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Efrén el Sirio

1. Madre admirable
(Himno a la Virgen María)

La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame
tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente
bella de la Madre bien amada.

La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las
naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre,
¿qué no es?

Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de inteligencia,


perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.

Que en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al
que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.

Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una
descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.

Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno
que es al mismo tiempo Víctima. Él ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la
Víctima que apacigua al Padre.

Que en Mana se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se han
realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.

Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue
prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se
han encontrado purificados.

En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los hombres un fruto
lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.

El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra
sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los
más próximos.

María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había escondido su
desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su
esposa había derribado, su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.

Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se
han inclinado y le han sacado del abismo.

La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y
Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han hallado completo consuelo.

2. La Anunciación a la Virgen
(Himno por el Nacimiento de Cristo)
Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entró en su aposento y comenzó a hablarle, Ella
preguntó: ¿cómo se hará esto? (Lc 1:34). El siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo:
para Dios nada es imposible (Lc 1:37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído,
dijo: he aquí la esclava del Señor (Lc 1:38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella, entró en
Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin detrimento de su virginidad,
y en su seno se hizo niño, mientras el mundo entero estaba lleno de Él(...). Cuando oigas hablar
del nacimiento de Dios, guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu
espíritu. Nada es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer
entre nosotros y de nosotros.

Hoy María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha anonadado y en
Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para hacernos grandes (...). En María
se han cumplido las sentencias de los profetas y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros
la luz y han desaparecido las tinieblas del paganismo.

María tiene muchos nombres, y es para mi un grande gozo llamarla con ellos. Es la fortaleza
donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual que entró: en Ella se revistió
de carne, y así salió. Es también un nuevo cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entró y
luego salió vestido a semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua
viva para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por uno.

Este día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las criaturas fueron
llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y bendecida respecto a Adán, por quien
había sido maldecida. Adán y Eva, con el pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor
del mundo nos ha dado en María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el
veneno en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajó en su misericordia y, a través del
oído, penetró en María. Por la misma puerta por donde entró la muerte, ha entrado también la
Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de María han llevado a Aquél a quien sostienen
los querubines; ese Dios a quien el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El
Rey ante quien tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen, que
lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se sienta en las rodillas de
María. La tierra es el escabel de sus pies y Él brinca sobre ella infantilmente. Su mano
extendida señala la medida del polvo, y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.

Feliz Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías perdido. ¿Se ha
visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero? ¿Quién ha visto al fuego envuelto en
pañales? A todo eso se ha rebajado Dios por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor
por amor de su siervo, que se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno
homicida, había pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humilló para
levantarnos.

Demos gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la tierra a fin
de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La alabanza para Él y al Padre
que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo, por todos los siglos sin fin.

3. Eva y María
(Carmen 18, 1)

Oh cítara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la
maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevó la vida al mundo.
Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse
cómo una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los
incrédulos no osarán indagar sobre su Hijo.

Su Hijo aplastó la serpiente maldita y destrozó su cabeza. Curó a Eva del veneno que el dragón
homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.

Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego
incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la
llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.

Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habitó en las entrañas de la hija de
David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!

El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase.
El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le donó la vida.

El Verbo del Señor descendió de su trono; se llegó a una joven y habitó en ella. Ella lo concibió
y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen Purísima: supera toda alabanza.

Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmó y selló la
sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.

Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer
quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajó al hombre de su dignidad.

Eva llegó a ser rea del pecado, pero el débito pasó a María, para que la hija pagase las deudas
de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las
generaciones.

María llevó el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acercó sus pechos a la
hoguera y amamantó a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quién podrá hablar de Ella?

Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra.
Introdujeron la muerte. El Hijo de María llenó el orbe de vida y paz.

Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta


para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomó sobre su persona los
dolores del mundo, para salvarlo.

María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el río de la vida, que con
su agua irrigó el mundo y vivificó a los muertos.

Eres santuario inmaculado en el que moró el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio
se obró el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.

María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la
sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.

Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que
llenó al mundo de bendición.

¡Bendita, tú, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que
nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su
misterio! Sea bendito su nombre.
4. La canción de cuna de María
(Himno, 18: 1-23)

He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que
se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha, Aquél que llena de sí el mundo (...).

Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a
ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.

Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo
adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.

Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te
he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú
me sostienes en pie.

Mi mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo
estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.

Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable,
como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre.
Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado
pequeño para Ti.

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con
admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en
efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has
querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti,
oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño,
descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el
mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (...).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis
brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te
aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las
terrestres.

Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te
bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la
cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.
Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra
llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.

La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El
querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del
cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la dulzura aquella
boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los
cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.

Preguntas.
1. Sintetiza brevemente el contenido de estos cuatro fragmentos poéticos.

2. ¿Qué dogmas declarados en los siglos IV y V te parece que san Efrén canta en estos versos?

3. ¿Cuál de los cuatro poemas te gusta más? ¿Por qué?

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