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D e l i e R o u g e

MIS MEMORIAS
DE ESCRITORA
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA
DELIE ROUGE

MIS MEMORIAS
DE ESCRITORA

SANTIAGO DE CHILE
Talleres Gráficos Casa Nacional del Niño
19 4 3
ADVERTENCIA

"DOLOR" y este libro son para mi hija; quiero


que ella sepa cuánto he tenido que luchar en la vida,
no sólo en la existencia cotidiana sino también en
mi ruda labor de escritora.
Muchos pensarán que deseo echarme incienso;
si el incienso exhaló de estas páginas no es obra mía,
sino de los hechos y de quienes bondadosamente
me lo prodigaron.
eeeeooseesoseeoooGoosBesseeoeosososeseeooseooss

Mis memorias de escritora


Hija mía, creo que la narración de mi ruda y contrariada
labor de escritora puede ser para ti un estímulo, a la vez que
un entretenimiento. Por eso te narraré con detalles todos los
obstáculos que he tenido que vencer y todo lo que he sufrido,
sin cejar ni un ápice y sin desmayar ni un instante.
Siempre he pensado que los seres llegan a la vida con ciertas
tendencias heredadas y que éstas aumentan o disminuyen según
el carácter y la fuerza de voluntad que se despliega.
La persona de carácter firme, enérgico y decidido, siempre
triunfa; pero la que tiene un carácter débil, sin energía y vaci-
lante, jamás llega a ver la realización de su ideal.
Escribo porque nací escritora, lo tengo por herencia. Mi padre
en su juventud, fué un buen escritor satírico que, con su pluma
fina y cáustica, moralizó un pueblo del norte de Chile de costum-
bres depravadas. (Mi misma tendencia: batallar con la pluma).
El con varios amigos sostuvieron, por mucho tiempo, un perió-
dico que tenía por único fin censurar los vicios y la vida corrom-
pida de los mandatarios.
Dos de mis hermanos son escritores y mis primos los De
Ferrari Rojas, casi todos escriben con pseudónimo. J u a n Carrera
es mi primo Manuel De Ferrari Rojas y Elena Ivens —la Direc-
tora de la Revista "EVOLUCION",— fué mi prima Sofía, quien
murió en los Estados Unidos batallando por su ideal.
Está en mi sangre ser escritora.

En esta narración no omitiré detalles ni a favor ni en contra.


Será como una confesión que te hará tu madre para que tú,
si tienes que luchar en la vida, encuentres en su ejemplo fuerzas
y valor para triunfar.

Desde muy niña sentí inclinación a las letras. Tan pronto


supe leer, empecé a devorar libros que, muchas veces no com-

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prendía; pero que yo leía y releía. Era como u n ansia de saber


que me devoraba. (Esta misma ansia la hé conservado hasta hoy
día que ya cuento bastante abriles).
Tenía doce años cuando decidí escribir mi Diario. Compré un
voluminoso cuaderno de papel de imprenta con gruesas tapas
de cartón. Allí anotaba mis impresiones, lo que hacía en el cole-
gio, lo que me pasaba en m i casa y las conversaciones con mis
amigas. U n día, una de ellas, se puso a registrar mi pequeño es-
critorio donde hacía mis tareas y dió con mi cuaderno que, indis-
cretamente empezó a leer en voz alta; yo quise quitárselo; ella
corrió f u e r a de la habitación, hacia el patio, yo la seguí. Después
de recorrer casi toda la casa, abriendo y cerrando puertas, al fin
jadeantes las dos, sostuvimos una lucha tan encarnizada que el
cuaderno quedó hecho mil pedazos. Yo furiosa rompí en_ dimi-
nutos pedacitos lo que restaba de m i Diario y lo arrojé a la
basura. Desde ese día no volví a escribir, hasta que, transcurrido
algunos años, ya era jovencita, lo empecé nuevamente. Necesitaba
expansionar m i espíritu, sentía ansias de desahogo pero no quería
comunicar a nadie mi sentir más íntimo. Siempre se m e ha juz-
gado indiscreta; pero no es así. Mi yo íntimo, nadie lo conoce
—exceptuando la amiga del alma, la que es para mí como una
hermana, ella es la única que ha penetrado en lo más recondito
de m i corazón; los demás seres que me t r a t a n conocen sólo mi
superficie. , . T
Noté al escribir m i Diario que m i ortografía era pésima. Le
manifesté a mi p a d r e el deseo de estudiar castellano, y él —que
nunca m e negó algo— me dijo que buscara profesor.
Me apersoné al Dr. don J u a n Serapio Lois, quien hacia clases
en el "Liceo de Hombres". (1). )(
"Señor, quiero que m e enseñe castellano .
Me miró curioso e indeciso. Yo, en aquel entonces, era_muy
pequeñita de estatura. Tenía dieciséis años y parecía u n a rana de
diez Recuerdo cierta vez que le oí a un caballero: No es fea la
niñita, ¡qué lástima que sea pigmeita!" Lo dijo en voz m u y baja,
pero yo alcancé a oír. Sentí una pena inmensa y desde ese aia mee
todo lo h u m a n a m e n t e por crecer. Lo^conseguí: no soy alta; pero
tampoco llamo la atención por pequeña.
Como dije, don Serapio m e miró curioso e indeciso.
—"Le pago la clase como visita de médico", — insistí.
—"Bueno, señorita, le daré u n a clase a la semana .
Cada cinco lecciones le entregaba diez pesos en u n sobre.
(En aquel entonces la visita del médico valia dos pesos) Las
lecciones duraron tres meses, durante ese tiempo m i profesor
más que enseñarme castellano, cuidó de hacerme perder las creen-
(1) De la ciudad de Copiapó.
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MIS MEMORIAS DE ESCRITORA

cias religiosas que yo había recibido en el colegio de las monjas


almenasa donde me eduqué. Se valía de los temas de composición.
Recuerdo que una vez me dijo:
—"Señorita, desarrolle para la próxima clase: "Jesucristo f u é
un bandido".
Lo miré asombrada y resuelta le contesté:
—"Señor, deme otro tema, ese no puedo desarrollarlo".
—"¿Por qué, señorita?"
—"Porque no acepto que Jesucristo haya sido un bandido. Un
hombre que predicó tan sublime doctrina no puede haber sido u n
bandolero".
—"Señorita, todos mis alumnos lo han desarrollado" — pro-
testó.
—"Señor, todos sus alumnos serán tontos que no piensan,
porque quien piensa un poco ve claramente que eso no es ve-
rídico". . .,
En ve'z del tema propuesto por él, hice una composicion
titulada: "LA BEATA REVOLTOSA". Fué mi primer trabajo ob-
servado en la vida. Siento no conservarlo, junto con otras compo-
siciones hechas con mi profesor; fué devorado por el fuego algu-
nos meses después de mi matrimonio.
Escribí mi Diario de juventud lleno de inquietudes, ilusiones
y desengaños hasta que conocí a tu padre. El me pidió que no
lo continuara porque en él debía depositar toda mi confianza.
Pocos días después de nuestro matrimonio fué destruido. Entre
rojas llamas vi desaparecer para siempre la historia de mi alegre
y feliz juventud. Si debo ser sincera, hija mía, te diré que cuando
vi retorcerse entre las llamas los cuadernos que encerraban mis
sueños, mis ilusiones y toda mi vida de soltera, sentí un dolor
inmenso. Era como algo que se iba para siempre,_ como algo que
se desgarraba en mi alma. Tu padre miraba indiferente, insensi-
ble la destrucción de mis cuadernos. , .
' Después ¡cuántas veces he anhelado tenerlos! leer esas pagi-
nas, sentir mi alma de niña juzgada por mi cerebro de m u j e r .

Tenías tú cuatro años cuando empezó para mí una vida muy


llena de dolor. Me sentí ¡sola! y otra vez el ansia de saber volvio
a devorarme Tú ya estabas grandecita, no me demandabas m u c h o
trabajo; mi tiempo quedaba libre, no tenía casa que manejar:
vivíamos en una pensión. ¿Qué hacer que llenara mi vida? Pense
dedicarme al arte de la pintura y conseguí entrar como alumna
en la Escuela de Bellas Artes. Muchas horas del día las pasaba
dibujando. De una a tres —horas en que tú dormías la siesta—
yo las ocupaba en tiznar papel con carbón de sauce. Esto no rae
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satisfacía por completo. Mi espíritu buscaba algo, era otra cosa


lo que yo anhelaba; pero, yo misma no sabía definirlo.
¿Fué el destino?... Jamás sabré explicármelo. Un domingo
m e hacía compañía mi hermano Luis, quien era en ese tiempo,
cadete de la ^Escuela Militar; nos hallábamos en mi saloncito. El
sentado frente a mi escritorio y yo en una mecedora. De repente
le dije: "Escribe; sírveme de Secretario", y le dicté la primera
frase del primer artículo de mi folleto "MIS OBSERVACIONES".
No nos ocupamos más del asunto. Seguimos conversando de
otras cosas. Cuando mi hermano se fué, —por casualidad me
acerqué al escritorio y leí lo que él había escrito dictado por mí.
¡Vaya! —me dije— esto tiene sentido y se puede hacer un artícu-
lo. Inmediatamente me puse a escribir como impulsada por una
fuerza extraña. Escribí esa tarde más o menos la mitad del artícu-
lo. Terminado éste hice otros, así, hasta que tuve varios. Todos
trataban profundos temas sociales, expresados sin ninguna belleza
literaria. Cuando ya tuve seis artículos pensé editarlos. Yo nece-
sitaba que el público conociera mi producción que yo consideraba
de primer orden. Hoy llamo a mi folleto: "El aborto de mi es-
píritu".
Por aquel mismo tiempo, —el Destino también lo quiso—
conocí a Armando Donoso. El se interesó por mi trabajo y guió
mis primeros pasos en la senda del Arte. Me facilitó muchos
buenos libros que leí, más bien dicho devtfré, y héme nuevamente
entregada de lleno a mi inclinación favorita. Comencé mi Diario
—que no escribía desde muchos años atrás— en él explayaba mis
emociones y mis pensamientos.
Comprendí que las letras eran mi única salvación en el fra-
caso de mi vida, y me di a ellas con toda la vehemencia de mi
espíritu.

El 23 de abril de 1915, en un folleto, entregué al público


seis artículos con el pomposo título dé "MIS OBSERVACIONES".
Acompañada de don Isidoro Palacios, —un caballero español
muy dado a las letras, con quien sostenía largas conversaciones
sobre literatura y de quien era muy amiga— me presenté ante
el autorizado crítico Omer Emeth. Hoy, al repordar mi audacia
me da risa; depositaba en sus propias manos un folleto cuyo
primer artículo trataba el divorcio.
Omer Emeth en sus crónicas ni siquiera lo mencionó.
Por aquel entonces 1915, se echaban las bases del "Club de
Señoras" y el crítico Belisario Gálvez, quien firmaba con el
pseudónimo de Pedro Sánchez, en extensos artículos atacaba la
idea de aquel proyecto. (Quien iba a pensar en ese tiempo que,
muchos años después, le oiría hablar desde la tribuna del "Club
de Señora").
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MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

Aproveché la actitud hostil del crítico y le envié mi folleto


subrayado de rojo las partes más atrevidas.
Pedro Sánchez estalló con este furibundo artículo:

"LITERATAS CHIRLES"
"Tengo sobre mi mesa de redacción un folleto titulado: "Mis
observaciones", antifirmado por un nombre que considero pseu-
dónimo: Delie Rouge. Doblo la cubierta y me encuentro con la
dedicatoria: "Homenaje a mi anciano padre, quien nunca puso
trabas a mi pensamiento". Así dice.
Confieso que me interesó la forma unipersonal, absoluta y
terminante de las leyendas: mis observaciones, mi padre nunca
puso trabas a mi pensamiento. He aquí, pensé, un hombre que
desde chico ha sido un genio o ha tenido mal genio. Porque en
cierta edad los pensamientos de las criaturas no sólo necesitan
trabas sino azotes. Cuando no ha habido esto, es porque estamos
en presencia de un Pascal o de un Beethoven, que se mostraron
superiores aun en la primera edad, o porque estamos en presen-
cia de un cascarrabia que no aguantó pelos en el lomo y se
desesperaba gritando, apenas hacían amago de corregirlo. Queda
todavía una tercera hipótesis: que el padre en cuestión no supiera
o no pudiera poner las trabas de marras, como hacen tantos pa-
dres. Pero no hay antecedentes para pronunciarse sobre el parti-
cular.
Continúo leyendo. He aquí el prefacio. Está escrito en estilo
firme e imperativo. Comienza diciendo: "Nacemos con ciertas ten-
dencias: una de las mías es observar. Estos artículos son frutos
de mis observaciones... "Sé que están escritos sin arte y en un
estilo vulgar".
Mi interés va en aumento. Se trata de un escritor honrado,
me digo. Expresa las cosas en frases cortas y que no admiten ré-
plica. Me inclino pues a creerle desde luego cuando asegura que
sus artículos están escritos sin arte y en un estilo vulgar.
Primer artículo y también primera desilusión.. Titúlase: "Re-
lación que existe entre el divorcio y la educación de la mujer".
Y el primer párrafo del artículo es ya un petardo: "En este país
dos cosas se hacen completamente necesarias para el bienestar
social y el progreso, y son: educar mejor a la mujer y establecer
la ley de divorcio".
Confieso mi debilidad: tuve paciencia de leer el artículo
entero porque deseaba conocer las relaciones que podían existir
entre el bienestar moral, el progreso y el divorcio con disolución
del vínculo matrimonial propiciado por el articulista, pues al que
existe actualmente entre nosotros le llama "ley estúpida". Por su-

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D É L I E R O U G E

puesto como pudo poner divorcio pudo poner la fabricación de


empanadas o cualquiera otra solución por el estilo. Y es obvio,
porque si hay ley que se oponga al bienestar moral y al progreso,
es esa ley de divorcio que tiende a menoscabar el hogar y a di-
fundir la corrupción y el libertinaje legales.
Lo que en seguida me sorprendió desagradablemente, f u é
comprobar que el autor de este despropósito no era hombre sino
mujer. ¡Una mujer librepensadora! Dispénsenme las hijas de Eva;
pero una mujer así se me figura que ha desertado de su sexo,
q u e ha perdido la esencia femenina, la dulzura, el candor, la
virtud. No puedo concebir a la mujer radical, volteriana, come-
frailes y destripasantos. Cierto que anda por estos mundos u n
ejemplar de la especie; pero no se lo deseo como esposa ni a mi
peor enemigo. El buen sentido popular dice que cuando la mujer
es mala, supera al hombre en todos los vicios; así la mujer borra-
cha, lo es más que el hombre; la de mal carácter es peor que
un demonio, etc. De suerte que una mujer librepensadora es el
non plus ultra y el libera nos Domine. Y de esto da también fe
el ejemplar a que acabo de referirme.
Volviendo a mi autora, funda su teoría en favor de la
disolución matrimonial, en que existiendo el divorcio la mujer
tendría que instruirse y prepararse para la lucha por la existen-
cia. Si se estableciera esta ley de divorcio, dice, los padres trata-
rían de educar mejor a sus hijas y de formarles un porvenir.
El divorcio, agrega en otra parte, traería tranquilidad a muchos
hogares y una regeneración moral.
No preguntemos por qué medios se produciría todo esto. Yo
había oído muchas recetas para salir de nuestra postración eco-
nómica, para acelerar el progreso, para mejorar nuestros hábitos
sociales, políticos y domésticos; pero declaro que no conocía ésta
que se nos ofrece con caracteres de panacea. ¡El divorcio trayendo
tranquilidad al hogar, y al progreso y la regeneración al país!
Vamos, que esto se parece a los chistes de las zarzuelas. "¿Con-
que el enfermo se mejoró definitivamente? —Sí. —¿Cómo? —Se
murió".
Si cometí la debilidad de leer el artículo no cometeré la de
criticarlo. Hay cosas que basta exhibir. Pero no se crea que la
autora es una mentecata. Nó; es un producto de cierta cultura
superficial y basta, que se está desarrollando mucho en la gene-
ración actual. Nuestro sistema educacional está formando menta-
lidades huecas, aparatosas, con mucha pose y mucha frase y nada
en sustancia. En la literatura, los hombres salen fatuos, deca-
dentes, vagos y tan complicados, que ni ellos mismos se entienden;
las mujeres salen como decía Quevedo, hablando la cultolatini-
parda, o sea completamente chirles.

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MIS MEMORIAS DE ESCRITORA
>— = — = . - — . . - - . . - 3

Nada hay más interesante para un hombre culto que la es-


critora de verdad. Su temperamento afinado por el estudio
tiene delicadezas, ternuras y sutilezas que no pueden alcanzar los
hombres. Ahondan más en el sentimiento que sus colegas varones.
Leer las poesías de algunas literatas francesas ya consagradas
por la crítica, es gustar verdaderas exquisiteces de forma y de
fondo. Y viniendo más cerca de nosotros, tenemos escritoras dis-
tinguidas que saben elevar junto con la suya el alma del lector.
Pero nada más deplorable que las literatas chirles en quie-
nes la audacia suple su positiva ignorancia o su deficiencia de
comprensión. Lo primero que hacen estas bachilleras y marisa-
bidillas que han logrado ingerir algunas lecturas, es erigirse en
autoridades, en maestras. No hablan: enseñan. No controvierten;
dogmatizan. Y suelen sentar aforismos tan profundos y sagaces
como el de mi autora: "Nacemos con ciertas tendencias".

Yo me inclino con respeto delante de la cultura femenina


verdadera. La mujer intelectual de veras, es profundamente espi-
ritual: tiene que se_r sinceramente religiosa. La religión es el ali-
mento de las almas elevadas. Cuanto mayor es el cultivo de la
inteligencia, mayores son las aspiraciones hacia el ideal y eterno.
El aire es más puro mientras más se sube. Pero la falsa cultura
no merece consideración porque es dañina. Trata de sacar la vida
humana de sus vías sencillas y serenas, las solas que conducen
positivamente a la felicidad, para meterla en laberintos compli-
cados y difíciles, donde puede erigirse ella en Ariadna indispen-
sable.
No puedo negarlo: siento antipatía por las literatas chirles,
cualquiera que sea el género que cultiven, y no comprendo cómo
hay espíritus inteligentes que se dejan sugerir por una charlata-
nería gárrula y dislocada. Algún día me ocuparé de esje fenómeno.
Por ahora referiré para concluir un pequeño incidente ocu-
rrido a un colega de periodismo que en esto piensa como yo.
Había una señora aficionada a la literatura, que deseaba hacer
traducciones para el diario. Era española, y su verbosidad tenía
caracteres morbosos. Hablaba de un modo desesperante, sin de-
tenerse jamás, sin cortar las frases, sin formar períodos, sin tomar
resuello. Me encontraba yo presente cuando ella hacía su ofreci-
miento. Mi amigo, que era el director del diario, tenía evidentes
deseos de hablar, pero no lo podía por la sencilla razón de que
ella no dejaba espacio. La buena señora nombraba las obras que
había leído, los autores que conocía, el juicio que unas y otros
le merecían, y todo esto barajando sitios, escenas, personajes y
situaciones, tesis. Era un catálogo hablando eñ voz en cuello, sin
cesar y sin parar un momento. Yo oía espantado; mi amigo es-
tupefacto.
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Hubo u n instante en que el aire faltó en aquellos pulmones


y las cuerdas vocales no vibraron; es decir u n momento en que la
habladora hubo de tomar resuello. Mi director se precipitó por
ese resquicio de silencio como quien en u n apuro se lanza por
una abertura cualquiera y alcanzó a decir precipitadamente.
—Bien, s e ñ o r a . . . y el arroz a la valenciana ¿qué tal lo hace
usted?
El torrente de palabras se detuvo como interceptado por un
peñasco; enmudecieron los labios, pero en cambio los ojos profi-
rieron la más «atroz injuria que haya salido de pecho femenino.
Dió la señora media vuelta y hasta el día de hoy.
Cuando veo a estas literatas que se desahogan hablando de
lo que no entienden o entienden mal, no puedo menos de pensar
en el arroz a la v a l e n c i a n a . . .
Pedro Sánchez

L a fobia del crítico me causó risa y más celebré los títulos


que m e daba: "bachillera", "marisabidilla", "Literaria chirle". Me
sentía feliz, era lo que yo deseaba: crítica. Crítica a favor o en
contra m e era indiferente. Una fuerza agresiva me impulsaba al
combate. Audazmente le contesté las siguientes líneas, —que Jorge
Gustavo Silva, en aquel entonces Director de "LA MAÑANA"—
tuvo la amabilidad de publicar con este encabezamiento:

"DE DELIE ROUGE

AL SR. PEDRO SANCHEZ"

"Don Pedro, ¿recibió Ud. mi tarjeta? Creo que sí. El folleto


se lo envié con la misma dirección y Ud. lo recibió. La tarjeta
está escrita en estos términos:
"Delie Rouge saluda atentamente al señor Pedro Sánchez y
le agradece las líneas que le dedicó en "La Unión".
Don Pedro, Ud. cayó en la trampa; yo necesitaba crítica a
favor o en contra. Deposité mi folleto en manos del autorizado
crítico Omer Emeth, pero él, como miembro del clero y como tal
con m á s alcance que Ud., no dijo "ni chus ni mus". Mil gra-
cias, don Pedro, por su atención.
Cuando Ud. leyó mi folleto, escribió este párrafo: "Confie-
so que me interesó la forma unipersonal, absoluta y terminante
de las leyendas: mis observaciones, mi padre no puso trabas a m i
pensamiento. Hé aquí pensé, un hombre que desde chico ha si-

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MIS MEMORIAS DE ESCRITORA
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do un genio o ha tenido mal genio. Porque en cierta edad los


pensamientos de las criaturas no sólo necesitan trabas, sino azo-
tes". —Armoniosas las frases; pero ¡qué huecas y faltas de cri-
terio! A la edad en que los niños necesitan azotes no se pien-
sa; se obra por instinto o por capricho. Yo no me refiero a la
edad en que mi padre no puso trabas a mi pensamiento, cuan-
do deseé una muñeca o un dulce; me refiero a la edad cuando
la primera duda, como chispa divina, alumbró mi cerebro, ha-
ciéndome ver claro la falsedad que había en las ideas que me
inculcaron. Mi padre no puso trabas a mi pensamiento cuando com-
prendí el valor de un bula y supe que podía comer lo que de-
seara sin regalar dinero; cuando supe que en la vida podía ser
buena y honrada y obrar correctamente siguiendo la voz de mi
conciencia; cuando supe que podía juzgar mis acciones; cuando
supe que no tenía por qué someter mi conciencia a conciencia
ajena; cuando supe comprender la verdad y la mentira que en-
cierran las creencias que en forma de misterio muchas aceptan
hoy día, entonces fué cuando mi padre no puso trabas a mi pen-
samiento dejando mi espíritu que evolucionara siguiendo las le-
yes a que obedece, cuando libre de ideas anticuadas, de sofis-
más inaceptables y en libertad como el ave que por instinto tiende
el vuelo, — el espíritu ya sin trabas, se desarrolla, se eleva y apre-
cia la vida desde conceptos superiores.
Don Pedro, usted como buen cristiano, apostólico y romano
¿por qué no f u é imparcial al juzgar mi folleto? y en vez de ri-
diculizarlo ¿por qué no copió estas líneas? "Actualmente, en al-
gunos Liceos hay cursos de economía doméstica; pero compara-
do el número de niñas que aprenden este ramo con las mujeres
que al año se casan y forman un hogar, resulta u n pequeñísi-
mo número, casi nulo. En las congregaciones religiosas donde
se educan tantas jóvenes ¿hay cursos de economía doméstica?
En muchos departamentos de provincias ¿hay Liceos ele Niñas?
No sólo las mujeres de la capital son las que forman hogares.
Son las de todo el país, y éstas no están educadas para desem-
peñar su misión en la vida del hogar. La mayoría de las mu-
jeres chilenas únicamente desempeñan el que la naturaleza les
designa y cumplen su misión de madre y de m u j e r de hogar, si-
guiendo su instinto y poniendo en práctica sus escasos conoci-
mientos". De estas líneas se desprende que yo como Ud. soy
partidaria de que la mujer sepa cocinar el "arroz a la valen-
ciana".
En todo lo que Ud. ha escrito en sus últimos artículos, no-
to, don Pedro, cierta alarma que lo inquieta.
Don Pedro, ¿contestará Ud. estas líneas haciéndome la se-
gunda rédame? Anticipadamente le da las gracias esta literata

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: :
• — — =

"chirle". Acepto el título, don Pedro, y también le agradezco


el de no ser "mentecata", que Ud. tan bondadosamente me con-
cede.
Delie Rouge"

Don Isidoro Palacios celebró mucho este artículo y IIIG QG—


cía paternalmente: "¡Bien, nena! Eso es, no hay que cejar!".
Don Isidoro me quería como a una hija y m e animaba a que
siguiera escribiendo: "Siga adelante, —me decía—• Ud. llegará
a ser escritora".
La publicación de "MIS OBSERVACIONES" t r a j o cambios
en mi vida. El título de "Literata Chirle" me hizo comprender que
debía estudiar si quería que, con los años, m e llamaran "distin-
guida escritora". Título que hoy, después de algunos años de la-
bor,. con frecuencia me dan en diarios y revistas.
Mi amigo Armando Donoso dejó de visitarme por muchos
motivos. Uno de ellos poraue el mundo jamás considera buena
y santa la amistad entre un hombre y una m u j e r a quienes só-
lo ligan lazos espirituales de una labor literaria; jamás cree el
m u n d o que pueda existir un afecto puro, desinteresado, entre
escritores de distintos sexos y como no alcanza a comprender un
sentimiento elevado lo mancha con su mentalidad mezquina.
Además, tuve con mi amigo u n pequeño disgusto por la publi-
cación del folleto que él consideraba detestable. Me aconsejó que
no lo publicara. Como es de suponer —dado m i carácter— no le
hice caso. Después cuando ya estaba en librería, m e aconsejó
que lo recogiera. Esto me hirió, aunque no se lo dije. ¡Cuánta razón
tenía él! A su temperamento de artista le era vergonzoso y hu-
millante tener una amiga que hubiera dado a luz un t r a b a j o tan
mal escrito, donde no había ni vislumbre de arte. ¡Hoy com-
prendo m u y bien su estado de ánimo! Los comentarios de sus
amigos, las críticas adversas, la vergüenza de oír Hablar de
"El aborto de mi espíritu" — como hoy llamo a "MIS OBSER-
VACIONES" era n a t u r a l que le molestara.
En cambio si perdí un amigo, obtuve otro que d u r a n t e mu-
cho tiempo guió mis estudios.
En la imprenta "New York", donde publiqué el folleto, tra-
b a j a b a Edmundo Echiburú, comprovinciano mío. Muy amable-
m e n t e él m e ayudaba a corregir pruebas, y para evitarme mo-
lestias las llevaba a mi casa. En las tardes después de su traba-
jo nos ocupábamos de esta labor, — bastante pesada para quien
no tiene costumbre de hacerla. Gracias a Echiburú no salió el
folleto lleno de faltas de ortografía, pues debo confesar (y no
me da vergüenza) que yo, en aquel entonces, ni siquiera sabía

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MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

bien la ortografía, y no obstante eso tenía la audacia de publi-


car: había una fuerza que impulsaba.
Listo el folleto, fué ofreciéndolo de librería en librería. Ca-
si todas lo aceptaron inmediatamente. Sólo una señora españo-
l a hizo alguna resistencia. "¿Es algún cocinero?" — me dijo
con marcado acento andaluz— "porque hasta ahora las mujeres
chilenas sólo me han traído libros de cocina." — "Señora, pue-
d e Ud. recibirlo con toda confianza: no tiene ninguna receta".

Pocos días después, Edmundo Echiburú solicitó presentarme


a un caballero español, abogado, que vivía en la misma jasa
d e él y que deseaba conocerme, pues había leído mi folleto que
le causó admiración por las ideas tan atrevidas expresadas sin
ninguna pretensión literaria.
Acepté conocer al caballero español y así f u é como tuve
amistad con José Vásquez Santisteban.
Vásquez, con la hidalguía característica de los hijos de la
Madre Patria, escribió esta extensa crítica que publicó "LA MA-
ÑANA".

"MIS OBSERVACIONES"

Por Delie Rouge.

"La manifestación externa del pensamiento humano, cuando


se hace en forma reflexiva y ordenada, produce obras que por
ser una expresión voluntaria y consciente, son susceptibles de
ser criticadas. La crítica es en este caso, diferente, en absolu-
to, a lo que se debe hacer cuando se estudia una obra de las
artes plásticas porque en la palabra hablada o escrita, lo prin-
cipal debe ser el pensamiento y lo secundario la forma, por lo
cual esta forma, aún siendo perfectísima, no evitará una cen-
sura a una serie de palabras completamente vacías de altas ideas,
lo contrario de lo que puede suceder, por ejemplo, en la pintu-
ra y en la escultura, en las cuales la expresión externa, mate-
rial y sensible de la idea, tiene valor en sí y puede ser elogia-
da, aunque sea intelectualmente nula, desprovista de finalidad
psicológica y vacía de sentido. Es por esto por lo cual se puede
elogiar un libro que supongamos desprovisto de toda forma be-
lla, con tal que contenga ideas y jamás una pintura o una es-

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'

cultura mal verificadas, aunque fuese genial la concepción que


se expresara en las mismas.
Después de estas pequeñas reflexiones, vamos a nuestro
asunto.
Uno de los problemas morales más difíciles de resolver, es
de compaginar la justicia con la simpatía. Arrastra aquélla a
ser duros e inflexibles; lleva ésta a ser blandos y benévolos.
Quiere la justicia exactitud en el fallo y precisión en la senten-
cia; busca la simpatía presentar las cosas en la forma más f a -
vorable y halagadora. La justicia es áspera y cruel; la simpatía,
cariñosa y misericordiosa... no es extraño por consiguiente,
que sea verdaderamente arduo unirlas a las dos en u n amigable
y conciliador consorcio.
Al querer nosotros hacer la crítica del folleto de la ignota
Delie Rouge, "Mis observaciones", no hallamos en este caso.
Nuestra labor, siquiera sea esporádica de críticos, nos obliga a
la justicia, y, por opuesto sentido, el hecho de encontrar una
mujer sincera que abre su corazón, con el movimiento grato de
una flor que abre sus pétalos, para poner, sin temores, su inte-
rior a la vista del mundo, nos mueve a tan honda simpatía, que
no podemos menos que aferramos a este dulce sentimiento; que
no podemos subtraernos al deseo de elogiar mucho. Cuando, en
la vida frivola de las sociedades modernas, en que, los prejui-
cios de familia, los prejuicios sociales, las tentaciones de la con-
vivencia, la organización de la vida misma, el contenido de las
costumbres y la forma y tendencia de la educación, llevan d e
una manera directa y casi irresistible a que la mujer sea tan sólo
como dice el conocido adagio "una flor que no trabaja" y el per-
f u m e de la cual, suponiéndolo únicamente a satisfacer los sen-
tidos, se envuelve en unos envases de adulaciones y de rique-
zas para que no se pierda ni se extinga, y, de camino, para me-
jor gozarle, cuando en este ambiente, digo, se encuentra una
m u j e r que por propio impulso de su voluntad, vence prejuicios
y tendencias, influencias y tentaciones, hostilidades, contrarie-
dades y lucha, poniendo su inteligencia por sobre ellos rompe en
corola de flor inerte y se transforma en mariposa creándose las
alas del pensamiento y de la acción, de la cultura y del traba-
jo, del esfuerzo y del estudio, (siquiera que estas alas sean f r á -
giles alas de libélula), no se puede dominar un sentimiento de
respeto hacia la que así ejemplifica al grupo, le muestra el ver-
dadero camino y le enseña, osada, un ideal alto y noble. Aun-
que supongáis casi nula, torpe y casi prácticamente inútil la la-
bor de una mujer así, sola por la voluntad expresada en ella,
subsistiría ese sentimiento, en toda la fuerza de su estricta jus-
ticia.

20 —
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA
= ~ ' 1
Esto es lo que hace que nosotros, en nuestra crítica, vea-
mos siempre delante ese velo de atractivo, que nos oculte todos
los defectos, que no veamos todas las imperfecciones que pudié-
ramos hallar, quizás, en el folleto que examinamos.
El primer ensayo de Delie Rouge demuestra, en general dos
cosas: audacia, independencia de carácter, es la primera; anhelo
•de seguir las altas corriente del pensamiento y del sentimiento
modernos, es la segunda.
Tal vez debiéramos agregar una tercera: gran confianza en
sí misma, como lo demuestra el hecho de estar el folleto com-
pleta y absolutamente desprovisto de citas.
Estas tres cualidades, fundamentales expresadas en el folle-
to, van mal acompañadas, con ser tan altas. El mal amigo que
las sigue de cerca abandonándolas tan sólo, (poj fortuna), algu-
nos instantes, en el temor de dejar correr la pluma: la parque-
dad y sequedad excesiva de la forma; la falta de libertad gra-
matical, que hace desaparecer la brillantez y la movilidad de la
frase; temor que, de otra parte, es bien explicable en quien dá
s u s primeros pasos en el camino de las letras, y que pueda qui-
zás depender de una pequeña equivocación de concepto. Tal
vez, al escribir sus cuartillas enérgicas, Delie Rouge se ha pro-
puesto tan sólo que sirvan de enseñanza; que sean algo como
consejos y máximas morales y ha pensado que, para conseguir
este objeto, no sean necesarios, o hasta estorban la brillantez y
el atildamiento.
Si esto ha sido así, (como nosotros creemos), Delie Rouge
se equivoca. Cuanto mayor sea la tendencia educativa de un es-
crito, tanto mayor debe ser la delicadeza literaria de que se le
envuelva, pues es indudable que mejor se aprende y recuerda
lo que se lee con deleite, que lo que se lee no más que para
extraer los pensamientos que encierra. Claro es que, en una
obra didáctica, no caben las galas de la literatura como tales
galas y sin más fin, pero el folleto de Delie Rouge, no es una
obra didáctica (aunque enseña más que muchas de ellas), y por
tanto, las galas y los adornos del estilo, hubieran estado muy
bien dentro del mismo. Por esto sin vacilar afirmamos que fal-
t a n al folleto, sin que podamos por esto hacer de esa falta un
motivo de censura, puesto que, al no haberse propuesto Delie
Rouge, dar forma bella a su folleto, ignoramos si es capaz o no de
lograrlo, y tendremos que esperar otros de sus escritos, en que
se proponga ese fin, para ver si es capaz o no de conseguirlo.
Ahora que, si la autora no se propuso dar a su falleto la
forma que tiene; si esta forma dura y árida es producto del te-
mor, entonces nos vemos obligados a censurar su injustificado
miedo. El escritor está obligado a usar de su idioma en la for-

— 21
D É L I E R O U G E

m a más perfecta posible, y cuando teniendo talento p a r a ello,


como Delie Rouge lo tiene, no lo hace por cualquier causa, co-
mo u n acto literariamente censurable que debe evitarse para lo
sucesivo.
Y ya puestos a examinar la forma del folleto, anotaremos la
última cosa que nos ha extrañado en ella. Es ésta, u n empleo
extraño, particular y nuevo de algunos signos de puntuación, so-
bre todo de los dos puntos. Creemos f i r m e m e n t e que la autora,
revisando los medios más aptos p a r a conseguir el fin de que el
lector se detenga en algunos pasajes de su escrito, le ha pare-
cido el más a propósito preceder estos pasajes de unos dos pun-
tos, p a r a así detener bruscamente la lectura y hacer detenerse
y fijarse en lo que sigue. Si hemos de ser francos no nos pare-
ce correcto el método; no nos parece bueno el procedimiento. Si se
ha querido llamar la atención sobre cualquier pasaje, h a debido
usarse de cualesquiera de los medios ya consagrados gramatical-
m e n t e por ejemplo de una serie de párrafos cortos, separados por
puntos (como es uso en la moderna literatura sociológica alema-
na) o de u n subrayado pero no se ha debido alterar la forma d e
empleo de u n signo que ya está consagrado y determinado p o r
el uso.
En cuanto a la forma esto sólo es lo que nosotros hemos ha-
llado de criticable en el folleto.
Veamos ahora el fondo, las ideas.
Prescindiendo del último artículo intitulado "Mi Chasco",
que relata u n incidente personal, sin conexión con el resto del
trabajo, en los otros seis se encierra un mundo tal de problemas
e ideas, que el folleto es absolutamente incapaz para contenerlos.
Cada uno de esos artículos comprende una cuestión, para tra-
t a r de la cual, siquiera fuese someramente, p a r a profundizarla,
siquiera f u e r a un poco, se necesitaría el folleto íntegro, sino un
serio y largo libro razonado y documentado prolijamente.
Fijándonos en cualesquiera de ellos se ve esto a maravilla.
"La taberna y el lujo" por ejemplo, puede servirnos para hacer
esta comprobación. El alcoholismo que siembra en la sociedad
el dolor, el crimen, la degeneración y la muerte; y el lujo que
p e r t u r b a la vida femenina llevando a los hogares el deshonor,
la intranquilidad y las luchas más crueles, son dos problemas
cuya resolución hecha así a la ligera es imposible.
Los problemas de la herencia, de la predisposición, de la
imitación, del temperamento, de la miseria moral que plantea
el primero y la obstentación, rivalidad, vanidad, sensualidad,
relajamiento y falsa idealidad vital que encierra el segundo son
de por sí complicados y hondos que muchas generaciones de fi-
lósofos, sociólogos, moralistas y juristas se h a n aplicado a su es-

22 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

tudio y han escrito volúmenes y más volúmenes sin lograr has-


ta el día resolverlos completa y prácticamente. El sólo proble-
ma de la prostitución, contenido en alguno de sus aspectos, en
los anteriores, es por sí, suficiente para mantener nuestra afir-
mación y comprobarla.
Pero precisamente en eso está el mérito del folleto de Delie
Rouge. De todos los infinitos y complicados aspectos de esos
enormes problemas, ha sabido escoger y hacer resaltar con vi-
sión clara y profunda el más interesante y digno de estudio, el
más real y exacto, dentro de su pueblo y de su ambiente. La
resolución de los problemas del artículo citado lo demuestra a ma-
ravilla. El pobre roto va a la taberna porque no tiene adonde ir. Ni
hogar porque la pobreza se lo veda y la costumbre y ejemplo de
arriba lo alejan de él; ni paseos, ni diversiones, ni fiestas porque
éstas están monopolizadas por las altas clases y nadie se ocupa
de propagarlas entre las ínfimas; ni las lecturas, ni las biblio-
tecas porque no sabe leer, ni enseñanzas, ni escuelas, ni confe-
rencias, porque no hay quien se preocupe de dárselas ni atraer-
lo a e l l a s . . . ¿Qué queda pues? La reunión disputadora de la
siniestra cantina, donde se bebe, se calman las penas, se olvida
el hambre y se sacia el espíritu en la calma sonante de los ca-
maradas de trabajo. El pobre roto va a la cantina porque na
tiene adonde ir y porque no se le ha educado para poder ir a
otra parte.
Lo mismo sucede con el lujo. A la niña, desde que nace, se
le crió entre galas y adulaciones; se le hizo ver que en ser be-
lla y estar bien adornada, se debía cifrar todo el deseo de su
vida; se le acostumbró al incienso y se dió por ideal la belle-
za del cuerpo que se compra en las joyerías o en las tiendas de
modas, desprovista de ideales no tuvo altos deseos, y el lujo, (can-
tina brillante de la embriaguez del orgullo), fué para ella lo que
la taberna para el roto: una cosa precisa e indispensable. Edu-
carla mejor, mostrarlo otros caminos, darle ideales y el lujo mo-
rirá. Esto es lo que afirma Delie Rouge y sus afirmaciones son
de una verdad inconmovible.
Y lo mismo que sucede con este artículo, sucede con todos
los otros. Un golpe de vista certero para elegir la solución más
exacta del problema que en ellos plantea; la más eficaz, la más
propia del ambiente; una clara concepción de los medios y una
profunda penetración de las causas, este es el mérito de Delie
Rouge; esto es lo que vale en su folleto.
Y, esto puntualizando, nada más nos resta que hacer. Sólo
queremos para terminar, pedir a la autora que, supuesto que
vale para ello, localice su visión y su trabajo en un sólo proble-
ma; lo analice profunda y terminantemente, (cosa ésta muy ra-

— 23
D É L I E R O U G E

ra en las m u j e r e s que escriben) y nos dé pronto un trabajo raás


serio, más definitivo, más completo y más digno de su valor y
de su talento.
José Vásquez SanrisJeban

Después de la publicación de este artículo —que f u é en


Agosto de 1915,— no vi a Vásquez hasta el mes de Diciembre
de ese año. U n a tarde llegó a visitarme, había recibido carta
de don Isidoro Palacios, quien se encontraba en España y des-
de allí le escribía diciéndole que viniera a verme, que no me
dejara sola en m i labor literaria, que me animara a que siguie-
r a escribiendo porque él había visto en mí cepa de escritora.
Vásquez m e preguntó:
—¿Ha escrito algo? ¿Tiene alguna novedad?
—Sí, terminé mi novela "HELENA".
—Léame alguna parte.
—Bueno; le leeré sobre Desarme. ¿Qué le parece?
—¡Espléndido!
T r a j e mi novela y le leí el IV capítulo.
Vásquez lo celebró mucho; encontró admirables las ideas.
Me preguntó si yo había leído mucho sobre desarme, que de
dónde había sacado esos conceptos. Le contesté que no, y que
había ideado eso, lo mismo que cuando me hacía un t r a j e que
primero lo confeccionaba en la mente y después lo hacía.
Celebró mi contestación y exclamó: "¡Es curioso que Ud.
haya concebido la m a n e r a de desarmar que no se les ha pasa-
do ni por la mente a los más grandes estadistas!"
Pocos días después volvió a visitarme y m e t r a j o u n hermo-
so artículo escrito por él, basado en mis ideas.
Espontáneamente le dije: "Trabajemos juntos."
—¡Verdad!...
—¿Por qué no? Yo necesito quién guíe mis estudios; Ud.
tiene bastante cultura y puede hacerlo.
—Acepto. ¿Cuándo empezamos?
—Ahora mismo. Vamos a corregir mi novela.
Inmediatamente comenzamos la labor. Vásquez sentado fron-
te al escritorio, mirando hacia la calle, y yo en el otro lado
f r e n t e a él. Leíamos en alta voz, — un instante él y o t r j mo-
mento yo — para oír las asonancias y corregíamos. Así pasó
esa tarde del mes de Diciembre de 1915. Como no era posible
privarte de t u paseo al Cerro, decidimos ir a ese encantador
vergel y allí continuar las correcciones. Todas las tardes, —
mientras tú jugabas al alcance de nuestra vista,— nosotros leía-

24 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

mos y corregíamos. Tú debes recordar esto y pensar que tu ma-


dre se expuso muy torpemente a la maledicencia. Es verdad,
hija, mi carácter rebelde, mi gran orgullo y mi conciencia que
no protestó me cegaron y no vi que el mundo no era capaz de
comprender mi conducta pura y santa qUe "quebrantaba las cos-
tumbres.
Tu padre siempre me dejó en completa libertad. Me hizo
responsable de mis actos. Un día en que yo me quejaba de mi
soledad —tú te hallabas en Temuco, en el Colegio Inglés— él
me dijo:
—"¿Por qué no paseas con tus amigos? Puedes hacerlo."
—"Me lo criticarían, ahora estoy sola, antes me acompa-
ñaba mi hijita."
No compensa, hija, el placer espiritual que disfrutamos com-
partiendo con un amigo los goces del espíritu con el dolor que
después nos produce la maledicencia que nos mancha.

Es interesante que te hable de "HELENA". Se hallaba en


prensa "MIS OBSERVACIONES" cuando un día en la impren-
ta ofrecí llevar a fines de año una novela.
¿Cuál novela era ésa? Yo no lo sabía. Antes de terminar
el año, "HELENA" llegó al mundo de las letras. Su gestación es
interesante: la escribí a escondidas de tu padre. No quería que
él supiera que yo escribía. Todas las noches después de comida
quedábamos solas; te acostaba y en seguida me acostaba yo.
Antes había alistado papel y lápices. Tú durmiendo en tu cami-
ta, —a mi lado— y yo escribiendo, casi en completo silen-
cio, pues sólo se oían tu respiración, el correr del lápiz y el
crujir del papel. Estas horas de calma y de plenitud espiritual
se prolongaban hasta las doce de la noche o la una de la ma-
ñana, hora en que llegaba tu padre. Cuando oía sus pasos su-
biendo la escalera, juntaba mis papeles —dispersos sobre la ca-
ma— y los ocultaba en el velador. Algunas veces no alcanzaba
a hacerlo y entonces rápidamente los escondía entre la ropa de
cama; apagaba la luz y fingía dormir. Me quedaba quieta, —
temiendo que los papeles crujieran, — hasta que tu padre se
acostaba y se dormía. Ya segura de oírle roncar, suavemente
juntaba mis papeles y los guardaba en el velador. Al día si-
guiente corregía y sacaba en limpio lo que había escrito en la
noche. Terminada "HELENA", en diciembre de 1915, permane-
ció oculta en un cajón de mi cómoda, — más bien dicho escon-
dida_ entre mis ropas, — hasta octubre de 1917 fecha en que
entró en prensa sin haber sido lo suficientemente hermoseada

— 25
D É L I E R O U G E

en su ropaje literario. Circunstancias ajenas a mi voluntad me


precipitaron a publicarla. Antes de darte una explicación sobre
esto, debo hablarte de mi ingreso al "Círculo de Lectura de Se-
ñoras."
Un día, en la Escuela de Bellas Artes, adonde concurría a
dibujar, oí decir que en la revista "Familia" se había publica-
do un artículo de la señora Amanda Labarca Hubertson en el
cual hacía un llamado a todas las mujeres que se interesaran por
las letras. Se proyectaba formar un círculo literario. Inmediata-
mente pensé ser una de las socias. Decidí entrevistarme con la
señora Labarca. Una tarde, más o menos a las tres, llegué al
Liceo donde ella trabajaba y solicité ser admitida. La señora La-
barca anotó mi nombre para evisarme el día de la primera
reunión.
Recibí la citación y con impaciencia esperé este aconteci-
miento que marcaría una época én mi vida de escritora.
Esa tarde, llovía torrencialmente. Me puse un impermeable
de tela color gris y un gorrito de piel de nutria. Así, con este
atavío que me daba cierto aire extranjero, me lancé a la calle
provista de chanclos y paraguas. Llegué al Palacio Urmeneta,
que en ése tiempo era hotel y donde habían arrendado un sa-
loncito para esa tarde en que se celebraría la primera reunión
del histórico "Círculo de Lectura de Señoras".
Fui la primera en llegar; en seguida la señora Amanda La-
barca Hubertson, después la distinguida dama doña Delia Mat-
te de Izquierdo. La señora Labarca me presentó. Momentos des-
pués llegaron las señoras Delfina Pinto de Montt y doña Inés
Echeverría de Larraírs.
—¡Ahí viene Iris! — dijo una de las señoras.
Al fin iba a conocer personalmente a Iris.. La conocía por
sus escritos y sentía por ella grande admiración. Los ojos se
me hicieron chicos para mirar. Entró Iris. Me pareció fina, dis-
tinguida, encantadora, con su pasito rápido, el cuerpo un poqui-
to inclinado al andar, tal vez debido a su miopía. Tuve el ho-
nor de ser presentada.
Llegaron después Roxane y varias otras señoras y señoritas
que también me fueron presentadas; pero de las cuales no reí
cuerdo los nombres.
Empezó la reunión en la pequeña pieza bastante llena ds
luz donde había por todo mobiliario, una pequeña mesa en el
centro, un sofá y varias sillas colocadas en círculo. El sofá lo
ocupaban la señora Delfina Pinto de Montt y la señora Aman-
da Labarca, (en una silla a su lado quedaba yo), frente al sofá
doña Delia Matte de Izquierdo y doña Inés Echeverría de La-

26 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

rraín; las otras damas ocupaban los otros asientos cerrando el


círculo.
La señora Labarca había llevado un pequeño esquema para
pronunciar su discurso de inauguración donde exponía los fines
del centro. Tenía por objeto que las mujeres dadas a las letras
se conocieran y no fueran mal interpretadas como sucedía con
frecuencia, pues se les calificaba de locas o chifladas. También
para que las mujeres se alivianaran la vida y pudieran olvidar
un poco la prosa del menú de la comida, la lista de la lavan-
dera y tantas otras pequeñas gabelas de la existencia domés-
tica.
Casi terminado el discurso, la señora Pinto de Montt le hi-
zo notar a Iris, — quien conversaba animadamente con doña
Delia Matte de Izquierdo, — que no había escuchado el discur-
so de la señora Labarca. Y la genial Iris, llevándose a los ojos
los impertinentes le contestó con su melodiosa voz y la sonrisa
volteriana vagando en los labios: "No había oído, no tenía mis
impertinentes. ¿Qué dijo?" — Y quedó en actitud de escuchar. —
La señora Labarca, con paciencia de educacionista, repitió su
discurso.
Así fué la primera reunión del" "Círculo de Lectura de Se-
ñoras" donde conocí a lo más selecto de la sociedad santiaguina.
Siguieron las reuniones en distintos sitios: algunas veces
nos reuníamos en un salón del "Zig-Zag", otras veces en la ca-
sa del doctor Maira, o en una sala de la "Escuela de Bellas
Artes". En estas reuniones las socias leían trabajos, se comen-
taban libros y se tomaban acuerdos.
Sin residencia fija estuvimos hasta que se fundó el "Club
de Señoras" y allí arrendamos una pieza. Nuestra piececita era
una monada: tenía su pequeña biblioteca, sus muebles muy mo-
destos, pero sí llenos de cojines, cojines en todas partes, hasta
en el piso; en el escritorio nunca faltaba un búcaro con hermo-
sas flores. Era un centro de intelectuales muy femeninas.
El "Círculo de Lectura" se daba a conocer dando conferen-
cias. El "Club de Señoras" le facilitaba su tribuna desde don-
de las socias y renombrados escritores dejaban oír su palabra.
En el último tiempo, después de su fundación, yo asistía
muy poco: algunas veces porque tú estabas enfermita, otras por-
que leyendo o escribiendo se me pasaba la hora, y muchas otras
veces porque no tenía un atavío elegante como presentarme. Las
socias era gente de la mejor sociedad que hacía ostentación de
lujo, y yo no podía presentarme mal.
Una tarde concurrí y apenas me vieron llegar me saludaron
muy cariñosas y me dijeron:
—"Ud. tiene que ayudarnos con un trabajo".

— 27
D E L I E R O U G E

—"¿Yo?"
—"Sí; todas tenemos que presentar trabajos".
Recién fundado el "Círculo" yo había leído algunos artículos
d e "MIS OBSERVACIONES".
—"¿Qué filósofo quiere estudiar?" Y me nombraron una cafüa.
—"Ninguno", — contesté.
—"¿A cuál conoce?"
—"A ninguno". ,
(Debo confesarte mi ignorancia, en aquella época yo no conocía
a ninguno de los filósofos mencionados).
—"Nó; ¡no es posible! Usted tiene que conocerlos y estudiar
por lo menos uno".
«Mi trabajo es completamente individual. Tengo escrita una
novela. Si Uds. quieren puedo leerles un capítulo que es casi
independiente del resto de la obra".
—"¿De qué trata?
—"Del Desarme Universal".
—"Aceptado".
Se acordó que yo leería en Una de las próximas sesiones.
Advertí que yo escribía con el pseudónimo de Delie Rouge, y
que deseaba que me anunciaran con él. No expliqué cuál era el
motivo que tenía para usarlo. Si yo lo hubiera hecho tal vez nada
habría acontecido, pues tu padre hubiese visto en la prensa el
nombre de Delie Rouge sin llamarle la atención. Llegó el día de
la lectura y se me anunció en los diarios con mi nombre. ¿Estaba
así escrito? ¿Era mi destino que empezaba a jugar una de sus
cartas?... , -
Ese mismo día más o menos a las dos de la tarde, tu dormías
la siesta en tu camita y yo descansaba a tu lado cuando llegó Luisa
Zanelli López. Su primera pregunta fué: —"¿Estará Ud. muy ner-
viosa? Vi en "El Mercurio" que esta tarde Ud. lee en el "Círculo".
—"Nó; no estoy nerviosa. Voy a leer un cuentecito en vez del
capítulo de la novela".
Luisa hizo uñ gesto de desagrado y me preguntó bruscamente:
—"¿Por qué?"
—"Tengo miedo de que las ideas caigan mal".
—"A ver; déjeme leer el cuento".
Lo leyó.
—"Muy bonito; muy bien hecha la narración p e r o . . . " (Movió
la cabeza como diciendo: no vale la pena leer esto). "Déjeme ahora
leer el capítulo".
Se lo di. Cuando hubo terminado la lectura exclamo con en-
tusiasmo:
—"¡Esto sí! ¡Esto vale! No sea chambona, léalo. Será todo un
éxito".
28 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA
i. — ~

—"¿Y si las ideas parecen a t r e v i d a s ? . . . "


—"¡Qué importa!"
—"Llevaré los dos trabajos y allá decidiré".
Efectivamente así lo hice. Llevé el cuento que se titulaba "En
el Vergel de la Ciudad" (entre paréntesis, este cuento lo entregué
a una revista y se extravió), y el cuarto capítulo de mi novela
"HELENA" que trata el Desarme Universal.
Momentos antes de empezar mi lectura le pregunté a la Se-
cretaria:
—"¿Qué le parece; leeré este cuentecito o el capítulo de la no-
vela? . . . Tengo m i e d o . . . "
—"¿Por qué?"
—"Temo que las ideas caigan mal".
—"¿Qué son inmorales?"
—"No; absolutamente. Pero, son atrevidas".
—"Léalo, no más".
—"Lo leo; pero, bajo su responsabilidad".
No contestó.
Faltaba poco para las cinco de la tarde, —hora en que yo
debía empezar mi lectura,— cuando doña Delia Matte de Izquier-
do me mandó decir si podía empezar porque ella tenía una
reunión a las seis y deseaba oírme.
Empecé; la sala todavía no estaba llena, y cuando terminé
rebosaba de gente. Así f u é como muchas personas no oyeron la
explicación que di al comenzar diciendo que si las ideas les pa-
recían atrevidas me disculparan.
Mientras leía me parecía oír el rumor de un mar agitado.
Antes de terminar mi lectura una de las señoras, —socia del
"Círculo"— me gritó desde el público: "Esa será la patria de
ella". Protesta que hacía a este concepto de mi heroína: "Para
mí la patria, (decía Helena) no es el Gobierno, ni los hechos de
guerra; sino el terruño con sus costumbres, su clima, sus flores,
sus aves, todo lo bello, bueno y malo que hay en el suelo donde
una ha nacido; para mi este mi pueblo donde nací, donde crecí,
donde su magnífico clima me da la salud del cuerpo y del alma
es para mí, más patria que todo Chile".
Miré a la señora y seguí leyendo.
Al terminar mi lectura se dejó oír una atronadora salva de
aplausos.
Muy tranquila abandoné el proscenio sin darme cuenta exacta
de lo que había pasado en el público. Luisa Zanelli vino a mi
encuentro, me abrazó efusivamente y me dijo entusiasmada:
—"No se imagina lo que ha hecho. ¡Está aquello que a r d e P
—"¿Qué cosa? ¿Qué pasa?"
—"La señora X está furiosa. (No te doy el nombre para que

— 29
D É L I E R O U G E

tú no le guardes rencor y también para que sus hijos no se aver-


güencerfde ella cuando el Desarme sea un hecho).
—"Dice que Ud. ha venido a insultar a la aristocracia; que
Ud. es una aparecida, una socialista, una anarquista".
—"¿Qué más dice?" — Y me eché a reír.
—"Está furiosa".
Nos dirigimos al salón porque después de mi lectura había
otros números.
Desgraciadamente, Luisa me había reservado asiento fila por
medio con la señora que estaba hecha una furia.
Me vió llegar y convertida en un energúmeno me dijo: "Cuan-
do dé su conferencia sobre el divorcio, avíseme para no venir a
pasar un mal ralo".
La miré sorprendida.
Luisa me preguntó en voz alta:
—"¿La invitó Ud.?"
—"¡Qué ocurrencia!"
Dos filas más adelante divisé a Amanda Labarca, quien me
vió y acompañando la palabra con un movimiento de su mano
me dijo: "Después hablaremos".
Doña Delia Matte de Izquierdo estaba cerca de mí, y yo al-
canzaba a oír cuando las señoras llegaban a preguntarle, qué le
había parecido mi lectura. Y doña Delia con toda dignidad con-
testaba:
—"Pienso como la señora y no como María".
Naturalmente que mi adversaria alcanzaba a oír y esto la
irritaba más. Estaba furiosa, hubiera querido pegarme, tal era su
furia, y como no podía hacerlo se fué a la puerta del salón. De
pie, —en el umbral— desafiante, esperó a que yo pasara y enton-
ces dijo en voz alta:
—"iNo puedo ver a estas aparecidas, a estas subversivas que
aprovechan las ocasiones!"
Me hite lä que no había oído y pasé.
Luisa, quien me acompañaba, me preguntó:
—"¿Oyó lo que dijo?"
—"¡Claro que sí!"
—"Vamos al' escritorio; quiero redactar algunas líneas para
llevarlas a la prensa".
Estaba mi amiga escribiendo cuando llegó la Secretaria y
le preguntó:
—"¿Qué hace?"
No le contestó y siguió escribiendo.
—"Esto no sale de aquí. Yo no lo firmo. Aquí no se le hace
rédame a nadie".
—"No necesito réclame" — protesté en tono áspero.

30 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

—"Lo afirmo yo" — dijo Luisa en tono enérgico.


—"¿Qué Ud. escribe?" — le preguntó con sorna.
—"Sí; tengo un libro en prensa".
Efectivamente tenía editándose "MUJERES CHILENAS DE
LETRAS".
La señora X seguía hablando en alta voz, tan alta que llegaba
hasta nosotras.
' Empecé a impacientarme y a protestar de su conducta. La
Secretaria me dijo:
—"¡Chist! no vaya a oírle".
Esto fué como darme un latigazo.
—"Yo también tengo mi carácter y cuando hablo, hablo
fuerte. Si la señora X, sigue gritando, yo también voy a gritar"
— dije furiosa.
—"¡Chist!" — volvió a decir la Secretaria.
Me indigné y dije ya fuera de mí:
—"Jamás pensé que me encontraba en un centro de mujeres
tan poco cultas. Jamás en mi vida pondré los pies en este
"Círculo".
Luisa terminó de escribir y nos retiramos comentando lo
sucedido; pero sin imaginarnos las consecuencias aue tendría el
suceso.
Cuando llegué a casa, tú saliste a recibirme y curiosa me
preguntaste:
—"¿Cómo te fué, mamá?"
—"Muy mal, hijita, las mujeres casi me pegaron. . . "
Me miraste asombrada y afligida. Yo solté la risa al recordar
lo que había pasado.
Al día siguiente los diarios publicaban con gran encabeza-
miento.

"EN EL CIRCULO DE LECTURA"

"Con numerosa asistencia se verificó ayer en esta institución


•de cultura femenina la reunión semanal de costumbre.
La señora Delia Rojas de White leyó un capítulo de su no-
vela "HELENA" aún inédita y que muy pronto aparecerá. Por
la lectura hecha se puede presagiar que "Helena" es un libro
de tesis, en el cual se defienden idea de paz y Desarme Univer-
sal, hoy día muy de actualidad y que, sin duda llamará pode-
rosamente la atención de nuestro público."
Otro diario decía: :

— 31
D É L I E R O U G E

"CAPITULO DE UNA NOVELA"


"La señora Delia Rojas de White, que se ha entregado con
éxito al cultivo de las bellas letras, leyó en el "Círculo de Lec-
tura" un capítulo de su novela inédita "HELENA", a través de
cuyas páginas se ventilan problemas tales como el Desarme Uni-
versal; los progresos del feminismo y otros.
Las ideas avanzadas expuestas por la autora de dicha obra
dan lugar de seguro a una animada controversia entre las so-
das del "Círculo".
Esa misma semana el "Zig-Zag" publicó estas líneas que fue-
ron enviadas por una de las socias:
"El Círculo" abandona por el momento la árida senda filo-
sófica y aborda la grave y transcendental cuestión del desarme
universal.
Resultado: que todo se arma a l l í . . . antes de que la atrevi-
da conferencista concluya de exponer sus insidiosas y extrava-
gantes teorías. No faltan en ese centro intelectual femenino, !as
leonas de Castilla descendientes de héroes que sepan defender
las tradiciones patrióticas y ensalzar a Chile con más atinado
celo que cualquier cabezón repartidor de coronas y planchas in-
ternacionales.
Alguien que pasaba por el local del "Círculo" a la hora pre-
cisa, de la sesión, dice que sintió el estallido de una bomba ni-
hilista. Averiguado el caso resultó ser la explosión de un neu-
mático."
Estas líneas aparecieron ilustradas ridiculamente: dos muje-
res con facha de sufragistas que van caminando rápido. Las mu-
jeres sin duda éramos Luisa y yo. Sé quien es la autora de es-
tas perversas líneas. No quiero darte el nombre. Tú puedes pre-
guntar a qué escritora de las del tiempo de tu madre le daban
el apodo de "Solterona Apergaminada".
Parece que mis "insidiosas y extravagantes" teorías no oran
tan "insidiosas y extravagantes" cuando hoy día a todo el mun-
do preocupa el problema Desarme.
Este desgraciado incidente de mi vida de escritora no tuvo
aquí su fin: dos semanas después el "Círculo" celebró una ve-
lada como viva demostración de patriotismo, contra mis ideas,
que, con gran estrechez de criterio fueron, — en aquella épo-
ca, — consideradas anti-patriotas.
Las señoras Amanda Labarca y María Valdés de Prado hi-
cieron uso de la palabra.
La tribuna del "Club de Señoras" estaba engalanada con la
bandera chilena y el busto de Carrera, que desde un alto pedes-
32 —
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA
)
tal presidía la manifestación patriótica, viva protesta a mis ideas
de alto y sensato patriotismo.
Dos días antes de la velada, una de las socias que sentía por
mí verdadero aprecio, me mandó llamar diciendo que tenía que
comunicarme algo de gran interés.
Fui a su casa; por ella supe lo que se tramaba en mi con-
tra y me preparé al combate... Escribí una larga defensa la
que pensé leer en el "Círculo" ese mismo día. La señora me ro-
gó que no asistiera porque se formaría un escándalo. Accedí a
su petición; pero declaré que; nunca más pertenecería a ese cen-
tro literario porque las mujeres no buscaban ilustrarse sino lu-
cirse.
Pocos días después el "Círculo" me envió la siguiente carta:
"Distinguida señora:
El Directorio del "Círculo de Lectura" en su última sesión
me comisionó para que comunicase a Ud. el agrado con que es-
ta institución vería su presencia de nuevo en esta casa.
Quiere también la Presidenta, manifestarle que el que se
produzcan polémicas y discusiones entre algunas socias por cues-
tión de ideas antagónicas, no significa en modo alguno, que es-
tas protestas o querellas se hagan en nombre de esta institución.
El Directorio es el que dirige su rumbo y él es el único au-
torizado para aprobar y desaprobar las teorías o la conducta de
las socias.
Las protestas aisladas, deben tomarse individualmente y no
como el rechazo de toda una corporación.
Quiera, distinguida señora, recibir el saludo del Directorio
y de su secretaria."
(Firmado) — Elvira Santa Cruz y Ossa.
Con la velada no concluyó el incidente, era necesario hacer
gala de patriotismo y dejar fuera de combate a la audaz que
había osado hablar en público contra añejos conceptos, — me-
tidos en los cerebros, — sin haber jamás razonado si ese pa-
triotismo encuadraba con los tiempos actuales.
El mismo día 18 de Septiembre de 1917 aparecía en la pri-
mera página de "EL MERCURIO" la conferencia de la señora
Amanda Labarca Hubertson, que leyó aquel día en el "Círculo".
La encabezaba con las siguientes líneas:

"DEL PATRIOTISMO"
(Leído en el "Círculo de Lectura de Señoras", el martes 4
del presente, con motivo de un capítulo de tendencias anti-pa-
triótica que había presentado una señora en sesión anterior).
— 33
D É L I E R O U G E

"Escuché con la mayor atención las ideas expuestas por


nuestra consocia la señora D. R. de W., en el capítulo de su no-
vela inédita que. tuvo la amabilidad de leernos. Temiendo que
mi memoria me traicione o que yo no pudiera comprender exac-
tamente la composición que después no he tenido oportunidad
de leer, os ruego me ayudéis a puntualizar sus principales ideas
antes de comenzar mi disertación.
Yo las resumiría en la siguiente forma:
1?) El heroísmo y sacrificio patriótico son manifestaciones
de personalidades morbosas, explotadas generalmente por los
gobernantes en beneficio de sus intereses mezquinos. Las meda-
llas y condecoraciones son "engañitos con que los grandes con-
tenían a los chicos".
2?) La patria es un mito en cuyo nombre se cometen crí-
menes horrendos como la guerra, por ejemplo; y
3?) El desarme y la paz universal podrían verificarse sin
perjuicios jsara nadie, mediante ciertas medidas como la supre-
sión inmediata de las instituciones armadas. Las ingentes sumas
que se gastan en sostenerlas podrían ser empleadas con mucho
mayor .provecho para todos en la industria y el comercio."
Jamás yo expuse estas ideas que ella me atribuyó, excep-
tuando ésta:
"Las medallas y condecoraciones me hacen el efecto de en-
gañitos que los grandes dan a los chicos."
Y ahora, después de tantos años digo:
"Considero el colmo de la necedad humana, que uh hombre
después de perder una pierna, un brazo, un ojo o quedar ciego
se sienta satisfecho con una condecoración.
¡Manifestación vanidosa que los grandes dan a los chicos!...
La señora Labarca, aunque ese día que yo leí me dijo en
tono amenazador:
"Después hablaremos" no habló conmigo, ni me mandó pe-
dir el capítulo de mi novela, sino que me refutó basándose en
lo que ella creyó oír; pero que yo no dije. Jamás he dicho que el
Desarme puede verificarse de buenas a primeras, sin perjuicio
para nadie. Sólo una loca puede decirlo. Tampoco he dicho que
las ingentes sumas que se gastan en el sostenimiento de las ins-
tituciones armadas puedan emplearse en la industria. Lo que yo
he dicho es que pueden gastarse en la educación del pueblo, y
que después el pueblo con su inteligencia cultivada y su robus-
to brazo devolverá al Gobierno lo que le dio.
En fin, la señora Labarca oyó mal o no quiso oír bien, lo
cierto ^ es que esa lectura que yo hice sin ningún mal espíritu,
cambió por completo el curso de mi vida, que, si no era feliz,
tampoco era completamente desgraciada como lo fué después.

34 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

Por esta publicación de la señora Labarca, tu padre supo que


yo escribía y quiso apoderarse de mi novela "HELENA", la que
yo defendí con todas las fuerzas de mi sér. Casi perdí la vida.
En estas páginas no quiero entrar en detalles de mi dolorosa
existencia, quiero únicamente narrarte mi difícil vida de escrito-
ra, para que te sirva de estímulo si tienes que luchar contra el
ambiente y contra todo lo que se oponga a tu paso para realizar
el ideal que lleves en el alma.
Dos días después de esta publicación, el señor Juan Enrique
Lagarrigue, basándose en lo dicho por la señora Labarca, publi-
caba en "EL MERCURIO" lo siguiente:

"SOBRE EL AMOR PATRIO"

"En "EL MERCURIO" del 18 de Septiembre aparece una


elocuente y transcendental conferencia dada por la señora Aman-
da Labarca Hubertson en el "Círculo de Lectura de Señoras".
Ha salido a luz precisamente con feliz oportunidad en el aniver-
sario de la Independencia Nacional. La señora Labarca Hubert-
son habla del patriotismo con el más elevado criterio y con fer-
voroso entusiasmo.
Ella demuestra luminosamente que el amor de la patria no
puede suprimirse y que incurren en un gravísimo error los que
abrigan tal propósito. Sostiene además, con perfecta razón, que
no es dable amar de corazón a la Humanidad cuando no se sa-
be amar a la Patria. Esos dos amores, lejos de excluirse, se com-
pletan íntimamente. Así el amor de la patria sirve de base só-
lida al amor de la Humanidad, y el amor de la Humanidad enal-
tece, a su vez el amor de la patria.
Sucede a ese respecto algo por el estilo de lo que pasa en
el orden nacional. En este terreno no se concibe, por cierto, el
amor de la patria sin el amor de la familia. El individuo que
desconozca el hogar queda fatalmente inhabilitado para sentir el
verdadero civismo. Nuestra vida debe, pues, ser siempre regida
por tres amores que se vigorizan eritre sí: el amor de la fami-
lia, el amor de la patria y el amor de la Humanidad. Tanto el
odio de clases como el odio de pueblos que conducen más que
a deplorables extravíos. Sólo el amor en su triple forma domes-
tica, cívica y universal, preside eficazmente al glorioso progreso
de la civilización."

No conocía al señor Lagarrigue; pero sabía que era un gran


.pacifista, y que él me diera semejante golpe basándose en la te-

— 35
D E L IE R O U G E

sis dada por la señora Labarca y atribuida a mí, no podía tole-


rarlo, y aunque no lo conocía, —ni siquiera de vista—, deicdí ir
a verlo llevándole el capítulo de mi novela que había provocado
semejante debate t a n en contra de mi voluntad.
Pensar y hacerlo f u é uno. Te transcribo estas líneas de mí
Diario:

"20 de Septiembre de 1917.


"Más o menos a las diez de la mañana, llamé a la p u e r t a
de una casa de modesto aspecto. Salió una señora; le pregunté
por el señor J u a n Enrique Lagarrigue. Me contestó: "Voy a ver
si está." Apareció después una sirvienta quien me pidió m i tar-
jeta; se la di. Regresó y me hizo pasar a una habitación de as-
pecto modestísimo; pero escrupulosamente limpia. Una pieza de
regulares dimensiones con el piso enmaderado y sin alfombra; al
f r e n t e de la puerta de entrada, muchas fotografías y oleografías
puestas en pequeños marcos de madera barnizada color obscuro,
allí están el Dante, Augusto Comte, Cristo y muchos otros gran-
des hombres; rodeando la pieza grandes estantes atestados de li-
bros; f r e n t e a la ventana, con vista a la calle, una mesa barni-
zada de negro más o menos de un metro de ancho, sobre ella
muchos libros y revistas; varias sillas completan el mobiliario;
del techo pende una gran lámpara y en un rincón sobre el es-
critorio otra lámpara con su pantalla apropiada para la lectura,
y allí, cerca de ese escritorio, un gran sillón. Este es el gabine-
te de estudio de un hombre cuyo físico demuestra bondad y pu-
reza espiritual. Mientras esperaba inspeccioné todo, no se m e es-
capó ni los visillos de linón blanco que tiene la ventana que da
a la calle.
Impaciente esperé más o menos unos veinte minutos, pues
cuando llegué, él estaba en bata escribiendo.
Al fin apareció. Con gran curiosidad lo miré de pies a ca-
beza e inmediatamente comprendí que me encontraba delante
de todo un caballero muy fino y cortés. Con mucha amabilidad
me pidió disculpa por haberme hecho esperar. Yo también m e
excusé por haber ido a visitarlo a una hora tan inoportuna. Al
ver que se quedó impasible comprendí que era sordo.
Me hizo sentarme frente a la mesa y me fijé que él eligió
un sitio desde el cual me daba a mí toda la luz en el rostro.
Después de excusarse nuevamente por haberme hecho espe-
rar me dijo muy cariñoso:
—"¿Ud. es la escritora?"
(Por primera vez en mi vida me oí llamar "escritora" y n o
m e desagradó).

36 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

—"Sí; señor, yo soy la que ha hecho esa revolución en el


"Círculo".
—"Por su tarjeta supe que era Ud. Celebro mucho conocer-
la; creí que Ud. era una persona de más edad."
Me reí.
—"Y veo que Ud. es muy joven"
—"No mucho, señor"
—"¿Qué edad tiene?"
—"Las mujeres no decimos la edad; pero yo la digo: Tengo
treinta y tres años"
—"Usted representa veinticinco"
(Debo advertirte que llevaba puesto un velo muy tupido).
—"Usted llegará a los cuarenta representando treinta".
"Tiene Ud. una gran vitalidad; se ve en sus ojos y en toda
su persona. Su vida debe ser muy tranquila".
—"Sí; señor ésta es mi vida: en la mañana mi hogar, después
de almuerzo mis libros, en la tarde sacar a pasear a mi hija, y
en la noche otra vez mis libros. No frecuento la sociedad, y así
pasan mis días sin preocuparme de la gente y por eso me moles-
ta que se ocupen de mí. Esto del "Círculo" me tiene muy con-
trariada."
—"¿No ha vuelto Ud. al "Círculo?"
—"No, señor, y no pienso volver."
—"He oído hablar mucho de Ud. Dígame algo sobre sus
ideas".
A grandes rasgos se las expliqué y le prometí llevarle, al
día siguiente, el capítulo de mi novela que ese día al fin no lle-
vé, pues primero quería conocerlo y según la impresión que me
hiciera se lo daría a leer.
(Soy supersticiosa: cuando una persona me es antipática a
primera vista, esa persona tarde o temprano me daña).
También me preguntó:
—"¿Es usted educacionista?"
—"No, señor."
— " P e r o . . . ¿su padre fué educacionista?"
—"Tampoco, señor; mi padre fué. abogado".
—"¿Por qué escribe Ud?"
—"Por gusto, creo que lo tengo en la sangre: mi padre es-
cribía y en mi familia casi todos escriben y algunos bastante
bien. "Elena Ivens" es mi prima Sofía De Eerrari Rojas. Usted
la conoce."
—"Sí; es muy inteligente."
—"Mi bisabuelo Gregorio de Rojas era abogado, vino a Chile
enviado de España como Juez y Gobernador de un pueblo ve-
cino de Copiapó. Sin duda por eso yo tengo ese espíritu de jus-
ticia".
— 37
D É L I E R O U G E

—"Sí; no hay duda de que es así."


Hablamos muchas otras cosas. La mayor parte de este diá-
logo tenía lugar a través de un tubo de papel hecho de un dia-
rio; él se aplicaba un extremo del tubo a su oído y yo en el
otro extremo acercaba la boca y le gritaba con fuerza. ¡Pobie
caballero! si no lo dejé más sordo... será un milagro.
Mientras yo hablaba, desde la calle solitaria no se oía el
más mínimo ruido (1), en la casa reinaba el más completo si-
lencio, sólo mi voz perturbaba esa calma deliciosa. Al escuchar
mis palabras el señor Lagarrigue cambiaba de expresión y una
gran felicidad se reflejaba en su rostro, y yo al notarla sentía
tan honda satisfacción que, sin duda, en mi rostro también se
reflejaba.
Al terminar mi explicación él me dijo:
"Mi patria no es la de los Carreras, sino la patria de la Hu-
manidad."
¡Qué gusto, qué placer sentí! Riendo y batiendo palmas co-
mo una chiquilla manifesté mi alegría.
El cañonazo de las doce me indicó la hora y apresurada m e
despedí del señor Lagarrigue, pareciéndome que lo conocía des-
de hacía muchos años.
Dos días después él me devolvió el capítulo de "Helena"
acompañado de una Carta. Esta misiva era mi mejor defensa; en-
tonces pensé hacerla publicar para que las personas que habían
leído la conferencia de la señora Labarca Hubertson se dieran
cuenta exacta de la verdad de los hechos y me quitaran el es-
tigma de anti-patriota.
Acompañada de "Elena Ivens" me presenté al Director de
"El Mercurio". Le expuse los hechos y le rogué que, como un
acto de justicia, diera cabida en las páginas del diario de su
dirección a la carta del señor Lagarrigue. Este caballero, muy
gentilmente accedió a mi ruego. Dos días después aparecía en
"El Mercurio" la carta con este encabezamiento:

"SOBRE UNA CONFERENCIA"

"Hace poco se publicó en este diario una conferencia dada


en el "Círculo de Lectura de Señoras", por la señora Amanda
Pinto de Labarca, en la cual se rebatían conceptos emitidos en
anterior trabajo por la señora Delia Rojas de White.
La señora de White ha recibido respecto de su trabajo la
siguiente carta:

(1) Esto sucedió el año 191T.)

38 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

"Distinguida señora:
Me he impuesto de la parte de su novela "Helena", que Ud.
leyó en el "Círculo d^ Lectura de Señoras", y que fué desfa-
vorablemente acogida. Creo que la vehemencia con que Ud. sos-
tiene la tesis pacifista ha podido dar lugar a esa apreciación ad-
versa. Llegaron así a estimarse las ideas de Ud. como antipatrio-
tas, y se le juzgó por eso con severidad extrema.
Sin embargo, en el fondo, ama Ud. de todo corazón a su
patria; pero la desea pacífica y no guerrera, de manera, se en-
tiende, que el desarme se verifique por convenio universal en-
tre las diversas naciones. Y no vacilo en pensar que ese genero-
so anhelo se alberga también en lo íntimo del alma de^ las per-
sonas que le fueron incidentalmente contrarias. De ahí que yo
imagine como más aparente que real, la desinteligencia que se
produjo, no obstante la suma viveza que revistió.
Hay en el modo de escribir de Ud. un impetuoso ardor que,
junto con revelar una acentuada índole apostólica, puede a pri-
mera vista chocar a la gente. Tal vez convendría, pues, para el
buen éxito de su elevada labor literaria, que Ud. tratara de mo-
derar la efervescencia de su estilo, dándole un bello tono persua-
sivo. La noble causa pacifista que Ud. defiende con abnegado
espíritu, ya está sin duda en la corriente irresistible del progre-
so humano. Ahora mismo, en medio de la horrenda guerra ac-
tual por todas partes se alzan voces, que salen aún de los pro-
pios gobiernos de las naciones beligerantes, en favor de una
consolidación inquebrantable de la paz del mundo. Abrigo, en
fin la confianza de que, si Ud. se penetrara íntimamente de la
Religión de la Humanidad, sabría ejercer un eficaz influjo en
la suprema redención social. La fervorosa pluma de Ud. sin per-
der por cierto su intensa vitalidad, sería entonces ademas alta-
mente serena, que es, en verdad, la forma más adecuada para
concurrir al glorioso triunfo de la civilización altruista en que
el planeta entero se verá santificado por fecunda labor fraterna
y libre para siempre de la guerra y la miseria.
Saluda a Ud. con deferencia cordial su servidor,
Juan Enrique Lagarrigue
(San Isidro 75)

Santiago, 15 de Shakespeare de 65.


(22 de Septiembre de 1917).

P. S. Dada mi gran sordera que tanto dificulta el conversar


conmigo, no le llevo yo mismo su manuscrito, y se lo envío con
la portadora de esta carta.

— 39
D É L I E R O U G E

No me pareció suficiente la publicación de esta carta. Los


lectores de "LA NACION" también tenían que saber la verdad.
Conseguí que ese diario publicara las siguientes líneas que apa-
recieron así:
INSERCION

"Por "El Mercurio" del 18 del presente me he impuesto de


la refutación que la señora Amanda Labarca Hubertson hizo a
mis ideas en el "Círculo de Lectura de Señoras".
No fui a la refutación que se preparó en el "Círculo" el
martes 4 de septiembre, por haber sido tratada descomedida-
mente por algunas de las socias, el día que leí el capítulo de mi
novela "HELENA".
Ahora que públicamente y por segunda vez, la señora Aman-
da Labarca Hubertson, alude a mi lectura y expone algunas
ideas, creyendo refutarlas, confiando demasiado en su memoria,
que desgraciadamente le ha flaqueado y por lo tanto tergiver-
sando el fondo de mis sentimientos, contestaré unas pocas pa-
lsbrss
No sé, si ese día leí mal, si se me interpretó peor, o si mi-
ramos la vida por cristales de colores muy diferentes; no me lo
explico. Siempre me había creído muy patriota. Pues para mi
la patria es el conjunto de individuos y el terruño y quien hace
lo posible por mejorar los medios de vida de ese conjunto es
para mí el más patriota.
En mis novelas he puesto toda mi energía, todo mi saber, toda
mi alma, estudiando los medios cómo mejorar las condiciones del
pueblo y de la mujer. Al desarrollar mis ideas no me he basa-
do en las de filósofos extranjeros, sino que he estudiado y ob-
servado el ambiente de este país. •
Si yo deseo el Desarme Universal, es porque amo a mi sue-
lo y a mi pueblo y encuentro que la única solución de su feli-
cidad es la paz y también pienso que esta Paz Universal solo
radica en la educación.
Para que el público me juzgara con justicia, mi única de-
fensa sería dar a la publicidad todo el IV capítulo de mi nove-
la, que fué el que provocó este debate; pero es muy extenso y
POT eso me es imposible hacerlo. .
En poco tiempo más, tal vez muy pronto, mi HELtJNA
verá la luz pública y entonces podrán analizar las ideas y ver
cómo se me ha interpretado; espero que serán justos para ab-
solverme, siempre que' me juzguen con criterio sano, libre de
prejuicios y basándose en la verdad de los hechos.
Todavía esto no me bastó. Yo necesitaba un desmentido am-
plio, sonoro, basado en pruebas aún más convincentes para que
40 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

el público pudiera juzgarme y devolverme mi prestigio de pa-


triota. ¿Qué h a c e r ? . . . Publicar mi novela; dar a luz mi "HE-
LENA" ella sería mi vindicadora. Pero, ¿cómo hacerlo? Me fal-
taba lo principal, lo que siempre me ha faltado en mi carrera
de escritora: el dinero.
Las que escriben tranquilamente, con comodidad, teniendo
a su lado una estufa, en el invierno, y un ventilador eléctrico
en el verano, y al terminar sus obras los medios para editarlas,
—no comprenden el sacrificio de las que trabajamos y luchamos
llenas de dificultades y a fuerza de grandes sacrificios podemos
dar a luz el fruto de nuestras vigilias y ¡cuántas veces acom-
pañadas de la pérdida de las afecciones más caras! Las que rea-
lizamos la labor en difíciles condiciones tenemos más méritos
que las que cómodamente dan expansión a su espíritu.
¿De dónde sacar dinero para editar mi "HELENA"? Pensar
en que mi marido me lo diera ¡ni soñarlo! Lo único de que po-
día echar mano era de un anillo con dos brillantes. Una linda
joya, recuerdo de mi padre. Me causaba inmensa pena llevarlo
a la Agencia. Varios días estuve luchando si publicaba o no mi
libro.
Desde Curicó, José Vásquez Santisteban me escribía dándo-
me ánimos y consejos:
"Procure limpiar bien el camino antes de seguir adelante
—no deje las cosas a medias; no se detenga en temores ni en
prejuicios; no vacile. —No vaya a no querer publicar mi defen-
sa por temor de que alguien diga de que hay un lazo vedado en-
tre nosotros.— Todo el mundo sabe que nó, la lejanía excluye
toda sospecha; ninguna vacilaría en hacerlo, aunque fuera ver-
dad, y Ud. sabe que yo soy un desinteresado y buen amigo su-
yo que estoy dispuesto a todo para demostrar que nuestra amis-
tad es la más pura y limpia, de intención y de hechos, que exis-
te sobre la tierra. Si Ud. no se defiende bien en este caso; si el
público la encuentra vacilante y sola; si ellas se dan cuenta de
que Ud. está desprovista de todo apoyo intelectual y moral con-
tra el grupo hostil, dése por perdida. Tras de este ataque ven-
drá otro peor, hasta que Ud. tenga que romper la pluma y ca-
llar para siempre, que es lo que ellas, envidiosas, quieren. — Por
el contrario, si la ven apoyada y defendida, si notan que no se
arredra y aue las desafía, capaz que se hagan, con una transac-
ción cualquiera, sus mejores amigas y defensoias
Y buen ánimo; buen ánimo. — La voz de la victoria solo
resuena tras la voz del llanto. — Adelante y a luchar, y a escri-
bir cada vez con más empeño y a combatir cada vez con mas
tesón por las nobles y generosas ideas de las que Ud. se ha he-
cho campeón en su país. ...
Que cuando mañana se escriba la historia del pacifismo
— 41
D É L I E R O U G E

mundial, su nombre figure al lado de xas Bertas y de las Jua-


nas, de los Olderrets y de los Hembertt.
La saluda y se le ofrece incondicionalmente su verdadero
amigo y S. S.
José Vásquez Sanlisleban

La defensa que me envió no pude conseguir que la publi-


caran porque era muy extensa y él exigía que no le suprimie-
ran ni una línea. Hoy tengo el placer de transcribirla:
"RESPONDIENDO A LA SEÑORA AMANDA LABARCA
HUBERTSON."
(Respetuosamente)
"He leído el precioso artículo titulado PATRIOTISMO que
la escritora chilena, —a la cual me atrevo a contestar,— pu-
blicó en "El Mercurio" de fecha 18 de septiembre, y me creo
obligado, por un sentimiento de justicia, a poner en claro la con-
fusión y la equivocación que encierra.
Mas, antes de entrar en materia, debo hacer una declaración:
podría interpretarse mal lo que voy a hablar, porque a mí me
Importa poco que en Chile haya o no un sentimiento vivo de
patriotismo, y . d e esto quiero protestar de antemano, afirmando:
1<?) que considero el sentimiento, entendido como hoy lo en-
tiende la gente culta, como una necesidad social, moral y has-
ta estética; 2«?) que Chile es para mí una Nación muy amada,
como su suelo guarda los sagrados despojos de la mujer que
fué mi vida toda. Esto sentado comienzo:
Conozco perfectamente letra a letra la novela "HELENA
de la señora D. R. de W.; conozco también a la autora, y me
consta que no es, como se la quiere hacer aparecer por la se-
ñora Labarca, ni una estúpida modernista del intelectualismo
apegada a la última idea, sea buena o mala, como se apega una
coqueta necia al último figurín, sea ridículo o elegante; nx una
ciega de espíritu que no vea lo que dice, ni una mala chilena
que no ame al país donde nació. — Es por el contrario, una
mujer todo corazón, toda virtud, toda patriotismo sano, (no pa-,
triotismo de declamaciones insustanciales, más o menos bien ves-
tidas de erudición y de forma); una mujer toda intelectualidad
y toda nobles anhelos. .
En el progreso moral, los seres se han dividido ya en dos
categorías: unos, rezagados, cuyo corazón es aun estrecho para
los senttaientos generales y comunes y otros cuya capacidad
sentimental saltando por encima de las mezquindades rutina-

42 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

rias, de las frases a la francesa y de las mezquindades de am-


biente son capaces de concebir ese estado de cultura, sin duda
real en el futuro, en que los hombres no se consideran enemi-
gos los unos de los otros, por haber nacido más acá o más allá de
tal río o de tal cordillera. — Hoy día, en el sentimiento, suce-
de lo que sucedía con muchas otras verdades naturales y mora-
les antes de que el progreso científico llegase al estado en que
hoy se encuentra: los que no sienten esos generosos movimientos
de fusión de toda la Humanidad en una gran familia, unida por
la paz y el amor, por los respetos mutuos y por los intereses
solidarios; los que no son capaces de concebir que u n día no
haya españoles, ni franceses, ni rusos, ni alemanes, sino simple-
mente, hombres; los que no creen en la potencia asimiladora
del progrese? capaz de fundir las características de las razas en
un solo tipo humano, que tenga lo bueno de todas, (a pesar de
creer que eso ha pasado en cada uno de los pueblos actuales
para formar lo que llaman el tipo nacional), esos consideran in-
fieles, malos patriotas, blasfemos y locos a los que lo creen y lo
sienten, a los que son capaces de concebirlo, como se creyó blas-
femo y loco al HIJO DEL ETERNO porque dijo que el esclavo
era igual al patricio y el romano igual al extranjero; como se
creyó blasfemo a Galileo porque afirmó que la tierra giraba en
torno al sol; como se trató de loco a Colón porque aseguro la
redondez de nuestro planeta y ansió romper para el_ comercio y
el progreso de su época la muralla de absurdos temores que ale-
jaba a las naves de la ruta sonora del Océano. __
Y esto- tan sólo esto sucede en este caso. La señora Delie
Rouge pertenece a este grupo selecto de la Humanidad, a este
grupo tan selecto como escaso, que anhela terminar con los odios-
absurdos que separan a los hombres en grupos hostiles, que los
apartan en ejércitos enemigos, que hacen que se destrocen como
bestias salvajes, arruinando todas las conquistas del derecho y
de la cultura; que los apartan en porciones con intereses opues-
tos (como si pudieran serlo los individuos de una misma espe-
cie' como si unas aves lucharan contra otras aves por usufruc-
tuar el espacio infinito y azul,'de la misma manera que si to-
dos los hombres no fuesen unos y únicos por el alma y por el
cuerpo por el cerebro y por el corazon, por los vicios y por
las virtudes, por las aspiraciones y por la existencia, como si f u e -
se una mentira digna de condenación y escarnio, digna de ser
destruida con los obuses y con las bayonetas, f u e l l a s palabras
del VERBO: "Hermanos sois, hombres. Amaos los unos a los
otros" La señora Delie Rouge pertenece a ese grupo y sus de-
tractores al otro; al que piensa que no se puede vivir ahora mas
que con la misma intelectualidad y el mismo estado sentimen-
tal que los que presidían las relaciones humanas en los tiempos

— 43
D É L I E R O U G E

de Licurgo, de Alejandro o de Carlo Magnos, de Napoleón o de


Pedro el Grande; a ese grupo, el más numeroso en todas par-
tes, que está rezagado tres o cuatro siglos en el progreso senti-
mental humano.
En ninguna parte de "HELENA" se pide que Chile se des-
arme hoy y que se entregue a sus crueles y reconocidos ene-
migos, a sus enemigos aleves y traidores, que caerían sobre él
como aves de rapiña; lo que se pide es que la Humanidad ol-
vide el recurso de la fuerza en las relaciones mútuas; que los
hombres no sigan siendo tigres de los hombres; que reine el
amor donde hoy reinan las cintas de metrallas y eso se defien-
de, no con lós argumentos de los chabacanos libros socialistas y
anarquistas de baja ralea, sino con los que han empleado los
pacifistas independientes, los que levantaron el hoy ridículo Pa-
lacio de la Paz; hombres que pertenecían a la más alta aristo-
cracia de la fortuna, del talento y de la ciencia, de esos hombres
que si no lograron su objeto, fué porque hicieron del pacifismo
un ideal político y social, cuando necesita ser, para realizarse,
un ideal legislativo y educativo.
Esto es lo que ha comprendido la señora Delie Rouge. Su
novela tiene ese fin, no el fin de extinguir el noble patriotismo
que es amor y que es fuerza; tiene el fin que han tenido los
generosos gritos de todos los apóstoles.
Y por eso no se le entiende y por eso se le ataca. El ¡cru-
cifícalo! es el grito de las muchedumbres ignaras que ha surgido
siempre, acompañado de la calumnia, ante la voz audaz y sere-
na de todos los redentores. _ ,
Pobre o rico en mérito literario; grande o pequeño, HJlL^-
NA" será un libro que irá a sumarse a esa serie ^santa, en la
que la novela de mi otra raza: "ABAJO LAS ARMAS", brilla
como un sol en el cielo de la literatura.
José Vásquez Sanlisteban
Curicó, 20 de septiembre de 1917.

Al fin mi sueño de escritora y el ansia de justicia pudieron


más en mí, y la linda joya, — regalo de mi padre — se fué a
la "San Juan de Dios", donde quedó guardada por algunos
II16S6S
En los primeros días de octubre del año 1917 "HELENA" en-
tró en prensa y estuvo en las librerías sólo a fines de marzo
dC
Impaciente esperé el fallo de los pontífices de la crítica li-
teraria de aquella época. .
Omer Emeth atacó la idea del divorcio con disolución del

44 —
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA

vínculo —que es una de las tesis del libro— y del resto de la


obra nada dijo, lo cual f u é para mí una gran decepción, pues lo
único que me interesaba era que hablase del capítulo que había
provocado el acalorado debate en el "Círculo de Lectura de Se-
ñoras".
Hipólito Tartarín — en aquel entonces redactor de "LA
UNION", muy ingeniosamente se burló de mi "HELENA".
Yáñez Silva f u é el más indulgente: criticó mi libro en f r a -
ses muy amables; pero tampoco comentó el capítulo que provo-
có el debate. •— ¡Y yo que había hecho grandes sacrificios para
editar y con el único fin que comentaran la tesis sobre Desarme!
¿Por qué callaron los críticos? Quizás porque la guerra mun-
dial se hallaba en todo su apogeo?... Lo cierto es que los crí-
ticos no comentaron lo que más me interesaba. Sólo el señor
J u a n Enrique Lagarrigue, como gran pacifista, hizo alusión al
capítulo, que provocó el debate, en la siguiente carta:

"Distinguida señora y amiga:


Su novela "HELENA" es un testimonio incontestable de su
talento de escritora. La pluma de Ud. se caracteriza por la cla-
ridad, por la rapidez y por un vehemente espíritu apostólico.
Su obra se lee sin el menor cansancio y con vivo interés.
En su estilo vibra de continúo la elocuencia. No obstante
las muchas erratas de imprenta y algunos descuidos gramatica-
les, el mérito literario de "HELENA" resulta evidente. Tal vez
el tipo principal de su novela es más bien una tesis que una
persona. Hallo, en verdad, a "HELENA" en extremo complica-
da, y me parece además que su tendencia habitual de reírse con
violencia raya en histerismo.
Por lo que hace al fondo de su obra, aborda Ud. en ella
asuntos transcendentales. Mucho le honra a Ud. sobre todo el
fervoroso pacifismo de que está animada. Eso le ha dictado las
páginas más bellas. Respecto de divorcio que defiende usted con
gran entusiasmo y muy noble intención, creo que se paralogiza,
porque no se ha colocado en el verdadero punto de vista. Abri-
go, pues la esperanza de que meditando usted sobre el particu-
lar, llegue a persuadirse de que la indisolubilidad del matrimo-
nio es la suprema ley moral del hogar, prescrita sociológicamen-
te para el mejor servicio de la Humanidad hacia donde conver-
gen sin duda el alma generosa de usted en su íntimo anhelo.
Con muy especial deferencia la saluda su servidor y amigo,
Juan Enrique Lagarrigue

23 de marzo de 1918.
— 45
D É L I E R O U G E
— —

Se desencadenó sobre mí una verdadera tormenta de comen,


tarios malévolos. Las mujeres en vez de celebrar mi obra la cen-
suraban duramente. Otras que participaban de mis ideas inven-
taron que "HELENA" no era escrita por mí, sin por José Vás-
quez Santisteban, no obstante de haberles contado yo que Vás-
quez había hecho un trabajo (a insinuación mía), sobre Desar-
me Universal basándose él en mis ideas. Le escribí a mi amigo
pidiéndole por escrito una aclaración sobre el particular; Vás-
quez me envió las siguientes líneas:

"La parte que le concierne a Ud. en mi trabajo "PROYEC-


TO DEL DESARME UNIVERSAL", dice así:
Pág. 2.—
"En una novela genial, sencilla y bellísima la "HELENA" de
Delie Rouge, la autora ha dado los fundamentos morales del an-
timilitarismo, que siente y ama como una profesión de fe, como
una arraigada y profundísima idea. — La protagonista de la
obra, con el lenguaje familiar propio de dos amigas que hablan
(lenguaje del más entusiasta amor humano), expone sus ideas y
da un ligero esbozo, (que no de otra manera podría darse allí),
de los fundamentos y de los medios con que se podrían termi-
nar los futuros conflictos armados. — "Helena" concentra sus ar-
gumentos contra el militarismo en la falsedad de la gloria mili-
tar, sólo disfrutada por los altos Jefes de los ejércitos y jamás
esparcida al soldado anónimo que la gana con su sangre; en la
enorme injusticia de la lucha que por falsos ideales y ficciones
ridiculas que hace a los hombres enemigos de los hombres; en la
falta de correspondencia entre el sacrificio que se pide al pueblo
obligándolo a combatir, y el cuidado que' de él se tiene en tiem-
po de paz, y sobre todo, en los sacrificios inútiles que se hacen
para obtener el triunfo y en la pérdida de tiempo y de ener-
gías humanas, que se gastan en el arte bárbaro de la lucha,
cuando podían emplearse en la cultura, la ciencia v el trabajo,
nosotros vamos a recorrer los argumentos de "HELENA", y a au-
mentar esa argumentación con otra nuestra, en la forma cientí-
fica que requiere este trabajo."
(Declaro que lo de arriba es auténtico)'.
(Firmado) José Vásquez Santisteban

Alguien dijo: "El que ha sentido olor a tinta de imprenta


•quiere volver a sentirlo." — Es verdad.
Aunque "HELENA" casi fué la causa para que tú quedaras

46 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

sin madre, — no por eso el ansia de saber, la sed de ideales que


llsvo en el alma se extinguieron. Escribir es para mí una nece-
sidad espiritual.
Te narraré ahora la gestacin de mi segunda novela "LOS
FRACASADOS". Mi vida había cambiado por completo; me ha-
llaba muy pobre y sin hogar, no tenía nada; pero lo tenía todo:
Te tenía a tí. Vivíamos las dos solas en un 4? piso de la Galería
Alessandri, cuando empecé esta obra. Había escrito las primeras
páginas, la tenía toda planeada, con todas las anotaciones para
desarrollarla; estaba en tinca escribiendo con todo entusiasmo
cuando tú te enfermaste de tifus y mi trabajo quedó paralizado
por algunos meses.
¡Qué días tan amargos fueron esos para mí! sin recursos; t ú
enferma, gravemente enferma; no hallaba a quien tender la mano.
Pretendí hacerle frente a la vida vendiendo ejemplares de "He-
lena". ¡Loca ilusión! Salía a la calle, desesperada, a vender mi
libro! de Oficina en Oficina iba ofreciéndolo. ¡Vano empeño!
Entonces comprendí todo el egoísmo y crueldad del mundo. ¡Có-
mo se reían de mí! ¡cómo trataban de burlarse! A una conocida
escritora le envié la obra y le escribí explicándole mi situación
y suplicándole que me hiciera una crítica. Ella no me acusó re-
cibo del libro ni de la carta y meros hizo la crítica. ¡Qué lasti-
mada me sentí!
Durante tu enfermedad tu padre fué a verte, y, cuando ya
estuviste bien, te llevó al colegio Inglés en Temuco.
Quedé sola, desesperada. Mi dolor era inmenso. Le pedí a tu
padre que se fuera a vivir conmigo y accedió. Un año vivimos
juntos; durante este tiempo, como no tenía casa que atender, pues
vivíamos en una pensión, escribí "LOS FRACASADOS". Esto f u é
en el año 1918.
Mi vida siguió corriendo con sus días grises, muy grises. El
28 de Agosto de 1919, tu padre te envió a Inglaterra. Sentí que
me volvía loca de dolor y que tenía que refugiarme en el Arte
y en el Estudio si no quería terminar mis días en un manicomio,
y me entregué de lleno a escribir y a estudiar. ¡Benditos goces
del espíritu ellos fueron mi salvación!

El 30 de Septiembre de 1920 llegué al "Hogar Anglo-Chileno"


una pensión para señoritas estudiantas. Necesitaba vivir cerca del
Instituto Pedagógico adonde asistía a clases de Castellano e
Historia.
Al año siguiente de vivir en el "Hogar", la Directora —quien

— 47
D E L I E R O U G E

regresaba a su patria— me ofreció el puesto de Sub-Direct.ora. Lo


acepté: vi diseñarse la publicación de "LOS FRACASADOS"
Economicé cuanto pude y cuando ya conté con un capital de
$ 400 me presenté a las casas editoras. Después de muchas andan-
zas de imprenta en imprenta, la misma que editó "HELENA",
aceptó hacerse cargo de la edición (más dicho de la impresión)
en estas condiciones: Yo daría $ 400 pesos de pie y $ 100 men-
suales hasta cancelar todo.

Al fin "LOS FRACASADOS" estuvieron en Librería. Empe-


zaron las críticas que yo esperaba llena de curiosidad. Sabía, que
por una broma un poco pesada que le hice al señor Omer Emeth
—pues lo declaré propagandista de la poligamia— con este crítico
no me iría muy bien. El golpe que me dió fué suavísimo com-
parado con el que yo esperaba. ¡Francés al fin! quiero decir: ca-
ballero.
Alone, —siempre duro con los que escriben novelas, quizás
porque él no las hace— me despedazó el libro. Llegó su torpeza
hasta el extremo de analizar el pseudónimo como si esto influyera
en el mérito de una obra.
Para apocar mi trabajo —aseguró que Clarín, en su libro "LA
MUJER ANTE LA LEY" habría tratado el tópico divorcio, con
mucho más acierto que yo.
Curiosa leí la obra de tan distinguido escritor y tuve la sor-
presa de ver que no había pensado tratar ese tópico, pues sólo
se limitaba a considerar la situación dé la mujer ante la ley
de herencia y la situación legal de la mujer con resp'ecto a la
fortuna heredada o adquirida; pero nada más. ¡Cómo mintió el
crítico!

Los críticos dijeron lo que les dió gusto y gana decir; pero yo
me reservé el derecho de refutar sus críticás. Un día que estaba
de buen humor escribí las siguientes líneas que la revista "AC-
CION FEMENINA" publicó con este pomposo título:

CRITICA

(Contestación que la autora de la célebre novela "LOS FRA-


CASADOS", señora Delie Rouge, da a los críticos que se han
ocupado de su obra).

48 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

"FRAGMENTO DE MI DIARIO"

Estoy ociosa. La ociosidad, dicen que es madre de todos los


vicios. Me ha dado por el vicio de la crítica. Y lo que es peor de
la crítica de las críticas. Aquí estoy rodeada de papeles; sobre
mi mesa de trabajo tengo todo lo que han dicho de "Los Fra-
casados". Leo, releo, analizo y cuántas ideas me sugieren estos
escritos: ¡Qué difícil es criticar bien, imparcial y con talento!
Una de las de más valor para mí es la del Padre del cenáculo
literario. Empieza así esta crítica:
"Fuera de dos niños cuya presencia no es indispensable, fi-
gura, (no diré actúan) en esta novela tres triángulos: uno de los
personajes principales que son dos mujeres y un hombre; otro el
de los secundarios que consta de un ruso, una señora y una
escritora "innominata" y el tercer triángulo (triángulo pasivo) en
cuyos ángulos aparecen tres críticos, entre los cuales cuéntase
el que esto escribe".
(Le faltó un triángulo, la mamá de Margarita y dos gatos).
"En el primero (o sea el de los verdaderos protagonistas) trá-
tase-de los amores de Eliana, viuda joven y madre de familia,
con Gastón Binet casado. La mujer de éste, Edelmira, por algún
tiempo no mira". (Parece cuento alemán). "Pero día viene que
unas cartas anónimas le abren los ojos y precipitan el desenlace.
Eliana se sacrifica noblemente y devuelve a Binet a su legítima
mujer, cuyo hogar no quiere ella destruir".
Leo nuevamente estas líneas: "Fuera de dos niños cuya presen-
cia no es indispensable; figuran (no diré actúan) en- esta novela
dos triángulos". ¿La presencia de los niños no es indispensable?
¿Para qué no es indispensable, para el análisis de este libro o el
desarrollo de la obra? Si es para lo último, son completamente
indispensables, pues por uno de los niños que está enfermo, viene
Eliana de provincia a Santiago, y en el hotel conoce a Gastón
Binet. Por los niños se efectúa el acercamiento, y por los mismos
niños la separación. ¿Son indispensables?...
En el análisis del primer triángulo formado por tres per-
sonajes: dos muieres y un hombre, sólo se analiza a dos: a Eliana
viuda y a Gastón Binet, casado. Y Margarita Velásquez muí er,
joven, divorciada, que hace toda la fuerza en la obra ¿donde
queda en el análisis de este triángulo?
El segundo triángulo no lo analiza.
En el tercero, el crítico se defiende con estas líneas de ciertas
frases dichas por él: "De un artículo publicado en años pasados
cítase una frase en que comparando la institución matrimonial a
las catedrales góticas, digo que, en vez de derribarlas a cañona-
zos, los partidarios del divorcio debieran por el contrario apun-

— 49
D É L I E R O U G E

talarlas como hacían con esos sagrados edificios los constructores


medioevales. Un buen contrafuerte del matrimonio sería la poli-
gamia. Dos o tres esposas, amén de la fundadora, qué contra-
fuerte".
"Esto lo escribí durante 1a guerra con ocasión de uno de
esos "canards" telegráficos que anunciaban la institución de la po-
ligamia en Alemania a consecuencia de la escasez de varones".
Quizás se queja con razón el crítico; pero cuando se ha dicho
algo de tanto calibre y a continuación se ha citado esta frase de
Salomón: "funiculus triplex difficile rumpitur" lo cual en caste-
llano significa: "la cuerda de tres hebras no se rompe fácilmente",
—induce a errores, pues citar al sabio Salomón que debe mere-
cerle mucho respeto por ser figura bíblica,— nos hizo creer que
hablaba seriamente. Pues no pensamos por un instante que un
hombre de talento y de gran cultura pueda ser como las mujeres
a quienes sugestionan las modas que vienen del extranjero. En
verdad creo que le sucedió esto: Muchas veces decimos o escribi-
mos algo que no se nos ocurre que pueda ser comentado. Y otras
veces nos pasa que vamos por lana y volvemos trasquilados.
Pocas líneas después dice: "Seamos serios, señores". (Como
debe serlo el crítico del más viejo de los diarios), "y abstengá-
monos de todo tropo y de toda figura, porque debajo de figuras
y tropos pueden esconderse culebras".
¡No importa, siempre que no sea la serpiente del Paraíso!...
¡Qué lastima sería para él una condenación eterna después de
haber vivido toda una vida abominando de la carne y del de-
monio. . . !
Al terminar de leer esta crítica me he preguntado: ¿Es bue-
no, malo o regular mi libro? He quedado en ayunas. Me hizo crí-
tica de escaramuza. Lo único que me ha llamado la atención es
esto que dice: "Salen a relucir todos los argumentos posibles
(mejor dicho imaginados) y debo decirlo francamente, esa ideo-
logía, ya tan manoseada, no adquiere allí nuevo vigor ni origina-
lidad alguna de forma".
¡Originalidad! ¿Pero, qué hay nuevo bajo del sol? ¡Novedad!
¿Qué novedad se le puede dar a un tema tan trillado? Sería lo
mismo que yo le pidiera a él, que me diera originalidad y nove-
dad acerca de las doctrinas que son tan viejas como él mundo.
Termina su crítica con estas líneas: "Difícilmente concibo
que una persona de talento como es Delie Rouge, dedique su
actividad intelectual a apresurar esas destrucciones; si ellas han
de venir (creo que vendrán en castigo de la necedad humana),
cuál no será el remordimiento de aquéllos que, cegados y cegan-
do habrán contribuido a apresurarlas. Los verdaderos fracasados
serán ellos".

50 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

¿Remordimiento, por qué? Al contrario, inmensa satisfacción


si ljemos contribuido siquiera un poco a aliviar el sufrimiento de
tantas víctimas de leyes injustas.
El dolor ajeno y el propio nos ha hecho escribir y gritar
alto haciendo ver que necesitan reformas nuestros códigos. Las
que no nos resignamos a vivir representando infames comedias
en que se finge amor, cuando existen odio y desprecio, en que
se fingen caricias, cuando existe la traición, somos éstas las que
deseamos nuevas leyes que permitan vivir de acuerdo con las
de la Naturaleza, que son grandiosas e inviolables, porque ema-
nan del Todo y no de los hombres.
Mientras el cable nos transmite (1) que en Inglaterra se
trabaja por dar mayores facilidades para obtener el divorcio, acá
en Chile se lamenta que luchemos porque se dicte una ley justa
y razonable.
En fin, me dice un piropo: ¡qué tengo talento! aunque poco
antes me calificó de culebra ¡no importa! sé que tengo más de
león que de culebra, pues siempre ataco de frente; no obstante la
alusión reptilesca, —a la que no doy importancia,— acepto al
piropo: ¡qué tengo t a l e n t o ! . . . y me sucede lo que al cuervo de
la fábula: desde hoy lo declaro el más fino, galante e inteligente
de los críticos.

Analicemos esta otra crítica ¡qué diferencia con la anterior!


Empieza su autor con una plancha y ¡qué plancha!
"Dice: "Doña Delia Rojas —"Delie Rouge"— como ella se
traduce". ¿Qué traduzco mi n o m b r e ? . . . ¿No estará equivocado?
¿Cómo puedo traducirlo? Delia no tiene equivalente en francés,
"Rouge" es rojo, roja; pero no Rojas. Si hubiera dicho que lo
afrancesaba hubiese acertado. ¡Le faltó ingenio! ¡Y yo que lo
creía ingenioso! ¡Qué equivocación! El pseudónimo de él, si es»
traducible: "Solo", sola, solitario, solitaria: tenia...
Continuemos con la crítica: "LOS FRACASADOS" no tienen
nada de arte. Falta totalmente en ellos la poesía, el encanto, el
estilo, la gracia, la vida de los caracteres, la armonía de la com-
posición, el interés de la intriga y ese magnetismo especial, ese
flúido, ese misterio, que se llama belleza".
"Por lo demás lo creemos un libro muy estimable".
¿Por qué demás es un libro muy estimable? No lo dice. Cómo
puede ser muy estimable el libro al cual le falta: "ese magnetismo
especial que se llama belleza, el interés de la intriga, la armonía
de la composición, la vida de los caracteres, el estilo, el encanto, J»
poesía".

(1) Publicado en "El Mercurio" del 3 de Marzo de WZ3.


— 51
D É L I E R O U G E

¿El e s t i l o ? . . . Estilo tiene que haber, bueno o malo, pues-


siempre h a y u n esilo. Habría que averiguar ¿cuál le concede
él, al género novela?
Estos críticos que escriben sin medir sus palabras, son como
f r u t a s cogidas antes de tiempo.
En seguida dice: "Sostiene una tesis verdadera que la indi-
solubilidad absoluta del matrimonio conduce a situaciones deses-
peradas, especialmente para la mujer, que se debe aflojar un poco
el terrible vínculo para no ahorcar a los cónyuges y que la espo-
sa, en la legislación chilena representa el papel de víctima pro-
piciatoria".
"Todo esto nos parece indudable. Ya lo habían dicho Clarín
y otros: la ley trata a la esposa como a simple esclava, la entrega
atada de pies y manos al marido y los famosos pleitos de sepa-
ración de bienes o de cuerpos constituyen uno de los más irritan-
tes ejemplos de explotación del débil por el fuerte. Todas las
v e n t a j a s están de parte de él, todas las desventajas de ella. P a r a
no caer por miseria o despecho Ta m u j e r necesita ser punto menos
que heroína y quien haya entrevisto siquiera una de estas situa-
ciones no podrá menos que aplaudir con entusiasmo la propagan-
da de la señora Rouge".
El crítico anterior lamenta que dedique mi actividad inte-
lectual a esta labor y me augura remordimientos; éste piensa que
las m u j e r e s pueden aplaudirme con entusiasmo. ¿A cuál le
creeré?.. .
Continúa: "Y lamentar al mismo tiempo la forma elegida.
Es poco simpática. Encarna lo más vivo de su pensamiento en
u n energúmeno femenino".
"Energúmeno", llama a Margarita que, según él, "sobresale
como la mejor figura del libro. Los demás causan el efecto de
títeres de porcelana con resorte".
¿Quiénes son los demás? ¿Gastón y E l i a n a ? . . . Eliana, la
m u j e r que por su amor de madre sacrifica su pasión, y Gastón
el hombre que se aleja de su amada para evitar que la manche
la maledicencia. ¡Vaya si son títeres!
Así se expresa de mis protagonistas: "Títeres, energúmenos''
y continúa enhebrando disparates, confunde a los personajes, le
atribuye a uno cualidades de otro, hace una verdadera me/co-
lanza entre Eliana y Margarita. Y no es porque se parezcan, pues
según él, Margarita es "energúmeno" y Eliana "títere de porce-
lana con resorte".
Por lo general, los críticos asalariados no estudian bien una
obra, la leen rápidamente, pues les sucede lo que a esas obreras
que tienen que entregar gruesas y gruesas de ropa a las casas
comerciales.
52 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

Termina su crónica con esta frase: "Por lo demás como el


a r t e es cosa tan sencilla, bastaría que se lo propusiera".
¿A qué viene esa ironía? El deber del crítico es orientar,
d a r ánimos; pero no tratar de cortar alas.
Mientras el crítico anterior termina con un piropo: ¡qué
tengo talento!.. . éste piensa todo los contrario: me considera in-
capaz de hacer arte.
¿Cómo entendérselas con los .críticos? Lo más cuerdo: no ha-
cerles caso.

Esta otra crítica es de un joven, —casi un niño— pero que


por ser de familia de escritores, ha penetrado mejor que otros el
valor y el fin que lleva mi libro.
Dice: "Delie Rouge escribe para las mujeres de Chile; para
las que cruzan el camino de la vida abrumadas por el peso de
una cruz superior a sus fuerzas, para las que han deseado más
d e una vez, oír una voz que clame justicia; para aquellas que el
destino quiso fuesen madres y que no alcanzaran a comprender
la sublime misión".
Este crítico ha comprendido ¿por qué escribo, para quienes
escribo y qué fin me lleva.
Como esta crítica es muy elogiosa, no citaré todos sus bellos
párrafos y terminaré con estas líneas: "Lo m i s curioso es que el
fuerte de la obra no está encomendada a la protagonista, sino a
una amiga de ella: a Margarita, Margarita es la verdadera he-
roína de "Los Fracasados".
Mientras el primer crítico silenció a Margarita, y el segundo
la llamó "energúmeno", éste último ve en Margarita a la heroína
y dice: "a través de ella el lector se figura a la autora. Delie
Rouge ha descrito a este personaje en carne propia". Aquí el crí-
tico sufre una equivocación, pues no soy yo la que está encar-
nada en Margarita Velásquez, sino una amiga muy querida que
hoy duerme el sueño eterno. A ella le oí muchas veces lo que
dice mi protagonista, a ella la vi llorar desesperada y es ella
la que me indujo, con su inmenso dolor, a escribir estas páginas
palpitantes de vida, de vida cruel, de vida sedienta de afecto y
que sólo fué un inmenso dolor a su paso por este mundo. Marga-
rita es mi amiga que descansa en paz, es ella que cruzó la vida
buscando algo que jamás halló, deseando algo que jamás satisfizo
y llevando en su alma una gran dosis de acíbar que apuró hasta
el último instante de su dolorosa y trágica existencia.
No moriré sin dejar escrito un libro en que narre su vida,
en él quedará impreso para siempre tanto dolor que vi, tanta
injusticia que presencié, tanta crueldad con que el destino se
ensañó con ella hasta su última hora. Mientras otros viven felices
— 53
D É L I E R O U G E

considerados honrados, no obstante de estar su felicidad cimenta-


da sobre un cadáver. Quizás, en uno de mis próximos libros les
quitaré la máscara a muchos que viven honradamente.. .

En esta otra crítica, —también muy elogiosa— el autor estu-


dia el libro en conjunto y dice: "Es la obra de Delie Rouge una
gran obra. Obra de estos tiempos mismos, en que deben ir aban-
donándose esos ropajes fantásticos; esos recursos de falsa pedre-
ría; esas lentejuelas que sólo distraen la retina, para ir derecho
al fondo del escenario, al corazón de lo que el público ha de
juzgar.
No hay allí aquellas frases de alta retórica; aquellos adornos
cursis con que algunos escritores tratan de reflorecer sus trabajos
o aquellos cuadros de galanura muchas veces no vividos, pero hay
algo más, algo más que eso: hay evidencia, hay ese acíbar de la
vida, que para todos no es tan de color de rosa.
Hay capítulos recios y fuertes; hay verdades al desnudo que
tienen el gran mérito de ser verdades.
Abraza esta obra, en gran parte, el tema divorcio, uno de los
grandes e importantes problemas, que es necesario resolver en
este país. Uno de las renovaciones que el progreso mismo de los
pueblos impone a la legislatura.
Esta novela —que deja de serlo porque es algo más— no
parece haber sido escrita por la delicada mano de una dama. Sus
rasgos parecen trazados por una fuerza superior; por un puño que
va haciendo trizas la roca social para demostrar lo que hay en
el corazón de ella; no por una pluma, sino por un buril que ha
esculpido en aceradas láminas los caracteres imborrables que
perdurarán a través del tiempo.
La autora de "Helena" ha podido consagrarse escritora, cíe
fuerte» colorido con su nuevo y último trabajo.
Mis felicitaciones y mi voz de aliento, para continuar la jor
nada".
Esta favorable y elogiosa crítica es de un joven obrero, culto
e inteligente.
¡Qué grato me es oír esta voz de aliento que viene del pueblo,
de este pueblo que en pocos añoá más verá muy claro, pensará
por sí, y no dará oídos ni crédito a frases de retumbante retórica!

He dejado para el último esta otra crítica que considero hecha


con imparcialidad y prolijo estudio.
Su autor analiza el libro primero en conjunto, en seguida a
los personajes.
54 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

Del Libro dice: "Este fascículo lleva un título inquietante:


Los Fracasados"; ¡si lo somos todos en la vida, con la única
diferencia del escollo nuestro!
Pero aún más inquietantes son los capítulos centrales de la
obra. Ved el sumario: "La ley del divorcio". "La educación de
la mujer". "Los fines que persigue la teosofía".
Desde luego estamos en presencia de un libro de tesis. Y
¡qué tesis, cielo santo!
"Los Fracasados" es un toque de somatén para nuestras mu-
jeres.
Es una clarinada sonora del movimiento emancipador que al-
borea en el horizonte nuestro, con llamaradas blancas, precur-
soras de una mañana balsámica para las hijas, para las novias,
las esposas y las madres: sobre todo para estas últimas.
"Porque el libro es un canto armónico a las dulzuras del ho-
gar santificado por el amor, y en contadas ocasiones el "sweet
home" había encontrado un apologista más férvido que en Delie
Rouge.
Pero ella quiere un "sweet home" en que cada cual esté
compenetrado de sus deberes y obligaciones en consciente com-
prensión del alma colectiva que lo embellece.
"Nada de desequilibrios morales, o meramente intelectuales,
que alteran el ritmo sincrónico de una vida superior, a la base
mutua de doble videncia de sus recíprocas aspiraciones' de paz
interna y de dulcedumbre interiores, en ese nido casto del hogar.
¡Ay de los que fracasan en la concepción y ejecución del plan
necesario a la consecuencia de tan altos ideales! Para ellos el
peor de los castigos en esta vida terrena es la destrucción de ese
"Sancta Sanctorum": el hogar en que una familia honesta de
toda honestidad germina y crece al soplo tibio de amor, en su
forma más elevada; bajo la tutela cariñosa del padre y del marido;
y la éffida arrullante de la espesa y de la madre.
"¿Cómo afianzar la realidad de tan bellas ensoñaciones?
"Dando a la mujer una educación más amplia, pero menos
superficial que en las horas presentes. Velando con justeza y so-
licitud por sus fueros civiles, y capacitándola para desempeñar
su triple papel de sacerdotisa, maestra y genitora de los hom-
bres, mediante la promulgación de nuevas leyes que robustezcan
con su prístino desarrollo mental y su autoridad moral posterior.
"¿Cómo apuntalar a este bello edificio sociológico, cuando
los huracanes de la vida lo azotan con crudeza y hacen bam-
bolear los muros?
"Con una ley de divorcio, con la disolución del vínculo matri-
monial, que constituye un freno saludable en la inmoralidad
ambiente.
"Con una ley de divorcio que signifique una rápida repara-
— 55
D É L I E R O U G E

ción para el marido ultrajado en su honor y para la esposa piso-


teada en su dignidad y herida en lo más hondo de su afecto, por
la depravación de un inicuo que viola en su hogar los códigos
del honor y del deber y hasta de las leyes naturales que regla-
menta la higiene del matrimonio.
Perfectamente. Estamos de acuerdo con Delie Rouge en esta
primera y ligera exposición sintética de la tesis desarrollada en
su novela".
Esto dice del libro en conjunto; ahora veamos cómo se expre-
sa de los personajes:
"Son ellos: Eliana Hernández viuda de Montaner, Margarita
Velásquez y Gastón Binet; eje central sobre el cual rueda la tra-
ma habilidosa del libro que está tejida con arte y naturalidad".
De Eliana se expresa en estos términos: "Es una gran sensi-
tiva; con percepciones psíquicas de una ideología espiritual que
hacen de ella un sujeto impresionable, nervioso, perspicaz y lú--
cido, con esa lucidez maravillosa de las mujeres de alma de
armiño.
Recibió una educación a su rangd social, y de niña, manifestó
ya poseer un corazón tierno no Incompatible con cierta firmeza
de carácter que permite hacer de ella una entidad equilibrada
con mucho de Ofelia y un poco de Desdlmona". (Según este
crítico parece que Eliana no es "títere de porcelana con resorte").
"Físicamente es una preciosa criatura, llena de encantos y
gracias estéticas que realiza su interesante figura de soñadora
incorregible". _ ,
De Margarita se expresa en estos elogiosos térmmos:
"Es una mujercita adorable; una "marisabidilla" que lo mis-
mo improvisa una disertación filosófica sobre los problemas pe-
liagudos del divorcio, del amor libre y de la nulidad de ciertos
congresales, que vierte el juicio sobre una novela en boga, o tri-
na contra un patrón de moda que ella juzga ridículo". (Parece
que Margarita tampoco es energúmeno).
De Gastón Binet hace un ligero comentario, analiza poco el
carácter del protagonista, y aun lo trata con dureza, lo llama:
"bobo" — y ¡quién sabe si no tiene razón!
Muchas veces, mientras escribía y a través de mi pensamien-
to le daba vida a este personaje tan perfecto, me preguntaba:
¿No cometemos una falta las que escribimos novelas y creamos
tipos tan ideales? T ,
¿Cuántas mujeres soñarán con un Raul Laval o con un bas-
tón B i n e t . . . ? , .
Sin duda que he cometido una grave falta al imaginar en
mi novela "HELENA" un Raúl Laval, y en "Los Fracasados un
Gastón Binet. Hombres tan perfectos no existen. Mi sed de per-

51 —
MIS M E 14 O R I A S DE ESCRITORA

fección, que anhela algo mejor que la realidad, es la única cul-


pable.

Terminaba de comentar la crítica anterior, cuando por ca-


sualidad cayó en mis manos la revista "ACCION FEMENINA".
Allí leí esta bella y elogiosa crítica, que, sin duda también es
imparcial, pues no conozco a su autor.
Así como en los banquetes se sirven al final los postres, es-
ta benévola crítica me quitó el sabor desagradable de los pri-
meros platos de este banquete literario, en que me dieron mal
condimentados: "energúmenos", "títeres" y "culebras".
Dice así esta crítica:
"Ha venido al mundo literario nacional, una novela cuya
trama y desarrollo envuelve una constante argumentación en fa-
vor del divorcio y de los derechos de la mujer, pidiendo para
ella una situación superior en la vida, en síntesis: una novela
feminista.
La interesante producción de Delie Rouge, no es sólo una
novela de desarrollo sentimental, nó, es ante todo un libro de
batalla, de rebeldía y de protesta contra la tiranía masculina,
puesto de manifiesto según ella en los matrimonios organizados
a base de conveniencias económicas y en las cuales el amor, hu-
ye desolado."
Líneas después dice: "En "LOS FRACASADOS" a manera
de prólogo encontramos la siguiente dedicatoria: "A las que cru-
záis el camino abrumadas por el peso de una cruz superior a
vuestras fuerzas, a las que habéis deseado más de una vez, oír
una voz que clame justicia para vosotras, os dedico esté libro."
Como puede colegirse por esta breve dedicatoria que semeja una
clarinada de atención, anuncia la autora el carácter y objetivo de
su obra.
La novela en general sin dejar de ser amena, tiene pasa-
jes que podrán fatigar un tanto al lector que sólo busque en
ella sensaciones y exaltaciones amorosas. En efecto, abundan las
polémicas y argumentaciones que sostienen entre sí los persona-
jes que actúan en ella. La trama que dá origen a esta obra, son
los quiméricos amores de Gastón Binet, un fracasado en el ma-
trimonio con Eliana Hernández, una viuda encantadora, de posi-
ción honorable y vida recatada. Eliana es otra fracasada de sus
ilusiones que cifró en el matrimonio, donde los deslices adulte-
rinos del marido imprudente y libertino, recayeron como injusta
maldición sobre el hijito menor que lleva en su atrofiado orga-
nismo impresas las huellas de un mal degradante.
Es un idilio que tejen dos almas ávidas de ternura, dos al-
mas que se hermanan y comprenden, mutua atracción, de dos

— 57
D É L I E R O U G E
— 3
que nacieron para completarse y extraviaron la ruta. Hay pasa-
jes en la novela que interesan y monopolizan la atención; ins-
tantes de intensa pasión; de exaltaciones sentimentales que inocu-
lan al espíritu esa infinita tristeza que se apodera de los seres
cuando habiendo encontrado el ideal, éste se esfuma en las den-
sas brumas del imposible.
Esa amarga desesperación, esa angustia insondable que in-
vade a Helí. (Gastón, al ver su incapacidad legal para retener
al objeto codiciado de su amor, — estalla en rebeldía y anatemas
contra leyes que lo amordazan y lo atan al carro de otro ser a
quien no ama, embargan el espíritu del lector.)
Pretender aprisionar mariposas embriagadas de luz y ahi-
tas de polen y retener tan sólo entre las manos el polvillo do-
rado de sus alas multicolores, son instantes de la vida que de-
jan en el alma una insaciable, una inestinguible sed de amor,
de sufrir y luego, fundirse en una nube o desaparecer cual me-
teoro en alguna sima ignorada y misteriosa".
¿Qué bien ha penetrado el autor esa angustia, ese dolor mu-
do, hondo que se apodera del alma que se estrella contra el im-
posible y la tiranía de leyes absurdas. Sin ser él —sin duda—
u n fracasado ha sentido a través de mi obra esa angustia y ese
dolor.
Termina su crónica con estas líneas:
"En resumen: "LOS FRACASADOS" es una novela de in-
terés social, bien escrita y mejor argumentada en su finalidad.
Sus páginas acusan sinceridad y respiran convicción en la doc-
trina que sostiene.
Son páginas vividas que dejan la impresión que la autora
quiso dar.
¿Cuántos "fracasados" pululan por el mundo llevando en el
alma la pena de Helí? ¿Cuántas Elianas no llevan en su ser un
mundo ignorado de ternura y viven soñando imposibles? ¿Cuán-
tas no ven en sus hijos como estigma infamante la culpa de
otro? Delie Rouge preconiza el divorcio como una panacea pa-
ra las tempestades domésticas. ¡Quién sabe; pueda que tenga
razón en ciertas uniones. El problema es complicado y digno de
atención. "LOS FRACASADOS" es la novela de muchos y me-
rece leerse.
Delie Rouge escribe bien y esto justifica el éxito de rus
novelas"'

Al terminar de leer todas estas críticas y ver la diversidad


de opiniones me pregunto: ¿Cuál tiene la razón y está en la
verdad?

58 —
MIS MEMORIAS DE ESC R I T OR A
' " • 5
Cuando publiqué "LOS FRACASADOS" se hallaba en Mon-
tevideo mi muy querida amiga Ana Neves. Junto con el ejem-
plar que le envié a ella incluí otro para la gran poetisa urugua-
ya Juana de Ibarbourou.
Meses después la distinguida poetisa me escribió la siguien-
te carta:
"A Delie Rouge.
Chile.
Señorita: retorno a Montevideo y es recién que, un poco in-
dignada por el retardo, me entregan su bello y "valiente libro.
La felicito por sus ideas y por el modo de expresarlas. He se-
ñalado en su novela frases de tan amarga verdad que me asom-
bra su facultad de observación. Y hay en toda ella tal ansia de
justicia que no puedo menos de rogarle que acepte, desde ahí
el emocionado y fraterno apretón de manos que le envío.
Libros como los suyos, señorita, son tan necesarios, que es
una obra de bondad hacerlos circular profusamente.
Créame su admiradora y amiga sincera.
Juana de Ibarbourou
Montevideo, 25 de Julio de 1923.

Parece que en la vida ciertos seres tienen que encontrarse,


esto me ha sucedido a mí con el señor J. Oscar Griot, caballe-
ro uruguayo que conocí en el "Hogar Angla-Chileno", una no-
che que dió una conferencia.
Al señor Griot debo el haber tenido noticias tuyas después
de más de diez años de averiguaciones por intermedio de Con-
sulados y de amigas. — A él también debo este interesante jui-
cio sobre "Los Fracasados".

"Distinguida señora:
He querido saborear muy a gusto su novela "LOS FRACA-
SADOS" antes de escribirle.
No soy literato, de modo que no voy a juzgar el arte, pero
sí sus ideas. Es Ud. una valiente mujer, expone sus ideales con
sinceridad y galanura, pero sobre todo lo hace Ud. con fuerza.
Creo que novelas como éstas son las que necesitamos. Esta-
mos demasiado acostumbrados a que se nos halague, que se nos
diga que somos buenos, que cumplimos nuestros deberes a las
mil maravillas, que nuestros hogares son un Eden. Es bueno,
pues, que alguien con valentía nos haga palpar la realidad.

— 59
D É L I E R O U G E

En m i país, tenemos, hace tiempo la ley de divorcio, es


verdad que muchos han usado de ella; no creo que se haya
abusado. Pero la verdad es que p a r a la gran mayoría, para aque-
llos en cuyo hogar el amor no es u n a palabra hueca y sin va-
lor, la ley de Divorcio no molesta ni nos afecta. En cambio,
¡cuántas cadenas se han roto para dar libertad a u n gran núme-
ro de mártires del prejuicio social!
Hoy, nadie discute ya la bondad de la ley, todos reconocen
su utilidad y hasta su necesidad.
Al principio, cuando recién se aplicó la ley, los encargados
del Registro Civil, leían en el acto de la celebración del matri-
monio, las partes correspondientes al divorcio. Eso chocaba un
poco, pero hoy ya no se hace y todo marcha bien.
Hay u n punto, sin embargo, sobre el cual he meditado mu-
chas veces y veo también Ud. ha pensado en él, es a saber:
cuando u n matrimonio ha marchado bien por varios años y hay
hijos. ¿No deben el padre y la m a d r e hacer sacrificio de todo
p a r a el bien de esos niños? Pero, entiéndase bien que digo pa-
d r e y madre, es decir ambos y en primer término el padre por-
que por regla general es quien está menos dispuesto a sacríli-
car algunas de sus ventajas de ser hombre. Creo que tanto el
uno como el otro deben pesar por igual en la balanza del dere-
cho y de los deberes. Por eso su prédica me agrada y por ella
la felicito.
Ruégole quiera contarme en el número de sus admiradores
v
creerme S. S.
J . Oscar Griot

Montevideo, 17 de Septiembre de 1925.

Después de un tiempo nadie habló de "LOS FRACASA-


DOS" y yo misma me olvidé de mi libro.
Mi vida era tranquila espiritualmente y agitada en el aje-
treo de ir y venir de clases. Escribía poco, de vez en cuando; pe-
ro a veces me daban unas ansias locas de garabaíear y tenía que
obedecer a ese impulso. En un extraño estado nervioso escribí
"ALMAS", novela compuesta de dos partes: "ALMAS ANTA-
GONICAS" y "ALMAS AFINES". Durante tres días y tres no-
ches t r a b a j é sin descansar, parecía que una fuerza a j e n a a mí
misma m e impulsaba; quería dormir y me era imposible. Cuan-
do terminé este trabajo, me sentí tan cansada como si hubiera
hecho una larga caminata.
Después, descansadamente, escribí: "QUINCE DIAS DE SE-
CRETARIA", novela corta en forma de Diario; saqué en limpio

60 —
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA

"RAMILLETE SILVESTRE" libro compuesto de conferencias,


cuentos y diversos temas; escribí "APUNTES DE VACACIO-
NES" novela; "DOLOR" (libro de exclusivo interés para tí);
"PAGINAS INTIMAS" (también de interés exclusivo para tí);
"MAGDA AGUILAR" novela; "REPERCUSION DEL PASADO' 1
novela; "HELIDA" drama en cuatro actos; y otros pequeños tra-
bajos son frutos de mi labor de escritora durante más de dos
lustros, es decir desde que estamos separadas. Durante todo es-
te tiempo mi vida no ha tenido otro objetivo que estudiar, leer
y escribir.

¿Nuestro destino está escrito?... Cuando pienso en cómo em-


pecé mi labor de escritora, casi acepto la hipótesis de que ve-
nimos a la vida a cumplir cierta misión, determinada por leyes
infalibles. Esto mismo pienso cuando reflexiono en la extraña
casualidad que me llevó a dar mi primera conferencia después
de tantos años que no ocupaba una tribuna. Había ido a clase
de "Literatura Chilena", al Instituto Nacional. Por hallarse en-
fermo el profesor no tuvo lugar la clase. Regresaba triste, me-
ditabunda, sin hallar dónde pasar la tarde, cuando me encontré
con un caballero que se detuvo a saludarme y me preguntó:
¿Qué anda haciendo por esta calle?
Le referí lo que me sucedía y él entonces me dijo: "Vaya
a la "Asociación Cristiana de Jóvenes" a oir una interesante
conferencia sobre Divorcio."
—El tema me interesa, — le contesté.
Me despedí del caballero y me dirigí a la "Asociación". Lle-
gué muy temprano; todavía no había público. Entablé conversa-
ción con el Presidente de la Institución y por él supe que la tri-
buna también podía ser ocupada por damas. Le ofrecí llevarle
un trabajo mío sobre divorcio y que si él lo encontraba" acepta-
ble, lo leería.
Así fué como el 13 de Julio de 1928 di mi primera confe-
rencia que tuvo mucha aceptación. Once años hacía que no ocu-
paba una tribuna, desde aquélla vez que hablé sobre DESARME
UNIVERSAL y que me trajo tan fatales consecuencia que cam-
bió por completo el curso de mi vida. Ahora, dar conferencia es
para mí algo tan natural que ha llegado a ser como parte de
mi labor de escritora.
No siempre el público es benévolo, esto que te digo me in-
duce a referirte lo que me sucedió en el "Club de Señoras",
cuando leí la biografía de Bernard Shaw. Te narraré con deta-
lles este hecho porque refleja la cultura de un pueblo.

— SI
D É L I E R O U G E

Muchas veces la gente acude a las conferencias nada más


que para tener dónde pasar la tarde, el tema anunciado no le
interesa. Lo que me sucedió, fué para mí una lección inolvida-
ble que me hizo comprender que cuando yo hablara en público
debía anunciarme sola, sin que nadie me prestara su concurso
con declamaciones o danzas clásicas.
Ese día, la mayoría de ese público había acudido únicamen-
te a ver las danzas anunciadas en el programa. La biografía de
Bernard Shaw no les interesaba ni pizca.
La sala estaba completamente llena. Había gente esperando
desde las cinco de la tarde. Hacía un calor insoportable. La gente
no se sentía bien: molesta por la apretura y sofocada por el ca-
lor; se movía, hablaba, algunos quejándose y otros diciendo
chistes. El ruido que hacían era insoportable. La biografía de
Bernard Shaw no les interesaba ni un ápice; hasta que al fin,
sin poder contenerme, provoqué una situación bastante molesta,
que a otra, que no hubiera tenido mi carácter, la hubiese bo-
cho salir de la escena.
Me detuve en la lectura y le dije al público:
"Veo que los he aburrido. Esta biografía es demasiado lar-
ga y no les interesa."
Una salva de aplausos se dejó oír. Comprendí que era para
que no continuara.
Muy tranquila, sonriente, desafiando al público continué mi
lectura hasta terminar.
Nada ni nadie, en el mundo me ha dominado: ni el amor
que doblega a las mujeres, ni el dolor que mata a las mujeres,
ni mis padres, ni mis profesores, ni siquiera tu padre con su fé-
rreo carácter británico; menos me iba a dominar un público in-
culto que no podía comprender la biografía de un hombre ge-
nial admirado en todas las naciones civilizadas.
La señora doña Delia Matte de Izquierdo, quien siempre ha
sido muy gentil para conmigo, se molestó mucho. Poniéndose de
pie dijo enfrentándose al público:
—"¿Qué clase de gente es ésta?" "¡Qué no se fijan que es una
señora la que habla!"
Después recibí calurosas felicitaciones de gente de valer que
había encontrado mi trabajo de primer orden. Doña Delia me
dijo: "Es un estudio muy bien hecho, un trabajo muy fino, muy
delicado."
—"Pero al público no le agradó".
—"A Bernard Shaw tampoco lo comprendía el público." —
me dijo en tono muy serio. Si ella tuviera fama de irónica hu-
biera creído que se burlaba.
El pintor Adolfo Guerrero Cood, — abriéndose paso precipi-
tadamente llegó hasta mí y tendiéndome la mano, — aunque no
62 —
MIS MEMORIAS DE ESCRITORA

me conocía — me dijo efusivamente: "Mis más sinceras felici-


taciones, muy lindo su trabajo."
—"No así pensó el público."
—"Su trabajo es para gente culta y no para estos salva-
jes" — dijo en tono enérgico.
Estas frases alentadoras fueron para mí un gran estímulo.
Cuando mi amiga Anita Neves llegó a saludarme tenía los
ojos llenos de lágrimas. — "No seas tonta", — le dije riendo.
"A mí me ha parecido el colmo de la gracia que me aplaudie-
ran para que me callara. He sentido un verdadero placer des-
afiando al público."
Al día siguiente los diarios daban la reseña de la velada.
"LA NACION" con grandes letras decía:

"SOBRE BIOGRAFIA DE BERNARD SHAW DISERTO AYER


DELIE ROUGE".

"Ante' un público numeroso disertó ayer Delie Rouge, sobre


"biografía de Bernard Shaw.
La conferenciante llevó su tema con bastante acierto, mere-
ciendo los aplausos de la concurrencia que se compenetró de la
profundidad de los estudios que sobre el célebre dramturgo inglés
ha hecho Delie Rouge.
En uno de sus pasajes se refirió extensamente a la filosofía
de las obras de Shaw y el gran prestigio que había logrado te-
ner en el mundo de las letras, en donde era justamente apre-
ciado como el mejor y más concienzudo escritor."
Al leer estas líneas pensé: "así es como se hace la historia".
"Los aplausos de la concurrencia que se compenetró de la pro-
fundidad de los estudios". — ¿Era una ironía finísima que só-
lo comprenderían los que asistieron a la velada?. .. Los lecto-
res^darían por hecho que el público me ovacionó por mi traba-
jo. — El público me aplaudió para que me callara. ¡Así es co-
mo se hace la historia!
"EL DIARIO ILUSTRADO" encabezaba la reseña con estas
líneas: "BERNARD SHAW, tratado en el "Club de Señoras".
"Muy concurrida estuvo ayer la sala de conferencia del
"Club de Señoras". Se trataba de una interesante disertación de
la distinguida intelectual señorita Delie Rouge, sobre el famoso
escritor irlandés Bernard Shaw. La señorita Delie Rouge esbozó,
en su conferencia, la figura del creador de "Pigmalión", refirió
su vida anecdótica, logrando interesar al distinguido auditorio."

- 63
D E L I E R O U G E

Como nunca me doy por vencida, al mes siguiente repetí


la conferencia en "La Asociación Cristiana de Jóvenes". Allí se
me escuchó en religioso silencio, como fui escuchada la prime-
ra vez que leí este trabajo en el "Centro Naturista".

Por este libro y "DOLOR", tú has podido ver, hija adorada,


cuánto he tenido que luchar, no sólo en mi existencia cotidia-
na sino también en mi ruda labor de escritora. Yo no tuve al
crítico que me hiciera el pedestal. Sólo la tenacidad de mi ca-
rácter me salvó de quedarme en el primer peldaño. Hoy puedo
decir con orgullo: Todo lo debo a mí misma.
El siguiente juicio que don Samuel A. Lillo da en su texto
de "Literatura Chilena", es el hermoso broche con que cierro
este libro:
"Esta escritora, al revés de otros que, al ser golpeados por
el dolor, no hacen sino llorar sus infortunios, ha procurado tem-
plar su alma en la desgracia y escribir serenamente los cuadros
y las escenas que pudieran servir para evitar a otras mujeres
menos fuertes el fracaso de un hogar y de una vida. Sus libros
son la obra de un corazón generoso de mujer y expresan a la
vez los anhelos de una madre".

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Santiago de Chile, 1933.

64 —

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