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Artes Musicales

2° Año Medio
Profesor: Marco Cabrera.
Unidad 2: “Música y Cultura”

Música en el Chile del Siglo XIX


Antecedentes y primeras décadas
La época decimonónica en Chile supuso un gran avance en la
instauración de la música como algo profesional y no como mero
entretenimiento. Buena parte de este desarrollo se debió a las clases altas, las
cuales ayudaron a un proceso conocido como Institucionalización de la
música.
Hacia comienzos de 1800, la música en Chile seguía muy sesgada a sólo un
grupo de personas: Por un lado, el quehacer musical de las chinganas, en
donde se desarrollan distintos estilos musicales de carácter popular; y la
iglesia, con su música religiosa, con una pequeña influencia hacia las clases
más acomodadas de la sociedad.
Es en esta época que llega al país un instrumento que en Europa era ya
muy popular gracias a genios como Mozart: El pianoforte, o piano. Este
instrumento brindaba mayores posibilidades de interpretación gracias a su
capacidad de hacer dinámicas, además del efecto de los pedales, lo que llevó a
los instrumentos de antaño como el clavecín, el clavicordio o el mismo
órgano a su desuso.
En la década de 1810 y con José Miguel Carrera al mando del país, se
organizó una banda militar muy escueta que estaba conformada por música de
la catedral de Santiago, pero que nunca estuvo en batalla. Con la reconquista
española, fue utilizada la banda del Real Regimiento de Talavera de La Reina,
la cual constaba de 18 tambores, 4 pífanos y 4 trompetas.
El Ejército Libertador de Los Andes constaba con dos bandas, con una
organología bastante compleja y completa e integrada tanto por militares
criollos como por esclavos y criollos argentinos, los cuales fueron instruidos
en música. Su alto nivel fue trascendental en las batallas de independencia, ya
que marcaban una fuerte marcha y toques de batalla.
Ya en época republicana se cree una academia musical militar, y hacia 1830
Diego Portales nombra como jefe de bandas cívicas al compositor José
Zapiola, el cual también tendrá injerencia en otros aspectos del desarrollo
musical en Chile.

Himno nacional
El antecedente más antiguo de una canción nacional lo
podemos encontrar en el Himno de la victoria de
Yerbas Buenas, compuesto en 1813 por José Antonio
González, maestro de capilla de la catedral de
Santiago, y con letra del abogado y poeta argentino
Bernardo De Vera y Pintado. Este himno tuvo gran
llegada entre la gente, produciendo un verdadero
clamor popular de independencia. En 1819, Bernardo
Bernardo de Vera y O’Higgins le encarga a Vera y Pintado la letra de un
Pintado (1780
-1827) himno nacional real, el cual es aceptado rápidamente
por las autoridades. Sin embargo, esta letra carecía de
música, y muchas veces fue entonado con la música del himno argentino.
La premura llevó a encargar la composición al
músico peruano José Ravanete en 1820, el cual terminó
adaptando una canción española contra napoleón, pero cuya
melodía no calzaba con la letra, obligando al compositor a
agregar sílabas. Esto produjo la indignación de Vera y
Pintado, además de que fue un fracaso en su estreno.
Ese mismo año se le encargó la música al compositor
Manuel Robles Gutiérrez, el cual creó una obra con cambios
tonales y de ritmo muy moderno a la época. Tuvo una gran
Manuel Robles
recepción, el mismo José Zapiola la alabó por su carácter (1780-1837)
enérgico y melodía popular. Se estableció como oficial
hasta la abdicación de O’Higgins en 1823.
Con la presidencia de Ramón Freire, comenzó la búsqueda de otro
músico para cambiar el tono popular de la música de Robles por uno más
lírico. Fue así como se le encargó al compositor español Ramón Carnicer i
Battle la nueva música, en algún momento entre 1825 y 1826. Ramón
Carnicer gozaba de cierta fama en Europa, con sus óperas de identidad
española e incluso elogiado por el mismísimo Gioacchino Rossini, ya que
compuso una obertura especial para El Barbero de Sevilla en su estreno en
Barcelona.
El estreno del himno ocurrió en 1828, y reemplazó la melodía de Robles sin
mucho trámite. Sin embargo, al sector popular no le gustó la idea de un
cambio y pidieron a gritos e incluso entonaron la antigua melodía nacional
durante el estreno. Sin embargo, se terminó estableciendo y no hubo cambios
hasta 1847.
Ya que la letra de Vera fue escrita en un contexto totalmente anti-
español, tenía muchos versos de marcado tono belicoso, peyorativo, insultante
y emancipador. Hacia 1844 Chile estableció relaciones diplomáticas con
España, por lo que cambiar la letra a una menos ofensiva era urgente. Se le
encargo tal empresa al poeta Eusebio Lillo Robles, el cual cambió
prácticamente toda la letra de Vera, pero mantuvo el estribillo por él escrito.
Finalmente, el Himno Nacional de Chile fue entonado por primera vez el 17
de septiembre 1847. En 1909, Lillo hizo algunas correcciones a la letra, y
desde entonces ha permanecido tal como lo conocemos hoy en día. Aunque
consta de 6 estrofas más el estribillo (que se canta al finalizar cada una,
actualmente sólo se canta la 5° estrofa y el estribillo.

Eusebio Lillo Robles (1826 -1910)

Ramón Carnicer i Battle


(178-1855
9 )
Proceso de institucionalización de la música
En la década de 1820 comienza a nacer en Chile, especialmente en Santiago,
un sentimiento de querer hacer música de forma más profesional, motivado
por familias aristócratas que traen ideas musicales desde Europa. Fuera por
estatus social o por gusto humanista al arte, es fútil pensarlo, ya que el fin
último fue algo que nos legaron hasta nuestros días: Una enseñanza
establecida, sistemática e institucionalizada de la música.
El desarrollo más importante de éste proceso se dio en las llamadas
Tertulias, fiestas aristócratas donde se juntaban a tomar el té y oír música. Era
común que en las familias de la época hubiera al menos un integrante músico,
casi siempre mujeres, y que tocara algún instrumento o cantara arias de alguna
ópera. Con la llegada del piano al país, se estableció como instrumento rey de
las tertulias. Sobre todo, porque era un instrumento de alto precio y que sólo
familias acomodadas podían acceder.
Una de estas familias fue la de Isidora
Zegers. Isidora Zegers Montenegro
(18031869) fue una figura muy importante
en este periodo. Española y proveniente de
una familia de alta alcurnia, llega a chile en
1823. En Europa había sido educada
en el piano, arpa, guitarra, canto y
composición, cosas con las cuales
deslumbró a la sociedad santiaguina, sobre
todo con su voz. Es así como en las tertulias
que organizaba, atrae a grupos de gente que
querían hacer música, y logra, junto al
también compositor José Zapiola, formar en
1826 la Sociedad Filarmónica, la cual se encargaba de formar músicos de
forma profesional pero prácticamente sólo por amor al arte.
Es una de las pocas mujeres compositoras de ese siglo, pero su talento
más deslumbrante era su voz. Trae la ópera italiana (en especial la de
Gioacchino Rossini) y el Bel Canto a Chile, elementos que gustan mucho a la
sociedad burguesa que pregonaba el espíritu romántico de la época. Es esta
relación de la música con las familias importantes lo que le permite una
instauración seria dentro de la sociedad, lo que le brinda auspicios y fama
nacional para seguir cultivando el arte.

En 1850, el presidente Bulnes, motivado por el primo de Diego Portales,


Pedro Palazuelos, decreta la creación del Conservatorio Nacional de Música,
donde Isidora es nombrada Presidenta Honoraria del Conservatorio Nacional
en 1851. Luego, en 1862 se traslada a Copiapó por razones de salud, ciudad
donde funda otra Sociedad Filarmónica (Con el paso del tiempo, esto
permitiría la creación de la Escuela de Cultura y Difusión Artística). La
sociedad filarmónica de Copiapó fue impulsora del desarrollo musical del
norte de Chile, y permitió el auge artístico de la ciudad hasta la desaparición
del teatro “El Rojo”.

Copiapó
La ciudad de Copiapó fue un importante impulsor político, económico y
cultural hacia mediados del S. XIX. Esto gracias al descubrimiento y
explotación del mineral de Chañarcillo en 1832. Este auge económico
posicionó a Copiapó como una ciudad con gran cantidad de familias
burgueses, entre ellos los hermanos Gallo Goyenechea, que fueron los
principales gestores de la construcción de un teatro en la ciudad. Las obras
comenzaron en 1846 y terminaron en 1848. El teatro fue apodado “El Rojo”
por el color de su cortinaje interior de terciopelo. El teatro llegó a ser un
centro neurálgico de óperas, zarzuelas, música instrumental, etc. Incluso fue
muchas veces un recinto exclusivo en estrenos, y giras que no incluían al
teatro municipal de Santiago.
El teatro estuvo en pie hasta que el terremoto de 1922 lo dejó en ruinas,
luego se convirtió en un restaurant que en 1951 un incendio lo destruyó para
siempre. En su lugar se construyó el antiguo Cine Alhambra. Actualmente está
emplazado un mall chino y parte del cuerpo de bomberos. Copiapó no tuvo
teatro hasta la construcción de la Sala de Cámara hacia el 2003, pero ésta
termino siendo insuficiente, por lo que se inicia la construcción de un teatro
como se debe,
el que es inaugurado el 2010 como Centro Cultural Atacama, un recinto de
primera categoría que sólo compite en infraestructura con el Teatro Municipal
de Santiago.

Siglo XX: El auge de la música orquestal chilena: El sincretismo musical


popular/docto.
La creación del Conservatorio Nacional abrió nuevas opciones para el estudio
de la música, dejando de ser un arte exclusivo de la alta alcurnia del país y
acercándola a todas las clases sociales. Esto, sumado a los movimientos
artísticos que ocurrían en Europa, generó que egresaran una gran cantidad de
músicos ansiosos por explorar la identidad musical chilena. Aun cuando el
conservatorio no era muy bien visto por la sociedad, ya que veían a los
músicos como en los siglos pasados: como mera entretención y no como
oficio profesional.
Conservatorio Nacional de Música. Después de ser adquirido por la
Universidad de Chile fue demolido y reconstruido.

El conservatorio no sólo formaba instrumentistas, sino que también


dictaba clases de composición. Estas permitieron que músicos se dedicaran a
este oficio, el cual hasta ese momento tenía muy pocos exponentes nacionales.
Entre estos artistas aparecen 3 personas que marcarán un antes y un
después: Pedro Humberto Allende, Alfonso Leng y Domingo Santa Cruz.

Pedro Humberto Allende


Pedro Humberto Allende Sarón fue probablemente el
más grande compositor docto de Chile. Su madre, de
origen francés, le inculcó el gusto y lo educó desde
pequeño en las artes musicales. Hacia 1908 egresó
del Conservatorio Nacional, tanto como de profesor
como de maestro de armonía, composición, teoría y
solfeo e instrumentos como violoncello, piano,
violín, entre otros.
En 1911 viajó a Europa, donde adquirió
conocimientos no sólo en lo teórico sino también en
lo estético, algo que marcaría su estilo compositivo Pedro Humberto
hasta su muerte. Luego de volver, impartió clases en Allende
(1885-1959)
varios liceos de Santiago, se tituló de profesor de música vocal, y se
estableció como profesor en el Conservatorio Nacional, donde cosecharía sus
más grandes momentos.
La música de Allende la podemos catalogar como Nacionalismo
chileno, estilo que fue prácticamente inventado por él mismo. Sin embargo, se
nutre mucho de la estética del Impresionismo musical francés. Logró, de
forma sublime, la cohesión del canto y la música popular con la música docta,
usando además una armonía muy afrancesada. Esto generó un estilo único en
su música, sólo comparable con la música del gran compositor impresionista
francés Claude Debussy, contemporáneo a Allende y del cual recibió una
felicitación por su Concierto para Violoncello.
El impresionismo musical trata, en palabras simples, de representar
mediante la música elementos no musicales, haciendo uso de armonías
modernas, escalas no comunes, politonalidades, y algunos efectos sin caer en
lo burdo o en lo literal.
Allende mezcló música del campo chileno de la época, cantos
populares, y una incipiente investigación musicológica del pueblo mapuche en
sus obras. Destaca especialmente el poema sinfónico “La Voz de las Calles”,
obra para orquesta que cohesiona cantos de vendedores ambulantes a modo de
leitmotiv para generar una historia que te lleva a presenciar una calle capitalina
de la época en un día normal, pero mediante instrumentos.

Alfonso Leng Haygus


Alfonso Leng fue un compositor muy particular,
ya que además de dedicarse a la música fue un
connotado odontólogo y llegó a ser decano de la
facultado de odontología de la Universidad de
Chile. Sin embargo, nunca tuvo estudios
formales de música.
En 1905 asistió a algunos cursos de
armonía que fueron dictados por Enrique Soro,
profesor de música trascendental para aquellos
que brillaron durante el S.XX, además de eso,
Alfonso Leng (1884 -1974)
concurría a diversas instituciones musicales y artísticas de carácter privado,
algo que durante las primeras
décadas de 1900 se dará mucho no solo en Chile sino en Europa. Estas
instituciones apreciaban no solo el hacer arte sino también lo estético y
filosófico detrás de algunos movimientos como lo fueron el post
romanticismo, el impresionismo, el expresionismo, e incluso influencias como
el marxismo. En el caso de Leng, integró el grupo de Los Diez, el cual estaba
formado por músicos, pintores, escritores y poetas, unidos bajo un mismo
pensamiento estético que abogaba por la libertad de la creación. La música de
Leng, estéticamente, comparte mucho de la escuela alemana postromántica,
sobre todo Wagner y Strauss, pero tiene ciertas reminiscencias al
impresionismo francés. A diferencia de Allende, en su música se puede
encontrar un abundante uso del cromatismo, modulaciones constantes y
acordes con disonancias agregadas y alteradas, casi atonales. Pero con mucha
liricidad. Sin embargo, fue un gran impulsor de las obras orquestales de Ravel
y Debussy, lo que demuestra que no estaba amarrado a ningún movimiento en
especial.
Dentro sus obras destacan el poema sinfónico La Muerte de Alsino, y
sobre todo sus Doloras para piano, las cuales, aunque son meramente
instrumentales, interpreta de forma sublime el texto de unos poemas escritos
por el también miembro de Los Diez, Pedro Prado.

Domingo Santa Cruz


Compositor y abogado, fue uno de los compositores más trascendentales del
S.XX en Chile. Su vasta obra no sólo fue musical, sino que también participó
en los principales avances de la institucionalización musical. Estuvo
involucrado en la creación de la Facultad de artes de la Universidad de Chile,
Orquesta sinfónica de Chile, Coro sinfónico, Radio de la universidad de Chile,
Revista musical chilena, Dirección de investigaciones musicales, Instituto de
extensión musical, entre otros. Sin embargo, su aporte más importante en este
ámbito fue la creación de la Sociedad Bach en 1917, lugar donde en principio
se enseñaba sólo música coral pero que pronto se abrió a otros instrumentos, y
se expandió a otras ciudades como por ejemplo La Serena, y tuvo incidencia
en la evolución de las sociedades musicales de Copiapó. La sociedad Bach
heredó mucho del pensamiento que tenía el grupo de Los Diez, por lo que fue
una fuerte crítica de la educación musical en Chile. Estas críticas fueron
canalizadas mediante la revista Marsyas, de publicación propia. En ella hacían
hincapié en la falta de formalidad, continuidad y modernización de los
estudios. La Sociedad Bach le solicitó actualizar y mejorar estas falencias al
Conservatorio Nacional pero no hubo respuesta, hasta que en 1928 el gobierno
cedió e incorporó al Conservatorio Nacional a la Universidad de Chile,
convirtiendo a la música en un estudio superior profesional, acontecimiento
que, según Pedro Humberto Allende, "marca la entrada de nuestro país en el
movimiento musical contemporáneo”. El mismo Allende fue un activo
partícipe de la Sociedad.
Musicalmente hablando comparte
con Leng el uso de cromatismos, pero
añade a su música una entramada
contrapuntística muy densa,
manteniendo una sonoridad
melancólica y trágica. Si Allende
incursionó en el impresionismo
francés, Santa Cruz hizo lo propio en el
expresionismo alemán. Su obra más
notable son los Cinco Poemas
Trágicos para orquesta, que
compuso hacia Domingo Santa Cruz 1929, y las Seis
Canciones de (1899-1987) Primavera, para
coro, de 1950.

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