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En esta página encontrarás la recopilación de todas las entradas del blog en las que hemos
tratado el tema de la escritura de diálogos.
Si quieres descubrir todos los secretos de la escritura de diálogos, no te pierdas nuestro libro:
Cómo escribir diálogos. Todo lo que necesitas saber para dar voz a tus personajes.
Siete completos capítulos que tratan todos los aspectos de la escritura de diálogos en la ficción
literaria. Con muchos ejemplos y ejercicios para que descubras de forma fácil y divertida cómo
poner voz a tus personajes.
Los diálogos son una herramienta muy útil en cualquier narración. No solo dan voz a los
personajes, también nos ayudan a muchos otros niveles. En esta entrada veremos cuáles son.
Pero antes quiero compartir con vosotros un extracto de diálogo de la obra La guía del
autoestopista galáctico, de Douglas Adams. Hay muchos ejemplos de grandes diálogos entre
los maestros de la escritura, pero me he decantado por este de Adams porque sus diálogos son
dinámicos, están vivos, y resultan muy divertidos:
—Lamentablemente, me he quedado en la tierra por mucho más tiempo del que pretendía —
dijo Ford—. Fui por una semana y me quedé quince años.
—¿Un pesado?
—Sí.
—¿Un pesado? Los pesados suelen ser niños ricos sin nada que hacer. Van por ahí, buscando
planetas que aún no hayan hecho contacto interestelar y les anuncian su llegada.
—¿Les anuncian su llegada? —Arthur empezó a sospechar que Ford disfrutaba haciéndole la
vida imposible.
—Sí —contestó Ford—, les anuncian su llegada. Buscan un lugar aislado donde no haya mucha
gente, aterrizan junto a algún pobrecillo inocente a quien nadie va a creer jamás, y luego se
pavonean delante de él llevando unas estúpidas antenas en la cabeza y haciendo ¡bip!, ¡bip!,
¡bip! Realmente es algo muy infantil.
Ford se tumbó de espaldas en el colchón con las manos en la nuca y aspecto de estar
enojosamente contento consigo mismo.
—Ford —insistió Arthur—, no sé si te parecerá una pregunta tonta, pero ¿qué hago yo aquí?
—¿Cómo?
—No se asuste. (para los que no lo habéis leído, ésta voz en cursiva es la del libro, lo que se
conoce en la historia como la guía del autoestopista galáctico)
—Sí, lo estás.
—Nada más que venir conmigo y pasarlo bien. La Galaxia es un sitio muy divertido. Necesitarás
este pez en la oreja.
Ahora sí, a partir del ejemplo, veamos algunas de las funciones que tiene el diálogo dentro de
un texto:
Una de las principales características del diálogo es que mueve hacia delante la historia de una
manera más directa que un narrador.
En el caso del ejemplo, Ford y Arthur acaban de escapar por los pelos de la demolición de la
Tierra y el diálogo nos pone en situación, empujando la trama hasta la siguiente escena.
Además, la urgencia de Ford, que no mira directamente a Arthur, que cambia el tono de voz de
repente y se levanta de un salto, nos hace intuir que algo más ocurre o está a punto de ocurrir.
Los personajes también pueden evolucionar a lo largo de un diálogo. De hecho, en todo buen
diálogo, al menos uno de los personajes debería sufrir algún cambio de estado.
Los diálogos hacen que el ritmo de la historia fluya de forma más rápida, más dinámica.
Siempre será más denso leer un párrafo entero del narrador explicando paso a paso lo que un
diálogo puede contar en pocas líneas.
Está claro que el texto del ejemplo sería muy distinto si un narrador nos explicase cómo Ford
recuerda al tipo con el que llegó a la Tierra quince años antes y cómo Arthur, asustado, se da
cuenta de que su planeta acaba de desaparecer.
Muestra y da vida
Los diálogos no nos cuentan lo que ocurre, sino que nos lo muestran, dibujan la escena de una
forma más vívida y llenan de vida a los personajes. Un buen diálogo nos atrapa rápidamente
porque carece de los juicios de valor y las explicaciones del narrador. El diálogo nos permite
asistir de primera mano, ser testigos directos de lo que ocurre y así podemos sacar nuestras
propias conclusiones.
Los diálogos son uno de los métodos que sirven para caracterizar a los personajes y las
relaciones entre ellos. Lo que dicen, cómo lo dicen, el tono en el que hablan y se responden,
nos aportan un montón de datos.
En el ejemplo de Douglas Adams, gracias al diálogo sabemos que Ford, además de no ser
terrestre de origen, es un tipo tranquilo y optimista, con un carácter muy distinto al de Arthur,
un humano neurótico que se siente perdido tras la desaparición de su planeta. Pero también
podemos deducir, por la forma en la que hablan, que existe cierta confianza entre ellos.
Aporta información
Los diálogos ofrecen información que el lector intuye, muchas veces de forma inconsciente,
como la relación entre los personajes, sus personalidades, sus estados de ánimo… Pero
también aportan datos específicos sobre la trama. Eso sí, toda la información que se suministra
en el diálogo debe estar justificada.
En el ejemplo, Ford le explica a Arthur cómo llegó a la Tierra y qué son los pesados tras un
breve interrogatorio. No tendría sentido que Ford se lanzase a explicarlo sin más o que le
contase de forma detallada cosas que Arthur ya conociese. Sólo insiste en el tema de la
demolición de la Tierra porque Arthur, en el estado de shock en el que se encuentra, necesita
oírlo de nuevo hasta ser capaz de asimilarlo.
Y hasta aquí las principales funciones del diálogo en una historia. ¿Qué os parece?¿Alguna otra
cosa para la que os guste usarlos?
Si escuchamos una conversación real e intentamos llevarla al papel, en seguida nos damos
cuenta de que ese diálogo no funciona a nivel narrativo. Las conversaciones reales están llenas
de interrupciones, frases sin terminar e incoherencias. La clave está en mantener esa
verosimilitud de una conversación real, aunque sin tantos tropiezos. Pero, ¿cómo lo hacemos?
1. Conoce a tu personaje
Es fundamental para ponerle voz a un personaje saber todo lo posible sobre él. Su
personalidad, procedencia, edad, educación, profesión, época en la que vive… Son datos que
nos darán las pistas necesarias para entender cómo ha de hablar.
Eso sí, ojo con los dialectos o defectos en la dicción de los personajes, porque puede cansar al
lector encontrarse páginas llenas de frases mal escritas o difíciles de descifrar.
2. Interpreta su papel
Cuando tengas que dialogar, intenta ponerte en la piel de los personajes, interpretar su
actuación. Hazlo en voz alta, no te cortes (ése es el motivo por el que, desde hace años, sólo
puedo escribir en la intimidad).
Si te conviertes en el actor de tus propias obras y las interpretas mientras escribes, no sólo te
resultará más sencillo crear diálogos que funcionan, sino que incluso descubrirás los gestos y
las acciones que el diálogo te está pidiendo.
3. Dinamismo
Utiliza, en general, frases cortas, omite los verbos en algún caso, sé conciso, dinámico, no
pierdas el ritmo y el diálogo fluirá mejor. Esto no quiere decir que no puedas añadir
intervenciones de diálogo más largas o complejas, pero mejor que no sea la tónica habitual.
Tomemos como ejemplo un fragmento del diálogo que os puse en el post anterior sobre los
diálogos.
—No se asuste.
—Sí, lo estás.
—Nada más que venir conmigo y pasarlo bien. La Galaxia es un sitio muy divertido. Necesitarás
este pez en la oreja.
4. No expliques, avanza
No uses los diálogos para explicar lo que debería haberse entendido con la acción. El malo que
expone su plan diabólico al héroe punto por punto sólo funciona en las parodias. Si tienes que
explicar toda la historia a un lector al final para que se entienda, puede que tengas que
revisarlo.
Tampoco uses el diálogo para decir cosas que todos los personajes del diálogo ya conocen o
que nadie ha preguntado. Plantéate siempre si la frase que se pronuncia en cada diálogo tiene
sentido, si alguien podría realmente pronunciarla.
Como ejemplo, tomando un fragmento del diálogo de Douglas Adams, está claro que no es lo
mismo esto…:
—Lamentablemente, me he quedado en la tierra por mucho más tiempo del que pretendía —
dijo Ford—. Fui por una semana y me quedé quince años. Hasta allí me llevó un pesado, uno
de esos niños ricos sin nada que hacer y que van por ahí, buscando planetas que aún no hayan
hecho contacto interestelar para anunciarles su llegada. Primero buscan un lugar aislado
donde no haya mucha gente, aterrizan junto a algún pobrecillo inocente a quien nadie va a
creer jamás, y luego se pavonean delante de él llevando unas estúpidas antenas en la cabeza y
haciendo ¡bip!, ¡bip!, ¡bip! Realmente es algo muy infantil.
—Lamentablemente, me he quedado en la tierra por mucho más tiempo del que pretendía —
dijo Ford—. Fui por una semana y me quedé quince años.
—¿Un pesado?
—Sí.
—¿Un pesado? Los pesados suelen ser niños ricos sin nada que hacer. Van por ahí, buscando
planetas que aún no hayan hecho contacto interestelar y les anuncian su llegada.
—¿Les anuncian su llegada? —Arthur empezó a sospechar que Ford disfrutaba haciéndole la
vida imposible.
—Sí —contestó Ford—, les anuncian su llegada. Buscan un lugar aislado donde no haya mucha
gente, aterrizan junto a algún pobrecillo inocente a quien nadie va a creer jamás, y luego se
pavonean delante de él llevando unas estúpidas antenas en la cabeza y haciendo ¡bip!, ¡bip!,
¡bip! Realmente es algo muy infantil.
También tomando como ejemplo el diálogo anterior, una buena forma de hacer verosímil el
diálogo y darle ritmo es a través de las interrupciones. Añade cortes, preguntas y comentarios
para hacer la conversación más fluida.
Los personajes tienen que vivir a través del diálogo, mostrar sus estados de ánimo, cambiar de
opinión, estar alegres, dudar, enfadarse o mosquearse. De nuevo, interpreta y fíjate en cómo
ha de decirlo, en cómo se siente el personaje cuando pronuncia esa frase. Así descubrirás qué
palabras debe emplear y cómo las dirá.
Como cualquier otro elemento de la narrativa, cuando hay un diálogo debería ser porque es la
mejor forma de contar ese fragmento, porque tiene que haberlo. Así que, si escribes un
diálogo, intenta que sea por algo, porque haga evolucionar la historia, porque al menos uno de
los personajes cambie de estado de ánimo, porque pasarán cosas mientras hablan.
En el diálogo de Douglas Adams del ejemplo del post anterior, Arthur pasa por distintos
estados de ánimo. Primero está en shock, no acaba de asimilar que la Tierra haya
desaparecido. Se enfada luego, se asusta y, finalmente, se resigna.
No olvides que, mientras hablamos, no solemos estarnos quietos. Mientras hablamos, también
pasan cosas y detener en ocasiones el diálogo para explicar lo que ocurre también aporta
realismo a la escena, además de que nos ayuda a hacerla avanzar.
9. No te pases con los “dijo”
Este tipo de acotaciones han de hacerse notar lo menos posible. Sobre este punto escribí hace
tiempo un post llamado el narrador en los diálogos, donde explico más detalladamente cómo
usar las acotaciones mientras hablan los personajes.
10. Lee
Como en todas las técnicas narrativas, la mejor forma de aprender es escribiendo y leyendo.
Fijarse en como lo hacen los maestros es fundamental para mejorar nuestra escritura.
Cuando leas una novela o un relato y encuentres un diálogo que funcione bien, subráyalo,
fotocópialo, anótalo o márcalo de alguna manera. Luego vuelve sobre él y desmenúzalo hasta
que entiendas su mecanismo. Pocas cosas te ayudarán más que ésta.
¿Qué os parece? ¿Añadiríais alguna otra clave? ¿Cuáles son vuestros trucos o sistemas para
crear diálogos?
Hace tiempo que tengo ganas de escribir alguna entrada sobre una de las partes que más
disfruto escribiendo: los diálogos. Sin embargo, antes de entrar en materia, creo que no estaría
de más dedicar un post a los distintos formatos de diálogo que existen, a la forma en la que se
escriben. Y de eso trata la entrada de hoy.
Estamos acostumbrados a escribir los diálogos según el formato estándar marcado por guiones
al principio del párrafo, pero ésta no es la única manera. Los diálogos pueden adoptar formas y
convenciones muy distintas según el tipo de obra. Conocerlas bien nos ayudará a la hora de
elegir cuál nos conviene más emplear:
1. El guion cinematográfico
El formato del diálogo en un guion de cine o televisión es quizá de los más rígidos, ya que se
trata de un documento técnico que el resto del equipo utilizará para desarrollar el trabajo
final. Dentro del guion, el diálogo se coloca centrado, con el nombre del personaje que habla
en mayúsculas, la acotación (si la hubiese) inmediatamente debajo y luego ya el diálogo en
cuestión. Veamos un ejemplo extraído del guion de la película 21 gramos:
2. La obra de teatro
El formato de guion en una obra de teatro tiene algunas similitudes con el de cine. Los
nombres de los personajes que hablan se escriben también en mayúscula, aunque al principio
del párrafo en este caso, y las acotaciones también van entre paréntesis y en cursiva. Aquí os
pongo un ejemplo para que lo véais mejor. Se trata de un pequeño fragmento de la obra
Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Jardiel Poncela.
Este tipo de diálogo también se ha usado en ocasiones para textos narrativos distintos a la
obra teatral. Por ejemplo, lo usa Truman Capote en alguno de sus cuentos de la obra Música
para camaleones, aunque empleando iniciales en lugar del nombre completo, para relatar un
diálogo entre él mismo y Marilyn Monroe (este método también se usa para las entrevistas):
Truman Capote
En las novelas y relatos anglosajones, cada intervención de un diálogo ocupa un nuevo párrafo,
se escribe en cursiva y se entrecomilla. A continuación os pongo un ejemplo (extraído de las
olas, de Virgina Woolf) para que os fijéis, sobre todo, en los signos de puntuación (lo más
peliagudo de este tipo de diálogo):
Como véis, al final de una intervención el punto final se incluye dentro de las comillas. Sin
embargo, cuando se va a realizar una acotación, se coloca una coma después de las comillas y
el punto va tras dicha acotación.
5. Diálogo indirecto
Menos usado que los anteriores, el diálogo indirecto es aquel en el que el propio narrador
introduce en el mismo párrafo lo que dicen los personajes. Esta forma es difícil de escribir,
especialmente si hay muchos diálogos, y se corre el riesgo de abusar demasiado de la
conjunción “que”. Como ejemplo, un fragmento de El beso de la mujer araña, de Manuel Puig.
Pero, si se usa bien, da mucho juego y crea efectos interesantes:
6. Diálogo libre
Y hasta aquí los principales tipos de diálogo. Obviamente, no son los únicos y pueden hacerse
miles de combinaciones a partir de estos seis, así como nuevas formas. Lo importante es que el
texto fluya y que el lector sepa quién está hablando en cada momento. A partir de ahí,
depende del ingenio y la pericia del que escribe.
El diálogo pertenece a los personajes y cualquier intromisión por parte del narrador puede
romper el ritmo o la magia del mismo. Sin embargo, omitir la explicación de quién habla en
cada momento puede hacer que el lector se pierda (especialmente si es un diálogo largo o si
hay muchos personajes) y esto puede resultar aún peor para la historia.
Ante todo, creo que como lectores nos hemos acostumbrado a ese tipo de acotaciones “dijo,
respondió, preguntó…” y, siempre que estén usadas con moderación, las leemos de manera
rápida, casi inconsciente. Son una marca que nos indica por dónde va el diálogo, nada más.
En consecuencia, he creado una pequeña lista de técnicas o “trucos” que pueden sernos de
ayuda a la hora de emplear el narrador en un diálogo:
1. Lo bueno, si breve…
Ante todo, hay que tener en mente evitar todo lo posible el “dijo María”, “afirmó Miguel” o
“preguntó él”. Es mejor usarlos lo estrictamente necesario. Y lo mismo ocurre con los
adverbios o las explicaciones innecesarias. ¿Por qué? Bueno, imaginad un diálogo tal que así:
—Ha venido un escritor a darnos una charla —respondió la niña con entusiasmo.
Como veis, el diálogo se hace mecánico y pesado. No tiene ritmo y el lector no podrá meterse
bien en la historia. Si el personaje está hablando, deja que se exprese con su propia voz.
La palabra del narrador en el interior de un diálogo sirve sólo a título explicativo, no hay que
crear un catálogo de sinónimos y palabras bien sonantes para evitar la repetición del “dijo”. En
realidad es menos molesto que otras palabras, especialmente verbos complicados que el
lector no comprenda a la primera.
En palabras del mismo Elmore Leonard: “Una vez me encontré en un libro de Mary McCarthy
una línea de diálogo que terminaba con un ‘ella aseveró’ y tuve que dejar de leer para coger el
diccionario”. Supongo que no queremos que pase eso mientras alguien lee nuestra historia.
—Pásame la sal.
—Toma, papá.
Como veis, he reducido la intervención del narrador a una sola ocasión gracias a un vocativo,
cuando antes era necesario incluirlo en todas las líneas para entender la situación.
Y cada personaje con su forma de hablar. Esto es obvio. Una de las cosas más importantes a la
hora de construir un diálogo es que cada personaje hable como debe hablar. Si lo logramos, el
uso del narrador se hace menos necesario.
En ocasiones, de hecho, puede haber algún personaje que tenga una coletilla o una forma de
expresarse más peculiar. Esto también puede ser útil para omitir el “dijo” porque su frase o
expresión nos permiten identificarlo directamente. Eso sí, hay que usarlo con moderación,
como todo.
Si el diálogo es muy largo, también podemos pararnos un instante y añadir una pequeña
descripción de lo que ocurre para situar a los personajes en la escena. De otra forma, al final se
convierten en simples voces.
Estas acciones de los personajes sirven también para introducir sus líneas de diálogo. Eso sí,
hay que tener en cuenta que este recurso ralentiza el ritmo de la narración, aunque puede ser
que, en ocasiones, nos venga mejor para la historia.
Volvamos al diálogo anterior que, aunque no es muy largo, nos puede servir como ejemplo
también en este caso:
—Pásame la sal.
—Toma, papá.
La madre evitó la mirada del padre y miró a su hija, que disfrutaba de la comida ajena a la
tensión que flotaba en el aire.
Es un ejemplo un poco sencillo y hecho algo a prisas, pero creo que sirve para ilustrar lo que os
comentaba.
Y estos son mis pequeños trucos para emplear (u omitir en muchos casos) al narrador en un
diálogo. Cualquier otra técnica que se os ocurra, no dudéis en comentarla! 🙂
Ya hemos hablado en otras ocasiones sobre los tipos de diálogo que existen, para qué sirven
los diálogos o las claves para escribir diálogos efectivos. Ahora le toca el turno a la forma en la
que escribimos esos diálogos.
Leyendo los textos y los comentarios de los participantes del taller de escritura a lo largo de
sus diferentes ediciones, me he dado cuenta de que los escritores nos encontramos a veces
con un pequeño problema en cuanto a ciertos símbolos se refiere: las comillas latinas y el
guión largo de los diálogos.
En esta entrada no voy a hablar de cómo y cuándo usar estos símbolos, pero si tenéis alguna
duda al respecto, en los enlaces al comienzo de esta entrada encontraréis más información
sobre el tema.
De lo que quiero hablar aquí es de lo siguiente: supongamos que ya tenemos claro cuándo
tenemos que usar cada uno de estos símbolos, nos sentamos delante del ordenador para
escribir nuestra historia, comenzamos a teclear y… ¿Dónde encuentro el guión largo? ¿Y las
comillas? ¡No están en el teclado!
Porque, para que conste en acta: no es lo mismo el guión (-) que la raya de diálogo (—); ni
tampoco es lo mismo poner dos símbolos de menor que (<<) que unas comillas latinas («). Así
que, ¿de dónde los sacamos?
Una solución puede ser abrir el programa “mapa de caracteres” o, si estamos trabajando en un
procesador de textos, ir a “herramientas>insertar caracteres especiales” y buscar por el
símbolo en cuestión. Pero la verdad es que cualquiera de estas dos opciones consume un
tiempo precioso que nos puede distraer del proceso creativo.
Existe una alternativa más rápida: un atajo que consiste en pulsar unas combinaciones de
teclas para cada uno de estos símbolos. Lo mejor es anotarlas en un post-it y dejarlo junto a la
pantalla del ordenador para recordarlo cuando lo necesites. Ahora vemos cuáles son estos
atajos:
Si tienes un PC
Para obtener el guión largo necesario en los diálogos, pulsa Alt mientras escribes 0151 en el
teclado numérico. ¡Tu símbolo — aparecerá automáticamente! Para las comillas latinas, lo
mismo: pulsamos Alt y escribiendo 174 y 175 respectivamente. Resumiendo:
Si tienes un Mac
La combinación de teclas para este sistema operativo es distinta. En este caso tenemos que
pulsar las teclas ALT y mayúsculas (también llamada SHIFT) junto con una tercera, que os
indico a continuación:
Así de sencillo. Además, a poco que usemos estas teclas rápidas, seguro que nos las acabamos
aprendiendo y ya no hace falta ni el post-it para recordarlas, ¿a que sí?
[Actualizado]: además de esta alternativa, si trabajáis con procesadores de texto como Word o
Open Office, tenéis la opción de crear macros. Aquí os dejo un enlace al blog de Hit Sunt
Dracones, donde JA nos explica paso a paso cómo hacer una macro: cómo crear macros en el
procesador de textos.
En el artículo de hoy (primero de la nueva sección del blog sobre reglas de escritura) quiero
hablaros de cómo representar gráficamente el diálogo ya que los escritores no solo tienen que
ser profesionales, también han de parecerlo, y este tipo de detalles marcan la diferencia.
A continuación, os mostraremos un breve resumen del capítulo más técnico del libro Cómo
escribir diálogos. Sin duda, es una parte algo tediosa de la escritura de diálogos, pero
fundamental si queremos hacerlo correctamente. Además, veréis como cuando le pilléis el
truco, no es tan complicado.
Si queréis indagar más en el tema, en el libro Cómo escribir diálogos encontraréis mucha más
información (por ejemplo, cómo encontrar la voz para cada personaje, cómo hacer que un
diálogo suene natural y coherente, cómo crear esquemas para construir diálogos, etc.).
Al contrario de lo que mucha gente cree, es incorrecto usar el guión corto (-) para abrir un
diálogo. En su lugar, hay que emplear la raya o guión largo (—) o bien las comillas latinas (« »).
El problema es que la mayoría de los teclados no nos muestran estos símbolos por defecto,
pero no os preocupéis, se pueden conseguir de otras formas: Cómo se escriben el guión largo y
las comillas latinas.
En cambio, en el diálogo indirecto es el narrador el que habla por los personajes, tal que así:
Como hemos visto en el punto anterior, el diálogo directo suele representarse con las rayas o
guiones largos en la forma tradicional española y la manera correcta es la siguiente:
1. Cada intervención en un párrafo. Es decir, cada vez que un personaje habla, se hace un
punto y aparte de comienzo y de final:
FORMA INCORRECTA:
Los niños se encontraron por la calle y comenzaron a hablar: —Me gustaría que vinieses a
jugar a mi casa —comentó Martín. —Vale, pero tengo que preguntarle a mi madre si me deja
—dijo Ana.
FORMA CORRECTA:
—Me gustaría que vinieses a jugar a mi casa —comentó Martín—. ¿Te apetece?
2. Los espacios donde tocan. Al comenzar el diálogo, no hay separación entre la raya y el
comienzo de la frase. Además, los incisos o intervenciones del narrador van siempre
entre rayas y sin espacios, ya que funcionan como si fueran paréntesis. Es decir:
FORMA INCORRECTA:
FORMA CORRECTA:
—Me gustaría que vinieses a jugar a mi casa —comentó Martín—. ¿Te apetece?
Fijaos en que al final de una línea de diálogo que termina con el narrador (dijo Ana) no se
coloca raya de cierre. Basta con el punto.
3. Los signos de puntuación con los verbos dicendi. Por norma general, los signos de
puntuación se colocan siempre después del inciso, cuando el verbo principal de la
frase es un verbo dicendi o verbo del habla (dijo, comentó, susurró, preguntó,
exclamó…):
—Me gustaría que vinieses a jugar a mi casa —comentó Martín—. ¿Te apetece?
Tomando de nuevo el ejemplo anterior, fijaos en que tanto en la intervención de Martín como
en la de Ana el inciso comienza en minúscula y sin puntos ni comas. El signo se pone al final del
inciso. Ocurriría lo mismo para otros signos de puntuación:
—Me gustaría que vinieses a jugar a mi casa. ¿Te apetece? —dijo Martín.
Además de la forma anterior, el diálogo directo también puede representarse con comillas
latinas, ya sea en su forma mixta o en la forma anglosajona. Veamos cómo funciona la
puntuación en estos casos:
«Es un libro».
«Es un libro».
“Es un libro”.
‘Es un libro’.
Otra duda frecuente es cómo escribir un diálogo dentro de un diálogo. Es decir, ¿qué pasa si
un personaje imita la voz de otro? Pues algo tal que así:
Representación de pensamientos
A veces, las voces de un personaje en la historia no son habladas, sino pensadas. En este caso,
la representación correcta es siempre con comillas (latinas preferiblemente), nunca entre
rayas:
Hasta aquí esta introducción a cómo escribir diálogos. ¿Qué os ha parecido? Recordad también
que encontraréis mucha información más sobre cómo manejar la escritura de diálogos en
nuestro libro Cómo escribir diálogos. ¡Feliz escritura!
Hace un tiempo hablamos en el blog sobre cómo escribir y puntuar diálogos correctamente, así
que la parte referente al habla de los personajes ya está cubierta, pero ¿qué ocurre cuándo
piensan?
Sois muchos los que nos habéis escrito planteándonos esta duda, así que vamos a intentar
resolverla con esta entrada. Esperamos que os sirva de ayuda.
El estilo directo es aquel que muestra las palabras del personaje tal cual éste las ha
pronunciado, ya sea verbalmente, ya sea en su cabeza. En el estilo indirecto, en cambio, es el
narrador el que nos dice qué ha pensado el personaje.
Estilo directo: Estuvieron caminando más de dos horas y todos comenzaban a inquietarse. «El
pueblo está más lejos de lo que habíamos previsto», pensó Maite.
Estilo indirecto: Estuvieron caminando más de dos horas y todos comenzaban a inquietarse.
Maite comenzó a pensar que el pueblo estaba más lejos de lo que habían previsto.
Al contrario que el diálogo normal (que puede ir con rayas — o comillas «»), el pensamiento
del personaje, cuando va en estilo directo, lleva siempre comillas, preferiblemente latinas:
MAL: Todas las luces de la mansión estaban apagadas. —¿No estarán en casa?—, se preguntó
Jaime.
BIEN: Todas las luces de la mansión estaban apagadas. «¿No estarán en casa?», se preguntó
Jaime.
Como veis, la puntuación en este caso es la misma que para los diálogos normales. Se cierran
las comillas, se coloca la coma después y el texto del narrador (se preguntó Jaime) va fuera de
las comillas.
Estilo indirecto
En el estilo indirecto, al ser el narrador el que habla, no es necesario añadir comillas ni ninguna
otra diferenciación.
MAL: Todas las luces de la mansión estaban apagadas. Jaime pensó «que no parecía haber
nadie en casa».
BIEN: Todas las luces de la mansión estaban apagadas. Jaime pensó que no parecía haber
nadie en casa.
Si la conversación está escrita con rayas de diálogo, el pensamiento se escribe entre comillas:
—¿Y qué pasó después, abuelo? —preguntó el niño.
—Después, los tres chicos se acercaron sigilosamente a la mansión, pero vieron que las luces
estaban apagadas. «No debe de haber nadie en casa», pensó Jaime, pero no se atrevió a
decirlo en voz alta.
En cambio, para los diálogos que ya están escritos con comillas latinas, hemos de usar otro
recurso, que consiste en emplear las comillas anglosajonas:
«Después, los tres chicos se acercaron sigilosamente a la mansión, pero vieron que las luces
estaban apagadas. “No debe de haber nadie en casa”, pensó Jaime, pero no se atrevió a
decirlo en voz alta».
Estas son las normas básicas para la representación de pensamientos de los personajes. ¿Qué
os ha parecido? ¿Hemos conseguido aclararos las dudas? Si no es así o tenéis alguna duda
adicional, podéis comentárnosla a continuación e intentaremos resolverla.
Hace unos días hablábamos de las claves para escribir una novela coral. Hoy vamos a concretar
un poco más y hablaros sobre las claves para escribir un diálogo en el que participen más de
tres personajes, lo cual conlleva unas dificultades extra que no siempre son fáciles de manejar.
Dialogo coral
Los consejos que os mostraremos a continuación están extraídos del capítulo siete del libro
Cómo escribir diálogos, que podéis conseguir en la sección “Libros” de nuestra web.
Esperamos que os sirvan de ayuda:
Esto es algo que tienes que tener en cuenta tanto para los diálogos como para la planificación
general de cualquier historia: procura que los nombres de los personajes no sean demasiado
parecidos entre sí.
Por ejemplo, si en un diálogo entre cinco o seis personajes nos encontramos con que varios de
ellos tienen nombres muy similares, podríamos llegar a confundirnos y no saber quién está
hablando en cada momento.
Si en un diálogo entre dos personajes puedes llegar a prescindir por completo de los incisos del
narrador, en un diálogo con más de tres, lo tendrás difícil. No importa. No abuses de ellos,
claro está, pero tenlos presentes como guía para recordar al lector, de vez en cuando, lo que
ocurre y quién habla.
Sin embargo, no siempre es necesario incluir los incisos. Al contrario de lo que ocurre en un
diálogo convencional entre dos o tres personajes, cuando lo que tenemos en escena es un
elenco numeroso, podemos permitirnos el lujo de dejar que algún parlamento quede sin
definir cuando lo que queremos es dar sensación de que todos corean al unísono. Como
ejemplo, veremos este fragmento de Diez negritos, de Agatha Christie:
La cena había terminado. Los platos habían sido excelentes, los vinos exquisitos. Rogers había
servido la mesa admirablemente. Todos estaban de buen humor y habían empezado a hablar
con más libertad e intimidad.
El juez Wargrave, dulcificado por el excelente oporto, hacía comentarios mordaces; el doctor
Amstrong y Tony Martson le escuchaban. Miss Brent hablaba con el general Macarthur: habían
descubierto que tenían amigos comunes. Vera Clarythorne hacía preguntas inteligentes a Mr.
Davis sobre África del Sur, tema que éste conocía a fondo. Lombard seguía esta conversación.
Una o dos veces alzó la mirada bruscamente y sus párpados se encogieron. De vez en cuando
miraba alrededor de la mesa y estudiaba a los otros comensales.
En el centro de la mesa redonda, sobre una bandeja de cristal, estaban colocadas unas
figurillas de porcelana.
—Negros —dijo Tony—. La isla del Negro. Supongo que esa es la idea
—Es gracioso —exclamó Vera—. Son los diez negritos de la canción infantil que he visto en un
cuadro colgado encima de la chimenea de mi habitación.
—Digan mejor que es infantil —gruñó el juez Wargrave. Después se sirvió más oporto.
Cuando tienes que escribir un diálogo en el que intervienen muchos personajes, es el mejor
momento para recurrir a esos pequeños trucos que definen al personaje en el diálogo:
vocativos, formas de hablar características, datos concretos del personaje o de la historia…
—Nada, hijo.
—¡Clara!
—Dejadla que coma lo que quiera. Hoy no es un día normal, cada uno tiene que hacer el duelo
a su manera.
—¡Ni hablar!
—Me da igual lo que haya dicho la tía Angélica. Tú no pides angulas y se acabó.
—Que no.
—¡Una cosa, una cosa, una…! ¡Jo, que tengo la mano levantada!
No te olvides de nadie
Por último, lo más importante: cuando vayas a escribir un diálogo entre muchos personajes, no
te olvides de ninguno. Si quieres crear una escena realista, deberás dibujar en el lector un
cuadro completo de la misma.
Para ello, intenta equilibrar las intervenciones de los personajes según el peso que deben
tener (por carácter del propio personaje, implicación en la conversación, etc.) e intenta que
todos participen de vez en cuando, aunque sea con una reacción o un gesto, para que el lector
recuerde que siguen ahí.
Si es necesario, puedes crear un esquema con todos los personajes participantes y crear de
antemano el guión del diálogo, dejando claro lo que va a decir, pensar y hacer cada uno de
ellos durante la conversación. Luego elige qué partes quieres mostrar al lector.
Recordad que en el libro Cómo escribir diálogos encontraréis muchos más consejos y ejemplos,
así como multitud de ejercicios para que podáis a dominar este aspecto tan importante de la
escritura.
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A los que lo encargasteis en digital: os lo hemos enviado esta mañana por correo electrónico.
¿Os ha llegado bien?
A los que lo encargasteis en papel: hoy hemos puesto en marcha los envíos postales y vuestros
libros… ¡ya están en camino! Muy pronto los recibiréis en la dirección que nos indicasteis al
hacer la compra.
A los que lo encargasteis en version Premium: además de avisaros de que ya os hemos enviado
el libro en digital y en papel, queremos recordaros que ya podéis enviarnos los ejercicios para
corregir cuando queráis.
¡Muchísimas gracias a todos! Espero que disfrutéis mucho del libro y que os ayude a escribir
diálogos fantásticos.
Si todavía no tienes el libro y quieres conseguirlo, puedes hacerte con el tuyo en nuestra web,
en Amazon o en iBooks: “Cómo escribir diálogos”, consíguelo ya
Y en unos días estará listo también el libro recopilatorio del taller. Mientras tanto: ¡Feliz
escritura a todos!
Después de las entradas sobre las diferentes formas de diálogo y las funciones que tienen en la
historia, por fin la tercera entrega de este tema para hablar de las claves para escribir un buen
diálogo.
Si escuchamos una conversación real e intentamos llevarla al papel, en seguida nos damos
cuenta de que ese diálogo no funciona a nivel narrativo. Las conversaciones reales están llenas
de interrupciones, frases sin terminar e incoherencias. La clave está en mantener esa
verosimilitud de una conversación real, aunque sin tantos tropiezos. Pero, ¿cómo lo hacemos?
1. Conoce a tu personaje
Es fundamental para ponerle voz a un personaje saber todo lo posible sobre él. Su
personalidad, procedencia, edad, educación, profesión, época en la que vive… Son datos que
nos darán las pistas necesarias para entender cómo ha de hablar.
Eso sí, ojo con los dialectos o defectos en la dicción de los personajes, porque puede cansar al
lector encontrarse páginas llenas de frases mal escritas o difíciles de descifrar.
2. Interpreta su papel
Cuando tengas que dialogar, intenta ponerte en la piel de los personajes, interpretar su
actuación. Hazlo en voz alta, no te cortes (ése es el motivo por el que, desde hace años, sólo
puedo escribir en la intimidad).
Si te conviertes en el actor de tus propias obras y las interpretas mientras escribes, no sólo te
resultará más sencillo crear diálogos que funcionan, sino que incluso descubrirás los gestos y
las acciones que el diálogo te está pidiendo.
3. Dinamismo
Utiliza, en general, frases cortas, omite los verbos en algún caso, sé conciso, dinámico, no
pierdas el ritmo y el diálogo fluirá mejor. Esto no quiere decir que no puedas añadir
intervenciones de diálogo más largas o complejas, pero mejor que no sea la tónica habitual.
Tomemos como ejemplo un fragmento del diálogo que os puse en el post anterior sobre los
diálogos.
—No se asuste.
—Sí, lo estás.
—Nada más que venir conmigo y pasarlo bien. La Galaxia es un sitio muy divertido. Necesitarás
este pez en la oreja.
4. No expliques, avanza
No uses los diálogos para explicar lo que debería haberse entendido con la acción. El malo que
expone su plan diabólico al héroe punto por punto sólo funciona en las parodias. Si tienes que
explicar toda la historia a un lector al final para que se entienda, puede que tengas que
revisarlo.
Tampoco uses el diálogo para decir cosas que todos los personajes del diálogo ya conocen o
que nadie ha preguntado. Plantéate siempre si la frase que se pronuncia en cada diálogo tiene
sentido, si alguien podría realmente pronunciarla.
Como ejemplo, tomando un fragmento del diálogo de Douglas Adams, está claro que no es lo
mismo esto…:
—Lamentablemente, me he quedado en la tierra por mucho más tiempo del que pretendía —
dijo Ford—. Fui por una semana y me quedé quince años. Hasta allí me llevó un pesado, uno
de esos niños ricos sin nada que hacer y que van por ahí, buscando planetas que aún no hayan
hecho contacto interestelar para anunciarles su llegada. Primero buscan un lugar aislado
donde no haya mucha gente, aterrizan junto a algún pobrecillo inocente a quien nadie va a
creer jamás, y luego se pavonean delante de él llevando unas estúpidas antenas en la cabeza y
haciendo ¡bip!, ¡bip!, ¡bip! Realmente es algo muy infantil.
—Lamentablemente, me he quedado en la tierra por mucho más tiempo del que pretendía —
dijo Ford—. Fui por una semana y me quedé quince años.
—¿Un pesado?
—Sí.
—¿Un pesado? Los pesados suelen ser niños ricos sin nada que hacer. Van por ahí, buscando
planetas que aún no hayan hecho contacto interestelar y les anuncian su llegada.
—¿Les anuncian su llegada? —Arthur empezó a sospechar que Ford disfrutaba haciéndole la
vida imposible.
—Sí —contestó Ford—, les anuncian su llegada. Buscan un lugar aislado donde no haya mucha
gente, aterrizan junto a algún pobrecillo inocente a quien nadie va a creer jamás, y luego se
pavonean delante de él llevando unas estúpidas antenas en la cabeza y haciendo ¡bip!, ¡bip!,
¡bip! Realmente es algo muy infantil.
También tomando como ejemplo el diálogo anterior, una buena forma de hacer verosímil el
diálogo y darle ritmo es a través de las interrupciones. Añade cortes, preguntas y comentarios
para hacer la conversación más fluida.
Los personajes tienen que vivir a través del diálogo, mostrar sus estados de ánimo, cambiar de
opinión, estar alegres, dudar, enfadarse o mosquearse. De nuevo, interpreta y fíjate en cómo
ha de decirlo, en cómo se siente el personaje cuando pronuncia esa frase. Así descubrirás qué
palabras debe emplear y cómo las dirá.
Como cualquier otro elemento de la narrativa, cuando hay un diálogo debería ser porque es la
mejor forma de contar ese fragmento, porque tiene que haberlo. Así que, si escribes un
diálogo, intenta que sea por algo, porque haga evolucionar la historia, porque al menos uno de
los personajes cambie de estado de ánimo, porque pasarán cosas mientras hablan.
En el diálogo de Douglas Adams del ejemplo del post anterior, Arthur pasa por distintos
estados de ánimo. Primero está en shock, no acaba de asimilar que la Tierra haya
desaparecido. Se enfada luego, se asusta y, finalmente, se resigna.
No olvides que, mientras hablamos, no solemos estarnos quietos. Mientras hablamos, también
pasan cosas y detener en ocasiones el diálogo para explicar lo que ocurre también aporta
realismo a la escena, además de que nos ayuda a hacerla avanzar.
Este tipo de acotaciones han de hacerse notar lo menos posible. Sobre este punto escribí hace
tiempo un post llamado el narrador en los diálogos, donde explico más detalladamente cómo
usar las acotaciones mientras hablan los personajes.
10. Lee
Como en todas las técnicas narrativas, la mejor forma de aprender es escribiendo y leyendo.
Fijarse en como lo hacen los maestros es fundamental para mejorar nuestra escritura.
Cuando leas una novela o un relato y encuentres un diálogo que funcione bien, subráyalo,
fotocópialo, anótalo o márcalo de alguna manera. Luego vuelve sobre él y desmenúzalo hasta
que entiendas su mecanismo. Pocas cosas te ayudarán más que ésta.
¿Qué os parece? ¿Añadiríais alguna otra clave? ¿Cuáles son vuestros trucos o sistemas para
crear diálogos
La entrada de hoy es especial porque no la escribo yo (Iria), sino nuestra amiga Ana Escudero,
de El Rincón de Anael. No es habitual que en Literautas publiquemos posts invitados, pero en
este caso nos pareció que los consejos de Ana encajaban muy bien con el contenido de esta
web y, además, podrían ser de utilidad para los participantes del taller. Así que ¡vamos allá! Os
dejo con Ana (Anael) y sus consejos para corregir el estilo de vuestros relatos y novelas:
Hace tiempo que participo en el taller de esta página (de forma un poco intermitente, he de
reconocerlo), y he podido crecer gracias a vuestros comentarios y a vuestros relatos. Porque lo
cierto es que no hay mejor afilador para la técnica del escritor que corregir textos de otros. Y
eso es lo que hago yo con vuestras historias, más que comentarlas. Los que hayáis recibido
algún comentario mío sabéis que me gusta tocar las comas.
Hoy, en agradecimiento por todo lo que he recibido de esta página, vengo a daros una serie de
truquillos para revisar el estilo de vuestros textos antes de sacarlos del cajón. Muchos de
vosotros escribís de maravilla, así que lo que os traigo ni siquiera trata tanto de detectar
errores (eso lo podéis estudiar en la gramática y ortografía de la RAE), sino de pulir lo que no
es un acierto para llevar vuestros textos a otro nivel.
Después de dejar reposar vuestras historias y corregirlas es importante que reviséis con calma
cada uno de estos aspectos:
Puntuación general:
La puntuación tiene mucho de estilo, pero también bastante de normativa. Los puntos y las
comas sirven para guiar al lector en un mar infinito de letras y es importante darle puertos en
los que respirar. No es un tema complicado, sino más bien un tema de bloques. La regla básica
es recordar que un enunciado se compone de sujeto y predicado, y que es necesario separar
cada enunciado del siguiente con un punto o una coma y un nexo como «y», «pero», etc.
Literautas tiene más de un par de trucos para normas sobre comas. Para cuestiones de puntos,
hay quien recomienda que las frases no sobrepasen las treinta y cinco palabras de media.
Un error frecuente: poner coma entre sujeto y predicado. Esto suele ocurrir en frases largas en
las que acabamos perdiendo la referencia, por eso yo recomiendo escribir frases de tres o
cuatro enunciados seguidos con coma y nexo como mucho, a no ser que la intención estilística
sea perder al lector. Spoiler: ni suele ser el caso ni suele gustarle al lector si lo es.
Ejemplo:
Puntuación de diálogos:
Desde encontrar el símbolo de la raya de diálogo (porque no, no se trata del guion ni del
símbolo menos del teclado numérico, sino de una combinación de teclas tan aleatoria como
Alt+0151) hasta saber dónde colocar los espacios y puntos, puntuar bien los diálogos se
convierte en todo un reto incluso para el escritor experimentado. Cada vez que tengáis que
revisar alguno, abrid bien los ojos. En este artículo de Literautas, Iria entra en detalle sobre las
formas correctas de puntuarlos.
2. Si tenéis dudas a la hora de colocar espacios o puntos, pensad en las rayas como
paréntesis y acertaréis la mayoría de las veces, al menos siempre que estéis usando los
verbos dicendi.
Eliminar el ruido:
El ruido es todo aquello que disminuye la potencia del mensaje que queréis transmitir. Se
compone de palabras vacías de significado que reducen las posibilidades narrativas de vuestro
relato cuando hay límites de palabras (como en el taller de esta misma página) y, aunque
algunos no lo creáis, también cuando no lo hay.
Contener una historia en su mínima expresión es un reto para muchos de nosotros, pero
necesario en un mundo inundado de información. Detectar las expresiones que generan el
ruido y cortarlas intensificará el protagonismo del contenido al evitar que el lector tenga que
leer de más para llegar a la misma conclusión.
1. Conectores: ya sabéis, esas palabras que unen enunciados de forma tan elegante en
los textos… académicos. Puede que no sean tan buenas en uno narrativo.
Especialmente si vuestra historia está llena de expresiones chicle. El exceso de
conectores suele frenar el ritmo de la acción, y la fluidez lectora aumenta cuando
cambias algunos de ellos por punto o coma y nexo (sí, sí, no los borréis todos, que ya
sabéis que me gusta defender el valor del punto medio).
Ejemplo:
· Se negarían a parar solo por eso, alegando que era una pérdida de tiempo. Tal y como
estaban las cosas, era cierto que el tiempo no les sobraba. Había también algún pequeño árbol
dando sombra a algún animal.
· Se negarían a parar solo por eso. Tal y como estaban las cosas, el tiempo no les sobraba.
Había también pequeños árboles, dando sombra a algún animal.
3. Redundancias: esas cosas que son repeticiones… sin serlo. Se dan cuando el concepto
principal ya implica el contenido de la aclaración que lo acompaña, volviéndola
innecesaria a no ser que haya una intención de énfasis. Mejor lo vemos con ejemplos:
· Agarró con fuerza (no es frecuente que a alguien lo agarren con suavidad…).
· Golpeó violentamente (si un golpe no es violento, probablemente no sea un golpe sino una
caricia).
· Nunca antes (por mucho que me la estudio siempre acaba apareciendo en mis historias. Si es
«nunca» está claro que tampoco es «antes»).
· Una sonrisa en el rostro (no va a ser en el… bueno, mejor me callo y seguimos antes de que
Iria me eche por deslenguada).
4. Palabras innecesarias: hay muchas palabras vacías de significado que no aportan nada
a la historia. Cada uno tiene sus palabras fetiche, pero suelen ser palabras generalistas
que restan potencia a las frases. Os dejo las más frecuentes y ejemplos para que veáis
a qué me refiero:
Todo
También
Algo
Muy
Un poco
Mucho
Por completo
Completamente
Total
Totalmente
Poder + verbo
Ser + verbo
Hacer + verbo
Haber + verbo
Casi (este es mi personal enemigo porque suele aportar protección inconsciente del escritor a
su personaje. «Casi se cayó». No. «Se cayó». Y le dolió. Y el lector sufrirá con el personaje y se
implicará más en la historia)
Ejemplos:
· Palabras vacías de significado que no aportan nada a la historia. La frase tiene una doble
negación que no aporta énfasis ni es necesaria. Por lo tanto, «nada» fuera: «Palabras vacías de
significado que no aportan a la historia»).
· En casi diez años el condado se había enriquecido bastante, aunque aún quedaban unos
cuantos flecos de pobreza que Marian estaba dispuesta a eliminar. Ninguna de las palabras
destacadas aporta matices necesarios para la comprensión del mensaje. Tijeretazo al canto:
«En diez años el condado se había enriquecido, aunque aún quedaban flecos de pobreza que
Marian estaba dispuesta a eliminar».
5. Vicios léxicos: todos tenemos muletillas al hablar, esas expresiones que nos definen y
se cuelan en nuestros textos sin que lo notemos. Las mías suelen ser «me da la
impresión», «después de todo» y «de hecho». No puedo descubriros las vuestras, pero
solo tenéis que investigar un poco en vuestros relatos y fijaros en las expresiones que
nada tienen que ver con la historia o el narrador que estáis empleando y se vuelven
constantes a lo largo de vuestros textos… Esas muletillas son vuestros vicios. No se
trata de eliminarlas todas, pero tampoco genera mucho impacto tener un «de hecho»
cada dos párrafos, ¿no creéis?
Ejemplo:
La última revisión de vuestro texto debería ser una lectura en voz alta. Es una revisión
diferente a las demás porque nuestro cerebro funciona de forma diferente cuando estamos en
silencio y cuando estamos callados. Esta lectura te permite detectar:
2. Problemas de ritmo: Cogió el bate marrón. Golpeó fuerte la pelota. Consiguió el home
run. Le coronaron mejor jugador. Qué monotonía de frases. Todas tienen igual
extensión.
3. Palabras de más o de menos: «No se dio cuenta de llegaban tarde» en lugar de «No se
dio cuenta de que llegaban tarde». O «Cada día que se mira al espejo se se ve más
guapa» en lugar de «Cada día que se mira al espejo se ve más guapa»
Eso sí, siempre se os escapará algún detalle, porque ¿sabéis qué? Yo misma sigo sacando estas
cosas de textos míos que he corregido más de diez veces. Y es que ni siquiera un corrector
profesional es un corrector objetivo de sus propios textos. Pero siempre podemos intentar
hacerlo mejor, porque una historia se compone de forma y contenido, y cuidar la forma es lo
que hace desaparecer las palabras y saca brillo al contenido. Es la práctica la que hace al
maestro.
Y esto es todo por hoy. Os deseo inspiración en vuestras historias, buena pluma para
escribirlas y sabias tijeras para pulirlas. ¡Hasta pronto, compañeros de letras, nos leemos!
Graduada en Psicología y con un Máster en Edición Literaria, Ana Escudero corrige y edita para
Ayaxia Ediciones y escritores autónomos mientras escribe sus propios libros. Lectora
apasionada y cantante, siempre la encontrarás con un libro en las manos, una historia en la
cabeza y una melodía en los labios.
Puntuar correctamente un texto tiene su intríngulis, pero usar bien el punto y coma todavía
más. Por eso hoy os traemos este primer artículo sobre los signos de puntuación, donde
intentaremos daros las claves para que ya nunca más dudéis ante la elección de un punto y
coma.
Antes de nada, aclaremos para qué sirve exactamente este signo de puntuación y por qué
elegirlo frente a un punto o a una simple coma:
Para que no queden dudas, veamos cuáles son los casos más habituales en los que tenemos
que usarlo:
1. Cuando hay comas entre los enunciados a separar
Si tenemos una enumeración de elementos que incluyen comas dentro de cada uno (o alguno)
de ellos:
En ocasiones, podemos recurrir al punto y coma cuando tenemos dos frases independientes
pero que guardan un vínculo importante entre ellas. También sería válido el punto y seguido,
pero el punto y coma nos ayuda a reforzar ese vínculo, en el caso de que queramos hacerlo:
Las conjunciones adversativas (pero, mas, aunque, sin embargo…) van precedidas de una
coma. (Te quiero, pero no podemos estar juntos). Si lo que tenemos es una frase de estructura
compleja o más larga de lo habitual, se empleará el punto y coma.
Ejemplo: Aquella tarde decidimos que no volveríamos a ver una película con ellos; pero no se
dieron por aludidos.
Ojo: cuando la extensión de la primera parte es muy extensa, lo mejor sería recurrir al punto y
seguido: Decidimos que no volveríamos a ver una película con ellos después del ridículo que
nos hicieron pasar. Pero no se dieron por aludidos.
Si elaboramos una lista en la que cada uno de los elementos ocupa una línea independiente, la
separación se realizará con un punto y coma, como en el siguiente ejemplo:
— Novela romántica;
— Novela negra;
— Novela histórica y de aventuras.
Fijaos que cada uno de los elementos de la lista va en minúscula (no hay puntos, sino dos
puntos y punto y coma) y el último elemento va seguido de un punto final.
Una curiosidad
Como nota informativa, el plural de “punto y coma” es invariable. Es decir, que lo correcto es
usar en singular “el punto y coma” y en plural “los punto y coma”.
Hasta aquí los casos más habituales en los que recurrir al punto y coma. ¿Qué os ha parecido?
¿Soléis usar este signo de puntuación?
Si hace un mes hablábamos de cómo utilizar el punto y coma en un texto literario, hoy le toca
el turno a los puntos suspensivos (pronto hablaremos también de los dos puntos).
Puntos suspensivos
El principal uso de este signo de puntuación es, como su propio nombre indica, dejar un
enunciado en suspenso, incompleto, pero no es el único. Ahora veremos en qué casos
podemos emplear los puntos suspensivos:
4. Suprimir partes del texto: al incluir una cita o un texto del que nos saltamos una parte,
esto se indicaría con los puntos suspensivos entre paréntesis (…) o entre corchetes […],
como en el siguiente ejemplo:
En un lugar de la Mancha […] no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en
astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
También se usarían los textos suspensivos si la cita en cuestión se incluyese sin el inicio: … no
ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y
galgo corredor.
5. Evitar palabras inadecuadas: cuando en un texto nos encontramos con una palabra
malsonante que queremos eludir, podemos usar los puntos suspensivos en su lugar o
la primera letra de la palabra más puntos suspensivos, dando por sobreentendido lo
que falta.
6. Evitar títulos largos: cuando mencionamos el título de una obra, por ejemplo, y este es
especialmente largo, para evitar tener que repetirlo, se puede acotar con puntos
suspensivos:
En el colegio tuvimos que leer la obra de teatro Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de
Jardiel Poncela. Cuatro corazones… cuenta la historia de cuatro personajes que en lugar de
envejecer, rejuvenecen.
7. Alargar textos: por último, podemos usar los puntos suspensivos para añadir
expresividad o suspense a un texto sin necesidad de interrumpirlo. Solo para enfatizar
las palabras del personaje, como ocurriría con un personaje que recitase a Hamlet:
Ser… o no ser… Esa es la cuestión.
Los puntos suspensivos se componen de tres puntos juntos que van siempre pegados a la
palabra que los precede y separados por un espacio de la palabra que viene después.
Cuando los puntos suspensivos separan dos enunciados independientes, la segunda frase
comienza con mayúscula:
Sin embargo, cuando los puntos suspensivos interrumpen el enunciado por la mitad para
continuarlo después, iría en minúsculas:
Los puntos suspensivos y el punto. Los puntos suspensivos funcionan como punto final del
enunciado y nunca deben de ir seguidos de punto, excepto cuando la palabra que los precede
es una abreviatura. En este caso llevaría cuatro puntos:
Los puntos suspensivos, la coma, los dos puntos y el punto y coma. Lo que sí puede ir después
de los puntos suspensivos son otros signos como la coma, el punto y coma o los dos puntos,
sin dejar espacio entre ellos:
Cuando quieras que avise a tus hermanos, tus primos, tus vecinos…, avísame.
Los puntos suspensivos y los signos de exclamación e interrogación. La normativa para colocar
los puntos suspensivos junto a un signo de exclamación depende del enunciado. Cuando no
está completo, los puntos van antes del signo de exclamación o interrogación:
¿No te dije que trajeses…? No sé por qué pierdo el tiempo, nunca me escuchas.
Sin embargo, cuando el enunciado está completo, los tres puntos se colocan después:
¡OJO! Existe un caso muy concreto donde se puede dar un cierre de puntos suspensivos con
abreviatura (es decir, cuatro puntos) y signo de interrogación: ¿Viste al Sr….?
Hasta aquí los usos de los puntos suspensivos y su normativa. ¿Qué os parece? ¿Soléis usar
mucho este signo de puntuación?