Está en la página 1de 46

SATURNO

Alejandro Butrón Ibáñez


I

Salón de un pequeño apartamento parcamente decorado. Luz tenue. Todo en el lugar

resulta aséptico, no hay fotos ni signos identificativos del dueño. Sin embargo, los

libros abundan por doquier, sin demasiado orden, dando al lugar un aspecto más de

caótico archivo que de vivienda. Además, hay un sillón vacío en el centro sobre el

que reposa una luz rojiza y también un par de espejos. ABRAHAM entra leyendo una

carta, visiblemente sorprendido por ella aunque con una amplia sonrisa de oreja a

oreja. Tras terminar de leerla, vuelve a repasarla sin perder la sonrisa.

ABRAHAM: En un rastro. Y a estas alturas… (Ríe y sigue leyendo para sí mismo, dando

vueltas por el lugar). No estoy tan anticuado, qué se piensa, claro que tengo e-

mail… (Suspira). En un rastro… Qué haría allí.

Toma papel para escribir y comienza a redactar unas líneas, pero, arrepintiéndose, lo

deja y enciende el ordenador.

ABRAHAM: (Escribiendo). Estimado desconocido, acabo de leer su carta y, tras dudar

entre responderle por carta o e-mail, he decidido hacerlo por esta última vía, ya

que me dejó su dirección, a fin de que compruebe que, a pesar de que la edad

pasa como un demoledor martillo… ¿Como un martillo demoledor o como un

demoledor martillo…? Como un martillo demoledor suena mejor… Ajá…

Como un martillo demoledor por todo ser viviente, éste que aquí le escribe ha

conseguido a duras penas… No, a duras penas no… Ha conseguido,

simplemente… Ha conseguido adaptarse a los tiempos que corren. No puedo

describirle cuán grande ha sido mi sorpresa al encontrarme con el contenido de

su carta. La he recibido con una enorme sonrisa, pues hacía mucho, muchísimo

tiempo que alguien no… (Se detiene durante un par de segundos, negando con la

cabeza, y borra lo último escrito). No puedo describirle cuán grande ha sido

mi…, mi gozo… No, gozo no. Es demasiado… Demasiado grandilocuente. Eh,

2
satisfacción… Sí… He sentido mucha satisfacción al encontrarme con el

contenido de su carta, pues siempre es dichoso para el autor saber que… Eh…

Saber que su obra es apreciada por el lector… Sí… Apreciada por el lector

anónimo hasta tal punto que se ve movido a ponerse en contacto con el autor,

que, en este caso, soy yo. (Sonríe). Quédese tranquilo, pues no ha sido ningún

inconveniente para mí el recibir su carta ni el responderla, sino más bien lo

contrario. Puede usted volver a escribirme a esta dirección electrónica para

transmitirme lo que le parezca sobre el libro… (Niega con la cabeza y borra).

Escribirme a esta dirección electrónica para consultarme cualquier cuestión

sobre el libro y gustosamente le responderé… Y, en la medida que mi tiempo

lo permita, gustosamente le responderé… Mejor, sí… Así que nada más, un

cordial saludo… De parte de su amigo… De su nuevo amigo Abraham.

Se aparta del ordenador y vuelve a releer la carta, complacido. Tras dejarla sobre la

mesa, se acerca a una pila de libros, buscando uno en concreto. Al no encontrarlo,

busca entre otros libros. Tras unos segundos, encuentra el ejemplar enterrado entre

otros tantos. No lo abre de primeras, sino que queda observándolo. Desde todas

partes, caen desordenadamente hojas de libros, pero ABRAHAM no se inmuta. Suena

una notificación desde el ordenador. El caer de las hojas cesa.

ABRAHAM: (Leyendo partes del nuevo e-mail). Me alegra que respondiese. No las tenía

todas conmigo. Le tomaré la palabra, si me lo permite… El sentimiento de

amor perdido es completamente magnético en su libro, pocas veces he sentido

tal conexión… A pesar de que he buscado por todas partes, no he podido

encontrar más obras suyas. ¿Podría decirme si…? (Pausa breve. Reflexiona

durante unos segundos y vuelve a escribir). Primeramente, debo decirle que no

dude en tutearme, aunque yo tampoco lo haga todavía con usted por

mimetizarme con su estilo. Me place que conecte con el libro, es un relato muy

3
personal. Por otro lado, no se moleste en buscar, no encontrará otros… (Borra

lo último escrito). Me alegra que quiera seguir disfrutando de mi obra, yo mismo

le haré…, le haré llegar algunos escritos si no… Eh… Si sigue sin encontrar

nada más. Ya imagina usted cómo es esto, editoriales, libros descatalogados…

La historia de siempre, vaya.

Un foco ilumina a ISAAC, el remitente de los mensajes a ABRAHAM. Tiene unos

cuarenta años. Dirá en voz alta lo que le escribe a este.

ISAAC: Aún no me atrevo a tutearle, Abraham. A lo que sí me atrevo, a riesgo de que

esto le parezca precisamente un atrevimiento, es a preguntarle si podría

escribirle con cierta frecuencia, con el fin de mantener correspondencia con

usted. No pretendo abusar de su tiempo; al fin y al cabo, no sabemos nada el

uno del otro. Pero, tras leer su libro, sencillamente, pues… Deseo conocer a la

persona que se esconde tras las letras.

ABRAHAM: Le invito a seguir escribiéndome, aunque solo sea porque aprenda a dejar de

tratarme de usted. Deformación profesional de antiguo profesor.

A partir de este momento, los mensajes entre ISAAC y ABRAHAM se irán sucediendo.

Ambos irán reproduciendo fragmentos de sus mensajes con un ritmo in crescendo,

hasta acabar intercalándose las palabras del uno sobre el otro.

ISAAC: Podemos hablar de profesor a profesor entonces, ya que…

ABRAHAM: Mi labor principal es la escritura, pero fui docente durante…

ISAAC: No puedo explicarme cómo su obra no goza de más…

ABRAHAM: Tuve excelentes críticas por…

ISAAC: No lo dudo, a pesar de ser una novela de juventud consigue…

ABRAHAM: Obtuve un premio en…

ISAAC: Le habrán hecho esta pregunta en muchas ocasiones, pero…

ABRAHAM: Por supuesto, las vivencias personales siempre son cimientos de…
4
ISAAC: En el capítulo quinto, justo cuando él está…

ABRAHAM: Me entusiasma que se percatase de ese detalle, porque…

ISAAC: Encuentro en ese párrafo una clara referencia a Proust en la forma de…

ABRAHAM: Cortázar, Bukowski y sobre todo Proust siempre han supuesto para mí…

ISAAC: Mi padre solía leerlos a ambos. También a…

ABRAHAM: Su padre era, o es, un hombre de buen gusto, pues…

ISAAC: Heredé de él la pasión por la literatura. Por la música también siento...

ABRAHAM: Qué sorpresa, Johnny Cash es precisamente…

ISAAC: Aún así, es el cine el campo en que mejor…

ABRAHAM: Confieso que los western son uno de mis…

ISAAC: Creo que es buen momento para dejar de llamarnos de usted, si a ti…

ABRAHAM: Y dime, ¿tú nunca has…?

ISAAC: Otros menesteres artísticos sí, pero la escritura no…

ABRAHAM: En primicia, te cuento que he comenzado a trabajar en un nuevo…

ISAAC: Espero tener trato preferente a la hora de…

ABRAHAM: No quiero dar muchos detalles, pero trata sobre…

ISAAC: Me vas a permitir que te pregunte…

ABRAHAM: No, ni mujer ni hijos…

ISAAC: Por tu libro había imaginado, sin embargo…

ABRAHAM: Decisiones personales que la vida…

ISAAC: Los caminos que tomamos…

ABRAHAM: Cuéntame, tú…

ISAAC: Sí, una hija que…

ABRAHAM: Es una profesión absorbente, exige una…

ISAAC: La búsqueda de otros textos tuyos me está resultando, como te dije…

5
ABRAHAM: Podría entregarte en persona un par de escritos no publicados que…

ISAAC: Estaría encantado de…

ABRAHAM: Te invito entonces a visitarme cuando tu tiempo…

ISAAC: ¿Qué te parecería si pasado mañana…?

ISAAC se dirige a la puerta, mientras ABRAHAM termina de adecentar la casa

ordenando las pilas de libros y colocando a la vista una placa conmemorativa, su

libro y una estatuilla. ISAAC llama y ABRAHAM abre, sonriente. Al ver a ISAAC,

ABRAHAM queda congelado.

II

ISAAC, de diez años, está magullado. ABRAHAM le cura con cuidado las heridas.

ISAAC solloza.

ABRAHAM: No llores.

ISAAC sigue sollozando.

ABRAHAM: No llores más, Isaac.

ISAAC: No estoy llorando…

ABRAHAM: Sí estás llorando.

ISAAC: Es que duele.

ABRAHAM: Estoy teniendo cuidado. (Pausa breve). ¿Me lo vas a contar?

ISAAC niega con la cabeza.

ABRAHAM: ¿Por qué?

ISAAC: No quiero.

ABRAHAM: Bueno.

Pausa.

ISAAC: …Lo siento.

ABRAHAM: ¿Por qué?

6
ISAAC: Porque no pude ganar.

ABRAHAM: Pero no te dejaste, ¿verdad?

ISAAC: No. Lo intenté. Pero era mayor que yo.

ABRAHAM: ¿Empezaste tú o empezó él?

ISAAC: Él.

ABRAHAM: ¿Y tú te defendiste de lo que te decía?

ISAAC: Más o menos.

ABRAHAM: ¿Más o menos? ¿Qué pasó?

ISAAC no responde.

ABRAHAM: Venga, cuéntamelo.

ISAAC: Te vas a enfadar.

ABRAHAM: ¿Por qué me iba a enfadar?

ISAAC: Siempre te enfadas.

ABRAHAM: No me voy a enfadar.

ISAAC: ¿De verdad?

ABRAHAM: Sí.

ISAAC: …Se estaba metiendo contigo.

ABRAHAM: ¿Conmigo?

ISAAC: Sí. Es un niño al que das clase…

ABRAHAM: ¿Quién?

ISAAC no responde.

ABRAHAM: ¿Qué decía?

ISAAC: Tonterías… Don Abraham esto y Don Abraham lo otro…

ABRAHAM: Dime qué decía.

ISAAC: Que eres un idiota… Bueno, dijo otra palabra…

7
ABRAHAM: ¿Y qué más?

ISAAC: Y que suspendes a la gente porque estás amargado… Y también empezó a

cantar: (Con tono infantil). «Abraham, cara de anormal, tiene la cabeza…».

Bueno, y así…

ABRAHAM: ¿Y le pegaste para defenderme?

ISAAC: Sí. Le dije que parara.

ABRAHAM: Pero te pudo.

ISAAC: Sí…

ABRAHAM abofetea a ISAAC, que se duele.

ABRAHAM: El estúpido eres tú. ¿Por qué le pegas a un chico mayor? ¡No podías

ganarle, usa la cabeza? Preocúpate por ti; solo por ti, no importan los demás.

Ni siquiera yo. Si no lo haces, esto es lo que te va a ocurrir siempre. ¡Piensa!

Así es como llegarás a ser alguien.

Pausa.

ABRAHAM: Lo siento. No debería haber…, haberte… (Suspira). Pero es por ti, Isaac.

III

De vuelta en el presente, ISAAC llama a la puerta del domicilio de ABRAHAM, que le

abre sonriente y queda congelado al verlo. ISAAC no acierta a decir nada, aunque

trata de hacerlo.

ABRAHAM: ¿Qué haces aquí?

ISAAC: No sé cómo empezar…

ABRAHAM: No empieces entonces. (Trata de cerrar la puerta).

ISAAC: (Manteniendo abierta la puerta). ¿Puedo pasar?

ABRAHAM: No.

ISAAC: ¿Por qué?


8
ABRAHAM: ¡Porque no me da la gana!

ISAAC: No has cambiado.

ABRAHAM: Vete.

ISAAC: ¿Podemos hablar?

ABRAHAM: He dicho que no.

ISAAC: ¿Esperas a alguien?

ABRAHAM: ¿Qué coño te importa?

ISAAC: Déjame pasar.

ABRAHAM: ¿No te da vergüenza aparecer aquí de esta forma?

ISAAC: ¿Y a ti no te da vergüenza dejar a tu hijo en la puerta?

ABRAHAM: Sigues siendo un estúpido.

ISAAC: No me voy a ir.

ABRAHAM: ¡Que te largues!

Pausa.

ISAAC: Papá, no va a venir.

ABRAHAM: ¿Quién no va a venir?

ISAAC: Esa persona.

ABRAHAM: ¿Qué persona?

ISAAC: ¡La que esperas!

ABRAHAM: ¿Cómo sabes que espero a alguien?

ISAAC: ¿Podemos hablarlo dentro?

ABRAHAM: ¡NO!

Pausa.

ISAAC: No sabía si habías cambiado de casa. Eres un hombre de costumbres… Ni

siquiera preguntaste cómo encontró tu dirección “esa persona”.

ABRAHAM: No quiero escucharte más. Vete.


9
ISAAC: Pensé que te darías cuenta enseguida…

ABRAHAM: ¿De qué hablas?

ISAAC: …Pero no. Seguiste y seguiste respondiendo a mis correos.

ABRAHAM: Quiero que te vayas. ¡Estoy esperando a alguien!

ISAAC: No va a venir nadie más…

ABRAHAM: Eso no es verdad. Hablé con él durante semanas.

ISAAC: Lo sé.

ABRAHAM: Leyó mi libro.

ISAAC: …Sí.

Pausa.

ABRAHAM: Te lo estás inventando.

ISAAC: No.

ABRAHAM: ¿Por qué lo has hecho?

ISAAC: Quería… Yo solo quería… (Pausa breve). ¿Puedo pasar?

IV

Hogar de ISAAC, que, abstraído, devora un libro ávidamente. Tan pronto se levanta

como vuelve a sentarse. Ningún ruido perturba el ambiente, a excepción de sus pasos.

Avanzada su lectura, la voz de ISAAC se fundirá con la de ABRAHAM, a quien un

foco lo ilumina mientras escribe.

ISAAC: … E hicimos el amor. Los dos nos fundimos en uno. Ambos, almas cándidas y

radiantes que… ¡Pero qué estoy diciendo! ¡Almas cándidas y radiantes…!

¡Cómo puedo ser tan pusilánime! Miento como un bellaco, ¡eso no fue lo que

ocurrió! «Nada hay más fácil que el autoengaño, ya que lo que desea cada

hombre es lo primero que cree». Malditos griegos, lo inventaron todo. En

realidad… En realidad nos doblegó un sentimiento atávico que en nada se

10
parecía al amor. Sí, así fue. Éramos dos alimañas lascivas, dos bestias salvajes

deseosas de explorar lo ignoto. Fue sucio y obsceno. Nos revolcábamos sobre

nuestro sudor en un bucle de envites sin final. Y embestida tras embestida,

suspiro tras suspiro, dentellada tras dentellada, nos embarcamos en una

deshonesta e indómita carrera tildada de egoísmo y voracidad, donde

únicamente importaba el gozoso culmen. Triunfar sobre el otro, no con el otro,

esa era la consigna. Y cuando todo acababa, cuando ya nada nos unía, cuando

el espíritu animal había saciado su voluble sed, nos mirábamos como extraños.

Estábamos confusos, enajenados. ¿Qué hacer? ¿Debíamos huir? No...

Sabíamos que nuestros caminos, por el momento, seguirían juntos, pero

desconocíamos la forma en que lo harían. El camino nunca es libre, la elección

ya estaba predeterminada. Debíamos decidir entre enamorarnos –haciéndolo

sin temores, sin prejuicios, sin puñaladas- como dos dementes, como dos

lunáticos… O fingir temporalmente que nos querríamos. Simplemente,

pretender que aquel coito bronco que practicábamos era signo de que nos

entrelazaba algo más allá de la vorágine de la carnalidad y que todo aquello

acabaría trascendiendo a ese sensual espejismo llamado «felicidad». Yo escogí.

Ella también…. Y cada uno lo opuesto. Cuando vuelvo la vista atrás, desearía

haber sido capaz de consensuar mi postura en aquel infausto plebiscito. El baile

de máscaras pronto tocó a su fin y yo, miserable Adán timorato, quedé

desterrado del Edén. El final fue el de siempre, ningún detalle lo hizo peculiar.

Se fue y yo me quedé allí, sin más. ¿Qué más decir? ¿Es que alguna historia

termina de manera distinta? Fue una peripatética clausura para una historia

condenada desde el principio por la bisoñez de la juventud. No hubo más. ¿Por

qué tendría que haberlo? Se fue. Simplemente se fue. Se marchó y no volvió.

11
Nunca lo hizo. Jamás. Y yo, pues… No. Basta. He vuelto a mentir. Yo me fui.

Ella se quedó. Después hubo otras muchas mujeres sin rostro, bustos

incorpóreos o cuerpos descabezados, que calmaban mi ansia. No tengo reparos

en admitir mi cobardía. Cuando quise volver a su calor, ya no quedaban ni

siquiera cenizas. «La mayor desgracia es merecer la desgracia»… Esto lo dijo

un francés, pero seguro que lo inventó un griego antes. Yo prefiero mentir. Sí:

mentir es el alimento del cobarde. Al fin y al cabo, ¿qué haría el hombre sin el

placentero autoengaño? ¿Para qué sirve la verdad, sino para sufrir? Y por eso,

he mentido de nuevo. Se fue. Ella se fue. Me abandonó. Y jamás…. Jamás

volvió. Me abandonó. (Pausa breve). Fin.

Ruido de la ciudad. El silencio inicial se rompe. Voces de todo tipo, gritos, bocinas y

ladridos. ISAAC suspira profundamente. Durante unos segundos permanece inmóvil.

Tras tomar un folio, comienza a escribir. Se arrepiente y hace una bola con el papel,

que arroja al suelo. Vuelve a suspirar. Se levanta y se hace con otro folio. Esta vez se

toma más tiempo para escribir, pero, cuando se decide, escribe sin detenerse.

El presente. Dentro del domicilio de ABRAHAM.

ISAAC: Está todo igual.

ABRAHAM: ¿Y qué esperabas?

ISAAC: No lo sé.

Pausa.

ABRAHAM: ¿Qué quieres?

ISAAC: Hablar.

ABRAHAM: ¿Hablar…?

ISAAC: Sí.

12
ABRAHAM: ¿Y de qué quieres hablar?

ISAAC: De nada en concreto. Solo hablar.

ABRAHAM: ¿Te has divertido burlándote de mí?

ISAAC: No.

ABRAHAM: Sí, sí lo has hecho. Has disfrutado, ¿verdad?

ISAAC: No de la forma en que piensas.

ABRAHAM: ¿Entonces en cuál?

ISAAC: He disfrutado… Bueno. Hablando. Solo hablando contigo.

ABRAHAM: ¿Me tomas por idiota?

ISAAC: ¡No!

ABRAHAM: ¿Por qué ahora? Esto no tiene ningún sentido ya.

ISAAC: ¿Y por qué no?

Pausa.

ABRAHAM: ¿Por qué no viniste sin más? ¿Eh?

ISAAC: No lo sé.

ABRAHAM: Si de verdad querías hablar, ¿por qué no lo hiciste?

ISAAC: Encontré tu libro en un rastro. En eso no mentí. Fue por pura casualidad. Vi tu

nombre y… Bueno, lo compré.

ABRAHAM: No me has respondido.

ISAAC: No me atrevía.

ABRAHAM: No tenías ningún derecho a hacer lo que has hecho.

ISAAC: Lo sé.

ABRAHAM: ¿Quién te crees que eres?

Pausa.

ISAAC: ¿Por qué nunca me lo dijiste?

ABRAHAM: ¿Qué?
13
ISAAC: Que escribías.

ABRAHAM: ¿Algo de lo que dijiste por el maldito e-mail ese es cierto?

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: Entonces… (Pausa breve). No. No quiero entrar en tu juego.

ISAAC: ¿Qué?

ABRAHAM: (Tras un par de segundos). ¿Es verdad que tienes una hija?

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: ¿Cuántos años tiene?

ISAAC: Siete.

ABRAHAM: Siete… ¿Cómo se llama?

ISAAC: Como mamá.

Pausa.

ABRAHAM: ¿Y entonces eres profesor?

ISAAC: Más o menos.

ABRAHAM: ¿Qué quiere decir eso?

ISAAC: ¿Escribiste más libros?

ABRAHAM: ¿Por qué quieres saberlo?

ISAAC: Ibas a dárselos “a esa persona” hoy.

ABRAHAM: Sí.

ISAAC: Pero no te volvieron a publicar.

ABRAHAM: ¿Ah, no?

ISAAC: No. ¿Por qué me mentiste?

ABRAHAM: ¿Cómo se es “más o menos profesor”?

ISAAC: ¿No vas a responderme?

14
ABRAHAM: Eres tú quien se ha presentado en mi casa. No tienes ningún derecho a

exigirme nada.

ISAAC: ¿Querías impresionarme?

ABRAHAM: ¿Impresionarte?

ISAAC: Sí. Dijiste que tu principal ocupación siempre fue la escritura.

ABRAHAM: Dije muchas cosas. También tú. (Pausa breve). ¿Estás casado?

ISAAC: ¿Ese trofeo es de verdad? Nunca lo había visto.

ABRAHAM: Claro que es de verdad. ¿Qué coño insinúas?

ISAAC: Vaya…

ABRAHAM: ¿”Vaya”? ¿Has venido a mi casa a insultarme?

ISAAC: No. En absoluto.

ABRAHAM: ¿Entonces qué quieres?

ISAAC: Ya te lo he dicho.

ABRAHAM: …Hablar.

ISAAC: Sí, hablar.

ABRAHAM: Pues vienes tarde. Vienes muy tarde a esta casa. Aquí ya no hay

absolutamente nada para ti.

ISAAC: Déjame decidirlo a mí.

ABRAHAM: No me hagas repetirlo más… ¡Tú y yo no tenemos nada de que hablar! No

tendría que haberte dejado entrar… ¡Cómo tienes tan poca vergüenza! Burlarte

de mí…, y después presentarte aquí… Venir a insultarme a mi casa, como si yo

fuese un…, un simple…

ISAAC: (Interrumpiéndole). Espera.

Pausa.

ISAAC: Estoy divorciado.

15
ABRAHAM: …Divorciado.

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: ¿Desde hace mucho?

ISAAC: No.

ABRAHAM: ¿Y la niña?

ISAAC: Sara.

ABRAHAM: Sara…

ISAAC: ¿Qué quieres saber?

ABRAHAM: (Tras un par de segundos). Nada.

ISAAC: Puedes preguntarme.

ABRAHAM: No quiero saber nada; ni de ella ni de ti. Es mejor así.

ISAAC: Podrías habérmelo dicho. Que escribías.

ABRAHAM: ¿Qué sentido tenía?

ISAAC: ¿Por qué no volvieron a publicarte?

ABRAHAM: No lo intenté.

ISAAC: Ya.

Pausa.

ABRAHAM: ¿Qué es “más o menos”?

ISAAC: ¿Vuelves a preguntarlo?

ABRAHAM: Responde.

ISAAC: Ahora mismo no trabajo.

ABRAHAM: ¿Por qué?

ISAAC: Porque las cosas a veces no salen como uno quiere.

ABRAHAM: (Riendo, irónico). Buena forma de decir que no tienes trabajo. (Se sienta en el

sillón). ¿Qué pasa? ¿No salió el “teatrito”?

16
VI

ISAAC, que tiene catorce años, se acerca inquieto con un hoja en las manos a

ABRAHAM, que, mientras fuma, lee vorazmente sentado sobre su sillón. Al oír llegar

a ISAAC, levanta ligeramente la mirada sobre su libro, que pertenece a la heptalogía

de Marcel Proust, “En busca del tiempo perdido”. ISAAC se detiene y lo observa.

ABRAHAM: ¿Pasa algo?

ISAAC: No, no.

ABRAHAM: Entonces, ¿qué haces ahí parado?

ISAAC: Tengo…

ABRAHAM: ¿Qué?

ISAAC: Tengo las notas. Supongo que ya las sabes por la sesión de evaluación, pero…

ABRAHAM: ¿Vas a dármelas?

ISAAC: Sí. Es que no quería molestarte.

ABRAHAM toma la hoja de las manos de ISAAC.

ISAAC: Yo creo que están bien.

Pausa.

ISAAC: La verdad es que estoy bastante contento.

ABRAHAM: Hm. Casi todo dieces. Bien.

ISAAC: (Sonríe). Sí.

ABRAHAM: Y algún nueve.

ISAAC: Sí… Pero todo sobresaliente.

ABRAHAM: Bueno… Todo no.

ISAAC: Todo…, excepto una asignatura, que ha sido casi un sobresaliente también.

Pausa.

ABRAHAM: … Casi un sobresaliente

ISAAC: Sí…
17
ABRAHAM: ¿A ti te parece un siete y medio casi un sobresaliente?

ISAAC: Bueno, no es exactamente un…

ABRAHAM: ¿Te lo parece?

ISAAC: Es…, es un notable.

ABRAHAM: Un siete y medio no es casi un sobresaliente. Es un notable, como bien has

dicho. Ni siquiera un notable alto. Simplemente un notable.

ISAAC: Ya.

ABRAHAM: ¿”Ya”? ¿No tienes nada más que decir?

ISAAC se encoge de hombros y niega con la cabeza.

ABRAHAM: Esto es completamente inaceptable.

Pausa. ISAAC sigue sin responder.

ABRAHAM: ¿Me escuchas? Te estoy hablando.

ISAAC: Sí. Tendría que haberme esforzado más.

ABRAHAM: Efectivamente, Isaac.

ISAAC: Me cuesta esa asignatura.

ABRAHAM: Pero eso no es excusa. ¡Te cuesta porque no le has dedicado el tiempo

suficiente, no por otra cosa! ¿O es que acaso eres estúpido?

ISAAC: (Que baja la cabeza). Lo siento.

ABRAHAM: Dime, ¿acaso eres estúpido?

ISAAC: No.

ABRAHAM: Entonces, ¿por qué te empeñas en comportarte como tal? (Suspira). Y no me

digas que lo sientes. Lo siento yo por ti. Estamos hablando de tu futuro, yo ya

tengo mi vida hecha.

ISAAC: ¡Pero mira el resto de notas…! Te estás fijando solo en esa.

18
ABRAHAM: ¡Me dan exactamente igual el resto de notas! No voy a felicitarte por tener

un diez. ¡Y mucho menos por un nueve! Es tu obligación.

ISAAC: Lo sé… Lo siento.

ABRAHAM: ¡Y otra vez…! ¡Que no me digas que lo sientes!

ISAAC asiente mirando al suelo.

ABRAHAM: (Suspira). Me obligas a hacer algo que no quería. No has cumplido con tu

parte y no podemos hacer otra cosa.

ISAAC: ¿Qué quiere decir eso?

ABRAHAM: Ya lo sabes. Se acabaron las “clasecitas”.

ISAAC: ¿Que qué?

ABRAHAM: ¿En qué habíamos quedado?

ISAAC: Es solo una asignatura…

ABRAHAM: Te he hecho una pregunta.

ISAAC: Pero si ya lo sabes…

ABRAHAM: ¿En qué habíamos quedado?

ISAAC: En que…, en que seguiría en teatro si…, si sacaba un sobresaliente en todas las

asignaturas…

ABRAHAM: Exacto.

ISAAC: Pero podrías ser un poco más flexible…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). Estás perdiendo el tiempo con la tontería del “teatrito”.

Esto lo hago por ti, ya me lo agradecerás. Has sido tú quien no ha cumplido.

Pausa. ISAAC se tensa de rabia. ABRAHAM vuelve a su lectura.

ISAAC: Lo has hecho aposta.

ABRAHAM: ¿Cómo?

ISAAC: Que lo has hecho aposta.

19
ABRAHAM se ríe irónicamente.

ISAAC: ¿Te hace gracia lo que digo?

ABRAHAM: No, Isaac, pero…

ISAAC: (Le interrumpe). Te estás riendo de mí.

ABRAHAM: No. Simplemente, tienes que aprender a cargar con las consecuencias de tus

propios actos.

ISAAC: Me has puesto el siete y medio intencionalmente, para quitarme las clases. Lo

sabes perfectamente.

ABRAHAM: …No sigas por ahí.

ISAAC: Si no hubieses sido mi profesor, habría tenido un sobresaliente.

ABRAHAM: (Dejando el libro). ¿Me estás diciendo que falto a mi ética profesional?

ISAAC: Estoy diciendo que…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). ¿Que perjudico a mi propio hijo abusando de mi

posición? ¿Eh? ¿Eso estás diciendo?

ISAAC no responde.

ABRAHAM: ¡Responde, te estoy hablando!

ISAAC: ¡No le des la vuelta a lo que he dicho!

ABRAHAM: ¡Que respondas!

ISAAC: (Tras un par de segundos, grita). ¡Sí, es lo que digo!

ABRAHAM: ¡Eres un niñato! (Niega con la cabeza y, muy airado, coge por la oreja a

ISAAC). Pero eres mi hijo. ¡Mi hijo! He invertido demasiado en ti. Yo te hice,

¿me escuchas? Y como yo te hice, no voy a dejar que te conviertas en un

mediocre. No vas a avergonzarme; no voy a permitir que lo hagas por mucho

empeño que pongas en ello.

ISAAC: ¿Te refieres a un mediocre como tú?

20
Silencio. ABRAHAM mira lleno de rabia a ISAAC, que se arrepiente casi al momento

de lo que ha dicho. ABRAHAM levanta a ISAAC por la oreja, que se revuelve y, tras

propinar una patada a ABRAHAM, sale corriendo.

VII

El presente.

ISAAC: ¿Te alegras de que así sea?

ABRAHAM: ¿Por qué tendría que alegrarme?

ISAAC: Porque has vencido. ¿No es así? Tuviste razón. Según tus parámetros, soy un

mediocre. Justo lo que me advertías.

ABRAHAM: ¿Tú crees que me alegro?

ISAAC: Por supuesto que sí. Todo este tiempo has estado deseando que viniera a tu

puerta y te dijera esto: que soy un Don Nadie y que tenías razón.

ABRAHAM: ¿La tenía?

ISAAC: Todo es relativo.

ABRAHAM: (Sonríe, irónico). Tú te lo buscaste.

ISAAC: Y sin embargo no me arrepiento.

ABRAHAM: Entonces eres sencillamente idiota.

ISAAC: Sí. Siempre te ocupaste de recordármelo. Y continúas ahora.

ABRAHAM: Te equivocas. Siempre intenté lo contrario: que nunca te vieras así.

ISAAC: Tomé mis decisiones. Y volvería a hacerlo. Confieso…, confieso que a veces

me encantaría volver atrás. Haber seguido el plan que predeterminaste para

mí… Hubiera sido mucho más sencillo. Todo lo sería. Pero, ¿en qué me

hubiese convertido eso? ¿Quién sería yo si lo hubiese hecho? Ha valido la

pena… Vale la pena. ¿Escuchas? ¡Vale la pena!

ABRAHAM: ¿Lo repites para autoconvencerte?


21
ISAAC: No. No, no. Yo…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). ¿Leíste mi libro de veras?

ISAAC: …Claro.

ABRAHAM: Y lo que me decías sobre él, ¿era verdad?

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: Bueno, qué vas a decir…

ISAAC: ¿Por qué tendría que mentirte?

ABRAHAM: No lo sé. Dímelo tú.

ISAAC: ¿Es tan difícil para ti creer que no busco nada? ¿Que no tengo ninguna intención

oculta viniendo aquí?

ABRAHAM: He estado fuera de tu vida… ¿Cuánto?

ISAAC: Veinte años.

ABRAHAM: Veinte años… Y apareces en mi casa de repente, tras hacerte pasar por otra

persona durante semanas, diciendo que no buscas nada. ¿Quieres dinero?

ISAAC: ¿Cómo?

ABRAHAM: ¿Vas a fingir indignación? (Ríe, irónico). ¿Quieres dinero, verdad? Estás sin

un solo céntimo y ahora recurres a tu padre.

ISAAC: (Tenso). No.

ABRAHAM: Dilo. Será más fácil. ¿Por qué nadie es capaz nunca de decir lo que

realmente quiere? Damos rodeos, lo disfrazamos, lo enmascaramos… Todo

sería mucho más sencillo, más real, si fueses capaz de decirme directamente lo

que de verdad buscas, lo que quieres.

ISAAC: Ni siquiera voy a molestarme en responderte. No te voy a dar el gusto.

Pausa.

ISAAC: ¿Nos culpas a mamá y a mí?

22
ABRAHAM: ¿Por qué?

ISAAC: Por fracasar.

ABRAHAM: ¿Qué coño dices?

ISAAC: Porque murió. Te abandonó. Es la última línea de tu libro. Te abandonó y

tuviste que ocuparte de mí.

ABRAHAM: Es ficción.

ISAAC: Dijiste que había gran parte de tu vida personal en él.

ABRAHAM: ¿A eso has venido? ¿A juzgarme? ¿A psicoanalizarme? ¿Eh? ¿O a qué?

ISAAC: Solo te he hecho una pregunta.

ABRAHAM: ¿Quieres respuestas? ¿Ahora quieres respuestas? ¿Qué ocurre? ¿Te

arrepientes de tus errores y vienes a que yo te perdone? ¿Es eso? ¿Vienes a

buscar redención o algo así?

ISAAC: No… ¡No tiene nada que ver con eso!

ABRAHAM: ¿Tu hija vive contigo?

ISAAC: ¿Por qué lo preguntas?

ABRAHAM: Dijiste que podía preguntar.

ISAAC: Ya.

ABRAHAM: ¿Vive contigo o no?

ISAAC: No.

ABRAHAM: ¿Por qué?

ISAAC no responde.

ABRAHAM: ¿Y la ves?

ISAAC: Poco.

ABRAHAM: Pero te gustaría verla más.

ISAAC: Claro que sí.

23
ABRAHAM: ¿Piensas que, guardándote las espaldas conmigo, ella no cometerá tus

mismos errores?

ISAAC: No te entiendo.

ABRAHAM: Claro que sí. ¿Tienes miedo de que te ocurra con ella lo que te ocurrió a ti

conmigo?

ISAAC: Pero, ¿qué dices? ¡Por favor…!

ABRAHAM: ¿Es eso lo que te ha movido a venir aquí?

ISAAC: ¡Deja de retorcer todo!

ABRAHAM: Cuando te largaste yo tenía pocos años más que tú ahora… ¿Es miedo,

verdad? ¿Por eso estás aquí?

ISAAC: ¡No!

ABRAHAM: ¡¿Qué?! ¡¿Qué, entonces?!

ISAAC: ¡Quiero saber por qué! ¡Por qué tanta rabia, tanto desprecio! ¡Eso quiero saber!

¡Por qué he vivido siempre con tu voz en mi cabeza! ¡Por qué nunca fui

suficiente para ti! ¿¡Por qué!? (Pausa breve). ¿Me lo merecía…? ¿Lo merezco?

VIII

Salón familiar. ABRAHAM espera a que ISAAC, de veinte años, hable. Está tenso y

se entrecorta.

ABRAHAM: ¿No tienes clase hoy?

ISAAC: Sí… Bueno, no.

ABRAHAM: ¿Sí o no?

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: Entonces, ¿por qué no estás en la universidad? ¿Acabas de llegar?

ISAAC: Mira, no quiero que te enfades.

24
ABRAHAM: Diciéndome eso, sé que me vas a hacer enfadar. ¿Por qué has venido?

ISAAC: Tenía que hablar contigo.

ABRAHAM: ¿De qué? ¿Has hecho algo?

ISAAC: No… No es eso.

ABRAHAM: ¿Entonces qué?

ISAAC: Voy a dejar la carrera.

Pausa.

ABRAHAM: ¿Cómo?

ISAAC: Eso. Voy a dejar medicina. Soy consciente de que mi decisión no…, no te va a

gustar. Pero…, pero quiero que la respetes.

ABRAHAM: ¿Por qué?

ISAAC: ¿Por qué quiero que la respetes o por qué dejo medicina?

ABRAHAM: ¿Tú qué crees?

ISAAC: Pues no lo sé, porque me estoy aturullando con…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). ¡¿Por qué quieres dejar la carrera?!

ISAAC: Pues, simplemente… No me llena.

ABRAHAM: ¡Que no te llena…!

ISAAC: Lo he estado pensando mucho, no es algo que se me haya ocurrido de repente.

Cuando pienso en el futuro, no es así como quiero verme, ¿entiendes? No

quiero ser médico. No quiero… Yo… Sencillamente, no es para mí. Y quiero

que lo entiendas.

ABRAHAM: ¿Y de qué te ves entonces? No. No me lo digas. Actor, ¿a que sí? ¿O es

guitarrista ahora? A lo mejor hay algo nuevo. ¿Qué es? ¿Artista de circo?

ISAAC: Voy a estudiar Arte Dramático.

Pausa. ABRAHAM se ríe.

25
ISAAC: ¿Por qué te ríes?

ABRAHAM sigue riendo.

ISAAC: Ya está decidido. Solo he venido a informarte y a darte la oportunidad de…

ABRAHAM: (Aún con una ligera risa, le interrumpe). Cállate, por favor. Estás siendo

ridículo. ¿Te estás oyendo?

ISAAC: Es lo que hay.

ABRAHAM: ¿Sí? ¿Y con qué dinero vas a estudiar?

ISAAC: Con el mío. Deja de reírte.

ABRAHAM: ¿Con el tuyo? (Vuelve a reír). Mira, prefiero reírme a responder.

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: (Que sigue riendo). ¿Y de dónde piensas sacarlo?

ISAAC: Estoy trabajando en un bar.

ABRAHAM: (Su risa se corta). ¿Cómo que trabajando? Te lo prohibí.

ISAAC: Como camarero.

ABRAHAM: ¿Qué haces trabajando de eso? Te dije…

ISAAC: (Le interrumpe). ¡¿Has escuchado una sola palabra de lo que he dicho?!

ABRAHAM: No pienso escuchar más estupideces. Quiero que dejes hoy mismo el

trabajo ese y te pongas a estudiar como un condenado para recuperar todo el

tiempo que has perdido.

ISAAC: No.

Pausa.

ABRAHAM: Esta conversación se ha terminado. Haz lo que te digo o atente a las

consecuencias; quedas advertido.

ISAAC: Ya no tengo nada más que decir. (Da media vuelta).

26
ABRAHAM: Isaac, si sales por esa puerta, no te molestes en volver. Te lo estoy diciendo

muy en serio.

ISAAC: Como quieras.

ABRAHAM: ¿Te crees muy gallito haciendo esto, verdad? Te crees todo un macho, claro

que sí. Pues déjame decirte la verdad… Tarde o temprano, volverás aquí con el

rabo entre las piernas. Te gusta ser rebelde, ¿no? Te gusta llevarme la contraria

y tratar de quedar por encima de mí…

ISAAC: Esto no va sobre ti… ¡El mundo no gira alrededor de ti! No entiendes nada,

joder, ¡no entiendes absolutamente nada! ¿Puedes pararte un segundo a intentar

comprenderme? ¿Es tan difícil lo que te pido?

ABRAHAM: Me encantaría saber si, cuando estés durmiendo bajo un puente, seguirás

siendo tan gallito como lo eres ahora. Tienes veinte años y crees que sabes

absolutamente todo sobre la vida.

ISAAC: (Con una rabia infinita). ¡¿Te estás escuchando tú a ti mismo?! ¡Un puente…! ¡Te

odio! ¡Me das asco!

ABRAHAM: (Encendiéndose un cigarro). Crees que es muy fácil. Crees que es tan sencillo

como decir que quieres ser actor y que así, sin más, se cumplirá. (Con una

risita). Arte Dramático… ¡Bah! Eres un inmaduro, Isaac.

ISAAC: Voy a vivir a mi manera. Voy a ser todo lo contrario a ti. ¡Di lo que quieras, ya

no me importa lo más mínimo!

ABRAHAM: Te vas a estampar de frente con la vida. Y cuando eso pase, no pienses en

recurrir a mí. Si sales por esa puerta y haces lo que has dicho, puedes olvidarte

de que tienes un padre.

ISAAC sale dando un portazo.

27
IX

El presente.

ABRAHAM: ¿Me culpas a mí de lo que te ocurre?

ISAAC: ¡No es eso lo que he dicho!

ABRAHAM: Pero es lo que piensas. Siempre fuiste igual, incapaz de reconocer tus

propios errores. Yo a eso lo llamo ser un cobarde.

ISAAC: ¿De quién estás hablando ahora? ¿De ti o de mí?

ABRAHAM: Lo hice lo mejor que pude. ¡Qué digo! Lo hice mejor que muchos. Y sin

ayuda de nadie. ¡Solo!

ISAAC: Esperabas tanto de mí… Me exigías tanto… Me exprimías tanto…

ABRAHAM: ¡Yo no tengo la culpa de que tengas la vida que llevas! ¿Me oyes? ¡No la

tengo! ¡Sacrifiqué todo por ti!

ISAAC: Nunca estuve a la altura de tus expectativas. Jamás. Hice todo lo posible para

ello. Cada triunfo, cada victoria… Ha sido para mí una llamada de atención

hacia ti, un grito que no oías… Todo este tiempo he deseado ser alguien en la

vida, pero no por mí… Sino por ti.

ABRAHAM: Basta de hacerte la víctima…

ISAAC: Siempre he sido un miserable; siempre he sido incapaz de ser feliz con lo que

tenía, no me permitía a mí mismo estar orgulloso por lo que conseguía…

ABRAHAM: ¿Y yo tengo la culpa de todo esto? ¿Qué hice? ¿No llegué al partido de

béisbol? ¿Estamos en una película americana?

ISAAC: ¡Bah!

ABRAHAM: ¡No has vivido de otra forma porque no has querido! ¡Tuviste la opción!

ISAAC: Pero, ¿qué sabes tú de vivir de otra forma? Llevas consumido toda la vida.

ABRAHAM: Si me hubieses escuchado…

28
ISAAC: ¿Qué?

ABRAHAM: Serías alguien.

ISAAC: ¿A qué llamas ser “alguien”? ¿Alguien como tú? ¿Ese alguien que has inventado

para la persona que había alabado tu libro? No podías mostrarle que eras

corriente, ¿verdad? ¡Un perdedor, como todos!

ABRAHAM: Tú no sabes absolutamente nada de mí.

ISAAC: Nunca me dejaste saber nada. Eras un desconocido para mí.

ABRAHAM: No te interesaba. Si te hubiese importado saber sobre mí, probablemente

hubieras encontrado ese libro antes.

ISAAC: Me dabas miedo… Solo el hecho de que estuvieses cerca de mí ya me

aterraba…

ABRAHAM: (Irónico). Claro que sí, soy un monstruo…

ISAAC: Sentía tu mirada en mi cabeza, atravesándome, juzgándome.

ABRAHAM: ¡Hice lo que creía mejor para ti, pero no soy perfecto! (Pausa breve). Yo

tenía planes. Tenía…, tenía…

ISAAC: ¿Qué tenías?

ABRAHAM no responde.

ISAAC: (Se sienta en el sillón). ¿La vida que me contaste por e-mail? ¿Esa vida?

ABRAHAM: Otra vida. Sencillamente eso.

ISAAC: ¿Un escritor reconocido, con premios y dedicado en cuerpo y alma al arte? Sin

hijos, sin mujer, sin nada que te distrajese… Solos la literatura y tú, ¿no?

ABRAHAM: Vuelves a burlarte.

ISAAC: …Dedicándote a la docencia no como necesidad, sino para transmitir tu gran

experiencia. Como un favor a la sociedad, no como un castigo.

29
ABRAHAM: ¡¿Y no es eso lo que tú también desearías?! ¡¿Ser el gran actor que

esperabas?!

ISAAC: Tu venganza a la vida tenía que ser yo, ¿verdad? Yo tenía que conseguir lo que

tú no habías podido. Tenía que ser alguien para que tú trascendieras en mí.

ABRAHAM: Y sin embargo eres insignificante. Menos que yo. No eres nadie.

ISAAC: Te equivocas. He vivido la vida que quería vivir. ¿Puedes tú decir lo mismo? No

salió como quise, es cierto; pero lo hice y sigo viviéndola. Eso me hace ser

mucho más que tú. ¿Quién es el cobarde?

En el coche. ABRAHAM conduce. A su lado, ISAAC, de dieciocho años, que mira por

la ventanilla distraído. Suena Johnny Cash en la radio: “Love is a burnin’ thing, and

it makes a fiery ring. Bound by wild desire, I fell into a ring of fire”. Ambos

permanecen en silencio unos segundos.

ABRAHAM: (Bajando la música). Ya estamos cerca.

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: Quedarán unos 10 kilómetros, más o menos.

ISAAC: Vale.

Pausa.

ABRAHAM: Estás muy callado.

ISAAC: Y tú muy hablador.

ABRAHAM: Es que es un día… En fin, especial.

ISAAC: ¿Por qué?

ABRAHAM: Bueno, te vas a la universidad.

ISAAC asiente.

ABRAHAM: ¿Nada que decir?

ISAAC: No sé qué quieres que diga.

30
ABRAHAM: Algo estarás pensando. Es un momento importante, ¿no?

ISAAC: Voy medio dormido.

ABRAHAM: Ya. (Busca a tientas una cajetilla de tabaco).

ISAAC: ¿Qué haces? ¿Vas a fumar conduciendo?

ABRAHAM: ¿Y a ti qué te importa?

ISAAC: Está prohibido.

ABRAHAM mira a ISAAC, burlón. Conduce con una mano y con la otra fuma.

ISAAC: Puedes distraerte y hacer que choquemos.

ABRAHAM: Llevo conduciendo veinte años. ¿Me quieres enseñar tú ahora?

ISAAC: Das un ejemplo genial a tu hijo. Estarás orgulloso.

ABRAHAM: ¿Vas a decir más payasadas?

Pausa.

ISAAC: En realidad sí pensaba en algo. No sé qué te parecerá.

ABRAHAM: A ver qué vas a decir…

ISAAC: He pensado que…, que bueno, que podría buscarme un trabajillo a la vez que

estudio. Para ayudarte y…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). ¿Para ayudarme?

ISAAC: Sí, para ayudarte y pagarme mis propios gastos.

ABRAHAM: ¿Qué gastos?

ISAAC: Pues… No sé. Los que tenga.

ABRAHAM: ¿Acaso soy un pobretón para que tengas que “ayudarme”?

ISAAC: Yo no he dicho eso.

ABRAHAM: ¿Qué pasa? ¿No te doy suficiente o qué?

ISAAC: No estamos hablando de lo mismo.

31
ABRAHAM: Tú lo que tienes que hacer es estudiar. Nada más que eso. ¿Yo te he pedido

acaso que trabajes?

ISAAC: No hace falta que tú me lo pidas. Yo solamente…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). A tu edad ya estaba yo trabajando. Yo sí que tuve que

trabajar para pagarme los estudios; tú no tienes ninguna necesidad de ello.

ISAAC: Mira, déjalo. No he dicho nada.

ABRAHAM: Mejor.

Pausa.

ABRAHAM: (Tamborileando en el volante). Te aseguraste de que tenías todo, ¿verdad?

ISAAC: Creo que sí.

ABRAHAM: ¿Crees?

ISAAC: Lo tengo todo.

ABRAHAM: De todas formas, ya no íbamos a volver.

ISAAC: Que no te preocupes.

ABRAHAM: Yo te lo advertí. Si te olvidas algo, vuelves tú a por ello.

ISAAC: ¡Que sí! Ya lo sé.

ABRAHAM: Desde luego, la guitarrita no se te ha olvidado.

ISAAC: Ya estamos…

ABRAHAM: Ya estamos, ¡no! Aquí vienes a lo que vienes, no a perder el tiempo.

ISAAC: No voy a perder el tiempo.

ABRAHAM: Entonces, ¿por qué coño la traes?

ISAAC: No te gusta que toque la guitarra, no te gusta que haga teatro…

ABRAHAM: Eso no responde a mi pregunta.

ISAAC no responde.

ABRAHAM: ¿No dices nada?

32
ISAAC: No tengo nada que decir.

ABRAHAM: ¿Desde cuándo necesitan los médicos una guitarra? ¿O saber actuar?

ISAAC: ¿Puedes parar?

ABRAHAM: No, no. Cuéntamelo, que yo no lo sé.

ISAAC: Pf.

ABRAHAM: Pf, ¿qué? ¿Hay una optativa de “guitarrita” en medicina?

ISAAC: ¿Por qué dices “guitarrita”? ¡Joder!

ABRAHAM: ¿Qué has dicho?

ISAAC: Nada…

ABRAHAM: Que qué has dicho, te he preguntado.

ISAAC: Se me ha escapado, ¿vale?

ABRAHAM: Que sea la última vez que dices una palabra malsonante.

ISAAC: Tú siempre hablas como te da la gana.

ABRAHAM: ¡Pero yo soy tu padre, coño!

Pausa.

ABRAHAM: Tienes que ser el mejor. ¿Te enteras? Dejarte ya de tonterías. No quiero que

me decepciones. Del piso a la facultad y de la facultad al piso. Nada de salir

por ahí por la noche ni de novias; que nos conocemos… Nada de teatrito, ni de

formar grupitos de música, ni de actuaciones, ni de más tonterías, ¿estamos?

Ya no eres un niño. Eso es lo que dices siempre, ¿no? Pues tienes que

demostrarlo. En la universidad te vas a encontrar a todo tipo de personas.

Habrá mucho descarriado por allí que no sabrá ni qué está haciendo con su

vida. Esa gente es peligrosa. No te dejes influenciar por ellos. No puedes

perder el tiempo. Y habrá otros que querrán pisarte, pasar por encima de ti

como si fueras una cucaracha. Esos son aún más peligrosos; no lo permitas.

33
Tienes que ser tú el que los aplaste, ¿me entiendes? Debes tener tu objetivo

bien claro y no perderlo de vista ni un solo segundo. Así no podrán contigo.

Porque siempre que duermas, habrá alguien que estará trabajando. Y ese

alguien tienes que ser tú. ¿Me estás escuchando?

ISAAC: Sí.

ABRAHAM: Y ahora abre bien las orejas, porque lo que te voy a decir es importante.

Otros te dirán lo contrario. Te contarán milongas y te engañarán. Pero yo te

voy a decir la verdad, porque soy tu padre y porque debo hacerlo. No voy a

dejar que seas un fracasado. ¿Me oyes o no?

ISAAC: Te he dicho que sí.

ABRAHAM: Olvida tus sueños. Los sueños no dan de comer. Termina medicina, sé el

mejor en eso, consigue un buen trabajo y conviértete en alguien. Mata a tus

sueños. No sirven para nada. Sé lo que digo.

ISAAC: Vale.

ABRAHAM: ¿Cómo que vale? ¿Eso es lo único que…?

ISAAC vuelve a subir la música, interrumpiendo a ABRAHAM. Oímos de nuevo a

Johnny Cash: “If I could start again, a million miles away, I would keep myself… I

would find a way”.

ABRAHAM: Bájalo.

ISAAC: ¿Por qué?

ABRAHAM: ¡Porque te lo estoy diciendo yo!

ISAAC: ¿Qué más te da?

ABRAHAM: No puedo hablar así.

ISAAC: Pues no hables más.

ABRAHAM: No he terminado.

ISAAC: ¡Pero es que no quiero escucharte más!


34
ABRAHAM: ¡Baja la música si no quieres que pare el coche y dé la puta vuelta!

ISAAC suspira y baja la música. Da un golpe en el salpicadero.

ABRAHAM: ¡Manda cojones el niño…!

ISAAC: ¡Déjame tranquilo!

ABRAHAM: Tenías que cabrearme. ¡Tenías que hacerlo!

ISAAC: ¡Te has cabreado tú solo! Eres un coñazo, tío. ¡No te aguanto!

ABRAHAM: ¿Que qué?

ISAAC: Lo que oyes. ¡Por fin te pierdo de vista!

ABRAHAM: ¿Que soy un coñazo?

ISAAC: ¡Que sí! ¡Cállate ya, joder!

ABRAHAM vira el volante del coche.

ISAAC: ¿Qué haces?

ABRAHAM: Volver a casa. Tú haz lo que quieras, pero a mí no me hablas así.

ISAAC: No hagas esto. Empiezo la universidad mañana.

ABRAHAM sigue conduciendo.

ISAAC: Para. Seguiré andando.

Pausa.

ISAAC: ¡Que pares! ¿Me estás oyendo? ¡Que pares o me tiro con el coche en marcha!

ABRAHAM: (Crispado, para el coche a un lado de la carretera). Quizá debería dejar que

hicieras eso.

ISAAC: Te gustaría, ¿verdad? Así podrías deshacerte de mí.

ABRAHAM: (Suspira). No debería haber dicho eso. He perdido los nervios.

ISAAC baja del coche y, crispado, saca sus maletas. Tras esto, comienza a andar por

el arcén de la carretera. ABRAHAM baja del coche y toca el claxon. ISAAC sigue

andando.

ABRAHAM: ¿Dónde vas así? Móntate en el coche.


35
ISAAC: (Volviendo sobre sus pasos, se planta frente a ABRAHAM). ¿Sabes? Nunca me

dijiste por qué se murió mamá. Lo cierto es que nunca lo he necesitado.

Cuando te veo, cuando te oigo… La respuesta aparece sola.

ABRAHAM amaga una bofetada.

ISAAC: ¡Venga, pégame! Lo estás deseando. Disfrutas haciéndolo, ¿a que sí? ¡Pégame!

ABRAHAM, tras amagar una nueva bofetada, se monta en el coche y se marcha.

ISAAC queda solo con sus maletas.

XI

El presente.

ISAAC: Cuando hablábamos… Estas semanas, mientras hablábamos… Llegué a

pensar… Pensé que podríamos habernos llevado bien. Me caía bien ese tipo

con el que hablaba. Incluso tenías sentido del humor.

ABRAHAM: Siempre lo tuve.

ISAAC: Por momentos… Por momentos, olvidaba que eras tú.

ABRAHAM: …Pero era yo.

ISAAC: Me habría gustado ser otro y aparecer aquí, en tu puerta. (Sonríe). Creía que

odiabas a Johnny Cash.

ABRAHAM: Para nada.

ISAAC: Y ni siquiera sabía que te gustaban los western.

ABRAHAM: Me encantan.

ISAAC: También a mí.

ABRAHAM: Lo dijiste.

ISAAC: Nunca vimos uno juntos.

ABRAHAM: ¿Vas a proponer que veamos Sin perdón ahora?

ISAAC: No. Pero…


36
ABRAHAM: ¿Qué?

ISAAC: Nada. (Pausa breve). Bueno, que la tengo, si se da el caso.

ABRAHAM ríe repentinamente.

ISAAC: ¿Qué pasa?

ABRAHAM: Estaba pensando… Estaba pensando que Sin perdón es un título bastante

apropiado para nosotros.

Ambos ríen. Pausa. Se miran, extrañados de su repentina complicidad.

ISAAC: Nunca hacíamos nada juntos.

ABRAHAM: No.

ISAAC: No somos tan distintos: insignificantes, tú lo has dicho.

ABRAHAM: Claro que somos distintos. Tú tuviste opción.

ISAAC: Tú también.

ABRAHAM: No como tú.

Pausa.

ISAAC: ¿Qué has hecho todo este tiempo?

ABRAHAM: ¿Desde que dejamos de vernos?

ISAAC asiente.

ABRAHAM: ¿Quieres saberlo?

ISAAC: Sí. Te he preguntado.

ABRAHAM: No hay mucho que contar. Dejé de fumar.

ISAAC: Lo he notado. ¿Seguiste enseñando?

ABRAHAM asiente.

ISAAC: ¿Y es cierto que has vuelto a escribir?

ABRAHAM: Sí. Más o menos.

ISAAC: Me gustaría leerlo cuando termines. También esos textos que ibas a darme, si te

parece bien.
37
ABRAHAM: No valen nada.

ISAAC: Me gustaría leerlos de todos modos.

ABRAHAM: Bah.

ISAAC: (Señalando). ¿Son esos?

ABRAHAM avanza hacia ellos y los coge con intención de esconderlos entre las pilas

de libros.

ISAAC: (Interceptándolo). ¿Qué haces?

ABRAHAM: ¡Te he dicho que no valen nada!

ISAAC: Pero quiero leerlos.

ABRAHAM: ¡No!

ISAAC trata de quitarle los textos. ABRAHAM se resiste. Forcejean.

ISAAC: ¿Qué haces?

ABRAHAM: ¡Suéltalos!

ISAAC: ¿Qué coño te pasa?

ABRAHAM: ¡No los toques!

Continúan forcejeando hasta que los textos se resquebrajan, cayendo los restos al

suelo. Se miran.

ISAAC: Lo siento. No quería…

ABRAHAM se agacha y recoge los restos sin levantar la mirada del suelo,

contemplándolos detenidamente.

ISAAC: Lo siento.

Pausa. ABRAHAM continúa recogiéndolos con extremo cuidado.

ISAAC: ¿Volviste a conocer a alguien? Dijiste que no tenías mujer, pero…

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). No.

ISAAC: …También dijiste que no tenías hijos.

Pausa.

38
ABRAHAM: ¿Por qué le pusiste ese nombre? A tu hija.

ISAAC: Ya no recuerdo a mamá. Lo intento. Recuerdo…, recuerdo algunos olores.

Recuerdo su ropa… Pero su voz, su cara… Sentía que se lo debía.

ABRAHAM: Apenas tenías cuatro años.

ISAAC: Lo sé.

ABRAHAM: Ella… (Suspira).

ISAAC: ¿Qué?

ABRAHAM niega con la cabeza. Pausa.

ABRAHAM: ¿Y tú? ¿Mujer, hija, divorcio y paro? ¿Algo más?

ISAAC: No es tan simple. Y no estoy en el paro.

ABRAHAM: ¿Entonces?

ISAAC: Tengo trabajo esporádico de lo mío… Y además hago otras cosas… Alguna

clase a niños y… Bueno, a veces hago algunas horas en un bar…

ABRAHAM: Poniendo copas.

ISAAC: Ajá.

ABRAHAM: A tu edad…

ISAAC: Sí, a mi edad.

Pausa.

ISAAC: No dejo de preguntarme… Siempre he querido… (Suspira). Quiero hacerte una

pregunta. Creo…, creo que ya tengo la respuesta. Pero necesito oírlo de ti.

ABRAHAM: Si ya sabes la respuesta, ¿por qué necesitas preguntarlo?

ISAAC: Lo necesito.

ABRAHAM: Adelante, pues.

ISAAC: (Negando con la cabeza). Será mejor que me vaya.

ABRAHAM: ¿Ya?

39
ISAAC: Sí. Es demasiado tarde para todo esto; no tiene ningún sentido ya.

ABRAHAM: Espera.

ISAAC: No debería de haber venido. Me marcho.

ABRAHAM: ¿Qué pregunta?

XII

ISAAC, de unos siete años, dibuja relajadamente en su habitación, usando para

ello todo tipo de colores. ABRAHAM entra, lo cual hace que ISAAC deje de dibujar

y tape el dibujo.

ABRAHAM: ¿Has terminado los deberes?

ISAAC: Casi.

ABRAHAM: ¿Casi?

ISAAC: Me queda muy poquito.

ABRAHAM: Termínalo ya y me los enseñas.

ISAAC: Vale.

Pausa.

ABRAHAM: ¿Y qué hacías?

ISAAC: Nada.

ABRAHAM: Isaac, no me mientas…

ISAAC: Bueno, estaba dibujando…

ABRAHAM: Qué te gusta perder el tiempo.

ISAAC: Pero acababa de empezar…

ABRAHAM: A ver, enséñame el dibujo.

ISAAC le alcanza el dibujo.

ABRAHAM: ¿Qué es esto?

40
ISAAC: Somos nosotros… (Señala con el dedo). Ese eres tú, ese soy yo y…, y esa de ahí

es mamá.

ABRAHAM sostiene tenso el dibujo. ISAAC saca sus deberes, disponiéndose a seguir

trabajando en ellos.

ABRAHAM: Esto está mal.

ISAAC le mira sin comprender.

ABRAHAM: ¿Qué te enseñan en el colegio?

ISAAC: ¿Por qué está mal?

ABRAHAM: Estoy pintado de negro. Y tú de rojo.

ISAAC: A mí me gusta así…

ABRAHAM: Pero es que los seres humanos no somos ni rojos ni negros, ¿entiendes? Las

cosas son como son, no como tú quieras; tú no puedes decidir. (Suspira).

Venga, hazlo de nuevo.

ISAAC: ¿Y los deberes?

ABRAHAM: Haces el dibujo de nuevo, coloreado como debe de estar coloreado, y me lo

enseñas. Y después terminas los deberes y me los enseñas también.

ISAAC: Vale.

ABRAHAM: Pues venga, a trabajar. (Inicia su marcha).

ISAAC: Coloreados como deben de estar coloreados, ¿qué significa? ¿Que nos coloree a

ti y a mí como a mamá?

ABRAHAM: …Sí.

ISAAC: ¿Naranja está bien? Es que no tengo color carne.

ABRAHAM: ¡QUE SÍ!

ISAAC se espanta por el grito.

41
ABRAHAM: Lo siento. (Pausa breve). ¿Sabes qué? Mejor déjalo. No está tan mal. (Se

guarda el dibujo). Ponte a hacer los deberes, que ya está bien de perder el

tiempo, y ya lo sabes para la próxima vez. (Coge los lápices de colores). Me los

llevo por si acaso, que nos conocemos. A trabajar, ¿eh?

ISAAC comienza a hacer los deberes. ABRAHAM queda mirándolo durante unos

segundos. Su mirada es indescifrable.

XIII

¿El presente?

ISAAC: ¿Recuerdas aquel día en la piscina?

ABRAHAM: ¿Qué?

ISAAC: Cuando me quitaste los manguitos y me tiraste a la piscina. No sabía nadar.

ABRAHAM: Y por eso te los quité. Quería que aprendieras.

ISAAC: Me hundí hasta al fondo.

ABRAHAM: Después de eso aprendiste.

ISAAC: Sí. Pero estuve muy cerca de ahogarme.

ABRAHAM: No. Te saqué del agua.

ISAAC: Tardaste en hacerlo.

ABRAHAM: Pero te saqué. Salté a por ti.

ISAAC: ¿Por qué tardaste?

ABRAHAM: No lo sé. ¿Esta era tu pregunta? Hace mucho tiempo de aquello.

ISAAC: ¿Hubieras preferido que me ahogase? ¿Por eso tardaste? Por un par de

segundos… O aunque fuese por medio segundo… ¿Te lo planteaste? ¿Pensaste

que era mucho mejor para ti librarte de esta carga, de este estorbo,

aprovechando la oportunidad que se te presentaba? O quizá… ¿Me lanzaste

porque sabías que me ahogaría?

42
Pausa.

ABRAHAM: Yo escribía desde pequeño. Al principio cuentos, pequeños relatos… Cosas

sencillas. Me gustaba y le dedicaba mucho tiempo desde muy joven… Más o

menos desde la edad en que tú empezaste con el teatro.

ISAAC: No has dicho “teatrito”.

ABRAHAM: Ya ves.

ISAAC: Gracias.

ABRAHAM: Siempre me dijeron que valía, que tenía talento. Me alentaron a seguir

escribiendo, me introdujeron ideas en la cabeza… Pensaba que estaba

destinado a algo…, a algo más, que era especial… Todos lo creían. Mis

profesores, mis amigos… Mis padres, ellos pusieron tantas esperanzas en mí…

Todos. Yo tenía que ser alguien. Al principio ganaba todos los premios

juveniles, los certámenes… Y las expectativas no paraban de crecer. Yo ya

tenía perfectamente claro qué tipo de vida tendría, qué tipo de hombre sería.

ISAAC: ¿Esa es la razón por la que…?

ABRAHAM: (Interrumpiéndole). Déjame seguir. No he terminado.

ISAAC: (Bajando la cabeza). Lo siento.

ABRAHAM: Cuando salí de aquella burbuja… Y tuve que enfrentarme a la realidad…

Los halagos dejaron de llegar, los premios ya no eran tan sencillos de

conseguir… Yo no era el único especial. Éramos cientos de “especiales”

buscando lo mismo. Y las expectativas… Las expectativas cayeron. Se

transformaron. Ya nadie esperaba nada de mí. Ni siquiera tu madre. Nos

conocimos muy jóvenes… (Suspira). Pero yo sí. Yo seguía esperando mucho.

ISAAC: ¿Y qué pasó?

43
ABRAHAM: Quise creer que aceptaba…, que había aceptado lo que me deparaba la vida.

Nos casamos, tú naciste… Me gané una plaza como profesor en este maldito

pueblo, donde nada ocurre y nunca pasa nada… Lo que te dicen que debe

hacerse, ¿cierto? Y empecé a enseñar… (Ríe). ¿Enseñar, qué? No había hecho

nada, ¿qué podía enseñar?

ISAAC: Y entonces, mamá…

ABRAHAM: No. Primero…, primero ocurrió algo. Llevaba un tiempo escribiendo una

novela. La había dejado aparcada una y otra vez.

ISAAC: La que encontré.

ABRAHAM: Yo no sabía escribir por diversión, aquello debía tener una finalidad. La

diversión es una pérdida de tiempo. Era incapaz de escribir solo para…, para…

ISAAC: (Tras un par de segundos). ¿Autorrealizarte?

Pausa.

ISAAC: ¿Papá?

ABRAHAM: ¿Qué?

ISAAC: Te has quedado callado…

ABRAHAM: …Envié un fragmento a varias editoriales. Ya lo había hecho antes. Nunca

respondían o lo hacían con evasivas. Pero esta vez fue distinto.

ISAAC: Te publicaron.

ABRAHAM: Más o menos. Aceptaron publicarla cuando terminase. (Ríe). ¡Una de las

grandes iba a publicarme! Me dieron un plazo, firmamos un precontrato

bastante suculento… Mis padres habrían estado orgullosos de mí. Nunca los

conociste, ellos… (Suspira). Tu madre decía estar orgullosa de mí. Yo mismo

estaba orgulloso de mi logro.

ISAAC: ¿Y entonces?

44
ABRAHAM: Me preguntas si hubiera preferido matarte, sacrificarte. Si hubiese querido

que nunca nacieras. (Pausa breve). Era inestable… (Mira fijamente a ISAAC). Tu

madre… Muy inestable. Tú no la recuerdas… Ella… Me dejó solo contigo,

tomó el camino fácil. Y yo tuve que ocuparme de ti… No cumplí el plazo y

perdieron el interés. Conseguí que otra editorial más pequeña lo publicase…

¡Pero nadie quiere leer seiscientas páginas de un desconocido! Fue un fracaso.

Nunca volvieron a publicarme. Decían que no era rentable. (Ríe). No era

rentable… Dejé de escribir. Así, sin más. Y entonces me dediqué enteramente

a ti. A moldearte. A hacértelo fácil.

ISAAC: Conozco el resto de la historia. Puedes parar.

ABRAHAM: Sí, no lo negaré. Deseé que te ahogaras aquel día. Y volví a desearlo más de

una vez después de aquello.

ISAAC: No quiero seguir escuchándote.

ABRAHAM: ¡Me fagocitaste! Te llevaste mis mejores años… ¡Yo no quería ser padre!

¡Quería otra vida!

ISAAC: ¡Cállate! ¡Yo no elegí ser tu hijo!

ABRAHAM: ¡Tu madre y tú os llevasteis mi vida! ¡Eso era lo único en que podía pensar

cada vez que te miraba…!

ISAAC se dirige hacia la puerta y la abre.

ABRAHAM: Y ahora insúltame. Grítame, pégame, hiéreme, mátame. ¡¿Por qué no me

pegas una bofetada?! ¡¿Eh?! ¡Yo te pegué muchas, devuélvemelas! Haz lo que

sea. ¡Castígame! Pero no te vayas. ¡Por favor, no te vayas de nuevo! ¿Por qué

no dices nada? He esperado todo este tiempo a que volvieras a aparecer por esa

puerta… No me dejes solo. Prefiero que me insultes a que te vayas. Hubiera

45
dado cualquier cosa porque nunca te hubieses ido. Soy tu padre. Tú no elegiste

ser mi hijo, pero lo eres. Seamos padre e hijo. No me dejes solo.

ISAAC lo mira desde la puerta. ABRAHAM le sostiene la mirada. Sus figuras se

reflejan en los espejos. “If I could start again, a million miles away, I would keep

myself… I would find a way”. La luz va perdiendo intensidad hasta que ya solo el

sillón vacío queda iluminado -durante un par de segundos-, antes del completo…

OSCURO.

46

También podría gustarte