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Psicología Analítica

En el texto “La función del arquetipo de la máscara y el uso de drogas en el grupo adolescente” , el
autor expone con base en la psicología de Jung, la influencia del arquetipo de la máscara, en la
problemática de las adicciones y su función en los grupos adolescentes.

Explica que los términos de “Máscara” y de “Persona”, es una instancia psíquica que mediatiza entre el
yo y el mundo social, es la fachada exterior que muestra el sujeto, a través de la cual es reconocido por
los otros, y que ésta permite al sujeto insertarse como miembro de una comunidad, ya que sostiene un
yo débil del adolescente previniéndolo de una desorganización psicótica.

Señala que la máscara tiene las siguientes funciones en el sujeto:

● Es adaptativa del mundo externo y de la vida social.


● Otorga identidad social.
● Actúa como una coraza frente a las amenazas y ataques que provienen del mundo externo.
● Mantiene a salvo su mundo interior, su vida íntima.

Un rasgo importante de la máscara es que tiene más de apariencia que de real, pues tras ella se esconde
la verdadera individualidad y naturaleza del sujeto. Se esconde el yo. La máscara desempeña una
función compensatoria con relación a lo inconsciente, debido a que está vinculada al yo y a la
consciencia.

Explica el autor, que la máscara entre más rígida, extensa y acartonada, menos posibilidades de
desarrollo integral tiene el sujeto; en cambio una máscara liviana y maleable otorga mayores
posibilidades al sujeto de adaptación tanto al mundo externo como a su realidad interior.

Expone que cada sujeto forma su propia máscara, con una naturaleza colectiva por partida doble:

1. Los atuendos que sirven para confeccionarla provienen del medio social.
2. Por ser un Arquetipo.

El Arquetipo lo define como la función psicológica de adaptación innata del sujeto, ligada al instinto
gregario del hombre. Y el sujeto corre el riesgo de identificarse con la máscara, con la imagen superficial
y externa de sí mismo y apartarse de su realidad interior, es decir, ser una marioneta manejada por lo
inconsciente colectivo. Explica “la persona es lo que uno realmente no es, sino lo que ella y la otra gente
opinan que ella es”. Sobre el concepto de “Persona”, proviene del latín persöna, y hace referencia a la
máscara que utilizaban los actores en el antiguo teatro griego, al personaje que estos representaban; se
refiere a la identidad social del sujeto, a la cara que muestra en la comunidad, al rol que asume el sujeto.
Por tal razón, debe ser entendida sólo como una fachada externa pero nunca como la totalidad de su ser
o su personalidad, es apenas una parte de ésta.

El autor también ejemplifica la importancia de la máscara y de la identidad grupal en la adolescencia,


explicando el síndrome de adolescencia normal, en el cual hay tres duelos básicos y que se adecua a la
concepción de hombre de Jung, en la que la adolescencia es una etapa privilegiada en la construcción de
la máscara. Los tres duelos básicos son los siguientes:

● Por el cuerpo infantil.


● Por los padres de la infancia.
● Por los roles de la infancia.

Los distintivos de la crisis adolescente son los siguientes:

● Tiende al logro y conformación de una nueva identidad.


● Es un puente de unión y trayecto entre la salida de la infancia y el ingreso a la adultez y al
mundo adulto.
● Se reestructura el psiquismo del sujeto, para la adquisición de su nueva identidad y a los duelos
por la vida anterior.
● Es una etapa de vulnerabilidad yoica.

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Psicología Analítica

● El sujeto se encuentra en el proceso de formación de una nueva máscara.


● El sujeto pasa de las identificaciones con los miembros de la familia, a las identificaciones con
los grupos adolescentes, es la vía de ingreso al mundo adulto y a la realidad social.
● La máscara adolescente suele ser tan rígida, pues está sosteniendo a un yo que se encuentra a
la deriva.
● La identidad grupal es lo más importante en este momento y es lo que mayor sentido, el
adolescente se aferra a su grupo.

La máscara en la adolescencia subraya el autor, se refleja en actitudes, usos y costumbres. Un ejemplo


son las denominadas “tribus urbanas”, que tienen como función delimitar al sujeto, encajarlo en algún
lugar para evitar su desorganización, darle algún sentido a su vida y una pista, falsa, de quién es él
realmente en este momento de cambios y desconcierto.

La función que cumple la droga con relación a la máscara en la crisis adolescente es que se ofrece
como una alternativa de abandono al mundo infantil. El adolescente va a tomar como figura o modelo a
algún otro que lo inicia en el consumo de drogas, donde la droga resulta ser el elemento principal de un
rito iniciático para el sujeto y que lo introduce en “la cofradía” o “secta” del adicto. Iniciará en sus
prácticas, adoptará sus costumbres y vestirá sus ropajes.

Ese rito iniciático es necesario, ancestral y arquetípico en el hombre, es el pasaje de una etapa a otra.
Sin ese grupo, en el adolescente desaparece su identidad y peligra su psique.

La droga es un símbolo que lo identifica como miembro de una misma congregación y le da sentido y
otorga un lugar además de proveer al sujeto a qué aferrarse. La droga es la Magna Mather, arquetipo
que tiene un lado benéfico y otro oscuro, y el iniciador el anciano sabio. Madre que une y que contiene,
madre terrible que devora y apresa; arquetipo vinculado al del niño eterno (Puer Aeternus); entonces el
adicto queda atrapado en los brazos de la Magna Mather, identificado, con el niño eterno.
Distinguiéndose el adicto porque en su alma albergan tendencias sumamente infantiles, demandantes y
dependientes.

Por último, el autor manifiesta que en la clínica el paciente adicto, hace uso de su imagen, intenta
impresionar o generar impacto en el analista (muestra su máscara). Y que el retiro de la droga se debe
hacer gradualmente, a medida que el sujeto pueda ir integrando lo inconsciente y flexibilizando su
persona. El adicto necesita algo del mundo externo que lo contenga y sostenga, siendo ese el papel que
debe cumplir la terapia y la figura del analista. Además, que la familia también brinda el soporte
necesario para no dejarlo caer al adicto en los momentos de crisis.

En las terapias grupales, la abstinencia puede ser un requisito más tolerable para el sujeto porque crea
cierta identidad con relación al grupo terapéutico, le permite ir trabajando su dolor anímico y creando
espacios mentales para la elaboración y la integración de su psique inconsciente.
Como analistas, debemos confiar en la transferencia y tener la capacidad de contención y tolerancia a la
frustración, ser consciente que se está creando un vínculo importante. Enfocarse en el sujeto como algo
integral, más que en el problema de la adicción. Teniendo cuidado con la máscara del sujeto, ya que, al
intentar moverla, lo principal, es respetar los tiempos, espacios y recursos mentales del sujeto y no caer
en un furor curandis. El comportamiento adictivo se podrá ir retirando de acuerdo con las posibilidades
psicológicas de cada paciente.

Finalmente; la medicación bajo un estricto control médico es un complemento y no el elemento


principal del tratamiento. Precisando el autor, “en el interior del hombre moran las verdaderas causas
de su enfermedad, y es el mismo inconsciente la fuerza sanadora y transformadora del ser, por eso
considero necesario el trabajo con la psique inconsciente en el tratamiento de adicciones”.

Con base en la lectura, se puede concluir que la finalidad del tratamiento es poder ingresar las sombras
del sujeto y, progresivamente otros aspectos del sujeto que se han mantenido disociados en lo
inconsciente. Es decir, entrar en los terrenos de lo inconsciente individual para llegar al inconsciente
colectivo, mediante un camino regresivo.

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