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ÉTICA A NICÓMACO

Moral a Nicómaco, libro primero, capítulo primero

Leer detenidamente el breve texto, y realiza lo siguiente:

1. Elabora glosario de términos o conceptos mencionados por el autor


2. Reflexiona sobre las afirmaciones de Aristóteles y elabora una breve
redacción donde describas las ideas principales que has pensado a raíz
de la lectura
3. Encuentra el sentido práctico de lo leído, es decir, ¿en qué ayuda en mi
vida diaria?

El bien es el fin de todas las acciones del hombre

Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que
todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al
parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón
ha sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho, que es el objeto de
todas nuestras aspiraciones.

Pero téngase entendido, que esto no impide que haya grandes diferencias entre
los fines que uno se propone. A veces estos fines son simplemente los actos
mismos que se producen; otras, además de los actos, son los resultados que nacen
de ellos. En todas las cosas que tienen ciertos fines que trascienden de los actos,
los resultados definitivos son naturalmente más importantes que aquellos que los
producen. Por otra parte, como existe una multitud de actos, de artes y de
ciencias diversas, hay otros tantos fines diferentes: por ejemplo, la salud es [4]
el fin de la medicina; la nave es el de la arquitectura naval; la victoria, el de la
ciencia militar; la riqueza, el de la ciencia económica. Todos los hechos de cada
orden están en general sometidos a una ciencia especial que los domina; y así a
la ciencia de la equitación están subordinados el arte de la guarnicionaría y todas
las concernientes al caballo; así como estas artes a su vez y todos los demás
hechos militares están sometidos a la ciencia general de la guerra. Otros actos
están igualmente sometidos a otras ciencias; y respecto de todas sin excepción,
los resultados a que aspira la ciencia fundamental son superiores a los de las
artes subordinadas; porque únicamente a causa de los primeros se buscan los
segundos.
Poco importa, por lo demás, que los actos mismos sean el objeto último que uno
se proponga al obrar, o que se aspire a otro resultado más allá de estos actos,
como en las ciencias que acabamos de citar. Si en todos nuestros actos hay un
fin definitivo que quisiéramos conseguir por sí mismo, y en su vista aspirar a todo
lo demás; y si, por otra parte, en nuestras determinaciones no podemos
remontarnos sin cesar a un nuevo motivo, lo cual equivaldría a perderse en el
infinito y hacer todos nuestros deseos perfectamente estériles y vanos, es
claro, quo el fin común de todas nuestras aspiraciones será el bien, el bien
supremo. ¿No debemos creer que, con relación a la que ha de ser regla de la vida
humana, el conocimiento de este fin último tiene que ser de la mayor importancia,
y que, a la manera de los arqueros que apuntan a un blanco bien señalado,
estaremos entonces en mejor situación para cumplir nuestro deber?

Si esto es cierto, debemos intentar definir el bien, aunque no sea más que
haciendo de él un sencillo bosquejo, y hacer notar de qué ciencia y de qué arte
forma parte.

Un primer punto, que puede tenerse por evidente, es que el bien se deriva de la
ciencia soberana, de la ciencia más fundamental de todas; y esta es precisamente
la ciencia política{2}. Ella es, en efecto, la que determina cuáles sondas ciencias
indispensables para la existencia de los Estados, cuáles son las que los
ciudadanos deben aprender, y hasta qué grado deban [5] poseerlas. Además, es
preciso observar, que las ciencias más estimadas están subordinadas a la Política;
me refiero a la ciencia militar, a la ciencia administrativa, a la Retórica. Como
ella se sirve de todas las ciencias prácticas y prescribe también en nombre de la
ley lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, podría decirse, que su fin abraza
los fines diversos de todas las demás ciencias; y por consiguiente el de la política
será el verdadero bien, el bien supremo del hombre. Es cierto, por otra parte,
que el bien es idéntico para el individuo y para el Estado. Sin embargo, procurar
y garantir el bien del Estado, parece cosa más acabada y más grande; y si el bien
es digno de ser amado, aunque se trate de un sólo ser, es, no obstante, más bello,
más divino, cuando se aplica a toda una Nación, cuando se aplica a Estados
enteros.

Por lo tanto, en el presente tratado estudiaremos todas estas cuestiones, que


forman casi un tratado político.

Habremos dicho en esta materia todo cuanto es posible si logramos tratarla con
toda la claridad que ella permite. Pero en todas las obras del espíritu no debe
exigirse una precisión igual a la que se exige en las obras de mano; porque el bien
y lo justo, objetos que estudia la ciencia política, dan lugar a opiniones de tal
manera divergentes{3} y de tal manera laxas, que se ha llegado hasta sostener,
que lo justo y el bien existen únicamente en virtud de la ley, y que no tienen
ningún fundamento en la naturaleza. Por otra parte, si los bienes mismos suscitan
tan gran diversidad de opiniones y tantos errores, es porque sucede con mucha
frecuencia que los hombres sólo sacan mal de tales bienes, y se ha visto a menudo
perecer algunos a causa de sus riquezas, como perecían otros por su valor. Así,
pues, cuando se trata de un asunto de este género y se parte de tales principios,
es preciso saber contentarse con un bosquejo un poco grosero de la verdad; y
además, como se razona sobre hechos generales y ordinarios, sólo deben sacarse
consecuencias del mismo orden y también generales. De aquí que deba acogerse
con indulgente reserva todo lo que habremos de decir. Un espíritu ilustrado no
debe exigir en cada género de objetos más precisión que la que permita la
naturaleza misma de la cosa de que se trate; [6] y tan irracional sería exigir de
un matemático una mera probabilidad, como exigir de un orador demostraciones
en forma{4}.

Siempre hay razón para juzgar de aquello que se conoce, y respecto de ello es
uno un buen juez. Mas para juzgar de un objeto especial, es preciso conocer
especialmente este objeto, y para juzgar bien de una manera general, es preciso
conocer el conjunto de las cosas. He aquí por qué la juventud es poco a propósito
para hacer un estudio serio de la política, puesto que no tiene experiencia de las
cosas de la vida, y precisamente de estas cosas es de las que se ocupa la política
y de las que deduce sus teorías. Debe añadirse, que la juventud que sólo escucha
la voz de sus pasiones, en vano oiría tales lecciones, y ningún provecho sacaría
de ellas, puesto que el fin que se propone la ciencia política no es el simple
conocimiento de las cosas, sino que es ante todo un fin práctico. Cuando digo
juventud, quiero decir, lo mismo la juventud del espíritu que la juventud de la
edad, sin que bajo esta relación haya diferencia, porque el defecto que yo señalo
no tiene que ver con el tiempo que se ha vivido, sino que se refiere únicamente
al que se vive bajo el imperio de la pasión, sin dejarse, nunca guiar sino por ella
en la prosecución de sus deseos. Para los espíritus de este género, el
conocimiento de las cosas es completamente infecundo, tanto como lo es en los
que a consecuencia de un exceso pierden la posesión de sí mismos. Por lo
contrario, los que arreglan sus deseos y sus actos solamente según la razón,
pueden aprovechar mucho en el estudio de la política.

Pero limitémomos a estas ideas preliminares por lo que hace al carácter de los
que quieren cultivar esta ciencia, a la manera de recibir sus lecciones y al fin que
aquí nos proponemos.
———

{1} De las tres obras que componen lo que se llama Moral de Aristóteles, ésta es
la más importante, y supera en mucho a las otras dos.

{2} La Política rige los Estados, pero no es la que forma la Moral ni la que está
encargada de estudiar esta gran cuestión del bien. Por el contrario, la Política
no es nada, si no recibe sus principios fundamentales de la Moral, y si no procura
seguirlos.

{3} La Moral bien comprendida da lugar a menos divergencias que la Política, y


tiene para toda conciencia ilustrada y honesta principios inquebrantables.

{4} Si la Retórica no tiene demostraciones en forma, la Moral puede tenerlas,


como pudo verlo Aristóteles en Sócrates y Platón.

1 La moral de Aristóteles se me hace más introspectiva ya que se puede


leer mejor
2 la moral bien comprendida es aquella que no hace racionar y pensar
cautelosamente las cosas que deseamos hacer ya sea por impulso o
solo por hacerlo
4 la moral no tiñe demostraciones en formas pero si en la forma en como
las personas se comportan y esto ayudo a Aristóteles para poder estudiar
como nos relacionamos los unos con los otros
Glosario :
Que es el bien ? Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del
espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras
determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún bien
que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido
el bien

Fines :
estos fines son simplemente los actos mismos que se producen; otras,
además de los actos, son los resultados que nacen de ellos. En todas las
cosas que tienen ciertos fines que trascienden de los actos, los
resultados definitivos son naturalmente más importantes que aquellos
que los producen.

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