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10 MAYO, 2016
Recientemente Save the Children (ONG presente en 120 países en los que desarrolla programas
relacionados con la salud, nutrición, atención en emergencias, violencia, calidad educativa,
explotación laboral infantil), dio a conocer el Estado de las madres de México, embarazo y maternidad
adolescente. En dicho reporte las cifras son alarmantes: uno de cada cinco nacimientos en México
es de una mujer adolescente menor de 20 años; una tercera parte de los embarazos en
adolescentes no son planeados; más del 53% de la población adolescente afirma que en la
escuela es el lugar donde recauda mayor información sobre sexualidad; el 59% de las
adolescentes de 12 a 19 años de edad con antecedente de embarazo sólo cursó hasta la
secundaria; el 70% de muertes maternas adolescentes se presentó bajo atención médica.
El embarazo y la maternidad adolescentes, sobre todo cuando no son deseados (una tercera
parte de ellos), conllevan riesgos y costos elevados tanto para la madre como para sus hijos.
Factores como la pobreza, la malnutrición, la inmadurez reproductiva y la desigualdad de género
comprometen la salud de ambos.
Cuando las adolescentes deciden ser madres a una edad temprana la mayoría de las ocasiones
son por causas relacionadas a la falta de oportunidades de desarrollo y de contextos en donde la
maternidad es el único rol valorado de las mujeres en sus comunidades.
A partir del análisis de cinco variables: 1) el riesgo de muerte materna; 2) la tasa de mortalidad de
menores de 5 años; 3) el ingreso nacional bruto per cápita; 4) el nivel educativo materno; y 5) el
índice de participación de las mujeres en el gobierno nacional, se elaboró un ranking del Estado de
las madres en México. Las cinco peores entidades para ser madre son: Chiapas, Guerrero,
Durango, Hidalgo y Puebla.
Los hijos de madres adolescentes enfrentan mayores riesgos de enfermedad, muerte, abandono,
accidentes y maltrato que los hijos de madres adultas. Numerosos estudios reportan que las
madres adolescentes tienen menores competencias parentales, incluyendo mayor dificultad para
interpretar las necesidades de sus bebés (como sus comportamientos de exploración o su deseo
de recibir atención y cuidados). Esto trae como consecuencia interacciones con menor
sensibilidad y afecto, un ambiente menos sano y estimulante para el bebé, y niveles inadecuados
de nutrición, de cuidados de salud, de estimulación cognitiva y social. Estas vulnerabilidades se
traducen en resultados infantiles desventajosos, incluyendo problemas en el desarrollo físico,
cognitivo y socio-emocional. Cuando no son atendidas, estas dificultades se perpetúan en
desventajas durante toda la vida; es frecuente que los hijos de madres adolescentes presenten
con mayor incidencia atraso académico y mayor riesgo de deserción escolar.
Save the Children refiere que una de cada dos adolescentes entre 12 y 19 años que inicia su vida
sexual, se embaraza por causas relacionadas con la violencia sexual, el matrimonio a una edad
temprana, el no uso o el uso incorrecto de anticonceptivos y, en general, por la escasa educación
sexual integral que tiene la población adolescente en nuestro país.
d) Promover legislaciones y políticas de género en todas las áreas, especialmente para las
adolescentes con discapacidad, en situación de vulnerabilidad y víctimas de tráfico y la trata.
Ante este panorama desolador, Save the Children convoca a que el Estado y la sociedad
mexicana trabajen en función de las siguientes garantías en favor de los derechos de las mujeres
adolescentes:
2) Homologar en todos los códigos civiles la edad mínima para contraer matrimonio, ya que hasta
la fecha existen 25 entidades que no lo han hecho, tal como lo estipula la Ley General de los
Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
4) Contar con un financiamiento justo. Que se asigne a la Estrategia Nacional para la Prevención
del Embarazo Adolescente (ENAPEA) un presupuesto progresivo y transparente al igual que al
Sistema Nacional de Protección Integral para Niñas, Niños y Adolescentes, mismo que depende
de la Secretaría de Gobernación.
Las instituciones públicas hoy están obligadas a transversalizar las políticas de igualdad,
procurando que existan políticas integrales en la materia. Garantizar el cumplimiento de los
derechos humanos de las niñas y las adolescentes debería ser uno de los compromisos
prioritarios del gobierno federal; sólo con su pleno cumplimiento será posible alcanzar las
potencialidades que tenemos y se logrará el crecimiento y el bienestar al que aspiramos.
Las mujeres adolescentes no son apéndices de los adultos, no son personas incompletas, ellas
requieren todos los derechos. No sólo necesitan los derechos que los padres y madres creemos
que precisan: educación, salud, protección; tienen otra enorme cantidad de derechos y libertades,
y el sistema social, el sistema político como tal debe ser el primer detonador para ello.