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MODERADORAS
Gasper Black & MadHatter

TRADUCTORAS CORRECTORAS
Gasper Black MadHatter
astrea75 Daliam
León Erienne
MadHatter LuVelitta
florpincha RRZOE
Usakoserenity Liraz
Nemesis Moon

DISEÑO
R♥bsten

LECTURA FINAL 3
MadHatter
SINOPSIS CAPÍTULO 10
PRIMERA PARTE: KYRIE CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 01 CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 02 CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 03 CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 04 CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 05 CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 06 CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 07 CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 08 CAPÍTULO 19
SEGUNDA PARTE: LAYLA EPÍLOGO
CAPÍTULO 09 NOTA DE LA AUTORA
SOBRE LA AUTORA

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Cuando te haces enemigo de un hombre como Vitaly Karahalios, no
hay ningún lugar en la tierra al que puedas ir para escapar de su ira.
Él te encontrará. Me encontró a mí, encontró a Roth. Encontró a Layla.
Nos encontró a todos, y ahora ha sucedido lo impensable.
Alguien que amo ha sido secuestrado.
Una vez más.
Esto no es un cuento de hadas.
No todo el mundo conseguirá un felices para siempre.
A veces no podemos simplemente alejarnos del pasado.
El amor no siempre salva el día.
La bestia no siempre consigue quedarse con su bella.
Pero tal vez, solo tal vez podamos conseguir nuestro final feliz.

Alpha #3

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EN EL FIN DEL MUNDO
Traducido por astrea75
Corregido por LuVelitta

—Entonces, una vez más, ¿en dónde diablos estamos? —preguntó Layla,
poniéndose de puntillas, inclinándose más precariamente sobre la proa del Eliza, un
monstruoso yate de lujo, registrado en las Bahamas, que nos pertenecía a Valentine
Roth y a mí—. Perdí la pista hace dos meses.
—Ushuaia —respondió Harris, de forma brusca y gruñona, pero con un rastro
de diversión que la mayoría de la gente no sería capaz de detectar a menos que lo
conociera bien—. Es la capital de Tierra del Fuego. También conocida como El Fin
del Mundo.
—Y, otra vez pregunto ¿por qué estamos aquí? —dijo Layla. El par de
centímetros adicionales que había ganado no hacían mucho por dejarle ver la ciudad
que se aproximaba con mayor claridad.
En realidad, si quería tener un buen vistazo, debía ir al puente.
Me recosté en una silla de teca en la cubierta, dejando caer un sombrero de
ala ancha para que protegiera mis ojos del sol, con una copa de vino tinto en una
mano, manteniendo mi cárdigan cerrado con la otra. La temperatura era bastante
genial en el fin del mundo, no exactamente de 10° C, y nos encontrábamos a
mediados de mayo.
—Porque es un lugar en donde podemos estar —contesté por Harris—. Y es
extremadamente remoto.

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Layla se volvió hacia mí con un ceño fruncido. —¿Remoto? Perra, ya casi
estamos en la jodida Antártida. ¿Has visto esos icebergs?
Solo me encogí de hombros y asentí. Layla estaba siendo Layla, pero era tan
genial finalmente tenerla conmigo otra vez. —Roth mencionó que podríamos tomar
un crucero para poder verlos mejor. Mañana, en realidad. Supongo que los reciben
todo el tiempo. Es como una industria turística aquí o algo así.
Harris resopló. —Contrataríamos un tour privado, obviamente.
Layla rodó sus ojos. —Obviamente. —Cruzó la cubierta para sentarse a los
pies de mi silla, robando mi vino—. En serio, pienso, que estoy desarrollando un
severo caso de fiebre por estar encerrada en una cabina. Por mucho que me encante
estar aquí con ustedes, ocho malditas semanas es mucho tiempo para mí para
quedarme en cualquier lugar. Necesito salir de este maldito barco. Por más
agradable que sea, y por mucho que te ame, cariño, necesito un suelo real debajo
de mis pies. Necesito desnudarme y emborracharme con un total desconocido y
pretender que no me encuentro en el Fin del Mundo, haciendo ni mierda con mi
vida.
Harris dejó escapar un suspiro, e intercambiamos miradas divertidas detrás
de la espalda de Layla. —Layla… solo tu podrías quejarte de estar en una gira
mundial, en un súper-yate, con todas tus necesidades satisfechas, y todos tus
deseos cumplidos —dije.
—No me estoy quejando. Mucho. Es solo que… he trabajado toda mi vida,
Key. Desde que tenía catorce años, he trabajado seis y siete días a la semana, en
dos o tres trabajos a la vez. De repente estar desempleada… no me sienta bien. Me
estoy volviendo loca.
—Te toma un tiempo acostumbrarse —admití.
—Además… —se inclinó hacia mí, susurrando—. Estoy jodidamente caliente.
La pequeña Señorita Dedo Medio ya no me funciona. Harris me sacó de los Estados
Unidos tan rápido que no tuve tiempo de empacar mi colección de consoladores.
Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás en la silla y me reí. —Jesús, Layla. Esa
es demasiada información. —Miré a Harris, que estaba explorando de cerca la bahía
con un par de binoculares de alta-potencia, y bajé la voz—. ¿Qué pasa con nuestro
chico Harris?
Layla ni siquiera lo miró. —Eh. No. No, gracias. No estoy tan desesperada.
—¿Simplemente no? ¿Eso es todo?
Se puso de pie abruptamente. —Tengo frío. Necesito un suéter. —Pasó a mi
lado, se retiró de la cubierta y entró en la superestructura de nuestro hogar lejos de
casa, un mayordomo le sostuvo la puerta cuando pasó a su lado sin ni siquiera darle
una mirada.
Cuando se marchó, Harris me miró. —Kyrie, sabes que tengo un oído
excelente, ¿verdad?

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Me encogí de hombros inocentemente. —No tengo idea de lo que estás
hablando.
Entrecerró los ojos, frunciendo el ceño. —El papel de Casamentera no es
algo que te venga bien. —Metió los prismáticos de nuevo en su estuche protector y
también desapareció en el interior, dejándome sola.
Cerré los ojos, absorbiendo la luz del sol y deseando que fuera, al menos, un
poco más caliente. Habíamos estado en el Atlántico desde hace algún tiempo, y la
temperatura no se había elevado por encima de los 10°C en ningún momento. Nos
encontrábamos en el Hemisferio Sur y con el viento omnipresente, siempre hacía
frío.
Incluso con los ojos cerrados pude sentir que Roth se aproximaba. Era tan
silencioso como siempre, moviendo su enorme forma con tanta ligereza como un
gato, pero no obstante, lo percibí.
No dijo ni una palabra, simplemente pasó un brazo por debajo de mis piernas
y otro alrededor de mi espalda, y me levantó, sentándose en la silla, y colocándome
en su regazo.
—¿En dónde están los demás? —preguntó.
Me encogí de hombros. —No lo sé. Entraron después que hice una sugerencia
inocente. Ambos desaparecieron.
—¿Qué sugerencia?
—Layla se quejaba de la falta de oportunidades para… ciertas actividades.
—¿Te refieres a que anda excitada?
—Exactamente. Me limité a señalar que Harris era una posibilidad, y ella
simplemente… se cerró. Se alejó. Y al parecer Harris me escuchó y tampoco le gustó
la idea.
Roth se rio. —Harris es... extremadamente privado.
—¿Qué significa eso?
Levantó su hombro. —Solo que mantiene su vida personal en privado. Le
gusta mantener las cosas discretas.
—Pero ¿no está casado o algo así?
Esto me valió otra risa, esta vez sarcástica. —Por supuesto que no, cariño.
No creo que ese sea su estilo.
—¿Cuál, el matrimonio?
—No, la monogamia. El compromiso. Las relaciones a largo plazo con las
mujeres. Ese tipo de cosas. —Roth pasó su enorme mano por mi cabello, acariciando

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mi todavía corto cabello con un tipo especial de ternura—. Siempre he asumido que
simplemente… consigue lo que necesita cuando lo necesita, en donde quiera que
esté.
—¿Pero no lo sabes con certeza?
—¿Con certeza? No. Es decir, nunca me presentó a nadie. Pero cuando
tocamos tierra o nos reabastecemos en una ciudad u otra, regresa después de unas
cuantas horas con un mejor estado de ánimo. Qué hace y con quién, no lo sé.
Además, no es mi asunto —hizo una pausa—. De todos modos, en lo que se refiere
a Layla, Harris la debe ver esencialmente como una clienta, y tiene reglas muy
estrictas sobre fraternizar con ellos. Reglas que proceden de la experiencia, creo,
pero eso es solo una conjetura mía.
—Bueno, lo dije más como una broma que una sugerencia seria. Pero
supongo que los juzgué mal a los dos, ninguno parece tener mucho sentido del
humor. —Lo miré—. Así que. ¿Cuáles son nuestros planes?
Hubo una larga pausa antes de responder, sabía que eso significaba una sola
cosa: estaba evaluando qué tanto decirme. Roth no me cuenta todo, y me gusta
que sea así. Me gusta permitirle manejar las cosas. Ya que recientemente volvió a
implicarse, sin quererlo, en algunas cosas seriamente peligrosas y atemorizantes,
casi perdiendo mi vida en el proceso, me encuentro más que dispuesta a
concentrarme en los aspectos más mundanos de su negocio. Cuando se trata de a
dónde vamos, por qué, y cuándo, se lo dejo a él. Disfruto de ver el mundo y pasar
todos los días con él. No necesito cada detalle.
—Volveremos a los Estados Unidos después de pasar unos días más en este
lugar. Tengo que hacer algunas cosas que en realidad requieren de mi presencia.
No pude evitar preguntarme si esas cosas incluían una boda, pero no
pregunté. Técnicamente estábamos comprometidos, pero en realidad no habíamos
discutido los planes de la boda.
Sucedería. Cuando Roth estuviera listo.
Sí, admito que yo tenía mi cabeza en las nubes, y era feliz viviendo en la
pequeña burbuja protectora a mí alrededor. Me gustaba fingir que todo se
encontraba bien, que no huíamos de nadie, que solo éramos gente rica y ociosa que
vagaba por el mundo simplemente por el gusto de hacerlo.
Pero conocía la realidad de nuestra situación, era casi demasiado macabro y
aterrador como para pensarlo. Después de todo, solo recientemente había dejado
de tener pesadillas.
—Puedo sentir que estás pensando. —Su voz fue un zumbido sordo en mi
oído.
Ni siquiera me encogí de hombros. Simplemente apoyé mi mejilla contra su

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pecho y me acerqué más. Inhalando su aroma, le dije—: No es nada.
—Mentirosa.
—Bueno. Entonces déjame preguntarte… ¿por cuánto tiempo más vamos a
huir, Valentine?
—No puedo asegurarlo directamente, Kyrie. Es solo que… no tengo los
recursos para hacerlo. Todavía. La respuesta corta es que no lo sé. ¿De acuerdo? Y
esa es la respuesta verdadera. Simplemente no lo sé. —Me miró a los ojos y añadió—
: Sé que esta no es la vida que tenías en mente, y lo siento…
Lo interrumpí, con mis dedos en sus labios. —Estás cuidando de mí, y de
Layla. Lo entiendo. De verdad. Y te amo por ello. Es que… no sé, Valentine. No sé
lo que intento decir.
—Quieres algo parecido a la normalidad. Estoy trabajando en ello, ¿de
acuerdo? Te puedo decir eso. ¿Está bien?
—De acuerdo.
—Se podría decir que estoy trabajando en la creación de una nueva
normalidad para los dos. Amplificando, reduciendo, mirando nuevos proyectos
empresariales que podamos perseguir desde donde quiera que estemos. —Se rio—
. Esto puede no ser normal, pero es normal para nosotros. Es en lo que estoy
trabajando.
—¿Supongo que normal para nosotros no incluye una casa de estilo colonial
de dos pisos en los suburbios? ¿Un perro Corgi, dos niños y una minivan?
Roth se rio de buena gana. —¿Una minivan? ¿Yo, en una minivan? Sueñas,
amor.
—Pero, ¿la casa Colonial, el Corgi y los niños están bien?
—Los Corgis están bien. Aunque no estoy seguro sobre la casa Colonial.
Porque por un lado, pienso que tal vez pueda edificar algo un poco mejor que una
casa de dos pisos.
Me di cuenta de que me ocultaba algo, y no lo presioné. Ahora, ni siquiera
sabía por qué había empezado esta conversación. —Sí, tienes razón. Supongo que
una mansión en los Hamptons es más de nuestro estilo.
—¿Los Hamptons? Creo que no, querida. Demasiado cliché, demasiado
superpoblada. Quizás algo en el Caribe. Ya tengo una propiedad allí y todavía hay
unas pocas islas en venta. Pueden ser compradas con bastante facilidad. ¿Cómo
suena eso?
Me reí. —Ese es mi Valentine. No haces nada pequeño, ¿verdad?
—Nunca. ¿Además, sabes lo imposible que sería proporcionar seguridad

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adecuada para una de esas casuchas en los Hamptons? Sería muy difícil. Creo que
Harris diría “logísticamente imposible”. Una isla puede ser protegida mucho más
fácilmente. Y, además, si tenemos toda una isla para nosotros, puedo hacerte gritar
tan alto como desee sin molestar a los vecinos. —Dijo esta última parte en voz baja,
en mi oído, sus dedos patinando por mis costillas para luego moverse de arriba hacia
abajo en mi muslo.
—No queremos molestar a los vecinos, ¿verdad?
—Mantenerte callada estos últimos meses ha sido… un desafío entretenido.
Déjame decirlo de esta manera. Estoy listo para algo de privacidad.
—¡He sido silenciosa! —protesté.
—Ja. Si mi mano está sobre tu boca, tal vez. Quizás debería tratar de
conseguirte una mordaza en forma de bola.
Giré para que pudiera mirarlo a los ojos. —No te atreverías.
—Lo haría. Por supuesto que sí. Creo que también la disfrutarías. Algunas
esposas acolchadas, una mordaza, y podría jugar contigo durante horas. Y Layla y
Harris nunca lo sabrían.
—Te gusta cuando grito, y lo sabes. —Estaba caliente y húmeda con este giro
de la conversación.
—Así es. Pero tus gritos son solamente para mí. —Y entonces, justo así, la
bragueta de mis vaqueros se encontraba abierta, sus dedos se metieron por debajo
del elástico de mis bragas y estaban buscando, agitando, deslizándose, encontrando
mi hendidura e introduciendo su dedo medio en mi interior—. Estás empapada para
mí, Kyrie.
—¿Tratas de hacerme gritar, aquí en la cubierta?
—Ajá. ¿Está funcionando? —me acomodó, y ahora mi boca estaba aplastada
contra la suya.
—No. Aún no.
Ahora tenía dos dedos metidos en mí. Me retorcí sin poder hacer nada
mientras sus dedos se movían, y luego gimoteé ruidosamente cuando presionó un
gran pulgar áspero sobre mi clítoris. En círculos, en círculos. Y luego sacó sus dedos
y untó mi humedad encima de mi clítoris, su pulgar reanudando sus perezosos
círculos, y yo era un desastre, mordiéndome los labios, la frente apretada contra la
suya, mi pecho agitado.
Y entonces, de repente, se levantó, depositándome sobre mis pies.
Abotonando mis vaqueros, me giró y me hizo ir dando tropiezos hacia las escaleras
que conducían a nuestras habitaciones. —Ve a desnudarte, mi amor. Espérame. Solo
será un momento.
Mis muslos se frotaban cuando fui hasta nuestra habitación, el roce de la tela

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de mis vaqueros enviaba deliciosas vibraciones hasta mi núcleo. Me encontraba al
borde, a solo pocos minutos de correrme. Frustrada, me apresuré a subir las
escaleras tan rápido como pude. Me desnudé en un tiempo récord, quitándome el
jersey y la camisa, desabrochándome el sujetador, haciendo la ropa a un lado, y
luego saliéndome de mis pantalones. Todavía no podía colocar todo mi peso sobre
una rodilla durante mucho tiempo, pero eso no me impedía extenderme sobre la
cama en ropa interior.
Había dicho desnuda, pero era divertido desobedecerle.
Fiel a su palabra, lo oí en las escaleras un minuto más tarde. Ya se había
quitado la camiseta negra, haciéndola una bola en su puño y arrojándola a un lado,
luego de salir de sus pantalones de color caqui mientras subía al escalón más alto.
Cruzó la habitación en apenas su ropa interior, sus ajustados Polos negros abrazaban
su enorme pene y ahuecaban sus nalgas.
—Dije desnuda, nena.
—Tú no lo estás —señalé.
Se quitó la ropa interior y se me acercó, luego subió a la cama y se arrastró
sobre sus manos y rodillas. —Ahora lo estoy, pero aún no estás desnuda.
—¿Qué vas a hacer al respecto, Valentine?
Agarró mis tobillos y me arrastró hacia él. Dejé que me jalara, para que mis
muslos se separaran alrededor de su esbelta cintura y luego, enganché mis tobillos
detrás de su espalda, tratando de llegar a él al mismo tiempo. Pero en lugar de
tomar mis manos como pensé que haría, agarró mis dos muñecas con una mano y
usando la otra sobre mi cadera, me hizo girar hasta colocarme sobre mi estómago.
Con una mano aun sosteniendo mis muñecas en un implacable pero gentil agarre,
me levantó por el estómago hasta que mis rodillas estuvieron debajo de mí y mi
trasero en el aire, presentado para él.
Tiró de mi ropa interior bajándola por mis muslos, pero dejándolas allí.
Repentinamente, yo no podía respirar.
Su mano acarició mi glúteo izquierdo, y luego el derecho.
¡ZAS! Su mano golpeó mi nalga, escociendo, haciendo que temblara, y luché
por evitar estremecerme o gritar. ¡ZAS! Ahora fue el lado derecho.
Oh, Dios.
Oh, Dios.
Lo sentí pasar su mano por encima de mí y abrir el cajón de la mesita de
noche. Entonces observé mientras sacaba un condón. Lo abrió y se enfundó a sí
mismo. Buscando en el cajón una segunda vez, encontró lo que buscaba: una botella
de lubricante y un grueso vibrador rosa. Arrojó ambos sobre la cama.
—¿Kyrie?

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—Sí, Roth.
—Dime lo que quieres.
Tragué saliva. —A ti.
—¿A mí, cómo?
—A tu pene.
Sentí su mano acariciando mi trasero, mimando mis glúteos y entonces su
dedo se apretó contra mí, allí atrás, presionando. Jadeé mientras deslizaba un dedo
en mi interior. No luché, me relajé y lo dejé. Me tragué un gemido mientras retiraba
su dedo y añadía un segundo. Y luego un tercero.
Había estado trabajando en esto por meses. Jugando con esto. Diciéndome
lo bien que se sentiría, lo fuerte que me correría. Pero, hasta ahora, todo lo que
había hecho era usar sus dedos, estirándome, haciendo que me acostumbrara a la
sensación. Usando el vibrador unas cuantas veces.
Quería esto.
Dios, así era. Con tantas ganas.
Aplicó un poco de lubricante y puso sus dedos allí detrás, luego llenó mi coño
con su polla y nos movimos juntos, el mundo se detuvo cuando me corrí, con fuerza
y rapidez, de forma inmediata e intensa, una onda desgarradora de felicidad
orgásmica.
Se burló de mí con la punta de su pene, corriendo la ancha cabeza contra mi
clítoris y luego se metió en mi coño de nuevo, estirándome y no pude evitar gemir,
en voz alta.
—Calla, cariño. Guarda silencio.
—No puedo… evitarlo.
—No me contestaste, Kyrie —se sumergió profundamente en mí,
penetrándome hasta su empuñadura, llenándome hasta que jadeé por la plenitud.
Sus dedos también se encontraban metidos hasta los nudillos, tan profundamente—
. ¿En dónde quieres mi pene?
Levanté mi trasero, retorciéndome contra sus dedos. —Aquí.
—Dilo, nena.
—En mi trasero.
—Dime qué quieres, amor. Déjame oírlo.
—Fóllame el trasero —susurré.
Esta vez, él gimió, conduciéndose hasta el fondo de mi coño y me corrí, con
fuerza y silenciosamente, tensándome, con la boca abierta y temblando.
En el momento de mi orgasmo, se retiró de mi hendidura y sacó sus dedos

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de mi trasero. Luego roció más lubricante sobre sí mismo y sobre mí, y entonces
acomodó la punta de su pene en la apertura de mi trasero, empujándola
suavemente, penetrando gradualmente en incrementos muy pequeños. —¿De esta
manera, amor? ¿Esto es lo que quieres?
—Más —fue todo lo que pude decir.
Un empujón, y su redonda cabeza se encontró en mi interior, estirándome,
con un fuego abrasador. Un malestar. Pero me estaba corriendo y eso triunfó sobre
el aguijón del dolor. Roth colocó sus dedos en mi clítoris y lo rodeó, gemí cuando el
orgasmo se agitó y extendió, y entonces su otra palma golpeó mi trasero con fuerza
y grité, el azote sobresaltándome. Otro. Y otro. Lo suficientemente duro que grité
en el colchón, pero luego… luego me di cuenta que se encontraba más
profundamente que nunca. Tan profundo.
—¿Cómo lo sientes, Kyrie?
—Jesús, Roth. Se siente bien. Demasiado bien.
—¿Duele?
—Un poco —admití—. Pero no te detengas.
—¿Puedes soportarlo, amor?
Me toqué, mis dedos rodeando mi clítoris, acercándome más y más, pero
entonces Roth me detuvo, con el vibrador zumbando, tocándome con él. Me aparté,
presionó la punta del consolador vibrante salvajemente en mi clítoris y sentí estrellas
detonando dentro de mí. Roth se quedó completamente inmóvil, medio empalado
en mi interior, pero lo sentí temblando. Necesitando. Esperando. Arqueé mi espalda
y deslizó el vibrador en mi apertura y ahora estaba tan llena, llena hasta el punto
del dolor. Podía sentir su pene rozando el consolador, un delgado velo de piel
separándolos y me corrí con tanta fuerza que me dolió, corriéndome tan duro que
estaba llorando por esto, incapaz de hacer nada más que meter y sacar el artefacto,
dejando que la pequeña parte secundaria del consolador golpeara mi clítoris justo
así, justo allí. De nuevo. Una y otra vez.
Y entonces sentí a Roth golpeándome, y cuando grité, me llenó aún más,
empujándose más profundamente en mi trasero con un lento deslizamiento, sus
caderas ahora encontrando la piel de mis nalgas.
—¿Puedes soportarlo, Kyrie? —su voz era gutural, frenética, al borde del
control.
—Fóllame, Valentine —murmuré, empujándome contra él.
Oh, Dios. Dolía pero se sentía tan bien. Tan profundo. Tanto. Tan llena.
Y luego… se retiró. Muy lentamente. Solo una fracción, pero hizo que apretara
los dientes y gritara en la cama, agarrando las sábanas con mis puños temblorosos…
esto no era un orgasmo, era placer crudo, un hilo de dolor para hacerlo potente,

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una plenitud que no podía ser descrita apropiadamente, tanto de él, todo mi
Valentine palpitando en mi interior.
—Jesús, Kyrie, te sientes tan apretada que casi duele. Tan perfecta —me
penetró—. Dios, amor… tu culo es tan perfecto. ¿Cómo sientes esto?
Ni siquiera podía hablar. Bajé la cabeza y mordí la sábana de seda y gruñí,
arqueando la espalda y retorciéndome… más, le estaba diciendo, gritándole,
gritándole sin hablar.
—¿Te gusta?
—¡Dios, mierda, sí! —logré decir, mi voz ronca, hosca, necesitando con tantas
ganas gritar como una posesa pero conteniéndome.
Y entonces se movió de nuevo. Un deslizamiento lento, y pude sentir la
anchura de su pene raspando contra el músculo tenso de mi trasero, cada temblor
de piel contra piel haciéndome sacudir y jadear. Oh… maldición.
Mierda. Estaba penetrándome poco a poco. Tan lentamente. Empujes
glaciales, pero ahora sin detenerse, saliendo… saliendo… y saliendo, y entonces…
entrando de nuevo… con tanta jodida lentitud. Follando mi trasero con toda la
delicadeza que poseía, pero sus manos, oh sus manos, agarraron mis caderas con
una fuerza violenta. Como si el agarre de sus dedos en los pliegues de mi cadera
fuera todo lo que le impedía penetrarme con tal fuerza que me rompería.
—Joder, Kyrie. No puedo contenerlo, amor. Necesito follarte. Necesito
moverme.
—Valentine… —No sabía que decir.
Quería eso. Pero no creía que pudiera soportarlo. No porque tuviera miedo
de que me lastimara. No, se sentía tan bien, tan perfecto, meses de juego anal me
habían estirado gradualmente hasta que estuve lista para tomarlo entero. Tenía
miedo de que si me follaba cómo él claramente necesitaba, el orgasmo me destruiría,
me arruinaría, me rompería sin posibilidad de reparación.
Otra lenta, leeeeentaaaa, retirada y un empuje más lento de regreso, para
que pudiera sentirlo entrar, sentirme extendiéndome más mientras la amplia
empuñadura de su polla enorme me llenaba. Y luego, se inclinó sobre mí, su pecho
presionando mi espalda, sus manos deslizándose para agarrar mis pechos, y estaba
jadeando, agitado, gruñendo en su pecho.
—Roth… —jadeé.
—Estoy justo allí, Kyrie. No puedo… necesito ir despacio. —Sonaba…
destrozado… como si su control hubiera sido puesto a prueba más que nunca antes.
De todo el sexo que habíamos tenido hasta este punto, y había sido un
montón, nunca lo había escuchado tan claramente afectado en forma audible por la
potencia de todo esto. Lo había sostenido mientras lloraba, sí. Había follado y hecho
el amor con él cuando era una ruina emocional después de lo que Gina le había

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hecho. Pero esto era absolutamente diferente. Este era mi Valentine necesitando
follarme, aunque conteniéndose por mí, conteniéndose por hacer lo que deseaba, lo
cual era totalmente diferente a él. Tomaba lo que quería, de mí y de la vida, y nunca
se retrasaba o se contenía.
Pero esto era diferente.
—Fóllame, Roth —extendí la mano y agarré una almohada, la metí debajo de
mi estómago, tiré de mis rodillas más hacia adelante, empujándolo a él en mi
interior, conduciéndolo más profundamente en el proceso—. Solo fóllame. Lo
necesito. Puedo soportarlo. Solo… Dios Santo, solo fóllame.
Se enderezó detrás de mí, inmóvil. Lo sentí respirando, preparándose a sí
mismo. Sentí sus manos en mi espalda, acariciando mi columna, mimando mis
glúteos, apartándolos y gimiendo mientras se introducía con más profundidad. Yo
solo podía respirar y gemir, agarrando la ropa de cama. Y entonces, oh, Dios. Salió.
Casi por completo. Roció aún más lubricante en su pene, entró, salió, aplicó más
aún y ahora estaba entrando y saliendo en pequeños aleteos, pequeños empujes, y
me estaba volviendo loca. Me había olvidado del vibrador mientras me concentraba
en aceptar todo de Valentine, y ahora a tientas lo buscaba para encontrarlo en el
colchón debajo de la almohada, lo encendí, para que vibrara y tocara mi clítoris,
grité contra la almohada, lo retiré, jadeando, soltando un sonido sin aliento.
Roth ahora me follaba con un poco más de fuerza. Un poco más rápido.
Toqué mi clítoris de nuevo, se encontraba tensa por olas destructoras. Pero
aun así, esto no era un orgasmo. No realmente. Me metí el grueso consolador rosa
en el coño, el cual antes había introducido en mi trasero por ser más pequeño que
Roth por mucho, y me follé con él. Lentamente, al principio, pero luego más y más
rápido, jadeando, arqueándome, retorciéndome, dejando que el estimulador para el
clítoris vibrara contra mí. Ahora Roth no podía contenerse y se estaba moviendo en
serio, entrando y saliendo, y era demasiado, se sentía tan bien, tan increíble que no
quería que se detuviera nunca. Quería dejarlo follarme así para siempre.
Tenía mis caderas agarradas con sus manos otra vez, tirando de ellas, y ahora
deslizó una mano por la base de mi columna, presionó la palma en mi coxis y agarró
la curva de mi cadera con la otra mano, y sentí sus caderas golpeando contra mis
glúteos, su pene profundamente y sus muslos rozando la parte de atrás de los míos.
Me penetraba, salía, se empujaba y retiraba con sus manos, gruñendo,
conduciéndose hacia su propio orgasmo.
Lo sentí engrosándose en mi interior.
Lo sentí acelerando.
Igualé el ritmo acelerado y despiadado de su pene en mi trasero con el
vibrador en mi coño. Me sentía tan llena y tan follada a fondo, ahora con más y más
fuerza, que era casi imposible poder respirar.
—Kyrie…

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—Mierda… —solté un grito ahogado.
—Mierda, Kyrie. Estoy allí, amor, estoy… oh, ohhhhh mierda…
Y se corrió, antes que pudiera formular las palabras. Lo sentí. Lo sentí
derramándose en el condón, lo sentí engrosándose aún más. Gemí y me moví con
él mientras me follaba, moviendo el consolador en sintonía con su ritmo.
Entonces todo se detuvo, mientras se corría. Mi sangre se convirtió en fuego,
mis músculos, todos los 640, algunos se contrajeron y latieron, mi coño se tensó y
mi trasero se contrajo y me retorcí como loca, mordiendo las sábanas y grité cuando
un orgasmo diferente a cualquier cosa en mi vida me atravesó y Roth siguió
follándome, follándome, follándome y llevándome a través del clímax hasta que me
encontré temblando, gimiendo y llorando. Y entonces me corrí una vez más y luego
otra vez en un ciclo sin fin. Apenas sabía qué estaba sucediendo cuando ola tras ola
de un clímax de potencia nuclear explotaba a través de mí, y en mi interior.
A medida que las réplicas me golpeaban como un terremoto, cada una de
ellas en un tenso orgasmo en su propia esencia, sentí que Roth se salía lenta y
cuidadosamente como me había penetrado de forma gradual y con ternura.
Cuando se encontró fuera de mí, me desplomé hacia un lado, las lágrimas
deslizándose por mis mejillas. Sentí que se levantaba, lo oí desechando el condón y
entonces estaba en la cama conmigo, acunándome contra su caliente y amplio
pecho.
—Jesús, Kyrie. Aún no puedo respirar bien. Me corrí con tanta fuerza.
Me acurruqué contra él, agarrando la parte posterior de su cuello, tumbada
completamente encima de él, presionando mis labios en su garganta. —Valentine,
yo no… ni siquiera tengo palabras para lo que fue eso.
—¿Estás bien, cierto?
Me levanté lo suficiente para que pudiera ver mis ojos y ver que le decía la
verdad. —Mucho más que bien. Me encantó, me encantó todo, pero no creo que
podamos hacerlo muy a menudo. Fue simplemente… tan jodidamente intenso que
no creo que pudiera manejarlo todo el tiempo.
—Eso fue increíble. Pero sí, no todo el tiempo.
Nos quedamos en silencio por un tiempo, en el lugar especial en donde no
necesitábamos palabras. No nos dormimos, solo estábamos contenidos en el otro,
abrazándonos, respirando, piel con piel, latido a latido.
Entonces sentí su pene bajo mi vientre, endureciéndose.
Seguíamos sin necesitar palabras. Extendí mi mano y lo acaricié para traerlo
a la vida, lo deslicé en mi hendidura, lo metí centímetro a centímetro en mi coño.
Presioné mis labios en su garganta, aplastando mis caderas contra las suyas,
yaciendo encima de él, mis muslos agarrando sus costados. Tomé su rostro con mis
palmas, lo giré hacia el mío y lo besé quedándome sin aliento, lo follé hasta dejarlo

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sin sentido, lo follé hasta que enloqueció y yo jadeaba y sudaba, lo besé todo el
tiempo, hasta que nos retorcimos en absoluta sincronía, justo en el borde. Y
entonces, momentos antes de corrernos, me detuve. Lo presioné sobre la cama,
deteniéndolo. Lo contuve, con mis manos en sus hombros. Me senté en posición
vertical y lo miré.
—Mírame, Valentine —dije. Apoyó sus manos en mis muslos y sus ojos fueron
hacia los míos—. No te muevas.
Sentándome derecha, su pene llenándome, sus hermosos ojos azules en los
míos, monté a Valentine lentamente, rodé sobre él, machacándolo, sosteniéndome
a mí misma con las palmas en la V de mis muslos. Hice girar mis caderas en círculos
amplios, elevándome hasta que casi lo saqué y sentándome sobre él para que se
encontrara totalmente en mi interior, alejándolo de su cuerpo, montándolo,
montándolo, montándolo.
El sudor recubrió su cuerpo gloriosamente musculoso con un brillo, y luchó
por permanecer quieto.
Lo sentí llegando al borde y desaceleré. Esperé, manteniéndolo alejado para
que no pudiera aliviarse.
Esperé un poco más hasta que se tensó, hasta que temblaba completamente
por la necesidad. Toqué mi clítoris con uno de mis dedos mientras él observaba,
manteniéndonos quietos, agitándome para que perdiera el borde de su casi-
orgasmo. Me manoseé a mí misma…
Y entonces me vine, cayendo hacia adelante, lanzando mis brazos alrededor
de su cuello y retorciéndome mientras él vertía a chorros su semilla en mi interior,
inundándome con su calor húmedo, y gemimos, nuestras bocas buscando y besando
de forma descuidada, hasta que solamente el orgasmo siguió detonando entre los
dos, de forma simultánea.
Cuando al fin cesaron las últimas olas y estremecimientos, Roth se retiró de
mí. Se levantó y se dirigió al cuarto de baño en busca de una toalla, volvió y me hizo
rodar sobre mi espalda, abrió mis pliegues con dedos gentiles y me limpió con ella,
luego subió de nuevo a la cama junto a mí.
Otra somnolencia larga y perezosa le siguió al silencio de saciedad, ambos
totalmente cansados.
Mi mente vagó y me pregunté distraídamente si aún no habíamos llegado a
puerto, pero decidí que no me importaba.
Su voz retumbó, con mi oído en su pecho. —Te iba a dar una sorpresa, pero
he decidido que ya no.
—¿Darme una sorpresa? —pregunté.
—La razón por la que estamos regresando a Estados Unidos
—¿Cuál es la razón?

19
Una pausa. —Bueno, haciendo los negocios a un lado… es por nosotros.
—En primer lugar, ¿cuál es el aspecto comercial del viaje?
—Voy a vender un montón de propiedades y acciones. Incluyendo la torre en
Manhattan. Voy a liquidar un grupo de activos y tengo que estar allí para finalizar
las ventas.
—¿Vas a vender la torre?
Asintió. —Sí, ya es tiempo. Quiero construir un lugar entre los dos, entre tú y
yo. Algún lugar nuestro. —Soltó un suspiro—. Además, vamos a necesitar un flujo
de dinero en efectivo para… los preparativos, supongo que se podría decir de esa
forma.
—Sé claro, Roth. Explica lo que significa “preparativos”.
—Permanecer fuera de la red, de forma adecuada y eficaz es algo difícil. Más
aún cuando eres tan rico como yo. Mira, la mayor parte de mi capital es… imaginario,
esencialmente. Es real, en el sentido de los negocios y en el mundo de los negocios,
en donde tengo contactos en cada banco, en todo el mundo. Pero si quieres salir de
la red, las características de la inversión y el valor neto no tienen sentido. Aquí afuera
el dinero en efectivo es el rey. Y valer decenas de miles de millones de dólares no
es bueno para mí si no puedo convertirlo en dinero en efectivo, o que este fácilmente
disponible en efectivo. Pero, sobre todo, en las cantidades que voy a necesitar, eso
es difícil de obtener. ¿En cuánto al por qué? —Roth se detuvo, su mano acariciando
mi lado lentamente—. Honestamente, Vitaly sigue siendo una amenaza muy real
para mí, para nosotros. Está ahí fuera en alguna parte, esperando, aguardando su
momento. Es una gran araña venenosa con una red muy elaborada, solo esperando
a que nosotros hagamos vibrar una línea de su telaraña. Necesito encontrar para
nosotros una manera de desaparecer completamente o tengo que deshacerme de
él. Ninguna de las opciones es fácil.
—¿Por cuál enfoque te estas inclinando? —pregunté.
—Desaparecer, para ser honesto. No porque quiera huir de él, sino porque
soy lo suficientemente inteligente, y lo conozco lo suficientemente bien como para
saber que no estoy totalmente dispuesto a iniciar una guerra. Y eso es lo que
necesitaría. Ahora que Gina se encuentra muerta y él se da cuenta de que su
santuario puede ser asaltado, va a estar en alerta máxima. Y él tiene acceso a
muchas, muchas veces más hombres y armas que yo. Yo valgo más,
financieramente, pero él es un viejo zorro astuto con una red como nadie en el
mundo. Para ir tras él, para tratar de matarlo… tendría que empezar toda una
guerra. —Tocó mi barbilla y estiré el cuello para mirarlo—. Ha habido suficiente
derramamiento de sangre.
Asentí. —Sí, la hubo. Voy a ir a donde tú vayas, y voy a apoyarte en lo que
sea que decidas hacer. Es que… tampoco quiero pasar mi vida con miedo.
—Así que, entonces ¿irías tras él? —Roth parecía sorprendido.

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Me tomé un momento para pensar. —Ya probé lo que es estar cerca de morir.
La idea de pasar por algo así de nuevo, me enferma. Ver que tú, Layla o Harris
salgan lastimados… No estoy segura de que pudiera soportar eso. Pero, al mismo
tiempo, no estoy dispuesta a huir de él por el resto de mi vida. Prefiero quedarme o
incluso ir tras él, si eso es lo que se necesita. Voy a dispararle yo misma, si tengo
que hacerlo. Lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo.
—Bueno, esperemos que no lleguemos a eso. Tengo algunas ideas, por eso
es que nos dirigimos a los Estados Unidos.
Apoyé la barbilla en su pecho; miré sus penetrantes ojos azules. —Dijiste que
había otra razón por la que nos dirigimos de nuevo a los Estados Unidos, una que
tiene que ver con nosotros.
Tomó mi mano en la suya, mi mano izquierda, la que tiene el anillo de
compromiso con el diamante de dos quilates, su pulgar empujándolo de un lado al
otro en mi dedo. —Han pasado seis meses desde que te propuse matrimonio. Creo
que es hora de hacer algo sobre eso, ¿verdad?
—¿Hacer algo al respecto? —me quedé sin aliento—. ¿Cómo qué?
—Como casarse.
Solo me lo quedé mirando, parpadeando, pensando, tratando de procesar su
sugerencia. —¿Por qué ahora?
Roth frunció el ceño. —¿Por qué no ahora? Te amo más que a la vida misma.
Quiero que seas mía para siempre. Quiero que te conviertas en Kyrie Roth.
—Sí, han pasado seis meses, pero Vitaly aún está por ahí. No sé si podría
alguna vez realmente relajarme sabiendo que él todavía está buscándonos. Tenemos
a Layla aquí por su propia seguridad, y tenemos a Harris y a su equipo en estado de
alerta en nuestro nombre. Me quiero casar, de verdad, pero estaré contigo sin
importar nada. Cambiaré mi nombre, si es eso lo que quieres.
Dejó escapar un suspiro, frustrado, confundido. —No te estoy siguiendo,
Kyrie. Hace solo un momento en la cubierta estabas sugiriendo una casa en los
suburbios con niños. ¿Y ahora estás diciendo que no te quieres casar?
Me senté, puse mi espalda en la cabecera de la cama, y arrastré mi espeso
cabello rubio hacia atrás. —Roth, no, no estoy diciendo que no quiero. Solo quiero
saber por qué ahora. ¿Es lo que tú quieres, o lo haces porque piensas que es lo que
yo quiero?
—Ambas cosas, en realidad. ¿Realmente importa la razón?
—¡Sí! Realmente importa. Es matrimonio, Roth. No es algo que se toma a la
ligera.
No respondió de inmediato. —Creo que tal vez veo esto de otra manera.
Cualquier persona puede casarse. No tiene que ser un gran problema. Es solo una
ceremonia, un pedazo de documentación legal. A menos que tú lo hagas

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significativo, eso es todo lo que es.
Me reí, pero no era del todo alegre. —No tiene ningún sentido. ¿Por qué
quieres casarte si no significa nada para ti? Parece que tienes argumentos confusos.
Se puso de pie, se encaminó hacia la ventana, desnudo. Incluso en medio de
lo que se perfilaba que fuera una discusión muy seria, no podía dejar de apreciar su
culo firme y musculoso, los músculos tensos de su espalda, sus hombros anchos, la
caída de su cabello rubio.
—Admitiré que no vi venir esto, Kyrie. Pensé que estarías de acuerdo. Esto
es una oportunidad de ver otra vez el hogar, tal vez que tu hermano te lleve hacia
el altar.
—En primer lugar, ¿ahora en dónde está nuestro hogar? ¿En esta nave? ¿En
Nueva York? ¿En Detroit? En segundo lugar, amo a Cal, pero no estoy segura de
querer arriesgar su seguridad para llevarlo cientos de kilómetros con nosotros y
nuestros problemas. Es un muchacho inocente.
—Supongo que nuestro hogar es en donde quiera que nos encontremos. Aquí
en el Eliza, en Francia, en Nueva York… pero veo tu punto. En cuanto a Cal, Harris
tiene a dos de sus chicos en Chicago, cuidándolo. Dudo que ni siquiera sepa que
están ahí, pero me aseguraré de que nadie más husmee sus asuntos.
—Estoy aliviada de escuchar eso.
—Te dije que iba a mantener vigilado a todo el mundo. Sé que has mantenido
un tipo de distancia con él, por su propia seguridad. Y sé que es difícil para ti. Y es
que… odio que hayas tenido que hacer eso por culpa de mis problemas, a causa de
mi pasado.
—Ahora es nuestro pasado, y son nuestros problemas. No solamente tuyos.
Estamos en esto juntos. —Me levanté de la cama y me dirigí hacia él, presionándome
contra su espalda—. Te amo, Valentine. Y sí, me quiero casar contigo. Cómo sea,
cuándo sea y en dónde sea. Y mientras me puedas prometer que estará a salvo, me
encantaría la oportunidad de ver a Cal.
—No puedo darte una boda tradicional, Kyrie. No puedo darte una boda con
tus padres en un lado y los míos en el otro, o una pequeña iglesia blanca, o meses
y meses para hacer los arreglos y compilar listas de invitados.
Besé su hombro. —No me importa. No soy el tipo de chica que ha pasado
toda la vida imaginando su boda. Quiero decir, tal vez cuando era niña pensaba en
ello, como una fantasía o lo que sea, pero después de la muerte de papá, es que…
no he tenido tiempo para pensar en eso. Lo bloqueé. No era relevante. Y ahora,
contigo, te amo y estoy contigo, sin importar nada. Ya sea que nos casemos o no,
si tenemos un hogar permanente o no, tú y yo seguiremos juntos. Eso es todo lo
que me importa. Sí, quiero estabilidad. Me encantaría un verdadero hogar, algo
nuestro. Pero no estoy segura de que podamos tenerlo aún, no mientras Vitaly se
encuentre ahí afuera, planeando su venganza o lo que sea que esté haciendo. Pero,

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si quieres planear nuestra boda, me casaré contigo en un instante. Me sentiría
orgullosa de ser Kyrie Roth.
—Hoy arreglaré una reunión con Harris, le informaré sobre nuestros planes
de boda. Trabajaremos en los ángulos de seguridad y luego te daremos los
parámetros de protección, para que tú y Layla puedan planificar nuestra unión.
—¿Qué te parece si tú planeas la boda, y solo dejas que Layla y yo escojamos
los vestidos y las flores? Eso es todo lo que nos importa de todos modos.
—Si lo dices en serio, eso sería infinitamente más fácil. Hemos encontrado
una buena ubicación defendible, en donde podremos llevar por vía aérea a
quienquiera que deseemos, disponer de la seguridad… pero aun así, crear un evento
hermoso.
—Solo tengo una petición —dije.
—¿Cuál es amor? —se giró en el lugar, poniendo nuestros cuerpos pecho
contra pecho. Palmeó mi trasero posesivamente.
—¿Podemos casarnos en algún lugar cálido y soleado? Es interesante y todo
lo que quieras estar aquí en Tierra del Fuego, pero es un poco frío.
Se rio. —Seguro, cariño. Podemos hacer eso. Será en algún lugar cálido y
soleado.

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DISCUSIONES
Traducido por Florpincha
Corregido por Daliam

La vida a bordo de la nave tenía sus propios patrones y rutinas, y todos, desde
el capitán hasta los marineros, se dedicaban a mantener funcionando esta enorme
nave sin problemas. Layla y yo también teníamos nuestras propias rutinas.
Pasábamos un montón de tiempo durante el día, en lo que Roth llamaba "el salón",
o la sala de estar, viendo películas, leyendo, escuchando música, jugando a las
cartas. Pero Layla tenía razón en que al no tener un trabajo, el aburrimiento era un
espectro constante de la vida a bordo de una nave. Sobre todo cuando Layla y yo
estábamos acostumbradas a trabajar todo el tiempo o a estudiar para las clases o
simplemente vivir la vida.
Roth había dispuesto para Layla que terminara su carrera a través de cursos
en línea, usando su señal de Internet vía satélite cifrada, pero que solamente le
ocupaba un poco de su tiempo. Yo asistía a clases por aquí y por allá, estudiando lo
que me interesaba, pero no me estaba esforzando en obtener un título; simplemente
no veía el punto.
En cuanto a Roth... él siempre estaba ocupado. Se mantenía en constante
comunicación con Robert, su gurú de negocios en Nueva York, para seguir al
corriente de los pocos negocios que no habían ya liquidado. Siempre parecía estar
con una llamada de teléfono por satélite codificada. Y cuando no estaba en el
teléfono, atendía a lo que parecía ser una corriente sin fin de mensajes de correo
electrónico. Y cuando no hacía eso, él y Harris pasaban mucho tiempo detrás de

24
puertas cerradas.
Comúnmente los cuatro, cenábamos juntos y, por lo general, era un asunto
bastante animado. Se había convertido en otro de nuestros rituales a bordo,
supongo. Harris a menudo se marchaba durante la mayor parte del día, llevándose
el helicóptero del barco hasta la costa más cercana, haciendo algún negocio
misterioso u otra cosa. Realmente nunca decía nada, y jamás se lo pregunté. Pero
casi siempre regresaba a la nave para la cena.
La cena esa noche era de todo menos festiva; de hecho, era un poco
incómoda. El estado de ánimo de Layla no había mejorado desde que había dejado
la cubierta antes por la tarde. Ni siquiera miraba a Harris ni hablaba conmigo. Harris
era taciturno como siempre, excepto tal vez que se comportaba aún más
glacialmente y silencioso. Roth parecía estar perdido en sus pensamientos, revisando
los planes, supuse. Incluso bajo las mejores circunstancias, yo no era la mejor para
empezar charlas, y esta noche tenía incluso menos cosas para contribuir en el
departamento de conversación.
Así que comimos en silencio.
Tan pronto como él terminó de comer, Harris le dio las gracias al cocinero, y
a continuación, se excusó de la mesa y desapareció del comedor. Roth le siguió poco
después, dejándonos a Layla y a mí, a solas en la mesa.
Continuó moviendo su comida en el plato, y dejó que el silencio entre nosotras
reposara por unos tres minutos, y luego tuve que romperlo.
—¿Qué te pasa, Layla?
Se encogió de hombros. —Nada. Estoy bien.
Suspiré. —Por favor, Layla. Hemos sido amigas por mucho tiempo para que
me digas esa mierda.
Suspiró, y dejó el tenedor en el plato haciendo ruido. —Kyrie... he perdido la
noción del tiempo. Como que, ni siquiera sé cuánto tiempo hemos estado en este
barco. Nunca sé en dónde nos encontramos. No sé cuánto tiempo esto va a seguir,
y lo peor de todo, es realmente por qué estoy aquí. Yo sé lo que tú, Roth y Harris
me han dicho, pero es difícil tener toda mi vida en suspenso solo por lo que otros
dicen: Oh, Layla, ¡estás en peligro!. Yo no lo entiendo, sobre todo cuando no tengo
nada de qué preocuparme. —Me miró—. No me malinterpretes, te amo. Roth es
genial, e incluso Harris está bastante bien. Y este barco es absolutamente increíble.
Pero... yo simplemente quiero ir a casa.
—Lo entiendo, nena. De verdad. —Me moví de mi asiento al otro lado de la
mesa para ir a sentarme a su lado—. Yo ni siquiera tengo un hogar al cual volver.
Ahora este es mi hogar. Y en cuanto a por qué estás aquí... no quiero que tengas
que entenderlo. Créeme, no quiero que sepas de primera mano lo que podría
suceder cuando menos te lo esperas. Estás aquí en este barco con nosotros, para
que podamos mantenerte a salvo. Por favor, confía en mí con esto. Deseo lo mejor

25
para ti. Sé que es... perturbador. Pero es lo mejor. Créeme.
Asintió. —Te escucho, Key. Pero el escuchar decir esas cosas realmente no
ayuda. —Layla se echó hacia atrás en su silla, inclinándola hacia atrás, manteniendo
el equilibrio sobre las patas traseras—. Sé que puede parecerte trivial, pero cuando
te dije que estaba cachonda, no era una broma. Nunca he estado tanto tiempo
totalmente sola. No soy buena en eso.
—¿En estar cachonda? —dije, tratando de hacer una broma.
Layla simplemente me miró fijamente. —No, estúpida. Soy genial con ser
cachonda. Lo que no me va bien es el celibato. No necesito un novio serio ni nada
de eso, pero sí necesito una aventura de una noche, por lo menos. Tengo
necesidades.
—Y esas necesidades no están siendo satisfechas en el barco.
—Ni siquiera un poco. —Me señaló con el dedo—. Y no te atrevas sugerirme
a Harris de nuevo. No vamos a tener esa conversación.
—¿Por qué no? ¿Qué hay de malo con Harris? —Probablemente me
arrepentiría de hacer caso omiso de su advertencia, pero algo en su reacción a mi
línea de interrogatorio, aumentó mis sospechas.
—Maldita sea, Key. Simplemente déjalo estar, ¿de acuerdo? —Se puso de pie
tan rápido de su silla que casi la derribó—. No va a suceder. Deja el tema.
—Jesús, Layla. No es necesario que me quieras arrancar la cabeza. —La seguí
cuando salió del comedor y se dirigió hacia la parte superior.
—Bueno, sigues hablando de ello y me cabreas.
—Me parece que la dama protesta demasiado —la cité a ella.
Layla se rio a su pesar. —¿De verdad? ¿Vas a empezar con Shakespeare?
—Si la cita te queda.
A nuestra izquierda, Ushuaia era una ciudad en auge con vida urbana contra
la majestuosidad salvaje de las montañas nevadas. Layla se desplomó encima de la
barandilla y se quedó mirando las olas. —¿Alguna vez simplemente tienes la
sensación de que algo es una mala idea? Como que no tienes una razón, y no tienes
ninguna prueba ni nada para realmente continuar, solo tienes este presentimiento
de que sería súper, ¿súper malo?
La miré fijamente en silencio. —Layla. ¿Hola? Fui vendada en la residencia
privada de un misterioso multimillonario a quien le debía varios cientos de miles de
dólares.
—Sí, y mira cómo terminó eso —bromeó.
—Um. ¿Enamorada? ¿Más feliz de lo que creía posible? ¿Siendo follada hasta
quedar sin sentido por el hombre más increíble en el planeta varias veces al día?
—¡Basta! Eso es más de lo que necesitaba saber. —Negó con incredulidad—.

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Y ¿qué pasa con todo el asunto de ser perseguida por un capo del crimen del bajo
mundo? ¿Huyendo por tu vida? ¿Qué pasa con la parte en la que fuiste casi violada,
en donde te dispararon, te golpearon, te secuestraron, y tuviste que ser rescatada
por unos jodidos mercenarios?
Me encogí de hombros. —Atravesaría todo eso de nuevo si eso significa llegar
a estar con Roth.
Un silencio largo y tenso. Por último, Layla me miró intensamente, con
escepticismo. —¿De verdad? ¿Lo harías?
Asentí lentamente. —Lo haría. Esa es la pura verdad. Quiero decir, mierda,
sí, fue horrible. Nunca he tenido tanto miedo en mi vida. Todavía tengo pesadillas a
veces. Más que nada sobre haberle disparado a Tobias y a Gina. No elegiría pasar
de nuevo por todo lo que me ocurrió, seguro. Pero ¿huiría de ello? No, si eso
significara perder a Valentine. Pasaría por todo esto otra vez, haría todo esto de
nuevo.
—¿Roth significa tanto para ti? —preguntó Layla.
Me encontré con su mirada. —Más que eso.
—Maldita sea. Desearía tener eso. —Otro silencio, y luego Layla se volvió y
fijó sus ojos en la ciudad a la distancia—. Esta es la primera vez que realmente has
hablado de lo que te pasó.
Ella me lo había preguntado, por supuesto, pero no había querido cargarla
con los detalles. Tampoco me entusiasmaba la idea de volver a vivirlo al hablar de
ello… Suspiré. —No fue agradable. No estoy segura de que alguna vez realmente
sea capaz de hablar de mucho de lo que sucedió.
—Nunca me dijiste que le disparaste a alguien.
No pude responder durante un largo momento. —Roth fue secuestrado por
una ex-novia. Me desperté un día y él se había... ido, y había una nota. Harris y yo
fuimos tras él. Lo rescatamos. Los detalles no importan. Fue una mierda, fue horrible
y espantoso. No saber en dónde estaba, o si se encontraba vivo. Después de que lo
rescatamos, me preocupaba si alguna vez volvería a ser él mismo... esa fue la peor
parte. Ella le hizo varias mierdas horribles. No voy a decir qué, porque es
demasiado... privado, y demasiado horrible para decirlo en voz alta. Sin embargo,
fueron feas las consecuencias. Pensamos que nos habíamos conseguido distanciar,
pero luego Gina, la ex, me secuestró. Me disparó en la rodilla y le envió una foto de
eso a Roth. Solo para hacerle daño. Me llevó a una isla privada en el Mediterráneo
y me tuvo cautiva en una mazmorra. —Hice una pausa para tranquilizarme, y luego
continué—. Gina tenía a este tipo, Tobias. Era enorme, desagradable, feo, un
monstruo malvado. Me habían amarrado, atado, amordazado y desnudado. Me
encontraba sola. Me sentía aterrada. Me di cuenta que me iba a torturar o a matar,
solo para molestar a Roth, pero eso no sucedió. Me dejaron allí durante... ni siquiera
sé cuánto tiempo. Días, creo. Eventualmente Gina apareció con Tobías, y... una chica
inocente. Gina colocó un cuchillo en mi garganta y me obligó a mirar mientras su

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mono entrenado le hacía... cosas indecibles a ella. No hay manera de describir lo
que le hizo a esa chica. Nunca, nunca jamás lo olvidaré. Fue la cosa más vil,
repugnante, lo más terrible que he visto en mi vida. Y eso fue solo para joder con
mi cabeza. No fue por ninguna otra razón.
—Jesús, Kyrie —susurró Layla.
—Sí. —Me detuve por un momento más largo para reunir mi fortaleza—.
Vomité en los zapatos de Gina, y fue entonces cuando me cortó el cabello. Lo hizo
con una navaja de bolsillo. Lo cortó todo, y como si fuera poco, luego afeitó mi cuero
cabelludo, y se sentía jodidamente terrible. De todos modos, horas más tarde...
Tobias fue a buscarme. No se suponía que lo hiciera, ella le había dicho
específicamente que me dejara en paz. Ella quería toda la diversión para sí misma,
¿ves?, y Tobias tenía una tendencia a arruinar las cosas... no podía excitarse a
menos que las víctimas sangraran, y después de que estaban muertas, ahí era
cuando se descontrolaba.
El rostro de Layla se retorció. —¿Era un necrófilo? Eso es malditamente
repugnante.
—No tienes idea. Así que sí. Él creo que planeaba, honestamente, no quiero
ni saber lo que estaba planeando hacerme. Yo tenía un agujero de bala en la rodilla,
no había comido ni bebido nada en quién sabía cuánto tiempo. Me habían golpeado,
y tenía que orinar. Así que dejé que se acercara, entonces le di una patada, retuve
su cuello con mis piernas y me oriné por todo su cuerpo. Justo en su cara. Y entonces
le robé el arma y le disparé. Tres veces. Luego me puse la ropa y esperé a que
apareciera Gina. Esperé hasta que estuvo justo en frente de mí, y también le disparé.
Siete veces.
—Jesús. Ni siquiera sé qué más decir, Key. Solo... Jesús. —Se dio la vuelta y
me miró. Las lágrimas brillaban en sus mejillas—. No tenía ni idea.
Me limpié la cara, le aparté el cabello negro rizado de sus mejillas húmedas.
—No llores, Layla. Ahora estoy bien.
—¿Le disparaste siete veces?
Asentí. —Espero que nunca sepas lo que es eso. Ese tipo de odio. Es... casi
como un mal viaje. Te consume, toma el control. Y luego, después de que le disparé
la primera vez, no pude parar. Se sentía tan bien el verla herida, verla sangrando.
Verla morir. Esa es la parte que me asusta, eso me da pesadillas. No me siento mal
por ello. Todavía no. Quiero decir, tengo pesadillas al respecto, porque es difícil
olvidar cuando ves a alguien desangrándose porque tú le disparaste, diablos. Lo ves
una y otra vez en tu mente, otra vez, otra vez y otra vez. Pero no me arrepiento, y
no me siento culpable por ello.
—¿Y lo harías de nuevo, por Roth?
—Lo amo tanto. Si no vuelvo a tocar una pistola, si nunca vuelvo a ver otro
cadáver durante el tiempo que viva será demasiado pronto. ¿Pero por Roth? Sí, lo

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haría todo de nuevo.
—¿Qué significa esa clase de amor? —La voz de Layla fue tan silenciosa que
apenas la oí.
—Es indescriptible. Amarlo no es una opción. No es algo que tengo bajo
control. Ser suya, estar con él... es todo para mí. No sé, Layla. Lo es todo. Y vale la
pena pasar por el infierno por ello.
—No estoy segura de que sea lo suficientemente valiente para eso. —Siguió
el camino de una gaviota que graznaba mientras atravesaba el aire de la tarde—.
No estoy segura de que sea capaz de eso.
—Amaste a Eric —le señalé.
Resopló. —Eric era conveniente, y yo no le desagradaba. Pero, en última
instancia, era un perdedor. Era mi perdedor, seguro, pero todavía era un perdedor.
Siempre lo supe. Era lo suficientemente bueno en la cama y nunca tuve que irme a
otro lugar, ¿sabes? Quiero decir, lo habría dejado si no hubiera sido así. No soy infiel,
ya lo sabes. Pero ¿lo amé? Por supuesto que no. No estuve ni cerca de sentir eso.
Estuvimos juntos durante casi tres años, sí, pero fue más porque era simplemente...
más fácil permanecer juntos. Era suficiente como para que no nos separáramos,
pero no lo suficiente para en realidad permanecer juntos. ¿Amor? No sé qué es. —
Se encogió de hombros, trazó la barandilla de metal frío con una uña corta sin
pintar—. Nunca lo sentí, y nunca lo haré. Me alegro por ti, pero no es para mí. No
va a pasarme a mí. Es que... no sé cómo podría sucederme.
—¿Tú piensas que esperaba esto con Roth? ¿Crees que sabía lo que estaba
haciendo? Mierda, ¿crees que sé lo que estoy haciendo ahora? Si te cierras, no va a
sucederte. Pero si llega, acéptalo sin pensarlo y aférrate a ello para toda la vida.
Layla colocó sus ojos en blanco. —Sí, mamá.
—¿Qué pasó con Eric, de todos modos?
—Le dije que me iba a mudar. —Se encogió de hombros—. Tú me llamaste y
me pediste que viniera al barco contigo, así que simplemente... le dije que me iba a
mudar. No le dije a dónde ni la razón. Él solo encendió un porro y dijo algo como,
bueno, te voy a echar de menos, nos vemos.
—Vaya. Tienes razón, es un perdedor.
—Eso indica lo mucho que significaba para él. —Agitó una mano como para
cambiar de tema—. La única cosa que iba a perder era mi mitad de la renta y las
mamadas cuando yo no tenía ganas de follar.
La miré fijamente. —Espera, ¿qué?
Me miró. —No estoy con ese estado de ánimo todo el tiempo.
—Así que ¿se la chupabas?
Se encogió de hombros. —Por supuesto. ¿Por qué no? Solo me tomaba un

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minuto o dos, y él se callaba y me dejaba sola por un día o dos.
—¿Uno o dos minutos? ¿Pensé que habías dicho que era bueno en la cama?
—Está bien, no era el número uno, dije que era lo suficientemente bueno en
la cama. No estupendo. Tenía una resistencia decente y no le importaba dejarme
usar un vibrador para que pudiera correrme más rápido. Además tenía bastante
grande la polla para ser un tipo blanco y flaco.
—Pero volvamos a las mamadas. ¿Un minuto o dos?
—Bueno, si lo haces bien, sí. Cuando no forma parte de un juego previo, no
tiene que durar toda la vida. Solo... lo chupas hasta que termina. Ese es el punto.
—Creo que es posible que necesites un nuevo tipo de estándares, cariño —
reflexioné.
Me golpeó en el brazo. —Oye. Mis estándares me aseguran tener sexo cuando
lo necesito. Y, además, no todas tenemos a dioses sexuales multimillonarios para
que nos den placer hasta gritar. —Arqueó una ceja—. En noticias relacionadas,
deberías pensar en buscar mordazas o algo así, porque perra, gritas en muy alto.
Me sonrojé. —¿Nos puedes oír?
—No, puedo escucharte a ti. —Comenzó a gemir en voz alta, imitando un
grito orgásmico, moviendo su cabello por todo el lugar, y en general haciendo su
mejor imitación de Meg Ryan en Cuando Harry conoció a Sally—. Y así es como
suena antes de correrte. No tengo la capacidad pulmonar para hacer una imitación
de un orgasmo. Si no supiera que no te están matando... otra, y otra, y otra... y otra
vez. Y otra…
—Cállate, Layla.
—…Y otra, y otra vez. Toda la noche. Cada noche. Jesús, mierda, mujer, ¿no
te tomas un descanso? ¿Tiene algún periodo de recuperación en absoluto, o
simplemente puede follarte durante toda la noche? Y te preguntas por qué quiero
irme de esta maldita nave. Es como vivir en un plató de películas porno.
—Muy bien, Layla. Lo entiendo. —Fingí estar extremadamente interesada en
mis cutículas—. Voy a tratar de quedarme más callada.
Pero Layla no terminó. —Sabes, no soy una mirona ni nada, pero gritas tan
fuerte por tanto tiempo que no puedo evitar sentir un poco de curiosidad en cuanto
a qué demonios está haciendo ese hombre contigo. Es decir, el día de hoy te hizo
gritar tan fuerte que Harris tuvo que bajar a la parte inferior de la nave y encender
la música para ahogar tus sonidos. Dios sabe qué es lo que oye la tripulación. Y aun
así, te juro que ustedes dos estaban meciendo el maldito barco. ¡En la mitad del día,
nada menos!
—Layla…
—Hemos atravesado olas de seis metros que no perturbaron a este jodido

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yate portaaviones, ¿pero ustedes dos, follando? —Pretendió arrojarse de un lado a
otro, dando tumbos violentamente—. Lo juro por Dios, pensé que íbamos a volcar o
algo así.
—¡CIERRA LA MALDITA BOCA, LAYLA! —grité.
—¡Tú cierra la boca! —me gritó en respuesta—. ¿Cómo se supone que una
perra como yo pueda dormir mientras toda la noche maúllas como un maldito gato
en celo?
—Estoy a punto de tirarte por la borda —le advertí, riendo a mí pesar.
—Bueno. Voy a llevar nadando a mi culo hasta la costa y encontraré una polla
en donde sentarme. Juro que tengo telarañas en mi cuchufleta.
—¿Cuchufleta, Layla? ¿En serio? ¿Quién demonios dice cuchufleta? —Me
estaba riendo, sin embargo, porque lo necesitaba—. Eres tan vulgar, a veces, lo juro
por Dios.
—¡Como si tú fueras mejor!
—¡Nunca me refiero a mis partes femeninas como cuchufleta! ¡Eso es
asqueroso!
—¿Partes femeninas? ¿Qué tenemos, doce? —Resopló y puso sus ojos en
blanco—. Además, ¿cómo se dice? Además de partes femeninas, lo cual a mi juicio,
es igual de embarazoso como llamarla cuchufleta, si es que no lo es más.
—Por lo general no le digo nombres. Quiero decir ¿con qué frecuencia estás
en una situación en la que utilizas una palabra real para nombrarla?
—En la vida cotidiana, supongo que tienes razón. Pero ¿qué pasa con el sexo?
—Se me acercó—. ¿Ustedes hablan sucio?
Me sonrojé de nuevo. Con Roth yo era audaz y me encontraba dispuesta a
hablar sucio. ¿Pero con Layla? No tanto. —No voy a tener esta conversación contigo.
—¡Lo haces! —Se echó a reír como una hiena—. Hablas sucio todo el tiempo,
¿no es así? ¡No evitarías esta pregunta si no tuvieras algo que decir! Apuesto a que
lo llamas coño durante el sexo, ¿verdad?
—Jesús, Layla. Cállate ya.
—Tienes que saber que todos podemos oír cuando estás follando, y no parece
que se preocupan por eso, ¿pero no puedes hablar con tu mejor amiga acerca de si
hablas sucio durante el sexo?
—Me dejo atrapar por el momento, ¿de acuerdo? Tú y yo no solemos hablar
de este tipo de cosas, ¿verdad?
—Bueno, nunca lo hiciste. No me importa una mierda. Voy a hablar de todo.
—En serio. Entonces, ¿cuál era la posición favorita de Eric? —Pregunté.
—Estilo perrito —respondió enseguida—. El problema era que le gustaba esa

31
posición un poco demasiado. Teníamos que hacerla hasta que estuviera listo para
venirse, debido a que, de lo contrario, estallaba de inmediato. Simplemente no podía
contenerse. Tan pronto como tenía este gran culo contra él, no era más que... bam,
habíamos terminado.
Sacudí mi cabeza. —Eres una descarada.
—Oye, tú lo preguntaste. Y, además, ya no estoy con él, así que no es como
si fueras a verlo de nuevo.
—Entonces... ¿cuál es tu posición favorita?
—Primero tu respuesta —dijo Layla.
—No tengo una. Me gustan todas las posiciones por igual. —No pude contener
una sonrisa—. Y sí, hablamos sucio. Hace que sea mucho más caliente.
—Eso lo intentamos con Eric unas cuantas veces. Él solo... no podía decir las
líneas sin que los dos nos destornilláramos de la risa. Siempre terminaba por sonar
como una broma. No lo sé. Aunque al tipo con el que me acostaba antes de Eric, le
gustaba hablar sucio. Dios, también era bueno en eso. Lástima que hablaba
demasiado bien pero no podía igualar las cosas al momento de hacerlo.
—Ese era... Tom ¿no es así? —Pregunté.
—Sí. Tom. Ese chico estaba jodidamente bueno. Hacía dos cosas muy, muy
bien, y era básicamente todo lo que había, a excepción de ser atractivo. Podía hablar
sucio como nadie, y quiero decir que podía ponerme húmeda y lista con solo hablar.
Y podía comerme el coño durante horas. Como que, en serio, era la única manera
de que pudiera hacer que me corriera, y Jesús, todavía nunca me he corrido tan
duro que cuando Tom tenía su lengua en mí. Pero si él no hacía esas dos cosas,
olvídate de él. Su pene era mediocre, que no es realmente un acuerdo para romper
si el tipo sabe cómo utilizar lo que tiene, pero Tom no lo hacía. Sin embargo, él y yo
solamente éramos amigos con beneficios. Ahora que lo pienso, creo que ni siquiera
conozco su apellido.
—Kurzweil. Tom Kurzweil —rellené.
—¿Cómo diablos lo sabes?
Me encogí de hombros. —Me lo dijo cuando se presentó. Era como... una
caricatura de persona. Se pavoneaba por todas partes, y metía su mano en la tuya
para estrecharla lo más fuerte que pudiera, y decía: “Soy Tom, Tom Kurzweil. Un
placer conocerte, amigo.” Como que, ¿en serio? ¿Quién dice su nombre dos veces
cuando se presenta? Y Tom les decía a todos amigo.
—¿Cómo sabes todo esto?
—Saliste con Tom durante seis meses, Layla. ¿Hay algo malo con tu memoria?
Se me quedó mirando. —No diría que salimos. Follamos, y eso fue todo.

32
—Está bien, bueno, lo que sea. Lo traías a casa todo el tiempo, y él se me
presentó por lo menos tres veces, de la misma manera cada vez. Era un idiota y
nunca supe lo que veías en él.
—¿Aparte de sus abdominales y esos hoyuelos follables?
—Usaba más producto de cabello que yo.
Layla se rio. —Era un idiota.
—Así que ¿solamente estabas con él porque era bueno en el sexo oral?
—Sí, básicamente —dijo con un encogimiento de hombros.
—¿Ves a que me refiero? Es necesario que eleves tus estándares. No recuerdo
que alguna vez hayas llevado a casa a un chico que tenga... Ni siquiera sé... todo el
paquete, supongo. Todos ellos eran o bien idiotas calientes o perdedores que no
eran exactamente feos. Es como si eligieras intencionalmente a los chicos de los que
sabes que no podrías enamorarte.
Ahora, el humor había desaparecido. Layla no estaba mirándome, ya no se
reía, y no me lanzó una respuesta sarcástica. Todo lo que obtuve de su parte fue un
pequeño encogimiento de hombros. —Te lo dije. ¿Enamorarme de un chico? Ese no
es mi estilo.
—Y yo te dije, necesitas un nuevo estilo.
—¿Conoces algún otro dios sexual misterioso, disponible y multimillonario? —
Me miró con una expresión penetrante y cortante—. Y no digas Harris. No vamos a
hablar de ese tema.
Levanté las manos en señal de rendición. —No iba a hacerlo.
—Pero lo pensaste.
—Es un buen tipo, Layla. Un gran hombre. Ha salvado mi vida más de una
vez. Me enseñó a disparar un arma. Incluso ha matado por mí. Y sabiendo lo bien
que paga Roth, te garantizo que no hace daño por dinero. Y es bien parecido. Es
decir, yo estoy con Roth para toda la vida, pero Harris... bueno, digamos que no
entiendo tu reticencia.
Las pisadas de un zapato se hicieron eco encima de nosotras, y ambas
estiramos el cuello para levantar la mirada. Harris se encontraba dos cubiertas hacia
arriba, su expresión inescrutable, impasible, sus ojos verdes brillantes. Se quedó
mirándonos por un momento, luego se volvió y desapareció.
Layla me golpeó el brazo. —Esta es la segunda vez que nos oye hablar de él.
O más bien, te escucha a ti tratando de emparejarme con él. No va a suceder, así
que por favor, por mí, por el bien de nuestra amistad, por favor, deja en paz el tema.
—Sin embargo, volvió a mirar hacia arriba, a donde Harris había estado.
Levanté mis manos otra vez. —Bien. Ni una palabra más de mi parte, lo juro.
—Perfecto. Gracias. —Y así como así, se marchó.

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¿Yo estaba fuera de lugar? Tal vez. No lo sé. Mi amiga no solamente andaba
cachonda, se sentía sola. Podía darme cuenta. Ella estaba conmigo, así que no era
la soledad de estar realmente sola, consigo misma, sino más bien el tipo de soledad
que se deriva de no tener a alguien con quien compartir tu vida, con quien hablar
en la noche en susurros a través de una almohadilla compartida, alguien que la
abrazara. A pesar de su algo dura descripción de su relación con Eric, tuve la
sensación de que lo echaba de menos. Puede que no lo haya amado, pero había
pasado tres años con él, vivió con él, pasó todos los días en su compañía, todas las
noches en su cama. Eso significaba algo, sin importar lo mucho que podía haber
manifestado lo contrario. La forma en la que él la había dejado ir, le había hecho
mucho daño, también pude notar eso. Consumación
Me quedé reflexionando en la cubierta a solas por un tiempo, y luego oí un
paso tranquilo, y asumí que era Layla que volvía para hablar. No me giré para ver
quién era, simplemente hablé dándole la cara al agua—: Escucha, puta, lo siento.
No debería haberte presionado. Te prometo que no mencionará a Harris de nuevo.
—Claramente no soy quien esperabas —oí a Harris decir detrás de mí.
—Mierda, Harris… —dije, girando con un sobresalto.
Se apoyó en la barandilla junto a mí, con una botella de cerveza en la mano,
un cigarrillo sin encender agarrado entre el índice y el dedo medio de su misma
mano. —Es un tema que te convendría olvidar, Kyrie. Por su bien, y por el mío.
Como te ha dicho más de una vez, no va a suceder. Agradezco tus buenas
intenciones, pero... no. —Su voz ahora sonaba como siempre, pero no era
particularmente baja, profunda, fresca, incluso, dura. Sin embargo, porque lo
conocía, podía oír un tono, ¿tal vez algo de melancolía? ¿Quizás una tensión de
pesar? No estaba segura, y con Harris, era imposible decirlo—. Un hombre como yo
no es el tipo correcto para una mujer como ella.
—Ella no tiene un tipo, Harris. Ese es el punto. Los chicos con los que sale o
lo que sea... se encuentran por todos lados. Negros, blancos, italianos, musculosos,
flacos, bajos, altos, y todo lo que haya en el medio.
—¿Por qué me cuentas todo esto? —preguntó Harris, luego llevó la botella
hacia sus labios, bebiendo un sorbo de cerveza.
—No lo sé. Solo pienso que tú y Layla…
—No somos compatibles, Kyrie.
—Si me hubieras preguntado hace un año, si hubiera pensado que sería
compatible con un hombre como Valentine, me habría reído de ti. Y eso es antes de
saber sobre tu participación en la muerte de mi padre.
Suspiró, buscó en el bolsillo de su pantalón y extrajo un encendedor, luego
encendió el cigarrillo. —Estás obsesionada con esto, ¿verdad?
—No sabía que fumabas —le dije.

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—Hay muchas cosas que probablemente no sabes acerca de mí. —Dio una
larga calada, soltando el aire lentamente—. Pero no me considero un fumador ya
que no lo hago a menudo o con regularidad. Es un vicio que me permito de vez en
cuando.
Dejé que el silencio se mantuviera por un tiempo y luego, a modo de cambiar
de tema, le pregunté—: Entonces, ¿cuándo volvemos a los Estados Unidos?
Se encogió de hombros. —Dependiendo del tiempo, ¿yo diría que en un mes?
Una semana más o una menos, de cualquier manera.
—Necesito algunas revistas de novias. ¿Puedes comprarme algunas la
próxima vez que bajes a tierra?
Asintió. —Claro que sí. —Me dio un vistazo—. Roth nunca diría esto sin
rodeos, así que depende de mí. Esta boda será muy pequeña y privada. No va a ser
una boda tradicional. No puede serlo, no si queremos mantener a Vitaly alejado de
nosotros.
No le mencioné que Roth había dicho más o menos eso exactamente.
—Así que Roth quiere seguir huyendo —le dije.
Harris no respondió de inmediato, en lugar de eso inhaló, y soltó una
bocanada de humo, y luego lo hizo de nuevo. Cuando habló, eligió cuidadosamente
sus palabras—: Luchar con un hombre como Vitaly Karahalios no es una tarea
pequeña, Kyrie. Él busca sangre, y hace mucho que juega a esto. Si se tratara
solamente de mí, me gustaría ir tras él. Si se tratara solo de Roth, irías tras él. Pero
no es así. Ya no. Vitaly ha dejado claro que está dispuesto a derramar sangre
inocente, y eso no es un riesgo que estemos dispuestos a correr. Tu hermano, tu
madre, Layla, los padres de Roth, incluso Robert. Vitaly es consciente de todos y se
dirigirá a ellos si lo obligamos a hacerlo. Es completamente capaz de matar a todos
si vamos tras él y fallamos la primera vez. Es una situación compleja, Kyrie, así que
necesariamente yo no lo llamaría huir. Le llamaría prudencia. Diría que es para evitar
daños colaterales.
Asentí. —Creo que entiendo tu punto. Es solo... que no me sienta bien.
—A mí tampoco. Pero deja que Roth y yo nos preocupemos por eso, ¿de
acuerdo? Mantenerte a ti… a todos a salvo... ese es mi trabajo. Así que solo
concéntrate en la planificación de la boda.
—Gracias, Harris.
Asintió, apagó su cigarrillo en el lado de la botella de cerveza que ahora se
encontraba vacía, luego arrojó la colilla en su interior. —Por supuesto, Kyrie.
Empezó a alejarse, pero lo detuve cuando un pensamiento se me ocurrió. —
¿Harris?
—¿Sí?

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—Layla... se está poniendo un poco claustrofóbica. Además, todo esto le está
afectando. El cambio repentino, la vida en un barco sin tener un trabajo que
desempeñar... la está molestando. Así que solo... vigílala, ¿por favor? No quiero que
haga nada precipitado.
—Es propensa a tomar decisiones precipitadas, ¿verdad?
—Bajo las circunstancias adecuadas, sí. Cuando decide que ha soportado
suficiente, es capaz de cualquier cosa.
Harris asintió. —Voy a tener ambos ojos en ella, todo el tiempo. Nada le va a
ocurrir a Layla, tienes mi palabra.
Sabía que la palabra de Harris era creíble, pero todavía tenía una extraña
sensación de inquietud, persistente en la boca de mi estómago.
ADIÓS, MANHATTAN
Traducido por MadHatter
Corregido por Erienne

Me senté en la parte trasera del coche, en una limusina negra Mercedes-


Maybach Pullman. Era de un lujo incomparable, con cuero marrón suave y terso
acolchado, una música clásica baja sonaba nítidamente a través del hilo envolvente
de los altavoces invisibles. Había miles de otros detalles que hacía que el vehículo
costara más de medio millón de dólares. Me encontraba sentada en el asiento de
atrás del pasajero, mirando por la ventana hacia arriba, arriba y arriba.
El vidrio tintado y reflectante se disparaba hasta el cielo a una altura
vertiginosa, y vi la cara de un rascacielos de Manhattan que había sido el escenario
de una serie de acontecimientos que cambiaron mi vida. Allá arriba, en la parte
superior de tres plantas se encontraba la antigua casa de Roth. Mi antigua casa, en
realidad. En lo que parecía haber pasado hace toda una vida, cuando había estado
de pie detrás de un par de puertas francesas de caoba, con mi corazón acelerado,
esperando conocer al hombre que básicamente era mi dueño.
Me había vendado. Mi corazón había latido como un tambor. El miedo había
bombeado a través de mis venas en lugar de sangre. Sin embargo, a pesar de todo,
había estado presente un elemento de emoción. Incluso de seducción, que comenzó
desde el primer momento en el que escuché su voz, sentí su presencia, olí el matiz
picante de su colonia, noté el roce de sus dedos sobre mi hombro. Él me había
poseído, financieramente, pero a partir de ese primer encuentro, también había sido

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el dueño de mi cuerpo, de mi alma, y de mi corazón.
La primera vez que hicimos el amor, había tomado posesión de todo mi ser.
Ahora jamás podría regresar. Nunca podría ser una chica normal, saliendo
con chicos normales. Incluso si quisiera hacerlo, lo cual no deseaba, la experiencia
vivida con Valentine Roth me había arruinado para todos los demás hombres.
Y todo había comenzado a unos pocos cientos de metros verticales de
distancia de donde me encontraba. El lugar en donde Roth estaba en este momento
atendiendo personalmente la venta de su edificio. Su casa, el núcleo de su empresa.
Me preguntaba si caminaría por los pasillos una vez más, visitaría la ducha en donde
habíamos hecho... tantas cosas deliciosas. El dormitorio, en donde finalmente me
había permitido, de entre todas las personas, ver su verdadero yo, conocerlo,
saborearlo, sentirlo.
Pensé en la biblioteca allá arriba, en la cual Gina Karahalios me disparó en la
rodilla y luego me secuestró. El pasillo cerca del vestíbulo, en donde había
encontrado primero a Roth... en donde había visto el cadáver del ama de llaves de
Roth, amiga, y una de las escasas personas a parte de Robert, Harris y yo, en las
que él confiaba realmente, o de la que se preocupaba. Eliza, el nombre de nuestro
barco.
Inhalé bruscamente, luego parpadeé. Ignoré la mirada de curiosidad de Layla
y me concentré en respirar y en pretender que simplemente era otro día. La gente
pasaba por la acera a poca distancia, observándonos de forma interesada, pero los
cristales eran tintados, impidiendo que cualquiera viera el interior.
Unos largos, eternos minutos más tarde, quince, o tal vez una hora, había
perdido la cuenta, inmersa en mis recuerdos, Harris salió por las puertas giratorias
del edificio, seguido de cerca por Roth. Dios, Roth. Alto de cabello rubio, ojos azules,
unos centímetros gloriosamente magníficos, vestido con un traje ajustado y negro
hecho a medida, camisa almidonada blanca, sin corbata, los dos botones superiores
sueltos, caminando con confianza hacia la limusina, desabrochando el botón central
de su chaqueta cuando Harris abrió la puerta trasera para él. Supe por su expresión
que mi Valentine no se encontraba de buen humor. Tenía su expresión característica
de enojo: sus cejas fruncidas, los labios presionados en una línea plana y delgada,
los músculos de su mandíbula flexionados, sus ojos con un brillo inquietante.
Harris tomó el asiento del conductor, colocándose el cinturón de seguridad y
revisando los retrovisores. —¿Todo listo, señor? —Miró por el espejo retrovisor a
través de la partición bajada entre los asientos delanteros y traseros.
Layla, sentada en un asiento plegable con el respaldo inclinado, miró
fijamente a Roth, y luego se deslizó por la puerta del pasajero. —Espera, Harris, voy
a ir adelante.
Salió y tomó el asiento delantero, junto a Harris, quien lanzó otra mirada por
el espejo a Roth. Un asentimiento por su parte, y Harris metió el vehículo largo y
potente en la corriente de tráfico, y luego cerró la compartición.

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Esperé unos minutos más en silencio mientras Roth miraba por la ventana,
cavilando. Finalmente extendí mi mano y abrí la suya, entrelazando mis dedos con
los suyos. —¿Cariño? ¿Estás bien?
Negó. —No. Odio vender ese edificio. Lo construí a partir de cero. Formé la
empresa constructora por mí mismo, seleccioné cuidadosamente al capataz y al
arquitecto, y elegí a todos los subcontratistas yo solo. Cada baldosa, cada losa de
mármol y cada metro de tabla de madera importada, cada manija de las puertas,
abrazadera de gabinete y rollo de alfombra... lo elegí todo yo mismo. Mis huellas se
encuentran en la base. Vertí la primera carga de cemento. Fue el primer lugar, desde
que me fui de Inglaterra siendo un muchacho a los dieciocho años, que realmente
se sintió como si fuera mi hogar, ¿sabes? Es solo que... es una mierda.
—No tenías que venderlo.
Finalmente me miró. —Sí, tenía que hacerlo. En primer lugar: necesitamos el
dinero. En segundo lugar: ¿alguno de nosotros podría volver a entrar en esa
biblioteca alguna vez en la vida? Yo no podría hacerlo. Sencillamente... no podría.
Fui a los dormitorios, a la cocina, y a todas las otras habitaciones. Pero a la
biblioteca... simplemente no pude entrar. No podía soportar ver el lugar en donde
ella... en donde Gina... —Movió su cabeza una vez, bruscamente, y luego apoyó su
barbilla en su otra mano—. No pude. Y, además, para bien o para mal, he terminado
con Nueva York.
—¿Y ahora qué?
—Ahora... Robert condensará las empresas y las agrupará en una única y
global. —Me lanzó otra mirada, esta vez con una pequeña sonrisa—. Vamos a llamar
a la nueva estructura St. Claire, Incorporated. Estás en la junta directiva, y tu voto
tendrá peso.
—¿Qué? —me lo quedé mirando fijamente; él nunca dejaba de sorprenderme.
—Tú y yo somos los accionistas controladores, cada uno es dueño de un tercio
de las acciones, con la tercera fracción repartida entre algunos otros.
—Entonces... ¿qué implica ser una accionista mayoritaria? —pregunté.
Se encogió de hombros. —Tanto o tan poco como desees. Puedes participar
en las operaciones del día a día de la empresa, si quieres hacerlo; puedo enseñarte
todo lo necesario que no sepas. O, puedes simplemente sentarte, no hacer nada y
recolectar las ganancias, que irán directamente a tus cuentas bancarias personales.
Ah, sí, mis cuentas bancarias privadas. Roth las había dispuesto para mí
después de que Harris y yo lo habíamos rescatado de Gina. Eran mi seguro, en caso
de que algo le sucediera a Roth, o si, Dios no lo quiera, me tuviera que marchar o
me separara de Roth. Las cuentas eran mías, y solamente mías. Él no tenía acceso
a ellas. En mi bolso había tarjetas de débito, talonarios de cheques, y un trozo de
papel con series de códigos escritos, permitiéndome el acceso a... ¿seis cuentas?
¿Siete? No estaba segura. Había un montón de cuentas en Suiza y en un paraíso

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fiscal, todas a mi nombre. Contenían, en total, algo cerca de unos ochocientos
millones de dólares.
De vez en cuando, recordaba que tenía ese dinero, y trataba de imaginar lo
que significaba. Ochocientos millones de dólares. Era una cantidad de dinero
alucinante. Lo suficiente para que pudiera vivir en un lujo completamente ridículo
por el resto de mi vida y nunca tendría que trabajar un día más, nunca tendría que
pagar impuestos, algo que sería manejado sin necesidad de que hiciera nada. No
estaba segura de cómo él había hecho funcionar esa magia, y sinceramente no me
importaba; él ya no era un criminal, así que todo era legal. De eso estaba segura.
—Honestamente, tiendo a olvidarme de esas cuentas bancarias —dije.
Roth se rio. —¿Cómo puedes olvidarte de casi mil millones de dólares, Kyrie?
Intenté mostrarme inocente. —¿Ojos que no ven, corazón que no siente? No
uso el dinero, ya que te encargas de todo por mí. —Me encogí de hombros como si
eso no importara, y en realidad lo sentía así. Tenía plena confianza en la capacidad
de Roth para mantenernos económicamente—. Entonces... ¿por qué me incluiste en
la empresa, y le pusiste mi nombre?
Sonrió, con una inclinación linda y atractiva de sus labios. —Porque eres mitad
mía, cariño. Y todo lo mío es tuyo. Todo esto no tiene sentido, sin ti. —Se volvió
hacia mí, finalmente—. Nunca he sido exactamente pobre, pero te puedo asegurar,
sin ningún género de duda, que viviría mi vida en la pobreza absoluta, siempre que
pudiera hacerlo contigo.
Negué. —Roth, cariño. Eres un niño mimado. No tienes idea de cómo es la
pobreza. Pero... Te creo.
Se rio. —Solamente dije que lo haría, no que me gustase.
—Lo odiarías.
Asintió con seriedad. —Estoy seguro de que así sería. Tengo un gusto por las
mejores cosas que puede ofrecer la vida. Pero te aseguro, mi amor, si de alguna
manera llegáramos a perderlo todo, hasta el último centavo, cada empresa, la filial,
propiedades y acciones, no seríamos pobres por mucho tiempo. Trabajaría día y
noche hasta proporcionarte lo que te mereces.
—Lo sé, Valentine. Tengo fe absoluta en ti.
Simplemente sonrió y me apretó la mano. Después de unos minutos de
silencio, durante los cuales el vehículo frenaba y aceleraba, moviéndose a través del
tráfico, reconocí el camino que nos conducía al aeropuerto. —Entonces, ¿hacia
dónde vamos?
—A un campo de aviación privado a unas pocas horas de la ciudad.
Fruncí el ceño. —¿Una pista de aterrizaje privada? Algo así como ¿tu propio
aeropuerto?
Se encogió de hombros. —Algo así. No es nada más que un par de acres en

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medio de la nada con un hangar y una pista de aterrizaje. Pero es propiedad de una
empresa ficticia y se adquirió a través de una complicada serie de transacciones que
sería... muy difícil rastrearlas hasta llegar a mí. Es una instalación segura, rodeada
de alambre de espino y protegida por guardias fuertemente armados de la empresa
de seguridad de Harris.
—Vaya. —Roth nunca dejaba de sorprenderme—. ¿Cuándo hiciste todo esto?
—Oh, hace años que tengo el campo de aviación. Lo compré por primera vez
cuando empecé a traficar con armas, pero esencialmente me lo vendí a mí mismo a
través de un proceso largo y complicado para borrar cualquier conexión con mi
persona. Y luego simplemente lo dejé estar, lo mantuve disponible, eso fue todo.
Luego, hace unos meses atrás hice que lo reacondicionaran, que asfaltaran la pista
de aterrizaje, que arreglaran la valla, y que Harris estableciera la seguridad. Tuve el
presentimiento de que podríamos necesitar un lugar para viajar que estuviera
totalmente fuera del radar.
—¿Y a dónde vamos desde el aeródromo?
—Es una sorpresa.
—¿Una sorpresa por la boda?
Sonrió. —Tal vez.
—Pero Layla y yo no hemos hecho ningún tipo de planificación real.
—Una vez que nos encontremos en nuestro destino, ustedes dos podrán
volverse locas. Siempre y cuando sigan las normas de seguridad de Harris, todo
vale.
—¿Cuáles son las reglas?
—Él te las dirá cuando lleguemos allí.
—¿Cuándo será eso?
Roth levantó una ceja. —Pronto. —Se volvió hacia mí y levantó el
reposabrazos apartándolo del camino.
—No estás ansiosa en absoluto, ¿verdad?
Me alejé de él, colocándome de espaldas hacia la puerta. —No —tragué
saliva—. De ningún modo.
Estaba encima de mí, una mano ahuecando mi cadera y hundiéndome,
arrastrándome hacia él, colocándome en posición horizontal. El movimiento hizo que
mi falda larga hasta la rodilla se subiera hasta la mitad de mi muslo, y luego las
manos de Roth estaban ayudando a subirla, empujándola hacia arriba, alrededor de
mis caderas, dejándome expuesta para él.
—¿Por qué, Kyrie...? —susurró, presionando sus labios en mi oído—. ¿No
llevas nada de ropa interior?

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—Sabes lo que estar en una limusina me hace.
—Tenemos compañía adelante. —Sus dedos subieron por mi pierna,
acariciándome desde la pantorrilla hasta la rodilla y el muslo—. Vas a tener que estar
en silencio.
—Puedo hacer eso.
Roth simplemente soltó una risa en mi oído. —No, no puedes. Podrás hacer
muchas, muchas cosas, mi amor, pero quedarte callada durante un orgasmo no es
una de ellas.
—No puedo evitarlo si tienes una habilidad especial para hacerme gritar —
dije, y luego perdí la capacidad de formular frases, porque los dedos de Roth se
encontraban en mi interior, atravesándome, extendiéndose, retirándose,
humedeciendo mi clítoris con mis jugos y volviendo a deslizarse en mi interior.
Gemí, y Roth me cubrió la boca con la suya, sin besarme sino más bien
comiéndose mi gemido, tragándose mi suspiro, sofocando mi sollozo. Me deslicé
más hacia bajo, arqueando mi espalda, pegando mi núcleo contra sus dedos.
Impaciente, hambrienta, lista. Monté sus dedos, retorciéndome contra él, chupé su
lengua con mi boca y lo saboreé, mordiendo su labio. Cerré mis dedos en su cabello
y dejé que mi rodilla cayera hacia un lado, abriéndome para él, enganchando mi
otro talón en la parte posterior del asiento.
—¿Estás cerca, Kyrie? —susurró Roth contra mis labios.
—Sí... mierda, sí.
—Aprieta mis dedos, querida. No hagas ni un sonido. —Tenía su dedo índice
y medio muy dentro de mí, y presionó en ese momento su pulgar contra mi clítoris.
Mordí el hombro de su chaqueta con los dientes, gimiendo, retorciéndome,
ahogando un grito—. Estás allí, ¿verdad? Quieres correrte, ¿cierto?
—Lo necesito, Roth —dije con los dientes apretados.
—Todavía no. —Desaceleró sus dedos hundidos, curvándolos en mi interior
para chocar sus dedos contra ese lugar perfecto, la cresta alta en la pared superior,
rodeando mi clítoris palpitante con el pulgar.
Estaba mojada, chorreando, cada movimiento de su mano produciendo un
sonido de chapoteo fuerte. Ahora alternaba los movimientos, haciendo círculos con
su pulgar y presionando con sus dedos, y luego moviéndose para que las puntas de
sus dedos asestaran un golpe, rasparan y se hundieran en mi interior, mientras que
el pulgar se encontraba inmovilizado contra mi clítoris. Sin ritmo, sin previsibilidad.
Solo lo suficiente para hacer que lo necesitara más, para volverme loca.
Sabía lo que él quería.
Contraje mis músculos vaginales, y empezó a follarme con sus dedos, ahora
dándome el ritmo. Con un pulgar curvándose y presionándose en círculos duros y
rápidos. Más fuerte. Más rápido.

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Mordí el lóbulo de su oreja y gemí tan por lo bajo como pude, lo cual... no
fue muy silencioso.
—Shhh, Kyrie, amor. Quédate callada para mí.
—No puedo.
—Puedes. O pararé. —Cumplió su amenaza cuando gemí de nuevo,
deteniendo su mano.
Lloriqueé por la frustración, retorciéndome contra él, necesitando correrme,
necesitando caer en el vacío.
—Roth, por favor.
—¿Sí? No te importa mendigar, ¿verdad, cariño?
—Por supuesto que no. Lo necesito, Roth. Déjame correrme. Por favor,
déjame correrme.
—Aún no. No creo que estés lo suficientemente desesperada. —Empezó a
moverse de nuevo, empezando por todas partes, amasando, haciendo círculos, y
follándome con sus dedos sin ritmo, de forma lenta y exasperante, hasta que me
moví, mordiendo su manga y tratando desesperadamente de no gritar por la
necesidad rabiosa en mi interior, la necesidad como bola de fuego en torbellino, el
huracán de desesperación sexual.
—Por favor, Valentine, por favor. Dios, no puedo soportarlo más —le susurré
al oído con mi voz más baja, apenas audible.
Metió un tercer dedo en mi interior, enganchándolos para frotarlos contra ese
lugar, follándome entrando y saliendo más rápido y más rápido, ahora el único
sonido era mi respiración entrecortada y la succión húmeda de sus dedos.
Sentí el borde acercándose como un acantilado precipitándose, como la
detonación de un edificio, formándose. Cada músculo se tensó, mi columna vertebral
se arqueó en el cuero acolchado, mis talones se presionaron contra la puerta opuesta
para mantenerme en el aire, y mis dientes se apretaron para no soltar un grito.
Apreté sus dedos mientras me penetraba, entrando y saliendo, y entonces
me encontré más allá de todo control, centrándome solamente en no gritar. Ahora
él controlaba la situación, sus tres dedos y un pulgar gobernando mi universo.
Presionó sus labios contra mi oído, y mordió el lóbulo de mi oreja. —Córrete
para mí, Kyrie. Córrete ahora.
Me rechinaron los dientes con tanta fuerza que mis molares dolieron al tiempo
que el orgasmo me arrasaba con una fuerza nuclear. Me sentí a mí misma
chorreando, goteando por toda su mano y su muñeca, y siguió follándome con sus
dedos a una velocidad implacable, llevando a mi clímax al cenit absoluto,
empujándolo hasta que me encontré frenética y me retorcía sin poder hacer nada,
corriéndome, corriéndome y corriéndome.
Cuando finalmente desaceleró, retiró sus dedos y murmuró su aprobación sin

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palabras, al tiempo que me desplomaba contra el asiento, jadeando.
—Mira esto, Kyrie. —Me obligué a abrir los ojos, y lo vi examinando su
mano—. Me empapaste, amor.
Su mano estaba chorreando, la manga de su camisa y el puño de su abrigo
se encontraban húmedos. Incluso el cuero debajo de mi trasero estaba mojado con
mis jugos.
Sentí que me sonrojaba de la vergüenza. —Hice un poco de desorden,
¿mmm?
Roth besó cada una de mis mejillas ardientes. —Lo hiciste en verdad. Ahora
mi mano va a oler a tu coño todo el día.
Enterré mi cara en su cuello. —¿Lo siento?
Se rio. —No lo sientas.
Me senté junto a él, y noté un cierto problema. —Tu turno, creo.
Sus ojos se posaron sobre mí. —¿Mi turno?
Giré para enfrentarme parcialmente a él, doblando una pierna sobre el
asiento. —Quiero decir, no puedo dejarte sufriendo, ¿no es cierto?
—Por supuesto que no. —Apartó de mi rostro un mechón libre de mi cabello,
un brillo ansioso en sus ojos.
No se opuso ni me dijo que no tenía que hacerlo. Obviamente no. Nos
encontrábamos más allá de eso, hacía mucho tiempo. Sabía lo que él quería, y cómo
le gustaba. Él sabía que yo no lo haría si no me apeteciera. Solamente se quedó
sentado allí, esperando, mirándome fijamente.
Le lancé una sonrisa mientras desabrochaba su cinturón, con cuidado de no
dejar que tintineara. Abrí sus pantalones, deslizando la cremallera. Se levantó unos
centímetros de su asiento, y se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los
muslos, dejando al descubierto su pene. Este estaba bien erecto y firme, rígido, con
las venas brotadas, sonrosado, y enorme. Rogando por mi boca.
Suplicando que lo tocara.
Envolví mi puño a su alrededor, deslicé los dedos por su eje y de nuevo hacia
arriba lentamente, observando en su expresión la pesadez de sus párpados. Inhaló
profundamente, dejando escapar su aliento en un suspiro lento y como una ráfaga.
Con la otra mano, agarré sus bolas, amasándolas suavemente, deslizando mi dedo
medio hacia abajo, más abajo, encontrando un punto erógeno. Se movió más hacia
abajo, dejando que sus rodillas se abrieran tan ampliamente como sus pantalones
le permitían, apartándome el cabello del rostro, sus labios curvándose por el placer
mientras acariciaba su longitud.
Lo hice de forma lenta, burlándome. Jugando con él. Solo tocándolo. Un
pulgar por la punta, esparciendo la gota, presionando la cabeza ancha hasta que

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aparecía a lo largo de la parte superior de mis dedos, entonces bajaba mi mano
hasta la raíz. De nuevo. Otra vez. Y una vez más, y en esta ocasión sus caderas se
flexionaron de forma involuntaria. Apreté con más fuerza, y contuvo el aliento.
—¿Te gusta eso, ¿verdad? —le pregunté en un susurro casi inaudible—.
¿Cuando comprimo tu polla?
Asintió. —Sí, me gusta.
—Te gusta fuerte y con presión, ¿no? —Mantuve mis ojos en los suyos al
tiempo que me inclinaba sobre él—. También sé por qué.
—¿Por qué amor? —Su voz era uniforme, constante. Pero sus ojos lo
traicionaban, delataban su necesidad, dejando ver lo mucho que disfrutaba de mis
atenciones.
—Porque se siente como mi trasero, y sé lo mucho que amas follarme por allí
—dije esto y, luego envolví mis labios alrededor de la cabeza gruesa de su pene.
—Jesús, Kyrie —murmuró, y dejó caer su cabeza contra el asiento.
Lo metí en mi boca, aplanando mi lengua para probar la sal de su piel tensa
mientras se deslizaba entre mis labios abiertos parcialmente. Retrocedí, dejándolo
salir. —¿No es así?
—No… ¿qué?
Sentí una emoción salvaje de satisfacción; sabía que estaba haciendo las
cosas bien cuando perdía la compostura. Lo aprisioné tan fuerte como pude, y me
acerqué para susurrarle al oído. —¿No te encanta follar mi culo? —Bajé mi puño
apretado desde la punta hasta la raíz, presionándolo, apretando a su alrededor—.
¿Te gusta esto? ¿Apretado y caliente?
Hizo un sonido bajo en su garganta. —Dios sí... justo así. —Empujó sus
caderas, su gemido retumbando en lo profundo de su pecho.
Le di un beso en la mandíbula, y luego en la garganta, y entonces me incliné
sobre él y lamí la punta de su glande, degustando su incipiente eyaculación, y luego
acaricié su pene con mis manos, llevándolo más profundo en mi boca mientras
bajaba mi puño alrededor de su eje. Gimió de nuevo y se inclinó hacia delante, con
el empuje levantándome, y tomé la estocada con gusto, dejándolo que me follara la
boca, dejándolo follar mi puño apretado y mis labios.
Pero luego retrocedí y levanté mi mirada hacia él. —Es suficiente, por ahora,
Valentine. Deja que te haga sentir bien. No te muevas.
Con sus ojos entrecerrados, Roth asintió, apoyando su cabeza en el respaldo
del asiento una vez más. Enroscó sus dedos en mi cabello, metiendo la otra mano
detrás de su cabeza, y dejó escapar un suspiro.
Esperé un momento, sacándolo. Luego, manteniendo mis ojos en los suyos,
alejé su eje de su cuerpo, incliné la cabeza hacia un lado, y lo tomé en mi boca.
Contuvo el aliento de forma brusca, sus fosas nasales dilatadas, su pecho
hinchándose, su mandíbula tensándose y flexionándose al tiempo que observaba su

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polla deslizándose entre mis labios.
Alejándome de nuevo, me acerqué más, tomándolo más profundamente, casi
dejándolo salir... igualé el ritmo con el compás de su respiración, cada vez más
rápido y más rápido, hasta que me estaba moviendo casi de forma frenética.
Y entonces me detuve, y Roth gruñó. Nunca había aplicado fuerza o presión,
pero su agarre en mi cabello se tensó.
Dejé que su miembro brillante con mi saliva saliera de mi boca, y luego, con
los ojos en los suyos, acercándome lenta y deliberadamente, le pasé la lengua de la
raíz hasta la punta, presionando mi lengua, de modo que la sintiera ancha y plana
contra su piel llena de venas. Al llegar a la cima, me lo metí de nuevo en la boca y
esta vez envolví mis dedos a su alrededor justo por debajo de mi boca y lo acaricié
con ambos manos a la vez. Lo llevé hasta la parte posterior de mi garganta, y luego
añadí mi otra mano alrededor de la base, Dios, jamás conseguiría superar lo grande
que era su polla, tan perfecta, que podía encajar mis dos manos y mi boca a su
alrededor y todavía tenía espacio para moverme, que tenía que estirar mis labios y
mi mandíbula a su alrededor, que mis dedos no se encontraban por completo cuando
lo agarraba con mi puño.
Entonces empecé a moverme lentamente. De forma tortuosamente lenta,
deslizándome hacia abajo con mi boca, acariciándolo con las dos manos,
levantándome para que solamente la cabeza suave y elástica de su pene se
encontrara en mi boca, y luego empecé a chupar. Mis puños se movieron,
deslizándose hacia arriba y hacia abajo, más rápido y más rápido.
Más y más duro.
Y luego más lento. Aparté mi boca, lo alejé, levantando mi mirada hacia él,
manteniendo el contacto visual mientras lo acariciaba a manos llenas, manchándolo
con mi saliva y su líquido pre seminal filtrado por todo su pene. Gruñó de nuevo,
agarrando mi cabello aún con más fuerza, por lo que me tironeó desde las raíces.
Entonces se encontraba cerca.
Lo atrapé con una mano, la punta de su pene en mis labios, besándola,
lamiéndola, chupándola, una caricia suave y cuidadosa con mis dientes, y luego
estaba doblando sus caderas y apretando los dientes para no hacer demasiado ruido.
—Solo tu boca, amor. Dame tus manos. —Su voz fue un estruendo
inesperado.
Las extendí agarrándolas entre las suyas, ahuecando las mías pequeñas en
sus garras mucho más grandes. Apoyé la mejilla contra su estómago y me deslicé
más hacia abajo, más cerca, y dejé que su polla se introdujera en mi boca. Chupé.
Me balanceé. Deteniéndome para lamer la punta y deslizar mi lengua contra
el orificio en la cúspide, saboreando la esencia ahumada. Y luego me deslicé más
hacia abajo y tomé tanto de él como pude, sin establecer ningún ritmo.

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Y luego empezó a jadear en su garganta y sus caderas se elevaron, y supe
que era hora de dejar de jugar con él y hacer que se corriera.
Liberé una de mis manos de su agarre y ahuequé un testículo en mi palma,
deslicé el dedo medio contra su periné y lo presioné. Su respiración se detuvo, y
empecé a follarlo con mi boca en serio, ahora sin finura ni técnica, solo mis labios y
mi lengua sobre su eje palpitante, más y más rápido.
Presioné con más fuerza el dedo, moviéndolo un poco más hacia atrás,
ganándome un gruñido de sorpresa de su parte.
Sin embargo, no protestó, así que lo empujé aún más lejos, hasta que me
encontré justo ahí, la punta de mi dedo medio presionado contra su ano y él estaba
luchando por relajarse, queriendo tensarse, pero sin permitírselo a sí mismo.
Encontré el centro del nudo de músculos y lo presioné, metiendo la punta de mi
dedo, y gimió sin poder hacer nada, sus músculos aflojándose, incluso mientras sus
caderas se flexionaban y se tensaban.
Al mismo tiempo, estaba ahí abajo sobre él, ni duro ni rápido, sino con un
ritmo constante. Él quería que fuera más rápido, quería que lo hiciera más duro.
Pero no le di eso. Mi objetivo no era hacerlo eyacular pronto, sino de forma intensa,
y para ese fin lo mejor era alargarlo el mayor tiempo posible.
Sin embargo, él estaba cerca; podía sentirlo, saborearlo.
Y yo quería hacerlo. Quería probarlo. Deseaba sentirlo relajándose, sentirlo
tomando su placer en mi boca.
Hasta Roth, dar mamadas era algo que era simplemente... un acto. No algo
malo, o algo bueno, solamente algo que uno hacía como parte rutinaria del sexo.
No me importaba hacerlo, pero no lo disfrutaba. Siempre supe que mi pareja lo
disfrutaba, obviamente, porque todos los hombres ya sean heterosexuales u
homosexuales aman muy pocas cosas más que conseguir que les chupen la polla.
Pero esto... ¿con Valentine?
Esto en realidad no era sobre sexo. Se trataba de una expresión de amor, de
demostrarle lo mucho que lo amaba, de mostrarle lo mucho que quería hacer que
se sintiera bien, de manifestarle que su placer era de suma importancia para mí.
Amaba su cuerpo, cada centímetro de él. Y en especial adoraba su pene, en toda su
gloriosa longitud. Nunca había pensado que fuera posible, pero me encantaba
sentirlo en mi boca, amaba la sensación de acariciar su dureza con mis manos,
saboreando la pre eyaculación en mi lengua, sintiendo cómo se contraía y se ponía
más duro bajo mi tacto. Me encantaba sentir que se volvía loco, verlo perder el
control, sabiendo que era por mí culpa, sabiendo que podía hacer que se sintiera
tan increíble que no podía contenerse. Me encantaba la forma en la que su pene
palpitaba y se ponía más duro a medida que se acercaba al orgasmo... como si
estuviera en ese momento, sus abdominales duros como piedras se tensaron como
un tambor de piel, sus bolas se apretaron contra su cuerpo, sus caderas
flexionándose involuntariamente, sus ojos fuertemente cerrados, su respiración

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saliendo con jadeos cortos salvajes...
Sí, aquí venía, la liberación.
Esto también me encantaba, cuando se corría en mi lengua. Lo sentí
empujándose más profundamente en mi boca y llevé el dedo más profundo,
sintiendo que se tensaba, que se flexionaba. Le dio a mi cabello dos tirones como
una señal de advertencia.
Reduje mi ritmo.
Gimió, gruñó, sonando casi salvaje.
Desaceleré todavía más, echándome hacia atrás hasta que casi se salió de mi
boca, y luego precipitándome hacia abajo, llevándolo hasta la parte posterior de mi
garganta. Gruñó otra vez, empujándose mientras se preparaba para correrse.
Gimiendo, metí y saqué mi dedo ligeramente, y le di una estocada más lenta
y larga en mi boca, y luego probé la sal y el calor, sentí el chorro inicial al tiempo
que retrocedía. Lo sentí en mi lengua, salpicando mi boca. Tragué, continué con mi
caricia deliberadamente lenta, hasta que me encontré en el borde de mi reflejo
nauseoso.
Envolví mi mano libre alrededor de la raíz gruesa de su pene y le acaricié allí
también, ahora con fuerza y rapidez, mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo
lenta, lentamente. El contraste del movimiento mínimo de mi boca frente al rápido
movimiento de elevación con fuerza de mi mano lo volvió loco, y disparó otro chorro
grueso de semen en mi boca. Lo tragué. Gimió, un ruido sordo pero ruidoso, y
mantuve el ritmo contrastante, ordeñé su orgasmo para conseguir otro chorro
saliendo a borbotones, otro más pequeño, y luego un pequeño goteo.
Cuando finalmente terminó de eyacular, dejó escapar un suspiro.
Pero yo no había terminado. Ahora solamente usaba mi mano, acariciándolo
lentamente desde la raíz hasta la punta, persuadiendo a que saliera más semen de
él, lanzándole una mirada mientras lamía para limpiárselo. De nuevo. Y solo cuando
finalmente estaba comenzando a amainar y a ponerse blando, lo solté, ayudándole
a colocarse su ropa interior y los pantalones en su lugar.
Y en ese momento, mientras le ayudaba con sus calzoncillos, el vidrio de
privacidad hizo un ruido y empezó a bajar.
—Oigan, estábamos pensando en parar para... ¡oh Jesús! ¿En serio? —La voz
de Layla pasó de estar consultándonos algo de manera informal a la repugnancia e
indignación en un solo respiro—. ¿De verdad le estabas dando una mamada allí, en
la parte de atrás de la limusina? ¡Nosotros estamos aquí!
Miré a Layla al tiempo que le subía la cremallera, lo arreglaba y le abrochaba
el pantalón a Roth. —Es por eso que se llama cristal de privacidad.
—Sí, pero... —Fingió un estremecimiento dramático—. En serio no necesitaba
ver eso.

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—Entonces qué bueno que no abriste la ventana antes —dije, volviendo a mi
asiento y alisándome el cabello.
Layla se me quedó mirando durante un largo rato, y luego sus cejas fueron
hacia abajo. —Um. Tienes algo... justo al lado de tu boca, oh Dios. Ya no estoy
segura de poder mirarte.
Me limpié la cara y le sonreí. —Oh, por favor. Como si nunca te hubiera
atrapado haciendo algo de eso. De hecho, creo que sí, y ni siquiera te detuviste, si
no recuerdo mal. Simplemente seguiste adelante.
Layla parecía avergonzada y enojada a partes iguales. Roth se había quedado
en silencio, pero claramente lo estaba disfrutando, ¿y Harris? No estaba segura con
respecto a él. Mantuvo la vista al frente, sus manos a las diez y dos en el volante.
—Sí, bueno... —comenzó Layla. Pero luego se rio a su pesar—. Eso fue tan
condenadamente incómodo. Estábamos en la ducha y tú tenías que usar el baño.
Pero él ya estaba por correrse, así que no podía simplemente detenerme, y tú
estabas a punto de hacerte pis encima.
Me reí aún con más fuerza. —Yo pretendí que no sabía lo que estaba pasando,
y tú fingiste que yo no estaba allí. Solo había una cortina de ducha entre nosotros,
transparente de la cintura para arriba. Gracias a Dios que no era cristal, pero podía
ver justo la parte superior de tu cabeza moviéndose...
—Después de eso no nos miraste a la cara por semanas.
—Sí, bien, tu mierda del mes no tuvo ese problema. Él me miraba como, sí
amiga, ¿también quieres?
—¿En serio? —preguntó Layla.
—Um, ¿sí? Después de eso se me quedaba mirando fijamente todo el tiempo.
Me daba unas miradas mientras movía sus cejas. Diablos, hizo de todo menos
sacarse su mierda y ofrecérmela.
Entonces Harris tosió, Layla lo miró, y vi su expresión cambiando de la
diversión a la vergüenza, y de allí a una ira defensiva. —¿Qué? —se volvió hacia
él—. ¿Tienes algo que decir, Harry?
Él giró su cabeza ligeramente. —No, señorita Campari.
—Oh, por favor. Señorita Campari mi culo. Sabes mi jodido nombre.
—Es cierto.
—Entonces, ¿qué? —inclinó su cabeza, y pude decir por la posición de sus
hombros que estaba buscando pelea, al estilo de Layla. Pobre Harris. Layla en modo
molestoso o avergonzado, daba miedo. Podía hacerte palidecer con nada más que
unas pocas frases bien retorcidas—. ¿No te gusta escuchar de mis hazañas
sexuales... Harry? ¿Tienes algún problema con eso?

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—De ningún modo.
—Bueno, estoy jodidamente segura que lo parece. Esa pequeña tos, como
¿perdón? Me sonó como una especie de tos juzgadora, ¿sabes a lo que me refiero?
—En absoluto. No me corresponde juzgarla.
—Pero lo haces, ¿no? Apuesto que te preguntas cuántas pollas he chupado
en la ducha, ¿verdad? —Se le acercó, inclinándose, pronunciando cada sílaba con
mucha claridad y con cuidado—. Muchas. No tan solo en la ducha, tampoco. En el
coche. En la cama. En el sofá. En los baños públicos. Detrás de las gradas. En todos
lados. Me encanta dar mamadas, Harry. Son mi jodida especialidad.
Los hombros de Harris se levantaron y se bajaron mientras tomaba una larga
respiración y la dejaba escapar. Sus dedos se flexionaron en el volante. —Muy
inteligente juego de palabras, señorita Campari.
—Mi nombre es Layla.
—Soy consciente de ello.
Trazó el lóbulo de la oreja de Harris con el dedo. —Apuesto a que deseas una
muestra de la mercancía, ¿verdad? ¿Una pequeña prueba de mi funcionamiento?
¿Justo aquí, justo ahora? —Se acercó más—. ¿Quieres una chupada, Harry?
—Mi nombre es Harris. Y no. Al menos no mientras esté conduciendo un
automóvil de medio millón de dólares. —No se inmutó, ni retiró la mano de ella, y
tampoco la miró—. Sin embargo, pregúntame después y puede que tenga una
respuesta diferente.
No era la respuesta que estaba esperando, deduje. Ella resopló y se dio la
vuelta, viendo un atisbo de la expresión de Roth, que apenas estaba conteniendo la
risa.
—Me alegro que pienses que esto es divertido, Roth —espetó.
—Oh, sí. Y mucho. —Roth hizo un gesto hacia Harris, riendo—. Has logrado
poner nervioso a Harris, y eso no es poca cosa, te lo aseguro. Es tan imperturbable
que podría ser británico.
Harris sacudió cabeza. —Muy divertido... señor.
Esto solo hizo reír aún más fuerte a Roth. —Así que ahora me dices señor,
¿no? Nunca me llamas señor.
Tenía que calmar esto, de alguna manera. —Siento que aquí nos hemos salido
del tema. Layla, ¿ibas a decir algo de detenernos en alguna parte?
Sacudió su cabello negro, grueso y rizado. —No importa. Ya ni siquiera tengo
lija.
Oh, oh. Layla rara vez volvía a lo que ella llamaba: la vieja jerga de Layla. Ella
había crecido en una zona bastante peligrosa, y su manera de hablar había
demostrado eso. Había trabajado duro para erradicarla, y se había esforzado en

49
hablar más correctamente, incluso si todavía maldecía como un marinero. Pero
cuando se encontraba muy molesta, hablaba con la jerga de la calle.
—Layla, yo...
Subió el vidrio de privacidad, interrumpiéndome.
Roth me miró. —Eso fue inesperado.
—Se irrita cuando está a la defensiva.
—¿Va a estar bien?
Me encogí de hombros. —Eventualmente. Layla es Layla. Nunca se sabe con
ella.
—SABES QUE TE PUEDO OÍR, ¿NO? —gritó Layla. Bajó el cristal de nuevo—.
No estoy irritada, y no soy impredecible. Jesús.
Tuve que reírme ante eso. —Layla, vamos...
—Solo... cállate, Key. Simplemente vas a cabrearme más.
—Por favor, Kyrie —intervino Harris—. Lo que sea que hagas, no la hagas
enojar más. Tengo que conducir con ella a mi lado.
—Oh, cierra tu jodida boca, señor imperturbable.
—Usted primero señorita que-le-da-mamadas-a-todos.
—Oh... mierda —murmuré.
—No quise decir… —comenzó Layla, y luego cerró la boca con sus palabras
tan rápido que sus dientes chirriaron—. ¿Sabes qué? No te debo ni una jodida
explicación. Eso no es lo que quería decir y lo sabes.
—Para mí así fue como sonó. —Harris hablaba con tanta calma como siempre,
pero había algo en su voz, una pizca de ira, una nota de irritación... algo que nunca
había oído antes.
—Estaba demostrando un punto.
—Demostrando lo mucho que amas dar mamadas. Punto demostrado.
Layla siseó. —Un punto sobre cómo las decisiones que tomo son mías y ¡no
voy a ser juzgada por ellas!
—No la estoy juzgando. No he dicho ni una sola palabra prejuiciosa. No he
dicho ni una frase que pudiera interpretarse como negativa hacia usted de ninguna
manera, señorita Campari... quiero decir, Layla.
—Es la forma en la que me miras. O no me miras. —Sonó petulante, y menos
segura de sí misma.
—Entonces estás malinterpretando la forma en la que te estoy mirando. Y,
honestamente, mi atención se ha centrado en la carretera, no en ti.
—¿Qué, no puedes dividir tu atención?

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Harris dejó escapar una respiración, una respiración muy frustrada. —Oh, por
el amor de Dios. Eres imposible.
Layla no tuvo ninguna reacción ante esto. Solo cruzó los brazos bajo sus
pechos prominentes y miró por la ventana al paisaje rural del estado de Nueva York.
Miré a Roth mientras ocurría este intercambio. Compartiendo la misma
expresión, ambos sorprendidos por nuestros respectivos amigos.
Nunca había visto a Layla interactuar con ninguna persona de esta manera.
Ella dominaba la conversación simplemente en virtud de hablar más alto y ser más
rápida, por ser sincera y no se disculpaba, era ruidosa y subida de tono. Era
hermosa, alta, de constitución fuerte, tenía curvas por las que podías andar por días,
y una personalidad que, naturalmente, llamaba toda la atención en cualquier sitio
en donde se hallara. Cada hombre con los que alguna vez salió o durmió, o como
sea que quisiera decirlo, todos simplemente la seguían, porque tratar de resistirse a
su necesidad de controlarlo todo y tratar de manejarla nunca funcionaba en
absoluto. Para nadie. Ella era la personificación de la mentalidad de no-me-importa-
una-mierda, no porque realmente no le importara cómo le caía a la gente, sino
porque se negaba a dejarse intimidar, dominar o controlar por cualquiera.
Pero Harris, con sus gestos silenciosos, sin pretensiones y calmados, de
alguna manera le había quitado algunas clavijas sin siquiera intentarlo. Se le había
metido en la piel. Nadie, nada, en la historia lograba meterse en la piel de Layla
Campari. Su piel era tan gruesa que era como una armadura.
Esta interacción que tuvo con Harris me dejó pensativa. Combina esto con la
negación excesivamente rápida de que algo jamás podría suceder entre ella y
Harris...
Me parece que la señora protesta demasiado.

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EL SISTEMA
Traducido por –Leon & SOS por astrea75
Corregido por LuVelitta

Íbamos a las Islas Turcas y Caicos.


Con una población de 33.000 personas. Geográficamente, era un archipiélago
de cuarenta islas, gobernadas por el Reino Unido como un "Territorio Británico de
Ultramar". Su moneda era el dólar estadounidense.
Era un paraíso de agua turquesa, playas de arena blanca y bares con cabañas
tiki en playas interminables.
No podía esperar para llegar allí.
Después de transferirnos de la limosina al pequeño jet, Harris se tomó
algunos minutos para repasar sus planes de vuelo y hacer los arreglos finales para
el viaje. En cuestión de unos pocos minutos nos tuvo en el aire, para volar varias
horas al sur hacia el Caribe.
Layla pasó gran parte del tiempo del vuelo ignorándonos a Roth y a mí, con
sus audífonos puestos, la música retumbando, leyendo un libro en su Kindle.
Entonces, a medio camino del vuelo, sin explicación, fue hacia adelante y tocó la
puerta de la cabina. Harris la dejó entrar, y la puerta se cerró, y no la vimos de
nuevo hasta después de aterrizar.
Cuando las Islas Turcas y Caicos aparecieron a la vista, las contemplé con
interés mientras comenzábamos nuestro descenso. En verdad era un tipo de paraíso

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especial. Bajo un cielo azul perfecto, Harris se acercó al Aeropuerto Internacional de
Providenciales y aterrizamos un par de minutos después sin ninguna turbulencia.
Nos movimos hacia un hangar privado, en donde una Range Rover blanca de
la vieja escuela nos esperaba, con el motor en marcha. Después de transferir nuestro
equipaje a la Rover, Harris nos alejó del aeropuerto… en completo silencio.
No estaba segura de qué molestaba a Layla, o si Harris se encontraba
enojado, pero podías cortar el silencio con un cuchillo. Harris era difícil de leer
cuando se trataba de expresiones faciales, pero así era su manera de ser; le gustaba
ser silencioso e inescrutable. Layla era fácil de leer. Era mi mejor amiga, y lo había
sido por muchos años. La conocía por dentro y por fuera, así que no me tomó mucho
tiempo darme cuenta de que en verdad estaba molesta. No sabía con seguridad cuál
era su problema. Era su boca sin filtro y atrevida la que la había avergonzado, no
yo.
Fue un largo camino para atravesar la Isla Grand Turca hasta un puerto en
donde nos esperaba un yate. Durante ese tiempo no me miró, ni a Roth, ni a Harris.
Solo vio en silencio por la ventana.
El silencio entre Harris y Layla era especialmente gélido y pronunciado, y un
poco incómodo. Quizá estaba imaginando cosas… o quizá no. Tal vez habían
discutido cuando estaban solos en la cabina. O quizá había pasado algo más.
Observé con intensidad a Layla durante todo el camino hacia el puerto. Estaba
recargada contra la puerta, con la frente contra el vidrio, mirando el paisaje; sus
encantadores rasgos mitad italianos, mitad de raza negra, eran neutros. Conocía esa
mirada. Era la mirada que decía que estaba teniendo una lucha interna, para evitar
que un tsunami emocional se apoderara de ella.
Layla era una persona intensa. Todo lo que hacía lo hacía a toda velocidad,
sin contenerse. Pero, emocionalmente, podía ser cerrada. Cualquier cosa real,
cualquier cosa personal, cualquier cosa profunda, y cualquier cosa que pudiera
dejarla vulnerable, la evitaba o la mantenía detrás de esas paredes suyas. Incluso
conmigo, raramente se abría emocionalmente, usaba su boca astuta y vocabulario
explícito para evitar cualquier cosa demasiado personal. Y si las cosas se ponían muy
intensas, se cerraba completamente, sacando las garras y rehusándose a interactuar
hasta que lo tuviera bajo control.
Estaría dispuesta a apostar dinero a que algo había pasado en esa cabina.
Las cosas tampoco mejoraron en el viaje en barco. Harris sacó el gran antiguo
yate del puerto y lo alejó de la Grand Turca en silencio, unas gafas Oakleys negras
ocultaban sus ojos. Su única concesión al clima Caribeño era que había elegido usar
una camisa blanca de mangas cortas y unos pantalones caqui, más que el traje de
dos piezas que usualmente usaba.
El barco era grande, bajo y abierto de un lado, con un techo para bloquear el
sol. Había unas bancas alineadas al costado, y había un salón en la proa, dos
pequeñas cabinas por debajo y la cabina de mando en la popa. Tan pronto nos

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encontramos fuera del puerto, Layla fue hacia la barandilla exterior y se quedó lo
más lejos que pudo, llevaba recogido su cabello grueso y rizado, con unos lentes
RayBans falsos en la cara, luciendo completamente miserable.
Estuve tentada a ir adelante con ella e intentar que saliera de su caparazón,
pero algo me dijo que ella no estaba lista.
También dejé en paz a Harris. Estaba ocupado manejando el barco,
navegando entre todas las múltiples islas y arrecifes. Lo conocía lo suficiente como
para saber que no me diría una palabra sobre lo que puede o no haber pasado entre
él y Layla.
Eso nos dejó a Roth y a mí reposando en la banca en estribor, con el viento
contra el cabello, la cálida agua salada salpicándonos en rocío mientras pasábamos
sobre las olas superficiales.
—¿Está bien? —preguntó Roth, haciendo un gesto hacia Layla, visible desde
estribor, parada mirando el agua.
Me encogí de hombros. —No estoy segura. Creo que tiene algo que ver con
ella y Harris.
—¿Deberías hablar con ella?
Negué. —Todavía no. Aquí no, al menos. Creo que necesita tiempo para
pensar en lo que sea que la está molestando.
—¿Pero crees que tiene algo que ver con Harris?
—No estoy segura, pero esa es mi corazonada. Ya sea que tuvieran una
conversación en el avión hacia aquí, o que pasara algo en la cabina. No lo sé.
Usualmente no es así. El silencio de Layla por lo general es una señal de que algo
está muy mal.
—Es difícil saberlo con Harris. Tienes que conocerlo muy bien para saber si
algo lo está molestando.
—¿Crees que algo también le molesta a él?
—Siempre se encuentra taciturno, y tiende a gustarle su soledad. Pero ha
estado especialmente callado recientemente. Es difícil de decir. Nuestros amigos son
difíciles de entender, creo.
Me reí, de cierta forma sin humor. —No me digas. Fui mejor amiga de Layla
dos años antes de que tuviéramos una conversación real sobre algo personal.
Mantiene sus cosas muy privadas.
Roth se rio. —Harris ha trabajado para mí por… casi diez años. Conozco muy,
muy poco sobre su vida personal.
—Cuando navegábamos por el Mediterráneo para ir a rescatarte, hablamos

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un poco. Dijo que venía de una familia totalmente normal, que se unió al Ejército a
los dieciocho, y a los Rangers a los veinte. Dijo que se unió al ejército por
aburrimiento. Y… eso es todo lo que dijo, en realidad.
Roth se rio de nuevo. —No me ha dicho mucho más que eso. Sé que su retiro
de los Rangers fue… difícil para él. Creo que salió por la presión de una misión fallida.
Realmente no creo querer saber lo que pasó, si soy honesto. Si fue algo tan
traumático como para provocar que Nicholas Harris dejara una carrera que amaba,
tuvo que haber sido muy perturbador. Lo contraté tan solo unos meses después de
que dejara a los Rangers, y sé que aprovechó el generoso paquete médico para
poder contratar a un terapeuta.
—¿Harris fue a un terapeuta? —Eso era difícil de imaginar.
Roth asintió. —Cada lunes por la mañana por cuatro años y medio. La única
razón por la que lo sé es porque pedía esa hora libre específicamente, y lograr que
me dijera la razón, fue como sacarle los dientes.
—En ocasiones, sigo viendo al Doctor Mancuso —escuché decir a Harris detrás
de nosotros. Silencioso como un gato, había aparecido de la nada.
No estaba segura de qué hacer. —Harris. Solo estábamos…
—Chismoseando sobre mí. Lo sé, me arden las orejas. —Una pequeña sonrisa
hizo brillar sus rasgos, diciéndome que no estaba molesto. Cruzó los brazos sobre el
pecho—. Cualquier veterano de combate tiene demonios que exorcizar —dijo,
recargándose contra la barandilla—. Yo no soy la excepción. Mi padre fue un
veterano de Vietnam, y se rehusó a hablar con todos sobre sus experiencias o los
efectos que había tenido en él. Vi de primera mano lo bien que eso funciona, así
que después de dejar a los Rangers supe que si no quería terminar como papá, tenía
que ver a alguien. Así que lo hice. Supongo que por la motivación de ser algo cercano
a lo normal. —Entonces cambiando el tema abruptamente, añadió—: Incluso el
piloto automático necesita ayuda. Los veré después.
Y entonces se había ido de nuevo, justo así, de vuelta a la cabina de mando,
bajando la velocidad mientras nos acercábamos a una isla baja.
La enorme isla apareció enorme frente a nosotros, el agua desvaneciéndose,
de un color jade a un color turquesa mientras se hacía menos profunda, cerca de la
orilla. La playa era una gruesa línea blanca rodeando una explosión de verde, con
solo un deje de vidrio reflejando la luz del sol entre ramas. Mientras nos
encontrábamos a cien metros de la orilla, Harris apagó los motores, dejando que el
antiguo barco se moviera solo hasta detenerse, y luego fue hacia adelante y aflojó
una manija para liberar el ancla. Esta golpeó el agua con un gran salpicón. Regresó
a la popa del yate, para realizar más movimientos con manijas o manivelas o algo,
y luego bajó un bote del barco al agua.
—De acuerdo —exclamó Harris—. Al esquife. Roth, tu primero, por favor.
Una escalera de cuerda lanzada al costado le permitió descender a Roth. Yo
lo seguí, luego fue Layla, y entonces Harris usó una cuerda gruesa para bajar el

55
equipaje, el cual Roth colocó en la proa del esquife. Harris bajó en último lugar,
desanudó las cuerdas que conectaban al yate, y usó el extremo de un remo para
separarlo del bote. Layla y yo contemplamos a Roth y a Harris metiendo los largos
remos en las olas y comenzar a moverlos, primero solamente Roth para hacer que
el esquife estuviera en posición hacia la orilla, y luego los dos al mismo tiempo.
Por primera vez en doce horas desde que habíamos dejado Manhattan, Layla
sonrió un poco.
—Nunca pensé que vería a Valentine Roth haciendo trabajo manual —dijo.
Roth se había desabotonado los primeros tres botones de su camisa,
revelando una forma V de piel bronceada en su pecho. Los músculos de sus fuertes
antebrazos se flexionaban mientras establecía un ritmo para remar. Su cabello rubio
estaba alborotado por el viento, y tenía una buena sonrisa en su atractiva cara. Dios,
era tan jodidamente caliente. No creo alguna vez acostumbrarme a lo sensual que
es mi Valentine, lo perfecto que es.
Su camisa se tensaba en su pecho mientras empujaba el remo en una
perfecta sincronía con Harris. —Mira bien —le dijo a Layla—, esto no pasa muy
seguido.
Y así terminó el breve intercambio. El resto del camino a la isla ocurrió en
silencio.
Cuando el casco tocó la arena, Harris sacó su remo, se quitó los calcetines y
zapatos y se subió el pantalón hasta las rodillas. Roth hizo lo mismo, y ambos bajaron
del bote, uno de cada costado, para hacer que se moviera gentilmente, y luego cada
uno tomó la proa con ambas manos y jalaron el esquife más hacia la arena, hasta
que el agua tocó la popa.
Y entonces pasó algo raro.
Harris se movió al extremo del bote, en donde Layla se preparaba para salir
del esquife. Llegó hasta ella, le puso las manos en la cintura, la alzó fácilmente, y la
depositó en la arena mojada.
Y ella se lo permitió.
Incluso lo tocó, equilibrándose en sus hombros con sus manos. Mientras sus
dedos golpeaban la arena, Layla lentamente se dejó caer, sus ojos conectaron con
los de Harris, y sus manos avanzaron de sus hombros hacia sus bíceps y antebrazos.
Y entonces, abruptamente, se volteó, agitó su cabello y se alejó rápidamente,
casi enojada, hacia las olas.
Soy incapaz de enfatizar lo completamente extraño que es ese
comportamiento en Layla.
Ella es el epítome de la mujer independiente, y no de una manera enojada-
feminista. No se quejará porque un chico le abra la puerta, y si él se ofrece a pagarle

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una cita, incluso lo dejará si a ella le gusta. Pero es ferozmente independiente. Nunca
pide ayuda. No es el tipo de chica que sostiene el brazo de un chico o que la ayuden
a bajar de una camioneta, ni el tipo de chica que se involucra en algún tipo de
contacto público. Cerca de mí, en casa, cuando compartíamos un apartamento,
podía dejarme verla besar a su novio, pero eso era todo. No es el tipo de chica que
abraza, ni se acurruca, y definitivamente tampoco acaricia los brazos así de un
hombre.
Y ciertamente no es el tipo de chica de mirada emocionada y con conflicto en
sus ojos.
Y aun así eso había pasado.
Con Harris.
Con el Señor Alto, Oscuro, y Guapo, el Señor Fuerte y Silencioso, el Señor
Frío como un Pepino en cualquier situación, el Señor Puedo Matar a un Hombre Sin
Estremecerme.
Intercambié una mirada con Roth mientras me bajaba del esquife.
—¿Qué demonios acabo de ver? —susurró.
Solo pude sacudir la cabeza. —Como si yo lo supiera, cariño.

La casa era increíble. Roth la había arreglado, así que por supuesto que lo
era. Pero… increíble apenas la describía. Era solamente de una planta, pero se
extendía para cubrir casi ciento cuarenta mil metros cuadrados, cuidadosamente
diseñada para aprovechar la mayor parte de las vistas, encaramada sobre una ligera
elevación que daba al Caribe, cada habitación con vista al agua por un lado y al
bosque por el otro. La cocina era la pieza central, ocupando todo el ancho del
edificio, conectaba con una planta abierta a una sala de estar y un comedor. Las
cuatro paredes exteriores del edificio eran puertas corredizas de vidrio que podían
ser abiertas de esquina a esquina, dejándola totalmente abierta a la perfumada brisa
salada y al relajante sonido de las olas en la distancia. A izquierda y derecha había
pasarelas hechas con lo que parecían ser maderas flotantes recuperadas de la isla
serpenteando a lo lejos, conduciendo a los dormitorios independientes de cada uno
con baño en suite, el cual incluía astutamente una ducha oculta al aire libre. Había
seis habitaciones en total, tres a la izquierda de la cocina y tres a la derecha en un
semi círculo alrededor de la estructura principal y conectaba por el mismo camino
de maderas a la cocina, la una a la otra, y a la otra gran estructura enfrente de la
cocina.
El edificio secundario contenía una sala de cine, un gimnasio, una bodega y
una pequeña biblioteca. Cada habitación ocupaba un cuadrante externo, con otra

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sala de estar en el centro. Cada pared exterior de la casa entera podía abrirse de
esquina a esquina, incluso la sala de cine, la cual usaba vidrio que podía ser
electrónicamente pintado para bloquear la luz, así se podía ver una película durante
el día.
En el centro de la propiedad había una piscina bordeada por un lado por una
cabaña tiki y sillas de bar por el otro. El patio también tenía una hoguera rodeada
por un semi círculo de sofás y una cocina exterior, una parrilla, un horno de piza,
una instalación de alta gama y un refrigerador de bajo-mesada.
Roth nos llevó a todos en un paseo por la casa, señalando todas las diversas
características. Incluso Layla parecía entusiasmada por el lugar. Terminamos el
recorrido en la cocina compartiendo una botella de vino blanco. —Todas las
habitaciones son iguales, en término de tamaño y servicios —dijo Roth—. Así que
no importa cual elijan.
—Cuando dijiste que tenías un lugar en las Islas Turcas y Caicos, no esperaba
esto —dije—. ¿Por qué no vinimos aquí antes?
Roth levantó un hombro. —Es totalmente nuevo, hice que lo construyeran
por encargo. Esta es la primera vez que he venido.
Incliné la cabeza. —Pero tú dijiste…
—Que tenía un lugar en las Islas, pero lo vendí hace varios meses —explicó.
—¿Por qué?
Miró a Layla. Luego a Harris. —¿Nos disculpan?
Harris colocó una mano, solo tres dedos de su mano derecha, en la espalda
baja de Layla, y sutil pero efectivamente la sacó de la habitación.
Cuando estuvimos solos, Roth volvió su atención hacia mí y suspiró. —Hay un
montón de razones. La primera y más importante, yo estaba registrado como su
propietario. La compré en una época en que no había oído de Vitaly en muchos,
muchos años. Esperaba que se hubiera olvidado de mí. Supongo que asumí que lo
hizo, así que pensé que era seguro poner la propiedad a mi nombre. La vendí,
sabiendo que nunca querría ir allí de nuevo, porque podría encontrarnos fácilmente
ahí. Cuando construí este lugar, compré la tierra y contraté a los constructores a
través de una serie de corporaciones falsas, las cuales disolví después de que finalizó
la construcción. Es inaccesible, excepto por mar, y es propiedad de una empresa
que no puede ser rastreada hasta mí.
Había algo que no me estaba diciendo. —Roth. —Mi tono de voz fue todo lo
que necesitó.
—Mi propiedad anterior en estas Islas era un escondite. No era un hogar, era
algo más como un complejo privado, supongo que se podría decir. Cuando
necesitaba alejarme un tiempo del caos de Manhattan, me retiraba allí.
Leí entre líneas. —Pero no estabas solo ¿eso es lo estás queriendo decir?

58
Asintió. —Precisamente. No estaba solo.
Arremoliné el vino alrededor de mi copa. —Explícate.
—¿Por qué? —demandó—. Seguramente lo entiendes sin necesidad de una
explicación detallada.
—Tú sabes cada detalle de mi vida, cada tipo con el que salí o me acosté,
absolutamente todo. Yo, por el contrario, sé poco y nada acerca de tu pasado,
románticamente hablando.
Asintió, dejando escapar un suspiro de consentimiento. —Es cierto, supongo.
Aunque esto requiere más vino —metió la mano bajo la isla en el medio de la cocina
en donde había un refrigerador de vinos y retiró otra botella de vino blanco helado,
la abrió y rellenó ambas copas de vino—. La primera cosa que tienes que saber es
que no tengo un pasado romántico. La única mujer que podría reclamar algún tipo
de apego romántico sería Gina y sabes todo sobre ella.
—¿Pero hubo otras mujeres?
Se encogió de hombros. —Por supuesto. Muchas. Pero ninguna de ellas tenía
algún significado real —me miró—. ¿Recuerdas nuestra primera conversación acerca
de la diferencia entre sexo, hacer el amor y follar?
Asentí. —Recuerdo la conversación, si —volví a recordar—. Dijiste algo acerca
de cómo tus anteriores parejas sexuales eran, ¿cómo lo expresaste?, ¿elegidas
cuidadosamente por su buena disposición y discreción? También creo que había algo
acerca de un contrato.
Asintió, tomando un largo trago de vino. —Correcto. No tenía novias, o
amigas para follar, o algo por el estilo. Elegía a una mujer, la llevaba a mi oficina, le
explicaba el contrato, firmaba un acuerdo de confidencialidad de cualquier forma, y
entonces si estaba de acuerdo con los arreglos, firmaba el contrato.
—Tengo tantas preguntas, cariño —dije—. Como por ejemplo ¿cómo las
encontrabas? ¿Cómo las elegías? ¿Y de qué se trataba el contrato?
Roth vaciló. O, más bien, tomó un largo momento para considerar la
respuesta. —No eran prostitutas o acompañantes, que sé que es lo que estás
pensando. En su mayoría eran empleadas de las empresas o una de sus subsidiarias.
Nunca nadie que trabajara en la propia torre, nunca nadie que pudiera
accidentalmente encontrarse diariamente conmigo. Si quieres que sea totalmente
honesto, examinaba el registro de empleados. Eran elegidas principalmente por su
apariencia. A cada empleado de la Corporación VRI, como parte del proceso de
contratación, se le requería tomar una prueba básica de perfil psicológico, tanto a
hombres como a mujeres, sin excepción. Tenía un asistente que revisaba la lista de
empleadas mujeres solteras y creaba un archivo de candidatas potenciales, en el
cual yo buscaba y elegía a una chica basado en un criterio de apariencia y disposición
psicológica para participar en el acuerdo que tenía en mente. No todas las empleadas
de VRI cumplían los requisitos.

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Fruncí el ceño. —Jesús, Roth. Eso es… muy… ni siquiera sé. Lógico. Mecánico.
Se limitó a asentir. —Bueno, sí. Por supuesto. Esa es la idea, después de todo.
No se trataba de encontrar una conexión, o de tener un romance o siquiera de
seducir. Era acerca de satisfacer una necesidad física. Por lo tanto, hacía que llevaran
a la chica a mi oficina y le decía la propuesta, la cual era muy simple, en realidad.
Este sistema parecía tan… raro. Tan calculado, tan frío, tan absolutamente
lógico. Elegir una pareja sexual no era una cosa lógica, era una cosa de química.
Atracción, lujuria, necesidad, deseo. No algún perfil psicológico que creaba alguien
filtrando datos adjuntos expuestos. No era nada relacionado a clasificar a las
personas a través de una lista de posibles candidatas y elegir a la más adecuada
entre ellas. ¿Me encontraba disgustada? ¿Triste de que se hubiera aislado tanto, de
que ese sistema era todo lo que él era capaz de hacer? ¿Contenta de que se hubiera
mantenido tan distante, porque eso significaba que lo tenía solamente para mí?
Creo que era un poco de todo lo anterior.
Estuve en silencio por un largo momento, tratando de ordenar mis
sentimientos. —No sé qué pensar, Valentine —dije, eventualmente.
—Fue hace mucho tiempo. Cuando decidí que tenía que tenerte, dejé todo
eso. Cuando te traje a mi casa, no había tocado a nadie más en… meses. Casi un
año. Y fuiste la única mujer en entrar a mi casa.
—Así que solo… las usaste para tener sexo y eso fue todo.
—Ellas me usaron de la misma forma —señaló, una nota de frustración en su
voz—. Eso era parte del perfil psicológico. Elegía mujeres que pensaba que podían
tener un enfoque más… pragmático con el sexo. Nunca escogí a nadie
emocionalmente vulnerable o dado al apego. Tener sexo casual y consensuado era
el propósito de todo el acuerdo y lo aclaraba desde el principio. Así que siento que
ellas me usaron tanto como yo. Nos usamos entre nosotros, por un acuerdo
contractual. Todas ellas tenían la posibilidad de decir que no, de dar marcha atrás.
Una chica se arrepintió una vez que estuvimos allí. Ni siquiera la toqué, nunca le
quité ni una sola prenda de vestir, pero en el momento en que vio la cama, preguntó
si era demasiado tarde para decir que no. Una hora después la metí en un avión y
la envié a casa.
—Solo… no me gusta.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros miserablemente. —Eres mío.
—Lo soy ahora, sí.
—No me gusta la idea de ti solo… follando casualmente con otras mujeres.
No solo tenías un apartamento de soltero y una pequeña libreta negra, Roth, tenías
un maldito sistema. Una lista completa de empleadas follables y un complejo para
follar a las que las llevabas… —di un paso hacia atrás, caminando hacia la terraza

60
cubierta que circundaba el edificio—. Dios. Yo… no sé. Desearía no haber
preguntado.
Se movió hasta colocarse detrás de mí. —Kyrie, amor. Nunca te voy a mentir.
Es por eso que te lo dije. Esa era la verdad. Esa era mi vida. ¿Estoy orgulloso de
eso, ahora? No. Entonces era todo de lo que era capaz de hacer. Después de Gina,
solo… me cerré. No quería tener nada que ver con una conexión emocional. Pensé
que la amaba pero ella me defraudó. Me controló, me usó, trató de hacer que me
mataran. Intentó poseerme. Yo quería, después de haberme alejado de ella, de su
padre y de todo ese estilo de vida, quería algo que pudiera controlar. Algo fácil, sin
ataduras, simple.
—Lo entiendo —dije—. Pero no… supongo que no lo puedo usar en tu contra.
Vamos, no estoy enojada. Es solo que… no sé. Sabía que habías tenido otras
compañeras sexuales. Pero la realidad de esto, oír de todo tu sistema… —me encogí
de hombros otra vez—. Supongo que estoy celosa.
—Ellas no eran compañeras, Kyrie. Era solo sexo. Nada más, tal vez eso lo
vuelve peor, no sé. Aunque eso no alivia tus celos. O los míos. —Me dio la vuelta y
sus ojos eran intensos, pero cálidos, los ojos de mi Valentine una vez más—. ¿Crees
que no estoy celoso de tus ex? Los odio a todos ellos por tenerte antes de que yo
tuviera la oportunidad. Odio la idea de cualquier otra persona colocándote las manos
encima. Me enferma del estómago solo pensar en ello.
Suspiré y presioné mi frente contra su pecho. —Aunque tampoco es que
fueran muchos.
—¿Y? ¿Se supone que eso me deber hacer sentir mejor, de alguna manera?
Eres mía. Toda mía. Ya sea un hombre o cien, odio la idea de alguien alguna vez
teniendo una parte de ti. —Tocó mi barbilla y levantó mi rostro—. Pero al mismo
tiempo, sé que cada una de nuestras respectivas experiencias previas nos llevó a
estar juntos. Tu pasado te hizo quien eres como el mío me hizo quien soy. Y… es
difícil colocar esto en palabras.
Se detuvo a pensar y luego continúo—: En cierto modo, me alegro de que no
nos hayamos encontrado siendo vírgenes. Quiero todo de ti, para siempre. Pero…
que tuvieras experiencia antes de conocerme… significa que sabías lo que querías,
lo que te gustaba, significa que sabías qué hacer conmigo. Y mi pasado significa que
yo podía hacerte mía, significa que sabía exactamente qué hacer contigo, cómo
hacerte gritar, cómo hacer que me necesitaras.
—Nunca lo pensé de esa manera —admití. Descansando mi mejilla en su
amplio y duro pectoral.
—Independientemente de los celos de nuestros pasados, lo que sentimos por
todo eso… no hay nada que podamos hacer al respecto ¿verdad? Estamos aquí y lo
que pasó, pasó. Cada uno tiene el derecho a tener sentimientos, a estar molesto,
enojado o celoso. Pero la verdadera pregunta es ¿qué vamos a hacer al respecto?

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¿Cambiaremos nuestro presente juntos? ¿Nuestro futuro? ¿Saber que elegí contratar
mujeres para tener sexo antes de conocerte cambia lo que sientes por mí en este
momento? —Pasó su mano por mi espalda, alisando y arañando mi camisa.
Negué, con mi cabeza contra su pecho. —No, no cambia en absoluto.
—Bien. —Se quedó en silencio por un momento y luego levantó mi barbilla,
así que tuve que mirarlo—. Y para ser totalmente honesto, vendí el… complejo para
follar… como lo llamaste, precisamente porque no quería estar en algún lugar
contigo en el que hubiera estado con alguien más. Quiero que creemos nuestros
recuerdos juntos, en un lugar totalmente nuestro.
—Eso me hace sentir un poco mejor —le dije—. Tengo una pregunta
potencialmente estúpida.
—¿Cuál es, amor? —sonaba resignado y ligeramente divertido.
—¿Nunca sentiste nada por ninguna de ellas?
Se quedó en silencio por un momento. —Mmm. Eso no es lo que pensaba
que ibas a preguntar.
—¿Qué esperabas?
Vaciló. —Un número.
—No creo que quiera saber un número.
—Probablemente no —concordó.
Ni siquiera me gustó esa respuesta, por más vaga que fuera.
—No, nunca sentí nada por alguna de ellas. No me lo permití. Yo… no las dejé
acercárseme lo suficiente, ni dejé que vieran a mi verdadero yo y tampoco intenté
llegar a conocerlas. No quería hacerlo.
—¿La propuesta alguna vez fue contraproducente? ¿La parte de la
indiferencia sobre el contrato?
—Sí. Más de una vez. Si se ponían pegajosas, comenzaban a hacer
demasiadas preguntas, demandaban cosas que olían a intimidad, o se acercaban
demasiado a lo personal, las enviaba a casa. Eso sucedió… no con frecuencia, pero
más de lo que me gustaría admitir. Supongo que era inevitable. Esto va a hacerme
sonar como un idiota, pero te lo voy a decir de todos modos: si le presentas a una
mujer un hombre inalcanzable y misterioso, aunque sea inaccesible, frío o distante,
que claramente haya expuesto sus intenciones, siempre estará aquella mujer que
intentará… conseguirlo. Cambiarlo. Hacerlo suyo. Alguna siempre pensará que ella
es diferente. —Había verdad en sus palabras y en su prefacio para la declaración.
—¿Y yo? —pregunté.
—Tú no trataste, Kyrie. Intentaste no hacerlo. Tú fuiste tú; seguiste las reglas
y trataste de atravesar esto dejando intacto a tu propio corazón. Pero… fuiste
diferente desde el principio. Siempre fue diferente entre nosotros. Intenté

62
convencerme a mí mismo de lo contrario, pero fue en vano. —Elevó mi rostro de
nuevo. Me besó lentamente, gentilmente—. ¿Podemos dejar de revivir el pasado,
Kyrie? ¿Por favor? No me gusta pensar en eso más de lo que te gusta a ti. No es por
eso que estamos aquí; vinimos aquí en busca de un futuro, de nuestro futuro juntos.
Vamos a concentrarnos en eso ¿de acuerdo?
Asentí. Extendí mi mano y me aferré a su cuello. —Me gusta ese plan.
—A mí también.
LAYLA, LA NO-PEZ
Traducido por Gasper Black
Corregido por Daliam

Encontré a Layla en la piscina, acostada en un sillón, vestida con un bikini


color naranja neón que habría entrado en una caja de Tic-Tac con espacio de sobra.
Dios, la amaba, pero a veces se vestía como una zorra. Tenía unas gafas de sol
enormes y redondas con estilo de gato en su cara y el cabello recogido en un moño
descuidado.
Yo tenía una copa de vino blanco dulce en cada mano, y le entregué una a
ella mientras ocupaba el sillón a su lado.
La aceptó, tomó un sorbo. —Si tienes que ser exiliada de todo lo que
conoces... esta es la manera de hacerlo.
—¿Cierto? Roth tiene un gusto increíble.
—Este lugar es impresionante. Podría pasar el rato aquí por un minuto. —
Todavía no me miraba.
—Layla.
—Estoy disfrutando del sol y este es un vino muy sabroso. No quiero hablar
de ello.
—Amiga.
Giró su cabeza en el respaldo del sillón. —No me salgas con lo de amiga, Key.

63
Está bien. Me encuentro bien. Todo está bien.
—Yo también soy una mujer, Layla. No puedes engañarme con la tontería de
“está bien”.
Se rio de eso. —Está bien, bueno, entonces... como sea. No me encuentro
bien, pero todavía no quiero hablar de ello maldita sea. Estamos bien, solo necesito
un minuto para resolver mis problemas.
—No estamos bien. No tengo ni idea de lo que está pasando contigo. —Agarré
su botella de protección solar de loción y coloqué una porción en mi palma,
extendiéndola en mis brazos—. No podemos ocultarnos las cosas la una a la otra,
querida. En este momento somos todo lo que tenemos.
—Tú tienes a Roth —dijo, elevando más sus gafas de sol sobre su nariz.
—Y tú también. Somos una familia, Layla.
—A la mierda eso. Tú y él son una familia. Tú y yo somos una familia. Pero
para mí él solamente es tu prometido. Somos como una especie de amigos, supongo,
pero nunca voy a ser cercana a él. No es que no me agrade, porque es así. Es genial.
Es increíble. Pero no es mi jodida familia. —Escupió la última palabra con algo
parecido al odio real.
—Vaya, Layla. ¿Qué demonios?
—No te preocupes por ello. Solo... olvídalo. —Dejó la copa de vino y se
levantó, se bajó la parte inferior de su bikini y se levantó la parte superior, y luego
se alejó, caminando apresurada por la cocina y saliendo hacia la playa.
Por supuesto, la seguí. Se encontraba a unos buenos nueve metros de
distancia en el momento en que la alcancé, atravesando la casa y llegando a la
playa. Se dirigía con rabia a través de las olas que rompían en la orilla, sus pies
descalzos dejando huellas leves en la arena mojada. Corrí tras ella, la alcancé, agarré
su brazo y la hice girar.
—Layla. ¿Qué mierda te pasa? ¿Qué te hice?
Se apartó. —No lo entenderías.
—¡Soy tu mejor amiga! ¿Qué no entendería?
Retrocedió, sacudiendo la cabeza. —¡A mí! ¡Por qué estoy loca! ¡Todo! ¡Nada!
Elige uno, perra, todas son verdades. —El término que nos decíamos de ida y vuelta
la una a la otra en una forma de broma amorosa por una vez no se sentía muy en
tono de broma o de amor.
Las lágrimas aparecieron en mis ojos. —Layla... ¿qué...? Yo… Yo no lo
entiendo.
—No jodas. Estás tan concentrada en ti, en el puto Roth, de cual sea el
infierno del que estamos siquiera huyendo, que ni siquiera sabes lo que está pasando
conmigo. Hemos sido mejores amigas durante tanto tiempo, pero seguro que no
comprendes cómo es que andar hablando sobre tener una familia es difícil para mí.

64
Sacudí la cabeza. —Sé que estar lejos de casa es difícil…
Se rio con amargura. —Ves, eso es exactamente a lo que me refiero. ¿Casa?
¿Crees que el jodido Pontiac era mi casa? ¿Y mi familia? ¿Honestamente puedes
lanzarme esa palabra?
—Estoy tan perdida, Layla. Háblame.
Se dio la vuelta y se acercó más al agua, hasta que estuvo hasta sus rodillas.
También entré y me quedé a su lado.
Se retorció un rizo suelto entre un dedo y el pulgar. —¿Qué sabes acerca de
mi familia, Kyrie? Mi familia de verdad, quiero decir. Con la que nací.
Me encogí de hombros. —Tenía la impresión de que no eran... malos, solo
que realmente no... no lo sé, no se preocupaban. No eran amorosos. —Parpadeé,
pensando con dificultad—. Su… supongo que no sé mucho más que eso.
Se sorbió la nariz, y me di cuenta que luchaba contra las lágrimas. —¿Crees
que es un accidente que no sepas más que eso? Jesús, Kyrie. Quiero decir, te amo
como el infierno, chica, pero a veces eres tan despistada. Simplemente... despistada.
La mayoría de las veces solo puedes ver lo que está pasando contigo.
Eso me hizo enojar, y abrí la boca para decir algo en respuesta, pero
entonces... pensé en ello.
Y tenía razón.
Sabía muy poco sobre ella porque nunca me había tomado la molestia de
averiguarlo. Por supuesto, era susceptible, siempre estaba a la defensiva y se
negaba a hablar de sí misma o de su pasado o casi cualquier cosa que fuera personal,
pero entonces... Nunca la presioné. Y Layla... cuando sabía que algo pasaba
conmigo, se volvía tenaz, se negaba a dar marcha atrás o se callaba o se rendía,
hasta que soltaba todo. Y siempre lo hacía, y siempre estuvo allí para mí.
—Mierda. Layla, yo…
—Hemos sido amigas por más de cinco años, Key. Sé mucho sobre ti. Lo
acepto todo, y te amo. Y lo acepto, la mierda por la que has atravesado en los
últimos dos años, dos años y medio, desde que ese estúpido del señor Edwards te
hiciera proposiciones y luego recibieras ese cheque... ha sido una locura. Totalmente
loco. Todo sobre Roth, enterarte de lo de tu padre y luego ser llevada lejos por el
señor multimillonario atractivo y vivir por todo el mundo, y luego Roth siendo raptado
y cualquier otra cosa... No te culpo por no darle un poco de seguimiento a la vieja
yo.
Ahora estaba llorando. —Soy una pésima amiga.
Solo se rio. —Sí, pero eres mi pésima amiga. Y lo has compensado. Me trajiste
aquí para estar contigo en tu... tu jodido rascacielos acuático. Entiendo que es por
mi seguridad... intelectualmente, lo entiendo. Pero supongo que todavía estoy algo

65
molesta por ser sacada de mi vida, ¿sabes? Pero hay mucho de mí que no entiendes.
—Entonces ayúdame a entenderlo —dije—. Quiero entenderte.
Layla se limitó a negar. —No es así de fácil. No puedo simplemente...
desahogarme. Hay capas y capas de mierda.
—En serio, Layla. No puedes saltar sobre mí como lo hiciste y no explicarte,
sin darme la oportunidad de entender qué mierda está pasando.
Layla salió de las olas y se sentó en la arena seca, dejando que el agua
cubriera sus piernas, y me senté a su lado. Contempló el agua durante mucho
tiempo, y luego empezó a hablar, su voz baja, suave y vacilante. —Entonces, puede
que no te haya dicho toda la verdad sobre mí. Te dejé pensar que mi infancia fue
solo... un poco mierdosa, supongo. Como que creo que es probable que tengas la
impresión de que crecí con ambos padres, y que estuvo bien, pero no fue... genial.
Me encogí de hombros. —Sí, básicamente. Un poco mierdosa suena justo.
Negó, el moño suelto en su cabello deshaciéndose. —No fue un poco
mierdosa, Key. Ni siquiera de cerca. Fue... súper mega horrible mierdosa, como,
vaya, muy mierda.
—¿Cómo?
—En cualquier manera que podría ser —dijo, con una risa amarga—. Mamá
en realidad nunca lo dijo en voz alta con tantas palabras, pero estoy bastante segura
de que soy fruto de una violación. Siempre parecía... molesta conmigo, supongo. No
me golpeaba o algo de eso, pero... a veces sentía como si me odiara. Como si ni
siquiera pudiera soportar verme. Es decir, tal vez mi padre fue solo un gran idiota y
yo le recordaba a él. Podría ser eso. Dios sabe que no soy nada parecida a ella, eso
es absolutamente seguro. Mi mamá, es una mujer italiana, pequeña, delgada y
tranquila. En realidad, es un inmigrante. Llegó cuando tenía... doce o trece años,
creo.
>>Soy como ella con respecto a que a ninguna le gusta hablar de nosotras
mismas. Así que no sé mucho sobre su pasado. Creo que vino con sus padres, pero
nunca los conocí, así que no sé si murieron o ella se escapó, o si regresaron a Italia.
Simplemente no lo sé. No tenía educación. Hablaba muy mal el inglés. Sin embargo,
era muy trabajadora. Tengo que concederle eso. También soy como ella en esa
forma, supongo. Ella me tuvo, no me abortó. Tal vez no podía permitírselo, no lo sé.
Pero se quedó conmigo, y siempre estuve alimentada, siempre tuve ropa que
ponerme. De segunda mano y mierda de Value Village o lo que sea, del Ejército de
Salvación, pero no estaba desnuda o pasaba hambre.
Seguí un patrón abstracto en la arena. —Tengo la sensación de que ahora
viene un “pero”.
Se rio de nuevo. —Tienes razón. Las cosas no estuvieron tan mal hasta que
tuve… ¿ocho? ¿Nueve? Éramos solamente mamá y yo, haciendo lo que teníamos
que hacer, sobreviviendo. Y entonces conoció a Mario. Sí, de verdad, su nombre era

66
Mario, y era de la vieja escuela italiana de Nueva York, con su cabello peinado hacia
atrás, zapatos y cazadora brillantes, como algo sacado de la jodida película
Goodfellas. Odiaba a Mario. Pero él se hizo cargo de mamá, y creo que la amaba,
en su propia forma. Nunca se casaron, pero estuvieron juntos por mucho tiempo.
La embarazó, y de repente tuve a este pequeño medio hermano que a ambos parecía
agradarle muchísimo más que yo. Y de nuevo, tengo que decir que Mario nunca me
hizo nada malo. Nunca me golpeó, ni me molestó ni nada. Pero una vez que el bebé
llegó fue como si ni siquiera estuviera allí. Ellos solo se centraron en Vic. Como si él
fuera todo lo que importaba. A los nueve años, estaba básicamente por mi cuenta.
Iba sola a la escuela, me hacía cargo de mis propios almuerzos, me regresaba sola
a casa. Me hacía la cena y también el desayuno por lo general, porque mamá y
Mario agarraban a Vic y se iban, a desayunar, a cenar, a algún lugar durante el fin
de semana y me dejaban a mi suerte. A ellos simplemente no les importa. Me hice
cargo de mí misma, no es gran cosa. —Clavó sus talones en la arena mojada,
haciendo una pausa para recuperar el aliento—. Aquí viene el otro “pero“. Solo, que
es más bien un “y luego...”
—Mierda.
Asintió. —Sí. Vic tuvo leucemia cuando yo tenía diecisiete. Mamá y Mario...
simplemente se desconectaron. Cuando Vic se enfermó, fue... fue muy rápido. Fue
como que un día se encontraba bien, y al siguiente se hallaba en la sala de oncología
pediátrica, calvo, con tubos en su nariz... y entonces estaba muerto. Fue algo así
como en cuestión de meses. No tuvo ninguna oportunidad, la pequeña mierda. —
Sollozó—. Era un buen chico. Raro, tonto y molesto, pero dulce. Yo le agradaba.
Entraba a mi habitación mientras yo hacía la tarea y simplemente me molestaba
durante horas diciendo: Layla, qué es esto, y por qué eso, y qué estás haciendo, y
tienes novio... —Se encogió de hombros, y vi una lágrima caer de su rostro en la
arena—. Estuve hecha un desastre cuando murió, y mamá estaba... destrozada. Eso
la arruinó. A Mario también. Simplemente... se desconectaron. Dejaron de
preocuparse. Mamá empezó a beber, Mario se la pasaba fuera todo el tiempo,
empezó a llegar a casa borracho, oliendo a club de striptease, comenzaron a pelear.
Se volvió desagradable. El último año de la escuela secundaria fue solo un crudo
infierno sin mitigar. Para entonces de verdad me encontraba por mi cuenta.
Trabajaba desde que tenía catorce años. Tenía mi propio coche para el momento en
que me dieron mi licencia. Todavía seguía viviendo con ellos porque se negaron a
emanciparme. Intenté hacerlo cuando tenía dieciséis, y me dijeron simplemente un
“jódete, no.”
—Layla, Jesús.
Se encogió de hombros. —Es lo que es. Así que entonces, sí, todavía no ha
terminado, entonces Mario se emborrachó en el club de striptease una noche y trató
de conducir hasta casa, estrelló su Cadillac en el extremo posterior de un
semirremolque, se mató e hirió a otros dos. Mamá era una mierda, por supuesto,
así que tuve que organizar el funeral de un padrastro que apenas me hablaba, un

67
padrastro que cuando le pedí que me llevara al médico para poder tener
anticonceptivos a los catorce años dijo algo así como “toma el autobús, pequeña
puta”, y siguió bebiendo. Eso fue divertido. Así que de todos modos, unas pocas
semanas después del funeral, mamá tomó una botella de Ambien con una botella
de la bebida One-Fifty-One. Supongo que fue el camino más fácil para marcharse.
Yo la encontré. Llegué a casa de la graduación y encontré un olor espantoso. Así
que entonces, ¡hurra! Tuve que organizar otro funeral, el tercero en menos de seis
meses, porque adivina ¿quién se hizo cargo del funeral de Vic cuando mamá y Mario
estaban demasiado perdidos para hacerlo por sí mismos? —Tomó una respiración
profunda y la contuvo, la dejó escapar con un estremecimiento, sacudió su cabeza,
como para borrar los recuerdos.
—Entonces, sí. Ahí lo tienes. La crianza de mierda de Layla, en la versión
abreviada.
—¿Esa fue la versión abreviada? —pregunté.
Se rio, una risa plagada de humor negro. —No te crías en la peor parte de
Highland Park como una niña de raza mixta, sin meterte en alguna mierda, Key.
—Maldición, Layla. —Sentía como si tuviera que decir algo comprensivo o de
apoyo o compasivo, pero solo... no tenía nada.
—Sin embargo, no quieres saber nada de esa mierda, y no quiero hablar de
ello. Lo logré, y eso es todo lo que cuenta. Logré sobrevivir. Me gradué de la escuela
secundaria, conseguí una beca para Wayne State, hice algo con mi vida maldita sea.
Algo así. —Me miró—. Sin embargo nada de eso realmente tiene algo que ver
contigo. Excepto que antes de que me reuniera contigo en el yate grande, me
encontraba a un par de semestres de obtener mi título. Tenía una oferta de prácticas
establecida en una firma de abogados. Iba a ser asistente legal. Finalmente tenía un
final a la vista de toda la cosa de la pobre chica universitaria. Tenía un plan. Y
entonces tú... tú, con una jodida llamada telefónica, jodiste todo eso. Me metiste en
tu barco estúpido, y ahora no sé qué voy a hacer. Tú y Roth están tan enamorados,
lo cual es repugnante, siempre estamos en el medio de la nada, a miles de kilómetros
de cualquier persona que hable inglés, y nos estamos escondiendo, maldición, así
que ni siquiera puedo ir a un bar y encontrar un pene para montar.
—Lo siento, Layla. Me gustaría saber qué más decir.
—Estoy sola, Kyrie. Estoy tan sola que mi coño tiene telarañas. Tú y Roth son
una pareja perfecta, lo que solo hace que sea mucho más difícil para mí. Quiero
decir, recién estoy empezando a superar en verdad lo de estar deprimida por Eric.
Y entonces tienes el descaro de hablarme de familia. Actuar como si tu novio
perfecto rico y hermoso y tú son mi familia. Como si tu jodido mayordomo fuera mi
familia. Dios. Eso me enoja tanto, y ni siquiera lo entiendes. Yo no tengo una familia.
Nunca la tuve. Siempre he sido solamente yo. Pero te amo, eres mi hermana de otro
papá, y eso nunca va a cambiar. Te he cuidado la espalda y siempre lo haré.
Siempre, sin importar nada. Tú eres lo más parecido a familia que tengo, pero

68
desapareciste por mucho tiempo, Key. Me dejaste. Desapareciste con tu novio rico
y me dejaste a mi propia suerte. Cuando Eric me dejó…
—Para un segundo. Dijiste que rompiste con él cuando te llamé para que
vinieras con nosotros.
Se encogió de hombros. —Sí, bueno, mentí. Él rompió conmigo y me pidió
que me mudara. Dijo que ya no “sentía” nada. —Curvó los dedos índice y corazón
de ambas manos para hacer unas comillas en el aire—. Ya no sentía nada. ¿Qué
mierda significa eso? Tres malditos años, y ¿solo dejas sentir cosas? Me echó a
patadas. Regresé del trabajo un día y había empacado todas mis ropas, todas mis
cosas por mí.
—¿Estás bromeando?
Layla sacudió la cabeza, ahora clavando sus talones en la arena con furia,
haciendo el agujero más y más grande. —Desearía que así fuera. Así que me fui.
Coloqué mis cosas en la parte de atrás de mi auto de mierda, el Silverado del 91 y
me marché. Y no tenía a dónde ir, Kyrie. Te habías ido. Estaba al borde de la quiebra,
y no soy exactamente del tipo que llama y pide dinero en efectivo, ¿sabes?
—¿A dónde fuiste? —pregunté, sin querer saber la respuesta.
—¡A NINGUNA PARTE! —gritó—. ¡Estuve sin hogar durante un mes y medio
maldita sea! Vivía en mi auto y tomaba duchas en el YMCA. Cuando me llamaste
para que viniera contigo, la tinta en mi contrato de arrendamiento nuevo todavía
estaba húmeda. Si hubieras llamado literalmente dos semanas antes, un mes antes
todo hubiera sido diferente... pero no lo hiciste. Simplemente regresaste a mi vida
como un maldito tornado y me llevaste volando a la tierra de Nunca Jamás o a la de
Oz o a alguna de esas mierdas. Y ahora quieres que te ayude a planear una boda.
Y me pregunto ¿para quién? ¿Quién va a estar ahí? ¿Tu mamá? ¿Cal? ¿Cuándo fue
la última vez que hablaste con Cal? ¿Qué tal los padres de Roth? ¿Siquiera tiene
padres? ¿Y qué demonios sé yo de bodas, Kyrie? ¿Desde cuándo me interesa la
mierda femenina y sensiblera de las bodas, de las flores y vestidos de damas de
honor? Jesús. Te amo, ¡pero despierta de una puta vez! No pertenezco a tu vida. A
esta vida no. Solo déjame regresar a Detroit y vivir mi vida de mierda. Encontraré
un novio de mierda y trabajaré en un trabajo de mierda, con el tiempo
probablemente terminaré embarazada y tendré un niño de mierda. Me encuentro
bien conmigo misma al arriesgarme con este Vito o quien quiera que sea. Si quiere
venir por mí, déjalo. Voy a patearle el culo. Soy de Detroit, hijo de puta, lo joderé.
Ni siquiera te enteras de lo que soy capaz.
No sabía qué decir. Todo esto era inesperado. ¿Cómo había conocido a Layla
durante más de cinco años y no sabía nada de esto? ¿Estuvo sin hogar mientras yo
flotaba alrededor del mundo con Roth? Pude haberla ayudado. Pude haber hecho
algo. Pude tener…
Rompí en llanto.
Layla, por supuesto, envolvió sus brazos a mi alrededor y me atrajo hacia

69
ella, y ambas nos caímos en la arena. —Oh deja el lloriqueo, pequeña mariquita. Me
quedaré hasta tu boda y luego haré que Harris me lleve a casa. Apuesto a que puedo
conseguir un trabajo y un apartamento en unas pocas semanas.
—Layla, no puedes irte. No lo entiendes. Vitaly no es el tipo de hombre con
el que te “arriesgas”. No le “pateas el culo”. Él no solo... no te dará un paseo o algo
así. Es alguien que se presentará en tu casa con un taladro y un poco de cinta
adhesiva, y te torturará por semanas solo para molestar a Roth, y luego te matará
una vez que se haya divertido lo suficiente. Lo que probablemente incluirá un
montón de violaciones, solo porque es ese tipo de monstruo.
—Entonces, dime: ¿cómo es que tú querido novio, dulce y multimillonario
conoce a estos tipos?
—Esa es una historia larga, y no es mía así que no puedo contarla. Digamos
que su historial es aún más colorido que el tuyo.
—Entendido. Bueno, todo lo que sé es que no puedo vivir más así.
Simplemente no puedo. Lo siento. No puedo hacer esto por mucho más tiempo.
—No estoy bromeando acerca de lo que te harán, Layla. Roth y Harris están
trabajando en un plan para arreglar las cosas. Solo sé paciente un poco más…
—Kyrie. Me estoy volviendo loca. ¿Quieres que Roth me compre una nueva
identidad? Bien. Recolócame en Atlanta o en Nueva México o en Tokio o algo así.
Bien. Pero vivo para tener mi propia vida, Kyrie. Tengo que hacerlo.
Suspiré ante la derrota. Conocía a Layla lo suficientemente bien como para
saber que no iba a ceder en esto. Puede que no haya conocido los detalles de su
pasado, pero me estaba dando cuenta de que sí la conocía. Conocía sus estados de
ánimo y la forma, el color, el sabor y la textura de las paredes de su alma. La conocía.
Era mi mejor amiga, y una vida que hace mucho tiempo se convirtió en algo normal
para mí, viajar constantemente, no trabajar en un verdadero trabajo, simplemente
era imposible para ella. Terminaría resintiéndose conmigo aún más que ahora. Y
podía rogarle todo lo que quisiera, negarme a dejar que se marchara a casa, y ella
haría lo que tenía que hacer de todos modos.
Cuando Layla tomaba una decisión, no había fuerza en la Tierra que pudiera
convencerla de lo contrario.
—Voy a hablar con Harris y con Roth. Ya se nos ocurrirá algo. Dejarte ir con
un equipo de seguridad, o algo de eso.
Se echó a reír a carcajadas ante eso. —¿Siquiera puedes escucharte?
Hablando de conseguirme un equipo de seguridad como si fueras el jodido
presidente o algo así. Dios, eres divertida. Has cambiado, amiga.
Permanecimos en silencio. Con el tiempo, lo rompí. —Tengo que preguntar
una cosa más. Tú y Harris, en el vuelo hacia acá…
Me interrumpió, levantándose bruscamente. —Nop. Nope-nope-nope. No
toques ese tema. —Chupó sus mejillas y pretendió hacer un puchero—. Mírame, no

70
soy un pez, nadando en un mar de noes. No pasó nada. No hay nada de qué hablar.
No sé tú, pero creo que una botella de vino o cuatro me vendrían bien, para celebrar
estar sin sexo. —Y entonces se alejó de nuevo.
Dios, sí que era difícil. La dejé ir. Sentí como si hubiera dado un paso adelante
con ella, y dos pasos atrás. Sabía por qué estaba actuando molesta conmigo, pero
todavía no tenía idea de cuál era el asunto entre ella y Harris, y sí había algo, sin
importar lo que dijera, sobre todo debido a lo que dijo. Y tampoco tenía idea de
cómo mantenerla a salvo mientras la dejaba vivir su propia vida. Puede que haya
crecido en Detroit, tenía una idea de qué implicaba haber tenido una infancia como
esa, pero ella no pasó por algo parecido a lo mío. Traficantes de drogas, proxenetas,
matones, idiotas, prostitutas, embarazos de adolescentes... todo eso fue duro, difícil
e infernal mientras crecía, me encontraba segura de ello, pero no era lo mismo que
tratar con delincuentes internacionales en el mercado negro como Vitaly Karahalios.
Se suponía que debía estar planificando una boda. Sin embargo, después de
esa conversación con Layla, realmente no me sentía con ganas de comprar vestidos
de novia. No sin mi mejor amiga a mi lado.
Me senté en la playa, pensando en muchas cosas, mientras el sol se sumergía
lentamente en el horizonte, una bola de fuego roja que se parecía mucho a Layla.

71
LA MODISTA Y EL ÁNGEL GUARDIÁN
Traducido por astrea75
Corregido por RRZOE

Vi con fascinación desde el asiento posterior del hidroavión bimotor cómo


Harris le mostraba a Layla la lista de control de despegue. Ella tenía auriculares con
micrófono y estaba activando interruptores mientras Harris los señalaba,
comparándolos con el portapapeles en equilibrio sobre su muslo. Estaban muy
juntos, con sus hombros rozándose, el brazo derecho de Harris apoyado en el
respaldo del asiento de ella. Una vez, cuando Layla se movió para llegar a un
interruptor, Harris atrapó el portapapeles antes que cayera y sus dedos rozaron su
muslo cuando lo volvió a equilibrar sobre su pierna.
Observé su lenguaje corporal a través de todo el intercambio, a ella le
gustaba. Él la atraía.
Dejándolo acercarse físicamente, dejándolo tocarla. Toques pequeños e
inocentes, contacto accidental. Pero para Layla, dejarlo acercarse tanto era algo
grande.
Roth se sentó a mi lado, ocupado con su llamada telefónica, así que no era
consciente de todo lo que sucedía delante de él.
Pero yo no estaba perdiéndome nada: ellos tenían mi completa atención.
—De acuerdo —le dijo Harris a Layla—. Estamos en marcha y funcionando,
hemos pasado a través de la lista de verificación y ahora estamos listos para irnos.

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Mantén la palanca con una mano y suavemente, y me refiero de milímetro a
milímetro, empuja el acelerador hacia adelante.
Mierda. ¿Harris iba a dejar que Layla hiciera el despegue? No solo tomar los
controles cuando nos encontráramos en el aire, sino que ¿hiciera el despegue de
verdad? Harris era un obseso del control, estaba bastante segura de ello, así que
esto era algo grande.
El hidroavión avanzó poco a poco mientras el sonido de los motores
aumentaba, volviéndose un rugido ensordecedor. Harris le dio instrucciones para
que alejara el avión de la base y la bahía, hacia el mar abierto.
—Ahora acelera gradualmente, poco a poco. Mantén la palanca derecha y a
nivel, incluso los pedales. Bien, lo estás haciendo muy bien —él también tenía sus
manos en los controles. Eso me hizo sentir un poco mejor. Pero, al haber volado
una buena cantidad de veces con Harris en este punto, sabía que Layla lo estaba
haciendo realmente bien.
—Bien, ¿ahora sientes que tira? Quiere elevarse, así que todo lo que tienes
que hacer, es dejarlo hacer lo que realmente quiere. Ayúdalo un poco, tira hacia
atrás. Sin pedal, sin inclinación. Solo tira de nuevo, un centímetro hacia atrás. De
forma lenta y fácil, sin movimientos bruscos. Y… ¡estamos volando! Eso fue
impresionante, Layla. Muy bien.
Layla entonces me miró y tenía una enorme sonrisa de mierda sobre su rostro.
—¿Viste eso puta? ¡Hice el despegue! ¡Yo! ¡Estoy volando un avión!
—Sí, y tienes que centrarte o no iremos muy lejos —dijo Harris—. Mantén
nuestro ángulo de ascenso justo así, lento y superficial, y cuando lleguemos a los
dos mil pies, nivélanos y llévanos en dirección sur-oeste.
Después de eso fue un vuelo bastante tranquilo. Layla estuvo en los controles
todo el trayecto. Harris le explicó y sermoneó todo el tiempo, apuntando a los diales
y explicándole su propósito, interrogándola sobre cosas que él ya le había explicado.
Estábamos de camino a St. Thomas para pasar el día, como Roth había afirmado,
las compras en St. Thomas eran mejor que en el Grand Turk.
Cuando estábamos cerca de una milla náutica de St. Thomas, Harris tomó los
controles, avisando nuestra llegada por la radio y hablando con Layla mientras
aterrizaban, explicándole lo que hacía, cómo y porqué. Ella estaba absorta,
empapándose de todo, enganchada con cada palabra.
Que no pasaba nada, ja.

Roth y Harris se arrastraron detrás de nosotras mientras nos metíamos en

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tienda tras tienda, negocio tras negocio, probándonos ropa, joyas, sombreros y
baratijas. Aunque ninguna de las dos compró nada. Me sentía demasiado irritada
con Roth para enfocarme en las compras, él había estado succionado por su
teléfono todo este tiempo, físicamente presente pero ausente mentalmente.
Finalmente, una hora y media después de comenzado el viaje, metió su
teléfono en el bolsillo, mirando a nuestro alrededor, revisó su reloj y entonces partió
a un ritmo rápido, agarrando mi mano y tirando de mi detrás de él sin decir una
palabra.
—¡Roth! ¿Adónde vamos?
—Tenemos una cita —fue todo lo que dijo.
Me metió en una tienda, llevándome a la parte trasera y a un estrecho tramo
de antiguas escaleras raquíticas.
Había una puerta con pintura blanca desconchada en la parte superior y un
pomo de bronce. Roth golpeó tres veces y luego entró sin esperar respuesta. Lo
seguí curiosa.
La habitación más allá de la puerta tenía un techo alto, tres ventiladores de
techo de hojas anchas girando perezosamente, agitando el aire, los tres ventiladores
conectados entre sí por un largo tubo, un ventilador haciendo girar a los otros dos.
Las paredes habían estado una vez empapeladas con rayas blancas y rosas, pero el
papel era tan viejo y descolorido que apenas era visible. El piso también se
encontraba descolorido, liso y brillante en lugares de uso prolongado. Había varios
maniquíes de costurera alrededor de la habitación, dos taburetes, rollos y rollos de
tela apilados sobre el suelo, apoyados contra las paredes, y colgando sobre soportes
caseros de alambres atornillados en las paredes. Había cajas de alfileres en el alfeizar
de la ventana y al menos un par de tijeras que podía ver y cintas de medir por todas
partes.
—¡Ella! —llamó Roth—. Estamos aquí.
Una puerta se abrió en algún lugar, luego se cerró y apareció una mujer. Era
baja y delgada, con el cabello negro que se volvía color plata en sus sienes y un par
de gafas colgadas con una cuerda alrededor de su cuello. Tenía una cinta para medir
en una mano, la boca llena de alfileres y una larga longitud de tela detrás de ella.
—Ah, Señor Valentine. Llegó, bien, bien. Me alegro de verlo, querido —
envolvió ambos brazos alrededor de Roth y lo abrazó con fuerza—. No lo había visto
en mucho tiempo. ¿A dónde van?
—Oh, he estado ocupado, Ella. Ya sabes como soy —besó sus dos mejillas y
la sujetó por los brazos—. ¿Cómo has estado?
Ella se encogió de hombros. —Lo suficientemente bien. Algunos días aún
estoy triste, por supuesto, pero ¿qué puedo hacer, eh? —Se volvió hacia mí—. Y
esta debe ser su novia ¿verdad? Oh… es hermosa, Señor Valentine. Tan hermosa.
Me dijo que es hermosa pero no mencionó cuánto.

74
Me sonrojé. —Hola, Ella. Soy Kyrie —extendí mi mano hacia ella, pero Ella me
empujó a un cálido y fuerte abrazo.
—Kyrie, es tan maravilloso conocerte.
Roth tomó mi mano una vez que Ella me soltó. —Kyrie, Ella es la hermana de
Eliza.
—¿Conocías a Eliza? —preguntó, sus agudos ojos marrones volviéndose
acuosos—. La echo de menos todos los días. Cada día.
—Conocía a Eliza, sí. Ni de lejos el tiempo suficiente, pero… ella era increíble
—tuve que luchar contra las lágrimas.
—Todos los días después que terminaba de trabajar para el Señor Valentine,
Eliza me llamaba. Solo para decirme hola, decir que me quería. Éramos muy
cercanas, a pesar de que no vivimos cerca la mayor parte de nuestras vidas. Yo
estoy aquí, vivo aquí, trabajo aquí y ella está en Inglaterra con el señor Roth padre,
entonces se mudó a Estados Unidos con el señor Valentine, pero cada verano el
señor Valentine le daba tres meses de descanso para que viniera a verme, a
quedarse conmigo —dejó escapar un suspiro largo y tembloroso—. Y ahora se ha
ido.
Roth se aclaró la garganta con rudeza. —Nunca seré capaz de decirte cuanto
lo siento, Ella. Nunca me perdonaré… por lo que pasó.
Ella se apartó de mí colocando una mano sobre su mejilla. —Lo perdono,
señor Valentine. Ya le he dicho eso. Lo perdono. Y Eliza, en el cielo, también lo
perdonó. Sé que lo hizo. Ella lo conocía desde que usted era solamente un niño.
Usted es su familia señor Valentine. Lo perdono, ella lo perdona, ahora usted debe
perdonarse. —Sonrió, acarició su rostro, y luego se volvió hacia mí—. Pero no
estamos aquí para charlar de una anciana tonta, ¿verdad?
Me agarró por los hombros, empujándome a un taburete y haciéndome
sentar, levantó mi brazo, lo extendió y comenzó a tomar mis medidas.
Miré a Roth. —¿Qué está pasando, cariño?
—Ella es modista —me sonrió—. ¿Realmente creíste que te permitiría vestir
algo de una tienda?
Me reí. —Supongo que no.
Ella habló mientras medía y anotaba los números en un cuaderno que había
sacado de alguna parte.
—No soy una diseñadora famosa pero puedo hacerte un vestido bonito para
que te cases con el señor Valentine. Creo, porque eres de las Islas, que quieres algo
sin tirantes, algo con lo que el viento pueda jugar. Sera en una playa ¿verdad?
Me encogí de hombros. —Supongo. Me casaría con él en una cocina, si tuviera
que hacerlo.

75
Ella se detuvo y me miró. —¿En una cocina? No es tan romántico, si me
preguntas. Creo que él probablemente puede hacer algo mejor que eso —se
enderezó, envolvió la cinta métrica alrededor de su cuello y metió el cuaderno en su
bolsillo, el lápiz detrás de su oreja—. Tengo un vestido hecho para ti, en mi mente.
¿En digamos… dos días? Tal vez menos, pero vuelvan aquí en dos días, tendré la
mayor parte de tu hermoso vestido para casarte con el señor Valentine.
Estábamos en la puerta cuando Ella detuvo a Roth con una mano en su brazo.
—No debería haber hecho eso, usted sabe.
Roth mantuvo su expresión en blanco. —¿Hacer que, Ella?
—Pagar mis deudas. Soy una mujer orgullosa. No necesito ninguna ayuda —
parecía casi enojada.
Roth suspiró. —No voy a traer a tu hermana de regreso. No te quitaré el
dolor. Pero… es lo único que puedo hacer.
El rostro de Ella se suavizó. —Bueno, gracias. Sé que tienes buenas
intenciones.
—Nos vemos el viernes —dijo Roth y se inclinó para besar su mejilla.

Observé mientras Layla bajaba el dobladillo de su vestido un poco más, por


para que apenas rozara la parte superior de sus rodillas. Era corto, ajustado,
escotado y todo lo que Layla amaba en un vestido. Era tan sensual este lado de
zorra, remarcando plenamente sus extraordinarios activos. Con un metro y ochenta
centimetros, Layla era un par de centimetros más alta que yo y era también un poco
más pesada, todo por sus curvas. Con su cabello negro rizado largo y grueso
recogido en un moño descuidado, con su impecable piel caramelo, sus rasgos
hermosos, exóticos y excitantes, tetas y trasero que no podrías abandonar… mi
mejor amiga era impresionante. Sabía que yo no era poco atractiva por mucha
imaginación que le echara, pero cuando estaba junto a Layla yo era la amiga fea.
Aclaré mi garganta mientras Layla giraba de lado a lado, colocando sus
palmas sobre la curva de campana de sus caderas. —Layla, nena. Es mi boda, no
una noche en el club. Podemos ir por algo un poco más del tipo de… ¿boda en la
playa y un poco menos de “fóllame en la limo”?
Layla me lanzó una mirada. —Es lindo. Y le hace cosas maravillosas a mi
trasero.

76
—Tu trasero hace cosas maravillosas por sí mismo, cariño. Podrías llenar un
saco de arpillera.
Layla negó. —Solo estás tratando de arruinar mi diversión.
—Todo lo que estoy diciendo, ¿es que puedes colocarte algo que te queda
más abajo de las rodillas y con lo que en realidad puedas caminar?
Dejó escapar un suspiro enojado. —De acuerdo. Entonces escoge algo.
Fui a la percha y revolví entre las cosas hasta que encontré algo. Comprobé
la medida y se lo entregué. —Pruébate este.
Layla lo levantó y lo examinó con recelo. —Está bien, pero lo odiaré.
Era totalmente diferente al estilo de Layla. Largo hasta el piso, de color
amarillo brillante, con un corte recto a través del pecho, escondido en la cintura y
suelto en las caderas. De buen gusto, pero aun así sensual, especialmente si la falda
era tan transparente como parecía. Layla se metió en el probador, arrojó el vestido
que había elegido sobre la parte superior de la puerta y tiró mi elección por encima
de su cabeza. La oí tomar aliento cuando se miró por primera vez.
—Te odio —murmuró, abriendo la puerta.
—Oh… Dios… Mío. Layla te ves…
—¿Con clase, por una vez?
Negué. —Hermosa. Perra, vas a robarme el centro de atención.
Realmente se veía increíble. La falda era prácticamente transparente de la
cintura hacia abajo, dando vislumbres de sus tentadoras y largas piernas, abrazando
firmemente su cintura y busto. No era un corpiño escotado, de cualquier forma, pero
con la figura de Layla, no necesitaba ser escotado para que su escote explotara. El
color amarillo brillante de la tela destacaba el tono caramelo de su piel, dándole un
aspecto mucho más exótico.
Estiré la mano y liberé su cabello del elástico en el que mantenía su cola de
caballo, mis dedos como plumas a través de los rizos, extendiendo su cabello
alrededor de sus hombros desnudos. —Ahí. Un par de flores en tu cabello y estarás
perfecta.
—Lo odio —dijo, pero su voz decía que estaba mintiendo.
—Soy muy buena por comprarte un vestido de dama de honor de honor que
puedas usar y llevarás de nuevo —dije.
—¿Dama de honor-de-honor? —preguntó con una risa.
—Sí, vas a hacer doble trabajo.
—Tú crees… —comenzó Layla, pero entonces se interrumpió con un
movimiento de cabeza.

77
—¿Qué? ¿Si creo, qué?
Negó de nuevo. —Nada. Solo estoy siendo una idiota —era demasiado difícil
de decir con su piel oscura, pero estaba bastante segura de que se había sonrojado.
Hubiera apostado dinero que sus mejillas estarían rojas como manzanas si tuviera
mi piel clara.
—Layla, dilo antes de que tenga que sacártelo a golpes.
Negó de nuevo, girándose para conseguir una mirada de sí misma de la parte
posterior. —Puta, me golpeas y estarás casándote con un yeso.
—Layla.
Rodó los ojos y se volvió para enfrentar el espejo, acomodando sus pechos y
luego esponjando sus rizos, de modo que solo se asentaran en sus hombros. —
Realmente eres una perra, ¿sabías eso? Todo lo que iba a preguntar era si
pensabas… —se interrumpió, entonces murmuró el resto de forma apresurada, en
voz baja—: SitupiensasqueaHarrislegustaria.
—¡JA! —Medio reí y grité al mismo tiempo—. ¡LO SABIA!
—No me hagas lamentar decirte algo Kyrie. Te juro por Dios que nunca te
hablaré de nuevo si te burlas de mí.
—Usaste mi verdadero nombre, lo cual significa que debe ser muy serio.
—Serios como los impuestos, nena.
Me coloqué detrás de ella y la abracé con fuerza. —Layla, nunca me burlaría
de ti. No de verdad. Te ves absolutamente preciosa, cariño y creo que Harris va a
tener problemas para respirar cuando te eche un vistazo. Quiero que seas feliz. No
sé si Harris es el hombre para ese trabajo en particular, pero en lo que a mí respecta,
tienes mi bendición para intentarlo. Es un hombre increíble, solo que… duro como
un diamante, frío como el hielo y un completo misterio.
—Cuando dices frío como el hielo, ¿qué significa, exactamente?
Realmente nunca le dije mucho acerca de mi misión desesperada por rescatar
a Roth de las garras de Gina.
Harris había sido el único capaz de lograrlo. Había visto un lado del
guardaespaldas de Roth, piloto, chofer, asistente personal, y sospechaba, mejor y
único amigo; que dudaba que pocos hubieran visto en acción. Siendo un ex Ranger
del ejército era letal, astuto, capaz, no dudaba y no tenía piedad. Lo había visto
acercarse a un hombre de forma calmada, quien había estado persiguiéndome,
tratando de matarme, y colocar dos balas en su cráneo a quemarropa. Harris había
limpiado la sangre de su rostro sin expresión y nos habíamos alejado.
Lo había visto matar una y otra vez en el proceso de rescatar a Roth y cada
vez lo hacía más fría, confiada y rápidamente sin ningún signo de remordimiento.
Por supuesto, cada hombre que había matado había sido un criminal despiadado

78
quien probablemente había hecho más que su parte justa de maldades, sabiendo el
tipo de persona que empleaba Vitaly, pero aun así. Verlo matar a las personas con
su arma sin siquiera pestañar… hace que te preguntes qué pasa por su cabeza y
luego piensas que tal vez, en realidad no lo quieres saber.
¿Quería decirle todo esto a Layla?
No estaba tan segura. Me encogí de hombros. —Solo quiero decir que Harris
es el tipo de hombre que hará todo lo necesario para realizar su trabajo. Yo estaría
muerta si no fuera por él y Roth aun seguiría prisionero en esa isla.
—¿Nunca vas a decirme lo que realmente sucedió, verdad? —preguntó Layla.
Negué. —No. Algunas historias es mejor no contarlas. Dijiste que tuviste una
infancia difícil, pero… las cosas que vi, las cosas que hice… —tuve que tragar un
bulto en mi garganta—. No fue agradable. No le desearía nada de eso a nadie. Lo
haría de nuevo para salvar a Valentine, eso sí, pero… la mierda se puso fea, Layla.
—¿Y Harris?
Me encogí de hombros. —Harris fue mi roca a través de todo. Me mantuvo
cuerda, me mantuvo en marcha. Nunca vaciló y nunca dudó. —Dejé escapar un
suspiro—. No sé mucho acerca de él. No creo que nadie lo haga. Solo… si decides
ver a dónde van las cosas con él, ten cuidado. ¿De acuerdo?
Ella debió haber oído algo en mi voz, algo que decía más que mis actuales
palabras. —No sé lo que está pasando entre nosotros. Él no es alguien fácil para
llegar a conocerlo ¿sabes? Conseguir que diga más que una simple oración a la vez
es como tener un tratamiento de conducto sin Novocaína. Supongo que se puede
decir que me siento intrigada, porque es algo totalmente diferente de lo que
normalmente elijo. Pero no voy a perseguirlo para que salga de su caparazón. Él
tiene que venir a mi encuentro, ya que yo tengo mi propio caparazón.
—Él es diferente contigo por lo que he visto. Usualmente es todo negocios,
remilgado, silencioso, el Señor Cara de Piedra ¿sabes? Y contigo es… humano.
—Ya he terminado de hablar de esto —dijo Layla, pasando delante de mi
hacia el probador—. Esto no va a ninguna parte, y además, te vas a casar y luego
voy a regresar a Detroit. Así que por ahora, vamos a concentrarnos en convertirte
en la señora Kyrie Roth.
Me reí. —Me gusta el sonido de eso. Kyrie Roth.
—Sí suena bien —dijo Layla del otro lado de la puerta—. Aun no puedo creer
que en realidad te vayas a casar. Nunca pensé que alguna de las dos lo haría, para
ser honesta. Estaba lista para ser una vieja solterona contigo y entonces, tenías que
venir y joder todos mis planes.
—Oh, vamos, Layla.
—¿Qué? Hasta que conociste a Roth, tampoco tenías exactamente el gusto

79
más destacado en hombres.
—Mi gusto por los hombres estaba bien. Simplemente no tenía tiempo para
nada serio.
—¿Recuerdas a Steven? Ese tipo me asustaba muchísimo.
Nunca le había dicho a Layla sobre algunas de las cosas que Roth me había
revelado, cuando nos conocimos por primera vez. Había salido con un hombre
llamado Steven quien resultó ser que había estado en algunas prácticas sexuales
muy poco saludables. Tales como la tortura, y Roth sospechaba, asesinato. Me
estremecí ante la idea de que lo que me había salvado el vigilante de Roth, al
acecharme.
—Esa fue una excepción —dije, con mi voz inexpresiva.
Layla salió del probador, vestida una vez más con una ajustada camiseta con
tirantes naranja y un pantalón corto color caqui que apenas cubría su cola. Me dio
una mirada interrogativa. —¿Qué no me estás diciendo?
Suspiré, tomé el vestido que había elegido para ella, lo llevé a la caja y pague
por él. Harris estaba de pie junto a la puerta de la tienda, con la espalda apoyada
contra la pared, un talón enganchado sobre su espinilla, los brazos cruzados sobre
su pecho, los ojos ocultos detrás de sus gafas de sol. Se apartó de la pared y
comenzó a caminar detrás de nosotras.
Le eché un vistazo. —Harris sabe qué es lo que no te estoy diciendo.
Harris permaneció inexpresivo. —Me propuse no escuchar conversaciones
privadas —dijo.
—Layla estaba poniendo en duda mis gustos por los hombres, antes de
conocer a Roth. Específicamente, mencionó a Steven.
Harris estuvo en silencio por un largo momento antes de responder. —
Supongo que no le dijiste.
—¿Decirme que? —demandó saber Layla.
—¿Harris? —presioné.
—Esa es su historia Señorita St. Claire —dijo Harris y sabía que no iba a
conseguir nada más de él.
Suspiré, y pensé por dónde empezar. —Bien. Te dije acerca de la participación
de Roth con el negocio de mi padre y todo ese desastre. Bueno, después de la
muerte de papá, Roth empezó a vigilarme. Desde… lejos, se podría decir. No del
tipo espeluznante-acosador, más como… asegurándose que me encontraba bien.
—¿Estaba vigilándote, quieres decir? —dijo Layla, mirando a Harris—.
Significa que ¿hizo que Harry te vigilara?
Harris no corrigió el mal uso de su nombre, por lo cual estaba bastante

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sorprendida. —Correcto.
—¿Y que tiene eso que ver con el espeluznante hijo de puta de Steven?
—¿Recuerdas qué pasó? —pregunté.
Asintió. —Simplemente se desvaneció, entre un día y el siguiente.
—Resulta que tu espeluznante radar es bastante exacto —dije—. A Harris no
le gustaba el aspecto de Steven más que a ti, por lo que hizo algo de investigación.
Resulta que Steven estaba dentro del BDSM.
—¡Mierda! —dijo Layla—. ¡Lo sabía!
—En realidad, eso no es enteramente exacto. He conocido personas que
estaban dentro del verdadero BDSM —dijo Harris—. Y lo que Steven hacía, no era
BDSM. El real BDSM, bondage, dominación y sadomasoquismo, funciona en torno a
estos tres principios básicos: estar seguros, ser sensatos y que sea consensuado. Lo
que le gustaba a Steven era solo… algo enfermo. Las fotos que proporcioné en su
archivo eran solo la punta del iceberg y las más agradables de las demás. Cuando
él terminaba con una mujer, ella nunca era la misma otra vez. La mayoría de ellas
quedaban demasiado traumatizadas y demasiado dañadas en forma permanente
para ser capaces de presentar cargos criminales. Y también era bueno en
desaparecer por debajo del radar cuando terminaba, así que era bastante difícil
encontrarlo. Y sin que nadie presentara cargos contra él, nadie lo buscaba.
—Jesús —respiró Layla—. ¿En qué demonios estaba metido?
—En la tortura —respondió Harris—. No se concentraba en el sexo o en el
bondage ni nada de eso. Se centraba en infligir dolor y excitarse. Y confía en mí,
nunca fue consensuado. Tal vez comenzaba como sexo consensuado, pero con el
tiempo cuando sus víctimas se daban cuenta de lo que realmente quería, ya las tenía
atadas e indefensas. Era un jodido enfermo, y nunca he disfrutado de librar al mundo
de la mugre tanto como cuando terminé con ese enfermo malnacido.
Layla perdió un paso. —¿Tu… qué?
Cerré mis ojos brevemente. —¿Entonces sí lo mataste? —pregunté—. Nunca
estuve segura. Roth no me lo dijo.
—Primero… tuvimos una pequeña… conversación —dijo Harris y el tono de
su voz fue aterrador—. Admitió los planes que tenía preparados para ti. Digamos
que ibas a recibir un tratamiento especial. Tenía algo de mierda enferma adicional
planeada para ti. No repetiré nada de esto. Gina podría haber aprendido algunas
cosas de él, vamos a dejarlo de esa manera.
Layla estaba notablemente tranquila. —¿Así que lo torturaste y luego lo
mataste?
—¿Eso hace que se le revuelva el estómago, señorita Campari? Era un
depredador y planeaba violar y torturar a tu mejor amiga. Violar y torturar, de hecho,
no son exactamente las palabras más precisas para lo que tenía en mente. Sabía
acerca de ti también, en realidad. Tenía fotografías tuyas —la voz de Harris era

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tranquila, baja.
—¿Las… tenía?
—Cuando terminara con Kyrie, simplemente iba a secuestrarte y a divertirse.
No tenías a nadie que extrañaría tu ausencia y estaba planeando tomar ventaja de
eso.
Me detuve y enfrenté a Harris. —Tú y Roth nunca me dijeron eso.
—No había razón. Nos ocupamos de él. No necesitabas preocuparte con algo
que no iba a pasar.
—Yo solo… —Layla se detuvo, como si no supiera qué estaba planeando
decir—. Supongo que entonces te debo un agradecimiento.
—Esa no es la única vez que Harris salvó nuestro trasero sin que lo
supiéramos —dije—. ¿Recuerdas esa noche en la Universidad cuando nos
emborrachamos después de los finales?
Layla se rio. —¿Cuál vez?
—Exactamente. Bueno, ese caso en particular, estabas tan borracha que
básicamente tuve que cargarte hasta tu casa.
Layla sonrió. —Ah, esa vez.
—Bueno, aparentemente teníamos un poco de compañía.
—¿Compañía? —Layla frunció el ceño—. ¿Qué significa eso?
—Significa que si no fuera por Harris, ambas estaríamos muertas —le dije.
—¿Cómo? No lo sigo.
—Tu estas colosalmente borracha, así que puede que no lo recuerdes, pero
a unas pocas manzanas del bar, había tres tipos en una esquina de la calle,
gritándonos en español. Supongo que estaban siguiéndonos. Según Harris ellos
estaban planeando entrar en nuestro departamento y… bueno, estoy segura de que
el resto lo puedes adivinar.
—¿Mierda, en serio? —Layla nos miró a Harris y a mí—. ¿Y tú los detuviste?
—Sí, me hice cargo del problema. Y más tarde me encontré con que esos tres
jóvenes eran buscados en relación con varias otras agresiones sexuales violentas y
al menos un asesinato. Aunque probablemente, eran culpables de más que eso.
—Maldita sea. ¿Así que tú eras nuestro ángel guardián, eh? —preguntó Layla.
—Algo así —dijo Harris.
—Harris está siendo modesto, no es “algo así”, es exactamente eso —dije.
Ninguno tuvo mucho que decir después de eso, pero me di cuenta que Layla

82
le estaba dando a Harris una mirada especulativa. O, acababa de hacerla huir de
Harris o él le intrigaba mucho más.
No estaba segura de cual.
INCUMPLIMIENTO PERIMETRAL; LA FOGATA
Traducido SOS por MadHatter
Corregido por Liraz

—Tengo una sorpresa para ti —dijo Roth, después de la cena a la noche


siguiente.
Lo miré. —¿Qué es, amor?
Miró su reloj y, como si eso fuera una señal, oí el zumbido distante de un
avión aproximándose.
—Aquí están.
—¿Quiénes? —pregunté.
—Harris y Layla... y tu sorpresa.
Harris y Layla se habían ido juntos en el hidroavión la noche anterior, y yo no
había conseguido una explicación de la razón. Al principio había asumido que tal vez
solamente era un viaje rápido, una oportunidad para Layla para que practicara su
nuevo amor por volar. Pero luego, cuando no habían regresado esa noche o al día
siguiente, me di cuenta de que no había sido simplemente un viaje rápido. Le había
preguntado a Roth, pero solo se encogía de hombros y cambiaba de tema, a través
del método eficaz pero injusto del cunnilingus.
Y ahora aquí venían, casi veinticuatro horas más tarde, con una "sorpresa"

83
para mí.
No podía imaginar qué había planeado Roth; era demasiado hábil para
sorprenderme.
Saliendo hacia la playa, agarrando la mano de Roth, observando el sol de la
tarde brillando como el oro en las alas del hidroavión aproximándose. Las alas se
tambalearon de un lado a otro, y el avión bajó hacia el agua con algo menos que la
perfecta economía habitual de movimiento de Harris, haciéndome preguntar si de
hecho era Layla quien intentaba un aterrizaje.
Kilómetro a kilómetro, el hidroavión azul pálido de doble hélice bajó más y
más hasta que los flotadores se deslizaron a través del agua, salpicando agua en el
aire para atrapar al sol poniente como gotas de oro líquido. Un rebote en el agua,
una oscilación de las alas, y luego otro rebote, y entonces tocaron el agua una vez
más y esta vez se quedaron abajo, alejando el agua en arcos a cada lado. A
continuación, el ruido de las hélices amainó, la nariz señalaba hacia adelante y el
avión se deslizaba a través de la superficie del agua hacia nosotros, deteniéndose
hacia un lado en el último minuto. La maniobra hacia el muelle fue aguda y eficiente,
lo que significaba que probablemente Harris lo manejó el resto del camino.
—Eso fue un aterrizaje feo —murmuró Roth.
—Creo que fue Layla —dije.
—Oh. No sabía que sabía volar.
—No sabe. Harris le está enseñando.
Roth me miró sorprendido. —Mierda. ¿De verdad?
—De verdad. Ella despegó cuando fuimos a St. Thomas. ¿No te diste cuenta?
Hizo una mueca. —No, no lo hice. Estaba siguiendo una subasta de una de
mis empresas. Robert me estaba enviando las actualizaciones a través del correo
electrónico.
—Pensé que parecías preocupado.
Me besó en la sien. —Lo he estado, ¿no? Lo siento. Desmontar una
corporación internacional de miles de millones de dólares con docenas de
subsidiarios no es precisamente un proceso rápido ni fácil. Debería estar allí, en
persona, manejándolo todo. Pero no puedo, así que... —Se encogió de hombros—.
Hago lo que puedo. Sin embargo, el proceso casi ha terminado. La nueva
corporación está en su lugar, y ya hemos acabado con los últimos cachivaches. Con
suerte para la próxima semana a esta hora, VRI será historia, y St. Claire
Incorporated estará en funcionamiento.
—También desearía que hubieras podido estar allí —le dije.
—Esta es una buena práctica —dijo, mientras avanzábamos hacia el muelle,
en donde los accesorios del hidroavión estaban ralentizándose hasta detenerse—.
La nueva configuración me permite operar remotamente el cien por ciento de las

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veces. Coloca mucho trabajo en el lado de Robert, pero también le he dado un
enorme aumento para compensarlo. Y es más que capaz. Es la única persona
además de Harris en la que confío plenamente.
—¿Harris ha colocado seguridad a su disposición? —pregunté.
Roth se rio. —Tanta que está volviéndolo loco a Robert. Harris tiene más
seguridad sobre él que el presidente, estoy bastante seguro.
—¿Y aun así nosotros solo tenemos a Harris?
—¿Solamente a Harris? —dijo Roth, con sus cejas levantadas—. ¿Estamos
hablando del mismo tipo?
—Sí, pero…
—Y no, no se trata solamente de Harris. Tiene chicos ahí afuera en estos
momentos, protegiéndonos. Es solo que no puedes verlos. Y, con suerte, nunca lo
harás, y ese es el punto central.
Miré a mi alrededor, pero todo lo que pude ver fue el bosque, la casa en la
colina detrás de nosotros, el mar y, anclado en la bahía, el Eliza.
—¿En dónde están?
Roth se encogió de hombros. —No lo sé a ciencia cierta. Hay algunas
dependencias ocultas en la vegetación alrededor de la casa, hay algunos chicos por
ahí. Hay un francotirador en el Eliza. Alexei está en el terreno por aquí, en algún
lugar, rondando. Tenemos una media docena de pares de ojos sobre nosotros en
todo momento. Te lo aseguro.
—¿En todo momento? —pregunté, un poco desconcertada ante la idea de
unos ojos observándonos en... ciertos momentos íntimos.
Roth solamente se rio de nuevo. —Son discretos, lo prometo. Si estamos...
en una situación íntima, por así decirlo, mantienen sus ojos en el lugar en el que
nos encontramos, pero no sobre nosotros directamente, y cualquier entrada de
audio es silenciada. Protocolo estándar, según me han dicho.
—Así que Harris es...
—La punta de la lanza, se podría decir. La parte visible del iceberg, con la
mayor parte escondida real por debajo del agua. Si crees que Harris es terriblemente
eficiente, el resto de sus hombres lo hacen parecer como un gatito inofensivo. Es de
lejos el experto en seguridad… más… amigable... que he conocido en mi vida.
—¿Harris es… amigable?
—¿En comparación con los villanos apenas reformados a su servicio? Sí. He
conocido a muchos de sus hombres en los últimos meses. Él elige bien. Digamos
que no contratas personal de seguridad privada en base a sus brillantes
personalidades.
—No estoy segura de querer saber qué significa eso.

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—No, no quieres saberlo.
—¿Son como los hombres de Vitaly?
—Por supuesto que no. Vitaly emplea a asesinos y a matones. Sus hombres
son poco más que bárbaros. Los hombres más cercanos a él, su fuerza de seguridad
personal, esos hombres son un poco más humanos, pero el resto son monstruos
que andan sueltos por el mundo. Los hombres de Harris son competentes, eficientes
y bien entrenados, y sobre todo... tienen al menos un mínimo de humanidad. Una
chispa de moral, supongo que se podría decir. Aun así son mercenarios que luchan
por el mejor postor, pero ninguno de ellos va a tolerar el tipo de maldad que propaga
Vitaly.
—¿Qué hay de Alexei? —pregunté. Había conocido a Alexei en el medio de
todo el asunto con Gina y Vitaly.
Parecía bastante agradable, aunque sus ojos eran un poco duros y distantes.
Apuesto, en una especie de forma tosca, también era un músico consumado,
habiendo tocado la guitarra y cantado muy bien en la cena en la que Roth me había
propuesto matrimonio.
—Alexei fue asignado para comunicarse de forma directa con nosotros
específicamente porque en realidad puede comportarse. Pero aun así no es un
hombre con el que me gustaría encontrarme en un callejón oscuro.
Para este momento, las hélices se habían quedado quietas y la puerta se
estaba abriendo, mostrando a una exuberante Layla.
—¿Viste eso? ¡Mierda! ¡Aterricé un avión, perras!
Harris se encontraba a su lado, con una sonrisa débil y divertida en su rostro.
—Un avión que necesita ser atado para que no se aleje flotando, señorita Campari.
—¡Sí señor, de inmediato señor! —ladró Layla, con un saludo chillón y
dramático—. ¿Y por qué cada vez que estamos con otras personas me llamas
“señorita Campari”, pero en privado me llamas por mi nombre? No lo entiendo.
La cara de Harris inmediatamente se volvió inexpresiva. —Buscaré las bolsas.
—Y entonces estaba de vuelta en el fuselaje, fuera de la vista.
Layla terminó de atar la cuerda alrededor del pilón del muelle con un nudo
que Harris, obviamente, le había enseñado, y luego se enderezó y miró a Harris. —
Qué mierda poco delicada, ¿no es cierto?
—Espera, ese no fue su primer aterrizaje, ¿no es cierto Layla? —dijo una voz
familiar.
Una voz que no había oído en mucho, mucho tiempo.
—¿Cal? —Mi voz se quebró.
—Sí, fue mi primer aterrizaje, Calvin —dijo Layla, con la voz un poco

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demasiado formal—. ¿Por qué lo preguntas?
Él salió del avión, todo su metro noventa y dos, cabello rubio corto y parado
de forma rígida, unas gafas de aviador ensombrecían su rostro, una musculosa
revelando la parte superior de sus brazos musculosos, con unos pantalones cortos
con una impresión floral brillante de color rosa. Dios, mi hermano pequeño había
crecido.
Cal le echó una mirada a Layla, y pensó mejor lo que había estado a punto
de decir. —Solo... que fue genial. Buen trabajo. Me encanta que esas lecciones estén
dando sus frutos. Increíble.
Ella le sonrió. —¿Lecciones? Oh, no he tomado ninguna lección verdadera.
Harris me ha estado enseñando.
—Así que… ¿en realidad no tienes una licencia de piloto? —preguntó Cal,
luciendo un poco verde.
—¿Licencia de piloto? —Layla se rio—. Amigo apenas y saqué el carnet de
conducir.
Harris salió con una maleta en cada mano. —No se preocupe, señor St. Claire.
Yo tenía el control en todo momento. La señorita Campari es una piloto natural, y
muy cuidadosa. No le habría permitido que tocara los controles de mi aeronave si
no le tuviera confianza. Al parecer, solo le gusta hacerle bromas.
—Sí, bueno, Layla me ha estado molestando desde que tenía quince años. Se
podría pensar que ya estaría acostumbrado para estos momentos. —Se volvió hacia
mí, y su expresión se iluminó. Se precipitó en mi dirección, me envolvió en un abrazo
de oso, levantándome del muelle—. Jesús, Kyrie. Es muy bueno verte. Te he
extrañado. Pensé que tal vez de habías borrado de la faz de la tierra, esta vez para
siempre.
—Lo he hecho, para todos los efectos. —Golpeé su hombro—. Ahora bájame,
ogro.
Me bajó, pero mantuvo un agarre sobre mis hombros. —Me debes un montón
de explicaciones.
Tragué saliva con fuerza. —Lo sé.
—Quiero decir, no te he visto en qué, ¿dos años? Solías llamarme de vez en
cuando, por lo menos, pero incluso eso se detuvo. O sea, entiendo que estés
ocupada y lo que sea, y que solamente soy tu hermano pequeño, pero…
—Cal —espeté—. Te dije que lo sé.
Me miró, y vi que debajo de las sonrisas y de los abrazos, estaba enojado
conmigo. Realmente le debía muchas explicaciones. —Lo siento. Yo solo… me
desperté esta mañana y Layla estaba en mi habitación, revisando mis revistas. Ha
sido un día extraño, ni que decir.
—¿Te refieres a tu pornografía? —dijo Layla, con un fuerte énfasis en la

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palabra "pornografía". Levantó una ceja—. Quiero decir, de verdad. ¿Quién sigue
comprando Juggs? ¿Y en dónde se puede conseguir siquiera esa mierda? —Me
mira—. ¿Sabes que tu hermano tiene, como, cientos de revistas pornográficas? No
solo Juggs, sino prácticamente todas las demás revistas pornográficas que existen.
Cientos de ellas. No estoy bromeando.
Negué. —Jesús, Layla. No necesitaba saber eso de mi hermano.
Cal se rascó la frente con el dedo medio. —Es una colección, y no toda es
mía. Mi compañero y yo hemos estado recopilándolas durante años.
—Vaya, ¿entonces los dos coleccionan revistas de desnudos? —Layla hizo el
gesto de una masturbación masculina—. ¿También se masturban juntos?
—¡JESÚS, LAYLA! —gritamos Cal y yo, al mismo tiempo.
Ella se encogió de hombros y trató de parecer inocente. —Es una pregunta
honesta.
Me volví hacia él. —Aunque, es en serio. ¿Por qué coleccionas pornografía?
Él pasó junto a mí. —No voy a tener esta conversación contigo, con ninguna
de las dos. No va a suceder.
Se detuvo al pasar a Valentine. —Señor Roth. Encantado en conocerlo. Soy
Cal.
—Encantado en conocerte, Cal. Solo llámame Roth. —Estrechó la mano de
Cal—. Bienvenido. Tu habitación es la segunda a la derecha después de pasar la
cocina. Siéntete como en casa; de camino agarra una cerveza de la nevera. Sé que
tienes un montón de preguntas, y te prometo que vamos a responder a tantas como
nos sea posible sin poner en riesgo tu seguridad. Mientras tanto, ¿por qué no le
quitas tus maletas a Harris? Él no es un mayordomo, así que no llevará tus maletas.
Cal volvió a caminar hacia Harris, agarró sus maletas. —Gracias por el vuelo,
Harris.
—Ha sido un placer, señor St. Claire. A pesar de que, en interés de la
información completa, la mayor parte de eso fue por cuenta de Layla.
—¿Incluso el avión?
Harris asintió. —Sí, hice el despegue y el aterrizaje, pero Layla hizo el vuelo
de nivel.
—Bueno… Maldita sea. Nunca lo noté. —Miró a Layla—. No nos mataste,
supongo que fue un buen vuelo.
Ella empujó su hombro. —Ve a buscar una cerveza y desempaca, idiota. No
estarías aquí si yo no te amara.
—Lo sé. Como dije, es solo que ha sido un día raro.
Layla se rio. —Amigo, no tienes ni una jodida idea de cuán raro ha sido el día
de hoy. Despierta en un barco en el mar del sur de China y ve a dormir en el Océano

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Índico, y luego podemos hablar.
Simplemente negó y se dirigió a la casa. Oí un "mierda" distante mientras se
abría camino a través de la cocina y veía el patio más allá.
—No deberías presionar tanto sus botones, Layla —dije.
Ella solamente me miró. —¿Me conoces? Eso es lo que hago. Los botones
están destinados a ser presionados, y con él es tan fácil. Aunque hablando en serio,
Kyrie. Deberías haber visto toda la pornografía. Era una colección verdaderamente
impresionante, es todo lo que diré.
—¿Juggs? ¿De verdad? —pregunté.
—Juggs. De verdad. Y Penthouse, Hustler, Playboy... si tenía mujeres
desnudas en la portada, tenía todas las copias existentes.
Negué. —No sé, Layla. Es un tipo. Los chicos hacen cosas extrañas.
Layla se giró hacia Harris. —¿Coleccionas pornografía?
Solo se la quedó mirando desde detrás de sus gafas de sol. —Lo único que
he coleccionado alguna vez son cicatrices, señorita Campari. Y los recuerdos que
vienen con ellas.
—Bueno, mierda, Harris —dijo Layla—, qué manera de simplemente quitarle
la diversión a la conversación. Además, esa fue la respuesta más ruda que he oído
en mi vida.
—Mi objetivo es complacerla, señorita Campari.
Se lo quedó mirando. —Juro por Dios, me llamas así solo porque sabes que
me irrita.
—Los botones están destinados a ser presionados —dijo Harris.
—Siento que tal vez me comprendes en un nivel espiritual, Harry.
—Y siento que tal vez oí un ligero aleteo en uno de los motores, y si vuelas
aviones de apoyo, deberías tener una comprensión básica de cómo arreglarlos.
—Será mejor que no se me meta nada de grasa debajo de las uñas.
—¿No has oído? La grasa del motor es lo más nuevo en el cuidado de la
belleza.
—¿Espera? ¿Eso fue una broma? —rio Layla—. Será mejor que tengas
cuidado, Harry, o podría empezar a pensar que eres un ser humano después de
todo.
—¿En contraposición con qué, exactamente?
—Um. ¿Un Terminator?
Harris de hecho se echó a reír, con una sonrisa agrietando sus facciones. E

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incluso con las Oakley negras ocultando sus ojos, sus rasgos se transformaron por
la sonrisa. —Todavía no has cumplido a Thresh. Él sí es un verdadero Terminator.
Y luego, para mi gran sorpresa, Harris ayudó a Layla a subir sobre el ala, le
mostró cómo abrir la cubierta encima del motor, y le señaló varias partes del motor
con una llave, explicándole cosas mientras Layla observaba y escuchaba con
atención, haciendo preguntas de vez en cuando.
¿Layla trabajando en un motor de avión?
¿Las maravillas alguna vez dejarían de suceder?
Era bien pasada la medianoche. Hicimos una hoguera en la playa, iluminando
un círculo de arena y oscurecimiento algunas de las estrellas directamente sobre
nuestras cabezas. Más allá de la luz del fuego, sin embargo, la noche era enorme y
oscura, la luna nueva, un círculo negro visible solo por su ausencia, las estrellas por
encima dispersas en innumerables millones, una luz plateada reluciente, brillante,
centelleante arqueándose de horizonte a horizonte y hacia abajo hasta el borde del
mar.
Yo estaba borracha.
Valentine también, y yo estaba en su regazo, envuelta en sus brazos.
Harris... bueno, no estaba para nada borracho, pero se había soltado.
Contando historias, riendo de los chistes, sin gafas de sol, vistiendo pantalones
cortos negros y una camisa de botones desabrochados de manga corta blanca, para
mostrar un torso duro, delgado y musculoso con unos cuantos vellos negros. Tenía
una cerveza en una mano y un palo largo en la otra con la que sin cesar atizaba el
fuego, revolviéndolo, moviéndolo alrededor de los troncos, dándoles vuelta,
empujando las brasas.
Cal se encontraba en la arena a nuestro lado, y también estaba borracho, y
Dios, era graciosísimo. Honestamente, era la vida de nuestro pequeño grupo,
haciéndonos reír con historias de sus amigos y sus travesuras ridículas mientras los
universitarios andaban sueltos como salvajes en un Chicago desprevenido.
Me llamó la atención lo poco que sabía sobre Cal, del hombre de veintiún
años de edad en el que se había convertido. Había sido tan joven cuando papá
murió, y yo había sido responsable de él. Me hice cargo de él, preparaba sus
comidas, lo llevaba a la escuela y me aseguraba de hiciera su tarea, le hacía la cena
cuando llegaba a casa, me aseguraba de que tuviera ropa limpia. Le daba dinero

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cuando tenía algo de sobra. Lo dejaba en el centro comercial con sus amigos, olía
su aliento en busca de marihuana y alcohol al llegar a casa. Pero luego se graduó a
los diecisiete años y obtuvo una beca para la Universidad de Columbia, y me había
asegurado de llevar un control sobre él. Había pagado por la matrícula que no cubría
su beca, y nos juntábamos para Navidad y Acción de Gracias, para visitar a mamá.
Al menos hasta todo lo que sucedió con Valentine. Y entonces yo como que,
como Cal había insinuado, me había borrado de la faz de la tierra. Valentine se había
asegurado que tanto Cal como mamá fueran atendidos financieramente, y le había
enviado un correo electrónico a Cal explicándole que había empezado a salir con un
chico que tenía una "buena posición".
Solo para despistarlo, supongo. Quiero decir, ¿cómo describes a un hombre
como Valentine Roth a un chico de diecinueve años? Y, desde entonces, había
llamado a Cal de vez en cuando.
¿A mamá? No tanto. Mamá no hablaba por teléfono. No enviaba o recibía
cartas ni correos electrónicos. Estoy segura de que mamá ni siquiera se había dado
cuenta de que había dejado de visitarla. Sin embargo, aun así me sentía culpable.
Pero... no podía visitarla exactamente, por su propio bien. Si me presentaba en su
hospicio, le daría a Vitaly una diana a la que apuntar. Harris tenía personas revisando
que se encontrara bien, asegurándose de que nadie la molestara. Pero eso era todo
lo que podía hacer.
Regresé de nuevo a la historia que Cal estaba contando que involucraba a su
compañero de habitación, un cerdo barrigón de noventa kilos, y el último día de
clases en Columbia el año pasado.
—... Y juro por Dios, ¡ese cerdo era más rápido que un jodido guepardo!
¡Deberían haber visto el guardia de seguridad tratando de atraparlo! Es la cosa más
divertida que he visto en mi vida maldita sea.
Layla estaba… no me encontraba muy segura de qué. Estaba bebiendo, pero
lentamente, y suponía que se había mantenido con una bebida toda la noche. Se
reía de las historias, pero había algo en ella. Pero la cosa que más noté fue que
observaba cada uno de los movimientos de Harris. Percibía cada una de sus
palabras. Era raro. Más allá de raro. Tenía muy poco que decir, en ocasiones ofrecía
un comentario o largaba una broma, pero en su mayoría se encontraba callada, lo
cual era totalmente impropio de ella. En cualquier fiesta, cualquier reunión de
personas en donde el alcohol estuviera involucrado, Layla usualmente se encontraba
en el medio, conduciendo la energía, y por lo general, como dice ella, desnudándose
y emborrachándose hasta perder la conciencia.
Traté de seguir el ritmo de la historia de Cal, que había pasado de ser algo
acerca de la broma del cerdo a una aventura que él y su compañero de habitación
habían experimentado, que involucraba una bolsa mal colocada en la olla y un
agente antidrogas encubierto. Ahora sonaba como el tipo de historia que era

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graciosa, pero no había sido tan divertida cuando sucedió.
De acuerdo, tal vez estaba cabeceando. Sintonizaba cada quinta palabra,
sonriendo perezosamente contra el pecho de Roth.
Layla se encontraba sentada en la arena justo al lado de Harris; los dos en
las sombras alejados del fuego.
Solamente sus caras eran visibles, se volvieron hacia el otro. Harris estaba
diciendo algo que no pude oír, y Layla asentía y sonreía. Y mierda, ¿esa sonrisa?
Era... tenía que buscar una palabra. Íntima.
Privada.
Mi corazón se derritió. Dios, si Layla y Harris terminaban juntos, las cosas
serían casi perfectas.
Pero entonces sucedió algo realmente extraño. Un parche de sombras cerca
de la línea de flotación se separó del brillo ondulante del océano y el resplandor de
la luz de las estrellas y la oscuridad de la noche, se disipó en la forma de un hombre.
Alexei. Alto y ancho, duro y delgado, una cicatriz malvada corriendo por su rostro
desde la frente hasta la barbilla. Estaba vestido en tonos grises y negros: pantalones
BDU metidos en unas botas de combate que le llegaban hasta la pantorrilla, una
camisa gris de manga corta con un chaleco antibalas negro, una gorra gris en la
cabeza adornada con un parche negro que tenía "A1S" bordado en letras rojas. Tenía
un rifle de asalto compacto con el cañón hacia abajo colgando sobre el pecho, la tira
enganchada a su chaleco en lugar de colgar por encima del hombro. Tenía una
pistola en su costado, el mango del cuchillo metido en una funda en su chaleco, y
varios otros atavíos en su cinturón que no pude identificar.
Se detuvo en las sombras bien afuera del círculo de fuego, se agachó cerca
de Harris y murmuró en voz baja, lo que parecía que podría haber sido ruso. Harris
asintió dos veces, murmuró algo en respuesta, y luego se puso de pie, dejando su
botella de cerveza medio consumida en la arena.
—Harris. —Fue una declaración por parte de Roth, un comando por lo bajo.
—Posible vulneración del perímetro —dijo Harris mientras desaparecía en las
sombras, extendiendo su mano hacia su espalda y sacando un arma de fuego negra,
comprobando el seguro, y devolviéndola al lugar—. Probablemente nada, pero voy
a revisarlo de todos modos.
—¿Deberíamos quedarnos aquí? —preguntó Roth.
—No. Alexei los acompañará a sus habitaciones. —Harris miró a Layla—. No
hay nada de qué preocuparse. Solo estamos siendo precavidos.
—Voy a confiar en ti en esto, Harris —dijo Roth—. No hace falta decir que
quiero que Alexei me informe al momento en que hayan descubierto la naturaleza
exacta de la infracción.

92
Entonces Roth se puso de pie sin soltarme, un brazo debajo de mis piernas y
el otro alrededor de mis hombros, a la cabeza detrás de Alexei, quien se movió a
pasos rápidos y silenciosos por la arena hasta la escalera que conducía a la casa. Su
arma la llevaba con el cañón todavía hacia abajo, pero su cabeza constantemente
giraba sobre un eje de lado a lado, y cada pocos pasos que daba se giraba y daba
un paso hacia atrás, comprobando nuestra retaguardia y asegurándose de que
siguiéramos juntos.
Primero nos detuvimos en la habitación de Cal y Alexei entró en la habitación
solo, asegurándose de que fuera seguro.
Cuando estuvo satisfecho, le permitió a Cal entrar con instrucciones de no
abandonarla, informándole que un destacamento de seguridad estaría patrullando
la zona.
A continuación nos detuvimos en la habitación de Layla y Alexei repitió el
protocolo, esta vez tomándose el tiempo para asegurarse de que Layla tuviera todo
lo que necesitaba.
Justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta de su habitación, Layla me
miró inquisitivamente, sin decir una palabra. Me di cuenta de que se encontraba un
poco nerviosa.
Al ver la expresión de su cara, Roth dijo—: Layla, por favor, no te preocupes.
Es mejor prevenir que tener que correr riesgos. Harris nos tiene cubiertos. Habrá un
equipo de seguridad justo afuera de tu puerta.
Layla solamente asintió, sin lucir convencida, y continuamos atravesando la
casa. Alexei nos llevó a Roth y a mí a nuestra habitación, revisando el dormitorio y
el cuarto de baño antes de marcharse.
Mi corazón latía con fuerza. —¿Crees que hay alguien por ahí? —pregunté—.
¿De verdad?
Roth negó. —No. Si Alexei pensara que había un peligro real, habríamos sido
llevados al barco, en lugar de a la casa. Hay un Zodiac en la costa en todo momento,
listo para llevarnos al Eliza en caso de una emergencia. Como dijo Harris, solo están
siendo precavidos.
—¿Qué quiso decir Harris con vulneración del perímetro?
—Hay detectores de movimiento ocultos funcionando en todo el perímetro de
la propiedad, incluyendo los que se encuentran en el borde del agua. También hay
boyas en el agua a unos quinientos metros, con láseres con línea de visión
conectados a la orilla, así que si alguien se acerca desde el mar, seremos alertados.
La tripulación en el Eliza también tiene el radar activo en todo momento. Además,
hay otro perímetro de sensores de movimiento inmediatamente alrededor de la casa.
Así que, para responder a tu pregunta, una vulneración del perímetro podría ser un

93
barco de pesca que entró en nuestras aguas. La tripulación del lado del océano los
llamaría y los enviaría de regreso. O podría ser algún animal en el bosque que
encendió los detectores de movimiento. No hay nada de qué preocuparse, cariño.
—No tenía idea de que hubieran colocadas tantas características de seguridad
diferentes.
Roth se rio. —¿Crees que te llevaría a tierra a algún lugar del planeta sin
cerciorarme de que fuera lo más seguro humanamente posible? Cuando fuimos a
tierra en St. Thomas, los hombres de Harris estuvieron allí una hora antes, revisando
todo. Se metieron en cada edificio, en cada tejado, en cada cuarto de baño y en
cada alquiler. Estaban allí cuando aterrizamos, yendo por delante de nosotros, y
siguieron detrás de nosotros. También hubo un francotirador en el lugar siguiendo
cada uno de nuestros movimientos. Arriba en un tejado en alguna parte, supongo.
—¿Un francotirador?
Roth asintió. —Andrei, creo que se llama. El primo de Alexei. También está
Sasha en alguna parte, que es el hermano de Alexei. Supongo que cuando Harris y
compañía tomaron por asalto la isla para salir, los otros mataron al hermano de
Andrei, el primo de Alexei. Así que los tres firmaron con Harris, para tener la
oportunidad de conseguir ajustar cuentas con el clan Karahalios. Son hombres
buenos para tener a nuestro lado, pero son unos hijos de puta realmente
aterradores. Hombres que no querrías tener como enemigos. Ex-Spetsnaz, supongo.
—¿Spetz qué? —pregunté. Había oído hablar de eso, pero me encontraba lo
suficientemente borracha para no ser capaz de recordarlo.
—Fuerzas especiales rusas. Como los SEAL de la Marina.
—Entonces me alegro de que se encuentren ahí fuera.
—Yo también. —Pasó un pulgar a través de mi pómulo—. Deberías dormir.
Mañana Ella va a traer tu vestido para la última prueba.
—No he hecho ningún plan —dije, apoyándome contra su pecho.
—Lo sé. Sin embargo yo sí.
Lo miré, sonriendo, sorprendida. —¿En serio?
Parecía muy satisfecho de sí mismo. —En serio. Unos planes muy especiales.
Es por eso que será mejor que duermas un poco, porque mañana será un día largo.
Tendremos mucho que hacer.
—¿Como entre nosotros?
Levantó una ceja. —Si eres buena.
Traté de lucir inocente, la mirada con los ojos abiertos y parpadeando. —¿Y
si soy mala?
—No me tientes, Kyrie. Eres demasiado linda para controlarme cuando estás

94
así de borracha.
—No estoy tan borracha —protesté.
Me soltó y de inmediato me tropecé. —¿Ah, no? —Me dio la vuelta, para que
le diera la cara a la cama.
—Apuesto a que no puedes llegar a la cama sin caerte.
—Y si lo hago, consigo atarte y te domo. Nunca lo volvimos a hacer desde lo
de Vancouver, si lo recuerdas.
Sus ojos se volvieron hambrientos. —Ah, Vancouver. Una noche muy
agradable. Creo que todavía tengo marcas en la espalda de tus uñas. —Mordió el
lóbulo de mi oreja, susurrando—: Si logras llegar a la cama sin tropezar ni una sola
vez, permitiré que me ates y me hagas lo que quieras.
—Voy a inmovilizarte por horas. —Giré para mirarlo, y de alguna manera
terminé de costado, sus manos sosteniéndome en posición vertical—. Voy a
mantenerte en el borde del orgasmo por tanto tiempo que me rogarás que te deje
terminar.
—No tienes que atarme para hacerme rogar, Kyrie. —Abrió la cremallera de
mis pantalones cortos, dejándolos caer al suelo. Me quitó la camiseta, desenganchó
el sujetador, y arrojó a los dos hacia un lado—. Todo lo que tienes que hacer es
desnudarte y estaré listo para rogarte.
Vestida con nada más que mi ropa interior, me esforcé para enderezarme,
concentrada en la cama, que de pronto parecía haberse alargado en más de una
cama. Estúpida cama extra grande acolchada. Concéntrate. Concéntrate.
Posiblemente, quizás haya extendido mis brazos como un equilibrista, para
gran diversión de Roth. Y entonces di un paso. Un paso sencillo y muy inestable. Y
luego otro. Mis brazos girando, y el mundo inclinándose hacia los lados, pero me las
arreglé para mantenerme en pie y dar un paso más. Tenía muchas ganas de atar a
Roth. Querido Jesús, de tenerlo con las piernas abiertas sobre la cama, las manos
atadas, los pies atados, su gran polla jugosa desnuda y rogándome que jugara con
ella... Me encontraba toda húmeda solo de pensar en todas las diversas maneras en
las que podría torturarlo. Cuanto más me concentraba en lo que podía hacerle a
Roth, más cerca llegaba a la cama sin tropezarme.
Pero mierda, ¿esta habitación cuándo se había vuelto tan grande?
Podría hacerle una felación hasta que estuviera listo para correrse, y luego
detenerme. Y entonces podría besarlo por todas partes, en todas partes excepto su
pene, hasta que empezara a perder su erección, y luego podría lamerlo como un
cono de helado pero en realidad jamás colocaría mi boca sobre él. Oh dios, eso lo
volvería completamente loco. Ja. ¿Ves lo que hice allí? Lo volvería... ¿loco1? Soy tan
graciosa.
Y entonces me encontré en la cama, triunfante, girando en el lugar para

95
regodearme, lo que resultó que fue mi caída. Literalmente. Me caí y aterricé de lado
en la cama.
—¡Eso cuenta! ¡Lo hice! —grité.
Roth estaba allí, de pie junto a mí, colocándome en posición vertical. —Te
caíste, querida. No cuenta.
—¡Primero llegué a la cama!

1
La protagonista usa la expresión, driving him nuts, nuts significa nueces acá lo usa para mencionar
a los testículos de Roth, recordemos que está borracha…
Apretó mi pezón entre su pulgar y el dedo índice hasta que me quedé sin
aliento. —Te caíste sin tocar primero la cama. No cuenta.
Hice un puchero. —Pero quiero atarte.
—¿Por qué? —Me apretó el otro pezón, y luego se inclinó para tomarlo en su
boca, succionándolo hasta que mis pezones estuvieron tan rígidos e hipersensibles.
—Porque quiero hacerlo.
—Pero, ¿por qué quieres hacerlo, Kyrie? Conoces mi historia con respecto a
estar atado.
Dejé que mi cabeza se echara hacia atrás mientras él caía de rodillas,
chupándome un pezón y luego el otro, bajando mis bragas mientras lo hacía. Jadeé
cuando su lengua tocó mi clítoris, perdí momentáneamente el hilo de mis
pensamientos.
—Yo… um. Porque... —bajé mi mirada hacia él, a su cabeza, su cabello más
rubio y largo de lo que jamás había estado, encrespándose alrededor de su cuello,
acariciando su sien, pasando por su frente y por sus ojos.
También se había dejado crecer la barba, lo que me gustaba mucho. Hacía
cosquillas, pero ahora era suave. Al principio era rasposa, lo cual dio lugar a unas
pocas semanas con una dieta de nada de coño para Valentine, pero cuando insistió
en que había crecido lo suficiente como para sentirse suave lo dejé ir abajo de nuevo,
y Jesús, fue increíble. El cosquilleo hacía que todo fuera más intenso, porque era un
contrapunto con el éxtasis de su talentosa lengua. De modo que ahora tenía el
cabello largo, barba y rasgos duros. Y me gustaba. No solía encantarme por la
imagen ruda, pero con Roth, cualquier cosa era jodidamente sensual.
Pero al mirarlo, tuve un recuerdo de él en el viejo barco, en algún lugar del
Mediterráneo, esposado a la cama, desnudo, loco, magullado, ensangrentado y
salvaje. Y recordé.
—Porque eres mío —gruñí—. Y no voy a dejar que ella tenga ninguna parte
de ti. Quiero atarte para que yo te pueda quitar la experiencia de haber estado con
ella.

96
Me encontré en el aire, torcida, y reboté en la cama en una posición sentada.
Se desabrochó los pantalones cortos de color caqui con una mano, y le ayudé con
su ropa interior mientras se quitaba la camisa. Gemí ante la visión de su pene,
esperándome. Duro, veteado, grueso, sus bolas pesadas y esforzándose por no
correrse, su vientre plano y acanalado con sus abdominales cincelados.
Agarró mis caderas y me acercó más; envolví mis piernas alrededor de su
cintura y lo miré mientras me penetraba. Sin previo aviso, sin gentileza. Solo con
una fuerte estocada y estuvo en mi interior profundamente hasta las bolas, sus ojos
azules como el zafiro, vivos, penetrantes y sensuales como una llama azul.
Mis tetas rebotaban mientras me follaba, sin palabras. De repente estaba
loco. Era salvaje. Primitivo.
Sabía que había dicho lo correcto.
—Eres mío, maldita sea —le susurré—. Voy a atarte y voy a jugar contigo
hasta que me supliques. Y entonces…
—¿Qué? —demandó saber, saliéndose de mí, agarrándome por las caderas y
dándome vuelta, empujándome con una deliciosa rudeza hacia la cama,
empujándome hasta que me incliné hacia adelante, extendiendo mis muslos y
metiéndose en mi vagina desde atrás—. ¿Qué vas a hacerme entonces, Kyrie mi
amor?
—Cuando estés desesperado por correrte, te montaré como un jodido
semental salvaje hasta que llenes mi apretado coño húmedo con tu semen. Y voy a
dejarte atado, haré que te pongas duro de nuevo, y te montaré y te montaré y te
montaré. Te voy a follar hasta el cansancio, Valentine. No voy a dejar que me toques
ni una sola vez. Porque voy a demostrarte una vez más que me perteneces tanto
como yo te pertenezco a ti.
—Me lo has demostrado, mi amor. —Ahora se movía lentamente. Haciéndome
el amor con una gentileza dolorosa y tierna. Me encantó la yuxtaposición. Por lo
general, por detrás enloquecía y se volvía primitivo, y dándome la cara era lento y
suave. Pero esta vez estaba acariciando mi espalda, mis hombros, sacando mi
cabello rubio del camino, ahuecando mis nalgas y agarrando mis caderas, su pene
entrando y saliendo de mi interior con un deslizamiento lento y deliberado.
Oh, mierda, me encontraba cerca.
Él también lo estaba. Me extendí, respondiendo sus embestidas. Sentí que
me agarraba por las caderas en los pliegues, atrayéndome hacia él, mi trasero
aplastándose contra él, proporcionando un colchón grueso e hinchable. Dios, sí. Sí.
Sabía que estaba siendo ruidosa, y enterré mi cara en el colchón y me permití gritar
en el edredón mientras me hacía el amor de forma lenta hasta que me corrí.
Y dios, me corrí.

97
Pero él lo extendió. Esperó hasta que me encontré jadeando y temblando
antes de retirarse.
Me di vuelta en el lugar y me tumbé sobre la cama, envolviendo mis piernas
a su alrededor, extendí mi mano entre nosotros y lo guie de regreso a mi interior.
Conocía sus necesidades, sus ritmos; necesitaba mirarme cuando se corría, sabía
que eso también era lo que yo necesitaba.
Casi estaba colgando de la cama, con solo mi columna vertebral y los hombros
apoyados en el colchón, el resto de mi peso sostenido por mi Valentine. Ahora se
dirigió a mi interior con empujones lentos, sus ojos en los míos. Lo sentí
engrosándose con cada embestida mientras se acercaba más y más al borde, y
cuando supe que estaba justo ahí, extendí la mano, lo agarré por el cuello y lo atraje,
aplastando mis labios contra los suyos y lo besé con todo lo que tenía.
Entonces perdió el control. Gimió con el beso, lo rompió para descansar su
frente entre mis pechos y empujarse en mi interior violentamente, abandonando
todo el control.
—Te amo —susurré mientras se empujaba en mi interior una y otra vez. Lo
volví un canto, agarrándole la cabeza y retorciéndome contra él—. Te amo, te amo,
TE AMO, te amo…
Y luego se estaba vaciando en mi interior con un grito contra mi piel, el sudor
deslizándose de su piel dura, su semilla húmeda y caliente esparciéndose en mí en
una oleada tras otra, empuje tras empuje. Cuando finalmente terminó, se tumbó
sobre mí durante un largo rato, jadeando. Me encantaba sentir su peso contra mí.
Acaricié su cuero cabelludo, su cuello, sus hombros, sus brazos, pasar mis dedos
por su cabello y escucharlo respirar.
—Ahora estoy sobria —dije, cuando se levantó para mirarme.
—¿Cómo es que siempre sabes exactamente lo que necesito escuchar, Kyrie?
—susurró, retirando un mechón de cabello de mi cara.
—Porque somos una persona dividida en dos cuerpos, Valentine. Sé lo que
necesitas escuchar porque es lo que necesito hacerte entender, lo que necesito
decirte.
—Te amo más de lo que sé cómo expresarlo, Kyrie.
—Deberías casarte conmigo —dije con una sonrisa—. Eso va a expresarlo
muy, muy bien.
—Entonces será mejor que duermas un poco —dijo, su expresión volviéndose
seria—. Porque eso es lo que ocurrirá mañana.
—¿Mañana?
Asintió, luego se inclinó y me besó. —Mañana.

98
Extendí la mano y me aferré a su cuello, chillando de felicidad. —No puedo
esperar para ser la señora Kyrie Roth.
—¿Quieres tener mi nombre? —preguntó sonando satisfecho.
—Bueno… sí. Por supuesto que sí. Quiero ser tuya en todos los sentidos que
existen.
—Sé que probablemente este es un momento extraño para preguntártelo,
pero... ¿qué pasa con los niños? Cuando todo esto se solucione, cuando podamos
relajarnos y estar en un lugar permanente, ¿considerarías tener hijos conmigo?
Tuve que tragar saliva contra un nudo caliente espeso que se había formado
en mi garganta por la emoción. ¿Quería niños? ¿Roth? Mi Valentine, ¿mi novio
atractivo, solitario y multimillonario quería tener hijos conmigo?
—Cuando seamos capaces de estar en un lugar seguro y permanente y no
haya ninguna amenaza —dije, parpadeando contra las lágrimas en mis ojos—,
entonces sí, Valentine, tendré a tus hijos.
—Entonces tengo una razón más que nunca, para resolver esto. —Me levantó
y me colocó en la cabecera de la cama con un beso. Fue a buscar una toalla y limpió
el semen con movimientos suaves y amorosos, y luego se quedó a mi lado,
envolviéndome en sus brazos.
—Kyrie Abigail Roth.
—Esa soy yo —murmuré medio dormida, dándome cuenta de que no me
encontraba muy sobria como había pensado.
—Mañana te convertirás en mi esposa. —Sonó como si no pudiera creerlo.
Me sentía de la misma manera, pero me encontraba demasiado cerca del
sueño para formar palabras. —Mmm… mmm. —Fue todo lo que me las arreglé para
decir.
Su respiración se igualó la mía, y luego nos dormimos.

99
RAYO
Traducido por Florpincha
Corregido por Daliam

Cuatro golpes secos y cortos en la puerta me despertaron de golpe. Miré por


la ventana y vi que probablemente faltaban una o dos horas antes de que
amaneciera, el cielo seguía estando negro, pero con tonos apagados de tinción gris
en el horizonte en donde se reunía con el mar ondeante y brillante.
—Señor Roth. —Era Alexei—. Se requiere su presencia, señor. Tan
inmediatamente como sea posible, por favor.
Todavía estaba parpadeando cuando Roth salía de la cama y se metía en sus
pantalones cortos, sin molestarse en colocarse ropa interior, camisa o zapatos.
—Quédate aquí —me ordenó al mirarme brevemente.
—Al diablo con eso. Necesito saber qué está pasando. —También salí de la
cama, agarrando un vestido de tirantes de algodón elástico hasta los tobillos, sin
molestarme tampoco en colocarme algo de ropa interior.
—Dije que te quedaras, Kyrie.
Pasé a su lado, saliendo por la puerta. —No soy un puto perro, Valentine.
Alexei esperaba junto a la puerta, vestido exactamente como la última vez
que lo había visto, pero ahora su mandíbula estaba oscura por el crecimiento de su

100
barba y sus ojos tenían círculos por debajo, aunque su mirada estaba tan alerta y
penetrante como siempre. Me di cuenta que tenía su dedo a lo largo de la parte
exterior de la protección del gatillo de su arma, ya no agarraba el mango
casualmente. La correa en su chaleco antibalas ahora tenía tres cargadores de
municiones, así como dos objetos tipo granadas que asumí eran bengalas explosivas.
Me di cuenta que algo importante había sucedido. Algo malo.
Otro hombre vestido y equipado de forma idéntica a Alexei se encontraba en
la puerta trasera de la cocina, sosteniendo un rifle con sus dos manos, con el dedo
metido en la protección del gatillo, la culata del rifle contra su hombro. Eché un
vistazo en la oscuridad del bosque, más allá del patio y vi una sombra que se movía
en la oscuridad, la luz de las estrellas haciendo brillar un cañón de pistola. Otra
figura emergió, este hombre llevaba un par de gafas de visión nocturna en su cara,
las cuales levantó cuando se nos acercó, aproximándose a Alexei y murmurándole
algo al oído. Alexei tocó su micrófono y habló en ruso.
Mirándonos a Roth y a mí, Alexei simplemente dijo—: Sígueme.
Hizo un gesto hacia el bosque denso, y empezó a caminar con paso rápido.
Tenía su rifle metido contra su hombro, sosteniéndolo listo para disparar,
deslizándose en cuclillas y moviendo el cañón de lado a lado. El hombre de las gafas
cerraba la marcha detrás de nosotros.
—¿Qué demonios está pasando, Valentine? ¿En dónde están Layla y Cal? —
pregunté.
Negó. —Yo sé todo lo que tú sabes, pero estoy seguro de que Harris tiene a
Layla y a Cal bajo protección.
No había ningún camino claro que pudiera ver, pero no obstante Alexei nos
llevó infaliblemente entre los árboles a través de la oscuridad casi completa a un
edificio largo y bajo. Abrió una puerta de acero gruesa y nos hizo pasar. Miré hacia
atrás, al camino por el que habíamos venido y me di cuenta de que nunca sería
capaz de encontrar la casa por mí misma; entrabas unos pocos metros en la maleza
y todo parecía diferente. Más salvaje, menos domesticado. Y este lugar se
encontraba bien escondido, tapado por el follaje. El edificio estaba rodeado por unos
buenos dieciocho metros de claro, para las líneas de visión, pensé, pero hasta que
te encontraras directamente en el claro, nunca lo verías.
El edificio no tenía ventanas, solo estaba iluminado por tubos fluorescentes.
Una pared entera se encontraba ocupada por un montón de monitores, cada pantalla
mostrando una habitación de la casa principal. La mayoría de las habitaciones, la
playa en sí, se mostraban en dos ángulos diferentes. Había cámaras incluso
posicionadas en el bosque. Al otro lado del conjunto de monitores, había un estuche
que iba del suelo al techo con un arsenal: rifles de asalto como los que ya había
visto, así como una enorme variedad de pistolas, escopetas, rifles de francotirador,
machetes, bengalas explosivas y granadas reales, chalecos antibalas, gafas de visión
nocturna, e incluso algo enorme y aterrador que pensé que podría ser un lanzador

101
de granadas.
Harris estaba sentado en una mesa de metal, con un mapa extendido delante
de él, una lapicera roja en una mano y una regla en la otra, marcando líneas y equis
en el mapa. Estaba vestido como el resto de su cuerpo de seguridad: con un BDU
gris, chaleco antibalas negro, gorra de béisbol negra con las iniciales "A1S", con un
arma, un cuchillo, y un rifle colgando de la correa en la esquina de su silla. También
tenía cargadores adicionales en su chaleco antibalas.
Harris no solo tenía una empresa de seguridad; sino que tenía un pequeño
ejército de mercenarios, cada uno armados hasta los dientes, con municiones para
matar a un oso.
Entonces, ¿qué los tenía en tal estado de alerta?
Estaba a punto de preguntarlo cuando se abrió la puerta, y otro miembro del
equipo de seguridad entró con Cal detrás de él. Cal parecía abrumado y
desconcertado, y ni un poco sorprendido.
—Mierda, Key —dijo—. Ustedes no se andan con juegos, ¿verdad? ¿Qué está
pasando? ¿Tienes alguna idea? Ivan aquí no quiso decirme nada.
—Mi nombre es Sasha, señor St. Claire —dijo el escolta de Cal, su voz ruda
con un acento ruso.
—No, Cal, mi gente no se anda con juegos —dije—, y no, no sé qué está
pasando. Aunque creo que estamos a punto de descubrirlo.
Cal se acercó al estante de las armas. —¡Estás jodiendo conmigo, amigo! ¿Eso
es un M-203?
—Tócalo y te rompo los dedos, niño —dijo Harris, sin levantar la vista. Marcó
una X más en su mapa y luego giró en su silla—. Bien, ahora que estamos todos
aquí…
—Espera —protesté—. No estamos todos. ¿En dónde está Layla?
La expresión de Harris se endureció, la furia oscureciendo su rostro. —Es por
eso que estamos aquí. No voy a dar vueltas, Kyrie: Vitaly la secuestró. Se la llevó
justo debajo de mi puta nariz.
—¿Cómo es jodidamente posible que se la llevaran, Harris? —dijo Roth,
gruñendo—. Yo pensaba que tenías este lugar con más seguridad que la del
Pentágono.
—Así era —dijo Harris, su voz un poco demasiado tranquila—. Hace
aproximadamente una hora ellos encendieron algún tipo de bomba de baja
tecnología EMP que destruyó nuestros circuitos. Al mismo tiempo, les dispararon a
mis chicos en la playa como forma de distracción. Lucas y Thresh se llevaron algo
del fuego pesado. Lucas cayó, pero no ha muerto, y Thresh está… bueno, estoy
bastante seguro que Thresh podría perder una extremidad y aun así seguir dando
guerra, así que no estoy preocupado por él. También fueron detrás del Eliza, que,

102
junto con el tiroteo en la playa, fue solamente una distracción. Cuando lo que estaba
pasando en realidad era que cuatro hombres se habían infiltrado en la habitación de
Layla y se la estaban llevando. Dane les dio seguimiento y mató a dos, pero recibió
una herida en la garganta en el proceso. No estoy seguro de que saldrá con vida.
Tenían una balsa esperándolos junto a la playa, y cuando pudimos hacer funcionar
las comunicaciones y coordinarnos entre nosotros, se habían ido. Este fue un ataque
de profesionales, Roth. Estos no eran los gorilas medio pelo habituales de Vitaly con
AKs. Fueron rápidos, precisos y coordinados y fue realizado por profesionales serios.
Estaba teniendo problemas para procesar lo que decía. —Un momento,
Harris. ¿Estás diciendo que alguien secuestró a Layla? ¿Y alguien se está muriendo?
¿Por qué no nos despertaron los disparos?
Harris levantó su rifle de asalto. —Silenciadores. En operaciones de este tipo,
no se puede usar ametralladoras en el medio de la noche o el gobierno local estaría
sobre nuestros culos.
—¿Hubo muertos?
—Los chicos de Vitaly perdieron a seis hombres y uno resultó herido. Lucas
recibió un disparo en el muslo y estará fuera de servicio durante un par de meses.
Thresh recibió dos disparos, uno en el omóplato y otro en el bíceps, dos más directos
en su chaleco antibalas, le va a dejar nada más que contusiones. Dane recibió una
sola en la garganta. Por ahora se encuentra con vida, pero no me gustan sus
posibilidades.
—¿Qué hay… qué hay sobre Layla? —Mi voz se quebró cuando dije su
nombre.
—Antes de perder el conocimiento, Dane fue capaz de comunicar que estaba
ilesa. —La mandíbula de Harris se apretó, sus muelas resonando—. Es al mismo
tiempo, bueno y malo que ahora estemos lidiando con Vitaly directamente en lugar
de su hija loca. Le hiciste un favor al mundo cuando la mataste, Kyrie. Vitaly tiene
un enfoque diferente al de su hija. No hace las cosas precipitadamente solo por
pasión. No va a matarla o siquiera le hará daño, si eso no le beneficia. Si quería que
ella o todos estuvieran muertos, daría un golpe con un ataque aéreo o algo así. Si
sabe en dónde estamos y ha decidido no borrarnos de la faz del planeta, tiene algo
más en mente. Así que eso funciona a nuestro favor. No va a matarla a menos que
tenga que hacerlo, porque en realidad los quiere a los dos… —apuntó a Roth y a mí
con un movimiento de su dedo índice—, pero sabemos que va a matarla, lo cual no
nos favorece. No sabemos en dónde la tiene, o cuál es su juego, lo que tampoco
funciona a nuestro favor.
Cal se aclaró la garganta. —Esperen un jodido segundo, gente. Tengo tantas
preguntas que no sé ni por dónde empezar. ¿Quién se llevó a Layla, y por qué? Y
cuando dijiste Kyrie “la mató”, ¿qué quiere decir eso? ¿A quién mató? ¿Kyrie... mató
a alguien? Y…

103
Abandoné el lado de Roth y coloqué un dedo sobre los labios de Cal, para
hacerlo callar, aunque tuve que elevarme para hacerlo.
—Calvin, hermano pequeño. Hazme un favor, ¿de acuerdo? Cierra la boca.
—No me digas que me calle, Key. Layla ha desaparecido, hay gente muerta,
¿y ahora estoy oyendo que mataste a alguien? ¿Cómo es que no sabía nada de esto?
¡Tienes que decirme qué demonios está pasando!
—Cal, mira…
Roth dio un paso hacia adelante y se colocó entre nosotros. —Es una historia
muy larga, Cal, y no tenemos tiempo para ponerte al tanto, la versión corta es la
siguiente: tengo enemigos que no deseas conocer por tu propio bien. Ahora mis
enemigos son los enemigos de Kyrie, ella para su mala suerte, lo descubrió hace
varios meses. Hizo lo que tenía que hacer con el fin de seguir con vida, los detalles
te los debe contar ella, no yo. Y ya que mis enemigos se han convertido en los
suyos, también se han convertido en los tuyos.
>>Lo que significa que he tenido, o más bien Harris ha tenido a hombres
vigilándote durante casi un año. Cada movimiento que hiciste, cada cita a la que
fuiste, cada noche que pasaste estudiando o follando o de fiesta, han estado allí
fuera de la vista, observando y protegiéndote. Nunca lo supiste, porque no era
necesario. Pero ahora que Layla ha sido secuestrada, has sido forzado a introducirte
a una situación más grave. Más adelante, se te dará la información en base a que
necesitas conocerla, y vas a permanecer aquí en este bunker bajo vigilancia y vas a
mantener la boca cerrada, porque es por tu propio bien. Haremos que regreses a
Chicago tan pronto como consideremos que es seguro, lo que podría ser una
cuestión de días, o una cuestión de semanas. Incluso meses. Nos encargaremos de
todas tus necesidades. He estado pagando tu matrícula, alojamiento y comida
durante meses, y voy a seguir haciéndolo en el futuro previsible, ya que eres
importante para tu hermana, y por lo tanto lo eres para mí. Pero, por ahora, lo que
necesito de ti es que retrocedas y te calles. ¿Entendido?
La boca de Cal se cerró y sus ojos brillaron. —Entendido.
Roth se volvió hacia Harris. —Ponme en contacto con Ella y dile…
—Ya está hecho. Tengo a un hombre con ella mientras hablamos, sentado en
su sala de estar, viendo las salidas. Tengo visibles a Robert, a tus padres, y también
a la madre de Kyrie, y he colocado alta seguridad para todos ellos.
Roth cruzó la habitación para estar delante de Harris. Roth tenía dos
centímetros más que él, y los usaba para obtener buenos resultados, mirándolo
fijamente con rabia en sus ojos. —Júrame a mí en este momento que esto no se
podría haber prevenido, Harris.
Harris le devolvió la mirada, levantando la barbilla. —Fue un golpe calculado,
señor Roth. Fue un operativo de mierda. Todo el asunto con Layla les tomó menos
de tres minutos, desde el primer contacto hasta cuando Thresh perdió contacto

104
visual del Zodiac. No hubo nada más que pudiéramos haber hecho, señor. Tengo
dos heridos y uno muerto o... tan bien como muerto.
Roth dio un paso atrás. —¿Qué estamos haciendo para traerla de vuelta?
—Voy a abrir este planeta para encontrarla —dijo Harris—. Juro por mi alma
inmortal que voy a encontrarla, y le pondré fin a la vida de cada hijo de perra que
haya participado en su secuestro. —La mirada perversa en los ojos de Harris envió
escalofríos por mi espina dorsal.
—Recupérala, Harris —dije—. Por favor, tráela de vuelta.
Harris se movió para estar delante de mí. —Lo siento mucho, Kyrie. Tienes
mi palabra. Rescaté a Roth, te rescaté a ti, y la rescataré a ella. Lo prometo.
Roth me tomó por los brazos, me giro hacia él. —Odio tener que decir esto,
amor, pero creo que tenemos que aplazarlo…
Lo interrumpí. —¿Crees que me casaré cuando mi mejor amiga ha sido
secuestrada? ¿De verdad? Te quiero más que a mi vida, Roth, pero no me voy a
casar sin Layla. Ella es mi familia. Así que subamos a bordo del Eliza y sácanos de
aquí.
Harris señaló Alexei. —Alexei, ve con ellos, Sasha, tú también. Deben
mantener contacto visual directo en todo momento. Chicos, lo siento, pero la
privacidad queda descartada hasta que esto termine. Cualquiera de los dos, Alexei
o Sasha estarán en la habitación con ustedes las veinticuatro horas al día. Tenemos
el barco reabastecido y lleno, así que no vamos a tocar tierra pronto.
—¿Vas a buscar a Layla tú solo? —pregunté.
—Por supuesto que no. Voy a llevarme a Thresh. Prefiero tenerlo a él a mi
lado que a una docena de otros hombres. Thresh es... bueno, es único en su especie.
Hace que Terminator luzca como un gatito.
Harris se volvió para revisar los monitores, y luego tocó su micrófono. —Eliza,
prepárense para recibir primaria. Salida inmediata, el perfil de emergencia Zulu-
Echo-Romeo-Oscar. —Se volvió de nuevo hacia nosotros—. Ustedes se van. Cal se
queda aquí. Les enviaré una actualización cuando pueda, pero no esperen palabras
mías por unos días.
Salimos por la puerta en cuestión de segundos, con Alexei por delante, y
Sasha atrás. Miré hacia atrás y vi a un hombre que yacía boca abajo en el techo del
edificio, sosteniendo un rifle de francotirador.
Harris estaba en la puerta, se volteó la gorra de béisbol hacia atrás. —La
traeré de regreso.
—Más vale que lo hagas. —Fue todo lo que pude decir.
Ni siquiera le dije adiós a Cal. Vi un atisbo de él por encima del hombro de
Harris, y lucía pálido, incluso un poco verde. Su bravuconería habitual había sido

105
sustituida por un silencio embarazoso.
Layla. Dios, Layla.
Ten cuidado, maldita. Permanece con vida. Harris está yendo a buscarte.
106
EL SECUESTRO ES DIVERTIDO
Traducido SOS por MadHatter
Corregido por RRZOE

Mierda. Mierda, mierda, mierda. No me gusta ser secuestrada. No lo


recomiendo.
He visto algo de mierda bastante retorcida en mi vida, pero ¿esa escena? Voy
a tener pesadillas por el resto de mi vida, eso es absolutamente seguro. Un segundo
estaba durmiendo y teniendo un pequeño sueño agradable con Harris, aunque lo
negaré si me lo preguntan, y luego la puerta explotó y cuatro figuras oscuras me
rodearon. Arrojaron una bolsa negra por encima de mi cabeza, colocaron mis brazos
detrás de mi espalda, envolvieron unas ataduras apretadas alrededor de mis
muñecas y me empujaron hacia adelante.
Los pendejos ni siquiera me dejaron colocar los jodidos pantalones. Así es,
me secuestraron usando nada más que una camiseta con cuello en V que me llega
por encima del muslo y mi tanga roja preferida. Sin zapatos, sin pantalones, sin
sujetador.
Entonces me obligaron a correr, con un tipo en cada brazo, cargándome más
o menos a través del patio. No podía ver una mierda, porque todavía era de noche
y porque habían colocado una jodida bolsa sobre mi cabeza. Este era un secuestro
legítimo de la mafia del tercer mundo. Escuché algo detrás de mí haciendo
poppoppop poppop-poppoppop. Y luego hubo un porrazo húmedo, un gruñido y las

107
manos en mi brazo izquierdo se apartaron. Me di cuenta que alguien había recibido
un disparo. Diferentes manos agarraron mi brazo libre y me levantaron, cargándome
mientras huíamos.
Poppop poppoppop; esta era un arma diferente, con un sonido de clic similar,
pero en un tono diferente. Los buenos se estaban acercando. Mis secuestradores les
respondían los disparos con todo lo que tenían. Entonces oí un gorgoteo desde atrás.
—¡Dane! ¡Mierda! —dijo una voz, masculina, baja, americana.
Ese gorgoteo húmedo, entonces la voz de alguien gritándole al tipo que
claramente acababa de morir tratando de ayudarme... algo de combustible para
pesadillas allí mismo.
Sentí que mis pies tocaron la arena y oí las olas seguidas por el estruendo
bajo de un motor fuera de borda. Fui levantada de la tierra, y me atravesó una
ráfaga de viento, alzando mi camiseta hasta desnudar mis nalgas y una buena parte
de mis tetas desnudas.
Esto no les pasó desapercibido a mis secuestradores: los oí intercambiando
lo que supuse, a juzgar por el tono de su voz y la risa lasciva, eran comentarios
repugnantes de tipos acerca de lo sensual que era. No tenía necesidad de hablar
ningún idioma bárbaro que esos cabrones hablaran para entender lo que decían. Así
que hice lo único que podía hacer. Empecé a girar y a patear, mordiendo cualquier
carne que se encontrara más cerca de mí.
—¡SUÉLTENME JODIDAS MIERDAS! —grité. Sentí que mi pie conectaba con
un hueso, y di otra patada, tan fuerte como pude. Oí un gruñido y una maldición—
. Voy a patear todos sus putos culos. ¡Bájenme de una puta vez!
Algo duro, frío, y redondo me tocó la sien. —Cierra la boca, puta, o te mueres.
Quédate quieta, o te mueres. —Esto fue dicho en un acento muy marcado, griego o
italiano, o ¿a quién demonios quiero engañar? No sé distinguir un acento extranjero
de otro.
Me quedé completamente quieta y dejé que me colocaran en el barco, sentí
un caucho duro, frío y húmedo debajo de mis muslos. El cañón de la pistola estaba
presionado contra la parte posterior de mi cráneo, clavándose con fuerza. Dolía
muchísimo mientras el bote se metía en el agua, y luego el motor se encendió y fui
arrojada a un lado mientras el piloto hacía girar la nave fuertemente. Golpeamos
una ola y fui lanzada en el aire, solo para volver a caer de golpe con un porrazo de
mi piel contra el caucho y una maldición, lo que solo hizo que me ganara la risa
burlona de mis captores.
No tenía manera de prepararme para la siguiente ola, al no ser capaz de ver,
o agarrarme a los lados del Zodiac. Así que fui lanzada como una muñeca de trapo
mientras el barco golpeaba una ola tras otra, y cuanto más nos alejábamos de la
costa, más grandes se volvían las olas. Era un barco pequeño, lo sentía, y nos
dirigíamos hacia aguas abiertas. Me preguntaba hasta dónde me iban a llevar, y por

108
qué, y a dónde, y con quién, y qué tan pronto podría esperar ser violada, torturada
y asesinada.
Gracias, Kyrie, por las advertencias inducidoras de terror en cuanto a lo que
podía esperar si estos idiotas se apoderaban de mí.
Bueno, se han apoderado de mí. ¿Y ahora qué?
La peor parte de ser lanzada por todas partes en el pequeño y estúpido bote
era que con cada golpe que recibía la parte inferior del barco en el agua, me
golpeaba la brisa fría y salada, empapando mi cara y mi camiseta. ¿Mencioné que
mi camisa era blanca, y que me encontraba desnuda debajo de ella? Sin sujetador,
y una tanga minúscula. Es decir, esa tanga apenas cubría mi hoochie-coo por
delante, y no cubría absolutamente nada por atrás. Me gusta tanto verme como
sentirme atractiva, pero no para el beneficio de matones como estos.
Además, había esperado un poco permitirle a Harris que obtuviera una
imagen de lo que tengo, lo que no ocurrió, obviamente. ¿Qué puedo decir?
Así que... con cada golpe, desliz en una ola, volver a caer, volar en el aire,
otro golpe... y estoy más húmeda y más desnuda. ¿Más desnuda? No lo sé. La
gramática no es mi fuerte bajo las mejores circunstancias y, desde luego no cuando
estoy bajo presión. Casi conseguí un título universitario, para poder armar un ensayo
coherente sobre prácticamente cualquier tema, pero necesito de un poco de
esfuerzo para asegurarme de que he sacado la edición del gueto.
Afuera no hacía frío, no por mucho. Pero al estar tres cuartas partes desnuda
y húmeda al segundo hará que tiembles independientemente de la temperatura. Así
que mis dientes comenzaron a castañear, mi piel se cubrió de piel de gallina, y mis
pezones podían cortar vidrio.
Nada de esto pasó desapercibido para mis captores. Más de un par de dedos
pellizcaron mis pezones, con tanta fuerza que presioné mis dientes para evitar
quejarme de ello. No iba a dejar que estos hijos de puta me vieran dolida. Deja que
me pellizquen. Deja que me vean en una camiseta blanca húmeda. Tenía un objetivo
de aquí en adelante, y era mantenerme con vida. Dignidad, virtud, mmm, ¿a quién
estoy engañando? No tengo nada de eso de todos modos, la privacidad... nada de
eso importaba. Habían muerto hombres. Esto no era un juego. No era una jugarreta
o una broma. Habían disparado balas reales, y se había derramado sangre
verdadera. Alguien llamado Dane había recibido un disparo por mí. Probablemente
estaba muerto por tratar de protegerme.
Extendí los pies para apoyarlos contra los costados del barco, inclinándome
hacia adelante a medida que nos deslizábamos en una ola, y luego sentí que
abandonaba el banquillo y volvía a caer con un golpe. Dios, mis tetas dolían por el
rebote constante. Estoy muy buena maldita sea, y quiero decir muy buena. No digo
que mis tetas sean mi mejor activo, porque también tengo una bonita cola, pero
¿mis tetas? Grandes, jugosas, e hinchadas. Todo natural, por supuesto. Lo que

109
significaba que sin el apoyo de un sostén, estaban cayéndose por todo el maldito
lugar con cada golpe del barco contra el agua. Habría matado por un sujetador, o
incluso por liberar mis manos para mantenerlas inmovilizadas.
Al mismo tiempo, los hombres hablaban de mí. Oí dos voces, una profunda y
áspera, como si tuviera una mezcladora de cemento en su caja de voz. La otra tenía
una voz más suave, pero la suya tenía un tono más preocupante. Calmo y tranquilo,
pero a pesar de que no podía entender una palabra, me di cuenta de que estaba
hablando de mí. Se inclinaba de vez en cuando y murmuraba en mi oído. Sus dedos
pellizcaron mis pezones, pasaron por mi rótula y hasta mi muslo.
Luché para quedarme quieta: él todavía tenía su pistola pegada a la base de
mi cráneo.
Deja que te toque. Deja que diga cualquier mierda sucia. Honestamente, el
hecho de que no fuera inglés hacía que fuera más fácil ignorarlo. Aun así sabía que
decía mierdas, porque las charlas de mierda suenan igual en cualquier idioma.
Y luego metió la mano entre mis piernas, bajo el dobladillo de la camisa, y
metió su dedo contra mi apertura. Lo cual, teniendo en cuenta lo insignificante que
era la tanga, significaba que me metió un buen par de nudillos profundamente, en
virtud del pequeño parche de tela sobre mi vulva haciéndolo a un lado para dejar
entrar su dedo. Me quedé quieta, sin cerrar mis piernas como quería hacerlo.
Es decir, podría haber roto su muñeca, si hubiera querido, sabía algunos
movimientos básicos de autodefensa, y una buena cantidad de trabajo preliminar
que había aprendido de un ex amigo con el que me había acostado que era luchador
de MMA. Me había mostrado cómo hacer bloqueos de piernas, rompimientos de
muñecas, derribos y cosas así, todo cortesía de su cinturón negro en jiu-jitsu
brasileño. Por supuesto, él y yo habíamos practicado desnudos y siempre
terminábamos haciendo cochinadas en el piso de su apartamento, pero yo había
aprendido los movimientos. El punto es, que podría haber envuelto la pierna
alrededor de su brazo, habérselo torcido y partido como una ramita. ¿Pero con una
pistola en la cabeza? Nop. Déjalo que sienta algo.
Pero entonces sucedió algo extraño: el de voz como mezclador de cemento
ladró algo penetrante en cual sea que fuera el idioma que hablaban, y la mano se
alejó, pero no sin antes decir lo que sonó como una maldición petulante por parte
del jodido MacImbécil. Nos deslizamos por otra ola, nos elevamos, y nos estrellamos
con un sonido húmedo. Por ahora mi camisa se encontraba completamente
empapada, probablemente, totalmente transparente, pegada a mi piel.
No soy tímida, de ninguna manera. No tengo ningún problema con la
desnudez en la mayoría de las circunstancias. Aliméntame con tequila en una fiesta,
y soy la chica que podría terminar mostrando los senos en la habitación, solo por
diversión. Eso vuelve loca a mi mejor amiga mojigata Kyrie, porque cree que debería
tener más… No sé... ¿decencia? ¿Mojigatería? ¿Preocupación por mi imagen? Tal vez
sea así, pero esa no soy yo. No me importa una mierda. Tetas son tetas; has visto

110
un par de tetas, las has visto todas.
Pero lo que no me gusta es que no me dejen elegir. Si quiero mostrar los
senos en una habitación llena de tipos borrachos y cachondos, lo haré. Porque
mierda, si lo hago, tengo probabilidades de obtener una buena cogida, y eso nunca
es una pérdida. Sin embargo, que me quiten la opción de cubrirme, me molesta. No
es que pudiera hacer algo al respecto en esas circunstancias, pero todavía me sentía
molesta por ello.
Al menos la rabia me daba algo en qué concentrarme, además del miedo y
de la preocupación.
La voz suave y aterradora susurró algo más para mí en su lengua, lo cual
ignoré. Y luego habló en inglés. —Tal vez detengamos el barco, ¿sí? Nos divirtamos
un poco. Yuri, él sigue las órdenes. ¿Yo? Creo que el jefe no sabrá la diferencia si
paramos y te follo rápidamente. —Algo afilado tocó mi esternón, justo en el vértice
de la V de la camisa.
¿Tenía un puto cuchillo contra mi piel mientras estábamos en un barco en el
medio del jodido océano?
Idiota loco. Luché contra el miedo, contra el impulso de gritar, de rogar. No
quería ser cortada. No quería que "me follara rápidamente”.
El mezclador de cemento dijo algo, una vez más corto y directo, un comando.
El cuchillo se deslizó entre mis pechos, el filo mellado contra mi piel, el borde
afilado abriendo mi camisa.
Hacia abajo, hacia abajo. La punta cortando el interior de mi muslo, y di un
respingo cuando me pinchó, soltando un hilo de sangre. Mi camisa ahora abierta y
agitándose con el viento, dejándome desnuda y al aire.
Me quedé quieta. Apreté los dientes, cerré los ojos dentro de la bolsa negra
por encima de mi cabeza. Empecé a gemir un poco cuando la brisa salina hizo picar
el corte que había hecho el cuchillo en mi muslo.
El motor se apagó, y Mezclador de Cemento repitió su comando, y esta vez
fue acompañado con el sonido característico del cargador de la pistola siendo
retirado y liberado. Conocía ese sonido. Sí, también he andado con traficantes de
drogas, y con pandilleros. Incluso una vez con un detective de turno, y él colocaba
el cargador en su arma con el mismo movimiento exacto como los traficantes de
drogas. Puedo ver el movimiento: el arma sostenida en forma recta, la pieza
inclinada en un ángulo, sacando el cargador, y soltándolo.
El de la voz suave dijo algo, pero era apaciguador y rebelde al mismo tiempo.
Lo sentí moviéndose ligeramente, ¿torciendo el cuchillo tal vez, o enfundándolo? No
estaba segura. Pero entonces me agarró un seno, lo agarró con un apretón duro,
cruel, y riéndose. Me quedé inmóvil, haciendo rechinar mis dientes y contuve la
respiración.

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¡BLAM!
Fui salpicada con algo húmedo, caliente y pegajoso. Algo pesado golpeó el
caucho a mis pies, y olí hierro.
Me quedé quieta. Mezclador de Cemento murmuró para sí mismo, sonando
como un quejido. Lo olí mientras pasaba a mi lado, olía a cigarrillos, brisa salina y a
olor corporal. Sentí al barco moviéndose, lo oí gruñir con esfuerzo, y luego el barco
fue sacudido de nuevo con violencia, seguido de un chapoteo.
Escuché algo de velcro rasgándose, y luego algo pesado y áspero fue tirado
por encima de mi cabeza cubierta por la bolsa y bajado más o menos por encima de
mi torso, aplastando mis senos contra mi pecho. No apretó el chaleco, su chaleco
antibalas supuse, y no me desató para que pudiera colocar mis brazos en la posición
adecuada. Pero estaba cubierta.
—Gracias —le dije.
—Cierra la boca —dijo esto con rabia, en gran medida irritado, con acento
inglés.
—Está bien, entonces.
El motor volvió a la vida y salimos otra vez, nos movimos de arriba hacia
abajo, de arriba hacia abajo, durante unos largos minutos que no pude contar.
Tuvimos que haber viajado más de un kilómetro al menos, a juzgar por la cantidad
de tiempo que había pasado. No tenía manera de juzgar nuestra velocidad, pero se
sentía como si estuviéramos viajando muy pero muy rápido.
Y entonces oí un ruido en la distancia, el fuerte rugido de los motores diésel
descomunales. El tono del motor fuera de borda disminuyó y nuestra velocidad igual.
El ruido del motor de diésel aumentó hasta que se encontró directamente sobre
nuestras cabezas, y luego Mezclador de Cemento apagó nuestro motor, sentí que
llegábamos a la costa y nos deteníamos con un golpe contra el gran barco.
El bote se movió cuando Mezclador de Cemento, Yuri creo que se llamaba,
cuando Yuri se inclinó hacia mí y quitó la bolsa de mi cabeza.
Jesús mío, era jodidamente feo. Con cejas espesas, frente pesada, pómulos
altos, labios carnosos, ojos pequeños y brillantes, cicatrices de viruela salpicando su
cara. Pero había evitado que el muerto me violara, así que le debía una.
Levanté mi mirada y vi el otro barco. Era un barco de pesca, con una proa
alta, con popa baja, con una cabina lo suficientemente grande para una o dos
personas, con brazos de elevación, redes y correas colgando hacia los lados. Había
una escalera de cuerda lanzada por la borda, y un número de figuras se reunieron
en la cubierta, cargando varias ametralladoras. O tal vez eran rifles de asalto. No
sabía la diferencia, y de verdad, ¿a quién demonios le importaba? A mí no, eso era
jodidamente seguro.

112
Yuri se sentó a mi lado, extendiendo su mano hacia su cintura y sacando un
cuchillo largo, de aspecto maligno. Me tensé, pero se movió lentamente, mirándome.
—Te voy a liberar —dijo con su voz gutural—. No te muevas.
Me incliné hacia delante y estiré los brazos detrás de mí, traté de abrir las
muñecas tanto como los amarres de plástico me lo permitieron. Hubo un ajuste
momentáneo de la presión mientras cortaba con el cuchillo, y luego el plástico se
separó y mis muñecas se liberaron. Me quedé inmóvil, sabiendo que el mejor plan
era cooperar y esperar una oportunidad. ¿Estar parcialmente desnuda en un barco
en el medio del Caribe, horas antes del amanecer, rodeada de hombres con
ametralladoras? No es el mejor momento para ser la loca y obstinada Layla.
Ese momento vendría, pero no era ahora.
Yuri hizo un gesto con el cuchillo, metiendo la punta en la escalera de cuerda.
—Sube. Nada de mierdas, o mueres.
Pasé mis brazos a través de las aberturas del chaleco y luego me deslicé de
la banca hacia la escalera de cuerda, agarré un peldaño, y empecé a subir. ¿Puedo
tomar un momento y señalar que esta maniobra no es tan fácil como lo hacen
parecer en la televisión? El barco de pesca se movía de arriba hacia abajo por las
olas, y también lo hacía el pequeño bote de goma negro en el que me encontraba,
y ninguno de los dos se movía de arriba hacia abajo al mismo tiempo. Además, yo
temblaba por el miedo, y tenía armas apuntándome. Asimismo, nunca antes he
subido una escalera de cuerda, y tampoco son fáciles de utilizar.
Y tenía que orinar.
Así que sí, era una operación difícil, tener buen agarre en la escalera de
cuerda, conseguir colocar un pie en la escalera y no perder el equilibrio. Si me caía,
probablemente terminaría en las aguas debajo de la embarcación, lo que sonaba
como algo mucho menos divertido de lo que ya estaba teniendo. Pero me las arreglé
para hacerlo, y subí, subí, subí, pasé una pierna por encima de la cubierta, y me
enderecé para hacerle frente a un grupo de hombres tan fuertes, de aspecto tosco,
y potentemente armados que casi me meo encima. En serio, cada uno tenía una
ametralladora en el hombro y la mayoría también tenía una pistola. Varios tenían
cigarrillos encendidos colgando de la comisura de sus bocas.
Todos se me quedaron mirando fijamente como si fuera un pez al que le
había salido brazos y piernas y decidido renunciar a la red y acababa de subirse a
bordo para unirse a la masacre.
Uno de los hombres gruñó algo que no pude entender, y Yuri, subiendo por
detrás de mí, respondió con un encogimiento de hombros y unas pocas palabras en
voz baja. El que había hablado primero hizo un gesto en mi dirección, Yuri hizo un
gesto hacia el agua, y me señaló. Supuse que le estaba explicando lo que había
sucedido con el otro tipo.
El que había hablado primero, un hombre alto, de barba negra y un pañuelo

113
rojo atado por encima de su cráneo como un pirata real, se me acercó y me quitó el
chaleco antibalas de encima, y luego sonrió al darse cuenta de que esencialmente
me encontraba desnuda por debajo. Mi camisa estaba abierta desde arriba hacia
abajo, dejando al descubierto mi frente para su examen pausado. Fingiendo una
calma que no sentía, saqué los brazos de los agujeros del chaleco e hice girar mi
camisa, volví a meter mis brazos para que al menos estuviera un poco menos
desnuda delante de un grupo de delincuentes rudísimos.
Todos habían conseguido un buen vistazo de mis bienes, así que
probablemente todos estaban esperando que el del pañuelo apartara los restos de
mi camisa.
El del pañuelo sostuvo el chaleco y me miró, entrecerrando sus ojos oscuros.
—No nos des ningún problema, y no dejaré que los hombres te molesten. Causa
problemas, y no seré tan estricto con ellos, ¿me entiendes?
—¿Qué van a hacer conmigo? —pregunté.
—Llevarte con el jefe.
—¿Me van a matar?
Se encogió de hombros. —Probablemente, pero no hasta que te haya usado.
—¿Me dan ropa?
—No. Cierra la boca y deja de preguntar. —Hizo un gesto hacia Yuri y luego
a los marineros de cubierta, ladrando una orden en su idioma.
Yuri me agarró por el brazo y me arrastró hacia la cabina, luego señaló a una
escalera que conducía a la cubierta. Bajé, y me siguió, abrió de golpe una puerta de
acero gruesa, y me hizo entrar de un empujón.
La habitación era diminuta, apenas lo suficientemente amplia como para
dejarme extender los brazos en cualquier dirección. Era fría, oscura, monótona, y
olía a pescado. No había nada en ella en absoluto, ni siquiera una cama de prisión.
Y tenía que orinar.
Súper.
¡Ser secuestrada es divertido!

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SÃO PAULO
Traducido por Usakoserenity
Corregido por Liraz

Realmente no conoces lo que es el aburrimiento hasta que has pasado


incontables horas en un cuarto desolado diminuto en un ambiente de total oscuridad,
sin mucho más que una cama de mierda para sentarse. ¿He mencionado que
apestaba a pescados? Bueno, apesta. Hedía muy mal a peces podridos. Es seguro
como la mierda que no era yo la que apestaba, porque yo mantengo limpia a mi
cosa. Es decir, no se puede dejar que un chico se meta ahí abajo si uno no mantiene
su mierda tan fresca y tan limpia, muy limpia.
Pero estoy divagando.
ESTOY MUY ABURRIDA, MALDITA SEA.
Esa ha sido mi mantra durante tanto tiempo que he perdido la capacidad de
pensar en otra cosa. No había espacio en la habitación para caminar, a excepción
quizá de dar un paso en cualquier dirección. Estaba muy oscuro. Hacía frío. El barco
no me lanzaba con tanta fuerza, pero de vez en cuando hacía un ángulo hacia
arriba, haciéndome deslizar hacia atrás, y luego hacia abajo, enviándome hacia
adelante... una y otra y otra vez. No había nada a qué aferrarse, nada con lo que
pudiera prepararme. Traté de quedarme sentada en cada una de las cuatro
esquinas, pero con el solo movimiento de la embarcación me deslizaba por todo el
lugar de todos modos.

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Estaba hambrienta. Sedienta.
Cansada.
Y aburrida.
¿Mencioné aburrida?
Soy una chica activa. Siempre estoy ocupada desde las seis de la mañana
hasta pasada la medianoche la mayoría de los días, o solía estarlo.
Tenía dos trabajos, iba a la escuela el resto del tiempo, además por lo general
encontraba tiempo para nadar durante una hora todos los días entre las clases y
entre los turnos de los fines de semana. Ese era mi pequeño y sucio secreto, esa
hora de nadar todos los días. Programé mi vida alrededor de ello, para ser totalmente
honesta. Comía terriblemente, picoteando de forma regular entre hamburguesas con
panceta, batidos, pizza y borracheras tan a menudo como podía.
Sin embargo, para evitar parecerme a un globo o convertirme en una morsa,
nadaba. Me esforzaba. Todos los días durante una hora, hacía largos en la piscina
local, de ida y vuelta, lo más fuerte y rápido que podía sin parar. Cambiaba el estilo
de nado cada cuatro vueltas: crol, pecho, espalda, mariposa. Diablos, las cuatro
vueltas de mariposa eran una mierda. Pero me mantenían relativamente en forma.
Es decir, Nunca seré de talla cuatro, y mucho menos talla cero, pero sí tenía un
cuerpo bastante firme para una mujer con mi constitución. No fui bendecida por la
genética con algo que se aproximara a ser flaca, con lo cual me siento bien. Estoy
constituida como un maldito ladrillo, y una hora de natación todos los días me
proporcionaba un gran tono muscular, un índice de masa corporal bajo, y una gran
sesión de ejercicios de cardio. Solo que no era flaca.
Una vez más, me estoy desviando.
¿En qué había estado pensando?
Oh, sí, en estar ocupada. Nunca he tenido tiempo de inactividad. Si no me
encontraba en el trabajo, o en la escuela, estaba estudiando, bebiendo o follando.
Y sí, follar también cuenta como un entrenamiento, especialmente si lo haces bien.
Así que para pasar de eso a quedarme sentada en el barco de Roth durante todo el
día, ¿y no hacer ni mierda? Eso fue un cambio difícil. Afortunadamente, Roth se
aseguraba de que hubiera un gimnasio asesino en ese crucero del Caribe que
llamaba yate, del que me aprovechaba regularmente. No había piscina, pero sí un
montón de equipo de ejercicio, incluyendo una máquina de remo. Evito cualquier
ejercicio que implique empujones excesivos: solo termino rebotando demasiado.
Correr en particular, es un infierno, especial para mí, así que evito los aeróbicos, las
cintas de correr, incluso las bicicletas son cosas de las que me mantengo alejada.
Levanto pesas, hago natación, cualquier cosa de bajo impacto o nulo impacto. No
significa que no haya rebotes, problemas en la espalda inferior por acarrear a las
niñas y todo. No te miento.
Dios, ¿me encontraba tan aburrida que pensaba en ejercicios? ¿Qué carajo?

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Con el tiempo la puerta se abrió con un ruido, cegándome con la luz
repentina. Me encogí en la esquina y apreté los dientes, protegiéndome los ojos
cuando la figura de una silueta se inclinó, dejó una bandeja sobre el piso, y salió,
cerrando la puerta una vez más.
Olí comida.
Mi estómago se volvió loco, gruñendo como un idiota al tiempo que me
arrastraba por el suelo hacia la bandeja. Olí el ajo, la cebolla, la carne... un gyro,
¿tal vez? Hice la mejor actuación que pude de una persona ciega, tocando todo con
cuidado, en un intento de averiguar lo que se encontraba en frente de mí. Sin duda,
un gyro, además de una bolsa de patatas fritas, y una lata de algo frío. ¿De verdad?
¿Esto era una prisión, o un patio de comidas del centro comercial? No es que me
quejara. Abrí la lata y la bebí, degustando algún tipo de soda. Dietética maldita sea.
Normalmente dejaba la soda fuera de la dieta porque el estúpido aspartamo me
daba dolores de cabeza y la Coca-Cola dietética por lo general era peor que la soda
regular. Pero los mendigos pueden ser quisquillosos, y definitivamente me
encontraba en un escenario en el que parecía una mendiga, así que bebí la Coca-
Cola dietética. El gyro... esa mierda estaba deliciosa.
Cordero asado cortado finamente, salsa de pepino, algunas cebollas rojas
crujientes, tomates. Devoré esa cosa tan rápido que apenas las probé. Las papas
también estaban cocinadas. Una comida mucho mejor de lo que había esperado al
estar secuestrada. Esperaba que no me dieran nada, que me dieran pan mohoso y
agua maloliente. La maldita cesta de gyro sabía a la de Athens en Coney Island.
Resulta que comer tan rápido después de no haberlo hecho por quién sabe
cuánto tiempo no es la mejor idea.
Hablando de sentir pesadez en el estómago. Me sentó como una bomba en
el estómago.
Además, todavía tenía que hacer pis.

Después de golpear la puerta durante lo que pareció una hora, esta se abrió
de golpe, revelando a un muy cabreado Yuri.
—¿Qué coño quieres? —gruñó.
—Tengo que orinar.
Hizo un gesto hacia el suelo. —Hazlo.

117
Fruncí el ceño. —¿En serio, Yuri? Sé que soy una prisionera, pero vamos.
Permítanme utilizar un baño. Estamos en un barco de mierda, ¿a dónde diablos voy
a ir?
Se me quedó mirando en silencio. —Está bien —dijo, levantando la cabeza y
lo seguí hasta rodear una esquina, a lo largo de un pasillo estrecho hacia un pequeño
cuarto de baño—. La puerta se queda abierta.
Me encogí de hombros, me bajé la tanga y levanté mi camisa, mirándolo muy
molesta. —Si quieres ver, y entonces observa. Me importa una mierda. Va a ser un
largo rato, podrías necesitar un libro.
La comisura de su boca se torció ligeramente, y gruñó con irritación. Él no
quería que yo le agradara pero así era. Diablos, no podía evitarlo; soy una chica
divertida. Pero cerró la puerta, así que decidí tomarme un tiempo y ocuparme de
otros asuntos mientras podía. ¡Manos a la obra!
Y como un extra, vi un bolígrafo Papermate azul en el suelo en la esquina
debajo del fregadero hace mucho tiempo olvidado. Una lapicera es más poderosa
que una espada, ¿verdad? Es decir, he visto plumas usadas como armas en la
televisión un montón de veces. Es mejor que nada.
Sin embargo, ¿en dónde ocultarlo?
No era exactamente como si tuviera algún bolsillo, así que tendría que
ingeniármelas.
Y, sí, la enjuagué antes.
¿Quieres hablar sobre algo incómodo? Jesús. Ahora siento respeto por
aquellas locas perras drogadictas que contrabandean bolsas de cocaína en su
mierda.
Caminé de manera rara en el camino de vuelta a mi celda, pero Yuri no lo
notó. O si lo hizo, no pensó nada al respecto.
Lo más extraño fue, la longitud de la pluma me hizo pensar en los diversos
tipos con los que he estado, y cómo algunos estuvieron a la altura de mi nuevo
novio, el señor Papermate. Algunos no estuvieron a esa altura.
Otros... bueno, ese es un tipo diferente de caminar divertido. Pero entonces,
como todos sabemos, el tamaño del pene no importa cuando se trata de ir al punto;
que lo importante es lo bien que sepas utilizarlo. La circunferencia puede ser
bastante importante, pero los juegos previos triunfan por encima de todo.
El señor Papermate realmente no funcionaba para mí, pero al menos ahora
tenía un arma. Una vez que volví a mi celda mi primera reacción fue sacármelo, pero
entonces lo pensé mejor. Sabía que lo iba a necesitar en algún momento, pero no
sabía cuándo sería. En el barco probablemente no, eso sería un desperdicio.
Seguramente lo necesitaría cuando llegáramos a donde sea que vayamos, a donde
quiera que sea. O tal vez cuando Harris apareciera podía ayudarle a efectuar mi

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escape apuñalando a algunos de estos pendejos en la garganta con el señor
Papermate. Ese parecía un escenario más probable.
Así que lo dejé adentro. Realmente no me gustaba la idea de tener un objeto
extraño allí por más tiempo del que debía, porque me ocasionaría una infección,
pero soportaría el ardor y la agonía de una infección vaginal en vez de ser violada y
asesinada cualquier día de la semana. Es decir, realmente preferiría no pasar por
ningunas de las dos opciones, pero nadie me estaba preguntando qué era lo que yo
quería.
Y la sensación también me dio algo más en qué pensar, y en ese punto de mi
aburrimiento, eso era bienvenido, incluso si era extraño tener un bolígrafo dentro
de mi vagina.
Al final nos detuvimos, pero no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado.
No tenía manera de saberlo. ¿Días? ¿Semanas? Era alimentada en un horario
regular, pero sin punto de referencia, pudo haber sido una vez al día o tres veces al
día... Cuando te encuentras en un agujero negro, mierda se vuelve relativamente
real de forma muy rápida. Y por relativa, quiero decir que te vuelves loca, empiezas
a mover los brazos como un búho. O por lo menos, a mí me pasó.
Cuando Yuri abrió la puerta y me indicó que saliera, me arrastré literalmente
en mis manos y rodillas, parpadeando, y en general actuando como una caricatura.
—Levántate, estúpida. —Me agarró del brazo y me puso de pie—. Puta loca
Americana. Solo has estado allí tres días.
Me puse de pie y me limpié las rodillas, manteniéndolas presionadas entre sí
de forma inconsciente. La pluma no estaba en peligro de caerse, porque seamos
honestos, mantengo mi mierda tan apretada como un tambor. Ejercicios Kegel,
perras.
Flexiona esos músculos. Soy como una maldita fisicoculturista, modeladora
de cuerpo, pero con mí músculo pubococcígeo. Pero aun así, uno se preocupa, en
esta situación. Como uno debería.
Me llevó de nuevo hasta la cubierta del barco, que ahora era un hervidero de
actividad. Los hombres se desplazaban por todas partes, sin camisa, sudorosos, y
maldiciendo, mientras sacaban cajas de la bodega y las subían en una plataforma
suspendida con una grúa de brazo, que a continuación, giraba al otro lado del barco
hacia un contenedor de transporte. En cada caja estaban las iniciales "VK"
estampadas en grandes letras pintadas de negro. Todas parecían pesadas, ya que

119
para moverlas y levantarlas se requería de dos hombres, aunque había un realmente
enorme hijo de puta con los brazos del tamaño de mi cintura transportándolas,
llevando una en cada mano, como bolsas de comestibles. Mientras Yuri me conducía
a través de la cubierta, todo el trabajo se detuvo.
Sus ojos se fijaron en mí.
Sus labios se curvaron en sonrisas lascivas. Mientras se secaban las frentes
sudorosas con el dorso de las muñecas.
Me concentré en la espalda de Yuri, e ignoré las miradas, y me aseguré de
caminar lo más normalmente posible.
En otras circunstancias, hubiera disfrutado con la cantidad de atención que
estaba consiguiendo de los hombres. Probablemente hubiera balanceado mis
caderas un poco, colocado un poco de rebote en mi paso, tal vez guiñado y
coqueteado.
Esta no era una situación típica, y me encontraba bastante segura de que no
me gustaba el tipo de atención que aquellos hombres tenían en mente.
Así que mantuve mis ojos al frente y me apresuré a ir detrás de Yuri. Por
supuesto, mi camisa era mi única prenda de ropa y ahora estaba desgarrada,
dejando al descubierto mi espalda desde el cuello hasta el trasero y, como ya he
mencionado, mi elección de ropa interior dejaba mis nalgas al descubierto como el
día en que había nacido. Así que esos grandes gorilas sudorosos tuvieron un
espectáculo gratuito de todos modos.
Lo bueno es que he trabajado duro para mantener mi culo bonito y redondo
y firme, ¿eh?
Gracias a Dios esta vez no había una rampa que condujera de la cubierta
hasta el muelle. Seguí a Yuri y bajamos del barco. Mirando a mí alrededor, me di
cuenta de que nos encontrábamos en un puerto muy urbano, pero no tenía idea de
dónde. Pasamos junto a los contenedores de transporte apilados de a tres o de a
cuatro, formando un laberinto que bloqueaba el sol al pasar entre ellos. El terreno
debajo de mis pies era industrial, de concreto y estaba húmedo, había un arco iris
por aquí y por allá por las fugas de aceite. Escuche un estruendo de diésel en algún
lugar a mi izquierda, ruidos, el pitido de una máquina de algún tipo que hacía copias
de seguridad, y luego se deslizó un gran contenedor por encima de nuestras
cabezas.
—¿En dónde estamos? —No pude evitar preguntar.
—En Caracas —se quejó Yuri.
—Ca-que… ¿qué?
—Caracas. Venezuela.
—¿Qué hay en los contenedores?

120
—Negocios para el gran jefe —dijo con un encogimiento de hombros.
—Drogas, ¿quiere decir?
—No solo drogas. También armas. Carros. Gente.
Tropecé. —¿Gente?
—Prostitutas. Novias. Esclavos.
—¿A dónde los llevan? —Me sentía mareada y enferma.
—A todas partes del mundo. Miami, Hanoi, Vancouver, Londres... a todas
partes.
—¿Estás de acuerdo con el tema de la esclavitud?
Yuri hizo girar su cabeza en su cuello grueso, y sus pequeños ojos oscuros se
fijaron en mí, duros como trozos de mármol. —No es mi trabajo que me agrade o
no. Mi trabajo es solo llevarte hasta el jefe. Si me gusta o no a nadie le importa. Si
le digo al jefe que no me agrada, ¿sabes qué hará? Me matará, como yo le disparé
al estúpido de Nico. Así de fácil. Por lo tanto, a mí no me gustaría que me mataran,
así que me guardo lo que tengo que decir, y sigo con vida.
—Oh. —¿Qué más hay que decir? El trasfondo era, que no le gustaba lo que
hacía, pero no podía hacer nada al respecto.
—¿Iré en uno de esos? —Señalé a un contenedor.
Yuri negó. —Niet. Tú vales más que ellos. Si te vas en uno de aquellos,
terminarás en una pocilga en Naypyidaw, para ser follada cincuenta veces al día por
un puñado de monedas que no te quedarías, y estarías allí hasta que murieras.
—Napyih… ¿qué?
Se tuvo que reír ante eso. —Naypyidaw. Ciudad capital de Myanmar. Solía
llamarse ser Birmania.
—Bueno, eso no suena divertido.
No tenía nada más que decir, así que lanzó gruñido. Me condujo por un
camino que rodeaba y atravesaba pila tras pila de contenedores de manera tortuosa,
por el que yo no podría haber caminado de nuevo incluso si hubiera estado
prestando más atención. Eventualmente salimos a la base de la clase de grúa
utilizada para construir los rascacielos, la máquina había sido elevada unas decenas
de metros de altura con un brazo articulado de cientos metros de largo, con una
caja en la parte superior a la que solo se podía acceder a través de un ascensor. El
brazo de la varilla se encontraba en movimiento por encima de nosotros, girando
sobre nuestras cabezas con un recipiente cargador en sus garras. Me agaché
involuntariamente cuando pasó por encima de mí, a pesar de que se hallaba
fácilmente a unos cien metros por encima de mi cabeza. Yuri se rio.
—Si eso se cae, te mueres, incluso si te agachas. —Hizo un gesto hacia un

121
helicóptero que esperaba—. Este es nuestro transporte. Para ser una prisionera,
conseguiste un agradable trasporte.
Era un pequeño helicóptero, lo suficientemente grande para tal vez cuatro
personas más el piloto. La puerta se encontraba abierta, revelando asientos de cuero
acolchados, cada uno vacío. Yuri subió y me tendió la mano para ayudarme a
elevarme, pero no le hice caso y entré por mi cuenta, y luego me senté y me abroché
el cinturón.
Estaba sentada en una posición que me permitía ver la cabina del piloto, y
observaba con avidez cómo el piloto manipulaba los controles con manos hábiles,
levantando con habilidad el helicóptero de la tierra sin tanto bamboleo. Parecía
jodidamente difícil, para ser honesta, había muchas cosas más que controlar y no
era tan intuitivo como un avión. Entendí eso con bastante facilidad, pero entonces
también era mucho más simple; un empuje con fuerza para descender, llevar el
control hacia atrás para levantar, girar hacia la izquierda para ir a la izquierda, a la
derecha para ir en esa dirección, pisar los pedales para girar de forma horizontal en
cualquier dirección. Mantener todos los botones, interruptores, y diales rectos era
más complicado, pero no exactamente difícil. Los controles del helicóptero, sin
embargo, parecían mucho más complicados, ya que había que manipular la
embarcación en diferentes ejes: el cabeceo y el viraje, así como la inclinación,
además del ascenso y descenso vertical, todo ello combinado con la velocidad.
Tal vez después de que Harris me rescatara, podría enseñarme a volar
helicópteros, así como aeronaves de ala fija.
Ese pensamiento me perturbó: estaba operando en el supuesto caso de que
Harris viniera a rescatarme, no dudaba de esa parte. Sabía que él debía estar
buscándome. Pero ¿cómo me podría encontrar? Estos chicos me habían
desaparecido de manera muy eficaz. Había pasado de estar en una pequeña lancha
estilo Zodiac a un barco pesquero, y de allí a un helicóptero. No había testigos, ni
registros. Desde el helicóptero pensé que probablemente me llevarían a un lugar
aún más lejano, tal vez en un avión privado al Mediterráneo, o a algún lugar
profundo en el corazón de América del Sur. De cualquier manera, ¿cómo podría
Harris encontrarme?
No soy una llorona. Nunca lo he sido, nunca lo seré. Pero la idea de lo que
me esperaba hizo que se me formara un nudo en la garganta con lágrimas de miedo.
Hasta ahora me han dejado en paz, pero algo me decía que era solo porque estaba
destinada "al jefe", Vitaly Karahalios, el delincuente internacional capo
extraordinario. No tenía ninguna duda de que todo lo que tenía en mente no sería
en absoluto agradable. La violación, tortura y el asesinato habían sido sugeridos
como las posibilidades de lo que me estaría esperando.
Tenía que mantener la esperanza de que Harris, de alguna manera, me
encontraría y rescataría. Preferiblemente antes de que me hicieran algo muy jodido.
Creé un nuevo mantra: Harris está por venir. Harris está por venir. Harris está
por venir.

122
El helicóptero se movió en un ángulo hacia el interior, y después de unos
veinte minutos de tiempo de vuelo, aterrizó en un campo de hierba vacío junto a un
viejo avión, bimotor de hélices. El campo de hierba, me di cuenta, era una pista de
aterrizaje improvisada, es decir que Caracas, Venezuela todavía no era mi destino
final. Los motores de los aviones de ala fija estaban andando, y cuando fui sacada
del helicóptero con un empujón, el timón del avión y los alerones se movieron al
tiempo que el piloto se preparaba para el despegue. Traté de distraerme del miedo
que siempre estaba presente con imágenes mentales de vuelo, lo de revisar los
diales, encender interruptores e ir a través de la lista de verificación, es decir, toda
la mierda aburrida que tienes que hacer para llegar a la cosas buenas: para elevarse
a través del aire, sentirse libre, por encima de todo, observar todo con los ojos de
un pájaro obteniendo una visión del mundo y todos sus problemas concomitantes.
Fui empujada, no muy gentilmente, y con un toque persistente en mi trasero, al
subir las escaleras para entrar en el avión. Había unas cuantas sillas de metal
atornilladas al suelo en la delantera junto a la puerta de la cabina del piloto, pero el
resto del fuselaje se encontraba vacío. Tenía claro que alguna una vez había sido un
avión de pasajeros, pero hace tiempo que había sido reacondicionado para servir
como un avión de carga, con puntos de amarre atornillados a las paredes y pisos.
Yuri me colocó un cinturón, tomó una silla junto a mí, y luego gritó hablando
en su lengua. El avión giró en su lugar, y luego escuché y sentí los motores
despegando de la rampa, sentí las ruedas chocando contra el suelo y luego la
sacudida cuando abandonamos la tierra, en un ángulo brusco hacia arriba.
¿Y entonces…?
Más aburrimiento. Horas y horas de absolutamente nada, ni siquiera algo para
ver, ya que las pequeñas ventanas redondas estaban demasiado lejos para observar
nada, excepto el cielo azul y la chatarra, de vez en cuando una nube. Horas y horas
de vuelo, Yuri roncaba a mi lado. Pude haberme desabrochado el cinturón y saltado,
pero no tenía un paracaídas, no sabía cómo utilizar uno y no quería arriesgar mis
posibilidades de sobrevivir a una caída desde un avión. Y su arma estaba escondida
contra su cuerpo, lo que significaba que si trataba de tomarla, habría posibilidades
que despertarlo y entonces me metería en problemas. Al parecer, no había nada que
hacer más que esperar.
Así que tuve que soportar el aburrimiento lo mejor que pude.
Aterrizamos, eventualmente, y Yuri se despertó sobresaltado cuando tocamos
tierra. Tan pronto como el avión se detuvo, me sacó a rastras del avión y me metió
en otra puta aeronave, esta era otro helicóptero más o menos idéntico al primero.
Gemí en voz alta. —Jesús, ¿de verdad? ¿Más vuelos? Esto tiene que ser el
secuestro más tedioso en la historia del secuestro.
Yuri me lanzó una mirada. —¿Te gustaría que fuera más emocionante,
entonces? Puedo pensar en varias formas.

123
—Bueno, cuando lo pones de esa manera, tal vez que esté aburrida sea algo
bueno.
—En tu lugar, estar aburrido es bueno.
El helicóptero despegó y nos dirigimos hacia el sur sobre una zona verde.
Nadie dijo una palabra. Contemplé saltar y arriesgar a huir por la selva, pero observé
las miradas penetrantes de Yuri en mi dirección con regularidad, como para que
evaluara mi inclinación de realizar algún movimiento. Se encontraba lo
suficientemente cerca como para probablemente ser capaz de agarrarme antes de
que yo misma pudiera desabrocharme el cinturón.
—¿A dónde vamos? —pregunté, después de una hora o algo así.
—A Sao Paulo —murmuró Yuri—. No más preguntas. Estamos cerca de ahí.
Harris está por venir. Harris está por venir. Harris está por venir.
Una ciudad apareció en la vista, basta y extensa, la selva dando paso de golpe
a un paisaje urbano acomodado a pocos kilómetros del mar. Dios, la expansión
urbana. Era vertiginosa. El helicóptero empezó volar bajo, solo unos pocos cientos
de metros por encima del más alto de los edificios, haciendo una línea recta a través
de la ciudad. Oí al piloto brasileño hablando, ¿portugués? Me encontraba bastante
segura de que hablaban portugués en Brasil, y Sao Paulo estaba en Brasil. ¿No?
Dios, ignoraba tanto sobre la geografía del mundo. De todos modos, le oí hablar, y
a continuación, la aeronave desaceleró cuando nos acercamos a un edificio
específico, nuestro destino. Un hotel, por lo que pude ver, uno muy lujoso, del tipo
que tenía plataformas de aterrizaje para helicópteros en el techo.
El aterrizaje fue suave, como una pluma flotando en una brisa, apenas
registrando el contacto. Los rotores dejaron de girar lentamente. En cuanto Yuri se
desabrochó el cinturón, abrió la puerta, y saltó al exterior. Yo misma me había
desabrochado pero se negó a dejar que me bajara por mí propia cuenta,
agarrándome por la cintura y levantándome para dejarme en el suelo. El barrido del
helicóptero me forzó a inclinarme el doble, lo que hizo de mi cabello un nido
enmarañado ya de por sí llenos de nudos. Yuri agarró mi muñeca y me arrastró a
través del techo en casi una carrera, a través de una puerta y hacia un ascensor,
insertó una llave y la giró.
Descendimos brevemente, y luego las puertas se abrieron.
—Ah. Señorita Campari —dijo una voz con acento, profunda como un cañón,
suave como la seda. Tranquila, como la de un depredador—. Bienvenida.
Vi al hombre que era dueño de la voz. Solo unos pocos centímetros más alto
que yo, pero ampliamente musculoso y corpulento, tenía cabello negro ondulado,
penetrantes ojos oscuros, una piel color oliva por el clima, y la mandíbula cuadrada
como de granito. Exudaba amenaza y poder. Llevaba unos pantalones negros a
medida, y un polo gris por fuera del pantalón. Descalzo. Bien afeitado.
Algo en sus ojos cuando me evaluó me hizo temblar. Este hombre... era

124
aterrador.
Quería esconderme detrás de Yuri, pero él ya estaba retrocediendo hacia el
ascensor, retorciendo la llave, y luego las puertas se interpusieron entre nosotros, y
me dejó sola. Me quedé sola, frente Vitaly Karahalios. Toda con el culo al aire y
completamente aterrorizada.
Caminó hacia mí, movió un mechón rizado de mi cabello suelto con un dedo,
dando vueltas a mí alrededor como un gato jugando con un ratón. Su dedo trazó la
línea de mi espina dorsal en donde la blusa se había abierto. Me estremecí y contuve
el impulso de alejarme. Otro breve toque, esta vez en mi hombro. Apartando la
camisa de mi hombro; el algodón se deslizó a mi bíceps, por un lado, y entonces
apartó la blusa del otro lado, y cayó incluso más.
Dio la vuelta de nuevo frente a mí, enganchó el dedo en mi cuello y tiró de
él. Dejé que me quitara la blusa, quedándome de pie delante de él en nada más que
mi tanga. Mantuve la espalda recta, mis rodillas juntas, la barbilla alta.
Desafiante.
No le muestres miedo, conocía bien a los de su especie, demasiado bien.
—¿La trajeron aquí de esta manera? —preguntó—. Voy a tener que
regañarlos. Usted es un huésped.
—No me siento como un huésped —me aventuré a decir.
—Tal vez no. No obstante, deberían haberla tratado mejor. ¿Cómo estuvo su
viaje hasta aquí?
Me quedé mirándolo fijamente. —Me tiraron en una pequeña habitación en
un barco que no tenía ventanas y apestaba a pescado. Aunque los aviones y
helicópteros estuvieron bien.
—¿No la tuvieron en un ambiente adecuado? —preguntó, pareciendo
genuinamente desconcertado.
Negué. —Fue peor que una celda de prisión.
—Idiotas. —Sacó su teléfono del bolsillo del pantalón, hizo una marcación
rápida, y se lo colocó contra la oreja. Habló brevemente en un idioma extranjero, su
voz afilada pero tranquila. Después de dejar el teléfono en el bolsillo, se inclinó y
recogió la blusa, entregándomela—. Voy a arreglar que le traigan ropa adecuada en
un momento, después de que hayamos tenido tiempo para conocernos. Pero
primero, debo hablar con Yuri.
En ese preciso momento, Yuri salió del ascensor. Si yo fuera juez de cualquier
expresión en el rostro de la gente, podría jurar que la expresión de su rostro,
demostraba que él estaba cagando ladrillos. Me miró como preguntándome de qué
se trataba todo, y simplemente me encogí de hombros.
—Yuri —dijo Vitaly, su voz apenas un susurro—. Esto no era lo que yo estaba

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esperando. Me temo que no estoy contento contigo.
—Yo la traje hasta aquí, jefe —murmuró Yuri—. Sin rasguños. Nadie se metió
con ella. Nico, lo intentó, y le disparé. La iba a violar en el barco y, ya sabe. Pero lo
detuve.
—¿En dónde está su ropa?
—Esto es lo que llevaba puesto cuando la secuestramos. Lo juro.
Vitaly se quedó en silencio un momento. —¿Y por qué su blusa está rasgada?
—Nico. Se lo dije, jefe, él… él la iba a violar.
—¿Y por qué no le diste tu camisa? ¿O le buscaste otra cosa para que usara?
—Se acercó más a Yuri, mirándolo—. ¿Y por qué la colocaste en una celda? Debió
haber tenido las habitaciones del capitán. Te lo dije, Yuri. Ella no iba a ser
maltratada.
—Lo siento, jefe, no lo pensé…
—No —murmuró Vitaly—. No, no lo pensaste.
Tal vez creí solo ver el movimiento. Fue tan rápido, pero de forma clara y
fácilmente hecho. El mango de una cuchilla salió disparado de la mano de Vitaly, y
luego con un repentino destello de su muñeca, la hoja se enterró entre las costillas
de Yuri en el costado izquierdo, en un ángulo hacia arriba. Vitaly dio un paso atrás
después de un momento, de haber retirado la hoja. Yuri se quedó un momento,
parpadeando, confundido, y luego cayó al suelo, ligeramente hacia los lados y al
mismo tiempo hacia atrás. La sangre oscureció su camisa, goteó lentamente al suelo
y comenzó a chorrear un líquido de color rojo oscuro en el suelo de mármol blanco.
—¡María! —dijo Vitaly, alzando su voz solo un poco.
Apareció una mujer. —¿Senhor?
—Haz que venga Gutiérrez, dile que tiene que limpiar un lío.
—Inmediatamente. —La mujer desapareció sin siquiera darme una mirada a
mí o al cadáver.
Vitaly se arrodilló, limpió la hoja en la camisa de Yuri, y luego se puso de pie.
Se volvió hacia mí. —Mis disculpas por esto tan desagradable. A veces estos hombres
que contrato, no trabajan como deberían. Ahora, ¿en dónde estábamos? —Me miró,
mientras yo sostenía la blusa contra mi pecho—. Ah, sí. Sígame por favor.
Se giró bruscamente sobre sus talones, y me llevó a un corto pasillo que
terminaba en un conjunto de amplias puertas francesas. Las abrió de un empujón,
revelando una habitación con vistas extravagantes de Sao Paulo. Ignoró la cama
gracias a Dios, e hizo un gesto hacia la puerta que daba al cuarto de baño.
—Una ducha, creo que ¿podría ser bienvenida?
—Eso sería genial —dije—. Gracias.

126
Asintió cuando entré en el cuarto de baño, y luego me siguió. Esperé un
momento, y luego dos.
Vitaly no sonrío, o hizo algún comentario lascivo, pero cuando inclinó una
cadera contra el borde de la encimera y cruzó los brazos sobre el pecho, me di
cuenta de que no tenía intención de irse.
Dejé escapar un largo suspiro, y luego me armé de valor. Nada importaba,
más que mantenerme con vida. Harris está por venir.
Harris está por venir. Harris está por venir. Solo tenía que mantenerme con
vida hasta que me encontrara.
Dejé caer la blusa, enganché los pulgares en los lados de mi tanga y me moví
para salir de ellas, demasiado consciente de que Vitaly estaba observando cada
movimiento. Abrí el grifo de la ducha, ajusté la temperatura, me aseguré de que
hubiera champú, agarré una toallita, y luego di un paso bajo el chorro de vapor de
agua caliente.
Me tomé mi tiempo, tratando de fingir que Vitaly no estaba ahí. Incluso me
lavé mis partes a continuación, traté de actuar con normalidad, como si no tuviera
una pluma atascada hasta donde el sol no brillaba. Sus ojos seguían cada
movimiento, cada rebote y balanceo.
Cuando terminé, cerré el agua, me limpié la cara, y encontré a Vitaly
extendiendo una toalla para mí, la mantenía abierta. Me moví para tomarla de él,
pero él la retiró, hizo un gesto negativo haciéndolo sonar en la garganta, y luego me
la ofreció a mí otra vez.
Mierda.
Me quedé quieta, goteando en el suelo de mármol.
Sus manos nunca entraron en contacto directo con mi piel mientras me
secaba con la toalla suavemente y con cuidado, frotando y frotando todo desde los
hombros hasta los pies, pero sin embargo… no me sentí violada, exactamente, pero
sí consciente de las consecuencias de la desobediencia, y asqueada con lo que yo
sabía que tendría que soportar. Tuve que contener el aliento y traté de no
estremecerme, intentando no luchar con él. Me tomó cada pizca de autocontrol que
poseía, pero conseguí atravesar todo el proceso sin protestar, verbal o físicamente.
Se me puso la piel de gallina, y mi estómago se rebeló.
Quería volver a entrar en la ducha y lavarme de nuevo.
Sus ojos recorrieron mi cuerpo, incluso una vez presionó su nariz contra mi
piel junto a mi cadera e inhaló profundamente, y luego alzó la mirada hacia mí.
Me secó mis pechos, largamente. Despacio. Elevándolos y acariciándolos con
la toalla.
Oh Dios. Oh Dios.

127
Soporté en silencio. Mantuve los ojos abiertos, sin expresión, mirando al
frente.
Al último me secó el trasero, una vez más, haciéndolo lentamente, sin prisas,
y una vez más tuve que centrarme en respirar y mantenerme tranquila.
Se ocupó de secar cada pequeña parte de mí, para mi buena fortuna.
Cuando por fin terminó, levantó una bata blanca y gruesa del gancho en la
parte posterior de la puerta, y la colocó sobre mis hombros, esperó hasta que deslicé
mis brazos en las mangas, y luego la ató a mí alrededor. Sin apretarla mucho, por
lo que mis pechos no se encontraban bastante cubiertos. Por supuesto. Vitaly dio
un paso atrás, de nuevo en el dormitorio.
—Tiene una voluntad de hierro, señorita Campari. No reaccionó en absoluto.
—De cualquier manera puede que salga de esta con vida o puede que lo haga
muerta. Es todo lo que realmente importa.
Se puso de pie en el centro de la habitación, con las manos en los bolsillos de
su cadera. —Usted determina lo que puede suceder, señorita Campari. Realmente
no tengo ningún problema con usted, personalmente, creo que ya sabe hacia quien
está dirigida mi ira.
—Hacia Roth.
Vitaly frunció el ceño. —No, realmente no. Es hacia su amiga, Kyrie St. Claire.
Ella mató a mi hija. Es ella la que tiene que sufrir.
Me estremecí ante eso. —¿Entonces qué quieres de mí?
—Muy poco. Usted es el cebo, nada más y nada menos. Ella vendrá a
buscarla. Enviará a alguien. A ese bárbaro de, Nicholas Harris, en primer lugar. Tal
vez a otros. Con el tiempo, ella misma va a estar frente a mí. Ahí es cuando iniciará
el sufrimiento.
Tragué saliva con dificultad. —Ella solo estaba actuando en defensa propia.
Se encogió de hombros. —Eso lo sé. Pero no importa. Ella mató a mi hija. No
puedo excusar eso, sin importar la razón. —Me miró—. Hasta entonces, todo lo que
necesito de usted es... su cooperación. Usted es una diversión, nada más.
Una diversión.
Mierda.
De verdad no me gustaba como sonaba eso.

128
VIAJE
Traducido por MadHatter
Corregido por Daliam

A medida que pasaban los días, empecé a jugar algo conmigo misma.
Vitaly siempre se encontraba presente, siempre era un caballero conmigo.
Nunca maldijo, nunca fumó, y nunca levantó la voz. De hecho, jamás levantó la voz
en absoluto, a nadie. Siempre fue totalmente sereno, tranquilo, calmo como un lago
cristalino. Sus ayudantes domésticos parecían respetarlo, pero no parecían temerle.
Los hombres, sin embargo, los soldados de a pie y los sicarios de nivel básico o
como sea que quieras llamarlos, ahora le tenían muchísimo miedo de Vitaly. Y con
buena razón. Los mataba con regularidad, por la menor infracción. Una
representación errónea, un trabajo fallido, una mirada poco aconsejable hacia mí
persona... y esa navaja encontraba sus costillas. Nunca lo veían venir. Era como una
serpiente llamativa, repentina, viciosa, y final. Nunca erraba, jamás dudaba. Iba
directamente al corazón, y ellos solo caían muertos.
Y siempre era un hombre llamado Gutierrez quien levantaba el cuerpo.
Gutierrez era bajo, delgado y calvo, y siempre llevaba gafas de aviador espejadas,
pantalones cortos negros, camiseta negra de cuello redondo, sandalias deportivas.
Parecía un uniforme. Nunca andaba armado, al menos por lo que podía ver. Y era
aterradoramente eficiente en la eliminación de los cuerpos. Era como una escena de
Scandal: aparecía con una enorme lona azul, rodaba el cuerpo sobre ella, envolvía
el cuerpo en la lona y la sellaba con cinta adhesiva, metía el cadáver en una carretilla,

129
y se lo llevaba. Momentos después de eso, María aparecía con un montón de toallas
y desinfectante, y las manchas de sangre se habían ido. Todo el proceso duraba
menos de diez minutos.
Por lo tanto, el juego que empecé conmigo misma era bastante simple, y
bastante mórbido: me despertaba cada día y me preguntaba qué iba a estar
dispuesta a hacer para mantenerme con vida. ¿Qué horror iba a soportar de buena
gana, si eso significaba que mi corazón seguiría latiendo? ¿Qué barbaridad
perpetraría si eso significaba otro día más cerca del rescate de Harris?
Cantaba mi mantra como si fuera un "Ave María", una y otra y otra vez: Harris
está por venir, Harris está por venir, Harris está por venir.
Hasta el momento, cuatro días después de mi cautiverio, había sido muy bien
tratada, aunque andaba ligera de ropa. Vitaly me proporcionó un nuevo par de ropa
interior, una tanga diminuta roja. Nada de camisas, ni una parte superior de bikini,
ni nada. Al parecer, su afirmación de que iba a estar vestida adecuadamente era
una mentira. Vivía con ese tanga, y me obligué a actuar como si estuviera
completamente vestida. Soporté los ojos de sus lacayos a medida que iban y venían
con sus informes, los ojos de las criadas y el chef mientras traían las comidas, los
guardaespaldas siempre acechando justo a la vuelta de una esquina. Y los ojos de
Vitaly, siempre sus ojos.
Un toque, de vez en cuando. Una palmada en mi trasero, una breve caricia a
mi seno. Una mano en mi cadera, una inhalación de mi cabello.
Me vi obligada a ducharme con Vitaly siendo mi público una vez al día, por la
mañana, después del desayuno.
Descubrí que Vitaly era un animal de costumbres. Se despertaba a las seis
a.m. salía de la cama y hacía ejercido durante treinta minutos. Se colocaba en
cuclillas, hacía estocadas, dos tipos de flexiones, abdominales, oblicuos, planchas,
cinco repeticiones de veinte con cada una. En el tercer día, me hizo hacerlo con él.
Estúpido. A las seis y media desayunaba, yogur natural con fresas recién cortadas,
cuatro huevos revueltos con queso, cuatro rebanadas de pan tostado con poca
mantequilla, tres tazas de café, y un puñado de suplementos vitamínicos. A
continuación, se duchaba, se afeitaba, se vestía y me observaba bañar. A las ocho
estaba listo para salir, y por lo general abandonaba el ático en el helicóptero con
dos guardaespaldas en el remolque, y un hombre mayor, curtido por la intemperie
con el cabello teñido de canas a su lado. El nombre del hombre mayor era Cut. Al
menos, así es como Vitaly lo llamaba.
Cut nunca me miraba tanto, pero sentía su atención de alguna manera, de
todos modos. No me gustaba su atención. Esto hacía que mi piel se pusiera de
gallina, hacía que mi intestino se retorciera.
Y sí, todo el tiempo que tenía a mi viejo amigo el señor Papermate, la Jodida
Pluma en su lugar, listo cuando lo necesitara. Era malditamente incómodo.
Definitivamente no quería tener algo duro allí en absoluto, y mucho menos durante
tanto tiempo. Estaba empezando a doler muchísimo, y nunca era capaz de olvidarme

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de él. Iba, por supuesto, a terminar con una infección de mierda.
Súper divertido.
Pero no tenía ninguna duda en mi mente de que iba a terminar necesitando
al señor Papermate en algún momento de esta pequeña aventura. Especialmente
con Cut alrededor.
Cut me asustaba más que Vitaly. Cut era desconocido, mientras que Vitaly, al
menos sabía a ciencia cierta que él podía y mataba sin escrúpulos. Sabía que le
gustaba mirarme, le gustaba verme duchándome, le encantaba tocarme un poco.
Me hacía dormir en el suelo a los pies de su cama como un jodido perro, lo que
realmente me molestaba, pero lidié con eso sin quejarme porque me gustaba estar
viva, y no significaba nada al largo plazo. Sin manta, sin almohada. Solo la alfombra,
mi trasero desnudo, mi brazo debajo de la cabeza. Vitaly estaba jugando conmigo,
poniéndome a prueba, empujándome a mis límites.
Tratando de provocar una reacción.
Por desgracia para él, era absolutamente correcto en su evaluación de mí
persona: yo tenía una voluntad de hierro. Si me decidía a hacer algo, no había fuerza
en la tierra que pudiera influirme para no hacerlo. Por lo general, solo hacía lo que
quería, lo que me parecía divertido o fácil. Pero si tengo algo en mi mente, no había
nadie ni nada que me detuviera hasta que lo hiciera. Así fue como logré trabajar en
dos empleos a tiempo completo además de las quince horas de crédito en la
Universidad Estatal de Wayne. Así fue como sobreviví a la mierda que hice, mientras
iba creciendo. Sobreviví el gueto como un extraño, ni negra, ni blanca, ni hispana,
sino como una chica sola en las calles y en las escuelas, que a menudo eran tan
peligrosas como las calles, si no más. En la escuela, podían atraparte en el vestuario
o en el baño. En las calles por lo general había un lugar hacia a donde correr.
Sobreviví a eso, no necesariamente ilesa, pero sobreviví. Sin embargo, no hablo de
esa mierda con cualquier persona. Con nadie, ni siquiera con Kyrie.
Pero sobreviví. Me abrí paso a través de cualquier jodida mierda, sin importar
qué. Había llegado hasta aquí, logré salir del gueto por mi cuenta, pagué la escuela,
estuve malditamente cerca de conseguir un título de grado, y un buen conjunto de
habilidades. Y que me jodan si algún puto capo griego terminaría conmigo.
¿Quería ver cómo me duchaba como un enfermo desagradable de mierda?
Déjalo que mire. ¿Quería hacerme dormir en el suelo como Fido? Dormiría en el
suelo.
¿Quería violarme?
No sería la primera vez.
¿Quería darme una paliza?
No sería la primera vez.
No había sido torturada, pero sobreviviría también a eso.

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Y, además, Harris estaba en camino.
Así que cada mañana cuando los ojos negros sin expresión de Vitaly me
observaban duchándome, me imaginaba un nuevo escenario infernal, y pensaba en
mis mejores opciones.
Resulta que una de ellas se hizo realidad.
Vitaly se había ido, dejándome sola en el ático. El ascensor estaba bloqueado,
sin botón de llamada, solo el ojo de una cerradura. Todos los puntos de salida o
entrada se encontraban o bien protegidos o bloqueados. Tenía una televisión en el
idioma local, por supuesto, y revistas, de nuevo todo en el idioma local, y la mayoría
eran de desnudos de todos modos. No algo que me gustara.
EL ABURRIMIENTO APESTA.
Hojeé todas las revistas, traté de adivinar palabras y frases, vi televisión que
no entendía. Paseé un montón, y miré muchísimo por la ventana. Una gran cantidad
de gente iba y venía muy por debajo de mí, preguntándome si uno de ellos era
Harris.
Y entonces sucedió.
El ascensor se abrió, revelando a Cut. Se encontraba ensangrentado de pies
a cabeza, salpicado y pintado de carmesí.
Aunque ileso, al parecer, lo que significaba que la sangre era de otra persona.
Se pavoneó hacia mí, dejando huellas de sangre sobre el mármol, con la sangre
goteando de sus dedos. Incluso tenía sangre en la cara, en el cuello, en las orejas.
Una sonrisa atravesó sus rasgos, dividiendo su rostro bañado de escarlata
con sus dientes blancos. —Todo el mundo se ha ido.
Miré a la puerta por la que por lo general aparecía María. —Oh. Está bien. —
Retrocedí.
Se metió una mano en el bolsillo, casualmente, y se acercó más. —Solo
estamos tú y yo.
—¿En dónde está Vitaly?
—Lo llamaron a Brasilia. No regresará por muchos días.
Tragué saliva con fuerza. —Oh. Um. Bueno.
Mi piel se estremeció a medida que Cut dio un paso lo suficientemente cerca
para que pudiera oler la sangre y la muerte en él. Tocó el centro de mi pecho,

132
dejando una raya roja en mi piel mientras arrastraba la punta de su dedo hacia abajo
entre mis pechos. —Ahora eres mía.
—Yo... no creo que esa sea una buena idea, Cut. —Me obligué a mantener la
calma, a respirar—. Él va a volver, y sabrá si me haces algo.
—No lo va a saber.
Levanté la barbilla. —Me aseguraré de que lo sepa. —Me enfrenté a él de
lleno, nariz con nariz. Coloqué toda mi actitud en mis ojos. Todo mi desprecio—. Si
quieres un pedazo de mí, no será fácil. Lo que significa que él lo sabrá. Y eso no
saldrá bien para ti. Mató a Yuri solo por no tratarme lo suficientemente bien en el
camino hasta aquí. ¿Qué crees que te va a hacer si me haces daño?
Cut simplemente me miró de forma lasciva. —Soy su amigo más antiguo.
¿Crees que me mataría como lo hace con esos pedazos de mierda insignificantes?
—Escupió sobre el mármol—. No lo hará. Si quiero un pedazo de ti, lo agarro y listo.
Y perra, hazlo difícil y te vas a arrepentir. Te lo prometo.
Me aparté. —Que te jodan.
Nunca vi a su puño moviéndose. Solo el ¡BAM! Estaba en el suelo, mi mejilla
palpitando. Y entonces se inclinó sobre mí, su aliento rancio en mi cara. —Respuesta
equivocada. —Una palma abierta golpeó mi mejilla, y luego otra vez el otro lado.
Una y otra vez, hasta que me sentí mareada por el dolor.
Me tragué el dolor, apreté los dientes, y seguí respirando. Cuando Cut
finalmente se puso de pie, mi labio estaba partido y mi cara palpitaba con un dolor
ardiente.
Me lo quedé mirando fijamente, sin parpadear. —Pegas como una nena.
—¿Quieres más? —Cut se burló.
Golpeó mi teta, y Jesús, eso dolió. Una vez más, de nuevo y otra vez. Apreté
los dientes y lo soporté, mis ojos ardiendo y derramando lágrimas, pero no lancé ni
siquiera un gemido. Y luego me pellizcó. Y por "pellizcar" me refiero a pellizcos
drásticos y retorcidos tan fuertes que pensé que intentaba arrancarme el jodido
pezón. Un grito se me escapó, pero me lo tragué.
Tenía manchas de sangre sobre mí por sus manos y su ropa, y me retorcía
en agonía cuando finalmente me soltó. Tomé un momento para respirar, y luego me
alejé, dándome cuenta de que todo esto era simplemente el juego previo para él.
—¿Ahora vas a cooperar, perra? ¿O quieres que empiece a hacerte daño de
verdad?
Debería cooperar simplemente. Pretender que era una follada de un borracho.
Era un poco viejo para mi gusto, y no sería agradable, pero si cooperaba, él
terminaría en unos pocos minutos y todavía me encontraría viva.

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Pensé en ello. Mierda, sí, lo hice.
Durante unos cuatro segundos.
—Que. Te. Jodan —escupí las palabras, y luego escupí en el suelo cerca de
sus pies.
¡CRACK! Su puño me abrió el labio y me aflojó un diente. Me tiró al suelo. Me
dolió, pero había sido asaltada y me habían sacado la mierda una vez, me golpearon
lo suficiente mal como para necesitar hospitalización en una ocasión, así que esto
no era exactamente un territorio nuevo para mí. Por supuesto, él era un tipo grande
que había golpeado gente durante más tiempo de lo que yo había vivido, por lo que
podría golpearme significativamente más fuerte que los pandilleros drogados
adolescentes que me habían asaltado cuando me encontraba en la escuela
secundaria.
Me golpeó dos veces más, y sentí el dolor formándose lo suficiente como para
sentir que tal vez era hora de dejar de burlarme de él.
Pero entonces oí un ruido, y me asomé a través de los ojos hinchados para
verlo desabrochándose los pantalones.
A la mierda esto. Que se joda. No sin una pelea, gilipollas.
Bajo la apariencia de darme vuelta y gemir de dolor, lo que no tuve que
falsificar exactamente, claro está, me retorcí sobre mi lado, lejos de él, y saqué al
señor Papermate, la Pluma de mi Coño, me lo saqué lo más rápidamente y
subrepticiamente como pude.
Jesús, apestaba.
Me acurruqué en una bola, ocultándola de él. Le quité la tapa, parpadeé con
fuerza para aclarar mi visión, la sostuve en el puño, apuntando hacia abajo, sí,
estaba un poco... resbaladiza. Asco. Simplemente... asqueroso. Sin embargo, esto
serviría para enderezar su culo.
Esperé. Acurrucada en una bola, luchando contra el impulso de gemir de
dolor. No iba a llorar. Por supuesto que no maldición.
Hijos de puta como él no me harían llorar. Nada podía. Nadie podía.
Su pie chocó contra mi espalda, enviándome a rodar por el suelo. Estuve a
punto de dejar caer la pluma, pero logré sostenerla. Gemí, acurrucado en una bola
de nuevo, y esperé.
Esta vez, me agarró del brazo y me colocó sobre mi espalda, a horcajadas
sobre mi cuerpo boca abajo con una pierna a cada lado. Aún de pie, se inclinó sobre
mí.
Cabrón.
En silencio, le di las gracias a Brad el luchador de MMA y a nuestros seis
meses de práctica caliente de jiu-jitsu brasileño barra sexo.
Casi me reí de la ironía: Estaba a punto de usar el jiu-jitsu brasileño, y me

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encontraba en Brasil. Je-je-je.
Vamos a romper algunas mierdas.
Metí la pluma entre mis dientes, asco, y agarré su mano con las dos manos,
y luego lo retorcí hasta que no pude torcerla más, enganchando mi pierna alrededor
de su brazo para que la parte posterior de mi rodilla abrazara la superficie de su
codo. Sonriendo hacia su cara sorprendida, entonces me retiré hacia atrás con
ambas manos mientras balanceaba mi cuerpo en la dirección opuesta. CRACK. Su
codo ahora se encontraba doblado en dos direcciones.
Todo el movimiento me tomó menos de tres segundos.
Gritó, grité, fue glorioso.
Cut cayó al suelo, retorciéndose y agarrándose el brazo arruinado. Me di la
vuelta sobre él, enganché mi pierna alrededor de su cuello y le di una buena y sólida
llave de piernas; mirando hasta que la jodida perra se volvía azul.
No había terminado.
¿Violarme? Hijo de puta, no lo creo.
Tomé la pluma en mi puño, le escupí en la cara. Me armé de valor, con la
mandíbula apretada, con una aprensión fija y tensa. Él lo vio venir. Me aseguré de
que lo hiciera. Sostuve la pluma en alto, la palma de una mano ahuecando la palma
de mi puño que tenía la pluma, la bajé con tanta fuerza como pude en la cuenca de
su ojo, colocando todo mi peso, toda mi fuerza en el movimiento. Le atravesó el ojo
como... bueno, como una pluma atraviesa la gelatina. Golpeé la resistencia, y la
pluma se atascó. Él se agitaba, gorgoteaba, se retorcía. Olí mierda. Puse mi mano
en el extremo de la pluma que sobresalía de su cráneo, bajé el puño sobre el dorso
de mi mano como un martillo, metiendo la pluma más en su cerebro.
Se quedó inmóvil.
Vomité hasta que ya no tuve nada más que bilis.
Liberé la pierna que tenía agarrada sobre él, me quité de encima su cuerpo
inerte. Me puse de pie, temblorosa, mirándolo fijamente, y vomité nuevo.
El ascensor seguía abierto, aún en el agujero. Esa era mi oportunidad de salir
de aquí. Hice un trabajo rápido con la camisa empapada de sangre de Cut,
desabrochándola, quitándosela de su torso, y luego me la coloqué,
estremeciéndome ante la pegajosidad húmeda y tibia de la misma. Dios, era tan
jodidamente asqueroso. Pero estaba cubierta. Desaté sus botas, se las saqué, metí
mis pies en ellas, las até tan apretadas como pude, y luego comencé a revisarlo en
busca de un arma. Encontré un cuchillo plegable negro en su bolsillo, la hoja limpia
mientras el mango estaba pegajoso y sangriento. Claramente, esta fue el arma
utilizada para crear toda la sangre que lo cubría a él, y ahora a mí.
No importa, estaba cubierta, calzada, y armada.

135
Hora de irse.
Corrí a tropiezos, entrando en el ascensor dando tumbos, sus enormes botas
flotando y sonando como zapatos de payaso. Lucía ridícula, pero eso no era un
problema. Es decir, lo era, porque el pensamiento cruzó mi mente, porque en el
medio de un escenario de vida y muerte lucía completamente ridícula, vistiendo una
camisa blanca empapada de sangre de un hombre, el borde colgando sobre la mitad
de mis muslos, y un par de enormes botas de trabajo con mal olor de hombre, diez
tallas más grande. Pero no me encontraba desnuda, y no corría descalza por Sao
Paulo, así que tenía eso a mi favor.
Además, acababa de matar a un hombre.
Ya habría tiempo para procesar eso más tarde, con suerte. Ahora, tenía que
salir de aquí.
Giré la llave hasta la P, para el lote de estacionamiento, supuse. Esperaba
que fuera así. La puerta se cerró y el ascensor se puso en marcha con una sacudida,
descendiendo rápidamente. Un par de golpes suaves, y el ascensor se detuvo, la
puerta se abrió, y la atravesé, con la hoja del cuchillo desnuda, el filo hacia arriba.
Un chico con el que había salido una vez me había enseñado a sostener el cuchillo
con la hoja apuntando hacia arriba. Era un personaje bastante rudo, obviamente,
pero me había explicado que si ibas a cortar a alguien muy rápido, cortaras hacia
arriba, empezaras por abajo y de golpe fueras hacia arriba. Puedes ejercer más
fuerza yendo hacia arriba de una vez, para hacer más daño.
Gracias, Lil D. Parece que eso será útil.
El estacionamiento no estaba vacío. Había un montón de ayudantes de pie
alrededor fumando marihuana, charlando, riendo. Guardaron silencio cuando me
vieron, y uno de ellos se me acercó, con un porro iluminado entre sus dientes,
extendiendo sus manos, hablándome en portugués.
—No hablo esa mierda, hermano. ¿Hablas Inglés? —Eso era español, no
portugués, pero era todo lo que tenía.
—No Inglés. —Hizo un gesto hacia el cuchillo, diciendo otra cosa.
—Podrás agarrar el cuchillo sobre mi cadáver, idiota. —Entendió mi tono de
voz, al menos, y retrocedió, levantando sus manos. Me abalancé sobre él, agarré su
camisa—. Necesito un auto.
—¿O qué? —Parecía sorprendido por mi repentina agresión, pero no
particularmente preocupado.
—Un coche. ¿Un auto? ¿Das Auto? Mierda, eso es alemán. Um... —hice
mímicas de conducir, haciendo un sonido de zoom-zoom.
Los otros ayudantes se rieron como unas jodidas hienas, pero el chico contra
quien tenía mi cuchillo presionado en su cuello no se estaba riendo. Sudaba y les

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hizo movimientos a sus amigos, hablando en portugués. Denle las malditas llaves,
idiotas, imaginé. Uno de ellos revisó su bolsillo y sacó una llave pegada a un anillo
con una etiqueta con forma de balón de fútbol. Me tiró el anillo y me hizo un gesto
hacia un cacharro destartalado y viejo, algo pequeño y verde, ahora más oxidado
que pintado. Probablemente con una palanca de cambios. Lo bueno es que también
había aprendido esa habilidad. ¿Cómo? Lo has adivinado, con un amigo con el que
follaba. ¿Ves? El ser una puta viene muy bien, siempre y cuando aprendas
habilidades valiosas en el camino.
Me subí en el asiento del conductor, dándole las gracias a mi buena estrella
de que estuviera a la izquierda, lo que significaba que aquí conducían a la derecha,
lo que haría que mi escapada fuera mucho más fácil. Di vuelta a la ignición, y el
motor se encendió con una tos y un bombardeo iónico, y luego se puso a ralentí.
Estaba a punto de ponerlo en marcha atrás y de presionar el embrague, pero uno
de los mozos golpeó el capó, gritándome algo. Me quedé mirándolo en el espejo
retrovisor, encogiéndose de hombros abiertamente.
Golpeó el capó de nuevo, haciéndome una mímica para que lo abriera. Busqué
a tientas, encontré el pestillo y abrí el maletero.
¿Tal vez era su coche y quería sacar algo? No pensé que habría una
persecución inmediata, no hasta que alguien encontrara a Cut. El ayudante, el que
me había tirado la llave, cerró el maletero de nuevo, guardándose una bolsa y lo
que parecía un fajo de billetes y un tubo. Sí, su coche. También tenía un par de
pantalones cortos, una camiseta y un par de sandalias en la mano.
Las arrojó por la ventana abierta hacia mi regazo. —¿Gran jefe, allá arriba?
Estúpido.
Asentí. —Sí. Es un idiota, esa es una palabra para él.
Me señaló. —Roba mi coche. No te vi.
Le sonreí. —¿Ver a quién?
Se rio y se apartó, y empujé la palanca de cambios en primera, presioné el
embrague, y apreté el acelerador.
El pequeño coche antiguo se sacudió hacia adelante y los ayudantes salieron
del camino, riéndose de mí. Hice chillar los neumáticos cuando empujé la palanca
hacia segunda y me fui, subiendo y subiendo, hacia la luz y saliendo a la ciudad.
Casi me chocaron inmediatamente después de salir del garaje. Súper grandioso. Un
gran camión lleno de fruta se desvió del camino, haciendo que me ganara unos
gritos y lo que supuse que fueron gestos groseros. Solo les saqué el dedo y me fui,
pasando con velocidad por delante de ellos y por medio de una intersección. Por
supuesto, el semáforo estaba en rojo, lo que causó que dos golpearan la calzada y
una colisión de frente cuando me lancé a través de la intersección, tocando el
pavimento una vez que pasé. Resultó que este pedazo de mierda podía moverse.
Quiero decir que no era BMW, pero tenía un poco de levante. Bastaba con que

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pudiera pasar alrededor de los coches más lentos y atravesar las intersecciones.
Pero entonces se me ocurrió una idea: yo era una mujer estadounidense, sin
pasaporte, sin una licencia de conducir de Brasil, y estaba usando nada más que
una camisa ensangrentada, con un cuchillo ensangrentado todavía apretado en mi
mano sobre la palanca de cambios. Tal vez no debería llamar demasiado la atención.
Así que empecé a frenar para esconderme con el tráfico, obligándome a mantener
la calma y a aparentar que sabía lo que estaba haciendo.
No lo sabía.
No había pensado en nada más, más allá de salir del hotel.
Así que ahora me encontraba en una ciudad extraña, sola, medio desnuda,
sin dinero, sin identificación, sin posibilidad de comunicarme con nadie. O sea, me
sabía el número de teléfono celular de Kyrie de memoria, pero no tenía un teléfono,
y no sabía cómo marcar afuera del país.
Me giré al azar, paseando por la ciudad sin rumbo fijo, tratando de pensar en
un plan. Necesitaba dinero, y tenía que ponerme en contacto con Kyrie para que
pudiera decirle a Harris cómo encontrarme.
Paso uno, cambiarme la camisa ensangrentada.
Entré en un callejón y me dirigí hasta la mitad, coloqué el cacharro en punto
muerto y dejé el motor en marcha. Me quité la camisa ensangrentada y la arrojé por
la ventana hacia un contenedor de basura cercano. Me saqué las botas y también
las lancé. Me coloqué la camisa del ayudante, los pantalones cortos y las chancletas.
Gracias a Dios que era un pedazo de mierda pequeño y flaco; la ropa era en
realidad un poco pequeña. Los pantalones cortos azules terminaban abrazando mis
muslos y mi trasero, y la camisa marrón apenas cubría mis tetas, y cuando logré
que las cubriera, era más apretada que un jodido sujetador deportivo. Las sandalias
eran un poco grandes, lo cual funcionaba.
Mi cabello era un desastre, así que busqué en el entarimado en el lado del
pasajero, este tipo obviamente vivía en su coche, ya que era una zona de desastre
profana de basura al azar. Eventualmente encontré una banda de goma y la usé
para atar mi cabello, sería muy jodido desenredarlo después, pero por ahora eso
mantenía a mi cabello fuera de mis ojos.
Incluso había un par de gafas de sol rayadas del estilo de las que venden en
la tienda por un dólar en la parte de atrás. Y… ¡bingo! Algunos billetes firmemente
enrollados de un dólar en la guantera. ¿Pesos? ¿Qué usaba Brasil como moneda?
Desenrollé uno y lo examiné; aparentemente eran reales. Rosas, con una foto de
una escultura en la parte delantera, el número 5 en la parte superior derecha e
inferior izquierda. Los conté, tenía cien real. ¿Reales? El plural correcto no
importaba. Gracias Pedro, decidí que apodaría a mi ayudante benefactor como
Pedro, por ser una ardilla ahorradora.
Vestida más como una ser humana normal y no una víctima de una película

138
de terror, sentí que ahora tal vez tendría oportunidad. Una delgada, pero era algo.
Es sorprendente cómo un conjunto de ropa sin sangre puede mejorar el
estado de ánimo de una chica, ¿eh?
Salí del callejón con cuidado, viendo al tráfico yendo en sentido contrario en
busca de un lugar despejado. Salí, y me alejé. Conduje a un ritmo tranquilo, sin
prisas, sudando a mares, cortando por una vía directa en una dirección, luego
girando a la izquierda y conduciendo durante varios kilómetros, y entonces girando
a la derecha y yendo aún más lejos, tratando de escapar de la escena del crimen.
Revisaba mis espejos regularmente, en busca de signos de que me estuvieran
siguiendo, pero, hasta ahora, nada.
Encontré una gasolinera con un pequeño mercado, coloqué uno de mis
preciosos billetes de cinco reales, para meter gasolina en el tanque, y entré en la
pequeña tienda. Compré una botella de agua, lo que esperé que fuera una barra de
proteínas, y un mapa de la zona. En el mostrador, vi teléfonos celulares prepagos y
tarjetas por minuto. Por supuesto, las instrucciones se encontraban en portugués,
pero soy una chica inteligente, esperaba que fuera capaz de entenderlo. Agarré un
teléfono y una tarjeta y se la pasé al cajero. Me llamó por teléfono, y me lo entregó.
Y luego, entrecerrando los ojos, dijo—: ¿Estadounidense? —Era un hombre
mayor, con algunas canas en el cabello, arrugas y tiempo en su piel.
Uno pensaría que con mi cabello y el color de mi piel sería capaz de pasar
como una local, pero al parecer no. Solo asentí. —Sí. Estadounidense.
Mordió algo en su boca, y luego abrió el teléfono, agarró los paquetes de
minutos y retiró la tarjeta SIM, le echó un vistazo a las instrucciones, y luego pasó
unos minutos presionando los botones y escuchando. Finalmente, cerró el teléfono,
un viejo teléfono al estilo de las conchas de almeja, el más barato que tenía, ya que
era todo lo que podía permitirme, y me lo entregó.
Señaló un conjunto de instrucciones en el envase del plan de minutos y me
lo entregó. —Marca a casa. Llamar a Estados Unidos. Es fácil.
Debió haber asumido que yo era una estudiante o una turista, perdida,
tratando de llamar a casa. Lo cierto es que, gracias a Dios, aún había gente
agradable en el mundo.
Me encontraba más cerca de las lágrimas ante su bondad de lo que podía
recordar haber estado en mucho, mucho tiempo. —¡Gracias! ¡Muchas gracias!
¡Gracias!
Se rio de mí, agitando una mano. —Nah. Não é nada.
Me metí en el coche con mis compras, y mientras revisaba mis espejos,
sucedió que conseguí una buena mirada de mi cara. Bueno mierda, no es de extrañar
que el viejo se apiadara de mí: parecía que había atravesado tres o cuatro rondas

139
con Manny Pacquiao, con resultados predecibles. Mi ojo izquierdo rápidamente se
había tornado púrpura, mis labios se encontraban partidos e hinchados, tenía un
corte en el pómulo derecho, y en algún momento había sangrado por la nariz, a
pesar de que se había detenido por sí solo, pero había dejado un rastro pegajoso de
sangre seca en mi labio superior.
Volví a salir del coche y entré en el mercado, yendo directamente al cuarto
de baño. No había mucho que pudiera hacer más que limpiar la sangre y enjuagarme
la cara con agua fría, pero era mejor que nada.
—Novio malo —dijo el empleado, cuando pasé a su lado.
—¿Qué?
Hizo un gesto hacia mí. —Tu novio no es bueno.
Asentí, y sentí una compulsión absurda de reír. —Sí, pero debes ver cómo
quedó él.
—¿Le pateaste el trasero? —Su cara se iluminó con una sonrisa.
—Sí amigo, le di una buena patada en el trasero.
Asintió, su expresión volviéndose fiera. —Golpear a una chica no es bueno.
¿Golpear a una chica bonita? Para nada bueno. —Me reí ante eso. Al parecer, golpear
a cualquier chica estaba mal, pero golpear a una hermosa era especialmente malo.
Entonces qué bueno que soy bonita, ¿verdad? El anciano hizo un gesto—. Ve a
Guarujá. Conduce por el mar. Muy bonito, muy relajante.
—Lo haré. Gracias. Gracias.
Se rio de nuevo, me señaló. —No gracias. No español. Debes decir obrigado.
—Obrigado —repetí
—Sim, Sim. Obrigado. —Me saludó de nuevo, y me fui.
Volví a mi coche "prestado", el interior del cual se sentía como si hubiera
estado al menos a unos ciento cincuenta grados centígrados, incluso con todas las
ventanas abajo. Brasil era jodidamente caluroso, amigo. Me senté en el asiento del
conductor, con el motor en marcha, la radio reproduciendo algún tipo de música de
una discoteca local, examinando mi mapa. Rodovia dos Imigrantes parecía mi mejor
oportunidad que conducir a esta tal Guarujá, lo que ni siquiera iba a fingir que sabía
cómo pronunciar. Ahora solamente tenía que averiguar en dónde estaba en realidad
y cómo llegar a Rodovia como sea que se llame. Pero primero, al parecer, tenía que
pasar por São Vincente y por Santos, a través de un puente, y a través de Guarujá.
Pero entonces, si quería ir al mar, ¿por qué no parar simplemente en Santos? Sin
embargo, el viejo había especificado Guarujá, así que iría hasta allí.
Encontré la ruta más directa, según el mapa, saqué una pluma de la guantera,
y delineé el camino que necesitaría tomar, memorizando los números de las
carreteras, por la 160 hasta la 101 a la 248. Así que no atravesaría Santos en
absoluto, ahora que revisaba de nuevo la ruta; bordearía el norte del lugar,

140
permaneciendo en el continente en lugar de ir y atravesar la isla de São Vincente.
Como sea. Solo tenía que salir de São Paulo. Buscar un lugar para pasar
desapercibida, ponerme en contacto con Kyrie, y esperar a Harris. Con suerte, sin
más roces súper divertidos con el ejército de imbéciles de Vitaly.
Entonces, volví a meter mi mapa en el mercado y se lo mostré al encargado.
Pasó unos momentos mirándolo, su dedo trazando un camino u otro hasta que
encontró nuestra ubicación actual, la cual, resultó encontrarse a solo unos pocos
kilómetros de distancia de la carretera que necesitaba. Agarró una pluma del
mostrador y trazó un camino para mí en el mapa para que supiera cómo llegar a la
interestatal, o a la carretera, o como sea que llamaran a la calle. La gran carretera
que salía de São Paulo. Rodovia dos-algo-sobre-inmigrantes.
Déjame intentarlo una vez más, esta vez con sentimiento.
De hecho, me fui de la estación de servicio, seguí las instrucciones útiles del
encargado hasta Rodovia dos Imigrantes, y entré en la carretera. A excepción de un
puñado de coches cuyas marcas y modelos no reconocí, y toda la señalización que
se encontraba en portugués, el viaje fue muy parecido a cualquier viaje por carretera
a través de cualquier parte de los EE.UU. Hierba verde a ambos lados junto con algo
de matorrales, palmeras con una brisa caliente, semi y autobuses y vehículos de
pasajeros yendo y viniendo.
Tenía dos preocupaciones principales: quedarme sin gasolina, y quedarme sin
comida y agua. Tenía cinco reales solitarios, a menos que mi amigo Pedro tuviera
más dinero escondido en algún lugar de su coche. Me sentí mal por robarle el coche
al tipo y todos sus ahorros, pero una chica tiene que hacer lo que una chica tiene
que hacer, ¿verdad? Me encontraba sola en un país extranjero, no hablaba el idioma,
y acababa de matar a la mano derecha del jefe superior de un sindicato del crimen.
No iba a recordar eso. No iba a pensar en haber atravesado el ojo de Cut con
un bolígrafo. No iba a pensar en la forma en la que se retorció y gorgoteó, o el hecho
de que se cagó encima. Mierda. Mierda, mierda, mierda.
Tuve que hacer maniobras para salir de la carretera y hacia el arcén para
poder asomarme por la ventana abierta y vomitar.
No pierdas la cabeza, Layla, me dije. No podía permitirme el lujo de
desmoronarme. Ahora no.
Voluntad de hierro. Voluntad de hierro.
Tranquilicé mi respiración, aparté las imágenes de la muerte violenta de Cut
por mis propias manos. Alejé cualquiera y todas las emociones. No sentí nada. No
había nada en este momento, nada más que hacer lo que fuera necesario para salir
de esto.
Mientras estaba parada, seguí las instrucciones para llamar fuera del país y
marqué el número de Kyrie que me sabía de memoria, coloqué el coche en la
autopista y me metí el teléfono entre el hombro y la oreja, ya que no creía que el
teléfono celular arcaico tuviera la tecnología del altavoz.

141
La línea sonó una vez, dos veces, tres veces... cuatro, cinco, seis. —Vamos,
perra —murmuré—, contesta el maldito teléfono.
Oí un clic, y luego una voz masculina suave. —¿Quién es?
Me atraganté, parpadeé para contener la sal escociendo y haciendo borrosa
mi visión. El alivio que sentí fue inconmensurable.
NO, NO, NO. No voy a llorar. Por supuesto que no voy a llorar. —¿Harris?
Soy… soy Layla.
Una pausa. —¿Layla? —Otra pausa—. ¿Informe de situación? Um, quiero
decir, ¿cuál es tu situación?
—Sé lo que es un jodido informe de situación, Harris, veo televisión. Estoy
bien. Me escapé.
—¿En dónde estás?
—En Brasil. Saliendo de São Paulo hacia, bueno, no sé cómo pronunciarlo.
Una ciudad en la costa, al sur de São Paulo. Empieza con una "G" y tiene una "A"
con una inclinación sobre ella al final. Gwar-yooh-jah o algo así.
—Guarujá —dijo que gwar-ooh-zha—. Buen plan. Puedo estar allí en menos
de doce horas. ¿Estás herida?
Dudé. —Estoy bien. Puedo durar doce horas.
—Layla —dijo mi nombre... suavemente. Extrañamente modulado, como con
emoción y esa mierda. Esto hizo que mi corazón y mi estómago dieran un vuelco—
. ¿Qué te hicieron?
—Nada en realidad. Nada de lo que preocuparse. Me escapé. Estoy viva, no
me dañaron de forma permanente, y voy en el tránsito.
—¿Cómo lo lograste?
—Le robé el coche a un tipo. Tenía algo de dinero en él, así que compré un
teléfono celular prepago. Un tipo agradable en la gasolinera lo conectó por mí. No
sé si voy a tener suficiente combustible para llegar hasta allá, pero tengo trazada mi
ruta. Puedo caminar si es necesario.
—Estoy impresionado. —Sonaba como si quisiera decir mucho más, pero lo
guardó para él.
—Crecí en Detroit, Harris. Esta mierda es muy fácil.
—¿Crees que estás siendo perseguida?
—No. Todavía no, al menos. Cuando encuentren, bueno, cuando Vitaly se
entere de lo que tuve que hacer para escaparme, estoy segura de que enviará a
algunos tipos en busca de venganza. Pero, por ahora, no me siguen. Vitaly se
encuentra en Brasilia por unos días, me lo dijo Cut, así que podrían pasar horas por

142
lo menos antes de que Vitaly siquiera se dé cuenta de que me he ido. Depende de
si su criada en el hotel sabe cómo ponerse en contacto con él o con sus chicos. Ya
veremos.
Hubo una pausa plagada por parte de Harris. —¿Layla...? ¿Conociste a Vitaly?
—Conocí a un montón de gente. Pero sí, conocí a Vitaly en persona. Es un
hijo de puta que da miedo, Harris. —Traté de mantener mi voz uniforme y tranquila,
pero no pude evitar estremecerme.
—¿Qué tuviste que hacer para escapar? —Esto lo dijo en voz baja, en ese
mismo tono de preocupación.
—Nada de lo que esté dispuesta a hablar por teléfono. Tengo que mantener
el control, maldición. Tal vez después de que me rescates me permita pensar en
ello. Pero por ahora, no te preocupes por mí. Estoy bien.
—Ve a Guarujá, Layla. Busca un lugar en donde esconderte. No hables con
nadie. No te detengas por nada. Estaré allí tan pronto como me sea posible, ¿de
acuerdo? Vas a estar bien. Voy en camino.
Quería decir tantas cosas. —¿Harris?
—¿Sí, Layla? —Dios, ese tono en su voz. Nadie me había hablado nunca de
esa manera, como si yo fuera más importante que cualquier otra cosa.
—Estoy bien. Esto es como un viaje por carretera. Solo que… en Brasil. —
Intentaba convencerme a mí misma más que nada.
—Estás muy bien. Todo se encuentra bien. Estamos de vacaciones juntos.
—Voy a acostarme en la playa, me colocaré mi bikini y tomaré algo de sol.
Tomaré un par de docenas de Mai Tais.
Esto me valió una risa. —Los Mai Tais son más de Hawai, cariño. Estás en
Brasil. Toma una piña colada.
Me llamó cariño. Traté de no amar eso, y fracasé totalmente. —¿Qué hay del
tequila?
—¿El tequila hace que tu ropa se caiga?
—Odio la música country, Harris.
Se rio. —Sin embargo, entendiste la referencia. No debes odiarla demasiado.
Y apuesto a que el tequila hace que tu ropa se caiga.
—Sí, algo así. Pero entonces... lo mismo ocurre con el whisky y con el ron, y
el vino. —Dudé—. No me puedo permitir tantos minutos, por lo que debería irme.
Los guardaré en caso de emergencia.
Se echó a reír, y luego cantó algunos compases de la canción de Joe Nichols,

143
su voz sorprendentemente suave y melódica. —Mantén tus ojos abiertos —dijo
finalmente—. No confíes en nadie. Y… haz lo que tengas que hacer.
—Solo ven —le dije, y luego terminé la llamada antes de que él pudiera
escuchar el nudo en mi garganta.
No lloré. Solo estaba sudando... por mis conductos lagrimales. Tenía un
pequeño resfriado. Un resfriado de verano.
No era la gran cosa.
Harris está viniendo. Harris está viniendo. Harris está viniendo.
PERDIDA Y ENCONTRADA
Traducido por astrea75, Nemesis Moon y Florpincha
Corregido por RRZOE

Conseguí llegar al océano. La 248 terminaba en el centro de la ciudad, la cual


me hizo dar una vuelta y requirió un montón de giros y búsqueda antes de que
encontrara la orilla, pero lo hice. Estaba pasando a lo largo de un camino cuyo
nombre no podía pronunciar algo-algo-da Fonesca, con el océano a mi derecha, los
coches arrastrando lentamente con parachoques contra parachoques, aparcados en
paralelo y tocando bocina, turistas y locales moviéndose en grupos sobre las aceras
y el motor tosió, escupió y dejó de funcionar.
Justo en el medio de la carretera, el motor simplemente murió. Di vuelta a la
ignición, el motor farfulló unas cuantas veces más, se ahogó, le di vuelta, y luego,
sorprendentemente, funcionó el tiempo suficiente como para que me colocara a la
izquierda sobre la Avenida Puglisi y me dejara llegar a un puesto de discapacitados
antes que el motor tosiera como un fumador asmático y muriera de nuevo. Apoyé
la cabeza en el volante, el sudor goteando por mi nariz y deslizándose por mi espina
dorsal, corriendo sobre mi rostro, mis hombros y… por todos lados.
Brasil es jodidamente caluroso.
Hacía mucho tiempo que había bebido lo último de mi agua y la barra de
proteína también se había ido. Tenía cinco reales y una navaja de bolsillo.

144
Pero Harris estaba en camino.
Era tiempo de esconderse.
Pasé unos minutos saqueando el coche de Pedro, revisando debajo de los
asientos, en la guantera y en todas las grietas, pero solo encontré un billete arrugado
de un real. Abrí el maletero y lo registré, pero él había sacado todo lo de valor,
dejando solamente un poco de basura, una bolsa de plástico vacía, una barreta y
una llanta de repuesto, un bidón rojo de gasolina vacío y algunas bolsitas de plástico
vacías que una vez habían contenido marihuana.
Encontré un trozo de papel y escribí "obrigado" en él, lo coloqué en el asiento
del conductor con las llaves debajo del asiento y luego marché a pie.
Anduve por el relativo frescor y la sombra proporcionada por los edificios de
la zona del centro hacia la playa, me saqué las sandalias y las guardé en mis bolsillos
traseros. La arena seca estaba más caliente que el culo de Satanás, troté a través
de ella hacia el oleaje, dejando que el agua chapoteara sobre mis pies descalzos. No
había una sola nube en el cielo, solo una brisa fuerte, constante y caliente
proveniente del agua.
Simplemente caminé. Al norte, estaba bastante segura, pero realmente no
importaba. La playa de hecho se encontraba bastante desierta, solo había unas
pocas parejas e individuos por aquí y por allá. Traté de parecer a gusto, como si
fuera una simple turista dando un paseo.
Llegué al norte de la playa hasta que terminaba en un grupo de edificios de
apartamentos de gran altura que llegaban justo hasta la orilla del mar, ocultando lo
que parecía ser un afloramiento de roca cubierta por un telón de jungla. Seguí
caminando, siguiendo las estrechas calles cuesta arriba y alrededor de la arista
sobresaliendo de la ladera y de vuelta a la playa.
¿Entonces sabía lo que hacía?
Caminé.
Y caminé.
Y caminé.
Teóricamente, podría probablemente solo seguir caminando por la costa de
Brasil hasta que no hubiera más playa. En realidad, me sentía malditamente cansada
de caminar. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No tenía dinero para un hotel o para
comida. No podía simplemente sentarme en la playa y esperar durante las próximas
diez horas. No podía detenerme, no me atrevía a dejar de moverme. Si dejaba de
moverme, comenzaría a pensar. Si empezaba a pensar, tendría un maldito ataque
de nervios porque había matado a un hombre hace dos horas. Y una vez que
empezara a vivir ese pequeño y feliz hecho, nunca podría dejar de berrear como un
bebé.

145
Así que caminé.
Seguí la playa y traté de disfrutar la luz del sol, el calor, el océano, la belleza
de Brasil y traté de no pensar. Simplemente caminé. Finalmente, después de quizás
unos cuatro kilómetros, la playa terminó en otro levantamiento de selva, este mucho
más grande y más permanente, no del tipo de afloramiento por el que se podía
caminar alrededor. Así que elegí un camino y comencé a seguirlo, pasando por una
magnífica cafetería justo en el agua, el tipo de lugar en donde me habría gustado
poder sentarme en una mesa y ver a la gente ir y venir, comer, beber, discutir,
besar. Pero no me atreví a parar. Así que seguí caminando, yendo hacia arriba,
arriba, y más arriba. Seguí subiendo, un rascacielos a medio terminar a mi izquierda,
la selva a mi derecha deteniéndose justo en el borde de la carretera. No era una
zona agradable, necesariamente, no para los turistas. Pero seguí adelante.
Imprudentemente, tal vez, pero estaba comprometida con solo caminar, caminar y
caminar.
La selva dio paso a un hotel gigantesco y me di cuenta de que estaba llegando
a la subida. Más o menos.
De acuerdo, no, no realmente. Todavía había una gran cantidad de colina por
subir.
Una gran cantidad de colina.
Jesús.
Empecé a escalar y a sudar, estaba sin aliento y exhausta más allá de toda
comprensión, pero había empezado a subir esta colina y por Dios llegaría a la cima.
Solo porque soy malditamente obstinada con este camino.
Arriba. Arriba. Arriba.
Con el tiempo tuve la visión del mar muy por debajo y a la distancia, azul y
brumoso, era nada más que un afloramiento de roca cubierta de árboles por delante
y un puñado de edificios blancos deteriorados a mi derecha. El camino se llenó de
adoquines octogonales agrietados y viejos, yendo a la derecha hacia el borde del
acantilado. Un cartel pintado a mano anunciaba un número de teléfono, y debajo
del número había algunas palabras en portugués, y una palabra en Inglés que
reconocí: "camping", un campamento, entonces.
Deteriorado, fuera del camino, y de mierda.
Perfecto.
Un trío de pollos pasaron a mi lado, cacareando entre ellos, buscando la
sombra bajo una palmera solitaria, apurándome un poco los pasé. En la orilla del
camino estaba el edificio de bloques de hormigón blanco rematado por una losa de
chapa ondulada, nada más que un poco de alambre de gallinero barato haciendo de
valla en el borde del acantilado. Un par de señales amarillas anunciaba alguna cosa
en portugués, la que obviamente no entendí. Pero conocía lo suficiente la-parte-de-
atrás-de-los-restaurantes españoles para reconocer "fritata" y "coco verde" que

146
probablemente significaba algún tipo de alimento. Esto, además de las
desvencijadas mesas, sillas plásticas y la brillante sombrilla rosada, significaba que
era muy probable que fuera un restaurante de algún tipo.
Aquí, con solo cinco reales podría conseguirme algo de beber y un sitio para
sentarme y no tener que caminar por unas horas.
Entré. Estaba oscuro, los techos bajos y olía maravillosamente a comida frita.
Hacía calor, pero se sentía más fresco que el exterior, un aire acondicionado de
ventana funcionaba ruidosamente en alguna parte y un ventilador de hoja ancha
por encima de mi cabeza se agitaba perezosamente en el aire.
Así que… si digo "restaurante", bien podría estar exagerando un poco las
cosas.
Pero era un establecimiento público y se encontraba desierto, así que
probablemente podría matar el tiempo aquí sin llamar la atención.
Había una mesa cerca de la puerta y me senté de espaldas a la pared para
poder ver el interior, así como la puerta y la calle de afuera. Oí voces en la parte de
atrás charlando en portugués, pero no tenía ninguna prisa. Estaba contenta de no
estar de pie y afuera bajo el sol. Finalmente, una anciana pequeña y encorvada
surgió de alguna parte, me vio y empezó a exclamar con entusiasmo, acercándose
y colocando un menú laminado de unos veinte años de edad en frente de mí. Tenía
tal vez seis artículos sobre el mismo, ninguno de los cuales reconocí, pero al menos
los números junto a los artículos me decían que podía probablemente estirar lo
suficiente mi dinero robado para conseguirme una comida y algo de beber.
Hablé con la emocionada anciana incoherente. —Estadounidense. Hablo
inglés.
—Oh…no, no. No inglés. —Y entonces empezó de nuevo, a parlotear
demasiado rápido como para comprender algo, aunque hablara la más mínima
cantidad de portugués, el cual no era el caso. Excepto por el "gracias", que era
obrigado.
Um.
—¿Agua? —Eso, una vez más, era español, pero era todo lo que tenía para
decirle.
Entendió, se alejó y regresó con un vaso de plástico rojo, alto y translúcido,
del tipo que generalmente se usa en Pizza Hut. Estaba lleno de agua con hielo, lo
tomé y lo bebí ávidamente de un trago, ofreciendo mi mejor versión de "obrigado",
lo que hizo que sonriera y me dijera algo más.
Saqué el arrugado billete de cinco reales del bolsillo y lo coloqué sobre la
mesa, señalé el menú con un encogimiento de hombros y luego di unas palmaditas
en mi estómago. Lo cual esperaba que tradujera como: "elija algo para mí, señora,
porque esto es todo el dinero que tengo y no leo portugués".

147
Al parecer, lo entendió, porque tomó el dinero, se lo metió en el bolsillo del
delantal y se desvaneció. Volvió con un nuevo vaso de agua con hielo y luego se
desvaneció una vez más. Esta vez se fue durante unos veinte minutos, los que
pasaron gloriosamente en silencio, excepto por el crujido ocasional del hielo contra
el plástico rojo. Cuando regresó, lo hizo con un plato cargado con una cantidad
enorme de alimentos.
Lucían como pequeñas bolas de algo frito, un tipo de cosa como una gran
empanada, pero más grande, aplanada y parecía crocante, y luego un enorme
menjunje de arroz y frijoles con lo que parecía ser una sustancia de harina frita
mezclada con tocino y pimientos de algún tipo. Olía como el cielo. Pero era
demasiada comida por unos cinco reales miserables. Metí las manos en los bolsillos
y los volví para mostrar que no tenía más dinero y entonces se encogió de hombros
ampliamente.
La mujer simplemente me hizo un gesto con su mano, el que suelen hacer
las abuelas, parecía que era el mismo en todo el mundo. —¡Comer! ¡Comer! —dijo,
haciendo un gesto hacia el plato.
Había visto el gesto antes, pero en italiano. "¡Mangia! Mangia!" o " ¡Comer!
¡Comer!"
Le di las gracias de nuevo, tomé el tenedor y traté con una de las bolas fritas.
Mierdaaaaaaa. La. Mejor. Cosa. Del. Mundo. Tenía una especie de queso fundido
cremoso y pollo desmenuzado en su interior, era divino.
La mujer señaló a las bolas fritas cuando pinche otra. —Coxinhas —Co-sheen-
yas.
Delicioso.
La cosa parecida a una empanada fue lo siguiente que probé. Con el tenedor
abrí y descubrí que contenía más queso derretido cremoso, carne picada, cebollas
blancas salteadas y jalapeños. Ella lo llamó un pastéis. No me importaba lo que
decía, siempre y cuando pudiera seguir comiendo. El arroz con frijoles y el brebaje
de harina era tan increíble como todo lo demás, de manera que cuando terminé me
sentía saciada, llena y feliz.
Hubiera querido tener más dinero para darle, pero no lo tenía, así que tuvo
que conformarse con mis gracias efusivas, las cuales la mujer solo las desechó con
un gesto. Tomé mi vaso de agua con hielo, el tercero, y me trasladé a la mesa del
patio, sentada a la sombra de la sombrilla me quedé mirando el mar.
Gradualmente, con mi barriga llena y mi ansiedad atenuada, decidí descansar
mi cabeza en mis brazos por un momento.

148
Me despertó un grito.
No era mío, sino de otra persona. De una mujer. Aterrorizada. Presa del
pánico.
Me senté de golpe, metiendo la mano en el bolsillo de atrás en busca del
cuchillo. El patio se encontraba vacío, pero había un gran SUV negra estacionada
con el motor en punto muerto y las cuatro puertas abiertas. Definitivamente el tipo
de gran SUV negra en la que un capo enviaría a sus matones a buscar a una cierta
chica americana.
También me di cuenta de que por mi lugar en la mesa con la cabeza gacha y
oculta detrás de la sombrilla inclinada, significaba que bien podrían no haberme
visto. Pero me siguieron hasta aquí, de alguna manera. Oí un vocerío, un disparo y
un grito, el sonido de una bala perforando el techo de chapa.
¿Qué hacer?
Duh. Solo hay una cosa que hacer: robar la SUV. Odiaba permitir que la
agradable anciana saliera lastimada por mi culpa, pero esperaba que los matones
no la mataran si realmente no sabía nada de mí. De todos modos, esencialmente
me encontraba indefensa, así que ¿qué podía hacer para ayudarla? ¿Entrar con un
cuchillo a un tiroteo y todo, verdad?
Maldiciendo en voz baja, miré la puerta durante una fracción de segundo y
luego corrí, saltando la valla baja que separaba el patio de la playa y del
estacionamiento, me deslicé sobre la tierra, corrí alrededor de la SUV cerrando las
puertas en mi camino al asiento del conductor. Salté, cerré la puerta y puse marcha
atrás, apuntando y moviendo el volante alrededor. El poderoso vehículo se deslizó
hacia atrás y giró en un círculo sobre la grava, dispersando a las gallinas y a los
guijarros por todo el lugar. Casi choco contra una cabaña cercana, pero me recuperé
y tiré de la palanca de cambios, empujé el pedal del acelerador hasta el piso.
Oí disparos y la ventana trasera se destrozó, me escondí en el reposacabezas
del asiento del pasajero. Más disparos golpearon la carrocería y el panel lateral
trasero. Entonces rodeé la esquina y salí de su campo de visión.
Arrastré el culo colina abajo a una velocidad imprudente, llegué a la playa y
giré hacia la ciudad.
¿Cómo diablos me encontraron?
Sonó mi teléfono. Debido al tráfico me vi obligada a ir lento, así que contesté
mirando los espejos para detectar signos de persecución.
—¿Harris?
—Sí, soy yo. Estoy en Sao Paulo en este momento, voy hacia allá —Oí ruido

149
de carretera en el fondo—. ¿En dónde estás?
—Todavía en Guarujá, aunque he empezado a tener problemas —miré por el
espejo retrovisor y vi justo en ese momento una SUV negra idéntica a la que yo
conducía en dirección contraria, pasando tres coches y quedándose detrás de mí.
—¿Problemas?
—Sí. Encontré un sitio bonito y pequeño fuera del camino en un café diminuto.
Y simplemente… se presentaron. No sé cómo me encontraron. Caminé allí y no me
detuve a hablar con nadie. No creo que alguien siquiera me viera, maldita sea —
¡BLAM! Una ronda chocó dentro de la radio—. Mierda. Están disparándome.
—¿Tienes un arma?
—No, pero tengo un cuchillo. Espera un segundo —Arrojé el teléfono en el
asiento del pasajero y tiré el volante hacia la derecha y me paré sobre los frenos.
Eso me valió que la parte trasera se moviera hacia delante y me diera un
desagradable latigazo, pero mis perseguidores pasaran junto a mí, el cual era mi
objetivo. Encendí el motor y me detuve junto a ellos, apreté los dientes y llevé el
volante hacia la izquierda, golpeándolos. Mi ventana se destrozó y la puerta se abolló
contra mi pierna, pero a la otra SUV no le fue tan bien. Lo había forzado a
aproximarse a un camión de carga en sentido contrario, que chocó contra él,
demoliendo su extremo delantero. Pisé el pedal del acelerador y me alejé, corté a la
izquierda en una calle de una sola vía y luego hice un par de vueltas al azar.
—¡Layla! —oí una voz distante, pequeña y recordé el teléfono.
—Harris, hola, estoy aquí. Lamento eso.
—¿Estás bien? —se oía asustado. Bueno, quizás no exactamente asustado,
pero preocupado por lo menos.
—Sí, estoy bien. Los rocé de refilón sobre el carril contrario. Creo que los he
perdido.
—No lo asumas. Siempre hay más.
—Gracias por la tranquilidad —le dije, sin expresión—. Estoy bastante segura
de que solo causé una gran cantidad de lesiones y muerte.
—¿Quieres que te mienta? —preguntó.
—No —admití—. Sigue diciéndome la verdad.
—La verdad es que vas a estar bien. Sigue haciendo todo lo posible para
evitar que te pongan las manos encima. No te preocupes por los daños colaterales;
pretende que te encuentras en una película de Jerry Bruckheimer, ¿de acuerdo?
Vuelve a la 160, por el camino que tomaste al sur de Sao Paulo. Ve hacia el norte y
llámame cuando estés allí. Vamos a buscar un lugar para encontrarnos.
—Entendido.

150
—De acuerdo. Te veo pronto.
—¿Lo prometes? —Odié lo vulnerable que soné al decir esas tres estúpidas
sílabas.
—Lo prometo, Layla.
Clic. Le colgué, para salvar la dificultad de decir adiós. Y porque si no colgaba
en ese momento, mi delgada fachada de fortaleza se desmoronaría. Soy una perra
dura, pero todo el mundo tiene un punto de ruptura y yo me encontraba cerca del
mío.
Me las arreglé para encontrar el camino hacia el norte, totalmente por
accidente. Iba revisando mi espejo retrovisor con regularidad, en busca de cualquier
otra SUV negra, pero hasta ahora no había visto nada. ¿Cómo habían logrado
encontrarme cuando había estado absolutamente segura de haberme escapado?
¿Habían plantado un rastreador en mí, como una especie de película de espías de
Tom Cruise? Es decir, ¿De qué otra manera podría explicar que ellos simplemente
se aparecieran de esa manera?
Solo un golpe de suerte y una gran sombrilla de color rosa les habían impedido
verme.
Cuando me encontré fuera de la ciudad propiamente dicha llamé a Harris de
nuevo, le dije que estaba en la 160 hacia el norte y colgué antes de que pudiera
decir nada.
Con dos ventanas rotas, el paseo fue ruidoso y ventoso. La pierna me dolía
en el lugar en donde la puerta me había golpeado y estaba bastante segura de que
no quería mirar hacia abajo para evaluar los daños. Mi cuello se encontraba dolorido
y también rígido, por el latigazo. Además, la subida a la colina me había agotado.
Pero al menos no tenía hambre, ¿verdad?
Mira siempre el lado positivo de la vida.
Si estás tarareando la canción Monty Python, entonces, te amo para siempre.
Treinta minutos conduciendo me permitieron sentir satisfacción; mi teléfono
sonó, sobresaltándome lo suficiente como para que chillara y sacudiera el volante,
casi rozando el coche a mi lado.
—¿Hola?
—Soy yo —dijo Harris—. Deberíamos estar acercándonos el uno al otro. ¿Has
llegado al punto en donde los carriles norte y sur se fusionan?
Al salir de Guarujá, los carriles de tráfico dirección norte y sur eran a menudo
muy distantes, tomando rutas totalmente diferentes a través del terreno montañoso,
solamente uniéndose a unos treinta kilómetros más o menos al norte y al oeste.
—No —le dije—. Todavía no.
—Bien, de acuerdo. Cuando los carriles comiencen a fusionarse, quiero que

151
te detengas y te escondas en medio del bosque. Ve tan al norte como puedas, así
estarás en el límite del bosque, mirando hacia el norte. Te encontraré. Si ves a
alguien más yendo por ti… bueno, ya sabes que tienes que hacer.
—Bien. Entendido.
—¿Alguna pregunta? —preguntó, con voz firme, brusca y tranquila.
—Solo una.
—¿Cuál es?
—¿El hecho de saber que has matado a alguien alguna vez se vuelve más
fácil?
No respondió de inmediato. —Sí y no. Al igual que cualquier otra cosa, cuanto
más lo haces, más fácil se vuelve. Pero eso viene con un precio —otra pausa—.
Hablaremos más cuando estemos juntos.
—Fue feo, Harris —¿Por qué diablos le estaba diciendo algo de esto? No
quería pensar en ello. Había estado tratando de no hacerlo.
—La muerte es fea, Layla. No hay vuelta de hoja.
—Te veré pronto.
—Sí, lo harás. —Esta vez fue él quien colgó.
Arrojé el teléfono en el asiento del pasajero y me centré en conducir, me
enfoqué en observar el terreno y estar pendiente en busca de una persecución.
Después de otros diez minutos, vi el carril de tráfico hacia el sur a lo lejos, a mi
izquierda, solo una franja color gris me mostraba el verde de la selva, la luz del sol
brillando de vez en cuando en los parabrisas. Cuando los carriles estaban a cien
metros o menos de distancia, una exposición delgada de árboles apareció en el
espacio cada vez menor entre los carriles. Me moví al carril de la izquierda y
desaceleré, ganándome unos bocinazos y gritos de enojo del tráfico por el rápido
movimiento de desvío a mi alrededor.
Pasaron otros tres minutos, y la parte media se estrechó aún más y los árboles
se redujeron hasta un punto. No había una baranda, por lo que tuve que retirarme
de la carretera directamente sobre la hierba, saltando y rebotando mientras frenaba
en seco. Apagué el motor, dejé las llaves en el encendido, agarré mi teléfono con
una mano y el cuchillo con la otra, mirando en ambas direcciones. Me gané un
montón de miradas, pero sin embargo nadie se detuvo.
Eché a correr hacia los árboles.
Cuando llegué a la línea de árboles, oí la puerta de un coche cerrándose cerca
en algún lugar detrás de mí.
Mierda. Por supuesto.

152
Había una gran SUV negra estacionada justo detrás de la mía. Cinco hombres
se movían hacia mí, y cada uno portaba abiertamente una ametralladora. Caminaban
calmadamente, sin prisas, yendo directamente a mi posición.
¿Ahora qué mierda? Había estado observando detrás de mí a cada paso del
camino, y habría jurado sobre una pila de biblias que no había sido seguida. Sin
embargo, allí estaban, viniendo derecho a mí.
—Mierda. Mierda. ¡MIERDA! —grité la última vez y uno de los hombres se rio.
No fue un sonido agradable.
Me escondí detrás de un árbol, desplegué mi cuchillo y marqué a Harris.
Respondió antes de que hubiera sonado dos veces. —¿Layla?
—Sí, soy yo. Estoy donde me dijiste que fuera, en los árboles del medio. Están
justo detrás de mí, Harris, están viniendo por mí. Cinco de ellos y tienen
ametralladoras jodidamente enormes. ¿Cómo me encontraron, Harris? ¿Qué debo
hacer?
—Casi estoy allí. Corre hacia el sur, ¿de acuerdo? Quédate justo dentro de los
árboles, pero corre al sur, cerca de los carriles en dirección sur. Sabrás qué hacer
cuando llegue el momento.
—¿Qué demonios significa eso? —Sonaba estridente, pero yo tenía razón
suficiente para sonar así, me dije.
—Confía en mí, cariño. Corre al sur. Espérame.
Clic.
Súper.
Me giré y eché un vistazo alrededor del tronco del árbol. Ahora se acercaban
a los árboles.
Mierda, mierda, mierda. Eché a correr al sur, rebotando en los troncos de los
árboles y esquivando ramas.
¡Crack! ¡Crackcrackcrackcrack! La corteza explotó a mi izquierda, rociando mi
rostro con astillas. Me agaché y corté a la derecha, luego a la izquierda, sin
atreverme a mirar detrás de mí. La ametralladora sonó otra vez y luego otra vez, a
mi izquierda. No estaban jugando, por supuesto. No había más órdenes de llevarme
de regreso con vida, claramente.
Maten a la perra, estaba segura que les habían dicho eso.
Corrí a toda velocidad, haciéndolo tan rápido como pude, tan fuerte como
pude, con los brazos en frente de mi rostro para apartar las ramas. Sentí que algo
me cortó el brazo derecho, seguido una fracción de segundo más tarde por un
chasquido y luego el disparo de la ametralladora. Un zumbido ensordecedor resonó
a mi izquierda. No estaba muy segura de por qué pero el chasquido me asustó más

153
que el zumbido.
A mi derecha, a lo lejos, rugió un motor; miré y vi a una SUV verde con techo
blanco que rebotaba a toda velocidad por la hierba. Es extraño los detalles que notas
en situaciones de alta adrenalina: No podría haber dicho qué tipo de SUV había
robado, ni el modelo del cacharro que había robado en Sao Paulo. Pero de alguna
manera, a primera vista desde más de cien metros de distancia, sabía que el vehículo
que Harris conducía era una Land Rover Defender, el tipo más antiguo que verás
usar en safaris africanos en los documentales narrados por el desaparecido y genial
Richard Attenborough.
Salí de la protección de los árboles, las ametralladoras aun resonando detrás
de mí y a mi izquierda. Ahora corría en la intemperie, arriesgando miradas cada par
de segundos a Harris. Él no se detuvo, y mientras se acercaba a mis espaldas vi que
la ventana estaba abierta y que estaba conduciendo con una mano, con una
pequeña pistola negra en la otra. Oí el ruido de su pistola, vi el fogonazo plateado y
unas abolladuras aparecieron en la parte trasera de la puerta del lado del conductor,
dos, tres, cuatro, evidencia de que estaban respondiendo los disparos. Harris movió
la enorme SUV para colocarla detrás de mí y frenó de forma repentina, la parte
trasera del auto se deslizó, arrancando trozos de hierba y rociando barro. Se inclinó
y abrió la puerta de golpe, salté en la abertura, aterrizando con fuerza en el asiento.
Harris no esperó a que cerrara la puerta, simplemente aceleró el motor, giró
alrededor en un arco, su mano derecha moviendo la palanca de cambios manual en
un segundo mientras sus pies se movían como un rayo, tomando el embrague y
pisando el acelerador. La puerta se abrió, rebotó en el vértice de su bisagra y luego
se balanceó hacia mí mientras la SUV se lanzaba hacia delante, golpeando un
montículo de hierba y salía volando. Tome el asidero en el respaldo del asiento y me
incliné hacia afuera, enganchado la manija de la puerta con tres dedos y cerrándola
con un golpe.
De alguna manera, Harris estaba conduciendo con una mano, disparando su
pistola por la ventana con la otra y todavía encontraba tiempo para empujar la
palanca de cambios a través de la tercera y la cuarta a medida que aumentaba la
velocidad, aun abalanzándose violentamente por la hierba en dirección sur.
—Voy a hacernos girar —dijo, sin mirarme—. Quiero que te mantengas debajo
de la ventana mientras los pasamos —acompañó sus palabras con acciones, bajó el
cambio a segunda y presionó fuertemente los frenos, arrastrando el volante
alrededor de modo que el auto se movió en un arco, balanceándose e inclinándose
precariamente.
Los cinco chicos malos estaban alineados en el fondo, con las armas en alto
sobre sus hombros, apuntándonos.
—¡Layla, al suelo! —Espetó Harris.
Los disparos estallaron y oí varios golpes secos metálicos golpeando el cuerpo
de la Range Rover.

154
—Que te jodan —gruñí—. Dame eso.
Tomé su pistola, la sostuve con ambas manos y apunté el cañón a uno de los
malos. Apreté el gatillo, esperando el rugido y el culatazo, aún conmocionada por
esto. Los pasamos tan rápido que no estaba segura de si le había dado a alguien,
pero era la idea la que contaba.
—¿Sabes cómo disparar? —Harris parecía sorprendido.
—Solía salir con un tipo que era gerente en un campo de tiro. Me mostró
cómo hacerlo.
—Bueno, fue un buen disparo —dijo—. Creo que heriste a uno de ellos —
Agarró el arma de regreso mientras rebotábamos paralelamente al tráfico en
dirección norte.
Sosteniendo el volante y el arma en la misma mano, cambió a cuarta y
brevemente volamos por el aire hasta llegar al asfalto mientras escapábamos,
causando un choque en cadena cuando un pequeño sedán azul tuvo que detenerse
y giró de forma brusca para evadirnos. Escuché el choque detrás de nosotros, pero
no me atreví a mirar.
—Igual que una película de Jerry Bruckheimer—dije escuchando a lo lejos el
impacto del metal sobre el metal.
—Debiste esquivarlo. Te dije que lo esquivaras, maldita sea. —Oh mierda,
Harris estaba enojado.
—Bueno… nunca hago lo que me dicen. Acostúmbrate, amigo.
—¿Quieres vivir? Es mejor que aprendas a escuchar.
—¿Realmente quieres comenzar una discusión conmigo justo ahora? —
pregunté, mirándolo fijamente—. Ni siquiera has dicho hola.
Me miró, incrédulo. —Hola, Señorita Campari. ¿Cómo está? ¿Ha tenido un
lindo día? ¿Le gustaría tomar un poco de té?
Le mostré el dedo de en medio. — No seas un idiota, Nicholas.
—Juro que te sacaré de este auto maldita sea —gruñó—. No me llames
Nicholas. Ni siquiera mi madre lo hace.
—Estoy teniendo problemas en conciliar la idea de imaginarte sentado en una
cabaña elegante del Medio Este, bebiendo té junto a tu dulce y pequeña madre.
Eso hizo que me ganara una risita de su parte. —Todos tenemos una madre,
Layla. Incluso yo. Pero no, no viven en una cabaña en el Medio Este, viven en un
condominio en Florida. Y mi madre no es dulce, tampoco pequeña —hizo una pausa
y me sonrió—. A pesar de que curiosamente, bebe té.
—¿Entonces cómo te llama?
No respondió de inmediato. —Nicholas no —dijo eventualmente. Hizo un
gesto detrás de nosotros—. Mira si están atrás. Revisa esa fila de autos.

155
Giré sobre el asiento, escudriñando el denso tráfico detrás de nosotros. —
¡Mierda! Si, están allá. Bastante lejos, quizás a medio kilómetro o algo así, pero
están ahí.
—Los hombres de Vitaly no se rinden. Insistirán hasta que los matemos o nos
atrapen.
—No jodas. No se atreverán a volver con Vitaly sin algo que mostrarle. —
digo.
Harris me observó, con su penetrante mirada y suave voz. —¿No?
Meneé la cabeza cuando me enderecé en mi asiento y me abroché el cinturón.
—No. No se atreven a hacerlo. Él no acepto que fallen o que le vayan con excusas.
Haces lo que te dice o mueres intentándolo. Si apareces y no has seguido sus
órdenes al pie de la letra, él te matará. Y ni siquiera lo verás venir.
—¿Cómo los mata?
Pestañeé con fuerza. —Con un cuchillo en sus costillas. —Coloqué dos dedos
por encima de mi corazón—. Él tiene una navaja, la guarda en su bolsillo.
Simplemente te habla, muy calmado. Un segundo está sonriendo, con las manos en
los bolsillos, de forma casual, la imagen del entendimiento y la empatía. ¿Al siguiente
minuto? La navaja está entre las costillas y ellos están muertos. Lo hace tan rápido
y fácilmente. Ni siquiera pestañea. Lo vi hacerlo al menos seis veces en los cuatro
días que estuve prisionera. Debe pagarles a esos tipos muy bien para que se
arriesguen a morir en cualquier momento que se encuentren en una habitación con
él.
—Son reclutados para sacarlos de la pobreza y la desesperación, les pagan
bien y están preparados para cualquier cosa —comenta Harris. Unos pocos minutos
en silencio y me mira nuevamente—. Layla, cuando estabas con Vitaly…
Niego, interrumpiéndolo. —Ahora no, Harris. No puedo ir allí en este
momento. —Me enfoco en respirar lentamente, enderezando mi cabeza, negándome
a pestañear o a apretar mis dientes—. Primero llévame a un lugar en donde me
encuentre relativamente a salvo, y quizás te cuente lo que sucedió.
Harris asintió. —Puedo hacerlo. —Revisó el espejo trasero—. Ya sé cómo
perder a estos tipos.
—Haz lo que harías si estuvieras solo. No te preocupes por mí.
—Acabo de rescatarte, Layla. No te pondré en peligro nuevamente.
—Quieres decir que te detendrías a dispararles, si tan solo fueras tú ¿cierto?
Negó. —Los emboscaría.
—Entonces, hagámoslo.
—Sin ofender, Layla, pero soy un veterano altamente entrenado en combate

156
y tú eres…
—Apuñalé el globo ocular de un tipo con una lapicera que escondí en mi coño
por una semana. Se lo enterré tan fuerte en su puto cerebro que murió
instantáneamente. Y eso pasó justo antes de romper su brazo como una rama. Lo
hice porque me iba a violar. Me puse su ropa ensangrentada, sus botas hediondas,
tuve que usar esas prendas porque Vitaly me tuvo desnuda todo el tiempo, y robé
un auto, me detuve a buscar suministros, manejé hasta el maldito Guarujá, caminé
muchos kilómetros bajo el calor abrazados, gran parte de esa distancia sobre arena
o colinas, sin haber comido o bebido agua. Hasta que robé un auto justo bajo las
narices de los hombres que me seguían. —Me estaba sintiendo un poco abrumada
a esas alturas—. Y entonces, y ¡entonces!— estuve cerca de recibir varios disparos
justo ahora por culpa de esos pendejos de allá. Así que creo que, a estas alturas,
Nicholas, no me queda mucho que enfrentar. Piensa en cómo emboscar a estos
malditos y te ayudaré a matar a cada uno de esos cretinos.
La mandíbula de Harris bajaba y subía, como si quisiera responder, pero
realmente no tenía palabras. —¡Jesús, Layla!
—Si esperabas encontrar una damisela en apuros, te equivocaste de perra.
Quizás esté en apuros, pero estoy segura como la mierda de que no soy una maldita
damisela.
Pasó un tenso momento, en el cual Harris trató de pensar en algo que decir.
—Me llamaste Nicholas nuevamente.
—Sí, lo hice y puedes aceptarlo o sacarme del auto. No me importa. Me las
arreglaré con esta mierda, de una manera u otra, con o sin ti.
—Eres jodidamente imposible— refunfuñó.
Me reí. —¿Recién te percataste?
Movió su cabeza. —No, acabas de superar lo imposible.
—Amigo, aun no has visto nada de mí.
—Aunque eso es atemorizante —dijo Harris.
—Soy de Detroit. No te metas conmigo maldita sea. —Crucé mis brazos sobre
mi pecho y mantuve la mirada en el espejo del costado del pasajero, observando
como la SUV negra acortaba su distancia—. Están cerca. Si tienes un plan, empezaría
a ponerlo en acción, si fuera tú.
Una masa de agua azul pálido apareció en la distancia; el tráfico
estrechándose cada vez más.
Harris apuntó hacia el agua. —Una vez que crucemos esta carretera,
llegaremos a Batistini. Allí haré mi movimiento.
—¿Qué hay en Batistini? —pregunté.
—No hay ni una mierda en Batistini, solo es el primer suburbio de Sao Paulo

157
al cual llegaremos. Es difícil emboscar a alguien en la autopista.
—Supongo que eso es verdad. Pero nunca he emboscado a nadie, así que no
podría saberlo.
Nos encontrábamos sobre el paso superior de la autopista el cual se
estrechaba hacia el lago y una señal sobre el camino nos anunció la salida hacia
Batistini. Me pareció curioso que a pesar del hecho de que me encontraba en un
país totalmente diferente y no sabía hablar, leer o escribir nada en el idioma, las
señales de tránsito de las autopistas eran totalmente comprensibles. Quiero decir,
no entendía las palabras, pero basada en el diseño de la señal, "saída", ese
probablemente era el equivalente a salida; y "diadema", era bastante cercano a
corona, que probablemente representaba al anillo de autopistas alrededor de la
ciudad de Sao Paulo.
Harris tomó la salida a Batistini y me sentía bastante segura de que la SUV
nos seguía por detrás, al menos a unos cuatro o cinco autos de distancia.
Obviamente ellos tampoco tenían la intención de acelerar para tener una
confrontación en el lugar. Era demasiado arriesgado y las cosas podían salir mal,
pero a nuestro favor, supongo. Cuando llegamos al área residencial, un sector
decadente lleno de grafitis en las paredes, Harris aceleró y dejó atrás a nuestros
perseguidores, doblando estrechamente a la derecha, aceleró nuevamente haciendo
que las llantas arrastraran la grava y me pegara contra el asiento, con el motor
rugiendo. Escuché llantas chirriando por detrás, aún con muchos autos en medio.
Me pareció ver que el área era pobre, simplemente al juzgarlo por la numeración de
los autos bien mantenidos aparcados en la calle.
Otro largo camino, dio un giro a la izquierda, y luego nos encontrábamos en
una estrecha ruta de gravilla, paralela a la autopista, con los matorrales en la parte
alta y a nuestra izquierda, una muralla de bloques de hormigón escondiendo una
chatarrería escondida hacia la derecha, llena de deteriorados remolques, buses
viejos y pedazos de metal.
Harris se adentró en el ingreso de autos en la autopista a nuestra izquierda,
con una fábrica destartalada en la derecha. Había un toldo corto y bajo debajo del
cual estacionó la Land Rover. A nuestra derecha, la parte de afuera del almacén se
encontraba cubierta para crear una entrada y en ella había un montón de tipos de
mediana edad, todos de carácter y mirada dura, sus rostros cubiertos de arrugas,
con pequeñas gotas de sudor sobre sus frentes, con botellas oscuras de cerveza en
sus manos, y cigarrillos colgando de sus bocas. Cuando salimos de la Land Rover, la
cual tenía como una década más que yo, al menos, los hombres en el ingreso se
nos quedaron mirando, sin pestañear y mudos. Nos lanzaban el tipo de miradas que
atrae una chica blanca y rubia paseándose por Cass Corridor durante la medianoche.
Ese tipo de mirada que diría: “Te encuentras en el vecindario equivocado, y lo mejor
que puedes hacer es seguir caminando si sabes lo que te conviene”.
Harris caminó hacia la parte de atrás del Defender, abrió el maletero y sacó
una gran mochila negra. La sostuvo sobre su hombro y se escuchó un pesado y

158
atemorizante ruido cuando lo hizo. Uno de los hombres dijo algo en portugués y a
juzgar por el tono de su voz, no fue amable. Harris alcanzó el arma detrás de su
espalda y apuntó a quien habló, acercándose a donde estaba en un movimiento
rápido, cuidadoso y ligero, propio de un hombre entrenado para combate,
manteniendo su torso girado hacia un lado, reduciendo lo más posible el objetivo.
Harris habló un portugués fluido, su voz baja, suave e imperturbable, pero aun así
de alguna forma con un gruñido amenazador. Su gesto con la pistola hizo que todos
se pusieran de pie, agarrando sus cervezas y cigarrillos para desaparecer en el
almacén destartalado.
—¿Quiero saber qué les dijiste? —pregunté.
—No… —Fue todo lo que dijo, y me agarró de la mano y me llevó al otro lado
de la carretera, en donde una brecha en la pared había sido cubierta
apresuradamente con trozos de dos por cuatro y trozos de hierro corrugado.
Escalé la reja improvisada y esperé a Harris, me empujó hacia un lado,
sacándome del punto de visión y usó una mano para presionarme contra la parte
intacta del muro de hormigón.
Dejó la pesada mochila a sus pies, y secó su frente con la palma de sus
manos, luego las secó en sus pantalones. —Ahora por favor escúchame con mucha
atención, Layla, ¿está bien? Si vamos a tener una oportunidad de salir de esto vivos,
tienes que hacer lo que te digo.
Saqué el sudor de mis ojos y asentí. —Dime qué hacer, Nicholas.
Entrecerró sus ojos. —Primero, para de llamarme así.
—¿Qué te parece Nick?
Meneó la cabeza, irritado. —No es el momento para esta mierda, Layla.
Seguro, Nick funciona. ¿Ahora cerrarás la boca?
—No pensaba hacerlo realmente, pero ¿si quieres ver cómo suena así,
puedo…?
—Jesús, Layla. ¡Cállate de una maldita vez y escucha! ¿Quieres?—espetó.
Cerré mi boca con un sonido audible de mi dientes e hice un ademán para que
continuara—. Gracias. Ellos son cinco y nosotros dos. Asumo que no estás entrenada
en el uso de rifles de asalto. Corrígeme si me equivoco, ya que tienes una singular
habilidad para sorprenderme. El punto es que eso es lo que ellos traen. Lo que
significa que esto se pondrá feo. Las balas volarán calientes y pesadas. Te pondré
en una posición en la cual permanecerás, contra viento y marea, hasta que te diga
otra cosa. ¿Captas?
Asentí. —Entendido.
—Lo digo en serio. Te quedas… ahí. No me importa lo que veas o creas que

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ves, te quedas ahí maldita sea. Y mantén tu cabeza abajo. —Se escuchó un gruñido
de motor en algún lado y el chirrido de llantas. Harris levantó su cabeza para
escuchar—. Están cerca. No tenemos mucho tiempo.
Abrió el bolso, y seguro como la mierda, estaba llena de armas. —Bueno a la
mierda, Harris ¿cómo demonios conseguiste todo eso?
—Te olvidas que trabajo para un ex contrabandista de armas —respondió,
buscando un par de semiautomáticas de 9 milímetros y pasándome una.
—Realmente no lo sabía —dije—. ¿Roth era un contrabandista de armas? No
me jodas.
Me miró, sacando cuatro cargadores de repuesto de la bolsa y también me
los entregó. —Bueno, ahora lo sabes. —Hizo un gesto hacia el arma en mi mano—.
¿Puedes volver a cargarla, cierto?
Le mostré que podía hacerlo, sacando el seguro, revisándolo, y deslizándolo
a su lugar, regresándolo con la parte trasera de mi palma, gentilmente, a diferencia
de la mitología popular en la pantalla grande. —¿En dónde me quieres?
Sacó del bolso un rifle de asalto corto y compacto, descubrió el cargamento,
rellenó sus bolsillos traseros con municiones y colgó el arma sobre su hombro, luego
agarró otra, una monstruosa cosa metálica plateada sacada directamente de Dirty
Harry. Cerrando la bolsa, la aseguró sobre su espalda y entonces me guío trotando
a través de la maleza que bordeaba los remolques oxidados. Había docenas de
tambores de metal desparramados en la hierba, ese tipo de cosas que los vagos
ocuparían para calentar sus manos en las películas. Harris rodó uno hasta que quedó
extendido muy cerca del estacionamiento de remolques, tomó un segundo y lo dejó
ahí, sobre el otro, y entonces arrastró un tercero para dejarlo al lado del resto,
creando una especie de barricada. El muro detrás de mí se encontraba intacto a
unos diez metros de distancia, por lo que pensé que nadie vendría desde atrás. Metí
el repuesto de la pistola en la pretina de atrás, que no es tan cómodo como lo
muestran en la televisión, y los cargadores en mi bolsillo.
Recostándome, miré a Harris. —¿Y bueno? No te quedes parado ahí menso.
Ve a buscar tu propio lugar.
Sacudió su cabeza, con una sonrisa caprichosa en la esquina de su boca.
Cuando se fue, cerré mis ojos y me permití sentir el miedo. Francamente, me sentía
malditamente aterrorizada. Nada de esto era normal, incluso para mí. Había
atravesado por algunas mierdas en mi vida, pero ¿esperar recostada, preparada
para emboscar a los hombres que trataban de asesinarme? ¡Eso era nuevo y para
nada divertido!
No lo recomiendo.
Pero he aprendido algo importante de toda esta vida loca y de mierda que
me ha tocado: si algo pesado está por caer, date un momento para sentir las
emociones. Déjalo ir, déjalo salir, déjalo hervir. Y entonces, lo apagas, con fuerza, y
haces lo que tienes que hacer.

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Tras unos momentos de sudar bajo el ardiente calor brasileño, escuché unos
neumáticos sobre la gravilla y motores reduciendo la velocidad, puertas abriéndose
y cerrándose, hombres hablando. Movimientos de paneles, pisadas. Intercambio de
palabras, las voces se escuchaban más cerca. Un arma se disparó, haciéndome saltar
y luego más disparos. Silencio.
No podía ver a Harris por ningún lado.
Me encontraba sobre mi estómago, con una pistola en mis manos, apuntando
a través de la brecha entre los barriles a la entrada del muro por donde los chicos
malos deberían pasar. Revisé el arma en mis manos, asegurándome de que no
tuviera el seguro puesto, era una Glock, aparentemente, ya que no tenía uno. Ese
era un pequeño dato que aprendí de Oliver, el chico que administraba el campo de
tiro: las Glock no tienen seguro.
Empuje el costado lo más despacio que pude y entonces lo dejé sobre el pasto
con mi mano derecha, tomé las municiones de mi pretina, las revisé, junté los lados
y dispuse los cargadores para poder alcanzarlos fácilmente.
Mis manos temblaban.
Mi pulso tronaba en mis oídos.
No estaba lista para esto. Asesinar a un tipo en defensa propia era una cosa.
Pero recostarme para esperar y asesinar a personas a sangre fría… eso era algo
diferente.
No podía hacerlo.
Mierda.
Mierda.
¿En qué estaba pensando?
Una mano apareció en la cerca rota, sosteniendo una especie de
ametralladora compacta.
Harris probablemente sabía el nombre correcto para ello, pero me importaba
una mierda cómo se llamaba. Un dispositivo para matar a Layla. Eso es todo lo que
importaba. A continuación, apareció un cuerpo, un hombre bajo y rechoncho con
cabello sudoroso y una camiseta manchada.
Mi dedo se crispó en el gatillo de la pistola, pero esperé; solo empezaría a
disparar después de Harris. No quería arruinar la emboscada disparando
tempranamente.
Diablos. Yo no quería disparar demasiado pronto; me pregunté vagamente si
Harris tendría el mismo problema. Probablemente no.
Jesús, Layla. Ahora no es el momento para pensar sobre las habilidades
sexuales de Harris.
Sí, lo es. Siempre era un buen momento para pensar en las habilidades

161
sexuales de Harris. Probablemente tenía muchas.
Un segundo hombre le siguió al primero, luego un tercero, un cuarto y un
quinto. Cada uno armado con una ametralladora. Todos lucían bastante
desagradables.
El primero había recorrido cerca de diez pasos al interior del campo para
cuando el quinto hombre entró al área de cercas improvisadas y fue allí cuando
Harris se desató. Pasó tan rápido que apenas lo registré: hubo un fuerte ruido y
castañeteo y el quinto hombre colapsó, cayendo justo para bloquear el ingreso en
la cerca. Esto pasó en un pestañeo.
Otra detonación fuerte, CRACKCRACKCRACKCRACK… y el primer hombre en
línea cayó.
Los otros tres se dispersaron en diferentes direcciones y me percaté que esa
era mi entrada. Ajusté mis dos manos sobre la pistola, apunté hacia el torso del
atacante de la izquierda, contuve el aliento… y apreté el gatillo.
¡BANG! El arma saltó en mis manos y mi objetivo se retorció, se tambaleó, un
círculo rojo se desparramó por su estómago. Mierda. Tenía que dispararle de nuevo.
Apunté con mayor cuidado ahora, hacia su rostro.
Inspiré profundamente, lo contuve… ¡BANG!... lo solté. Él cayó, agonizando.
Le fallé a su cabeza, el disparo atravesó su garganta.
Se revolvió mi estómago, mis ojos se llenaron de lágrimas.
No hay tiempo para eso, perra. Me dije.
No tenía idea de en dónde se escondía Harris. No vi los fogonazos de sus
disparos y su sonido rebotaba en los muros, encubriendo efectivamente su origen.
Claramente los dos matones que quedaban tampoco se encontraban seguros,
porque ambos se escondieron en la maleza y dispararon al azar, dispersando balas
en todas las direcciones.
Una rebotó fuertemente en el barril frente a mí, alarmándome tanto que grité.
Lo cual, en retrospectiva, fue una idea estúpida. Uno de los chicos malos se levantó
y se dirigió en mi dirección, agachado con una sonrisa maligna en su cara.
¡CRACKCRACK! Cayó, desplomándose como un montón de ladrillos, su cabeza
explotó en una niebla roja. Maldición, eso fue asqueroso. Toda su cara se borró,
simplemente… se borró.
Mi boca se llenó de bilis, y no la pude contener.
Escuché gritos en portugués. Vomité y luego miré hacia arriba para ver a
Harris aproximándose al último hombre vivo. Gesticuló con su arma y el hombre
lanzó la suya, levantando sus manos.
—Quédate ahí Layla —dijo Harris, sin mirarme.
Me quedé quieta.

162
El hombre habló y Harris respondió con voz áspera y firme. El hombre dijo
algo más, Harris le gritó y él retrocedió con ambas manos en alto con un claro gesto
que significaba "no, no dispares".
Harris disparó.
¡CRACK! Una bala justo entre los ojos. Harris recargó su arma y se movió
entre un cadáver y otro, empujándolos con sus botas. Uno, el hombre al cual yo le
disparé, se quejó.
¡CRACK! El quejido paró.
—Ahora puedes salir —dijo Harris.
Buscó entre los bolsillos de cada uno de los hombres muertos, tomando
cargadores, dinero y armas.
Todo lo recolectado lo guardó en la bolsa negra, que luego cerró y colgó sobre
sus hombros.
Estaba intentado caminar a través de la hierba con las rodillas débiles, el
estómago revuelto, el corazón martillándome. Traté de no mirar hacia el pasto
manchado de rojo, pero no pude evitarlo.
Me detuve al lado de Harris y me quedé mirando al hombre que le había
disparado. Le di en el estómago y en la garganta, Harris lo remató con una bala en
la frente.
Había sangre por todos lados. El pasto estaba húmedo y carmesí, el olor era
nauseabundo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Harris, echándome un vistazo.
Negué. —Estoy bien.
Harris se río. —Bueno, eso es tan claro como el barro. Te preguntaré de
nuevo, Layla. ¿Te encuentras bien?
Cerré mis ojos para concentrarme en respirar de forma superficial y uniforme.
—Solo sácame de aquí. ¿Por favor?
Extendió su mano y tomó la mía. —Está bien. Lo hiciste bien. Ya nos vamos
¿Entendido? —Sentí que apretó mi mano—. Mírame Layla. Tus ojos sobre mí. —Me
esforcé en abrir los ojos, su mirada era calmada y fría, sus ojos verdes como el
refrescante césped recién cortado—. Lo hiciste bien.
—Le disparé. Dos veces.
—Él iba a matarte
Negué. —No. Me iba a llevar con Vitaly. Él es quien ahora quiere matarme.
Creo que Cut era importante para él. Así que ahora me encuentro en su lista de
mierda junto a Kyrie. Él no nos quiere muertas, nos quiere vivas para poder

163
torturarnos y luego asesinarnos.
—No pienses en ello —dijo Harris, subiendo más alto la bolsa sobre sus
hombros y tomando mi otra mano—. Ahora estoy contigo. Te sacaré de aquí. Lo
prometo. Nadie pondrá sus manos sobre ti o Kyrie. Tienes mi palabra.
Me sentí débil, temblorosa, vulnerable y lo odié. Me aborrecí por sentirme
débil, por mostrarle esa debilidad a Harris. Y lo odié por verme y actuar como si no
fuera la gran cosa, cuando sí lo era. No soy débil. Nunca lo he sido, no demuestro
debilidad. No necesito a nadie.
Pero necesitaba a Harris en este preciso instante y él lo sabía.
Y él estaba siendo totalmente maravilloso y eso me molestaba mucho. Podía
manejarlo si era todo frío y serio, pero no era así. Me miraba con… suavidad… en
sus ojos, lo cual estaba segura de que ningún ser humano había visto antes. Era
extraño, desconcertante, desorientador y bizarro, especialmente porque Harris
acababa de asesinar a cinco hombres en menos de un minuto.
Entonces me golpeó, cuán rápido pasó todo. En menos de un minuto. Cinco
hombres asesinados en sesenta segundos.
Bueno, si me pongo exigente sobre esto, los primeros cuatro fueron
derribados primero; y el último, cerca de un minuto después. Así que todo el asunto,
desde el momento en que el primer hombre entró hasta que la última bala les
atravesó el cráneo, duró, como mucho, dos minutos.
—¿Siempre es así? —pregunté.
—¿Qué cosa es siempre así?
Hice un gesto a nuestro alrededor. —El combate. ¿Siempre pasa así de
rápido?
Asintió. —Sí. Te quedas ahí sentado, esperando, y el tiempo se estira como
un maldito caramelo, entonces lentamente sientes cada gota de sudor, escuchas
cada uno de los latidos de tu corazón. Y entonces, una de las primeras balas vuela…
—se encogió de hombros—, todo pasa en unos pocos segundos. Parpadeas y te lo
perdiste. Bam, la gente está muerta y te sientes molesto contigo mismo y no sabes
si llorar, reír, vomitar o las tres cosas al mismo tiempo.
—Vomité luego de dispararle a aquel tipo—admití.
—No debes sentir vergüenza por eso —dijo Harris—. Casi me meé en los
pantalones la primera vez que entré en combate. Si no tienes miedo antes, durante
o después del combate, eres un sociópata.
—¿Incluso después de que lo has hecho miles de veces? —pregunté.
Asintió. —Tengo miedo todo el tiempo. Sé que esperar y cómo lidiar con ello,
pero aun así siento miedo. No importa lo bueno y cuidadoso que seas, algo siempre
puede salir mal. Una bala certera importa una mierda. —Me empujó para que

164
empezara a caminar, soltándome brevemente para hacer a un lado el cuerpo del
hombre, y entonces me ayudó a pasar por la cerca de hierro. Me rehusé a mirar
hacia abajo mientras pasaba por encima de los cadáveres.
Me guío hacia el Defender, abriendo el maletero para guardar el bolso,
quedándose solo con las armas de mano.
No recuerdo de haberlo hecho algo, pero al parecer, tomé mis propias armas
y cargadores. Harris me las quitó y las almacenó en el bolso, y luego me llevó hasta
el asiento del pasajero, abrió la puerta y me ayudó a entrar. Me encontraba aturdida,
actuando en modo de piloto automático, dejando que Harris se ocupara de todo.
La adrenalina aún me estaba invadiendo, bombeándose en mi sangre, no
sabía qué hacer conmigo misma, o quería vibrar como lo haces al tomar una bebida
energética o quedarme dormida.
Y también extrañamente estaba… muy excitada.
Es decir, no es difícil excitarme bajo diversas circunstancias, pero esto me
sobrepasaba. Unas olas de una jodida necesidad me atravesaban, el deseo
palpitante entre mis piernas, endureciendo mis pezones y haciéndome doler lo
pechos.
No estaba usando corpiño, lo que significaba que mis "faros" eran muy
notorios.
El sentimiento de aturdimiento, me percaté que era como si mis circuitos
estuvieran sobrecargados. Sentía muchas cosas a la vez como para que mi psique
lidiara con todo eso.
Necesitaba, quería, como dijo Harris, vomitar de nuevo frente al conocimiento
de que le disparé a un hombre, quería llorar y reír. También quería tocarme. Pellizcar
y atacar mis pezones, bajar con mis manos mis pantaletas y deslizar un dedo en mi
clítoris.
Quería desnudarme y deslizar tres dedos dentro de mí.
Y entonces, la mayor necesidad de todas, eché un vistazo a Harris mientras
encendía el motor y daba marcha atrás en el callejón. Y maldición, lo deseaba.
No tenía sentido, pero era así.
Él había venido a buscarme, se hizo cargo y asesinó por mí.
Arriesgó su vida por mí.
Desde el punto de vista de una mujer totalmente independiente, de un alfa
como yo, un hombre que podía tomar el mando era un tanto sensual. Lo que se
traduce a que me veo más atraída por un hombre con poder que por uno en
uniforme. Por supuesto, aquellos hombres usualmente eran unos idiotas, pero
normalmente no me importaba porque los usaba por sus pollas.
Pero nunca en mi vida había sentido este fuerte deseo. No así. LO
NECESITABA.

165
Me dolía.
Estaba súper consciente de cada movimiento que él hacía, como mis muslos
se rozaban, sí mis muslos se rozaban; sin espacio entre ellos, solo piel y músculo.
Estaba súper consciente también de Harris, de cada movimiento que realizaba, de
sus manos sobre el volante y la palanca de cambios, de lo grande, fuertes y callosas
que eran sus manos. Cómo se sentirían en mi piel, ásperas, fuertes y poderosas.
Estaba consciente de su rostro, la fuerte mandíbula y los pómulos altos, el verde de
sus ojos, los rastros de una barba naciente en su cara, el cabello oscuro, cortado al
ras en los lados y lo suficientemente largo para peinarlo hacia atrás. No era
espléndido, no en ese sentido. Roth era loca e inhumanamente hermoso. Demasiado
para mi gusto. Harris era tosco, fuerte y curtido. Era apuesto, pero en el sentido
rudo y tosco. Una novela romántica lo describiría como "rudo". Cursi y cliché, pero
es verdad. Lucía tan rudo y fuerte que bien podría haber sido labrado en granito de
algún lugar de las profundidades de la tierra. Era delgado, afilado, no muy
musculoso, pero rápido y ligero.
Si él tuviera el espíritu de un animal, sería un puma.
Casi reí fuerte ante la comparación. Me llamó la atención lo verdadera que
era. Él es un depredador.
Astuto, con la capacidad para moverse bajo el silencio más absoluto, irradiaba
amenaza y letalidad, exudaba gracia y una ferocidad fría.
Lo deseaba.
No quería hacerlo, pero lo deseaba.
Dios, lo deseaba.
¿Solo era la adrenalina, cierto?
La adrenalina te ponía caliente. Lo leí en un algún lugar o quizás lo vi en una
película.
Contrólate.
No saltes sobre él.
Mis manos estaban nerviosas y con comezón. Quería arrancar su camiseta y
recorrer con mis manos sus abdominales, sentir su trasero duro, tenso y delicioso.
Quería apretar su polla y sentirla palpitando entre mis dedos. Quería saborearlo,
tocarlo, lamerlo, chuparlo y follarlo.
Le eché un vistazo justo cuando él miraba a otro lado, volviendo su atención
al camino.
Había estado mirando mis pechos.
Miré hacia abajo y lo entendí totalmente. O sea, son jodidamente bonitos y
prominentes, especialmente con la excitación provocando que mis pezones dolieran
por lo duros que se encontraban, tanto que podrían cortar diamantes.

166
Crucé mis brazos sobre mis pechos, pero no fue de gran ayuda. Mis propios
brazos rozaban mis sensibles pezones, haciendo que me retorciera del dolor. Mi
centro palpitaba y crucé una pierna sobre otra, lo que lo empeoró mil veces más.
Apenas podía respirar por lo desesperación de tener sexo…
Por lo mucho que deseaba a Harris.
Miré hacia la izquierda de nuevo y esta vez mi mirada atrapó la suya. Dejó de
ver el camino brevemente, lo suficiente como para girar y entonces me miró de
nuevo. Contuve su mirada y levanté mi mentón.
Desafiante. Atrevida.
Era un acto; no podía respirar maldita sea, no soportaba otro segundo de
esta insaciable necesidad. Una sed pura e inalterable de Nicholas Harris.
Sus ojos recorrieron mi rostro, se deslizaron lenta y deliberadamente hacia
mis senos y entonces retrocedieron. Me quedé mirándolo cuando sus ojos volvieron
a los míos. Un vistazo abajo y vi su bulto ¡santa mierda! Tenía un bulto. Un bulto
enorme y macizo.
Tragué saliva con dificultad y entrelacé mis dedos sobre mi regazo para
mantenerlos alejados de arrancar sus pantalones y chuparlo mientras conducía.
—No me mires así, Layla —gruñó.
Sus ojos volvieron al camino, agarró el volante con las dos manos y se movió
en el asiento del conductor.
—Entonces tú uno me mires así tampoco —me volví y traté de concentrarme
en la vista afuera de mi ventana.
—No estoy mirándote como nada —dijo.
—Tampoco yo. —Mis palabras eran mentira, y mientras trataba de mirarlo y
lo atrapé haciendo lo mismo.
Silencio.
—Solo fue la adrenalina—dije.
—Así es. —Sus manos estaban retorciendo el cuero descolorido del volante
como si intentara ahogar la sumisión.
—Pasará por sí sola. No significa nada. —Traté de masticar mis labios,
mordiéndolos lo suficiente como para que doliera.
Nop. Eso tampoco sirvió.
Crucé y descrucé las piernas tantas veces que probablemente se veía como
si estuviera haciendo el baile del pipí. Solo, era el baile de fingir-que-no-necesitaba-
sexo.

167
Y Harris estaba haciendo uno de los suyos. Le eché una mirada y lo atrapé
tratando de ajustarse subrepticiamente a sí mismo, tirando de la cremallera de los
pantalones de color caqui para aliviar la presión de su erección.
Mierda. Mierdamierdamierda. No pienses en su erección, me dije.
No pienses en su enorme erección, palpitante. No pienses en acariciarlo,
acariciar su grueso pene venoso. No pienses en lamer el líquido pre seminal de su
punta, o envolver tus labios alrededor de su cabeza bulbosa.
Mierda.
No iba bien. Era tan intenso que no iba bien.
Ahora en eso era todo en lo que podía pensar.
Seguimos en completo silencio durante varios minutos. Ninguno de los dos se
atrevió a mirar al otro, ninguno de los dos se atrevió a cruzar la línea invisible
dibujada entre nosotros.
Parecía saber exactamente hacia dónde íbamos, y no era de nuevo al
epicentro de Sao Paulo.
Si tenía mi dirección correcta, nos dirigíamos hacia el este. Aunque no me
importaba. O, mejor dicho, no tenía la capacidad mental para preocuparme.
Todo en lo que podía pensar era en la NECESIDAD.
La tensión sexual en el coche estaba en DEFCON 10. En alerta alta. Habíamos
ido de aviso de tormenta y pasado directamente al aviso de tornado. No podía
quedarme quieta, y tampoco él podía hacerlo. Nos robamos miradas, cada uno
pretendiendo que nada iba mal.
Y entonces una chispa voló.
Retiró su mano del volante y la dejó en el banco a su lado, y yo hice
exactamente lo mismo al mismo tiempo. Lo que significaba que mi mano se colocó
debajo de la suya. Mi cabeza se giró bruscamente y mi mirada fija en nuestras
manos, la suya en la mía, y luego levanté la vista hacia él, a sus ojos, y veo que su
mirada era atrevida, desafiante.
Tú primero mueve la mano, decían sus ojos.
No lo hice. Nunca me retiro de un desafío. Esa es la regla número uno con
Layla: nunca te atrevas a desafiarme, porque tengo cero de sentido común. No voy
a dar marcha atrás.
Roté mi muñeca, girando la mano con la palma hacia arriba bajo la suya. Él
entrecerró los ojos, mirando nuestras manos, a la carretera y de regreso. Y entonces
sus dedos se abrieron, serpenteando entre los míos.
¿Qué diablos era esto, la secundaria?
Claramente, porque mi corazón latía contra mi caja torácica como un tambor

168
tribal de mierda ante el contacto inocente, ridículo e infantil de su mano sobre la
mía, sus dedos en los míos.
Estábamos tomando nuestras jodidas manos.
ÍBAMOS TOMADOS DE LA MANO.
Nunca me había tomado de las manos. Me salté la etapa linda, inocente y
tonta de mi sexualidad, yendo directamente de pensar que los chicos eran estúpidos
a hacer de portera en los armarios en el espacio de un solo curso, de quinto grado,
por si deseas más detalles. Chupé mi primera polla en el sexto grado y estaba
bastante bien experimentada en la posición de base misionera para el final del
séptimo. Para noveno grado, me encontraba al acecho.
Tomarse de la mano no era exactamente el itinerario, no era necesario que
lo dijera.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Mogi das Cruzes —dijo—. Es una rama de Sao Paulo. Thresh tiene una casa
de seguridad preparada para nosotros. —Soltó mi mano y sacó un teléfono móvil
del bolsillo, marcó un número, y colocó el teléfono en su oreja—. Thresh. Estamos
a diez minutos. No, solo asegura el perímetro y luego en dirección a Río como
discutimos. Afirmativo. —Colgó, y metió el teléfono en el bolsillo, haciendo esa cosa
exclusivamente masculina en la que levantaba todo su cuerpo del asiento para meter
el teléfono en el bolsillo.
Y entonces se acercó, tomó mi mano en la suya, una vez más, y entrelazó los
dedos. Sus ojos se fijaron en los míos para calibrar mi reacción; me había sentido
extrañamente decepcionada cuando soltó mi mano, y mareada cuando lo hizo de
nuevo. Aunque nada de esto pasó por mi cara, o al menos eso esperaba.
O tal vez sí lo hizo, porque la comisura de su boca se curvó en una pequeña
sonrisa de satisfacción.
De alguna manera, en los próximos diez minutos, mi posición en el asiento
cambió. No estoy segura de cómo o por qué, pero seguí deslizándome más y más a
la izquierda, más y más hacia Harris. Y luego soltó mi mano, pero solo para
descansar su mano sobre mi rodilla. Esto hizo que me fuera difícil respirar, e
imposible de tragar.
Cuando sus dedos encontraron la piel tierna de mi muslo, justo por debajo
del dobladillo de mis pantalones cortos ceñidos, tuve que centrarme en tomar cada
respiración, y cada exhalación.
Perdí el rastro de mi mano izquierda, y la encontré en su muslo.
¿Qué demonios estaba pasando?
Nos encontrábamos en una zona residencial, tranquila, soleada, montañosa,
Sao Paulo se veía a la distancia, los edificios más cuidados, los coches un poco más

169
nuevos. Algo así como Clawson o Livonia en el área metropolitana de Detroit, no era
súper rico, pero tampoco lucía tan deteriorado, por donde pasaban las personas y
no eran exactamente pobres, pero no estaban muy cerca incluso de la clase media
alta.
Harris condujo con su mano izquierda, sin apartar la derecha de mi pierna.
Sin embargo, sus ojos ahora se encontraban en constante movimiento. Podía sentir
su atención a nuestro alrededor, revisando los espejos, los tejados y cada puerta
por la que pasábamos. Disminuyó la velocidad, giró a la izquierda, y luego se detuvo
frente a una pequeña casa blanca con techo de tejas de revestimiento de terracota,
con una valla gris separando el camino de ingreso y la puerta de entrada de la calle
y la acera. Una pausa momentánea, y luego un ser humano verdaderamente enorme
salió de la casa, agachándose bajo el dintel y enderezándose a una altura que tenía
que encontrarse cerca de los dos metros de altura. El hombre era casi tan ancho
como alto, era una distorsión aterradora de la proporción física. A pesar de su
tamaño enorme, el hombre se movía con la misma gracia depredadora que poseía
Harris. Con movimientos rápidos abrió la puerta y se hizo a un lado, dejando que
Harris metiera a la Range Rover en la calzada.
Mi puerta se abrió y salí, me enderecé, y me volví hacia el gigante. Y era, en
verdad, un gigante.
—Jesucristo en una galleta —le dije—, eres es la persona más grande que he
visto en mi vida.
—Me lo dicen mucho —dijo. Su voz era... No estoy segura de que tenga una
palabra para lo profunda que era. La metáfora también parece fallarme, pero haré
lo mejor: sonaba algo así como unas montañas estrellándose, el sonido que emerge
de las profundidades de la Fosa de las Marianas.
—Layla, este es Thresh —dijo Harris, sacando su bolsa de armas de fuego de
la parte posterior del auto.
—Thresh es la peor pesadilla de Rambo.
—Bueno. Ese es un pensamiento divertido —tendí la mano—. Encantada de
conocerte, Thresh.
Thresh tomó mi mano entre las suyas y la estrechó una vez. Su agarre era
sorprendentemente suave, como si tuviera que centrarse conscientemente en el acto
de no aplastar mi mano como un pretzel. —Me alegro de verte en una sola pieza —
retumbó.
Se volvió entonces y tomó la bolsa de Harris, la llevó al interior de la casa,
una vez más, agachando la cabeza y girando ligeramente hacia los lados para pasar
por la puerta. Permítanme, retomo esto para ustedes. La puerta era de la altura y
la anchura media, pero Thresh era de un tamaño con el que no solo tenía que
agacharse para caber verticalmente, sino que tenía que entrar de costado para
conseguir meter sus hombros por la puerta. La bolsa, por su parte, que Harris había

170
llevado con un esfuerzo visible, Thresh la llevo con dos dedos a través de las correas.
La llevada como si fuera una bolsa llena de pan. Vi sus haces de músculo
bronceado y el cabello rubio desaliñado desvaneciéndose en el interior de la casa, y
luego me volví a Harris.
—¿En dónde diablos encontraste a Goliat? —le pregunté.
—Estaba en los Rangers con él.
—¿Su nombre realmente es Thresh?
Harris se encogió de hombros. —¿Le preguntarías su nombre real? Sé muy
poco de él, además de sus habilidades, que son bastante evidentes. Es decir,
dejando el gran tamaño a un lado, es un asesino a sangre fría. Es tan
engañosamente rápido y silencioso que debería ser imposible para un hombre de su
tamaño. Lo he visto utilizar al menos cuatro tipos diferentes de artes marciales. Es
un buen tirador con rifle, hábil con explosivos, tiene dominio de cuatro idiomas, es
bueno con las computadoras, y obviamente, es la persona más fuerte que he
conocido.
—¿Y está, sin duda, de nuestro lado?
—Le confío a Thresh mi vida.
—¿Le confías tu vida, pero no sabes su nombre real?
—Su nombre es Thresh. Eso es todo lo que necesito saber. Su vida personal
es asunto suyo, no mío.
Thresh regresó en ese momento, con una mochila de color caqui en la
espalda. —Perímetro limpio. Los sensores están en su lugar. Los sacaré de América
del Sur para el momento en que lleguen a Rio. —Le entregó a Harris un juego de
llaves—. Este lugar es bueno durante setenta horas, no más. Nos vemos en Río.
Harris abrió la puerta, dejó a Thresh atravesarla, y la cerró detrás de él. Miré
cómo Harris guardaba las llaves, y cuando me di la vuelta, menos de dos segundos
más tarde, Thresh se había ido, como si nunca hubiera estado allí en primer lugar.
—¿A dónde demonios se fue?
Harris se encogió de hombros. —¿Quién sabe? El hombre es un fantasma.
—¿Cómo puede un gigante de dos metros de altura desvanecerse en el aire
así sin más?
Esto hizo que me ganara una sonrisa. —¿Ves por qué es al único al que traje
conmigo para venir a buscarte? Ahora mete el trasero en la casa. Tenemos que
mantener un perfil bajo.
Precedí a Harris al interior de la casa, lo oí cerrar la puerta detrás de nosotros
y girar varias cerraduras. El interior estaba oscuro y fresco, y me di cuenta de la
sombra de barras a través de las ventanas y la puerta principal.
Había un sofá bajo la ventana del frente que daba a la bahía, unas cortinas

171
gruesas corridas al otro lado del cristal. El sofá era de los años setenta, de cuero
falso color verde lima. Todo, de hecho, era de los setenta, me di cuenta mientras
me movía a través de la pequeña casa, de los enfoques de la ventana a los aparatos
con el fondo de pantalla.
Había una cocina minúscula, un cuarto de baño no mucho más grande que
un cuarto de RV, y un dormitorio.
Oí a Harris rondando tanto como yo, mirando por las ventanas, probando las
cerraduras y las ventanas.
Cuando estuvo satisfecho, sacó el teléfono del bolsillo, desbloqueó la pantalla
táctil, golpeó un icono, a continuación, giró y limpió la pantalla un par de veces.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
Se movió a mi lado, y me mostró la pantalla. —Solo me aseguraba de que
estuviera conectado a todas las cámaras y a los sensores que Thresh instaló. ¿Ves?
Se movió a través de diferentes pantallas, una de la parte delantera de la
casa como si la vieras desde el techo al otro lado de la calle, una de cada lado
mirando hacia fuera, y dos de la parte posterior, una mirando hacia fuera y una
mirando hacia alguna estructura alta detrás de la casa. También había pantallas en
blanco con "armado" y "limpio" escrito en letras verdes, que supuse eran los
sensores de movimiento.
La siguiente cosa que Harris hizo fue sacar las armas de la bolsa y esconderlas
en varios lugares de la casa: en una caja en un armario, en un conducto pegado con
cinta, en la pared detrás de la nevera y detrás del inodoro, entre el colchón y el
somier del dormitorio, entre los cojines del sofá, dejó un enorme rifle de asalto de
pie en el cuarto de las escobas. Puso otra arma de fuego en la mesilla junto a la
cama con dos cargadores de repuesto al lado de él.
Yo lo observaba todo el tiempo. El encuentro con Thresh me había distraído
momentáneamente de mi conciencia híper sexual de Harris, pero ahora que
estábamos solos otra vez, vino corriendo hacia mí como un tren de carga fuera de
control. Era consciente de la forma en que la camisa BDU oscurecida por el sudor se
le pegaba a la columna vertebral; de la forma en que cada movimiento que hacía
parecía tener un propósito específico, sin movimientos derrochados, sin desperdicio
de energía. Era consciente de la protuberancia en la parte delantera de sus
pantalones, disminuida por el momento. Era consciente de sus antebrazos tensos y
bíceps cincelados.
Era consciente de su mirada mientras la apartaba de su teléfono y la dirigía
hacia mis ojos.
Era consciente de la forma en que deslizó el teléfono en el bolsillo y caminó
hacia mí, el bulto en los pantalones cada vez más grande a medida que se acercaba.
Era consciente de sus ojos en mi pecho mientras respiraba, la intensidad, la
anticipación y la excitación haciendo que me faltara el aire, lo que significaba que
mis pechos se hinchaban con cada respiración.

172
—¿De dónde sacaste esa ropa? —preguntó.
—Robé el coche de un mozo en el hotel de Vitaly. Él me las dio.
—No te quedan.
Negué. —No, en realidad no.
Un momento de silencio y entonces, como si eso fuera lo único que pudiera
pensar en decir.
Vi su pecho ampliándose con una respiración profunda, que contuvo durante
un momento y luego la liberó lentamente. Sus manos se cerraron en puños a sus
costados, y sus ojos fijos en los míos, en conflicto, de un verde caliente.
Y luego, con un gruñido de asentimiento irritado, se movió y se presionó
contra mí, su erección dura contra mi vientre, la cara inclinada hacia abajo, su boca
a centímetros de la mía.
—Dime que no —murmuró.
Debería haberlo hecho.
No pude hacerlo.
—Layla. —Era una demanda, una repetición de su prescripción para que dijera
que no.
—¿Nick?
Parecía hincharse por el uso de su nombre y sus dedos agarraron el algodón
ajustado a la piel de mi camiseta con los puños. —Es tu última oportunidad, Layla.
Dime que pare.
A la mierda eso. Quería esto. No iba a pensar en lo que pasara después del
momento, porque así era como funcionaba. No iba a pensar en nada, salvo en la
necesidad, en el deseo, en el dolor entre mis muslos, en la forma en la que mis
pezones y mi pulsante núcleo estaban húmedos y calientes. No podría haberle dicho
que no, incluso si hubiera sido capaz de convocar las palabras. Que, por cierto, no
lo hice.
Gruñó de nuevo, y esta vez fue un gemido de necesidad. Su mandíbula se
apretó y sentí sus puños tensos en mi camisa en el centro de mi espalda. Tiró y oí
cómo se rasgaba el algodón. Sus brazos rígidos, y la camiseta de cuello deshilachada
y hecha tirones.
Puta mierda santa; ¿literalmente estaba rasgando mi ropa?
La tela marrón cayó al suelo, y estaba desnuda de la cintura para arriba. Mis
pezones se tensaron, me levantó la barbilla, dio un paso atrás, con las manos a sus
costados.
La mirada de Harris me recorrió y fui recompensada con un rasposo gemido

173
más allá de sus dientes apretados mientras tomaba mi cuerpo. —Jesús, Layla.
—¿Qué? —pregunté, aunque estaba bastante segura de que sabía
exactamente lo que quería decir.
—Tú —dijo—. Eres la cosa más sensual que he visto en mi jodida vida.
De alguna manera, viniendo de él, significaba más que cualquier cumplido
que jamás había recibido, y eso me asustaba muchísima. Aparté esa pequeña caja
de emoción de mi camino, hasta abajo, cerré la tapa, la bloqueé con llave, y la
enterré. Nop, nop, nop. No iría allí. Ni con él, ni con nadie.
—Ojo por ojo —dije, pasando mis manos sobre mis pechos—. Mi camisa...
por la tuya. —Cerré el espacio entre nosotros y agarré los bordes de su camisa.
La arranqué con un tirón fuerte, y Harris me quitó la prenda, la dejó caer al
suelo, y ahora ambos estábamos desnudos de la cintura para arriba. Pasé las manos
sobre su pecho, froté las palmas en los pezones y en el vello oscuro y rizado de su
pecho.
—Tienes un pecho peludo, Nick.
—Claro que sí. —La pregunta estaba allí en su mirada, tácita.
Pasé mis palmas en círculos sobre su pecho, le di un beso a la marca en el
hombro que no era completamente hombro, no era completamente pecho. Otra,
sobre el esternón. —Me gusta. Los hombres de verdad tienen pechos velludos.
Pasó sus manos por mi vientre y tomó mis pechos con sus manos grandes y
ásperas. —Me alegra que pienses así. —Había una sonrisa en sus palabras, pero
estaba demasiado ocupada trazando los surcos de su abdomen, la concavidad de
sus lados, la buena meseta de su ancha espalda para realmente notarlo.
Una respiración, otro beso en el pecho, justo por encima de su pezón, y
entonces se arrodilló frente a mí, abriendo el botón de los pantalones cortos y
bajándolos más allá de mis caderas. Salí de ellos, y lo miré, encontrando su mirada.
Tenía mi culo agarrado con sus dos manos, y sus labios se presionaron en mi hueso
de la cadera izquierda. Justo debajo de mi ombligo. Luego en mi hueso de la cadera
derecha y fueron hacia mi muslo, en lo alto, justo debajo de la delgada correa de
mi diminuta tanga roja, a continuación, otra vez, un suspiro de la seda, en donde la
tela guardaba mi coño.
Levantó su mirada mientras metía los dedos en el lado de la correa,
preparándose para arrancarla.
Agarré su mano. —No lo hagas. Es el único par que tengo.
—Te he traído ropa limpia de Eliza. Está en mi bolsa —dijo, y luego arrancó
la tanga, de todos modos.
Jesús. Uno lee sobre el hombre bruto atractivo que rasga la ropa interior de
una chica, pero la realidad es un poco diferente. En cierto modo duele un poco,

174
cuando la correa en el lado opuesto se clava en tu cadera con la presión de la fuerza,
hasta que cede. Y luego está el hecho de que se te comparten los labios y quedas
con una pata de camello.
Pero entonces las partes de la tira caen y ya estás desnuda, desnuda,
completamente desnuda. Y eso fue lo que hizo, simplemente la arrancó, me arrancó
la ropa interior. Me quitó el aliento.
Sí, es exactamente así de sensual.
Y luego su boca estaba por encima de mi núcleo, su lengua pinchando en mí,
y tuve que agarrar sus hombros para mantener el equilibrio. —Mierda, Nick.
Pasé de estar excitada al orgasmo en el espacio de un latido del corazón. Un
golpe de su lengua contra mi clítoris y ya estaba lista para correrme, con dolor,
pulsando, una lanza de intensidad cruda atravesándome.
—Córrete ahora, Layla —dijo.
Se estiró y retorció mi pezón fuertemente, y luego deslizó tres dedos de la
otra mano en mi vagina. Sin un juego previo, sin introducirlos de uno a la vez, solo
un empuje áspero, rápido y me partí en un millón de pedazos. Chupó mi clítoris
entre sus dientes y lo aplastó contra su paladar, retorció mi pezón, retiró sus dedos
y volvió a follarme con ellos.
—Mierda, Jesús, Nick. Mierda —traté de empujarlo—. Necesito una ducha,
apesto.
—Me importa un carajo —murmuró—. Ahora... Te dije que te corrieras, Layla
—gruñó.
—Soy… oh... santa mierda, me voy a correr, Nick. —Sentí que todo se me
tensaba, sentí a mis músculos contrayéndose, sentí el calor explotando a través de
mí, un gemido sin palabras escapó de mis labios. Apreté con fuerza mis músculos,
sujetando tan fuerte como pude sus dedos, atrapándolos dentro de mí. Él gimió ante
la presión, levantando la vista hacia mí con un brillo apreciativo en sus ojos.
De repente, estaba de pie frente a mí y me estaba besando, con su aliento a
coño y su lengua exigiendo la mía, al mando e insistente. Sus dedos se clavaron en
mi cabello, tratando de deshacer la banda de goma que lo mantenía atado en su
lugar.
—Es una banda real de caucho —murmuré, sin aliento por su beso—. Te va
a costar mucho quitármela.
Metió la mano en un bolsillo y oí el chasquido de una navaja mientras tiró de
mi cabeza hacia él.
—No te muevas —ordenó.

175
Caí de rodillas en su lugar, y me puse a trabajar en su pantalón. Lo sentí
jugando con el moño en la parte superior de mi cabeza, buscando el mejor lugar
para romperla. Desabotoné la bragueta, y le bajé los pantalones, y cayeron al suelo,
a sus pies, con un ruido sordo. Él se centró por completo, sin embargo, tenía que
darle crédito por eso. Incluso mientras le bajaba los calzoncillos negros y dejaba al
descubierto su pene, estaba concentrado en mi cabello, cortando pieza a pieza la
banda de goma hasta que pudo soltar mi cabello.
Solo cuando mi cabello estuvo suelto alrededor de mis hombros guardó la
navaja y fijó su mirada en mí.
—Aún tengo mis zapatos —dijo.
—Es cierto. —Me incliné más cerca de él, burlándome de él, con la boca lo
suficientemente cerca de su pene que podía sentir mi respiración mientras desataba
las botas de una en una y le ayudaba a retirar sus pies de ellas.
Les dio un punta pie a sus calcetines, pateando el montón de ropa, tiró la
navaja sobre la pila.
Y luego esperó.
Me tomé un momento para admirar su pene; era un órgano precioso, largo y
grueso con una muy ligera curva hacia adentro, ya que se encontraba erecto contra
su vientre. Esa curva, no podía esperar para tenerla dentro de mí, empujando contra
mí, golpeando ese punto mientras me penetraba...
Envolví ambas manos alrededor de ella y la acaricié, y luego me incliné sobre
él, envolví mis labios alrededor de la cabeza.
Tomé una buena probada, y luego me hizo levantar. —Más tarde, Layla.
Me hizo girar en el lugar y me guio al baño, encendió el agua de la ducha,
ajustó la temperatura para que se encontrara en algún lugar entre fría y cálida.
Normalmente, me gustaba tomar duchas de agua caliente, pero por una vez estaba
simplemente demasiado acalorada y sudorosa para ser capaz de tolerar una ducha
de agua caliente.
Aquí hay algo a tener en cuenta: el sexo en la ducha no es realmente
atractivo. Es difícil tener buen sexo en la ducha sin que nadie se lastime, y siempre
hay alguien que se queda fuera de la corriente de agua y se enfría, y en realidad no
hay ninguna buena posición que no implique la hazaña de acrobacia o levantamiento
de potencia, especialmente cuando considero que no soy muy delicada.
Harris pareció reconocer todo esto. Me empujó con mi espalda contra la
pared, el agua golpeando mi frente. Tenía una pastilla de jabón en la mano, y
procedió a fregarme con ella, por todas partes.
Empezó con mi cara, y me dijo en un susurro áspero que cerrara los ojos,
luego me lavó la cara y me enjuagó con cuidado. Se trasladó a mi cuello y a mis

176
hombros, tirando de mí hacia adelante para lavar mi espalda mientras besaba mis
pechos. Luego recorrió mis pechos con la pastilla de jabón, y Dios, era sensual,
íntimo, tierno... demasiado con lo que lidiar. Cerré los ojos y dejé que me lavara.
Los muslos, el núcleo, el culo, toda entera, besándome y limpiando por todas partes.
Me encontraba sin aliento para el momento en que terminó, y traté de quitarle el
jabón, pero solo bajó mis manos y me llevó bajo el agua para lavarme el cabello.
Tenía botellas de champú y acondicionador de algún alojamiento, y utilizó las
dos cosas en mi cabello negro, rizado, usándolos uno tras otro, masajeando mi cuero
cabelludo.
Finalmente estaba limpia, de la cabeza hasta los pies.
Invertí posiciones e le hice lo mismo, lavándolo de pies a cabeza, pero me
aseguré de evitar sus zonas erógenas al principio. Es decir, primero le lavé el cabello,
y luego pasé el jabón sobre su cuerpo delgado, duro, tonificado, solamente dejando
su pene para el final. Por este tiempo su erección había disminuido a una semi caída,
pero brevemente noté este triste hecho. Me enjaboné las manos y luego las pasé
sobre su pene y sus testículos, masajeándolos suavemente, solo lavándolos en un
primer momento, y luego cuando los enjuagué, comencé a acariciar la erección
completa.
Dios, el hombre tenía una polla preciosa. En serio. He visto y manejado una
gran cantidad de pollas, y la suya era, hablando objetivamente, la mejor que jamás
había llegado a mis manos. Es decir, no se trataba de que tuviera un gran tamaño.
Había visto más grandes. Pero en realidad no hay tal cosa como demasiado grande,
en mi opinión, al menos. Para mí, se trata más de la forma en general. Con respecto
a los factores del tamaño, claramente, Nick tenía el tamaño de picas. No estaba
colgado como un caballo en sentido literal, era perfecta para mí. Me di cuenta
mientras exploraba su pene con mis manos que él me llenaría lo suficiente para
sentirme gratamente estirada. Grande, grueso, largo, pero solo de forma perfecta,
sobre todo recta, pero con una muy ligera curva, y esa curva... Me estremecí con
anticipación, cuando estuviera dentro de mí me golpearía justo en el lugar correcto,
y estaba pensando con mucha ilusión en ello.
Pensando, como, MUCHO.
Puede que me haya dejado llevar un poco, acariciándolo en la ducha. El agua
se había enfriado, pero no me importó. Se sentía bien, el agua fría en mi piel. Tenía
los puños alrededor de su pene y lo estaba acariciando, no trataba de hacerlo
terminar, solo... jugando con su longitud, haciendo una pausa de vez en cuando
para ahuecar sus bolas pesadas y masajearlas, haciéndolas rodar en mis palmas.
Sin boca, esta vez, solo tocándolo. Aprendiendo.
Explorándolo.
Y él me dejó hacerlo. Observó, con la cabeza apoyada en la baldosa, con las
manos en mis hombros, los pulgares dando vueltas en mi piel con el efecto de

177
holgazanería. Y ese toque descuidado, fue suficiente para hacerme casi infundir
pánico, porque estaba inconsciente, el tipo de contacto que significaba tanto, más
que cualquier contacto sexual. Era como la forma que tenía de pasar el pulgar por
mis labios. Tierno. Cariñoso. Significativo.
Cuando lo tuve respirando con dificultad y sus caderas aleteando con
movimientos suaves y lentos de los dedos a su alrededor, Nick me levantó, cerró el
agua, y me indicó con un empujón que me quería fuera de la ducha. Hizo un trabajo
rápido secándonos y, a continuación, me arrastró hasta el dormitorio. El aire húmedo
y caliente de inmediato recubrió mi piel. Los ojos de Nick vagaron por mi cuerpo, y
su labio se curvó en una sonrisa con hambre.
—Ahora los dos estamos limpios. No más excusas.
—¿Excusas? —pregunté.
No se molestó en contestar. Solo me empujó contra la cama. Antes de que
me inclinara hacia adelante, sin embargo, se apretó contra mí, su erección situada
entre los pesados glúteos de mi culo, me tiró hacia atrás de modo que mi cabeza
estuviera apoyada en su hombro, y me dio un beso, trazó mis labios con su pulgar.
Se inclinó sobre sus rodillas, con la mano ahuecando mi garganta,
sosteniéndome contra él, y su pene se empujó contra mi entrada.
—Oh Dios. Nick…
—¿Lo quieres, ¿verdad?
Asentí. —Jesús, sí.
—Dilo, Layla.
—Quiero tu polla dentro de mí, Nick. Quiero que me folles.
Me besó una vez más, y luego su pene me llenó de un duro golpe, y un grito
me fue arrancado.
Oh, mierda santa.
Esto iba a ser increíble.

178
ESTOY TAN JODIDA…
Traducido por MadHatter
Corregido por LuVelitta

Una estocada corta y con fuerza, y su polla se encontró completamente


dentro de mí, llenándome, estirándome. Todavía de pie, su mano suavemente
agarrando mi garganta para mantenerme en el lugar, como si estuviera tratando de
escapar, me sentía desamparada. Totalmente indefensa. No podía moverme, no
podía respirar, no podía pensar. Lo único que existía en todo mi universo era Harris,
grande, duro y caliente detrás de mí, su pene en mi interior, su mano en mi
garganta, y la otra tocando mi pezón como una cuerda de guitarra.
No se movió. El tiempo se detuvo, y el único sonido que se escuchaba era mi
jadeo y su respiración constante.
Sus labios tocaron mi sien, y temblé.
¿Qué mierda estaba haciendo?
Besar un cuerpo es sexual, presionar los labios en el pecho o en la cadera o
en la polla o en el coño o en el vientre, eso es sexo. Besarse, eso es sexo.
Besar la cara, la mejilla, la frente, la sien, la mandíbula... eso es íntimo y
personal.
A mí no me gustaba la intimidad.
No me gustaba lo personal.

179
Para citar a un cierto fenómeno de ficción—: Yo follo. Duro. —No me
conectaba con esos personajes en ningún nivel, excepto por el factor de intimidad.
Incluso con Eric, mi único novio serio, el único hombre con el que he vivido, el único
al que nunca le dejé ver ni siquiera una pizca de mi verdadero ser interior, incluso
con él realmente no tuve intimidad. El sexo era sexo. Eric y yo follábamos. Nos
desnudábamos. No me malinterpretes, Eric me gustaba. Mucho. Salí con él durante
mucho tiempo, y viví con él. Pero no tuve intimidad con él. No charlábamos antes
de dormir. No había ningún beso mientras me sostenía el rostro después de hacerlo,
ni me decía dime tus pensamientos más profundos y comparte tus emociones más
tiernas.
Nunca me besó en la sien.
Harris besó mi sien, un breve, lento, y completamente confuso contacto de
sus labios al lado de mi cráneo, y estuve perdida.
No como, enamorándome perdidamente, o ahogándome por su toque, sino
una forma de perdida diferente, como la del tipo ¿qué mierda está pasando, en
dónde estoy y qué sucede?
Y entonces, lo más salvaje de todo, mi cuerpo traicionó mi corazón. Mi mano
se alzó y fue hacia atrás, mi palma se sumergió en su nuca, mi cabeza giró hacia un
lado, mi boca buscó su piel, mi corazón latiendo con fuerza, tronando, agrietándose
y retorciéndose, y mi mente se estaba revelando, pero mi cuerpo se encontraba en
control. Mi cuerpo había secuestrado todo lo demás.
Mis labios buscaron piel, y la encontraron. Encontré su mandíbula. Su pómulo.
Agarré la parte de atrás de su cabeza y temblé como una hoja seca ante un viento
constante.
Y aun así no se movió. Aparentemente contento con solo mantener la pose,
los dos de pie frente a la cama, su eje enterrado en lo profundo de mi coño, mi
cuerpo endeble y sin fuerza, apoyándose con total confianza en el pecho de Harris.
Una respiración me abandonó en un suspiro roto, y me hundí, dejando caer
mi peso un poco, empujándolo más profundo. No podía soportar la inmovilidad, no
podía soportar la intimidad de su aliento en mi mejilla, su posesión muda sobre mí.
No podía manejar el recuerdo de ese beso en mi sien. Necesitaba... más.
—Nick... —murmuré.
—Lo sé —dijo, y me empujó hacia delante.
Por voluntad propia, con gusto, me incliné sobre la cama, separé mis pies al
largo de mis hombros, me apoyé con los brazos rectos, codos cerrados, manos en
el colchón. Esperé. Sin aliento, anticipando, con la respiración entrecortada, con
cualquier otro cliché que puedas imaginar, esperé.
Y Harris, siguió haciéndome esperar. No me dio lo que quería, no hizo lo que
esperaba. En lugar de empujarse con fuerza, meterse en mí, se inclinó y presionó

180
sus labios en mi espina dorsal, justo en el centro de mi espalda, pasó sus palmas
por mis costados. Me estremecí tan fuerte que tuve que apretar los dientes. ¿Qué
diablos estaba haciendo?
Otra caricia, esta vez hacia abajo, desde las axilas por mis costados hasta
cubrir mis caderas, luego haciendo círculos en mis glúteos. Se apartó, retirándose.
Mordí mi labio, esperando el golpe duro...
Se empujó suave, lentamente, y me hundí, derrotada y regocijada al mismo
tiempo. Tan bueno. Tan jodidamente bueno. Sentirlo, moviéndose en mí. El
deslizamiento dulce y húmedo de su polla introduciéndose en mi interior, gemí de
alegría.
Se inclinó sobre mí mientras sus caderas se presionaban contra mi trasero.
Sus labios tocaron mi oído.
—¿Fuerte... o lento?
—Con fuerza —respondí de inmediato.
Mordió el lóbulo de mi oreja. Fuerte.
Grité sorprendida y giré la cabeza para mirarlo conmocionada, y solo sonrió
mientras se enderezaba detrás de mí, pasando su palma por mi espina dorsal para
agarrar mi trasero. —¿Duro?
Asentí. —Duro.
—¿Qué tan duro lo quieres, Layla?
—Fóllame duro, Nick.
Se retiró para que la punta de su polla apenas descansaba dentro de mí,
acarició mi glúteo izquierdo con su mano izquierda, agarrando el pliegue de mi
cadera derecha con su mano derecha.
No hubo ninguna advertencia. Me golpeó tan fuerte que la respiración me
dejó involuntariamente y su mano me golpeó el culo con una palmada dolorosa y
resonante.
Grité.
No soy de las que gritan. Soy de las que gimen, de las que chillan, una estrella
de porno chillona. Cuando me corro, suelo apretar los dientes y gemir a través de
ellos. Yo no grito.
Nick me hizo gritar.
Se detuvo un momento, empalado completamente dentro de mí. Luego pasó
la palma de su mano sobre la piel picándome en el trasero, y luego se retiró,
lentamente. Tan lento. Entonces me dio una palmada en el culo y me folló de nuevo,
con fuerza. Sentí que su polla me atravesaba, se metía profundamente, sentía sus

181
bolas golpeándose contra mi coño, y mi glúteo se agitaba y me picaba por su mano.
Esta vez, no hubo una pausa, ninguna vacilación. Apenas una retirada lenta, casi
tierna, y entonces inmediatamente alcanzando el ápice de salida, Harris me dio una
palmada y me penetró otra vez. Mi glúteo izquierdo se encontraba en llamas, a estas
alturas. Mi coño palpitaba, y luchaba por respirar, por buscar el equilibrio.
Entonces se movió. Su mano derecha azotando mi glúteo derecho, su mano
izquierda agarrando mi cadera.
Golpe.
Golpe.
Golpe.
Cada golpe de su mano iba acompañado por una penetración dura y
discordante.
Cuatro golpes por un lado, cuatro penetraciones. Luego se movió, de un lado
a otro, de un lado a otro. Sin ritmo, sin patrón. Siempre con la retirada lenta, una
pausa infinitesimal, y luego la penetrada.
Perdí la noción del tiempo, nunca conté los empujes o los golpes. Todo lo que
sabía era que estaba palpitando y me dolía, que mi culo ardía y picaba y que con
cada azote me dolía más, pero que con cada golpe las penetraciones incitaban el
fuego dentro de mi núcleo a que ardiera aún más, hacía que cada empuje
brutalmente poderoso de su polla fuera mucho más intenso.
Perdí la capacidad de contener mis gritos.
Me dio una palmada y me penetró, y yo gritaba mientras arremetía contra mi
centro.
No sé cómo, pero supo cuándo me encontré cerca. Tal vez fue que cuando
me acerqué al clímax, empecé a empujarme hacia atrás mientras me follaba. O
quizás fue que los gemidos y los chillidos llenaron los espacios entre los gritos. No
sé cómo, pero lo supo.
Y justo cuando alcancé el borde, se salió completamente de mí, dejándome
vacía y lista para rogar por más.
Agarró mi cadera izquierda con su mano derecha y me hizo girar, quitándome
el equilibrio, tirándome tan fácilmente como si fuera alguna fulana flacucha. Solo
me lanzó como si no fuera nada. Me hundí contra la cama, luchando por buscar el
equilibrio, luchando por colocar los pies debajo de mí.
Harris estaba allí, agarrándome de la parte de atrás de mis rodillas y
levantándome, sus caderas encajando en la V de mis muslos, su polla empujándose
en mi entrada. No me encontraba equilibrada, no tenía control. Me tenía totalmente
impotente, mi torso descansando en la cama, mi mitad inferior en su agarre.
—¿Necesito colocarme un condón?

182
Negué. —No, me protejo y estoy limpia.
—¿Confías en mí?
Mierda, qué pregunta. ¿Confiaba en él? Quiero decir, mi vida estaba en sus
manos. Se había arriesgado por mí, matado por mí, y eso había sido solamente en
las últimas dos horas. Pero, ¿confiaba en que me follara sin protección en caso de
enfermedades? ¿Confiaba en mí con respecto a que realmente tomara la píldora,
que no quedaría embarazada, y que de verdad estaba limpia?
Tanta confianza.
Tan tonto.
Incluso estúpido.
Soy impulsiva. Temeraria. Hago lo que quiero, cuando quiero. No siempre
pienso en las consecuencias de mis decisiones. Si la jodo, lo manejo. La única
excepción a esto es en el sexo. Tomaba la pastilla desde que tenía catorce años, y
nunca, nunca, ni una vez tuve relaciones sexuales sin protección. Con nadie. Jamás.
Ni siquiera cuando estaba drogada. Si no tenía un condón, no me follaba. Esa era la
única regla inflexible e inalterable que nunca rompí, sin importar qué. Ni siquiera
con Eric, en los casi tres años que estuvimos juntos, no tuvimos sexo sin protección
ni siquiera una vez.
Entonces, ¿por qué entonces, levanté mis caderas en un acuerdo silencioso,
con Harris?
Sencillo. La misma respuesta al por qué me sentía tan afectada por un
inocente beso en mi sien: No tengo ni puta idea.
Levanté mis caderas, empujándome contra él, inclinándome y levantándome
para que su pene me penetrara.
Sin embargo, Harris no presionó. —Dilo, Layla. En voz alta. —Sus ojos eran
de un jade ardiente, sin pestañear, inquebrantables, intensos, conteniéndome.
—Confío en ti, Nick. —Jesús, sonó entrecortado. Seductor. Vulnerable.
Claramente, algún otro espíritu me había poseído, porque no era yo. Esta no
era Layla.
No soltaba gemidos de esa forma, de ninguna jodida manera. Cuando Harris
finalmente se metió en mí, gimoteé. Sé que dije que no era de las que gritaba, que
por lo general hacía sonidos casi falsos y típicos de las estrellas pornográficas
durante el sexo. De hecho, he sido acusada de fingir solo por cómo suena. Pero
nunca fingí, así era como sonaba.
Sin embargo, ¿esto? Cuando Harris me penetró lenta y deliberadamente, la
forma en la que lo hice... ni siquiera sé la palabra correcta... gemir, chillar, suspirar...
un sonido que era los tres en uno, un gemido-chillido-suspiro. No era yo. Nunca
soné así. Sin importar lo bien que se sintiera.

183
Pero ese era el problema, ¿no? Nada se había sentido así antes. No por la
forma en la que Harris me penetraba, en la que me llenaba. No por la forma en que
me mantenía completamente como su esclava, indefensa.
Me alejé del borde del clímax.
Solo le tomó cuatro estocadas lentas para llevarme allí de nuevo. Me
observaba, miraba mi cara, mis expresiones. Sentía su atención, enfocada como un
láser, híper-consciente. Enganché mis piernas alrededor de su cintura y deslizó sus
palmas por mi culo, manteniéndome en lo alto con un firme agarre de cada mano
en mis glúteos. Sus dedos se encontraban en el pliegue de mis nalgas, atreviéndose
a entrar, abriendo mi trasero. Literalmente, tenía todo mi culo agarrado, uno en
cada mano, y sostenía todo el peso de mi cuerpo en lo alto con ese agarre.
Sentí la presión de sus dedos contra mi ano, tocándolo pero sin empujarse
en su interior.
Quería entrar allí, en algún momento.
Lo dejaría. Mierda, probablemente le rogaría que lo hiciera, si así se iba a
sentir con él.
Una vez que estuvo seguro de su control sobre mí, una vez que se aseguró
de que me encontraba cerca, se acomodó acercándose más, inclinándose más
profundo en la V de mis muslos, empujando su polla hasta donde pudiera llegar.
Y luego empezó a follarme.
Oh. Oh, Jesús. Oh, mierda.
Esto era una follada de verdad. Me dejó sin aliento, me dejó sin ninguna
clemencia, no tuvo piedad. Le había pedido que fuera duro, me dio dureza. Mucha.
No me preguntó si estaba lista, no se metió en eso. Solo... un solo gruñido
murmurando apreciación por mi cuerpo, y empezó a follarme, empujándose
fuertemente una y otra vez, así que todo mi cuerpo se sacudía con cada estocada.
—Juega con tus tetas, Layla. Presiónate los pezones.
Obedecí, acariciando mis grandes pechos rebotando en mis manos y
presionando mis pezones erectos, y luego los pellizqué.
—Con fuerza, Layla. Hazte gritar.
Cogí mi pezón izquierdo entre el pulgar y el índice y lo pellizqué con tanta
fuerza que grité; un rayo me atravesó de forma fulminante, golpeando mi centro
mientras torcía mi pezón y lo pellizcaba de nuevo. Pellizqué ambos.
—Córrete para mí, Layla. —La orden fue tranquila, pero hablaba con nitidez,
llena de intensidad.
Me estremecí, retorciendo y pellizcando mis pezones mientras el orgasmo me
atravesaba.

184
—Toca tu clítoris. Ahora, mientras te corres.
Mantuve una mano en mi pecho, torciendo y pellizcando, y mi mano derecha
se hundió obedientemente ante la orden tranquila de Harris. Metí mis dedos medio
y anular en mi clítoris endurecido y lo froté en círculos, tan hinchado que no necesité
estimularlo, ya me estaba corriendo así que todo lo que tuve que hacer fue golpear
mi clítoris hipersensible con fuerza y rapidez.
—¡MIERDA! —La palabra fue una súplica, salió de mí cuando el orgasmo me
atravesó con espirales y se salía de control, haciendo que todo mi cuerpo girara—.
¡Dios mío, Nick, Nick, NICK!
Le eché un vistazo a través de los párpados medio cerrados, y vi una sonrisa
pequeña y complacida en sus labios mientras me penetraba una y otra vez. Y me di
cuenta de que aún no se había corrido.
—Tu turno, Nick —dije.
La sonrisa se extendió, se volvió feroz. —Mi turno, ¿verdad?
—También tengo que sentir que te corres.
Me bajó, desenvolvió mis piernas de alrededor de su cintura. Se aseguró de
que tuviera equilibrio, y luego subió a la cama. Apoyó su cabeza en la almohada y
se limitó a mirarme. Esperando.
—Móntame —ordenó.
Me tomé un momento para observar su cuerpo. Tan jodidamente sensual.
Esbelto, grabado con músculos duros como el hierro.
Lupino, primitivo. Vello oscuro, rizado y masculino saliendo de su pecho y de
su estómago, recortado alrededor de su pene. Dios, su pene. Húmedo y brillando
con mi esencia, duro y grueso, la curva muy leve que se sentía tan perfecta en mi
interior, golpeándome justo en donde mejor se sentía.
Sus ojos siguieron mis movimientos mientras me retorcía en el lugar y me
levanté de la cama. Mis pesados pechos se balancearon mientras me arrastraba
sobre él, y me encantó muchísimo la forma en la que sus ojos simplemente
devoraron mi cuerpo, la forma en la que su mirada parecía hablar mil millones de
palabras describiendo mi belleza, todo en silencio, un poema con miradas, una
canción en sus ojos. No necesitó decir ni una sola palabra, yo sabía que para él, era
preciosa.
Pero entonces habló, mientras montaba sus caderas con mis muslos. —
Layla, eres... tan jodidamente hermosa.
—Gracias, Nick.
Levantó su mano, sus nudillos rozando mi mejilla. Y luego agarró un puñado
de mi cabello rizado y negro como la tinta, lo retorció fuertemente, y atrajo mi cara
hacia abajo. Fue un tirón áspero, llevando mi cara hacia la suya, pero la expresión
en su rostro de alguna manera hizo que el gesto pareciera... tierno. No estaba segura

185
de cómo se las arreglaba para hacer eso, pero era efectivo. Mi corazón saltaba en
mi pecho, golpeando dolorosamente y con mucha fuerza. Tratando de escapar,
tratando de alejarme de lo que percibía en él.
—No, Layla —dijo, y me mordió el labio con los dientes—. No creo que lo
entiendas. Eres absolutamente perfecta.
No tuve nada que decir ante eso. No podía hablar, aunque hubiera poseído
las palabras. Me sentía ahogada, con la garganta apretada. Este era el terror puro
atravesándome.
¿Perfecta?
Dios no.
Sabía que era hermosa, pero más por mi cuerpo que por mi cara. Cuando
tienes dimensiones como las mías, no necesitas tener una cara linda. La mayoría de
los chicos me decían que era caliente. Sensual.
Que tenía un cuerpo follable. Que mis tetas eran lo mejor que habían visto.
Que tenía un trasero de gueto tan bien que podían follarlo por horas. Más cojín para
la presión de sus piernas por días. Había aceptado esos cumplidos, y me mantuve
en forma para mantenerlo así.
Pero ningún hombre me había dicho lo hermosa que era, no sin relacionarlo
con mi cuerpo de alguna manera.
¿Y sabes qué? Esa clase de dolor, era muy profundo. ¿Saber que mi belleza
era solamente por mi cuerpo? Era el tipo de daño que no sabes expresar, ni siquiera
para ti.
Pero en ese momento, cuando Nick me dijo que era hermosa, ¿que yo era
“absolutamente perfecta”? Eso lo enmarcaba de una manera que finalmente pude
entender.
Esperé por la relación.
Nunca llegó.
Y mis defensas se encontraron en alerta.
Peligro, Will Robinson.2
Me deslicé por su cuerpo, arrastrando las puntas de mis senos a través de su
pecho, acariciándole la cara con ellos, balanceándolos sobre sus labios, por sus ojos.
—¿Sí? Te gustan estas cosas, ¿verdad?
Se levantó y capturó un pezón en su boca. —Sí, así es.
Coloqué mi trasero sobre su estómago. —Esto te siente bien, ¿no?
Me agarró el trasero con la mano, amasando el músculo. —Muy bien. —Pero
entonces, con mi cabello todavía sujeto en su puño, apretó su agarre para poder
tomarlo desde las raíces, y con firmeza pero cuidadosamente llevó mi cara hacia la

186
suya—. Tienes el cuerpo más sensual que he visto en mi vida, Layla.
—Gracias… —empecé, pero no dejó que terminara.
Me interrumpió con un beso. —No había terminado. No me interrumpas. —
Fruncí el ceño ante el comando, pero esperé a que continuara. Le dio a mi trasero
una suave nalgada, bueno, no fue muy suave, seguía siendo una fuerte palmada,
pero en comparación con lo duro que me había azotado antes, fue relativamente
gentil, haciendo que mis glúteos redondos temblaran, y luego pasó su palma por mi
espalda, rozó mi mandíbula con su pulgar—. Pero eso no era de lo que estaba
hablando.

2
Personaje de la serie de televisión Perdidos en el espacio.
—¿No? —Intentaba ser casual.
—No. Dije que eras absolutamente perfecta. —Me mordió el labio inferior de
nuevo, su palma se extendió por mi cara—. Y lo decía en serio. Toda tú.
Era o llorar o evitar el tema, así que ¿qué crees que elegí?
Bajé mi mano entre nuestros cuerpos y envolví mis dedos alrededor de su
polla, lo acomodé en mi entrada, apoyando mi cuerpo con una mano sobre el
colchón junto a su cara, flotando sobre él, mis senos balanceándose sobre su pecho.
Una pausa momentánea, nuestros ojos conectándose, el calor y la intensidad
echando chispas entre nosotros. Y entonces me senté, con fuerza, empalándome en
él.
—Mierda, Layla —exclamó—, eso se siente… tú te sientes increíble.
Apreté su polla tan fuerte como pude. —¿Te gusta así?
Se metió en mí, nuestras caderas moviéndose juntas. —Mierda sí. Hazlo otra
vez.
Me levanté, hice girar mis caderas para que la cabeza ancha de su polla
entrara dando círculos entre mis labios húmedos, y luego me sumergí, apretando lo
más fuerte que pude. —¿Así?
Sus manos acariciaron mis costillas para agarrar mis senos, ahuecándolos y
masajeándolos. —Así. Sigue haciéndolo. Móntame hasta que ambos nos corramos.
Así que lo hice.
Bajaba al tiempo que me levantaba una vez más, relajándome en el ápice,
volviendo a hacer girar mis caderas moviendo su pene en derredor, manteniéndolo
adivinando cuando... bajaba de golpe y duro, nuestros cuerpos encontrándose con
un fuerte golpe de mi trasero sobre sus muslos, apretando con los músculos de mi
coño cuando bajaba.
Sentada encima de él, jadeando, todo dentro de mí palpitando locamente,
supe que tenía que sacarlo. Cuando volviera a correrme, sería con fuerza, y rompería

187
algo en mí. Me sentía asustada. Era inevitable, pero seguía tratando de alejarlo.
Tenía que hacerlo.
Era auto preservación.
Había algo real entre Harris y yo, y me asustaba muchísimo.
Así que jugué con él. Lo saqué. Usé todos los trucos que sabía para
encadenarlo.
Con su pene empalado dentro de mí, hice rodar mis caderas en círculos
amplios, bajé sobre él. Y entonces me levanté, me detuve, y me hundí, y luego volví
a sentarme con fuerza otra vez. Repetí esto hasta que empecé a temblar y me
encontraba en el borde.
Harris sudaba, respiraba con dificultad, y claramente sentía lo que le estaba
haciendo, pero no había dicho ni una palabra, no había hecho ni un sonido. Había
mantenido su agarre en mi cabello, y su otra mano descansando en la curva de mi
cadera en donde se unía con mi muslo, agarrándome, sosteniéndome. Permitiendo
que hiciera lo que quisiera.
Me levanté, planté las palmas de mi mano en su pecho y me empujé
lentamente, con penetraciones de poca profundidad, dejando entrar y salir solo el
par superior de centímetros. Una y otra y otra vez, nos provocaba a ambos con
movimientos superficiales, sin dejar nunca más de la mitad de su polla en mí interior
en ningún punto, volviendo a levantarme, dando vueltas, deslizándome por su eje
de nuevo, echándome hacia atrás para alejar y estirar a su pene de su cuerpo y
moviéndome en círculos otra vez.
Y todo el tiempo, Harris dejó que lo hiciera.
Con su mandíbula cerrada, jadeando, con sudor reluciendo en su rostro y en
su cuerpo.
Finalmente, gruñó—: Suficiente, Layla.
Se levantó, llevó mi cabeza hacia abajo, y capturó mi boca con la suya. Me
encontraba en la cima, pero él estaba controlado. Me besó. Santa mierda, me besó.
Con toda su lengua, sus labios aplastados contra los míos, exigiendo que le
devolviera el beso, dándole órdenes a mi boca. Su cuerpo se movió, su palma en mi
trasero, tirando de mí, sus caderas empujándose hacia arriba.
Gemí en el beso y tuve que deslizarme, tuve que moverme. El beso me
quemó, me robó el aliento de los pulmones y la voluntad de mi alma. Era un beso
que dominaba, un beso que poseía. Que me tomaba.
Me folló.
Y no pude hacer otra cosa que montarlo, no pude hacer otra cosa más que
tomarlo. Me encontraba desamparada encima de él, mi cara seguía aplastada contra
la suya por el agarre duro y firme de su puño en mi cabello, paralizada por el beso.

188
Sin embargo, no era solamente una follada. Los movimientos de su cuerpo,
el duro, salvaje y vigoroso empuje… eso era follar. Era crudo, primal y desenfrenado.
Todo lo que había pasado antes, las palmadas y las penetraciones por detrás, todo
lo que le había hecho hasta ese momento, todo era solo... un precedente.
Un juego preliminar.
Esto era... algo más. No solo una follada. Nada tan impersonal o casual como
eso. Este era Nick tomando posesión de mi alma. Este era Harris tomando el mando
de mi cuerpo. Esto era... mis paredes siendo derribadas. Mis defensas erradicadas.
Creo que terminé en algún momento, pero me sentía tan impresionada por
las implicaciones de lo mucho que sentía emocionalmente que no lo registré
realmente.
Me gusta el sexo. Duh. Quiero decir, de verdad me gusta mucho el sexo.
Mucho. Follar un montón. Es, como, mi cosa favorita, junto con estar desnuda y
emborracharme con vino tinto barato y ver Netflix hasta el cansancio.
Pero nunca había tenido sexo así. Era... nuevo. Extraño. Intenso. Emocional.
Lleno de significado.
Esto… significaba algo.
Y no sabía cómo lidiar con ello.
No podía lidiar con eso.
Pero Nick no me iba a soltar, no me iba a dejar en paz. Soltó solo lo suficiente
su agarre en mi cabello para que pudiéramos detener el beso para tomar aliento,
pero eso fue casi peor. Sin el beso, tuve que encontrar su mirada. Y diablos, sus
ojos... la pasión en ellos. La necesidad. La forma en la que me miraba tan
profundamente a los ojos, la forma en la que su mirada se dirigía hacia donde
nuestros cuerpos se unían. Todo era demasiado.
Esta vez yo lo besé.
Golpeé mi boca contra la suya con tanta fuerza que nuestros dientes sonaron
y mi labio se partió. Harris se apartó, lamió mi labio en donde palpitaba y lo besó. Y
luego, lenta, suave y magistralmente, reclamó mi boca. Una vez más tomando la
iniciativa y alejando el control de mí.
Dios, le pertenecía. Sabía exactamente en cada momento y situación cómo
arrebatarme el control y volverme completamente dependiente de él.
Mi elección era cederle el control o abandonarlo.
Lo pensé, realmente lo hice.
Si empezábamos a salir, y lo haríamos, estaba segura, algo iba a cambiar.
Pero no podía alejarme. No podría. Lo intenté. Jesús, sí traté. Pero no pude
obligarme a hacerlo.

189
Estaba demasiado atrapada por el dominio de su beso, demasiado paralizada
por el latido del éxtasis ascendente, demasiado atravesada por la intensidad de sus
ojos y la creciente urgencia de sus empujes.
Y solo podía decir, infierno santo, el hombre tenía una resistencia extrema.
Dejó que echara la cabeza hacia atrás, pero no me soltó el cabello. Sus dedos
estaban clavados en los rizos en mi nuca, y me dejó levantarme lo suficiente como
para plantar mis puños en la almohada al lado de su cara. Nuestras caras se
encontraban a centímetros de distancia, pero ahora no nos besábamos. Estaba
empujándose lentamente, con deslizamientos largos y profundos, entrando y
saliendo con golpes suaves y perfectos. Levanté las rodillas por debajo de mí y
empecé a empujarme de nuevo en contra de sus penetraciones, nuestros ojos fijos
e inquebrantables. Sin apartar la mirada.
Quería hacerlo.
Odiaba la intensidad, odiaba la vulnerabilidad que sentía en mí. Él me veía.
No podía apartar la vista.
Supe el momento exacto en el que perdió la batalla por el control de su propio
cuerpo; gruñó como un lobo y empezó a follarme con unas estocadas fervientes,
salvajes y maníacas, y su agarre en mi cabello se tensó hasta el punto de causarme
dolor, pero eso me gustó, porque eso hizo que volviera a la tierra. Me distrajo un
poco de la pasión abierta en sus ojos, de la cruda necesidad furiosa y frenética en
su mirada. De la conexión ardiente fluyendo entre nosotros. Solamente podía
bajarme sobre él, solo podía montarlo y follarlo.
Dios, se sentía perfecto.
El éxtasis más celestial que jamás había experimentado, Harris me follaba
mientras sus ojos prometían tantísimas cosas.
Cosas tiernas.
—Layla —murmuró.
No podía hablar. Solamente podía dejar escapar jadeos.
—Presiona. Con fuerza.
Así que presioné lo más fuerte que pude, me quedé quieta y me concentré
en apretar.
—Oh... mierda. Layla. Me corro. —Me hizo bajar hasta que nuestras bocas se
tocaron, pero no me besó, sus ojos en los míos—. Mírame. No te atrevas a apartar
la vista.
—No voy a... te estoy mirando —jadeé.
Sentí cuando comenzaba a correrse, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Me acarició la cara con el pulgar rozando mis labios. —Ahora córrete, Layla.

190
Me corrí. Santo infierno, me corrí. Con mucha fuerza.
—Di mi nombre, Layla. Di mi maldito nombre mientras llegas a la cima.
—Nick —dije—. Nicholas. Me estoy corriendo, Nick.
Lo sentí mientras se dejaba ir. Mordió mi labio, mantuvo mi rostro presionado
contra el suyo y me besó hasta dejarme mareada, y su mano se deslizó por mi
cuerpo y me dio una palmada en el culo una vez más, con fuerza, y luego,
finalmente, terminó de correrse. Chorro tras chorro de su semen caliente salió de él
y entró en mí, y no pude hacer nada más que sentirlo, apretarlo y maravillarme de
lo que nunca antes había sentido en mi vida, el chorro caliente y húmedo de un
hombre corriéndose sin condón en mi interior, llenándome, invadiéndome y
tartamudeando con sus empujones cuando se corría, se corría y se corría, su beso
disminuyendo el ritmo mientras perdía todo control, su mano en mi culo, agarrando,
amasando, tirando de mí con más fuerza contra él.
Me apoyé en él, lo apreté con mis músculos internos y lloriqueé cuando me
corrí al mismo tiempo, sin volver a correrme, sino que seguí corriéndome,
continuando un clímax largo y abrumador.
—Mierda —susurró, recostándose.
—Santa mierda. —Me desplomé sobre él.
En lugar de retirarme de encima, tomó mi peso en su cuerpo y me rodeó con
los brazos, evitando que me escapara.
Casi como si entendiera el pánico que me estaba invadiendo.
Una sola lágrima escapó de mis ojos, porque supe que lo que acababa de
suceder me había arruinado completamente.
Estoy tan jodida.

191
SACARLO
Traducido por astrea75
Corregido por LuVelitta

Me desperté sola, poco a poco y desorientada. Adolorida. Deliciosamente


adolorida de la mejor manera.
Oí una respiración pesada, uniforme y constante desde algún lugar de la
habitación. Girando y estirándome, rodé hasta el borde de la cama hacia el sonido
y vi a Harris, completamente desnudo en el suelo, haciendo flexiones.
Lo cual puede que sea la cosa más caliente que he visto en mi vida. Su culo
desnudo, tenso y flexionado, duro como el granito, y el ancho plano de su espalda,
un rígido campo de pulsantes músculos, mientras bajaba al suelo con exquisita
lentitud. Sus bíceps abultados, reluciendo con sudor al levantarse de nuevo igual de
lento. Respiraba cada vez que bajaba su cuerpo y exhalaba cuando se empujaba
hacia arriba. Una y otra vez, nunca apresurándose, nunca vacilando. Cien veces, lo
hizo. Lo sé, porque observé cada uno de sus movimientos, contándolos con él,
fascinada e hipnotizada por la vista.
Jesús.
Y luego rodó sobre su espalda, tocando con las yemas de los dedos la parte
posterior de su cabeza, haciendo el tipo de abdominales en donde empujaba su
rodilla hacia el rostro mientras su torso iba hacia adelante, tocando con su codo
derecho la rodilla izquierda y viceversa. Sé que me vio, pero no se detuvo, solo

192
abdominal, abdominal, abdominal. Otros cien.
Ooooooh, Señor.
Luego se puso de pie, con los pies ligeramente más separados que los
hombros y se agachó, extendiendo los brazos al hacerlo, poniéndose nuevamente
de pie. Al igual que las flexiones y las abdominales, hizo cada movimiento lento y
deliberado y con total control.
Puede que haya tenido que ahogar una risita. Quiero decir, ¿cómo no hacerlo?
Estaba desnudo, así que su cachivache estaba dejándose caer por todo el lugar,
siendo un poco gracioso.
Pero cuando terminó su centésima sentadilla y sus ojos se fijaron en los míos,
se volvió y se paró frente a mí, dejé de reírme. Después de entrenar, desnudo,
sudoroso, con los músculos hinchados… Nick Harris era una maldita bestia y lo
deseaba.
Lo miré fijamente, encontrando sus ojos, y entonces dejé mi mirada pasar
lentamente por su magnífico cuerpo hasta su polla. Se estaba despertando.
Endureciéndose, colgando, pero empezando a curvarse hacia un lado mientras la
excitación enviaba a la sangre a correr a través de ella.
Joder, lo deseaba.
Lo necesitaba. Nunca antes había necesitado a nadie y me hizo temblar de
miedo. Odiaba tener miedo.
Me hacía enojar.
Así que hice lo único en lo que pude pensar: me deslicé de la cama y me
hundí de rodillas delante de él, mirándolo fijamente. Se quedó quieto, con los brazos
a los lados, respirando pesadamente. Tal vez si le chupaba la polla, evitaría la
intensidad, la vulnerabilidad, la necesidad.
Comencé lentamente, con la intención de hacer un espectáculo de esto.
Hacerlo bien. Hacerlo durar. Que fuera la maldita mamada más caliente que jamás
haya tenido, o que jamás tendrá. Metí las palmas de mis manos en sus piernas,
empezando por sus pantorrillas y pasándolas por la parte de atrás de ellas hasta su
culo, acariciándolo, amasándolo, cavando mis dedos en el músculo
impresionantemente duro como hierro. Volví mis ojos hacia su polla, que ahora se
encontraba a media erección. Sostuve su trasero y acaricié su vientre por encima de
su floreciente erección, sintiendo que esta chocaba contra mi barbilla. Deslicé mis
labios para besar el lugar junto a su raíz, y luego toqué con mi boca su tenso saco.
Olía a sudor, pero era limpio y fresco y no me importó. Era un olor viril, masculino,
excitante. Tomé su saco con la boca y sentí a su polla endureciéndose contra mi
mejilla. Un vistazo me mostró que sus manos se apretaban en puños y se relajaban,
y dirigí mis ojos a los suyos. Atrapada por el fuego de sus ojos verdes, no pude
apartar la vista, preguntándome en qué estaría pensando. Tenía su cara de póker
puesta, solo sus ojos mostrándome que estaba sintiendo algo en absoluto. Sin

193
embargo, sabía que lo sentía. Qué era, no estaba segura, pero era algo poderoso.
Dejé que la longitud de su pene se deslizara contra mi mejilla mientras
retiraba mi rostro de su cuerpo, y finalmente la punta de su casi erecta asta flotó
hacia mis labios, endurecida y firme. Le di una lamida, un rápido chasquido de mi
lengua contra su cabeza, y Harris respiró bruscamente.
Mantuve la mirada fija en la suya, abrí la boca, y lo tomé entre mis labios,
mirándolo todo el tiempo, acariciando su culo con ambas manos. Dejó escapar un
suspiro y frunció las cejas. Retrocedí, lo solté de mi boca y corrí mi lengua de un
lado a otro, lamiéndolo una y otra vez, con largos y rápidos golpes de mi lengua
contra su piel salada y suave.
Envolví mis labios alrededor de la cabeza, y succioné, comenzando lenta y
suavemente, y aumentando la intensidad hasta que lo oí gemir y sentí sus caderas
ondeando, y entonces lo escupí. Se hundió ligeramente, exhalando un áspero
aliento.
—Jesús, Layla. —Se agachó e intentó levantarme, pero agarré sus manos y
las empujé a la masa enmarañada de mi cabello.
Enterró los dedos en él y se aferró, pero no hizo ningún movimiento para
instarme a bajar otra vez. Por ahora, parecía contento con dejarme hacer esto a mi
manera.
Bien por mí.
Iba a evitar las cosas por completo, porque sabía que si volvíamos a follar,
hablaríamos, y la mierda se volvería real y no estaba preparada para eso. Chupar su
polla bien eludía todo el asunto, placenteramente para él. ¿Y en cuanto a mí? Bueno,
digamos que su polla no solo era impresionante de ver, sino también agradable para
mi boca. Tal vez pertenezco a la minoría, pero en realidad me gustaba dar mamadas.
Me gustaba el poder, sí, la sensación de saber que era capaz de suscitar reacciones
fuertes. Controlar a un hombre a través de darle placer. También simplemente me
gustaba, me gustaba sentir la polla en mi mano, me agradaba acariciar la piel y el
sabor almizclado, la sensación de tenerlo en mi boca, la forma en que se tensaba y
explotaba. Además de que era una buena prueba para el hombre, porque los buenos
devolverían el favor, quizás no justo ahí, pero sí en algún momento.
Y también me gustaba mucho recibir cunnilingus. Si no devolvía el favor,
normalmente no habría segunda vez para él. Llámame perra, pero era una regla
básica. No solo por lo oral propiamente dicho, sino más porque si no estaba
dispuesto a devolver el favor, probablemente no estaría centrado en asegurarse de
que consiga lo mío durante el sexo en general. Lo cual no funcionaba para mí.
Esperaba conseguir lo mío. Eso es el punto de todo, ¿no?
Pero esto, con Harris, esto era varias cosas a la vez. Era una táctica dilatoria,
una táctica de evasión. Era también porque simplemente quería hacérselo, deseaba
ejercer algún tipo de control, ponerlo bajo mi hechizo en venganza por la forma en
que me había dominado completamente durante el sexo.

194
Así que, se lo hice.
Llevé las manos hacia delante, me hundí sobre los talones y curvé mis dedos
alrededor de su eje.
Exhaló bruscamente, sus dedos apretándose en mi cabello. Todavía no había
hecho nada, pero ya estaba apretando la mandíbula y agarrando mis rizos como
para salvar su vida.
Oh, amigo. Solo espera.
Comencé a acariciarlo; una mano floja alrededor de su grosor y bombeé hacia
arriba y abajo, mi piel apenas haciendo contacto con la suya. Sin embargo, mi otra
mano no estaba ociosa; tenía sus bolas en la palma y las masajeé tan suavemente
como pude. Lo acaricié lentamente, suaves caricias a lo largo, arriba y abajo, arriba
y abajo. Cuando mi mano alcanzó la parte superior de su eje, acaricié su cabeza y
lo agarré, retorcí, luego deslicé mis dedos alrededor de la hinchada cabeza de hongo
rosada y realicé bombeos pequeños alrededor de la punta, más rápido y más rápido
hasta que sus caderas ondearon y su aliento salió en una ráfaga.
Y luego me detuve.
Hizo un leve sonido de advertencia en su pecho, un sonido de desaprobación.
Bueno. Eso significaba que ahora estaba empezando a sentir las cosas.
Me aparté, lo empujé para que se alejara, y luego agarré su polla con ambas
manos comenzando un lento bombeo, empujándolo lejos de su cuerpo e inclinándolo
hacia adelante para llevarlo a mi boca. Solo la punta, al principio, de la misma
manera en que bien podrías colocar tus labios en la punta de una gran bola de
helado. Estocadas dobles con mi puño, una y otra vez. Estaba gruñendo, con un
sonido bajo, casi inaudible, pero era una buena señal. Empecé a moverme,
sustituyendo algunas de las caricias de mis manos por mi boca, bajando y bajando,
mis labios pasando la estría de la circuncisión pero no yendo más lejos,
balanceándome de arriba abajo, chupando mientras la piel elástica entraba en mi
boca. Empezó a empujar y su agarre en mi cabello se tensó. Al parecer, realmente
tenía algo con mi cabello; ahora tenía ambas manos agarrando la masa firmemente
cerca del cuero cabelludo. No aplicaba ninguna presión, tan solo lo sostenía. Sus
caderas se flexionaron, introduciendo su pene más en mi boca. Lo tomé, acepté más
de su grosor entre mis labios, dejé que mi lengua se deslizara contra su piel, ahora
acariciándolo solamente con una mano, bajando con sus empujes, acariciando sus
bolas y amasándolas suavemente.
Su respiración era irregular, gruñía de forma áspera y supe que ya se
encontraba cerca.
Así que desaceleré. Acaricié su longitud tan lentamente como pude, bajé mi
boca a su alrededor, abriendo mi garganta e inclinándome hacia adelante para
dejarlo entrar más, llevándolo profundamente. Eso le gustó. Lo hice de nuevo,
alejando su polla de su cuerpo hasta que estuvo casi horizontal, sujetándolo por la
base con ambas manos. Le eché un vistazo a través de mis pestañas y lo tomé

195
profundamente.
—Mierda. —La primera palabra que había pronunciado hasta ahora.
Tarareé un sonido interrogante. —¿Mmmmmmmmmmm?
Su mandíbula se flexionó y me empujó, muy suavemente, pero fue una ligera
presión mientras me movía hacia él, su polla pasando entre mis labios, sobre mi
lengua, la punta introduciéndose en mi garganta. Harris respiraba con dificultad otra
vez, su abdomen tenso.
Se estaba conteniendo.
Eso no iba a funcionar. Me di cuenta que él planeaba dejarme que lo llevara
hasta el borde, y entonces retomaría el control y trataría de terminar dentro de mi
coño. Trataría de volverlo íntimo. Cara a cara, probablemente.
Para que de alguna manera pudiera asegurarse de yo llegara allí con él, que
alguna manera pudiera reafirmar mi vulnerabilidad.
Por supuesto que no, maldita sea.
Así que aceleré, comencé a moverme de un lado a otro, llevándolo a lo
profundo de mi garganta cada vez más, hasta que agarré un buen ritmo. Lo sentí
temblar, lo oí gruñir y suspirar, murmurando maldiciones bajo su aliento mientras
se acercaba al borde.
Ahora más cerca.
Palpitó en mi boca, y probé el líquido pre-seminal en mi lengua. Estocadas
completas, desde la punta de su erección contra mis labios, hasta su vientre contra
mi nariz, largos movimientos húmedos de mi boca alrededor de su eje. Moví mis
manos hacia su culo y lo agarré, tirándolo, animándolo a moverse. Entonces se dejó
empujar y seguí haciéndolo, más y más duro, consiguiendo el empuje para que
follara mi boca.
Y entonces trató de frenarme, trató de detenerme, sacudiéndome del cabello,
pero lo ignoré y me balanceé con más fuerza.
—Mierda, Layla. Necesitas parar.
—Mmm-mmm.
—Mierda, estoy cerca. —Le gustaban las vibraciones, así que tarareé cuando
lo profundicé en mi garganta y no fue solo para él. Lo sentí palpitando y empujando
y supe que estaba cerca y tarareé en aprecio por su cuerpo, por el sabor de su polla
en mi boca.
Pero entonces hizo algo totalmente inesperado.
Se liberó, bruscamente y dando tropiezos. —Dije que pararas.

196
Caí de regreso contra la cama. —¿Por qué? —Me encontraba genuinamente
confundida. La mayoría de los chicos nunca se apartaban cuando estaban tan cerca
de terminar.
—No estoy listo para correrme en tu boca.
—¿En dónde quieres correrte entonces? —pregunté, tímidamente.
Estaba tenso por todas partes, con los puños flexionados mientras se
contenía, gruñendo a través de sus dientes mientras se alejaba de estar a punto de
terminar.
—Dentro de ti.
Le sonreí, con una mueca astuta y traviesa. Extendí la mano y agarré su polla
y antes de que pudiera protestar o detenerme, lo tuve en mi boca de nuevo, dándole
una buena garganta profunda y luego mirándolo. —Esto se encuentra dentro de mí,
Nick.
Lo quería.
Quería que se rindiera ante mí.
Esto era sobre ganar, sobre conseguirlo a mi manera.
También se trataba de conservar cierta distancia, cierta objetividad, alguna
apariencia de mi yo anterior, manteniendo a la Layla que no sentía una intensa
agitación emocional durante el sexo que le rompía el alma, la Layla que era cerrada
y casual. La Layla que no caía dormida en los brazos de un hombre, contenta y
saciada, completamente vulnerable.
Como acababa de hacerlo, por primera vez, anoche.
Necesitaba sentirme como si estuviera en control, como si estuviera haciendo
lo yo que quería.
—Jesús, Layla —gruñó cuando reanudé mi ritmo, profundizando y tragando
mientras entraba en mi garganta para masajear su eje con los músculos de ella y
mi lengua.
Le acaricié las bolas y presioné fuertemente su pellejo inferior, agarré su culo
con los dedos como garras, gimiendo mientras lo tomaba, bajando duro y rápido,
implacable y frenético.
—Mierda —gruñó.
—Mmmmmmmmmmm.
—Voy a correrme, oh mierda, estoy a punto de correrme.
—Mmm-mmm.
Enterró los dedos en mi cabello y me acercó más, empujándose en mi boca.

197
Me mantuve inmóvil y lo dejé follar mi garganta, tragando con cada empuje,
sintiéndolo que llegaba al borde, sabiendo que ahora no iba a detenerse.
—Mierda… Layla, oh dios…
Lo sentí salir en borbotones, sentí el comienzo en sus bolas ahuecadas en mi
palma, sentí tenso su pellejo y una vibración en el empuje de su polla. La primera
carga salpicó mi garganta y lo tragué y luego retrocedí para succionar su cabeza con
mis labios, soltando su trasero duro como una roca para deslizar mis dedos alrededor
de la base de su eje. Lo acaricié y me balanceé alrededor de la punta, chupándolo
con fuerza. Maldijo otra vez y se empujó hacia adelante, ahora su cuerpo se cerró,
empujándose mientras el orgasmo lo atravesaba. Lo ordeñé por todo lo que valía la
pena, degustando su corrida sobre mi lengua, sintiendo que borboteaba. Lo tragué
todo y seguí chupándolo, continué bombeando mientras se corría una y otra vez,
todo el tiempo masajeando su pellejo inferior.
Finalmente, había terminado. Lo dejé salir de mi boca, pero acaricié su
ablandada longitud unas cuantas veces más hasta que salió otra gota de su semen,
la cual también lamí.
—Jesús, Layla.
—Dices mucho eso —le señalé, levantándome para aliviar mis adoloridas
rodillas.
—Tienes una forma de forzarlo a salir.
Solo sonreí y balanceé mis caderas cuando fui al baño y cerré la puerta. Tan
pronto como estuve sola, me desplomé en el inodoro y me permití hiperventilar.
¿Qué diablos había hecho?
Había tenido sexo con Harris.
El maldito Harris había sido una gran idea; ese no era el problema. Había
sacudido mi mundo tan fuerte como sabía que lo haría. El problema era que lo había
sacudido un poco demasiado.
Lo había sacudido con tanta fuerza que algo había sido aflojado en mi
corazón.
Quería más, no solo más sexo y más folladas rudas. Duh, sí, también quería
eso. Pero problemáticamente, necesitaba más de él. Más de Nick, el hombre que
besó mi sien, el hombre que suavemente se aferró a mi garganta mientras se
mantenía dentro de mí, solo sintiéndome. Más del hombre que pensaba que era
perfecta.
No quería desear más de eso. Más de eso era peligroso. Más de eso
significaba que cambiaría todo. Todo ya había cambiado y si cedía a querer a Nick,
a desear estar con él todo el tiempo como una adicción, todo cambiaría de nuevo y
me perdería.

198
Me sacudí. —Contrólate, Layla —me dije en voz alta.
Hice pis y luego encendí la ducha. Cuando el agua estuvo tan caliente como
se podía, entré y empapé mi cabello, dejando que mojara mi cuerpo. Me permití
perder la concentración, no pensé, ni sentí, sin preocupaciones. Solo dejé que el
agua caliente golpeara mi espalda y mi cuero cabelludo, y traté de dejar que lavara
mis problemas.
No oí cuando la puerta se abrió. No me di cuenta que la cortina de la ducha
se hizo a un lado. No noté nada hasta que sentí las manos en mis caderas y los
labios en mi muslo interno.
Salté, chillando. —¡Maldita mierda, Harris! —Empujé su cabeza—. ¿Qué
diablos estás haciendo?
Estaba arrodillado en la bañera frente a mí, mirándome fijamente. —No creías
que podías escapar tan fácilmente, ¿verdad?
—Sí, más o menos.
Solo sonrió. —Buen intento.
—Estoy tomando una ducha.
—No, no es así —agarró mi tobillo, levantó mi pierna y envolvió la parte de
atrás de mi rodilla sobre su hombro.
—¿No es así?
Sacudió la cabeza. —No.
—Entonces, ¿qué estoy… oh…? —Su lengua se deslizó por el interior de mi
muslo, lentamente, acercándose más a mi centro—. Ho-oh… oh, santa mierda.
—Vas a querer aferrarte a algo, nena. —Presionó sus labios en mi coño y me
chupó el clítoris con la boca y luego retrocedió—. Esto podría tomar un tiempo.
Esto tomó un tiempo.
No tenía que hacerlo, pero lo hizo.
Me trajo de regreso. Oh Jesús, me hizo recuperarme.
Su lengua rodeó mi clítoris hasta que estuve jadeando para respirar y
contoneándome contra su rostro y luego se detuvo y deslizó sus dedos en mi interior
y me folló con ellos, metió la mano, curvó sus dedos y encontró ese punto en el
interior y lo frotó, y su lengua se deslizó lentamente contra mi clítoris hasta que
estuve frotándome contra su rostro de nuevo y luego se detuvo y solo me dio
lamidas cortas y rápidas con la punta de su lengua en mi clítoris, jugando,
traveseando.
Me aferré a la pared, apretando la palma de mi mano contra el azulejo mojado
para equilibrarme, parada en un solo pie, con la espalda apoyada contra la pared,
la ducha fluyendo por mi cuello y mis pechos.

199
Me acarició una y otra vez, me llevó al borde una y otra vez y entonces me
devolvió a la realidad de nuevo solo para llevarme allí una vez más.
Cuando me sentí frenética y desesperada, montando el borde pero incapaz
de terminar porque simplemente él no me lo permitía, no me daba el ritmo o la
consistencia que necesitaba, empecé a gruñir, agarrando su cabeza con ambas
manos y frotándome contra su boca, empujándome contra él.
Y entonces… se apartó.
—¿Qué diablos, Harris? —gruñí—. Estaba… estoy justo allí.
Cerró el agua, luego salió de la bañera, apartó la cortina y extendió sus
manos. Me alzó sin esfuerzo como si tomara una maleta. Me sacó goteando del baño
y me puso en la cama.
—Nick, estoy empapada…
—No me importa.
—¿Hay sábanas nuevas?
Se inclinó sobre mí, con los ojos intensos. —No. Pero de nuevo, no importa.
De todos modos, pronto nos vamos.
—¿A Río?
—Finalmente.
—¿Qué… qué… por qué te detuviste?
Estaba sobre mí, su rostro a unos centímetros del mío y me di cuenta de que
se encontraba duro de nuevo, listo de nuevo.
—Porque sé lo que estás haciendo.
—¿Qué estoy haciendo?
—No puedes escapar de esto, Layla.
—¿De qué?
Me penetró, entrando lentamente, con sus ojos en los míos, empujándose
hasta la empuñadura. —No juegues conmigo, Layla Campari. Te conozco. Y sé que
estás jodidamente aterrada.
—No lo estoy —lo dije en un susurro, porque me sentía totalmente aterrada
y lo odiaba, y también porque se sentía tan malditamente perfecto dentro de mí, se
sentía tan jodidamente perfecto encima de mí.
—Está bien sentirse asustada —dijo, y se movió lentamente, deslizándose en
un ritmo suave—. No te haré daño. No voy a desaparecer. No te defraudaré.
—Mierda. —Mi garganta estaba caliente, apretada—. Maldita sea, Nick.
—Eres la única persona que me ha llamado así, sabes. —Se inclinó para
capturar mi pezón en su boca, y luego mis labios—. No puedes escapar de esto. No

200
puedes detenerlo. Y en el fondo, no quieres hacerlo.
—Cállate y fóllame, Harris. —Me revelé contra él, ahora enojada.
Solo se rio y siguió moviéndose lenta y suavemente. Me apretó con su peso,
me sujetó y me acarició la cara de esa manera tan suya, con el pulgar sobre mis
labios. —Oh, lo haré. Te voy a follar por todas partes, dos veces. Te voy a follar
hasta que no puedas ver bien. Te voy a follar de lado, boca abajo, en tu culo, voy a
follar tu boca y tus tetas, y voy a follar tu dulce coño hasta que quede al rojo vivo.
Jadeé, parpadeando, mientras se empujaba más, levantando mis piernas
sobre sus hombros y conduciéndose más profundo todavía.
—Oh, oh, santa mierda, mierda. Nick… Jesús. —Estaba tan profundo que
ahora me dolía de forma perfecta, tan profundo, que me llenaba completamente,
estirándome y abriéndome.
—Pero ¿sabes qué más, Layla?
Tomé el cebo. No tuve elección. —¿Qué, Nick?
—No solo te follaré.
—¿No?
—Oh no. Voy a mostrarte lo que significa ser poseída por mí. Ser atesorada.
Ser objeto de devoción y pasión. —Moviéndose lento, profunda y rítmicamente. De
forma suave y tierna—. Voy a mostrarte lo que significa ser mía. Y nunca más
querrás algo más.
No se imaginaba, que ya no quería nada más. Tan arruinada. Estaba tan
arruinada.
Entonces el bastardo me fastidió aún más. Justo cuando supe que se
encontraba al borde y yo estaba allí también, se retiró.
—Voy a matarte —dije bruscamente.
No respondió. Nos hizo rodar para que me colocara arriba, me dejó encontrar
mi equilibrio, y luego deslizó su cuerpo hacia abajo hasta que su rostro estuvo debajo
de mí. A caballo regalado no se le ve el diente, lo que mierda sea que signifique esa
frase tonta, me senté en su cara. Su lengua me penetró y jadeé. Entonces su lengua
chasqueó mi clítoris, y gemí. Y luego lo succionó, metió tres dedos en mi hendidura,
extendió la mano y retorció mi pezón… y grité.
Monté su rostro como si fuera un maldito poni a monedas en la tienda de
comestibles y él lo tomó y me comió hasta que estuve gritando sin parar, frenética
y frotando mi clítoris en su boca como si me muriera si me detenía. Podría haberlo
hecho, nunca se sabe.
Pero el bastardo no estaba conforme. Solo tenía que subir la apuesta, porque

201
era un bastardo. El mejor tipo de bastardo, pero seguía siendo un bastardo.
¿Qué hizo, te preguntas?
Me metió uno por atrás. No el dedo meñique de la mano izquierda de los que
ya tenía tres dedos profundamente metidos en mi coño. No, rodeó mi cadera con la
mano derecha y presionó su dedo medio contra mi culo. Ya en la cresta del borde
del orgasmo, esto era casi demasiado. Pero solo porque soy una glotona del castigo,
me retuve. Primero quería ese dedo en mí. Me obligué a relajarme y abrirme
mientras masajeaba el capullo de músculos.
Agarré su mano, lo hice subir a mi rostro y le escupí en los dedos.
No siento vergüenza cuando juego, perras.
Lo escuché bien mientras sentí el bajo ruido de su risa.
Untó mi saliva contra mi entrada trasera hasta que estuve bien cubierta y
luego presionó su dedo, suave, lentamente, con cuidado. Un nudillo, entrando y
saliendo con ritmo, la lengua de forma lánguida moviéndose en mi clítoris,
manteniéndome en el borde pero no empujándome. Balanceé las caderas y conseguí
otro nudillo por mi esfuerzo. Entonces no pude evitar que los gemidos se me
escaparan, y tampoco lo intenté. Aumentó el ritmo de su boca sobre mi centro, su
lengua moviéndose en círculos acelerados, sus dedos entrando y saliendo de mi
hendidura caliente y húmeda, su dedo medio largo y grueso ahora completamente
insertado, su palma plana contra mi piel. No podía ser una posición cómoda, con su
muñeca curvada. Entonces me dejé ir.
Lo sentí empezando en mi vientre y en mi pecho, mis músculos tensándose,
mis latidos volviéndose salvajes, mis muslos temblando por el esfuerzo de
mantenerme en alto. Maldije y comencé a convulsionar, frotándome contra su rostro
de manera arrítmica, salvaje, balanceándome contra sus dedos, el único y los tres,
que utilizó con gran efecto, metiéndolos y sacándolos a un ritmo constante.
El grito cuando me corrí probablemente despertó gente en China.
Todavía no había terminado conmigo.
Todavía corriéndome, no tuve más remedio que agarrarme a su hombro para
equilibrarme mientras se deslizaba por debajo de mí, se levantaba para sentarse en
sus espinillas y me levantaba. Mis muslos habían quedado exhaustos, se sentían
como gelatina; tuve que aferrarme a su cuello, temblando por todas partes,
sacudiéndome con los temblores del orgasmo que todavía me tenía en su agarre.
Harris no perdió el tiempo, ni movimientos ni energía. Me palmeó los glúteos
y me levantó, y conocedora de sus intenciones, llevé la mano entre nosotros y lo
guíe a casa.
Mierda. ¿Realmente pensé eso? ¿Casa? Yo no tenía una casa. No tenía casa.
Pero esto se sentía así. Agarrando el cuello fuerte de Harris y sus hombros
anchos, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y dejándome hundirme a
su alrededor para sentarme sobre sus muslos… eso se sentía como en casa.

202
Agarrando a Harris como si fuera todo lo que valía la pena, todavía poseída
por las olas del clímax, sintiéndolo profundamente dentro de mí, con uno de sus
antebrazos musculosos debajo de mis nalgas, el otro reuniendo mi cabello en una
cola de caballo y agarrándolo en la base de mi cráneo y más o menos sacudiendo
mi cabeza hacia atrás, para que tuviera que mirarlo…
Estaba en CASA.
Maldita sea.
Me sostuvo así. Sentada en él, mi cabeza inclinada hacia atrás, para así
mirarlo más allá de mi nariz, mis manos clavadas como garras agarrando sus
hombros. Tan profundo. Tan grueso dentro de mí. Palpitante, caliente. Mi coño
pulsaba a su alrededor, rezumaba esencia. No se movió, solo me miró.
—¿Nos sientes? —Empujó una vez, con fuerza.
—Sí —respiré, e intenté cerrar los ojos.
—Maldita sea, mírame, Layla —me dio un tirón en el cabello—. Dime qué
sientes. En voz alta, ahora mismo.
Otro empuje, lento pero contundente, levantándome con el poder de sus
muslos.
—Nos siento. Te siento a ti. —Apreté mis caderas, necesitaba más, aunque
no podía ir más profundo y ya me había corrido con tanta fuerza que seguía sin
aliento, pero allí estaban los hechos: necesitaba más y me odiaba por ello. Odiaba
mi debilidad por la droga que era Nick.
—Excusas.
—No es una excusa, eso es lo que siento.
Tiró de mi cabello hasta que me incliné hacia atrás, para que mis tetas se
empujaran hacia su rostro. Se aferró a mi pecho, lamiendo primero el amplio círculo
marrón oscuro de mi aureola y luego pasando la lengua por mi pezón. Un empuje,
a la vez duro y lento, levantándome. Estaba repartiendo las penetraciones como si
fueran escasas, y estaba funcionando, me hizo desearlo aún más por lo poco que
me estaba dando.
—Por supuesto que nos sientes, Layla, maldita sea. Estoy dentro de ti. No
puedo ir más profundo. —Me mordió el cuello, la garganta, me besó la barbilla,
manteniendo un firme agarre en mi cabello, para que no pudiera moverme y ni
siquiera besarlo—. Sé que tú nos sientes. Dime qué hay dentro de ti.
—Tú.
Rio. —Cierto. Pero ya sabes lo que quiero decir. No seas una idiota, Layla.
—Entonces dime lo que tú sientes, señor Estoy-En-Contacto-Con-Mis-
Sentimientos. —Puede que no haya oído las letras mayúsculas en eso, pero estaban
allí.

203
—He follado a muchas mujeres en mi vida…
—Vaya. Es genial saberlo mientras estás dentro de mí —dije.
Continuó como si yo no hubiera hablado. —Ninguna de ellas me ha hecho
sentir ni siquiera una fracción que tú, Layla. Me has arruinado para otras mujeres.
Me has arruinado para tener sexo con alguien más, alguna vez. ¿Y sabes cuando
hablamos de sentirme asustado cada vez que entraba en combate? Bueno, no me
da vergüenza admitir que la forma en la que me estás haciendo sentir
emocionalmente me hace todo tipo de mierdas en la cabeza. Te tengo miedo. Tú
me tienes aterrorizado.
—¿Cuántas mujeres has follado, Harris?
—¿Estás celosa?
—No. Por supuesto que no. —Lo estaba totalmente. No quería, pero el tema
de todo este lío con Harris era que me encontraba en guerra conmigo misma.
—Lo estás.
—No, no lo estoy. Es solo que es un movimiento de imbécil presumir sobre
cuántas mujeres has follado mientras estás en el medio de follar a otra mujer.
—No me estaba jactando. Solo digo un hecho.
—¿Por qué tenemos esta conversación? —pregunté—. ¿Por qué ahora?
—Porque estás tratando de evitarme. Pensaste que podrías evitarme al darme
sexo oral. —Solo para asegurarse de que las cosas se mantuvieran… relevantes, me
penetró, sacándome un jadeo—. No puedes evitarlo. Es real. Está sucediendo. Ha
estado sucediendo.
—No estoy evitando nada.
—Eres una mentirosa de mierda, Layla.
Sin embargo, lo era. El hombre me conocía. Era una mala mentirosa y estaba
mintiendo.
—Maldita sea, Nick. ¿Qué demonios quieres de mí?
—Quiero que admitas que esto es algo más que un sexo escandalosamente
increíble. Es más que una follada buena y dura. —Tiró de mi cabello otra vez, para
que estuviera inclinada hacia atrás, con la columna vertebral arqueada y él también
se colocó en esa posición, extendiéndose entre nuestros cuerpos para acariciar mi
clítoris. Entonces me folló, moviéndome fuerte y rápido, golpeándome una y otra
vez, elevándome con todo su considerable poder para que nuestros cuerpos se
estrellaran con un slapslapslapslap de piel sobre piel.
Mis tetas rebotaron bruscamente en mi pecho, mi culo golpeó sus muslos y
se sacudió como gelatina.
Dios, me encantaba.

204
—¿Te gusta, Layla?
—Joder sí —admití, sin aliento.
—Te gusta cuando te follo tan duro que no puedes ver con claridez.
—No te detengas, Harris. Por favor, no te detengas.
Se detuvo.
Me soltó el cabello y me inclinó hacia atrás, para que cayera sobre el colchón
y entonces se colocó sobre mí, todavía adentro, su mano en la parte de atrás de mi
rodilla estirando mi pierna hacia mi pecho, abriéndome, empujándose más y más
profundo. Fijó mi rodilla en su lugar con el brazo y su mano libre me apartó el cabello
de la cara.
Y se movió, lentamente, con suavidad, con un ritmo tan suave que no había
manera de saber en dónde se detenía el empuje y en dónde comenzaba.
—¿Qué te parece esto? —preguntó—. ¿Te gusta esto?
Gemí en respuesta. Levanté mis caderas para encontrarme con las suyas. —
Sí. —Fue todo lo que pude decir.
—¿Esto es follar?
Sacudí la cabeza. —No.
Soltó mi pierna y envolví mis talones alrededor de su espalda. Se apoyó con
las manos junto a mi rostro y se movió, la posición simple del misionero al estilo
vainilla. Nunca se había sentido tan bien.
O tan íntimo.
—¿Qué hay de esto?
—Cállate, Nick.
—¿Qué te estoy haciendo ahora? ¿Qué es esto, Layla?
—Maldita sea. —Sabía lo que estaba haciendo y no me atrevía a decirlo.
Levantó una palma e hizo su cosa, acariciando mi mejilla, rozando con el
pulgar mis labios. Inclinándose, besó mi pecho, entre mis pechos. La pendiente de
un seno. Lamió un pezón, cruzó al otro lado y besó la pendiente de aquél, la ancha
y oscura aureola y el pezón grueso y casi negro.
—¿Qué estoy haciendo, Layla? —preguntó.
Le clavé los dedos en la espalda en partes iguales tanto por éxtasis como por
cólera. Mordí su hombro hasta que supe que tenía que doler como un hijo de puta,
pero ni siquiera se estremeció, solo dejó que lo mordiera.
—¿Qué está pasando entre nosotros, Layla? —Besó mi pómulo. Mi frente. Mi
sien. Siempre moviéndose, lento, suave, rítmico, hermoso y perfecto—. Dilo, nena.
Quiero escucharlo.

205
Sacudí la cabeza.
—¿No? —dijo.
Sacudí la cabeza otra vez, negándome a traicionarme a mí misma hablando.
Si lo hacía, mi voz se rompería. Me vería obligada a admitir… mierda, un montón de
cosas que no quería admitir.
El hijo de puta se retiró y se levantó de la cama, respirando con dificultad,
con los ojos centelleantes, orbes verdes ardientes y enojadas, su pecho agitado, el
sudor brillando en su piel.
Hice una pataleta, pateando mis pies y agitando mis manos, gritando de ira.
—¡Maldita sea, Nicholas! ¡No me hagas esto!
—¿Por qué no?
—¿Por qué no puede ser tan solo sexo?
Él estaba tan duro que tenía que doler, su erección plana contra su vientre,
goteando de la punta, mi esencia manchando y brillando sobre el hermoso eje de
su pene malditamente perfecto. Lo deseaba. Lo quería de nuevo en mí. Quería
sentirlo acabar, sentir que se soltaba, quería su aliento en mi piel, su peso en mi
cuerpo. Quería que su semilla goteara de mí y se deslizara por mis muslos. Quería
sus brazos a mí alrededor, quería despertar con él y compartir la intimidad de no
tener sexo, de hablar, compartir, acariciarnos, tomar café y estar juntos. Nunca lo
había querido antes. No había pensado que lo haría.
Estaba terriblemente aterrorizada de todas las ganas que tenía de todo eso.
Y Nicholas Harris, el hijo de puta, el hombre al que quería y necesitaba más
de lo que nunca había querido o necesitado algo en toda mi estúpida vida, quería
saber por qué me encontraba tan asustada.
—¿Por qué no puede ser más? —presionó—. ¿De qué diablos estás tan
asustada?
—¡DE TODO! —grité—. Tengo miedo de lo mucho que te necesito, de cómo
sucedió tan de repente. No creo en el amor instantáneo. ¡Ni siquiera creo en el amor
en absoluto! No creo en otra cosa más que en mi propia capacidad de cuidarme. No
necesito a nadie. Nunca he necesitado a nadie. No quiero necesitar a nadie. Pero…
te necesito y lo odio. Lo odio. Y te detesto por hacer que te necesite. Por ser tan
jodidamente increíble que no solo te necesito, te quiero. Te deseo. Y también odio
eso.
—¿Por qué? ¿Por qué es tan malo necesitar a alguien? —No se sentó y su
erección masiva no se había desvanecido.
—Porque sí.
—¿Cuántos años tienes, tres? Dame una respuesta real.

206
—¿O qué?
—O nada. O te llevaré de regreso a Detroit y pondré a un guardia que nunca
verás vigilándote. Nunca más me verás. Podrás tener tu vida solitaria, adicta al
trabajo y patética si eso es lo que quieres. No voy a obligarte a hacer otra cosa.
—Pero lo estás haciendo. —Incluso mientras exponía mis sentimientos, no
podía quitar mis ojos de su polla. El pene de Harris estaba recto, lo suficientemente
grueso para estirarme, el tiempo suficiente para llenarme. Casi como si…
Mierda. Sabía que tenía que terminar el pensamiento:
Casi como si hubiera sido hecho a medida específicamente para mí, para que
encajara como un rompecabezas, para completarme, para complacerme a mí y
solamente a mí.
Me ahogué con mis propias emociones.
Finalmente, me senté, puse mis pies en el suelo y doblé mis manos sobre mi
regazo, juntándolas y retorciéndolas, apretándolas hasta que mis nudillos
protestaron. Mantuve mis ojos lejos de los suyos, en el suelo.
¿Qué quería yo? ¿A él? ¿Esto?
¿O mi vida en Detroit?
—Dime algo, Layla.
Lo intenté. No podía. Era demasiado, demasiado fuerte, demasiado rápido y
todo a la vez. Solo sacudí la cabeza.
—Bien. —Logró decir la palabra con un suspiro y un chasquido—. Hazlo a tu
manera.
Lo observé a través de los párpados caídos; levantó los pantalones del suelo,
se sentó en el borde de la cama y metió ambos pies al mismo tiempo. Los abotonó
sobre su erección, que finalmente empezaba a disminuir. Hizo un rápido trabajo con
su camisa, abotonándola a la velocidad del rayo. Calcetines, botas. Sacó algo de la
bolsa negra, una correa de algún tipo. Una pistolera, que se abrochó sobre el torso,
metiendo una pistola a la altura del hombro.
Y así, después de treinta segundos, ya no era Nick, mi amante; era Harris, el
experto en seguridad. El asesino. Duro, frío, calculador.
Caminó a través de la habitación y abrió la puerta, sacando su teléfono del
bolsillo.
—¿A dónde vas? —De repente tuve miedo de quedarme sola.
—Tengo que llamar a Thresh, para ver si el viaje para irnos de aquí está listo.
—¿Volverás? —Maldita sea, sonaba necesitada, débil.
Me miró. —¿Crees que te dejaría aquí?
Me encogí de hombros. —No lo sé. ¿Por qué no?

207
Entró en el baño y le oí mientras se lavaba las manos. Regresó, mirándome
fijamente. Cuando no dije nada, sacudió la cabeza. —Eres una idiota. Para una mujer
tan inteligente, eres una maldita imbécil.
Eso dolió. Mierda, me dolió.
Me observó durante un segundo, pero yo no pude sostenerle la mirada.
Luego, con un suspiro, salió por la puerta.
Cuando me encontré verdaderamente sola, todo me golpeó.
Como si cayeras al suelo desde kilómetros sin un paracaídas, la pared de
emociones y recuerdos me golpeó, y simplemente me… rompí.
Quedé destrozada.
Derrumbada.
Lloré violentamente. Por primera vez en mi vida, lloré violentamente.
No lloré de esta forma cuando Eric y yo rompimos. No lloré así cuando mamá
murió, o cuando Mario murió, o cuando Vic murió. No lloré cuando me violaron en
mi último año de escuela secundaria. O cuando tuve que hacerme un aborto porque
me había quedado embarazada por eso. No lloré cuando me quedé sin hogar, o
cuando Kyrie simplemente me abandonó para irse con el jodido Valentine Roth. Yo
no lloraba por nada maldita sea. Ni siquiera cuando maté a ese imbécil de Cut con
mis propias manos.
¿Pero cuando Harris salió por esa puerta?
Berreé como un bebé.
¿Por qué?
Porque sabía que realmente la había jodido esta vez.

208
DILO
Traducido por Nemesis Moon
Corregido por LuVelitta

¿Sabes por qué no lloro? Porque es agotador. Simplemente te quita toda la


energía ti, te deja con mocos, los ojos inflamados, los labios temblorosos y toda
llorosa.
Pero sin importar lo mucho que trate, no puedo parar. Comencé sabiendo que
probablemente había arruinado lo único bueno que me había pasado en la vida, pero
entonces toda la mierda que había ocurrido se acumuló.
Ser secuestrada. Ser secuestrada en tanga y camiseta. Estar encerrada en
una celda pequeña, fría y hedionda a pescado en un barco. Ser forzada a esconder
una lapicera Bic en mi coño. Lucir desnuda de cintura para arriba para Vitaly, sin
saber cuándo podría decidir violarme, torturarme, o matarme; sin saber cuál sería
la peor parte. Que Cut tratara de violarme y haber tenido que matarlo. Jesús, eso
particularmente me envió hacia un espiral de paroxismo de llanto; el recuerdo
horrible y visceral de cómo me sentí cuando enterré la lapicera en su ojo, la forma
en que… hizo un desagradable chapoteo. Teniendo que enterrarlo más profundo
para que muriera de una puta vez, y se detuvieran los espasmos y la paliza. Huir.
Sentirme tan jodidamente acalorada, hambrienta, y sola. La caminata hacia esa
colina. La persecución a través de Sao Palo en un auto robado, terminando con
Harris encontrándome, y luego la emboscada… asesinando a otra persona.

209
Y entonces… Harris. Robó mi corazón, descaradamente. Solo lo arrancó de
mi pecho y lo reclamó como si tuviera todo el derecho.
Me hizo el amor.
El muy bastardo.
Estos pensamientos me hicieron llorar más fuerte. Simplemente no podía
parar.
No tenía idea de qué hora era. No tenía idea de cuánto tiempo había dormido
anoche antes de despertar y hacerle esa épica mamada. ¿Cuánto tiempo nos había
tomado? Todavía tenía el sabor de su semen en mi boca. Mi vagina aún dolía. Casi
podía sentir sus dedos en mi trasero. Lo sentía a mí alrededor, por detrás, a mi lado,
dentro de mí.
Lo olía: su sudor, el sexo, algo de su desodorante. El olor a cuero. A pólvora,
o lo que sea que ahora usaran para las balas. ¿Cordita? ¿A quién le importaba? Su
aroma era tan jodidamente sensual.
Con un sobresalto, me percaté que sí se encontraba detrás de mí, acurrucado.
Yo todavía estaba desnuda y como había dicho, con mocos, labios temblorosos,
llorosa, mi cabello como un nido de ratas, sudorosa y con olor a sexo. Tenía su mano
sobre mi cadera, su nariz en mi cabello y el pecho contra mi espalda.
—No soy muy bueno con las palabras.
—No, Nick, yo…
—Cállate y escúchame un segundo, Layla —me interrumpió—. Solo déjame
hablar. No soy muy bueno con las palabras, para expresarme. Diablos, no soy bueno
con las personas. Soy bueno para una cosa: asesinar y eliminar amenazas. Es todo
lo que sé. Nunca he estado en una relación. Nada ha durado más allá de una
semana. Podría decirse que no soy del tipo comprometido. Siempre me encuentro
en movimiento, y mi trabajo es muy peligroso. Es solo… que nadie me había
interesado, y mucho menos de esta forma. Nunca había querido tener algo que se
sintiera bien por poco más que unos pocos días. Y ahora, siento que soy
malditamente demasiado viejo para cambiar esta forma de ser.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunté.
—Tengo cuarenta y dos. —Desplazó la palma de su mano sobre mi barriga,
de forma lenta, con sus dedos estirados, presionándome contra él—. No he
terminado. Solo escucha. Mi punto es, hace poco lo arruiné contigo. No tengo
derecho a pedirte nada, a actuar como lo hice. Y entonces lo arruiné aún más porque
te oí llorando y me quedé afuera. Puedo enfrentarme a hombres con armas sin
acobardarme. Me han disparado, torturado, apuñalado, golpeado y dado por
muerto. Tuve malaria, tifus, disentería y dengue, y he sobrevivido a todo. Pero no
supe cómo lidiar con una mujer a la que había hecho llorar.
—Honestamente, me alegro. No quería que me vieras así. Fue horrible.

210
—Nada en ti es horrible, Layla. Nada. Eres la mujer más hermosa que nunca
he conocido, tanto por dentro como por fuera —habló casi en un susurro, su voz
pesada, un murmullo zumbando en mi oído—. No me debes nada.
—Creo que sí.
—¿Cómo es eso?
—Tienes razón. Estoy malditamente asustada por mis sentimientos hacia ti.
Como por ejemplo, ¿de dónde mierda salieron? ¿Por qué son tan fuertes y sucedió
tan rápido? ¿Qué significa? No sé cómo manejarlo. Cómo ser… ese tipo de chica.
Cómo dejarte entrar. Cómo ser… no lo sé. Como dije, ese tipo de chica. Porque no
lo soy, Nick. Nunca lo he sido. Dices que has estado con un montón de mujeres, y
realmente no te juzgo por eso, porque yo también he estado con muchos hombres.
—Aun no entiendo por qué crees que me debes algo.
Suspiré. —Porque… Dios, no lo sé. Porque tenías razón. Porque tuviste la
valentía de confesar cómo te sientes, y yo no.
—Eso es estúpido. No tiene sentido.
—Bueno, Nick, no tienes pelos en la lengua. Dime cómo te sientes realmente.
Se rio. —Nunca te mentiré. Puedo prometerte eso.
Estaba completamente vestido, la funda de su arma contra mi espalda, el frío
acero sobre mi piel desnuda, el cierre metálico en mi culo. Rodó sobre su espalda y
desabrochó la funda, dejándola sobre el suelo a un lado de la cama, y entonces se
volvió hasta rodearme, esta vez con su mano deslizándose bajo mis senos,
acariciándolos suavemente.
—Aunque puedo decirte una cosa —dijo.
—¿Qué cosa?
—Para mí, no sucedió tan rápido. Mi atracción por ti. Te olvidas que seguí a
Kyrie por años. Como siete, para ser exacto. Estuve ahí cuando te conoció,
observando a la distancia con un lente tele-objetivo. Estuve ahí vigilando lo que
pasaba entre ustedes. Tengo un cajón lleno de tarjetas de memoria con cientas de
fotos tuyas, y de ella. Juntas. En el bar, en la escuela comiendo el almuerzo.
Mudándose a su primer apartamento. Cada novio que llevaste al apartamento con
Kyrie, los tengo en fotos, y tengo un archivo en una cuenta de internet lleno de
expedientes sobre ellos, registros criminales, transcripciones, registros médicos y
financieros. De tus ex-novios. Si te enganchabas con alguien más de una vez,
también tengo eso guardado en archivos.
—Todos esos archivos. Para ser honesta, estoy tratando de no sentirme rara.
—En realidad, la idea me ponía un poco enferma—. ¿Por qué? ¿Por qué me estás
diciendo esto?
—Supongo que es una confesión total. Y porque… —se trabó con sus palabras

211
por primera vez desde que lo conozco—. Estoy enamorado de ti desde hace mucho
tiempo, Layla. Aquellos tipos de la emboscada; esos no fueron los primeros que
asesiné para protegerte. Cuando no seguía a Kyrie, mantenía un ojo sobre ella, me
aseguraba de que nada malo le pasara, te perseguía a ti. Te protegía. No podía
evitarlo. Nunca recibí un pago por ello, porque nunca lo coloqué en los libros para
que Roth lo hiciera. No podía. Era algo personal. Tenía que asegurarme de que
estuvieras bien. Sé del tipo en la preparatoria. Lo encontré, a propósito, y me
aseguré de que pagara con sangre por lo que te hizo.
—Maldita sea, Nick. —Sentí lágrimas escapando de mis ojos. Mi corazón se
tensó.
—Te quería. Pero no me atrevía a aproximarme. ¿Cómo podría explicarte algo
de esto? No había forma. Finalmente, cuando te uniste a Kyrie y a Roth en el Eliza,
todo llegó a un punto crítico. Estabas ahí, descansando sobre la cubierta todo el día
en esos malditos bikinis pequeños, burlándote. Torturándome. ¿Sabes cuántas
noches me masturbé pensando en ti? Recreándote en ese bikini amarillo, aquel que
tiene cadenas colocadas estratégicamente. Cuando tirabas de la parte superior y…
mierda. Cada maldita noche por meses. No podía pensar en nadie más. Iba a tierra
más de una vez y trataba de sacarlo de mi sistema con alguien más, pero no lo
conseguía. No estuve con nadie desde que subiste a bordo.
Algo llamó mi atención. —¿Te masturbabas pensando en mí, Nicholas? —
pregunté.
—Sí. Lo hice. Un montón.
—¿Un montón? —¿Debería sentirme asqueada? Porque no me sentía así. Me…
excitaba, en realidad—. ¿Cuánto sería un montón?
Dudó por un momento. —Cada noche. Cada mañana. ¿Por qué crees que era
un idiota tan gruñón todo el tiempo?
—Pensé que no te agradaba —dije.
—Me sentía jodidamente culpable por eso. Pero no podía detenerme. Me
sentía sucio, enfermo y jodido, corriéndome en mi mano mientras pensaba en ti. Y
entonces tenía que verte y hablarte, y solo pensaba en eso, en lo que hacía
pensando en ti, hace solo un par de horas antes. Y luego te paseabas alrededor con
ese jodido bikini y tus tetas rebotaban y veía tu culo y que quería follarte, y te juro
por Dios que ya tenía una pequeña erección con solo verte. —Rodó los ojos y tapó
su cara con sus manos—. No ayuda que sea casi veinte años mayor que tú, maldita
sea. Hace que me sienta incluso más sucio.
—¿Dices que tienes cuarenta y dos? —Giré hacia mi otro lado, para encararlo.
Asintió—. Tengo veintisiete, así que eso te hace quince años mayor. No veinte. Y no
hace la gran diferencia, en todo caso.
—Quince años, Layla. Era estudiante de segundo año en la preparatoria
cuando tú nacías. Fui condecorado como veterano de combate cuando te estabas

212
graduando. Eso hace una diferencia.
Coloqué mi mano sobre su pecho. —Honestamente, tu edad es la menor de
mis preocupaciones, Nick. En serio. No me importa.
—Te importará. En algún momento, así será.
—¿Por qué? ¿Qué te hace estar tan seguro? —No respondió. Me senté,
enfrentándolo, sentándome con las piernas cruzadas—. No puedo responderte
ahora, Nick. Puede que lo haya hecho antes, cuando preguntaste, pero solo… me
sentía muy asustada. Sí te necesito, Nick. Te necesito. Te quiero. He luchado contra
eso por… mucho tiempo. No quiero necesitarte, incluso ahora. Aún no quiero
hacerlo, pero maldita sea, así es. No solo para sacarme de aquí, y mantenerme viva
y alejada de las manos de Vitaly. Te necesito…. dentro de mí.
Finalmente me miró, con sus labios curvados. —¿De verdad? —dijo las
palabras con un tono sarcástico.
—Eso no es lo que quise decir, pero sí, de esa forma también.
—¿Qué cambió? ¿Entre entonces y ahora?
—El hecho de que me siento asustada y vacía cuando te vas. El hecho de que
incluso con todo lo que he atravesado en mi vida, el pensamiento de perderte me
hace llorar cuando nada más lo hace.
Sus ojos se fijan en los míos, verdes y tormentosos. —Layla, Dios. No fue mi
intención hacerte llorar.
—Sí, quisiste hacerlo.
—Te dejé llorar. Sola. Por cerca de una jodida hora.
—Lo necesitaba —dije—. Por ti, por todo lo transcurrido, por Cut, por Vitaly y
por todo lo demás. Por… tantas cosas. Necesitaba llorar sola. Supongo que
necesitaba despertar. Para ver las cosas como son.
Pasé una mano por mi rostro, dejando escapar un suspiro.
—Jodida. Estoy jodida. Tú lo estás. Toda esta situación lo es. —Solté un
suspiro—. Pero ahora sé que no quiero regresar a Detroit. No quiero volver a vivir
sola, a trabajar en tres lugares diferentes y asistir a la universidad. Después de lo
que he pasado, asistir a conferencias o dar pruebas, parece… estúpido.
—¿Qué es lo que quieres, entonces?
Me encogí de hombros. —No lo sé. Supongo que lo averiguaré cuando
regresemos al Eliza.
—Thresh tiene cubierto nuestro vuelo para salir de aquí. Así que podemos
salir cuando estemos listos. —Se levantó de la cama para recuperar la funda de la
pistola de su hombro.
—Espera —dije—. No hemos terminado.

213
Me miró burlonamente. —¿No?
—No. —Me alargué hacia el borde de la cama, poniendo mis pies en el piso.
Mirándolo. Dejándole ver el calor de mis ojos, la necesidad y el deseo—. Nos iremos
después de terminar.
Tomé la funda y la dejé cuidadosamente en el piso. Me levanté y desabotoné
su camisa desde el primer botón y cuando el último se abrió, pasé mis palmas por
su pecho de arriba abajo, me incliné para besar su estómago, mis manos viajaron
sobre sus hombros, quitándosela. Dejó escapar una respiración de alivio y placer
cuando desabotoné sus pantalones, deslizándolos por sus caderas.
Su pene se irguió, libre, desplegándose, balanceándose y endureciéndose en
una total erección que admiré. Curvé ambas manos sobre su eje acariciándolo
lentamente. Y, por supuesto, porque me encontraba en el nivel perfecto, tuve que
saborearlo. Entre mis labios, con mi lengua deslizándose hacia la punta, saboreando
la carne y un poco de mi propia esencia sobre su piel.
Pero entonces se liberó y me empujó hacia atrás. —No lo creo. —Nick bajó
sobre mí, subiendo en la cama, y su boca descendió a la mía, su lengua se deslizó
sobre mis labios y dos dedos frotaron mi clítoris—. Jesús, Layla. Ya estás húmeda.
—Tú me haces esto. Tienes este efecto sobre mí, y no lo entiendo. Quiero
decir, siempre estoy lista, pero… hay algo en ti que hace que mi coño se humedezca,
todo el tiempo. —Como si entendiera lo que decía, sus dedos se lanzaron a mi
abertura aplastando mi humedad—. ¿Ves lo que digo?
Sacó sus dedos para llevarlos a su boca, lamiendo mis jugos. —Amo la manera
en la que sabes. Dulce como el jodido azúcar.
—Mentiroso, mi sabor es a vagina.
Rio. —Es verdad. Pero es muy deliciosa. —Se movió hasta quedar debajo de
mí—. De hecho, creo que necesito una mejor degustación.
Estaba jodida. Lo quería adentro, deseaba, necesitaba sentir aquella conexión
con él. Pero también de verdad me gustaba la manera en la que me devoraba. —
Nick…
—¿Sí cariño? —Me abrió con sus pulgares. Aleteando su lengua en mi clítoris.
—Te necesito.
—Ya me tendrás.
—Te necesito ahora. —Me ignoró, lamiendo mi coño como si estuviera
comiendo un cono de helado.
Lamiendo, envolviendo, lamiendo, envolviendo. Gemí y enterré mis dedos en
su cabello.
—No creo que estés lista. Pienso que primero debes correrte al menos una
vez. —Remarcó sus palabras chupando mi clítoris con su boca y chupando y

214
aleteando con la punta de su lengua hasta que estuve retorciéndome, jadeando y
frotando mi núcleo contra su cara.
—Mierda, sí. Nick. Devórame, cariño. Jesús, eso se siente tan bien.
Me metió dos dedos, luego añadió un tercero y los empujó una y otra vez,
hasta que me froté contra su rostro, montando sus dedos y jadeando sin parar, unas
oleadas se apoderaron de mí hasta que llegué a la cima del clímax, gritando,
agarrando su cabeza con dedos temblorosos y jalándolo contra mí, retorciendo y
moviendo mis caderas sobre el enloquecedor aleteo de su boca.
Y entonces me penetró.
Todo de una vez, con sus caderas entre mis muslos, su pene enorme, grueso,
duro y suave llenándome y abriéndome hasta dejarme sin respiración con esta
perfección, mi columna arqueada sobre la cama, mis caderas aplastadas contra las
suyas. —¡Oh Dios, oh mierda, oh joder! —Dejé que mis rodillas se separaran y llevé
mis talones hacia mis glúteos, agarrada de su tenso trasero y sacudiéndolo—.
Fóllame Nick. Lo necesito.
—No.
Mis ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. —¿No? —soné un poco
chillona, un poco con pánico—. ¿Por qué no?
—Porque haré mucho más que eso.
—Oh. —Una sílaba salió de mis labios como un respiro de puro alivio.
Bajó su frente hacia la mía y me miró a los ojos a milímetros de distancia, su
respiración en mis labios, y me hice para atrás para que pudiera penetrarme mejor.
Sus labios encontraron los míos y con ansiedad profundicé nuestro beso,
demandando su lengua, sosteniendo su flexible culo con una mano y su nuca con la
otra. Besándolo, besándolo, y besándolo hasta que los dos nos quedamos sin aliento.
Sentí que mi corazón se expandía, mientras se movía en mi interior, sentí mi
pulso aumentando mientras otro orgasmo se alzaba dentro de mí. Esta vez, recibí el
sentimiento, abracé la emoción. Lo sentí y lo dejé germinar.
Me moví con él, planté mis pies en la cama y levanté mis caderas para
encontrarlo.
Puedo decir, sin equivocarme, que nunca había disfrutado la posición del
misionero como en este momento.
Físicamente, se sentía como nada antes experimentado. Emocionalmente, era
un lío, pero uno bello, un lío delirante.
—Layla. —Su voz fue baja, intensa.
—Estoy aquí, Nick. Estoy contigo.
—¿Sientes esto? —Posó mi mano sobre su corazón; palpitaba tan fuerte como
el mío.

215
Coloqué mi mano sobre la suya y dejé que toda la vulnerabilidad que sentía,
brillara a través de mis ojos. Dejé caer todos los muros y defensas y solo… sentí. —
Sí, Nick, lo siento.
Colocó sus rodillas debajo de él, llevó mis talones sobre sus hombros y me
penetró con tanta profundidad que mis ojos se humedecieron.
Bien, jodidamente bien. Lo admitiré: estaba llorando, porque se sentía
demasiado bien. —Oh Dios, sí. Más Nick. Más.
Empujó, despacio y rítmicamente, sin apuros. Me deleitaba con cada
embestida, cerré mis ojos y me concentré en la extensión, en cómo se sentía su
pene entrando y saliendo de mí.
—Míranos, Layla.
Abrí mis ojos y observé nuestros cuerpos juntos, observé su pene saliendo,
cubierto de mi esencia y luego regresando a mi interior. Y Dios, eso era sensual.
Observarnos, mirarlo, sus abdominales flexionándose, sus manos envueltas
alrededor de mis caderas, queriendo agarrar todo lo que pudiera de mis muslos con
una mano, lo que no sería mucho, viendo las emociones proyectadas en su rostro.
—Me masturbaba pensando en ti —le dije, de la nada—. Me extendía sobre
mi cama y te imaginaba justo así, y me tocaba.
—¿Cómo? Muéstrame, cariño.
Deslicé los dedos sobre mi clítoris, usándolos para separar mis labios y hacer
círculos con ellos, jadeando ante el intenso placer de esta sensación. —Así, Nick.
Duro y rápido.
Replicó mi ritmo. —¿En qué pensabas?
—En esto. En nosotros. Juntos. Nos imaginaba follando. Te imaginé
comiéndome como lo hiciste y yo… —Me quebré con un gruñido cuando me vine,
de pronto, arqueándome hacia adelante y quebrándome a su alrededor. Lo escuché
gruñir y sentí su ritmo disminuyendo, lo sentí tenso mientras se concentraba en
contenerse.
—¿Qué, Layla? ¿Con qué fantaseabas? Cuéntame.
No le dije. En su lugar, le mostré lo que quería. Empujé su pecho y él salió y
rodó hacia un lado. Me levanté sobre mis manos y rodillas, mirándolo sobre mis
hombros, mi cabello cayendo en una negra cortina de ondas. El sudor corría por mi
columna y mi piel se estremeció mientras él se colocaba de rodillas detrás de mí.
—¿Así? —preguntó.
Jadeé. —Así. —Me arqueé, apretando mi culo contra él—. Así es como lo
quiero. Quiero sentir que me penetras de esta forma.
Palmeó mi culo con ambas manos, acariciándolo como a un globo, lenta y

216
tiernamente. —Dios, amo tu culo.
Su rostro era evaluativo. La manera en la que me miraba, en la que me
tocaba, no dejaba lugar a dudas. Amaba mi culo. Mis tetas.
Aunque me pregunté, si también amaría el resto. Sospechaba que sí.
Sospechaba que a mí también me gustaba. No sabía cómo era el amor, cómo se
supone que debería sentirme, dando o recibiéndolo, no estaba segura.
Pero él amaba mi trasero.
No tenía ningún problema con ello. Es un gran culo y no todos los chicos
apreciaban eso.
Mi tren de pensamientos se descarriló cuando separó mis nalgas. —Te quiero
aquí, Layla.
Gruñí. —Puedes tenerme ahí. Pero ahora no. Por ahora solo… necesito
sentirte en mi coño.
Bajó su mano entre mis piernas, golpeó gentilmente mi clítoris, encontrando
mi entrada, guiando su pene para llenarme. Me agaché y lo empujé a una mejor
posición, y se deslizó en lo profundo.
Ambos gruñimos al mismo tiempo.
Me empujé hacia atrás para llevarlo más profundamente. —No lo contengas
más, Nick solo… tómame.
Oh mierda, me tomó. No fue duro y rápido. Fue duro y lento. Y me encantó.
Jadeé, gruñí y grité mientras me empujaba una y otra vez, sosteniendo mis caderas
y tirándome de vuelta en su aplastante empuje. No cedió y esta vez sentí que se
dejaba ir, liberara su control y solo… me tomaba. Sin complacerme, manipulando mi
entrada. Solo dando placer, follándome para liberarse.
Me toqué mientras lo hacía. Descansé mi cabeza sobre mi antebrazo y extendí
mi mano entre mis muslos para tocar mi clítoris hasta que dolió y empecé a temblar.
—Layla…
—Está bien, cariño —dije con voz ronca y jadeante—. Di mi nombre cuando
te corras. Grítalo.
—Layla, estoy casi ahí.
Yo también lo estaba, pero abandoné el esfuerzo y me apoyé con ambas
manos para mover mis caderas y frotar mi culo contra él, retorciéndome en su
frenética follada. —Dámelo todo, ¡Nick! Mierda sí, justo así, fóllame duro, cariño.
Me folló duró, y dolió tanto que no necesité tocarme, solo necesitaba dejarlo
golpearme adentro y sentí relámpagos estallando en mí con cada golpe de su pene
en mi coño.
—Layla... —Su voz rota y sus empujes vacilantes. Me penetró profundo, hasta
que mis nalgas enrojecieron contra sus caderas y no podía llegar más lejos, y aún

217
se empujaba, con fuerza, de forma creciente—. Oh mierda, Layla, me vengo… yo,
oh Jesús, Layla…
Se corrió diciendo mi nombre, llenándome, me inundó un río de semen
húmedo y caliente. Toqué mi clítoris una vez y fue lo único que necesité para unirme
a su liberación, unos truenos detonaron en mi interior, estremeciéndome hasta
dejarme lánguida y sin aire.
Momentos después, me encontraba envuelta en sus brazos, con la cabeza
descansando sobre su corazón latiendo, escuchando su pulso calmándose después
del frenético trueno.
Te amo. Lo sentí borboteando en mi garganta, y quedé conmocionada por la
necesidad de decirlo, el deseo de hacerlo.
De escuchar que me lo dijera.
Kyrie St. Claire era la única humana que alguna vez pronunció las palabras
“te amo” para mí.
Quería desesperadamente escuchar que Nicholas Harris me lo dijera primero,
no podía conseguir que aquellas palabras salieran de mis labios.
—¿Layla? —Su voz fue un profundo murmullo.
—¿Sí, Nick?
—No voy a decirlo. Sé que lo sientes. Sé que es así. —Suspiró—. Lo diré
porque es real y verdadero. Pero no ahora. No quiero que pienses que tiene relación
con haberme corrido con tanta fuerza. Quiero decir, así fue, pero no es esa la razón.
Sonó un poco incómodo, y Harris nunca sonaba así. Fue lindo.
—¿Nicholas?
—¿Sí?
—No lo digas si no es para siempre. Puedo manejar casi cualquier cosa. Pero
no lo digas, si no es en serio, y si no es… para siempre.
—Layla, yo no…
—No quiero hablar de esto ahora, quiero disfrutar de la sensación de
bienestar.
Tensó su agarre, sus brazos me rodearon con más fuerza. Quizás no tenía
que decirme que me amaba con tantas palabras, pero igual lo había dejado claro.
Por el momento era suficiente. Más que suficiente. Quizás incluso podría
manejarlo, hasta cierto punto.
Pequeños pasos de bebé para enamorarme.
—Aunque es cierto —murmuró.
—Yo también.

218
TODAVÍA NO ESTÁBAMOS FUERA DE PELIGRO
Traducido por MadHatter
Corregido por Daliam

Me desperté cuando golpeé el suelo junto a la cama con un golpe doloroso.


—¿Qué mier…? —fui interrumpida por la mano de Harris sobre mi boca.
—Cierra la maldita boca. Alguien está afuera. —Su voz fue un áspero susurro
en mi oído, apenas audible.
Me quedé quieta, todavía desorientada y adormilada, pero reconociendo la
urgencia en su voz. Se encontraba agachado sobre mí, desnudo, con la pistola en la
mano, apuntando a la entrada del dormitorio. Transcurrieron unos momentos de
tensión, y no oí nada, no vi nada. La luz fluía de forma brillante a través de las
sombras dibujadas. Olí el denso olor almizcle del sexo y bajé mi mirada para ver la
polla de Harris a pocos centímetros de mi cara, colgando, de forma pesada.
—Mmm. Pene —susurré, y lo llevé a mi boca, saboreándonos, sintiéndolo
temblar.
—¡Jesús, Layla! Ahora no. —Me miró y me lanzó una mirada de enojo. El
efecto de su mirada se arruinó un poco por el hecho de que ahora se encontraba
duro como una roca.
Y entonces lo oí. Un crujido de bisagras, unas pisadas rasguñando la alfombra
raída.

219
—Qué divertido —susurró Harris—. Ahora voy a tener que matar a este tipo
con una erección. Gracias amor.
—Sin problemas —respondí—. Te voy a esperar aquí.
—Buen plan. —Se acercó al pie de la cama, sosteniendo la pistola con ambas
manos, resbalando con la gracia y el silencio de los depredadores.
La bolsa de municiones se encontraba en el suelo, y metió la mano en ella,
hizo la abertura a un lado, encontró lo que buscaba: un silenciador, que rápidamente
y en silencio enroscó en el cañón de su pistola. Más espera. Sonidos viniendo de la
sala de estar, una voz murmurando en un idioma extranjero y otra voz
respondiéndole. Entonces eran dos.
Harris me miró, colocó un dedo sobre sus labios. Coloqué mis ojos en blanco
para decirle no jodas, ¿qué crees que voy a hacer, empezar a gritar? Mierda, era
sensual. Robusto, delgado, duro, ¡ja! eso ahora tenía un doble sentido gracias a mis
labios, los músculos de su espalda agitándose en las sombras con cada movimiento.
Debería haber lucido estúpido, acercándose más a la puerta, desnudo con un arma
en las manos. Pero de alguna manera, no era así. Parecía primitivo, feroz y mortal.
Mi hombre era mortal y sensual.
¿Mi hombre?
Sí, mi hombre. Decidí ser su dueña. Era mi hombre. Y yo era su mujer.
Curiosamente, de forma inesperada, me gustaba la sensación de ser la mujer de
alguien.
Casi me lo perdí. En un segundo estaba pensando en la novedad de ser la
mujer de un hombre, tumbada en el suelo entre la cama y la pared... y entonces
Harris se puso en movimiento, levantando la pistola, haciéndola sonar, destellar y
ladrar en silencio, una vez, dos veces... tres veces, cuatro. Aún era ruidoso, pero no
con el estallido ensordecedor de una pistola sin silenciador. Harris ahora se
encontraba en la puerta, moviéndose con ese estilo de agacharse de todos los
soldados, policías y otras personas entrenadas en combate, Harris lo hacía como un
aficionado. Seguía siendo sensual.
Volvió después de un momento, sacó la sábana de la cama y desapareció de
nuevo en la sala de estar para cubrir los cuerpos, con su teléfono sobre su oreja,
actualizando a Thresh.
Terminó la llamada cuando entró en el dormitorio, sacándole el cartucho a su
pistola y reemplazándolo. —Bueno, por ahora estamos solos. Tenemos que
movernos. Ve a la ducha, si quieres. Pero que sea rápido. Quiero irme en veinte
minutos.
—Pero todavía tienes una erección, Nick. ¿Quieres que te ayude con eso? —
Di un paso hacia él.

220
—Desaparecerá. No tenemos tiempo.
—¿Me hace lucir como una enferma que me ponga caliente después de que
situaciones como esta hayan terminado? —pregunté.
—No. La adrenalina te hace eso. Es un hecho documentado. —Subió la bolsa
de armas a la cama, encontró una caja de balas, y metió algunas en el cargador—.
Ya te lo dije, cariño. No tenemos tiempo. Estaré bien. Me lo puedes compensar más
tarde. Tenemos que movernos.
—Puedo hacerlo rápido. Te lo prometo. —Me arrodillé de todos modos.
—Layla… —Me hizo levantar, pasó su pulgar sobre mis labios, y luego me
besó—. Eres una mierda a la hora de escuchar.
—Soy una chica mala, ¿qué puedo decir? Y, obviamente, escuchar no es lo
único en lo que apesto3. —Me lamí los labios.
Se rio. —Eres imposible. Y sorprendente. —Me dio la vuelta y me empujó
hacia el baño, dándole a mi trasero una nalgada fuerte y ruidosa—. Ve. Dúchate.
Antes de decidir que tengo hambre. Y realmente no tenemos tiempo para eso.
—¿Estás seguro? —Pasé el dedo por mi abertura.
Gruñó. —Jesús, Layla —se pasó una mano por el cabello—. Esos dos fueron
solamente los primeros. No deberían haber encontrado este lugar, pero de alguna
manera lo hicieron. Lo que significa que habrá más en algún lugar. Lo que necesito
de ti ahora mismo es que hagas lo que te digo, para que podamos seguir los dos
con vida lo suficiente como para llevarte a una playa en algún lugar, lejos de todo
esto.
—¿Y una vez que estemos solos en la playa?
Sus ojos se entrecerraron, el verde se volvió ardiente. —Cuando te tenga a
solas... cariño, te follaré hasta que no puedas caminar recta. Te haré venir tantas
veces que me pedirás que te deje descansar.
—Eso nunca sucederá. Estoy bastante segura de que no tengo un umbral de
orgasmo de ningún tipo.
Se inclinó hacia mí. —¿Layla? Te juro por Dios que te voy a dejar el trasero
rojo y en carne viva de tanto golpearte si no te metes en la puta ducha ahora mismo.
—Eso no es una amenaza para mí, Harris, eso es una tentación.
Me agarró el cabello y me atrajo para darme un beso. —Y lo haré, algún día,
lo prometo. Ahora... por la última vez. Ve a la ducha.
Sus ojos eran serios, y me di cuenta de que si esto iba a funcionar entre
nosotros, realmente tendría que saber cuándo obedecerlo, sin decir mierdas al
respecto, esto era sobre saber cuándo Harris necesitaba que lo escuchara e hiciera
lo que me decía.

221
Soy terrible para hacer lo que me dicen, pero si podía escuchar a alguien en
el planeta, sería a Harris.
Metí mi trasero en la ducha, y salí en tres minutos. No tenía ninguno de los
productos que necesitaba para peinar mi cabello correctamente, los que eran
extensos, ya que tenía un cabello bastante difícil de manejar, así que me hice seis
pequeñas trenzas, las cuales luego las junté en una sola columna gruesa. Para
entonces, Harris había colocado mi ropa en la cama: un par de pantalones elásticos,
una tanga color celeste y un sujetador a juego, y una camiseta con cuello en V

3
Juego de palabras, arriba Harris dice You suck at listening, suck significa apestas, chupas; palabra
que luego usa Layla para decir que también suck otras cosas.
rayada. Los pantalones tenían AMO EL ROSA escrito a través del trasero, lo que
sospecho no fue un accidente por parte de Harris.
—¿Tú elegiste la ropa? —pregunté, enganchando mi sostén por delante y
luego girándolo alrededor de mi cuerpo para meter mis tetas en él.
Me observó mientras lo hacía, deteniéndose en el acto de volver a meter las
armas en la bolsa. —Sí. ¿Por qué?
Me coloqué la tanga. —Escogiste lencería a juego. Y esto es lencería, por
cierto, no exactamente ropa interior práctica.
Se encogió de hombros y volvió a meter los rifles de asalto en la bolsa. —
¿Cómo diablos puedo saber la diferencia? Las bragas son bragas, un sujetador es
un sostén. Y además, ese color es jodidamente sensual como un maldito pecado.
Lo era un poco. El celeste lucía asesino contra mi piel oscura. —¿Y los
pantalones con la escritura a través del trasero?
Otro encogimiento de hombros. —Parecían cómodos. No los escogí por lo que
decían.
Me los coloqué y luego me puse la camisa. —Por supuesto. Pero la escritura
es un bono, ¿verdad? Hace que mi trasero parezca aún más grande, todas esas
letras estiradas a través de todo este inmueble. —Me palmé el trasero y le di una
nalgada.
Sonrió. —Un montón de bienes seriamente jugosos. Es un bono gratificante.
—Hizo un gesto hacia los zapatos, un par de simples y desgastados Converse en
blanco y negro—. Sin embargo, esos son zapatos prácticos.
Él ya estaba vestido, con unos pantalones negros y limpios de BDU metidos
en sus botas de combate con cordones, una camiseta negra y la misma gorra que
les había visto a sus muchachos usando esa noche en la playa, A1S en letras
escarlatas en un remiendo cosido con forma de un casquillo negro en la gorra de
estilo militar.

222
—¿Qué es A-1-S? —pregunté, atando mis zapatos.
—Mi empresa. Después de que rescaté a Kyrie y los subí a ella y a Roth en el
Eliza, me di cuenta de que necesitaría mucho respaldo si quería mantenerlos a salvo.
Así que empecé Alpha One Security. Técnicamente, soy un contratista de seguridad
privada contratado por Roth, en lugar de trabajar exclusivamente para él. Sin
embargo, el efecto es el mismo, porque ahora mismo solo trabajo para él.
—¿Alpha One Security? —Me reí entre dientes—. Eso es... inteligente y para
nada original al mismo tiempo. A-One Security, básicamente, ¿verdad?
Cerró la bolsa y metió dos pistolas en las fundas de un elaborado sistema
atado a su torso.
Conté dos pequeñas pistolas sobre sus hombros, otra más grande en su
cadera derecha, cuatro cuchillos y seis cartuchos extra de diferentes tamaños. Se
encontraba cargado para matar osos.
—Sí —dijo—. Esa era la idea. Tenía prisa para ponerlo en marcha. No me
encontraba realmente preocupado por cómo se llamara la compañía, solo necesitaba
el LLC listo y funcionando lo antes posible para poder contratar a mis chicos. La
originalidad fue la menor de mis preocupaciones.
—Tiene sentido. —Me levanté—. Estoy lista. ¿Ahora qué?
Había un rifle de asalto en la cama y una pistola con un cartucho de repuesto.
Hizo un gesto hacia el arma más pequeña. —Toma eso. No lo uses a menos que te
lo diga. Nos subimos en la Rover y nos dirigimos a Rio tan rápido como podamos.
Deberíamos estar allí ya, pero nos hemos... desviado. —Una sonrisa, sus ojos
pasando por mi cuerpo y volviendo a mis ojos—. No puedo decir que lamento el
retraso, pero vamos a tener que mover el trasero para compensarlo.
Me precedió al salir, con el rifle en su hombro, el cañón moviéndose de lado
a lado, cubriéndome mientras me metía en la SUV antigua. Lanzó la pesada bolsa
de equipo en el asiento trasero en donde podíamos alcanzarla, al parecer, ahora
más preocupado por el acceso a ella en lugar de ocultarla. Se metió en el asiento
del conductor en cuestión de segundos y retrocedió, con la puerta ya abierta.
Nos encontrábamos a veinte minutos de distancia cuando me di cuenta de
que había pisado los tres cadáveres sin ni siquiera mirarlos, sin más que un
estremecimiento o un vuelco del estómago. Al parecer me estaba acostumbrando.
No estaba segura de sí me sentía bien con eso o no.

223
El viaje a Rio de Janeiro no tuvo incidentes de ninguna clase. Podría haber
sido solo otro viaje por carretera con mi novio, excepto por el hecho de que nos
encontrábamos en Brasil, y que mi novio estaba cargado con suficientes armas para
tomar el control de un ejército.
Y que yo tenía un novio real y factual.
Aparte de eso, fue como cualquier otro viaje por carretera.
Iba a decir algo al respecto, pero nunca tuve la oportunidad. El parabrisas
estalló en una lluvia de cristales, el neumático delantero pegó un salto y un torrente
de balas acribilló el cuerpo de la SUV. Me agaché, cubriendo mi cara, y Harris torció
el vehículo hacia la derecha. Aceleró el motor, doblando en una esquina, el extremo
de la parte trasera deslizándose con un chirrido de neumáticos, el cuerpo
balanceándose. Oí el ruido de las ametralladoras, escuché a las balas metiéndose
en el auto. Harris maldijo entre dientes e hizo girar al vehículo en otra esquina. Lo
miré por el rabillo del ojo, me agaché bajo la ventana, quedando fuera de la vista.
Él estaba completamente concentrado, conduciendo con una mano, moviendo la
palanca de cambios hacia atrás de golpe con la otra, observando por el espejo. Nos
encontrábamos en medio del centro de Rio, en una carretera que corría de forma
paralela a la playa. El mar estaba a nuestra derecha, la ciudad a nuestra izquierda,
sin una nube en el cielo. Otro giro de los neumáticos, y nos lanzamos entre el
laberinto de edificios, con el neumático pinchado saliéndose y la llanta chirriando.
Me atreví a echar una mirada hacia atrás, y vi un pequeño sedán negro
siguiéndonos, y mientras observaba una cabeza oscura surgió del techo solar,
nivelando una enorme ametralladora en nuestra dirección. —¡Mierda! —Volví a
agacharme justo a tiempo.
La ventana trasera se hizo añicos y las balas golpearon los asientos detrás de
nosotros.
—Dispárales, Layla. Al conductor, al tirador, al motor, no importa. Solo
devuelve el fuego.
Tragué saliva con fuerza y agarré mi pistola del asiento entre nosotros, me
giré en el lugar y apunté por encima del respaldo del asiento. Apunté al parabrisas,
contuve la respiración y apreté el gatillo. El parabrisas se arañó pero no se rompió,
así que disparé dos veces más, y finalmente se rompió con una lluvia de fragmentos
de cristal blanco. Vi una cara, entonces, piel oscura y una barba de chivo. Me agaché
de nuevo al tiempo que las balas golpeaban el asiento, lo atravesaron, y se
estrellaron contra el salpicadero. Me enderecé, disparé dos veces, y me agaché de
nuevo.
Harris me miró con una sonrisa en la cara.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Por qué demonios sonríes?
Nos metió de golpe en una esquina, colocó los frenos, y luego pisó el gas e
hizo girar la rueda para pasar a un camión lento. Me lanzó otra mirada. —Tú. Eres

224
sensual, disparando mi arma. Metiéndote detrás del asiento como si fueras a parar
una bala. Eres tan jodidamente caliente. Supongo que una mujer con una pistola en
sus manos me excita.
Todo lo que escuché fue la parte de que esconderse en el asiento no detenía
una bala. —Así que no debo esquivarlas, ¿es lo que estás diciendo?
Negó. —¿Ignoras intencionalmente las mejores partes de lo que te digo?
—Que no reciba un disparo es bastante importante, ¡creo yo!
—Verdad, es cierto. Pero esconderte detrás del asiento no va a hacer nada.
Sus tiros ya lo han atravesado. —Extendió su mano hacia un lado y tocó un agujero
desgarrado en el cuero envejecido.
Me incorporé, dándome cuenta de que tenía razón. Apunté al conductor y
disparé, y esta vez de di. Se agarró el brazo y vi un rocío rojo en la ventana a su
lado, y su coche se desvió. Eso fue todo lo que se necesitó. Perdió el control apenas
el tiempo suficiente para golpear la parte de atrás de una furgoneta de servicio, la
parte delantera transformándose en un acordeón y crujiendo bajo el parachoques
trasero. Oí gritos y alaridos, y luego dimos vuelta a la esquina y nos encontramos
fuera de la vista.
—¡Le di! ¡Le di! —No debería haber estado exaltada, pero lo estaba—. ¡Soy
una malota!
Harris se echó a reír. —Seguro que lo eres, cariño. Buen tiro.
—¿Soy mala persona por no sentirme mal?
Se encogió de hombros. —No soy realmente la mejor persona para que me
hagas esa pregunta, no pienso. Mi perspectiva es un poco sesgada.
—Supongo que tienes razón. —Lo miré—. Así que cuando dices que una mujer
con una pistola en sus manos es excitante, ¿quieres decir eso literalmente, o...?
Harris me lanzó una mirada mientras posaba para él, sosteniendo el arma con
ambas manos frente a mí, los brazos rectos, mi cabello moviéndose con el viento.
—Cariño, si no estuviéramos huyendo para salvar nuestras vidas, me detendría y te
mostraría cómo literalmente lo digo en serio.
—¿Tienes alguna fantasía con respecto a mí y a las armas?
Se movió en el asiento. —Um. —Lanzó una mirada a los espejos—. Sí, a decir
verdad. Pero voy a reservar eso para cuando salgamos de esto.
—¡Vamos, Nick! Solo dime qué es.
Dejó escapar un suspiro. —Solo digamos que implica que uses nada más que
un cinturón con municiones, con mi M4 en tus manos.
—Puedo ver lo sensual que sería. Aunque tendría que ser un gran cinturón.
—Le sonreí.

225
Sacó el teléfono. —El punto, Layla, es que el cinturón no es lo suficientemente
grande para cubrir todo. —Me lo entregó—. Llama a Thresh. Está en los contactos
con su nombre, obviamente. Dile que estamos yendo calientes.
Encontré la entrada del contacto, la toqué, y coloqué el teléfono contra mi
oído. Sonó dos veces. —¿Qué pasó, jefe?
—En realidad, soy Layla. Estoy con Harris y me dice que te diga que
estamos yendo calientes. Lo que sea que eso signifique.
—¿Qué tan calientes?
—No sé qué significa eso. Quiero decir, sé que me encuentro muy caliente,
tanto literal como metafóricamente...
—Eso significa que te están persiguiendo —me interrumpió, sonando irritado
y divertido con mi divagación—. Los malos están detrás de ti. Te encuentras en
peligro.
—Oh. Sí. Había un coche detrás de nosotros, pero le disparé al conductor y
ahora están muertos. O probablemente él murió. No veo a nadie más en este
momento, pero tienden a aparecer cuando menos lo esperas.
—¿Le has disparado al conductor?
—¡Sí! —Sonaba orgullosa de mí misma, porque lo estaba.
—¿De un vehículo en movimiento?
—Bueno, no fue un tiro en la cabeza ni nada. Solo lo mandé a volar, como
diría Harris. Chocó.
—Qué bien. Bueno, dile a Harris que estoy en la carretera, con los motores al
ralentí, listo para irnos. Estaré en la bodega, listo para cubrirlos cuando se
aproximen. ¿Entendido?
—Le diré. —Clic. Miré el teléfono y luego se lo di a Nick—. ¿Qué pasa con los
hombres que ni siquiera dicen adiós antes de colgar? ¡Es grosero!
Se encogió de hombros. —No lo sé. Es una cosa de chicos, supongo. O tal
vez es una cosa militar. No perdemos tiempo con bromas. No hay punto para hacerlo
ni tiempo.
—De todos modos, Thresh dijo que te dijera que está en la carretera, con los
motores en ralentí y que se encontrará en la bodega preparado para cubrirnos
cuando nos aproximemos.
—Perfecto. —Señaló mi pistola—. Recárgala.
Resulta que no necesité recargar nada, porque no había nadie detrás de
nosotros y llegamos al aeródromo un par de minutos más tarde. Salimos del
todoterreno y subimos la rampa hasta la bodega de un enorme avión bimotor. La
escena me recordó a aquella escena de la película Rio de dibujos animados, en

226
donde la chica americana tímida y el tonto tipo vestido de pájaro brasileño están en
la carroza del Carnaval, persiguiendo a los pájaros hacia una pista de aterrizaje.
Excepto que no había pájaros en el avión, solo Thresh con sus dos metros diez de
altura... y por el Santo Moisés, San Pedro, Jesús y María... Thresh se encontraba sin
camisa, llevaba nada más que un par de pantalones cortos de cargo cortados, los
extremos deshilachados y harapientos. Era el hombre más musculoso que jamás
había visto, rivalizando fácilmente tanto con Arnold Schwarzenegger como con
Dwayne Johnson, y diría que Thresh probablemente tenía la ventaja. Tropecé
mientras pasaba a su lado, observándolo abiertamente. Quiero decir, ese tipo de
músculos no me gustaban, sexualmente hablando, pero aun así era una visión
impresionante.
Me guiñó el ojo. —Toma una foto, cariño. Te durará más. —Tenía una gran
ametralladora en sus manos, el tipo de arma que se suelen ver montadas a los lados
de los helicópteros en las películas de guerra de Vietnam.
—No llames a mi mujer, cariño, imbécil —espetó Harris—. Te voy a patear el
trasero.
Thresh me miró a mí y luego a Harris. —¿Tu mujer?
—Me has oído.
—Está bien entonces. —Me volvió a mirar, evaluándome en lugar de mirarme
de forma lasciva—. Así que, cuando dices “tu mujer”, ¿qué significa eso
exactamente, jefe?
Harris se encontraba en la cabina, moviendo los interruptores, acomodando
un auricular en su cabeza. Se volvió y miró a través de la puerta abierta. —Significa
que cierres la boca y que te ocupes de tus jodidos asuntos, eso es lo que significa,
maldita sea.
Las cejas de Thresh se alzaron. —Vaya, amigo. ¿Estás muy tenso?
Harris se levantó del asiento, tirando del auricular. —Te mostraré…
—¡Harris! Siéntate, cállate y vuela el jodido avión. No tenemos tiempo para
medir pollas.
Los ojos de Thresh, ya muy abiertos, se abrieron aún más cuando Harris hizo
lo que le dije. El ruido de los motores aumentó, y nos empezamos a mover hacia
adelante. Algo chispeó en la rampa y rebotó alrededor de la bodega de carga con
un zumbido muy ruidoso, y la mano de Thresh, que era tan grande que un pomerano
podría haber estado en su palma, me hizo a un lado de un empujón. Se colocó de
rodillas, sacó un bípode y se dejó caer sobre su vientre. Nuestro avión aullaba por
la pista, acelerando la velocidad, pero Thresh no parecía preocupado por esto
mientras apuntaba y abría fuego contra la SUV negra que rugía detrás de nosotros.
Me agarré el objeto más cercano, lo cual era una cadena atada al suelo y a la pared,
aferrándome a ella mientras sentía que el suelo se alejaba. El ruido de la

227
ametralladora era el sonido más ensordecedor que jamás había oído, y sacudía todo
el cuerpo de Thresh con cada disparo. Disparó en ráfagas de tres disparos, y en la
cuarta explosión, la capucha de la SUV se vino abajo, el parachoques delantero se
enterró en el asfalto y todo el vehículo se volvió hacia adelante. Contrariamente a
las películas de Jerry Bruckheimer, no explotó en una bola ardiente, en vez de eso
simplemente voló hacia delante y cayó sobre su techo y se balanceó unas cuantas
veces antes de detenerse.
Ahora nos encontrábamos en un ángulo hacia arriba, por lo que el extremo
de la cola miraba hacia el suelo en un ángulo empinado. Mi estómago se metió en
mi garganta. Thresh, mientras tanto, dobló con calma el bípode, agarró la enorme
pistola y tomó una cadena cerca de la mía. Se inclinó sobre mí, me miró y me guiñó
un ojo. El hombre era enorme. Honestamente te dejaba boquiabierta.
Colocó la palma de su mano sobre un botón, y la rampa se dobló,
oscureciendo el interior y retirando mi vista del suelo.
Dejé caer la cabeza contra la pared del avión y dejé escapar un suspiro de
alivio.
—Bueno, eso fue estresante —dije.
Thresh solamente se rio. —Todo un día de trabajo, cari… quiero decir,
señorita Campari.
—Layla.
—Me quedo con señorita Campari —dijo—. Harris puede ser un maldito hijo
de puta.
No estaba segura a qué se refería con eso, así que me encogí de hombros.
—De acuerdo. Bueno... Voy a subir a la cabina.
Harris puede que sea un maldito hijo de perra, pero seguía sintiendo los ojos
de Thresh en mi culo mientras caminaba hacia la cabina. Me volví y lo miré con una
ceja levantada. Se encogió de hombros, haciendo una mueca que decía ¿quién, yo?
No sé de qué estás hablando.
Me reí cuando me senté en la silla del copiloto.
—¿Qué? —preguntó Harris.
—Es solo Thresh. Es gracioso. Me gusta.
Harris me lanzó una mirada extraña. —¿Thresh es gracioso? ¿Desde cuándo?
Lo desestimé con mi mano. —Así que. ¿Finalmente vamos a casa?
—Bueno, al Eliza eventualmente, pero nuestra ruta será un poco... tortuosa.
Primero vamos a Miami, luego a las Bahamas, y luego tomaremos un helicóptero
desde St. Thomas al barco. Tenemos que asegurarnos de que realmente los
perdimos.
—¿Crees que lo hemos hecho? —pregunté.

228
No respondió de inmediato. —No lo sé, honestamente. Te dije que nunca te
engañaría, así que no lo haré. Mataste a su mejor amigo. Creo que nunca
perderemos a Vitaly hasta que Vitaly muera.
—¿Su mejor amigo? —Tragué saliva con dificultad ante eso.
—Los reportes dicen que Cut era la única persona en la que Vitaly confiaba,
su mejor amigo desde la infancia.
—Así que empeoré las cosas, ¿verdad?
Harris me miró. —Hiciste lo que tenías que hacer. Eso es todo de lo que
necesitas preocuparte.
No me gustó el sonido de eso.
Y el hecho de que Harris se quedara callado mientras volábamos sobre el
océano, con la frente fruncida, con la preocupación cubriendo sus facciones... no
hizo mucho para tranquilizarme.
Tampoco la inquietud amenazadora de mi estómago.
Todavía no estábamos fuera de peligro.

229
“TE AMO”, FINALMENTE
Traducido por astrea75
Corregido por LuVelitta

Después de Brasil, Florida parecía relativamente templada. Tan pronto como


aterrizamos, una vez más en una pista de aterrizaje demasiado corta en medio de
la nada, con Harris bajando sin esfuerzo el gran avión con un solo golpe suave y
raspando los neumáticos; Thresh, ahora vestido con una camiseta ajustada y
zapatos de lona, saltó sobre una Harley esperando y se fue sin siquiera saludarme.
Había una Hummer esperándonos, pero no la del tipo común.
No, esta era militar, enorme, amplia, oscura, con un techo trasero inclinado
y un interior brutalmente espartano.
Harris encendió el motor y este emitió un leve sonido. Me abroché el cinturón
y reí cuando se me ocurrió una idea.
—¿Qué? —preguntó Harris.
—Solo, tú. Ojalá supiera cómo lo haces.
—¿Hacer qué?
—Adquirir mágicamente armas y aviones y Hummers militares…
—No es una maldita Hummer —espetó—, es un Humvee. Una Hummer es
una de dos cosas: o un auto civil que no sirve y literalmente no es nada como lo que

230
estoy conduciendo en este momento, o es una mamada. Esto es un Humvee. Nunca
debería ser llamado Hummer.
Abrí más los ojos. —Sí, señor —dije, con un fingido saludo militar.
Tuvo el buen sentido de reírse de sí mismo. —Lo siento. Soy un soldado y
tendemos a ser exigentes con ese tipo de cosas. Una chopper es una motocicleta,
no un helicóptero. Las pistolas tienen cargador, los rifles de asalto, recámaras. Y AK-
47, M-16, ese tipo de cosas… son rifles de asalto, no ametralladoras. Lo que Thresh
tenía en el avión de carga, eso era una ametralladora.
—Tomo nota.
—Ahora. —Me miró—. Ahora que establecimos la terminología básica, ¿de
qué te reías?
—Es que… nada de lo que me ha pasado ha sido como pensé que sería. En
las películas, disparar es fácil. Dispararle a alguien, no es gran cosa. Disparas a un
coche en el motor y explota. Correr por tu vida es emocionante. Pero nada de eso,
excepto por ti, es verdad. Eres como un personaje de cine. Es decir, tienes un bolso
lleno de ametralladoras, perdón, rifles de asalto. Tuviste no una, ni dos, sino tres
persecuciones reales de autos con gente disparándonos y todo. Y escapamos. Eres
como un Terminator real, que dispara jodidas ametralladoras como si fueran un
maldito juguete. Y hay un avión de verdad… esperando por nosotros. Y cuando
aterrizamos… hay una Humvee de grado militar esperándonos. ¿Quién puede hacer
eso? En serio. ¿A quién llamas que puede conseguir un jodido avión? ¿De dónde
sacas los rifles de asalto? Esta mierda simplemente no… aparece de la nada en la
vida real. Pero para ti, de alguna manera, sí. Es como magia.
A estas alturas estábamos en una carretera de dos carriles que conducía
absolutamente a ninguna parte, el horizonte plano como una regla en todas
direcciones.
Harris se encogió de hombros. —No es magia, son conexiones. Conozco a
mucha gente. Un montón… de gente desagradable. Solo para que seas totalmente
consciente, tener un bolso lleno de rifles de asalto obviamente es muy ilegal, sin
importar en qué país estés. Pero es por eso que se llama "mercado negro", ¿no?
Resoplé. —Realmente sé eso, lo juro, pero… Siempre imaginé el mercado
negro como un almacén escondido en alguna parte, como un verdadero mercado
secreto. Como si tuvieras un saludo secreto y esa mierda, y hubiera mesas llenas de
armas y alguien que dirige un negocio llamado Goons 'R' Us4. Quiero decir, sé que
todo está en línea y lo que sea, pero esa es la imagen mental que tengo.
Harris rio en voz alta. —Goons 'R' Us. Dios, Layla, eres jodidamente graciosa.
Tendré que decirle a Thresh sobre eso. Podemos hacerlo un negocio secundario. Tal
vez podamos inventar nuestra propia arma, llamarla 'Thugbuster'5.
—Te estás burlando de mí, ¿no? —le pregunté.
—No, no lo hago, lo juro. Es solo que es divertido. —Realmente no esperaba

231
que reconociera la cita de Toy Story, pero bueno, tenía que intentarlo. La situación
lo ameritaba. Me lanzó una mirada—. Y cariño, la vida no es como en el cine. Gasté
una pequeña fortuna solamente en las armas. Ser un tipo duro es jodidamente caro,
lo cual es algo que nadie nunca te dice. En realidad, disparar un arma y atinarle a
lo que le estás apuntando es difícil, y matar a un hombre lo es aún más. Las
persecuciones de autos son jodidamente aterradoras, y tener gente tratando de
matarte es peor. Los coches raramente explotan. Que te disparen es malditamente
doloroso; no lo recomiendo. A nadie.
—Ojalá hubiera sabido todo eso antes de que me secuestraran.

4
Goons “R” Us: Secuaces Unidos.
5
Thugbuster: Amigos Matones.
—Por cierto, estás manejando esto mejor de lo que deberías —dijo,
extendiendo la mano y tomando la mía—. Creo que cualquier otra persona ya se
habría vuelto loca.
—Aquí está la cosa, sin embargo. Realmente no te vuelves loco, ¿cierto?
Quiero decir, a no ser que tengas un brote psicótico o un colapso nervioso, en
realidad no enloqueces. Solo tienes que lidiar con eso. Es una mierda, y lo odias, y
deseas que pase, pero lidias con ello, y todo lo que realmente puedes hacer es seguir
adelante. Y supongo que, tan loco como todo esto ha sido, no lo es tanto; no, si
considero todo lo que he pasado. ¿Matar a Cut? Eso fue diferente. En serio, fue
jodidamente diferente. No puedo olvidarlo. Lo intento. Realmente lo hago… pero
sigo, simplemente sigo viéndolo. Sintiéndolo. Puedo lidiar con haberle disparado al
tipo durante la persecución. Puedo justificarme pensándolo como si ocurriera en una
película. Puedo fingir que no sucedió. Puedo olvidarlo. ¿Pero apuñalar a Cut en el
ojo con una lapicera? No puedo olvidar eso.
Y solo así, empecé a luchar para no hiperventilar. De cero a sesenta en nada.
De repente, comencé a llorar, justo así, bam, Layla se convirtió en un bebé.
Harris se detuvo al lado de la carretera, salió del Humvee, abrió mi puerta y
me sacó. Me sostuvo contra su pecho. Dejándome llorar. Sin decir una palabra. Solo
me abrazó.
Cuando pareció que mi ataque de histeria había disminuido, inclinó mi cabeza
hacia atrás. —Se desvanecerá. No puedo decir que alguna vez se vaya. No voy a
mentirte ni a ilusionarte. Eres una chica fuerte, así que no voy a tratarte como si
fueras frágil. ¿Matar a alguien con tus manos así? Se queda contigo. Lo sientes.
Tienes esta… no sé… memoria táctil de lo ocurrido. No desaparece. Acabas
aprendiendo a vivir con ello. Lo justificas como defensa propia, algo que tuviste que
hacer, eras tú o él. Hablar de ello, es un gran paso. Algunos chicos, después de su
primer asesinato, no hablan. Se aferran a ello, lo suprimen. Y eso no es bueno.
Tienes que dejarlo salir, hablar de ello. O te infectará. Y cuando el trauma emocional
se gangrena… esa mierda se vuelve fea.
—No quise matarlo. ¿Pero cuando lo hice? Nick, se sintió bien. Esa es la parte

232
que me enferma. No me arrepiento. Ni un poco. No me siento culpable. Era un
maldito malvado y merecía morir de la manera en la que lo maté. Me siento mal por
no sentirme mal. Y odio la… ¿cuál era ese término que acabas de usar? ¿Memoria
táctil? Eso es. Justo ahora puedo sentir exactamente cómo se sentía. Y ese es un
recuerdo que nunca, nunca podré olvidar. Lo tendré hasta el día de mi muerte.
—Lo cual será dentro de mucho, mucho tiempo, ¿de acuerdo? —Su palma
era cálida, áspera y plana contra mi mejilla.
Asentí. —Lo sé. —Solté un suspiro y lo miré—. ¿Nick? No creo haberlo dicho
todavía, pero… gracias.
Frunció el ceño. —¿Por qué?
—¿Venir a buscarme? ¿Rescatarme? ¿Matar por mí? ¿Arriesgarte a morir por
mí?
—Oh. Eso. Es muy común en mi trabajo. Hubiera ido a buscarte aunque no
fuera así. Dicen que el amor te hace hacer cosas locas, y siempre pensé que era una
tontería estúpida. ¿Pero ahora? Ahora lo entiendo.
Amor.
La palabra colgó en el aire entre nosotros. Él sabía que yo lo había escuchado
y yo sabía que él lo sabía. Nos miramos durante un largo momento, sin estar
dispuestos a decirlo primero.
Eventualmente, ya no pude soportar la presión. —Vamos. Llévame a Miami,
cómprame ropa nueva y tengamos una lujosa cena americana.
—Será un placer —dijo, y me ayudó a subir al monstruoso Humvee.

Y eso es exactamente lo que hizo. Me llevó a Saks y me compró un vestuario


completo. Lencería verde jade como la sombra exacta del color de sus ojos cuando
se excitaba, el encaje adornando el semi sujetador y pantaloncillos cortos. Una falda
blanca que llegaba a la mitad de los muslos, medias hasta la rodilla y una blusa de
encaje, sin mangas, sin espalda y con escote, en azul zafiro y zapatos Mary-Janes.
Incluso un nuevo bolso de Kate Spade. Como un buen novio, me siguió a través de
la tienda y me dijo que todo me quedaba increíble, que escogiera lo que quisiera y
no me preocupara por las etiquetas del precio. Así que hice lo que me dijo. Sin
embargo, puede que lo haya probado con el bolso. Quiero decir, no era Gucci ni
nada, pero un bolso de cuatrocientos dólares es una locura para una chica
acostumbrada a trabajar en tres empleos solo para pagar el alquiler, la comida, las

233
facturas y el alcohol.
Nick ni siquiera parpadeó. Solo entregó una pila de billetes y le dijo a la chica
que guardara el cambio, alejándose con mi bolso e ignorando su protesta de que no
le permitían aceptar propinas.
Me acompañó al baño del centro comercial y esperó mientras me cambiaba.
—Maldita sea, Layla. —Mirándome, sus manos me alcanzaron y acariciaron mis
caderas—. Te ves increíble.
Sonreí. —Gracias, Nicholas.
Gruñó. —Nicholas. Jodido Nicholas. No me han llamado así desde que lo hacía
la señora LaPrade, mi maestra de segundo grado en la escuela dominical.
—Soy especial, así que está bien.
—Eres especial. —Estuvo de acuerdo, acercándome contra su cuerpo para un
beso—. Muy especial. Después de la cena, te mostraré lo especial que eres.
—Sabes, esto es una especie de primera vez para mí.
Hizo que comenzáramos a caminar. —¿Qué cosa?
Tiré del borde de la falda. —Todo esto. Dejar que me compres estas cosas.
No soy, como, una femi-nazi o algo así. Aprecio la caballería y todo eso, pero siempre
he trazado la línea en dejar que los hombres me compraran cosas. Comprarme la
cena, claro. Pagar por una película, de acuerdo. De eso se encarga tu cita, y está
bien. Pero nunca dejé que un hombre me comprara regalos. Eso es como salir con
un viejo rico y siempre me he rehusado a permitir eso. Me hace sentir como que me
pagaran por tener sexo, pero con cosas más que con dinero.
—Entonces, ¿qué es diferente? —preguntó Harris.
Me encogí de hombros. —No lo sé. Todo. Yo, supongo.
Hicimos una pausa mientras me ayudaba a entrar en la Humvee y salía del
estacionamiento. —Mira. No estoy ni remotamente cerca de ser tan rico como Roth,
pero estoy muy bien. Nunca me faltará nada. Y mientras seas mía, a ti tampoco. No
me importa cómo quieras hacerlo. Quieres mantener tu dinero separado del mío,
genial. Si me lo permites; me ocuparé de ti. Solo te quiero de cualquier manera en
que pueda conseguirte. Es todo lo que me importa.
—Hay una cierta suposición en lo que acabas de decir, que todavía no estoy
realmente segura de que ya lo hayamos hablado.
Me miró a través del espacio entre nosotros, el cual, siendo una Humvee, era
significativo. —Por supuesto que hay una suposición. A menos que quieras decirme
lo contrario justo ahora… Layla, ¿tú y yo? Estamos en esto. Eres mía.
—Nick...
—Y me doy cuenta de lo cavernícola que suena. Eres mujer. Tomas tus

234
propias decisiones. Haces lo que quieres. Respeto eso de ti. Pero eres mía. Y eso es
algo que funciona en ambos sentidos.
—Dilo, Nick.
Dejó que el silencio durara por un momento. Una sonrisa curvó su boca. —
¿Crees que no lo haré?
—Creo que es más difícil para ti decir que eres mío que decirme que yo soy
tuya.
—Te mostraré…
Lo interrumpí. —No me mostrarás nada. Sé que es verdad. Ahora eres mío,
Nicholas Harris. No pienses que no lo sé. Te dejaré ser dominante y alfa y todo eso,
porque es caliente como el infierno y me gusta. Pero no te equivoques, amigo: tomo
lo que quiero, y no me siento y obedezco jodidamente a nadie. Y no comparto. Eres
mío. Y quiero oír eso de ti.
Las fosas nasales de Harris se dilataron y entrecerró sus ojos. Me echó un
vistazo y entonces cruzó el enorme vehículo a través de cuatro carriles, saltando la
franja central y pasando sobre un matorral de casi un metro de alto como si no fuera
nada, atravesando el tráfico sin preocuparse por nada ni nadie. Bajo por una calle
lateral, dobló en una esquina, y entró en un callejón, estacionando la Humvee en
ángulo en frente de un contenedor.
Dejó el motor en ralentí, saltó del asiento del conductor, dejando la puerta
abierta. Caminó con pasos firmes y enojados alrededor del capó.
—Oh mierda —dije para mí—. Lo hice enojar.
Abrió mi puerta, y sus manos agarraron mis bíceps. Me sacó del coche como
si fuera una muñeca, me puso en el cemento y empujó contra el ladrillo junto a la
puerta trasera del edificio más cercano. De repente temblé, no muy segura, de lo
que sería capaz de hacer estando en ese estado de ánimo. Sabía que no me
lastimaría, pero ¿fuera de eso? Era capaz de casi cualquier cosa.
Por cierto, el empujón que me dio no fue del todo suave. Fue áspero,
impaciente. Golpeó mi espalda contra el ladrillo, y quedé sin aliento. Aunque, eso
tuvo más que ver con la mirada en los ojos de Harris que con la fuerza de su empuje.
Agarró mis muñecas y las sujetó por encima de mi cabeza. Su propia mano
raspándose con el hormigón en lugar de mis dedos.
—Dilo de nuevo. —Su voz era baja. Este era el Nick aterrador.
—¿Qué parte?
—Dilo de nuevo, Layla. Sabes a lo que me refiero. —Su cadera me fijó a la
pared, y su mano libre agarró mi rostro, sosteniéndome en el lugar para darme un
beso.
Lo miré a los ojos, con mirada atrevida, ardiente, rebelde. —Eres. Mío. —
Puntualicé cada palabra—. Y no comparto. —Empujé mis caderas contra las suyas,

235
sintiendo su erección presionándose contra mi centro—. Dilo, Nick. Dime que eres
mío.
—Te tengo pegada a la pared. No podrías liberarte si quisieras. ¿Y estás
haciendo demandas? —Se rio, atrapando mi labio inferior entre sus dientes—. Eres
jodidamente valiente, cariño.
Me froté contra él. Aparté mi boca, lo miré fijamente por un momento y
entonces salté y mordí su labio como lo había hecho con el mío. Con fuerza, y
empujándome rítmicamente contra él. —Dilo, Nick. Necesito oírlo. Yo también puedo
ser un alfa, ya lo sabes. —Solté sus labios, sintiendo partes iguales de excitación y
culpa cuando vi que le había sacado sangre—. Soy tuya. Lo admito libremente. Te
pertenezco. Eres dueño de mi coño. De mi culo, de mis tetas, de mi alma. Tienes mi
puto corazón, maldito seas. Pero solo si tú también me perteneces.
Dejó escapar un suspiro, entendió su mano por debajo de mi falda, hizo a un
lado el borde de mi nueva ropa interior y me introdujo dos dedos. Me retorcí contra
él, buscando descaradamente mi propio placer en su toque.
—Muchacha obscena —murmuró.
—Nick, cariño, no tienes ni idea de lo jodidamente obscena que puedo ser.
De lo voraz que soy sexualmente. —Monté sus dedos con abandono, sin que me
importara que estuviéramos en un callejón, en público, a pocos metros de una
importante vía pública de Miami—. Deja de cambiar de tema. Dime lo que quiero
oír.
Estaba empalada en sus dedos, levantándome en la punta de los pies, y
montando la cúspide del orgasmo. Hubiera hecho lo que me pidiera en ese
momento, solo para que me dejara llegar. Sin embargo, allí estaba, exigiéndole,
como si fuera él quién dependiera de eso para correrse.
Su boca reclamó la mía, breve pero furiosa. Nuestras lenguas se golpearon y
se enredaron y me mordió el labio, una vez, bruscamente, y probé sangre. La
revancha. Cuando lo hizo, curvó los dedos dentro de mí, frotó su pulgar contra mi
clítoris, y me corrí. Una explosión de dolor, una explosión de felicidad.
—Dilo, maldita sea, Nicholas. —Jadeé en su cuello—. ¡Mierda, dilo, maldito
seas!
Se desabrochó los pantalones y sentí su polla en mi entrada. Sin pausa, sin
advertencia, sin dedos que lo guiaran. Solo se estrelló contra mí con una exactitud
infalible, llenándome completamente de una vez, estirándome hasta el punzante
éxtasis.
—Mierda. Jesús. —No podía tocarlo, ya que todavía tenía mis muñecas
clavadas por encima de mi cabeza. Estaba enterrado en mí, levantándome en las
puntas de los pies mientras luchaba por respirar a través del orgasmo todavía
atravesando mi cuerpo.
Tocó mi mejilla, inclinando mi rostro. Posó sus labios sobre los míos con un

236
dominio posesivo. Poseyó mi boca y saqueó mi coño con su polla. Dejándome sin
aliento.
Me folló de manera salvaje. Sabía que no podía apartar la mirada, y no lo
intenté. Encontré su mirada sin vacilar, tomando todo lo que me estaba dando y
balanceando mis caderas en un ruego silencioso por más.
Me dio más.
Mierda, mucho más.
La puerta de al lado nuestro se abrió y un joven con barba hipster salió del
lugar, usando un delantal verde, pantalón caqui y un polo negro. Tenía una bolsa
de basura de plástico transparente en una mano y un cigarrillo y encendedor en la
otra. Tan pronto como salió, se metió el cigarrillo en la boca, lo encendió y luego
levantó la tapa del contenedor y metió la bolsa. Dos. Tres.
Nick nunca detuvo su saqueo, penetrándome, con ritmo constante.
Y entonces gemí en voz alta, un sonido húmedo, erótico que resonó por todo
el callejón, y el camarero giró en su lugar. —¡Santo jodido Jesús! ¿Qué…? Oye, no
puedes hacer eso aquí… —Se calló, mirando fijamente, mientras Nick levantaba mi
barbilla con sus dedos y forzaba mi boca a la suya—. Dios, eso es caliente.
Harris soltó mi mandíbula, extendió su mano hacia su espalda, sacó su pistola,
y la niveló hacia el hipster. —Vete a la mierda.
—Sí señor. Me estoy yendo. —Dejó caer el cigarrillo y desapareció en el
interior, y volvimos a estar solos.
La atención de Nick volvió a mí cuando guardó la pistola. —¿En dónde estaba?
—Me penetró, con fuerza, y gemí de nuevo—. Oh sí. Justo ahí.
Enganché un pie alrededor de la parte trasera de su rodilla y me subí contra
él. —Maldita sea, Nick.
Envolvió su mano alrededor de mi nuca, enterró su rostro en mi hombro,
chupó la piel en donde mi cuello y mi hombro se encontraban, mordió y chupó hasta
que estuve segura de que tendría un jodido chupete; llevaría su marca en mi piel
con orgullo.
Todo el tiempo, sus caderas conduciendo su polla dentro de mí, una y otra y
otra vez, con más y más fuerza.
Me sentí llegando de nuevo hacia el clímax, y lo sentí acercándose al borde
también, lo sentí cuando su ritmo se volvió frenético y su agarre en mi cuello se
apretó. Lo supe por la forma en que su ritmo vaciló, y su respiración se volvió
irregular.
Lo estreché en mi coño y lo aferré, y lo sentí gemir contra mi piel. —Dilo, Nick
—suspiré. Luché contra su agarre en mi muñeca, pero se negó a dejarme ir—. Dilo.

237
Mierda, dilo. Di que eres mío.
No estaba segura por qué de repente era tan importante, pero lo era. Era
todo. Necesitaba oírlo.
Tenía que escucharlo.
Me corrí, con intensidad. Vi las estrellas y el calor me invadió y sollocé, enterré
la nariz en su cabello y cabalgué la ola del orgasmo, monté su polla, cantando mi
demanda: dilo, dilo, dilo, dilo.
Y luego me penetró, una vez, con fuerza. De nuevo, gimiendo. Lo sentí
corriéndose, sentí su polla palpitando en mi interior y sentí el semen caliente. —
Soy… —gruñó—, soy tuyo, mierda, soy tuyo, Layla.
Entonces me soltó las manos y estas volaron hacia él, enterrando los dedos
en su cabello, acercándolo, montando sus últimas oleadas y luego inclinando su
rostro hacia el mío y tomando su aliento y sintiéndolo susurrar en mi boca—: Tuyo…
tuyo… tuyo… —Una y otra vez, como el estribillo de la canción cantada por nuestros
cuerpos unidos.
Debería haber sido degradante, ser follada contra una pared en un callejón;
mi falda arrugada alrededor de mis caderas, sus pantalones desabrochados. Debería
haberse sentido básico, ordinario y obsceno. Pero en ese momento, con su rostro
en mis manos, su aliento en mi lengua, mientras lo oía diciendo que me pertenecía…
fue profundamente íntimo, y hermoso.
Las palabras solo… salieron de mí. Fueron arrancadas.
En un mundo perfecto, se habrían dicho en un momento romántico, durante
una cena a la luz de las velas, o en el resplandor de hacer el amor de forma lenta y
tierna.
El mundo no es perfecto, y se lo dije mientras se corría en mí, después de
follarme duro y de manera salvaje en un callejón detrás de un Starbucks, cada uno
reclamando al otro.
—Te amo… —Me ahogué cuando las dos palabras que nunca le había dicho
a un hombre salieron de mis labios—. Yo, Dios, Nick… Maldito Nicholas Harris. Te
amo, mierda. Maldita sea, te amo.
Seguía duro dentro de mí, palpitando mientras lo último de su semilla salía
caliente de él. Se empujó de nuevo, y jadeé. Y entonces tomó mi rostro con ambas
manos, los pulgares rozando mis labios como si quisiera frotar las palabras que
acababa de decir sobre mi boca. Me besó.
Este beso fue… como ningún otro. Lento pero contundente, profundo, pero
tierno. Sin fin, sin aliento. Lo dijo entonces, en silencio, con el beso, antes de
separarse y hablar.
—Te amo, Layla. —Solo lo dijo, fácilmente.

238
Caí contra él, profundamente penetrada, desgarrada. Me bajó, se retiró, y
arregló mi falda y sus pantalones con una mano, y luego me empujó a sus brazos.
Lo dijo.
Mi madre nunca me dijo que me amaba.
Mario era seguro que nunca lo hizo.
Ninguno de los chicos u hombres con los que había dormido lo había dicho
jamás. Un tipo trató de hacerlo, pero solo fue para que lo dejara penetrarme
analmente, así que lo corté antes de que pudiera decirlo y lo dejé hacerlo de todos
modos. No lo decía en serio, y lo sabía, y él lo sabía, y yo no quería oírlo.
Kyrie me lo dijo, pero eso no era lo mismo porque ninguna de los dos éramos
bi-curiosas.
Nick lo dijo.
Besó mi pómulo, mi oreja. Sentí sus labios moviéndose. —Te amo. Te amo.
—Enterró sus dedos en mis rizos y tiró de mi rostro para besarme de nuevo, esta
vez con delicadeza y ternura—. Te amo. Y soy tuyo.
—Dios, Nick. —Lo besé una y otra vez, hasta que nos perdimos en el beso y
nos quedamos sin aliento.
Se alejó. —Ven. Vamos a cenar.
Me llevó a un asador de lujo, y fui al baño para limpiarme y luego tuvimos
una larga cena en la que ninguno bebió mucho. Algo inusual para mí, no tanto para
Harris, pensé.
Escogió un hotel un poco al azar, bonito pero no el mejor, intencionalmente,
dijo, para evitar ser encontrados fácilmente. No el más barato, pero tampoco el más
caro. A medio camino.
Me condujo a nuestra habitación, abrió la puerta, me levantó, envolví las
piernas alrededor de su cintura, y se encontró dentro de mí antes de que la puerta
se cerrara detrás de nosotros.
Y luego me dijo que me amaba exactamente ochenta y tres veces seguidas,
mientras follábamos hasta llegar al orgasmo contra la puerta. Y luego otras cuatro
veces mientras me llevaba a la cama y me desnudaba, y me dijo que me amaba
setenta y siete veces más mientras besaba cada centímetro de mi cuerpo, de arriba
abajo, por delante y por detrás. Y luego, cuando estaba duro de nuevo, lo monté
como vaquera y le dije que lo amaba tantas veces que perdí la cuenta en la noventa
y dos.
Creo que ambos teníamos que compensar un montón de tiempo de no haber
amado a nadie o de ser amados por alguien más.
Casi no dormimos esa noche. Pero para el momento en que la luz de sol entró
a través de las persianas, estaba razonablemente segura de que Nicholas Harris me
amaba. A juzgar por algo así como quinientas veces en las que me lo había dicho

239
durante toda la noche.
No es que estuviera contando ni nada.
Tampoco es que contara el número de orgasmos que me dio.
(Nueve).
O yo a él.
(Cuatro veces dentro de mí, más una quinta durante las primeras horas de la
mañana, en mis tetas, justo antes de dormirnos por completo).
Nos despertamos a mitad de la tarde, pedimos servicio a la habitación, nos
duchamos, nos tocamos el uno al otro, desayunamos, tuvimos sexo dos veces más,
nos duchamos de nuevo y finalmente nos vestimos para salir del hotel.
Estábamos en la recepción frente a la salida cuando tuve la sensación.
Me acerqué a Nick. —¿Podemos quedarnos un poco más? —Apoyé mi cabeza
contra su hombro—. ¿Por favor?
Me miró mientras sacaba un sobre lleno de dinero de la mochila que habíamos
comprado.
—No has tenido suficiente, ¿eh? Jesús, Layla. Tuvimos sexo seis veces en las
últimas dieciocho horas. Te di al menos diez orgasmos. Además, Thresh nos espera
en los muelles.
La empleada del hotel, contando el dinero que Harris le había entregado,
intentaba valientemente no escuchar, pero fallaba. De forma miserable. Se
ruborizaba y nos miraba secretamente, y perdió la cuenta tres veces. —¿Diez? —
chilló—. No creo haberme corrido tantas veces en toda mi vida. —Se dio una
palmada en la boca, mortificada—. Oh Dios, ¡lo siento mucho!
Harris solo le sonrió. —Entonces cariño, no estás teniendo el tipo correcto de
sexo. —Tomó su cambio y le guiñó un ojo.
—No es eso —dije—. O, no completamente. Te lo dije, no tengo un umbral
de orgasmos. Podría correrme hasta desmayarme del cansancio y todavía estaría
lista para tener otro.
—Entonces, ¿qué es? —Me condujo de la mano a través del vestíbulo y le
entregó al valet su billete de reclamo del automóvil.
Me encogí de hombros, encontrando difícil ponerlo en palabras. —No lo sé.
Solo… un mal presentimiento. Como, temor. No lo sé. Siento que deberíamos
quedarnos aquí. Como que algo malo va a suceder. Suena estúpido, pero… no lo sé.
Solo tengo un mal presentimiento.
El valet llegó con nuestro monstruoso automóvil, Nick le entregó un billete de
cien dólares, y luego revisó el maletero, los asientos traseros, el extremo delantero,
se arrodilló y miró el tren de aterrizaje, incluso abrió el capó para examinar el motor.

240
—La camioneta está limpia, cariño. No estoy diciendo que nos encontremos
a salvo, porque Vitaly no está muerto. Pero por ahora estamos bien. —Dejó caer el
capó con un fuerte golpe y se pasó las manos por el frente de los vaqueros.
Entonces el tiempo se distorsionó.
Sentí que mi sangre se espesaba y ralentizaba el ritmo, y mi corazón se
detuvo. Levanté mi mirada como si lo hiciera en cámara lenta.
Vitaly caminaba hacia mí. En el brazo extendido. Una enorme pistola plateada
en la mano, ojos oscuros, fríos y mortales.
Estúpidamente, mi último pensamiento cuando Vitaly presionó el gatillo fue:
Bueno… mierda.
DE LOS PIES A LA CABEZA
Traducido por Florpincha
Corregido por Daliam

Oí el ¡BLAM! Como si atravesara una nube de algodón: densa, distante,


amortiguada, atronadora.
Me preparé para un impacto que nunca llegó.
¡BLAMBLAM! ¡BLAMBLAM!
Harris cayó en cámara lenta al suelo a mis pies. Sangrando.
La gente gritaba, pero apenas lo noté.
Vitaly se tambaleó hacia atrás, con la pistola hacia abajo, brotaba sangre en
cuatro puntos sobre su pecho, reunidos en un grupo apretado de punto muerto,
justo sobre el esternón.
Harris, tenía una gran flor escarlata floreciendo sobre su corazón. De rodillas,
con una mano en el suelo, con la cabeza en alto, su mano derecha apuntando con
la pistola a Vitaly. Todo el cuerpo de Harris se sacudió, pero su mano en la pistola
era firme como una roca. ¡BLAM! el hombro izquierdo de Vitaly se sacudió hacia
atrás, saliendo chorros rojos.
Vitaly giró en un círculo torpe, con la pistola colgando en el muslo, y salió
corriendo. Nadie lo detuvo y desapareció por una esquina.

241
Las sirenas empezaron a sonar.
Harris se retorció, su codo cediendo, y cayó. Cayó de forma incómoda, sobre
su rostro y su costado. Sangraba por delante y por atrás.
—¡NICK! —Me oí gritar, y me sentí cayendo de rodillas junto a él.
Todo ocurría en cámara lenta, y era como si le estuviera sucediendo a otra
persona. No sentía nada, simplemente me encontraba vacía, entumecida, incrédula.
Exteriormente, sin embargo, estaba histérica. Dando gritos. Chillidos. Sollozando.
—Lay… Layla —jadeó Harris—. Cierra... cierra la maldita boca.
Tomé su cabeza en mi regazo y le acaricié la cara. —Nick. Vas a estar bien.
Vas a estar bien.
—Yo… Lo sé. —Me dio su teléfono—. Llama a... Thresh.
Las cosas me sucedían a mí, a mí alrededor: llegó una ambulancia y me
alejaron de Nick a la fuerza, se necesitaron cuatro hombres para lograrlo. Me
subieron a la ambulancia, y dos hombres en uniformes azules de médicos
paramilitares operaron en Nick, haciéndole algo en la espalda y luego por delante,
tratando de detener la hemorragia.
Sentí el teléfono en la mano, lo miré fijamente. ¿Qué se suponía que debía
hacer con esto? Nick estaba inconsciente.
Oh, sí, llamar a Thresh.
Encontré su nombre en "favoritos" y lo llamé. El teléfono sonó dos veces.
—Thresh —escuché su voz quebrada.
—Thresh... Es Nick. Le dispararon a Nick. Él… Vitaly. Le disparó a Nick.
Una pausa. —¿Quién diablos es Nick?
Sentí algo caliente y una erupción violenta dentro de mí. —¡HARRIS!
¡NICHOLAS HARRIS! ¡Tu puto jefe! ¡Nicholas Harris jodido orangután!
—¿Su nombre es Nick? —Thresh parecía verdaderamente desconcertado—.
Oh.
—THRESH.
Sonaba completamente inmóvil. —¿Está bien?
—¡No, no está jodidamente bien! —grité—. ¡Se está muriendo! Él recibió…
era Vitaly, intentaba matarme, y Nick… Harris… él…
—Eso es lo que hace. Es lo que es. —Escuché un rugido del motor de la
motocicleta—. ¿Le has conseguido atención médica?
—Sí, estoy en una ambulancia en este momento.
—¿En dónde estás? ¿En Miami?

242
—Sí, estamos… —Me giré hacia uno de los médicos—. ¿A dónde vamos? ¿A
qué hospital?
—Al Jackson Memorial —fue la respuesta concisa.
—Vamos a… —empecé a responder.
—Lo escuché. Estoy a diez minutos. Nos encontraremos allí. —Escuché el
sonido del motor de la chopper siendo acelerado—. Layla, ¿Harris le dio?
—Sí. Le disparó cinco veces. Cuatro en el pecho, una en el hombro.
—¿Cayó? ¿Vieron a Vitaly morir?
—No, él... se escapó. Aunque le disparó cinco veces. ¿Podría…? No podría
sobrevivir, ¿verdad?
—Nunca lo cuentes como muerto a menos que lo veas morir con tus propios
ojos. —Thresh podría haber estado hablando de su preferencia de cereales para el
desayuno—. Mira, voy a colgar. Nos vemos en diez minutos. ¿Y Layla? Harris es el
bastardo más duro que he conocido. Una pequeña bala endeble no lo detendrá por
mucho tiempo. ¿De acuerdo? Se pondrá bien. Ha sobrevivido a cosas peores.
—Pero lo atravesó. Está sangrando por el pecho y por la espalda.
—Eso es mejor, en realidad. Esto significa que la bala no se ha quedado
atascada en su interior y no se ha fragmentado. Ahí es cuando la mierda se vuelve
desagradable. Eso de principio a fin es una buena noticia. A menos que su corazón
se detenga en el lugar, nada va a matar a ese hombre. No estoy preocupado en
absoluto.
—Tú no estás viéndolo sangrar.
—Lo he hecho. Lo llevé sobre mi hombro ochenta kilómetros a través de la
puta selva tropical, con una bala en el intestino. Iba gritando por todo el camino, ya
que el ácido del estómago le estaba carcomiendo la herida. Me contagié de malaria
por llevar su cadáver sangrante a un médico. Sé lo que se siente. Y sé que estará
bien. De acuerdo. Adiós, Layla. Nos vemos en unos pocos minutos. —Colgó.
No sé qué pasó después. Todo fue un revoltijo de imágenes: los médicos
atendiendo a Harris haciendo lo que fuera que tuvieran que hacer para mantenerlo
con vida, Harris siendo sacado de la ambulancia, el ruido de las ruedas de la camilla
siendo llevadas y luego detenidas para quedar fijas en un solo lugar. Un pasillo. Un
médico, que lucía de doce años, con una bata de laboratorio con un estetoscopio
alrededor de su cuello, se inclinó con esas tijeras extrañas de médicos unidas al
cordón de su tarjeta de identificación. Gritos de médicos de urgencias al estilo ER,
algo sobre BP y una sola herida de bala y yo no sé qué más. Las puertas cerrándose
en mi cara, la seguridad del hospital tratando de mantenerme fuera de la sala de
operaciones, cuatro o seis pares de manos reteniéndome mientras gritaba como una
posesa.
Por último, unas enormes garras, las manos de un gigante levantándome

243
físicamente, con facilidad. Acunándome en sus fornidos brazos como un bebé,
alejándome. —Tranquila, chica. Tienen que arreglarlo. Estoy aquí. No dejaré que
pase nada. Ni a ti, ni a él. Va a estar bien. Lo prometo. —La voz de Thresh en mi
oído era el ruido del motor diésel escuchado de lejos, un trueno bajo retumbando.
Me solté y le permití que me dejara en una silla en la sala de emergencia en
el área, el plástico duro debajo de mi trasero. Me quedé dormida en el hombro
montañoso de Thresh.
Después de un tiempo eterno, de dos o tres horas más o menos, el mismo
médico joven, con aspecto cansado y mucho mayor que mi primera estimación, tenía
que tener dieciséis años al menos, se sentó a mi lado.
—¿Señorita Campari?
—Esa soy yo. —Me senté, frotándome los ojos con las palmas de las manos.
—El señor Harris va a estar bien. Tiene un largo camino por delante, una gran
cantidad de sanación que hacer. No se va a ir a ninguna parte durante mucho
tiempo, y puede que nunca más vuelva funcionar con la misma capacidad que solía,
pero vivirá. Por supuesto, a juzgar por la base de la gran cantidad de cicatrices en
el cuerpo, por no hablar de sus registros médicos a la vez sorprendentes, es un ser
humano increíblemente duro. Por lo que supongo que probablemente me hará lucir
como un mentiroso. Lo cual espero que así sea.
—¿Puedo verlo?
Thresh habló. —Solo hay una respuesta correcta aquí, Doc. —Su voz tenía
una nota dura de advertencia.
El médico vaciló un momento, aún a pesar de la frialdad de Thresh. —Está
descansando en este momento. Pero si se compromete a no molestarlo, no veo por
qué no pueda estar en la habitación con él. —Se puso de pie—. Por aquí, por favor.
Seguimos al médico a través de un laberinto de pasillos, el olor acre a
antiséptico en mis fosas nasales, el pitido constante saliendo de las habitaciones por
las que pasábamos; un enfermero con uniforme color azul pálido corrió por delante
de nosotros con agilidad, esquivándonos, pasando junto a nosotros. El médico se
detuvo en una habitación, abrió la puerta corrediza de cristal, e hizo a un lado la
cortina, revelando a Harris en una cama, vestido con una bata suelta de hospital.
Me desplomé en la silla a su lado, luchando contra las lágrimas en los ojos al
verlo: tenía un tubo de oxígeno en su nariz, una intravenosa pegada a su brazo, una
manta blanca y delgada a través de su mitad inferior. Su mejilla derecha tenía un
vendaje, era en donde se había raspado cuando cayó al pavimento.
—Él no pertenece a este lugar. Esto es un error. —No estaba segura de lo
que quería decir, incluso mientras lo decía.
—No, no —contestó Thresh—. Pero cuando recibió la bala en el estómago,
me dijeron que necesitaría algo así como seis meses para sanar. Él se levantó y

244
corrió cuatro kilómetros al cabo de seis semanas. No debería haber sido posible,
pero Harris es... Juro que ni siquiera es humano. Las cosas que he visto que ha
tenido que atravesar como si nada, aplastarían a hombres inferiores.
—Él me ha salvado la vida tantas veces ya. Tiene que recuperarse.
Thresh se quedó silencio por un momento, esperando a que el médico los
dejara solos. Cuando se fue, Thresh se movió hacia el otro lado de la cama y se
quedó mirando fijamente a Harris. —Cuando estábamos en los Rangers, tuvimos
que ir a una misión que salió muy mal. Totalmente mal. Toda nuestra información
era incorrecta. Nos tendieron una emboscada, nuestra unidad tuvo muchas bajas.
Él y yo nos quedamos atrapados, y yo recibí tres disparos. Sangraba, indefenso. Él
devolvió el fuego y logró frenar el sangrado al mismo tiempo. Y entonces se colocó
sobre mi cuerpo y luchó contra los objetivos, matando a veinte. Cuando los
cargadores se agotaron, cambió de arma. Y luego se quedó allí, sobre mi cuerpo
durante las próximas sesenta horas esperando que el Sand-R nos encontrara. Como
la misión salió como una mierda, la borraron de los libros. Dijeron que solo habíamos
ido de voluntarios. Que nunca ocurrió. Él tendría que haber recibido una Medalla de
Honor por esa mierda, pero nunca nadie lo sabrá. Los chicos que nunca volvieron a
casa, solo sus esposas y padres incluso recuerdan sus nombres.
—¿Cuál era la misión?
—Unos terroristas se habían escondidos en un orfanato. Tenían a un montón
de niños de rehenes. —Thresh se quedó en silencio por un momento—. Fuimos a la
inserción HALO. Llegamos e inmediatamente comenzaron a dispararnos. Perdimos
tres cuartas partes de la unidad por esa misma mierda, pero matamos a cada uno
de esos hijos de puta, pedazos de mierdas. Yo personalmente les di un doble disparo
a cada uno, solo para asegurarme de que realmente se encontraran muertos.
Nosotros pensamos que nos íbamos a casa, pero la emboscada nos golpeó en la EZ.
Fue entonces cuando recibí los disparos. Al helicóptero le lanzaron un cohete, lo cual
nos dejó varados y rodeados. Ahí fue cuando se puso realmente jodida la situación.
Harris es la única razón por la que hoy me encuentro aquí. Y no voy a salir de esta
habitación hasta que lo podamos mover a algún lugar fuera del radar.
No tenía idea de lo que la mayoría de las cosas significaba. Inserción HALO,
EZ... palabrería militar. Lo que significaba, en el fondo de todo, es que Harris era un
héroe. Aunque yo ya sabía eso.
Y supe que me sentía mejor sabiendo que Thresh era leal hasta la muerte, y
estaría ahí afuera esperando.
—¿Sabes cómo contactar a Roth? —pregunté.
Thresh gruñó un asentimiento sin palabras. —Ya está hecho. Él y Kyrie se
encuentran en camino. Alexei y Sasha están con ellos. Con Vitaly herido, deberíamos
estar bien durante un tiempo. Pero no quiero correr riesgos.
—Quiero muerto a ese hombre —gruñí.

245
—Todos nosotros lo queremos. Ha causado bastantes problemas. Todos
somos leales a Harris, por eso es que hacerle daño fue un gran error. Despertaron
a la bestia. Una vez que los metamos a ti, a Harris, a Kyrie y a Roth en un lugar
seguro, la mierda se va a poner jodidamente fea para Vitaly.
—Yo los ayudaré. Mierda, apretaré el gatillo yo misma.
Thresh me miró con respeto. —Te creo. —Miró a Harris, y luego se dirigió
hacia la puerta—. Tengo llamadas que hacer. Voy a estar fuera. Nadie entra sin
hablar conmigo primero, y mostrarme sus órdenes. Descansa. Tu único trabajo por
ahora es estar ahí para él. ¿Entendido?
Solo pude asentir.
Cuando Thresh se marchó, tomé la mano de Harris entre las mías, me recosté
en mi silla, y lo vi dormir. Observé el monitor del corazón, la máquina de oxígeno y
los sonidos de bombeo, a su pecho subiendo y bajando, su boca lánguida, el
oscurecimiento de su mandíbula por la barba que empezaba a crecer.
Con el tiempo, apareció una enfermera y nos cambiaron a una sala de
recuperación. Continué con mi estancia a su lado, con su mano en la mía, luchando
contra el sueño y las lágrimas.
Con el tiempo, el agotamiento me ganó.

246
VALIÓ LA PENA
Traducido por astrea75
Corregido por MadHatter

Me desperté, oyendo la voz profunda de Thresh junto a la puerta. Tenía su


teléfono celular en altavoz y me miraba mientras hablaba. —Sasha. Háblame.
—Oí la conversación en la radio de la policía. Un hombre fue encontrado con
muchas heridas de bala, aún no muerto. Está sin identificación, es incapaz de
comunicarse. Se encuentra en el hospital universitario.
—Encárgate de eso.
—¿Cómo?
—No me importa, maldita sea. Como tú quieras. Solo encárgate. ¿Da,
camarada?
—Eres un estúpido gorila —gruñó Sasha. —Soy de Georgia, no de Rusia.
—Suenas como si fueras ruso —señaló Thresh.
—Hablo georgiano, ruso, armenio, árabe e inglés. Serví en el ejército ruso
durante diez años, así que hablo ruso con más frecuencia.
—¿Hablas cinco idiomas? —Thresh sonó respetuoso a regañadientes—.
Tendré que aprender otro idioma para que estemos iguales.
—Los estadounidenses son perezosos. Esperan que todos aprendan su

247
idioma, pero la mayoría de ustedes ni siquiera lo hablan correctamente. Es
embarazoso.
—No puedo discutir contigo sobre eso. En marcha. Dale a nuestro amigo una
bienvenida del infierno.
—¿Voy a obtener un bono por matarlo? —Esto fue tan bajo que apenas lo
escuché.
—Si consigues hacer eso, Roth te dará un bono tan jodidamente enorme que
los hijos de tus hijos tendrán más dinero de lo que sabrán hacer con él.
—Lo haría gratis. Pero aun así quiero el bono.
—No bromeo. Lo obtendrás. ¿Y Sasha? Necesito pruebas fotográficas de la
conclusión. No hay lugar para los errores en esto.
—Yo no fallo.
—Lo sé, amigo. Por eso te envío a ti. —Golpeó la pantalla para terminar la
llamada, me lanzó otra mirada y luego volvió a hacer guardia.
Miré a Harris y vi que estaba despierto, más o menos. Mirándome. Me apretó
la mano, una vez, débilmente, y luego se quedó dormido. Me preguntaba si había
oído algo de eso.

Cuando me desperté de nuevo, Harris estaba sentado, despierto, y comiendo


lo último de la taza de un pudín. Roth se encontraba sentado en la silla del otro lado
de la cama, Kyrie detrás de él, con la mano en su hombro.
—¡Layla! —Kyrie corrió alrededor de la cama y apenas tuve tiempo de
ponerme de pie antes de que se estrellara contra mí, con los brazos alrededor de mi
cuello—. Me encontraba tan preocupada, zorra. Nunca pensé que te vería de nuevo.
—Siento decepcionarte, zorra. —Me la saqué de encima y luego le besé la
mejilla—. También me preocupaba que no volvieras a verme. Por un minuto. Y
entonces Nick me encontró y todo salió bien.
—¿Nick? ¿Quién es Nick? —preguntó Kyrie.
Thresh, de pie justo dentro de la puerta de nuevo, se rio. —¡Lo mismo dije
yo!
Puse los ojos en blanco e hice un gesto hacia Harris. —Él es Nick. Al menos
para mí.
Kyrie me miró con sospecha. —¿Nick? ¿Desde cuándo llamas a Harris, Nick?

248
Harris estaba sospechosamente silencioso, raspando cuidadosamente lo que
quedaba del pudín de chocolate de la taza. Empujé su pierna. —¿Quieres decirles…
cariño?
Negó. —Nop. Es todo tuyo.
Kyrie y Roth intercambiaron miradas perplejas.
—¿Decirnos qué? —preguntó Roth—. ¿Qué sucede, Harris?
Harris se encogió de hombros. —Nada.
Lo fulminé con la mirada. —¿Nada? ¿De verdad, maldita sea?
Me devolvió la mirada. —No le debo explicaciones a nadie sobre de quién me
enamoro.
Kyrie gritó tan fuerte que todos nos estremecimos. —¡Lo sabía! ¡MIERDA LO
SABÍA! —Chocó conmigo otra vez, apretándome tan fuerte que me dejó sin aliento
y vi estrellas—. ¡Cuéntamelo todo! ¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
—Tranquiliza tu culo, perra —Me desenredé de sus brazos—. Estrangúlame,
y no podré decirte ni mierda.
—Lo siento. Lo siento. Estoy emocionada. Sabía que tú y Harris tenían algo.
¡Esto es increíble!
Tomé la mano de Harris y entrelacé nuestros dedos, y maravilla de maravillas,
él me dejó hacerlo. Justo allí, delante de Kyrie, Roth y Thresh. —Fue una especie de
sorpresa para los dos.
—Tuve que aporrear su cabeza para conseguir que admitiera que siquiera le
gustaba —dijo Harris.
Me encogí de hombros. —Puede que sea fácil, pero no me agradan las
personas a la primera.
Me gruñó. —No eres fácil.
—Ya no. Al menos, para los demás, solo para ti.
Roth se frotó el rostro con ambas manos. —Siento que he caído por el agujero
del conejo en el País de las Maravillas.
En ese momento, oímos la puerta abriéndose y a Thresh hablándole en voz
baja a alguien al otro lado. —Escucho lo que nos dice, Doc. Le dejaremos descansar.
Pero esto es importante.
—Ni siquiera debería tener un visitante —dijo una voz femenina, sonando
frustrada—, por no hablar de cuatro. Y solo porque eres un jodido gigante no
significa que puedas decirme qué hacer en mi pabellón.
—En realidad, es más o menos así. No tienes suficientes guardias de
seguridad en todo este edificio para manejarme. Lo que significa que cuando digo
que está bien, es porque es así. Nuestra reunión terminará en unos minutos y todos

249
lo dejaremos descansar. ¿De acuerdo?
—Mierda… —Esto salió murmurado, medio exasperada y derrotada—. De
acuerdo. Pero todos necesitan máscaras faciales y tienen que desinfectarse las
manos. Su sistema inmunológico ahora se encuentra débil. Lo último que necesita
es contagiarse de algo que tenga alguno de ustedes.
—Chuck Norris no agarra un resfriado, el resfriado agarra a Chuck Norris.
—¿Qué? —Ella sonó completamente desconcertada.
—Nada. Es una broma. No importa. Nos lavaremos las malditas manos, ¿de
acuerdo?
—También las máscaras. O te dispararé en tu gigante culo con un
tranquilizante de elefante y te sacaré de aquí yo misma.
—En realidad, me han disparado con un tranquilizante de elefante. Solo me
da droga un poco. Es realmente divertido. Si quieres intentarlo, necesitarás dos o
tres. —Oí la sonrisa en su voz—. Y cariño, si quieres sacarme de aquí, no necesitarás
un tranquilizante. Será más divertido si soy consciente de todos modos.
—Jesús. Eres increíble, ¿lo sabes?
—Me lo han dicho, sí.
—Voy a almorzar. Cuando regrese en treinta minutos, quiero que esta
habitación esté limpia. O veremos realmente cuántos guardias de seguridad se
necesitan para someter a tu gran cadáver monstruoso.
—Cariño…
—Si dices una maldita palabra sobre bondage, te apuñalaré con mis tijeras.
Thresh solo se rio. —Nos iremos dentro de quince minutos. Tienes mi palabra.
—Será mejor que así sea. —Y entonces ella y Thresh salieron de la habitación.
La puerta se abrió una vez más, dejando entrar a Thresh y a Sasha. Thresh
tenía un puñado de máscaras de papel, que nos entregó a todos, y luego nos hizo
usar la espuma de desinfección de manos del dispensador junto a la puerta. Thresh
tomó posición frente a la puerta, y Sasha se movió hacia el interior de la habitación,
de pie en la parte delantera de la cama cerca de Harris.
—Esta reunión es acerca de un amigo griego que todos tenemos en común
—dijo Thresh—. Después del último… encuentro de Harris… hubo algo de dudas
sobre su situación o su paradero. Le he encargado a Sasha que lo encuentre.
Harris ajustó la cánula en su nariz, respirando hondo lentamente. —¿Y?
Sasha sacó un iPad Mini del bolsillo de sus pantalones cargo. —Lo encontré,
y tomé algunas fotos.
—Aquí. Mira. —Encendió el iPad, tocó el ícono de Fotos, y le entregó el
dispositivo a Harris. Me incliné para poder ver la foto también. Efectivamente, era
una foto de Sasha y Vitaly.

250
Vitaly estaba en una cama de hospital, parecía que cableado para emitir
sonidos: con intravenosas, oxígeno, tubo de alimentación, un montón de otras
cosas. Vitaly estaba inconsciente, y Sasha sonreía como si fueran amigos desde
hacía tiempo, reunidos por última vez.
—Pasa a la izquierda —instruyó Sasha.
Harris pasó a la izquierda. Sasha tenía una jeringa insertada en una parte del
tubo endovenoso, la foto tomada con el pulgar en el émbolo, otra sonrisa de mierda
en su cara. El siguiente lo mostraba con el émbolo sin nada. La siguiente foto
mostraba el monitor, con la frecuencia cardiaca plana.
—Primero hice una distracción en otra habitación, para que cuando muriera,
no se dieran cuenta tan rápido —dijo Sasha—. Puse otra dosis en su tubo, solo para
asegurarme. También desenchufé el soporte de vida. De todos modos, no habría
sobrevivido, no lo creo, pero ahora… nuestro amigo está bailando con los demonios.
Roth le quitó el iPad a Harris, pasando por las fotos varias veces, claramente
luchando con alguna emoción profunda. —¿De verdad ha muerto? —Miró a Sasha.
—Estoy seguro de eso —contestó Sasha—. Le puse un espejo en la nariz.
Sentí su corazón. Esperé largos minutos. Está muerto. Estoy cien por ciento seguro.
Roth suspiró, apoyándose en la silla. —Se acabó. De verdad ha terminado. —
Se frotó el rostro de nuevo con ambas manos—. Él me acogió, cuando yo era un
chico de veinte años despreocupado con más dinero y ambición que sentido común
o habilidad para los negocios. Me enseñó todo lo que sé acerca de ser un hombre
de negocios inteligente. Más de lo que aprendí de mi propio padre. Ni siquiera me
guardó rencor cuando me fui, aunque maté a uno de sus hombres. Él lo entendió.
Me dejó ir. No fue hasta que la perra loca de su hija me encontró que todo esto
sucedió. Nunca sentí rencor hacia él. No hasta que nos amenazó a todos. Debería
sentirme contento de que esté muerto. Y así es, mayormente. Pero parte de mí…
Mantuve mi propia opinión para mí misma. No sentía más que alivio de que
Vitaly estuviera verdaderamente muerto y no desperdiciaría un solo segundo de luto
por él.
—Di tu precio, Sasha. El cielo es el límite. —Roth le devolvió el iPad y se
levantó.
Sasha no respondió de inmediato. —Un millón —dijo finalmente.
—Dos millones —dijo Roth—. Los tendrás al mediodía.
Sasha abrió la boca como para discutir, pero luego lo pensó mejor. —Gracias
señor.
—De acuerdo. Tú y Thresh pueden irse. Coloquen un guardia en la sala, solo
para estar seguros.
—Lo cubriré yo mismo —dijo Sasha.

251
Thresh hizo un sonido negativo con su garganta. —Yo lo hago. La doctora y
yo tenemos algo. Un repertorio.
Harris resopló. —Te refieres a una relación, cabeza hueca.
—Sí. Eso. Algo. Ella es guerrera y no tiene miedo de enfrentarme. Me gusta.
Thresh y Sasha se fueron, y quedamos solo Harris, Kyrie, Roth y yo.
Harris se frotó la mandíbula y volvió a tocar la cánula. —Así que. Ustedes dos
tortolitos ahora pueden tener su boda. Nadie más se interpondrá en el camino.
—Harris, no crees que la tendríamos sin ti, ¿verdad? —preguntó Kyrie—. Eres
como de la familia.
—Ella tiene razón, Harris —dijo Roth—. Te conozco desde hace ocho años.
Podemos esperar hasta que te encuentres mejor.
—Voy a estar con el oxígeno por un tiempo. Me temo que no me recuperaré
demasiado pronto. —Le dio a Roth una mirada dura—. Has un video para mí.
—Harris, vamos… —empezó Kyrie.
—Señorita St. Claire… —la voz de Harris era fría—. No se los estoy pidiendo.
Cásense. Han esperado bastante. Tomen algunas fotos y envíenmelas. Eso será
suficiente. Haremos un brindis por su felicidad cuando pueda salir de aquí.
—Tiene razón —dije—. No deberían tener que esperar. Se merecen ser felices
juntos.
Harris me echó un vistazo, serio. —¿Crees que voy a dejar que te quedes
sentada junto a mi cama cuando tu mejor amiga se está casando? Piénsalo de
nuevo, cariño. Te vas con ellos.
—¡Maldita sea! —dije casi gritando—. No te voy a dejar.
—Kyrie, Roth… ¿pueden darnos un segundo? —Harris no quitó sus ojos de
mí.
—Claro. —Roth se levantó y siguió a Kyrie fuera de la habitación.
A solas, Harris me acercó más a él, envolvió una mano alrededor de la base
de mi espina dorsal para que estuviera a ras de la cama. —Layla. Quiero que me
escuches, ¿de acuerdo?
—A la mierda eso, idiota. No voy a ninguna parte.
Solamente me sonrió. —Cariño. Te vas. Te vas a ir con ellos. Eres su dama
de honor. Su mejor amiga. Puedes regresar enseguida, pero así es como quiero que
suceda. Odio las bodas de todos modos. Parezco estúpido en trajes y no puedo
soportar quedarme sentado por tanto tiempo.
—Patrañas. Eres piloto. Estás acostumbrado a estar sentado durante horas.

252
—Layla. No vamos a discutir esto. Te vas a ir.
—Le dijiste a Kyrie que principalmente fuiste piloto para los Rangers. Pero
Thresh me contó cómo te colocaste sobre él cuando la misión del orfanato salió mal.
Parpadeó. —Cambio de tema. Bueno. Um… bueno, número uno, él no debió
hablar de esa misión. Es tan clasificado que solo cuatro personas en el planeta saben
que alguna vez sucedió. Habría iniciado un conflicto internacional si hubiera sido de
conocimiento público. Número dos, lo que Thresh no te dijo fue que yo fui parte de
esa misión simplemente en el papel de piloto. No estuve con el equipo de inserción.
Yo era el piloto de extracción.
—Me dijo que el helicóptero fue golpeado por un cohete.
—Así fue. El motor salió volando, comencé a dar vueltas a unos cuatrocientos
metros de altura. Cayó y salté al claro justo antes de que se estrellara. Me torcí el
tobillo, me disloqué el hombro y me quemé el vello de los malditos brazos. Para
entonces él ya había caído, y la mayor parte del equipo estaba muerto. Los chicos
malos pululaban como unas jodidas hormigas y le debía a Thresh mi vida, así que
hice lo único que podía hacer. Agarré su rifle y los mantuve alejados. No tuve mucha
elección. Era eso o dejaba que nos capturaran.
—¿Has saltado de un helicóptero antes de que se estrellara?
—No es tan malo como suena. Es más una cuestión de tiempo y de saber
cómo caer.
—Harris.
Sonrió. —Bien, bueno. Fue bastante genial.
—Me quedaré.
Su expresión se oscureció. —Layla. Por favor. Lo único que odio más que
estar acosado es la idea de postergar la boda de Kyrie y Roth. Han pasado por un
montón de mierdas. Me niego a dejarles esperar tres o cuatro meses solamente por
mí. No va a ser una gran cosa de todos modos. Solo ellos, tú, Cal y el reverendo en
la playa de la isla privada de Roth. No me voy a perder de nada, lo juro. Tú asistes
a la boda, festejas con tu mejor amiga y luego vuelves aquí.
—Nick, no quiero dejarte. ¿Y si pasa algo más?
—Vitaly está muerto. Su hija ha muerto. Cut está muerto. No hay nadie más
para llevar a cabo la venganza. Se acabó. Estás a salvo. Ellos también. No necesitas
tener miedo, ¿de acuerdo? —Tomó mi mejilla—. Puedes llamarme por Skype cuando
llegues. Podemos… ¿cómo llamarías al sexo por teléfono, pero con Skype?
—¿Sex-Skype? —le sugerí.
Negó. —No es lo suficientemente pegadizo. Pensaré en algo. El punto es, que
te vas. De todos modos, voy a estar durmiendo por los próximos días.

253
Suspiré. —No me gusta. Todavía me estoy ajustando a la idea de que esta
cosa entre nosotros es real. ¿Y ahora tengo que dejarte cuando estás herido?
—Thresh se quedará y Sasha estará contigo. Alexei y Andrei están con Kyrie
y Roth. Nada más sucederá. Y en cuanto a ti y a mí… Layla, cariño. Es real. Somos
reales. Realmente te amo. Por eso estoy haciendo que te vayas.
Apoyé mi mejilla contra la suya. —Dilo otra vez.
—Te amo, Layla.
Suspiré. —Nunca me cansaré de eso.
Inclinó mi rostro y me besó. La cánula se sintió fría y dura contra mi labio
superior, pero no me importaba. Aceptaría sus besos como pudiera conseguirlos.
—De acuerdo. —Respiré la palabra contra su boca—. Iré. Pero volveré en
cuanto termine la recepción. Y te la voy a chupar antes de irme.
Nick solo sonrió y pasó los dedos por mi cabello, luego pasó su pulgar por mis
labios.
—¿Por qué esperar?
Sonreí; solo Nick podía hacerme reír. Era embarazoso. —¿Por qué esperar,
no? —Coloqué mi mano bajo la manta, debajo de la bata, lo encontré
endureciéndose bajo mi toque—. Vigila la puerta.
—Voy a vigilarte a ti, eso es lo que voy a hacer.
Así que cerré la cortina. Tiré de las sábanas y las mantas, empujé la bata y
comencé a hacer lo mío. Lenta, amorosamente, alejándolo de su cuerpo e inclinando
mi rostro hacia un lado para poder verlo mientras entraba en mi boca.
Su ritmo cardíaco se volvió loco, su respiración se hizo laboriosa y se corrió
con un gruñido silencioso. Lo dejé seco y flácido, y volví a colocar las mantas sobre
él justo a tiempo ya que la enfermera entró corriendo.
—Tu ritmo cardíaco acaba de aumentar —dijo, acercándose para colocar dos
dedos contra su muñeca—. ¿Estás bien? ¿Pasó algo?
Él me miró. Todavía tenía la boca llena con su semen, que subrepticiamente
me tragaba, y luego me limpié la boca con la manga.
—No —dijo—. Solo… tuve un sueño. Estoy bien.
La enfermera movió su mirada de mí hacia él y de regreso. —Nada de eso,
ustedes dos. Si quieres que se cure, necesitas dejarlo descansar. Causar que su
ritmo cardíaco se dispare y sus pulmones tengan que trabajar más no le hace ningún
favor.
—Ella tiene una boda a la que ir de todos modos —dijo Nick—. Está a punto
de irse. Solo nos despedíamos.
—De acuerdo, bueno, despídanse de forma menos… vigorosa. —Soltó un

254
exasperado suspiro.
Solos una vez más, Nick me sonrió y me atrajo hacia él para darme un beso.
—Sabes a mí.
—Todavía estaba tragándomelo cuando entró —Lo besé, enredando mi
lengua con la suya.
Nos besamos durante un largo momento, y entonces me alejó. —Vete. Antes
de que te amarre al poste de endovenosa y me meta con tu culo.
—¿Es una promesa o una amenaza? —Me puse de pie, me di la vuelta, y le
meneé el trasero.
Gimió. —No me tientes, mujer.
—No puedo evitarlo si soy una tentadora nata —le dije. Me volví, pasé los
dedos por su cabello—. Puedes meterte con mi culo cuando salgas del hospital. Lo
prometo.
—Te voy a recordar eso. —Se acercó y me dio una palmadita en el trasero,
luego me dio la vuelta y me empujó—. Te amo. Vete. Que te diviertas.
Fui incapaz de decirle adiós. Así que me apresuré a besarle una vez más,
sorprendida de esta fuera yo, enamorada de un hombre que me amaba.
Incluso miré por la ventana para ver si podía detectar a algún cerdo volador.
Me fui, fingí cerrar la puerta, y luego volví a mirar. Tan pronto como me fui,
Nick volvió a caer sobre la cama, presionó el botón para bajar más la cabecera de
la cama para acostarse. Su mano estaba presionada contra su pecho como para
evitar de forma física que su pecho se elevara y cayera. De repente lucía débil, y
agotado.
Pero tenía una sonrisa en el rostro.
¿Todo lo que me trajo hasta aquí, a este momento con Nicholas Harris?
Valió la pena. Absolutamente todo.

255
Traducido Por MadHatter
Corregido por LuVelitta

—¿Tú, Kyrie Abigail St. Claire, aceptas a este hombre, Valentine Roth, para
ser tu marido, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud, hasta
que la muerte los separe?
—Sí, acepto.
—¿Y tú, Valentine Albert Roth, aceptas a esta mujer, Kyrie St. Claire, para
que sea tu esposa, en las buenas y en las malas, en la enfermedad y en la salud,
hasta que la muerte los separe?
—Sí, acepto. —Roth tenía una lágrima en su ojo cuando dijo esas dos
palabras, lo cual fue casi tan sorprendente para mí como aprender su segundo
nombre totalmente ridículo y prosaico. Albert. Horrible. Tendría que molestarlo tanto
por haber llorado como por el segundo nombre.
Claro, yo estaba llorando, viendo a mi mejor amiga casándose, pero yo era
una chica, y se me permitía hacerlo.
Me sobresalté cuando una mano tocó mi muslo. Miré a mi izquierda, y mis
lágrimas brotaron de forma libre.
Harris, luciendo conmocionado al verme en mi vestido matador.
Se encontraba en una silla de ruedas, con un recipiente de oxígeno atado a
la parte posterior de la silla, los tubos envolviéndose bajo el brazo y conectados a

256
una cánula en su nariz. Vestía un traje, con una rosa roja en la solapa. No se había
afeitado, así que tenía el comienzo de una barba. Delicioso.
—¿Nick? —Me lancé hacia él, envolviendo mi brazo alrededor de su cuello—.
¡Estás aquí!
—Apenas llegué para los acepto. —Me atrajo hacia abajo así que fui obligada
a aterrizar en su regazo, y luego miró a Roth y a Kyrie—. Felicitaciones, ustedes dos.
Lamento llegar de esta forma.
Kyrie envolvió sus brazos a nuestro alrededor. —No te disculpes, Harris. Me
alegro de que estés aquí. Ya hemos terminado, así que ahora podemos empezar la
parte divertida.
—En realidad —intervino el ministro—, todavía no he dicho oficialmente el
pronunciamiento. Así que…
—¡Oh! —Kyrie se enderezó y se apresuró a ponerse frente a Roth, tomando
sus dos manos entre las suyas y enseñándole a sus rasgos algo parecido a la
seriedad.
Roth soltó una sonrisa, negando ligeramente.
—En presencia de Dios y de todos estos testigos, ahora los declaro marido y
mujer. Puede... mmm. —Se detuvo, con una sonrisa en su rostro. Roth ya tenía a
Kyrie inclinada hacia atrás sobre su brazo y estaba besándola apasionadamente.
Como, algo lleno de lengua y sensualidad—. Bien. Parece que ya han llegado a esa
parte.
Cuando se enderezaron y rompieron el beso, finalmente, el ministro tomó sus
manos entre las suyas y las levantó. —Ahora les presento al señor y a la señora
Valentine Roth.
Había una plataforma sobre la arena que formaba el pasillo por el que Kyrie
había caminado y el área en frente en donde la ceremonia real había tenido lugar,
y ahora Kyrie y Roth regresaban agarrados de la mano por el pasillo hasta el área
cubierta de paja en donde se llevaría a cabo la "recepción". Cal había servido como
el único padrino de Valentine, yo era la dama de honor de Kyrie, y los dos los
seguíamos por detrás.
La recepción en sí misma era un asunto minúsculo. Solo había un barman,
una cena servida por un solo camarero. Nada de invitados, ni tonterías. La torta era
del tamaño adecuado, de color blanco y negro de dos niveles con una confección
sencilla. La playa se encontraba a menos de veinte metros de distancia, y la finca
de Valentine justo arriba de la colina.
Alexei, Sasha, Andrei y Thresh estaban presentes como el detalle de
seguridad. Llevaban trajes a juego, pero cada uno cargaba un rifle de asalto mientras
patrullaban el perímetro. Era, a partes iguales, atractivo, cómico y aterrador, ver a
hombres en trajes lujosos con rosas en sus solapas y pajaritas en sus gargantas,

257
luciendo elegantes y magníficos... y llevando grandes ametralladoras asesinas.
La seguridad era un poco excesiva, ya que Thresh había hecho algo de
investigación y había descubierto que con el fallecimiento de Vitaly, sus bienes
habían sido confiscados y redistribuidos, y el mundo del crimen subterráneo estaba
demasiado ocupado tratando de llenar el vacío de poder dejado por su muerte súbita
para preocuparse por alguien como Valentine, ya que no contribuía en nada.
En otras palabras, el peligro había pasado.
Pero demonios, ¿hombres sensuales con trajes a medida y con armas
aterradoras? Si me preguntas, realmente mejoraba el ambiente de una boda.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —le pregunté a Nick.
—No les dejé mucha elección. Me saqué la intravenosa y la cánula y salí de
la habitación todavía con mi bata de hospital. Les dije que me iba, y que me podían
ayudar o salir de mi camino. Además, los soborné con una gran donación al hospital.
El dinero de Roth, por supuesto. Me trajeron este estúpido artilugio —golpeó la silla
de ruedas y tiró del tubo de oxígeno—, y reservé un vuelo. Me registré en el hospital
de aquí para llenar el recipiente, conseguimos un taxi y aquí estoy.
—No puedo creer que estés aquí. —Envolví mis brazos alrededor de su cuello
e inhalé su olor—. Solo han pasado tres días, pero siento que he estado lejos de ti
por un maldito año. Ha sido un infierno. Nunca me dejes otra vez, ¿de acuerdo?
—Lo haré lo mejor que pueda.
Le toqué las mejillas. —Respuesta equivocada, amigo. Vete a alguna parte,
yo voy contigo.
—¿Y si es una misión de rescate peligrosa?
—Me has visto manejar un arma. Me has enseñado a volar un avión. Creo
que puedo manejar cualquier cosa que tú puedas manejar.
—Alpha One Security tiene una vacante para un activo en evaluación
informativa.
—¿Un qué?
—Alguien que ordene las resmas de inteligencia y seleccione cosas útiles.
Asentí. —Oh. Puedo hacer eso.
—Lo sé. Puede que haya inventado la posición solamente para ti. También
podrías ser mi asistente personal.
—¿Alguna de las posiciones incluye beneficios sexuales? Tengo algo para el
jefe, ¿sabes?
—Ciertamente. Toda la polla que puedas manejar.
—Puedo manejar un montón de polla. —Toqué con mis labios su oreja—.

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¿Recuerdas la promesa que te hice en el hospital?
—¿Cómo podría olvidarla? —Me mordió el lóbulo de la oreja.
—¿Crees que ya estás preparado?
—¿Lo quieres ahora?
—¿Tal vez tomemos unas copas con Kyrie y Roth primero?
Fingió lanzar un gruñido de decepción. —De acuerdo. Esperaré. Pero planeo
meterme con tu trasero a medianoche.
Kyrie apareció en ese momento, justo a tiempo para oír a Harris. Sus ojos se
abrieron muchísimo. —Santo infierno. Lo siento. Momento equivocado para entrar
en la conversación, supongo. —Tomó mi mano—. ¿Puedo quitarte a Layla por un
segundo, Harris?
—Solo tienes que devolvérmela para la medianoche —dijo, guiñándome un
ojo.
Me llevó a través de la arena hasta el borde del agua, en donde las olas
golpearon mis pies descalzos y los bordes del increíble vestido hecho a medida de
Kyrie. Tenía un corpiño sin tirantes con un corsé de encaje, con un panel de encaje
debajo de sus pechos, liso, impecable de satén, abrazando su increíble figura hasta
llegar a sus pies.
Hermoso, halagador, pero lo suficientemente informal para una pequeña
boda en la playa. —Solo quería hablar contigo muy rápido —dijo—. Tengo algo que
decirte.
Esperé, pero no siguió inmediatamente hablando. —¿Y bien? ¡Suéltalo, perra!
—Roth y yo, ahora que Vitaly se ha ido, nos quedaremos aquí. En esta
propiedad, quiero decir. Más o menos permanentemente. Y solo quería que supieras
que eres bienvenida...
La interrumpí. —Kyrie. Cosita. Querida. Cariño. No podrías pagarme lo
suficiente como para vivir contigo y con Roth por otro día. ¿Escuchándolos como los
conejos todo el maldito tiempo? Ya he tenido suficiente. —La golpeé con mi
hombro—. Además, ahora estoy con Nick. Voy a trabajar para él en su compañía de
seguridad, y probablemente terminaré viviendo con él.
Me miró. —¿De verdad?
Asentí. —Realmente lo amo.
—Me siento feliz por ti —dijo, abrazándome—. Tan feliz que ni siquiera te voy
a decir te lo dije.
—Acabas de hacerlo.
Un encogimiento de hombros y una sonrisa inocente. —Bueno, sí te lo había
dicho. —Tomó mi mano—. De todos modos, esa no es la razón por la que quería
hablar contigo.

259
—¿Qué más?
Colocó una palma sobre su estómago, luciendo nerviosa, de repente. —Yo...
Roth y yo… mmm. Estoy… embarazada.
Dejé de caminar abruptamente. —¿Tu qué?
Se encogió de hombros. —Mientras te fuiste, me olvidé de las pastillas.
—¿Roth lo sabe? —pregunté.
Me miró fijamente. —¿Si lo sabe? Ya está construyendo la habitación para el
bebé. La ha pintado de rosa. Se siente absolutamente convencido de que es una
niña. He intentado decirle que no lo sabremos con certeza hasta dentro de otras
diez semanas al menos, pero es... simplemente se siente seguro de que es una niña.
—Ella tenía una sonrisa de ensueño en su cara—. Habíamos estado hablando un
poco de todos modos, así que es solo... un poco antes de lo que lo habíamos
pesando, eso es todo.
—Vas a tener un bebé. —Parpadeé con fuerza, tratando de imaginarme una
mini versión de Kyrie y Roth—. Maldición mujer.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—Soy la madrina, ¿verdad? ¿Y la tía honoraria?
Alejó una lágrima. —Por supuesto.
—Decir enhorabuena siempre me ha parecido algo extraño cuando alguien
está embarazada. Ya que, todo lo que hiciste fue tener relaciones sexuales. La
Biología hizo el resto. —Envolví mi brazo alrededor del suyo y le besé la mejilla—.
Estoy feliz por ti, Kyrie. Eso es tan genial.
—¿Qué hay de ti y de Harris?
Me estremecí. —Cariño, todavía estoy trabajando en dejar que él me ame sin
que me asuste. No hay bebés o campanas de boda sonando en ningún momento
pronto. Serás la primera, bueno, la segunda en saberlo cuándo las haya. Lo prometo.
Caminamos por la playa durante un tiempo, Alexei detrás de nosotras a una
distancia medida. Cuando volvimos, Nick hablaba con Roth, y ambos tenían vasos
de whisky. Nick golpeó a Roth en la espalda, lo que me llevó a sospechar que Roth
acababa de darle la noticia.
Nos quedamos en la fiesta hasta tarde en la noche. Kyrie no bebía, por
supuesto, así que yo bebí lo suficiente por las dos.
Harris incluso se soltó un poco. De manera responsable, insistí, ya que seguía
herido.
Todo el tiempo, sin embargo, yo estaba pensando en la pregunta de Kyrie.
¿Y Harris y yo?
¿Matrimonio? ¿Niños?

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Nunca pensé que me pasaría a mí. Jamás pensé que siquiera lo querría.
Siempre asumí que saldría con amigos para follar cuando estuviera en un hogar de
ancianos, visitando a mis diversos chicos en los geriátricos.
Al parecer, el destino o algo, tenía en mente una vida diferente para mí.
De alguna manera, sentada en el regazo de Harris, compartiendo una copa
de whisky con él, la idea de decir "sí, acepto" no parecía tan espantosa o imposible.
No estaba convencida de que sería una madre tan maravillosa, ya que el único
ejemplo que tenía era una gran mierda. Pero si alguien podía hacer de mí una mujer
honesta, era Nicholas Harris.
Y estaba dispuesta a intentarlo.
Llevó mi oreja a sus labios mientras Roth llevaba a Kyrie a su habitación. —
Solo para que lo sepas, algún día te voy a embarazar.
—¿Algún día lejos de ahora?
—Aún no, no. No estás preparada para eso. Pero lo estarás.
—No estoy tan segura, Nick.
Se apartó para poder mirarme a los ojos. —Estoy seguro. Algún día serás una
gran madre.
—¿Podemos, primero, preocuparnos por enseñarme a cómo ser una gran
novia?
Rio. —Por supuesto. No tengo prisa. Tenemos tiempo.
Tiré de su muñeca, retirando la chaqueta del traje para ver su reloj. —Son
las 2:02, Nick.
Me sonrió perezosamente. —¿Es ahora?
Dejé escapar un suspiro. —Seguro que lo es. Son dos horas pasadas de la
medianoche.
—Tengo una promesa que cumplir, ¿no? —Me sonrió, con una sonrisa llena
de promesas.

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De acuerdo, entonces probablemente ya estés familiarizado con la extravagancia
que representan las listas de reproducción de la serie ALPHA. ¿Y esta…? Es la más
escandalosa de todos. Está llena de algunos géneros musicales que abarcan desde
el indie folk hasta el metal instrumental y el clásico. Todo lo bueno, en otras
palabras.
Espero que te ayude a conocer a una nueva banda favorita, o a una canción increíble
que te socorra en un momento difícil. O simplemente a una buena melodía que
pueda explotar las ventanillas y hacer que algunos volantes realmente tamborileen.
La música es mi sangre vital, y el corazón palpitante de cada libro que escribo.
Apoya el arte. Compra música, o paga los servicios de transmisión mejorados,
comparte las cosas geniales que encuentres.
Como siempre, gracias a los artistas que figuran a continuación, por crear mi
inspiración sónica.

LISTA DE REPRODUCCIÓN:
• “Mute Departure” by Cult of Luna
• “Hungry Face” by Mogwai
• “The Omega Suite pt.ii” by Maroon
• TEN— album by Break of Reality
• A String Tribute to Skillet—album by Cellofourte
• Evolution—album by Primitivity

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• “Blood” by Algiers
• Symphony of Shadows—album by Cello Fury
• COVERS—album by Break of Reality
• Every Red Heart Shines Toward the Red Sun—album by Red Sparowes
Transcend—album by Philip Wesley
• “Storm” by Godspeed You Black Emperor
• “Partita No. 2 in D Minor BWV 1004: V. Chaconne” by Hillary Hahn
• “He Films the Clouds Pt. 2” by Maybeshewill
• “Making Love on the Mountain” by The Woodlands
• “Work Song” by Hozier
• “Mojo Pin” by Jeff Buckley
• “Revelry” by The Careful Ones
• “Too Repressed” (Explicit) by Sometymes Why
• “Hush” Theme from Turn by Joy Williams and Matt Berninger
• “Vessel” by Dry the River
• “The Hanging Tree” by Angus & Julia Stone
• “C’est Moi” by Rupa & the April Fishes
• “Wade in the Water” (Live at Spotify House) by Jamie N Commons
• “Far From Any Road” by The Handsome Family
• “Danger and Dread” by Brown Bird
• “Snake Song” by Isobel Campbell & Mark Lanegan
• “After Midnight” by Dorothy
• “Red Right Hand” by Nick Cave & The Bad Seeds
• One Cello x 16: Natoma—album by Zoe Keating
• “Japanese Sky Transcript” by Maybeshewill
• Battle Cry—album by Two Steps From Hell Phenomena—album by
Audiomachine
• Epicon—album by Globus
• Evolution—album by Fringe Element
• Arktika—album by Pelican
• Sol Eye Sea I—album by Irepress
• “Gun In My Hand” by Dorothy
• “The Railroad” by Goodnight, Texas
• “Lie To Me” by Johnny Lang
• “Suite for Cello Solo No. 6 in D, BWV 1012: 1. Prélude” by Johann Sebastian
Bach, played by Mischa Maisky
• “Once Upon a December” (from Anastasia) by Emile Pandolfi
• “So Far” by Haushka
• “Atlantico” by Roberto Cacciapaglia
• “Woman (Oh Mama)” by Joy Williams
• “Goldrush” by Paper Airplanes
• “Dark Side of the Heart” by Maggie Bjorklund
• “Lost Boys” by Paper Bird
• “Nothing But the Water (I)” by Grace Potter & The Nocturnes

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• “Bad Things” by Jace Everett
• “Boy Got It Bad” by Kali Baxley
• “How’s It Gonna End” by Tom Waits
• “Stolen Roses” by Karen Elson
New York Time & USA Today
Bestselling Autor. Jasinda Wilder
nació en Michigan con una afición
por las historias excitantes sobre
hombres sexys y mujeres fuertes.

Cuando no está escribiendo, ella


probablemente va de compras,
hornea o lee. Alguno de sus
autores favoritos son Nora Roberts,
JR Ward, Sherrilyn Kenyon, Liliana
Hat y Bella Andre.

Le encanta viajar y alguno de sus


lugares favoritos para vacacionar son Las Vegas, New York City y
Toledo, Ohio.

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A menudo puedes encontrar a Jasinda bebiendo vino tinto dulce con
bayas congeladas y comiendo magdalenas.
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