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Dios, las paradojas y el Holocausto:

cuando nuestras mentes no lo pueden


entender
8/2/2022
por Rav Nejemia Coopersmith

La incapacidad de captar la naturaleza de Dios es frustrante, y nos obliga a "vivir con


la pregunta".

"Planilandia", el alucinante libro de Edwin Abbot, describe a un personaje


atrapado en un mundo bidimensional, tratando de enfrentar la realidad de un
universo tridimensional. No lo logra.
Dado que todo lo que él percibe está limitado por su plano bidimensional de
existencia, le resulta imposible entender algo que tiene altura o profundidad.

Esta es una buena metáfora para la relación entre las dimensiones finita e
infinita. Dado que los seres humanos estamos inmersos en un mundo finito
limitado por el espacio y el tiempo, no podemos entender la esencia de un Ser
Infinito. Nuestros cerebros son finitos, nuestro mundo es finito, todo lo que
percibimos es finito.

Dado que los seres humanos estamos inmersos en un mundo limitado por el
espacio y el tiempo, no podemos entender la esencia de un Ser Infinito.
Pero no nos quedamos en la más absoluta oscuridad. Tal como un personaje
bidimensional puede percibir un dedo tridimensional que interseca con su
mundo, también nosotros podemos entender aspectos de lo infinito a través de
nuestro prisma finito. Desde lo finito, podemos inferir un entendimiento parcial
de lo infinito. Por ejemplo, si una entidad tiene un comienzo o un fin, por
definición debe ser finita. Tiene un límite, tiene una frontera. Por lo tanto,
podemos inferir que un Ser Infinito no tiene comienzo ni fin. A esto nos
referimos cuando decimos que Dios es eterno. Él no tiene un punto de
comienzo: nada le dio existencia porque no existe un "antes" de él. La existencia
le es intrínseca. Asimismo, Dios no puede morir. Él trasciende al tiempo.

Esta definición de lo eterno tiene sentido, a pesar de que no podemos captar


por completo lo que significa. La negación de lo finito está dentro de nuestro
reino de entendimiento. Se refiere al mundo finito que podemos captar. Pero el
otro lado, la descripción positiva de lo que eso significa, está más allá de
nuestra capacidad de comprensión. Incluso la misma palabra "infinito" sólo
declara lo que Dios no es: infinito, no finito, y no lo que Él realmente es.

La incapacidad de captar por completo la naturaleza de Dios es frustrante. En


nuestro mundo acelerado con cantidad de información al alcance de la mano,
nos irrita la idea de que existe un límite insuperable para nuestro conocimiento.
El dinero, la educación y las conexiones adecuadas no ayudarán en este caso.
Chocamos contra una pared, no somos Dios. Sólo hay determinadas cosas que
podemos entender.

A veces, comprender que la respuesta que buscamos está más allá de nuestra
capacidad, es la respuesta intelectualmente más honesta que podemos asumir.
Reconocer la incómoda realidad de que no podemos percibir todo nos obliga a
"vivir con la pregunta". A veces, comprender que la respuesta que buscamos
está más allá de nosotros mismos es la posición intelectual más honesta que
podemos asumir. Puede que no nos deje satisfechos, aborrecemos el vacío que
deja a su paso una pregunta sin respuesta. Pero no es una evasión, es un
reconocimiento honesto de nuestra limitación.
Aquí hay dos ejemplos que ilustran este punto.

La paradoja del libre albedrío


Tomemos este conocido enigma: Si Dios lo sabe todo ¿Cómo tenemos libre
albedrío?

Maimónides formula la pregunta de esta forma:

Si Dios, el Santo bendito sea, sabe todo lo ocurrirá antes de que ocurra,
¿Él sabe o no sabe si una persona será recta o malvada?

Si Él sabe que alguien será recto, [parece] imposible que esa persona no
sea recta. Sin embargo, si decimos que a pesar de que Él sabe que será
recta, es posible que sea malvada, entonces Su conocimiento sería
incompleto (Leyes de la teshuvá, 5:5)

O que el hombre no tiene libre albedrío, lo cual niega el pilar del judaísmo,* o
que el conocimiento de Dios es incompleto, lo que va en contra de Su
naturaleza Infinita. ¿Cómo es posible que tanto el entendimiento de Dios como
el libre albedrío del hombre sean verdad?

En síntesis, el Rambam explica que en verdad tanto el libre albedrío del hombre
como el conocimiento completo de Dios existen simultáneamente, pero dado
que nosotros no podemos captar la naturaleza del entendimiento de Dios,
porque es parte de Su esencia Infinita, no podemos entender la naturaleza de
Su entendimiento y entender cómo pueden coexistir las dos cosas.

No podemos entender la verdadera naturaleza de lo Infinito, lo cual es necesario


captar para entender cómo pueden coexistir las dos dimensiones. Sólo Dios lo
entiende. Literalmente.
Esta es la naturaleza de la paradoja. Cada vez que tratamos de cerrar la brecha
entre las dimensiones finita e infinita, llegamos al límite de nuestra
comprensión. No podemos entender la verdadera naturaleza de lo Infinito, lo
cual es necesario para entender cómo pueden coexistir las dos dimensiones.
Sólo Dios lo entiende. Literalmente.

Estar atrapados en un mundo finito con cerebros finitos nos lleva a vivir con
paradojas. Es frustrante, pero tolerable. Contrasta esto con encontrar una
contradicción, lo cual es intolerable. La contradicción implica que dos cosas no
pueden existir simultáneamente porque una de ellas es errónea. Dado que
ambos elementos están dentro de nuestro alcance, necesitamos desarraigar la
noción errónea y resolver el conflicto. El Talmud está repleto de feroces debates
que intentan resolver las contradicciones, con el objetivo de llegar a una
correcta comprensión de la verdad.

Dios y el Holocausto
A muchas personas no les molestan las paradojas. A la mayoría le molesta el
Holocausto. ¿Cómo podemos reconciliar el amor y la bondad innata de Dios
con el asesinato de seis millones de judíos?

El tema del sufrimiento, personal y nacional, es extremadamente complejo, y


aquí no podemos referirnos a su alcance completo. Pero quiero señalar el
siguiente punto. Hay cierta arrogancia en asumir que podemos entender todo,
que conocemos toda la información y los factores relevantes, y que podemos
juzgar sobre cualquier tema. Hay demasiado que no conocemos ni podemos
entender. Es presuntuoso concluir que entendemos mejor que Dios.

Vivimos en una franja de tiempo. Nos resulta imposible ver la imagen completa.
Imagina a una persona que mira por el ojo de una cerradura y se sorprende por
lo que ve. ¡Una persona está a punto de asesinar a otra apuñalándola en el
pecho! Él abre la puerta y grita: "¡Deténgase!"

De inmediato se da cuenta que está en un quirófano en el cual el cirujano está


por efectuar una operación a corazón abierto para salvar la vida de esa persona.
Lo que pensó que era un asesinato, debido a su falta de perspectiva, era en
verdad una cirugía que le podía salvar la vida.

Nuestras vidas son un pequeño hilo que forma parte del tapiz de la historia.
Nuestras vidas son un pequeño hijo que forma parte del tapiz de la historia. En
este momento no podemos captar la historia completa: está por encima
nuestro. Tenemos que "vivir con la pregunta" y confiar que "el Creador Infinito
que guía todo con amor, sabe lo que está haciendo y mueve cada pieza
exactamente donde necesita estar, de alguna manera culminando con el
cumplimiento de Su visión perfecta".

Nada está fuera del alcance de Dios. Todo ocurre por una razón, incluso cuando
no podemos entenderlo.

Rav Moshé Jaim Luzzatto escribió en "Daat Tevunot":

No hay acto, grande o pequeño, cuyo fin no sea la perfección universal, tal
como dijeron nuestros sabios (Talmud Brajot 60b): "Todo lo que hace el
Cielo es para bien". Porque cuando llegue el momento, el Santo, Bendito
Sea, dará a conocer Sus caminos, demostrando cómo incluso los
reproches y las tribulaciones fueron precursores de lo bueno y de hecho la
preparación para la bendición. Porque el Santo, Bendito Sea, desea sólo la
perfección de Su creación.

En este momento, no podemos ver cómo semejante tragedia puede ser parte
del plan perfecto de Dios. Incluso podemos sentirnos ofendidos ante ese
pensamiento. Pero la historia sigue adelante y al final de la historia, cuando
todas las piezas ocupen su lugar, podremos mirar hacia atrás y decir: "Ahora lo
entiendo" (Como la sensación que tienes al ver el final de la película El sexto
sentido, cuando todo se acomoda y encaja, obligándote a repensar todo lo que
acaba de suceder).

Mientras tanto, estamos estancados en esta franja de tiempo, incapaces de


conectar los puntos y entender. Así que tenemos que vivir con la pregunta,
seguros en el entendimiento de que Dios, Quien nos ama por encima de toda
medida y hace todo para nuestro bien está en el asiento del conductor.

* Como escribe el Rambam: "Este principio [de libre albedrío] es un concepto fundamental y un
pilar sobre el cual se apoya la totalidad de la Torá y de las mitzvot, como está escrito: 'He aquí
que coloco ante ti la vida [y lo bueno, la muerte y el mal]' (Deuteronomio 11:26), lo que implica
que la elección está en tus manos". Cualquier acto humano que la persona desee hacer, puede
hacerlo, ya sea bueno o malo, Leyes de la teshuvá, 5:3.

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