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Los orígenes de la devoción por esta advocación en Venezuela se ubican en 1706, cuando se
extendió a los llanos de Caracas con la llegada de los capuchinos. Aunque no existen
registros exactos del año en que comenzó la veneración por la Divina Pastora en el estado
Lara, cuentan que hacia el año 1740, el Vicario parroquial de la iglesia de la Inmaculada
Concepción -ubicada en el centro de Barquisimeto- quiso incorporar a su iglesia una imagen
de la Divina Pastora, ya que había conocido esta advocación en la Catedral Metropolitana de
Caracas
Ambos sacerdotes consignaron sus solicitudes en un solo documento a un mismo escultor.
Los envíos se hicieron y los cajones contentivos de las imágenes llegaron al mismo tiempo,
pero cambiados, es decir, la Divina Pastora llegó a Santa Rosa y la Inmaculada Concepción a
la parroquia Concepción (siendo la analogía del nombre una posible causa de la confusión).
Cuando el párroco de Santa Rosa abrió el cajón y se dio cuenta de lo sucedido, ordenó a los
indios a su servicio que lo cerraran y lo llevaran a la parroquia Inmaculada Concepción, pero
para el asombro de los presentes ocurrió un hecho inusitado, calificado como un milagro: El
cajón se puso pesado y por más esfuerzo que hacían los indios para cargarlo no fue posible
levantarlo del suelo de la iglesia. Este raro acontecimiento fue interpretado como una señal del
cielo de que la Divina Pastora no se quería ir de Santa Rosa y, por ende, obedeciendo esa
señal, el padre Bernal determinó que la imagen se quedara en propiedad de la iglesia del
pueblo. Por supuesto, el párroco acepto de muy buena manera esta decisión y fue así como la
imagen de la Divina Pastora, desde mediados del siglo XVIII, fue incorporada a los altares de
la iglesia en Santa Rosa del Cerrito.
El padre Sebastián, según fuentes documentales llevado por su piedad a la Divina Pastora,
costeó de su peculio personal los gastos para adquirir joyas y atuendos preciosos para la
imagen, estimuló la fe y la devoción entre los feligreses y en sus disposiciones testamentarias
legó a la Divina Pastora buena parte de sus bienes. Con esto buscaba que después de su
muerte la devoción perdurara en el tiempo. Su entrega puede ser vista como un acto
premonitorio de los acontecimientos que a mediados del siglo XIX convertirían a la imagen de
la Divina Pastora en la Patrona de Barquisimeto.
Otro hecho que dio fuerza a la veneración de la Divina Pastora fue cuando durante el terrible
terremoto que devastó a Venezuela el 26 de marzo de 1812 (fecha que cayó en Jueves
Santo) se desplomó por completo el templo de Santa Rosa, excepto el nicho en donde se
encontraba la Divina Pastora, que permaneció intacto. Esto fue interpretado como un hecho
providencial del poder de Dios y la intercesión de la Virgen María para la protección de sus
creyentes. Cabe destacar que el nicho del terremoto reposa en el Museo de Santa Rosa.
En 1835 el presbítero José Macario Yépez fue designado Vicario Foráneo de Barquisimeto.
Dos años después fue nombrado Cura Interino de la iglesia Inmaculada Concepción, y al poco
tiempo pasó a ser el párroco responsable del acontecer eclesiástico de toda la parroquia. Fue
un vicario que además del ejercicio dinámico de sus funciones tuvo una dilatada y conocida
trayectoria pública, por lo que supo ganarse el respeto y el aprecio de todos los estratos
sociales de la colectividad barquisimetana.
En 1855 llegó a Barquisimeto la epidemia de cólera que azotaba el país. Como el contagio y el
número de fallecidos aumentaba cada día, el padre Yépez decidió enfrentarla convocando el
14 de enero de 1856 a una rogativa en el sitio de Tierritas Blancas, donde habían colocado
días antes, para la protección de los pobladores, una Cruz Salvadora. Impartió instrucciones
para que se hicieran las gestiones necesarias, con el fin de traer al sitio la imagen de la Divina
Pastora desde Santa Rosa y la del Nazareno desde la iglesia de la Concepción. Buscaba
realzar la rogativa, promoviendo el encuentro de ambas imágenes ante la Cruz Salvadora. El
Nazareno llegó primero y la gente, de rodillas, esperó pacientemente la llegada de la Divina
Pastora. El padre Yépez, acompañado del presbítero José María Raldiriz, su amigo y
colaborador más inmediato, presidió la ceremonia mientras los feligreses oraban, implorando
el cese de la epidemia. Dicen que a partir de ese día la epidemia comenzó a perder su
intensidad y hubo menos víctimas. Culminó la ceremonia ante la Cruz Salvadora y la imagen
sagrada no regresó a su iglesia, sino que fue llevada a la iglesia Concepción, donde fue
recibida por el Padre Yépez, quien había ofrecido dar una plática para concluir a lo grande la
rogativa. Sus palabras resonaban en la iglesia, suplicando la ayuda celestial y exhortando a
los fieles a que acudiesen confiadamente ante la Divina Pastora para implorar su amparo y
protección, cuando de repente, en mitad de su discurso, el sacerdote cayó de rodillas ante la
imagen de la Divina Pastora y con los brazos en cruz, ofreció su vida para que la epidemia
tocara su fin, exclamando: "Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina,
por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los
dolores que experimentó tu divino corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo
en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡Que sea yo la última
víctima del cólera"
La epidemia efectivamente terminó gracias a la intercesión milagrosa de la Divina Pastora, y el
padre Yépez, al morir el 16 de junio de 1856, se convirtió en la última víctima de esa ola de
cólera. Fue así como quedó determinado que José Macario Yépez ofreció su vida el 14 de
enero de 1856, en un sacrificio pleno de bondad y entrega, para salvar la ciudad de la
epidemia de cólera. Esa es la tradición que ha perdurado hasta el presente, grabada en la
memoria colectiva de los barquisimetanos.
Iglesia de Santa Rosa colmada de las tradicionales danzas de los zaragozas durante la celebración del
día del cultor larense.
Vestido donado por el presidente Luis Herrera Campins, utilizado en la procesión del 14 de enero de
1981.
Himno[editar]
Por motivo de la quincuagésima visita de la Virgen a Barquisimeto, Andrés Delgado compuso
el himno de la Divina Pastora, el cual cantó con la música de Simón Wohnsiedler. Fue
interpretada por primera vez en público, durante la procesión del 14 de enero de 1906, como
merecido homenaje del pueblo larense hacia su guía espiritual. Desde entonces, el himno en
honor a la madre espiritual de los larenses ha sido interpretado a lo largo de generaciones por
el multitudinario coro de voces que regocijado y enternecido ante la presencia de su excelsa
patrona, la acompaña en su tradicional peregrinar por las diferentes parroquias del Municipio
Iribarren y en algunas ocasiones los municipios del Estado Lara.
A continuación, la letra del himno:
CORO
¡Oh piadosa y amante Pastora!
De las almas dulcísimo amor,
Oye el himno que canta, señora,
Los que te aman con santo fervor.
I
Tú eres, madre, divino consuelo
Del que lleva en el alma el pesar;
Tú le ofreces las dichas del cielo
Al que siempre te sabe alabar.
II
Flores puras, lozanas y bellas,
Su exquisita fragancia te dan;
Y alrededor de tu trono de estrellas
Los querubes cantándote están.
III
A tu influjo, Pastora celeste,
Para siempre de aquí se alejó
La horrorosa y mortífera peste
Que a este pueblo infeliz desoló.
IV
Dadnos, Virgen, la paz que anhelamos
Y con ella la dicha eternal,
Cómo siempre nosotros te amamos
dulce madre de todo mortal.
Museo Arquidiocesano Divina Pastora[editar]
Al lado del templo está el Museo Arquidiocesano de la Divina Pastora, donde los visitantes
pueden apreciar lo siguiente:
Curiosidades y anécdotas[editar]