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Anny Corché
1
de un mayor respeto para con el recién nacido y el niño 2.
En oposición a este discurso tradicional se ha constituido el discurso
científico, cuyo impacto se ha vuelto preponderante, tanto ha transtórmado
los datos admitidos desde hace siglos: los principios de higiene, los
progresos de la medicina han hecho retroceder a la muerte que devastaba a
las madres jóvenes y a los niños pequeños; tres o cuatro generaciones antes
de la nuestra, una mujer entre diez moría de parto , y sólo un niño entre dos
sobrevivía a los primeros años de la vida.
¿Cómo no venerar entonces ese saber todopoderoso que hacía alejar la
muerte en tales proporciones? En lo sucesivo, el destino de una mujer ya no
es pasar su vida teniendo hijos –en efecto, ¿no había que tener al menos una
docena de hijos para lograr que tres o cuatro alcanzaran la edad adulta y
asegurar el linaje? A menudo, la muerte era el término de esos incesantes
embarazos, bien fuera por agotamiento, bien por una complicación del
parto. El niño mismo ya no es más ese ser de destino incierto, acechado por
un Dios cruel que se rodeaba de cohortes de ángeles; en lo sucesivo él es
precioso, ya no prometido por voto a vestir el hábito azul y al blanco si
escapa de la muerte, sino entregado al saber pediátrico 3 Su cuerpo se
vuelve mecánica compleja, que requiere exámenes profundos, cuidados de
alto nivel técnico en medio aseptizado y altamente especializado. Ese cuerpo
esencialmente biológico puede por eso ser sometido a una estricta
programación: horario de las mamadas, alimentación calculada,
vacunaciones, etc. ¿Se atreven las madres a emitir su parecer o a transgredir
una prescripción? Inmediatamente son condenadas, calificadas de malas,
peligrosas, retrasadas.
La discordancia entre estos dos discursos se acentuó hasta casi hacer
desaparecer completamente al primero. Fue entonces cuando médicos y
parteros reaccionaron; se sublevaron contra lo que había de inhumano, por
no decir sádico, en la manera de tratar a las mujeres, mujeres a las que se
castigaba por abortar rehusándoles la anestesia en un momento de una
revisión uterina, por ejemplo o a las que se imponía una cierta manera de
dar a luz a su hijo. Hubo así las primeras tentativas de reconsiderar el asunto
y el "parto sin dolor" de los años cincuenta fue una inmensa esperanza para
las mujeres. Poco a poco evolucionaron las mentalidades, pero hechos
recientes han mostrado hasta qué punto era difícil de socavar –el "parto sin
dolor" desencadenó las pasiones, y se vio a los partidarios del "pro" y del
"contra" enfrentarse con una agresividad insospechada, como si la mujer
permaneciera en el centro de una puesta en juego ideológica en torno a la
vida y la muerte. En esta querella, parece que se la quisiera colocar ante una
2 Bernard THIS, Naître (nacer), Aubier; -Naître et sourire, Aubier; -Le père, acte de
naissance, le Seuil; -La requête des enfants à naître.
3 Philippe ARIES, L'enfant et la vie familiale sous l'Ancien Régime, ed. francesa Le
Seuil, 1973, en español, El Niño y la Vida Familiar Bajo el Antiguo Régimen, edit.
Taurus.
2
elección: o arriesgar la muerte si ella elige dar a luz en la alegría, o sufrir la
indiferencia, la soledad en un lugar de alta tecnicidad médica. Esta
dramatización, estas elecciones insensatas evocan un tiempo no muy lejano
en el que, en caso de parto difícil, la pregunta que se planteaba era saber si
había que salvar a la madre o al niño. Horroroso dilema para quien debía
responder. El padre era aquí quien debía elegir entre la vida de su mujer o la
de su hijo.
4 René A. SPITZ. El primer año de vida del niño, prefacio de Anna Freud.
3
perfectamente erróneas. Sin embargo, ellas continúan figurando como la
verdad y sirven aún de referencia en los medios médicos, pediátricos e
incluso pedopsiquiátricos. Yo los retomo aquí en razón del impacto que aún
conservan, y a fin de situar mejor la posición psicoanalítica actual sobre este
asunto.
Ferviente admirador de Freud, el Dr. Spitz pretende sin embargo sobrepasar
a su maestro, por medio de la "observación directa". He aquí lo que dice
Anna Freud en el prefacio del libro de su amigo. El primer año de la vida del
niño, en 1958: "El Dr. Spitz se sirve de la observación directa y de los
métodos de la psicología experimental, al contrario de los otros autores
psicoanalistas quienes prefieren fiarse únicamente de la reconstrucción de
los procesos de desarrollo a partir del análisis en períodos ulteriores (...)
Spitz se opone a los autores analistas quienes pretenden encontrar en el
bebé, muy pronto tras el nacimiento, una vida mental complicada".
¡Vemos a qué rival A. Freud hace aquí alusión! Spitz sostiene pues, como la
mayoría de los analistas, que el estado inicial es perfectamente
indiferenciado. No hay en absoluto procesos intrapsíquicos desde el
nacimiento, todo es asunto de "maduración". Veamos lo que él escribe: "En
razón de su umbral de percepción extremadamente elevado, el recién nacido
no percibe el mundo exterior. Este umbral elevado sigue protegiendo al niño
durante las primeras semanas, incluso los primeros meses, contra las
percepciones que provienen de lo que lo r odea. Durante este período, uno
tiene fundamentos para decir que el mundo exterior es inexistente para el
recién nacido; lo que él percibe, lo percibe en función del sistema
interoceptivo". Y más adelante: "En este estadio primitivo, el niño no está en
capacidad de distinguir al objeto -y por objeto entiendo no solamente el
objeto libidinal sino todas las cosas que lo rodean- En la hipótesis más
favorable, las respuestas del recién nacido son de la naturaleza del reflejo
condicionado5.
A Spitz no parece preocuparle la implícita contradicción entre sus
observaciones y su teoría. ¿Cómo puede un bebé sufrir por la ausencia de su
madre si él no la distingue del mundo que lo rodea? El creía deber mantener,
es verdad, como tantos otros tras él, la creencia en el narcisimo primario de
Freud, el recién nacido indiferenciado del mundo exterior. Esta noción,
siempre vigente, es un impedimento para muchos autores, quienes llegan
incluso a hablar de "autismo normal", como lo hace Margaret Malher. Lacan
siempre se sublevó contra esta concepción, no temiendo dar un desmentido
a Freud. A propósito de la pulsión y del autoerotismo, él nos dice: "De ello
han concluido los analistas que –como debían situar eso en alguna parte de
lo que llaman el desarrollo, y puesto que la palabra de Freud es palabra de
evangelio– al lactante le deben resultar indiferentes las cosas a su alrededor.
Uno se pregunta cómo podrían las cosas no serlo, en un campo de
4
observaciones para quienes los artículos de fe tienen, con relación a la
observación, un valor tan aplastante. Pues, en fin, si hay algo de lo que el
lactante no nos da idea, es de que él se desinterese de lo que entre en su
campo de percepción.6
Si el discurso psicologizante de Spitz aparecía como reacción a un discurso
médico que hace del ser humano un objeto robotizado, venía también en
oposición a un cierto discurso analítico que provocaba sospecha y
resistencia: la buena lógica cartesiana no podía sino desconfiar de los
acercamientos un poco locos al universo infantil como los que practicaba
Melanie Klein, y otros con ella. Con esa "tripera genial", como la calificaba
Lacan, lo arcaico tomaba aspectos bastante repulsivos.
[No se incluyen algunas páginas referentes a los planteamientos lacanianos
sobre el objeto a]
tomadas de Cahiers du Noureau-né. N° 5 "L' aybedes sens" (El Alba de los sentidos)
5
padre?) distingue los sonidos del lenguaje y los sonidos no lingüísticos,
percibe la voz de la madre paralelamente a los ruidos internos; respiración,
borborigmos intestinales. Ya puede chupar su pulgar y tragar el líquido
amniótico. Tiene un ritmo de duerme-vela, y sensaciones cenestésicas en sus
movimientos y en sus desplazamientos. Es mecido por el latido de los ritmos
cardiacos de la madre, y se agita si estos se aceleran. Si su madre está
tensionada, él también sufre las descargas de adrenalina; un gran ruido lo
hace sobresaltar y acelera su ritmo cardiaco. Las observaciones muestran
que las pruebas que él haya podido sufrir en su vida intrauterina son
susceptibles de dejar marcas cuando nace. He aquí dos ejemplos, de los
cuales puedo dar testimonio personalmente.
6
Es el caso de Pierre, quien sufría, en su infancia de terrores nocturnos,
durante el curso de los cuales daba alaridos apretándose la garganta con las
dos manos. Su angustia era tal que había que despertarlo lo más
rápidamente posible para parar esa pesadilla, de la cual no podía sin
embargo decir nada al despertar. La madre, que estaba en análisis, vinculó
esa angustia de ahorcamiento con el hecho de que Pierre había nacido con
una doble circular del cordón alrededor del cuello y un nudo en el cordón;
nudo que se había producido por sus volteretas en un exceso de líquido
amniótico (hydramnios). El niño ya no se movía al final del embarazo, y la
madre lo había creído muerto. De hecho, a cada movimiento, no solamente el
cordón umbilical le apretaba el cuello, sino que el estrechamiento del nudo
provocaba una anoxia por paro circulatorio, de allí la angustia de muerte
real. La madre hizo parte a Pierre de este descubrimiento; esto disminuyó
mucho el aspecto aterrorizante de esas pesadillas, la angustia se atenuó,
pero una fragilidad a nivel de la garganta subsiste todavía en la edad adulta,
con algunas preocupaciones hipocondríacas por esta zona corporal.
No hay pues una ruptura tan fundamental como se creía entre las
percepciones in útero y las que siguen al nacimiento; fuera de la visión, se
encuentra una cierta continuidad en las demás percepciones.
7
madre que si se trata de una voz extraña".8
Pero la señal más importante de reconocimiento entre la madre y el recién
nacido es la mirada, Se creía ciegos a los recién nacidos; cuando las madres
afirmaban que el niño las miraba desde el nacimiento, esas observaciones
eran atribuidas a la "ceguera" del amor materno. Las investigaciones
recientes muestran que la visión existe en el recién nacido: "Hay una fijación
rudimentaria [de la mirada] desde el primer día de vida, que se vuelve
estable al quinto día [...] Un recién nacido puede seguir con los ojos un
estimulo sobre un arco de 90 grados, acompañar esta persecución ocular
con una rotación conjunta de la cabeza [...] y suspender sus movimientos
corporales". 9 La visión es pues posible, pero la mirada es una actividad de
relación que sobreviene en grados diversos según las madres y los niños.
Ciertas madres dicen haber experimentado el primer impulso de amor hacia
su niño cuando éste las miró con una atención sostenida.
Una madre siempre está orgullosa de sorprender la mirada de su recién
nacido que la mira fijamente; la cara de la madre es en efecto lo más
atractivo que puede haber para el niño de pecho: está cerca de él (el recién
nacido no acomoda sino a una distancia de 20 cms), se mueve (un objeto en
movimiento atrae especialmente su atención), emite estimulaciones
sonoras. Cuando la madre cree sorprender esa mirada sobre ella, la
interpreta como señal de reconocimiento, sobre todo si está acompañada de
una sonrisa. Ella multiplica entonces los comentarios. .Se siente reconocida
como madre, y eso refuerza su vínculo con el niño. Por ese hecho, enriquece
sus intercambios con él en los juegos y las verbalizaciones; otras tantas
conductas que estimulan las reacciones interesadas del niño las cuales, a su
vez, son retomadas por la madre.
Puede haber evitación de la mirada. Un investigador estadounidense, Daniel
Stern 10, filmó a una madre ocupándose de sus dos gemelos, uno de los cuales
tuvo un desarrollo perturbado. Observó que entre la madre y este último, la
mirada era sistemáticamente evitada, sin que pudier a descubrir cuál de los
dos, la madre o el niño, inducía este evitamiento, así como los movimientos
de retirada subsiguientes. Pero el análisis de la película imagen por imagen
mostró que, lo más a menudo, era la madre la que comenzaba el momento
de retirada, solamente un cuarto de segundo antes que el bebé. Otro autor
estadounidense 11 hizo más o menos la misma observación sobre gemelos,
de los cuales uno se volvió autista. Este no intercambiaba ninguna mirada
con su madre a la edad de tres meses, fecha de l a observación. El interés que
uno podría considerar innato, del niño de pecho por la cara humana es
1977.
11 L. F. KUBICEK, High arisk infants and children, adult and peer interactions,
8
sorprendente cuando se puede poner en evidencia, como lo hizo Brazelton.
En ciertas condiciones, el recién nacido puede reproducir las mímicas de la
cara que tiene ante él. En sus películas, Brazelton entra en contacto con un
bebé, le habla, le saca la lengua, lo que el niño vuelve a hacer enseguida.
Estamos lejos de las observaciones de Spitz, para quien la cara humana era
percibida hacia los tres meses (sonrisa del tercer mes), y el rostro materno
reconocido a los ocho meses; la angustia del octavo mes provendría de esta
discriminación entre una cara extraña y la de la madre.
Al tiempo de este primer encuentro del niño con el mundo y con su madre,
todos los orificios de su cuerpo están listos para recibir las informaciones; la
nariz olfateando los olores, la boca lista para recibir el pezón, las orejas
abiertas a los ruidos y a la voz, la mirada captada por el rostro que se inclina
sobre él. En cuanto a l a madre, manifiesta paralelamente una primera
apropiación del cuerpo de su niño mediante el tacto, el olfato, los besos, el
mecimiento, la contemplación. Este encuentro puede hacerse en el placer o
en el disgusto, puede también no hacerse, por el rechazo masivo de la madre
o por el hecho de una imposibilidad médica, premadurez, malformación,
enfermedad de la madre o del bebé, por ejemplo. Luego este tiempo de
reposo se termina, las exigencias de la vida prosiguen, el niño debe ser
alimentado.
Alimentarse
Los descubrimientos de estos últimos años sobre la extrema precocidad de
las capacidades de percepción y de alerta del niño de pecho han cambiado la
comprensión que se tenía del mundo de la infancia; el bebé ya no es
solamente un tubo digestivo, sino "una persona". Por este hecho, aunque la
oralidad conserva toda su importancia, sus relaciones con otras funciones
deben ser reconsideradas.
La pulsión oral se inscribe de entrada en el nivel de la necesidad, la de ser
alimentado. Si el hambre no es satisfecha sobrevienen el sufrimiento y la
muerte. El niño está allí en una impotencia absoluta, en un estado de total
dependencia del Otro que asegura su supervivencia. Esta dependencia existe
también en el plano motor; la cría del hombre necesita del adulto para sus
desplazamientos, aún mínimos. Aunque puede voltear sólo la cabeza, sin la
asistencia del Otro no puede mover su cuerpo en búsqueda de una posición
cómoda. Esta incapacidad motriz proviene del estado incompleto de su
sistema nervioso motor. La desproporción entre la inmadurez del sistema
nervioso de relación y el desarrollo extremadamente agudo de las
capacidades perceptivas es sorprendente, y merece reflexión. Aún si los
períodos de alerta son cortos al comienzo de la vida, el recién nacido registra
en ese período una increíble cantidad de informaciones. Volveremos a esto.
Si el bebé humano es pues este ser débil, desprovisto, que va a quedar largo
tiempo tributario del Otro para satisfacer sus necesidades vitales, es
9
también un ser al acecho de todo lo que pasa alrededor de él, que no pierde
nada de las idas y venidas de los allegados, que oye todo, los gritos, las
peleas, las palabras intercambiadas, las palabras que los adultos le dirigen.
Experimenta sus manipulaciones y observa las expresiones de sus caras. Si
no hubiera esas solicitaciones alrededor de él, quedaría idiota. El Otro se
vuelve en sí el lugar primordial en el cual se injerta la vida, la demanda
predomina sobre la necesidad, y el deseo vienen a anudarse a la palabra. Los
lugares, los orificios de su cuerpo en los cuales se origina la necesidad y la
demanda, boca, ano, orejas, ojos, no funcionan ahora sino en relación con los
significantes del Otro. El cuerpo de entrada es tomado en la red relacional
con el Otro, hecha de señales y de significantes por decifrar. No hay que
olvidar que la pulsión, si guarda su faz silenciosa, se expresa mediante la
demanda, por lo tanto mediante significantes: S D. ¿De qué manera se
hace esta retoma significante del cuerpo?
De la necesidad al deseo
Desde el nacimiento, hay ruptura en el cuerpo del recién nacido, cuyo centro
vital relacional, hasta entonces situado en mitad del abdomen, en la zona
umbilical, se desplaza a la región toráxica y la zona central aerodigestiva. La
primera percepción de ello es el hambre, y la .primera expresión el grito. En
ese instante, cuando el hambre lo atormenta, es el niño algo más que un
vacío doloroso, ¿un grito? Pero el alimento llega, y es el placer: placer de la
succión y placer interno de la saciedad. En ese instante, el niño es eso:
boca-seno y plenitud interna.
Recordemos rápidamente el esquema neurológico del recién nacido
(esquema corporal). Su sistema nervioso motor central y periférico es aún
muy inmaduro, los movimientos voluntarios extremadamente limitados. Las
sensibilidades están muy disociadas, es decir que, en las sensibilidades
exteroceptivas, el contacto llega antes que el calor y el dolor (existen tres
redes diferentes para la sensibilidad cutáneas: contacto, dolor, calor). Para el
sistema sensitivo interno predomina la sensibilidad interoceptiva, ligada al
funcionamiento interno –digestivo, cardiaco, respiratorio– mientras que la
sensibilidad profunda –músculos, huesos, postura, equilibrio– no se
desarrollará sino mucha más tarde. Es importante recalcar este predominio
de la sensibilidad interna, que se borrará ulteriormente.
Después de la tensión del hambre viene el sosiego, tiempo de calma y de
bienestar, cuando el niño debe percibir su llenura gástrica, los movimientos
intestinales de la digestión, asociados a sus latidos cardiacos y a la
respiración. Ese cuerpo ahí, asegurado por los brazos de la madre o cercano
al sueño, se queda en la memoria como recuerdo de llenura, de bienestar...
¿de felicidad? ¿No es este estado cercano al nirvana lo que busca reencontrar
el toxicómano en la droga? Pero el "principio del nirvana expresa la
tendencia a la pulsión de muerte", nos dice Freud en el "problema
10
económico del masoquismo" (1924), y el narcisismo primario, que sería
"anobjetal", corresponde tal vez a ese estado mítico de completud perdido
para siempre.
No hay un goce puro del funcionamiento de la vida. Si parece que el recién
nacido pasa la mayor parte del tiempo en un sueño reparador que uno se
imagina feliz, es porque continúa enfrentando dos actividades agotadoras:
engordar (de 1/100 de su peso por día) y relacionar, integrar las
informaciones que se atropellan, se superponen, las que vienen del interior
del cuerpo y las que vienen del exterior. Puesto que la experiencia de
satisfacción de la alimentación es concomitante de la presencia del Otro, lo
que el recién nacido percibe desde el primer día, todo lo que sienta
internamente como disgusto, hambre, dolor, espasmos intestinales, etc.,
también le será en un primer tiempo, atribuido a ese Otro, el Otro que
asegura la subsistencia, bienhechor, tutelar es al mismo tiempo el Otro malo,
peligroso. El recién nacido deberá descifrar esta madeja de datos múltiples y
contradictorios para construir sus objetos y su imagen del cuerpo propio.
Continuemos, también nosotros, nuestra exploración de la diada madre-hijo,
con ideas y vueltas obligadas del uno al otro. Sería tentador tomarla como un
todo, pero eso sería olvidar que estas relaciones por más circulares que
sean, siguen siendo perfectamente disimétricas.
En los estudios anglosajones sobre las interacciones precoces, mientras las
madres amamantan a sus hijos y juegan con ellos, son observadas largo
tiempo, filmadas y sus voces son grabadas. Estas películas son interesantes,
pero dejan una curiosa impresión "de ser anteriores al cine hablado", no
porque sean mudas, sino que les falta algo del orden de la palabra. La
relación del niño con el lenguaje, en efecto, no está constituida solamente
por intercambios de onomatopeyas con la madre. El niño está sumergido en
un universo de discurso. "Ello habla de él" como dice Lacan, ello habla
mucho de él a su alrededor, y no solamente el personaje que provee el
sustento; padre, hermanos, hermanas, abuelos están interesados en el recién
llegado, y los comentarios va a buen paso. Se puede también olvidar su
presencia, y decirlo todo ante él –"Es tan pequeño, no entiende". Entonces se
habla de todo, hasta de las cosas que más tarde se le ocultarán. Es así como,
en el análisis de los niños, se reencuentran claramente en los dibujos, en los
síntomas, esos secretos de familia que "seguro nunca le fueron revelados".
Ha observado dos niños a quienes les habían ocultado su adopción. Se
presentaban como débiles que no podían aprender nada (saber nada). Ahora
bien, el primer dibujo, en la primera cita, mostraba que su inconsciente sí
sabía.
Por otra parte, ¿se puede subestimar, como lo hacen los autores, el papel del
observador, aunque él intente hacerse olvidar lo más que se puede? En esta
disimulación, él aparece un poco como un mirón que intenta penetrar algún
11
secreto, al estilo de ese fotógrafo de la película Blow up 12 quien no termina
de escudriñar fotos tomadas por azar, para encontrar en ellas un indicio que
siempre se esquiva. ¡También aquí subsisten misterios! ¿por qué, se
preguntan esos investigadores, con un asombro un poco ingenuo, el mismo
comportamiento observado en varias madres, puede engendrar resultados
tan diferentes en los niños? Algunos, más sagaces, evocan entonces la
dimensión del inconsciente materno: inconsciente, "ensoñación" de la
madre, tantos elementos que escapan al ojo de la cámara.
12
contacto visual se da al 100%; disminuye después de los tres meses, p ues el
niño lleva su mirada a lo que lo rodea.
En los brazos maternos, en el momento del placer intenso de la succión y de
la deglución, el recién nacido percibe, con el sabor de la leche, el olor de la
madre. Sabor y olor son concomitantes, y se sitúan en la zona bucal y en la
zona central aerodigestiva. Este reconocimiento del olor de la madre ocurre
muy temprano, queda adquirido con la presencia materna y el placer de
tomar el pecho. Pero no olvidemos que se asocia a esto la percepción de la
saciedad estomacal. La sensibilidad visceral es en efecto muy viva en el
recién nacido y esto de hecho puede ser un punto de atracción para toda la
patología de esta edad: vómitos, anorexia, cólicos, diarreas, etc. El mericismo
del niño pequeño es un síntoma que da clara cuenta de este investimiento de
la mucosa digestiva. El regurgita los alimentos absorbidos, aunque sin
vomitarlos; los guarda en su boca, los mastica y los traga de nuevo. Ocurre
que vomite una parte, lo que plantea problemas de desnutrición. Esta
especie de rumiación la hace cuando está solo, y el componente
"autoerótico" que se evoca a propósito de ésta, muestra bien que el objeto
puede ser tanto el pulgar que se chupa, y que solo tiene que ver con la zona
bucal, como el bolo alimenticio, que pasa y vuelve a pasar de la boca al
estómago. El placer oral se acompaña también de la voz de la madre que el
recién nacido reconoce al cabo del quinto día. La mímica y la mirada que
acompañan las palabras están también allí, para sostenerlo, en este lugar de
interlocutor privilegiado.
El niño de pecho se da cuenta muy pronto de otras señales de la presencia y
de la permanencia de la personas encargada de su crianza, por ejemplo la
manera como su madre lo sostiene. He visto un bebé que no tomaba el tetero
sino luego de deslizar un brazo tras la espalda del adulto que lo cargaba. Su
madre lo ponía así cuando lo amamantaba, y esta postura se le había vuelto
necesaria para alimentarse.
Lo que el recién nacido percibe como presencia del Otro ligado a sus
actividades fisiológicas puede tomar un carácter insólito. Puede ser por
ejemplo, la máquina o el tubo por donde pasa su alimentación, puede ser el
aparato que lo ayuda a respirar y del cual el bebé ya no puede prescindir.
Algunas observaciones de prematuros ponen en evidencia este fenómeno.
Cuando el prematuro queda mucho tiempo bajo asistencia respiratoria, se
vuelve muy difícil suprimirle el tubo, aunque él ya podría respirar
normalmente. El bebé reacciona con un comportamiento de angustia:
agitación, branquicardia (disminución de la velocidad cardíaca) hipoxemia
(se vuelve cianótico) ante las tentativas de extubación; le es imposible gritar
ya que el tubo aplasta sus cuerdas vocales. Si se le coloca entonces de nuevo
la intubación, sin conectar el aparato para que lo ventile, todo puede volver a
la normalidad. La sola presencia del tubo es suficiente para tranquilizar al
niño y permitirle una respiración normal. En este caso, ¿no ocupa la
máquina el lugar de una parte del cuerpo del niño, con una mínima
13
inscripción en el Otro, pedazo de cuerpo a la vez separado y "conectado" al
Otro?
Coretin, el prematuro
La observación de un bebé muy prematuro 15 nos ilustra lo anterior. Coretin
había nacido a los seis meses de embarazo, con un peso de novecientos
gramos. Por ello su supervivencia estaba en función del buen
funcionamiento de un complicado aparato y de cuidados intensivos por
parte de un personal altamente calificado. Sus padres pasaban por fases de
esperanza y de descorazonamiento, temiendo particularmente eventuales
secuelas neurológicas de esta premadurez. Cuando Coretin hubo adquirido
un desarrollo suficiente y la autonomía de sus funciones vitales, el equipo
que lo cuidaba se dio cuenta de que era imposible suprimir el aparato. Cada
intento de extubación, que provocaba los disturbios vitales que relaté más
arriba, resultaba un fracaso, lo que tuvo como efecto "desmotivar" a las
personas que se ocupaban del niño. Interpretaban la actitud de Coretin
como un rechazo a vivir y respondía a ello desistiendo. Los padres mismos
venían a verlo cada vez menos. Coretin parecía mantenerse en vida
solamente a través de las máquinas, a la manera de un ser robotizado. Fue
entonces cuando el médico jefe del servicio decidió que esta situación no
podía durar más. Convocó a los padres para exponerles el problema; estaba
considerando practicar una traqueotomía para conectarle una asistencia
respiratoria permanente. Esta operación le permitiría al niño una vida más
normal, volviendo posible el "maternaje". Coretin podría salir de su cama,
ser alimentado, arrullado, manipulado como un niño de pecho normal. La
perspectiva de esta operación transtornó a los padres; significaba sin duda
que el niño debía vivir, y sin demasiadas máquinas, pero ellos aceptaban mal
esta intervención mutilante. Tal vez percibieron el papel tan decisivo que
debían desempeñar a partir de entonces. La madre vino todos los días a
ocuparse de Coretin y pidió que se aplazara la operación de Traqueotomía.
Se estableció todo un trabajo de reconocimiento mutuo; ella incluso
descubrió una manera de sostener al niño contra sí, la espalda bien
arrellanada contra su pecho, lo que aliviaba a Coretin en el momento en el
cual le quitaban el tubo respiratorio. Al comienzo los malestares del niño
eran intensos, pero poco a poco su sufrimiento se atenuó y se transformó en
rabia, lo que le encantó a la madre. Seis semanas después, Coretin pudo vivir
sin máquina... y sin Traqueotomía –el Otro estaba allí, y su cuerpo podía al
fin inscribirse en ese Otro. Las partes de su cuerpo que no tenían existencia
sino en lo real de la máquina pudieron ser retomadas en la relación
14
significante con la madre y en su deseo. Lo real pudo borrarse ante un
mundo simbólico que se abría para él.
Ésta cuestión del borramiento de lo real vinculado con el nacimiento del
objeto y del sujeto será retomada cuando abordemos la psicosis. La historia
de Coretin y de su tubo puede evocar otros casos donde el cuerpo no
simbolizable halla su existencia en una máquina. Tausk, en 1919, escribía ya:
La génesis de "el aparato para influenciar" en el curso de la esquizofrenia" 16,
y más recientemente, B. Bettelheirn, con el caso de Joey, nos da un ejemplo
tipo de lo que es el cuerpo máquina de la psicosis.17
Antes de considerar más precisamente el impacto del significante sobre el
cuerpo del niño, demorémonos aún en la problemática de los objetos, en el
sentido de objetos a de Lacan: seno, heces, voz, mirada, etc. 18 (Lacan evoca
otros a propósito de la pulsión). Se imponen observaciones y quedan
preguntas respecto al vínculo que se establece muy temprano entre varios
de esos objetos. Françoise Dolto desde hace mucho tiempo hizo énfasis en
esas imágenes del cuerpo, que ella llama olfativa, táctil, oral, anal, etc. Ella
fue la primera en dar cuenta de observaciones de recién nacidos que en esa
época causaron mucha sorpresa –por ejemplo, la de un bebé de cinco días
que se dejaba morir de hambre tras la partida de su madre. F. Dolto aconsejó
entonces envolver los teteros con una prenda íntima de la madre, y el bebé
volvió a alimentarse. Lo que la llevó a concluir que "el narcisismo
fundamental del sujeto está arraigado en las primeras relaciones repetitivas
que acompañan a la vez la respiración, la satisfacción de necesidades
nutritivas y la satisfacción de deseos parciales olfativos, auditivos, visuales,
táctiles, que ilustran la comunicación de psiquismo a psiquismo del sujeto
-bebé con el sujeto-su-madre.19
Sin embargo, es difícil pensar que a los cinco días el Otro tenga una
existencia bien establecida, los vínculos de "psiquismo a psiquismo" no
están aún sino débilmente constituidos. El comportamiento de ese recién
nacido hace más bien aparecer como sobresaliente la necesidad primera de
una asociación de un doble apercibirse y de la importancia para el lactante
de encontrar los mismos signos: proceso, por tanto, de ligazón y de
repetición. Un vínculo que se constituye entre al menos dos percepciones y
la necesidad de verificar su permanencia, ¿constituyen el mínimo
indispensable para fundar la existencia del Otro y, por ello mismo, la del
sujeto? El que la necesidad oral no pueda satisfacerse sino retomada, ya
desplazada, asociada a otros índices de la presencia del Otro, muestra que el
ciclo de substituciones y desplazamientos se instaura desde el nacimiento.
citada)
19 Françoise DOLTO, ía imagen inconsciente die cuerpo; cap. 2 "Las Castraciones",
caso Inés.
15
Esta vinculación inicial en torno a la oralidad, ¿vendrá a taponar de entrada
el acto de devoración, como si el primer objeto, el objeto oral, estuviera ya
perdido antes de existir? No obstante no hay primer objeto, hay, desde el
origen, los objetos, los cuales se organizan en red o en serie a partir del
cuerpo de la madre, índices de su presencia, exponentes de su deseo. La
heterogeneidad de estos objetos y el azar de su vinculación quizá da cuenta
del "montaje de la pulsión [...] en el sentido en que se habla del montaje en
un collage surrealista".20
La experiencia primordial de satisfacción no permanece pues aislada, ella
está ligada a otras percepciones, y se establece una red que se fija de manera
definitiva. Tomar seno es un acto que se repite de cinco a siete veces al día
durante los primeros meses, pero este no representa la experiencia
relacional exclusiva del bebé. Los períodos de vela se hacen cada vez más
largos, y las ocasiones de intercambios con los que lo rodean se multiplican,
baños, cambios de ropa, juegos, en el curso de los cuales la palabra circula.
Será a propósito de estas actividades de "maternaje" cuando veremos cómo
la madre imprime sobre el cuerpo de su bebé la marca de su deseo y cómo, a
partir de estas marcas, el niño va a desprenderse de su estatuto de objeto
entregado al goce del Otro y, mediante cortes sucesivos, construirá propios
objetos. Hagamos entonces, una vez más retorno a la madre.
20 J. LACAN. Seminario libro XI, Capt. XIII sección 4 (p.176 Paidós, ed. en español)
21 Ibid
22 Ibid
23Ibid
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ser contorneado".24
Es este objeto el que aquí nos interesa más particularmente, "este objeto
que, de hecho, no es otra cosa sino la presencia de un hueco, de un vacío que,
según Freud, cualquier objeto puede ocupar, y cuya instancia sólo
conocemos bajo la forma de objeto a. El objeto a no es el origen de la pulsión
oral. No es presentado como alimento primitivo, es presentado por el hecho
de que ningún alimento podrá nunca satisfacer la pulsión oral, a no ser
contorneado el objeto eternamente faltante".25
El objeto a, el objeto perdido, faltante, es aquello alrededor de lo cual da
vuelta la pulsión.
¿De qué manera llega el niño a ocupar este lugar? En la pulsión Trieb,
estamos en lo más cercano al cuerpo, los términos mismos de zona erógena,
empuje, satisfacción, dan cuenta de ello. Ahora bien, "si hay algo que funda el
ser, es seguramente el cuerpo". 26 Los dos tópicos freudianos, con la
distinción del inconsciente y del ello, son retomadas por Lacan, quien
acentúa su disparidad planteando en primer tiempo: "El inconsciente está
estructurado como un lenguaje", y convirtiendo al sujeto en el S de la cadena
significante, mientras que, en la continuación de su enseñanza, él pone de
relieve la dialéctica del deseo y convierte al objeto a en una referencia
esencial. Este objeto condensa lo que hay allí de goce, concepto que uno
debe entender en oposición al pl acer, el cual siempre está ligado a lo
prohibido y a la ley.
[No se incluyen algunas páginas referentes a los planteamientos lacanianos
sobre la pulsión]
español)
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