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Isabella Piedrahita

201730171

El síndrome del sistema penal esquizofrénico

Desde la edad media el derecho penal, en su forma más rudimentaria, ha perseguido a aquellas
personas (o fenómenos) que considera que no encajan en la sociedad. Se busca castigar a
aquellos que, sabiendo lo que hacen y queriendo hacerlo, actúan de una manera antisocial. Pero
¿qué pasa entonces con aquellos fenómenos que actúan “bajo la influencia del diablo”? A veces,
pareciera que la única forma de huirle al derecho penal es a través de la esquizofrenia. Quien
confiesa ser bruja, dejará de ser torturada. Quien alega inimputabilidad, ya no se considera
delincuente sino mujer con síndrome de maltratada. Como mujer, o estás lo suficientemente loca
para no ser castigada, o te reprochan por no estarlo y terminas doblemente perjudicada. Así, la
sevicia experimentada por las brujas no se quedo en los Juicios de Salem ni en la Inquisición;
hoy, una nueva generación de brujas sufre una tortura similar en intensidad.

La mujer delincuente tiende a ser perfilada de una de dos maneras, exclusivamente: la primera,
es aquella que actuando dentro de las expectativas del comportamiento femenino, recibirá un
tratamiento más benévolo por parte del derecho penal; la segunda, en cambio, es aquella que
recibe un trato más severo si el delito no es femenino o cuando la mujer no se adecúe a la imagen
de mujer convencional (Larrauri, s.f.). Hablemos de la primera. Diana Eugenia Pérez introduce
una manera interesante de clasificar los delitos, los divide en delitos de dominio masculino y
delitos de dominio femenino. Los delitos de dominio femenino son aquellos que “son cometidos
predominantemente por las mujeres, es decir que si bien pueden ser realizados por sujetos de
ambos géneros, es más probable que sean cometidos por mujeres, llevando a lo que se conoce
como la “feminización’’ de algunos delitos” (Pérez, 2011). Así, dentro de un estudio que realiza
Mabel Andrea Carmona Lozano como trabajo de pregrado de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Los Andes, demuestra que la pena impuesta a las mujeres frente a este tipo de
delitos es inferior a la pena impuesta a los hombres por los mismos delitos. Entonces, como
indica Larrauri, a las mujeres se les otorga un trato más “benévolo” por parte del derecho penal.
Al respecto, Astrid Sánchez y Norberto Hernández señalan que, en los delitos de drogas
(considerados como delitos de dominio femenino), esta menor pena impuesta sugiere que el
estatus socioeconómico juega un factor determinante en su asociación al delito (2019). Es decir,
pareciera que frente a este tipo de delitos, bajo las mismas circunstancias, a la mujer se le
perdona por actuar dentro de su rol social, caracterizado por la sensibilidad, la vulnerabilidad y
la pasión, mientras que al hombre no. La psicología de la mujer es relevante mientras que la del
hombre no.

Esto es diferente al segundo tipo de perfil de mujer delincuente, aquella que no actúa conforme a
su rol femenino y comete delitos de dominio masculino. Según Myriam Jimeno,
"En las sociedades occidentalizadas las mujeres suelen asociarse a lo sentimental y emocional,
mientras los hombres a la razón y al cálculo; sin embargo, en el crimen pasional es el hombre
quien con mayor frecuencia actúa como prisionero de sus emociones. Cuando la mujer es el
agente en los crímenes pasionales y actúa emocionalmente (odio, celos, amor) por medio de la
violencia, lo que sacude la conciencia social es su capacidad de razonar, esperar, planificar la
“crueldad”, como si de ellas sólo se esperaran emociones “pacíficas” y poco uso de la razón .”
(Jimeno, 2004)
Estas mujeres se enfrentan a un reproche más severo en relación con su estado volitivo,
cognoscitivo y volitivo cuando se trata de delitos como el homicidio. Nuevamente, la psicología
de la mujer es puesta sobre tela de juicio.

Ahora, un fenómeno más interesante frente a el primer perfil de mujer delincuente es el que
previamente denominé como síndrome de esquizofrenia penal. Así como en los Juicios de Salem
las brujas para salvarse de las crueles torturas a las que iban a ser sometidas confesaban
públicamente haber visto al diablo en el bosque (Gavaldá, 2020), las mujeres que delinquen
actualmente pueden acudir a la “locura” como mecanismo de salida. Un ejemplo de esto es la
causal de exoneración de responsabilidad penal frente al delito de aborto prevista en la sentencia
C-355 de 2006 cuando se presente un riesgo a la salud mental. Otro ejemplo es la introducción
del “síndrome de la mujer maltratada” como concepto que justifica la agresión de la mujer hacia
su pareja (muerte del tirano en casa), tratándolo como un estrés postraumático. Sin embargo, si
bien la mujer se ve beneficiada por acudir a este tipo de figuras, esto es problemático en la
medida que es tremendamente revictimizante. El aborto solo se justifica si la mujer esta loca, y la
legítima defensa igual. Entonces, así no haya castigo al cuerpo, sí se castiga a la mente.

David Garland en su texto “The Problem of the Body in Modern State Punishment” llega a una
conclusión importante en relación con la naturaleza del sistema penitenciario moderno: si bien ya
no existen los castigos corporales, el cuerpo necesariamente es sometido a la desaparición al
estar privado de la libertad (2011). Por su parte, Ariza y Tamayo (2020) hablan del dolor físico
sufrido por los encarcelados en las prisiones latinoamericanas y como la violencia sobre el
cuerpo se ha convertido en un elemento inherente al castigo penitenciario. Aterrizando ambas
posturas al caso particular de las mujeres, creo que el elemento presente en el castigo femenino
no es el dolor físico sino el de la mente, y la desaparición del cuerpo se explica en la medida que
se considera a la mujer como un sujeto psicológicamente afectado.

El derecho penal ataca el cuerpo del hombre y la mente de la mujer.


Bibliografía

Ariza, L. y Tamayo, F. (2020). El cuerpo de los condenados. Cárcel y violencia en América


Latina. Universidad de Los Andes, Revista Estudios Sociales 73.

Carmona Lozano, M.A. (2013). Perfil de la mujer reclusa en Colombia. Universidad de Los
Andes, Programa de Pregrado en Derecho.

Garland, D. (2011). The Problem of the Body in Modern State Punishment. Social Research 78:3.

Gavaldá, J. (2013). La caza de las brujas de Salem. Historia: National Geographic. Tomado de:
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/caza-brujas-salem_15407

Jimeno, M. (2004). Crimen pasional: contribución a una antropología de las emociones.


Universidad Nacional de Colombia.

Larrauri, E. (s.f.). La mujer ante el derecho penal. En: “La mujer ante el derecho.” Universidad
de Barcelona.

Pérez Burgos, D. (2011). Perfiles de las mujeres delincuentes en Colombia. Universidad de los
Andes, Programa de Maestría en Derecho.

Sanchez Mejía, A. y Hernández Jiménez, N. (2020). Mujeres, delitos de drogas y trabajo


comunitario como alternativa a la prisión en Colombia. En: “Pluralismo jurídico y derechos
humanos: perspectivas críticas desde la política criminal”. Universidad Externado de Colombia.

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