
¿Cómo hacer para integrar todo esto, amando con nuestros cuerpos a un hombre o a una
mujer, y que esto sea estable toda la vida?

Tiene que haber una salida y una respuesta… pues Dios es amor, y nos creó y trajo a este
mundo para ser muy felices. ¿Tendrá que ver que por esa razón nos hizo seres sexuados?
Así es. Allí está la respuesta.

Es posible que hayas escuchado la frase Teología del Cuerpo en algún lugar, o tal vez no.
Pero sí es seguro que lo primero que puedes pensar es: What!?! ¿La Iglesia hablando de sexo?
¿No piensa la Iglesia que el sexo es malo?

En este Curso vas a encontrar unas ideas fundamentales explicadas por San Juan Pablo II.
“La Teología del Cuerpo” es el título que el Papa le dio a las 129 catequesis sobre el
amor, la sexualidad y el matrimonio que impartió entre septiembre de 1979 y noviembre de
1984.
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Además, con esta sabiduría, S a n Juan Pablo II nos enseñó a vivir el amor y la
sexualidad de acuerdo al plan de Dios y a conocer la belleza del amor humano y la
grandeza del Matrimonio Lo que la Teología del Cuerpo nos presenta “no es solamente
una visión renovada de la sexualidad humana y el matrimonio, sino una visión renovada
del hombre y de la mujer como imagen de Dios… A través del prisma del amor
conyugal, Juan Pablo II nos plantea un redescubrimiento de quién es Dios, quién es Cristo,
qué es la Iglesia y quiénes somos nosotros mismos”.

Dios tiene una visión bellísima y positiva sobre nuestro cuerpo, nuestra sexualidad y el amor
humano. “No podría ser de otra manera ¡Él es Quien los ha creado!”. La salud y felicidad
personal y familiar presente y de las nuevas generaciones, tienen relación directa con este
magistral regalo para la cultura del amor legado a la humanidad por el Papa Juan Pablo II,
llamado “el Papa de la familia.”

George Weigel biógrafo de Juan Pablo II escribe lo siguiente: “Tomados en su conjunto,


estos 129 discursos catequísticos constituyen una especie de bomba teológica de relojería,
programada para estallar con resultados espectaculares en algún momento del tercer
milenio de la Iglesia Católica. Cuando suceda, quizás en el siglo XXI, es muy posible que la
Teología del Cuerpo de Juan Pablo II sea considerada un momento crítico en la historia del
pensamiento moderno.”

La Teología del Cuerpo responde a temas e inquietudes actuales y nos acompaña en nuestras
luchas diarias. Entre otras:

• ¿Para qué sirve mi cuerpo?


• ¿Por qué controlar mis impulsos sexuales?
• ¿Cómo se puede hablar de Dios y de sexo a la vez?
• ¿Es posible vivir tu fe y tu sexualidad a la vez?
• ¿Tengo que amar a alguien sin el deseo sexual?
• ¿Todo lo relacionado con sexo me aleja de Dios?

Antecedentes de la Teología del Cuerpo

Aprincipios de los años 70 del siglo XX nace en Francia el Movimiento para la Liberación
de las Mujeres. Sus fundadoras habían participado en las revueltas juveniules de Mayo del
68 y allí comprendieron que, aunque las leyes reconocían la igualdad entre los hombres y las
mujeres, en la sociedad se mantenía un desequilibrio inaceptable.

Sus objetivos estaban tomados de las feministas americanas y apuntaban a terminar con una
determinada visión del matrimonio fundada en el principio de fidelidad, para lo que
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consideraban imprescindible popularizar los métodos anticonceptivos, incluyendo entre ellos


el aborto, el amor libre, el desenfreno sexual como expresión de libertad rompiendo tabús o
criterios o normas antiguas sobre el matrimonio, la procreación y la sexualidad.

De aquí proceden también en otros llamados “avances” de esa revolución que hoy tienen que
ver la llamada igualdad de género, el feminismo, el uso de anticonceptivos, el aborto etc.
Todos estos temas surgieron en esta época y han ido tomando auge con el pasar de los años.

En la Iglesia surgió la inquietud de hacerle frente a todas estas ideas, buscando iluminar al
mundo con la verdad de la fe. Por eso el Papa Pablo VI publica la Encíclica Humane Vitae,
onde se tratan temas como: el valor de la vida, la paternidad responsable y los ciclos naturales
de reproducción.

Años después, Karol Wojtyla (mejor conocido luego como Papa, San Juan Pablo II) por aquel
entonces era obispo; y participando de la inquietud de la Iglesia comienza a ver entre sus
feligreses la necesidad de conocer la naturaleza humana, para qué habíamos sido creados en
cuerpo y alma. Pero sobre todo sentía la necesidad de expresar que el cuerpo no era la cárcel
del alma como muchas veces aseguró Platón y mucho menos que la fe estuviera reñida con
el cuerpo y la sexualidad: es todo lo contrario. Wojtyla buscaba enseñar la gran perspectiva
que tiene Dios del amor humano y que comprendiéramos la maravilla de ser hombre o ser
mujer, como seres sexuados y unidos en cuerpo y alma.

Quizá tú te has hecho las mismas preguntas que los feligreses del obispo Karol Wojtyla se
hacían en ese entonces… ¿Para qué sirve mi cuerpo? ¿Por qué controlar mis impulsos
sexuales? ¿Cómo se puede hablar de Dios y de sexo a la vez? Por esta razón, aunque la
Teología del Cuerpo haya sido escrita años atrás, sigue respondiendo a temas e inquietudes
actuales y a su vez, sigue acompañándonos en nuestras luchas diarias.

¿Cómo puede tener el cuerpo una Teología?

Afirmar que el cuerpo es la cárcel del alma sería una herejía. El cuerpo hace visible el alma
de cada ser humano y todo esto parte de la frase expresada en el primer capítulo del evangelio
de Juan: “y el Verbo se hizo Carne”.

Si la Teología es la ciencia que busca explicar las cosas de Dios y a Dios mismo; y Dios se
hizo carne, hombre, pues es válido que exista una Teología del Cuerpo. De hecho, la Teología
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del Cuerpo busca ponerle más cuerpo carnal a la vida espiritual, porque somos espíritus
encarnados.

El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades
espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita
signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones.
Lo mismo sucede en su relación con Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1146).

¿Cómo surge la Teología del Cuerpo?

Volvamos a la inquietud que tenía San Juan Pablo II mientras era obispo. Él comenzó a dictar
una catequesis todos los miércoles titulada: “Hombre y Mujer los creó” y justo cuando iba a
publicar un libro con todo el compendio de sus catequesis, fue elegido Papa.Esto no lo detuvo
porque decidió seguir profundizando en el tema y continuar dando sus catequesis, hasta crear
la Teología del Cuerpo como una rama dentro del estudio del ser human

Pilares de la Teología del Cuerpo

¿Cómo se explica y con qué base la concepción teológica del cuerpo humano?

Visión integral del hombre: antropología adecuada (quién es el hombre y cómo puede
ser feliz). – For Dummies: fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.

Modo de entender al hombre: cuerpo y alma (unidad de vida) – For Dummies: nuestro
cuerpo no es independiente de nuestra alma, ni viceversa.

El amor como rol esencial de la persona – For Dummies: el amor nos mueve y lo
mueve todo.

La libertad como capacidad y llamado a realizarse – For Dummies: la libertad nos


debe llevar al bien, a Dios.
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Grandes preguntas a las que responde la Teología del Cuerpo

1. ¿Qué significa ser Ser Humano?

En esta parte Juan Pablo II divide al hombre en tres etapas:

• Estado Originario (antes del pecado original)


• Estado Caído (después del pecado original)
• Estado Pleno (después de la Resurrección)

Al leer la Biblia, entendemos cómo Dios fue creando al mundo paso a paso y lo último que
creó fue a Adán y a Eva. Él nos creó como seres humanos, no como animales, ni como
plantas. ¿Entonces? ¿Cómo nos diferenciamos del resto de las cosas creadas? ¿Te sientes tú
diferente al resto de la creación?

2. ¿Cómo vivir la vida para alcanzar la verdadera felicidad?

¿A qué llama Juan Pablo II “El Gran Divorcio”?

San Juan Pablo II durante toda la exposición de la Teología del Cuerpo expresa la unidad de
vida que debe existir entre el alma y el cuerpo. Este expresa que al separar la una de la otra
se originan reduccionismos y el dualismo: angelismo vs. animalismo. Ejemplo: separación
entre divinidad y humanidad; masculinidad y feminidad; razón y fe; corazón y cabeza…

Hoy en día ese “Gran Divorcio” del que nos hablaba Juan Pablo II lo vemos mucho más
seguido, pero muchas veces menos claro. Hemos aprendido a ver ese “Gran Divorcio” en
nuestra vida diaria como algo normal… Por ejemplo: vemos normal que la revolución sexual
que nos rodea exija sus derechos por mayores libertades; cada día se busca avanzar
científicamente en el cambio de género, lo que aleja al cuerpo humano de la concepción
original de Dios; los médicos juegan a ser Dios creando vida humana en laboratorios y
muchísimas otras cosas.

¿Es la Teología del cuerpo el camino a la felicidad?

La Teología del Cuerpo busca ser ese camino a la felicidad para cada persona, no vista desde
un conjunto de leyes impuestas y que sólo amarran al cuerpo. Es un camino difícil, lleno de
altos y bajos, pero que si se vive con amor y confianza en Dios, de seguro alcanza la felicidad
y la plenitud del ser humano.

En conclusión, este artículo sólo busca ser un abre bocas para aquellos que han sentido
curiosidad en el tema y entender que el término sexo no podemos reducirlo nada más a
genitalidad. Si Dios creó el sexo, es maravilloso como el resto de lo creado. Sin embargo, el
uso de cada cosa creada según nuestra libertad es lo que nos aleja o acerca a Él.
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Y tú, ¿qué sabes de la Teología del cuerpo?

Veamos brevemente algunas nociones, que luego se explicará con mas detalle en cada una de las lecciones:

1. En el Principio no era así


2. Experiencias humanas originales
3. La soledad original: El primer descubrimiento de “Ser Persona”
4. Unión original: La comunión de personas
5. Desnudez Original: Clave para entender el plan original de Dios
6. El significado nupcial del cuerpo
7. El elemento fundamental de la existencia”

1. En el Principio no era así

Si alguna vez has leído algo que Juan Pablo II haya escrito, seguramente te has topado con
uno de sus pasajes favoritos del Concilio Vaticano II: “Cristo nuestro Señor… en la misma
revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio
hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22).

Este es el himno de Juan Pablo II:

Cristo “manifiesta plenamente” lo que significa ser hombre, ser humano. Así, aunque su
objetivo en este ciclo es reflexionar en el plan original de Dios para los sexos como se
encuentra en el libro del Génesis, Juan Pablo II comienza con las palabras de Cristo. El
Génesis, de hecho, solo puede ser plenamente comprendido a la luz de Cristo.

Cuando algunos fariseos le preguntaron a Jesús sobre el significado del matrimonio, le


contestaron diciendo que Moisés permitía el divorcio. La respuesta de Jesús otorga una llave
para entender el Evangelio: “Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar
a vuestras mujeres, pero al principio no fue así” (Mt. 19:8). En efecto[…] “toda la tensión,
conflicto y dolor de cabeza en la relación hombre-mujer es normal? Esto no es normal. Esta
no es la manera en que lo creó Dios. Algo terriblemente malo ha pasado”.

He aquí una imagen que sirve para entender esto. Es como si todos estuviéramos manejando
por la ciudad con las llantas ponchadas y nosotros pensamos que esto es normal. Después de
todo, las llantas de todos están igual. De acuerdo a la analogía, Jesús dice a los fariseos (y a
todos nosotros), “En el principio, todos tenían aire en sus llantas”.

Entonces, si queremos comprender el significado de la unión en “una sola carne”, según


Cristo, tenemos que regresar “al principio”, antes de que el pecado distorsionara las cosas.
No hay que desanimarse. Cristo no vino al mundo a condenar a quienes tienen las llantas
ponchadas. Vino al mundo a re-inflarnos las llantas. Ya no podemos realmente regresar al
estado de inocencia, antes de pecado original, lo hemos dejado atrás.

Pero siguiendo a Cristo podemos recibir el plan original de Dios para los sexos y vivirlo en
plenitud con la ayuda de Cristo (CEC 1615).
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2. Experiencias Humanas Originales

Juan Pablo II toma un enfoque refrescante en los recuentos de la creación. En lugar de mirar
abstractamente al plan original de Dios busca considerar las primeras experiencias del primer
hombre y mujer sobre el cuerpo y la sexualidad. Nosotros, desde luego, no tenemos
experiencia directa alguna del estado de total inocencia de la primera mujer y el primer
hombre. Aun así, Juan Pablo II propone que dentro de cada uno de nosotros existe un “eco”
del principio. Las experiencias humanas originales, dice, “están siempre en la raíz de toda
experiencia humana…Están, de hecho, tan entrelazadas con las cosas originales de la vida
que generalmente no nos damos cuenta de su carácter extraordinario” (Dic. 12, 1979).

Nos acercamos a estas experiencias a través del “simbolismo del “lenguaje bíblico” (CEC
375). El simbolismo es la manera más apta de representar profundas verdades espirituales,
que es justamente lo que trata de hacer el Génesis. No deberíamos quedarnos con la idea
moderna de que la ciencia ha “reprobado” los recuentos de la creación en el Génesis. Las
historias de la creación nunca trataron de ser recuentos científicos sobre la creación del
mundo. El conocimiento científico es ciertamente válido hasta donde llega, pero no nos puede
decir nada del significado espiritual de nuestra existencia. Para esto, inspirados divinamente,
los autores de la Escritura usaron el simbolismo con el que estamos familiarizados. He aquí
una analogía. Piensa en la diferencia para una mujer cuando su optometrista ve sus ojos que
cuando lo hace su esposo o novio. El científico esta viendo su cornea e historiales de hechos
científicos. El amante esta viendo su alma y proclama algo mas poético y romántico. ¿Acaso
“reprueba” el científico al amante?”

“No. Estas son simplemente dos perspectivas de la misma realidad. El autor del Génesis no
era un científico, sino un amante inspirado por Dios para proclamar los misterios divinos en
el origen del mundo y de la humanidad. Debemos mantener esto en cuenta al examinar las
historias de la creación

Según Juan Pablo, particularmente tres experiencias definen a la persona humana en el estado
de inocencia: soledad, unión y desnudez. Se podría escribir mucho para entender estas
profundas reflexiones sobre estas experiencias Aquí, desde luego, solo se presenta un esbozo
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básico. Mientras hacemos esto, ve si no encuentras un “eco” de estas experiencias en tu


corazón.

3. Soledad original: El primer descubrimiento de “ser persona”

Después el Señor dijo, ‘No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayudante de acuerdo
a él’” (Génesis). 2:18). El significado más obvio de esta soledad es que el hombre esta solo
sin la mujer. Pero el Papa encuentra un significado más profundo a este verso. Este recuento
de la creación ni siquiera” “distingue a varón y hembra sino hasta después del “sueño
profundo” de Adán. Aquí Adán nos representa a todos –hombres y mujeres (Adán en hebreo
significa “hombre” en el sentido genérico)-. El hombre esta “sólo” porque es la única criatura
corpórea hecha a imagen y semejanza de Dios. El hombre esta “sólo” en el mundo visible
como persona.

Cuando Adán nombra a los animales, también descubre su propio “nombre”, su propia
identidad. Está buscando un “acompañante”, pero no encontró uno entre los animales
(Génesis). 2:20). Adán difiere de los animales. ¿Qué tiene la persona humana que los
animales no?

En una palabra, libertad. Adán no está determinado por instinto corporal. Esta creado de
“polvo” como los animales (es corpóreo), pero también tiene el “soplo de vida” inspirando
su cuerpo (Génesis). 2:7). Un cuerpo inspirado no es simplemente un algo (a body) sino un
alguien (somebody). Una persona puede escoger qué hacer con su cuerpo. Simple polvo no
puede hacer eso.”

“En esta libertad, Adán tiene experiencia de sí como un ser, un alguien. Es más que un
“objeto” en el mundo; es un “sujeto”. Tiene un “mundo interior” o una “vida interior”. Es
imposible hablar de la vida interior de una ardilla o un pollo. Es precisamente esta “vida
interior” lo que las palabras “sujeto” y “persona” significan. Debemos especial respeto a
todas las criaturas de Dios (CEC 2415- 2418), sin embargo ninguna otra criatura corpórea
comparte la dignidad de haber sido creado a imagen de Dios.

¿Por qué se le dio libertad a Adán? Porque Adán estaba llamado a amar, y sin libertad, el
amor es imposible. En su soledad, Adán se da cuenta que el amor es su origen, su vocación
y su destino. Se da cuenta de que, a diferencia de los animales, esta invitado a entrar en una
“comunión de amor” con Dios mismo. Es esta relación de amor con Dios la que define la
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“soledad” de Adán más que cualquier otra cosa. Al probar este amor, también espera en todo
su ser compartir este amor (comunión) con otra persona como él mismo. Es por esto lo de
que “no es bueno que el hombre esté solo”.

En su soledad, por lo tanto, Adán ya ha encontrado su doble vocación: amar a Dios y amar
al prójimo (Mc. 12:29-31). También ha descubierto su capacidad de renegar esta vocación.
Dios invita a Adán a amar; no lo forza porque el amor forzado no es para nada amor. Adán
le puede decir “sí” a la invitación de Dios, o puede decir “no”. Y esta decisión fundamental
está expresada y realizada en su cuerpo. La soledad –el primer descubrimiento de ser persona
y la libertad- es algo espiritual, pero es “experimentado” en el cuerpo. Como dice Juan Pablo,
el “cuerpo expresa la persona” (Oct. 31, 1979). También podemos decir, el cuerpo expresa
la libertad de la persona, o, por lo menos para eso fue hecho. Ganando de regreso una frase
abusada, Dios es enteramente “pro- choice”. Nos dio libertad en el primer lugar. ”

“Pero algunas decisiones niegan nuestra vocación a amar. Algunas decisiones nunca pueden
traer felicidad. Somos “libres” en el sentido de “hacer lo que queramos con nuestros
cuerpos”. Sin embargo, no somos libres de determinar si lo que hacemos con nuestros
cuerpos es bueno o malo. Tal y como lo aprendió Adán, este es el árbol (el “árbol del
conocimiento del bien y del mal”) del que no podemos comer, sin morir (Génesis). 2:16-17).
Por lo tanto, la libertad humana se realiza plenamente no al inventar el bien y el mal, pero al
escoger correctamente entre ambas.

Toda esta visión está contenida en la experiencia de la soledad de Adán. La libertad es dada
para amar. Puede conducir a la destrucción y la división, pero esta querida para dar vida y
establecer la unidad. Es nuestra decisión.

4. Unión original: La comunión de personas

Después de haber nombrado Adán a todos los animales sin encontrar un amante entre ellos,
podemos “imaginarnos lo que sintió al ver a la mujer. El grito de Adán, “¡Esta al fin es hueso
de mis huesos y carne de mi carne!” (Génesis). 2:23) expresa asombro y fascinación absoluta.

Hay que darse cuenta del enfoque corporal. Adán está fascinado por su cuerpo porque, como
señala Juan Pablo II, este es “al fin” un cuerpo que expresa una persona. Todos los animales
que nombró eran cuerpos, pero no personas. Esto se pierde en español, pero para los judíos,
“carne” y “hueso” significaban todo el ser humano. Por eso, la creación de la mujer a partir
de un hueso de Adán (Génesis). 2:21-22) es una manera figurada de expresar que tanto
hombre como mujer comparten la misma humanidad. Ambos son personas hechas a imagen
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de Dios. Ambos están “solos” en el mundo en el sentido de que son distintos a los animales
(soledad original); ambos están llamados a vivir en una comunión de amor.

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y su une a su mujer, y se hacen una sola
carne” (Génesis). 2:24). Esta experiencia de unidad supera la soledad del hombre en el
sentido de estar solo sin “el “otro”. Pero afirma todo acerca de la soledad humana en el
sentido de que hombre y mujer son diferentes a los animales. La unión humana en “una sola
carne” está a mundos de diferencia de la copulación animal. ¿Cuál es la gran diferencia?
Aunque se ve muy similar biológicamente, la unión sexual humana no es una simple realidad
biológica. Es también una realidad espiritual y teológica. El cuerpo humano está hecho para
revelar y participar en el misterio espiritual de amor divino. Como dice el Catecismo, “En el
matrimonio, la intimidad física de los esposos se convierte en signo y promesa de comunión
espiritual” (CEC 2360).

Los animales no son capaces de esta “comunión espiritual” porque no son espirituales. Su
“polvo” o materia no es “in-spirada” (llena de Espíritu). No están hechos a imagen de Dios.

Volverse “una sola carne”, por lo tanto, no se refiere únicamente a la unión de dos cuerpos
(como en los animales) pero es “una expresión ‘sacramental’ que corresponde a la comunión
de personas” (Junio 25, 1980).

Recuerda nuestra discusión sobre la “sacramentalidad” del” “cuerpo. El cuerpo humano hace
visible el misterio invisible de Dios quien es él mismo una eterna Comunión de Personas; de
Dios que es amor.

Tradicionalmente los teólogos han dicho que somos imagen de Dios como individuos, a
través de nuestra alma racional. Esto ciertamente es verdad. Pero Juan Pablo II lo lleva un
paso más allá al decir: “El hombre se vuelve imagen de Dios no tanto en el momento de
soledad como en el de comunión”. En otras palabras, el hombre es imagen de Dios “no solo
a través de su propia humanidad, pero también a través de la comunión de personas que
hombre y mujer forman desde el principio”. Inclusive dice que esto “constituye, quizás, el
más profundo aspecto teológico de todo lo que se pueda decir del hombre” Finalmente,
observa que en “todo esto, desde el principio, descendió la bendición de la fertilidad” (Nov.
14, 1979).

Dios no pudo haber otorgado un mayor fin y dignidad al amor sexual. Como se dijo
previamente, ¡la unión marital esta diseñada para ser un icono de alguna manera de la vida
interna de la “Trinidad! Si pudiéramos interiorizar esta verdad y reflexionar en ella nunca
volveríamos a ver el sexo de la misma manera.

Recordemos que Dios no es sexual. Aun así, Dios nos creó varón y hembra y nos llamó a la
comunión como la revelación primordial (original, fundamental) de su propio misterio en el
mundo creado. Esto es lo que quiere decir Juan Pablo II cuando describe el matrimonio como
el “sacramento primordial”. Toda la realidad de la vida matrimonial, desde luego, es un
sacramento, pero en ningún lugar es más evidente este “gran misterio” que cuando los dos se
convierten en “una sola carne”.
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5. Desnudez original: clave para entender el plan original de Dios

Habiendo discutido las experiencias originales de soledad y unión, estamos listos para
explorar la tercera experiencia original: la desnudez.”

“Después de las palabras que describen su unión, leemos que “el hombre y la mujer estaban
ambos desnudos, y no sentían vergüenza” (Génesis). 2:25). De todos los pasajes en las
historias de la creación, Juan Pablo II dice que éste es “precisamente la llave” para entender
el plan original de Dios para la vida humana. Esa es una declaración atrevida. En breve, si
no entendemos el significado de Génesis 2:25, no entendemos el significado de nuestra
creación como varón y hembra; no nos entendemos a nosotros mismos y el significado de la
vida.

¿Pero cómo podemos entender la desnudez original si nosotros, habiendo heredado las “hojas
de higuera”, no tenemos una experiencia directa de ella? Lo hacemos simplemente por
contraste; al observar nuestra propia experiencia de pudor y pena y “dándole la vuelta”.

Una mujer no siente la necesidad de tapar su cuerpo cuando está sola en la regadera. Pero si
un hombre desconocido entra de repente al baño se taparía inmediatamente. ¿Por qué? Juan
Pablo II propone que la “pena” en este sentido es una manera de defensa propia contra ser
tratado como un objeto para uso sexual. En el “caso de esta mujer, sabe que nunca debería
ser tratada como una “cosa” por alguien nada más porque si. La experiencia le enseña que
los hombres (dada la lujuria, producto del pecado original) tienden a cosificar el cuerpo de la
mujer. Por lo tanto, la mujer cubre su cuerpo no porque sea “malo” o “de pena”. Se tapa para
proteger su propia dignidad de la “mirada lujuriosa” del desconocido, una mirada que no
respeta su dignidad como persona dada a ella por Dios.
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Toma esta experiencia de temor (pudor) en la presencia de otra persona, “dale la vuelta” y
llegamos a la experiencia de desnudez de Adán y Eva sin pena. La lujuria (el deseo sexual
egoísta) no había entrado aun al corazón humano. Por eso, nuestros primeros padres
experimentaron una indefensa total hacia la presencia del otro porque la mirada del otro no
presentaba ninguna amenaza para su dignidad. Como lo expresa Juan Pablo II poéticamente,
ellos “se ven y se conocen…con toda la paz y el asombro interior” (Ene. 2, 1980). Este
“asombro interior” indica no sólo la vista a un cuerpo, pero a un cuerpo que revela un misterio
espiritual y personal. “Vieron el plan de Dios para el amor (teología) inscrito en” “sus propios
cuerpos desnudos y eso es exactamente lo que deseaban: amar como Dios ama en y a través
de sus cuerpos. Y no hay temor (pena) en el amor. “El amor perfecto rechaza el temor” (1 Jn.
4:18).

Es por esto que la “desnudez sin pena” es la llave para entender el plan de Dios para nuestras
vidas –revela la verdad original del amor. Dejemos que este punto cale: Dios creó el deseo
sexual “en el principio” para poder para amar como el ama, en una donación libre, sincera y
total de uno mismo. Esta es la manera en que la pareja descrita en el Génesis lo experimentó.
El deseo sexual no se sintió como una compulsión o instinto por gratificación egoísta. La
experiencia de lujuria viene únicamente con la llegada del pecado. La lujuria es el resultado
de lo que podríamos llamar “síndrome de llantas ponchadas”.

Ya que el primer hombre y mujer estaban “completamente” “inflados” con el amor de Dios,
eran completamente libres para donarse mutuamente. Fueron “libres con el mismo regalo del
don” como dice Juan Pablo II (Ene. 16, 1980). Sólo una persona que es libre de la compulsión
lujuriosa es capaz de ser un verdadero “don” para otro. La “libertad del regalo” es entonces,
la libertad de bendecir, que es la libertad sobre la compulsión de arrebatar y poseer. Es la
libertad que permitió a la primera pareja estar “desnudos sin sentir pena”.

Como resultado del pecado, nuestra experiencia del sexo se ha distorsionado terriblemente.
En medio de estas distorsiones, podríamos llegar a pensar que hay algo malo en el sexo
mismo (la típica mentalidad “cuerpo-malo/sexo-sucio” sale de aquí).

Pero estas distorsiones que tan bien conocemos no parten de lo que es el sexo. En el centro
de lo que es el sexo descubrimos un signo de la bondad misma de Dios. “Vio Dios cuanto
había hecho, y todo estaba muy bien”. (Génesis). 1:31)”

“De acuerdo a Juan Pablo II, la desnudez sin pena o vergüenza demuestra que la primera
pareja participaba de esta misma visión de Dios. Conocían su bondad. Conocían el glorioso
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plan de Dios para el amor. Lo vieron inscrito en sus cuerpos y lo experimentaron en su deseo
mutuo. Perdimos esta visión gloriosa con la llegada
del pecado. Pero no olvidemos que “Jesús vino a restaurar la creación a la pureza de sus
orígenes” (CEC 2336). Esto no se completará sino hasta el Cielo, aún así, a través del regalo
de la redención, podemos empezar a reclamar lo que se perdió inclusive
en esta vida.

6. El significado nupcial del cuerpo

Debido a que la lujuria es tan común en este mundo caído, la desnudez muchas veces se
relaciona con todo lo que no es santo. Pero en el principio, dice Juan Pablo II que fue la
desnudez lo que reveló la santidad de Dios al mundo visible. La santidad de Dios es su
misterio eterno de amorosa donación de sí mismo el “intercambio de amor” entre el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. La santidad humana, a su vez, es lo que “permite al hombre
expresarse profundamente con su propio cuerpo…precisamente a través del ‘sincero don’ de
sí mismo” (Feb. 20, 1980).

“El hombre puede descubrir plenamente su verdadero ser sólo a través de la donación
sincera de sí mismo” (GS 24). En otras palabras, sólo podemos descubrir “quienes somos” al
amar como Dios ama. Este, por supuesto, es el mandamiento nuevo de Cristo: “Ámense los
unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15:12). ¿Cómo nos amó Cristo? Recordemos
sus palabras en la Última Cena: “Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes” (Lc.
22:19). El amor es supremamente espiritual, pero como lo muestra Cristo, el amor se expresa
y realiza en el cuerpo.

De hecho, Dios inscribió el llamado al amor divino en nuestros cuerpos –en nuestra
sexualidad- desde el principio.

En su desnudez, el primer hombre y mujer descubrieron lo que Juan Pablo II llama “el
significado nupcial del cuerpo”. El amor” nupcial (también decimos amor marital, esponsal
o conyugal) es el amor de total donación de sí. El significado nupcial del cuerpo, por lo tanto,
es la “capacidad de expresar amor: precisamente ese amor en donde la persona se vuelve un
don y –por medio de este don da plenitud al significado mismo de su ser y existencia” (Ene.
16,
1980).
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Si estas buscando el sentido de la vida, según Juan Pablo II, está impreso justo en tu cuerpo:
¡en tu sexualidad! El sentido de la vida es amar como Dios ama, y esto es a lo que nuestros
cuerpos de hombre y mujer nos llaman. Piénsalo de esta manera: El cuerpo de un hombre no
hace sentido por si solo. Ni tampoco el de la mujer. Pero a la luz del otro, la diferencia sexual
revela el claro plan de Dios de que el hombre y la mujer están llamados a ser un “regalo”
mutuo. No solo eso, sino que también este regalo mutuo (en el seguir normal de los eventos)
conduce a un “tercero”. Como lo expresa Juan Pablo, “conocimiento” lleva a generación:
“Adán conoció a su mujer, la cual concibió” (Génesis). 4:1). La paternidad y maternidad
“coronan” y revelan completamente el misterio de la sexualidad. La primera directiva de
Dios en el Génesis, “Sed fecundos y multiplicaos” (Génesis). 1:28), no es meramente un
llamado a propagarse. Es un llamado a amar en la imagen de Dios y así “dar plenitud al
significado mismo de nuestro ser y existencia”.

7. El elemento fundamental de la existencia

El matrimonio y la procreación no son, desde luego, las únicas maneras de “amar como Dios
ama”. Sirven de modelo original, pero cuando sea que imitamos a Cristo en “dar nuestros
cuerpos” por los demás, expresamos el sentido nupcial del cuerpo. Cristo, de hecho, llamará
a algunos a sacrificar el matrimonio “por el Renio de los Cielos” (Mt. 19:12). El celibato por
el reino no es un rechazo a la sexualidad. Es un llamado a abrazar el sentido y finalidad
últimos de la sexualidad. La unión “en un solo cuerpo” es solo el preámbulo de algo
infinitamente más grande y glorioso: la eterna unión de Cristo y la Iglesia (Ef. 5:31-32). Esto
se “aclarará más adelante, pero aquellos que escogen el celibato cristiano “se saltan” el
matrimonio terreno para entregarse completamente al eterno.

Cualquiera que sea nuestra vocación particular, todos estamos llamados a participar en el
amor de Dios y compartirlo con los demás. Cuando tenemos la pureza para verlo, esto es lo
que el cuerpo humano y la sexualidad humana nos enseñan. El sentido
nupcial del cuerpo (esto es, el llamado al amor que Dios inscribió en nuestra carne) revela lo
que el Vaticano II describió como “el llamado universal a la santidad”. Y sin embargo,
¿cuánta gente vulnera su cuerpo y su sexualidad en el nombre de una supuesta santidad? El
significado nupcial del cuerpo “es el elemento fundamental de la existencia humana en el
mundo” (Ene. 16, 1980). ¡No violentemos esto! Mientras más crezcamos en santidad
auténtica (o sea, encarnada), más “descubrimos y fortalecemos esa unión que existe entre la
dignidad del ser humano (hombre o mujer) y el significado nupcial del cuerpo” (Ene. 21,
1982).”
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Dios y el sexo
La Teología del Cuerpo nos hará salir de la crisis actual, dice
Christopher West

Pablo J. Ginés/ReL

27 junio 2019

Christopher West, norteamericano de 50 años, casado y padre de 5 hijos, es uno de los


mayores divulgadores de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II. El 1 y 2 de julio (lunes
y martes) será el orador del encuentro Living the joy of beauty (Vivir la alegría de la belleza)
Dios habla a través de tu cuerpo” en la Universidad Francisco de Vitoria. Se trata de unas
jornadas pensadas para jóvenes, adultos, padres de familia, educadores, religiosos… y todos
aquellos que quieren entender qué tienen que ver Dios, el amor, nuestros cuerpos y el sexo,
y cómo eso nos da una identidad sana después de las heridas de 50 años de revolución sexual.

La Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II nació como una serie de catequesis entre
1979 y 1984 acerca del sexo, el cuerpo y el amor. Pero hoy ha dado lugar a toda una
visión de la vida capaz de enfrentarse a los retos de nuestra época hedonista y herida. "Esta
visión lleva a la gente a la raíz de la crisis en el mundo moderno, y en la Iglesia y en
nuestras relaciones. Más importante, nos muestra cómo salir de ella. Nos da esperanza,
aire para respirar. La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II se nos ha dado para tiempos
como los nuestros", explica West en esta entrevista.

- ¿Cuál sería el eslógan de la Teología del Cuerpo?

- Que tú eres irrepetible, irremplazable e indispensable. Que estás hecho para más de lo que
el mundo espera de ti. Y que tu cuerpo cuenta una historia divina sobre el amor: sobre de
dónde vienes y a qué estás destinado, y cómo llegar allí.

- Hoy los jóvenes muestran sus cuerpos en Internet ansiando un "like"...

- Eso demuestra que ansiamos ser amados por quienes somos, incluyendo nuestro cuerpo,
pero la cultura de las redes sociales nos conduce a escondernos a menudo tras máscaras
superficiales y desdeñar nuestra humanidad real. La Teología del Cuerpo nos enseña a no
ignorar ni reprimir este deseo de amor, sino a darle su lugar correcto, a conducir ese deseo
en la buena dirección. Sólo Dios puede decirnos quiénes somos realmente y llenar ese vacío
infinito dentro de nosotros.

- Muchos jóvenes y adultos acumulan heridas causadas en sus relaciones sexuales y


sentimentales. ¿Cómo sanar eso?

- Nuestro Dios es rico en misericordia. En latín se refiere a un corazón que se da a otro que
sufre miserablemente. Sí, las mentiras de la revolución sexual nos han traído muchas
miserias. Pero esas miserias no hacen que Dios se retire. Atraen su corazón a nosotros. La
redención trata de eso. Cristo no viene a condenarnos, sino a salvarnos, a curarnos. Nada de
lo que hayamos hecho será más poderoso que la Cruz de Cristo. Cuando Cristo murió, tomó
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nuestra humanidad caída con él, y resucitó para que también nosotros pudiéramos vivir una
vida nueva (veamos Romanos 6,4). Esta vida nueva nos llega, en cuerpo y alma, a través de
los sacramentos.

Cuando hablo de un Dios que puede perdonar, curar y restaurar, para mí no es mera teoría.
Soy un hombre muy quebrantado, que ha encontrado a un Dios muy misericordioso. Siempre
hay posibilidad de conversión. No importa lo hondo que hayas caído en tu foso, o lo hastiados
que estemos. Siempre podemos girarnos, caminar hacia la luz y experimentar una vida nueva.
La sanación que necesitamos requiere un viaje que es toda una vida, pero es la aventura más
llena de esperanza que esta vida puede ofrecer.

- ¿Cuándo y cómo padres y educadores podemos usar la palabra "castidad"?

- La palabra castidad viene del latín “castus”, que significa “puro”. Por desgracia, la pureza
sexual a menudo se confunde con puritanismo, un enfoque temeroso y represivo hacia todo
lo sexual. Como resultado, la palabra “castidad” en sí tiende a sufrir de connotaciones
negativas y necesita ser rehabilitada, como decía el mismo San Juan Pablo II.

La pureza, bien entendida, es del todo positiva. Pensemos en oro puro. ¿No lo preferirías al
oro impuro? La castidad en la virtud que resulta al permitir al fuego del Amor de Dios
purificar tus deseos sexuales, pensamientos y comportamientos, quitándoles el aguijón de
egoísmo y lujuria, como el fuego purifica los metales preciosos. A través de esa purificación,
la castidad ordena nuestros deseos, pensamientos y comportamientos sexuales hacia la
verdad del amor auténtico.

Eso significa que la castidad no es primariamente un ‘no’ al sexo ilícito. La castidad es


primero y antes que nada, un gran ‘sí’ al verdadero significado del sexo, a la bondad de ser
creados como hombre y mujer a la imagen de Dios. La castidad no es represiva, es totalmente
liberadora.

- ¿En qué sentido libera la castidad?

- Nuestra cultura habla mucho de libertad sexual. Pero, ¿a qué se refiere con eso? “Haz lo
que quieres, cuando quieras, sin decir nunca ‘no’” ¿Es libre una persona que no puede decir
‘no’ a sus deseos sexuales? ¿O está encadenada? Veámoslo de cerca. Lo que nuestra cultura
promueve como libertad sexual, en realidad lleva a la adicción sexual.

La libertad no consiste en dejarnos llevar por nuestras compulsiones. Es un liberarse de la


compulsión de dejarnos llevar. Solo una persona así es libre para ser un don para los demás.
La castidad afronta precisamente esa libertad, la libertad de ser un don, la libertad de amar.
Eso requiere disciplina, sin duda, pero es como la disciplina del atleta que le permite ser
excelente en su deporte, o la disciplina de un músico que le permite hacer hermosa música.

- ¿Ayuda la Teología del Cuerpo a matrimonios en crisis?

- ¿Dónde hizo Jesús su primer milagro? En una boda. ¿Qué le pasó a esa pareja? Se quedaron
sin vino. El vino es en la Escritura un símbolo del amor divino. Quedarse sin vino, como
explica Juan Pablo II, es un símbolo del pecado original. El propósito mismo del matrimonio
es compartir el amor divino. El problema es que, debido al pecado original, nos hemos
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quedado sin vino. Y no puedes dar lo que no tienes. Pero ahora sale a la luz la buena noticia
del primer milagro de Jesús. ¿Qué hace Jesús por la pareja? ¡Restaura el vino con
superabundancia! ¿Sabes cual es entonces el objetivo de la vida cristiana desde esa
perspectiva? Es emborracharse en el vino de Dios. La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II
ayuda a las parejas a beber profundamente de este vino nuevo. Es la única solución verdadera
a la crisis de amor. Por eso Juan Pablo II insistía en que los matrimonios están llamados,
antes que nadie, a hacer de esta teología del cuerpo el contenido de su vida y comportamiento.

- ¿Por qué Juan Pablo II escribió y predicó tanto sobre matrimonio, sexo y familia?

- Juan Pablo II escribió sobre sexualidad, matrimonio y vida familiar más que ningún otro
Papa, pero no deberíamos reducir su Teología del Cuerpo a una enseñanza para casados. Él
despliega lo que llama una ‘antropología adecuada’, una visión de lo que significa ser
humano, más específicamente, una visión de lo que significa ser humano como hombre y
mujer. El celibato, adecuadamente entendido y vivido, no es un rechazo de lo que Dios
planeaba para nosotros al hacernos hombres y mujeres, sino que es una forma de vivir el
propósito último de nuestra creación como hombre y mujer.

Dios nos hizo hombre y mujer y pidió que ambos llegaran a ser “una carne” como señal y
prefiguración de nuestro destino celestial: lo que la Escritura llama “las bodas del Cordero”
(Apocalipsis 19,7). El hombre célibe vive su verdad imitando a Cristo, al tomar a la Iglesia
como su esposa, y la mujer célibe toma a Cristo como su esposo. San Juan Pablo II vivió esto
con hermosura.

Además, Karol Wojtyla, siendo un joven sacerdote, dijo, se “enamoró del amor humano” y
dedicó su sacerdocio a ayudar a otros a entender el plan divino para el amor humano. Nuestra
creación como hombres y mujeres es una llamada a la entrega de uno mismo. Los casados
viven esto de una forma y los célibes consagrados de otra, pero ambos fluyen de la misma
realidad de la sexualidad humana. Es el mismo fundamento en ambas vocaciones. Por eso la
ideología de la revolución sexual ha hecho sufrir terriblemente a ambas vocaciones.

- ¿Qué hay de "nuevo" en la teología del Cuerpo?

- San Juan Pablo II reafirma y profundiza nuestra comprensión de verdades antiguas. Esas
verdades no son nuevas, pero el lenguaje que usa para iluminarlas a menudo sí es nuevo. Por
ejemplo, una de las frases más importantes de toda la Teología del Cuerpo es “significado
esponsal del cuerpo”. Vivimos en un mundo que declara que nuestros cuerpos no tienen
significado, que la diferencia sexual no tiene significado.

San Juan Pablo II ilustra con belleza que nuestros cuerpos no solo no carecen de significado,
sino que revelan un significado final: revelan que la autodonación y el amor generoso y
generador son el cimiento de la vida humana y la vocación innata y fundamental de cada ser
humano. El cuerpo humano no tiene sentido en sí mismo, ni tampoco el de la mujer. Pero
vistos a la luz el uno del otro, a menos que seamos ciegos, reconoceremos que el hombre y
la mujer están hechos uno para el otro.

- ¿En qué sentido vemos esta relación entre hombre y mujer?


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Estamos hechos para ser un don dador de vida el uno al otro a través de la entrega personal
de uno mismo. Esto se ve en el significado esponsal del cuerpo. Es la llamada a amar como
Cristo ama, sellada directamente en nuestros cuerpos. ¿Cómo ama Cristo? A través de la
donación corporal de sí mismo: “Este es mi cuerpo entregado por vosotros”. Una de las
contribuciones más importantes de toda la enseñanza es que el Evangelio llama a amar como
Cristo nos ama, y eso está sellado en nuestros cuerpos, directamente en nuestra diferencia
sexual.

La enseñanza de la Iglesia sobre sexo, género y matrimonio es una noticia buena porque es
la verdad sobre el amor, y el amor verdadero da la plenitud a la persona. Esto no ha cambiado
desde que se fundó la Iglesia. San Juan Pablo II desarrolló la teología del cuerpo como unas
gafas para clarificar la visión que tenemos de nosotros mismos y de las enseñanzas de la
Iglesia. A través de esas gafas vemos la fe católica completa –y no solo sus enseñanzas sobre
sexualidad – porque toda la Creación canta alabanzas a Dios cuando tenemos ojos para verlo.

Al mostrarnos el significado de la vida de forma brillante, la Teología del Cuerpo también


nos da la gracia de superar nuestros temores, nuestras heridas, egoísmos y pecados, para vivir
según ese significado. Es atractiva porque devuelve el foco a la fe, no como sólo reglas y
regulaciones, sino como el lugar para encontrar sanación y clemencia para que podamos
llegar a ser lo que somos en el plan de Dios.

- ¿Puede la Teología del Cuerpo ayudarnos frente a la dictadura de la ideología de


género?

- La Teología del Cuerpo de Juan Pablo II arraiga firmemente la identidad humana en la


unidad de cuerpo y alma. La ideología de género de hoy (sería más exacto decir “ideología
sin género”) se basa en una ruptura fundamental de esa unidad. Hay una palabra para la
ruptura entre cuerpo y alma: se llama muerte.

En el mundo moderno nos hemos tragado esta ruptura. Los Gobiernos, de hecho, ahora
exigen que identifiquemos a cada uno sin identificar ningún cuerpo. Pero cuando
identificamos a alguien sin referencia a su cuerpo, en realidad, no lo identificamos. Una
vision bífida de las relaciones entre el cuerpo humano y la identidad humana crea una lengua
bífida. Palabras como hombre y mujer, chico y chica, sexo y género, pierden todo significado.
Separa el cuerpo humano de la relación humana y el significado de palabras como esposo y
esposa, padre y madre, hermano y hermana, tío y tía, quedan ofuscados.

Podemos aprender mucho simplemente examinando la raíz de la palabra “género”. Es la


misma raíz que en palabras como generosos, generar, genesis, genética, genealogía y
progenie. “Gen” significa “engendrar” o “dar a luz”. El gén-ero de una persona se basaría en
la forma en que esa persona gen-era nueva vida, y eso lo determinan el tipo de gen-itales que
tiene. Cuando una cultura entiende y trata con reverencia el significado de nuestros genitales,
esa cultura entiende la importancia y significado del género.

Si atacan al significado de nuestros genitales es inevitable que ataquen el significado del


género. Dicho de otra forma: una vez una cultura empieza a vaciar la actividad sexual de su
significado, es solo cuestión de tiempo que también empiece a vaciar de significado la
identidad sexual. Las dos cosas perecen o se sostienen juntas.
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La diferencia de género literalmente organiza a los hombres y mujeres, el uno para el otro. A
hombres y mujeres se les han dado órganos que les permiten trabajar juntos como, digamos,
un organismo, para engendrar nuevos seres humanos. Antes del impacto des-organizador de
la tecnología anticonceptiva moderna, la sociedad entera se organizaba de forma natural a sí
misma entorno a esta realidad.

Hoy, nuevas ideologías sin género se han hecho mainstream. Si introduces una
anticoncepción eficaz a gran escala, al final el lazo fundamental entre género, genitales y
engendrar se desvanecerá de la forma en que entendemos nuestras relaciones y nuestras
“identidades de género”.

- Sobre anticoncepción hablaba Pablo VI hace también 50 años...

- El mismo San Pablo VI nos avisaba en Humanae Vitae que un mundo contraceptivo no solo
se convierte en un mundo con abundante infidelidad, un mundo en el que la mujer y el criar
hijos son degradados, y un mundo en el que los gobiernos pisotean los derechos y necesidades
de la familia. Avisó de que también se convierte en un mundo en el que los seres humanos
creen que pueden manipular sus cuerpos a voluntad.

En una entrevista en 1984, quien luego sería el Papa Benedicto XVI, explicó el paso de la
contracepción a la confusion de género de esta forma: pagaremos en nuestros días, dijo, “las
consecuencias de una sexualidad que ya no está ligada a la procreación. Se deduce
lógicamente de ello que toda forma de [actividad genital] es equivalente.

No teniendo ya una razón objetiva para justificarlo, el sexo busca la razón subjetiva en la
gratificación del deseo, en la respuesta más ‘satisfactoria’ para el individuo”. Además, señaló
que todo el mundo se vuelve “libre de dar a su libido personal el contenido que considere
adecuado. Por lo tanto, de aquí se sigue que todas las formas de gratificación sexual se
transforman en derechos del individuo”. De aquí, él concluía que la gente acabaría exigiendo
el derecho de “escapar de la ‘esclavitud de la naturaleza’, exigiendo el derecho de ser hombre
o mujer según la voluntad o gusto de cada uno”.

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