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Rudolf Carnap. La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje.

Rudolf Carnap. De Dios y el alma. Pseudopreguntas en metafísica y teología.

(Extractos, con algunas modificaciones y agregados.)

El análisis lógico ha conducido al resultado negativo de que las pretendidas proposiciones del campo de
la metafísica son totalmente carentes de sentido. Una secuencia de palabras bien ordenada no siempre
constituye una proposición; hay proposiciones que a primera vista parecen serlo pero no lo son, pues
carecen de sentido. Las proposiciones de la metafísica no poseen sentido y, en consecuencia, son
pseudoproposiciones. Las pseudoproposiciones, por no expresar sentido, no son ni verdaderas ni falsas.

¿Qué dice la teoría del conocimiento y la lógica sobre los conceptos Dios y alma? ¿Existe un Dios o no?
Y si existe, ¿cuál es su esencia? ¿El hombre tiene un alma? Esas preguntas no tienen una respuesta
positiva ni una negativa: no tienen sentido alguno. Son pseudopreguntas. Las pseudoproposiciones y
pseudopreguntas surgen por utilizar, dentro de una proposición, palabras que no tienen sentido.
Tratemos la pregunta acerca de la existencia de Dios. No como si quisiéramos buscar una respuesta a la
pregunta, sino para intentar clarificar su sentido. Sólo tenemos derecho a afirmar la existencia de Dios si
la razón ha verificado y confirmado críticamente la creencia en dicha existencia. Pero, en algunos casos,
la verificación de afirmaciones de existencia ofrece dificultades particulares. Ciertas afirmaciones pueden
ser verificadas fácilmente. Ej: cuando alguien mantiene que determinada torre tiene una altura de 200
metros. Entonces podemos medirla y constatar si es cierto o no. En este caso se hace referencia a una
propiedad determinada de un objeto que puede ser verificada empíricamente. ¿Pero qué sucede si se
hace una afirmación acerca de la existencia de un objeto metafísico? ¿Cómo llegar a ese conocimiento?

Para conocer un objeto y afirmar su existencia debe haber un camino, en el sentido de una línea
intelectual, desde un sujeto hacia un objeto, que permita el acceso a este último. Todo científico acepta
este requerimiento de describir el camino; pero el metafísico se esfuerza en evadirlo. Si todo conocimiento
comienza a través de la experiencia, todo enunciado tiene que ser reducible a posibles percepciones, de
lo contrario carece de sentido. Así, para cada concepto debe haber un camino lógico que descienda hacia
contenidos vivenciales. Todo lo que pueda ser dicho, para poseer sentido, debe ser reducible a
experiencias. Toda afirmación de existencia debe ofrecer un camino material o intelectual de acceso hacia
la cosa que señala. Si se hace una afirmación sobre la existencia de un concepto, se debe requerir una
definición cuyas características puedan descender hacia una experiencia real o posible.

Apliquemos este requerimiento al concepto de Dios. Requerimos la reducción del concepto de Dios a
impresiones sensoriales, es decir, el concepto de Dios debe ofrecer una definición en la cual se
mencionen rasgos a partir de los cuales sea posible una percepción empírica. ¿Esto es posible? No. Las
definiciones de Dios han sido siempre pseudodefiniciones. Dios: “el origen del mundo”, “la idea absoluta”,
“el principio del bien”. Con estas determinaciones se cree haber dado una definición. Pero no son
definiciones, pues éstas no retrotraen a afirmaciones que refieran a posibles experiencias, ya que sólo
suplantan una palabra sin sentido por otras palabras sin sentido. Se utilizan términos que no tienen
respaldo. Las percepciones y las experiencias (pasadas o futuras, reales o posibles) son el respaldo. Si
no se da una definición satisfactoria de un concepto tenemos un mero pseudoconcepto, lo que convierte a
la proposición que lo contiene en una pseudoproposición. La metafísica evade el requerimiento de ofrecer
el camino hacia las cosas que afirma; afirma existencias pero no afirma las propiedades o características
que nos llevarían a poder acceder a aquello que afirma.

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