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ISBN: 978-84-19029-05-8
A mis lectores.
Prólogo
No. Imposible.
Nikki se quedó tan conmocionada que fue incapaz de
pensar durante un buen rato. Era imposible que Gabe
tuviera un hijo y no se lo hubiera mencionado ni una sola
vez.
—No tiene gracia, Gabe. —Cerró el puño sobre el collar.
Él seguía sin mirarla.
—No es ninguna broma, Nic.
Abrió la boca, pero no emitió sonido alguno. Dio un paso
atrás y chocó con la mesa baja.
—¿Tú… tienes un hijo? ¿Con Emma?
Gabe elevó los hombros al tomar una profunda bocanada
de aire.
—Sí. Se llama William. Tiene cinco años.
¿Cinco años? Eso significaba… Sí, todo encajaba.
—¿Se quedó embarazada cuando os volvisteis a
encontrar? ¿Por eso estás yendo a Baton Rouge y estás
buscando una vivienda allí?
—Efectivamente —contestó con un tono tan frío y distante
que Nikki se estremeció.
—¿Se… se lo contaste a Sabrina? ¿Lo de tu hijo? —Su voz
tembló de una forma que le resultó de lo más humillante.
Él volvió la cabeza hacia ella al instante y por fin la miró.
—Nunca le he contado una mierda a Sabrina. Los únicos
que lo saben son mis hermanos. Y puede que tus padres.
Seguro que han escuchado algo. Pero nunca le habría dicho
nada a esa loca. Ni tampoco Dev.
Nikki ya no sabía qué creer.
—Entonces, ¿cómo es que lo sabe cuando yo…?
—Ha debido de estar siguiéndome —respondió él antes de
soltar una risa ahogada—. No hay otra explicación. ¡Señor!
Esa mujer me ha estado espiando.
Eso tenía sentido. Nikki había comprobado de primera
mano lo perturbada que estaba, pero eso no explicaba por
qué no le había contado nada.
—Nunca me has hablado de él.
Gabe apretó la mandíbula y volvió a apartar la mirada.
—¿Cómo… cómo es que nunca salió el tema? Me has
hablado de Emma, de lo que le pasó y de su accidente.
Podías habérmelo dicho en ese momento. —El corazón le
latía con tanta fuerza que estaba sintiendo náuseas—. Es
un dato importante. Tener un hijo no es moco de pavo.
—Cierto. —No mostró emoción alguna.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? Hablamos un
montón. Compartimos un montón de cosas.
—Hemos salido un par de veces. Nos hemos acostado.
Hemos pasado tiempo juntos. Eso es todo —espetó él—.
¿Por qué tenía que hablarte de él? Pronto ni siquiera voy a
vivir aquí de forma permanente.
Era imposible que acabara de decir eso.
¡Oh, Dios mío! Seguro que no le había dicho eso.
Se tambaleó hacia atrás como si la hubieran abofeteado.
Tenía tal nudo en la garganta que creyó que se le iba a
cerrar. Miró a la cara al hombre que se había convertido en
un extraño.
Sabrina había tenido razón.
Solo te está follando. No quiere compartir contigo su vida.
Se le desgarró el corazón. Tenía frente a sí la
confirmación de esas palabras. Seguro que había sido así
desde el principio, pero ella había sido demasiado ingenua
para darse cuenta.
—¡Mierda! —Gabe se pasó la mano por el pelo—. Yo…
—Durante toda mi vida, solo me he sentido tan estúpida e
ingenua en una ocasión. Fue hace cuatro años, cuando me
desperté y me llamaste Emma.
Vio cómo abría los ojos ligeramente.
—¿No te acuerdas? Me llamaste Emma. —Le tembló el
labio inferior mientras se le clavaba en la palma el contorno
del medallón—. Ahí fue cuando me di cuenta de que seguías
enamorado de ella.
—No —respondió él con voz ronca—. No me acuerdo.
—Por supuesto que no. —Nikki se rio. Una risa que sonó
amarga y frágil—. Cualquiera habría supuesto que eso se
me quedó grabado a fuego. Que habría sido motivo
suficiente para no volver a enamorarme de ti.
Gabe se puso pálido. El color abandonó su cara mientras
la miraba fijamente.
—¿Pero cómo iba a volver a enamorarme de ti si he
estado enamorada de ti desde que tenia dieciséis años e
impediste que me ahogara en la piscina? —Intentó respirar
hondo, pero el aire se le quedó atorado en la garganta—.
Por eso te estaba buscando hoy. Necesitaba decírtelo
porque pensaba… —Se detuvo. ¿Cómo había podido ser tan
tonta?—. Ahora ya da igual. No sé qué es lo que sientes por
mí, o si sientes algo, pero está claro que no es lo mismo que
siento yo—. Se le quebró la voz a la vez que el corazón—.
Hace cuatro años me puse en ridículo yo sola. Hoy eres tú
el que hace que me sienta como una imbécil. No habrá una
tercera vez.
Abrió la mano y dejó que el collar que le había regalado
hacía cuatro años cayera sobre la mesa baja. Luego se
dirigió a la puerta. Necesitaba salir de allí antes de
derrumbarse por completo.
—Nic…
—Aléjate de mí —le advirtió ella, levantando la mano—. Si
te importo algo, aunque solo sea un poco, me dejarás en
paz.
29
Gabe subió las escaleras hasta su apartamento aturdido,
sosteniendo el collar con todas sus fuerzas.
La había cagado.
Lo sabía en lo más profundo de su ser. La había cagado a
lo grande.
Abrió las puertas de la galería y se detuvo en seco cuando
vio a Sabrina sentada en la barra. Por lo menos se había
vestido, aunque era evidente que acababa de ducharse.
Tenía el pelo mojado y peinado hacia atrás y, por una vez en
su vida, iba sin maquillar. La conmoción inicial dio paso a la
rabia.
—¡¿Estás de coña?! —gritó, acercándose a ella.
Sabrina levantó la mano.
—Sé que estás enfadado…
—Sal ahora mismo de mi apartamento y de esta casa o te
juro por Dios…
—¿Qué? —Entreabrió los labios—. ¿Me vas a sacar tú
mismo? ¿Se lo vas a contar a Dev? No creo que lo hagas.
—Estás completamente loca.
—No. No lo estoy —repuso ella con las mejillas rojas—.
Dices eso porque soy una mujer que va en busca de lo que
quiere, de lo que se merece. Si fuera un hombre, estarías
aplaudiéndome.
—Si fueras un hombre, ya te habría sacado de aquí a
patadas. —Hizo acopio de todas sus fuerzas para no perder
la compostura—. ¿Cómo coño sabes lo de mi hijo?
Sabrina sonrió.
—Tengo mis fuentes.
—No me vengas con esas tonterías, Sabrina. ¿Me has
estado espiando?
Sabrina resopló.
—Tú lo llamas espiar. Yo, ponerse al día. En serio, Gabe,
no me costó mucho enterarme de que Emma había tenido
un hijo. No cuando empezaste a ir a Baton Rouge casi todas
las semanas. Lo único que tenía que hacer era fijarme en lo
que hacías…
—¿Contrataste a alguien para que me siguiera?
Ella se encogió de hombros.
—En cuanto vi una foto del niño supe que era tuyo. Se
parece a los De Vincent.
¡Santo cielo! Sabía que Sabrina era capaz de cualquier
cosa, pero eso era una puta locura.
—Más te vale no volver a acercarte a él.
—Tu hijo me da igual. Sin embargo, ¿sabes quién sí se
habría preocupado por él? Nikki. Seguro que le habría
encantado conocerlo, pero me ha parecido que no sabía ni
que existía.
Gabe se estremeció.
Sabrina sonrió y cruzó sus delgadas piernas.
—Te he hecho un favor. Deberías darme las gracias.
—¿Qué?
—Me he deshecho de Nikki por ti. Vamos, no podías ir en
serio con ella. He vuelto a hacerte el trabajo sucio.
Lo único que pudo hacer fue mirarla.
—¿Le dijiste a Nikki lo de mi hijo para alejarla de mí?
—Tampoco es que estuvierais juntos de verdad. Seamos
sinceros, solo era sexo. Eso es todo. No se lo dijiste a tus
hermanos, ni tampoco la llamabas «novia». Ella no era la
perfecta Emma.
Por mucho que odiara reconocerlo, sus palabras dieron en
el blanco. ¿Era así como Nic se sentía al respecto? ¿Como
pensaba que estaba llevando él su relación? ¡Joder, sí!
¡Jesús!
Gabe negó con la cabeza antes de volver a centrarse en la
conversación.
—¿Empujaste a Nic por las escaleras?
Sabrina ladeó la cabeza.
—Eso habría sido demasiado vulgar por mi parte. Tengo
mucha más clase que eso.
No se la creyó en absoluto.
—Todo esto termina aquí y ahora. Te vas a mantener
alejada de Nic y de…
—¿O qué? Sé que no vas a decir nada. Como se lo cuentes
a tu hermano, me aseguraré de que Nikki tenga la peor
racha de suerte del mundo. Di una sola palabra a Devlin y
lo haré. Sabes que lo haré.
Gabe cerró las manos en sendos puños. Sabía que lo
intentaría.
—Le arruinaré la vida. Lo convertiré en mi objetivo
personal y…
Gabe se movió tan rápido que ni siquiera le dio tiempo a
pensar en lo que estaba haciendo. Antes de darse cuenta,
tenía la mano en su garganta y se la estaba apretando con
la fuerza suficiente como para que ella supiera que no
estaba bromeando.
—Como se te ocurra siquiera mirar mal a Nic, te
destruiré. ¿Te ha quedado claro, Sabrina? Estoy cansado de
tus mierdas. De que te entrometas en mi vida, husmeando
en cosas que no te importan. Estoy harto.
Ella torció el labio.
—¡Oh! ¿También te gusta en plan duro, como Devlin? —Se
deslizó del taburete—. Seguro que follas igual de duro…
—No te quiero —la interrumpió él, sosteniéndole la
mirada—. Nunca te he querido. ¡Joder, mujer! ¿Qué hice
para que te llevaras una impresión tan equivocada?
—Nunca te has permitido desearme. —Sabrina se
humedeció los labios—. Primero por Emma y ahora por
Nikki…
—¡No tiene nada que ver con ellas! Siempre ha sido por ti
—replicó él—. Puede que tu exterior sea tan hermoso como
el de ellas, pero por dentro eres terriblemente fea y estás
podrida hasta la médula. No hay nada que merezca la pena
en ti.
Sabrina se estremeció.
—Métete esto en la cabeza —dijo, alejándola de él antes
de hacer algo de lo que luego se arrepintiera—. Como se te
ocurra volver a amenazar a Nic, una sola vez más, te
mataré. ¿Lo has entendido? Y sabes que no es ninguna
amenaza.
Sabrina palideció, incluso creyó ver que sus ojos se
humedecían antes de que se enderezara.
—Jamás he querido estar con Devlin.
—Entonces, ¿por qué coño te vas a casar con él?
—Porque no tengo otra opción —susurró ella.
Nada más decir eso vio cómo abría los ojos y se ponía
todavía más pálida.
—¿Qué quieres decir con eso?
Sabrina negó con la cabeza y enseguida pareció
recomponerse.
—Me casaré con Devlin. Y haré todo lo que haga falta
para que ese matrimonio se lleve a cabo.
Gabe la miró y luego sacudió lentamente la cabeza. Esa
mujer estaba desequilibrada.
—Sal de aquí y no te acerques ni a mí, ni a mi hijo.
Sabrina tuvo el suficiente sentido común como para salir
corriendo de su apartamento.
Hasta que Gabe no oyó cerrarse la puerta no se percató
de algo que le había dicho antes.
He vuelto a hacerte el trabajo sucio.
¿Cómo?
¿Qué cojones había querido decir con eso?
Quiero dar las gracias a Kevan Lyon por ser una agente
increíble, por apoyar siempre cualquier idea que se me
ocurre y acompañarme en cada paso del camino. No puedo
agradecer lo suficiente a Taryn Fagerness por conseguir
que mis libros lleguen a todos los países y lectores posibles.
Gracias a ti, tengo una pared entera de libros en idiomas
extranjeros. Gracias a mi editora, Tessa Woodward, que
decidió dar vida a los hermanos De Vincent, así como a
Shailyn Tavella y al maravilloso equipo de
HarperCollins/Avon Books. Gracias a Kristin Dwyer, que ha
trabajado incansablemente para que este libro llegue a la
mayor cantidad de personas posible.
Un enorme gracias a Stephanie Brown por ayudarme a ir
siempre por el buen camino y hacerme reír. Sin Sarah
Maas, Laura Kaye, Andrea Joan, Stacey Morgan, Lesa
Rodrigues, Sophie Jordan, Cora Carmack, Jay Crownover,
KA Tucker y un sinfín de amigos increíbles, lo más seguro
es que ya hubiera perdido la cabeza. Gracias.
Un agradecimiento especial a todos los miembros de
JLAnders que me hacen sentir tan especial. Y nada de esto
sería posible sin ti, querido lector. Gracias a ti, puedo
escribir otra novela y dar vida a un mundo nuevo. Así que
gracias.