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TEOLOGÍA SISTEMÁTICA VII:

ESCATOLOGÍA
Lección 12
DESTINOS FINALES

Introducción
I. El destino futuro de los impíos
II. El destino final de Satanás, los ángeles caídos y el anticristo
III. El estado futuro de los justos
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INTRODUCCIÓN
No hay enseñanza más clara que aquella del destino final para todo hombre
más allá de esta vida presente sobre la tierra:
“E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. Mateo
25:46
“Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás…” Juan 10:28
“En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a
Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales
sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor
y de la gloria de su poder…” 2 Tesalonicenses 1:8, 9
Muy claramente, los justos disfrutarán de vida eterna y gozo en la presencia
del Señor; los impíos sufrirán castigo eterno y separación del Señor. La
morada futura de los justos será el cielo (2 Co. 5:1; 1 P. 1:4). La morada
futura de los impíos será el infierno (gehenna) (Mr. 9:43, 44; Ap. 20:14).

I. EL DESTINO FUTURO DE LOS IMPÍOS


La Biblia castellana hace referencia a la morada final del incrédulo como el
“infierno.” La palabra castellana “infierno” se traduce de varias palabras
hebreas y griegas las cuales tienen referencia a los diferentes estados de
existencia después de la muerte. A veces designa al lugar de los espíritus
que han partido o el estado intermedio, que en hebreo se llama Seol, y en
griego se llama Hades.

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En el Nuevo Testamento, “infierno” traduce más a menudo a gehenna, que
simboliza la perdición eterna final. Gehenna era el lugar donde se echaban
los desechos en el Valle de Hinnom donde ardían fuegos
interminablemente. Los inicuos son mantenidos en el Hades hasta el juicio
final después del cual son lanzados al lago de fuego. “Infierno” es la que se
traduce una vez a tartarus, donde fueron arrojados los ángeles inicuos (II P.
2:4).
Después del milenio, todos los muertos inicuos son resucitados, y luego del
juicio del gran trono blanco son lanzados al lago de fuego (Ap. 19:20; 20:10,
14, 15; 21:7, 8).
A. LA CONDICIÓN FINAL DE LOS INICUOS
La condición final de los inicuos está presentada en la Palabra de Dios por
las siguientes descripciones:
• Separación de Dios (Lc. 13:25, 28; 2Tes. 1:9).
• Oscuridad exterior (Mt. 22:13; 2 P. 2:4, 17; Jud. 6, 13).
• Fuego eterno o inextinguible (Mt. 18:8; Mr. 9:43, 45, 48; 2 P. 3:7; Jud.
7).
• Desprecio eterno (Dn. 12:2).
• Tormento eterno (Ap. 14:10, 11).
• Castigo eterno (Mt. 25:46).
• Destrucción o perdición (ruina) eterna (2 Tes. 1:8, 9; Fil. 3:18, 19; Mt.
7:13; Rom. 9:22; 2 P. 3:7).
• Donde el gusano nunca muere (Mr. 9:44).
• La ira de Dios (Rom. 2:5, 8, 9; 1 Tes. 1:10).
• Retribución (castigo proporcional a la iniquidad) (2 Cor. 11:14, 15; 2
Ti. 4:14; Ap. 16:6; 22:12).
• La segunda muerte (Ap. 20:14; 21:8).
B. TEORÍAS PROPUESTAS
Han sido propuestas varias teorías que niegan que el castigo de los inicuos
no tiene fin:
1. Aniquilacionismo
Según esta teoría, los inicuos son castigados por una era y luego son
aniquilados. Los aniquilacionistas afirman que la palabra griega aiomos,
derivada de aion, que significa “era” tiene el significado de “longitud de una
era” en vez de “eterna.” Sin embargo, aionios es la palabra griega más
fuerte para expresar la idea de eterno, sin fin. Además aionios es la misma

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palabra utilizada para expresar la “eternidad” de Dios, del Espíritu Santo, y
de la vida del creyente.
Por el razonamiento del aniquilacionista, si el castigo de los inicuos sólo
dura una era, entonces la vida de Dios y el creyente sólo dura una era. En
Mateo 25:46, el castigo del impío y la vida del justo está expresado por la
misma palabra, aionios. Al principio de los mil años, la Bestia y el falso
profeta son lanzados al lago de fuego, al final de los mil años, Satanás es
lanzado al mismo lago de fuego: “donde estaban la Bestia y el falso profeta
y [ellos, pl.] serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap.
20:10). Han pasado la era del milenio en perdición y después de eso
comparten el destino de Satanás “por los siglos de los siglos”; obviamente,
su castigo dura más que “una era”.
2. Universalismo
Según los universalistas, el castigo traerá un cambio de corazón por parte
de los inicuos y finalmente ellos, incluyendo a Satanás mismo, serán salvos.
Después de un milenio en el abismo, cuando es soltado, Satanás
inmediatamente dirige una rebelión contra Dios y contra sus santos. Mil
años de encarcelamiento no cambian al engañador ni un poco. La Bestia y
el falso profeta no cambian después de un milenio en el lago de fuego (Ap.
19:20; 20:10).
El hombre rico en el Hades encuentra una gran sima fijada entre él y el seno
de Abraham, y él ruega por un mensajero del reino de los muertos para
advertir a sus hermanos de los peligros del infierno; pero se le dice que la
ley y los profetas son su única avenida de salvación, y que si sus hermanos
rechazan la palabra de Dios, ningún mensajero de los muertos podría evitar
su misma destrucción (Lc. 16:22–31).
No importa cuán temible sea la perspectiva de una perdición eterna,
podemos estar seguros que el juicio justo de Dios será vindicado. Esto se
asegura por la medida extrema de Dios en enviar a su Hijo a morir por
nosotros. La gracia y el amor de Dios son sin medida; si hubiera habido una
manera para que los hombres fueran salvos sin la tragedia de la cruz, Dios
no hubiera sujetado a su Hijo a ella. La cruz demuestra no solamente el
amor y la misericordia de Dios, sino también la pecaminosidad del pecado.
Los inicuos son consignados al infierno sólo después de un juicio en el que
son abiertos los libros y son pronunciadas sentencias justas. La severidad
de la perdición no será igual para todos. Los castigos de los inicuos variarán
en severidad, al igual que variarán en gloria las recompensas de los justos

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(Lc. 12:47, 48; 1 Co. 3:12–15). La conciencia de cada hombre testificará a la
“rectitud” de los juicios finales de Dios.

I. EL DESTINO FINAL DE SATANÁS, LOS ÁNGELES CAÍDOS Y EL


ANTICRISTO
Ya que el destino final de Satanás, los ángeles inicuos y el Anticristo ha sido
tratado en la lección sobre los juicios, en el apartado sobre el juicio de los
ángeles caídos, y bajo el destino final de los inicuos, no será necesario tratar
más sobre sus destinos finales, más que para citar los pasajes de la escritura
donde se revela el tema: Mt. 25:41; Jud. 6; 2 P. 2:4; Ap. 19:20; 20:1, 2, 3,
10; Is. 14:14, 15; 24:21.

III. EL ESTADO FUTURO DE LOS JUSTOS


Abraham estaba dispuesto a vivir en la Tierra Prometida como un extraño,
porque “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios” (Hebreos 11:9–10), una ciudad que ya existe en los
cielos (Gálatas 4:26; Hebreos 11:16). Esta ciudad, el hogar definitivo de los
redimidos, y lugar de habitación de Dios, es la nueva Jerusalén que vio Juan
en una visión, y que descendía de los cielos a la nueva tierra. Ya nosotros
no estaremos más en la tierra, y Dios en el cielo, sino que el trono y
habitación de Dios estarán con su pueblo en la tierra (Apocalipsis 21:3, 22;
22:3).
La ciudad no tendrá templo, “porque el Señor Dios Todopoderoso y el
Cordero son su templo” (Apocalipsis 21:22). Es decir, que la presencia y la
gloria de Dios y de su Cristo llenarán la ciudad de tal manera, que los que
habiten en ella se verán siempre envueltos en una atmósfera de adoración
y alabanza.
Grabados en sus doce puertas, están los nombres de las doce tribus de
Israel. Sus cimientos llevan los nombres de los doce apóstoles. Se entiende
claramente que el verdadero pueblo de Dios de todas las edades,
procedente tanto de Israel como de la Iglesia, se unirá en Cristo en un solo
cuerpo de personas, como el cumplimiento definitivo de Gálatas 3:28
(véase Efesios 2:11–22).
La Nueva Jerusalén es única en el tiempo y en la eternidad, en la Tierra y en
el Cielo. Su gloria, su estructura, su simetría, y sobre todo, su Arquitecto y
Constructor (Heb. 11:10; Juan 14:2,3), sobrepasa a la capacidad de
expresión del lenguaje humano. Es una ciudad literal. El nombre

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“Jerusalén”, es usado en la Biblia alrededor de 810 veces, y siempre se
refiere a una ciudad literal. Nunca es usado en forma simbólica. Si esta
ciudad celestial no existiera, entonces Dios estaría hablando de algo irreal
y ficticio. "Más sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso”. Ro. 3:4.
Aunque se describe a la nueva Jerusalén, no se describen los nuevos cielos
y la nueva tierra. Algunos consideran que son los cielos y la tierra actuales,
renovados por el fuego, y señalan pasajes que hablan de que la tierra
permanecerá para siempre (Eclesiastés 1:4). Sin embargo, es probable que
esto signifique que siempre habrá una tierra, aunque la actual sea
reemplazada por una tierra nueva.
Cuando se presente el gran trono blanco, la tierra y los cielos huirán de la
presencia de Dios, porque “ningún lugar” se encontrará para ellos
(Apocalipsis 20:11). Esto sugiere que dejan de existir. El salmista hace un
contraste entre la existencia de ellos y la existencia eterna de Dios: “Ellos
perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se
envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres
el mismo” (Salmo 102:26–27; Hebreos 1:10–12). Mudarse de ropa significa
quitarse una ropa ya vieja y ponerse otra nueva.
Esto sugiere que se trata de algo totalmente nuevo, y no de una simple
renovación. De manera similar, Isaías vio que “todo el ejército de los cielos”
se disolvía (Isaías 34:4), que “los cielos eran deshechos como humo, y la
tierra se envejecería como ropa de vestir” (Isaías 51:6). También Jesús
reconoció que el cielo y la tierra actuales pasarán, Él dijo:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Marcos
13:31
Igualmente lo hizo Pedro:
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los
cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.
Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis
vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y
apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos,
encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados,
se fundirán!”. 2 Pedro 3:10–12
“Nuevo” (gr. kainós) suele significar totalmente nuevo, y tiene la
connotación de “maravilloso”, “inaudito”. Dios creará unos cielos nuevos y

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una tierra nueva maravillosos, que estarán libres de toda mancha de
pecado y serán un gozo para siempre.
Esta vieja tierra fue designada para el estado probatorio del Hombre, pero
la nueva tierra estará preparada y designada para el estado perfecto y
eterno del Hombre.
Nuestra salvación nos hace entrar en una relación nueva que es mejor que
aquélla de la que disfrutaban Adán y Eva antes de la caída.
La descripción de la nueva Jerusalén demuestra que Dios tiene para
nosotros un lugar mejor que el huerto del Edén; allí tendremos todas las
bendiciones del Edén, pero intensificadas. Dios es increíblemente bueno:
siempre nos restaura a algo mejor que lo que hemos perdido. Ahora
disfrutamos de nuestra comunión con Él, pero el futuro nos depara una
“comunión más intensa con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y con toda
la compañía de los santos”.
La vida en la nueva Jerusalén será emocionante. Nuestro Dios infinito nunca
agotará los nuevos gozos y las bendiciones a disposición de los redimidos;
además, puesto que las puertas de la ciudad permanecerán siempre
abiertas (Apocalipsis 21:25; véase Isaías 60:11), ¡quién sabe lo que
ofrecerán a nuestra exploración los nuevos cielos y la nueva tierra!
Yo Jesús he enviado mi ángel
para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.
Yo soy la raíz y el linaje de David,
la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga;
Y el que quiera tome el agua de vida gratuitamente.
El que da testimonio de estas cosas dice:
Ciertamente vengo en breve.
Amén; Sí, ven Señor Jesús.
Apocalipsis 22:16, 17, 20

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