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MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT

Jaroslav
Seifert
El barco en llamas
y otros poemas

BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN

Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 33
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
2

El barco en llamas y
otros poemas
Jaroslav Seifert, Rep. Checa
Edición digital gratuita de

Muestrario de Poesía 33
Editor: Aquiles Julián, República Dominicana.

Primera edición: Marzo 2009


Santo Domingo, República Dominicana

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MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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Contenido
Jaroslav Seifert: nota necrológica / Clara Janés, traductora 4
Apagad las luces 7
Canción 7
Canción de amor 8
Pan y rosas 8
¡Addio, hermosa llama! 9
El barco en llamas 9
El tímido susurro de la boca besada… 10
Tórtola, cállate… 11
El grito de los fantasmas 12
Jardín del canal 13
La columna de la peste 14
Ante La puerta de Matías 14
Ser poeta 15
Consuelo 15
Excéntrico 15
Miss Gada-Nigi 16
Fruto candente 17
El rey Herodes 18
Panorama 18
Helouan 19
El beso de Marat 19
El último cuento de Navidad de Bohemia 20
23

Sobre Jaroslav Seifert /Víctor Montoya 23


Biografía de Jaroslav Seifert 26
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
4
Jaroslav Seifert: nota necrológica
Clara Janés, la traductora de Jaroslav Seifert, escribió la siguiente nota publicada en el
periódico El País, España, con motivo del deceso del escritor checo, en 1986.

Por Clara Janés

Nobel de Literatura 1984, Jaroslav Seifert, murió en la


noche del jueves en Praga, a la edad de 84, años, tras
un paro cardiaco. Seifert, que sufría parálisis de ambas
piernas desde hace 25 años, fue hospitalizado el jueves
por la mañana a causa de una hipertensión. Su salud le
impidió recoger el Premio Nobel personalmente, y en su
lugar tuvieron que acudir sus hijos. El escritor
checoslovaco era autor de El paraguas de, Piccadilly y
Combate de ángel, entre otras obras. Seifert estaba
considerado como el lírico más relevante de las letras checoslovacas.
Sus poemas dejaban traslucir una marcada preocupación por los
problemas sociales. Fue además un constante luchador por la libertad
de expresión y uno de los firmantes del documento de las 2.000
palabras, en contra de la represión de la disidencia.

Adentrarse en la personalidad de Jaroslav Seifert, premio Nobel de


Literatura de 1984 que falleció ayer en Praga, es empresa que requiere
el conocimiento no sólo de la literatura sino también de la historia de su
país, Checoslovaquia, desde principios de siglo hasta nuestros días. Si
por un lado es de todos sabido que fue el último gran representante de
una generación poética de extraordinaria altura y potente capacidad.
innovadora, y que su lucha política personal fue incesante, por otra la
distancia que separa a nuestros países Y culturas hace que nos sea
prácticamente imposible valorar en profundidad su importancia.

Jaroslav Seifert, que nació en el seno de una familia obrera de Praga,


fue aquel joven que en sus primeros tanteos literarios se unió al grupo
Devétsil, que consideraba que el arte debía ponerse al servicio del
proletariado, dando ya entonces una obra de tanta fuerza expresiva
como Ciudad en lágrimas (1921). Dentro del mismo Devétsil, movido por
una exigencia de calidad y libertad en el arte, fue uno de los que,
adoptando la estética de las van guardias, y concretamente de Dadá,
creó el movimiento llamado poetismo, que preconizaba la poesía para
los cinco sentidos, ya que la consideraba como el arte de vivir y gozar, y
cuya influencia en las letras checas posteriores fue decisiva. Nos ofreció
entonces un mundo de juego y en sueño cuya ciudad ideal era París,
invocando la musa moderna, aquella que a las ocho de la tarde descorre
"la cortina roja que oculta la blanca pantalla del cine", en obras como
En las ondas (1926) o Viaje de novios (1926).
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Arte y vida

La postura poetista, sin embargo, hizo


que se volviera a plantear el conflicto que
supone la antítesis entre arte y vida; y el
contraste entre la fantasía poetista y la
sórdida .realidad explica el movimiento
pendular entre optimismo y pesimismo
de sus creaciones. Es Seifert, de nuevo,
quien encarna antes que nadie este
sentir en su obra El ruiseñor canta mal
(1926), que nos ofrece un carnaval donde
las máscaras son máscaras de gas y el
vestido de arlequín está hecho de,
pedazos de sudarios. Pero pronto una
veta nostalgica envolvió ese panorama
restaurando el equilibrio (Paloma
mensajera, 1929). Esta nostalgia era el
preludio de un nuevo paso en la
evolución de la poesía de Seifert, que
dando pruebas de grandes capacidades
poéticas adoptó entonces el estilo clásico
y escribió poemas con metro y rima. El
primer libro de esta nueva fase es Manzana de regazo (1933), al que
siguieron La manos de Venus (1936) y Primavera, adiós (1937). Al
mismo tiempo que su voz se interiorizaba, la melodía acogía
cálidamente sus palabras y aparecía en el horizonte el mundo de la
infancia, la juventud, el amor, la esperanza, y a través de ello, una
vinculación profunda con el mundo checo y su tradición literaria. Esto
último, unido a su sencillez expresiva, le otorgó ya en aquellos años,
gran popularidad. Lo poético, en Seifert, se iba definiendo a través de
elementos sutiles que surgían por transparencia, de una atmósfera, a
veces envuelto en nebulosa y en el que destacaba una mancha de color.
Pero los acontecimientos históricos se impondrían en toda la literatura
checa y asomarían en sus obras: Ocho días (1937), Apagad las luces
(1938) y posteriormente Casco de tierra (1945). Los temas que
aparecieron entonces fueron constantes de su producción.

París quedaba atrás y la ciudad de Praga y su historia, tan unida a la


historia personal del poeta, se convertían en una presencia perpetua en
su obra -Vestida de luz (1940), Puente de piedra (1945)- Todo ello
reaparecería en la última etapa de su producción, donde, tras volver al
verso libre, nos dio su mejor poesía: Concierto en la isla (1965), El
cometa Halley (1967), La fundición de las campanas (1967), La columna
de la peste (1977) y Ser poeta (1983).

Si hubiera que destacar un solo rasgo común a la poesía y a la persona


de Seifert, sin embargo, éste sería el amor. El amor es el elemento que
impregna todos sus escritos, ya de modo subyacente, ya emergiendo a
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la superficie; el amor en todos sus aspectos, pasional, filial, patriótico;
el amor a la verdad y la justicia que fue, en último término, lo que rigió
su vida. Esa búsqueda poética que le hizo avanzar siempre en pos de
una mayor autenticidad, entrega y perfección -adecuación- en su obra,
donde continuamente, con desbordante generosidad, hace presentes a
los demás poetas de su generación, fue el reflejo de la que orientó los
pasos de su vida.

Fundador del Partido Comunista checo en sus años mozos, se apartó de


él tras un decepcionante viaje a la Unión Soviética en 1929, para
adoptar una actitud de lucha independiente que le llevaría a declarar su
opinión siempre que pudiera expresarla, en cualquier circunstancia, por
adversa que fuera. Así condenó la política estalinista en 1956 y la
invasión de los tanques rusos en 1968, firmando ese mismo año el
manifiesto de las 2.000 palabras y, nueve años después, Carta 77.
Como consecuencia, sufrió diversos períodos de silencio e imposibilidad
de publicación. Su honradez, su clarividencia y valentía le llevaron a
ocupar el puesto de presidente de la ,Unión de Escritores Checos en el
momento en que ésta se vio con mayores dificultades, en 1968. Este
mismo sentir fue el que, al recibir el Premio Nobel, le hizo declarar que
lo aceptaba como representante de su generación, ya que otros de sus
poetas (Halas, Nezval y Holan) lo hubieran merecido.

Lucha incesante

La vida de Seifert, pues, fue una vida de lucha incesante regida por la
inteligencia. Los avatares que sufrió no dejaron en él huella alguna de
amargura. Quizá aquellos primeros pasos dados en la cuerda floja
tendida entre el realismo y el sueño o utopía, le dotaron de una visión
serena y una seguridad en la esperanza, expresables incluso en el
silencio por medio de una mirada transparente y una determinada
sonrisa. En su obra, sin embargo, esa sonrisa la hallamos en palabras
concretas que son conclusión del poema y de la actitud vital del hombre
que no desfallece. Ahora, el invierno se ha llevado a Jaroslav Seifert,
pero su ejemplo de hombre íntegro que supo responder a la historia y-
su creación literaria, como esa sonrisa, quedan para siempre en un
eterno renacer de primavera.

poeta y escritora, es traductora de Jaroslav Seifert y VIadimir


Holan al castellano.
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7
Apagad las luces
En silencio. Que no se caiga el rocío
que tiembla en la punta misma de las pestañas;
sin hacer ruido. silenciosamente. sin patetismo,
a aquella noche le digo: no fuiste de las peores.

Con las alas de la guarda


de las tinieblas, no nos envolvió tu ángel,
que con nosotros estaba, oh noche seria
después de frívolas noches, con violencia.

Y el grito que por tu alfombra se extiende


cuando de horror las manos nos estrechamos,
ese espantoso grito que puede oír cualquiera todavía,
una llamada dulce es para mí.

¡Apagad las luces! que no se caiga el rocío


que tiembla en la punta misma de las pestañas;
sin hacer ruido, silenciosamente, sin patetismos,
digo: cuál, cuál era la claridad

de aquella noche en que todo oscureció,


en que todos como sombras
en su tronco se encogieron.
Sé bien, sé muy bien que entonces hubiera sido mejor
oír el estruendo.

Canción
Agita un pañuelo blanco
el que se despide.
Cada día acaba algo,
acaba algo muy hermoso.

La paloma mensajera bate el aire con las alas,


de vuelta a casa.
Con esperanza y sin esperanza
siempre volvemos a casa.

Sécate las lágrimas


y sonríe con los ojos llorosos,
cada día empieza algo,
empieza algo muy hermoso.
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Canción de amor
Oigo lo que no oyen los demás,
pies descalzos pisando terciopelo.

Suspiros bajo el sello de una carta,


el estremecimiento de las cuerdas, cuando no vibran.

A veces, huyendo de la gente,


veo lo que no ven los demás.

El amor, vestido con la risa


que se oculta en las pestañas, cubriendo los ojos.

Cuando aún tiene copos de nieve en los bucles,


veo florecer la rosa en el rosal.

Oí al amor partir
cuando unos labios por primera vez rozaron los míos.

Quién, sin embargo, detendrá mi esperanza:


ni siquiera el miedo al desengaño,

para que a tus rodillas no se ponga.


La más hermosa suele estar loca.

Pan y rosas
Entre dos polos se tensa el mundo
como la piel del asno.
La vida, entre dos cosas:
pan y rosas.

Se oye el mundo, redoblan los tambores.


Para cosas pequeñas, guerra grande.
Ganador y vencido vuelven a casa.
¿Qué distancia, qué distancia haya casa?

Dos dados, dos palabras maravillosas,


en la corneta de la historia: pan y rosas.
Volver a tocar sobre el tambor volcado
moviendo con violencia la corneta en las manos.

Sobre la piel de asno del tambor de guerra,


para nuestro amor, el hambre y la muerte espera.
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¡Addio, hermosa llama!


¡Addio, hermosa llama!
La canción se ha herido levemente la frente
y aquella a quien iba dirigida, ha callado
lo que no podía pronunciarse.

¡No enciendas! Durante el crepúsculo


las palabras no parecen tan audaces.
¡Addio, hermosa llama!
La canción se ha herido levemente la frente.

Y ambos estaban confundidos.


Titubeando abrió la ventana.
Cayó la luz nocturna sobre el día.
Ya lo lejos Praga se sonrosaba.
¡Addio, hermosa llama!

El barco en llamas
Emprendí el camino al anochecer.
El que busca
suele ser esperado.
Al que espera, le encuentran.

Fui dejando detrás pequeñas ciudades dormidas,


rincones tejidos de hiedra,
donde quedaba aún algo de la música
de primavera,
hasta que me atrapó la noche.

En su oscuridad estalló una llama.


Alguien gritó:
¡Arde el barco!
La lengua apasionada de la llama
rozaba la desnudez del agua
y los hombros de la joven
temblaban de placer.

Bajo las nerviosas ramas del sauce


que daba sombra a la fuente,
en cuyo fondo se oculta la tiniebla
cuando hay luz,
vi a una joven.
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10
Empezaba a amanecer.
Ella intentaba bajar del brocal
un cubo mojado.

Tímidamente le pregunté
si había visto la llama.
Me miró con sorpresa,
volvió hacia atrás la cabeza
y un momento después, dudando, asintió.

El tímido susurro de la boca besada...


El tímido susurro de la boca besada
que sonríe: Por un sí,
que hace tiempo no escucho.
Ni tampoco me toca.
Sin embargo quisiera encontrar aún palabras
que estén amasadas
de miga de pan,
o de olor de tilos.
Pero el pan se ha puesto mohoso
y el perfume amargo.

Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas


y me ahogan,
cuando quiero asirlas.
Matarlas no puedo,
y a mí me matan.
¡Y retumban las puertas a golpes de maldiciones!
Si pudiera obligarlas a bailar para mí
se quedarían mudas.
Y aún cojearían.

Sin embargo sé muy bien


que el poeta está obligado siempre a decir más
que lo que esconde el rumor de las palabras.
Yeso es la poesía.
De lo contrario con la palanca del verso no podría
hacer saltar el capullo de los melosos goznes
y obligar al escalofrío
a que nos recorra la espalda
mientras desnuda la verdad.
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Tórtola, cállate...
Tórtola, cállate, deja de arrullar,
en estos parajes a nada procurarás dulzura
y golpea la piedra con el ala indefensa
para que se levante el rabino,
lleva ya mucho rato durmiendo.

Con ondulación de tumba, que vaya a la sinagoga,


pues aquellos que marcharon hace tiempo
algunas veces regresan,
que los vivos se van siempre
y el mundo se quedaría vacío.

Que entre en el umbral y peine el crepúsculo


de barba gris.
Aquí está la primavera, el tiempo de Pascua empieza
y ha llegado ya el momento
de cantar el Cantar de los cantares
delante del cortinaje de la tora.
Que empiece el cantar,
escucharemos aquel grandioso cántico de muerte,
el cantar más triste de todos los cantares
escritos no hace mucho sobre la pared húmeda.

Que los nombres de los asesinados


pegados con sangre
caigan en la cúpula del cementerio y que le entierren.
Ya es bastante viejo.

Las piedras que en pie seguían


se inclinan e inclinadas caen al suelo.
¡Qué se oiga su voz
en el valle del silencio
y esparza ya aquellas manchas
que bailan entre las tumbas!
Su capa
está tejida de hedor de putrefacción
y los huecos de sus ojos con escamas de peces
están pegados.

Cuando ya incluso la mezuza tan sagrada


ha perdido su poder,
cuando ya ni siquiera las oraciones llegan
y caen atrás como flechas a mitad del camino,
quizá se abra paso su cantar
hacia el cielo cerrado.
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Un arco iris de siete cintas
se tiende en el paisaje de primavera.
¿Qué es lo que huele? , huele el aire
y algo más huele en mayo:

la rosa silvestre.

Esas hojas suyas inocentes


son el saludo de antaño para mí tan querido.
No, no te cambiaría por otras,
ya fueran las más bellas rosas,

rosa silvestre.

Veo a mi madre cuando era joven.


Va por la hierba y lleva una rosa.
Mas cuando cae la flor del arbusto
la imagen de nuevo se desvanece,

rosa silvestre.

El grito de los fantasmas


1
En vano nos agarramos a las telarañas flotantes
y al alambre de púas.
En vano apoyamos el talón en la tierra
para no dejarnos arrastrar con tanto ímpetu
hacia las tinieblas, que son más negras
que la más negra noche
y carece ya de corona de estrellas.

Y cada día encontramos a alguien


que involuntariamente nos pregunta
sin abrir siquiera la boca:
¿Cuándo? ¿cómo? ¿y qué viene después?

Bailan y danzan aún un poco más


y respiran el aire perfumado,
¡aunque sea con el dogal al cuello!
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13

Jardín de canal
1
He tenido que llegar a edad avanzada
para aprender a amar el silencio.
Conmueve a veces más que la música.
En el silencio aparecen señales emocionadas
y en las encrucijadas de la memoria
detectas nombres
que el tiempo pretendía ahogar.

Por la noche, en las copas de los árboles,


puedo oír hasta el corazón de los pájaros.
Y al caer el día, una vez, en el cementerio,
oí de lo hondo de una tumba
el crujir de un ataúd.

7
Nunca, nunca acariciará
mi barba rala;
nunca ahogaré mis labios
en su cuerpo.
No haberla visto quisiera
para que no me decapitara cada vez
con el sable de su belleza.
Al día siguiente, en el teatro,
se situó paciente
junto a la columna,
sin apartar la mirada del palco vacío.
Cuando entró,
se sentó en el asiento de terciopelo
y entornó los hechiceros ojos,
y las largas pestañas,
como una planta carnívora
de cuya flor pegajosa
no hay escape.

Cúbrete los ojos


o enloqueceré de amor.
Era joven,
enloqueció y murió.
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14
La columna de la peste
2
Nuestras vidas se deslizan
como los dedos sobre el papel de lija;
días, semanas, años, siglos,
y había épocas en que pasábamos llorando
largos años.

Hoy todavía camino alrededor de la columna


donde con tanta frecuencia esperé
y escuché, cómo murmura el agua
de las fauces apocalípticas,
sorprendido cada vez
por la amorosa coquetería del agua,
que estallaba en la superficie de la fuente
mientras caía la sombra de la columna en tu rostro.

Esta era la hora de la Rosa.

Ante la puerta de Matías


Con la barbilla apoyada en las rodillas solía sentarme ante la verja del
castillo y miraba pelear a los gigantes, uno con un palo, el otro con una
daga, tenía tiempo de sobra, esperaba el final de aquel combate. La
guerra, por entonces, poco a poco retrocedía; me sonaban las tripas, y
había hambre. Pero ¿qué le importa al cielo cuando llega la primavera?,
en los tejados, los palomos rondaban a las palomas, arrullándose
ridículamente, y suaves lloviznas rosas, azules, caían sobre Praga. Bajo
el funicular, sobre la hierba, las violetas sonreían a los zapatos, y el
vagón se caía entre las flores bajo el tejado, donde sonaba el timbre. Y
en ese momento la fuente antigua me salpicó de agua, como con una
gota de leche la mujer que amamanta, al darse cuenta de que no miro
amorosamente sólo al rostro del niño. Por lo demás, la belleza de las
mujeres abrió hasta los ojos ciegos de Homero, pero ya era viejo. Luego
me limité a esperar pacientemente a que cayera el mazo y rugiera el
cráneo, a que el viento arrebatara el sombrero cardenalicio del pórtico
de palacio dónde se había posado una mariposa, a qué las gárgolas
vomitaran delante de mí las vedijas de plata del cielo limpio, sobre el
que no había ni una mancha, y alguna uniera a mis pasos los ojos de
su sonrisa. Esta es toda la historia, no satisface, pero no hay asesinatos
en ella, por lo menos no muchos, y aún espero, y es que ni siquiera la
daga, que la mano sostiene en alto, se ha hundido en las costillas, que
es lo que anhela.
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15
Ser poeta
La vida ya hace tiempo me enseñó
que la música y la poesía
son en este mundo lo más hermoso
que puede darnos, excepto el amor.
En una antigua crestomatía,
publicada aún en tiempos del viejo Imperio austrohúngaro,
en el año en que murió Vrchlický
busqué el tratado que hablara
de poética y de los adornos poéticos.
Luego puse una rosa en un vasito,
encendí una vela
y empecé a escribir mis primeros poemas.
Inflámate, llama de las palabras, y arde,
aunque acaso me quemes los dedos.
Una metáfora sorprendente
es más que un anillo de oro en la mano.
Pero ni siquiera la metodología de Puchmajer
me sirvió de nada.
En vano recogía las ideas
y con fuerza cerré los ojos
para poder oír el misterioso primer verso.
En la oscuridad, lugar de las palabras,
entreví una sonrisa de mujer
y en el viento cabellos ondeantes.

Consuelo
Señorita, señorita usted frunce el ceño
porque le ha llovido durante todo el día,
¿que podría decir aquella pequeña efímera
para la que llovió durante toda la vida?

Excéntrico
La nieve para siempre blanca y tú para siempre tendrás que
Amarla
Cuando han caído en el muelle las blancas flores de la niebla
semejantes a un pierrot media cara luz media tiniebla
tengo sueño amor anillos de hierro en las piedras de los muelles

¿Recuerdas Marsella? Panderetas que poseen cascabeles.


Una paloma blanca con dos sellos trae una carta
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
16
hay tantas cosas hermosas ¡las amamos de tal forma!
cuando suena en el fondo del bolsillo la última moneda.

Humo de la chimenea del vapor que a ti te gusta


diga señor capitán ¿se está haciendo el desayuno?
pensábamos en el mar en los barcos balleneros
en el viento de las olas se estremecen los corales.

¿Por qué está tan triste usted dama aventurera?


Ponga su tristeza de cristal en manos de un hombre
ya se acercó a la ventana una estrella pálida
y cantaron los gallos por la mañana
Usted es mi testigo en los vasos de vino los pétalos de rosa
Marchitos
de la risa bajo la triple máscara el llanto frío

¡Oh excéntrico!
semejante a un pierrot que tiene sueño
he visto a un hombre por amor sostener a esgrima un duelo
es que ya para siempre ya siempre tendrá que amarla
yendrás que amar para siempre
la nieve blanca.

Miss Gada-Nigi
Noches abiertas alas de cuervo tambor de tiniebla
Miss Gada-Nigi está sentada en el trapecio
debajo en la arena el payaso dormita Como un pájaro cae
la nieve de sus sueños

por el agujero de la lona sonríe Gada-Nigi a las estrellas


mientras escucha el tic-tac de su reloj de pulsera
está aprendiendo a bailar en la cabeza del caballo encabritado
y en los encajes de niebla la eternidad en las estrellas

el tic-tac del reloj destello del infinito en el rostro del payano


y en el carromato de los artistas de circo lloró un niño
tendiendo la mano a las estrellas de los pechos de su madre
y la canción del pájaro se columpiaba en las ramas del jazmín

cuando dándose la espalda los amantes y el suicida


bajo el luminoso parasol del farol
vieron la estrella que cae a lo largo de una noche milenaria
apagarse en los nenúfares del superficial estanque

Oh miss Gada-Nigi no piense en las estrellas


MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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ya que en las rayas de la mano encerrado está el destino usted
el payaso y yo
Solamente los amantes mueren sin querer de amor Escuche
sólo un momento
cómo en el beso se apagan las finas flautas del aliento

Fruta candente
Amar a los poetas
la moribunda fauna del parque de Yellowstone
y a pesar de ellos amamos la poesía
la poesía
cascada eterna

Cañones de gran alcance disparan sobre París


poetas con cascos
¿mas para qué contar los muertos por un amor infeliz?
¡adiós París!

Circunnavegamos África
y con ojos de diamante agonizaban los peces
de los barcos de vapor en las hélices
si se recuerda
tanto más duele

Y las liras de los negros


perfumes del aire ardiente
maduran en nuestra tierra de las arañas los frutos candentes
cuando medianoche cierra
y el señor Blaise Cendrars
se quedó manco en la guerra

Los pájaros sagrados


en sus patas delgadas como sombras
el destino de los mundos acunan
Cartago está muerta
y como mil clarinetes
toca el viento la caña de azúcar
y en los frágiles paralelos de la tierra
la historia mientras tanto
centenaria hidra serpentea
me muero de sed señorita Mugret
y usted no me ha contado
cómo sabía el vino de Cartago

Partió un rayo a las estrellas


MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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y llueve
la superficie del agua
tenso tambor agitó
la revolución en Rusia
la toma de la Bastilla
y el poeta Mayakovski ya muró

pero la poesía
luna de miel gotea néctares olores
en los cálices de las flores

El rey Herodes
Cuando llevó a sus labios un racimo de uva
Herodes, el rey que asesinó a los inocentes,
tenía en las manos huellas de sangre horribles.

¿Cuál es la culpa que sobre su alma pesa?


Tenía usted en las manos huellas de sangre horribles
cuando un racimo de uva elevó hasta sus labios.

Panorama
El ciervo se aleja, de su cornamenta se levanta el humo,
tras la hoja del helecho escuchad a la estrella
pero silenciosamente, sólo silenciosamente.

Fuentes llenas de frutas y noches de estrellas,


quisiera ofrecerte esa bacía de bronce,
y ser barbero.

Oh peluqueros,
las manos cansadas que se deslizan los lisos cabellos,
de la mano cae el peine, el escultor soltó el cincel
y en el espejo los ojos se han helado.

Ya es de noche. ¿Duerme usted?


¡Acabe con la blandura de su edredón!
La hora de medianoche. Las lámparas eléctricas.
Tinieblas, luz, tinieblas, medialuz
y he aquí:

el peine de las montañas desenreda del cielo la cabellera


y como dorados piojos van cayendo las estrellas.
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Helouan
A Josef Hora

Aquel que al alba acompaña tan solo


el olor del jazmín,
llega sin duda alguna a su vereda,
sujetándose al círculo de la palabra del poeta.

¡Cuántas veces volvía yo de este modo al amanecer


-el vigor del recuerdo levanta el polvo-
sujetándome a las barandillas del barco Helouan,
de aquellas islas que no están en los mapas.

Y tirando mi brújula y el zapato tras la cabecera,


navegaba en el lecho, solo, sin timón,
con aquel hermosísimo barco que de uno de sus viajes
nos legó el poeta al injertarnos las alas.

El beso de Marat
Cruzan las flores aquel grupo de estatuas
y ya huele a verdor en el barrio de Letná;
pasa el amor y dobla las piernas;
las piernas dobla y destruye el corazón.

Pasa la primavera, las hojas del sauce


con el viento ligero suavemente tiemblan.
Pasan enamorados y son felices pues tienen esperanza.
Pero la muerte, por supuesto, besa también apasionadamente.
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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El último cuento de Navidad en Bohemia

Mientras estoy escribiendo estas páginas la


habitación se me está inundando de un
cálido aire primaveral, lleno de toda clase de
aromas, que entra por ventana abierta de
par en par. Florecen las lilas. Pero ni la
alegre primavera me puede hacer desistir de
este tema tan invernal. Muchos podrían
pensar que tengo olas enteras de nieve en la
ventana, la misma que en la calle produce
crujidos bajo los zapatos, y que el
termómetro está bajo cero. ¡Qué va!
Precisamente ahora me acaba de traer mi
hija unas cuantas enormes peonías chinas y me las ha puesto sobre la
mesa. Me parezco a VIadimír Holan, quien en una de sus cartas revela
que está esperando las Navidades desde el Año Nuevo. Me gustan esas
fiestas. Y las agradables imágenes del idilio navideño, las puedo ver
mentalmente, aunque sea sobre la arena caliente, al lado de un río
estival. ¿Entonces por qué me tendrían que molestar las lilas en flor?

De niño solía leer ávidamente los cuentos navideños, estuvieran donde


estuvieran. En el suplemento dominical del periódico, en un calendario
humorístico, o en las estampas del aguinaldo que antes de las fiestas
solian traer los carteros. Estaba agradecido por cualquier poemita corto
u otra pieza que me hiciera pensar en las Navidades.

Recuerdo todavía hoy uno de estos cuentos de estampa de un cartero. Y


lo leí hace setenta años. ¡Dios mío! ¡Hace setenta años!

Era tan sencillo que hacía llorar, pero lo contaré igual. Un hombre a
quien le gustaba pasar el tiempo en las cervecerías, se olvidó hasta de
la Nochebuena. En vano le esperaba su joven mujer en casa. Muy tarde,
cuando regresó, estaba cayendo una nieve espesa que lo cubrió todo. El
borracho vagó por la carretera blanca hasta que, cerca de uno de los
palos telegráficos, se mareó de tal manera que se sentó y se durmió
sobre la madera empapada. Pero al cabo de un momento oyó voces
desde el palo. ¡Era la voz de su mujer! Hablaba con un joven ayudante
del guardabosques. Que venga, sí, su marido no está en casa y tardará
mucho en llegar. ¡Estarán solos! Se despertó de prisa, se puso de pie y
según podía, se apresuraba a su casa. El final del cuento lo dejaba claro
el dibujo. El borracho está arrodillado delante de su mujer, con la
cabeza en su vientre, y la mujer, contenta, sonríe.

Pues, ¡felices fiestas!

Es tonto y primitivo, ¿verdad? Sí, realmente es así. Pero entonces me


gustaba mucho por su final agradable y navideño. A menudo he
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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recordado aquella estampita de aguinaldo. Algunas veces en unas
situaciones bastante adecuadas. ¡Quizá por eso no lo he olvidado!

Hace tiempo que no se escriben cuentos navideños. Han pasado de


moda. Es otra época. Pero las fiestas tampoco son las mismas de mis
años jóvenes. La nieve ya no cae tan espesa, ni se va a la misa de
adviento y las fiestas navideñas ya no son una oportunidad para una
quieta meditación. Todavía se encienden los árboles de Navidad, eso sí,
pero ya no se cantan canciones navideñas delante de ellos. Se pone el
tocadiscos y las parejas bailan danzas modernas. Tampoco se bebe el
aromático y dulce ponche después de cenar, sino algo mucho más
fuerte. ¿Y quién va ahora a la misa del gallo? Y por lo tanto, ¿quién
leería los cuentos navideños hoy en día?

No obstante, yo he decidido escribir uno. Probablemente será el último


cuento navideño de la Bohemia. Algo parecido al último oso en las
montañas. ¿Pero no soy algo vanidoso? Más vale que deje las reflexiones
y empiece.

En nuestra calle del antiguo llano de Brevnov hay una torre en la que
hasta hace poco había una estación herpetológica. Eran nuestros
vecinos de enfrente, así que no era difícil conocerlos. La torre estaba
construida sobre dos parcelas, porque sobre una de ellas hay una
capilla de peregrinos barroca, y está guardada. Por eso hay un jardín
bastante grande al lado de la torre. En la estación herpetológica habían
trabajado ya dos generaciones.

El Dr. Frantisek Kornalík con su hijo Frantisek. Les ayudaba la señora


Kornalíková, su mujer. Criaban víboras y les sacaban el veneno de los
dientes, que entregaban al instituto farmacológico.

Ellos mismos llevaban a cabo experimentos con un medicamento contra


el cáncer y utilizaban para ello veneno de serpiente. En el sótano
luminoso y espacioso tenían unos veinte viveros con víboras.

La vista de las serpientes me decepcionó. Las víboras estaban


inmóviles, dormían. Algunas veces miraba el trabajo de la familia
Kornalík y no dejaba de maravillarme de la habilidad con que trataban
a las serpientes. Las cogían en la mano y las forzaban a dejar el veneno
en un platito preparado. Eran dos o tres gotitas de líquido amarillo que
cristalizaba sobre el platito. Es verdad que Kornalík padre aparecía a
veces con un dedo vendado, pero me aseguraba sonriendo que todos
ellos eran inmunes contra el veneno de serpiente. Lástima de las gotas
en el dedo, decía. Él quería a las víboras.

Nuestros vecinos eran grandes amigos de los animales. Amaban


extraordinariamente a todo lo vivo, con un sincero sentido para las
necesidades de los animales. Delante de la puerta que daba al jardín
muchas veces tomaban el sol dos bulldogs. Estaban tendidos como dos
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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leones que guardaran el portal de un reino. Sacaban las lenguas
rosadas de las bocas negras y eran verdaderamente hermosos. Dentro
de la casa de los Kornalík también tenían cosas vivas: peces exóticos en
un acuario y unas graciosas tortuguitas con corazas de ámbar. Los
perros tenían su pequeña madriguera en un rincón del recibidor, y
como se agitaban y movían allí, lustraron un trozo de pared hasta
ponerlo de un negro brillante.

Los muchachos del barrio cazaban en los cercanos campos pequeñas


ratitas y se las traían a las víboras. Con este botín se compraban la
oportunidad de ver a las serpientes. Los Kornalík no recibían solamente
ratones, sino que la gente les traía también serpientes ordinarias. Una
vez, cuando no estaban en casa, el cartero llamó a nuestra puerta para
que le entregáramos un paquete con una inscripción que avisaba: «i
Cuidado, hay víboras!». Según nos aseguró, se sacaba este paquete de
encima con mucho gusto. Nosotros también nos alegramos cuando los
Kornalík lo recogieron.
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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Sobre Jaroslav Seifert

Por Víctor Montoya (Bolivia)

El poeta checo Jaroslav Seifert (1901-


1986), nació en un barrio obrero de
Praga. Siendo aún adolescente quiso ser
pintor, pero acabó siendo ganado por la
musa de la poesía, por la dulce melodía
de su idioma y por la facilidad de
expresión que le deparaba la palabra
escrita.

Apenas publicó su primer libro, "Ciudad


en lágrimas" (1921), fue considerado por
la crítica literaria como el pionero del
nuevo arte proletario, ya que su poesía, además de reflejar las vivencias
de su juventud, reflejaba las influencias de la revolución rusa y las
concepciones filosóficas del marxismo.

Cuando la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura,


en 1984, el poeta praguense era relativamente conocido en
Escandinavia, razón por la cual la televisión sueca transmitió un
reportaje desde su casa, para ponernos en contacto con una
personalidad atractiva, de conmovedora vitalidad y amor desmesurado
por el mundo y sus habitantes. Jaroslav Seifert apareció sentado en su
escritorio, rodeado de cuadros y libros de autores checos, pues Seifert
era un poeta nacionalista por excelencia, cuyas obras estaban
inspiradas en su propia tierra y, sobre todo, en Praga, ciudad a la que le
rindió pleitesía por medio de sus versos.

Durante el reportaje, Seifert se mantuvo sentado, con las muletas al


alcance de las manos y contestando las preguntas con voz dulce: "No
estoy sorprendido por el premio", les dijo a los periodistas. Hacía ya
cuatro años que había sido propuesto junto al escritor norteamericano
Arthur Miller, al poeta francés Louis Aragón y Roman Jakobson. Como
fuere, y lejos de falsas modestias, el premio era un gran estímulo para
promocionar la literatura checa a nivel internacional y para empezar a
traducir, junto a su nombre, a otros escritores que permanecían en el
anonimato.

Jaroslav Seifert ha dedicado gran parte de su vida a leer y escribir


poesía, consciente de que su pueblo gustó desde siempre de este género
literario, incluso en los momentos más trágicos de la guerra. "Yo creo -
dijo-, que la poesía tiene un enorme significado para un pueblo, y
mientras más pequeño es éste, la poesía tiene aún mayor significado".
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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Este poeta que alcanzó los 84 años de edad, que amaba la vida y odiaba
la muerte, jugó con los estilos a lo largo de su carrera literaria. Hasta la
Segunda Guerra Mundial escribió versos con métrica y rima, pero luego
de un largo periodo de enfermedades, empezó a cultivar el verso libre,
exento de retórica y patetismo, bajo las influencias de Apollinaire,
Verlaine y otros poetas del modernismo francés. Así, a este periodo
corresponden sus mejores poemarios: "Concierto en la isla" (1965), "El
cometa Halley" (1967), "La fundición de las campanas" (1967), "La
columna de la peste" (1977) y "Ser poeta" (1983).

El paraíso poético de Seifert está impregnado de flores y música, de


mujeres y calles. Sus versos son un ramo de rosas y violetas, un canto
a Mozart y Bach. Las mujeres y Praga no sólo son personajes centrales
y temas perpetuos en su poesía, sino también metáforas de lo mejor que
pueda dar la vida. Junto a las mujeres inmaculadas, de labios que
desgranan versos y ojos que iluminan las tinieblas, se levanta
majestuosa su ciudad natal, con callejas estrechas y plazas barrocas,
con lagos donde se oye el graznido de las gaviotas y canales donde se
descomponen las luces que se descuelgan de los faroles.

Seifert, para unos, era el poeta del proletariado, el escritor que desde
sus primeros tanteos literarios se unió al grupo "Devètsil", que
consideraba que el arte debía estar al servicio del Estado. En tanto para
otros, Seifert era simplemente el poeta del amor, de la melodía y la
belleza estética del poema; ante esta disyuntiva, claro está, no quedaba
más que una tercera alternativa: Seifert era, indudablemente, el poeta
del amor, pero sus críticas contra el sistema político de entonces las
expresó de manera alegórica en sus poesías, a pesar de estar consciente
de que con versos no se derrumban sistemas de gobierno.

Este poeta exquisito jamás formó parte de una escuela ni teoría que
tratara la forma de cómo aproximarse a la poesía y cómo interpretarla, y
menos aún de las teorías del "estructuralismo de la escuela de Praga",
que nació a finales de los años veinte del siglo pasado en un círculo
lingüístico inspirado en el formalismo ruso.

En un congreso de escritores celebrado en 1956, manifestó que los


poetas son la conciencia nacional, desde el instante en que trabajan con
la palabra escrita y porque tienen mucho más que ver con la realidad
que los músicos o pintores. En 1968 firmó el "Manifiesto de las 2000
palabras" y, nueve años después, fue el primero en pronunciarse en
defensa de los escritores perseguidos y encarcelados, y el primero en
firmar "Carta 77".

Cuando el gobierno disolvió la Unión de Escritores Checoslovacos en


1970, Seifert pasó a ser uno de los poetas cuyos versos no se podían
publicar libremente. Sin embargo, su poesía, vapuleada por la censura,
circulaba clandestinamente en forma de folletos; unas veces, copiadas a
máquina y, otras, a pulso. Circunstancias en las que la poesía de Seifert
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se convirtió en símbolo de protesta contra la censura de prensa y la
libertad de expresión.

Después de habérsele concedido el Premio Nobel de Literatura, este


autor praguense, a quien le pesaba más su vejez que sus enfermedades,
siguió creando y recreando su universo, convencido de que sólo a través
del idioma se encuentra la libertad más elemental. Empero, la noche del
9 de enero de 1986, tras sufrir un repentino ataque cardiaco, se alejó de
este mundo y de la vida que tanto amó. El día de sus funerales, una
muchedumbre acongojada acompañó su féretro hasta su última
morada. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en su tierra
natal. Se dividió Checoslovaquia y se recobró la democracia.
MUESTRARIO DE POESÍA 33 – EL BARCO EN LLAMAS – JAROSLAV SEIFERT
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Jaroslav Seifert / biografía
(Praga, 1901-1986) Poeta checo considerado uno de
los más grandes poetas checos contemporáneos;
obtuvo el premio Nobel en 1984. Fue activo inspirador
de los principales movimientos vanguardistas checos,
entre ellos el llamado "poetista". Miembro fundador,
en 1921, del Partido Comunista checoslovaco, rompió
con él después de viajar a la Unión Soviética en 1929,
y fue fervoroso luchador contra la ocupación nazi.

Seifert participó en 1920 en la constitución del grupo


Deveetsil, de fuerte influjo en la literatura checa
posterior, que combinaba la adscripción a los
principios de la revolución rusa y a los movimientos
futurista y dadá. Con este aliento publicó su primer
libro de poemas, Ciudad en lágrimas (1921), para
derivar hacia una actitud estéticamente más radical y
adversaria de las doctrinas soviéticas en El amor mismo (1923), obra
que materializa los principios del "poetismo".

En los años siguientes, sin abandonar la colaboración con los


movimientos y publicaciones socialistas, profundizó el vanguardismo de
su creación poética en títulos como En las ondas (1926), El ruiseñor
canta mal (1926), donde ya se percibe una visión del mundo
acusadamente pesimista, y Paloma mensajera (1929). En la década de
1930, a medida que la situación política y social se degradaba, derivó
hacia el clasicismo y su voz se tornó más clara y contundente.

El título que señala dicho giro es Manzana de regazo (1933), con el que
el poeta dio por terminada su fase juvenil para convertirse en el gran
maestro del verso musical y expresivo, que le granjearía una gran
popularidad. Las manos de Venus (1936) y Primavera adiós (1937) son
libros que responden a esa tendencia.

Bajo ocupación alemana y con el inicio de las confrontaciones militares


en Europa escribió versos patrióticos y antifascistas como en Ocho días
(1937), Apagad las luces (1938) o El abanico de Bozena Nemcová (1940).
La Praga ocupada es la ciudad a la que canta en títulos como Vestida
de luz (1940) y Puente de piedra (1945). Continuó escribiendo y
publicando después de la guerra, pero, tras pronunciar un discurso
crítico contra la política cultural impuesta por el régimen estalinista,
fue condenado al ostracismo durante años.

Reapareció en 1965 con Concierto en la isla, libro al que siguieron otros


como El cometa Halley (1967) y La fundición de las campanas (1967).
Poco después se hizo cargo de la dirección de la Unión de Escritores,
tribuna desde la que condenó la invasión soviética de su país, en 1968,
tras lo cual volvió a encontrarse en dificultades, por lo que hubo de
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publicar algunos libros en Alemania. Fue firmante de la Carta 77 en
favor de los derechos humanos en Checoslovaquia. Sus memorias
aparecieron en 1983 con el título Toda la belleza del mundo, y ese
mismo año, uno antes de recibir el Nobel, apareció su último poemario,
Ser poeta.
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Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros 18. Estoy de pie en un sueño y otros
poemas / Roberto Sosa poemas / Ana Istarú
2. El verbo nos ampare y otros poemas 19. Señal de identidad y otros poemas /
/ Hugo Lindo Norberto James Rawlings
3. Canto de guerra de las cosas y otros 20. Puedo sentirla viniendo de lejos /
poemas / Joaquín Pasos Derek Walcott
4. Habitante del milagro y otros 21. Epístola a los poetas que vendrán /
poemas / Eduardo Carranza Manuel Scorza
5. Propiedad del recuerdo y otros 22. Antología de Spoon River / Edgar Lee
poemas / Franklin Mieses Burgos Masters
6. Poesía vertical (selección) / Roberto 23. Beso para la Mujer de Lot y otros
Juarroz poemas / Carlos Martínez Rivas
7. Para vivir mañana y otros poemas / 24. Antología esencial / Joseph Brodsky
Washington Delgado. 25. El hombre al margen y otros poemas /
8. Haikus / Matsuo Basho Heberto Padilla
9. La última tarde en esta tierra y otros 26. Réquiem y otros poemas / Ana
poemas / Mahmud Darwish Ajmátova
10. Elegía sin nombre y otros poemas / 27. La novia mecánica y otros poemas /
Emilio Ballagas Jerome Rothenberg
11. Carta del exiliado y otros poemas / 28. La lengua de las cosas y otros poemas
Ezra Pound / José Emilio Pacheco
12. Unidos por las manos y otros 29. La tierra baldía y otros poemas / T.S.
poemas / Carlos Drummond de Eliot
Andrade 30. El adivinador de hojas y otros poemas
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans / Odysseas Elytis
Magnus Enzersberger 31. Las ventajas de aprender y otros
14. Entender el rugido del tigre / Aimé poemas / Kenneth Rexroth
Césaire 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas /
15. Poesía árabe / Antología de 16 Czeslaw Milosz
poetas árabes contemporáneos 33. El barco en llamas y otros poemas /
16. Voy a nombrar las cosas y otros Jaroslav Seifert
poemas / Eliseo Diego
17. Muero de sed ante la fuente y otros
poemas / Tom Raworth
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Colección
Muestrario de
Poesía
2009

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