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Revista Jurídica Lexitum


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Roberto Delgado Salazar

RELATO DE UN CASO.
DEFENSA PUTATIVA

Foro Penal “Dra. Blanca Rosa Mármol De León”

2020
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Relato de un caso. La defensa putativa


Roberto Delgado Salazar

Colección presentada por:


Foro Penal “Dra. Blanca Rosa Mármol de León”
Revista Jurídica Lexitum

COORDINADORES GENERALES
Dr. Leonardo Pereira Meléndez (Director de la Revista Lexitum)
Abg. David López Espinoza

DISEÑO DE PORTADAS, DIAGRAMACIÓN Y MONTAJE:


La obra artística del Dr. Roberto Delgado Salazar es el motivo que adorna la parte superior de
nuestra portada.

Diseño: Abg. David López Espinoza (Barcelona, Anzoátegui). Ex director y fundador de la


Revista Jurídica Lexitum
Correo: dlopezpinoza@gmail.com Whatsapp: +584248098202

Primera Edición: 2021

Reservados todos los derechos de los autores. Se prohíbe la reproducción total o parcial de
esta obra sin la autorización de los editores.

______________________________________________________________________________
Hecho con cariño en la República Bolivariana de Venezuela
5

Con la otra toga en defensa de una causa justa. Acción de amparo y anulación de
sentencia condenatoria firme por homicidio. Alegatos en audiencia y absolutoria por
“defensa putativa”.

Roberto Delgado Salazar


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Relato sobre un caso que recién jubilado de la judicatura me


tocó defender como abogado en ejercicio ya en las
postrimerías de un largo proceso, que expongo en mi obra
inédita vivencial El Hombre Detrás de la Toga y que ahora
publico rindiendo homenaje a quien fue eminente jurista,
maestro y mejor amigo Eric Lorenzo Pérez Sarmiento,
recordando una historia similar de un largo caso suyo que
nos contó por audio en uno de sus acostumbrados y bien
atendidos chats poco antes de haberes ido de este mundo.
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En el año 2000, ya jubilado cambié la toga de juez y magistrado por la de un


simple abogado en ejercicio incorporado al escritorio jurídico Delgado Salazar-
Gutiérrez Ceballos y Asociados.

La vivencia que aquí voy a relatar fue sobre un caso ya sentenciado, con
condena definitiva y declarada firme dictada a un señor mayor llamado Carlos Julio
Villarroel, residente de Cumaná, por el delito de homicidio intencional, que debía
ingresar a la cárcel para cumplir doce años de presidio que se le impuso,
encontrándose en libertad bajo fianza que le fue otorgada al inicio del proceso, desde el
29 de diciembre de 1994, en aplicación de la para entonces recién promulgada Ley de
Libertad Provisional Bajo Fianza del 23 de noviembre de 1992, que permitía la
aplicación de ese beneficio procesal en la fase sumaria de aquel proceso luego de
dictado el Auto de Detención cuando a criterio del juez surgieren de los autos algunos
elementos para sostener la posibilidad de haber actuado el reo amparado en una causa
de justificación, después de tantos años en que la Sala de Casación Penal mantuvo la
tesis negadora de la aplicación de causas de justificación en esa fase del proceso y que
solo sería procedente por abstención fiscal de cargos o sentencia absolutoria.

Ese día del mes de septiembre del año 2000 estaba en mi oficina, situada en el
Centro Comercial Ciudad Tamanaco, cuando recibí una llamada telefónica:

-Buenos días mi querido profe, le habla Gloris Moreno su ex alumna del Postgrado
de la UCAB en el curso de Maturín, supe que está ejerciendo en Caracas y quiero ver si
puede encargarse de un caso, creo que por lo delicado del asunto es Usted la persona que
yo conozco más adecuada para atenderlo-

Me explicó del asunto que motivaba su llamada y la necesidad de contar con un


experimentado penalista y procesalista en Caracas, aclarándome que no se trataba de
un caso que ella había tenido como jueza, sino uno que cursó en su circuito del Estado
Sucre, que ella ahora presidía, con sentencias dictadas por otros jueces y que sí
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conocía a los familiares del señor enjuiciado y sentenciado, quienes le pidieron consejo
sobre un profesional de Caracas para consultarle y ver que se podía hacer.

Me llamó la atención el caso que de antemano se veía interesante y porque por


la explicación que me dio consideraba que se había cometido una injusticia sobre algo
en el que se habían agotado todas las instancias y recursos, por ello sin solución
aparente, por lo que también le hice saber que en principio todo estaba ya perdido y
posiblemente nada se podía lograr, pero había una detalle importante que constituía
grave violación del derecho a la defensa y obviamente al debido proceso durante su
tramitación en el Tribunal de Reenvío, lo que había sido detectado por la misma Gloris
Moreno al recibir el expediente para su remisión al tribunal de ejecución.

Acepté estudiar el asunto para ver si había alguna posibilidad de solución –


aunque en principio la veía poco probable- y al día siguiente un hijo homónimo del
señor Carlos Julio y otro familiar vinieron con copia del expediente y las sentencias
dictadas. Revisé las copias en su presencia y encontré que a mi criterio, en principio,
los hechos que motivaron su enjuiciamiento estuvieron muy a su favor para haber
logrado una sentencia absolutoria en las dos instancias.

De las pruebas se desprendía que ese señor como a las cuatro de la madrugada
del día 5 de noviembre de 1994, si bien dio muerte a un joven frente a su casa, donde a
la vez tenía un negocio de venta de pollos denominado “Avícola Rey Pollo” en la
Urbanización Fe y Alegría de Cumaná, disparándole con una escopeta, lo hizo con el
sólo propósito de defenderse de lo que fundadamente creyó que era una agresión
armada de ese sujeto por lo cual vio en peligro su vida, lo que en derecho penal se
conoce como Defensa Putativa, que hace no punible la acción realizada.

De esas pruebas surgía también que el señor Carlos Julio salía de ese lugar a esa
hora de la madrugada junto con su joven ayudante y se proponía tomar su camioneta
estacionada al frente para dirigirse a unas granjas avícolas con el fin de adquirir pollos
a ser beneficiados y vendidos, llevando gran cantidad de dinero en efectivo para hacer
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las compras, cuando vio dos sujetos que se le acercaron, uno de ellos le pidió algo pero
él le dijo que se retirara y creyendo que le iba a sacar un arma, le hizo un disparo con
su escopeta, que siempre llevaba consigo cuando diariamente salía con el mismo fin, ya
que otras veces lo habían atracado en el mismo lugar y a esa hora.

Al señor Carlos Julio Villarroel le fue dictado auto de detención y al poco tiempo
se le concedió la libertad bajo fianza, en aplicación de la ante citada ley, se le siguió el
juicio y fue absuelto en sentencia dictada por una jueza de primera instancia en el
Estado Sucre, la Dra. Marlene Rodríguez de Ramírez, en fecha 30 de noviembre de
1995, considerando la sentenciadora que “quedó plenamente demostrado que el
ciudadano Carlos Julio Villarroel le dio muerte al agraviado bajo un estado de angustia,
temor e incertidumbre, que le hacía pensar que se encontraba en peligro tanto su vida
como sus bienes, y que con la certeza de que debía defenderse, incurriendo con su
conducta en la causa de justificación denominada Defensa Putativa, la cual se asimila a la
defensa propia, de conformidad con lo dispuesto en el último aparte del artículo 65 del
Código Penal, por lo cual su actuación no es punible.”

Pero las otras sentencias de instancias superiores sí fueron condenatorias en su


contra, a la pena de doce años de presidio. La del Juzgado Superior de Sucre, a cargo del
Dr. Rafael Rivas Sarmiento, conociendo en consulta y apelación del fiscal, dictada el 20
de septiembre de 1996, en la que revocó la absolutoria de primera instancia y condenó
a esa pena, sentencia esta contra la que la defensa privada anunció recurso de casación,
que fue impecablemente formalizado por la Defensora Pública ante la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia y fue anulada por ésta en fecha 29 de enero de 1998, por
vicios en su motivación.

Como consecuencia de esa anulación el expediente pasó a la Sala Accidental


Segunda en lo Penal para el Régimen Procesal Transitorio (creada con ocasión de la
entrada en vigencia del Código Orgánico Procesal Penal), para que se dictara nueva
sentencia en sede de reenvío, sin los vicios de motivación censurados y al dictarse, fue
igualmente condenatoria a la misma pena de doce años, en fecha 31 de agosto del
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2000, la cual fue notificada a la Defensora Pública Dra. Scarlet Benazar que se le había
designado al procesado; y al no presentar recurso alguno aun cuando procedía
casación por segunda vez, -o sea casación contra sentencia de reenvío-, se declaró
firme y mediante auto del 4 de octubre de 2000 se acordó la remisión del expediente al
Circuito Judicial Penal del Estado Sucre para su ejecución.

Todo ello significaba que ese hombre que desde el comienzo del juicio
disfrutaba de libertad bajo fianza estaba a punto de ser recapturado y llevado a la
penitenciaría por orden de un Juzgado de Ejecución de Cumaná a cumplir doce años de
presidio.

Pero, tal como me lo asomó Gloris Moreno observé una gravísima violación al
derecho a la defensa, del que podíamos agarrarnos para tratar de obtener una
anulación de esa última sentencia aunque le advertí al cliente que la situación no era
fácil y le pedí que me diera unos días para estudiar bien el asunto y luego lo llamaría, y
que mientras tanto pusiera a su papá en resguardo ante la eventualidad de ser buscado
y aprehendido mientras veíamos como se resolvía la situación.

La irregular situación observada era que la Sala Accidental Segunda en lo Penal


para el Régimen Procesal Transitorio, que conoció y sentenció en reenvío
imponiéndole al Señor Carlos Julio Villarroel la antes indicada pena de doce años, no lo
notificó de ello, sino a la defensora pública que previamente le había designado de
oficio sin que este señor haya revocado al defensor privado que tuvo durante el
proceso, que estaba domiciliado en Cumaná y dicho procesado nunca fue enterado de
esa nueva designación en Caracas.

Si bien cuando se hizo la designación de oficio estaba vigente el Código de


Enjuiciamiento Criminal, que en su artículo 309 preveía que el Tribunal de Segunda
Instancia que no resida en el mismo lugar donde se haya sustanciado el proceso podía
nombrar defensor al reo para que lo represente, si este no lo hubiere designado
directamente por medio de escrito auténtico, debía interpretarse la aplicabilidad de
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esa norma respetando el derecho de rango supraconstitucional que tiene todo reo de
elegir elegir libremente su defensor, previsto en el artículo 2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y en el artículo 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos; y en todo caso, el señor Villarroel debía ser notificado por
la vía que fuere más expedita del derecho a hacer esa designación por medio de escrito
auténtico, ratificando o sustituyendo al ya designado en Cumaná.

Se menoscabó así su derecho a contar con un defensor de su elección y sólo


procedía la designación de oficio en el caso de negarse él a hacerlo por la indicada vía y
previa notificación al respecto, siendo que por otra parte la defensora pública no
cumplió con su deber profesional, nada hizo en favor de quien representaba por
encargo del Estado, no presentó alegato alguno, no asistió al acto de informes y
obviamente que no presentó informes y lo que es peor, notificada como fue de la
sentencia condenatoria no ejerció recurso alguno en su contra, para lo cual bastaba
con anunciarlo simplemente como era la formalidad que para ello exigía el Código de
Enjuiciamiento Criminal, teniendo derecho a ello y hasta obligación para respetar el
juramento que prestó de cumplir a cabalidad sus funciones, habiendo motivos
suficientes para atacar e impugnar esa sentencia condenatoria contra la que procedía
la llamada casación por segunda vez, o casación contra reenvío.

Por ello consideré seriamente viciado por inconstitucional y obviamente


anulable tanto el proceso de reenvío como el auto que declaró la firmeza de ese
último fallo condenatorio y ordenó su ejecución. Estudié muy bien el asunto y la
estrategia a seguir, llegando al convencimiento sobre la viabilidad de una acción de
amparo contra ese pronunciamiento y hasta contra la sentencia condenatoria, porque
fue dictada encontrándose el procesado en estado de indefensión.

Fue así como decidí asumir esa defensa y llamé a Carlos Julio hijo para
informarle al respecto e invitarlo a que viniera nuevamente a Caracas para concretar
lo que tenía propuesto. Vinieron pronto, les di todas las explicaciones del caso y las
posibilidades que teníamos de lograr éxito, sin asegurarles nada, como debe ser ya
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que siempre he tenido presente, como cuestión de ética profesional, que el abogado
nunca debe asegurarle a un cliente las resultas de su gestión. El encausado Carlos
Julio Villarroel nos otorgó un poder a mis socios Juan Carlos Gutiérrez, Orlando
Colmenares y a mí para accionar en amparo ya que no teníamos condición de
defensores y de haber acudido al tribunal de ejecución donde cursaba el expediente
en Cumaná para hacer esa designación posiblemente lo habrían detenido y enviado a
la cárcel. Redacté el escrito contentivo de la acción de amparo dirigido a la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que los tres abogados suscribimos y
personalmente lo presenté el 22 de noviembre de 2000.

La Sala Constitucional, con ponencia del magistrado Pedro Rondón Haaz al


admitir la acción en fecha 15 de mayo de 2001 y a solicitud nuestra, suficientemente
fundada en el escrito libelar presentado, dictó una medida cautelar ordenando la
suspensión de los efectos del antes señalado auto de ejecución de la sentencia
impugnada y ofició al Juzgado de Ejecución que ya había ordenado la detención del
señor Villarroel y su reclusión en la Cárcel de Cumaná, por lo cual se dejó sin efecto el
mandato de captura. Logramos de esa forma un primer round a nuestro favor, al
impedir que se materializara esa aprehensión.

La audiencia constitucional oral fue fijada para el día 16 de julio del 2001. El
día anterior dictaba clases de Derecho Penal I en la Universidad José María Vargas,
casualmente explicaba el tema de la legítima defensa donde entre otras cosas abordé
la llamada defensa putativa o subjetiva. Aproveché para hablarles a mis alumnos
sobre el caso que estaba atendiendo y los invité a asistir al Tribunal Supremo para
que ellos tuvieran esa experiencia y yo pueda sentir su apoyo al momento de mi
intervención oral.

A la hora fijada estaba ocupando junto con Juan Carlos y Orlando el estrado de
la parte accionante en la sala de audiencias de la Sala Constitucional, en donde había
bastante asistencia de público, entre el que se encontraban varios familiares de
nuestro representado, mi hijo Roberto José Delgado que tenía poco tiempo de
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recibido como abogado e incorporado a nuestro Escritorio; así como quince alumnos
míos de la Universidad José María Vargas. En el estrado contrario se encontraban las
tres juezas del tribunal que sentenció en reenvío presidido por la Dra. Irma Ávila
Maestracci, además de la Fiscal del Ministerio Público Dra. Teolinda Ramos.

Los integrantes de la Sala entraron y ocuparon su lugar, presididos por el


Vicepresidente Dr. Jesús Eduardo Cabrera Romero quien dio inicio al acto,
concediendo la palabra a la parte accionante y como tal hice mi intervención
haciendo ligera referencia al hecho cometido y sus circunstancias, lo que no era
materia del amparo sino lo concerniente a las irregularidades del proceso sobre lo
que concentré mi exposición alegando la violación del derecho a la defensa por
cuanto nuestro representado no contó con asistencia profesional efectiva dada la total
inacción de la Defensora Pública designada de oficio; la violación del derecho al
debido proceso, por cuanto no se le notificó al procesado en persona de la sentencia
condenatoria que le fue dictada ni tampoco se notificó al defensor privado que el
mismo había elegido para que lo representara en el juicio seguido en Cumaná, donde
estaba domiciliado ese defensor a quien nunca le revocó su nombramiento; y la
violación del derecho del procesado a elegir libremente su defensor.

En su turno la Dra. Ávila representante de la Sala contra la que se interpuso la


demanda de amparo se limitó a insistir en que la notificación que le hizo a la
defensora pública designada era suficiente para declarar firme la sentencia y enviarla
para su ejecución al no haberse interpuesto recurso de casación. Por su parte la
ciudadana Fiscal del Ministerio Público Teolinda Ramos nos dio la razón, al sostener
que en ese proceso se violó el derecho a la defensa, por las razones que allí expuso,
coincidiendo en gran parte con mi alegación. Sólo hubo réplica de mi parte a lo
expresado por la Dra. Ávila quien no me replicó.

Se declaró concluido el acto y los Magistrados de la Sala Constitucional se


retiraron a deliberar. Como a la hora regresaron y el Vicepresidente leyó una síntesis
de la decisión aprobada, en la que se declaró con lugar la acción de amparo y ordenó
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la reposición del proceso al estado en que se notifique al encausado del derecho que
tiene a nombrar defensor, revocándose la sentencia condenatoria.

La sentencia publicada en extenso por la Sala Constitucional, en fecha 19 del


mes de julio de 2001, mediante ponencia del Magistrado Dr. Pedro Rondón Haaz,
estableció lo siguiente:

“…No consta en autos que la Sala Accidental Primera de Reenvío


para el Régimen Procesal Transitorio de la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas haya
notificado al acusado Carlos Julio Villarroel respecto del estado de la
causa que en su contra se seguía en ese Tribunal, ni de la decisión de
fondo dictada por el mismo. Visto que el nombramiento del defensor
corresponde al acusado y es en defecto del defensor privado –porque el
acusado no pueda nombrarlo o porque nombrado no acepte el cargo-
que el juez puede nombrar defensor público. Visto que el ciudadano
Carlos Julio Villarroel fue representado en primera y segunda instancia
por un defensor privado cuyo mandato no consta en autos que haya
sido revocado ni que dicho defensor haya renunciado. Tampoco consta
en autos la notificación por parte del tribunal de reenvío, al acusado
Carlos Julio Villarroel, del nombramiento de un defensor público para
que lo represente.
Constata la Sala que transcurrieron más de dos años antes de
que el Tribunal de Reenvío -por lo demás, ubicado en una
circunscripción distinta a aquella donde reside el acusado- produjera
una decisión definitiva y que el defensor nombrado por el tribunal no
cumplió con ninguno de los actos inherentes al cargo que juró cumplir,
la Sala considera que la demanda de amparo resulta procedente por
haber resultado vulnerado el derecho a la defensa del demandante
Carlos Julio Villarroel, sobre la base de las consideraciones siguientes:
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El artículo 197 del Código Orgánico Procesal Penal confiere al


juez la facultad de determinar cuáles son los actos procesales que, por
su naturaleza, deben ser notificados personalmente al afectado; al
respecto debe concluirse que la sentencia definitiva es de la mayor
trascendencia ya que pone fin al proceso, máxime cuando sea una
sentencia condenatoria y, en consecuencia, debe ser considerada entre
los actos que, por su naturaleza, deben ser notificados personalmente a
la parte interesada, sobre todo si -como en este caso- habían
transcurrido más de dos años sin que la instancia produjese decisión.
La misma trascendencia hay que atribuirle a la decisión del
tribunal de proveer un defensor de oficio, cuya incorporación al
proceso debe ser conocida con la mayor brevedad por el procesado
para que éste pueda decidir si ese defensor es idóneo para la
conducción de su causa y, en todo caso, porque la comunicación ab
initio entre defensor y asistido constituye un requisito esencial para el
efectivo ejercicio del derecho a la defensa. De lo anterior se deriva que
la Sala Accidental Primera de Reenvío para el Régimen Procesal
Transitorio de la Corte de Apelaciones del Área Metropolitana de
Caracas, en cumplimiento de lo establecido en los artículos 122, ordinal
3, 134 y 197 del Código Orgánico Procesal Penal, estaba en la
obligación de permitirle nombrar “un abogado de su confianza como
defensor”, lo que no hizo, pues, unilateralmente, designó un defensor,
aun cuando el acusado había sido representado en primera y segunda
instancia por un defensor privado designado por él; de lo cual resulta
que incurrió en error el Juzgador de Reenvío al nombrar un defensor
sin notificar previamente al procesado. Así se decide.
Por ello, esta Sala Constitucional considera que la decisión de la
Sala Accidental Primera de Reenvío para el Régimen Procesal
Transitorio de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del
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Área Metropolitana de Caracas incurrió en violación del derecho


constitucional a la defensa consagrado en el artículo 49, cardinal 1, de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al no haber
ajustado su actuación con la ley procesal penal vigente….
Por los razonamientos expuestos, este Tribunal Supremo de
Justicia de Justicia, en Sala Constitucional, administrando Justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara CON
LUGAR la demanda de amparo constitucional interpuesta por los
abogados Roberto Delgado Salazar, Juan Carlos Gutiérrez y Orlando
Colmenares Tabares en representación del ciudadano CARLOS JULIO
VILLARROEL, contra los autos dictados, el 4 y 30 de octubre de 2000,
por la Sala Accidental Primera de Reenvío para el Régimen Procesal
Transitorio de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del
Área Metropolitana de Caracas y REVOCA las mencionadas decisiones
de reenvío, así como la sentencia dictada el 31 de agosto de 2000.
Se REPONE la causa al estado de que se notifique a la parte para que
designe defensor”.

Fue motivo de profunda satisfacción y alegría haber logrado que esa


condenatoria dictada quedara sin efecto, con lo cual ganamos otro importante round
en esta contienda judicial.

Celebramos esa decisión, pero apenas estábamos comenzando, ahora venían


los planteamientos de fondo para convencer a un nuevo Tribunal en sede de Reenvío
sobre la no punibilidad del hecho ejecutado por el Señor Carlos Julio Villarroel, por
haber ejercido una defensa putativa y lograr en esa instancia una sentencia
absolutoria que revoque la condena impuesta por el Juez Superior del Estado Sucre.

El expediente pasó a otra sala accidental de apelaciones para el régimen


procesal transitorio, presidida por la Dra. Teresa de Jesús Jiménez, ante la que el
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encausado nos hizo formal designación de defensores, ya que anteriormente


actuamos como apoderados para una acción de amparo. Se fijó la fecha para el acto de
informes, que es la oportunidad en que las partes, Ministerio Público y Defensa
presentaren sus alegatos finales sobre el fondo de la causa, o sea sobre los hechos
probados y la aplicación del derecho.

Asistimos a ese acto, al que también concurrieron familiares de nuestro


defendido y al concedérseme la palabra expuse mis conclusiones que se me permitió
hacerlas oralmente y que en gran parte estaban contenidas en escrito de informes que
consigné -en aplicación del régimen procesal transitorio que estableció el COPP ya
vigente-, en los siguientes términos:

“Honorables Jueces.
Nuestro defendido Carlos Julio Villarroel ha sido un hombre
responsable y honrado, dedicado a su familia y al trabajo, es un
trabajador jubilado de la Universidad de Oriente luego de haber
prestado servicios por 27 años con excelente rendimiento, según se
desprende de las múltiples constancias y diplomas otorgado por esa
institución, que fueron consignadas en autos, cursantes del folio 158 al
169; y desde su jubilación se ha dedicado a la actividad comercial,
atendiendo su propio negocio dedicado a la venta de pollos, en el
pequeño establecimiento denominado “Avícola El Rey Pollo”, que como
se dijo funciona en un local ubicado en el inmueble que es asiento de su
misma casa de habitación, que con ésta se comunica por su parte
interior, en la que vive con su esposa e hijos.
Usualmente el señor Villarroel desde allí salía muy de madrugada
cuando tenía que dirigirse hacia las granjas avícolas, a fin de proveerse
de pollos a ser vendidos en ese negocio y a veces lo hacía acompañado
de su empleado ayudante, el joven Jorge Rafael Maestre.
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En ese mismo lugar y en oportunidades anteriores, dicho ciudadano


había sido objeto del acoso de delincuentes que han mantenido en
situación de intranquilidad y zozobra a los habitantes del sector, ya que
varias veces fue víctima de robos, tal como fue demostrado en autos con
copia de una de las denuncias que hizo en la Policía Judicial y
declaraciones de testigos que avalan su propia versión al respecto,
cuando dijo “en múltiples oportunidades me han robado”, por lo que se
veía en la necesidad de estar provisto de la escopeta marca Pardner,
calibre 12, modelo SB1, serial NG229888, de su propiedad y
debidamente empadronada, con la que se produjo el disparo que segó
la vida de Luis Carlos Salgado González.
Ese día del lamentable hecho materia de esta causa, a muy tempranas
horas de la madrugada, entre las 4:00 y 4:30 am. aproximadamente,
Carlos Julio Villarroel como de costumbre se disponía a salir para
comprar pollos con su ayudante, el joven Jorge Rafael Maestre, y al
abrir las puertas del negocio observó a un sujeto que se le acercó y le
dijo: “Epa viejo”, “Epa viejo”, por lo cual, muy comprensiblemente y
como lo haría cualquier persona, lo apuntó con la escopeta al sentirse
en situación de serio peligro, por la hora, oscuridad y soledad del lugar,
pensando que algún malintencionado propósito podría tener ese sujeto,
por lo que le gritó “Pa´tras”, “Pa´tras”, pero no obstante ello el sujeto no
le hizo caso y siguió hacia él tratando de quitarle la escopeta y
haciendo un ademán como para sacar algo de la cintura, por lo cual
Villarroel le efectuó un disparo de frente y el sujeto cayó en la acera,
falleciendo a consecuencia de la herida que sufrió en la región
abdominal, el cual fue identificado como Luis Carlos Salgado González.
Ese hecho cierto del disparo y el resultado letal sufrido por el
prenombrado hoy interfecto, por lo que surge suficientemente
acreditado en los autos fue producido ante la señalada presencia y
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actitud de éste sujeto, al encimársele al señor Villarroel y desatender


las exigencias de éste cuando insistentemente lo instaba a irse para
atrás, o sea a no seguir acercándosele, además de tratar de quitarle la
escopeta.
Actitud esa del hoy occiso que, aunada al ademán de llevarse la mano a
la cintura, era indicativa para nuestro prenombrado defendido de que
ese sujeto iba a sacar algo de su cintura al momento en que se le
acercaba y encimaba; y pensando seriamente el señor Villarroel que lo
que aquel trataba de sacar sería un arma o algo con lo que podía
agredirlo o utilizarlo para ejecutar un despojo de la escopeta y otros
bienes en su contra, creyéndose así en peligro de una inminente
agresión ilegítima y en la necesidad de defender su propia persona y
bienes, tuvo que valerse del único medio defensivo que estaba a su
alcance y que era la señalada escopeta de su propiedad y en su poder,
aunado todo ello, seguramente, al recuerdo de los hechos precedentes,
sobre los múltiples robos de que fue víctima en ese mismo lugar…
Acorde con lo antes expuesto, ha quedado claramente evidenciado en
autos que, ante la situación de soledad y oscuridad reinante en ese
lugar donde se produjo el hecho, en horas de la madrugada (4 a 4:30
am), ante el recuerdo de los hechos precedentes de que fue víctima en
ese mismo lugar y ante la actitud de ese sujeto que desatendió sus
advertencias y la exigencia de que se fuera a hacia atrás, o sea que no
se acercara más, pero más bien se le acercó y encimó, tratando de
quitarle la escopeta y llevándose una mano a la cintura, Carlos Julio
Villarroel actuó con la creencia y segura convicción de que iba a ser
víctima de una ilegítima agresión proveniente del hoy occiso Luis
Carlos Salgado, dirigida contra su persona y bienes, por lo cual
consideró necesario defenderse haciendo uso del medio de que en ese
momento disponía y tenía a su alcance, realizando así un hecho que
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para él, subjetivamente, no era antijurídico, más bien lícito y que por
ende estaba plenamente justificado, al entender que había una
inminencia de esa agresión y estimando por ello que debía impedirla,
aunque no hubiese habido realmente tal agresión…”

Luego de esa exposición pasé a comentar y analizar las distintas declaraciones


rendidas en el proceso y que cursaban en actas del expediente, en las que consideré
suficientemente sustentados los hechos antes expuestos y continué con los alegatos de
derecho:
“… Siendo así, la conducta realizada por Carlos Julio Villarroel
encuadra perfectamente dentro de lo que la doctrina penalística ha
denominado DEFENSA PUTATIVA, que según el criterio de algunos
autores hace aplicable la causa de justificación conocida como legítima
defensa prevista en el artículo 65, ordinal 3ro. del Código Penal, que
hace no punible al que obra en defensa de su propia persona o derecho.

Algunos autores consideran que en esos casos se hace


procedente la equiparación a la legítima defensa contemplada en el
aparte único ejusdem, en el supuesto de que el agente en estado de
incertidumbre, temor o terror, traspase los límites de la defensa, como
el que actúa creyendo defenderse, pero sin embargo no se da el primer
requisito de la legítima defensa, en el sentido de que realmente exista
una agresión ilegítima del que resulta ofendido por el hecho, lo que solo
se da en la mente de quien cree fundadamente que esa agresión es
inminente y por ello considera que debe defenderse de la misma.

El maestro José Rafael Mendoza hizo una distinción entre


defensa putativa, cuando existe la creencia de un ataque injusto; y
defensa excesiva subjetiva, cuando se traspasan los límites de la defensa
en estado de incertidumbre, temor o terror; y sostuvo que la primera es
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causa de inculpabilidad, por error, ya que falta la agresión; y la


segunda, es causa de inimputabilidad, por el estado de ánimo
perturbado, la razón descontrolada y falta la necesidad del medio
empleado.

Arteaga Sánchez ubica la defensa putativa dentro de las causas


de inculpabilidad, como caso típico de error de prohibición, ante la
falsa creencia de que quien así actúa se encuentra amparado por una
causa de justificación, al fundarse en presupuestos falsamente
apreciados que no corresponden a situaciones reales y que influyen en
él, como cuando una persona, en la creencia de que es víctima de una
agresión injusta, se defiende y actúa contra la supuesta agresión que
cree real, con la convicción de que es necesaria su defensa, lo que hace
aplicable el artículo 61 del Código Penal: “Nadie puede ser castigado
como reo de delito no habiendo tenido la intención de realizar el hecho
que lo constituye…”, lo que sustenta la exigencia del necesario
elemento culpabilista en el hecho, en el que deben darse todos los
requisitos de la legítima defensa, menos el de la agresión real, que es un
simulacro y que en apariencia debe ser totalmente exacto al supuesto
creado por la ley.

Cuello Calón ha expresado que cuando el agente obra en la


errónea pero seriamente fundada creencia, de hallarse en situación de
legítima defensa y, por consiguiente crea obrar legítimamente, caso de
la defensa putativa, no podrá invocar la eximente de legítima defensa,
pero el hecho no será punible por ausencia de dolo motivada por el
error esencial de hecho en que incurrió.

Etcheberry al referirse a las llamadas eximentes putativas,


como en el caso del error sobre la licitud de la conducta, sostiene que si
el agente ignora los factores de hecho que hacen depender la
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antijuricidad de esa conducta, o yerra acerca de ellos, no está presente


la conciencia de la antijuricidad del hecho, y en consecuencia, está
ausente el dolo, como en el caso del que mata creyendo ser víctima de
una agresión ilegítima.

Mir Puig dice que se habla de legítima defensa putativa cuando


el sujeto cree erróneamente que concurren los presupuestos objetivos
de la legítima defensa y que el tratamiento que merece es el propio de
todo error sobre presupuestos típicos de una causa de justificación.

Mesa Velásquez explica la defensa putativa como la que se


presenta cuando por un error sustancial de hecho, por una equivocada
interpretación de una circunstancia, el sujeto cree hallarse en la
necesidad de defenderse, sin que exista realmente ningún peligro y
agrega que para que haya legítima defensa putativa se necesitan los
mismos requisitos exigidos para la legítima defensa real, con la
diferencia de que en aquella la violencia apenas existe en la mente del
sujeto, por un error de hecho inimputable en la interpretación de un
gesto, actitud, movimiento o circunstancia inofensivos.

Nuestro Tribunal Supremo de Justicia en sentencia 1699 del 21-


12-2000 de esta misma Sala de Casación Penal, ha acogido, aún de
oficio, la defensa putativa como causal de justificación, en el caso de
que exista en el agente el temor a ser agredido, aunque fuere
infundado, ubicándola dentro del numeral 3ro. del artículo 65 del
Código Penal, sobre lo que transcribimos a continuación el siguiente
pronunciamiento: “….el imputado actuó bajo el temor de ser agredido
de una forma que no se ha podido comprobar plenamente, por lo que
tal temor pudo ser infundado pero sí existió y comprimió el espíritu del
agente policial, quien por tanto actuó en una situación de defensa
putativa, esto es, cuando sin una suficiente razón se teme una agresión
23

que no existe o no es tanta. Por consiguiente el Juez de la sentencia


recurrida infringió el numeral 3 del ordinal 3° del artículo 65 del
Código Penal Venezolano, por falta de aplicación…”.

Así pues, cualquiera que sea la tesis que se adopte para la


ubicación de la defensa putativa, subjetiva o por error, es indiscutible
su aplicación como eximente de responsabilidad penal en nuestro
derecho penal sustantivo; y de autos surge que estamos en presencia de
esta eximente, que hace no punible la acción ejecutada por nuestro
defendido Carlos Julio Villarroel, quien si bien realizó un hecho
formalmente típico, lo hizo con el sólo propósito de defender su persona
y bienes ante el convencimiento que tuvo de que iba a ser víctima de
una agresión ilegítima que no había provocado, independientemente de
que en realidad no haya existido tal agresión, pero que él si la creyó
cierta e inminente, por las circunstancias en que se encontraba y
haciendo uso para ello de un medio defensivo del que racionalmente
pudo valerse y que fue lo único que para ello tuvo a su alcance en ese
momento.

Honorables Magistrados: Carlos Julio Villarroel, consciente que


estuvo amparado por el derecho al haber actuado de esa forma, como
cualquier persona lo hubiera hecho, desde hace mucho más de nueve
años espera que en la resolución a su causa se llegue a establecer esa
verdad.

Actualmente es un hombre deprimido y bastante envejecido


como producto de haber soportado por tanto tiempo los avatares de
este tortuoso proceso que se le sigue y ante la expectativa de un destino
incierto, además de estar padeciendo serios quebrantos de salud, al
sufrir de una severa cardiopatía hipertensiva e hipertensión arterial,
además de que recientemente fue objeto de una intervención
24

quirúrgica por presentar hernia discal, sometido aún a tratamiento y


con limitaciones para la deambulación, como se evidencia en las
constancias médicas que acompañamos a este escrito.

Sin embargo Carlos Julio Villarroel confía en que en definitiva


resplandecerá la verdadera justicia, como así lo creemos quienes
honrosamente patrocinamos su defensa, quienes en todo caso
respetaremos y acataremos el veredicto final. Muchas gracias.”

Terminé mi discurso y el Dr. José Luis Sapiain, en su condición de Fiscal del


Ministerio Público ante las salas accidentales para el régimen procesal transitorio
hizo su exposición rechazando toda nuestra argumentación y exponiendo las
alegaciones que por escrito también había presentado para considerar que el
imputado no había actuado como sostuvo la defensa.

En fecha 28 de junio de 2004 fue publicada la sentencia, con ponencia de la


Dra. Teresa de Jesús Jiménez, en la que se absolvió a Carlos Julio Villarroel del cargo
fiscal de homicidio, con la siguiente argumentación:

“...De los elementos anteriormente señalados se desprende que en fecha


05 de noviembre de 1994, siendo aproximadamente las 4:00 horas de la
madrugada, en la avenida 02, de la Urbanización Fe y Alegría, frente al
local comercial denominado Avícola Pollo Rey, de la ciudad de Cumaná,
Estado Sucre, en momentos cuando el ciudadano LUIS CARLOS
SALGADO transitaba por el frente del citado negocio, un sujeto
portando un arma de fuego, tipo escopeta, le propinó una herida a nivel
del hipocondrio izquierdo, que interesó el estómago y el riñón
izquierdo, según el Informe Forense inserto de los folios 108-115 P-1,
falleciendo a consecuencia de dicha herida.......El día que ocurrieron los
hechos, el encartado en compañía de uno de sus empleados se disponía
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a salir de su negocio con la finalidad de adquirir o comprar mercancías


para su negocio, por lo que se presume que portaba dinero para poder
efectuar sus compras, cuando intempestivamente un sujeto moreno,
barbado (sic), con la camisa por fuera, en horas de la madrugada, se le
acerca rápidamente y lo increpa manifestándole “epa viejo, epa viejo”, y
el acusado, con el antecedente de que había sido objeto de delitos, y
portando una escopeta, advirtió al desconocido que se alejara, con la
expresión: “arrímate pa’ allá, arrímate pa’allá”, que al observar que el
hoy occiso no hizo caso de esta advertencia y se llevó las manos a los
bolsillos, acciones que consideró el acusado CARLOS JULIO VILLARROEL
como de peligro en contra de su vida y bienes, y teniendo en la mano un
arma de fuego tipo escopeta, medio necesario para repeler una
agresión de la que pensó era inminente, optó por dispararle al
desconocido que se le acercaba rápidamente y en forma sospechosa, no
con la intención de causarle la muerte, pues entre víctima y victimario
no existían rencillas o enemistades, sino con la intención de defenderse
de un ataque que aún no se había consumado, pero que el acusado
subjetivamente creyó inminente, dadas las condiciones que rodearon el
hecho en estudio...”.

Se nos dio al fin la razón sobre nuestro alegato de defensa putativa, ganamos el
otro más importante round que no fue aún definidor de la contienda porque el
ciudadano fiscal manifestó su desacuerdo y en ejercicio de sus atribuciones,
estimando cumplir con su deber, ya con la vigencia plena del Código Orgánico
Procesal Penal interpuso recurso de casación contra esa sentencia absolutoria, al que
le di contestación. Por ello se prolongó más el calvario del pobre señor Villarroel, ya
que la causa fue una vez más a conocimiento de la Sala de Casación Penal del Tribunal
Supremo de Justicia, designándose como ponente a la Dra. Blanca Rosa Mármol de
León, se admitió el recurso del fiscal y se convocó a una audiencia oral que se llevó a
cabo el 4 de noviembre de 2004.
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Asistí a esa audiencia, igualmente acompañado de mis colegas compañeros de


bufete y familiares del Sr. Villarroel. También estuvieron allí los padres de la víctima
quienes recibieron notificación en Cumaná a solicitud del fiscal y se trasladaron a
Caracas para estar en el acto, aunque nunca habían hecho presencia durante todo el
juicio.

No asistió la representación del Ministerio Público – que ya no estaba


representado por la ra. Ramos- pero dejó consignado un escrito donde ratificaba
todos los planeamientos del fiscal Sapiain, con dos denuncias que respectivamente
atacaban la sentencia absolutoria, sobre lo que consideró falta de aplicación de una
norma de procedimiento en cuanto al análisis de las pruebas de testigo e indebida
aplicación del artículo 65 del Código Penal que trata de la legítima defensa. Al
concedérseme la palabra hice mis alegatos rebatiendo uno a uno lo expuesto por el
Ministerio Público y me explané más en lo concerniente a los hechos que a mi juicio sí
hacían aplicable el Código Penal para calificarlos como constitutivos de una defensa
putativa.

El Magistrado Dr. Alejandro Angulo Fontiveros presidió la Sala y al concluir mi


intervención preguntó si alguno de los familiares de la víctima deseaba intervenir y lo
hizo su señora madre, quien manifestó que era falso todo lo que yo había dicho para
justificar la conducta del señor Villarroel, a quien trató de asesino, además tuvo duras
e irrespetuosas palabras hacia mi persona por el sólo hecho de estar defendiéndolo.
El Dr. Angulo, con la seriedad y ponderación que lo caracterizaba recriminó a la
señora y le hizo saber que debía tratar con respeto a quien estaba cumpliendo un
deber profesional. Terminó el acto y la Sala se reservó el lapso para dictar su fallo.

La sentencia, bajo ponencia de la Dra. Mármol de León, fue publicada el 9 de


noviembre de 2004, declarando improcedentes las denuncias hechas por el
Ministerio Público y por ende sin lugar el recurso de casación del fiscal, por lo cual
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quedó definitivamente firme la sentencia absolutoria pronunciada en favor de Carlos


Julio Villarroel. Ganamos el último y definitivo round.

Al fin se hizo justicia y terminó el largo padecimiento que se perpetuó por diez
años, de un hombre que no hizo otra cosa que defender su derecho a vivir y preservar
sus bienes, sintiéndose fundadamente víctima de una inminente agresión armada y
por quien hube de colocarme la otra toga, la de abogado litigante en defensa de una
causa justa.
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Roberto Delgado Salazar

Ex juez penal y ex magistrado. Profesor de la UCAB, UCV y


Escuela Nacional de Fiscales del Ministerio Público. Autor de
publicaciones sobre pruebas en el proceso penal.

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