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El síndrome de Down

Estas personas poseen ciertas características físicas, como un rostro más plano de lo
habitual y los ojos achinados. También es posible que tengan algún problema médico,
como anomalías cardiacas (defectos en el corazón). Los niños afectados por el síndrome
de Down suelen tener problemas de aprendizaje y les cuesta mucho más tiempo aprender
a hablar y a cuidar de sí mismos.

Pero, a pesar de tantos desafíos, los niños con síndrome de Down pueden ir a centros de
estudios ordinarios, hacer amigos, disfrutar de la vida y conseguir trabajo cuando sean
mayores. El hecho de recibir ayuda especial lo antes posible (cuando sean bebés o niños
de menos de dos años) puede ser la clave para que puedan llevar vidas más saludables,
más felices y más independientes.

La causa está en los cromosomas


La mayoría de las personas tiene 23 pares de cromosomas, es decir, un total de 46. Pero
los bebés que nacen con síndrome de Down tienen un cromosoma de más (47 en vez de
46) o bien un cromosoma provisto de una parte adicional. Este material genético sobrante
ocasiona problemas en la forma en que se desarrollan sus cuerpos.

Abundan los problemas de salud


Aproximadamente la mitad de los bebés con síndrome de Down nacen con anomalías
cardíacas, lo que significa que, cuando estaban en el vientre materno, sus corazones se
desarrollaron de una forma diferente y, por lo tanto, no funcionan como deberían.
Generalmente estos problemas se pueden corregir mediante "intervenciones quirúrgicas",
otra forma de llamar a las "operaciones". Algunos bebés presentan problemas intestinales
que también se pueden corregir de este modo.

Los niños con síndrome de Down son más propensos a contraer infecciones que afectan a
los pulmones y a la respiración. Y, cuando las contraen, les suelen durar más tiempo.
Pueden presentar problemas oculares y/o de oído y también alteraciones digestivas, como
el estreñimiento. Algunos pueden desarrollar leucemia, que es un tipo de cáncer. Cada
persona que padece el síndrome de Down es diferente y es posible que presente solo uno
de los problemas que acabamos de mencionar, varios problemas o todos ellos.
Los niños con síndrome de Down tienden a crecer y a desarrollarse más despacio que
otros niños. Suelen empezar a caminar o a hablar más tarde que otros bebés. Los
tratamientos y ayudas especiales, como los que facilitan la fisioterapia y la logopedia,
pueden dar a estos niños un empujón en lo relativo a sus habilidades para desplazarse y
comunicarse

¿Qué vida lleva un niño con síndrome de Down?


Muchos niños que padecen síndrome de Down estudian en escuelas o centros de estudios
ordinarios y asisten a clases ordinarias. Algunos necesitan clases especiales en las
asignaturas donde tienen más problemas de aprendizaje. Sus padres colaboran con los
profesores del niño y otros profesionales para elaborar un programa que contemple la
forma más adecuada de facilitar el proceso de aprendizaje a cada niño en concreto. A los
niños con síndrome de Down también les gusta jugar, hacer deporte y participar en
distintas actividades, como las clases de música o de baile.

Puesto que los niños con síndrome de Down tienen un aspecto diferente, hay algunos
niños que se meten con ellos y se burlan de ellos. Pero los niños con síndrome de Down
tienen sentimientos como cualquier otra persona y, cuando alguien se mete con ellos,
hiere sus sentimientos. Los niños con síndrome de Down quieren que los acepten y les
gusta tener amigos. Si conoces a algún niño con síndrome de Down, puedes serle de gran
ayuda evitando burlarte de él. En lugar de ello, tiéndele la mano y dirígele amigables
palabras de ánimo.
Los jóvenes con síndrome de Down muestran capacidades diversas en el funcionamiento
de las actividades de la vida diaria, en el funcionamiento cognitivo, en la conducta y en las
habilidades sociales. A menudo viven con sus familias bien entrada la adultez y siguen
dependiendo de ellas en lo que respecta a los apoyos y a la participación en actividades.
Tanto las familias como los profesionales responsables de las personas con síndrome de
Down se enfrentan con crecientes cargas emocionales y económicas conforme los jóvenes
pasan de la escuela a la adultez, con el consiguiente impacto sobre la calidad de vida
familiar".

La importancia del juego en el síndrome de Down


Como mencionábamos anteriormente, el juego es esencial en todas las etapas de
desarrollo infantil. El motivo es que no solo resulta útil para entretener a los más
pequeños y conseguir que lo pasen bien, sino porque también favorecen el correcto
desarrollo de la personalidad y de las habilidades cognitivas.
Mediante el juego, todos los niños aprenden a conocerse a ellos mismos así como a todo
lo que les rodea, incluyendo a otras personas. Adquieren todo tipo de conocimientos
sobre su cuerpo y sobre cómo funcionan los objetos, instrumentos y utensilios.

Por regla general, los niños sin ningún tipo de condición de salud o psicológica especial
poseen la capacidad de aprender a jugar por sí solos, aunque el hecho de hacerlo con un
adulto refuerza la capacidad para interaccionar con otros así como los lazos de unión
entre ellos. Sin embargo, esto no ocurre igual con los niños con síndrome de Down.
En estos casos los pequeños no suelen presentar esa iniciativa propia a la hora de iniciar el
juego, por lo que se recomienda la colaboración y apoyo de otra persona. Debido a las
características físicas y psicológicas propias de este síndrome el niño puede manifestar
ciertas dificultades para aprender a juga

El juego
Todos los niños necesitan jugar. No sólo porque lo pasan bien -lo cual ya sería suficiente-,
sino porque es imprescindible para un buen desarrollo de su personalidad. Aprenden a
conocerse y a conocer lo que les rodea. Aprenden a manejar su cuerpo y a usar materiales
diversos para alcanzar unos objetivos.
Los niños sin problemas tienen capacidad para aprender a jugar por sí mismos, sin la ayuda
de un adulto -aunque les conviene jugar mucho con sus padres- e incluso pueden jugar con
poco material específico.
Sin embargo, los niños con síndrome de Down no suelen tener esa iniciativa propia y
necesitan ser ayudados desde que nacen. Dadas sus condiciones físicas y psíquicas tienen
dificultades para aprender a jugar. El tiempo, esfuerzo y entusiasmo que debe dedicárseles,
se verán compensados cuando se descubre que, poco a poco, van siendo capaces de
desplegar actividades propias con iniciativa y creatividad.
Para empezar, muchos juegos deben realizarse sin juguetes. Es el adulto u otro niño quien
pone su persona, su cara, sus movimientos, sus canciones, su capacidad de representación
o simbolización.
De este modo, el bebé juega con la cara de su madre: la mira, la observa, la explora con sus
manos. A partir de los seis meses disfruta con las canciones y rimas. El niño con síndrome
de Down necesita de un modo especial estos juegos y aprenderá a hacer los gestos
adecuados, incluso anticipándose al texto. Más tarde, será capaz de escuchar cuentos
mirando imágenes; y por último, podrá representar él mismo algún personaje o animal y
participará en actividades de simbolización.
Además de estos juegos que deben realizarse a lo largo de toda la infancia, hay otros en los
que es preciso utilizar juguetes. También será necesario que el adulto guíe al niño con
síndrome de Down y le enseñe y facilite el uso y disfrute del material que se le ofrece.

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