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El Antiguo Testamento
1. Introducción
Partimos de la base, de que las grandes composiciones bíblicas, tal como las
conocemos hoy (Pentateuco, Historia deuteronomista, corpus profético,
etc.), surgen fundamentalmente en la época del exilio o en fecha posterior,
precisamente como respuesta a esa enorme crisis y a la situación de
precariedad en la que quedó la comunidad judía postexílica. Es en este
momento cuando la comunidad o sus dirigentes echan mano de tradiciones
antiguas o recientes, las adaptan a su momento y las ofrecen como
respuesta que se da desde una fe probada a una situación difícil.
Muchos autores han puesto de relieve que el libro del Deuteronomio estaría
estructurado a modo de un tratado de vasallaje entre Dios y el pueblo,
observando casi rigurosamente esas diversas partes del tratado que
acabamos de describir. Incluso se puede decir que todo el Pentateuco, en su
forma actual, está marcado fuertemente por la Alianza del Sinaí, una alianza
entre dos partes desiguales: Dios y el pueblo. En todo caso, lo cierto es que
la idea de que Dios ofrece un pacto a Israel (“Yo seré vuestro Dios y vosotros
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seréis mi pueblo”) constituye una línea de fuerza en el Antiguo Testamento.
Incluso podría dar razón de esa relación aún no completamente aclarada
entre ley y relato que mencionábamos más arriba. Así, las leyes bíblicas en
su conjunto (independientemente de su diversa procedencia y época)
podrían ser interpretadas como las cláusulas de ese pacto que Dios ofrece a
su pueblo; unas leyes que, según el esquema del Decálogo (Ex 20), se
repartirían en dos “tablas”, es decir, las leyes que regulan las relaciones de
los hombres con Dios y las que regulan las relaciones de los seres humanos
entre sí. La predicación profética se hará eco justamente de estas exigencias:
la fidelidad a la Alianza incluye el respeto por las relaciones con Dios
(prohibición de la idolatría, de hacerse imágenes de Dios y mandato de
guardar el sábado como día consagrado a Yahvé) y el respeto por las
relaciones humanas para poder constituir así cabalmente pueblo de Dios (no
robar, no matar, no cometer adulterio, no mentir, etc.).
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mucha confusión entre los intérpretes, de ahí que se planteara la existencia
de un Hexateuco para incorporar la conquista de la tierra. Pero esta
propuesta demuestra que no se ha entendido el mensaje del Pentateuco.
Literariamente, si el relato finalizara con la posesión de la tierra la
experiencia histórica de las generaciones sucesivas (especialmente la
generación que dio origen al relato) no hubiera podido identificar su
situación social con el texto. Al quedar en el horizonte la expectativa del
cumplimiento de la promesa de la tierra se alienta la fe y la esperanza de
cada generación por ver cumplida la promesa. Pero, además,
teológicamente, nos está hablando de que la promesa divina va más allá de
la posesión material de la tierra y que la promesa es un don inatrapable (Gn
22).
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Yahvé” (Is 5,24). La teología del Antiguo Testamento asumirá que el
cumplimiento de las normativas que surgen de los textos legales es la mejor
manera de honrar a Dios y de responder a sus bendiciones.
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5… mientras que la literatura sapiencial ofrece una visión creyente del mundo
y una orientación ante los grandes problemas de la existencia humana.
Los Libros sapienciales (tres en el canon judío: Prov, Job, Ecle; cinco en el
católico: éstos mismos más Eclo y Sab) son relativamente homogéneos en
cuanto a su género literario, pero muy diversos en cuanto a su fecha de
composición. Así, Job puede datar del siglo V; Proverbios está compuesto por
materiales que van desde el siglo VIII al III; Eclesiastés suele fecharse en el
siglo III; Eclesiástico es del siglo II (en torno al 132 a. C.), y Sabiduría quizá del
año 50 a. C.