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ARISTÓTELES [hacia 330 a.C.]. Ética nicomáquea. Madrid, Gredas, 1 988.

1. Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a algún bien; por
esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden. [ ... ] Si, pues, de
las cosas que hacemos hay algún fin que queramos por sí mismo, y las demás 0cosas por causa de él, y lo que
elegimos no está determinado por otra cosa -pues así el proceso seguiría hasta el00 infinito, de suerte que el
deseo sería vacío y vano--, es evidente que este fin será lo bueno y lo mejor. [ ... ] Sobre su nombre, casi todo el
mundo está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y
obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre lo que es la felicidad discuten y no lo explican del mismo modo
el vulgo y los sabios.
2. Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo unánimemente reconocido, pero, con todo1 es deseable
exponer aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría esto, si se lograra captar la función del hombre.
[ ... ] Si, entonces, la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, o que implica la
razón, y si, por otra parte, decimos que esta función es específicamente propia del hombre y del hombre bueno,
como el tocar la cítara es propio de un citarista y de un buen citarista, y así en todo añadiéndose a la obra la
excelencia queda la virtud (pues es propio de un citarista tocar la cítara y del buen citarista tocarla bien), siendo
esto así, decimos que la función del hombre es una cierta vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones
razonables, y la del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente, y cada uno se realiza bien según su
propia virtud; y si esto es así, resulta que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud,
y si las virtudes son varias, de acuerdo con la 1nejor y más pert0ecta, y además en una vida entera.
3. Existen, pues, dos clases de virtud, la dianoética y la ética. La dianoética se origina y crece principalmente
por la enseñanza, y por ello requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio, procede de la costumbre, como
lo indica el nombre que varía ligeramente del de «costumbre» [éthos = “hábito, costumbre”; êthos = «c.arácter»]
[ ... ] adquirimos las virtudes como resultado de actividades anteriores.
4. Es, por tanto, la virtud un modo de ser selectivo, siendo un término medio relativo a nosotros, determinado
por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre prudente. Es un medio entre dos vicios, uno por exceso
y otro por defecto, y también por no alcanzar, en un caso, y sobrepasar, en otro, lo necesario en las pasiones y
acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por eso, de acuerdo con su entidad y con la
definición que establece su esencia, la virtud es un término medio, pero, con respecto a lo mejor y al bien, es un
extremo.
5. [Entre las virtudes éticas destaca la justicia:] Una especie de justicia particular y de lo justo correspondiente
es la que se aplica en la distribución de honores, dinero o cualquier cosa compartida entre los miembros de una
comunidad (pues, en estas distribuciones, uno puede tener una parte igual o no igual a otro) y otra especie es la
que establece los tratos en las relaciones entre individuos [para corregir las desigualdades que puedan viciarlas]
[Dado que lo injusto es desigual, el término medio de lo desigual que exprese lo justo será lo igual]
6. [Puesto que la virtud] es un modo de ser relativo a la elección, y la elección es un deseo deliberado, el
razonamiento, por esta causa, debe ser verdadero, y el deseo recto, si la elección ha de ser buena, y lo que la
razón diga el deseo debe perseguir. Esta clase de entendimiento y de verdad son prácticos. La bondad y la
maldad del entendimiento teorético y no práctico ni creador son, respectivamente la verdad y la falsedad (pues
ésta es la función de todo lo intelectual); pero el objeto propio de la parte intelectual y práctica, a la vez, es la
verdad que está de acuerdo con el recto deseo. / El principio de la acción es, pues, la elección -como fuente de
movimiento y no, como finalidad-, y el de la elección es el deseo y la razón por causa de algo. Por eso, la
elección es o inteligencia deseosa o deseo inteligente y tal principio es el hombre.
7. [Las virtudes intelectuales} Establezcamos que las disposiciones por las cuales· el alma posee la 'verdad
cuando afirma o niega algo son cinco, a saber, el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el intelecto.
[1] 'lo que es objeto de la ciencia [episteme = «Conocimiento científico»] es necesario [ ... ] la ciencia es un
modo de ser demostrativo
[2] Entre lo que puede ser de otra manera está el objeto producido y la acción que lo produce. [ ... ] Todo arte
[techné versa sobre la génesis, y practicar un arte es considerar cómo puede producirse algo de lo que es
susceptible tanto de ser como de no ser y cuyo principio está en quien lo produce y no en lo producido. En
efecto, no ha y arle de cosas que son o llegan a ser por necesidad, ni de cosas que se producen de acuerdo con su
naturaleza, pues éstas tienen su principio en sí mismas. Dado que la producción y la acción son diferentes,
necesariamente el arte tiene que referirse a la producción y no a la acción.
[3] En cuanto a la prudencia phrónesis = «sabiduría práctica»] [ ... ] parece propio del hombre prudente el ser
capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido parcial, por
ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general. [ ... ] Pero nadie delibera sobre lo que no
puede ser de otra manera, ni sobre lo que no es capaz de hacer [ni sobre lo que no tiene fin]. De suerte que si la
ciencia va acompañada de demostración y no puede haber demostración de cosas cuyos principios pueden ser
de otra manera (porque todas pueden ser de otra manera), ni tampoco es posible deliberar sobre lo que es
necesariamente, _la prudencia no podrá ser ni ciencia ni arte: ciencia, porque el objeto de la acción puede
variar; arte, porque el género de la acción es distinto del de la producción. Resta, pues que la prudencia es un
modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre. Porque el fin de
la producción es distinto de ella, pero el de la acción no puede serlo; pues una acción bien hecha es ella misma
el fin; y siendo dos las partes racionales del alma (una relativa a lo necesario, otra a lo contingente) la prudencia
será la virtud de una de ellas, de la que forma opiniones [la virtud de la otra es la sabiduría], pues tanto la
opinión como la prudencia tienen por objeto lo -que puede ser de otra manera. [El intelecto -noûs =
«entendimiento intuitivo»- tiene por objeto los primeros principios] Ia sabiduría [sophía] será intelecto y
ciencia, una especie de ciencia capital de los objetos más honorables.
8. [ ... ] cuando existe la prudencia todas las otras virtudes están presentes [ .. . ] Sin embargo, la prudencia no es
soberana de la sabiduría ni de la parte mejor, como tampoco la medicina lo es de la salud; en efecto. no se sirve
de ella, sino que ve cómo producirla,
9. Si la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud, es razonable que sea una actividad de acuerdo con la
virtud más excelsa, y ésta será una actividad de la parte mejor del hombre. Ya sea, pues, el intelecto, ya otra
cosa lo que, por naturaleza, parece mandar y dirigir y poseer el conocimiento de los objetos nobles y divinos,
siendo esto mismo divino o la parte más divina que hay en nosotros, su actividad de acuerdo con la virtud
propia será la felicidad perfecta. Y esta actividad es contemplativa [ ... ] Y lo que dijimos antes es apropiado
también ahora: la que es propio de cada uno por naturaleza es lo mejor y más agradable para cada uno. Así, para
el hombre, lo será la vida conforme a la mente, si, en verdad, un hombre es primariamente su mente. Y esta vida
será también la más feliz.

M. KANT [1785]. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid, Espasa


Calpe, 1973.
1. Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse
como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad. [ ... ] La buena voluntad no es buena por lo
que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos haya1nos propuesto; es
buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma.
2. Para desenvolver el concepto de una voluntad digna de ser estimada por sí misma, de una voluntad buena sin
ningún propósito ulterior [ ... ] vamos a considerar el concepto del deber, que contiene el de una voluntad buena.
[ . .. ] Una acción hecha por deber tiene su valor moral no en el propósito que por medio de ella se quiere
alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta: no depende, pues, de la realidad del objeto de la acción
[por el que puedo tener inclinación], sino meramente del principio del querer, según el cual ha sucedido la
acción, prescindiendo de todos los objetos de la facultad del desear. [ ... ] el deber es la necesidad de una acción
por respeto a la ley. [ ... ] Una acción realizada por deber tiene que excluir por completo el influjo de la
inclinación, y con ésta todo objeto de la voluntad; no queda, pues, otra cosa que pueda determinar la voluntad,
si no es; objetivamente, la ley y, subjetivamente, el respeto puro a esa ley práctica, y, por tanto, la máxima
[principio subjetivo del querer] de obedecer siempre a esa ley [principio objetivo], aun con perjuicio de todas
mis inclinaciones.
3. 0[¿Cuál puede ser esa ley que determine de ese modo a la voluntad buena? En la medida en que esa ley puede
o no ser seguida por una voluntad imperfecta como la nuestra, será constrictiva y la llamaremos imperativo]
Todos los imperativos exprésense por medio de un «debe ser» y muestran así la relación de una ley objetiva de
la razón a una voluntad que, por su constitución subjetiva, no es determinada necesariamente por tal ley (una
constricción) […] Pues bien, todos los imperativos mandan, ya hipotética, ya categóricamente. Aquéllos
representan la necesidad práctica de una acción posible, como medio de conseguir otra cosa que se quiere (o
que es posible que se quiera). El imperativo categórico sería el que representase una acción por sí misma, sin
referencia a ningún otro fin, como objetivamente necesaria.
[l] Ahora bien, la habilidad para elegir los medios conducentes al mayor posible bienestar propio, podemos
llamarla sagacidad en sentido estricto. Así, pues, el imperativo que se refiere a la elección de los medios para la
propia felicidad, esto es, al precepto de la sagacidad, es hipotético; la acción no es mandada en absoluto, sino
como simple medio para otro propósito [estrictamente hablando no es mandato o ley sino consejo]
[2] [El imperativo categórico:] No se refiere a la materia de la acción y a lo que de esta ha de suceder, sino a la
forma y al principio de donde ella sucede, y lo esencialmente bueno de la acción consiste en el ánimo que a ella
se lleva. sea el éxito el que fuere. Este imperativo [verdadero mandato] puede llamarse el de la moralidad.
4. Nadie es capaz de determinar, por un principio, con plena certeza. qué sea lo que le haría verdaderamente
feliz, porque para tal determinación fuera indispensable tener omnisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe
obrar por principios determinados, sino sólo por consejos empíricos [ ...] Así, el problema: “determinar con
seguridad y universalidad qué acción fomenta la felicidad de un ser racional”, es totalmente insoluble. Por eso
no es posible con respecto a ella un imperativo que mande en sentido estricto realizar lo que nos haga felices,
porque la felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación que descansa en meros fundamentos
empíricos [ ...].
5. El imperativo categórico es el único que se expresa en LEY práctica, y los demás imperativos ·pueden
llamarse principios, pero no leyes de la voluntad; porque lo que es necesario hacer sólo como medio para
conseguir un propósito cualquiera, puede considerarse en sí como contingente. y en todo momento podemos
quedar libres del precepto con renunciar al propósito, mientras que el mandato incondicionado no deja a la
voluntad ningún arbitrio como respecto al objeto y, por tanto, lleva en sí aquella necesidad que exigimos
siempre en la ley.
6. [Las tres formulaciones del imperativo categórico)
[l) Cuando pienso en general un imperativo hipotético, no sé de antemano lo que contendrá; no lo sé hasta que
la condición me es dada. Pero si pienso un imperativo categórico, ya sé al punto lo que contiene, pues, como el
imperativo, aparte de la ley no contiene más que la necesidad de la máxima de conformarse con esa ley, y la ley,
empero, no contiene 0ninguna condición a que esté limitada, no queda, pues, nada más que la universalidad de
una ley en general, a la que ha de conformarse la máxima de la acción, y esa -conformidad es lo único que el
imperativo representa propiamente como -necesario. / El imperativo categórico es, pues, único, y es como
sigue: obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal.
[2] Suponiendo que haya algo cuya existencia en sí misma posea un valor absoluto, algo que, como fin en sí
mismo, puede ser fundamento de determinadas leyes, entonces en ello y sólo en ello estaría el fundamento de un
posible imperativo categórico, es decir, de la ley práctica. Ahora yo digo: el hombre, y en general todo ser
racional existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad;
debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser
considerado al mismo tiempo como fin. [ ... ] El imperativo práctico será, pues, como sigue: obra de tal modo
que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al
mismo tiempo y nunca solamente como medio.
[3] Si hay un imperativo categórico (esto es, una ley para toda voluntad de un ser racional) sólo podrá mandar
que se haga todo por la máxima de una voluntad tal que pueda tenerse a sí misma al mismo tiempo como
universalmente legisladora respecto del objeto, pues sólo entonces es incondicionado el principio práctico y el
imperativo a que obedece, porque no puede tener ningún interés como fundamento. [ ... ] Veíase al hombre
atado por su deber a leyes: más nadie cayó en pensar que estaba sujeto a su propia legislación, si bien ésta es
universal, y que estaba obligado solamente a obrar de conformidad con su propia voluntad legisladora, sí bien
ésta, según el fin natural, legisla universalmente. [ . .. ] Llamaré a este principio el de la Autonomía de la
voluntad, en oposición a cualquier otro que, por lo mismo calificaré de heteronomía [en cuyo caso es el objeto
el que da su ley a la voluntad]
7. El concepto de todo ser racional, que debe considerarse. por las máximas todas de su voluntad, como
universalmente legislador, para juzgarse a sí mismo y a sus acciones desde ese punto de vista, conduce a un
concepto relacionado con él y muy fructífero, el concepto de un reino de los fines. (90) [ ... ] En el reino de los
fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en
cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto. no admite nada equivalente. eso tiene una
dignidad. Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio comercial; lo que, sin
suponer una necesidad. se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego,
sin fin alguno de nuestras facultades, tiene un precio de afecto; aquello que constituye la condición para que
algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino un valor interno esto es, dignidad.
La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo; porque sólo por ella es
posible ser miembro legislador en el reino de los fines. Así, pues, la moralidad y la humanidad, en cuanto que
ésta es capaz de moralidad, es lo único que posee dignidad.
8. Es, en realidad, absolutamente imposible determinar por experiencia y con absoluta certeza un solo caso en
que la máxima de una acción, conforme por lo demás con el deber, haya tenido su asiento exclusivamente en
fundamentos morales y en la representación del deber. [ ... Pues] en realidad no podemos nunca, aun ejercitando
el examen más riguroso, llegar por completo a los más recónditos motores; porque cuando se trata de valor
moral no importan las acciones, que se ven, sino aquellos íntimos principios de las mismas que no se ven.

J.S. MILL [1861]. El utilitarismo. Madrid, Alianza, 1984.


l. El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad, o el Principio de la mayor Felicidad, mantiene
que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas en cuanto
tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por
infelicidad el dolor y la falta de placer. Para ofrecer una idea clara del criterio moral que esta teoría establece es
necesario indicar mucho más: en particular, qué cosas incluye en las ideas de placer y dolor, y en qué medida es
esta una cuestión a debatir. Pero estas explicaciones suplementarias no afectan a la teoría de la vida sobre la que
se funda esta teoría de la moralidad -a saber, que el placer y la exención del sufrimiento son las únicas cosas
deseables como fines-; y que todas las cosas deseables (que son tan numerosas en el proyecto utilitarista como
en cualquier otro) son deseables ya bien por el placer inherente a ellas mismas, o como medios para la
promoción del placer y la evitación del dolor.
2. Es del todo compatible con el principio de utilidad el reconocer el hecho de que algunos tipos de placer son
más deseables y valiosos que otros. Sería absurdo que mientras que al examinar todas las demás cosas se tiene
en cuenta la calidad además de la cantidad, la estimación de los placeres se supusiese que dependía tan sólo de
la cantidad. Si se me pregunta qué entiendo por diferencia de calidad en los placeres. o qué hace a un placer más
valioso que a otro, simplemente en cuanto placer, a no ser que sea su mayor cantidad, sólo existe una única
posible respuesta. De entre dos placeres, si hay uno al que todos o casi todos los que han experimentado ambos,
conceden una decidida preferencia, independientemente de todo sentimiento de obligación moral para
preferirlo, ese es el placer más deseable. [ ... ] Ahora bien, es un hecho incuestionable que quienes están
igualmente familiarizados con ambas cosas y están igualmente capacitados para apreciarlas y gozadas, muestran
realmente una preferencia máximamente destacada por el modo de existencia que emplea las capacidades
humanas más elevadas. Pocas criaturas humanas consentirían en transformarse en alguno de los animales
inferiores ante la promesa del más completo disfrute de los placeres de una bestia. [ ... ] Quien quiera que
suponga que esta preferencia tiene lugar al precio de sacrificar la felicidad --que el ser superior es, en igualdad
de circunstancias, menos feliz que el inferior- confunde los dos conceptos totalmente distintos de felicidad y
contento. Es indiscutible que el ser cuyas capacidades de goce son pequeñas tiene más oportunidades de
satisfacerlas plenamente; por el contrario, un ser muy dotado siempre considerará que cualquier felicidad que
pueda alcanzar, tal como el mundo está constituido, es imperfecta. Pero puede aprender a soportar sus
imperfecciones, si son en algún sentido soportables. Imperfecciones que no le harán envidiar al ser que. de
hecho, no es consciente de ellas, simplemente porque no experimenta en absoluto el bien que hace que existan
imperfecciones. Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho: mejor ser un Sócrates
insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto es a causa de que ellos
sólo conocen una cara de la cuestión. El otra miembro de la comparación conoce ambas caras.
3. [El criterio utilitarista] no lo constituye la mayor felicidad del propio agente, sino de la mayor cantidad total
de felicidad [ ... ] Debo repetir nuevamente que los detractores del utilitarismo raramente le hacen justicia y
reconocen que la felicidad que constituye el criterio utilitarista de lo que es correcto en una conducta no es la
propia felicidad del agente, sino la de todos los afectados. Entre la felicidad personal del agente y la de los
demás, el utilitarista obliga a aquél a ser tan estrictamente imparcial como un espectador desinteresado y
benevolente.
4. La multiplicación de la felicidad es, conforme a la ética utilitarista, el objeto de la virtud: las ocasiones en las
que persona alguna (excepto una entre mil) tiene en sus manos el hacer esto a gran escala -en otras palabras, ser
un benefactor público-- no son sino excepcionales; y sólo en tales ocasiones se le pide que tome en
consideración la utilidad pública. En todos los demás casos, todo lo que debe tener en cuenta es la utilidad
privada, el interés o felicidad de unas cuantas personas. Sólo aquellos cuyas acciones influyen hasta abarcar la
sociedad en general tienen necesidad habitual de ocuparse de un objeto tan amplio.
5. Las cuestiones relativas a los fines son, en otras palabras, cuestiones relativas a qué cosas son deseables. La
doctrina utilitarista mantiene que la felicidad es deseable y además la única cosa deseable, como fin, siendo
todas las demás cosas sólo deseables en cuanto medios para tal fin. ¿Qué necesita esta doctrina -qué requisitos
precisa cumplir la misma- para hacer que logre su pretensión de ser aceptada? La única prueba que puede
proporcionarse de que un objeto es visible es el hecho de que la gente realmente lo vea. La única prueba de que
un sonido es audible es que la gente lo oiga, Y, de modo semejante, respecto a todas las demás fuentes de
nuestra experiencia. De igual modo, entiendo que el único testimonio que es posible presentar de que algo es
deseable es que la gente, en efecto, lo desee realmente. Si el fin que la doctrina utilitarista se propone a sí misma
no fuese, en teoría y en la práctica, reconocido como fin, nada podría convencer a persona alguna de que era tal
cosa. No puede ofrecerse razón alguna de por qué la felicidad general es deseable excepto que cada persona. en
la medida en que considera que es alcanzable, desea su propia felicidad.

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