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Historia de la Romería de la virgen de Zapopan

A lo largo del siglo XVII, y según costumbre de la época, la imagen de la


Virgen es llevada por todos los rumbos del extenso obispado, para demandar
limosnas, necesarias para construir el primer y segundo santuario, por lo cual, la
vocación de peregrinar, tan típica de esta imagen, se reanuda, aunque de manera
intermitente.
En 1695, la imagen es llevada a la ciudad de Guadalajara, azotada por
epidemias e inundaciones; el alivio experimentado por la población incrementa el
fervor de la comunidad hacia Ntra. Sra. de Zapopan, dando notable incremento a
su santuario.
Por el año de 1734, nuevamente Guadalajara sufre el embate de las
tempestades con su secuela de inundaciones y epidemias, por lo cual, de nuevo
las autoridades civiles y la misma comunidad, suplican al obispo sea traída la
imagen de la virgen de Zapopan; el obispo accede, y la imagen es llevada a todos
los barrios y capillas de aquella antigua Guadalajara; posteriormente, los notarios
darán testimonio de la mejoría que toda la ciudad obtuvo de esta visita;
A raíz de haber sido proclamada Protectora de la ciudad contra rayos,
tempestades y epidemias, se acordó que la Sagrada Imagen sería traída de su
Santuario a la ciudad de Guadalajara, cada año: el 12 de Junio sería traída a la
ciudad y el 1º de Octubre sería llevada a su Santuario. El Itinerario general era del
Santuario de la villa Zapopana a la Iglesia de Santa Teresa, de aquí a Catedral, y
al revés.
No se conoce en detalle la forma en que era conducida desde el pueblo de
Zapopan a la ciudad y, luego, de ésta al Santuario.
Más cuando la Imagencita fue proclamada Genérala en 1821, la forma del
traslado cambió notablemente: se volvió más solemne y grandiosa. La
participación del Ejército, aunada a la civil y eclesiástica, realizaron el traslado y
estimuló en gran manera la participación entusiasta del pueblo. Se empezó a
organizar cada vez con más detalle la fiesta gracias precisamente a la
colaboración del Ejército en el regreso de la Santísima Virgen a su Santuario:
Se dispuso una "Salva" disparada por las más grandes piezas de Artillería, al
llegar y salir la Genérala, con los 21 cañonazos de Ordenanza y la marcha de
toda la tropa de las Tres Armas.
Se dispuso, además, una Carroza especial: más elegante y adornada, y
servían de aurigas lacayos aristócratas de la ciudad.
El pueblo tiraba los cables o sogas de la Carroza en que viajaba la Virgen.
Dentro de la carroza iban dos Señores Capitulares y dos Regidores
nombrados cada vez al efecto.
El más digno de los Capitulares llevaba la Imagen que portaba el Bastón y la
Banda, Velo y Sombrero Ducal.
La acompañaba en su viaje de regreso casi toda la ciudad.
Posteriormente, en 1825, se acordó que el Traslado a la ciudad tuviera
lugar el día 12 de junio y el Regreso a la Villa el día 5 de Octubre. En años
relativamente recientes el Sr. Garibay Rivera decretó que el Regreso a su
Santuario fuera el día 12 de Octubre, como se viene haciendo hasta el presente.
Actualmente la imagen de la virgen de Zapopan inicia su recorrido el día 20
de mayo, visitando la zona metropolitana de Guadalajara y municipios de
Tlaquepaque, Zapopan y Tonalá, cerca de 200 parroquias incluyendo la visita a
Chápala, al seminario Diocesano y la Catedral Metropolitana.

Nuestra Señora de Guadalupe


Es una advocación mariana de la religión católica, cuya imagen se venera
en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la Ciudad de México.
De acuerdo con las creencias católicas, la Virgen de Guadalupe se
apareció cuatro veces a Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Tras
una cuarta aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el
primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego llevó en su ayate unas
rosas —flores que no son nativas de México y tampoco prosperan en la aridez del
Tepeyac— que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego
desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la
imagen de Santa María, morena y con rasgos indígenas.
Las mariofanías habrían tenido lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de
diciembre de ese mismo año, aunque el relato canónico de las apariciones del
Tepeyac —el Nican mopohua— fue publicado en 1649 en el marco de un
resurgimiento del culto a la imagen guadalupana que se encontraba en retroceso
desde principio del siglo XVII.
Origen del culto a la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac
Desde la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción
religiosa para los habitantes del valle de México. En esta eminencia geográfica
localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco se encontraba
el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad. Esta
diosa era llamada Coatlicue (náhuatl: cóatl-cuéitl, «Señora de la falda de
serpientes» )?, que por otros nombres también fue conocida como Teteoinan
(náhuatl: téotl-nan, «dios-madre» ‗Madre de los dioses‘)? o Tonantzin (náhuatl: to-
nan-tzin, «Nuestra venerable madrecita» )?. El templo de Tonantzin Coatlicue fue
destruido completamente como resultado de la Conquista. Conocedores de la
importancia religiosa del santuario indígena del Tepeyac, los franciscanos
decidieron mantener en el lugar una pequeña ermita. La decisión de mantener una
ermita ocurrió en el marco de una intensa campaña de destrucción de las
imágenes de los dioses mesoamericanos, a los que se veía como una amenaza
para la correcta cristianización de los indígenas. Uno de los primeros registros
sobre la existencia de la ermita corresponde a la década de 1530. Al templo se
dirigían los indígenas siguiendo la tradición prehispánica. Dos décadas más tarde,
no sólo los indígenas acudían a la ermita del Tepeyac a rendir culto a una imagen
—"pintada", de acuerdo con los documentos de la época— de la Virgen María: la
devoción hacia la imagen se había extendido entre los criollos hacia la mitad del
siglo XVI.
La tradición católica cree que la aparición de la imagen de la Virgen de
Guadalupe fue en el año 1531, diez años después de la caída de México-
Tenochtitlán en manos de los españoles (aunque sólo hay documentos de esta
aparición hasta el siguiente siglo, el XVII). Esta fecha aparece registrada en el
Nican mopohua, uno de los capítulos que integran el Huei tlamahuizoltica, obra en
lengua náhuatl escrita por Luis Lasso de la Vega y que la tradición atribuyó al
indígena Antonio Valeriano. Sin embargo, es posible que la imagen que se
veneraba en 1530 no sea la imagen mariana que se encuentra en la actualidad en
el altar mayor del santuario del Tepeyac. La falta de documentos de la época
dificultan el esclarecimiento de la historia de la aparición de la imagen de la Virgen
en la ermita, aunque resulta bastante plausible que el arzobispo Alonso de
Montufar haya participado decisivamente en el hecho.
En 1555, Montufar ordenó la remodelación de la ermita y la confió al clero
secular. Quizá en este mismo episodio ocurrió la sustitución de la imagen antigua
por la que se conoce en el presente. Los primeros registros de la aparición de la
imagen mariana en la ermita corresponden precisamente a los años de 1555 y
1556. Entre otros testimonios tempranos del suceso se encuentran los Diarios de
Juan Bautista y los Anales de México y sus alrededores. El primer documentos
afirma que "en el año de 1555 fue cuando se apareció Santa María de Guadalupe,
allá en Tepeyac", mientras que los Anales ubican el suceso un año más tarde:
"1556 XII Pedernal: descendió la Señora a Tepeyac; en el mismo tiempo humeó la
estrella". En el siglo XVII, el chalca Domingo Francisco Chimalpahin
Quauhtlehuanitzin recogería los primeros documentos en sus Relaciones de
Chalco, en los cuales ubica el suceso en 1556:
Año 12-Pedernal, 1556 años. Iba quedando bien doblado y fuerte el muro
de piedra que daría la vuelta a toda la ciudad de México. Para la obra hicieron
reunir a toda la gente de todos los pueblos del rumbo, por orden de los jefes y
según disposiciones de don Luis de Velasco, Visurrey. Así pudo terminarse la
muralla. También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra
querida madre, Sancta María de Guadalupe en el Tepeyac.
La imagen del Tepeyac siguió siendo llamada Tonantzin por los indígenas
nahuas que acudían al santuario en romería. El nombre resultaba conveniente a
los propósitos de la religión católica, en cuya doctrina María es la Madre de Dios,
pero también es intercesora de los pecadores ante la divinidad. Cuando los
españoles y criollos se apropiaron del culto, rebautizaron a la imagen con el
nombre de Guadalupe, que obviamente hace alusión a la efigie de la Virgen que
se venera en Extremadura.
Al fortalecimiento del culto a la Virgen del Tepeyac contribuyó de manera
decisiva la realización del Primer Concilio mexicano, que se celebró en la Ciudad
de México entre el 29 de junio y el 7 de noviembre de 1555, en el que no se hizo
referencia alguna a la Virgen de Guadalupe. El concilio fue organizado por el
arzobispo Alonso de Montufar y reunió a numerosos representantes de las
órdenes monásticas de la Nueva España, entre ellos al franciscano Pedro de
Gante; así como a los obispos Martín Sarmiento de Hojacastro (Tlaxcala), Tomás
de Casillas (Chiapas), Juan López de Zárate (Oaxaca) y Vasco de Quiroga
(Michoacán). Entre otras cosas, el Primer Concilio de la Iglesia novohispana
resolvió reglamentar la manufactura de las imágenes religiosas, especialmente las
realizadas por los indígenas. También se decidió favorecer el culto a los santos
patrones de cada pueblo y todas las advocaciones marianas.
Desde la llegada de los franciscanos a México (en 1524), los indígenas
fueron instruidos en la pintura y se les permitió la producción de imágenes
religiosas. De modo que cuando Montufar se pronunció a favor de acabar con las
"abusiones de pinturas e indecencia de imágenes" producidas por los indígenas
que "no saben pintar ni entienden bien lo qué hacen", en realidad estaba atacando
la obra de los misioneros franciscanos representados por Pedro de Gante. El
enfrentamiento sobre la producción de las imágenes religiosas y su papel en la
cristianización de los indígenas era también el reflejo de los desencuentros entre
el arzobispo de México y los franciscanos en lo referente al culto de la Virgen del
Tepeyac. El 6 de septiembre de 1556, Montufar pronunció una homilía en la cual
se pronunciaba partidario de la promoción del culto a la Guadalupana entre los
indígenas. El 8 de septiembre de ese mismo año, el arzobispo obtuvo una
respuesta sumamente crítica por parte de los franciscanos en boca de Francisco
de Bustamante. La labor de la Orden Franciscana en la cristianización de América
había estado imbuida por la filosofía erasmiana que rechazaba la veneración de
las imágenes, de modo que cuando Montufar se mostró favorable a difundir el
culto de la imagen del Tepeyac lo que obtuvo en contestación fue la siguiente
declaración de Bustamante:
[...] la devoción de esta ciudad ha tomado en una ermita e casa de Nuestra
Señora que han intitulado de Guadalupe, es un gran perjuicio de los naturales
porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio
Marcos.
La disputa entre los franciscanos y el Arzobispado de México se resolvió
en favor de éste último. Para ello, Montufar y sus partidarios tuvieron que moderar
su discurso sobre la índole del culto a la Virgen de Guadalupe, aproximándose
aparentemente a los preceptos defendidos por los franciscanos. La promoción
oficial del culto guadalupano por parte de la Iglesia novohispana se inscribe en un
proceso más amplio en el que la perspectiva humanista de los franciscanos y su
obra misional fue sustituida por los preceptos adoptados oficialmente por medio de
las resoluciones del Concilio de Trento. De acuerdo con éstas, la Iglesia debería
promover y conservar el culto a las imágenes de Cristo, la Virgen y todos los
santos, en una clara reacción contra la iconoclastia protestante que prosperaba en
el norte de Europa.
De modo pragmático, el Arzobispado de México hizo caso omiso de las
advertencias vertidas por los franciscanos sobre la confusión que podía generar el
culto de la imagen del Tepeyac entre los recién cristianizados indígenas del centro
de México. A la voz de Francisco de Bustamante se sumaría después la de otros
misioneros, entre ellos, Bernardino de Sahagún, que en su Historia general de las
cosas de la Nueva España publicada en 1576 escribió que:
Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy
solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos
es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeyac, y los
españoles llaman Tepeaquilla y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe; en
este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban
Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra
de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras [...]; y ahora que está allí
edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin
tomada ocasión de los predicadores que a Nuestra Señora la Madre de Dios la
llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se
sabe de cierto, pero esto sabemos de cierto que el vocablo significa de su primera
imposición a aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debía remediar porque el
propio nombre de la Madre de Dios Señora Nuestra no es Tonantzin sino Dios y
Nantzin; parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo la
equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin
de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa,
porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y
vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente.
Debate histórico y controversias
La historicidad de la aparición ha sido controversial desde las primeras
publicaciones del suceso en 1647, y una considerable cantidad de literatura ha
sido publicada discutiendo los problemas que surgen cuando se intenta entender
la aparición como un acontecimiento históricamente certero.
Un importante argumento contra la veracidad de los acontecimientos es
que en el año de las apariciones, es decir, 1531, Juan de Zumárraga no era de
hecho obispo de Nueva España, no estaría formalmente consagrado hasta 1533, y
se convirtió en arzobispo en 1547. No hay ninguna mención explícita de los
escritos de Juan Diego, La Virgen ó Zumárraga. Además, en un "catecismo"
publicado en Nueva España antes de su muerte, fue indicado: "El rescatador del
mundo no quiere más milagros, porque no hay los necesarios."
Tan pronto como en 1556, Francisco de Bustamante, dirigente de loa
franciscanos en la colonia, deliberó un sermón antes que el Virrey y los miembros
de la Real Audiencia. En ese sermón desacreditó los orígenes sagrados de la
imagen y contradiciendo el sermón de dos días antes del Arzobispo Alonso de
Montufar, Bustamante indicó:
"La devoción que ha estado creciendo en nuestra iglesia dedicada a
Nuestra Señora, llamada de Guadalupe, en la ciudad es gravemente perjudicial
para los nativos, porque les hace creer que la imagen pintada por Marcos el indio
es de cualquier forma milagrosa."
Algunos historiadores consideran que la imagen fue hecha para representar
sincréticamente a la Virgen María y a la madre diosa azteca Tonantzin (Es
también creído que en el Tepeyac en tiempos prehispánicos que era el sitio de
adoración de la diosa), proporcionando una forma de que los españoles del siglo
XVI ganaran el apoyo de la población indígena de México. Puede haber
proporcionando un método a los indígenas mexicanos de siglo XVI practicar
secretamente sus religiones nativas, aunque fue en lo contrario refirmado en la
canonización de Juan Diego.
En 1611, el dominico Martín de León, cuarto virrey de Nueva España,
denunció el culto de la Virgen de Guadalupe como una adoración disimulada de la
diosa azteca Tonantzin. El misionero y antropólogo Bernardino de Sahagún apoyó
la misma opinión: escribió que el santuario del Tepeyac fue extremadamente
popular pero preocupante porque la gente llamaba a la Virgen de Guadalupe
Tonantzin. Sahagún dijo que los adoradores afirmaron que fue propio del náhuatl
para referirse a la "Madre de Dios" — pero él desacreditó diciendo que "Madre de
Dios" en náhuatl sería "Dios y Nantzin."
El historiador del siglo XIX Joaquín García Icazbalceta, un especialista en
Fray Juan de Zumárraga fue también muy inseguro al sostener la historia de la
aparición e indicó en un reporte confidencial del obispo Labastida en 1883, que
nunca hubo tal persona llamada Juan Diego.
Muchos historiadores y algunos clérigos, incluyendo el clérigo historiador
estadounidense Stafford Poole y el antiguo abad de la Basílica de Guadalupe
Guillermo Schulenburg, han rechazado la veracidad de la aparición. Schulenburg
causó en particular una conmoción cuando en 1996 con la revista católica Ixthus,
cuando dijo que Juan Diego fue "un símbolo, no una realidad." Schulenburg no fue
el primero en desacreditar el acontecimiento tradicional ni el primer católico en
dejar su puesto después de su cuestionamiento de la historia de Guadalupe. En
1897, Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas fue forzado a dejar su
puesto después de expresar una similar opinión.
En 2002, el experto restaurador de arte José Sol Rosales dijo que examinó
la imagen con estereomicroscopía e identificó sulfato de calcio, hollín de pino, en
colores blanco y azul, y tierras verdes (suciedad), redes hechas de carmín y otros
pigmentos, también oro. Rosales dijo que encontró en el trabajo materiales y
métodos consistentes con los del siglo XVI.
Norberto Rivera Carrera, Arzobispo de México comisionó un estudio en
1999 acerca de la edad del ayate, Leoncio Garza Valdés, un pediatra y
microbiólogo que había trabajado previamente en el Sudario de Turín, reclamó
una inspección de fotografías de la imagen, encontraron tres distintas capas de
pintura, al menos una de la cual tenía iniciales pintadas sobre ella, también indicó
que el pintado original mostró sorprendentes similitudes a la original Señora de
Guadalupe encontrada en Extremadura, España, en la segunda muestra de
pintura mostrando otra Virgen con rasgos indígenas. Sin embargo no pudo citar
ningún otro observador independiente que vea las mismas características. Garza
Valdés también reclamó que la tela en donde fue pintada la imagen era de
cáñamo e hilo, no de fibras de agave como se creía. Gilberto Aguirre, un colega de
Garza Valdés que llevó la pintura a estudios en 1999, examinó las mismas
fotografías e indicó que, mientras estaba de acuerdo en que la pintura había sido
extensamente forzada, él se opuso con las conclusiones de Garza Valdés y
reclamando las condiciones de conducta del estudio fueron inadecuadas.
Varias imágenes similares han aparecido a través de la historia mexicana,
en el pueblo de Tlaltenango, en el estado de Morelos, una pintura de Nuestra
Señora de Guadalupe es reclamada que apareció milagrosamente en el interior de
una caja que dos viajeros desconocidos dejaron en una residencia. Los
propietarios de la residencia llamaron al padre local después de la tentadora
noticia, aromas de flores y sándalo se desprendían de la caja. La imagen ha sido
venerada desde su encuentro el 8 de septiembre de 1720, y es aceptada como
una aparición válida por las autoridades católicas locales.
Títulos de la Virgen de Guadalupe
La imagen de la Virgen de Guadalupe de México tiene varios títulos y
distinciones:

Patrona de la ciudad de México (1737)


Patrona de los ciudadanos de la ciudad de Ponce, en Puerto Rico (1757)
Patrona de la Nueva España (1746) Patronato reconocido por Roma en el año
de 1754 a través del Papa Benedicto XIV
Coronación Pontificia de la Virgen de Guadalupe (12-oct-1895)
Patrona de América Latina (1945)
Patrona de los estudiantes del Perú (1951), por el papa Pío XII
Reina de México y emperatriz de América (2000), por el papa Juan Pablo II.
Nuestra Señora de Guadalupe es también la patrona de una Paroqui en Rio
Claro, Golfito, Puntarenas, Costa Rica, en la Diócesis de San Isidro del
General.
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe
La basílica de Nuestra Señora de Guadalupe es el segundo santuario
católico más visitado del mundo (después de la Basílica de San Pedro en el
Vaticano), con más de 14 millones de visitantes todo el año en innumerables
peregrinaciones desde todas las partes del país, aunque en 2006 superó a la
Basílica de San Pedro en número de visitantes, convirtiéndose durante un año en
el santuario católico más visitado del mundo.
El gran templo en que se venera esta imagen ha sido declarado basílica y
santuario nacional por el Vaticano, siendo este recinto uno de los primeros
santuarios marianos de América. Se encuentra en La Villa de Guadalupe
(conocida popularmente como «La Villita») en el norte de la ciudad de México.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, se encuentra la
basílica del Verbo Divino - Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de
Argentina.
El santuario guadalupano de Zamora dedicado a Nuestra señora de
Guadalupe es el más grande de México y el tercero en América. Ocupa el tercer
lugar más visitado después de la Basílica de Guadalupe en México.
Origen del nombre Guadalupe
En España existían tres advocaciones previas de la Virgen de Guadalupe,
en Guadalupe (provincia de Cáceres), en Úbeda (Jaén) y en La Gomera
(Canarias).
Los conquistadores conocían y veneraban a la Virgen de Guadalupe en la
basílica construida en España por Alfonso XI en 1340.
El nombre Guadalupe (de la estatuilla extremeña cuya copia llevaron los
conquistadores a México) proviene del río Guadalupejo (nombre que viene de la
unión de la palabra árabe "guada", río, y la contracción latina "lux-speculum",
espejo de luz), supuestamente ocultada allí tras la invasión árabe de Hispania en
el siglo VIII donde permaneció hasta su hallazgo por Gil Cordero.
Posible Traducción del Náhuatl
Náhuatl: Coatlalopeuh significa la que aplasta a la serpiente.
Tomado de: Significado de Guadalupe en Náhuatl
Otra etimología del nombre
Según los guadalupanos mexicanos actuales, el nombre de la Virgen
mexicana de Guadalupe podría ser una deformación de un nombre original
desconocido —pronunciado en idioma náhuatl— con el que el indígena Juan
Diego habría mencionado a la Virgen que se le había aparecido.
Varios escritores han tratado de identificar palabras en idioma náhuatl que
suenen parecido a Guadalupe y tengan algún significado religioso, para que
pudieran ser el nombre que dijo la Virgen:
Coatlallope: ‗la que aplasta a la serpiente‘ (siendo coatl: ‗serpiente‘, a:
preposición y llope: ‗aplastar‘).
Tequantlanopeuh: ‗la que tuvo origen en la cumbre de las peñas‘.
Tequatlasupe: ‗la que aplasta la cabeza de la serpiente‘.
Tlecuatlahlope: ‗la que nos salva de ser comidos‘.
Tlecuauhtlacupeuh: ‗la que viene volando de la luz como el águila de fuego‘.
Cuahtlapcupeuh.
Tlecuauhtlapcupeuh: ‗la que procede de la región de la luz como el águila de
fuego‘.
Origen de esta historia
El Nican Mopohua (‗aquí se narra‘, en idioma náhuatl) es el título de la
narración en la que se cuentan las apariciones de la Virgen de Guadalupe. El
elegante y complejo texto no está escrito en un náhuatl original sino en el lenguaje
reformado en los conventos jesuitas.
En la Wikipedia en náhuatl se puede apreciar el texto original que fue
impreso en 1649 por el bachiller criollo Luis Lasso de la Vega (1605-1660),
capellán del santuario de Guadalupe. Él se lo atribuye al doctor don Antonio
Valeriano de Azcapotzalco (c. 1520 – c. 1605), que habría sido un indígena noble
del siglo anterior (pariente de Moctezuma Xocoyotzin, noveno rey azteca), y quien
como estudiante del Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlatelolco habría sido uno
de los alumnos nahuas de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590). Según Lasso
de la Vega, el indígena Valeriano había oído la historia directamente de labios de
Juan Diego (quien —según el mismo Lasso— habría fallecido en 1548).
Basándose en la fecha del Primer Concilio Provincial Mexicano —que se
celebró en la ciudad de México entre junio y noviembre de 1555—, el historiador
Edmundo O‘Gorman (1906-1995) opinaba que Antonio Valeriano había escrito el
Nican mopohua en 1556. En ese sínodo, el arzobispo Montufar ordenó que se
examinaran las historias de los santuarios y de los iconos venerados en México, y
que todos los que no tuvieran suficiente fundamento se destruyeran. Montufar le
habría ordenado al indígena Valeriano que escribiera una historia milagrosa que
legitimara en México el culto a la Virgen de Guadalupe de España (que era la
devoción del arzobispado de México).
El título del libro se deriva de las dos primeras palabras del texto, impresas
en gruesos caracteres en su primera publicación. Forma parte de un texto más
extenso, el Huei tlamahuizoltica (‗muy maravillosamente‘, que son las dos palabras
iniciales del texto). Este Huei tlamahuizoltica incluye —además del Nican
mopohua— textos introductorios, oraciones y el Nican motecpana (‗Aquí se pone
en orden‘) que es la lista de algunos milagros atribuidos a la Virgen en los años
que siguieron a su primera aparición.
El sacerdote católico Luis Becerra Tanco (s. XVII) cuenta que en una fiesta
del 12 de diciembre de 1666 —sólo diecisiete años después de la publicación del
texto náhuatl— oyó a unos indígenas que durante la danza cantaban en náhuatl
cómo la Virgen María se le había aparecido al indígena Juan Diego, cómo había
curado al tío de éste y cómo se había aparecido en la tilma ante el obispo.
La obra está escrita en fina prosa poética (tecpiltlahtolli: ‗lengua noble‘) y
tuvo varias traducciones, siendo las más difundidas las de:

1666: presbítero Luis Becerra Tanco


Antes de 1688: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (historiador y gobernador de
Texcoco, 1578-1650) traducción parafrástica al castellano, que aparece en La
estrella del norte de México (1688) del presbítero Francisco de Florencia.
1886: presbítero Agustín de la Rosa (traducción directa del náhuatl al latín)
1926: licenciado Primo Feliciano Velázquez
1978: presbítero Mario Rojas Sánchez (de la diócesis de Huejutla)
1978: presbítero Ángel María Garibay Kintana (1892-1967)
1989: Guillermo Ortiz de Montellano

Aparición ante Juan Diego y Juan Bernardino


Según la leyenda narrada en el Nican Mopohua, la Virgen María se había
manifestado un siglo antes al indígena Juan Diego, quien era originario de
Cuautitlán (que pertenecía al señorío de Texcoco), y a su tío Juan Bernardino,
ambos convertidos al cristianismo pocos años atrás a raíz de la conquista
española.
El Nican Mopohua dice que la Virgen le reveló el nombre «Guadalupe» a
Bernardino cuando éste se encontraba enfermo de gravedad. Los críticos
escépticos opinan que es imposible que la Virgen se haya nombrado a sí misma
Guadalupe ante el anciano, ya que Juan Bernardino no entendía la lengua
castellana traída por los españoles al Nuevo Mundo, por tanto el diálogo tuvo que
haberse desarrollado en la lengua nativa, que era el náhuatl (lengua viva hablada
por más de 2,5 millones de personas), en la que no existen las consonantes g ni d.
Una explicación de este error podría ser que la aparición haya dicho que
era la Virgen Tequatlasupe, y que —debido a que para los españoles era muy
difícil de pronunciar ese nombre— los españoles la llamaron «Virgen de
Guadalupe» (relacionándola con la Virgen de Guadalupe extremeña).
El obispo de México probablemente tenía interés en que el nombre de la
virgen fuera el de Guadalupe, para así contar con la simpatía de Hernán Cortés,
quien era devoto de la Virgen de Guadalupe —patrona de su región (Extremadura,
España)— y que llevaba consigo una imagen de madera.
Una segunda explicación es que quizá la Virgen de Guadalupe se
comunicase en el idioma nativo de Juan Diego, pero usó su nombre de Guadalupe
(extremeño de origen árabe).
La historia
El Nican Mopohua dice que uno de los testigos de las apariciones de la
Virgen de Guadalupe fue fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la ciudad de
México, D. F..
La Virgen María, en su advocación de Virgen de Guadalupe, se apareció en
varias ocasiones ante el converso mexica Juan Diego Cuauhtlatoatzin el sábado 9
de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac y le pidió que fuera en busca del
obispo y le dijera que ella solicitaba la creación de un templo en ese lugar. El
indígena fue en busca de fray Juan de Zumárraga para contarle de la solicitud de
la virgen, pero fray Juan no creyó en las apariciones, pues este tipo de historias de
apariciones espirituales era común, así que le pidió una prueba.
En respuesta a la petición del obispo, la Virgen pidió al indígena que, como
pudiera, cortara unas rosas de Castilla de la cumbre del cerro y se las llevara al
obispo (En ese tiempo era invierno y la zona del cerro era una zona árida, no apta
para el crecimiento de flores como las rosas). El indígena obedeció y guardó las
rosas dentro de su tilma o ayate. Juan Diego bajó del cerro y pidió una audiencia
ante el obispo para mostrarle la prueba. Al llegar donde estaba el obispo, el indio
estiró su ayate para tender las rosas sobre la mesa. Sobre el ayate aparece la
imagen estilizada (claramente artística, no fotográfica) de la Virgen de Guadalupe.
La prueba para el fraile no fueron solamente las rosas, sino el milagro de la pintura
de la Virgen de Guadalupe sobre el ayate.
La imagen que hoy en día conocemos sería la misma que la de ese día del
año 1531.
Sincretismo
El culto a la Virgen de Guadalupe podría ser un sincretismo con la diosa
mexica Tonantzin (que significa ‗nuestra madre‘), la diosa de la muerte; la cual se
sabe que los mexicas veneraban en ese mismo cerro del Tepeyac.
Fray Bernardino de Sahagún lo menciona en uno de sus textos:
Cerca de los montes hay tres ó cuatro lugares donde solían hacer muy
solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos
es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los
españoles llaman Tepeaquilla, y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe. En
este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los Dioses, que ellos la
llamaban Tonantzin, que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchos
sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras, de más
de veinte leguas de todas estas comarcas de México, y traían muchas ofrendas:
venían hombres y mujeres y mozos y mozas.
Fray Bernardino de Sahagún
En los escritos de Puebla (que se utilizaron para probar la santidad del indio
Juan Diego) se eliminó —quizá deliberadamente, para evitar controversias acerca
del sincretismo que se estaba realizando— el siguiente párrafo:
Era grande el concurso de gente en estos días; y todos decían «vamos a la
fiesta de Tonantzin»; y ahora que está allí edificada la Iglesia de Nuestra Señora
de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores,
que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya
nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto; pero esto sabemos
de cierto, que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin
antigua; y es cosa que se deberá remediar porque el propio nombre de la Madre
de Dios, Señora nuestra, no es Tonantzin sino Dios y Nantzin. Parece esta
invención satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre
Tonantzin y vienen ahora á visitar á esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como
antes; la cual devoción también es sospechosa porque en todas partes hay
muchas Iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a
esta Tonantzin como antiguamente.
Fray Bernardino de Sahagún
Argumenta que la tela del ayate sobre el que está la imagen de la Virgen es
de fibra vegetal de maguey. Por su naturaleza, esta fibra se descompone por
putrefacción en mucho menos de medio siglo. Así ha sucedido con varias
reproducciones de la imagen que se han fabricado con tejido de maguey. El ayate,
sin embargo, ha resistido más de 470 años.
La fiesta de Guadalupe
La fiesta de la Virgen se celebra el 12 de diciembre. La noche del día
anterior, las iglesias en todo lo ancho y largo del país se colman de fieles para
celebrar una fiesta a la que llaman «las mañanitas a la Guadalupana» o serenata
a la Virgen. El santuario de Guadalupe, ubicado en el cerro del Tepeyac en la
ciudad de México, es visitado ese día por más de 5 millones de personas.
Se tiene por costumbre que tales peregrinaciones no sólo incluyan fieles y
organizadores, sino danzantes llamados matlachines, quienes lideran las
procesiones hasta llegar a la basílica.
Lugares de veneración
En México
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (el principal, en la Ciudad de
México, D. F.).
Santuario de la Quinta Aparición Guadalupana (fue donde se apareció Santa
María de Guadalupe a Juan Bernardino en Tulpetlac, Ecatepec, Estado de
México).
Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe (en Guadalajara, Jalisco, México).
Basílica de Guadalupe (en Monterrey, México).
Santuario Guadalupano (catedral nueva, en Zamora, México).
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (en San Luis Potosí, México)
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (en Matehuala, México)
Basílica Menor de Nuestra Señora de Guadalupe La Villita (Pachuca, Hidalgo,
México)
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (en Victoria de Durango,
Durango, México)
Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, (en Tijuana, México)
Santuario Guadalupano de San Cristóbal (en Mérida, México).
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en (Tuxtla Gutiérrez, México)
Convento franciscano de Guadalupe (en Guadalupe, Zacatecas, México)
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (en Tierra Colorada (Juan R.
Escudero) Guerrero, México)
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe(en Puerto Vallarta Jalisco,
México)
Santuario de la virgen de Guadalupe (en Huaniqueo Michoacán, México)
Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe (Tijuana, México)
En América
Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles en (Los Ángeles, California,
Estados Unidos)
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (en Barranquilla, Colombia).
Parroquia de La Ermita de Jesús (en Antioquia, Colombia).
Cerro de Guadalupe (en Bogotá, Colombia).
Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe (en Ponce, Puerto Rico).
Santuario Nacional Guadalupano (en El Carrizal, Venezuela).
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (en Santa Fe, Argentina)
Santuario de Guadalupe (Ciudad de Guatemala, Guatemala)
Capilla de la Virgen de Guadalupe (Sucre, Bolivia)
Basílica Nuestra Señora de Guadalupe (en San Salvador, El Salvador)
Iglesia de la Virgen de Guadalupe de Ayquina (en Ayquina, Chile)
En otros países
Capilla de la Virgen de Guadalupe en la Catedral de Notrê Dame, Paris,
Francia.
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe (Vía Aurelia. Roma, Italia)
Día de Muertos
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que
honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide
con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas
comunidades de Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y
centroamericana. La Unesco ha declarado esta festividad como Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Día de los Muertos es un día festejado
también en el Brasil, como Día dos Finados, aunque esta festividad no tiene las
mismas raíces prehispánicas que la festividad mexicana.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son
anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las
etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de
los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil
años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como
trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el
renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos era conmemorado el
noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y era
celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa
Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada
con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de
Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas
a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e
incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas
culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado
desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla,
espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y
tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como
nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y
creencias que giran en torno a ella.
De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de
todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un
símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las
escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el
―Día de todos los Santos‖ como lo hacen en otros países católicos. Además, cabe
mencionar la fuerte influencia de Estados Unidos que, al menos en zonas
fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la
cual es cada día más celebrada. De ahí también que exista una inquietud entre los
propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura
mexicana sobre otras celebraciones parecidas.
La celebración en el mundo prehispánico
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones
morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para
castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las
almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían
tenido, y no por su comportamiento en la vida.
De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son:
El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían
aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los
que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota
o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al
dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos
eran generalmente incinerados, los predestinados a Tláloc eran enterrados, como
las semillas, para germinar.
El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la
guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que eran
sacrificados y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas
a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les
enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit
hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también
alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro
de la escala de valores mesoamericana, el hecho de habitar el Omeyocan era un
privilegio.
El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al
sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al
Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de
plumas multicolores y hermosas.
Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los
mexicas. Para ellos, a diferencia de otras culturas, dentro de la muerte había un
sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en
su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.
El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era
habitado por Mictlantecuhtli y Mictacacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un
sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a
él, las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de
este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o
desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era
enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante
Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de
perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán
recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado
Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche,
para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando
se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la
vida.
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían
dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los
que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada
la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como
ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que
representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra,
jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Las fechas en honor de los muertos son y eran muy importantes, tanto, que
les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco, se llevaba a
cabo la celebración denominada Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos, alrededor
del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol
llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En
la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte
días.
En el décimo mes del calendario, se celebraba la Ueymicailhuitl, o fiesta de
los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de
agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones
que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios
de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo
en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al
finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el
xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar
altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del
actual altar de muertos.
Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión
católica fuera impuesta en Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas
tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, de acuerdo a
Luis Ramos, en su libro Culturas Clásicas Prehispánicas en la cultura maya,
cuando una persona moría, su alma iba al ―inframundo‖ (conocido por ellos como
Xibalbá). Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de
cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle (raza de perro); es por eso que
dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro
de esta raza junto con la persona fallecida, de lo contrario, correría el riesgo de no
llegar a Xibalbá y quedarse en el camino. Después, esta creencia se vio
reafirmada con la introducción a la cultura de la religión católica; de acuerdo a la
religión católica (religión predominante en México) existe la idea de un cielo y un
infierno a donde las almas se dirigen cuando uno muere (dependiendo de su
comportamiento en vida), es decir, la creencia de una vida después de la muerte.
Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI trajeron sus
propias celebraciones del Día de Muertos cristianas y europeas, donde se
recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos
del nuevo mundo se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones
europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de
todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano,
creando el actual Día de Muertos.
Patrimonio de la Humanidad
En ceremonia llevada a cabo en París, Francia el 7 de noviembre de 2003
la UNESCO distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como Obra
Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción por
considerar la UNESCO que esta festividad es:
"...una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de
México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de
mayor fuerza entre los grupos indígenas del país."
Además en el documento de declaratoria se destaca:
"Ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus
antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en
el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad..."
Además de:
"...aunque la tradición no está formalmente amenazada, su dimensión
estética y cultural debe preservarse del creciente número de expresiones no
indígenas y de carácter comercial que tienden afectar su contenido inmaterial."
Calaveritas
Se les llama así tanto a las rimas, versos satíricos como a los grabados que
ilustran calaveras disfrazadas o bien de dulce descritas a continuación:

Rimas: también llamadas "calaveras", son en realidad epitafios humorísticos


de personas aún vivas que constan de versos donde la muerte
(personificada) bromea con personajes de la vida real, haciendo
alusión sobre alguna característica peculiar de la persona en
cuestión. Finalizan con frases donde se expone que se lo llevará a
la tumba. Es muy común dedicar las "calaveritas" a personajes
públicos, en especial a políticos en el poder. En muchos casos la
rima habla del aludido como si estuviera ya muerto.
Grabados: Litografías, generalmente del Maestro José Guadalupe Posada,
que aunque no dibujó específicamente para Día de Muertos, sino
eran caricaturas con que colaboraba en diferentes publicaciones
de principios del siglo XX en México se usan en estas fechas por
sus alusiones a la muerte festiva.
De dulce: Son dulces en forma de cráneo, generalmente realizadas de dulce
de azúcar, chocolate, amaranto, gomita, entre otros.
Generalmente son vendidas en los tradicionales mercados
denominados "Todos Santos" además de tiendas comerciales,
tianguis, etc.
Simbolismo
Las Calaveras de dulce, tienen escritos el nombre del difunto (o en algunos
casos de personas vivas, en forma de broma modesta que no ofende en particular
al aludido) en la frente, son consumidas por parientes o amigos.
El Pan de muerto. Platillo especial del Día de Muertos. Es un panecillo dulce
que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta
cráneos, adornado con figuras del mismo pan en forma de hueso y se espolvorea
con azúcar.
Las Flores. Durante el período del 1 al 2 de noviembre las familias
normalmente limpian y decoran las tumbas con coloridas coronas de flores de
rosas, girasoles, entre otras, pero principalmente de Cempaxóchitl, las cuales se
cree atraen y guían las almas de los muertos. Casi todos los panteones son
visitados.
La Ofrenda y la visita de las almas. Se cree que las almas de los niños
regresan de visita el día primero de noviembre, y las almas de los adultos
regresan el día 2. En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea porque
ya no existe la tumba del difunto, o porque la familia está muy lejos para ir a
visitarla, también se elaboran detallados altares en las casas, donde se ponen las
ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua,
mezcal, tequila, pulque o atole, cigarros e incluso juguetes para las almas de los
niños. Todo esto se coloca junto a retratos de los difuntos rodeados de veladoras.
Ofrenda de Muertos
Los materiales comúnmente utilizados para hacer una Ofrenda de muertos
para el Día de Muertos tiene un significado, y son los que se muestran a
continuación:
Retrato de la persona recordada: El retrato del difunto, sugiere el ánima que
los visitará la noche del 2 de noviembre.
Pintura o cromo de las Ánimas del Purgatorio: La imagen de las ánimas del
purgatorio sirve para pedir la salida del purgatorio del alma del difunto por si
acaso se encontrara ahí.
Doce cirios: Aunque pueden ser menos, tienen que ser en pares, y
preferiblemente de color morado, con coronas y flores de cera. Los cirios,
sobre todo si son morados, son señal de duelo. Los cuatro cirios en cruz
representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda
orientarse hasta encontrar su camino y su casa aparte de agua y sal.
Flor de Cempasúchil (o flor de cuatrocientos pétalos): Su color representa la
luz como los rayos del sol y al regarla en forma de camino se le indica a las
almas el rumbo por el cual se le guía a casa.
Cruz de Tierra: Para recordarle su fe, ya que el día Miércoles de Ceniza se le
dice la frase "recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" entonces se le
recuerda que regresa a la tierra de la que salió.
Día de Muertos en la ficción
La novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry toma lugar en México durante
este día.
La trama de la película Macario (1959), protagonizada por Ignacio López
Tarso tiene lugar durante la víspera de un Día de Muertos.
En el juego de computadora Grim Fandango de Tim Schafer (1998), el
personaje Manny Calavera habita en la tierra de los muertos y debe realizar un
largo viaje lleno de aventuras para alcanzar el descanso, e incluye muchas
alusiones visuales y temáticas a la celebración. De hecho el título original del
juego era "Deeds of the Dead" (Voluntad de los muertos).
El clímax de la película Erase una vez en México se ubica en medio de un
desfile durante el Día de Muertos.
La novela Days Of The Dead de Barbara Hambly se desarrolla un Día de
muertos, en 1835.
En la novela El árbol de la noche de brujas de Ray Bradbury, los personajes
contemplan la forma en que se celebra el Día de Muertos.
En la película The Crow: City of Angels o la segunda parte de El Cuervo se
maneja la trama durante la celebración del Día de Muertos.
En un episodio de la serie animada Maya y Miguel se hace referencia al Día
de Muertos.
La película mexicana de animación La Leyenda de la Nahuala se sitúa en el 1º
de noviembre de 1807
En la Película "Blood in Blood Out" (Sangre por Sangre), la matanza que
desatan los chicanos contra los blancos y los negros en la cárcel, por el
control de ésta lo hacen a partir de esa fecha en honor a los muertos.
El cortometraje Hasta los huesos, de René Castillo, hace alusión al culto de la
muerte en México.
La serie animada El Tigre: las aventuras de Manny Rivera, transmitida por la
cadena Nickelodeon, tiene un capítulo especial dedicado al Día de Muertos.
Halloween
Historia
Halloween o Noche de Brujas es una fiesta que se celebra principalmente en
Estados Unidos en la noche del 31 de octubre. Tiene origen en la festividad celta
del Samhain del. En gran parte, es una celebración secular aunque algunos
consideran que posee un transfondo religioso. Los inmigrantes irlandeses
transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante la Gran
hambruna irlandesa de 1840.
La palabra Halloween es una derivación de la expresión inglesa All Hallow's
Eve (Víspera del Día de los Santos). Se celebraba en los países anglosajones,
principalmente en Canadá, Estados Unidos, Irlanda y el Reino Unido. La fuerza
expansiva de la cultura de EE. UU. ha hecho que Halloween se haya popularizado
también en otros países occidentales.
El día se asocia a menudo con los colores naranja y negro y está
fuertemente ligado a símbolos como la Jack-o'-lantern. Las actividades típicas de
Halloween son el famoso truco o trato y las fiestas de disfraces, además de las
hogueras, la visita de casas encantadas, las bromas, la lectura historias de miedo
y el visionado películas de terror.
Origen celta
Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain,
que deriva de irlandés antiguo y significa fin del verano. Los antiguos britanos
tenían una festividad similar conocida como Calan Gaeaf. En el Samhain se
celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era
considerada como el ―Año Nuevo Celta‖, que comenzaba con la estación oscura.
Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el Otro
Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus
(tanto benévolos como malévolos) pasar a través. Los ancestros familiares eran
invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se
cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los
espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu maligno
para evitar ser dañado. En Escocia los espíritus fueron suplantados por hombres
jóvenes vestidos de blanco con máscaras o la cara pintada de negro.
El Samhain también era un momento para hacer balance de los suministros
de alimentos y el ganado para prepararse para el invierno. Las hogueras también
desempeñaron un papel importante en las festividades. Todos los otros fuegos se
apagaban y en cada hogar se encendía una hoguera en la chimenea. Los huesos
de los animales sacrificados se lanzaban a la hoguera.
Otra práctica común era la adivinación, que a menudo implicaba el consumo
de alimentos y bebidas.
La tradición romana
Cuando tuvo lugar la ocupación romana de los dominios celtas la festividad
fue asimilada por estos. Aunque ya celebraban los últimos días de octubre y
primeros de noviembre una festividad conocida como la "fiesta de la cosecha", en
honor a Pomona (diosa de los árboles frutales), se mezclaron ambas tradiciones.
Las manzanas eran muy populares y pronto formaron parte de las celebraciones.
Cristianización de la festividad
En una época en la que predominaban las festividades "paganas", los
Papas Gregorio III (731–741) y Gregorio IV (827–844) intentaron suplantarla por
una festividad cristiana (Día de Todos los Santos) que fue trasladada del 13 de
mayo al 1 de noviembre.
La festividad llega a Estados Unidos
En 1840 esta festividad llega a Estados Unidos, donde queda fuertemente
arraigada. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición
durante la Gran hambruna irlandesa. Fueron ellos quienes difundieron la
costumbre de tallar los "Jack-o'-lantern" (calabaza hueca con una vela dentro),
inspirada en la leyenda de "Jack el Tacaño".
Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921.
Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota y luego le
siguieron otros estados. La fiesta adquirió una progresiva popularidad en las
siguientes décadas.
La internacionalización del Halloween se produjo a finales de los años 70 y
principios de los 80 gracias al cine y a las series de televisión. En 1978, se
estrenaba en EEUU y en el mundo entero La Noche de Halloween, de John
Carpenter; una película ambientada en la víspera de Todos los Santos que supuso
una referencia para el cine de terror de serie B; con innumerables secuelas e
imitaciones.
Actualidad
Hoy en día Halloween es una de las fechas más importantes del calendario
festivo estadounidense y canadiense. Los países latinoamericanos, aunque
conocen la festividad de Halloween, tienen sus propias festividades y tradiciones
ese mismo día aunque coinciden en cuanto a su significado: la unión o extrema
cercanía del mundo de los vivos y el reino de los muertos.
En Europa son muchas las ciudades en las que los jóvenes han decidido
importar el modo con el que Estados Unidos concibe Halloween —celebrándolo
con fiestas y disfraces. Aunque en algunos lugares, como Inglaterra, la fiesta
original ha arraigado de nuevo.
El hecho de que esta fiesta haya llegado hasta nuestros días es, en cierta
medida, gracias al enorme despliegue comercial y la publicidad engendrada en el
cine estadounidense. La imagen de niños norteamericanos correteando por las
oscuras calles disfrazados de duendes, fantasmas y demonios, pidiendo dulces y
golosinas a los habitantes de un oscuro y tranquilo barrió, ha quedado grabada en
la mente de muchas personas
Leyendas y costumbres de Halloween
Se dice que la noche de Halloween, la puerta que separaba el mundo de los
vivos del Más Allá se abría y los espíritus de los difuntos hacían una procesión en
los pueblos en los que vivían.
En esa noche los espíritus visitaban las casas de sus familiares, y para que
los espíritus no les perturbasen los aldeanos debían poner una vela en la ventana
de su casa por cada difunto que hubiese en la familia. Si había una vela en
recuerdo de cada difunto los espíritus no molestaban a sus familiares, si no era así
los espíritus les perturbaban por la noche y les hacían caer entre terribles
pesadillas.
Truco o trato
Originalmente el Truco o Trato (en inglés "Trick-or-treat") era una leyenda
popular de origen céltico según la cual no solo los espíritus de los difuntos eran
libres de vagar por la Tierra la noche de Halloween, sino toda clase de entes
procedentes de todos los reinos espirituales. Entre ellos había uno terriblemente
malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa pidiendo
precisamente "truco o trato". La leyenda asegura que lo mejor era hacer trato, sin
importar el costo que éste tuviera, pues de no pactar con este espíritu (que
recibiría el nombre de Jack O'Lantern, con el que se conocen a las tradicionales
calabazas de Halloween) él usaría sus poderes para hacer "truco", que consistiría
en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios y
maldiciones como enfermar a la familia, matar al ganado con pestes o hasta
quemar la propia vivienda. Como protección surgió la idea de crear en las
calabazas formas horrendas, para así evitar encontrarse con dicho espectro (y con
el tiempo, debido a la asociación mental entre el espíritu y las calabazas, el
nombre de este sería dado a ellas, que es como son conocidas hoy día cuando
llega esta fiesta).

Realmente, aunque se ha generalizado la traducción "truco" en castellano


por el inglés "trick" y "trato" literalmente por "treat", en el caso del "Trick-or-
treating" no se trata de un truco propiamente dicho sino más bien de un susto o
una broma por lo que una traducción más exacta sería por ejemplo "dulce o
susto".
En la actualidad, los niños se disfrazan para la ocasión y pasean por las
calles pidiendo dulces de puerta en puerta. Después de llamar a la puerta los
niños pronuncian la frase "truco o trato", "dulce o truco" o "dulce o travesura"
(proveniente de la expresión inglesa trick or treat). Si los adultos les dan
caramelos, dinero o cualquier otro tipo de recompensa, se interpreta que han
aceptado el trato. Si por el contrario se niegan, los chicos les gastarán una
pequeña broma, siendo la más común arrojar huevos o espuma de afeitar contra
la puerta.
El recorrido infantil en busca de golosinas probablemente enlace con la
tradición neerlandesa de la Fiesta de San Martín.
Jack O'Lantern
El origen de las famosas calabazas talladas deviene de una leyenda de
origen celta (a caballo entre Irlanda y Escocia) sobre Jack "El Tacaño" (Stingy
Jack en el original inglés), un granjero que engañaba y mentía a vecinos y amigos.
Esta conducta le consiguió toda clase de enemistades pero también una
reputación de persona tan malvada que rivalizaría con el mismísimo Satanás.
El Diablo, a quien llegó el rumor de tan negra alma, acudió a comprobar si
efectivamente era un rival de semejante calibre. Disfrazado como un hombre
normal acudió al pueblo de éste y se puso a beber con él durante largas horas,
revelando su identidad tras ver que en efecto era un auténtico malvado. Cuando
Lucifer le dijo que venía a llevárselo para pagar por sus pecados, Jack le pidió una
ronda más juntos como última voluntad. El Diablo se lo concedió pero al ir a pagar
ninguno de los dos tenía dinero, así que Jack retó a Lucifer a convertirse en una
moneda para pagar la ronda y demostrar sus poderes. Satanás lo hizo, pero en
lugar de pagar con la moneda Jack la metió en su bolsillo, donde llevaba un
crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí el Diablo ordenó al granjero que le dejara
libre, pero Jack no lo haría a menos que prometiera volver al infierno para no
molestarle durante un año.
Transcurrido ese tiempo, el Diablo apareció de nuevo en casa de Jack para
llevárselo al inframundo pero de nuevo Jack pidió un último deseo, en este caso
que el Diablo cogiera una manzana situada en lo alto de un árbol para así tener su
última comida antes de su tormento. Lucifer accedió, pero cuando estaba en el
árbol Jack talló una cruz en su tronco para que no pudiera escapar. En esta
ocasión Jack le pidió no ser molestado en diez años, además de otra condición:
que nunca pudiera reclamar su alma para el inframundo. Satanás accedió y Jack
se vio libre de su amenaza.
Su destino no fue mejor: tras morir (mucho antes de esos diez años
pactados), Jack se preparaba para ir al cielo pero fue detenido en las puertas de
San Pedro, impidiéndosele el paso pues no podían aceptarle por su mala vida
pasada, siendo enviado al Infierno. Para su desgracia allí tampoco podían
aceptarlo debido al trato que había realizado con el Diablo, y éste le expulsó de su
reino y le condenó a deambular por los caminos con un nabo hueco con un carbón
ardiendo dentro como única luz que guiara su eterno vagar entre los reinos del
bien y del mal. Con el paso del tiempo Jack el Tacaño fue conocido como Jack el
de la Linterna o "Jack of the Lantern", nombre que se abrevió al definitivo "Jack
O'Lantern". Esta es la razón de usar nabos (y más tarde calabazas, al ser más
grandes y fáciles de tallar) para alumbrar el camino a los difuntos en Halloween, y
también el motivo de decorar las casas con estas figuras horrendas (para evitar
que Jack llamara a la puerta de las casas y proponer Truco o trato).

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