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EDITORIAL PORTAVOZ

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Título del original: Heaven and Eternity, © 1997 por Pre-


Trib R esearch C en ter y publicado por H arvest H ouse
Publishers, Eugene, Oregon 97402.

Edición en castellano: Cielo y eternidad por Thomas Ice y


Timothy Demy, © 1999 por Editorial Portavoz, filial de
Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos
los derechos reservados.

Traducción: John Bemal


Diseño de la portada: Alan G. Hartman
Compaginación: Nicholas G. Richardson

EDITORIAL PORTAVOZ
Kregel Publications
P. O. Box 2607
Grand Rapids, Michigan 49501 EE. UU.
Visítenos en: www.portavoz.com

ISBN 0-8254-1347-8

1 2 3 4 5 edición/año 03 02 01 00 99

Printed in the United States o f America


Contenido
Introducción

P R IM E R A P A R T E

¿Qué es el cielo?
1. ¿Dónde se enseña en la Biblia acerva del cielo? 8
2. ¿Existe alguna diferencia entre cielo y eternidad? 10
3. ¿Dónde está el cielo? ¿Acaso ya existe? 10
4. ¿Cuándo empieza el estado eterno o la eternidad? 11
5. ¿Qué es la ciudad eterna? 12
6. ¿Cuál es la relación que existe entre el milenio y el estado
eterno? 12
7. ¿Qué ocurre al final del milenio? 13
8. ¿Cómo se relacionan losjuiciosfuturos con el cielo? 15

------------ SEGUNDA PA RTE -----------

¿Cómo va a ser el cielo?


9. ¿Qué va a ocurrir en el cielo? 17
10. ¿Tendremos cuerpos en el cielo? 19
11. ¿Tendremos identidad personal y reconoceremos a otros
en el cielo? 20
12. ¿Nos reuniremos con amigos yfamiliares cristianos
en el cielo? 21
13. ¿Hay matrimonio en el cielo? 21
14. ¿Cómo se relacionan los ángeles con el cielo y la eternidad? 22

TER C ER A PA RTE

¿Quién va a estar en el cielo?


15. ¿Quienes son los habitantes del cielo? 23
16. ¿Qué ocurre en el momento de la muerte ? 24
17. ¿Quépasa con la idea de que el alma queda dormida? 25
18. ¿Quién entra al cielo ? 26
19. ¿Qué hay de los bebés, los niños y otras personas incapaces de
entender el evangelio? 27
20. ¿Qué relación tiene Jesucristo con el cielo? 29

------------------ CUARTA PARTE ------------------

¿Qué futuro le espera a los no cristianos?


21. ¿Acaso todo el mundo no va al cielo? 29
22. ¿Qué es el infierno? 30
23. ¿En qué parte enseña la Biblia acerca del infierno? 30
24. ¿El castigo va a ser eterno? 32
25. ¿Y qué hay de la aniquilación ? 32

3
4 Cielo y eternidad

26. ¿Qué hay del universalismo ? 33


27. ¿Qué hay de la reencarnación? 34
28. ¿Qué hay de las enseñanzas sobre eternidad en
otras religiones? 35
29. ¿Qué hay de las experiencias cercanas a la muerte? 36

------------------- Q U IN T A P A R T E --------------------

¿Cuál es la importancia del cielo en la actualidad?


30. ¿La creencia en el cielo no es en realidad simple escapismo? 38
31. ¿Qué hay del dolor y las aflicciones que experimentamos ? 39
32. ¿Por qué debería yo interesarme en el cielo? 41
33. ¿Cómo puedo estar seguro de que iré al cielo? 42
Conclusión 44
Notas 45
Lecturas recomendadas 48
Acerca de esta serie ...
La serie «Profecía» está pensada para dar a los lectores un
breve sumario de temas y cuestiones individuales de la profecía
bíblica. Para referencia rápida y facilidad de estudio, estas obras
se redactan en un formato de pregunta y respuesta. Las pregun­
tas siguen una progresión lógica, de modo que el lector que las
lea seguidas conseguirá un mejor aprecio por el tema y las cues­
tiones involucradas. Cada título está totalmente documentado con
notas al final del libro.
La perspectiva teológica que se presenta en toda la serie es la
premilenarista y pretribulacional. Los autores reconocen que ésta
no es la única posición aceptada por los cristianos evangélicos,
pero creemos que es la perspectiva de mayor aceptación y más
destacada. Es también nuestra convicción que el premilenarismo,
y de manera específica el pretribulacionismo, es la explicación
más acorde con el plan profètico de Dios revelado en la Biblia.
El estudio de la profecía y de sus intrincados componentes es
una empresa detallada y compleja, pero no es de imposible com­
prensión o resolución. Es susceptible de error, malas interpreta­
ciones y confusión. Pero esas posibilidades no deberían inducir
a ningún cristiano a apartarse del estudio de la profecía ni a ale­
jarse de una sincera y útil discusión acerca de la misma. El pro­
pósito de esta serie es proporcionar una herramienta concisa y
coherente a todos los que deseen una mejor comprensión de las
Escrituras. Si el lector profundiza, tendrá grandes compensacio­
nes, y obtendrá satisfacción al ir creciendo en el conocimiento y
en el amor de nuestro Señor Jesucristo y de su Palabra.

This O ng

PH8G-QYH-NRKJ

5
Libros de la serie «Profecía» por
Thomas Ice y Timoíhy J. Demy

El Anticristo
Armagedón y el medio oriente
El arrebatamiento
2.000 (LC. y ¡a predicción de la venida de Cristo
El milenio
Jerusalén en la profecía bíblica
La segunda venida de Cristo
Las señales finales
El templo de los últimos días
La tribulación
IN T R O D U C C IÓ N

Hace mucho tiempo, en medio de terrible sufrimiento y muer­


tes, Job preguntó, «si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?». Tu­
vieron que pasar siglos antes de que su pregunta recibiera una
respuesta concreta y definitiva dada por Jesucristo quien dijo,
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente» (Juan 11:25,26). En la noche anterior a su cruci­
fixión, Jesús dijo a sus discípulos, «En la casa de mi Padre mu­
chas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare
lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde
yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:2,3).
El lugar del que Jesús hablaba es el cielo. Es la esperanza de
todos los que creen en Él. A través de los siglos, el cielo ha sido
representado por artistas, poetas, autores y predicadores. San
Agustín, Dante, John Milton, Juan Bunyan, C.S. Lewis y mu­
chos más han escrito acerca del cielo y sus glorias. Se canta del
cielo en himnos, cánticos espirituales, música clásica, así como
en tonadas del oeste y de estilo country. Se menciona en chistes
y en sermones, en hospitales y salones de clase. Casi todo el
mundo tiene algunas nociones vagas sobre el cielo— algunas bí­
blicas y otras no bíblicas. La promesa del cielo ha traído espe­
ranza a los desalentados, consuelo a los afligidos y seguridad a
los que están librando batallas espirituales.
Él cielo es real. En una época de fantasía, efectos especiales,
misticismo y apatía espiritual, es fácil que el cielo se represente
erróneamente. No obstante, la Biblia es muy clara en cuanto a la
existencia y propósito del cielo. Y dado que el cielo y el estado
eterno son parte del plan de Dios para las edades, el cielo y la
profecía tienen una relación integral.
Algunas veces cuando leemos el periódico, la noticia más
significativa no se encuentra en la primera página ni en los titu­
lares, sino en los obituarios. Si acaso no hemos sido notificados
por amigos y seres queridos, es aquí donde nos enteramos de la
muerte de amigos, vecinos y conocidos. En estas breves líneas y
columnas se nos recuerda la brevedad de la vida y la certeza de
la muerte. Cuando pensamos en nuestra propia muerte o la muerte
de un ser querido la teología se vuelve algo muy personal.
Lo que creamos acerca de la vida y la muerte, del bien y el
mal, y de cielo e infierno es de gran trascendencia. C.S. Lewis
escribió sobre la importancia del cielo, señalando que, «si usted
lee la historia, encontrará que los cristianos que hicieron las
mayores contribuciones a este mundo, solamente fueron aque­
llos que pensaron más en el siguiente... Es debido a que los cris­
tianos en gran parte han dejado de pensar en el otro mundo, que
se han vuelto tan poco efectivos en éste». ¡Cuánta verdad encie­

7
8 Cielo y eternidad

rra esto para todos nosotros! Pensar en el cielo tiene la mayor


importancia a nivel personal y teológico.
La escatología es el estudio de eventos y personajes futuros
con base en las profecías de la Biblia. Todas las profecías bíbli­
cas concernientes al futuro se cumplirán conforme al plan y tiem­
po de Dios. Esto tiene que ver con cada persona que haya vivido,
que viva ahora o que llegue a vivir. Las enseñanzas de la Biblia
sobre cielo e infierno se relacionan con lo que podemos denomi­
nar una escatología «personal». El cielo y el infierno son muy
reales y muy personales—tienen que ver con nuestro futuro.
El pastor y escritor, doctor Steven J. Lawson escribió acerca
del cielo:

Que ninguno se equivoque en esto, el Cielo es un lugar


real. No es un estado mental. No es producto de la
imaginación humana. No es un concepto filosófico ni una
abstracción religiosa. No es un sueño entemecedor. No es
la ocurrencia medieval de un científico en la antigüedad.
No es la superstición ajada de un teólogo liberal. Es un lugar
real. Un espacio mucho más real que el que usted ocupa
actualmente... Es un lugar real donde vive Dios. Es el lugar
real de donde Cristo salió para entrar a este mundo. Y es el
lugar real al cual regresó Cristo en su Ascensión— ¡De
verdad7l

La Biblia no nos dice todo lo que nos gustaría saber sobre el


cielo, pero sí nos proporciona vislumbres del futuro para ani­
mamos en el presente. Demos un vistazo a lo que la Biblia ense­
ña sobre el cielo—ese futuro glorioso que aguarda a todos los
cristianos.

P R IM E R A P A R T E

¿Qué es el cielo?
1. ¿Dónde se enseña en la Biblia acerca del cielo?
En traducciones de la Biblia al inglés la palabra «cielo» ocu­
rre más de 500 veces. La mayoría de versículos emplean o bien
la palabra hebrea shamayirn, que se traduce literalmente como
«las alturas», o la palabra griega ouranos, que se traduce literal­
mente como «aquello que es o está elevado». Estas palabras se
emplean a lo largo de la Biblia para hacer referencia a tres luga­
res o reinos diferentes: la atmósfera, el universo, y la morada de
Dios. Estas tres divisiones han sido reconocidas a través de la
historia por fuentes tanto cristianas como no cristianas, especial­
mente en la literatura griega clásica.2 En tanto que es el tercer
uso de la palabra el que nos interesa principalmente, todas las
tres formas son comunes en la Biblia.
¿Qué es el cielo? 9

El cielo atmosférico
Las referencias al cielo atmosférico se encuentran en pasajes
tales como Deuteronomio 11:11,17; 28:12,24; Josué 10:11; Sal­
mo 18:13; 147:8; Proverbios 23:5; Zacarías 2:6; 6:5. Versículos
como estos hacen énfasis en el «primer cielo» o espacio atmos­
férico. Es de este dominio que habla Isaías cuando registra las
palabras de Dios en Isaías 55:9-11 :

Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis
caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamien­
tos más que vuestros pensamientos. Porque como descien­
de la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la
tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que
siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de
mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo
quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
El universo o cielo cósmico
Ejemplos de «el universo» o el «cielo cósmico» se encuen­
tran en pasajes tales como Génesis 1:14; 15:5; Éxodo 20:4; Sal­
mo 33:6; Jeremías 10:2; Hebreos 1:10. Frecuentemente el cielo
cósmico o simplemente los cielos, se utiliza bíblicamente como
una figura de lenguaje tal como la hipérbole (Deuteronomio 1:28;
Daniel 4:11,20,22) o como aquella metonimia que hace énfasis
en el concepto de totalidad (Deuteronomio 4:29; 30:19; Mateo
24:31; Colosenses 1:23). El reino del cielo cósmico y la totali­
dad del universo también puede encontrarse en Deuteronomio
30:19:

A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra


vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la
bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que
vivas tú y tu descendencia...

Es también en este sentido que leemos acerca de la autoridad


de Jesucristo en Mateo 28:18-20:

Y Jesús es acercó y les habló diciendo: Toda potestad


me es dada en el cielo y en la tierra, por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
La morada de Dios
La morada de Dios es el núcleo principal de nuestro estudio.
Las referencias para este uso del término incluyen pasajes tales
como Salmo 33:14; Isaías 63:15; Mateo 5:16,45; 6:1,9; 7:11,21;
10 Cielo y eternidad

18:10; Apocalipsis 3:12; 21:10. Es la morada de Dios aquello de


lo cual habla Jesús cuando declara en Mateo 10:32,33:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hom­


bres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está
en ios cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los
hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está
en los cielos.

La morada de Dios es el «tercer cielo» del que Pablo habla en


Segunda Corintios 12:2. Jesús se refirió muchas veces al cielo
en este sentido a lo largo de Su ministerio. La morada de Dios es
el tema del cual Pablo escribe a lo largo de todas sus cartas a las
primeras iglesias.
El cielo es más que una noción mística, una tierra imaginaria
de ensueño, un concepto filosófico. Es un lugar real y actual donde
vive Dios, el Creador de todas las cosas. Es el hogar verdadero
de todos los cristianos. Es de donde Jesús vino en el momento de
la encamación, hacia donde Él ascendió después de la resurrec­
ción, y de donde Él volverá para recibir a todos los que verdade­
ramente le siguen. El cielo es el lugar que el escritor de Hebreos
llama «la patria en la distancia», el lugar al que anhelaban llegar
todos los personajes del «salón de la fe»:

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibi­


do lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y
saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregri­
nos sobre la tierra, porque los que esto dicen, claramente
dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen es­
tado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente
tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es,
celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios
de ellos; porque les ha preparado una ciudad (Hebreos 11:13-
16).
2. ¿Existe alguna diferencia entre cielo y eternidad?
Cuando la Biblia habla del cielo, está haciendo referencia a
un lugar. El cielo existe ahora (a pesar de que no lo estemos
experimentando), y seguirá existiendo por toda la eternidad.
La eternidad, o más específicamente el estado eterno, es una
dimensión aún futura de tiempo sin fin.
3. ¿Dónde está el cielo? ¿Acaso ya existe?
El apóstol Pablo nos cuenta a nosotros como cristianos, que
«nuestra ciudadanía está en los cielos» (Filipenses 3:20). El cie­
lo existe ahora y está localizado en algún lugar más allá de la
tierra y de nuestro universo. El cielo es el lugar donde mora
Dios—aunque Dios no está circunscrito espacialmente al cielo
¿Qué es el cielo? 11

porque Él es omnipresente. Su omnipresencia se refleja en la


oración de Salomón durante la dedicación del Templo: «He aquí
que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener;
¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?» (1 Reyes 8:27).
En el Salmo 139:8 el salmista también habla de la omnipre­
sencia de Dios al declarar, «Si subiere a los cielos, allí estás tú; y
si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás». La omni­
presencia de Dios no lo limita al cielo, simplemente el cielo es
Su habitación. El doctor John MacArthur escribe:
A

Así que decir que Dios mora en el cielo no es afirmar


que Él esté contenido allá, sino que se trata exclusivamente
de Su hogar, Su centro de operaciones, Su puesto de co­
mando. Es el lugar donde se asienta Su trono. Y es donde
ocurre la más perfecta adoración hacia Él. Es en ese sentido
que decimos que el cielo es Su morada.3

Aunque el cielo es un lugar, no está limitado por fronteras


físicas o confines de tiempo y espacio. Puede ser experimentado
y habitado por seres con cuerpos materiales, pero no está restrin­
gido por nociones tales como altura, anchura y profundidad.4
Tiene características y atributos físicos, pero también es extra­
físico. El doctor MacArthur escribe en cuanto a los atributos y la
unicidad del cielo:

Así que el cielo no está confinado a una localidad de­


marcada por fronteras que puedan ser observadas o calcu­
lables. Trasciende los confines de las dim ensiones
espacio-temporales. Quizás eso es parte de lo que quieren
decir las Escrituras cuando se declara que Dios habita la
eternidad (Is. 57:15). Su lugar de habitación o morada—el
cielo— no está sujeto a limitaciones normales propias de
dimensiones finitas. No necesitamos especular acerca de
cómo puede ser esto; es suficiente notar que esta es la ma­
nera en que las Escrituras describen el cielo. Es un lugar
real donde personas con cuerpos físicos van a morar en la
presencia de Dios durante toda la eternidad; y también es
un espacio que desborda nuestro concepto finito de lo que
es un «lugar».5

Aunque es muy real, el cielo puede no ser espacial en su esta­


do intermedio actual. Es el lugar donde se encuentra Cristo aho­
ra, pero también está más allá de nuestros sentidos y experiencias
normales. Es verdaderamente un fenómeno sobrenatural.6
4. ¿Cuándo empieza el estado eterno o la eternidad?
Según los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis, el estado eterno
empezará al final del milenio, el reinado de Cristo sobre la tierra
12 Cielo y eternidad

durante mil años. Desde nuestro actual punto en la historia, el


próximo evento en el plan profètico de Dios es el arrebatamiento
de la iglesia, que será seguido por la tribulación de siete años, la
segunda venida de Cristo, el reinado milenario y finalmente, el
estado eterno.
La eternidad se distingue del reinado milenario, en que du­
rante el milenio, Jesucristo gobernará sobre la tierra durante 1.000
años. Al final de este periodo habrá una serie de juicios y la in­
troducción del estado eterno.

5. ¿Qué es la ciudad eterna?


Después de los juicios al final del milenio, Jerusalén será des­
truida por medio del fuego al igual que el resto de la tierra (Mateo
24:35; 2 Pedro 3:10).7Sin embargo, de acuerdo a Apocalipsis 3:12
y capítulos 21 y 22, habrá una nueva ciudad—la Nueva Jerusa­
lén—que reemplazará la ciudad destruida y seguirá existiendo por
toda la eternidad. Esta nueva Jerusalén es la «ciudad eterna».
Jesús dijo a Sus discípulos en Juan 14:2,3 que Él iba al cielo
a preparar un lugar para los creyentes. Parece que el lugar que Él
está preparando es la Jerusalén celestial.
Esta nueva Jerusalén que tiene su origen en el cielo, también
será «terrenal», en el sentido de que se trata de un lugar físico y
geográfico. Será la parte de «tierra» en los cielos nuevos y la
tierra nueva que reemplazarán al cielo y la tierra actuales des­
pués de su destrucción. Después que la tierra actual haya sido
destruida por fuego (2 Pedro 3:10), entonces la nueva ciudad
descenderá de los cielos:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer


cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender
del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para
su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos;
y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como
su Dios (Apocalipsis 21:1 -3).

Apocalipsis 21-22 es da detalles muy específicos de la ciu­


dad y sus habitantes en la condición de bienaventuranza del esta­
do eterno. Aunque hay muchas preguntas que podemos tener
sobre la eternidad, la visión de Juan no deja duda alguna respec­
to al hecho de que los ciudadanos de esta nueva Jerusalén, la
ciudad eterna, existirán en condiciones completamente distintas
a las que este mundo ha conocido.
6. ¿Cuál es la relación que existe entre el milenio y el
estado eterno?
El milenio y el estado eterno son dos fases claramente sepa­
radas del reino de Dios. El doctor Arnold Fruchtenbaum escribe:
¿Qué es el cielo? 13

El milenio en sí únicamente dura mil años. Sin embar­


go, de acuerdo a las promesas del Pacto Davídico, debía
haber una dinastía eterna, un reino eterno y un trono eterno.
La existencia eterna de la dinastía está asegurada porque
culmina con una persona eterna: el Señor Jesucristo. Pero
la existencia eterna del trono y del reino también debe ase­
gurarse. La forma milenaria del reino de Dios llegará a su
fin después de mil años. Pero el reino de Dios en el sentido
del dominio de Dios continuará en el Orden Eterno. Cristo
seguirá estando en Su posición de autoridad sobre el trono
Davídico al entrar en el Orden Eterno.8

El milenio es una preparación para el estado eterno. Aunque


va a ser diferente a la vida como la conocemos hoy en día, el
milenio todavía va a estar muy lejos de la absoluta perfección
del estado eterno. Leemos en Apocalipsis 21:1-22:5 que el esta­
do eterno va a incluir la terminación del antiguo orden y la crea­
ción de la nueva Jerusalén y de cielos nuevos y tierra nueva.
Cuando se comparan los dos periodos de tiempo observamos
los siguientes contrastes:
• El milenio está asociado con una continuación de la his­
toria humana, no ocurre lo mismo con el estado eterno.
• El milenio es el remate de la historia humana porque el
pecado todavía está presente aunque refrenado por el go­
bierno de Cristo. El cielo, en el estado eterno, está total­
mente libre de pecado.
• En el milenio la adoración se enfocará en Jesucristo, la
segunda persona de la Trinidad. Durante el estado eterna,
la comunión directa con Dios el Padre, la primera persona
. de la Trinidad, será una realidad por primera vez desde el
Jardín de Edén.
• El milenio será un tiempo en el que creyentes resucitados
y seres humanos no resucitados se mezclarán en la vida
diaria. El estado eterno consistirá única y exclusivamente
de personas resucitadas.
• El milenio será un tiempo en el que seguirán naciendo
seres humanos que podrán aceptar o rechazar a Cristo
como su Salvador. El estado eterno será un tiempo en el
cual ninguna otra persona será añadida a la raza humana,
y el destino de todos quedará definido— salvados o perdi­
dos para la eternidad.
Habrá muchas diferencias entre el milenio y el estado eterno,
pero ambos difieren en gran manera con respecto a nuestra ac­
tual época histórica.
7. ¿Qué ocurre al final del milenio?
Al final del reinado de Cristo sobre la tierra durante mil años,
tendrá lugar una última rebelión de Satanás y sus tropas. Tal como
14 Cielo y eternidad

está profetizado en Apocalipsis 20, Satanás será soltado al cierre


del milenio y se levantará en contra del reinado milenario de
Cristo:

Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de


su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los
cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de re­
unirlos para la batalla; el número de los cuales es como la
arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y
rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y
de Dios descendió fuego del cielo, y ios consumió. Y el
diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y
azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apo­
calipsis 20:7-10).

En una última tentativa para obtener poder y la lealtad de los


hombres, Satanás manifestará su verdadera naturaleza (como lo
ha hecho a lo largo de toda la historia) y tratará de apoderarse del
trono de Dios. El doctor John Walvoord escribe acerca de este
intento de golpe de estado:

Los mil años de encierro no lograrán cambiar la natura­


leza de Satanás, y él va a intentar tomar el lugar de Dios
para recibir la adoración y obediencia que solamente son
debidas a Dios. Encontrará una pronta respuesta entre aque­
llos que hayan hecho una profesión de seguir a Cristo en el
Milenio pero que en ese momento «mostrarán el cobre».
Ellos rodearán Jerusalén en un intento por capturar la ciu­
dad capital del reino de David así como del mundo entero.
Las Escrituras dan un breve reporte al respecto diciendo,
«de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió».9

Según Apocalipsis 20:10, la liquidación de Satanás será rápi­


da pero definitiva. Será lanzado en el lago de fuego, donde se
unirá al anticristo y al falso profeta (quien es el lugarteniente del
anticristo) (Apocalipsis 13:11-18). El hecho de que el anticristo
y el falso profeta se encuentren en el lago de fuego al momento
de la segunda venida, antes del milenio, confirma el hecho de
que ya han desaparecido de la historia. El lago de fuego es la
forma perpetua del infierno de la cual nadie sale nunca una vez
arrojado allí. Esta es la razón por la que Satanás queda encerrado
en el abismo al inicio del milenio. Tendrá una aparición adicio­
nal sobre el escenario de la historia antes de ser confinado de una
vez por todas al lago de fuego.
El juicio de Satanás es seguido por el juicio de los muertos
que no creyeron, un evento conocido como el juicio ante el gran
trono blanco (Apocalipsis 20:11-15). Estos juicios conforman el
¿Qué es el cielo? 15

puente que existe entre el milenio y el estado eterno como está


descrito en Apocalipsis 21-22. Constituyen los eventos finales
del milenio, y después de ellos viene la desaparición de los ac­
tuales cielos y tierra (Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 16:17;
21:33; 2 Pedro 3:10). Juan escribe,

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer


cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más
(Apocalipsis 21:1).

8. ¿Cómo se relacionan los juicios futuros con el cielo?


De acuerdo al plan y agenda proféticos de Dios, todavía que­
dan varios juicios en el futuro. Algunos de estos juicios tendrán
lugar antes del final de la tribulación, y otros se darán al final del
milenio y antes del estado eterno.
Justamente antes de la inauguración del estado eterno y de
que los creyentes habiten el cielo por la eternidad, se hará el
juicio contra Satanás y los ángeles caídos (Mateo 24:41; 2 Pedro
2:4; Judas 6; Apocalipsis 20:10) y el juicio ante el gran trono
blanco de los no salvos que se describe en Apocalipsis 20:11-15.
El doctor Charles Ryrie resume este juicio final de la siguiente
manera:

Aquellos que son juzgados se denominan simplemente


«los muertos», haciendo referencia a personas incrédulas
(en contraste con «los muertos en Cristo» que se aplica a
creyentes). Este juicio no va a separar a los creyentes de los
incrédulos, ya que todos los que van a experimentarlo ha­
brán tomado durante sus vidas la decisión de rechazar a
Dios. El Libro de la Vida que será abierto en el juicio ante
el Gran Trono Blanco no va a tener el nombre de ninguna
persona que vaya a estar en ese juicio. Los libros de las
obras que también van a ser abiertos probarán que todos los
que están siendo juzgados merecen la condenación eterna
(y pueden ser utilizados para determinar grados de casti­
go). No quiere decir que todas sus obras hayan sido malas,
pero sí que todas fueron obras muertas, realizadas por gen­
te muerta espiritualmente. Es como si el Juez fuera a decir,
«Voy a mostrarles con el registro de sus propios hechos que
merecen ser condenados». De modo que todos los que van
a aparecer en este juicio serán arrojados en el lago de fuego
para siempre.10

En la siguiente tabla se presentan los diversos juicios. Se debe


advertir que todos los juicios tienen lugar antes del estado eterno.
16 Cielo y eternidad

JUICIO TIEMPO LUGAR PERSONAS BASE RESULTADOS ESCRITURAS

Obras de Entre el Bernade Creyentes Obras y Recompen­ 1 0 x 3 :1 0 -


los arrebata­ Cristo en Cristo andar en la sas o 1 5 ;2 0 x
creyentes miento y la vida pérdida de 5:10
segunda cristiana galardones
venida

Santos del R n de la Creyentes Fe en Dios Recompen­ Dn. 12:1-3


Antiguo tribulación/ en tiem pos sas
Testamento segunda de!A.T.
venida

Santos de Fin de la Creyentes Fe en Cristo Reinarán Ap. 20:4-6


la tribulación/ del periodo y fidelidad con Cristo
tribulación segunda déla a Cristo en el
venida tribulación Milenio

Judíos con R n de la En el Judíos que Fe en Cristo Creyentes Ez. 2034-38


vida tribulación/ desierto sobrevivan entran al
segunda ala reino;
venida tribulación rebeldes
son
apartados

Gentiles R n de la Valle de Gentiles Fe en Cristo Creyentes Joel3:1-2;


con vida tribulación/ Josafat que probada entran al M t2 5 3 1 -
segunda sobrevivan por sus reino; los 46
venida ala obras dem ás van
tribulación al lago de
fuego

Satanás y R n del Satanás y Lealtad al Lago de M t 24:41; 2


los ángeles Milenio los ángeles falso fuego Pedro 2:4;
caídos que lo sistema de Judas 6:Ap.
sigan Satanás 20:10

Personas R n del Antee! Incrédulos Rechazo a Lago de Api 20:11-


no salvas Milenio Gran Trono de todos Dios fuego 15
Blanco los tiem pos

Juicios de los últimos tiempos


SEG U N D A PARTE

¿Cómo va a ser el cielo?


9. ¿Qué va a ocurrir en el cielo?
La Biblia describe la vida en el cielo como llena de gozo,
actividades con propósito y adoración. Cuando pensamos en la
eternidad, es fácil preguntarse si nos vamos a aburrir en el cielo.
Sin embargo, las vislumbres bíblicas del cielo no son de aburri­
miento. La Biblia habla de al menos seis actividades que tendrán
lugar en el cielo: adoración, servicio, autoridad, compañerismo,
aprendizaje y descanso.12

Adoración sin distracciones


La adoración será la actividad principal en el cielo. «Pudiera
ser que la primera actividad excelsa y continua de los redimidos
será la adoración del trino Dios».13 Algunos de los pasajes más
extensos sobre adoración en el cielo se encuentran en Apocalip­
sis 19:1-8 y capítulos 4 y 5.

La adoración ya no va a ser una palabra por definir o


una experiencia indescriptible. No va a ser manipulada ni
fingida. Habiendo perdido toda su afectación, la adoración
será una de las actividades más continuas, prioritarias y gran­
diosas de los redimidos. Será espontánea y genuina. Ocu­
pará al universo entero. Los aleluyas y los gloria a Dios y
los amenes ahogarán todos los sonidos del Cielo y de la
tierra, y todos nos vamos a abandonar en el gozo de decirle
a nuestro Dios cuánto lo admiramos.14

Sobre la base establecida por Apocalipsis 4:8-11, la adora­


ción de Dios en el cielo incluye al menos seis cosas:
• Una celebración de la grandeza de Dios (4:8)
• Una celebración de la bondad de Dios (4:9)
• Una sumisión ante la soberanía de Dios (4:10)
• Una adoración de la persona de Dios (4:1)
• Una renuncia al yo ante la gloria de Dios (4:10)
• Una exaltación del nombre de Dios (4:11 )15
Servicio sin fatiga
En Apocalipsis 22:3 leemos, «Y no habrá más maldición; y
el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le
servirán». A través de toda la revelación en Apocalipsis, la frase
«siervo» se utiliza para describir a las personas que están en el
cielo experimentando sus glorias. A diferencia de las condicio­
nes en que se realiza en el presente, el futuro servicio a Dios en
el cielo estará exento de demandas de tiempo, frustración, temor
al fracaso, limitaciones y agotamiento. El servicio a Dios pro­
18 Cielo y eternidad

vendrá de adoración y motivos puros, y será una experiencia para


disfrutar con gozo.
Autoridad sin tacha
En Apocalipsis 22:5 leemos que los creyentes en el cielo «rei­
narán por los siglos de los siglos». En Lucas 19:17,19 Jesús en­
señó que habría un galardón y una autoridad en el futuro que se
le daría a los que le siguieran. Él también indicó que la autoridad
y la administración incluirían un juicio sobre las 12 tribus de
Israel (Mateo 19:28; Lucas 22:30). En Primera Corintios 6:3,
Pablo afirma que los cristianos también tendrán autoridad sobre
los ángeles en el cielo.
Compañerismo sin suspicacia
El cielo ofrecerá a creyentes de todas las edades la oportuni­
dad de un compañerismo sin límites entre sí y con Jesucristo
(Mateo 8:11; Apocalipsis 19:9). En el cielo tendremos comu­
nión fraterna con los cristianos que conocimos en la tierra así
como con los santos del Antiguo Testamento, cristianos que vi­
vieron antes y después de nosotros, y aquellos a quienes las cir­
cunstancias actuales no nos han permitido conocer.
Aprendizaje sin desfallecimiento
«No vamos a saber todas las cosas en el Cielo, porque única­
mente Dios es omnisciente, sino que más bien tendremos una
capacidad para aprender sin límites. Con la Caída, cayó una cor- •
tina que nos ha hecho “ver por espejo, oscuramente”, pero en el
Cielo esa cortina va a ser levantada, y entonces “conoceremos
como fuimos conocidos” [véase Primera Corintios 13:12]. Uno
de los grandes gozos del Cielo será el de poder tomamos el tiem­
po que sea necesario para esclarecer todos los misterios acerca
de Dios, el hombre y el universo».16
Descanso sin aburrimiento
Apocalipsis 14:10-13 hace un contraste entre el destino eter­
no de los justos y el de los injustos. En el versículo 11, se dice
que los injustos «no tienen reposo de día ni de noche» en con­
traste con los justos, quienes «descansarán de sus trabajos, por­
que sus obras con ellos siguen» (versículo 13). «Un cuerpo
espiritual y glorificado no conocerá la fatiga o el desaliento, de
modo que el descanso continuo que Dios promete no será para
descansar de trabajar sino para descansar de necesitar».17
En el cielo, estaremos plenamente satisfechos, y las palabras
de David el salmista serán una completa realidad para aquellos
que pertenezcan a Dios: «En cuanto a mí, veré tu rostro en justi­
cia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza» (Salmo
17:15).
¿ Cómo va a ser el cielo ? 19

10. ¿Tendre II os cuerpos en el cielo?


En el cielo tendremos cuerpos espirituales reconocibles del
mismo tipo que Jesucristo tuvo después de la resurrección. En
Primera Juan 3:2, el apóstol Juan escribe, «nosotros sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es». Años atrás en su evangelio, Juan había
registrado las palabras de Jesús en referencia a la resurrección
de los creyentes y la resurrección de juicio para los incrédulos.
Jesús dijo, «Vendrá hora cuando todos los que están en los se­
pulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resu­
rrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación» (Juan 5:28,29).
Los cuerpos que vamos a tener en el cielo serán nuestros pro­
pios cuerpos terrenales pero glorificados. Tendrán las mismas
cualidades del cuerpo glorificado que Jesucristo tuvo al resuci­
tar. De acuerdo a Filipenses 3:21, Jesucristo «transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar
a sí mismo todas las cosas». Los efectos de la caída y del pecado
serán removidos de nuestros cuerpos resucitados. Los cuerpos
serán reales pero sin las limitaciones físicas que actualmente
experim entam os y sin los efectos de la enferm edad, la
discapacidad, o la tragedia. La escritora y artista Joni Eareckson
Tada, quien quedó parapléjica después de sufrir un accidente
haciendo un clavado en una piscina siendo adolescente, escribe
acerca de la certitud y la gloria de nuestros cuerpos resucitados
que están descritos en Primera Corintios 15:35-54:

En alguna parte de mi cuerpo averiado y paralizado se


encuentra la semilla de aquello en lo que habré de conver­
tirme. La parálisis hace que aquello en lo que me convertiré
sea mucho más grandioso, cuando se hace tan notable el
contraste entre unas piernas inútiles y atrofiadas frente a
unas espléndidas piernas resucitadas. Estoy convencida de
que si hay espejos en el cielo (¿y por qué no?), la imagen
que veré será sin lugar a dudas «Joni», aunque se tratará de
una «Joni» mucho mejor y más radiante. Tanto es así, que
ni siquiera vale la pena hacer la comparación... Yo tendré la
semejanza de Jesús, el hombre que vino del cielo. Como el
Suyo, mi cuerpo será real, literal y perfectamente apto para
la tierra y para el cielo ... Estaremos perfectamente acondi­
cionados para nuestro medio ambiente, trátese de los nue­
vos cielos o de la nueva tierra.18

Todos los creyentes, sin importar la causa o naturaleza de sus


muertes o la forma en que se dispuso de sus restos después de la
muerte, recibirán milagrosamente nuevos cuerpos. De acuerdo a
Primera Corintios 15, nuestros cuerpos serán imperecederos, glo­
20 Cielo y eternidad

riosos, poderosos y espirituales. El doctor John MacArthur es­


cribe:

Todo esto es para decir que en el cielo tendremos cuer­


pos reales que son permanentes y eternamente perfectos.
Usted nunca mirará en un espejo para notar arrugas o el
comienzo de una calvicie. Nunca tendrá un día de enferme­
dad. No será susceptible a herirse, enfermarse o tener aler­
gias. No habrá nada de eso en el cielo. Únicamente habrá
perfección absoluta e imperecedera.19

La doctrina de la resurrección corporal y de los cuerpos glo­


rificados es esencial para la ortodoxia y para el mensaje cristia­
no (1 Corintios 15:35,36). Teniendo como base el testimonio y
las promesas de la Biblia, es una esperanza magnífica y gloriosa
de los cristianos de todas las épocas, que un día estarán unidos
con Jesucristo en cuerpos celestiales. Esta es la esperanza de la
que Pablo habla en Primera Corintios 15:12-19:

Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muer­


tos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resu­
rrección de muertos? Porque si no hay resurrección de
muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó,
vana es entonces nuestra predicación, vana es también
vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; por­
que hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al
cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resu­
citó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis
en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron
en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos
en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de to­
dos los hombres.
11. ¿Tendremos identidad personal y reconoceremos a
otras personas en el cielo?
Cuando lleguemos al cielo habrá un claro reconocimiento de
los demás. En Su cuerpo resucitado, Jesús fue reconocido clara e
inmediatamente. De la misma manera, nosotros seremos cono­
cidos y reconocidos en el cielo. No vamos a ser almas sin identi­
dad, sin nombre ni rostro. En lugar de eso, mantendremos nuestras
identidades actuales pero existiremos en cuerpos resucitados y
glorificados que no padecen de enfermedad o fallas.
En la última cena, Jesús prometió a los discípulos que en el
reinado milenario y en el cielo ellos beberían del fruto de la vid
juntos como lo hicieron en esa velada (Mateo 8:11; Lucas
22:17,18). El doctor MacArthur escribe:
¿Cómo va a ser el cielo? 21

Todos los redimidos conservarán su identidad para siem­


pre, pero en una forma perfeccionada. Seremos capaces de
tener compañerismo con Enoc, Noé, Abraham, Jacob,
Samuel, Moisés, Josué, Ester, Elias, Elíseo, Isaías, Daniel,
Ezequiel, David, Pedro, Bernabé, Pablo, o con cualquiera
de los santos que elijamos.
Recordemos que Moisés y Elias aparecieron con Cristo
en el Monte de Transfiguración. Aunque habían muerto si­
glos atrás, todavía conservaban una identidad clara y per­
ceptible (Mateo 17:3). Es más, Pedro, Santiago y Juan
evidentemente los reconocieron (v. 4)— lo cual implica que
de algún modo seremos capaces de reconocer a personas a
quienes nunca hayamos visto antes. Para que eso sea posi­
ble, todos debemos conservar nuestras identidades perso­
nales y no que seamos convertidos en algún tipo de seres
genéricos.20
12. ¿Nos reuniremos con amigos y familiares cristianos en
el cielo?
Uno de los sinsabores más grandes que tenemos que enfren­
tar en este mundo es echar de menos a seres queridos y amigos
que han muerto. El anhelo de estar con ellos y compartir nues­
tras preocupaciones, pensamientos y sueños íntimos con ellos
constituye un deseo muy real y fuerte. Para los cristianos, tal
reunión tendrá lugar en el cielo— ;Y será una reunión eterna!
Los cristianos que conocimos y amamos por años en la tierra
estarán con nosotros por toda la eternidad.
En el Salmo 116:15 leemos, «Estimada es a los ojos de Jehová
la muerte de sus santos». Dios lleva a Su presencia a todos los
redimidos, y cada uno de ellos es de inmenso valor para Él. Po­
demos estar seguros que en el cielo los reconoceremos, nos uni­
remos a ellos y los amaremos aún más que aquí en la tierra.
Aunque ahora podamos derramar lágrimas por personas que ha­
yan muerto, no lo haremos siempre, porque Dios «enjugará toda
lágrima de [nuestros] ojos; y ya no habrá ... llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:4).

13. ¿Hay matrimonio en el cielo?


Es natural que nos preguntemos acerca de la naturaleza de
nuestras relaciones con otras personas en el cielo, especialmente
de aquellas que son más cercanas o íntimas tales como nuestras
familias, amigos queridos y cónyuges.
La Biblia enseña claramente que, aunque nuestras relaciones
serán perfectas en el cielo, no habrá matrimonio. El apóstol Pa­
blo escribe que la «apariencia» (literalmente «esquema» en el
griego) de este mundo es pasajera. Las relaciones y las formas o
estilos de vida en este mundo dejarán de existir un día, incluyen­
do el matrimonio:
22 Cielo y eternidad

Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta,


pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen;
y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran,
como si no se alegrasen; y los que compran, como si no
poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo
disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa (1
Corintios 7:29-31, énfasis añadido).

El doctor John MacArthur escribe acerca Dios este pasaje y


de nuestras relaciones personales en el cielo:

Pablo no está cuestionando la legitimidad de bendicio­


nes terrenales tales como el matrimonio, las emociones hu­
manas normales, y la posesión de bienes terrenales. Lo que
está diciendo es que nunca debemos permitir que nuestras
emociones y posesiones nos controlen al punto que nos en­
redemos en este mundo pasajero... Concentrémonos en las
cosas del Señor, porque el matrimonio es tan sólo una pro­
visión temporal.
No obstante, si usted ya está casado, esto no significa
que usted pueda volverse negligente en su matrimonio. So­
bradamente se eleva en otras porciones de las Escrituras la
importancia del matrimonio y se ordena a esposos y espo­
sas a procurar honrar a Dios por medio de su relación ma­
trimonial. Pero este pasaje simplemente llama la atención
sobre la naturaleza temporal del matrimonio. En tanto que
las parejas casadas son herederas por igual de la gracia de
esta vida (cf. 1 Pedro 3:7), la institución del matrimonio es
pasajera. Existen valores eternos más sublimes.21

Cuando a Jesús le preguntaron sobre el matrimonio en el cie­


lo y la vida venidera, El enseñó claramente que se trataba de una
unión temporal. Cuando algunos saduceos, que no creían en la
vida después de la muerte, se acercaron a Él para hacerle una
pregunta tratando de obligarle a tomar partido entre ellos o los
fariseos (quienes creían que los humanos tendrían las mismas
relaciones en el cielo que en la tierra), Jesús los amonestó rotun­
damente. Después de escuchar la descripción de una situación
hipotética en cuanto al matrimonio en esta vida y a la vida veni­
dera, Jesús respondió diciendo,
Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque
en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino
serán como los ángeles de Dios en el cielo (Mateo 22:29,30).

14. ¿Cómo se relacionan los ángeles con el cielo y la


eternidad?
Los ángeles son muy reales. Existen y ministran en la actua­
lidad tal como lo han hecho en el pasado. Y seguirán existiendo
¿ Cómo va a ser el cielo ? 23

en el cielo y en la eternidad. Son seres espirituales creados (Sal­


mo 148:5) que no se casan ni se procrean (Mateo 22:30). Cum­
plen funciones como mensajeros y siervos de Dios (Hebreos
1:14). El teólogo y erudito bíblico, doctor Charles Ryrie, escribe
sobre los ángeles:

Si uno acepta la revelación bíblica entonces no pueden


quedar dudas sobre la existencia de los ángeles. Hay tres
características significativas sobre esta revelación. En pri­
mer lugar, es extensa. El Antiguo Testamento habla de los
ángeles más de cien veces, y el Nuevo Testamento hace
mención de ellos unas 165 veces...
En segundo lugar, los ángeles son mencionados a lo lar­
go de toda la Biblia. La verdad sobre ellos no se limita a un
periodo de la historia o a una parte de las Escrituras, o a
unos cuantos escritores. No pertenecen a algún tipo de era
primigenia. Su existencia es mencionada en treinta y cuatro
libros de la Biblia, desde los más antiguos (trátese de Géne­
sis o Job) hasta los últimos.
En tercer lugar, la enseñanza de nuestro Señor incluye
una serie de referencias a ángeles como seres reales. Así
que negar su existencia equivale a dudar de Su veracidad.22

Los ángeles van a participar en los eventos proféticos que


tienen lugar antes del inicio del estado eterno. Así como estuvie­
ron presentes en la primera venida de Cristo, también estarán
presentes en el arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:16), durante
la tribulación (Apocalipsis, capítulos 8, 9 y 16), en la segunda
venida (Mateo 25:31; 2 Tesalonicenses 1:7), y en el juicio final
(Mateo 13:39).
Los ángeles estarán presentes en el cielo y la eternidad, y los
cristianos los juzgarán a causa de nuestra unión con Cristo. En
Primera Corintios 6:3, Pablo le dice a los corintios, «¿O no sa­
béis que hemos de juzgar a los ángeles?». También sabemos a
partir de pasajes tales como Segunda Pedro 2:4 y Judas 6 que los
ángeles caídos que se unieron a Satanás cuando se rebeló contra
Dios serán juzgados en el futuro y arrojados al infierno.

TER C ER A PA RTE

¿Quién va a estar en el cielo?


15, ¿Quienes son los habitantes del cielo?
En el cielo están y estarán Dios, los ángeles, y los creyentes
redimidos:
• Dios: el Cielo es la morada de Dios. En el Salmo 103:19
leemos, «Jehová estableció en los cielos su trono, y su
reino domina sobre todos».
¿ Cómo va a ser el cielo? 23

en el cielo y en la eternidad. Son seres espirituales creados (Sal­


mo 148:5) que no se casan ni se procrean (Mateo 22:30). Cum­
plen funciones como mensajeros y siervos de Dios (Hebreos
1:14). El teólogo y erudito bíblico, doctor Charles Ryrie, escribe
sobre los ángeles:

Si uno acepta la revelación bíblica entonces no pueden


quedar dudas sobre la existencia de los ángeles. Hay tres
características significativas sobre esta revelación. En pri­
mer lugar, es extensa. El Antiguo Testamento habla de los
ángeles más de cien veces, y el Nuevo Testamento hace
mención de ellos unas 165 veces...
En segundo lugar, los ángeles son mencionados a lo lar­
go de toda la Biblia. La verdad sobre ellos no se limita a un
periodo de la historia o a una parte de las Escrituras, o a
unos cuantos escritores. No pertenecen a algún tipo de era
primigenia. Su existencia es mencionada en treinta y cuatro
libros de la Biblia, desde los más antiguos (trátese de Géne­
sis o Job) hasta los últimos.
En tercer lugar, la enseñanza de nuestro Señor incluye
una serie de referencias a ángeles como seres reales. Así
que negar su existencia equivale a dudar de Su veracidad.22

Los ángeles van a participar en los eventos proféticos que


tienen lugar antes del inicio del estado eterno. Así como estuvie­
ron presentes en la primera venida de Cristo, también estarán
presentes en el arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:16), durante
la tribulación (Apocalipsis, capítulos 8, 9 y 16), en la segunda
venida (Mateo 25:31; 2 Tesalonicenses 1:7), y en el juicio final
(Mateo 13:39).
Los ángeles estarán presentes en el cielo y la eternidad, y los
cristianos los juzgarán a causa de nuestra unión con Cristo. En
Primera Corintios 6:3, Pablo le dice a los corintios, «¿O no sa­
béis que hemos de juzgar a los ángeles?». También sabemos a
partir de pasajes tales como Segunda Pedro 2:4 y Judas 6 que los
ángeles caídos que se unieron a Satanás cuando se rebeló contra
Dios serán juzgados en el futuro y arrojados al infiemo.

TER C ER A PARTE

¿Quién va a estar en el cielo?


15. ¿Quienes son los habitantes del cielo?
En el cielo están y estarán Dios, los ángeles, y los creyentes
redimidos:
• Dios: el Cielo es la morada de Dios. En el Salmo 103:19
leemos, «Jehová estableció en los cielos su trono, y su
reino domina sobre todos».
24 Cielo y eternidad

• Angeles: los ángeles realizan tareas que les han sido asig­
nadas a lo largo y ancho del universo, y tienen acceso al
cielo y a la tierra, pero su hogar está en el cielo (Daniel
7:10; Isaías 6:1-6; Marcos 13:32; Juan 1:51).
• Creyentes: todos los cristianos, de todas las épocas y lu­
gares, al lado de los redimidos de tiempos del Antiguo
Testamento, tendrán su hogar eterno en el cielo (Apoca­
lipsis 5:9). Filipenses 3:20 declara, «Mas nuestra ciuda­
danía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo».
El cielo se llenará por la eternidad con todas las personas que
conocen y aman a Dios. Será un lugar de alabanza y adoración,
gozo y alegría. Las pruebas y tribulaciones de este mundo que­
darán atrás y la verdadera ciudadanía de los cristianos quedará
establecida definitivamente. Juan registró una vista previa de la
«próxima atracción» de Dios, del cielo y sus ocupantes en el
libro de Apocalipsis:

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la


cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pue­
blos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presen­
cia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en
las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación
pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al
Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del
trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se
postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a
Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabidu­
ría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza,
sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén (Apo­
calipsis 7:9-12)
16. ¿Qué ocurre en el momento de la muerte?
La Biblia enseña que cuando un cristiano muere, su espíritu
es llevado de inmediato al cielo y a la presencia eterna de Dios.
Están presentes instantáneamente con Dios. En Filipenses 1:23
Pablo escribe, «Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho,
teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo
mejor». Nótese que no hay ningún indicio de lapso de tiempo
alguno en su comentario. Esto queda establecido aún con mayor
claridad en Segunda Corintios 5:6-8, donde él escribe:

Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que en­


tre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del
Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confia­
mos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y pre­
sentes al Señor.
¿ Cómo va a ser el cielo ? 25

Hebreos 12:23 también sugiere que los creyentes que han


muerto están ahora en el cielo sin sus cuerpos resucitados, aguar­
dando el momento en que el cuerpo y el alma se unan para que­
dar en un estado glorificado y definitivo.
Jesús le prometió claramente al ladrón crucificado junto a El
que estarían juntos en el paraíso en ese mismo día y en ese mis­
mo instante (Lucas 23:43). En Apocalipsis 6:9-11, Juan escribe
acerca de las almas de los espíritus sin cuerpo que fueron
martirizados durante los primeros días de la tribulación y que
claman por justicia divina. Estos versículos demuestran que los
creyentes siguen siendo conscientes y están en la presencia de
Dios. El doctor MacArthur escribe sobre la muerte de creyentes:

Dios hizo al hombre cuerpo y alma—nuestro ser consis­


te de un hombre interior y de un hombre exterior (Gn. 2:7).
Por lo tanto nuestra perfección definitiva exige que tanto
cuerpo como alma sean renovados. Incluso la creación de
un nuevo cielo y una nueva tierra requiere que tengamos
cuerpos—una tierra real demanda que sus habitantes ten­
gan cuerpos reales...
La muerte trae como resultado la separación del cuerpo
y el alma. Nuestros cuerpos van a la tumba y nuestros espí­
ritus van al Señor. La separación continúa hasta la resurrec­
ción: «No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando
todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que
hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los
que hicieron lo malo, a resurrección de condenación» (Juan
5:28-29). En este mismo instante las almas de los creyentes
que han muerto están en el cielo. Pero algún día sus cuer­
pos serán resucitados y se unirán a sus espíritus, para dis­
frutar perfección eterna de cuerpo y alma.23

Los incrédulos no están y no estarán en el cielo. En el mo­


mento de la muerte, sus cuerpos entran al sepulcro y sus almas
entran al hades para esperar el juicio final al final del milenio. Al
igual que los creyentes, sus cuerpos serán un día unidos a sus
almas, pero será para el juicio final. (Ellos no van a recibir cuer­
pos glorificados).
17, ¿Qué pasa con la idea de que el alma queda dormida?
Hay algunos grupos tales como los adventistas del séptimo día
y los testigos de Jehová que enseñan la idea de que el alma queda
dormida. Esta postura sostiene que durante el intervalo de tiempo
entre la muerte y la resurrección, la persona entra en un estado de
inconsciencia o «sueño». El concepto se basa en el hecho de que
varios pasajes en la Biblia se refieren a la muerte como un «ador­
m ecim iento» (Daniel 12:2; Mateo 9:24; Juan 11:11; 1
Tesalonicenses 4:13-16; 5:10). Hay diversas objeciones bíblicas y
26 Cielo y eternidad

teológicas a esta doctrina y a la interpretación de estos pasajes


como si hicieran referencia a que el alma quede dormida:
1. Varios pasajes tales como Lucas 23:43; Filipenses 1:23; y
Segunda Corintios 5:1-10 enseñan que la muerte para el
creyente es una transición inmediata hacia el disfrute cons­
ciente de la presencia de Cristo. Esto no podría ser así si su
alma quedara dormida.
2. Algunos de estos mismos pasajes se refieren a la muerte
como una ganancia porque el difunto se encuentra inme­
diatamente con Cristo. Si el creyente quedara con el alma
dormida, no sería ninguna ganancia.
3. En Primera Tesalonicenses 5:10 Pablo escribe, «[Cristo]
murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que
durmamos, vivamos juntamente con él». Si la expresión
«durmamos» se refiere aquí a que el alma duerma, enton­
ces el versículo no tiene sentido, porque en ese caso no
podríamos «vivir juntamente con él».
4. Puesto que dormir es una actividad del cuerpo, el alma
duerme en el presente porque está dentro del cuerpo. Una
vez que el cuerpo y el alma queden separados a partir de la
muerte, no es claro de qué modo un alma que esté fuera del
cuerpo podría o necesitaría descansar.
5. La existencia de los ángeles constituye una prueba de que
los espíritus existen como tales y pueden llevar una vida
consciente fuera del cuerpo. Por lo tanto, no hay ningún
problema con la idea de un estado intermedio consciente y
fuera del cuerpo para los seres humanos.
6. La historia y el empleo de la palabra «sueño» y del verbo
«dormin> en las culturas del antiguo cercano oriente, la
egipcia y la griega, hacen difícil argumentar a favor del
sueño del alma, dado que la palabra describía comúnmen­
te el aspecto y la postura del cuerpo, no del alma. El dor­
mir del alma no es una doctrina bíblica y el concepto añade
confusión a las enseñanzas proféticas de la Biblia. Si es
verdad que el alma duerme, entonces las Escrituras deben
dejarse a un lado, ya que no podríamos, como Pablo ense­
ña, decir que «más quisiéramos estar ausentes del cuerpo,
y presentes al Señor» (2 Corintios 5:8).24
18. ¿Quién entra al cielo?
El cielo es para todos los que han obtenido la salvación sobre
la base de la muerte y resurrección de Jesucristo. Como hemos
visto, las almas de todos los creyentes entran al cielo en el mo­
mento de la muerte. Allí esperan, al lado de los santos del Anti­
guo Testamento, para recibir sus cuerpos resucitados y
glorificados.
Las personas aspiran vivir la vida a plenitud. Para los cristia­
nos «la plenitud» vendrá únicamente después de la muerte—cuan­
¿ Cómo va a ser el cielo ? 27

do veamos a nuestro Creador y Señor cara a cara y nos encontre­


mos definitiva y eternamente en nuestro «hogar» que es el cielo.
Ken Gire ha escrito acerca de la frecuente percepción errónea
que la humanidad tiene de la muerte: «La muerte es la parte de la
vida donde hay más malentendidos. No es un gran sueño sino un
gran despertar. Es el momento en que nos despertamos, frota­
mos nuestros ojos y por fin vemos las cosas del modo en que
Dios las ha visto desde un principio».25
19. ¿Qué hay de los bebés, los niños y otras personas
incapaces de entender el evangelio?
Esta es ciertamente una de las preguntas más personales,
emocionales, y difíciles que enfrentamos como cristianos. Hay
muchas personas que, debido a capacidades mentales reducidas
o debido a que mueren en la infancia o la niñez, no tienen la
oportunidad de responder a la oferta de salvación que se tiene
por medio de Jesucristo. La Biblia no nos proporciona con toda
claridad o pormenores la respuesta que deseamos escuchar en
cuanto al destino de ellos, pero sí ofrece una certidumbre y pro­
vee varios indicios.
Cuando el recién nacido hijo del rey David murió, David hizo
duelo por la muerte pero creyó firmemente que algún día estaría
con su hijo en el cielo. Leemos las palabras de David en Segun­
da Samuel 12:22,23: «Viviendo aún el niño, yo ayunaba y llora­
ba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y
vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto ¿para qué he de ayunar?
¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, más él no volverá a mí».
David sabía que morir era algo inevitable, pero después de su
propia muerte él tenía la plena esperanza de reunirse con su hijo.
En Mateo 18:1-6,10-14 y 19:4, Jesús habla con inmensa deli­
cadeza a favor de los niños en el reino de Dios. Con base en estos
y otros pasajes, la mayoría de teólogos cristianos han estado a
favor de la salvación para aquellos que como los bebés no pue­
den entender la obra redentora de Cristo. El doctor Ron Rhodes,
representante de esta perspectiva, escribe,

Sería una burla cruel que Dios exigiera a unos infantes


que hicieran—haciéndolos responsables de hacer—lo que
ellos no podrían hacer. A una temprana edad los niños sim­
plemente no tienen la capacidad de ejercer una fe personal
en Cristo para salvación.
Yo creo que el testimonio uniforme de las Escrituras es
que los que no son capaces de tomar una decisión para reci­
bir a Jesucristo, cuando mueren, van a estar con Cristo en el
cielo, para descansar en Sus tiernos brazos y disfrutar la
dulzura de Su amor.26

La postura presentada por Rhodes y muchos otros consiste


28 Cielo y eternidad

en que si un individuo muere antes de alcanzar una edad o cierta


capacidad de ejercer su responsabilidad moral, al individuo se le
concede la salvación en el momento de la muerte. En Santiago
4:17 leemos, «y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es
pecado». Rhodes escribe, «Parecería entonces, que cuando un
niño verdaderamente adquiere una consciencia plena y una com­
prensión moral de «lo que se debe hacer» y «lo que no se debe
hacer», ha llegado al punto en que ha llegado a la edad de tener
responsabilidad personal».27 Él continúa diciendo:

Aunque el niño no sea moralmente responsable ante Dios


hasta este momento, él o ella tiene de todas maneras una
naturaleza pecaminosa que lo separa de Dios desde el mo­
mento del nacimiento. Y cualquier solución que una perso­
na plantee con relación al tema de la salvación de infantes
debe atender este problema.
La solución, me parece a mí, debe ser que en el momen­
to en que muere el infante—-y no antes—los beneficios de
la muerte expiatoria de Jesús en la cruz se aplican a él o
ella. Y en ese momento, el infante es salvado y llevado in­
mediatamente a la presencia de Dios en el cielo. Esta opi­
nión no es consistente únicamente con el amor de Dios,
sino también con Su santidad.28

Otro pasaje utilizado para respaldar la idea de una cierta edad


para tener responsabilidad personal se encuentra en Apocalipsis
20:12,13, donde se declara que el juicio final de los malvados es
«según sus obras». El doctor Rhodes escribe, «La base de este
juicio de los malvados la constituyen claramente las obras he­
chas por ellos mientras estuvieron en la tierra. De ahí que, los
infantes y las personas con discapacidad mental no puedan de
ningún modo ser objetos de este juicio, ya que no son responsa­
bles por sus obras. Tal juicio en contra de los infantes sería una
parodia».29
Se considera que la edad de responsabilidad personal se ex­
tiende a bebés no natos así como a infantes y otros.30 Sabemos
con absoluta certeza que los atributos de Dios incluyen amor,
justicia y bondad absolutos (1 Juan 4:16; Salmo 31:19; 103:6,8-
10; Nahúm l :7; Sofonías 3:5). Para las personas que lloran o han
llorado la pérdida de un hijo o cuestionado el destino de otra
persona que es o fue incapaz de creer, tenemos la seguridad de
que él o ella es más valioso para Dios de lo que podemos imagi­
nar. Dios conoce nuestros temores y ve nuestras lágrimas. Él no
va a permitir que ningún individuo o grupo de individuos perez­
ca sin la opción de tomar una decisión voluntaria. El doctor Robert
Lightner ha escrito con mucha propiedad, «¿Cómo sería justo
Dios si negara la entrada a Su presencia a aquellos que nunca
fueron capaces de aceptar o rechazar Su salvación?».31
¿ Qué futuro le espera a los no cristianos ? 29

20. ¿Qué relación tiene Jesucristo con el cielo?


Cuarenta días después de la resurrección, Jesús entró al cie­
lo, y allí va a permanecer hasta el arrebatamiento (Hechos 1:9-
11; 1 Tesalonicenses 4:16,17). Antes de Su crucifixión, Jesús
dijo a los discípulos que Él regresaría al cielo para preparar un
hogar eterno para aquellos que creyeran en Él. En Juan 14:1-3
Jesús dijo:

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed tam­


bién en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si
así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, ven­
dré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis.

Los creyentes disfrutarán de eterna comunión con Jesucristo


en el cielo. «Cristo es la figura central del Cielo. Todo el Cielo se
mueve alrededor de Él».32 Veremos, experimentaremos y enten­
deremos en el cielo toda la gloria y majestad de Cristo. El doctor
MacArthur escribe,

En términos simples, vamos a estar con una Persona en


la misma medida en que vamos a vivir en un lugar. La pre­
sencia de Cristo es lo que hace del cielo lo que es. «El Cor­
dero es su lumbrera» (Ap. 21:23). Y la perfecta comunión
con Dios es la mismísima esencia del cielo.33

CUARTA PA R TE

¿Quéfuturo le espera a los no cristianos?

21. ¿Acaso todo el mundo no va al cielo?


Con frecuencia escuchamos la frase, «hay muchos senderos
para llegar a la cima de la montaña», con lo cual se implica o
bien que todas las religiones tienen la misma validez en sus pre­
tensiones a la verdad, o que toda la humanidad va a experimen­
tar en últimas la misma situación al fin de cuentas. Dentro del
cristianismo, algunos han afirmado que todos van a recibir la
salvación. Sin embargo esta posición de inclusivismo no cuenta
con respaldo bíblico y no ha sido la postura histórica del cristia­
nismo ortodoxo. Pasajes tales como Mateo 25:46, Juan 3:36, 2
Tesalonicenses 1:8,9 y muchos otros, claramente enseñan que la
salvación no va a ser experimentada por todo el mundo.34 Se
debe admitir que este es un asunto espinoso y que involucra
muchas emociones. Sin embargo, debería constituirse en factor
para motivar a todo cristiano a compartir su fe. Es una cuestión
muy importante, ya que es la eternidad lo que está en la balanza.
30 Cielo y eternidad

22. ¿Qué es el infierno?


El infiemo es un lugar de eterno castigo y separación de Dios.
Fue creado para colocar a Satanás y a los ángeles caídos que se
unieron a él en su rebelión contra Dios (Mateo 25:41). Las per­
sonas que rechazan a Jesucristo y su oferta gratuita de salvación,
se unirán a Satanás en el infierno por la eternidad. El infiemo es
un lugar muy real de fuego y llamas literales, pero lo más impor­
tante que hay que saber es que el infierno implica separación de
Dios, es decir, aquello que las personas escogen en lugar de acep­
tar la salvación que es por medio de Jesucristo. El teólogo Harold
O.J. Brown hizo el apropiado comentario de que «el infierno ha
sido llamado “el monumento más perdurable a la libertad de la
voluntad”».35 De modo similar, C.S. Lewis escribió, «Al fin de
cuentas sólo hay dos tipos de personas: los que le dicen a Dios,
“Hágase Tu voluntad”, y aquellos a quienes Dios les dice, “Há­
gase tu voluntad”».36
El concepto de infierno, y la creencia en él, no es popular en
nuestra sociedad, pero el infierno es una doctrina bíblica válida.
Los teólogos y apologistas Gary Habermas y J.P. Moreland sin­
tetizan muy bien lo que es el infierno:

El infierno es un lugar de vergüenza, desdicha, remordi­


miento y angustia. Este intenso dolor no es producido acti­
vamente por Dios; El no es ningún verdugo cósmico. Sin
duda alguna, la pena y el tormento van a existir en el infier­
no. Y como vamos a tener tanto cuerpo como alma en el
estado resucitado, el sufrimiento experimentado puede ser
tanto mental como físico. Pero el dolor padecido se deberá
a la vergüenza y la tristeza que vienen como resultado de
un alejamiento definitivo, extremo e interminable de Dios,
su reino y la vida buena para la cual fuimos creados en el
principio. Los ocupantes del infierno sentirán profunda y
trágicamente el remordimiento de saber todo lo que han
perdido. Como dijo Jesús, «Porque ¿qué aprovechará al
hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Mt.
16:26).37
23. ¿En qué parte enseña la Biblia acerca del infierno?
La Biblia emplea diferentes palabras a lo largo del Antiguo y
Nuevo Testamentos para hacer referencia al infierno. Dos de los
pasajes más claros sobre el infierno en el Nuevo Testamento son
Segunda Tesalonicenses 1:9 y Mateo 25:41,46. En Segunda
Tesalonicenses 1:9, Pablo escribe a aquellos que rechazan a Dios:

Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos


de la presencia del Señor y de la gloria de su poder.
Jesús habla del futuro juicio y el infierno en el evangelio
de Mateo, declarando:
¿ Qué futuro le espera a los no cristianos ? 31

Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de


mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles... E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la
vida eterna (25:41,46).

A continuación encontramos breves síntesis de las palabras


bíblicas de las cuales obtenemos la palabra infierno.
• Seol: En el Antiguo Testamento la palabra hebrea sheol se
emplea para describir el infierno. Ocurre 65 veces y es
traducida con términos tales como «infierno», «hoyo»,
«tumba», y «Seol». Seol puede tener diferentes significa­
dos con arreglo a diferentes contextos en la Biblia. Puede
referirse al sepulcro (Job 17:13; Salmo 16:10; Isaías
38:10). También significa el lugar a donde van los difun­
tos (Génesis 37:35; 42:38; Números 16:33; Job 14:13;
Salmo 55:15). Los creyentes serán rescatados del Seol (Sal­
mo 16:9-11; 17:15; 49:15), pero no así los malvados (Job
21:13; 24:19; Salmo 9:17; 31:17; 49:14; 55:15). El enfo­
que principal del Antiguo Testamento es el lugar donde
van los cuerpos de las personas, pero no donde existen
sus almas. El destino de las almas de individuos en el es­
tado intermedio no es algo que se trate con mucha profun­
didad en el Antiguo Testamento. La doctrina completa
sobre el destino eterno se obtiene al considerar la revela­
ción del Nuevo Testamento. No obstante, el Seol es defi­
nitivamente, un lugar de castigo (Job 24:19).
• Hades: El término que corresponde en el Nuevo Testa­
mento Griego al hebreo Seol, es la palabra Hades. Hades
fue originalmente un substantivo propio en griego—el
nombre del dios griego que reinaba sobre los muertos en
el mundo subterráneo. En el Nuevo Testamento, Hades se
utiliza de dos maneras distintas. Primero, puede emplear­
se para describir un lugar cuando se hace referencia a un
castigo (Mateo 11:23; Lucas 10:15; 16:23). Segundo, pue­
de referirse al estado de muerte que todos los seres huma­
nos experimentan al final de la vida (Mateo 16:18; Hechos
2:27,31; Apocalipsis 1:18; 6:8; 20:13,14). El Hades es una
locación temporal cuyos ocupantes serán eventualmente
lanzados al lago de fuego después del juicio ante el gran
trono blanco.
• Gehena: Esta palabra se emplea 12 veces en el Nuevo
Testamento y es un término para hacer referencia a casti­
go eterno. Gehena se deriva de la palabra hebrea que hace
referencia al Valle de Hinom, el cual cubre los costados
sur y este de Jerusalén. En tiempos del Antiguo Testa­
mento, ese valle había sido un lugar donde los idólatras
paganos sacrificaban a recién nacidos con fuego al dios
falso Moloc (2 Reyes 16:3; 17:7,8; 21:6). Jeremías tam-
32 Cielo y eternidad

bién anunció que el valle sería un lugar de juicio divino


(Jeremías 7:32; 19:6). En tiempos del Nuevo Testamento,
el valle se convirtió en un lugar donde se quemaban des­
perdicios constantemente. La imagen proyectada por la
palabra gehena habría sido muy vivida para los oyentes
de aquel tiempo neotestamentario. Por lo tanto, la palabra
se volvió sinónimo de castigo eterno y de las llamas del
infierno. Su empleo describe el castigo eterno asociado
con el juicio final (Mateo 23:15,33; 25:41,46).
* Tártaros: Este término ocurre solamente en Segunda Pe­
dro 2:4 y hace referencia al lugar donde ciertos ángeles
caídos (demonios), están confinados, pero no todos ellos.
Tártaros era utilizado en la mitología clásica para referir­
se a un abismo subterráneo donde eran castigados los dio­
ses rebeldes. La palabra fue introducida al judaismo
helénico y se empleó también en el libro apócrifo de Enoc
(2:20) en referencia a ángeles caídos.
• Otras descripciones: Muchos otras frases o descripciones
de castigo eterno se encuentran en el Nuevo Testamento,
incluyendo: «fuego que nunca se apagará» (Mateo 3:12;
Marcos 9:43,48), «homo de fuego» (Mateo 13:42,50),
«tinieblas de afuera (Mateo 8; 12; 22:13; 25:30), «fuego
eterno» (Mateo 25:41), y «lago de fuego» (Apocalipsis
19:20; 20:10,14,15).
24. ¿El castigo va a ser eterno?
Según Apocalipsis 20:11-15, los incrédulos serán arrojados al
lago de fuego (infierno) después del juicio ante el gran trono blan­
co, y permanecerán allí por la eternidad. Es la decisión propia de
un individuo lo que trae como consecuencia este castigo eterno.
«Es indiscutible que el dolor más grande padecido por las perso­
nas que están en el infiemo es que están excluidos para siempre de
la presencia de Dios. Si puede hallarse gozo embelesado en la
presencia de Dios (Salmo 16:11), entonces hay desconsuelo abso­
luto en Su ausencia».38 Cada persona, hombre o mujer, debe deci­
dir si va a pasar la eternidad en el cielo o en el infierno. La elección
es entre castigo eterno o vida eterna (Mateo 25:46).

25. ¿Y qué hay de la aniquilación?


Hay algunos defensores evangélicos de una postura denomi­
nada doctrina de aniquilación o inmortalidad condicional. Al­
gunas veces los términos tienen matices diferentes; en otras
ocasiones, tienen el mismo significado. Habermas y Moreland
señalan:

Cuando se emplean de modo divergente, la inmortalidad


condicional corresponde a la noción de que los humanos son
mortales por naturaleza, Dios otorga el don de la vida eterna
¿Quéfuturo le espera a los no cristianos? 33

a los creyentes, y en el momento de la muerte Dios simple­


mente permite que los incrédulos se extingan. La doctrina de
aniquilación se refiere con frecuencia a la opinión de que
todas las personas superan la muerte y tienen parte en la re­
surrección final, pero que el juicio ejecutado sobre los incré­
dulos es la extinción. Los no cristianos reciben un castigo
eterno, pero no son castigados eternamente, porque el resul­
tado de su juicio—aniquilación—dura para siempre.39

Existen múltiples argumentos en contra de la doctrina de ani­


quilación,40 siendo el más fuerte de ellos el hecho de que hay
muchos pasajes bíblicos que la refutan. Hemos señalado con an­
terioridad las palabras de Jesús en Mateo 25:46, «E irán éstos al
castigo eterno, y los justos a la vida eterna». Jesús enseñó clara­
mente que la consecuencia de rechazarle es condenación eterna.
El doctor Rhodes escribe acerca de este pasaje:

Por mucho que se estire la imaginación no puede afir­


marse que el castigo a que se hace referencia en Mateo 25:46
quede definido como una extinción de la conciencia sin su­
frimiento. Sin duda, a falta de un sufrimiento real, tampoco
hay castigo en absoluto. Seamos claros en esto: el castigo
implica sufrimiento. Y el sufrimiento implica necesariamente
una conciencia... Un punto crítico que debe señalarse sobre
el castigo descrito en Mateo 25:46 es que se dice que es
eterno. No hay ninguna forma de hacer que la idea de ani­
quilación o extinción de la conciencia quepa en ese pasaje,
indudablemente, el adjetivo griego aionion en ese versícu­
lo significa literalmente «eterno, sin fin». ...Este mismo ad-
jetivo se aplica a Dios (el Dios «eterno») en Romanos 16:26,
Primera Timoteo 1:17, Hebreos 9:14, 13:8, y Apocalipsis
4:9. El castigo de los malvados es tan eterno como nuestro
eterno Diosé1
26. ¿Qué hay del universalismo?
El universalismo es el concepto de que todos los hombres y
mujeres van a recibir en últimas la salvación y a pasar la eterni­
dad en el cielo. El universalismo se ha encontrado al interior del
cristianismo a lo largo de los siglos, pero nunca ha sido conside­
rado ortodoxo, ni se ha aceptado ampliamente. Los defensores
del universalismo afirman que el castigo eterno es algo inconsis­
tente con un Dios de amor. Esto, sin embargo, minimiza la justi­
cia de Dios.
El doctor Ryrie escribe acerca de este argumento teológico:

Algunos universalistas prefieren discutir teológicamente.


Apelan a la naturaleza de Dios como si se tratara única y
exclusivamente de amor. ¿Cómo entonces, preguntan ellos,
34 Cielo y eternidad

podría un Dios de amor condenar a alguna persona, sea en


esta vida o en la venidera? Dios es demasiado bueno como
para rechazar a nadie. No obstante, el carácter de Dios no
involucra solamente amor y bondad, sino también rectitud,
santidad, e ira. Los universalistas sacrifican la justicia de
Dios por Su amor, lo cual da como resultado un dios dife­
rente al Dios de la Biblia.
Otros arguyen que un Dios justo no aplicaría un castigo
infinito a causa de un pecado finito. Pero esto pasa por alto
aquel importante principio de que el crimen depende del
objeto contra el cual es cometido (un Dios infinito), así como
del sujeto que lo comete (el hombre finito). Partir un palo
no es un acto tan grave como lastimar a un ser humano.
Todo pecado se comete en últimas contra un Dios infinito y
por ende es merecedor de castigo infinito.42

El doctor Rhodes escribe acerca del universalismo:

La forma más antigua de universalismo, que tuvo ori­


gen en el siglo segundo, enseñaba que la salvación vendría
después de un periodo temporal de castigo. La forma más
reciente de universalismo declara que todos los hombres
están ahora salvados, aunque no todos se dan cuenta de
ello. Por lo tanto, el trabajo del predicador y el misionero
consiste en decirle a las personas que ya han sido salvadas.
Ciertos pasajes de la Biblia—Juan 12:32, Filipenses 2:10-
11, y 1 Timoteo 2:4— se retuercen típicamente fuera de con­
texto para apoyar el universalismo.43

La Biblia es muy clara sobre el hecho de que no todas las


personas recibirán la salvación para pasar la eternidad en el cie­
lo. En Juan 3:18 leemos, «El que en él cree, no es condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído
en el nombre del unigénito Hijo de Dios». Más adelante, en el
mismo capítulo, leemos «El que cree en el Hijo tiene vida eter­
na; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la
ira de Dios está sobre él» (versículo 36).
27. ¿Qué hay de la reencarnación?
La reencarnación es la perspectiva no bíblica de que los hu­
manos vuelven a nacer a la existencia terrenal después de su
muerte. La reencarnación siempre ha sido rechazada por el cris­
tianismo. Sin embargo, por medio del pensamiento de la Nueva
Era y la influencia de religiones orientales en el último par de
décadas, ha habido un aumento de la creencia en la reencarna­
ción en los Estados Unidos.
Con unos mil años antes del nacimiento de Cristo, la reencar­
nación ya estaba presente en el hinduismo. Sus variaciones apa­
¿Quéfuturo le espera a los no cristianos? 35

recieron posteriormente en el budismo. En la cultura occidental,


los filósofos griegos, algunos filósofos romanos, los gnósticos y
en algunas de las religiones de misterio en Grecia, creían en la
reencarnación. Más recientemente, fue popularizada por el mo­
vimiento ocultista de la Teosofía y mediante psíquicos tales como
Edgar Cayce y Jeane Dixon.
El cristianismo y la Biblia rechazan la reencarnación. La Bi­
blia enseña claramente que únicamente tenemos una vida. Hebreos
9:27 es bastante concluyente: «Está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio». También
contamos con las palabras que Jesús dijo al ladrón que estaba cru­
cificado al lado de Él y que creyó en Él: «De cierto te digo que hoy
estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). Jesús le ofreció al
ladrón vida eterna e inmediata entrada al cielo— no reencarnación.
Douglas Connelly sintetiza sobre la condición humana, la necesi­
dad de salvación, y el error de creer en la reencarnación:

Los seres humanos no están progresando o ascendiendo


hacia Dios por medio de un interminable ciclo de renaci­
mientos. En lugar de eso, todos nosotros estamos perdidos,
muertos en nuestros pecados y separados de la vida de Dios.
Lo que nos redime de esa terrible situación es la gracia y el
perdón de Dios, quien a causa del sacrificio expiatorio de
Cristo en la cruz, tiene la libertad de perdonar a los que es
acercan a él con fe...
Tal vez la reencarnación está siendo más aceptada am­
pliamente en la cultura occidental debido a que al hombre
le conviene creer en ella. Es más fácil pensar en que se re­
gresa a la vida humana de nuevo, que pensar en que se tiene
que rendir cuentas por esta vida a Dios, quien tiene el poder
de enviar personas a una separación eterna de Él. La reen­
carnación también apela al orgullo humano al enseñar que
el destino final de una persona depende del esfuerzo huma­
no, y no de la gracia o el juicio de Dios. Incluso el pecado
humano no es visto como algo que está mal ante Dios sino
más bien como una experiencia de aprendizaje, un paso
potencial en el progreso ascendente de una persona.

La manera en que vivamos esta vida y dónde vamos a pasar


la eternidad, son los asuntos más importantes sobre los cuales
una persona debe tomar decisiones. Esta vida no es como pro­
barse un vestido para colocarse otro o muchos más después. Usted
solamente tiene una vida para vivir—vívala para Dios.44
28. ¿Qué hay de las enseñanzas sobre eternidad en otras
religiones?
y*

Unicamente la Biblia puede proporcionamos las verdades


sobre el cielo, y únicamente el cristianismo ofrece visiones ver­
36 Cielo y eternidad

daderas del cielo, la eternidad y la vida eterna. Los musulmanes


se aferran al concepto de un cielo e infierno eternos, pero no son
los mismos que presenta la Biblia. El hinduismo enseña la reen­
carnación, y en último término, la aniquilación. El budismo hace
énfasis en el concepto de nirvana y también en una creencia en
cielos ilusorios. Y el judaismo insiste en una esperanza de salva­
ción nacional en el futuro. Jesús presentó claramente en Juan
14:6 un mensaje que excluye toda otra senda: «Yo soy el cami­
no, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí».
Únicamente por medio de Jesús podemos ganar la vida eterna.
Únicamente por medio de la Biblia podemos adquirir un conoci­
miento acertado del cielo.
29. ¿Qué hay de las experiencias cercanas a la muerte?
El tema de la vida después de la muerte ha sido muy predo­
minante en nuestra cultura popular durante el último par de dé­
cadas. Parte del interés tiene base bíblica, pero en gran parte no
lo tiene. La mayoría de libros populares que se venden y las dis­
cusiones en programas de opinión en radio y televisión se han
centrado en el pensamiento de la Nueva Era, misticismo, religio­
nes orientales, o en el ocultismo.
Una de las secuelas de esta fascinación ha sido el aumento en
experiencias cercanas a la muerte (ECMs) reportadas, y el estu­
dio de esas mismas experiencias. Muchas personas afirman ha­
ber tenido incidentes que caen en la categoría de ECMs.45 Las
evaluaciones bíblicas y las respuestas evangélicas a las pregun­
tas en tomo a ECMs están ampliamente disponibles y deberían
ser leídas por aquellos que tengan preguntas específicas sobre
ECMs.46 Habermas y Moreland escriben sobre la naturaleza de
las ECMs que

necesitamos hacer una importante distinción entre muerte


clínica (o reversible) y muerte biológica (o irreversible). En
la muerte clínica, los signos de vida eterna tales como con­
ciencia, pulso y respiración están ausentes. En tales casos,
virtualmente siempre tiene lugar la muerte biológica si no
se toman medidas para revertir el proceso. Por otro lado, la
muerte biológica no se ve afectada por ninguna cantidad de
atención médica, ya que es físicamente irreversible... La ma­
yoría de reportes de cuasi-muertes provienen de aquellos
que estuvieron cerca a una muerte clínica.47

Cuando se considera la ECM, es importante recordar que el


evento no corresponde a una experiencia después de la muerte,
y por lo tanto, no puede proporcionar información precisa o legí­
tima sobre la vida venidera y el cielo. Solamente la Biblia hace
eso. El doctor Rhodes escribe:
¿ Qué futuro le espera a los no cristianos? 37

Debemos tener en cuenta que las experiencias cercanas


a la muerte en realidad no demuestran nada sobre el estado
final de los muertos. Después de todo, estas experiencias
son cercanas a la muerte, no experiencias de personas com­
pletamente muertas una vez y para siempre. De hecho, como
dijo un escritor, las experiencias cercanas a la muerte «pue­
den no decimos más sobre la muerte que lo que alguien que
haya estado cerca a Miami pero nunca dentro de los límites
de la ciudad nos pudiera decir sobre esa ciudad. Tanto las
ECMs (experiencias cercanas a Miami y cercanas a la muer­
te) están desprovistas de certidumbre... En ambos casos,
existen mapas más confiables y están a nuestra disposición».
El mapa de las experiencias cercanas a la muerte es por
supuesto, la Biblia. Las Escrituras definen la muerte como
separación del espíritu con respecto al cuerpo (Santiago
2:26). Y la verdadera muerte ocurre solamente una vez (véase
Hebreos 9:27).48

El contenido religioso y la relevancia de los encuentros tipo


ECM para la persona que los experimenta varía ampliamente y
se ve afectado por la cosmovisión del individuo en particular.
Por ejemplo, personas con creencias religiosas de la Nueva Era
reportan ECMs consistentes con esa teología, y personas con
otras creencias religiosas experimentan ECMs ligados a sus pers­
pectivas. Habermas y Moreland señalan:

Tiene sentido que la identificación de la figura [las figu­


ras religiosas vistas en ECMs] será producto del propio tras­
fondo del paciente... Por ejemplo, ningún norteamericano
afirmó haber visto a Shiva, Rama o Krishna... Parecería
entonces, que las creencias religiosas, culturales y socioló­
gicas previas afectan las amplias diferencias que existen en
interpretaciones de ECMs, incluyendo la manera en que se
identifican las figuras o personajes... De modo que hay ra­
zones importantes en el sentido de que ciertos factores de
interpretación explican más las creencias, la sociedad y la
cultura de una persona, que los hechos mismos.49

También debemos recordar que para algunas personas puede


haber una asociación oculta con la ECM, y esta puede tener ori­
gen satánico o demoníaco. Las actividades ocultistas y espiritis­
tas son condenadas por Dios (Deuteronomio 10:10-13), y
cualquier participación o involucramiento debería evitarse. El
investigador de ECM Jerry Yamamoto da una sabia advertencia
sobre las ECMs, señalando que debido a que estas experiencias
«son de naturaleza subjetiva, determinar su fuente es en gran
parte un tarea especulativa. Con factores divinos, demoniacos y
de otra naturaleza que merecen consideración por igual, se hace
38 Cielo y eternidad

muy arriesgado dar una explicación única y universal sobre las


ECMs».50
La discusión sobre ECMs es interesante, pero no proporciona
ninguna respuesta o noción confiable sobre el cielo y la eternidad.
También tiene el potencial de llevar a engaño demoniaco o alejar a
las personas de la verdad que se encuentra en la Palabra de Dios.
Únicamente la Biblia puede damos información infalible en cuan­
to a la vida después de la muerte y el cielo. El doctor Rhodes
ofrece un consejo prudente sobre la evaluación de ECMs:

Sin importar qué tipo de experiencia haya tenido usted,


pruébela siempre en contraste con las Escrituras (véase 1
Tesalonicenses 5:21). Si cualquier cosa contradice la Pala­
bra de Dios en cualquier sentido, debe ser rechazado. Haga
de las Escrituras su única vara de medición. La Palabra de
Dios lo mantendrá en la dirección correcta.51

Q U IN T A P A R T E

¿Cuál esla importancia del


cielo en la actualidad?
30. ¿La creencia en el cielo no es en realidad simple
escapismo?
En Colosenses 3:2 Pablo exhorta a los cristianos diciéndoles,
«poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Y
simplemente porque los cristianos han hecho lo que la Biblia
ordena, han sido acusados de escapismo. El doctor MacArthur
refuta estas críticas:

Decir esto puede sonar paradójico, pero el cielo debería


estar en el centro de la cosmovisión cristiana. El término
cosmovisión ha ganado gran popularidad durante los últi­
mos cien años. Describe un marco de referencia moral, fi­
losófico y espiritual, por medio del cual interpretamos el
mundo y todas las cosas a nuestro alrededor. Todas las per­
sonas tienen una cosmovisión (de manera consciente o no).
Una correcta cosmovisión cristiana tiene el carácter único
de enfocarse en su destino celestial. Aunque algunos po­
drían mofarse de esto como «escapismo», es después de
todo, lo que ordenan precisamente las Escrituras: «Poned
la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col.
3:2). El apóstol Pablo escribió ese mandamiento, y su for­
ma de vivir la vida era todo, menos escapista.32

A través de la historia del cristianismo, han persistido las críti­


cas por parte de no cristianos así como quienes critican que la
creencia en el cielo es simple escapismo o una muleta psicológica
¿Cuál es la importancia del cielo en la actualidad? 39

que le ayuda a las personas a lidiar con este mundo. Contienden


que el cielo no es real; es solamente un mecanismo de ayuda para
salir adelante. Pero están equivocados. Es una esperanza real para
cristianos que conocen y experimentan las pruebas y tribulaciones
de este mundo. Creer en el cielo no quiere decir que ignoremos
este mundo; significa que aspiramos a uno mejor y eterno. Joni
Eareckson Tada describe gráficamente esta esperanza:

Todavía me cuesta creerlo. Yo, con dedos estropeados y


doblados, músculos atrofiados, rodillas agarrotadas, sin sen­
sibilidad de los hombros hacia abajo, tendré un día un nue­
vo cuerpo, liviano, esplendoroso y vestido en
justicia—poderoso y radiante.
¿Puedes imaginar la esperanza que esto le da alguien
con una espina dorsal atrofiada como yo? ¿O a alguien que
tenga parálisis o lesión cerebral, o que tiene esclerosis múl­
tiple? Imagina la esperanza que esto le da a alguien que es
maníaco depresivo. Ninguna otra religión, ninguna otra fi­
losofía promete cuerpos, corazones y mentes completamente
nuevos. Únicamente el Evangelio de Cristo hace que las
personas heridas encuentren una paz tan increíble.53

En respuesta a la acusación de escapismo, el filósofo cristia­


no, doctor Peter Kreeft, escribe diciendo que el asunto real no es
un escapismo, sino la verdad:

La primera y más sencilla respuesta a la denuncia de


que la creencia en el cielo es un escapismo, consiste en que
la primera pregunta no es si es escapista o no, sino si es la
verdad o no. No podemos descubrir si es verdad o no deter­
minando simplemente si es escapista o no. «Hay un túnel
que pasa por debajo de esta prisión», puede ser una idea
escapista, pero también puede ser verdad.
Si una idea es verdadera, queremos creerla simplemente
porque es la verdad, sin importar que sea escapista o no. Si
es falsa, queremos rechazarla simplemente porque es falsa,
bien sea escapista o no. La única razón honesta para que
alguien llegue a aceptar cualquier idea es su veracidad.54

Las verdades sobre el cielo no son escapistas, más bien son


inescapables. «Pensar en el cielo no es escapismo, porque ello
determina mi esencia... Descubrir mi propósito es exactamente
lo opuesto de un escapismo; es descubrir mi esencia».55
31. ¿Qué hay de! dolor y las aflicciones que
experimentamos?
Tanto cristianos como no cristianos sufren desgracias por
igual, soportan dolor, pierden seres queridos y enfrentan el aba­
40 Cielo y eternidad

timiento. Pero para el cristiano hay esperanza eterna a causa de


la fe puesta en la persona y obra de Jesucristo. Esa es la razón
por la que Pablo, quien tuvo que soportar él mismo muchas tri­
bulaciones y aflicciones, fue capaz de decir, «Para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).
En el Salmo 56:8 David dice, «Mis huidas tú has contado;
pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están todas ellas en tu li­
bro?». Dios está muy al tanto de nuestros gemidos y lamentos,
nuestras lágrimas y miedos. Un día Él va a quitar de nosotros
todas esas cosas. Para los cristianos, la tristeza y el dolor que
experimentamos son reales y naturales, pero también son tem­
porales. Esa es una de las razones por las que Pablo da a los
Tesalonicenses el ánimo que encontram os en Prim era
Tesalonicenses 4:13-18, así como la enseñanza sobre el arreba­
tamiento:

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de


los que duermen, para que no os entristezcáis, como los
otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús
murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los
que durmieron con él. Por lo cual os decimos esto en pala­
bra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los
que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando,
con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Lue­
go nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, se­
remos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas pa­
labras.

En Apocalipsis 21:4, Juan nos dice que un día Dios «enjuga­


rá toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron». Lo que experimentamos en la tierra es real, pero lo
que vamos a experimentar en el cielo también será real. El cielo
será un lugar donde:
• no hay más dolor
• no hay más sufrimiento
• no hay más penalidades
• no hay más llanto
• no hay más muerte
Para aquellos que anhelan llegar al cielo, es como las pala­
bras que se cantan en un himno espiritual: «Todas mis pruebas
Señor, pronto terminarán». Cielo significa sanidad. Cielo signi­
fica esperanza. Cielo significa hogar.
¿Cuál es la importancia del cielo en la actualidad? 41

32. ¿Por qué debería yo interesarme en el cielo?


«Torta en el cielo y para más tarde» es la frecuente acusación
y actitud de aquellos que niegan la aplicación al presente de la
verdad del cielo. Pero la creencia y el conocimiento del cielo
importa mucho y tiene diversas implicaciones en la vida diaria.
Deberíamos interesamos en el cielo porque concierne a nuestro
destino eterno. Para el cristiano, también constituye un ímpetu y
una motivación para vivir en santidad, evangelizar y ministrar
diariamente a otros. Joni Eareckson Tada escribe sobre la rele­
vancia cotidiana del cielo:

Cuando un cristiano se da cuenta de que su ciudadanía


está en el cielo, empieza a actuar como un ciudadano res­
ponsable de la tierra. Invierte sabiamente en relaciones por­
que sabe que son eternas. Sus conversaciones, metas y
motivos se toman puros y honestos porque se da cuenta de
que tendrán influjo en su recompensa eterna. Da con gene­
rosidad de su tiempo, dinero y talentos porque está hacien­
do tesoros para la eternidad. Esparce las buenas nuevas de
Cristo porque aspira a llenar los recintos del cielo con sus
amigos y vecinos. Todo esto redunda en beneficio del pere­
grino, no solamente en el cielo, sino en la tierra, porque
beneficia a todos los que le rodean.55

El cielo sí importa en la actualidad. Nos recuerda que la vida


no seguirá siendo siempre como es hoy en día (2 Pedro 3:2-7).
Las cosas cambiarán y nuestras pasarán. Algunas veces olvida­
mos o pasamos por alto ese hecho:

En realidad no creemos que todo va a terminar, ¿o sí? Si


Dios no nos hubiera dicho otra cosa, todos nosotros cree­
ríamos que este desfile de vida seguiría para siempre.
Pero va a terminar. Esta vida no es para siempre, ni tam­
poco es la mejor vida que existe. El hecho es que los cre­
yentes están dirigiéndose hacia el cielo. Es una realidad. Y
lo que hagamos aquí en la tierra tiene un impacto directo en
la manera en que vamos a vivir allá. Para nosotros el cielo
puede estar tan cerca como el año próximo, o la semana
próxima; así que tiene mucho sentido gastar algo de tiempo
aquí en la tierra pensando cándidamente en el maravilloso
futuro que está reservado para nosotros.57

En Romanos 8:22,23 Pablo escribe:

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a


una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella,
sino que también nosotros mismos, que tenemos las primi­
cias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de no­
42 Cielo y eternidad

sotros mismos, esperando la adopción, la redención de nues­


tro cuerpo.

El cuerpo del que habla Pablo es el cuerpo resucitado que los


cristianos tendrán en el cielo, pero los gemidos- y suspiros son de
este mundo. El doctor MacArthur lo expresa bien:

Aunque el pecado ha atrofiado nuestras almas y man­


chado nuestros espíritus—aunque ha dejado una cicatriz en
nuestros pensamientos, voluntad y emociones—nosotros
que conocemos a Cristo ya hemos probado el sabor de la
redención. Y de ese modo anhelamos aquel día cuando va­
mos a ser completamente redimidos. Suspiramos por llegar
a ese lugar donde la semilla de perfección que ha sido plan­
tada en nuestro interior va a brotar y desarrollarse plena­
mente, y cuando seamos com pletamente redimidos,
finalmente hechos perfectos (He. 12:23). De eso exactamen­
te es que se trata el cielo.58

Hay tantísimas preguntas sobre el cielo para las cuales la Bi­


blia no proporciona respuestas claras o ninguna respuesta en
absoluto. Para algunos aspectos debemos acudir a la deducción
teológica o meditar en tomo al silencio de las Escrituras. Dios
nos ha dicho todo lo que necesitamos saber—no todo lo que que­
remos saber. Hay muchas cosas que podemos entender, como se
ha visto en este folleto, pero definitivamente hay más silencio
del que nos gustaría.

También debemos recordar que hay muchas, muchas más


cosas que no sabemos sobre el cielo que las que sabemos;
sus encantos y glorias son literalmente inconcebibles para
nosotros ahora. No deberíamos esperar nada menos que eso
de un futuro reino preparado por Jesús mismo, para aque­
llos a quienes Él ama y por quienes murió (Mateo 25:34;
Juan 14:2). Aparte de Cristo, no hay tal cosa como una vida
real—ahora o para siempre.59

33. ¿Cómo puedo estar seguro de que iré al cielo?


El doctor en teología Cari F.H. Henry ha afirmado lo siguien­
te acerca de la sociedad contemporánea y sus ciudadanos: «La
supresión intelectual de Dios en Su revelación ha precipitado el
hundimiento de una civilización que le dio la espalda al cielo,
solamente para hacer del infierno su cama».60Esta dura pero cierta
declaración puede reflejar con precisión nuestra propia situación
espiritual, ¿no es así?
Tal vez usted ha llegado a la última pregunta de este folleto y
todavía no sabe con certeza cuál será su destino eterno. Si es así,
entonces esta es la pregunta más importante del folleto para us­
ted, y le animamos a pensar en ella con mucho cuidado.
¿ Cuál es la importancia del cielo en la actualidad? 43

Nos gustaría que usted supiera sin duda alguna, que tiene
vida eterna por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios. En el libro
de Apocalipsis, Juan extiende una última invitación: «Y el Espí­
ritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que
tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratui­
tamente» (Apocalipsis 22:17). ¿Qué significa esta invitación?
La imagen presentada corresponde a la de una boda. El novio
ha hecho una invitación a su novia. Él está dispuesto pero, ¿esta­
rá ella dispuesta? De la misma manera, Dios ha hecho provisión
para usted—sin que a usted le cueste nada, pero a Él le ha costa­
do mucho— para entrar en una relación personal con Él que le va
a dar a usted vida eterna. Más específicamente, la invitación se
hace al que escucha y está sediento. La «sed» representa una
necesidad. Esta necesidad es el perdón de los pecados. Usted
debe reconocer que es un pecador a los ojos de Dios: «Por cuan­
to todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro­
manos 3:23). Dios es santo y por esa razón no puede pasar por
alto el pecado de nadie. Él debe juzgarlo. Sin embargo, Dios en
Su misericordia ha provisto una manera en que hombres y muje­
res pecadores pueden recibir Su perdón.
Éste perdón fue provisto a un costo inmenso por Jesucristo
cuando Él vino a la tierra hace 2000 años, vivió una vida perfec­
ta, y murió en la cruz en nuestro lugar para pagar por nuestros
pecados: «Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos
6:23). La Biblia también dice, «Cristo murió por nuestros peca­
dos, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resuci­
tó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3,4).
A fin de obtener esta salvación y la vida eterna que Jesucristo
ofrece, debemos confiar de manera individual en que el pago
que Cristo hizo con Su propia muerte en la cruz es la única for­
ma en que podemos recibir el perdón de nuestros pecados, el
restablecimiento de una relación con Dios y la vida eterna. «Por­
que por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de voso­
tros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe»
(Efesios 2:8,9). Esta es la razón por la que Juan invita a los se­
dientos para que se acerquen y entren en una relación con Dios a
través de Cristo.
¿Está usted sediento? ¿Reconoce su pecado ante Dios? Si es
así, entonces acérquese a Cristo. Si usted no reconoce su necesi­
dad de salvación, entonces está dejando pasar esta oportunidad.
Por favor no lo haga.
Aquellos que están sedientos y anhelan la salvación pueden
expresar su confianza por medio de la siguiente oración:

Querido Señor, yo sé que he hecho mal y que me he


apartado de Tus caminos perfectos. Me doy cuenta que mis
pecados me han separado de Ti y que merezco Tu juicio. Yo
44 Cielo y eternidad
w/

creo que Tú enviaste a Tu Hijo Jesucristo a la tierra, para


morir en la cruz por mis pecados. Yo pongo mi confianza en
Jesucristo y en lo que El hizo en la cruz para pagar por mis
pecados. Por favor perdóname y dame vida eterna. Amén.

Si usted acabó de hacer esta oración con sinceridad, ya es un


hijo de Dios y tiene vida eterna. El cielo será su hogar eterno.
¡Bienvenido a la familia de Dios! Como hijo de Dios, usted va a
querer desarrollar esta maravillosa relación aprendiendo más
acerca de Él por medio del estudio de la Biblia. Usted deseará
encontrar una iglesia donde se enseñe la Palabra de Dios, se es­
timule el compañerismo con otros creyentes, y se promueva la
propagación del mensaje de perdón de Dios a otras personas.
Si usted ya era cristiano antes de leer este folleto, le anima­
mos a continuar en su relación con Cristo. A medida que usted
crece, anhelará vivir para Él ante la certeza de Su venida. Usted
deseará continuar esparciendo el mensaje de perdón que ha ex­
perimentado. A medida que usted vea cómo Dios prepara el es­
cenario para el drama del final de los tiempos, debería sentirse
motivado a servirle más hasta que Él venga. Y que su corazón se
llene de ánimo con Sus palabras:

He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para


recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y
la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. Bien­
aventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al
árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad
(Apocalipsis 22:12-14).

Conclusión
C.S. Lewis advirtió alguna vez sobre cuestiones espirituales
y nuestra constante preocupación con asuntos mundanos, que
«todo lo que no sea eterno está eternamente vencido». Vivimos y
morimos en un mundo que se mueve rápidamente. En todas par­
tes la gente, incluyendo nosotros mismos, está ocupada. Pero,
¿acaso estamos ocupados haciendo las cosas correctas? ¿O esta­
mos tan enfocados en el presente, y a veces en el pasado, que nos
perdemos el futuro o lo descuidamos? Gary Habermas y J.P.
Moreland han escrito lo siguiente acerca del cielo:

El Dios del universo nos invita a ver la vida y la muerte


desde Su ventajoso punto de vista. Y si lo hacemos, vere­
mos cuán velozmente puede revolucionar nuestras vidas:
ansiedades diarias, dolores emocionales, tragedias, nues­
tras reacciones y responsabilidades frente a otros, nuestras
posesiones, riqueza, incluso el dolor físico y la muerte. Todo
esto y mucho más puede verse reanimado e influenciado
¿ Cuál es la importancia del cielo en la actualidad? 45

por las verdades del cielo. El testimonio reiterado del Nue­


vo Testamento es que los creyentes deberían ver todos los
problemas, y sin duda alguna toda su existencia, desde lo
que llamamos la perspectiva «de arriba a abajo»: Dios y Su
reino en primer lugar, seguidos por los diversos aspectos de
nuestra existencia terrenal.61

El cielo es sin lugar a dudas un lugar único y maravilloso, un


lugar que sobrepasa por mucho nuestra imaginación y capacidad
de comprensión. Para el cristiano, el cielo es una esperanza en el
presente y su hogar eterno— «el cielo es un reino de gloría inex­
presable con palabras».62 La decisión que usted tome acerca del
cielo y la libre oferta de salvación basada en la muerte y resu­
rrección de Jesucristo es la decisión más importante que usted
pueda hacer nunca jamás. Cuide su alma—va a tenerla por la
eternidad.

Notas
1. Steven J. Lawson, Heaven Help Us! Truths About Eternity
That Will Help you Live Today. (Colorado Springs:
NavPress, 1995), p. 16.
2. Para ver ejemplos de la literatura clásica, véase de Wilbur
M. Smith, The Biblical Doctrine o f Heaven (Chicago:
Moody Press, 1968), pp. 28-29.
3. John F. Mac Arthur, La gloria del cielo (Grand Rapids, MI:
Editorial Portavoz, 1997), p. 56.
4. Ibid., pp. 59-60.
5. Ibid., p. 60.
6. Gary R. Habermas y J.P. Moreland, Immortality: The Other
Side o f Death (Nashville: Thomas Nelson Publishers,
1992), p. 150.
7. Para una discusión más completa de los autores sobre Je-
rusalén, véase Jerusalén en la profecía bíblica (serie «Pro­
fecía» Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1997).
8. Arnold G. Fruchtenbaum, Footsteps o fthe Messiah: A Study
o f the Sequence of Prophetic Events (Tustin, CA: Ariel
Ministries, 1982), p: 366.
9. John Walvoord, Major Bible Prophecies: 37 Crucial
Prophecies That A ffect You Today (Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1991), p. 404.
10. Charles C. Ryrie, Basic Theology (Wheaton, IL: Victor
Books, 1986), p. 515.
11. La tabla es tomada de Ryrie, Basic Theology, p. 516. Usa­
do con permiso de la editorial.
12. Véase de Smith, The Biblical Doctrine of Heaven, pp. 190-
200: Don Baker, Heaven: A Glimpse of Your Future Home
(Portland, OR: Multnomah Press, 1983): y Douglas
46 Cielo y eternidad

Connelly, After Life: What the Bible Really Says (Downers


Grove, IL: InterVarsity Press, 1995), pp, 101-03.
13. Smith, The Biblical Doctrine o f Heaven, pp. 190.
14. Don Baker, Heaven: A Glimpse o f Your Future Home.
15. Lawson, Heaven Help Us! Pp. 52-66.
16. Baker, Heaven: A Glimpse of Your Future Home.
17. Ibid.
18. Joni Eareckson Tada, Heaven: Your Real Home (Grand
Rapids: Zondervan Publishing House, 1995), p. 39.
19. MacArthur, La gloria del cielo, p. 133.
20. Ibid., p. 139
21. Ibid., p. 136.
22. Ryrie, Basic Theology, pp. 121-22.
23. MacArthur, La gloria del cielo, p. 129.
24. Este material es un resumen a partir de Habermas y
Moreland, Immortality, p. 114./
25. Ken Gire, Instructive Moments with the Savior (Grand
Rapids: Zondervan, 1992), p. 75.
26. Ron Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country (Eugene,
OR: Harvest House Publishers, 1996), p. 102. Rhodes ofre­
ce una excelente discusión de este tópico y muchos de los
demás asuntos relacionados con el cielo. Su obra es alta­
mente recomendada.
27. Ibid., p. 101.
28. Ibid., pp. 102-02.
29. Ibid., p. 107.
30. Ibid., pp. 108, 205 (capítulo 6, nota 12).
31. Robert Lightner, Heaven fo r Those Who Can’t Believe
(Schaumburg, IL: Regular Baptist Press, 1977), p. 22.
32. Lawson, Heaven Help Us! P. 81.
33. MacArthur, La gloria del cielo, p. 133.
34. Para un estudio completo de este asunto, véase de Ramesh
P. Richard, The Population o f Heaven (Chicago: Moody
Press, 1994).
35. Citado en John Ankerberg y John Weldon, The Facts on
Life After Death (Eugene, OR: Harvest House Publishers,
1992), p. 41/
36. C.S. Lewis, The Great Divorce (Nueva York: Macmillan,
1946), p. 69.
37. Habermas y Moreland, Immortality, p. 159.
38. Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, p. 118.
39. Habermas y Moreland, Immortality, p. 169.
40. Véase ibid., pp. 169-76: véase también de William Crocket,
Four Views on Hell (Grand Rapids: Zondervan Publishing
House, 1992), para un tratamiento «profesional y avisa­
do» de las principales corrientes de pensamiento sobre el
tema del infierno.
41. Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, pp. 121-122.
Notas 47

42. Ryrie, Basic Theology, p. 521.


43. Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, pp. 122-23.
44. Douglas Connelly, After Life: What the Bible Really Says
(Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1995), pp. 44-45.
45. Ankerberg y Weldon, The Facts on Life After Death, p. 9.
Véase también de Habermas y Moreland, Immortality, p.
87, y Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, p. 149.
46. Véase especialm ente de H aberm as y M oreland,
Im m ortality, pp. 73-105; Rhodes, Heaven: The
Undiscovered Country\ pp. 149-67; y de Ankerberg y
Weldon, The Facts on Life After Death y The Facts on Near-
Death Experiences. Para una crítica bíblica del libro popu­
lar pero no bíblico de Betty J. Eddie, Embraced by the Light,
véase de Dough Groothuis, Deceived by the Light (Eugene,
OR: Harvest House Publishers, 1995).
47. Habermas y Moreland, Immortality: The Other Side of
Death, p. 73.
48. Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, p. 164.
49. Habermas y Moreland, Immortality, pp. 91-92.
50. Yerry Yamamoto, «La experiencia cercana a la muerte»,
Christian Research Journal, primavera de 1992, p. 5.
51. Rhodes, Heaven: The Undiscovered Country, p. 167.
52. MacArthur, La gloria del cielo, p. 50.
53. Eareckson Tada, Heaven: Your Real Home, p. 53.
54. Peter Kreeft, Heaven: The Heart's Deepest Longing (San
Francisco: Ignatius Press, 1989), p. 164.
55. Ibid., p. 170.
56. Eareckson Tada, Heaven: Your Real Home, p. 110.
57. Ibid., p. 15.
58. MacArthur, La gloria del cielo, p. 123.
59. John Ankerberg y John Weldon, The Facts on Near-Death
Experiences (Eugene, OR: Harvest House Publishers,
1996), p. 40.
60. Carl F.H. Henry, Twilight o f a Great C ivilization
(Westchester, IL: Crossway Books, 1988), p. 143.
61. Habermas y Moreland, Immortality, p. 186.
62. MacArthur, La gloria del cielo, p. 81.

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