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Tema 5

Familia e Intervención Social

Técnicas para la
intervención social con
familias
Índice
Esquema 3

Lecturas obligatorias 4
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5.1. Introducción y objetivos 4


5.2. Técnicas diagnósticas 5
5.4. Técnicas de evaluación 23
5.5. Referencias bibliográficas 26

Lecturas recomendadas 28

Otros recursos 30
Esquema
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Tema 5. Esquema
Lecturas obligatorias

5.1. Introducción y objetivos

Si en el anterior tema veíamos los modelos de intervención, en esta ocasión


aumentamos el nivel de concreción para centrarnos en aquellas técnicas o
instrumentos que podemos aplicar como profesionales con el objetivo de alcanzar un
conocimiento profundo y exhaustivo de la situación familiar.

En general, tal y como sostienen Escartín et al., (1997, p. 250), «todo lo que hace
referencia a la relación […] debe ser tenido en cuenta y aplicado en nuestro trabajo
con familias». Es decir, tanto las técnicas propias de la intervención individual, como
la entrevista o la escucha activa, así como aquellas otras herramientas más usuales
de la acción grupal o comunitaria —por ejemplo, la asamblea o el sociograma —
tienen cabida en la intervención familiar. En palabras de las autoras anteriormente
mencionadas, «la familia es el nexo de unión entre lo macro y lo micro —es decir, de
lo societario con lo individual—, ya que comparte características de ambos niveles»
(Escartín et al., 1997, p. 250).

Por todo ello, en este tema profundizaremos en cuatro instrumentos concretos cuya
aplicación nos permitirá elaborar una valoración diagnóstica y orientar la
intervención con el sistema familiar. Posteriormente, en el apartado de Lecturas
recomendadas del tema, se presentan otras dos técnicas igualmente válidas para
este fin.
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Así, con el estudio de este tema se persigue alcanzar los siguientes objetivos:

 Adquirir un conocimiento avanzado sobre varias técnicas concretas de


intervención social familiar.
 Valorar la idoneidad de la aplicación de una técnica frente a otra.

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 Comprender la complejidad de la familia como sistema a través del conocimiento
de la aplicación de las técnicas.

5.2. Técnicas diagnósticas

En palabras de Fernández y Ponce de León (2019, p. 273): «Las técnicas diagnósticas


son de gran utilidad porque permiten recopilar, ordenar, estructurar y presentar los
datos recopilados del caso familiar de una forma clara, sencilla y útil, mediante una
representación gráfica».

Entre ellas podemos encontrar las siguientes (Fernández y Ponce de León, 2019): el
mapa de relaciones, el mapa de redes, el culturograma, el cronograma, el ciclograma
o la visita domiciliaria.

Sin embargo, en este apartado vamos a centrarnos en dos de las técnicas diagnósticas
más conocidas y utilizadas en la práctica profesional de la intervención familiar, a
saber: el genograma y el ecomapa.

El genograma

En la práctica profesional, a la hora de evaluar un sistema familiar mediante el


enfoque sistémico, existen varias técnicas que se utilizan con asiduidad, tales como
las entrevistas a los miembros de la familia, los autoinformes de los propios
miembros o los registros realizados en evaluaciones anteriores. Sin embargo, todas
las técnicas anteriores confluyen en la herramienta por excelencia del modelo
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sistémico: el genograma (McGoldrick y Gerson, 1987; Escartín et al., 1997; Ceberio,


2018).

Su autoría corresponde a Bowen, quien, en 1978, lo ideó para plasmar gráficamente


el funcionamiento de una familia a lo largo de tres generaciones. Para ello, recoge

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hitos familiares capaces de modificar su trayectoria vital y registra las relaciones
entre los miembros. Lo hace con una metodología muy sencilla que refleja las
dinámicas que determinan la funcionalidad del sistema (McGoldrick y Gerson, 1987;
Compañ et al., 2012; Ceberio, 2018).

Según McGoldrick y Gerson (1987), en la creación de un genograma hay tres etapas


fundamentales: el trazado de la estructura familiar, el registro de información sobre
la familia y el delineado de las relaciones familiares.

Primera etapa: trazado de la estructura familiar

En esencia, un genograma es un reflejo gráfico de los lazos biológicos y legales de los


miembros de una familia. Para componerlo, se dispone una serie de figuras que
representan a las personas que componen el sistema familiar y se enlazan mediante
una multiplicidad de líneas que describen la naturaleza de sus relaciones.

Con el tiempo, a pesar de una cierta confusión inicial, se han unificado y


estandarizado los símbolos del genograma, lo que permite un alto grado de
universalidad en las descripciones y facilita que puedan ser interpretadas por un
elevado número de profesionales. Así, los miembros masculinos se identifican con un
cuadrado y los femeninos con un círculo, siendo la línea doble en ambos casos cuando
se trata de la persona que motiva el genograma. Los fallecimientos se señalan con
una equis en el interior, sobre la que también puede escribirse la edad de
fallecimiento y, de igual modo, existen símbolos específicos para embarazos, abortos,
etc. (McGoldrick y Gerson, 1987; Escartín et al., 1997; Compañ et al., 2012; Cebeiro,
2018).
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Figura 1. Símbolos para representar a cada miembro del sistema familiar. Fuente: Compañ et al., 2012.

Por otro lado, en cuanto a las líneas que unen a las personas, son rectas y ascienden
en un ángulo de noventa grados hasta la figura, siendo las de matrimonio con el
hombre a la izquierda y la mujer a la derecha y, entre los dos, sobre la línea horizontal,
se sitúa una M a la que sigue la fecha del enlace. De igual modo, si la línea horizontal
se corta por una barra inclinada, se está representando una separación; y si son dos
barras, entonces se trata de un divorcio. Si queremos representar matrimonios
múltiples, lo mejor es colocar a la figura que nos ocupe —hombre o mujer— en el
centro junto a su pareja actual, mientras que los demás matrimonios se disponen a
los lados respetando el orden cronológico, que vendrá señalado con su
correspondiente lapso de duración sobre la línea horizontal. Por otro lado, para los
matrimonios anteriores de las parejas, se realiza una segunda línea sobre la primera
y se incluyen sus anteriores relaciones con la fecha oportuna. Por último, para
convivencias sin matrimonio, la línea se traza discontinua (McGoldrick y Gerson,
1987; Escartín et al., 1997; Compañ et al., 2012; Cebeiro, 2018).

Por su parte, los hijos se disponen bajo la línea de sus padres, conectados a ella por
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una línea vertical en ángulo de noventa grados y ordenados de izquierda a derecha


por orden ascendente de edad. Como casos excepcionales, los hijos adoptados se
conectan a la línea de los padres mediante una línea vertical discontinua y los hijos
gemelos se conectan por dos líneas que convergen en su unión con la línea de los

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padres, pudiéndose conectar entre sí por una línea horizontal cuando se trata de
gemelos idénticos (McGoldrick y Gerson, 1987; Compañ et al., 2012; Cebeiro, 2018).

Figura 2. Símbolos para representar a los hijos en el sistema familiar. Fuente: Compañ et al.,2012.

Por último, al rodear a las figuras y agruparlas con una línea de puntos, señalamos el
grupo de individuos que conviven bajo un mismo techo, lo que resulta especialmente
útil en el caso de hijos de padres casados en segundas o posteriores nupcias y que
conviven con uno u otro progenitor (McGoldrick y Gerson, 1987; Compañ et al., 2012;
Cebeiro, 2018).

Segunda etapa: registro de la información familiar

Una vez se ha trazado el esquema de la estructura familiar, podemos aportar datos


de carácter demográfico, como edades, fechas de fallecimientos y nacimientos,
profesiones, estudios, etc.; datos funcionales, como información médica, emocional,
conductual, etc.; y sucesos familiares críticos (McGoldrick y Gerson, 1987).

Estos últimos son de especial importancia porque fundamentan la continuidad


cronológica de la familia y dan sentido a la historia personal de cada miembro del
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genograma. Dado que el criterio de esta categoría radica en su importancia, incluye


a las categorías anteriores, en tanto que los datos referidos sean de especial
relevancia para los individuos implicados o afectados por ellos. Así, caben datos
demográficos, como fallecimientos o nacimientos, divorcios, cambios de trabajo,

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etc.; y datos funcionales, como enfermedades, adicciones, depresiones, etc. Y, por
supuesto, también se incluyen los éxitos y la información positiva destacada
(McGoldrick y Gerson, 1987; Compañ et al., 2012 y Cebeiro, 2018).

Debido a la cantidad de hechos relevantes que podemos incluir y a que, incluso,


puede referirse a una sola persona del genograma, este conjunto de datos puede
presentarse al margen del genograma —o en otra hoja, si fuese necesario— en forma
de cronología, poniendo el año y, a continuación, el hecho reseñable que queremos
incluir (McGoldrick y Gerson, 1987).

Figura 3. Genograma de una familia ficticia. Fuente: Compañ et al.,2012.

Tercera etapa: delineado de las relaciones familiares

El último nivel es el que más capacidad de análisis e interpretación exige al


profesional, ya que se basa en la observación directa y en el informe redactado de
acuerdo con las entrevistas realizadas a los miembros de la familia. Estas relaciones,
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que muchas veces exigen la elaboración de un genograma relacional en el que, para


mayor claridad, se excluyen algunos de los datos, se representan con una variada
tipología de líneas para reflejar distintos tipos de vinculaciones como las que vemos
en el siguiente cuadro:

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Figura 4. Relaciones entre los miembros del sistema familiar. Fuente: Compañ et al., 2012.
La cantidad de información que puede contener un genograma puede tornarlo
complejo y perjudicar su pretendida claridad visual. No obstante, no podemos perder
de vista que el foco del genograma es la llamada persona índice, representada por
una doble línea circular o cuadrada, según su sexo, por lo que los detalles de los otros
miembros son relevantes en cuanto a su relación con ella. En consecuencia, la
complejidad del genograma dependerá de la profundidad de la información y del
número de personas relacionadas que sean relevantes. Es por ello por lo que, en
ocasiones, puede ser necesario trazar más de una página de genograma, en cuyo
caso, existen símbolos que permiten unir dos o más genogramas (McGoldrick y
Gerson, 1987; Compañ et al., 2012; Cebeiro, 2018).
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Figura 5. Genograma. Fuente: Aguayo y Rojas, 2010, p. 130.

Por otra parte, a la hora de elaborar un genograma, es importante subrayar la


importancia del trabajo de documentación previo, pues de él dependerá la
rigurosidad del esquema resultante. Así pues, a continuación, revisamos brevemente
algunos de los aspectos más importantes que debemos tener en cuenta en la fase
previa a su realización (McGoldrick y Gerson, 1987; Compañ et al., 2012; Cebeiro,
2018):

 La entrevista: suele tener lugar en un contexto familiar y debe tener en cuenta las
motivaciones y expectativas de la familia, por lo que el profesional no debe
intervenir u orientar las respuestas, ya que el fin último del genograma es ayudar
a la familia. Por disponibilidad, se suele realizar la entrevista a un solo miembro de
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la familia, pero, si aumentamos el número de sujetos, también aumentamos la


fiabilidad de los datos. En este sentido, es habitual que distintos miembros
aporten versiones diferentes sobre un mismo hecho.

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 La red de información familiar: la información se recoge como una red cuyos
círculos se van ampliando a medida que disminuye su relación directa con el
objeto de estudio.

 El problema y su contexto: es importante que el profesional relacione el problema


que se estudia con el núcleo familiar, para ver cómo afecta a cada uno y qué
opinión tiene acerca de la situación.

 La situación actual: el profesional debe preguntar sobre los acontecimientos que


han derivado en la situación actual y las personas involucradas en él.

 El contexto familiar extenso: es importante obtener la información relativa a


generaciones pasadas o a núcleos familiares colaterales, ya que su influencia ha
podido causar o contribuir a la situación actual.

 El contexto social: el contexto social inmediato al núcleo familiar —desde amigos,


hasta profesores, compañeros de trabajo, médicos, etc.— es un factor de gran
influencia sobre los miembros de la unidad familiar y, por consiguiente, debe ser
objeto de estudio.

 Los datos: ya sean de carácter demográfico o funcional, deben ser contrastados


con varios miembros de la familia siempre que sea posible.
 El enfoque histórico: para comprender las causas del problema actual, hay que
determinar el conjunto de acciones pasadas de la historia familiar que han influido
en su aparición.

 Relaciones y roles familiares: conocer las dinámicas relacionales de una familia y


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los roles de sus miembros es fundamental para alcanzar una perspectiva holística
de la familia.

 Preguntas difíciles: el profesional no deberá evitar formular preguntas incómodas,


ya sean de carácter médico-psicológico, de adicciones o sobre hechos criminales.

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 Selección de los datos relevantes: como hemos visto, es complicado organizar la
información. Si nos excedemos, la complejidad del genograma impedirá su
correcta interpretación y, si nos quedamos cortos, podemos omitir información
relevante para discernir la naturaleza del problema que estamos estudiando. No
obstante, existen algunas pautas, como prestar atención a la coincidencia de
fechas —por ejemplo, de un fallecimiento con una depresión, de una pérdida de
trabajo con una adicción, etc.—, síntomas o conductas que se repiten, y hechos
que ocasionan cambios drásticos en la vida de la familia, especialmente aquellos
que no entraban en su plan vital.

El ecomapa

El ecomapa es un instrumento muy ligado al modelo de redes sociales, ya que


permite al profesional identificar de un vistazo las interrelaciones del sistema familiar
con los distintos sistemas externos, así como con el entorno sociocultural en el que
se desenvuelve. Es decir, el ecomapa representa gráficamente y de forma
esquemática la red externa de recursos de la familia, por lo que suele resultar una
ampliación y un complemento del genograma que aporta una información del
contexto extrafamiliar en tanto que refleja las relaciones de la familia con los
suprasistemas en los que participa, tales como familia extensa, sistema sanitario,
entorno laboral, entorno educativo, ocio, amistades, etc. (Hartman, 1978; Escartín et
al., 1997).

En palabras de su autora, la Dra. Ann Hartman (1978, p. 467), el ecomapa:

«Representa un panorama de la familia y su situación; hace visibles las


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conexiones importantes que nutren las relaciones, la carga conflictiva entre


la familia y su mundo; muestra el flujo de los recursos, las pérdidas y
deprivaciones. Este procedimiento de dibujar el mapa destaca la naturaleza
de las interfases y puntos de conflicto que se deben mediar, los puentes que
hay que construir y los recursos que se deben buscar y modificar» (la
traducción es nuestra).

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Asimismo, cabe destacar que el ecomapa es una herramienta que se adapta a los
cambios de la estructura familiar y los sistemas con los que se relaciona. Al mismo
tiempo, nos permite identificar con facilidad y rapidez los recursos que una familia
puede necesitar en situación de crisis. Igualmente, nos facilita una información muy
valiosa sobre las carencias de recursos, los problemas entre los miembros y sus
consiguientes subsistemas y nos muestra el nivel de aislamiento social de la familia
(Hartman, 1978; Escartín et al., 1997).

En cuanto a su elaboración, el ecomapa pone el genograma en su centro y, en torno


a este núcleo familiar, se sitúan los extrasistemas con los que la familia se
interrelaciona y que utiliza como recursos. La naturaleza de estas interacciones se
representa gráficamente con las mismas líneas que se utilizan para la elaboración del
genograma, conectando las distintas organizaciones.

Por último, el ecomapa permite al profesional trabajar en colaboración con la


familia sobre los cambios que han afectado su funcionalidad. Gracias al análisis
abordado durante la realización del ecomapa, podemos ofrecer una información a la
familia que le permita comprender su situación actual e incluso prevenir futuros
problemas, así como buscar ayuda por anticipado en las redes de apoyo psicosocial
con que se relaciona, al tiempo que se puede valorar la influencia positiva o negativa
de su interrelación (Hartman, 1978; Escartín et al., 1997).
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Figura 6. Ecomapa de un adulto mayor ficticio. Fuente: Navarro y Rodríguez, 2010, p. 21.

Al contrario que el genograma, el ecomapa, además de mostrarnos la estructura


familiar y sus relaciones internas, nos muestra también las relaciones externas o
extrafamiliares, lo que resulta crucial para valorar su idoneidad, su utilidad y su
influencia en la situación del sistema familiar. Por otro lado, el ecomapa tiene una
serie de características que lo hacen muy recomendable en el trabajo con familia. En
primer lugar, su sencillez de elaboración; en segundo lugar, su aplicación en diversos
ámbitos sociales, y por último, por su capacidad de síntesis resulta perfecto para que
el profesional diseñe un plan de actuación en el que se propone una intervención, se
aplica y se evalúan los resultados, siempre teniendo en cuenta la importancia de la
relación familia-contexto (Hartman, 1978; Escartín et al., 1997).
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Figura 7. Ecomapa adaptado al castellano. Fuente: Nascimento et al., 2005, p.283.

5.3. Técnicas de intervención

Una vez que hemos elaborado el diagnóstico de la situación familiar es momento de


planificar y ejecutar la intervención. En el ámbito familiar, la intervención conlleva
una connotación de índole terapéutica y las técnicas que aplicar son más complejas
y requieren un mayor esfuerzo cognitivo por parte de los profesionales, puesto que
el volumen de información que se debe manejar es mucho mayor (Fernández y Ponce
de León, 2019).
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Por este motivo, las técnicas de intervención no suelen ser llevadas a cabo en
exclusiva por un profesional, sino que lo habitual es que formen parte de un
programa o plan dentro de un equipo interdisciplinar de trabajo (Fernández y Ponce
de León, 2019).

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A continuación, vamos a analizar dos técnicas muy diferentes, que obedecen a dos
estrategias o modelos de intervención distintos: la rueda de resiliencia y la entrevista
sistémica.

La rueda de resiliencia

La rueda de la resiliencia se basa en el trabajo de Clay y Silbergerg titulado Resilence


Indentification Resources Kit, publicado en 2004. Se trata de un recurso que
posibilita determinar los factores de riesgo y plantear estrategias basadas en el
desarrollo positivo ante una situación adversa (Rodrigo et al., 2019).

En cuanto a instrumento de trabajo, destaca por su facilidad de uso por una amplia
tipología de profesionales, por ejemplo: del trabajo social, la educación social, la
mediación, la enfermería, etc. De hecho, su uso puede extenderse a un fin educativo
para descubrir y promover el desarrollo de aptitudes y competencias.

En primer lugar, se busca conocer a la familia objeto de estudio desde una visión
focalizada en sus fortalezas. De esta manera, podremos ayudarla a lograr un buen
ajuste a pesar de sus circunstancias desfavorables de carácter social, escolar, familiar
o personal. Además, este enfoque también ayuda a crear un clima de confianza que
influye positivamente para sentar las bases sobre las que construir el cambio
(Rodrigo et al., 2019).

En este sentido, antes de utilizar la rueda de la resiliencia, serán necesarias una o dos
entrevistas con las que el profesional explorará aspectos básicos de la vida de la
familia, siempre desde un punto de vista positivo y de reafirmación de sus fortalezas,
para, finalmente, pasar a analizar los problemas. Entre los temas que el profesional
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recogerá en estas entrevistas, está la información personal básica, el genograma, las


redes de apoyo y personas de referencia, el autoconcepto sobre las capacidades de
la familia, sus habilidades y comportamientos sociales y su percepción acerca de la
problemática que los ha llevado a la situación actual (Rodrigo et al., 2019).

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Una vez hayamos concluido las entrevistas y hallamos recogido la información,
podemos comenzar con la técnica propiamente dicha. Así, tal y como hemos
explicado, durante la realización de la rueda de la resiliencia, la familia descubrirá
junto al profesional sus aptitudes y fortalezas, tomará conciencia de ellas y
desarrollará nuevas para hacer frente a la situación adversa que se le ha
presentado.

En cuanto a su formato, la rueda de la resiliencia está formada por una circunferencia


central en cuyo interior la propia familia señala sus características personales para,
con posterioridad, añadir alrededor sus capacidades, fortalezas, éxitos, aptitudes y
redes sociales de apoyo. Como el papel de la familia es fundamentalmente activo,
antes de comenzar, deberemos explicarles su funcionamiento, el concepto de
resiliencia, su objetivo, así como su naturaleza maleable, susceptible de cambios,
correcciones, matizaciones y su papel de guía durante las reuniones conjuntas
(Rodrigo et al., 2019).

A la hora de completar la rueda, cada parte tiene un contenido concreto:

 Parte central: la familia debe aportar información sobre su identidad, para lo que
se les preguntará sobre sus rasgos positivos, sus fortalezas, de qué se sienten
orgullosos como familia, cuáles son sus intereses, preferencias de ocio familiar,
etc.

 Parte superior: la familia debe aportar información sobre sus figuras y lugares de
referencia, dónde se sienten seguros, con quién se sienten seguros, con quién les
gusta estar, cuál es su red de apoyo informal, cuál su red de apoyo formal, a qué
lugar sienten que pertenece, quiénes les hacen sentir bien y valiosos, etc.
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 Parte inferior: la familia debe aportar información sobre sus logros: retos
superados, habilidades para superarlos y cómo lo hicieron, etc.

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Durante la cumplimentación de la rueda, el profesional debe adaptarse al ritmo de la
familia, permitiendo que se detengan en aquellos aspectos que les sean de mayor
interés o que susciten mayor debate. Por último, se les pide que puntúen cada área
de la rueda de 0 a 10, donde 0 sería una carencia absoluta y 10 una satisfacción total.

Tras ello, el profesional debe pedir a la familia permiso para obtener una copia que
deberá examinar y estudiar detenidamente para, después, iniciar un proceso de
reflexión conjunta que permita diseñar un plan de mejora de aquellas áreas en las
que la puntuación ha sido más baja. Con este plan, se pretende mostrar a la familia
que, con sus propios recursos e introduciendo algunos cambios, puede conseguir
revertir la situación (Rodrigo et al., 2019).
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Figura 8. Representación gráfica de la rueda de la resiliencia. Fuente: elaboración propia.

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La entrevista sistémica

Según Fernández y Ponce de León (2019, p. 290), podemos definir la entrevista como
«la interacción o relación interpersonal que se establece entre los miembros de una
familia y el profesional, recopilando la información necesaria para llevar a cabo el
análisis de la problemática y la elaboración de unas hipótesis de trabajo […]».

Si bien la entrevista es una técnica que se utiliza prácticamente en la totalidad de los


modelos o estrategias de intervención social, cuando se aplica en el ámbito familiar
desde la orientación sistémica esta técnica cuenta con algunas particularidades que
la dotan de una personalidad propia. Veamos cuáles son.

Hipotetización

Consiste en la habilidad del profesional para generar hipótesis acertadas a partir de


las informaciones que ha recibido de las familias con que interviene. Su importancia
radica en que esas hipótesis deben ser el punto de partida de su investigación. Sobre
ello, conviene aclarar que el estudio del funcionamiento de un sistema familiar nunca
parte de cero, sino que se suele contar con una información estandarizada recogida
mediante entrevistas telefónicas previas o informes profesionales anteriores con los
que el profesional obtiene una primera perspectiva de la situación que le permite
formular la hipótesis. Por otro lado, cabe indicar que dicha hipótesis no será ni
verdadera ni falsa, sino acertada o equivocada, lo que conoceremos tras su
verificación. No obstante, para verificarla, partiremos de ella, lo que nos ayudará a
investigar y adquirir una visión más profunda de nuestro objeto de estudio. En
consecuencia, incluso una hipótesis equivocada será de ayuda y nos permitirá
avanzar en nuestro trabajo (Selvini et al., 1980; Andolfi et al., 1985; Escartín et al.,
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1997; Gómez, 2008).

En cuanto a la naturaleza de la hipótesis, al igual que el objeto de estudio, debe ser


sistémica, es decir, debe contemplar a la totalidad de los miembros de la unidad

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familiar y permitirnos formular un supuesto relativo al funcionamiento global de sus
relaciones intrasistémicas (Selvini et al., 1980; Gómez, 2008).

Algunos ejemplos de hipótesis en una intervención familiar pueden ser:

 Que la conducta disruptiva de uno de los hijos enmascare un reclamo de atención


de un progenitor periférico.
 Que la depresión de uno de los progenitores se vea agravada por la usurpación de
su rol por parte de otro miembro de la familia (abuelo parentalizado, por ejemplo).

Circularidad

Tras la hipotetización, la circularidad nos permitirá contrastar nuestra hipótesis de


trabajo mediante la obtención de la información. Así, la circularidad es la fase
intermedia que podemos definir como la capacidad del profesional para progresar en
su investigación a través de las interacciones relacionales de la familia y su efecto en
sistema global —retroacciones—, así como mediante la información solicitada en
cuanto a las relaciones.

Para conseguir esa información se emplea la circularidad, asentada sobre dos


máximas: la información es una diferencia y la diferencia es una relación. Es decir,
cuando dos o más miembros de la familia difieren acerca de una situación, esa
disparidad es en sí misma una información sobre la naturaleza de la relación (Selvini
et al., 1980; Andolfi et al., 1985; Escartín et al., 1997).

En este proceso, el profesional deberá indagar sobre las relaciones, efectuando la


misma pregunta a distintos miembros y comparando sus respuestas acerca de las
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características de sus relaciones con otros miembros y de otros miembros entre sí, y
donde el sujeto ha de contestar como un tercero cuya respuesta complementa la
información aportada por los interesados. En cuanto a la estrategia de interrogatorio
dentro de la circularidad, resultan especialmente relevantes las preguntas por
diferencia (por ejemplo, en una familia de cuatro miembros, preguntar al padre cuál

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Tema 5. Lecturas obligatorias
de los dos hijos tiene más apego con la madre) y sobre comportamientos concretos
(por ejemplo, preguntar a los dos hijos por la reacción de sus padres ante
determinadas acciones suyas) para terminar extendiendo las preguntas a la totalidad
de la unidad familiar (Selvini et al., 1980).

A continuación, se presentan varios ejemplos de preguntas circulares extraídos


de Escartín et al., 1997 (p. 264):

«¿Cómo es la relación entre tu madre y tu hermano?»


«Cuando todos los hijos se hayan marchado de casa, ¿quién cree que tendrá
más relación con usted?»
«¿Su madre estaba más deprimida antes del accidente o después?»
«¿Hace seis meses, su hija salía más o menos de casa?»
«Si su hija hubiera contestado a la pregunta que le acabo de hacer, ¿qué cree
usted que hubiera dicho?»
«Si Ana estuviera aquí, ¿qué habría respondido?»

Neutralización

Como indica su denominación, el proceso de recopilación de información y su ulterior


análisis debe ser neutral por parte del profesional. No caben, por tanto, juicios de
valor durante las entrevistas, ni realizar gestos de aprobación o reprobación hacia las
respuestas de los miembros de la familia. De igual modo, el profesional deberá evitar
e ignorar cualquier intento de alianza, seducción y/o búsqueda de trato de favor por
parte de cualquier miembro. Por último, en el cierre de la sesión, tampoco se deberá
realizar ninguna conclusión o comentario que evidencie una implicación por parte del
profesional en el esquema relacional de la familia. Su posición debe situarse en el
suprasistema familiar (Selvini et al., 1980; Escartín et al.,1997).
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El fin último es contribuir a producir el cambio adecuado en las relaciones, por lo que
la forma de realizar la entrevista, con intervenciones cortas, ritualizadas, asépticas
e impersonales en cuanto al parecer del profesional, de manera que la familia
entienda su actuación como un hilo conductor que les acompaña en el
descubrimiento de su sistema familiar y les ofrece una perspectiva sobre la que

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trabajar para cambiar los elementos disfuncionales y avanzar junto con el profesional
hacia un sistema más funcional (Selvini et al., 1980).

5.4. Técnicas de evaluación

Los cuestionarios, test y escalas son instrumentos que pueden utilizarse antes de
comenzar la intervención para facilitar el diagnóstico, pero también una vez
concluida la misma, con el objetivo de evaluar los resultados obtenidos en cualquier
aspecto concreto (Fernández y Ponce de León, 2019). En el ámbito de la intervención
familiar algunas de las herramientas de este tipo más conocidas son: la escala de la
familia de origen (FOS) de Hovestadt (1985), la escala de ambiente o clima familiar
(FES) de Moos y Moos (1981) o la escala de cohesión y adaptabilidad familiar (FACES
IV), propuesta por Olson (2008). Si bien estos son los instrumentos más conocidos en
la práctica profesional, existen otros que pueden ayudarnos en el análisis de una
situación concreta. A continuación, veremos algunos de ellos.

La escala SiSo de medición de las situaciones de dificultad social

La Escala SiSo, diseñada por Esther Raya Díez y María Jesús Real Pascual (2020), es
una herramienta que permite evaluar de forma precisa y rápida si la unidad familiar
con la que estamos interviniendo se encuentra en situación de dificultad y/o
exclusión social. Permite recoger datos sobre los aspectos vitales, personales y
sociodemográficos de la familia y obtener una puntuación de su posición social
respecto al eje «inclusión-exclusión». Desde el siguiente enlace podéis acceder al
artículo donde aparece la escala, junto con información sobre su diseño e
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implementación.

Raya Diez, E. y Real Pascual, M. (2020). Diseño e implementación de la Escala SiSo de


medición de las situaciones de dificultad social. Herramienta para el diagnóstico en

Familia e Intervención Social


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Tema 5. Lecturas obligatorias
Trabajo Social. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, (27), 45-69.
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/107748/6/Alternativas_27_03.pdf

La escala ASSIS (Arizona Social Support Interview Schedule)

Una vez que se ha determinado si la unidad familiar se encuentra en situación de


dificultad social, puede ser aconsejable evaluar la red de apoyo con la que cuenta
cada miembro de la unidad familiar y la familia en su conjunto. Para ello, podemos
apoyarnos en escala ASSIS, una herramienta que se aplica en entrevista
semiestructurada y que permite discernir quién ofrece a la familia cada uno de los
tipos de apoyo evaluados (López Verdugo et al., 2007). En el siguiente enlace podéis
acceder a un artículo donde se discute la aplicación de esta escala en una muestra de
madres en situación de riesgo psicosocial.

López Verdugo, I., Menéndez Álvarez Dardet, S., Lorence Lara, B., Jiménez García, L.,
Hidalgo García, M. V. y Sánchez Hidalgo, J. (2007). Evaluación del apoyo social mediante
la escala ASSIS: descripción y resultados en una muestra de madres en situación de riesgo
psicosocial. Intervención psicosocial, 16(3), 323-337.
https://www.redalyc.org/pdf/1798/179814019003.pdf

La escala de relaciones intrafamiliares (ERI)

Esta escala fue diseñada en México por Rivera-Heredia y Andrade (2010). Se


fundamenta en otras escalas que ya hemos visto, como la escala de funcionamiento
familiar (FES) o la escala sobre la familia de origen (FOS). Entre los ítems que evalúa,
se encuentran las percepciones de la unidad familiar, el estilo de afrontamiento de
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los conflictos y dificultades, la expresión de las emociones, las normas, reglas y límites
y la capacidad de adaptación a los cambios. Podéis acceder a todos los indicadores
que contiene la escala, así como a su análisis psicométrico, en el siguiente artículo.

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Tema 5. Lecturas obligatorias
Castro Castañeda, R., Vargas Jiménez, E., Núñez Fadda, S. M., Callejas Jerónimo, J. E. y
Musitu Ochoa, G. (2021). Análisis Psicométrico de la Escala de Relaciones Intrafamiliares.
Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación, 1(58), 19-33.
https://www.aidep.org/sites/default/files/2021-02/RIDEP58-Art2.pdf

La escala de competencia y resiliencia parental

Por último, cabe destacar la escala de competencia y resiliencia parental. Esta


herramienta, diseñada en España por Juan C. Martín, Eduardo Cabrera, Jaime León y
María J. Rodrigo (2013), permite evaluar la capacidad de los padres y madres para
desempeñar el rol parental de un modo adaptativo y flexible, de acuerdo con las
necesidades de sus hijos. Según los autores, «las competencias parentales son el
resultado de un ajuste entre las condiciones psicosociales en las que vive la familia,
el escenario educativo que los padres o cuidadores han construido para realizar su
tarea vital y las características del menor» (Martín et al., 2013, p. 887).

En el siguiente artículo podéis acceder al instrumento completo, así como a la


descripción de su aplicación sobre una muestra de 498 familias en situación de riesgo
psicosocial.

Martín, J. C., Cabrera, E., León, J. y Rodrigo, M. J. (2013). La Escala de Competencia y


Resiliencia Parental para madres y padres en contextos de riesgo psicosocial. Anales de
Psicología, 29(3), 886-896. https://www.redalyc.org/pdf/167/16728244028.pdf
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Tema 5. Lecturas obligatorias
5.5. Referencias bibliográficas

Aguayo, E. y Rojas, V. (S.f.). Manual de Apoyo a la Implementación del Modelo de


Atención Integral con Enfoque Familiar y Comunitario. Subsecretaría de Redes
Asistenciales. División de Atención Primaria. Departamento de Diseño y Gestión
de Atención Primaria. Ministerio de Salud. Gobierno de Chile.

Andolfi, M., Angelo, C., Menghi, P. y Nicolò-Corigliano, A. M. (1985). Detrás de la


máscara familiar. La familia rígida. Un modelo de psicoterapia relacional.
Amorrortu Editores.

Barranco, C. (2009). Trabajo Social, calidad de vida y estrategias resilientes.


Portularia, 9(2), 133-145.

Cebeiro, M. (2018). El genograma: un viaje por las interacciones y juegos familiares.


Ediciones Morata, S.L.

Compañ, V., Feixas i Viaplana, G., Muñoz Cano, D. y Montesano del Campo, A. (2012).
El genograma en terapia familiar sistémica [material docente, Universitat de
Barcelona]. Dipòsit Digital de la Universitat de Barcelona.
http://hdl.handle.net/2445/32735

Escartín Caparrós, M. J., Palomar Villena, M. y Suárez Soto, E. (1997). Introducción al


Trabajo Social II. Trabajo social con individuos y familias. Editorial Aguaclara.

Fernández García, T. y Ponce de León Romero, L. (2019). Trabajo Social con familias.
Alianza Editorial.
© Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)

Gómez Gómez, F. (Dir.) (2008). Intervención social con familias. McGraw-Hill


Interamericana de España.

Haley, J. y Hoffman, L. (1989). Técnicas de terapia familiar. Amorrortu Editores.

Familia e Intervención Social


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Tema 5. Lecturas obligatorias
Hartman, A. (1978). Diagrammatic assessment of family relationships. Social
Casework, October, 465-476.

McGoldrick, M. y Gerson, R. (1987). Genogramas en la evaluación familiar. Editorial


Gedisa.

Minuchin, S. y Fishman, H. C. (1984). Técnicas de terapia familiar. Paidós. Espasa


Libros.

Morales Santana, M. E. (2014). Rueda de la Resiliencia, una herramienta para el


trabajo con menores en prevención y riesgo en los Centro Educativos. RES, Revista de
Educación Social, 18, 1-6.

Nascimento, L. C., Rocha, S. M. M. y Hayes, V. E. (2005). Contribuiçoes do genograma


e do ecomapa para o estudo de famílias em enfermagem pediátrica. Contexto
Enferm, 14(2), 280-286.

Navarro García, A. M. y Rodríguez García, R. (2010). Redes de apoyo en el anciano por


medio del genograma y el ecomapa. ATEN FAM, 17(1), 19-21.

Rodrigo López, M. J., Máiquez Chaves, M. L., Martín Quintana, J. C. y Byrne, S.


(2008). Preservación familiar. Un enfoque positivo para la intervención con
familias. Ediciones Anaya.

Rodrigo López, M. J., Máiquez Chaves, M. L. y Martín Quintana, J. C. (2019).


Intervención familiar desde el enfoque de la parentalidad positiva [Curso de
formación continua para profesionales. Material no publicado]. Ministerio de
Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Secretaría de Estado de Servicios Sociales e
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Igualdad. Dirección General de Servicios para la Familia y la Infancia.

Selvini, M., Boscolo, L., Gechi, G. y Prata, G. (1980). Hipotetización, circularidad y


neutralidad. Tres directrices para el buen desarrollo de la sesión. Terapia Familiare,
7, 7-19.

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Tema 5. Lecturas obligatorias
Lecturas recomendadas
Una escala de evaluación familiar ecosistémica para programas sociales

Valencia, E. y Gómez, E. (2010). Una Escala de Evaluación Familiar Eco-Sistémica para


Programas Sociales: Confiabilidad y Validez de la NCFAS en Población de Alto Riesgo
Psicosocial. Psykhe, 19(1),89-103. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0718-
22282010000100007&script=sci_arttext

La NCFAS (North Carolina Family Assessment Scale) es una escala de evaluación


familiar, basada en el modelo ecológico y desarrollada en Carolina del Norte, EE. UU.,
desde el trabajo social y en el contexto del servicio de protección infantil.

Esta escala cuenta con cinco ítems generales (entorno, competencias parentales,
interacciones familiares, seguridad familiar y bienestar del niño) y 31 ítems
específicos, por lo que su aplicación es muy sencilla e intuitiva. En el artículo
propuesto se detalla cada ítem y la forma de uso del instrumento. Además, se
incluyen ejemplos y los resultados de una investigación realizada sobre una muestra
de 591 niños.

Así, la NCFAS es una herramienta que se debe tener en cuenta en la intervención


social familiar, especialmente en casos en lo que se aprecian factores de riesgo que
pueden comprometer el bienestar de los hijos a cargo.
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Tema 5. Lecturas recomendadas
APGAR familiar: una herramienta para detectar disfunción familiar

Suárez Cuba, M. A. y Alcalá Espinoza, M. (2014). APGAR Familiar: una herramienta para
detectar la disfunción familiar. Revista Médica La Paz, 20(1).
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-
89582014000100010

El cuestionario o test APGAR es una escala que permite conocer cómo percibe el
funcionamiento de su familia cada miembro del sistema familiar (incluidos los niños)
atendiendo a cinco ítems: adaptación, participación, gradiente de recurso personal,
afecto y recursos. Usualmente es una herramienta utilizada en disciplinas como la
enfermería o la medicina de atención primaria y, por este motivo, la literatura
científica a este respecto la conforman en su mayoría artículos de estas áreas de
conocimiento, como el que se propone. Sin embargo, como sabemos, la intervención
social es interdisciplinar y en su metodología cabe la utilización de recursos e
instrumentos propios de otras profesionales, como en este caso.

De hecho, el uso de la escala APGAR está ampliamente extendido entre los


profesionales de servicios sociales por ser un instrumento de medida fiable y sencillo.
Especialmente, es un recurso muy útil para valorar la funcionalidad del sistema
familiar en familias con personas dependientes, porque nos permite detectar si hay
síndrome del cuidador, por ejemplo.

En el artículo propuesto se analiza el instrumento, se detalla su uso y se justifica su


aplicación, por lo que permite un conocimiento preciso de la herramienta.
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Tema 5. Lecturas recomendadas
Otros recursos

Lecciones magistrales

Metodologías para la intervención social en familias

En esta sesión, la Prof.a Eva María Juan Toset analiza las diferentes formas de familia
y sus correspondientes estrategias de intervención desde sus diferentes posibilidades
y aproximaciones.

Accede a la lección magistral a través del aula virtual

Web

GenoPro

Página web de GenoPro

GenoPro es un programa informático que permite realizar la representación gráfica


de genogramas complejos de una forma fácil e intuitiva. Dispone de una versión
gratuita limitada (familias de hasta 25 individuos) y es compatible con PC y MAC.
Permite la exportación de los datos y visualizar el genograma de diferentes formas,
por lo que es un complemento profesional muy adecuado para la intervención
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familiar.

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